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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Leer Kruspe Jue Jul 03, 2014 11:27 pm

No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.

Paulo Coelho
 
Días pesados y noches amargas, rutina indecente y castigadora, la falta de sustento me mantenía débil, impotente,  ansiosa, en pocas palabras estaba realmente famélica, el monstruo sanguinario que llevaba en mis adentros quería salir pero con mucha fuerza de voluntad, la cual realmente no sabía de dónde provenía, me mantenía a flote, me miré al espejo y me miraba realmente devastada, consumida en toda la extensión de la palabra, mi rostro estaba demasiado pálido, mis ojos se miraban verdes pero era un verde aceituna, opacado, apagado, muerto, mis pómulos habían sobresalido más de lo normal, era un cadáver en vida y por mi renuencia a alimentarme de sangre humana ahora lucia exactamente como uno, saboreé mis labios y caminé hacia la sala de estar de la mansión en la cual debía vivir hasta que aprendiera a “comportarme”, no entendía la actitud de él, yo no era de su agrado ¿Por qué me mantenía aquí? Hubiera sido más fácil para ambos que me dejara marcharme esa noche y cumplir con mi cometido, pero no, me había ordenado vivir con él, ya no sabía que sentía realmente por mi creador, era una mezcla de sentimientos tan confusos, seguramente era su sangre en mí, pero de una cosa estaba segura, nunca le iba a perdonar el haberme convertido en algo que jamás quise, en lo que más odiaba, en esta vampiresa deplorable y fastidiada de su existencia, que aunque era poco el tiempo, no sabía cómo me iba a despertar al día siguiente, no tenía el mínimo conocimiento de cómo iba a reaccionar mi cuerpo a la noche siguiente, estos últimos días prácticamente me había empezado a comportar como una criatura carroñera para no salir corriendo a arremeter contra un humano o contra los mismos sirvientes de la mansión, me estaba quedando sin tácticas para contenerme, para calmar la sed, para lograr sobrevivir otro día más hasta que mi cuerpo sucumbiera a su ausencia de “alimento”

Suspiré y miré el piano de color negro brillante, alumbrado por la luz de la luna, no tenía el mínimo entusiasmo por pintar, no tenía ningún estimulo, ninguna musa, ningún paisaje, ningún cuerpo desnudo que me ayudara con mi labor, me quedé viendo aquel instrumento tan robusto, tan delicado, tan melodioso, mis dedos querían expresar cada uno de los sentimientos que estaban siendo encadenados en mis adentros, me mordí el labio fuertemente hasta el punto que aquel liquido rojo que una vez me había dado vida saliese, ese mismo liquido que ahora sería mi muerte, no quería morir por capricho, quería hacerlo porque no quería lastimar a nadie, las pesadillas donde me alimentaba de John de Dimitri, Francesca o de mis propios padres me atormentaban todas las noches, haciéndome despertar sin piedad, y torturándome hasta que el aturdimiento por la falta de sustento me tumbaban de regreso al diván, ¿En qué me había convertido? Después de esa noche mi pasión había muerto, ya no me interesaba por nada,  tenía tan solo 20 años y mi interior se veía como una vampiresa vejeta de 1000,  caminé hacia el sillón acostándome boca arriba, mirando el techo, con el dolor y hueco en mi estomago, mis manos sobre el mismo se movían, mis dedos hurgaban en sus alrededores, dispuestos a desgarrar por eso a lo que me negaba, cerré los ojos y murmuré –Tranquila Leer, tranquila Amelia, debes tranquilizarte- levanté mi mano y miré mi muñeca en la oscuridad, una de las sirvientas apareció y preguntó si encendía un quinqué para no estar en las penumbras pero me negué, no quería que nadie viera mi estado tan deplorable, no quería que vieran como me marchitaba poco a poco, como una hoja al atravesar la primavera y llegar al otoño, mi interior solo era un tempano de hielo, sin ninguna clase de interés, sin ninguna clase de sentimiento, vacío como un vaso con agua que fue bebido hasta el fondo, no había alma en este cuerpo marchito, suspiré y me levanté, salí de la sala de estar y sentí una presencia, me quedé parada percibiendo aquello, fruncí el ceño con amargura y solté un poco de aire innecesario, no tenía fuerzas.

Salí lentamente y con un paso trabajoso de la mansión y me dirigí hacia la parte trasera, andaba descalza,  el viento mecía y estremecía a los arboles perturbando la estabilidad de la taciturna noche que me envolvía, me senté en una pequeña banqueta y escuché el pregonar de dos hombres, chisteaban y se carcajeaban, el latido de sus corazones zumbaba en mis oídos, prácticamente miraba el correr de aquella sangre, tan roja, tan liquida, tan brillante dentro de las arterias, imaginaba atacarlos y beber hasta sentir mis ojos estallar debido al calor del momento, hasta que me manchara el ligero camisón blanco de algodón que andaba, teñir a la noche de rojo, hacer que por aquella calle corriera un rio incesante de sangre, ver escapar la luz de aquellas presas, escuchar sus gemidos y sus gritos ahogados al momento que mis pequeños colmillos se clavaran en sus cuellos con gran pasión, con gran excitación, reactivar cada uno de los sensores en mi cerebro con el color rojo, como un toro en un rodeo, como lo que representaba ese color, vitalidad, pasión, fuerza, mis piernas se bajaron de la banca pero me detuve, apreté mis palmas y sangraron, los ojos me ardían y mostré los colmillos, sintiendo mi boca como agua, cerré los ojos y negué –No Amelia, pronto todo esto acabara, debes ser fuerte, eres fuerte, no te conviertas en un ser cegado por la sangre, eres más que eso, eres más fuerte que tus instintos- tragué doloroso y me volví a acurrucar en aquella banca, escuchando los pasos y murmullos de aquellos hombres que representaban una exquisitez para mi paladar, el latido de sus corazones se alejaba, lo miraba como una pequeña luz que se pierde en el horizonte al pasar rápidamente sobre un caballo, como el sol ocultándose al atardecer, era mi atardecer perdido y el comienzo de mi noche de pesadilla, entrecerré mis ojos y miré a un pequeño animal husmear de un lado para otro en el suelo, era una ardilla, alimento maldito y ramplón, sentí el ardor en los colmillos y las reacciones viscerales emergieron, el ardor se formaba en todo mi tracto gastrointestinal y como fuego consumía la boca de mi estomago, con velocidad me levanté y la atrapé, apretujándola con fuerzas y acurrucándome de nuevo en la banca, clavándome en el animal sin consideración, escuché un pequeño quejido y apreté más su pequeño cuerpo para no escuchar su sollozar silvestre, empecé a succionar dolía hasta el hueso, mis colmillos no se querían desprender de la piel del pobre animal, era un alacrán que si pudiera se comería ella sola, este demonio que llevaba dentro era  la cría del alacrán que representaba, porque eso era lo que era un alacrán que si enterraba su ponzoña en un alma inocente no la dejaría ilesa, la sangre llenaba mi garganta, caía en mis piernas desnudas pero no era suficiente, poco a poco mi cuerpo se quedaba sin fuerzas y sin el rojo carmesí , el viento hacía ondear mi cabello y tapaba mi rostro, mis labios estaban cubiertos por la sangre que brotaba de aquella criatura  hacían una mezcla horrorosa entre el rojo que emanaba de la ardilla y el rosa pálido de mis labios, como si en ella se estuviera librando una batalla entre el cielo y el infierno, luz y fuego luchando incansablemente por ocupar mis labios, por entumecerlos, por hacer una mascarilla que me concediera un aspecto más miserable, pero la mezcla excitante que estaba sobre mis labios no me incomodaba,  yo seguía acurrucada bebiendo como pordiosera, esperando el momento en que mis ojos no aguantaran el peso y mis parpados se cerraran como dos cortinas de humo, hasta cuando lo soportaría, solté el cuerpo inerte y seco y lo lancé a un lado, en mi cuerpo había cierto hormigueo que me gustaba, me excitaba en un plano emocional, cada célula que me componía parecía gozar con aquellas ondas eléctricas, me acosté en la banca viendo hacia arriba con la boca manchada de sangre mirando con una sonrisa casi maniaca al cielo, esto era lo que me emocionaba después de alimentarme, con un animal era exquisito sentía curiosidad con lo que provocaría la sangre humana, pero me negaba aunque el demonio ganaba poco a poco terreno y la racionalidad humana se desvanecía dolorosamente.


Última edición por Leer Kruspe el Dom Jul 20, 2014 5:35 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Deiran Chassier Mar Jul 08, 2014 2:06 pm

Dueños de sus destinos son los hombres. La culpa, querida, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios.
William Shakespeare

El tiempo avanza sin detener la sutileza del reloj. Un quejido salió de mis labios al ver como el danzar de la aguja no paraba su cesar. ¿Cuántas veces no había perdido mis pensamientos en esto? Sinceramente no lo sabía, era un tanto tortuoso pensarlo cada que podía, me disgustaba esto. Recosté con más peso mi cuerpo sobre el asiento y sentí cómo la helada ventisca de verano se coló por la ventana. Fruncí el ceño molesto porque no me agrada que descuidadamente la dejasen abierta. Pese al calor que debía de despedir ese aire solo lograba congelarnos más. Con la pluma en la mano izquierda hacia el mismo ruido de los segundos avanzar tan tácita y excelsa al andar. Tenía que admitirlo, tenerla a ella en mi vida había sido un cambio que no me esperé y me daba por analizar todo de una manera más fría. Ya no podía pensar sólo en mí sino también en esa fiera rebelde que tenía por descendencia. Había ahogado mis preocupaciones en soledad, no había sido capaz de comentarle el cambio a ninguno de mis cercanos, quería protegerle y por el momento todos eran mis enemigos hasta que considerase pertinente el asunto. Ya la había expuesto una vez y no me arriesgaría con nadie más.

