Aquello que necesito ya lo he encontrado pero aún así te sigo extrañando - Privado

por **Adele Caulfield** Lun Jul 07, 2014 4:56 pm

La verdad será revelada y será expuesta, a la luz del sol, como la ropa que ha sido guardada durante todo el invierno esperando a que la primavera llegue. El problema es no saber cuándo. ¿Cuándo se lo dirá? ¿Cuándo dejará de mirarlo desde lejos tal como se lo han inculcado siempre?

En el último tiempo la relación entre ellos se ha estrechado de un modo que no es del todo el que le gustaría, sólo parecen ser amigos y la brecha social que siempre los ha separado ha crecido incluso un poco más, dividiéndolos en esos dos mundos distantes que no se cruzan por ahora. Cuando Adele se sienta en el prado que ella misma eligió para realizar aquel picnic -y que no es más que una excusa para estar a solas- lo mira por unos instantes y golpea el lugar a su lado sobre esa manta para invitarlo a que tome asiento. Su idea es que deje de ser un empleado de su padre y pase a ser realmente un amigo, algo más que un amigo de preferencia; una idea bastante descabellada considerando que el único contacto físico que ambos han tenido es en aquellos momentos en que él le ayuda o la asiste al bajar del carruaje, del caballo o donde sea necesario. El ánimo de la muchacha es tan tenso que la hace lucir incómoda. ¿Cómo debería comportarse mientras están ahí?

—He querido comentarle algo desde hace un par de días pero no hemos tenido la oportunidad de hablar… —dice en voz baja sabiendo que la soledad de aquel paraje les permitirá discutir lo que sea que esté entre ellos. Desde que lo conoció le ha molestado el hecho de no poder mirarlo directamente a los ojos. No se trata de algo físico, los ojos de ambos son como los de cualquier otra persona, pero es más bien acerca de la mirada que él posee. Nunca ha visto a alguien que posea lo que él posee y lo peor de todo es que mientras él no lo nota, ella lo observa de reojo y quiere creer, pese a todo, que “esa” mirada que la perturba está reservada sólo para ella.

Adele se centra en las pequeñas flores blancas que están cerca de ella mientras continúa hablando, las toca con la punta de los dedos y se detiene en alguna pero sin arrancarlas. —Mi hermano dejará el país por un par de meses, es algo que aún no está decidido del todo pero es bastante probable que ese viaje se lleve a cabo y sea usted quien quede a cargo de la casa… eso me incluye, considerando que para él… —cuando habla de su único pariente con el que vive hace un pausa para suspirar, como si le costara decir lo que sigue, lo que por supuesto es así —para mi hermano yo también soy un bien en nuestro hogar, no una persona, sólo otro objeto que ni siquiera posee tanto valor… —

Se detiene y mientras su nariz y todo lo demás apuntan al suelo, cierra los ojos algunos instantes y se imagina que sus palabras no terminan ahí, imagina que a continuación le dice realmente que ese tiempo a solas será el momento perfecto para que puedan estar juntos, para que puedan confesar lo que sienten. —Es probable que mi hermano le ofrezca un tiempo libre luego de ello, lo he visto hacerlo antes, les da un par de semanas para que visiten a sus familias… usted puede irse si así lo desea… o puede quedarse, que es lo que yo deseo. —

por **Cormac Trotman** Vie Ago 08, 2014 11:45 pm

Era su trabajo, no sólo se encargaba de cuidar a los caballos, mantener bien los jardines, cuidar de los terrenos; también debía estar para ella. Atenderla era uno de sus mayores deseos. Si, un deseo escondido, oculto, y que sólo lo sabía su mente, su corazón. Lo disfrutaba, y podía decirse que más de la cuenta, lo cual no era bueno para él. Pasar más tiempo con la señorita podía resultar una gran torturar. En ocasiones durante sus sueños, podía tocarla y abrazarla, besarla y saber que sólo sería suya, pero el pecado de su mente no podía hacerse realidad. Él no tenía el poderío económico para hacerle frente.

Iba en la parte frontal del carruaje. Sus manos sostenían las riendas de lo que guiaba a sus caballos. En todas las ocasiones que iba con ella, llevaba a los mejores, a quienes eran más mansos, rápidos y fuertes. No se iba a permitir para nada que algo saliera mal y que la vida ajena se pusiera en riesgo. Fuera de ser su patrona, era su amor, y con eso no se jugaba, se protegía a como diera lugar.

