AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La flamme de mes yeux |Isaac
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La flamme de mes yeux |Isaac
¿Quién dijo que la melancolía es elegante?
Quitaros esa máscara de tristeza, siempre hay motivo para cantar,
para alabar al santísimo misterio, no seamos cobardes,
corramos a decírselo a quien sea...
siempre hay alguien que amamos y nos ama.
Gloria F. — Antologías.
Quitaros esa máscara de tristeza, siempre hay motivo para cantar,
para alabar al santísimo misterio, no seamos cobardes,
corramos a decírselo a quien sea...
siempre hay alguien que amamos y nos ama.
Gloria F. — Antologías.
¿Qué hacía de esa noche, una noche especial? Ya hacía más de treinta noches en que había vuelto a mis tierras de la infancia, a mi tierra natal y me habían parecido las anteriores, tan vacías, que el dolor del pecho parecía ser permanente en un rincón de mi quebradizo ser. Por ello mientras mis pasos, delicados y silenciosos cruzaban las calles hasta llegar a mi destino, que no era más que el palacio Royal, donde acudía a una fiesta de máscaras de un conocido de la infancia, no podía más que sentirme extasiada por aquella emoción de júbilo y curiosidad que recorría por entero mi cuerpo. ¿Qué era lo que me mantenía así? Quizás fuera que desde hacía unos siete meses en mis labios ya no se distinguía las sonrisas falsas de las reales, ni las lágrimas de alegría a de la de las de tristeza, que en días anteriores se habían alojado en mis ojos al descubría que al paso de las días el estado de madre seguía siendo precario. Más aún de lo que los propios médicos habían predicho. El sentirme alejada de mi hermana, el desconcierto de no saber que fue del paradero y vida de nuestro amado hermano y la muerte de padre, sin duda tampoco eran las causas para sentir tal jubilo en mí. Por ello fruncí el ceño un par de veces, preguntándome en silencio la reacción ante tal situación, bajo la protección que me otorgaba el antifaz que de color rojo, escondía mi presencia de todos los que me rodeaban. Quizás simplemente fuera que por primera vez en mucho tiempo me hubiera atrevido a dar la cara. Reí internamente y negué, tampoco podía decirse que estuviera dando la cara ni mucho menos, ya que me encontraba escondida en un elegante vestido rojo de noche y en un antifaz que usaba como mascara ante los demás. Aún no me encontraba preparada para las preguntas, los cotilleos y las habladurías que se generarían al saber que había vuelto sola con mi madre, sin mis hermanos ni mi padre. Y todo ello me encontraba demasiado segura que darían a suposiciones bastante divertidas y molestas para quienes sabíamos la verdad del trágico desenlace, y por el momento, quería ahorrarle más sufrimiento a mi madre.
Avancé hasta la calle principal para llegar al palacio Royal. Me había negado a que un carruaje me llevara todo el camino, así que le había mandado a dejarme justo a unos minutos de mi destino, para así caminar en la tranquilidad de la noche. El aire primaveral había hecho estragos con mi cabello, así que simplemente tomé y con las manos me quité los accesorios que sujetaban mi recogido para la ocasión y lo liberé, dejando que el cabello liso, con ligeras ondulaciones que le daban una forma natural cayera por mi espalda en suaves ondas. Coincidiendo que así me vería mejor, finalmente tras un paso al frente me enfrente con las luces de aquel inmenso palacio, que tras media hora de dar su inicio, se encontraba en todo su auge de antifaces y parejas de baile. Desde a simple vista me pareció ver a ciertos conocidos. Aún con máscaras, era posible en algunos casos adivinar que rostro se escondía tras la máscara. Por suerte aquel caso no era el mío. ¿Quién se acordaría de mí? Hacia demasiados años había huido con mi familia y todo y que nuestro apellido, aún sigue en boca de la gente seguramente no deben de acordarse ni de mi nombre. Siempre solía ser así. Primero un apellido y luego la persona.
— Mademoiselle... vuestra entrada por favor. — La voz de uno de los jóvenes lacayos de la entrada me hizo centrar mi vista de nuevo, observando con cierta sorpresa que ensimismada en mis pensamientos había llegado hasta la entrada del palacio, apenas sin darme cuenta. Sonreí y asentí, dándole la entrada que tenía en mi mano. — Aquí tiene Messier… espero que esté todo correcto. —Y así lo esperaba, tras tantos años fuera de París, quizás fuera posible que aquella entrada no fuera para mi persona, todo y poner mi nombre en el reverso. Hinque mis orbes celestes en los del joven viendo como este tomaba la invitación y asentía. — Bienvenida a la mascarada Mademoiselle, ya puede pasar. — Me dijo con una sonrisa a la que correspondí con otra de mis labios. Di un paso hacia el interior del palacio cuando su voz nuevamente me llamó. — Perdone señorita, os descuidas de la pulsera. — ¿Pulsera? Observé y en sus manos me acercaba una especie de pulsera que parecía hecho de plata. Alcé las cejas sin saber a qué podía venir aquello y al verme desconcertada el joven me la tendió. — Es un obsequio del señor y la gran sorpresa de esta noche Mademoiselle. — Me explicó de forma misteriosa, atrayendo mi atención hacia aquel objeto el cual tomé de sus manos y asentí. Jugueteé unos segundos con ella entre mis dedos, intentando descubrir que escondía hasta que un empujón de una dama que apresurada deseaba entrar en la fiesta, hizo que del golpe se me cayera al suelo. Suspiré y me agaché a recogerla. Estiré la mano hasta rozarla con mis dedos y antes de poder siquiera recogerla del suelo, me encontré que mi cabeza se chocó contra quien también parecía encontrarse agachado como yo, al mismo tiempo que una mano masculina tomaba mi pulsera antes que mis finos y suaves dedos la sostuvieran.—Perdón…—Susurré sonriendo levantándome de nuevo tras una caricia de mi mano en la suya, siendo aquella la primera sonrisa natural de aquella noche. — Se resbaló de mis dedos. —Añadí antes de alzar la mirada hacia el joven que amablemente la había recogido él. Mis ojos azules se afianzaron en los masculinos y al acto sentí que todas mis pieles clamaban por que se me volviera a caer la pulsera, solo para volver a coincidir con aquel joven. Jamás me había sentido atraída hacia alguien con aquella fuerza, aún menos alguien de un aura tan intensa. Tanto como aquellos que odiaba y temía en lo más hondo de mi alma. — ¿Se encuentra bien?— Le pregunté acallando mis pieles, con una dulce sonrisa sin poder llegar a reconocer aquel joven que pronto iba a volverse en algo más, que una simple coincidencia.
Off: Antifaz y el vestido.
Alenna Donovan- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 85
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Hasta en la muerte de un pajarillo interviene una providencia irresistible.
Acostado en la cama de mi habitación apretujaba una bola maleable entre mis dedos, hacía dos noches que no salía a cazar, no es que no quisiera hacerlo, simplemente por alguna extraña razón me estaba rehusando, quizás solamente quería que la rabia por esos pequeños insignificantes creciera hasta el punto en que mis músculos se tensaran y las ganas por mancharme los dedos de sangre me poseyeran, no es gozara con el sadismo pero cuando salía por las noches o incluso a plena luz del sol incesante, me convertía en un tipo diferente, lleno de ganas de mandar al infierno a todo aquel que tuviera la osadía de poder cambiar de un aspecto humano a diferentes aspectos silvestres, eran repugnantes y petulantes, odio era poco, cualquier criatura sobrenatural era de mi gozo deshacerme de ella pero con ellos era diferente, venganza en resumidas cuentas, suspiré y ladeé la cabeza viendo por la ventana con cierta nostalgia, la luna estaba tan llena que parecía que podía subir al tejado de mi mansión y tocarla con mis manos, me daba ideas para escribir pero por el momento no podía, tenía una invitación que me había llegado hace tres días a una mascarada que ofrecía un amigo de la infancia, sonreí porque se me vinieron a la cabeza nuestras travesuras de niño y como le hacíamos la vida imposible a cierta niña que en su momento me había gustado, como esas atracciones que se dan a temprana edad, cosas si importancia ahora que ya era un adulto, dejé la bola en la mesita de noche y me incliné hacia adelante colocando mis codos en mis muslos y jalándome el cabello hacia atrás, no tenía tanto entusiasmo por salir pero quizás la noche me daba alguna sorpresa que me atrajera más que una dulce caza, alcé un poco la cabeza mirando por la ventana a la nada, solo la brisa meciendo con suavidad las ramas de los árboles y sus susurros deleitando a la noche, era momento de levantarme y de inmediato lo hice, me miré en el espejo de cuerpo entero de mi habitación, no llevaba camisa solamente un pantalón de seda que se amarraba a la cadera color negro, mis ojos se fijaron en una cicatriz que tenía en mi costado derecho debido a un arañazo que había recibido de una cambia formas a la cual me enfrenté una noche en su forma de tigre, gruñí por lo bajo y me pasé los dedos por la cicatriz, todo había acabado victorioso por mi lado y me agradaban esos recuerdos, yo no fallaba en nada.
Terminándome de bañar y cambiar con un esmoquin negro y fino me peiné el cabello con los dedos y coloqué una rosa roja en el bolsillo de la chaqueta tomando mi mascara de nácar pintada de color blanco y barnizada con pequeños diamantes en los bordes, salí de mi habitación y me miré en un espejo que estaba en el pasillo serio ante mi reflejo, había cierto presentimiento en mí que no me gustaba como cuando sabía que no sería una caza fácil, esperaba que solo fueran tontería dentro de mi cabeza, en todo caso llevaba un cuchillo pequeño de plata en la bolsa de adentro de mi chaqueta, no podía salir desarmado, sobre todo porque mis ojos conocían muy bien las sorpresas que brindaba París para los descuidados en la noche, alcé la barbilla y di una mirada fría a mi propio reflejo bajando hasta la primera planta en donde el mayordomo estaba parado tan firme como soldado que va a la guerra en la puerta, con una expresión de viejo estirado y amargado, pero después de todo es lo que era, fruncí el ceño y le miré de pies a cabeza –Buenas noches joven Renaldi, su carruaje está listo como lo ordeno- miré hacia afuera notando mi fino carruaje con dos caballos blancos de hermosas cabelleras castañas y alcé una ceja –Ya lo veo- susurré para mí mismo y le miré de reojo al hombre –Patrick, en mi despacho en los últimos dos cajones hay un sobre con una suma considerable de francos esta noche vendrán dos hombre con un sobre, entrégaselos y guarda ese sobre muy bien mi habitación, es de suma importancia que hagas todo al pie de la letra y por favor se discreto- el hombre hizo una inclinación de cabeza –Como usted ordene joven- sonreí un poco –Gracias, manda a todos a dormir temprano, no creo salir esta noche a finiquitar asuntos con mi otra vida así que no es necesario que se queden despiertos y tú también ve a dormir por favor- miré que una sonrisa se quiso asomar en sus labios pero la borró de inmediato –Si, joven- cerré los ojos brevemente y sostuve con recelo la máscara en mis manos, viendo la luna una vez más, realmente estaba más hermosa que otras noches y esperaba que la velada no deshonrara tanta belleza que yacía fuera de esas paredes.
Bajé del carruaje justo frente al palacio Royal y las miradas de algunos no se dejaron esperar, llevaba ya la máscara cubriendo mis ojos y mi nariz, podía reconocer a algunos de los acompañantes pero otros eran un total misterio para mi mente, no había estado tan al pendiente de algunos de los compañeros que tuve durante mis años de colegio aquí en París antes de emigrar a Estados Unidos, me metí las manos a los bolsillo y caminé erguido a la entrada del palacio entregándole la invitación a uno de los guardias que verificaban que todo estuviera en orden, mis ojos se deslizaron a través de la puerta al interior viendo la multitud y trajes de diferentes colores, texturas, anchuras y formas, hombres sosteniendo la mano de las damas que parecían fascinadas por su comportamiento, yo en cambio nunca me había mezclado en una relación seria, no consideraba a ninguna mujer lo suficientemente correcta para cualquier intención que me imaginara, no me malinterpreten, no era ningún altanero que se creía superior a los demás, estaba consciente de mi apariencia y sabía que el atractivo no me hacía falta pero tampoco me conformaba con cualquiera, escuché que el hombre me llamaba y rápidamente parpadeé viéndole cuando miré que tomó de una pequeña caja de vidrio un brazalete de plata, fruncí el ceño sosteniendo el objeto –¿Qué es esto?- pregunté con un tono grave, él me miró atento –Es para control señor y también para una actividad que se llevara a cabo durante el transcurrir de la fiesta- fruncí más el entrecejo ¿A qué estaban jugando? Cerré los ojos y asentí poniéndome el brazalete alrededor de la muñeca que me quedaba como anillo al dedo, con una mano dentro del bolsillo avancé al interior y durante un breve momento mis ojos se fijaron el suelo sin ninguna intención en particular y me fijé en una pulsera, negué y pensé –Descuidados- me agaché para recoger el objeto y en ese momento unos dedos delgados y cuidados rozaron los míos, me molestó en cierta forma eso así que mi entrecejo se volvió a fruncir, levantando los ojos noté un par de ojos azules ocultos que me miraban a través de una máscara roja, tensé la mandíbula y terminé de recoger la pulsera –Mademoiselle, disculpe- alcé una ceja –No hay cuidado ¿Le pertenece?- mostré la pulsera y sonreí de lado sin dejar de fundirme con sus orbes celestes, me parecía que ya la había visto pero ¿Dónde? Era totalmente absurdo, parpadeé dos veces –Discúlpeme, déjeme se la coloco- tomé su delgada muñeca delicadamente y coloqué la pulsera con cuidado en ella deslizando mis dedos por el borde la pulsera –Ahí se ve mejor- levanté mi vista y le extendí la mano ayudándole a levantarse –Y yo estoy en perfectas condiciones, no hay nada de qué preocuparse, es usted la que debería ser un poco más cuidadosa la próxima vez- me fijé en sus labios un momento para luego volverme a fijar en su mirada, bajé la cabeza un poco y pasé a un lado para que se girara a donde la estaba guiando –Me dijeron que esto será de suma importancia esta noche- susurré sobre su hombro al girarme y levanté mi muñeca mostrándole mi pulsera al estar ya frente a ella –Fue un placer Mademoiselle, pero tenga más cuidado la próxima- tomé su mano y besé su dorso, no quería presentarme porque era una mascarada y la identidad tenía que ser una incógnita, lo que me parecía placentero, miré en todo momento su rostro al besar su mano y sonreí con cierto aire de seducción –Espero que nos volvamos a encontrar adentro, algo me dice que será así- susurré contra su piel y alcé la barbilla al erguirme dándole la espalda y una mano en el bolsillo sonriendo de espalda a ella con cierta altivez, haría lo posible por volverla a encontrar y saber quién era, después de todo cuando se trataba de intuición era demasiado bueno, no lo negaba.
Ya adentro miré a todos lados tratando de ubicar bajo las mascaras alguien conocido, un mesero se acercó a mí y me ofreció champagne, tomé una copa y di un sorbo deslizándome entre la algarabía, notando ciertas mujeres que me atraían y sus miradas parecían haberse dado cuenta de aquello, sonreí con algo de travesura al ver como algunas parecían complacidas con aquello, negué y de cierta forma mis ojos buscaban a la chica de vestido rojo de la entrada, no entendía ese afán que tenía, sería cosa de una sola noche si se llegaba a concretar algo, estaba dispuesto a jugar mi mejor baraja por eso, todo este asunto del misterio era lo único que me tenía empecinado con ella ¿O no? Ya lo descubriría porque el destino parecía querer llevarme a uno de sus mejores momentos.