Compartíamos el mismo techo pero a la vez ni una sola palabra se dibujaba en nuestros labios. Me había limitado a recalcarle quién era yo en su eternidad y a prohibirle qué hacer pese a que en mis adentros sabía lo que debía de hacer pero me estaba tropezando con el idilio y la existencia. Ya dos semanas que su boca no probaba sangre verdadera y yo lo sabía. Lo sentía tan bien. Flexioné mi diestra en un puño recogiéndome las telas del pantalón negro y el tic tac de la pluma me hizo girar la cabeza hasta la mesa cuando noté como la punta había cedido abriéndose de par en par esparciendo la tinta negra en unos papeles haciendo un desastre. Era hora de que ella aprendiera de una vez por todas que la humanidad era un ser vago y que no nos competía sentir lástima por alguna vez habernos separado de su camino. Su alma ahora pertenecía al Hades y no era más la mujer que solía cazar a la especie que con celos le había recibido como una suya. Dejando caer la estructura croma terminé la copa de vino y salí del despacho de Camelia Vinn.

No tardé mucho en estar en los predios de mi aposento. El aire aparentemente había refrescado pero yo seguía sintiéndolo igual –frío- . Su presencia me inundó rápidamente, toda mi piel comenzó a doler. Fruncí el ceño sintiendo la boca seca y las articulaciones fusionarse las unas con las otras impidiéndome el movimiento. Desde que ella renació hasta estas fechas todo era así, tan maquiavélico y rígido con mi cuerpo, aún estaba estudiando el porqué de esos cambios y tenía una teoría; la sangre. Cerré los ojos e inspeccioné a través del ventanal de la parte trasera la oscuridad en la que estaba sumida la neófita vampiresa, tampoco se la estaba pasando bien, era presa del deseo y carroña del hambre. Adentré mi cuerpo por una de las puertas de la cocina y las sirvientas me saludaron inclinando su cuerpo y agachando la cabeza —¿Ha salido de aquí?- sabía la respuesta pero les recordaba que ella sólo podía si yo lo ordenase . Las dos ancianas y una joven mujer negaron al mismo tiempo con la cabeza —¿Visitas?- susurré mientras mi cuerpo atravesaba la puerta llegando al living terminando con la tarea recibiendo respuestas negativas de su parte.

En la oscuridad permanecí oculto mientras miraba su huesudo cuerpo adherido a su piel. No era quien recordaba un tiempo atrás y pese a la hermosura de la naturaleza vampírica, ella se estaba estropeando por el afán de no alimentarse. Negué a la idea y al parecer ella notó mi presencia pero siguió con su afanado camino hacia las afueras del enorme jardín. Me quedé parado en una de las esquinas observándole. Cerré los ojos y sus pensamientos comenzaron a narrar la historia de la pequeña Kruspe.

Sus deseos se dibujaron en mis venas. Quería complacerlos. Fruncí el ceño abriendo un ojo y viéndole de reojo con las manos guardadas en los bolsillos, apoyé la cabeza en la pared y miré la luna sonriendo de lado. Si ella fuese un poco más lista podría sacar provecho de su condición conmigo, lo sabía muy bien pero era algo que estaba dispuesto a ocultar tanto así pudiese porque si no sería mi fin. Sus movimientos me alertaron a lo que ladeé la cabeza y negué. –Muy mal- me dije para mí mismo sabiendo que ese era su modus vivendi. El animal soltó un chillido, de esos cuando la vida se está extinguiendo y supe que era la hora en el que debía de reprender su comportamiento infantil. —¿A eso llamas cena?- mi voz propia y dictatorial se dejó oír sonoramente por el viento y mis pasos se hicieron constantes sin detenerse hasta llegar a una distancia considerable pero cercana —Pensé que tenías mejores gustos, Amelia- alcé la ceja aún con las manos en las bolsas del pantalón. —¿Te satisficiste?- sabía su respuesta y acotando lo testaruda que era me lo iba a afirmar —Porque yo sé la verdad y es tu mentira- le miré de manera más inquisitiva las ropas —Hoy se terminará eso, no voy a seguir permitiendo que mi sangre se siga alimentando como una ave carroñera de animales. Eso es una desgracia para la especie, para mí y definitivamente una falta de respeto para ti- mis ojos se hicieron de un azul más frío —Vete a vestir. Es una orden Amelia Lincoln- susurré su nombre tomando asiento a su par en aquella banqueta cruzando la pierna abrazando el respaldar cerrando los ojos esperando su fuego venir.
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Mensaje por Leer Kruspe Miér Jul 09, 2014 12:18 am

La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio.
Friedrich Nietzsche
 
Mi mente vagaba, era un éxtasis infinito, breve y doloroso, fruncí más el ceño y apreté los dientes al ver como toda esa sensación de satisfacción se desvanecía -¡No!- dije con un hilo de voz, ya sabía que necesitaba inmediatamente otra fuente de alimento, de carroña, mi miserable dieta, tragué doloroso y empecé a fantasear con los hombres, si no quería satisfacer a mi cuerpo con lo que debería, haría de mi mente un banquete pantagruélico de fantasías sanguinarias, eso, o hacer un cambio decorativo a las paredes de la mansión con rojo carmesí, puro y vibrante, sonreí de lado al imaginarme eso, le tendría una sorpresa muy agradable a su regreso, cobraría parte de lo que hacía conmigo al mantenerme prisionera de mi destino y de mi hambre, sí, era en parte satisfactorio desobedecerle, de cierta forma le estaba demostrando que no era un monigote que manejaría a su antojo, claro todo quedaba limitado cuando sus labios pronunciaban esas dulces y malditas palabras que eran sinónimo de obediencia, bufé de tan solo recordar esas órdenes dictatoriales, me dolían todos los músculos al hacer memoria y énfasis en esos recuerdos insulsos, cuando en ese momento su voz se hizo un eco cortante en el aire, parecía una daga que se me clavaba en los oídos y los traspasaba suavemente, gruñí bajo y tensé la mandíbula, me llevé el antebrazo a los ojos para no verle, pero lo sentía ¡Tortura! Sí, me era tortuoso el tenerlo frente a mí, sobre todo cuando estaba tan desdichada como en este momento, mis ojos se movían bajo mis parpados, estaba tratando de distraerme en otras cosas que no fuera escuchar a ese ser que era mi creador, de imaginarme lo que era y como era aquella noche donde lo conocí en la plaza Tertre hubiera tomado mi carruaje, hacer maletas y largarme de París, lejos de su presencia y del destino que me tenía preparado, estaba en sus manos, esa tranquilidad que aparentaba me hacía rabiar y solamente sacaba más arrogancia dentro de mí, no estaba dispuesta a ceder –Deiran- dije con un tono cantado y suave –¿No deberías estar trabajando en lugar de estarme viendo alimentando? - chasqueé la lengua –Eso no se hace mi dulce creador- dije con sarcasmo –Oh disculpa- sonreí –Querré decir mi dictatorial y encarcelador papá- suspiré –Si has venido a ver si he desobedecido tus ordenes de mantenerme oculta aquí como si fuera una bestia, no te preocupes, no he salido Chassier- fruncí el ceño y encogí las piernas metiendo el vestido entre ellas, el aire estaba haciendo más fuerte su azote contra nuestros cuerpo y los mismos arboles que nos rodeaban –Y creo que es obvio para ti, para mí, para cualquiera que esté en nuestro feliz y acogedor hogar, esto será mi alimento eterno, hasta que ya la eternidad deje de ser tan longeva y me haga desaparecer- las venas me ardían con cada segundo que pasaba, parecía un descenso tortuoso a un abismo oscuro en donde su voz era lo único que se hacía notar ¡Termina con esto! Empecé a tararear una canción con un tono suave, desviando todos mis sentidos a algo que no fuera la dolorosa presencia de mi sire –¿Mejores gustos? - sonreí con un aire de travesura –He probado de tu sangre creo que eso deja la aclaración que en cuanto a alimentarme soy detestable- no tenía nada de razón porque lo recordaba, recordaba el maldito sabor ese en esa noche y lo que hacía más deplorable y desventajosa para mí la situación era que su sabor me había gustado, recorría mis venas después de todo, fruncí más el ceño, al parecer estaba empecinado en que debía alimentarme de sangre verdadera, en todo caso, humana, sangre humana, mi perdición y pesadilla, negros deseos.

Escuché su pregunta y me negué a contestarla, estaba cansada de discutir con él, no iba a terminar ganando pero tampoco estaría dispuesta a dejarme vencer tan fácil, no iba a dar mi brazo a torcer nunca, quité el antebrazo de mis ojos limpiándome con la muñeca la boca y lo miré a los ojos con molestia –Tú no sabes nada de mí Deiran, la única mentira que hay aquí es esto, tú y yo, este maldito encarcelamiento, no te voy a obedecer nunca, no quiero hacerlo ¿entiendes? Métetelo en la cabeza Chassier, sería más fácil toda esta situación si no fueras tan…- apreté los labios –controlador- murmuré queriendo decir otra cosa –Ya vete Chassier- cerré los ojos y me acosté de lado abrazándome el estomago –Ve a buscar otra persona a quien molestar esta noche, no quiero discutir contigo ¿Por qué no vas y conviertes a otra u otro en tu sangre? Estoy segura que hay muchos que desean la inmortalidad y estarían encantados que tú fueras su creador, yo no soy una de ellos- esperaba que esas palabras hicieran efecto pero era una ilusa por creer semejante barbarie, era testarudo, un vampiro tozudo que no sabía si es que gozaba con verme enojada o simplemente era parte de su carácter el hacer rabiar a los demás, apreté las manos en puño, me estaba llevando al límite de mi paciencia ¿Cuándo no? –No me importa ni la especie, ni ninguno de los que son mis compañeros en este viaje oscuro y lleno de muerte, no siento respeto por mí Chassier porque Amélia Lincoln está muerta- mentí y lo miré por encima de mi hombro -¿La recuerdas? Esa mujer que conociste en la plaza Tertré está muerta, tú la mataste, ahora solo queda Leer Kruspe y te lo vuelvo a repetir necio, para ti soy Leer, Amélia no existe, búscala en aquella trampa donde nos enterramos a ver si te responde- rodé mi cabeza y cerré los ojos de nueva cuenta y sentí que se sentó a mi lado –¿Por qué no te vas?- murmuré y cuando escuché su “orden” la sonrisa se hizo más burlona en mis labios, no había escuchado las “palabras mágicas” así que solamente quedaba como una orden simplona y sin significado, me levanté de inmediato sentándome en la esquina de la banqueta lejos de él y le recorrí con la mirada  –Claro papá, me voy a vestir enseguida- simulé que bajaba mis piernas de la banqueta y me detuve –Oh, pero Deiran no dijiste tus palabras, esas que usas cuando no te quiero obedecer, es decir, las que usas siempre porque está claro que la obediencia es para ilusos, así que no lo haré, lo siento, te veo en el diván- me encogí de hombros y antes de que se le ocurriera mencionar algo de eso me levanté y caminé lo más rápido que pude pero sin usar mis habilidades de nuevo a la mansión no quería oírlo, no quería estar cerca de él, no quería que me siguiera tentando con esas propuestas acerca de cazar, no iba a hacerlo, me rehusaba y así quedaría.