— ¿Puedo sentarme? — Claro que con la seña era evidente lo que la muchacha quería, pero su educación le imponía eso, que se comportara, que preguntara, que se asegurara. Jaló un poco la tela de su pantalón hacía arriba, y con lentitud se sentó tomando la distancia prudencia con la mujer. No debía pasarse de listo, una cosa era que le dieran el permiso, y otra que fuera un aprovechado. — Señorita, antes que nada, debo confesarle que esta zona no me gusta nada, según algunos conocidos míos, empleados de vecinos suyos, han acontecido muchas actividades de delincuencia, no quisiera arriesgarla — Se aclaró la garganta y dejó que ella hablara. Interrumpir a la patrona sin que le diera permiso de hablar estaba mal, sin embargo tenía la necesidad de hacerlo, era más que nada por el bien de ella. Entre los hombres de clases más baja existían códigos de supervivencia, no se atacaban los unos a los otros porque se sabía lo que era no tener que llevarse a la boca, sin embargo, sólo bastaba con echar un vistazo a la doncella para saber de que tipo de cuna provenía.

Se sorprendió por las palabras de la mujer, y sintió que el palpitar de su corazón era similar al galope de los caballos. Si ella deseaba que se quedara era porque un cariño especial le tenía, aunque claro, él no debía ilusionarse.

— Debe saber, mi señora — Se aclaró de nueva cuenta la garganta — Su hermano le tiene un cariño especial, aunque usted no lo crea. Es un hombre correcto, firme, y con ideales fuertes, pero no deja de sentirse a cada instante orgulloso de usted, se lo confieso porque en ocasiones no sólo nos otorgamos palabras de empleado-jefe, usted debe recordar que somos buenos amigos, y que yo jamás le mentiría — Hizo una pausa, no se encontraba acostumbrado a hablar demasiado. Más bien lo hacía, pero con sus caballos. — Si teme quedarse sin protección en casa, yo le aseguro que mi corazón sería capaz de entregarse al cien por usted — Era ligeramente mecánico, no gustaba de hacerse ilusiones, él más que nadie había experimentado la ilusión rota.

— Usted no es un mueble más, si me permite, reconozco que es la vida del lugar ¿No lo ha notado? En ocasiones todo se ve muy sombrío y su mirada siempre alegra, su inocencia, su bondad, usted es una persona que porta luz, ¿cómo piensa si quiera en relacionarse con un mueble? — Negó desaprobando, no podía él entender cómo la mujer se creía siquiera eso. — Señorita, Adele ¿Qué le hace falta para poder creerse lo que verdaderamente es? — Preguntó curioso, si estaba en sus manos se lo daría. Atrevido pero muy interesado giró su rostro para poder verle su rostro fino, su mirada felina.

por **Adele Caulfield** Dom Sep 07, 2014 4:05 pm

Lo escucha con atención pero a medida que sus palabras avanzan se siente cada vez más enojada, casi furiosa. Odia que le tome el pelo de ese modo, que le mienta sólo porque sabe que ella creerá cada una de las cosas que dice. Está bien que la relación entre ellos sea distendida pero no es necesario dañarla así, no es para nada necesario que se ría de sus inseguridades. Aunque al mirarlo a los ojos no hay atisbos de diversión, no hay risas irónicas ni tampoco algo que pueda darle pistas de que todo no ha sido más que una broma. ¿Es posible entonces que esté hablando en serio? Tal vez Cormac sí considera que ella es todo eso que ha dicho. Sólo es un tal vez pero le llena el corazón y comienza a calentarle el alma, de la misma forma que lo hizo su anterior preocupación por ella y por la elección del lugar para reunirse.

Adele soltó un suspiró y esperó algunos minutos antes de volver a hablar, necesita fuerza para ordenar sus ideas, para no sonar como una muchachita desesperada por afecto que pese a tener todas las cosas materiales que alguien podría desear se sigue sintiendo igual de sola. Cuando las piezas encajan se siente nuevamente vacía, insatisfecha como si fuera parte de un banquete sin manjares ni alimentos que puedan saciar su hambre. ¿Hambre de qué? ¿Hambre de él? Los ojos maravillosos de Cormac siguen mirándola y sólo esa mira la impulsa a abrirse y poder expresarse con confianza, por primera vez en su vida.