William Shakespeare
Acostado en la cama de mi habitación apretujaba una bola maleable entre mis dedos, hacía dos noches que no salía a cazar, no es que no quisiera hacerlo, simplemente por alguna extraña razón me estaba rehusando, quizás solamente quería que la rabia por esos pequeños insignificantes creciera hasta el punto en que mis músculos se tensaran y las ganas por mancharme los dedos de sangre me poseyeran, no es gozara con el sadismo pero cuando salía por las noches o incluso a plena luz del sol incesante, me convertía en un tipo diferente, lleno de ganas de mandar al infierno a todo aquel que tuviera la osadía de poder cambiar de un aspecto humano a diferentes aspectos silvestres, eran repugnantes y petulantes, odio era poco, cualquier criatura sobrenatural era de mi gozo deshacerme de ella pero con ellos era diferente, venganza en resumidas cuentas, suspiré y ladeé la cabeza viendo por la ventana con cierta nostalgia, la luna estaba tan llena que parecía que podía subir al tejado de mi mansión y tocarla con mis manos, me daba ideas para escribir pero por el momento no podía, tenía una invitación que me había llegado hace tres días a una mascarada que ofrecía un amigo de la infancia, sonreí porque se me vinieron a la cabeza nuestras travesuras de niño y como le hacíamos la vida imposible a cierta niña que en su momento me había gustado, como esas atracciones que se dan a temprana edad, cosas si importancia ahora que ya era un adulto, dejé la bola en la mesita de noche y me incliné hacia adelante colocando mis codos en mis muslos y jalándome el cabello hacia atrás, no tenía tanto entusiasmo por salir pero quizás la noche me daba alguna sorpresa que me atrajera más que una dulce caza, alcé un poco la cabeza mirando por la ventana a la nada, solo la brisa meciendo con suavidad las ramas de los árboles y sus susurros deleitando a la noche, era momento de levantarme y de inmediato lo hice, me miré en el espejo de cuerpo entero de mi habitación, no llevaba camisa solamente un pantalón de seda que se amarraba a la cadera color negro, mis ojos se fijaron en una cicatriz que tenía en mi costado derecho debido a un arañazo que había recibido de una cambia formas a la cual me enfrenté una noche en su forma de tigre, gruñí por lo bajo y me pasé los dedos por la cicatriz, todo había acabado victorioso por mi lado y me agradaban esos recuerdos, yo no fallaba en nada.
Terminándome de bañar y cambiar con un esmoquin negro y fino me peiné el cabello con los dedos y coloqué una rosa roja en el bolsillo de la chaqueta tomando mi mascara de nácar pintada de color blanco y barnizada con pequeños diamantes en los bordes, salí de mi habitación y me miré en un espejo que estaba en el pasillo serio ante mi reflejo, había cierto presentimiento en mí que no me gustaba como cuando sabía que no sería una caza fácil, esperaba que solo fueran tontería dentro de mi cabeza, en todo caso llevaba un cuchillo pequeño de plata en la bolsa de adentro de mi chaqueta, no podía salir desarmado, sobre todo porque mis ojos conocían muy bien las sorpresas que brindaba París para los descuidados en la noche, alcé la barbilla y di una mirada fría a mi propio reflejo bajando hasta la primera planta en donde el mayordomo estaba parado tan firme como soldado que va a la guerra en la puerta, con una expresión de viejo estirado y amargado, pero después de todo es lo que era, fruncí el ceño y le miré de pies a cabeza –Buenas noches joven Renaldi, su carruaje está listo como lo ordeno- miré hacia afuera notando mi fino carruaje con dos caballos blancos de hermosas cabelleras castañas y alcé una ceja –Ya lo veo- susurré para mí mismo y le miré de reojo al hombre –Patrick, en mi despacho en los últimos dos cajones hay un sobre con una suma considerable de francos esta noche vendrán dos hombre con un sobre, entrégaselos y guarda ese sobre muy bien mi habitación, es de suma importancia que hagas todo al pie de la letra y por favor se discreto- el hombre hizo una inclinación de cabeza –Como usted ordene joven- sonreí un poco –Gracias, manda a todos a dormir temprano, no creo salir esta noche a finiquitar asuntos con mi otra vida así que no es necesario que se queden despiertos y tú también ve a dormir por favor- miré que una sonrisa se quiso asomar en sus labios pero la borró de inmediato –Si, joven- cerré los ojos brevemente y sostuve con recelo la máscara en mis manos, viendo la luna una vez más, realmente estaba más hermosa que otras noches y esperaba que la velada no deshonrara tanta belleza que yacía fuera de esas paredes.
Bajé del carruaje justo frente al palacio Royal y las miradas de algunos no se dejaron esperar, llevaba ya la máscara cubriendo mis ojos y mi nariz, podía reconocer a algunos de los acompañantes pero otros eran un total misterio para mi mente, no había estado tan al pendiente de algunos de los compañeros que tuve durante mis años de colegio aquí en París antes de emigrar a Estados Unidos, me metí las manos a los bolsillo y caminé erguido a la entrada del palacio entregándole la invitación a uno de los guardias que verificaban que todo estuviera en orden, mis ojos se deslizaron a través de la puerta al interior viendo la multitud y trajes de diferentes colores, texturas, anchuras y formas, hombres sosteniendo la mano de las damas que parecían fascinadas por su comportamiento, yo en cambio nunca me había mezclado en una relación seria, no consideraba a ninguna mujer lo suficientemente correcta para cualquier intención que me imaginara, no me malinterpreten, no era ningún altanero que se creía superior a los demás, estaba consciente de mi apariencia y sabía que el atractivo no me hacía falta pero tampoco me conformaba con cualquiera, escuché que el hombre me llamaba y rápidamente parpadeé viéndole cuando miré que tomó de una pequeña caja de vidrio un brazalete de plata, fruncí el ceño sosteniendo el objeto –¿Qué es esto?- pregunté con un tono grave, él me miró atento –Es para control señor y también para una actividad que se llevara a cabo durante el transcurrir de la fiesta- fruncí más el entrecejo ¿A qué estaban jugando? Cerré los ojos y asentí poniéndome el brazalete alrededor de la muñeca que me quedaba como anillo al dedo, con una mano dentro del bolsillo avancé al interior y durante un breve momento mis ojos se fijaron el suelo sin ninguna intención en particular y me fijé en una pulsera, negué y pensé –Descuidados- me agaché para recoger el objeto y en ese momento unos dedos delgados y cuidados rozaron los míos, me molestó en cierta forma eso así que mi entrecejo se volvió a fruncir, levantando los ojos noté un par de ojos azules ocultos que me miraban a través de una máscara roja, tensé la mandíbula y terminé de recoger la pulsera –Mademoiselle, disculpe- alcé una ceja –No hay cuidado ¿Le pertenece?- mostré la pulsera y sonreí de lado sin dejar de fundirme con sus orbes celestes, me parecía que ya la había visto pero ¿Dónde? Era totalmente absurdo, parpadeé dos veces –Discúlpeme, déjeme se la coloco- tomé su delgada muñeca delicadamente y coloqué la pulsera con cuidado en ella deslizando mis dedos por el borde la pulsera –Ahí se ve mejor- levanté mi vista y le extendí la mano ayudándole a levantarse –Y yo estoy en perfectas condiciones, no hay nada de qué preocuparse, es usted la que debería ser un poco más cuidadosa la próxima vez- me fijé en sus labios un momento para luego volverme a fijar en su mirada, bajé la cabeza un poco y pasé a un lado para que se girara a donde la estaba guiando –Me dijeron que esto será de suma importancia esta noche- susurré sobre su hombro al girarme y levanté mi muñeca mostrándole mi pulsera al estar ya frente a ella –Fue un placer Mademoiselle, pero tenga más cuidado la próxima- tomé su mano y besé su dorso, no quería presentarme porque era una mascarada y la identidad tenía que ser una incógnita, lo que me parecía placentero, miré en todo momento su rostro al besar su mano y sonreí con cierto aire de seducción –Espero que nos volvamos a encontrar adentro, algo me dice que será así- susurré contra su piel y alcé la barbilla al erguirme dándole la espalda y una mano en el bolsillo sonriendo de espalda a ella con cierta altivez, haría lo posible por volverla a encontrar y saber quién era, después de todo cuando se trataba de intuición era demasiado bueno, no lo negaba.
Ya adentro miré a todos lados tratando de ubicar bajo las mascaras alguien conocido, un mesero se acercó a mí y me ofreció champagne, tomé una copa y di un sorbo deslizándome entre la algarabía, notando ciertas mujeres que me atraían y sus miradas parecían haberse dado cuenta de aquello, sonreí con algo de travesura al ver como algunas parecían complacidas con aquello, negué y de cierta forma mis ojos buscaban a la chica de vestido rojo de la entrada, no entendía ese afán que tenía, sería cosa de una sola noche si se llegaba a concretar algo, estaba dispuesto a jugar mi mejor baraja por eso, todo este asunto del misterio era lo único que me tenía empecinado con ella ¿O no? Ya lo descubriría porque el destino parecía querer llevarme a uno de sus mejores momentos.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Dos personas que se miran a los ojos,
no ven sus ojos sino sus miradas.
Robert Bresson —
no ven sus ojos sino sus miradas.
Robert Bresson —
Me encontraba demasiado distraída, hacia demasiado tiempo no acudía a una fiesta de aquel calibre y temática, por lo que al ver tantos colores, parejas y rostros diferentes me desconcertaron y fue justo en ese momento en que perdí la pulsera, la que me llevó a chocar contra un joven al desear recuperarla y sus ojos no pasaron inadvertidos. Como tampoco aquel fruncimiento de sus cejas que pronto fue substituido por una encantadora sonrisa de lado, que me dejó sin aliento. — Soy la culpable de ello me temo. — musite con una sonrisa dulce en mis labios, asintiendo a sus palabras, quedando a merced de aquellos ojos que no dejaron de observarme en aquel encuentro y los cuales en toda la noche, tampoco me dejarían ni un segundo. —Me alegro que se encuentre bien, y si, como bien vio uno de mis fallos, supongo que si peco de algo es de distraída, y más veces de las que me gustaría admitir. —Añadí cuando tomé su mano, sintiendo como más cerca me encontraba de él, un rubor más intenso perlaba mis mejillas escondidas bajo el rojo antifaz que me cubría. Era un alivio el mantener oculta mi identidad y aquella parte de mi rostro, ya que así no era consciente de lo rápido que me podía sonrojar, aún más con aquella sonrisa. Suspiré y me encontré que llanamente no podía apartar mis ojos de los de él, por lo que sonriendo asentí y siguiéndole con la mirada, hasta voltearme en dirección a la entrada, al sentir su aliento sobre mi piel me estremecí. No siempre tenía tal cercanía con alguien y aún menos con un joven como él, que se movía a mí alrededor con una seguridad alarmante y aquella aura que me mantenía atenta a cada uno de sus movimientos. Los mismos que no dejaban de seducirme a acercarme a él, sobretodo sus labios, los que durante un efímero tramo de tiempo me los quedé viendo. — El placer fue mío Monsieur. — Le respondí sintiendo su beso en la palma de mi mano. Le miré y de nuevo agradecí que no pudiera verme realmente el rostro, de esa forma conseguía que no fuera consciente de lo que provocaba. Sonreí perdida en sus ojos, teniendo un leve toque de atención hacia aquellos orbes que me parecían conocidas, pero sin saber de quienes, lo dejé estar y me concentré en él, quedando sin palabras con su despedida. En mi mente intenté encontrar una respuesta, sin embargo para cuando tenía una, él ya había desaparecido, aunque su aura la seguía sintiendo cerca. Demasiado cerca de mí.
Recomponiéndome fui tras los pasos de aquel joven – ahora desaparecido- y al entrar en la fiesta, al instante me encontré envuelta en largos vestidos, colores muy diversos y texturas muy diferentes. La música invadió mis sentidos y con una sonrisa me dirigí hacia las bebidas, que servían los camareros, tomando una copa. Me mojé los labios y desde allí, desde un extremo del salón de baile empecé a recorrer con la mirada aquel lugar, siempre atenta bajo mi atuendo y mascara, sin olvidar de entablar conversaciones con la gente, lo que me resultó sencillo al reconocer a algunas parejas y acercarme a ellas. Hablé con ellos y hasta bailé algunos bailes con jóvenes inexpertos y no tanto en aquel arte de seducir. No obstante nadie conseguía alterarme tanto de aquella forma con tan solo una mirada como el joven desconocido de la entrada. Joven del que sentía su cercanía en aquel salón, pero no fue hasta el tercer baile que lo hallé con la atención puesta en mí. Él bailaba con una joven y desconcertada, aprovechando que mi pareja de baile andaba distraído, al voltear cerca el uno del otro, le saludé con un movimiento imperceptible de la cabeza, preguntándome por que no prestaba atención a la joven con la que bailaba y en cambio parecía profesarme su entera atención a mí. ¿No se daba cuenta a caso? Fruncí el ceño y tras aquel intercambio silencioso de saludo y miradas, desvié mis ojos de los de él, siendo esta vez no la última vez que en toda la noche hiciera aquello. Verle era caer en su aura, en sus ojos y los recuerdos me atacaban tanto, que a los siguientes bailes jugué al gato y al ratón, todo para huir de lo desconocido. Y tras ese baile, hubo otro más y otro, y en cada uno de ellos, le había sentido. Logrando que mis miedos se crecieran y yo intentara rehuirle mucho más de lo que ya lo hacía de por sí, por culpa de aquella presencia que me atraía y provocaba un profundo dolor en mí. Por qué… ¿Cuántas veces había huido precisamente de auras como aquella? ¿Cuántas veces soñaba una y otra vez con que me cercaban y moríamos todos, aquella nefasta noche que cambió el rumbo de la vida de mi hermana, la mía y la de mi ciega madre? Demasiadas veces y quizás a raíz de ello, me había acostumbrado a huir. Mi hermana Alyssia desde siempre había sido contraria a mí, enfrentándose sin dudar a sus enemigos, sin miedo de ver el rostro de la muerte. Como mi hermano desaparecido. Yo en cambio siempre había sido la pacifista de la familia junto con mi madre, podría gruñir, molestarme pero siempre mi respuesta ante cualquier violencia sería la de huir. Y de aquello en esos instantes no andaba para nada escasa, porque cada vez que me encontraba con su mirada algo en mí vibraba, estremeciendo todo mi cuerpo...Una chispa eléctrica que me recorría activando cada parte de mí, logrando que la llama de la curiosidad fuera tan o más intensa que la del miedo. Entreabrí mis labios, suspiré y volviendo a centrarme en quien era mi pareja actual de baile, sonreí simulando no verle de nuevo, no percatarme de su presencia arrolladora, aunque fuera todo lo contrario y no hubiera nada que deseara más que de que él viniera y me robara de los brazos de aquel patán y los tantos que antes de él, habían bailado junto a mí. Realmente me era imposible mostrarme indiferente hacia aquellos ojos que me acechaban, mi pulso latía frenético en lo más hondo de mi pecho y de haberse encontrado más cerca habría descubierto que no solo la máscara que cubría mi rostro, escondía mi identidad, si no que en mi afán de huirle resguardaba con celo los anhelos de aquella noche; Él.
Un jadeo de dolor pasó por mi garganta, siendo este oculto bajo los instrumentos de aquella balada, logrando que en efecto aquel joven no fuera consciente que de nuevo me había pisado. Lo que lamenté, por no poder así encontrar motivo para poder separarme de él y quizás verdaderamente huir a la seguridad de mi hogar, de donde esa noche habría sido mejor no salir. Entre vueltas y vueltas, el tiempo se me hizo eterno y realmente solo fueron cuatro minutos más bailando con un completo desconocido que olía a Whisky – nada agradable a mi sentido del olfato- pero para mí aquellos cuatro minutos fueron un mundo, en el que debía evadirme de la mirada de aquel joven cuando en mi adentros bullía la necesidad de acercarme a él. Las ultimas notas sonaron en el gran salón y finalmente tras una educada reverencia y unas sonrisas, me limité a irme con la mirada fija en la gran puerta de salida, por donde me encontraba obligándome a ir, ahora que por unos segundos el joven de la aura intensa, aquel que provocaba tanto en mi interior, que me abrumaba se encontraba desaparecido. ¿Se habría cansado de observarme en silencio? Después de tanto tiempo sentir sus orbes en mi nuca y en cada uno de mis movimientos, me resultaba extraño que se hubiese dado por vencido y más ahora en que recostado desde su posición más que un joven seductor, me había parecido contemplar a un depredador midiendo a su próxima presa.