En cuanto entré subí las escaleras corriendo y llegué a mi habitación cerrando la puerta con seguro y buscando en mi librero algo para distraerme, alguna novela para leer y no pensar en lo que me había dicho, me martillaba las sienes de imaginarme eso, sin más tomé un libro bastante grueso y me lancé en la cama, cruzando un pie encima de otro hojeando las paginas rápido, no estaba atenta a la lectura, era una pérdida de tiempo lo que hacía, la piel me ardía y las encías me dolían ¿Por qué había puesto ese deseo de nuevo en mi mente? Malditos deseos pérfidos, el demonio tenía una dominancia estoica sobre mi cuerpo, todo mi ser estaba ahíto de eso, de esas visiones chantajistas, gruñí y lancé el libro contra la pared fuerte y me crucé de brazos con el ceño fruncido, cerraba los ojos y lo recordaba, pensé –Eres vil Chassier y yo una estúpida por escucharte, no voy a caer- me levanté furiosa de la cama y me metí al baño desvistiéndome y tirándome en la tina con agua fría para calmar el ardor que empezaba a fragmentar mi exánime cuerpo, abracé mis rodillas a mi pecho y puse mi barbilla en ambas, con mis ojos moviéndose a todos lados, recordando mis momentos de humana, cuando miraba pintar a mi madre, eso me calmaba, cerré los ojos para hacer los recuerdos más vivos y después de unos minutos metida en un trance agónico salí poniéndome un vestido largo y holgado de seda y tirantes color amarillo pálido, la tela caía en mi espalda hasta el final y se unía por un único hilo, cepillé mi cabello seco dejándolo por un lado, salí de mi habitación y bajé hacia la cocina viendo a tres criadas ahí que al notar mi presencia me saludaron cabizbajas, les devolví el saludo con un tono neutro y me senté en la mesada central viéndolas atenta, mientras lavaban los utensilios de cocina, todo estaba callado, me frustraba eso, quería conversar como lo hacía en mi mansión cuando iba de fisgona a ver lo que hacían mis empleados pero no estaba cómoda, moví las piernas de adelante hacia atrás impaciente viendo a las empleadas con recelo,  ya sabía que el testarudo no iba a dejar que me quedara con la última palabra, pero tenía la esperanza que estando rodeados de sus empleados desistiera un poco de esos planes que tenía para hacer de su descendencia quien quisiese, si no era así yo los iba a apagar como tierra al fuego.
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Mensaje por Deiran Chassier Jue Jul 24, 2014 11:53 am

El deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir.
Marcel Proust
 
Como era de esperarse ella reaccionaría hecha una fiera, siempre era así, no descansaba ni aun cuando su carne rogase por un poco de elixir de vida, ella sólo pensaba en contradecirme y no decir más. Cerré los ojos con una sonrisa ladina, era como siempre, predecible, quizás me tomó un poco en creer por qué no había huido, si siempre era lo que mejor sabía hacer. La conversación era solo el preludio al infierno en la mansión, de cierta manera le agregaba un toque ‘’divertido’’ y más vivo, lo que en años de mí, jamás había recibido. Por otra parte extrañaba la soledad, esa que me consumía todos los días de mi maldita existencia, aun cuando París se estuviese quebrando en pedazos. El silencio tampoco era sepulcral, si no estaba ella, estaba yo y era entonces donde se desataba Sodoma y Gomorra o peor, casi tenía el presentimiento que la bomba de tiempo era solo un escarmiento por haber arrebatado de manera malcriada  a vida a los humanos, algo así como karma pese a que yo creía en ella como forma de escarmiento pero respirando o existiendo de esta manera se recibía lo que se da sin pedirlo.
Su voz me hizo volver de nuevo al jardín tan verde y pasivo que no contrastaba con ninguno de los dos. El viento azotó con fuerza unos instantes tan fuerte que miré como su cabello flameaba y su arrugada piel se estiraba limpiándose los vestigios de su reprochable prodigio. Cerré los ojos sonriendo de lado, claramente tenía que estar en el negocio cumpliendo mis responsabilidades pero no hoy, no por ahora con ella en esa deplorable condición —Vine porque necesito resolver asuntos más importantes contigo, Amélia. Charles puede cumplir sus funciones sin necesidad que esté yo ahí, me interesa más que dejes de comportarte como una aberración de la naturaleza vampírica.- sonreí más ampliamente hasta que le oí sus protestas de encierro y me alcé de hombros —Es lo que tendrás mientras no sepas controlar tus problemas de comportamiento, hasta que dejes de ser una potra rebelde sólo el encierro te saludará- tensé la mandíbula y me maldije, con ella nunca tenía el tacto adecuado pero era lo que merecía por ser tan indomable, una potra  salvaje.  Alcé la vista al cielo contemplando la majestuosidad de la luna, era tan excelsa e inalcanzable, tal cual ella, por más que la contemplara jamás podría tocarla.
—No puedo hacer nada por ti si no me dejas ayudarte, esto no es tan sencillo como cuando solías ser lo que eras y aunque te odies, esto es lo que eres ahora, Amélia-sentado a su par mencioné aquello con suma tranquilidad, esa que siempre me caracteriza y que sabía que a ella le irritaba de manera indiscutible. —Mi sangre solo es la bienvenida al festín- mis ojos verdes se cruzaron con los suyos y tiré la cabeza hacia atrás oyendo su quejar, era una caprichosa. —La cosa es que te he elegido a ti para maldecirte junto conmigo por toda la eternidad. Tú y yo, Amélia. No otra, tú.- sonreí de lado, si tan sólo supiese la verdad detrás de esta conversión que para ella era un sacrilegio, para mi diversión —Todo fuese más fácil si supieras cerrar tu boca en los momentos indicados y tragarte todo eso que te quema pero te empeñas en dar tu punto de vista donde no te lo han pedido. Eres inteligente pero a veces mueres por tu propia lengua- de reojo miré su cuerpo y sus facciones.
No duró poco para que pasara lo que con anticipación había previsto y huyese de mí, ella era tan predecible cuando quería y se le olvidaba que contra ella yo siempre llevaba las de ganar. Cerré los ojos tratando de aguardar la calma, me había jurado que no iba a desvariar en cuanto a mis acciones para con ella, quería ser lo más racional y tranquilo pero el fuego levemente se fundió en mis ojos y un resoplido al viento se dejó escuchar, mientras más esperaba más se agitaban los árboles al viento. Entonces la ráfaga se convirtió en algo más nocivo y molesto, levanté mi cuerpo de aquella banca de madera y mi andar se hizo lento, estaba contando los segundos con los que la vampiresa arriba en su habitación bajara la guardia y fuese el momento propicio para llevar a cabo lo que me había propuesto, ni un minuto más ni un minuto menos.
Llegué al mi despacho, la copa de vino estaba recién servida, lo sentía por el aroma que se colaba en el aire de manera rápida,  no tardé en tomarla y las amarguras por un momento desaparecieron.  Apoyé la espalda en la orilla del escritorio y percibí como la esencia de la neófita se deslizaba por la casa hasta la cocina. En un momento a otro la copa estaba vacía, alcé la ceja y caminé hacia el pasillo que me llevaría donde estaba su rebeldía. Con la copa vacía entre sin verle a ella, ignoré su presencia un rato y puse a un lado de una de las criadas el cristal. La humana se sobresaltó por aquella repentina cercanía y negué notando como sus pulsos aumentaban y su corazón estaba por explotar. Inclinándome a su oído susurré algo que no vale la pena mencionar y ella hizo que sus pálidas mejillas se hincharan de un rojo concentrado en sus pómulos y asintió sin tener opción, claro, en esta mansión se hacía lo que yo quería. La mujer comenzó a caminar en dirección a la vampiresa y yo le seguí por detrás mientras que las otras dos humanas salían de la cocina dando espacio para mis maldades. Los ojos de la humana parecían vacíos de un momento a otro, una especie de encantamiento, la mujer tomó la mano de la vampiresa y la llevó hasta su pecho justo donde palpitaba a cien su corazón y por otro lado me acerqué por detrás del delgado cuerpo de la vampiresa rodeándole con ambos brazos en una especie de abrazo—Siéntelo- susurré a su oído —Ella lo desea, ¿puedes verlo?- mis gestos eran totalmente rígidos sin una pizca de vacilación y uno de mis dedos se coló en el cuello de la humana rasgándolo en el acto con una de las uñas y una línea perfecta de sangre se dibujó en un recorrido maldito  a lo que sin perder la cercanía con la neófita dejé la cercanía en aquella posición, esta vez no la dejaría huir. —No voy a repetir lo mismo de siempre. Creo que he sido claro desde el inicio contigo. Hoy vas a aprender a cazar quieras o no. Y vas a tomar sangre de quien desees, te vas a llenar con el dolor de otra persona, con el placer de arrancarle la vida a un ser que respira y vive. Vas a maldecirte por robar lo que yo te robé hace unos meses atrás y te vas a odiar por no controlar el demonio que posee tu cuerpo en ese instante, tanto así, que te va a encantar y vas a rogar por más- hablé a su oído de manera calmada tensando un poco más mis manos sobre su cintura en un duro agarre. —Hazlo- exigí sin sonar como una orden, sabía que no había escapatoria.
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C'est la Mort [Privado] Empty Re: C'est la Mort [Privado]