—Yo sé que usted dice todo eso porque es parte de su trabajo, porque quiere que me sienta bien… y no lo reprocho, parte de lo que mi hermano le ha encargado es cuidar de mí, eso lo sé, pero prefiero que no me diga esas cosas porque debe decirlas, prefiero que calle a que me diga mentiras…—acusarlo de mentiroso es algo fuerte, es casi insultante pero aún así se acomoda y al hacerlo se acerca un poco a él, tal como si la soledad no fuera suficiente para mantener esa conversación alejada de oídos extraños. Tal vez no es normal que ella está enfadada de ese modo, la única respuesta a ello sería una acumulación de cosas que han decidido salir justo ahora.

Esa muchacha parece otra, tiene la mandíbula tensa, no hay nada en ella de esa imagen que puede alegrar una habitación, como él acaba de decir. Sin embargo, ese estado es momentáneo, no siempre se le ve de igual modo, sólo está así ahora, con las manos crispadas como garfios y los nudillos blancos por la tensión. —Estoy cansada de escuchar palabras que deben ser dichas pero no las cosas que realmente quieren ser dichas… ¿Sabe usted lo que es jamás haber sentido que alguien lo ama voluntariamente? No me refiero al amor de una madre, de un hermano o al lazo que se forma con la dama de compañía o el resto de los empleados del hogar, me refiero al amor que se elige tener por alguien, que alguien elige tener por ti… nadie ha tenido ese amor por mí, nadie nunca ha elegido amarme por encima de cualquier cosa… me siento vacía de ese amor y es ridículo, porque estoy extrañando algo que nunca antes conocí… —

Con una prisa incentivada por la vergüenza de haber hablado de ese modo, Adele se levanta y lo deja ahí, en el suelo. Desde arriba lo mira y siente múltiples deseos que se reducen en unas incontrolables ganas de besarlo y perderse en sus brazos. Pero aún pese a eso, logra calmarse y arrodillarse frente a él, mirarlo de frente y sonreír, porque cuando está nerviosa lo único que resulta es sonreír hasta que cada una de las fibras de su cuerpo van calmándose de a poco. —Yo siento cosas por usted, cosas como las que acabo de decir, cosas que no son obligadas ni han nacido sólo por la convivencia y el tiempo… pero… —

por **Cormac Trotman** Vie Sep 12, 2014 7:05 pm

Cormac prefiere mantener la mirada en todos lados menos en ella. No está dispuesto a perder el trabajo en un imposible. No es un hombre masoquista, no del todo, lo es un poco al seguir trabajando bajo el techo en el que vive la mujer que lo tiene idiotizado, pero nunca ha cruzado la línea, tener buenas monedas ayuda en casa, y no pone en riesgo eso, mucho menos la amistad que ha entablado con su patrón. Por eso no la mira, hacerlo provocaría muchos problemas, no es un hombre que disfrute eso, prefiere siempre comportarse a la altura. ¿Lo hará bien? No lo entiende, pero pareciera que ella quisiera provocar su despido, y por eso se siente fastidiado.

La confusión lo abraza. Es un hombre, cómo tal sus deseos e instintos se levantan, se despiertan, pero no puede hacer mucho, debe controlarse, mostrar ante todos que le es indiferente, sin embargo él no es un actor, de serlo otra cosa le pintaría. Es un criador de caballos, jardinero, incluso puede ser cocinero, no se cataloga como un actor, y tampoco ha ocultado nunca sus emociones hasta eso momento. Hizo mal en salir con la mujer. Se siente arrepentido.

Cormac cambió por completo su humor. El hombre sintió desprecio y frustración cuando lo llamó mentiroso. ¿Acaso ella no ha notado que parte de su trabajo era ser sincero? ¿Cómo iba a ser mentiroso y de esa manera tratar con caballos? Se sentía indignado, recuerda porque no tolera demasiado a los de clase alta. No todos, claro, pero la mayoría se comportan y muestran de esa manera. Al ser la hermana del patrón no puede darle la contraria, pero ganas no le faltan. A pesar de ser un hombre tranquilo, que no se toma las cosas personales, en ocasiones su carácter llega a ser nocivo. Desea con todas sus fuerzas levantarse, dar la media vuelta, llegar a casa, cargar sus cosas y marcharse, no tiene porque tolerar insultos. ¿Lo tiene? Tener que trabajar para ganarse una vida más o menos acomodada, no le dice que debe permitir conductas reprobables. Toma varias bocanas de aire para estar calmado y no ser imprudente.