Solo oía el sonido de mis pasos, de mis tacones contra aquel ilustre suelo que pisaba. Avanzaba con soltura entre las parejas que se iban disgregando tras la finalización del quinto baile de la noche y justo cuando la puerta y la libertad se dibujaban en aquel horizonte que daba a su fin de colores y texturas, le vi. Justo tras la última pareja que me separaba de mi destino, se encontraba él y aquella mirada fiera, profunda clavada en mí. Me giré y tras respirar hondo, avancé directa hacia él sin dejar que un solo instante la seguridad de mis pasos decayera ante su intensa presencia. ¿Quién eres en realidad? Me pregunté en lo que avanzaba decidida a él. A cada paso que daba en su dirección sentía aún más su aroma, su envolvente perfume. Su aroma era enloquecedor y poco podía hacer para disiparlo de mi mente, más aun cuando mis sentidos de cambiaformas poco ayudaban en ese aspecto. Sin duda alguna si hubiera odiado alguna vez mi sentido del olfato, aquel era el oportuno y el indicado para hacerlo. Jamás había sido consciente del alcance de ese poder, hasta sentir aquel delicioso aroma, varonil, y salvaje abrasándome por dentro. La distancia que nos separaba fue abatida prontamente. No sabía si él había sido participe en ello o solo habían sido mis únicos pasos los acelerados pero de un segundo a otro, temblé cuando sus dedos rozaron mi hombro; El vello se me erizó y de mi garganta escapó un gemido sordo. No podía apartar mis ojos de los suyos, una corriente eléctrica cargada de tensión se desprendía de nosotros, como un hilo invisible que tiraba de mí hacia él y a la inversa. O quizás solo fuera yo y mis sentidos sobrenaturales los que me hacían sentirme irremediablemente atraída hacia él y él solo fuera culpable del deseo que latía profundamente en su mirada. En el pasado solo una vez me había sentido de esa forma, pero fue hacia tanto tiempo que no llegué a cuestionármelo en lo absoluto, sin saber que realmente lo que pasó por mi cabeza aquel instante, no parecía tan descabellado en la realidad. Improbable; si… pero no imposible. Por unos segundos en los que manteníamos nuestras miradas fijas, como si de alguna forma estuviéramos investigándonos, curioseando cada recoveco de aquellos disfraces en busca de las señales inequívocas que nos dieran quien era el otro, me mordí el labio y una sonrisa afloró. Quizás nerviosa, o curiosa. En esos instantes ya no encontraba sentido a nada de lo que sucedía a mí alrededor. — Parece ser que la noche está decidida a hacernos cruzar las miradas y nuestros caminos.... —susurré contra él, sintiendo mi lengua pesada. — o solo quizás seamos nosotros los que… — Una fuerte voz resonó en el edificio interrumpiéndome, haciéndome tragar las palabras y por primera vez desde ese encuentro desvié mis ojos de él, girándome hacia su poseedora que justo se encontraba subida a lo que parecía una tarima y que con una gran sonrisa de oreja a oreja se lucía delante de todos.
— Honorables invitados, me complace daros la bienvenida a nuestra fiesta anual de mascarada en honor a nuestro querido y amado amigo. Yo soy en este día la representante de todas las señoritas de este preciado baile, y como tal, por favor caballeros, compórtense. No desearía deber de echar a nadie por sobrepasarse con alguna de mis preciadas y tan misteriosas protegidas. —Dijo provocando alguna risa tonta de entre el público, yo simplemente fruncí el ceño y antes de darme cuenta, tan centrada en aquel joven que se encontraba a mi lado no fui consciente de la presencia de dos jóvenes que saliendo de entre las parejas me tomaron, arrastrándome hacia la tarima, alejándome de nuevo de él. Confundida me dejé llevar por quienes tras unos segundos me dejaron en unas escaleras cercanas a la posición de la fémina que seguía hablando. — En lo que mis ayudantes reúnen a todas las señoritas de la fiesta, me place comunicaros que al fin conoceréis el significado de las pulseras y de aquellos sobrenombres que se os hicieron enviar de regreso tras recibir la invitación. Es un juego de parejas. A cada uno de vosotros os tocará una pareja al azar, con la que se abrirá el primer baile de medianoche y serán las señoritas de la fiesta las que van a escoger el un papel con el sobrenombre escrito de cada uno de vosotros, señores. Con el nombre escrito de la pareja de esta noche. — ¿Fiesta de parejas? Sonaba realmente misterioso y hasta divertido, así que escuché atentamente, ignorando si mi joven desconocido me habría seguido o se habría quedado escuchando desde allá. Tras aquella presentación y escueta descripción, alegando que iba a ser mejor una vez se encontraran todos en aquel juego y que no valía la pena describir lo que iban a vivir, mencionó que la mejor pareja del baile recibiría un premio y tras aquello, que hizo que las expectativas de las más jóvenes crecieran, las jóvenes fueron subiendo a la tarima tomando una papeleta con un sobrenombre, el que llamaban y aquel escogido se dirigía a recogerlas. Y viendo como subían, irremediablemente terminaron por llamarme.
—Llama azul, por favor. — Me llamó y con un nudo en el estómago subí las escaleras, dirigiéndome a ella y a donde se encontraban las papeletas. La joven me sonrío y tras exhalar un suspiro, tomé uno de esos papeles, leyendo para mi primero aquel sobrenombre y luego alzando la voz a los demás presentes. Intuyendo en lo que le llamaba, quien podía merecer aquel nombre de seudónimo. — Black dragon… Dragón negro. — Dije, y tras mis palabras, alcé la mirada buscando el poseedor de la pulsera con aquel nombre. Al principio nadie se movió y se creó un silencio en la sala tras el cese repentino de la música. Permanecí a la espera, hasta que mis ojos captaron el movimiento de un joven que se hacía paso entre los demás para llegar a mí. Alcé mi vista hacia sus facciones, su mirada y con una extraña y gran satisfacción volví a encontrarme con él. De una forma u otra esa noche parecíamos realmente destinados a encontrarnos.
Alenna Donovan- Cambiante Clase Alta
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Re: La flamme de mes yeux |Isaac
No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos.
Hablando sobre lo que habíamos hecho con nuestras vidas, ella parloteaba emocionada contando con lujos de detalle su vida en París, la compañía que tenía y su gusto por las compras yo por mi parte estaba cansado de escucharla, quería regresar a mi mansión y relajarme un rato entre libros o arquería, odiaba los lugares atestados de personas, en realidad odiaba la hipocresía en la que estaba sumido, finalmente un hombre al que no reconocí, ni tenía la mínima intención de hacerlo se llevó a la mujer, suspiré aliviado y me fui a admirar todo el espectáculo ramplón que se plasmaba en mis ojos a una esquina, apoyándome de hombro contra una columna crucé un pie detrás del otro con una mano en el bolsillo y tomando lo que quedaba de mi segunda copa de champagne, miraba a las parejas danzar, dos de ellas se abrieron paso y mis ojos se clavaron en su entera presencia de nueva cuenta, la chica del antifaz rojo estaba danzando con un tipejo que parecía más un niño mimado aprendiendo a dar sus primero pasos de baile que un caballero guiando a una dama con elegancia y porte, apreté los dedos contra la copa tensando la mandíbula, no entendía este reciente enojo, ella no significaba nada para mí pero aún así no era nada agradable verla acompañada de otro sujeto, sin embargo ella no se percató de presencia, tomé el último sorbo de champagne y le entregué la copa a un mesero, cuando noté a dos jóvenes viéndome y riendo como adolescentes, susurrándose cosas que parecían secretos de un diario de chismes, sonreí de lado y me encaminé a ellas, centré mis ojos en la más baja que llevaba un antifaz de encaje color blanco y un vestido bastante pomposo y color amarillo pálido – Mademoiselle, me permite esta pieza - dije educadamente ligeramente inclinado y tendiéndole mi mano, ella aceptó con una sonrisa encantada y sentí su cálida y delgada palma sobre la mía, le guiñé el ojo a la otra y llevé a la chica a la pista de baile sosteniendo firmemente de la cintura y abrazando su mano con la mía empezamos a movernos completamente erguidos con la barbilla en alto a través del salón, de reojo notaba a la chica del antifaz y guiaba a mi pareja para que nos acercáramos a ella y al insulso que la sostenía con recelo, daba vueltas a mi pareja y algunos pasos ligeros como indicaba la música que estaba endulzando el ambiente, en mi interior la situación era diferente, sentía un enorme peso sobre la cabeza y una rabia que me nacía desde el centro de mi estomago, cerré los ojos brevemente y tragué calmándome, en un movimiento audaz la tuve cerca y sonreí con algo de seducción sin bajarle la mirada, le devolví el saludo con una ligera reverencia de cabeza y solté su mirada disimulando mi interés por aquella mujer, volví mis ojos a los verdes de la castaña que bailaba fervientemente conmigo acercándola a mí, quería de cierta forma que mis manos estuvieran posadas sobre la silueta de otra chica en particular, pero no era posible, al menos no por el momento, me desplacé lejos de la chica del antifaz pero sin perderle de vista, estaba siendo un terco, no acostumbraba a serlo con las mujeres, solo una había hecho que esa parte de mí saliera a la luz pero todo fue mientras era un niño inexperto, alguien que estaba más agitado por las hormonas de la adolescencia que su mismo entorno, la pieza terminó y aplaudimos los unos para los otros, sonreí con los labios apretados y agradecí el baile a la chica besando el dorso de su mano y retirándome hacia la entrada al palacio.
De nueva cuenta me quedé recostado contra una pared mientras mis ojos se deslizaban por las personas buscándola de nueva cuenta a ella, algo en mi interior me decía que cruzaría palabras de nueva cuenta con ella, era como si mi subconsciente estaba preparándose para su paso cerca de donde me encontraba y finalmente la vi, tan deslumbrante como lo había estado desde que mis ojos se cruzaron con ella, tenía unos ojos cautivadores, eso era lo que más me atraía físicamente de ella, aquella mirada azulada que me hipnotizaba, me hacía jadear, quería poseerla, algo en sus ojos que no ocultaba, me hacía pensar que ella no era como esas mujeres que gozan de verse como damiselas en peligro para atraer la atención del sexo opuesto, no, ella era más que una inocencia flotante, era como una luz en la maldita oscuridad que me rodeaba, me erguí y guardé mis manos dentro de los bolsillos viéndola serio acercarse a mí, una sonrisa de satisfacción quería asomarse en mis labios pero la contuve, no podía verme como un descarado, al tenerla cerca mi mano se poso en su delicado hombro y mis ojos no se alejaron de los ajenos, di un paso cerca de ella deslizando mi mano sin yo estar tan consciente de aquello por su brazo, sintiendo lo terso de pálida piel, los vellos de su brazo estremecerse y llegué a su mano tocando con la yema de mis dedos sus nudillos y finalmente hasta sus delgados dedos que fueron atrapados por los míos en un agarre cuidadoso, un hormigueo me invadía el brazo, subía por mi espalda y se concentraba en mi nuca, nunca antes me había sentido al rozar a una chica, mis músculos estaba algo ateridos, así que tensé mis brazos tragando un poco – El destino es sabio Mademoiselle - susurré bajando mi rostro cerca del ella – Pero en todo caso nosotros somos los dueños del mismo - miré sus labios de nueva cuenta cerrando los ojos enseguida imaginándome aquellas dos estructuras y jalé un poco de sus dedos acercándola a mí con suavidad – ¿Quién eres? - salió de mis labios en un susurro inesperado pero una voz me sacó del trance, de nuestra conexión, de nuestro encuentro tan exquisito, gruñí por lo bajo y abrí los ojos viendo al escenario con el ceño fruncido a la responsable de cortar lo que se estaba construyendo, alcé mi cabeza viendo a la mujer parlotear a través del micrófono y robar sonrisas a los presentes, estaba algo molesto pero fue lo siguiente lo que me causó aún más molestia, dos hombres se llevaron a la chica, apreté los puños y di un paso dispuesto a sacarle los dientes de un golpe, miré a la mujeres subir al escenario y centré mi atención en la mujer que había empezado con aquel espectáculo de niños hablar sobre las pulseras, dirigí mis ojos a la misma curioso de todo aquella artimaña y luego sus palabras acerca de los sobrenombres que nos habían mandado a pedir al recibir la invitación al baile, desenfoqué la mirada recordando aquello y mi sobrenombre, una sonrisa divertida se dibujó en mis labios y negué, había leído un libro fantasioso y debido a eso en un impulso escogí tal nombre, solté el aire por la boca lentamente y miré mi reloj de muñeca, estaba cansado, había decidido mejor retirarme.
Caminé hacia la salida con paso firme y apartando cuidadosamente a algunas personas escuché un sobrenombre “llama azul” ni siquiera volteé para saber a quién pertenecía el sobrenombre pero en ese momento escuché mi sobrenombre, me detuve en seco con el ceño fruncido sin dirigir mi vista al escenario, cada musculo de mi cuerpo se tensó en el acto y tragué – Maldita sea - susurré para mí mismo y me golpeé con la palma la frente suavemente volteé mirando entre los cuellos de algunos presentes quien había sido la dueña de la voz que me llamaba y noté a la que había sido mi única distracción en toda la noche, rápidamente pensé y recordé las palabras de la mujer acerca de un juego de parejas, sonreí un poco con la mirada maliciosa, era mi momento de tomar ventaja del asunto, empecé a abrirme paso entre las personas sin dejar de mirar a la tarima a la chica, subí los escalones con expresión caballerosa e hice una reverencia con mi cabeza – Llama azul - susurré y le extendí mi brazo para luego bajarla del escenario sosteniendo su mano con recelo y mirándole de reojo volví mi atención a la mujer que seguía dándonos clases acerca de cómo ser un caballero, negué con expresión divertida – Creo que nuestro momento ha llegado - susurré y le miré – La noche es joven y hay varias cosas que quisiera saber de ti, llama azul - susurré su sobrenombre con cierta malicia, el momento de las respuestas había llegado y yo no estaba dispuesto volver a dejarla escapar.