Mensaje por Leer Kruspe Sáb Jul 26, 2014 5:19 pm

Los deseos se tienen, no se piden. Lo que se pide es el objeto del deseo.
Francisco Umbral
 
De sus labios no salía ni una sola palabra, pero sus cuerpos ¡Sus cuerpos! Parecían llamarme, seduciéndome poco a poco con cada sonido que era algo natural y necesario para que siguiesen viviendo, la garganta la tenía seca, mis dedos se movían sobre la mesada al mantenerme aferrada a ella, cada uno de mis movimientos solamente eran suplica desesperada del demonio que carcomía mi ahíta alma, la dejaba exhausta, poco a poco la hacía añicos y jugaba con ella a su antojo, cerré los ojos un poco empezando a balbucear cosas sin sentido, sin importancia, cosas que ni yo misma en aquel trance agónico entendía pero esa palabra retumbaba en mis venas, en mis sienes, yacía en mi lengua “Bebe” mis dientes golpeteaban discretamente los unos con los otros, como si ese miserable sonido fuera a calmar mis ansias de matar, de hacer un espectáculo en aquella cocina, de no salir huyendo de nuevo hacia él y aceptar su propuesta indecente ¡Maldita zozobra! Los volví a abrir, esta vez mi mirada era más seria, completamente deseosa de aquellas tres mujeres cuyos corazones danzaban tan dulcemente en su pecho que me parecían como orquídeas abandonadas en un jardín lleno de rosas, destacaban entre todos y mis ganas por arrebatarlas eran exorbitantes, quería cortarlas con su sublime tallo y convertirlas en parte de mi maldita existencia, gruñí bajo y negué, el demonio que él había puesto en mí no debía ser fructífero, solamente debía ahogarlo como lo hacía todas las noches,  sabía que llegaría el momento en que se revelaría contra mi cuerpo y me convertiría en la diabla con apariencia de noble alma de la noche.

Tragué pesado decidiéndome a hablar, desviar todos mis deseos sanguinarios a la oratoria, hacer de mi lengua perspicaz la daga que cortaría de tajo todo plan que se estuviera dibujando con detalle en mi perversa mente –Ustedes…- susurré y dos de ellas me miraron atentas, con los labios entreabiertos las recorrí rápidamente de pies a cabeza –¿Acaso no tienen descanso? - fruncí ligeramente el ceño viendo mis pies moverse de atrás hacia adelante y por debajo de las cejas les volví a ver al rostro, estas sonrieron con pena y asintieron lacónicamente, ladeé la cabeza curiosa –No me he percatado de eso, por lo general cuando yo estoy acá se la pasan metidas ya sea en la cocina o de un lado para otro- las mujeres se quedaron viendo y me volvieron a ver con una actitud sumisa, alcé ambas cejas –¿Las golpean? - murmuré con un tono tosco y antes de que me contestaran la presencia de mi creador se hizo tan fuerte que parecía que mis huesos se fracturaban uno a uno lentamente, cerré los ojos con dolor y escuché de nuevo el sonar de los utensilios al ser lavados, tensé la mandíbula y me bajé de la mesada mirando de reojo como me ignoraba, me abracé el estomago y rodeé la mesada parándome en el lado opuesto cerca del borde y siguiéndole atenta con la mirada, mirando cómo se acercaba a la humana y se inclinaba cerca de ella, rodé los ojos y alejé mi mirada de tal escena no me interesaba saber las artimañas que usaba para mantener al filo del control a sus empleados, era un obseso del control y no lo podía ocultar y negar.

Me apoyé de espaldas a la mesada sin verlo con los brazos cruzados a la altura del pecho, saboreándome los labios para humectarlos, meditando de que la noche era demasiado joven, la tortura sería larga y estando él cerca de mí solamente me hacía aquella agonía mucho más dolorosa y desesperante, fruncí el ceño al escuchar pasos y de reojo miré salir a dos empleadas, alcé la ceja siguiéndolas y me di vuelta para ver lo que pasaba cuando miré a la otra mujer acercarse a mí, casi parecía que hacía todo aquello mecánicamente, tragué pesado porque su palpitar parecía como maquina a todo babor, me ardía en los colmillos y la boca se me empezaba a hacer agua, solté un jadeo y di dos pasos hacia atrás para alejarme de ella pero antes de que pudiera salir de ese cuadro seductor su mano atrapó la mía de inmediato me tensé cerrando los ojos tan fuerte para no verla que las lagrimas se estaban empezando a abrir paso en lo profundo de mi ser, cuando mi palma sintió el retumbar dentro de la caja torácica de aquel órgano tan vigoroso abrí los ojos un poco mirando mi mano sobre su pecho con atención, fascinación y gozo, arrugué la frente y apreté los labios tragando y luego su tacto alrededor de mi cuerpo lo que me hizo tensarme aún más susurrándome el oído palabras que claramente estaban seduciéndome para que tomara a la mujer y llenarme con su flujo rojo y candente, cerré los ojos al escucharlo y negué lentamente –Suéltame- susurré y es que su contacto provocaba reacciones en mí que eran totalmente desconocidas, me resistía a sentirlas y mientras más me alejara de él todo se enterraba con más fervor en mi cabeza, algo que no debía discutir con nadie porque era de mi total menester y que estaría dispuesta a ocultar eternamente, abrí un ojo un poco viendo de nueva cuenta a la humana y ahí estaba la prueba del demonio, la tentación ante mis ojos, el elixir de la inmortalidad, gemí por lo bajo y tragué tan doloroso que parecía que me estuviera tragando un puñado de espinas muy largas –Deiran…- murmuré y de reojo lo miré –Deja esto por favor- volví a hacer pasar saliva por mi garganta –No vas a lograr nada- no sonaba convincente estaba segura, me estaba haciendo caer en su juego y no podía poner resistencia –Déjame en paz- musité tan suave que casi parecía una súplica –Deja de tentarme, no voy a matar a nadie, no voy a alimentarme de ningún humano, no lo vas a lograr- daba gracias al cielo que esta vez mi voz había sonado más recia de lo que anteriormente había dejado escapar. Negué a sus palabras –No voy a rogar por nada porque no voy a dejar que ese demonio al que me has condenado salga a hacer de sus fechorías ¿entendiste? - me tensé ante su agarre –Y no me toques- murmuré entre dientes, ya la molestia estaba ganando terreno de nueva cuenta.

Coloqué mis manos sobre sus manos para soltarme e inspiré profundo y en ese momento el olor a sangre, ese amaranto ardiente que fluía libremente en el cuerpo me impactó hasta lo más recóndito de mi inmundo ser, esta vez era diferente, una sensación inexplicable, esta vez el olor era tan dulce que las venas me ardían, sentía leves ondas eléctricas que me impactaban las piernas y dejaba mis músculos ateridos, débiles ante cualquier provocación, la línea de sangre había llegado a la clavícula de la mujer y muerto ante mi vista en su escote, presioné mi espalda contra su cuerpo, alejándome de la tentación encarnada que yacía frente a mis ojos y enterré mis uñas en sus manos –Dile que se vaya- susurré en una súplica desesperada –Por favor, Deiran- me mordí la lengua y cerré los ojos odiaba suplicar pero no quería hacerle daño. Relamiéndome discretamente mis colmillos apoyé mi cabeza contra su pecho –No hagas esto, no me obligues por favor, no quiero lastimarla, no puedo, me niego- tiré la cabeza hacia atrás para verle –Si me quieres ayudar, no hagas que lastime a esta mujer- me mordí el labio fuertemente para no llorar –Solo detente- susurré y cerré los ojos enterrando más mis uñas en sus manos y volví a fijar mi vista en ella, mirándole a los ojos, estaba consciente de que todo lo que suplicaba era una vil mentira porque mi cuerpo pedía a gritos que terminara de convertirme en una asesina nocturna, una amante de la oscuridad y la muerte, tomé una de las manos de la humana y acerqué más a mí –Di que no lo quieres- susurré a ella pero ésta claramente no respondió, estaba hipnotizada, acaricié sus nudillos con mi pulgar viéndola sin apartarme de la cercanía que tenía con mi sire –Detenme- murmuré con un tono tan mentiroso que hizo que mis labios se curvaran  en una sonrisa ladina, deslicé mis dedos por su brazo llegando a su hombro y tomándole de la nuca para acercarla más a mí quedándome a centímetros de donde la sangre salía sin dar tregua, tragué un poco y le miré a los ojos deslizando mis labios por la línea, pintándolos con rojo carmesí, no me atrevía a probarlos, enterré más mis dedos en la nuca de la mujer y succioné mi labio inferior probando aquello por lo que me había negado hace tanto que me hizo desvariar, me tenía presa del deseo sanguinario, un gemido de deleite se me escapó, mi cuerpo despertaba ante ese sabor ferroso que sería mi premio esta noche, mi iris se ocultó bajo un bermellón tan rojo como el infierno y le miré con malicia a la mujer que tenía los ojos cerrados por mi tacto, agarré el pulgar de la mano que estaba en mi cintura con mis dedos tan fuerte que quería arrancarlo de tajo y posé mi mano en el hombro de la humana, relamiéndome los labios, no deje de apreciar aquella área tan pálida y cálida, el centro de cualquier maldad que se me ocurriera, di un pequeño beso en la zona, el beso de Judas, mis labios atraparon su piel succionándola, dejando una sugilación , bañando mi boca con el sabor de su piel y linfa, cuando mis colmillos rozaron la zona haciendo dos pequeños aruñones mientras enterraba los dedos en su hombro y la fechoría llegó a su cumbre, aquellas dos cuchillas orales entraron en su piel rápido haciendo que bebiera de ella con ansias y a la vez gusto, por mi garganta se deslizaba con tanta suavidad que mi mano empuñó su manga acercándola más, pareciendo la miel que bañaba en paladar virginal de cual doncella excitada, moví los colmillos para hacer una mayor apertura y la sangre fluía con más éxtasis en mi ser, quería beber de ella hasta que ni una gota quedara en su exánime cuerpo, la había profanado y me pertenecía, abrí los ojos sin que estos recuperaran el color natural, el demonio me había poseído, ya no estaba Leer Kruspe, ni Amélia Lincoln, solo estaba la creación del dueño de esta mansión, había nacido finalmente la vampiresa que él deseaba y había llegado para quedarse en mi cuerpo sin yo poder decirle que no.