La mira de frente, y aunque su corazón se acelera, el hombre intenta seguir con su pose natural. Está sorprendido por todo. Desde el llamarle mentiroso al decirle que siente por él. Sin embargo no sabe si creer o no todo aquello.

— Primero que nada — Su voz sale firme, segura, incluso fría. — No me considero un mentiroso, y cada palabra que sale de mis labios son sinceras, así que le pido que no vuelva a llamarme de esa manera, no lo voy a tolerar — Es sincero, porque incluso cuando se ama no se debe aceptar nada — Y segundo, señorita, incluso si yo llegara a sentir lo mismo que usted, nuestra relación no puede ser — Le mira a los ojos mostrando que no está jugando, ni mucho menos bromea, la cosa es real, honesta — Usted tiene una vida de la cual no puedo darle, ni siquiera puedo considerar pensar en arrancarla de lo que ya conoce — Negó repetidas veces — Así que cuide sus palabras, y cuide la soledad de los dos, esto puede marcarla, dejarla mal vista, y no queremos eso — Eso era cierto, no iba a hacerla sufrir. Un sacrificio en ocasiones puede leerse egoísta, pero también es un acto puro de amor.

por **Adele Caulfield** Dom Oct 12, 2014 2:58 am

El dolor de su pecho va creciendo a medida que lo escucha. Reconoce entonces que algunas de las cosas que dijo no debieron siquiera ser pronunciadas, pero ya es tarde para arrepentimientos y ahora es mejor que se centre en la tragedia que acaba de desatarse, en lo terrible que acaba de oír y con aquello no se refiere al sonido de su corazón rompiéndose, si no que más bien al rechazo directo con el que Cormac respondió a su declaración. Todas las excusas que intentaba usar para hacer lucir menos doloroso lo ya dicho no servían de nada. En su cabeza sólo se escuchaba que no desea estar con ella y que aquella relación no puede ser aún antes de haber comenzado. Adele se traga las lágrimas sólo porque desea ser fuerte y porque pretende no demostrar lo mucho que todo eso le afecta.

—¿Está amenazándome, verdad? Usted me amenaza para que controle mis palabras… ¿Qué teme? ¿Teme que alguien pueda enterarse de que siento algo por usted? ¿Tanto le teme a mi hermano que ni siquiera cuando estamos a solas puedo decir lo que sea que contradiga las palabras de ese idiota? —bufó al finalizar, nunca había llamado a su hermano de ese modo pero ahora tenía las mejillas coloradas por el enfado y los ojos brillosos por las lágrimas no derramadas. El llanto que se asoma no es de tristeza, es de la rabia que le produce que él también sea un idiota, ambos son los idiotas más grandes del mundo. —Usted cree que tiene derecho a decidir lo que es mejor para mí, cree que debe ser como mi hermano y dejarme de manos atadas sin poder decir siquiera si deseo algo o no, si puedo ser feliz o no… ¿por qué no me pregunta si quiero la vida que llevo? Porque no la quiero, no deseo seguir con la vida que hasta ahora llevo… —

Se levantó enérgicamente y comenzó a caminar para expulsar la ira que sentía en aquel momento. Tenía ganas de volver hacia donde él se encontraba y continuar diciéndole todo aquello que se mantenía escondido en su corazón, pero lo más probable es que no lo valorara y también que ese encuentro a solas fuera un fracaso tan grande que sería el mismo Cormac quien pidiera no volver a encargarse del cuidado de la señorita otra vez. Adele se detuvo en seco y giró para poder enfrentarlo desde la distancia, esta vez no había represión en ella porque el llanto salió libre y su labio inferior tiritaba como si alguien lo moviera con un hilo invisible.