O.K. Bernhardt
Las parejas empezaron a danzar, deslizándose con sutileza en la pista que era engalanada por las luces bajas y la música de piano junto con violín, se mantenían juntas pareciendo la pareja de muñecos que es descubierta en una caja de música, bajé la cabeza y me apreté el puente de la nariz con los ojos cerrados, apenas comenzaba la velada y todo parecía ya aburrirme, hastiarme, la hipocresía reinaba dentro del salón, después de todo en cualquier lado de París la había, desde el más millonario hasta el más miserable que pedía o robaba en las calles, solo había algo que me causa inquietud, la chica de la entrada, sus ojos azules seguían tan vivos en mi memoria que me transportaba a la calma del océano, a la orilla de la playa o en una pequeña casa en lo alto de un rocoso acantilado, cerré los ojos negando cuando escuché que alguien decía mi nombre, una voz femenina –¡Isaac! - la reconocí por su chillona voz, era casi imperdible ese tono, era una de las antiguas chicas que había salido conmigo en mis años de instituto, claro está que aquella niña ahora era toda una mujer, que destilaba belleza por donde pasase, de inmediato se abalanzó sobre mí, me quejé por lo bajo y la sostuve de los brazos – Melany - susurré en su cabello, finalmente se separó y se pasó las manos por el cabello – Casanova ¿Dónde has estado metido? - sonreí un poco y negué mirando sus ojos centellantes – No creo ser un Casanova Melany y he estado algo ocupado con el negocio familiar de aquí para allá - alcé la ceja y le recorrí con la mirada – Pero mírate a ti, deslumbras a cualquiera a tu paso - ella dio una vuelta sobre su mismo eje como niña mostrándole un vestido nuevo a sus padres – Gracias Renaldi - murmuro y me tomó de la mano jalándome con ella – Pero mejor hablemos de cómo la pasaste en Estados Unidos, de tus amoríos ¡quiero saberlo todo! - sucumbí a su agarre y nos movimos a través del salón.Hablando sobre lo que habíamos hecho con nuestras vidas, ella parloteaba emocionada contando con lujos de detalle su vida en París, la compañía que tenía y su gusto por las compras yo por mi parte estaba cansado de escucharla, quería regresar a mi mansión y relajarme un rato entre libros o arquería, odiaba los lugares atestados de personas, en realidad odiaba la hipocresía en la que estaba sumido, finalmente un hombre al que no reconocí, ni tenía la mínima intención de hacerlo se llevó a la mujer, suspiré aliviado y me fui a admirar todo el espectáculo ramplón que se plasmaba en mis ojos a una esquina, apoyándome de hombro contra una columna crucé un pie detrás del otro con una mano en el bolsillo y tomando lo que quedaba de mi segunda copa de champagne, miraba a las parejas danzar, dos de ellas se abrieron paso y mis ojos se clavaron en su entera presencia de nueva cuenta, la chica del antifaz rojo estaba danzando con un tipejo que parecía más un niño mimado aprendiendo a dar sus primero pasos de baile que un caballero guiando a una dama con elegancia y porte, apreté los dedos contra la copa tensando la mandíbula, no entendía este reciente enojo, ella no significaba nada para mí pero aún así no era nada agradable verla acompañada de otro sujeto, sin embargo ella no se percató de presencia, tomé el último sorbo de champagne y le entregué la copa a un mesero, cuando noté a dos jóvenes viéndome y riendo como adolescentes, susurrándose cosas que parecían secretos de un diario de chismes, sonreí de lado y me encaminé a ellas, centré mis ojos en la más baja que llevaba un antifaz de encaje color blanco y un vestido bastante pomposo y color amarillo pálido – Mademoiselle, me permite esta pieza - dije educadamente ligeramente inclinado y tendiéndole mi mano, ella aceptó con una sonrisa encantada y sentí su cálida y delgada palma sobre la mía, le guiñé el ojo a la otra y llevé a la chica a la pista de baile sosteniendo firmemente de la cintura y abrazando su mano con la mía empezamos a movernos completamente erguidos con la barbilla en alto a través del salón, de reojo notaba a la chica del antifaz y guiaba a mi pareja para que nos acercáramos a ella y al insulso que la sostenía con recelo, daba vueltas a mi pareja y algunos pasos ligeros como indicaba la música que estaba endulzando el ambiente, en mi interior la situación era diferente, sentía un enorme peso sobre la cabeza y una rabia que me nacía desde el centro de mi estomago, cerré los ojos brevemente y tragué calmándome, en un movimiento audaz la tuve cerca y sonreí con algo de seducción sin bajarle la mirada, le devolví el saludo con una ligera reverencia de cabeza y solté su mirada disimulando mi interés por aquella mujer, volví mis ojos a los verdes de la castaña que bailaba fervientemente conmigo acercándola a mí, quería de cierta forma que mis manos estuvieran posadas sobre la silueta de otra chica en particular, pero no era posible, al menos no por el momento, me desplacé lejos de la chica del antifaz pero sin perderle de vista, estaba siendo un terco, no acostumbraba a serlo con las mujeres, solo una había hecho que esa parte de mí saliera a la luz pero todo fue mientras era un niño inexperto, alguien que estaba más agitado por las hormonas de la adolescencia que su mismo entorno, la pieza terminó y aplaudimos los unos para los otros, sonreí con los labios apretados y agradecí el baile a la chica besando el dorso de su mano y retirándome hacia la entrada al palacio.
De nueva cuenta me quedé recostado contra una pared mientras mis ojos se deslizaban por las personas buscándola de nueva cuenta a ella, algo en mi interior me decía que cruzaría palabras de nueva cuenta con ella, era como si mi subconsciente estaba preparándose para su paso cerca de donde me encontraba y finalmente la vi, tan deslumbrante como lo había estado desde que mis ojos se cruzaron con ella, tenía unos ojos cautivadores, eso era lo que más me atraía físicamente de ella, aquella mirada azulada que me hipnotizaba, me hacía jadear, quería poseerla, algo en sus ojos que no ocultaba, me hacía pensar que ella no era como esas mujeres que gozan de verse como damiselas en peligro para atraer la atención del sexo opuesto, no, ella era más que una inocencia flotante, era como una luz en la maldita oscuridad que me rodeaba, me erguí y guardé mis manos dentro de los bolsillos viéndola serio acercarse a mí, una sonrisa de satisfacción quería asomarse en mis labios pero la contuve, no podía verme como un descarado, al tenerla cerca mi mano se poso en su delicado hombro y mis ojos no se alejaron de los ajenos, di un paso cerca de ella deslizando mi mano sin yo estar tan consciente de aquello por su brazo, sintiendo lo terso de pálida piel, los vellos de su brazo estremecerse y llegué a su mano tocando con la yema de mis dedos sus nudillos y finalmente hasta sus delgados dedos que fueron atrapados por los míos en un agarre cuidadoso, un hormigueo me invadía el brazo, subía por mi espalda y se concentraba en mi nuca, nunca antes me había sentido al rozar a una chica, mis músculos estaba algo ateridos, así que tensé mis brazos tragando un poco – El destino es sabio Mademoiselle - susurré bajando mi rostro cerca del ella – Pero en todo caso nosotros somos los dueños del mismo - miré sus labios de nueva cuenta cerrando los ojos enseguida imaginándome aquellas dos estructuras y jalé un poco de sus dedos acercándola a mí con suavidad – ¿Quién eres? - salió de mis labios en un susurro inesperado pero una voz me sacó del trance, de nuestra conexión, de nuestro encuentro tan exquisito, gruñí por lo bajo y abrí los ojos viendo al escenario con el ceño fruncido a la responsable de cortar lo que se estaba construyendo, alcé mi cabeza viendo a la mujer parlotear a través del micrófono y robar sonrisas a los presentes, estaba algo molesto pero fue lo siguiente lo que me causó aún más molestia, dos hombres se llevaron a la chica, apreté los puños y di un paso dispuesto a sacarle los dientes de un golpe, miré a la mujeres subir al escenario y centré mi atención en la mujer que había empezado con aquel espectáculo de niños hablar sobre las pulseras, dirigí mis ojos a la misma curioso de todo aquella artimaña y luego sus palabras acerca de los sobrenombres que nos habían mandado a pedir al recibir la invitación al baile, desenfoqué la mirada recordando aquello y mi sobrenombre, una sonrisa divertida se dibujó en mis labios y negué, había leído un libro fantasioso y debido a eso en un impulso escogí tal nombre, solté el aire por la boca lentamente y miré mi reloj de muñeca, estaba cansado, había decidido mejor retirarme.
Caminé hacia la salida con paso firme y apartando cuidadosamente a algunas personas escuché un sobrenombre “llama azul” ni siquiera volteé para saber a quién pertenecía el sobrenombre pero en ese momento escuché mi sobrenombre, me detuve en seco con el ceño fruncido sin dirigir mi vista al escenario, cada musculo de mi cuerpo se tensó en el acto y tragué – Maldita sea - susurré para mí mismo y me golpeé con la palma la frente suavemente volteé mirando entre los cuellos de algunos presentes quien había sido la dueña de la voz que me llamaba y noté a la que había sido mi única distracción en toda la noche, rápidamente pensé y recordé las palabras de la mujer acerca de un juego de parejas, sonreí un poco con la mirada maliciosa, era mi momento de tomar ventaja del asunto, empecé a abrirme paso entre las personas sin dejar de mirar a la tarima a la chica, subí los escalones con expresión caballerosa e hice una reverencia con mi cabeza – Llama azul - susurré y le extendí mi brazo para luego bajarla del escenario sosteniendo su mano con recelo y mirándole de reojo volví mi atención a la mujer que seguía dándonos clases acerca de cómo ser un caballero, negué con expresión divertida – Creo que nuestro momento ha llegado - susurré y le miré – La noche es joven y hay varias cosas que quisiera saber de ti, llama azul - susurré su sobrenombre con cierta malicia, el momento de las respuestas había llegado y yo no estaba dispuesto volver a dejarla escapar.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Había llegado el momento de ser uno
En la mirada de dos.
Anónimo. —
En la mirada de dos.
Anónimo. —
Inexplicablemente hacía ya mucho tiempo no me sentía así. Cuando mis ojos le encontraban, era como si aquel fuera el sol y yo me quedara cegada por su luz. Me sentía como una polilla que en la oscuridad volaba demasiado cerca de la luz. Y la luz eran sus ojos, su intensa mirada que me atraía de una forma irrevocable, difícilmente imposible de resistir. Tampoco es que quisiera, desde pequeña no me sentía así y era tan fácil dejarme llevar por aquel cosquilleo en mi piel cuando él se encontraba cerca, que todo lo demás dejaba de existir hasta que solo él se adueñaba de todos mis pensamientos. Él, un desconocido. ¿Quién era? ¿Por qué me hacía sentir así? Mis labios quizás no susurraron las palabras, sin embargo en mis ojos, estaba segura de que podía reflejarse el desconcierto en cuanto mi piel se erizaba a su tacto y mi mirada no se alejaba de la suya. Suspiré y me relamí los labios inconscientemente en un movimiento sugerente sintiendo su mirada en mis labios. Lo tenía tan cerca que podía sentir su aliento sobre el mío y mis mejillas ardiendo del sonrojo que su cercanía me provocaba. — No os lo puedo decir... —Le susurré de vuelta negando ante su pregunta de que me descubriera. Si lo hacía… ¿qué sentido tendría que aquel evento fuera una fiesta de disfraces? El juego estaba en el anonimato, en la magia de que cada uno podíamos ser quien quisiéramos escondidos bajo los antifaces. Alcé el rostro hacia él y me quedé tan cerca de sus labios que sentí mi corazón temblar bajo mi pecho. Su perfume, el aroma de su piel… ¡Oh! Era exquisito y me hacía recordar a mi niñez, ya tan lejana de ese día. ¿Por qué? Fruncí el ceño y de vuelta me volví a preguntar quien se escondía bajo aquella mascara que solo dejaba entrever sus labios y sus ojos. Y tenía tan cerca sus labios, su respiración que me contuve a gruñir cuando una voz atrajo nuestra atención y el momento se rompió. Enseguida da un paso atrás y me volví hacia la tarima, demasiado consciente de lo cerca que había estado de besar sus labios.
Me molesté cuando se me llevaron, sin embargo al llegar a la cola junto a las demás damas yo solo pude concentrarme en buscarlo entre la multitud, dejándolo de ver, perdiéndolo de vista. Suspiré y me centré en aquel extraño juego en el que había participado e iba a hacerlo con el sobrenombre de llama azul. Así mi hermano solía decirme cuando de pequeña era solo una niña blanca y de unos absorbentes ojos azules eléctricos, que aprecian arrastrar todo cuanto veían a su mar. En cierta forma llamarme de ese modo, me hacía sentirme cercana a mi hermano desaparecido y aliviaba así, mi pesar.
Cuando me llamaron subí sin prisa, casi obligada. No me gustaba salir a bailar con desconocidos, y no empero luego de las parejas que había tenido en los bailes anteriores, que si bien no sabían bailar, tampoco sabían cómo hablar a una dama o atraer mi atención, solo mi repulsión, la que claramente como toda señorita guardé para mis adentros. Menos en el caso de aquel joven, del que si bien me había fijado en su forma de bailar con otras damas, había apreciado que realmente con el único que valía la pena bailar, era con él. Y que por culpa de mis momentos en que le había rehuido, no había podido presentarme a un baile de su mano.
Me paré un instante subiendo las escaleras, al pensar de nuevo en el roce de su piel con la mía y sonreí sin saber, por ello volví a buscarle con la mirada y al leer aquel sobrenombre “Dragón azul” pensé en él. En la fuerza de su mirada y en su oscura e enigmática presencia. Al no ver a nadie viniendo hacia la tarima a por mí, volví a llamarle y entonces sí, le divisé. Solo un joven se acercaba hacia la tarima con la mirada fija en mí, mientras los demás le daban paso. — Eres tú… — Susurré más para mí, en un movimiento silencioso de labios que para los demás. Mordí mi sonrisa al verlo llegar hacia mí y correspondiendo a su reverencia, prendida de su mirada dí un paso hacia él. Tomé el brazo que me ofreció y con lentitud bajamos del escenario, encontrándome que de alguna forma en lo que bajábamos una de mis manos había terminado sostenida y acariciada por los dedos masculinos, que volvieron a jugar con mi piel. Mis dedos acariciaron su mano también, devolviéndole el gesto y con una dulce sonrisa tras caminar un poco más allá, lejos del escenario y los demás, quedando sin apenas darnos cuenta en medio la pista de baile reí suave dejando el juego, para centrarme en mi acompañante. — No existen las coincidencias, por lo que deberé de daros un punto a favor en que el destino lo rige cada uno. Quisimos encontrarnos y así lo hicimos. — dije acordándome de lo que antes habíamos hablado, apenas dos palabras, pero suficientes para hacerme sentir atraída como nunca hacia su voz. Reí de nuevo suavemente y esta vez le miré, ladeando ligeramente la cabeza, mordiéndome con cierta coquetería el labio inferior. — Esta noche soy toda vuestra, Dragón negro. — Afirmé sintiendo como si en mis palabras, anduviera ofreciendo mucho más que mi compañía en la noche y me ofreciera a sus brazos, a su presencia. — No os olvidéis por eso de que estamos en una fiesta de disfraces.— Añadí — El motivo principal es estar de incognito, por lo que no os podré decir mi nombre hasta que realmente, yo lo decida así… como tampoco os pediré el vuestro. — Coincidí oyendo las primeras notas de la orquestra que estaba empezando a tocar nuevamente para los invitados. Ahora si todos con sus parejas. Un vals empezó a sonar y sonreí, al final podría bailar con él. — Y mientras pensáis que deseáis saber de mí, seríais tan amable de aceptarme un baile? Sería un pecado horrible tener pareja y no aprovecharla para danzar.— Le pregunté tomando su mano y jalándolo un poco hacia mí, lo suficiente para que su cuerpo pareciera erguirse, proteger el mío de los demás. Alcé la mirada y sonreí — Quizás no sea tan buena bailarina como lo sois. — Le avisé, acordándome de que quien me había enseñado a bailar había sido precisamente mi amigo y molesto niño de la infancia, aquel amor que jamás había olvidado y el que sentía haber perdido. Todo y que ahora al ver al joven ante mí, parecía que un nuevo horizonte se presentaba y eso me alegraba. Quizás a fin de cuentas conmigo no estuviera todo perdido. Su mano tomó la mía y colocándome contra su piel, agarrándome suavemente pero con mano firme la cintura, empezó a seguir con los pies la música y yo le seguí, encontrándome que con él parecía que mis pasos fluyeran en sintonía con sus pies. Sonreí y mirándole de frente permanecí, hasta que el vals se volvió más lento y nuestros cuerpos se acercaron mucho más el uno al otro en excelente complicidad. — Lo hacéis parecer fácil… sois un excelente bailarín. —Le alabé. Suspiré y me mordí el labio sintiendo a nuestro alrededor como se llenaba de parejas y por suerte no eran muchas las que nos tocaban.— Podéis preguntarme cuando deseéis, Dragón negro que con gusto os responderé. La noche es joven y tendremos mucho tiempo por delante como para desaprovechar esta cercanía solo para bailar, no creéis? — Si mis palabras iban cargadas del fuego interior de mi ser, no lo sé, solo sabía que anhelaba oír su voz cosquilleando mi piel y que aún necesitaba más de su cercanía. Me atraía y ya no podía huir, ni lo deseaba. El baile, la noche acababa de empezar y yo no quería que terminase.