Tan sublime y efímero aquel deseo, fantasía ramplona por la que me había negado y ahora reclamaba su trono en mi ser, en segundo plano escuchaba su voz, musitando palabras que en aquel éxtasis infinito que poseía mi cuerpo eran vagas, gruñí en la carne de la mujer y negué pero seguía jalando de mi cada una de sus frases, me alejaba de mi cometido, mis colmillos salieron del cuello de la humana mientras la sangre seguía una linea que me tentaba como nunca antes algo parecido, todo se alejaba al igual que una hoja en la inmensidad del océano arrastrada por la marea, miré con los labios entreabiertos todo aquello y fruncí el ceño molesta, mi demonio desgarraba mi estabilidad, poseía y jugaba a su antojo con mi ser, tragué pesado y jadeé sin tener delicadeza, quería llenarme con su calor, revivir mis exánimes células con su vida, hacer de su elixir parte de mi existencia, tensé la mandíbula y quité mi mano del hombro de la humana con brusquedad dándome vuelta y viéndole con la ira en cada una de las facciones de mi rostro el empujón no se hizo esperar y mis pies se movieron, a velocidad sobre humana salí de la mansión sin estar consciente de a donde eme dirigía mi instinto, salté la muralla que separaba los predios de la mansión de la calle y aspiré el oxigeno, dejando a mis pulmones insuflarse por ese elemento que ya no era necesario para sobrevivir, el olor embriagó a mi bulbo olfatorio, eran los dos pequeños premio en los que mi sed había puesto sus garras en horas tempranas de la noche, agilicé más el paso sin dejar de aspirar y finalmente las figuras altas aparecieron en mi campo visual, doblé hacia mi lado derecho escabulléndome entre los arboles para que no se percataran de la diabla que los quería poseer y sonreí con maldad mostrando los colmillos que los tenía teñido por el amaranto de mi eternidad, me relamí y alcé la ceja, mi avaricia venía a cobrar la deuda y ellos pagarían con creces cada uno de los día a lo que me había negado a deleitarme con tan poderoso placer.  


Última edición por Leer Kruspe el Dom Ago 10, 2014 2:26 pm, editado 2 veces
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C'est la Mort [Privado] Empty Re: C'est la Mort [Privado]

Mensaje por Deiran Chassier Dom Ago 10, 2014 1:52 pm

Lo que hacemos no es nunca comprendido, y siempre es acogido sólo por los elogios o por la crítica.
Friedrich Nietzsche
 
Mis colmillos ardían, la sensación de pesadez por sangre era como si también fuese mía. La boca de mi estómago parecía ser un león hambriento esperando a ser alimentado y no precisamente porque así lo sintiese sino porque la neófita me transmitía esas sensaciones como si fuesen mías, claro, ella lo era y quizás era algo que todavía no terminaba de comprender. ¿Cómo era que entre ambos esta conexión era tan fuerte sin quererlo? Fruncí el ceño aplicando más fuerza al agarre para que no fuese a ningún lado, estaba acorralada por el deseo de una presa fresca y tibia que, aunque no era de mi preferencia serviría sólo para abrir el apetito en sus entrañas, una que quería dominar pero que pronto sería liberada. La sirvienta estaba cumpliendo muy bien su trabajo, el pacto de sangre encantada que volvía loco a los humanos fue su sentencia de dolor en las garras de la vampiresa, un muñeco títere al filo de su verdugo aunque  yo sabía que no sería del todo así, lo menos que esperaba era mostrarle a la vampiresa el autocontrol por la sangre que sería en ese momento como una droga que con afán querría beber y con sacrificio aprendería a no tocar.
Mis ojos se volvieron opacos, perdieron la frialdad con la que había comenzado a ver la escena. El delgado cuerpo de la neófita chocaba contra mi pecho y yo seguía ahí, induciendo el deseo por el sonar de ese ‘’boom boom’’ de aquel corazón. Sonreí  de medio lado cuando oí sus palabras temblorosas suplicar porque le dejara libre, esta noche no. Se lo había prometido. Mis palabras habían sido delgadas navajas capaces de cortar sus cadenas, sabía que lo había logrado —No- secamente respondí a su petición. El ardor de su saliva recorrerle la garganta me dolió también ¿Cuánto tiempo sería capaz de ser una salvaje testaruda? —Hazlo- volví a susurrar casi como demanda pero con sumo cuidado para que cediera rápido y sin tanto preámbulo. Estaba extasiado tal cual ella, sediento de que formara en sus ojos el placer de quitar y jugar a ser dios. —No te estoy pidiendo que la robes su alma más sí su sangre. Mírala - apoyé mi mejilla junto a la suya haciendo fuerza contralateral para hacer que viera a la humana —El recorrido de la sangre por sus venas. Imagínate cuando sea su oxígeno el que corra por el tuyo y sientas de nuevo vivir- murmuré con cuidado, estaba sin salida.
Aunque lucha contra mis ideales hace mucho que éstos habían sido pisoteados por los míos y el olor a hierro fundido en forma de líquido bermellón le dio un toque más cautivador. La linfa de la mujer era un camino directo a la perdición de la neófita, todos esos días sin probar siquiera una gota de venganza iban a ser su eterna caída hasta que terminara por dejarse corromper  —Ella no quiere irse- musité tranquilo y los ojos de la humana se llenaron de lágrimas, sabía lo que sucedería con ella pero la vida jamás es justa y menos cuando el desafortunado es débil, incapaz de defenderse. Fruncí el ceño por la presión de las garras ajenas clavarse en mi piel, la manga de chaqué cedió con facilidad a su fuerza sobrehumana y para mí fue solo una caricia de deleite, estaba por conseguirlo —No tientes al demonio, Amélia. Juega con él- exigí sin sonar autoritario, sus pasos bajo una plataforma de hielo delgada estaban a punto de quebrarla y yo estaría allí para verla fallecer con la mayor de las satisfacciones.
Sus manos sobre aquel tajo de carne que respiraba agitada, como si supiera que sería su última cena eran los signos claros que había cumplido con parte de la lección de hoy. El agarre se fue haciendo cada vez más flojo para darle su espacio porque aunque ella titubeara y quisiera retroceder, este era el punto de no retorno. Mi cuerpo dio el espacio necesario mientras miraba por un efímero segundo la ventana recordando la primera vez que me había alimentado de un humano. Los recuerdos me hicieron sumergirme en un mar tan profundo que no creí salir a flote. Volví de nuevo a la realidad y mi vista descendió al delgado cuerpo de la humana petrificado haciendo el ruido peculiar cuando los colmillos profanan su piel, uno entre placer y dolor. Sonreí complacido viendo aquella mágica escena. El telón se abría para mostrar el tétrico acto de una de las tantas aberraciones vampíricas incomprensible a quienes no pertenecían a esta raza. Me hice a un lado de ella quedando de frente a la repisa de la cocina donde se encontraba la humana apoyada mientras Leer hacía de las suyas, aquella separación corta fue dolorosa  no sin antes haber tomado un mechón de la neófita y pasarlo detrás de su oreja.
Con el escenario  frente a mí cerré los ojos apoyando la cabeza en uno de las bases que hacían un arco en la pared escuchando como poco a poco aquel pequeño corazón comenzaba a dejar de bombear con la misma intensidad de antes y fruncí el ceño con los brazos cruzados. Sabía que pronto sería el momento más difícil para la vampiresa, saber detenerse. Unos segundos más y la humana pertenecería al mundo de los muertos. Pasándome una mano por el cabello solté un poco de aire como si me estuviera resignando a hacer algo que no quería pero debía. Necesitaba que ella se estableciera límites desde el inicio porque no quería que la ‘’santa inquisición’’ tomara represalias contra ella. —Esta bien, Amélia es hora de detenerse- mi voz sonó tranquila pero parecía ausente para ella, tanto era el frenesí en el que estaba sumergida que era incapaz de hacerla volver y  apreté con fuerza los dientes —Como tu creador, te ordeno que te detengas- finalmente con pesadez solté aquello como si hubiera sido un disparo impreciso, realmente no quería que se detuviera.
Mis ojos se tiñeron con el averno en el iris y noté la desesperación de ella vibrarme en las manos. A lo que llevé un dedo debajo de su boca limpiando restos del desplomado de la ahora inconsciente humana y probé ese sabor. —Ha sido suficiente- sabía que no era cierto, ella quería más, en sus ojos podía verlo, su rabia y su desasosiego me quemaba. Tardé mucho en tomar de su mano para traerla en un abrazo cuando del roce de mis dedos con los suyos un rápido movimiento de ella dejó el aire teñido a su ausencia. Fruncí el ceño sin presiones y comencé a avanzar tras de ella, su nerviosismo por obtener más la llevarían al borde de lo irracional y odiarse por no poder controlarlo más tarde. Con velocidad sobrenatural comencé a seguirle, sabiendo perfectamente bien cuáles eran sus objetivos y sonreí -Pequeña salvaje, te vas a maldecir si lo haces-  pensé mientras recorría con ligereza para alcanzarle, su poder sin dudar se había triplicado por el efecto de la sangre en sus sistema, un aditivo que pulía sus habilidades.
Sin tardar mucho tiempo le miré como buena fiera esperando por su presa, estaba tan concentrada que parecía no querer salir de ese sueño. Divisando a los dos humanos negué, no la dejaría encerrarse en ese mundo de placer sanguinario, no ella y menos estando yo. —No querrás hacerlo- dije susurrante justo cuando lograba posicionarme a su espalda y con rapidez rodeé su cintura con fuerza apretándola a mí. Ella iba a lucha, lo sabía —Es suficiente por hoy- no esperaba que lo entendiera y enterré la nariz en sus cabellos esperando que los humanos se alejaran lo suficiente de la dama de la muerte.
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C'est la Mort [Privado] Empty Re: C'est la Mort [Privado]