—Tengo derecho a sentir lo que yo quiera sentir, tengo derecho a desear esta soledad de los dos, tengo derecho a querer abandonar una vida miserable y anhelar estar con usted en un mejor lugar, el dinero no lo es todo y quizás usted no se ha dado cuenta… ¿qué saco con tener francos si no me pertenecen realmente? Nada de esa casa es mío de verdad, estoy ahí sólo por una promesa que mi hermano le hizo a mis padres, porque si fuera por él yo ya estaría en la calle… —se llevó las manos a la cara para limpiarse las lágrimas y controlar los sollozos. Nuevamente volvía a sentirse decepcionada y traicionada, la diferencia es que ahora aquellos sentimientos desagradables los provocaba quien hasta entonces era el creador de todo lo contrario. —Yo a usted lo amo, Cormac, pero es evidente que usted no siente ni sentirá eso por mí… y yo no voy a culparlo.—

por **Cormac Trotman** Dom Oct 12, 2014 6:38 pm

Cormac se da cuenta que los ricos en realidad saben poco o nada de la vida. Es cierto que el dinero no lo es todo, pero el amor tampoco lo es. Tarde o temprano sino llevas alimento a una mesa, prendas a un hogar, y techo para cubrir de los desastres tanto humanos como naturales, el amor se va extinguiendo poco a poco. La entiende de cierta manera, no poder tomar sus propias decisiones suele resultar extraño, incluso generar enojo, ira, dolor, frustración. Un conjunto de sentimientos negativos. Él no decidió la vida que tiene, tampoco hacer tantos sacrificios, atarse a horas de trabajo, pero lamentablemente lo tiene que hacer. ¿Por qué ella no agradece que al menos tiene alimento? Hay quienes no lo tienen, pero tampoco puede juzgarla, simplemente se siente tan impotente de poder lograr algo bien para ella. El poco tiempo que tienen juntos, ese mismo se desperdicia porque tampoco le puede brindar satisfacción.

Le fue inevitable suspirar de forma tan profunda. Se sentía mal, por un lado estaba su moral, todo lo bueno que le habían enseñado, el necesitaba tener algo estable para ofrecer, por otro lado le dolía verla así. El dolor de la doncella era su propio dolor. Siempre lo supo.

La miró andar de un lado a otro. La dejó descargarse y se dedicó a observar la forma en que se deslizaba con todo y su mal humor; seguía resultándole encantadora. Cormac debía estar muy loco si la veía de es amanera, y un poco más al sentirse completo y feliz por sentir su amor correspondido. A veces aquello llegaba a ser imposible, más aún si se tomaba en cuenta que él resultaba ser completamente inferior a ella. En todos los sentidos. Verla le resultaba inquietante, era hermosa, más de lo imaginado, porque siempre la apreció pero nunca tan de cerca. Se sentía afortunado, pero ¿cómo explicarle eso a la doncella? ¿Cómo? Sabía que no había forma sin que se sintiera ofendida o despreciada.

— Adele — Nunca pronunció su nombre de esa manera. De hecho jamás la había tuteado porque lo sabía una falta de respeto, sin embargo lo hizo, estaban solos, se encontraban en confianza — No lloré por favor — Pidió en un susurró dando tres zancadas largas y exactas hasta llegar junto a la muchacha. Inevitablemente la abrazó. Necesitaba que sintiera estaba ahí para protegerla, y no precisamente porque le pagaran al respecto. — Usted no entiende, mi señorita, no entiende nada, está un poco ciega — Sonrió con calidez al mismo tiempo que colocaba en dedo debajo de su mentón para hacerle levantar el rostro, cuando sus miradas chocaron, el joven alzó sus dos manos y le limpió con delicadeza las mejillas. — Si usted supiera lo que hay dentro de mi corazón para ofrecerle, pero nunca es eso suficiente — Aseguró asintiendo repetidas veces.

— El amor se entiende sólo entre miradas ¿Lo sabías? Dicen que el amor verdadero así es — La estrechó un poco más entre sus brazos, una de sus manos descansó en su hombro, lentamente fue bajando para acariciar la tela y la poca piel expuesta de la muchacha. Cuando por fin sus dedos se encontraron con su mano, entrelazó sus dedos suavemente y le dio un apretón — ¿Qué le ha dicho mi mirada, mi señorita? — Preguntó con seriedad.

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