Alenna Donovan- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Una ilusión eterna, o por lo menos que renace a menudo en el alma humana, está muy cerca de ser una realidad.
La noche da sorpresas, algunas agradables, otras desagradables, definitivamente esta no se parecía ni una milésima a la segunda, ella seguía invadiendo mis ojos, me gustaba demasiado, me atraía de una forma exquisita y tentadora ¿Desde cuándo había empezado a perder el control cuando se trataba de cortejo? El color que poseía en sus orbes me dejaba anonadado, desarmado, sin palabras que pudiese expresar lo que me atraía de aquella dama, tragué un poco viéndola y alcé la barbilla para no aparentar ser un tonto que estaba siendo deslumbrado por la belleza de una joven –Hmmm…- sonreí un poco -¿Quisimos? - alcé la ceja sin dejar de verle a su mar azulado y negué recordando cómo había pensado en irme, después de todo parecía que el destino si tenía algo preparado para ambos esa noche, mi decisión no estaba involucrada en aquello –Me gusta esa seguridad, realmente es fascinante- susurré un tanto divertido apretando mi mano sobre la de ella y jalándola más cerca de mí –Lo peculiar de la situación es que pareces que has estado huyendo de mí antes de este momento- fruncí ligeramente el ceño –No creo ser tan intimidante o…- miré sus labios inclinándome un poco para acercar mi rostro al de ella -¿Acaso te pareció acosadora mi presencia? - susurré agitando su mirada –Si es así, me disculpo- le solté de la mano e hice una reverencia de disculpa tratando de reprimir una sonrisa porque estas partes de mi vida eran la que sacaban a un Isaac Renaldi demasiado cínico para el gusto del que dominaba la mayoría del tiempo –Creo que eso es conveniente, Llama Azul- le tomé de la muñeca acercándola de nueva cuenta a mi cuerpo –Porque la pareja está ya establecida, no me gustaría que alguien se llevase la mía, no soy un hombre que comparte, soy egoísta, demasiado- mi voz firme, hablaba con demasiada seriedad, pero la verdad no conlleva risas ni juegos, no tiene intermedios, es o no es –No te preocupes- susurré cerrando los ojos momentáneamente –No quiero que me develes quien eres todavía- alcé los ojos viendo a la tarima quienes subían y bajaban –Eso le quitaría emoción al asunto y como tú dices es el objetivo de la fiesta, pasar como desconocidos- entrecerré los ojos –Hmmm… quizás detrás de esa mascara haya alguien a quien conozca y todavía no me he percatado de lo deslumbrante que es- apreté el agarre en su muñeca viendo de reojo a unos atrevidos que tenían los ojos puestos sobre mi pareja, odiaba a los fisgones que no sabían diferenciar entre el respeto y la admiración, tensé la mandíbula –Ven- susurré y jalé de su muñeca caminando con ella más cerca de la pista de baile, las notas empezaban a engalanar el ambiente y mi cabeza daba gritos que la llevase a la pista para que sus pies se movieron a mi compas, su cuerpo se dejara seducir por los movimientos y el roce de mis dedos, siempre había sido excelente en lo que fuese y el baile no salía sobrando.
Cuando me decidí a preguntarle si me concedía una pieza su voz me interrumpió a lo que fruncí el ceño de inmediato, me disgustaba que se haya adelantado, el caballero era yo, por ende tenía que tener la iniciativa, la tenía pero ella era más rápida, mi cuerpo cedió cuando me jaló sin siquiera darle una respuesta, que estaba claro sería positiva en todo momento, una vez en la pista de baile mi mano se deslizó desde sus dedos hasta su codo y levanté el brazo, deslizando la yema de mis dedos por su tibia piel y llegando a su fina mano dándole un abrazo para que no se soltase, mi otra mano bajo desde sus omoplatos hasta llegar a su cintura y hacer un agarre firme acercándola a mi cuerpo, en todo momento miré sus ojos con mis facciones suavizadas, ocultando una sonrisa de autosatisfacción, dando un paso hacia adelante nuestros cuerpos se empezaron a mover de un lado para otro, guiándola en todo momento por donde yo quería, con la barbilla alzada y la espalda derecha sonreí de lado –No me parece que te estés haciendo justicia- le di un giro lento acercándola de nuevo a mí cuando la tuve de frente –Me parece estar bailando con alguien que lleva bastante tiempo en esto- nuestros rostros estaban cerca y nuestras respiraciones se mezclaban la una con la otra –Gracias- susurré deslizando mi mano un poco por la curvatura de su cintura hasta llegar unos centímetros más arriba en su espalda incliné mi cabeza lo suficiente para susurrarle –Pero creo que es el entusiasmo y delicadeza de mi pareja lo que me ha hecho parecer un excelente actor del campo- mis labios acariciaron sus cabello y le miré de reojo apretando su mano contra la mía –Claro que deseo preguntarte- alcé la ceja –La cuestión es que me has dejado sin palabras- le volví a dar una vuelta entrecruzando mis manos con las de ella encima de su abdomen, de espaldas a ella –Una que se me ocurre es…- susurré en su oído con suma delicadeza y le volví a girar tomándole de la cintura acercándola a mi cuerpo -¿Por qué ese sobrenombre? - fruncí ligeramente el ceño y prácticamente habíamos recorrido la pista de manera circular, algunos presentes se nos quedaban viendo, gruñí por lo bajo fulminando con la mirada a algunos ineptos que tenían los ojos puestos en las faldas de ella, de mi compañera, de mi bailarina, de mi llama azul, la música se hacía más lenta y parecía que la pieza llegaba a su final, le di dos giros algo rápidos y acerqué de nuevo inclinándola hacia atrás sosteniendo con una mano su espalda mientras la otra se posaba encima de su abdomen le miré a los ojos, deslizando luego mi vista por cuello y llegando a su escote sonreí de lado y llegué hasta su pulsera –Llama azul- susurré y volví mis ojos a los de ella inclinándome un poco a su rostro por la atracción que sentía, queriendo juntas mis labios con los de ella en un beso que me dejara sin aliento, en donde pudiera recorrer ese par de pétalos que engalanaban su boca, queriendo sentir su sabor embriagarme los sentidos pero algo me detuvo, los aplausos se hicieron notar, la volví a erguir e hice una reverencia de agradecimiento y aplaudí dándole el agradecimiento por haberme hecho disfrutar del baile, me incliné cerca de ella para susurrarle al oído –Creo que no soy el único que noto que eres una excelente bailarina- alcé la ceja manteniendo una cercanía con su rostro –Me parece que ahora si podemos proseguir con las preguntes- susurré aún cerca y metí un mechón de su cabello detrás de su oreja, era hora de seguir con el siguiente movimiento.
Extendiéndole mi brazo empezamos a caminar por el interior del salón –Bien Llama Azul, dime- le miré de reojo -¿Eres de París? - en eso pasó un mesero con una bandeja y copas de champagne, nos ofreció y tomé una dando un pequeño sorbo humecté mis labios -¿Estudiaste aquí? - murmuré sin dejar de verle –Tus ojos…- fruncí el ceño –Me parecen conocidos- entrecerré los ojos y tragué dando unos pasos haciendo que retrocediese, miré una pared detrás de ella y seguí con mi camino para que chocase contra ella y poderla tener de una forma más cercana -¿Crees que nos hayamos visto antes de esta noche? - susurré y puse una mano en la pared encerrándola en una fortaleza hecha con mi cuerpo –Porque yo soy muy bueno con las caras y este tipo de sensación de que te conozco no puede ser una equivocación- deslicé mi mano hasta su mejilla tomando una parte de su cabello y acariciándole la mejilla con el pulgar, entreabrí los labios acercándome lentamente a ella, cuando unas carcajadas se hicieron escuchar y de repente me di cuenta de la cercanía que tenía y de lo mal educado que me estaba conllevando a ser toda aquella atracción, parpadeé agité la cabeza bajándola mirando ceñudo mis pies –Disculpa- murmuré mientras aclaraba mi garganta –No quise parecerte atrevido- me masajeé la nuca y alejé un poco –Seguramente tienes novio y con este tipo de actitud estoy pareciendo un inepto vulgar- murmuré apretando un puño, no quería imaginármela de la mano con otro tipo, con otro sujeto insulso, con alguien que no fuera… ¡No! Tranquilízate Isaac, agité la cabeza y mis facciones se endurecieron un poco -¿Quieres saber algo acerca de mí? - alcé la ceja y tomé otro sorbo de champagne –Dijiste que la noche es larga y creo que a ambos nos faltan muchas incógnitas que descubrir- susurré y me metí una mano al bolsillo queriendo que de esos labios rojos saliese algo que no tuviera que ver con compromiso.
André Maurois
La noche da sorpresas, algunas agradables, otras desagradables, definitivamente esta no se parecía ni una milésima a la segunda, ella seguía invadiendo mis ojos, me gustaba demasiado, me atraía de una forma exquisita y tentadora ¿Desde cuándo había empezado a perder el control cuando se trataba de cortejo? El color que poseía en sus orbes me dejaba anonadado, desarmado, sin palabras que pudiese expresar lo que me atraía de aquella dama, tragué un poco viéndola y alcé la barbilla para no aparentar ser un tonto que estaba siendo deslumbrado por la belleza de una joven –Hmmm…- sonreí un poco -¿Quisimos? - alcé la ceja sin dejar de verle a su mar azulado y negué recordando cómo había pensado en irme, después de todo parecía que el destino si tenía algo preparado para ambos esa noche, mi decisión no estaba involucrada en aquello –Me gusta esa seguridad, realmente es fascinante- susurré un tanto divertido apretando mi mano sobre la de ella y jalándola más cerca de mí –Lo peculiar de la situación es que pareces que has estado huyendo de mí antes de este momento- fruncí ligeramente el ceño –No creo ser tan intimidante o…- miré sus labios inclinándome un poco para acercar mi rostro al de ella -¿Acaso te pareció acosadora mi presencia? - susurré agitando su mirada –Si es así, me disculpo- le solté de la mano e hice una reverencia de disculpa tratando de reprimir una sonrisa porque estas partes de mi vida eran la que sacaban a un Isaac Renaldi demasiado cínico para el gusto del que dominaba la mayoría del tiempo –Creo que eso es conveniente, Llama Azul- le tomé de la muñeca acercándola de nueva cuenta a mi cuerpo –Porque la pareja está ya establecida, no me gustaría que alguien se llevase la mía, no soy un hombre que comparte, soy egoísta, demasiado- mi voz firme, hablaba con demasiada seriedad, pero la verdad no conlleva risas ni juegos, no tiene intermedios, es o no es –No te preocupes- susurré cerrando los ojos momentáneamente –No quiero que me develes quien eres todavía- alcé los ojos viendo a la tarima quienes subían y bajaban –Eso le quitaría emoción al asunto y como tú dices es el objetivo de la fiesta, pasar como desconocidos- entrecerré los ojos –Hmmm… quizás detrás de esa mascara haya alguien a quien conozca y todavía no me he percatado de lo deslumbrante que es- apreté el agarre en su muñeca viendo de reojo a unos atrevidos que tenían los ojos puestos sobre mi pareja, odiaba a los fisgones que no sabían diferenciar entre el respeto y la admiración, tensé la mandíbula –Ven- susurré y jalé de su muñeca caminando con ella más cerca de la pista de baile, las notas empezaban a engalanar el ambiente y mi cabeza daba gritos que la llevase a la pista para que sus pies se movieron a mi compas, su cuerpo se dejara seducir por los movimientos y el roce de mis dedos, siempre había sido excelente en lo que fuese y el baile no salía sobrando.
Cuando me decidí a preguntarle si me concedía una pieza su voz me interrumpió a lo que fruncí el ceño de inmediato, me disgustaba que se haya adelantado, el caballero era yo, por ende tenía que tener la iniciativa, la tenía pero ella era más rápida, mi cuerpo cedió cuando me jaló sin siquiera darle una respuesta, que estaba claro sería positiva en todo momento, una vez en la pista de baile mi mano se deslizó desde sus dedos hasta su codo y levanté el brazo, deslizando la yema de mis dedos por su tibia piel y llegando a su fina mano dándole un abrazo para que no se soltase, mi otra mano bajo desde sus omoplatos hasta llegar a su cintura y hacer un agarre firme acercándola a mi cuerpo, en todo momento miré sus ojos con mis facciones suavizadas, ocultando una sonrisa de autosatisfacción, dando un paso hacia adelante nuestros cuerpos se empezaron a mover de un lado para otro, guiándola en todo momento por donde yo quería, con la barbilla alzada y la espalda derecha sonreí de lado –No me parece que te estés haciendo justicia- le di un giro lento acercándola de nuevo a mí cuando la tuve de frente –Me parece estar bailando con alguien que lleva bastante tiempo en esto- nuestros rostros estaban cerca y nuestras respiraciones se mezclaban la una con la otra –Gracias- susurré deslizando mi mano un poco por la curvatura de su cintura hasta llegar unos centímetros más arriba en su espalda incliné mi cabeza lo suficiente para susurrarle –Pero creo que es el entusiasmo y delicadeza de mi pareja lo que me ha hecho parecer un excelente actor del campo- mis labios acariciaron sus cabello y le miré de reojo apretando su mano contra la mía –Claro que deseo preguntarte- alcé la ceja –La cuestión es que me has dejado sin palabras- le volví a dar una vuelta entrecruzando mis manos con las de ella encima de su abdomen, de espaldas a ella –Una que se me ocurre es…- susurré en su oído con suma delicadeza y le volví a girar tomándole de la cintura acercándola a mi cuerpo -¿Por qué ese sobrenombre? - fruncí ligeramente el ceño y prácticamente habíamos recorrido la pista de manera circular, algunos presentes se nos quedaban viendo, gruñí por lo bajo fulminando con la mirada a algunos ineptos que tenían los ojos puestos en las faldas de ella, de mi compañera, de mi bailarina, de mi llama azul, la música se hacía más lenta y parecía que la pieza llegaba a su final, le di dos giros algo rápidos y acerqué de nuevo inclinándola hacia atrás sosteniendo con una mano su espalda mientras la otra se posaba encima de su abdomen le miré a los ojos, deslizando luego mi vista por cuello y llegando a su escote sonreí de lado y llegué hasta su pulsera –Llama azul- susurré y volví mis ojos a los de ella inclinándome un poco a su rostro por la atracción que sentía, queriendo juntas mis labios con los de ella en un beso que me dejara sin aliento, en donde pudiera recorrer ese par de pétalos que engalanaban su boca, queriendo sentir su sabor embriagarme los sentidos pero algo me detuvo, los aplausos se hicieron notar, la volví a erguir e hice una reverencia de agradecimiento y aplaudí dándole el agradecimiento por haberme hecho disfrutar del baile, me incliné cerca de ella para susurrarle al oído –Creo que no soy el único que noto que eres una excelente bailarina- alcé la ceja manteniendo una cercanía con su rostro –Me parece que ahora si podemos proseguir con las preguntes- susurré aún cerca y metí un mechón de su cabello detrás de su oreja, era hora de seguir con el siguiente movimiento.