Mensaje por Leer Kruspe Vie Ago 15, 2014 11:45 am

Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos.
Buda
 
Aferrada firmemente a la corteza de los arboles miraba aquella escena encantadora, una obra de arte, pero en mi mente fantaseaba con la forma de hacer aquel cuadro más sublime, más apetecible, más exquisito, sonreí con malicia, mis ojos eran las brazas quemantes del infierno, de mi Edén lleno de cualquier acto malévolo que mi demonio susurraba seductoramente en mis oídos, con velocidad sobrehumana avancé otros dos árboles más, haciendo que unas hojas se estremecieran y emitieran un eco quejumbroso a mi paso, los hombres se detuvieron y voltearon a ver curiosos de lo que pasaba, negué con una expresión divertida, mis oídos se agudizaron y aquel bum bum que salía de ellos con fervor me elevo a lo sublime, apreté los dientes un hormigueo inexplicable me recorrió las yemas de los dedos como cuando tuve mi primer caza con John, como cuando hice mi primer practica en Systema, cerré los ojos recordando aquellos, la boca se me hacía agua, tragué y me saboreé los labios, mientras mis dedos se enterraban en la corteza resquebrajándola, abrí los ojos lentamente y arrugué la frente con un claro deseo, esas ropas que llevaban me fastidiaban, las ganas por acercarme raudamente a ellos y arrancarles las ropas para luego abrir su piel sin sutileza eran exorbitantes, en ese momento alcé la barbilla y tensé la mandíbula, la meditación y fantasía habían acabado, era hora de las acciones, cuando sentí que me sujetaron de la cintura, abrí los ojos amplios y me tensé, aquella cercanía me dolía en cada centímetro de mi cuerpo, me traspasaba como una dulce daga los huesos derramando el tuétano por mi exánime cuerpo.

Coloqué mis manos sobre los antebrazos de mi creador y enterré las uñas, una ira irracional me poseyó, los hombres se alejaban de mi vista, me era desesperante, no quería que lo hicieran, estaba perdiendo mi visión, mi fantasía se desvanecía frente a mis ojos, esto era lo que quería y ahora me detenía, no lo entendía, por el momento no me interesaba, solo pensaba en beber y beber, quedarme desmayada por el éxtasis del momento, mis pies se movieron y empecé a forcejear -¡SUELTAME! - jalaba mi cuerpo hacia adelante y enterraba las garras con más furia en su carne -¡Déjame Deiran! - estaba desquiciada, sabía que mis ojos no lo ocultaban y mi voz era menos aguda que de costumbre -¡No tienes derecho a hacer esto! - cerré los ojos y jaloné con todo lo que pude -¡Se van! - mi voz solo fue un hilo desesperado, me dejé de mover con las manos temblorosas posadas en sus extremidades, mientras aquellos mortales se perdían por el camino de tierra, la garganta se me cerró ¿Cómo era posible todo aquello? Dejé de hacer presión sobre él y cada uno de mis músculos cedió a la tensión, bajé la cabeza y apreté los labios para no llorar -¿Por qué? - susurré impotente e imaginaba a mi amo burlándose de mi intento fallido de caza –Esto era lo que querías- susurré y miré hacia el suelo con los ojos vidriosos, él era el culpable de mi frustración, de mi desesperación, me había tentado y ahora me arrebataba mi sueño efímero, con brusquedad me di vuelta y lo estampé contra el tronco del árbol, presionando sus hombros contra el mismo y mirándole con los dientes apretados, un locura completa -¡TÚ! - lo azoté con fuerza escuchando como se quebraba la corteza -¿Sabes lo que has hecho? - volví a azotar -¡Me los arrebataste! - le miraba fijo a los ojos mientras los míos ardían en la furia -¿Qué te he hecho? - exigí con rabia -¡¿Qué clase de juego es este eh?! - cerré los ojos y apreté los labios bajando la cabeza –¿Por qué eres tan cruel conmigo? - dije en un susurro impotente y suavicé la presión de mis manos sobre sus hombros -¡¿POR QUÉ?! - el eco se hizo escuchar entre los árboles que seguían siendo azotados por el viento haciendo chocar mi cabello contra mi rostro -¿Para esto me convertiste? - lo tomé de la corbata con fuerza y bajé su rostro para que estuviera a mi altura y me mirara a los ojos -¿PARA HACERME SUFRIR? - negué con algunas lagrimas saliendo de los bordes de mis ojos quemándome las mejillas –Eres…- apreté los labios y cerré los ojos ladeando la cabeza -¡LARGATE Y DEJAME SOLA! - jaloneé de su corbata tirándolo hacia al frente y presioné mi frente contra la corteza del árbol con la mandíbula tensa y sin ver, a punto de quebrarme en llanto -¡¿Qué no me escuchaste?! - dije con un hilo de voz -¡DEJAME SOLA! - grité furiosa y la voz quebrantada, golpeé mi frente contra la corteza un par de veces y saboreé mi propio veneno proveniente de mis ojos –No te quiero cerca de mí, Deiran, vete a hacer tus fechorías con alguien más, no te quiero cerca de mí- solté mientras lloraba y me di la vuelta jalándome el cabello hacia atrás con fuerza presionando mi espalda contra el tronco y me deslicé hasta caer al suelo abrazándome las rodillas y escondiendo mi rostro patético entre ellas –Lárgate- volví a murmurar mientras negaba contra mis rodillas y saboreaba mis labios porque en la boca de mi estomago había un fuego que me quemaba el esófago hasta llegar a mi lengua –Tú solo juegas conmigo, quieres una esclava para deleitarte haciéndole sufrir, por favor déjame sola- era exactamente lo que quería, me odiaba porque me estaba viendo sufrir, impotente, me había prometido que jamás me dejaría ver de nuevo así desde la noche que me convirtió, pero esa promesa en este momento estaba hecha trizas, era solo ceniza que se la llevaba el viento con egoísmo, descubrí mis ojos teñidos de bermellón ridículo y le miré –Esto es lo que te gusta ¿no? Verme llorando, patética, desarmada, una idiota que manejas a tu antojo- agarré un poco de tierra con hierba arrancándola furiosa del suelo y se la lancé –Lárgate de regreso a tu negocio, la lección y la escena de llanto están terminadas- sentencié con frialdad y volví a hundir mi rostro en mis rodillas, no quería pensar en nada, pero seguía aquel rojo efímero dominando en mis pensamientos, en mis venas, en mis orbes, en mi boca, en mi ser malvado y ahíto.
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C'est la Mort [Privado] Empty Re: C'est la Mort [Privado]

Mensaje por Deiran Chassier Jue Sep 04, 2014 10:18 am

Nadie puede librar a los hombres del dolor, pero le será perdonado a aquel que haga renacer en ellos el valor para soportarlo.
Selma Lagerlof
 
Una especie de placer causaba todo aquel dolor que corría por sus venas, un éxtasis que jamás sería capaz de volver a sentir, así, de esa manera era lo más cercano que tendría ella para volver a sentirse con vida. Estaba convencido que el sentimiento de desesperación que  vagaba por sus ojos era solo el arrepentimiento por no poder saciarse hasta querer morir, por ser una inmortal que jamás encontraría sensación de llenura, así como cuando llenaba sus pulmones para respirar. Sí, yo había sido el maldito demonio que la había condenado a sufrir una epifanía, unos pies que erraría por siempre, un cuerpo con fuerza extrema y una alma no presente que siempre le haría sentir así… vacía. Cerré los ojos un momento. Sabía que para ella sería un infierno dejar escapar esos dos corazones que poco a poco de dejaron de oír. La lejanía es una vil perra que muerde a su propio amo. Sonreí de lado, no porque me estuviera burlando de su persona sino porque era ella quien tendría que comprender que pese a  nuestra inmortalidad y origen rebelde no dejaría que se sumiera ante la sangre, que fuese su esclava, ella estaba para reinar.

Abrí un ojo expectante, no esperaba menos de su boca, quizás faltó un golpe que no llegó. Mis manos aún sostenían su delgadez y negando con autosatisfacción oí el hilo de su voz  —Solo son sangre-  murmuré con un tono seco, como si no supiese que aquello tenía más peso sobre ella que la importancia que le restaba con las palabras —Yo no quería eso para ti. Quería que mi vampiresa se alimentara, no pareciera una ave carroñera que se alimentara de cualquier  humano que se le fuese a posar en los ojos- alcé la ceja sonando despreocupado pero fue cuando el verdadero fuego comenzó a salirse hasta por sus poros.  Mi cuerpo se hizo agua a sus manos y dejé que experimentara un poco de satisfacción haciéndole creer que tenía el control cuando en realidad siempre había sido lo contrario. Ella se había convertido por mis palabras, ella vivía en mí mansión, ella se había alimentado de quien yo quería y ahora se había detenido justo como se lo había ordenado; a veces las palabras salen sobrando y esta era un claro ejemplo que quizás en el momento ella no lo fuese a entender sobre quién tenía el control.

Mi rostro tan rígido como siempre respondió contra el azote de un tronco de árbol que comenzaba a quebrajarse, pude sentir como una de mis costillas se astilló en mi pulmón y luego volvió a colocarse al instante en su sitio quedando todo como estaba. Mis ojos verdes adornaron sus gemas cristalizándose con su frío. —¿Cómo esperabas que fuera?- salió de mis labios ante su demanda del por qué me gustaba hacerle sufrir —¿Acaso esto es algo distinto a la vida real?- alcé la ceja sin siquiera tomar la molestia de tocar ninguna parte de su cuerpo —Estamos hechos para sufrir. Desde que eras una humana, tu madre te hizo nacer con dolor. La inmortalidad no es nada diferente.- tensé la mandíbula, mirando sus finos dedos en la tela de mi corbata así como aquella cercanía que estaba tan latente que dolía. Mi mano se fue tras su nuca apretándole con fuerza para traerle más hacia mí, una especie de enfermo masoquismo. —Se aprecia- susurré mientras sus lágrimas comenzaban a caer, era la segunda vez en verla llorar y claramente no me gustaba ese punto de quiebre que tenía cuando se trataba de ella. Un fino cristal que cortaba mis manos.

Sus manos se hicieron débiles y los gritos rompieron el silencio de aquella zona donde se tiró a echarse a morir. No ella, no mi creación. Ella no sería una vampiresa débil que con sólo recordarle un par de eventos de su vida pasada iba a tirarse en el abandono y menos estando yo allí presente —No- secamente salió de mis labios ese monosílabo que tenía el suficiente peso como para quedarme. Sus demandas era que me largara mientras se hundía en un hueco sin fin. —Levántate Amélia- exigí sin mucho peso porque con lo terca que era sabía que no lo iba a hacer  —No quiero hacerte sufrir, quiero ayudarte a vivir con ese  sufrimiento- me comencé a acercar poco a poco a donde ella estaba. El viento comenzaba a golpear con más fuerza arrastrando muchas horas  secas que dejaban un peculiar estridor en el espacio.  —Precisamente esto era lo que quería evitar- detuve mi paso justo cuando estaba frente a ella —¿Qué iba a pasar después de que mataras a esos dos hombres?- le miré desde arriba sin obtener ningún tipo de contacto visual con ella —Te diré lo que sucedería- no esperé a que contestara —Ibas a querer más, porque nunca iba a ser suficiente y cuando te dieras cuenta que la mitad del mundo había quedado sin corazón que calentara su sangre te ibas a sentir miserable, te ibas a odiar por no saber cuándo parar. Porque todavía en ti crees tener humanidad cuando ya no lo eres ¿Eso querías?- agaché mi cuerpo para estar a su altura, flexionando mis rodillas —Pues no, malcriada vampiresa. Para eso me encuentro yo aquí- llevé una mano a sus cabellos los cuales comencé a acariciar.

Todo nuestro alrededor se convirtió en piedra. Abrí los ojos un poco. ¿Dónde estábamos? Negué quedándome callado aunque por dentro quería gritar. Mis ojos se devolvieron al cuerpo de ella quien se había convertido en un pequeño niño de cinco años que fregaba sus ojos aguantándose las ganas de llorar por sus rodillas raspadas y la mano cálida de una mujer que consolaba al pequeño diciendo que estaba bien llorar pero sólo cuando iba a tener una mano que supiera consolarte. Ella me estaba haciendo recordar algo que pensé había enterrado hace varios siglos atrás y sonreí de lado. —Llora si es lo que deseas, no pienso reprocharte- traje su cabeza contra mi pecho mientras estaba agachado pero hice que nos colocáramos de pie solo por si el llanto se transformaba en uno más agudo. 
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Mensaje por Leer Kruspe Lun Sep 08, 2014 7:03 am

El destino tiene dos maneras de herirnos: negándose a nuestros deseos y cumpliéndolos.
Henri –Frédéric Amiel
¿Cómo era que todo se resumía a esto? El deseo me consumía, al punto que sentía mi cuerpo temblar, me estremecía con tanto afán que solamente quería caer de lado y abrazarme el estomago, dejar que mis ojos se cerraran y volver  a las fantasías que tenía cuando mis labios no habían probado la caliente y espesa sangre de aquella mujer, pero ahí estaba él, era como un demonio que me había tentado y ahora me sentía desterrada, perdida en un espacio infinito, en un abismo oscuro en donde la luz jamás penetraría y la desesperación se apoderaría de cada rincón de mi cabeza, consumiendo a mi cuerpo hasta llegar a un punto eterno de no retorno, ya no podría ver hacia atrás y apreciar lo que era, había cambiado y finalmente mi demonio se había estimulado por el éxtasis del liquido rojo que penetra e invade los tejidos del cuerpo humano, negué contra mis rodillas lo suficientemente fuerte para sentir como si una abrasión se plasmara en mi frente, mi boca seguía siendo agua y mis sollozos a propósito subían de tono para no escuchar sus palabras, no lo iba a escuchar de nuevo, seguramente se estaba riendo de verme tan débil y patética, pero si era lo necesario para que al fin desistiera de querer que mi persona hiciese lo que a él se le cruzara por la mente no iba a dudar en ejecutarlo, apreté los ojos sintiendo como las lagrimas se escurrían como el agua de un paño por mis mejillas –¡Vete Deiran! - exigí con la voz quebrantada –¡¿No entiendes cuando no te quieren ver?! - mi voz volvió a salir débil –No te preocupes no iré a atacar a esos dos insulsos- sorbí por la nariz saboreándome los labios mirando las pequeñas gotas que manchaban mi vestido y abracé más fuerte mis rodillas contra mi pecho, parecía que podía terminar de desaparecer en aquel vacio y nada indicaría que existí alguna vez.

Enterré mis dedos en mis rodillas empezando a rasgar el vestido y me mecía ligeramente de atrás hacia enfrente –Es tan fácil decir que son solo sangre- murmuré recordando lo que había dicho –Me place esa forma tan peculiar que tienes de ver las cosas- volví a murmurar pero esta vez había ahogado los sollozos, levanté mi vista y le miré con el ceño fruncido –Te atreves a tentarme con tu empleada y ahora que deseo obtener algo por mi propia elección me privas de él- sonreí irritada –¡Eres increíble, Deiran, increíble! - ironicé y tensé la mandíbula –Y no te atrevas a hablar de mi mamá, nunca la conociste y no mereces hablar de alguien que es sagrada para mí- empuñé la tela del vestido en una manga recogiéndolo con fuerza –Así que deja de hablar de la forma en que me trajo al mundo como si tú hubieras estado ahí- mi voz salió ronca y amenazante –Si no tienes nada más que decir, vete, déjame sola, déjame en paz, déjame gozar de la eternidad con privaciones a la que me has condenado, solo ve a convertir a alguien que si te venere como un Dios, te lo dije antes y te lo vuelvo a repetir, yo no te pedí que me concedieras esto, todo hubiera sido más fácil si me hubieras asesinado esa noche, pero al parecer gozas con rodearte de alguien que…- en ese momento me di cuenta que la honestidad estaba saliendo por mis poros pero debajo de toda esa honestidad era como si alguien me hubiera retorcido las entrañas obligándome a callar –Y deja de decir que soy “tu vampiresa” no soy un objeto te lo he repetido hasta el cansancio, tampoco soy tu hija- apoyé mi mentón en mis rodillas viendo hacia al frente, a la nada, teniendo pensamientos en donde el amaranto predominaba, imaginando cuerpos que eran mis lienzos y mis manos plasmaban en ellos cualquier atrocidad que me permitieran, dejando heridas que jamás podrían borrar, llenándome los dedos de su elixir, saboreándome los mismos, eran el agua de mi manantial, mis ojos otra vez se empezaron a ablandar, sintiendo mi labio inferior temblar un poco entonces decidí volver a hundir mi rostro entre mis rodillas, me mordía la lengua para no dejar escapar sollozos, solo tragando todo aquel sentimiento que lo sentía en mi estomago, revoloteaba en él –No sabes de lo que hablas- susurré sin verle cuando mencionó de lo que haría con los hombres –Y eso es lo que queda ¿no? - apoyé mi mejilla contra mis rodillas dejando a la debilidad escurrirse de mis ojos –Yo ya no lo poseo, no poseo ningún latido, el calor se ha ido- me llevé la mano al pecho tratando de convencerme que ahí estaba el palpitar pero era una eterna mentira –Y ya que me lo has arrebatado me parece justo arrebatarle algo a los demás, es algo exquisito…- recordé como mi cuerpo se había emocionado por la sangre de la empleada –Una sensación que no puedo explicar con palabras- dije en un susurro como si fuera mi último aliento –Tú lo sabes y aún así te atreves a venirme con estas lecciones, no tienes derecho- murmuré con la voz quebrantada y me mordí ambos labios. Cerré los ojos lo más fuerte que pude y me abracé más a mí misma –Ya basta de esta tortura- susurré, mi tono tembloroso, había llegado al punto de quiebre y no lo podía detener.