Extendiéndole mi brazo empezamos a caminar por el interior del salón –Bien Llama Azul, dime- le miré de reojo -¿Eres de París? - en eso pasó un mesero con una bandeja y copas de champagne, nos ofreció y tomé una dando un pequeño sorbo humecté mis labios -¿Estudiaste aquí? - murmuré sin dejar de verle –Tus ojos…- fruncí el ceño –Me parecen conocidos- entrecerré los ojos y tragué dando unos pasos haciendo que retrocediese, miré una pared detrás de ella y seguí con mi camino para que chocase contra ella y poderla tener de una forma más cercana -¿Crees que nos hayamos visto antes de esta noche? - susurré y puse una mano en la pared encerrándola en una fortaleza hecha con mi cuerpo –Porque yo soy muy bueno con las caras y este tipo de sensación de que te conozco no puede ser una equivocación- deslicé mi mano hasta su mejilla tomando una parte de su cabello y acariciándole la mejilla con el pulgar, entreabrí los labios acercándome lentamente a ella, cuando unas carcajadas se hicieron escuchar y de repente me di cuenta de la cercanía que tenía y de lo mal educado que me estaba conllevando a ser toda aquella atracción, parpadeé agité la cabeza bajándola mirando ceñudo mis pies –Disculpa- murmuré mientras aclaraba mi garganta –No quise parecerte atrevido- me masajeé la nuca y alejé un poco –Seguramente tienes novio y con este tipo de actitud estoy pareciendo un inepto vulgar- murmuré apretando un puño, no quería imaginármela de la mano con otro tipo, con otro sujeto insulso, con alguien que no fuera… ¡No! Tranquilízate Isaac, agité la cabeza y mis facciones se endurecieron un poco -¿Quieres saber algo acerca de mí? - alcé la ceja y tomé otro sorbo de champagne –Dijiste que la noche es larga y creo que a ambos nos faltan muchas incógnitas que descubrir- susurré y me metí una mano al bolsillo queriendo que de esos labios rojos saliese algo que no tuviera que ver con compromiso.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Escucha tu cuerpo y te dirá lo que necesitas saber…
A quién y a donde pertenecer.
Anónimo. —
A quién y a donde pertenecer.
Anónimo. —
No encontraba palabras para describirlo. Su mirada resultaba magnética, su mano sobre la mía me calmaba, hasta el punto de desear ronronearle como una gatita domestica al amparo de su dueño. Sus labios avivaban el fuego a nuestro alrededor. Su cuerpo lo sentía protector y amenazador, como su sola presencia. ¿Resistir? ¿Huir? Él era tan diferente de lo que antes había sentido que se clavaba en mí como una estaca en el corazón. Lo sentía tan cerca de mí que mi ser enloquecía. Si solo pudiera verme el rostro tras aquella mascara que me ocultaba, habría descubierto el deseo de él en mis facciones, en la sombra de mis ojos. Se inclinaba hacia mí, entremezclando su aliento con el mío y mi loba interior saltaba a la expectativa, como una jovencita cachorra enamorada de su líder que esperaba retarle y obedecerle tras su dominio. Como una caperucita atrapada y seducida por el lobo que la cazaría en el oscuro bosque de sus fantasías. Esperaba ansiosa sus siguientes movimientos, consciente de cada gesto, de cada respiración… del olor de su piel, de la curva de sus labios y sonreí. ¿Acosadora su presencia? ¡Debería estar prohibido! Nadie podía tener su figura, su porte y aquella aura que me lanzaba a unirme a él, o por lo contrario a atemorizarme hasta solo vivir para huir de la vista de aquellos ojos que ahora tenía tan cerca, como los de un depredador. — No os rehuía, solo os observaba… parecéis llevaros muchas miradas y una debe de estar segura que no caerá en malas manos. — me relamí los labios y le miré de forma suave pero contundente. Hincando mi mar en sus intensas orbes. — Intimidante, acosador… encantador. Esta noche escogí a quien debía para pasar la velada, no os preocupéis.—Sonreí suave y negué ante su disculpa. Me gustaba que fuera así. A mi loba le volvía loca su presencia y no era de enloquecerse a menudo.
De nuevo jalada por él, parecía más una muñeca a su son, que la juguetona loba que deseaba salir a jugar a las escondidas. Me llevó a su lado, hacia su cuerpo. Mi muñeca encajaba perfectamente en su fuerte mano y le sonreí, tras aquella mascara que me hacía sentir más seguro. Más atrevida. — El egoísmo es parte de la naturaleza humana, Black dragón. — También lo era de los cambiantes, sin embargo no lo dije. ¿Qué pensaría de mí de saber que aquella mascara no era lo único que me ocultaba? — No sois el único egoísta… ni sereís el último. — dije acariciando su mano suavemente con mis dedos, haciendo mía esa piel. Aunque yo no fuera egoísta por costumbre, a su lado me podía volver de aquella forma y odiar profundamente las miradas carnales y deseosas que las féminas le dedicaban desde su espalda. No me gustaba que le vieran de su forma y una parte de mi quiso gruñir, soportando con maestría el instinto en tanto fui llevada a la pista y mi mente dejó de indagar, para centrarse exclusivamente en su acompañante. En su desvelo. — Quizás nos hayamos visto en otra vida, Monsieur... En otros tiempos. — Sonreí contestándole en tanto mis pasos se sincronizaban con los suyos para hacerse un lugar en la pista de baile. — De conoceros, estoy segura que no me resultaríais indiferente, os tendría grabado en mi memoria. Me cuesta pensar que pueda escaquearse del reconocimiento de las damas. Incluyéndome, por supuesto. — Agregué lo último viéndole de forma intensa antes de que su cuerpo me acobijara, sus brazos me sostuvieran y sus pies se movieran a la par de los míos en aquel salón. Sentía la perfección en cada paso. En cada movimiento nos seguíamos. No se trataba de seguir el uno o al otro, era de encontrar la compenetración de los cuerpos, de adelantarse dejándose llevar por la música y los cuerpos en sintonía. La sonrisa de él era inmutable en su rostro y la mía no fue menos. Con una sonrisa siempre en mis labios, no dejé de acoplarme en su mirada. No importaba que sintiera los demás observarnos. Todos desaparecían de mi mente, de mis sentidos, hasta solo quedar él. Únicamente él.
Ofreciéndole una risa suave, nada exagerado; lo contrario. Melódica y dulce, le escuché y exhalando aire, rocé con su aliento la barbilla del joven. Podía ser cierto que fuera buena bailando, de pequeña solía observar como mis padres bailaban creyéndose solos en el salón principal de la mansión Donovan y luego les imitaba en la soledad de mi habitación, soñando con tener algún día un baile como aquel, con un joven caballeroso. Generando las burlas de aquel pequeño vecino mío al que tanto había adorado de infante y con quien había compartido tanto, cuando espiándome me había encontrado danzando sola. —Verdaderamente insisto. Hace mucho no asistía a bailes de este calibre. No creo que mi inexperiencia sea alarde de cumplidos, cuando lo único que sucede es que creamos una perfecta pareja de baile. — Lo último lo dije de tal forma que transmití una seguridad que no muchas veces sentía. Sin embargo en aquel momento, con él, me sentía capaz de cualquier cosa. Sentí la caricia en mi espalda, el roce de sus labios en mi cabello. Entrecerré los ojos por unos segundos plácidamente dejándome llevar por él, siendo de nuevo volteada por la sala antes de ser nuevamente jalada a su lado, contra su cuerpo. — Mi padre de pequeña siempre decía que en algún lugar de mi interior corría el mismo fuego que mis hermanos. — Reí ante mis palabras acordándome de mi difunto padre sin dejar que la tristeza curvara mi tono o destrozara la velada. — Decía que solo hacía falta que alguien me descubriese y la despertara. Yo siempre negué y él adquirió la costumbre de llamarme llama azul. La llama que sería capaz de conquistar el océano con una mirada. — terminé de recitar en su oído antes de que la música empezara a anunciar el final de aquel primer baile en parejas y yo terminara inclinada, sintiendo los labios ajenos al poco de comerme y sus ojos cazándome, tras aquel apasionado y exquisito baile. Suspire contra sus labios, saboreándolos con la mente, imaginando como se sentiría. Deseaba que me besara, que borrara mi existencia en el cruel roce de su aliento. Y tal como un sueño, demasiado pronto despertamos, incorporándonos ante los aplausos de las demás parejas que se habían quedado viendo el espectáculo de nuestros pies. Con una sonrisa devolví el aplauso mirándole, agradeciéndole también su participación. —Resultamos ser una pareja exquisita… no me otorguéis todos los méritos. — susurré contra su oído, acariciando con mi aliento su piel asintiendo ante sus palabras. La noche recién empezaba y aún quedaba demasiado por saber. Como era de esperar, tomé su brazo y empezamos a alejarnos de la pista de baile que hasta unos minutos no volvería a ser llenada nuevamente. Sentía las miradas de demasiadas personas en nosotros, lo que me incomodó y me aferré aún más a él.
— Nací en París. Todo y que mi familia no es completamente francesa, yo me crie en estas preciosas tierras — Respondí a su pregunta en tanto tomaba también una copa y mojaba mis labios en el frio elixir de aquel delicioso y espumoso champagne que servían en la velada.— Fui instruida en mi hogar y aprendí el oficio de mi madre, a la que terminé ayudando en su pequeña empresa. — Sentí las burbujas del Champagne en mi paladar y sonreí, quizás viéndole demasiado intenso que volvió a centrarse en mí y de nuevo pareció que ambos olvidáramos todo lo que nos rodeaba. — ¿Mis ojos?... está seguro? — Mi voz tembló al encontrarme de espaldas contra una pared que detuvo mi cuerpo. Me encontré contra su cuerpo, cautiva de su mirada y mi corazón en mi pecho dio un vuelco. Le miré bien y yo también sentía aquella sensación de que lo conocía. Me resultaba familiar… ¿Podría ser? — Podríais conocerme quizás de pequeña, de vista quizás… Recién volví a mi ciudad tras muchos años en el extranjero. — ¿Me besaría? Le veía tan cerca que mis labios dolían, ardían por aquel contacto que lentamente se aproximaba hacia ellos. Su mano meció mi rostro, relajándome haciéndome que cerrase los ojos ante aquel estimulante contacto y entreabriendo los labios le esperé, ansié aquel beso que nuevamente tampoco llegó. Al ser consciente de su disculpa volví de mi ensoñación y sonreí nerviosa quitándole importancia, recuperando mi respiración. ¿Por qué no terminaba por besarme? Me pregunté mordiéndome el labio, relamiéndomelos luego. — No os preocupéis. — ¿Que no veis lo tanto que deseo que me beséis? Me moría de ganar por decirle, preguntarle aquello. Conteniéndome suspiré y viéndole alejarse como si hiciera algo indebido negué. — No… por favor, parad; os estáis haciendo una imagen equivocada de mí. — le dije con el ceño fruncido, imaginando cuales debían de ser sus pensamientos. —No estoy prometida, y menos aún en pareja. De estarlo… ¿Cual hombre sería capaz de dejar a su doncella ir a un baile en solitario? — Le pregunté en una sonrisa timida. A mi parecer un hombre casado jamás dejaba libre a su esposa hasta aquel punto, por lo que agradecía que no estuviera en pareja. Mi ser era demasiado libre para ser encarcelado, aunque siempre podía haber excepciones.
Escapando unos segundos de su mirada, vi como una pareja salía de uno de los extremos de la sala, de detrás de una cortina que pensé separaba el salón del jardín tras una puerta y sin dudar, me agarré a su brazo y señale con la cabeza el lugar. No hicieron falta palabras, el parecía entenderme o quizás solo se encontraba sumido en su propia mente y me dejaba hacer a mí en lo que del brazo nos dirigimos a aquel lugar, encontrando que tras las cortinas había un balcón. No era la puerta al jardín, sin embargo ya me estaba bien. El ambiente fresco de la noche, al instante me hizo bien y alejándome de su brazo fui hacia el cabecero del balcón donde me apoyé viendo a la lejanía. Los jardines permanecían alumbrados y tras unos instantes me volteé nuevamente hacia él. Tenía frente a mí una de las mejores vistas de la fiesta. — Creo que ahora es el turno de mis preguntas. — Musité en una sonrisa — ¿Sois de Paris también? ¿A que os dedicáis? — Sentía en esta segunda pregunta una intensa curiosidad a causa de aquella aura que me atraía y mortificaba. — Y aún más importante… ¿A quién escondéis tras esa mascara? — Terminé por preguntar sin darme cuenta de que mis pasos me habían llevado nuevamente hacia él, quedando a centímetros de su aliento, fijando mi mirada en la suya. Dejando atrás la salvación de la lejanía, para encadenarme a aquel joven que amenazaba con el fin de todo mi mundo, tal como yo lo conocía. — ¿Quién sois?
Alenna Donovan- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado.
Dicen que los caminos son inciertos pero para mí las casualidades son exactas, solo me había arrepentido de algo en mi vida y fue el irme fuera de Francia para enriquecer mis conocimientos, el no haber podido estar con mis papás para tratar de evitar que esas alimañas los asesinaran cruelmente, pero en todo lo demás jamás había querido cambiar mi destino y esta noche definitivamente era una de esas decisiones que recordaría para la vida, apoyándome de espaldas contra la pared miraba danzar a los demás, hace unos minutos atrás ellas había estado en mis brazos, se había dejado acariciar por mis dedos, había sido solo mía en esos momentos, mi intrigante llama azul, pero su delicada voz me sacó del trance, una sonrisa se había curvado en mis labios que de inmediato borré, no se me daba bien el sonreír por un mero recuerdo, solo me comportaba como un bastardo inmaduro con una persona pero esa niña se había perdido de mi vista desde hace tanto, sin embargo no de mi mente, le miré de reojo cuando finalmente la respuesta que consideraba más correcta y apropiada mi cerebro salió de esa boca en forma de corazón –Que bien- susurré con una satisfacción escondida y cerré los ojos volviendo a colocar mi cabeza derecha –Los compromisos para mí son innecesarios- bien, llámenme el soltero eterno, pero es que hasta el momento el matrimonio significaba encadenamiento para mí –No necesito de un papel, menos de un anillo para dejar en claro el amor que le tengo a una persona- sentencié con frialdad viéndole de reojo –Pero no me malinterpretes, esa es mi tan particular opinión, cada quien es libre de hacer lo que quiera con su vida- fue cuando saqué la mano de mi bolsillo que mis dedos rozaron los de ella y les miré ceñudo tomando aquella fina y delicada extremidad entre la mía admirando cada uno de sus rasgos de manera atenta –Tus manos…- susurré y acaricié sus nudillos con mi pulgar sin dejar de verlos, otra vez el maldito recuerdo –Son bastante finas- murmuré y me la llevé a los labios dándole un beso –Pero no me hagas caso, yo me deslumbró por cualquier cosa- estaba siendo demasiado curioso y eso no me gustaba mucho menos cuando apenas conocía a la persona –Pues tampoco se debería tener encadenadas a las mujeres ¿no? - alcé la ceja –Por mi parte creo que soy de esos hombres, no soy posesivo y mucho menos me gusta que me asfixien- suspiré y apreté los labios cuando ya mi copa de champagne estaba terminada aproveché que un mesero pasó y se la entregué, pero su tacto me alertó y como buen peón sucumbí a su reina.
Dejándome arrastrar hasta donde me señalaba miré sus delicados zapatos en todo momento y el aire me acarició con suavidad el rostro al develarse frente a mí una vista espectacular, todo aquello complementaba, podía sentarme ahí y admirar hipnotizado tal belleza, no solo del jardín sino la de ella, parecía que pertenecía ahí, que su sola ausencia le quitaba el encanto al lugar, aspiré el aroma de la noche y sonreí un poco, parecía una niña que buscaba encantarse con lo que la noche le presentase, negué sin dejar de sonreír y me acerqué dos pasos a ella, admirando su perfil que apuntaba hacia el horizonte –Es hermosa- susurré refiriéndome a ella –La vista- rápidamente añadí para no verme como un papanatas hablador, no era mi estilo.
Ella volvió a darme la cara y le miré desde mi distancia y altura, mirando sus labios moverse al compas de las palabras, sus ojos centellar bajo la oscuridad –De acuerdo- asentí a sus demandas -¿Qué quieres saber, llama azul? - alcé la ceja y me metí las manos a los bolsillos viéndola con algo de intensidad mientras el sonido de sus tacones avisaba lo poco a poco que acortaba la distancia entre nuestros cuerpos –Si soy de aquí de París- susurré sonriendo de lado por su osadía de estar tan cerca de mí –Uhmm…- le quité un pequeño brillo que tenía en la mejilla con el pulgar –Trabajo en la industria textil, nada para sorprenderse- me encogí de hombros restándole importancia, porque así era, no me trataba de ningún dictador o narcisista que trataba de pisar al que se me interpusiera en el camino, aunque claro el que osaba con sobrepasar mis limites sería como insecto aplastado –Es un negocio familiar, mis papás…- apreté los labios y desenfoqué la mirada apagando la rabia que me daba el recordar eso –ellos me lo dejaron de herencia- murmuré con la mandíbula tensa –Es la típica historia en la que los padres mueren y el hijo debe crecer y comportarse como el adulto que es- musité divertido y me fundí con sus orbes azules –Pero es algo de lo que no me gusta hablar- aclaré y metí un mechón de cabello detrás de su oreja –Este aire a veces es inoportuno- susurré con una sonrisa porque su cabello se salía de su control en varias ocasiones, en cualquier condición y aún bajo esa mascara se miraba hermosa, como recién flor saliendo de su capullo -¿Quién soy? - alcé ambas cejas –No trates de adelantar los hechos llama azul- me incliné cerca de su rostro –Debemos esperar a que se nos dé la orden de quitarnos estas molestias- torcí los labios con fastidio –Las cosas buenas tardan en llegar- sonreí y negué por tan mal chiste.
Aspirando sutilmente nuestra cercanía sentí su olor embriagante –Sabes…- tragué pesado –Hueles…- arrugué la frente impotente –tu perfume es muy familiar- susurré y cerré los ojos dejando salir el aire por mi boca –Me recuerdas el olor de alguien- mi mano tomó su fina cintura acercándola a mí, estaba actuando sin pensar, siendo un maldito impulsivo que esperaba no lamentar después –Me traes recuerdos- murmuré y choqué mi frente con la de ella –A una persona en especial- tragué y apreté mis dedos en su cintura –No lo entiendo, no te conozco- murmuré y acuné su cuello con mi mano libre –No te separes, necesito saber algo- fruncí el ceño y abrí los ojos viéndole completamente –Alenna- susurré imaginándomela a ella detrás de ese antifaz, me odiaba, la había extrañado siempre y ahora estaba usando a esta chica que me atraía de una forma que no lo había hecho desde ella para recordarla, sentirla viva entre mis brazos, mis labios se acercaron a los suyos y jadeé a centímetros de su piel, acariciando su cintura besé su nariz y bajé en una cadena de pequeños besos a través de su mejilla a la comisura de sus labios, dejando su sabor en mis labios y fue cuando llegué al punto infinito de no retorno, mi boca se mezcló en una sola con la de ella, mis labios atraparon los suyos en un contacto lento y pausado que me hacía querer más, la tomé de la nuca atrayéndola más a mi cuerpo sin romper tan sublime momento, mi torso chocaba contra el de ella, mi calor se aumentaba junto a su hoguera y ese sabor realmente afianzaba toda la confusión que se entretejía en mi mente, definitivamente mi cabeza creía que era Alenna pero mi raciocinio lo consideraba imposible y el segundo era el amo y señor en mi vida, rozando mis labios con los de ella mantuve la cercanía y tragué -¿Quién eres? - susurré en sus labios –No puedes ser ella- jadeé y negué apretando más los ojos –Es imposible. Está muerta- gruñí y la solté llevándome las manos a la cabeza sosteniéndomela como si estuviera volviéndome loco. Caminé hacia el balcón y miré con impotencia al cielo ¿Realmente estaba loco? –Esto no debió pasar- la miré de reojo con la seriedad que mostraba frente a los demás –No te traje aquí para seducirte y mucho menos debimos haber dejado llevarnos por el impulso- murmuré pesado –Es mejor que regresemos adentro- me arreglé la pajarita del traje y me di vuelta hacia ella tomándola de la mano con cuidado –No quiero mal interpretes esto- fruncí el ceño y seguí mi curso con seguridad, cuando ya estaba dentro una campanita empezó a hacerse sonar en el salón –¡Su atención por favor!- era la misma voz de la chica que nos había dado el aviso del juego que se llevaría a cabo –Parece que ha llegado la hora- la miré de reojo y seguí escuchando a la mujer –Espero caballeros hayan tratado con delicadeza a las flores que les he dejado al cuidado- sonreí de lado, me causaba gracia el hablar de la mujer –Pero ha llegado la hora de aclarar incógnitas, finalmente sabremos quienes están detrás de esas mascaras- volteé hacia ella –Finalmente llama azul- suspiré –Así que por favor quítense esas mascaras y acabemos con el misterio. Claro las damas primero- la gente murmuraba y sonreía –Hazme el honor entonces- me pasé dos dedos por los labios y esperé ver quien se escondía detrás de ese antifaz, ansioso en todo momento de saber su identidad cuando finalmente pude notar quien era y la confusión junto con algo de molestia inundaron mi alma y mi rostro, desapareciendo el entusiasmo y la dureza abriéndose paso entre mis facciones ¡no podía ser cierto!.
William Shakespeare
Dicen que los caminos son inciertos pero para mí las casualidades son exactas, solo me había arrepentido de algo en mi vida y fue el irme fuera de Francia para enriquecer mis conocimientos, el no haber podido estar con mis papás para tratar de evitar que esas alimañas los asesinaran cruelmente, pero en todo lo demás jamás había querido cambiar mi destino y esta noche definitivamente era una de esas decisiones que recordaría para la vida, apoyándome de espaldas contra la pared miraba danzar a los demás, hace unos minutos atrás ellas había estado en mis brazos, se había dejado acariciar por mis dedos, había sido solo mía en esos momentos, mi intrigante llama azul, pero su delicada voz me sacó del trance, una sonrisa se había curvado en mis labios que de inmediato borré, no se me daba bien el sonreír por un mero recuerdo, solo me comportaba como un bastardo inmaduro con una persona pero esa niña se había perdido de mi vista desde hace tanto, sin embargo no de mi mente, le miré de reojo cuando finalmente la respuesta que consideraba más correcta y apropiada mi cerebro salió de esa boca en forma de corazón –Que bien- susurré con una satisfacción escondida y cerré los ojos volviendo a colocar mi cabeza derecha –Los compromisos para mí son innecesarios- bien, llámenme el soltero eterno, pero es que hasta el momento el matrimonio significaba encadenamiento para mí –No necesito de un papel, menos de un anillo para dejar en claro el amor que le tengo a una persona- sentencié con frialdad viéndole de reojo –Pero no me malinterpretes, esa es mi tan particular opinión, cada quien es libre de hacer lo que quiera con su vida- fue cuando saqué la mano de mi bolsillo que mis dedos rozaron los de ella y les miré ceñudo tomando aquella fina y delicada extremidad entre la mía admirando cada uno de sus rasgos de manera atenta –Tus manos…- susurré y acaricié sus nudillos con mi pulgar sin dejar de verlos, otra vez el maldito recuerdo –Son bastante finas- murmuré y me la llevé a los labios dándole un beso –Pero no me hagas caso, yo me deslumbró por cualquier cosa- estaba siendo demasiado curioso y eso no me gustaba mucho menos cuando apenas conocía a la persona –Pues tampoco se debería tener encadenadas a las mujeres ¿no? - alcé la ceja –Por mi parte creo que soy de esos hombres, no soy posesivo y mucho menos me gusta que me asfixien- suspiré y apreté los labios cuando ya mi copa de champagne estaba terminada aproveché que un mesero pasó y se la entregué, pero su tacto me alertó y como buen peón sucumbí a su reina.
Dejándome arrastrar hasta donde me señalaba miré sus delicados zapatos en todo momento y el aire me acarició con suavidad el rostro al develarse frente a mí una vista espectacular, todo aquello complementaba, podía sentarme ahí y admirar hipnotizado tal belleza, no solo del jardín sino la de ella, parecía que pertenecía ahí, que su sola ausencia le quitaba el encanto al lugar, aspiré el aroma de la noche y sonreí un poco, parecía una niña que buscaba encantarse con lo que la noche le presentase, negué sin dejar de sonreír y me acerqué dos pasos a ella, admirando su perfil que apuntaba hacia el horizonte –Es hermosa- susurré refiriéndome a ella –La vista- rápidamente añadí para no verme como un papanatas hablador, no era mi estilo.
Ella volvió a darme la cara y le miré desde mi distancia y altura, mirando sus labios moverse al compas de las palabras, sus ojos centellar bajo la oscuridad –De acuerdo- asentí a sus demandas -¿Qué quieres saber, llama azul? - alcé la ceja y me metí las manos a los bolsillos viéndola con algo de intensidad mientras el sonido de sus tacones avisaba lo poco a poco que acortaba la distancia entre nuestros cuerpos –Si soy de aquí de París- susurré sonriendo de lado por su osadía de estar tan cerca de mí –Uhmm…- le quité un pequeño brillo que tenía en la mejilla con el pulgar –Trabajo en la industria textil, nada para sorprenderse- me encogí de hombros restándole importancia, porque así era, no me trataba de ningún dictador o narcisista que trataba de pisar al que se me interpusiera en el camino, aunque claro el que osaba con sobrepasar mis limites sería como insecto aplastado –Es un negocio familiar, mis papás…- apreté los labios y desenfoqué la mirada apagando la rabia que me daba el recordar eso –ellos me lo dejaron de herencia- murmuré con la mandíbula tensa –Es la típica historia en la que los padres mueren y el hijo debe crecer y comportarse como el adulto que es- musité divertido y me fundí con sus orbes azules –Pero es algo de lo que no me gusta hablar- aclaré y metí un mechón de cabello detrás de su oreja –Este aire a veces es inoportuno- susurré con una sonrisa porque su cabello se salía de su control en varias ocasiones, en cualquier condición y aún bajo esa mascara se miraba hermosa, como recién flor saliendo de su capullo -¿Quién soy? - alcé ambas cejas –No trates de adelantar los hechos llama azul- me incliné cerca de su rostro –Debemos esperar a que se nos dé la orden de quitarnos estas molestias- torcí los labios con fastidio –Las cosas buenas tardan en llegar- sonreí y negué por tan mal chiste.
Aspirando sutilmente nuestra cercanía sentí su olor embriagante –Sabes…- tragué pesado –Hueles…- arrugué la frente impotente –tu perfume es muy familiar- susurré y cerré los ojos dejando salir el aire por mi boca –Me recuerdas el olor de alguien- mi mano tomó su fina cintura acercándola a mí, estaba actuando sin pensar, siendo un maldito impulsivo que esperaba no lamentar después –Me traes recuerdos- murmuré y choqué mi frente con la de ella –A una persona en especial- tragué y apreté mis dedos en su cintura –No lo entiendo, no te conozco- murmuré y acuné su cuello con mi mano libre –No te separes, necesito saber algo- fruncí el ceño y abrí los ojos viéndole completamente –Alenna- susurré imaginándomela a ella detrás de ese antifaz, me odiaba, la había extrañado siempre y ahora estaba usando a esta chica que me atraía de una forma que no lo había hecho desde ella para recordarla, sentirla viva entre mis brazos, mis labios se acercaron a los suyos y jadeé a centímetros de su piel, acariciando su cintura besé su nariz y bajé en una cadena de pequeños besos a través de su mejilla a la comisura de sus labios, dejando su sabor en mis labios y fue cuando llegué al punto infinito de no retorno, mi boca se mezcló en una sola con la de ella, mis labios atraparon los suyos en un contacto lento y pausado que me hacía querer más, la tomé de la nuca atrayéndola más a mi cuerpo sin romper tan sublime momento, mi torso chocaba contra el de ella, mi calor se aumentaba junto a su hoguera y ese sabor realmente afianzaba toda la confusión que se entretejía en mi mente, definitivamente mi cabeza creía que era Alenna pero mi raciocinio lo consideraba imposible y el segundo era el amo y señor en mi vida, rozando mis labios con los de ella mantuve la cercanía y tragué -¿Quién eres? - susurré en sus labios –No puedes ser ella- jadeé y negué apretando más los ojos –Es imposible. Está muerta- gruñí y la solté llevándome las manos a la cabeza sosteniéndomela como si estuviera volviéndome loco. Caminé hacia el balcón y miré con impotencia al cielo ¿Realmente estaba loco? –Esto no debió pasar- la miré de reojo con la seriedad que mostraba frente a los demás –No te traje aquí para seducirte y mucho menos debimos haber dejado llevarnos por el impulso- murmuré pesado –Es mejor que regresemos adentro- me arreglé la pajarita del traje y me di vuelta hacia ella tomándola de la mano con cuidado –No quiero mal interpretes esto- fruncí el ceño y seguí mi curso con seguridad, cuando ya estaba dentro una campanita empezó a hacerse sonar en el salón –¡Su atención por favor!- era la misma voz de la chica que nos había dado el aviso del juego que se llevaría a cabo –Parece que ha llegado la hora- la miré de reojo y seguí escuchando a la mujer –Espero caballeros hayan tratado con delicadeza a las flores que les he dejado al cuidado- sonreí de lado, me causaba gracia el hablar de la mujer –Pero ha llegado la hora de aclarar incógnitas, finalmente sabremos quienes están detrás de esas mascaras- volteé hacia ella –Finalmente llama azul- suspiré –Así que por favor quítense esas mascaras y acabemos con el misterio. Claro las damas primero- la gente murmuraba y sonreía –Hazme el honor entonces- me pasé dos dedos por los labios y esperé ver quien se escondía detrás de ese antifaz, ansioso en todo momento de saber su identidad cuando finalmente pude notar quien era y la confusión junto con algo de molestia inundaron mi alma y mi rostro, desapareciendo el entusiasmo y la dureza abriéndose paso entre mis facciones ¡no podía ser cierto!.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Su mirada me decía que me alejara de él
Y sin embargo, sus labios me decían todo lo contrario.
Anónimo. —
Y sin embargo, sus labios me decían todo lo contrario.
Anónimo. —
Era muy esclarecedor cuando ambas pieles de mi ser gimoteaban ansiosas y gruñían a la par entre alegres y molestas. No podía negar que en aquel joven había algo. Parecía tan familiar su aroma, el tono de su voz y creía tenerlo cuando de nuevo su intensa aura me aturdía y me dejaba sin pensamientos. Era un caos y yo estaba metida hasta en los cimientos del laberinto de su presencia. Me relamí los labios, mojándomelos sin dejar de verle, bebiendo de su porte, inhalando su aroma entre sonrisa y sonrisa. Me comportaba como una impaciente cachorrilla que solo quería que le hicieran caso y el tenerlo a distancia, me dolía. Las manos me quemaban por agarrarle y acercarle de nuevo contra mí y beber así de su aliento. —Los compromisos están hechos la mayor parte del tiempo por conveniencia de ambos interesados. Para la protección de la mujer y para el linaje del hombre. —mencioné viéndole a la par, gruñendo mi loba de siquiera imaginárselo comprometido con alguien —Me alegro que no estéis comprometido. —Confesé yéndose mi lengua demasiado de lo acostumbrado. Me mordí el labio siendo aquel preciado momento que nuestros dedos se rozaron y tomando una de mis manos entre la suya, suspiré. Se sentía tan bien mi piel contra la suya. Yo siempre estaría más cálida que los demás por mi naturaleza cambiante, aun así la de él parecía sentirse bien y coincidir por completo con la propia. Asentí sin dejar de observarle, alegrándome que el bálsamo que usaba cada noche en las manos sirviera para mantenerlas del mismo modo después de pasarme días enteros diseñando y cosiendo a mano los vestidos. Muchas veces era exhausta pero debía de hacerlo, era actualmente lo único que nos mantenía a flote y debía cuidarlo. —No os deslumbráis por cualquier cosa, porque entonces tendría que guerrear por vuestra atención entre las hermosas flores de esta fiesta y no veo que sea así. — solté en una sonrisa, sonrojándome al sentir su cálido y tierno beso en la mano. Me quedé unos instantes atontada, reproduciendo en mi mente el tacto de su labio contra mi piel, hasta que un mesero me sacó de aquel ensoñamiento y dejando también la copa de champan en la bandeja tras él, le tomé del brazo llevándolo a mi cercanía. — A las mujeres no nos gusta que nos encadenen. Nos gusta que nos cuiden, nos amen, protejan y consientan… y sobretodo, que bromeen con nosotras. —Reí al añadir aquello último y finalmente nos encaminamos al balcón libre, sin dejar de verle de reojo en ningún momento. Sinceramente no podía apartar la vista de él y tampoco es que quisiera.