Abrí un ojo sintiendo que tocaba mi cabello y lo volví a cerrar, tragándome las lagrimas pero fue cuando sentí como me abrazó a su pecho lo que terminó de hacerme la maldita protagonista del drama nocturno, me tensé y abrí los ojos amplios con mis manos muertas a los lados de mi cuerpo –Suéltame- susurré pero aún así no me podía apartar, mi cuerpo no reaccionaba a las ordenes de mi cerebro –Ya... basta- volví a susurrar y la opresión dentro de mi pecho se hizo tan pesada que mis piernas se sentían débiles, mis manos se alzaron y abrazaron su torso, rodeándolo como si fuera el enorme cachorro de algodón que tenía cuando era pequeña, un juguete que abrazaba cuando las noches de lluvias torrenciales y rayos violentos estremecían los predios de mi mansión, antes de que mi carácter se endureciera, los sollozos se hicieron presentes y las lagrimas eran más grandes y pesadas, hundí mi rostro contra su pecho y me aferré a la tela de su saco, queriendo desgarrar todo lo que se pusiese a mi paso, me ardía la cercanía y los colmillos me palpitaban –No quiero… esto es patético- negué contra su ropa y me aferré más dejando al cauce seguir su curso, había dejado el orgullo de lado. El viento se hizo más fuerte, los arboles se estremecían, ya mi eco no se dejaba escuchar entre ellos, estaban ocultando mi miseria con sus roces melodiosos, mi vestido danzaba al compas del aire –¿Por qué me convertiste? - susurré -¿Este era tu objetivo? ¿Hacerme miserable como una igual que tú? - exigí sin verle, quería respuestas, aunque claramente parecían las que me estaba mostrando, solo diversión –Ya has hecho pagar a la ex cazadora por haber matado a tantos de los tuyos, ya acaba con esto- murmuré con un hilo de voz ¿Tanto mal había hecho? Ojo por ojo, sorbí por la nariz y me separé un poco sin quitar mis manos de los lados de su cuerpo y le miré a los ojos con los labios apretados, tragando porque ahí estaba latente toda aquella sed maldita, le recorrí el rostro con la mirada y bajé mis ojos hacia su cuello frunciendo el ceño me quedé estática en aquello por un momento, sentía la sangre de la mujer bañarme los labios, así que arrugué la frente con un claro deseo y en un rápido movimiento llevé mi mano a su nuca acercándolo a mí, fruncí el ceño sintiendo mis ojos arder en la falta de saciedad y me incliné hacia arriba quedando en puntillas –No…- chillé tratando de resistirme, pero era débil ante mi demonio, la mano que estaba en su nuca se fue a su mejilla y ladeó su cabeza dejando expuesta la zona, le sostuve con algo de fuerza, no debía, pero lo deseaba tragué pesado  de nueva cuenta arrugando la frente y mi otra mano se afianzó a su omoplato atrayéndolo tanto que quería fusionar ambas cajas torácicas, mis labios se acercaron a su piel y jadeé a unos centímetros de ella, cerrando los ojos con dolor deposité el beso de Judas y enterré más mis dedos en su espalda mirándole de reojo, solo para saber cuál era su expresión ante mi pérfido acto, mordí la piel y jalé un poco de ella –Detente Amélia- susurraba Leer Kruspe en mi cabeza, de inmediato negué y gruñí, abrí los ojos despacio y succioné como si tratase de adormecer la yugular, ya no había vuelta atrás, estaba seducida, mi boca se abrió mostrando mis blancos colmillos y los clavé despacio en su cuello soltando su mejilla para poder aferrarme a su hombro empecé a beber despacio, me estaba quemando por dentro, no se parecía a la sensación que estremecía a mi cuerpo cuando bebía de la empleada ¡No! Esto era diferente, me placía de una forma que no se puede explicar, las sensaciones extremas son difíciles de contar para aquellos que nunca en su vida han conocido como el deseo llega al límite de la razón, enterré mis garras en su hombro y ahogué un gemido contra su piel, los recuerdos de la noche en que me convirtió se venían a mi mente, cuando estuvimos bailando en el restaurante, cuando lo miré por primera vez en la plaza Tertre y finalmente cuando dormí la primera noche junto al cuerpo de mi creador, cerré los ojos fuertemente sintiendo las lagrimas escurrirse de nueva cuenta por los bordes de los mismos y un quejido agudo salió de boca, no era suficiente, el río no fluía con la suficiente fuerza así que moví mis colmillos para hacer los agujeros más grandes, la sangre se deslizaba por mi garganta y yo no quería parar, quería beber hasta la última gota que estaba estancada en sus venas y arterias, deslicé mi mano hacia su nuca y luego tomé un poco de su cabello bajando más su cuerpo a mis labios, todo estaba tirado en la mesa, mi poca cordura había caído por la borda y su sangre otra vez llenaba cada célula que me componía, un hormigueo empezó a estremecer la yema de mis dedos, era inexplicable y mi cabeza parecía que poco a poco se inflaba, mi pecho subía y bajaba, estaba ahogándome en oxigeno por las ansías, el descontrol absoluto y finalmente lo sentí, un clic en el centro de mi estomago, sentía que estaba a metros del suelo, parecía que estaba levitando, mis manos se deslizaron hasta caer a mis lados y la succión se suavizó, la cabeza me daba vueltas y mis ojos querían cerrarse de a poco ¿Qué era lo que sucedía? Pero finalmente llegó, todo se tornaba borroso y solté un suspiro, volviéndose todo negro y luego imperceptible, la fechoría estaba hecha y engalanada.
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Mensaje por Deiran Chassier Vie Oct 31, 2014 11:56 am

A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd.


Alphonse de Lamartine


Ella tenía ese poder en mí. Podía ser el demonio que era pero con ella todo se calmaba, ya no se trataba de lo que quería, era de lo que ella demandase y eso me hacía sentir… débil, expuesto, un juego. Lo detestaba desde mis adentros porque la facilidad para ceder a sus caprichos era sencillo, un reto definitivamente aunque se me daba bien fingir y ella no se había dado cuenta de las facultades que poseía, todo se resumía a querer hacerle feliz pero los resultados eran siempre los contrarios. Terminaba todo en discusiones, peleas, llantos. Sí que era un mal creador pero tampoco alguien le entregaba un manual a los vampiros con ‘’sencillas instrucciones en el quehacer con su vástago’’ negué con molestia mis pensamientos mientras trataba de consolar el llanto de la vampiresa, no tenía gracia para hacer las cosas así que hice lo que creí más correcto y le abracé porque aunque me negara en algún tiempo ese fue mi único consuelo, el calor de la humana que me enseñó a ser educado y no una bestia sin rienda. Lastimosamente yo carecía de calidez para calentar la piel de la vampiresa pero de igual manera lo intenté esperando no fallar.

Las delgadas manos de ella sobre mi espalda hicieron que mantuviera la cercanía con ella que era dolorosa. Sus pensamientos se abrían para mí sin ningún impedimento. Por un momento quise no escucharlos era una puñalada fuerte que buscaba el origen de toda vida sin poder encontrarlo se quedaba allí para recordar que existía y que seguiría por siempre. Mi mano diestra se deslizaba por su cabello revuelto por el viento en tanto seguía escuchando sus quejas dejando que saliera todo eso que le quemaba. De eso se trataba, si dejas que el veneno te consuma te vuelves en eso, una serpiente venosa dispuesta a escupir tu fuego hasta matar. Yo quería que ella conservara eso pero sin que se mortificara todos los días de su eternidad porque era superior a cualquiera. Ella no sería débil ni tampoco caería en un abismo sin salida como en el que estuve sumergido, he ahí parte del secreto de su conversión. Uno que me exigía a que respondiera y que obviamente no lo haría porque aún no era el momento para dar explicaciones a una vampiresa que solo pensaba en sangre y en su desmedido odio a la vida por hacerle esta mala jugada.

– ¿Después de lo que me has costado crees que voy a matarte?– sonreí de lado negando por su requisa – Olvídate de ellos.– hice referencia a sus padres –Ellos ya no existen en ti ni tu eres parte de ellos – susurré – Esto que ves aquí es lo que eres ahora– murmuré pensando en semejante falacia – No seas orgullosa, Amélia– le apreté con un poco  solo para recordarme quién era ella, porque su tacto era doloroso – Te conozco. Sé que ahora quieres sonar dura pero luego de un rato te maldecirías por haber asesinado solo para apaciguar lo que en tu cabeza crees como racional. Es una simple suma. Dos más dos no siempre son cuatro, no cuando quieres que sea un número impar– chocando la frente con ella miré sus ojos que se hallaban cerrados, parecía una niña que no hallaba consuelo. Limpiando sus lágrimas tratando de borrar el recorrido que éstas tenían por sus mejillas. Sus sollozos eran una cruel prueba y no era ella la patética, por primera vez me sentí distorsionado. ¿Dónde había dejado la perfección con la que trabajaba y todo me salía bien?

– Déjalo–  susurré a su oído inclinándome más para no sonar pesado cuando finalmente preguntó lo que no iba a responder. –¿Para qué quieres saberlo? ¿Acaso cambiaría algo?¿Dejarías de odiarme? – sonreí –Aunque no lo creas, me alimento de ti – confesé con algo de pena porque era cierto, respiraba sus emociones, esas que sentía que me hacían falta y que por un tiempo creí que había sido capaz de contener para no dejarlas salir. Ese era el secreto que encerraba parte de su conversión. Ella en su infierno nutría al mío que pedía morirse por falta de dolor y justamente era eso lo que cuidaba que no se fuese a cerrar  para que no terminara siendo tal cual ella había dicho ‘’una miserable igual que yo’’.  Mis colmillos eran solo un ápice del escozor de lo que mi piel sentía. Sus ganas eran mías. Por eso sabía lo siguiente que debía de hacer. Inclinándome hacia ella le sostuve más de la cintura recortando toda distancia entre ambos suspendiéndola del suelo porque su altura era corta para la mía. Tensando la mandíbula y separando un poco el cuello abrí el camino a su sepelio.

Sus manos ahuecaban mi cara, sus labios fríos besaron mi témpano de piel. Un choque inigualable entre dos fuerzas. Al rozar sus colmillos y sentir como poco a poco se abría el hueco para que la linfa saliera de su lugar cerré los ojos en un acto-reflejo. Tragué fuerte sosteniendo con más fuerza de la de antes al sentir su succión que era lenta de inicio y después se volvía embustera y malvada con el pasar de los segundos. Caminando con ella apoyé su cuerpo en el tronco de uno de los árboles solo para darle mayor privacidad por si alguien por ese camino boscoso se le ocurría pasar.  Entreabrí los labios al sentir lo ahogado de sus mordidas, la necesidad de ello y fue cuando lo sentí. Ella estaba recordando de nuevo sus últimos días de vida. Abrazándola con más pertenencia crucé ambas manos en su espalda consolándola por el río que mojaba mi ropa de nuevo y pegué la mejilla contra su cabello aspirando su aroma a locura que se iba desvaneciendo poco a poco, dejándola expuesta, frágil e indefensa.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando su agarre se debilitó y su boca se separó de mi piel. Sosteniéndola en brazos cargué su delgado cuerpo. Era tan pequeña y tan frágil que en ese estado parecía que podría quebrarse si no cuidaba la fuerza con la que le mantenía y en un haz de luz hice que ambos cuerpos se perdieran en una ráfaga de viento que solo dejaba un seductor danzar al paso de estos dos demonios.

Viendo hacia el frente, de camino a la mansión noté como ella dormía y fue cuando recordé un fragmento del diario que escondía en algún lugar de Camelia Vin. Una especie de desahogo cuando no había confianza en nadie más.

’’Yo te quiero proteger,
De tus miedos, de tus demonios…
Ángel de mi infierno
Promesa  de sangre, silencio quejumbroso.
Donde nadie más pueda tocarte.
El tiempo se encargará
De coser tus alas
Mientras tanto te protegeré’’


Solo un verso que era  mi juramento para ella.
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