Al llegar al balcón dejé que la vista me sorprendiera unos instantes hasta volverme a él y caminar lentamente en busca de un contacto, que aun siendo meros desconocidos quería como mío. Acaricié con mis dedos su prenda, ahogándome con la necesidad de acariciar su piel, tocarle… no solo su impoluta figura trajeada. Suspiré y viéndole me acerqué hasta rodearme de su aroma. Su voz parecía cautivante. Una mezcla oscura con un ligero toque de suavidad. De no ser porque sabía reconocer el aura de los míos, habría jurado encontrarme ante un fiero y fuerte dragón. Exhalé un suspiro y sonreí. — ¿Paris? — Pregunté volviéndome aquella sensación conocida, como si aquella información en el interior de mi alma ya la supiera. — Coincidencias entonces de que ambos seamos de Paris y nos dediquemos a la misma industria. —le miré fijamente buscando aquello que me le hiciera descubrirse delante de mí, sin encontrar más que un sonrojo de mi parte al aguantar tal hechizante y temible mirada. Mi piel se erizó ante su suave caricia en mi cabello y ahogando el instinto de buscar más caricias de mi mano, aunque fueran del cabello, le busqué la mirada hasta tener de vuelta su atención. —Siento lo de su familia… sé lo que es perder a un padre y de verdad no puedo imaginarme el perder también a mi madre. Siento mucho que hayas tenido que pasar por ello, pero no os entristezcáis por favor. — Alcé una mano hacia su mejilla y se la acaricie, quedando mi mano cálida en su piel intentando reconfortarle con mi contacto, como él que con solo un roce calmaba mi ser. — Hoy debería ser una noche para festejar el haber coincidido en esta fiesta black dragon. ¿No creéis?— Murmuré acercando mi cuerpo por inercia al suyo. Se sentía tan cálido el estar rodeado de él que sin pensarlo simplemente mi mente desaparecía, mi razón jugaba a la par y mi instinto reconocía que aquel lugar era para él, como si esta noche fuera todo a cambiar y verdaderamente hubiera encontrado lo que siempre había extrañado desde niña. En aquella cercanía no fui consciente de que mi cuerpo topó contra su pecho hasta que la voz de él me despertó del ensoñamiento y sentí mi pecho junto al pecho ajeno. Por un instante temí lo que fueran a decir la gente. A mi jamás llegó a importarme y aún menos en una fiesta donde luces para todos ocultándote bajo un antifaz, aun así temí por él ya que por lo que me había dejado entrever con sus palabras debía de llevar unas grandes empresas textiles y su reputación en altas esferas era alta. Sin embargo al sentir su aliento contra el mío, su frente chocar contra la mía, me venció, me desarmó y solo pude contener el beso que deseaba salir de mis labios, por él. — Quizás pudimos conocernos hace tiempo. El tiempo puede ser muy caprichoso y dar segundas oportunidades sin imaginar su alcance. —susurré contra sus labios viéndole a la par que sentía sus manos en mi cintura. Ladeé el rostro y suspiré a su caricia. ¿Cuánto hacia que no me acariciaban de aquel modo? El simple roce de sus dedos en la figura de mi cuello me hacía estremecerme de mil formas distintas. — ¿A quién os recuerdo?— Jadeé cerrando los ojos, abriéndolos a continuación sin creerme que sus labios nombraran mi nombre. Me quedé sin palabras y lo único en que pude pensar fue en Isaac. ¿Isaac eres tú? Se preguntaba una voz en mi cabeza cargada de melancolía. ¿Cuántas veces había soñado en volver a verle? ¿En volver a oír su risa, aunque fuera metiéndose conmigo de nuevo como cuando de niños? Una de mis manos fue a su mandíbula, le acaricié y suspiré. ¿Eres tú? De nuevo aquella voz invadiendo mi cabeza. Sentí mi corazón acelerado bajo mi pecho. Sus latidos llevándome más cerca de él. Mis brazos fueron a su nuca, me abracé a él y sonreí al sentir sus labios en mi nariz. Solo una persona en la faz de la tierra podía hacerme sentir de aquella forma y besar mi rostro como si siempre hubiese sido suyo. Mi Isaac.
En silencio susurré su nombre y con los ojos cerrados dejé que la sensación de sus labios recorriendo mi mejilla hasta la comisura de mis labios, me inundara de su aroma y de sus recuerdos, hasta encontrarme saboreando su sabor, haciéndolo mío en aquel anonimato, sin reproches ni heridas entre nosotros. Abriendo lentamente los ojos le sonreí dulcemente dejando los labios entreabiertos invitándole a acercarse y tras tantos años esperando por un segundo beso y tan ansiado de sus labios, me encontré memorizándome toda aquella efímera espera de sentir su aliento contra el mío y finalmente tomarlo, besarle. No hizo falta mucho para que mis labios siguieran el beso de su boca. Lento y suave, el roce de nuestros labios quemaban y mis ganas por afianzarme a él crecía hasta el punto de no retorno. Mis labios se amoldaron como si siempre hubiesen allí pertenecido, y para mí, siempre había sido así. Él era el único y así seguiría siéndolo hasta que las estrellas cayesen del cielo y el tiempo me consumase dolorosamente al paso de nuestras vidas. Su sabor y nuestro aroma unidos en aquel beso hicieron que perdiera la noción del tiempo, entregándome por completo a él. A aquel dragón que había venido para robarse mi corazón esa noche y que sin saberlo, él ya era propietario de tal riqueza. Nuestros labios se tentaron y antes de que estos pudieran terminar aquel baile lento, el beso cesó quedándonos unidos aún por el roce. Suspiré extasiada y rocé mis labios con los suyos terminando aquel bello instante. Soy yo Isaac… Le contesté en mi mente, horrorizándome al pensar que él pudiera de verdad considerarme muerta. ¡No! ¡Isaac sigo aquí! Jamás he muerto para ti… Los pensamientos en mi alma desgarraban y no encontraba el valor para decirle, para revelarle quien se escondía en la llama azul. No ahora cuando tenía su sabor latente en mis labios y en mis recuerdos. Seguía sabiendo igual de bien e incluso mejor que cuando de niños. Horrorizada aún porque pudiese pensar que estaba muerta, le dejé alejarse de mí sin poder aún controlar mi cuerpo, quien aún se encontraba en el mismo lugar en el que me había besado.
Me llevé una mano a mis labios y con los dedos me los acaricié. Temerosa de que el destino me hiciera olvidarme de su sabor de nuevo, me relamí los labios guardando aquel beso, como si fuera el primero y el último de mi vida. Una parte de mí no podía creer que me hubiera besado y otra parte se mostraba reacia a que de verdad mis instintos no fueran errados y fuera él. No obstante mi corazón lo sabía. Isaac seguía allí y me había encontrado. Lentamente me volví hacia él, hacia el balcón distinguiendo el dolor en sus facciones, agrietándome el corazón. ¿Tan fuerte había sido su dolor? Mi mano tembló por ir a socorrerle y acariciar de nuevo su rostro, buscando una de aquellas sonrisas genuinas que guardaba y así sin más, viéndole con seriedad helada en su mirada simplemente asentí a sus demandas, sabiendo que de poner voz a mis contestaciones se me quebraría, incapaz de ver aquel beso como un error entre nosotros. Dejé que me tomara de nuevo en su brazo y tras una sonrisa bajo la máscara que escondía mi rostro apenado de él, volvimos a la fiesta como si no hubiese pasado nada. ¿De verdad podría olvidarse con aquella facilidad del beso? Quizás solo fuera que de nuevo volvía a ser una ingenua y aquel beso solo había sido eso; un beso y nada más. Suspiré y reponiéndome enseguida centré mi atención en la chica del escenario que de nuevo nos llamaba y dibujando en mis labios una sonrisa, me pegué más a él en el momento en que las demás parejas empezaron a rodearnos. Todos deseaban ver qué ocurriría a continuación.
— Si, parece ser que llega la hora— Dije lo último con latente inquietud en mi voz y rostro, preguntándome como sería Isaac una vez me mostrara ante él y nos viéramos ambos de nuevos, tras tantos años. Por el dolor en sus facciones y el gruñido de antes, la rabia… presentía que sería un poco hostil, no como cuando de pequeños él me hacía rabiar y yo le dejaba jugar conmigo. Suspiré y centrando mi vista en la mujer, desvié así mi mirada de la de él, sabiendo que me observaba de reojo. Me mordí el labio y tensando la mandíbula me di cuenta que la primera en descubrirse iba a ser yo y nada podía hacerlo para remediarlo. Las sonrisas en el lugar se extendieron y yo solo pude fingir una mientras me volvía hacia Isaac que con ilusión esperaba ver quien se escondía tras ese antifaz. — Espero que su ilusión perdure entonces…—Dije con cierta incertidumbre acompañada mi voz de una dulce sonrisa antes de lentamente desatarme el antifaz junto a las demás jóvenes de la fiesta, deshaciéndolo hasta quedar mis ojos libres de aquella tela. Respiré hondo y mirándole, viendo como endurecía sus facciones antes suaves, cándidas… no pude evitar acercarme a él. Extendí las manos y tomé las suyas entre las mías y dando un último paso hacia él, volví a encontrarme contra su pecho y su intensa mirada contra mis orbes.
— Perdóname. —Susurre contra su boca sin atreverme a nada más que un leve roce entre nosotros por miedo al rechazo. Por unos segundos mi mirada bajó a sus labios que de nuevo tenía cerca mí y volví a subirlos a sus ojos al tiempo que con una de mis manos empecé lentamente a quitarle la máscara, descubriéndole ante mí. En tanto le quitaba la máscara mis dedos recorrieron su mandíbula y mejilla reconociendo su piel. — Isaac… —Susurré al echar la máscara a un lado y dejarla en mi mano. En cualquier lugar podría reconocerle. Podría no tener la misma aura, pero seguía siendo él. Nuestras miradas no dejaban de encontrarse y siendo consciente como nunca de la dureza de sus facciones y con deseos de borrar aquella expresión de su rostro, al verle que empezaba a hablar le acallé con un dedo en los labios y juntando mi frente contra la de él, cerré los ojos con miedo. Me encontraba tan vulnerable que mi labio tembló como cuando de pequeña me encontraba al punto del llanto. Solo que en esta ocasión iba a guardarme las lágrimas para mí y quizás la humedad de mis ojos se debiera a la alegría de verle de nuevo, de tenerle junto a mí que a otras reacciones que él pudiese conseguir en mí. Oh dios, cuanto costaba no besarle de nuevo.
Alenna Donovan- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Las grandes pasiones son enfermedades incurables. Lo que podría curarlas las haría verdaderamente peligrosas.
La hora de la verdad había llegado, los antifaces caerían y los rostros serían descubiertos en una noche que había sido todo un laberinto oscuro lleno de seducción, coqueteo y un beso que perduraría en mi boca como si fuera un tesoro inesperado, esta mujer que tenía enfrente realmente era impredecible, me inquietaba, me seducía, sacaba una posesión en mí que no había visto en mucho tiempo, parecía el fuego que venía a derretir mi invierno congelante eterno y realmente me gustaba, la quería tener bajo mi dominio, bajo mis brazos, la quería solo mía, estaba sorprendido de este instinto salvaje que provocaba en mi taciturno ser, yo no era un hombre lleno de egocentrismo tampoco un papanatas que podían manejar a su antojo pero los asuntos que marchaban con calma eran la piedra angular de mi existencia, sin embargo con ella… ella hacía que el impulso se asomara en mis ojos y cuerpo dejando de lado el raciocinio para solo pensar a través de la atracción, quería ver de quien se trataba de una vez por todas, descubrir quién era la dueña de esos dos jades celestiales, terminar de admirar la hermosura y seducción de mi llama azul, finalmente la mujer que había dado el anuncio del juego puso fin al mismo, sonriendo y aclaro, esta última acción no se me daba nada bien, pero esta era una sonrisa de satisfacción porque la dueña de esos dos pétalos que había probado haría acto de presencia pero realmente fui tonto, un imbécil que cayó en las redes del maldito destino como niño al que le dan un dulce, esta mujer era nada más y nada menos que la niña que había sido uno de esos amores infantiles, la que se había marchado de París sin decir ni tan siquiera adiós y ahora venía a presentarse en mi vida para desestabilizarlo todo de nuevo, realmente estaba molesto, pero más sorprendido porque había sido ingenuo e impulsivo, seguramente en sus adentros se estaba riendo de mi estupidez hacia con ella, quería arrancarme la cabeza de la pesadez que sentía, no le podía bajar la mirada, sus orbes se fundían con las mías, su cuerpo se encontraba a centímetros del mío su calor se convertía en mío ¡Basta! Ella no era mía, no lo iba a ser aunque me consumiera como un vil demonio por dentro, era rencoroso y el aparecerse como un rayo de luz cegador en mi vida no iba a derrumbar la fortaleza que había construido estos últimos años.
Bajando un poco la cabeza miré su pálido y hermoso rostro acercarse al mío y luego sus manos quitando mi antifaz, cerré los ojos y tensé la mandíbula –Alenna- susurré finalmente con un tono bastante decepcionado, sostuve con algo de fuerzas sus pequeñas y suaves manos entre las mías y abrí los ojos con pesadez viéndolas justo iba a empezar a interrogarla pero su dedo en mis labios selló cualquier disparate que se me ocurriera, negué contra su frente con la mandíbula tensa, ella sabía quién era yo y sin embargo no había dado indicios quien era yo, me sentía un maldito imbécil, tomé su muñeca y quité su dedo de mi labio saboreándomelos –Has estado jugando conmigo- murmuré y le miré por debajo de las cejas con dureza -¿Cómo te has atrevido? - fruncí el ceño y la solté –Más aún ¿cómo pudiste no decirme quien eras? - di un paso hacia atrás erguiéndome y viéndole desde mi altura –Seguramente esperas encontrar al inmaduro que te molestaba cuando éramos más jóvenes ¿no? - tragué –Sin embargo está muerto- mis facciones se endurecieron aún más –Murió cuando te fuiste y murió con mis papás- mis manos se apretaron en puño –No puedo creer que había estado en París y no tuviste la delicadeza de avisarme que estaba aquí- negué –Has cambiado Alenna, ya no eres aquella niña a la que me gustaba molestar- sonreí de lado –Felicidades- le aplaudí –Has dejado la inocencia atrás y te has convertido en una mujer hecha y derecha- reí por lo bajo –Debo admitir que me gusta- dije cínico –Me gusta que me hayas hecho caer en tu juego- le tomé de la muñeca y acerqué a mi cuerpo –Has desarmado al bufón para convertirte en la reina del espectáculo- le tomé de la nuca pero sin ser brusco acercándola -¿Te gusto el beso? ¿Te divertiste engañándome? - alcé la ceja acercándome a sus labios –Muy lejano a la primera vez que nos dimos uno ¿no? - le acerqué más a mis labios que casi los rozábamos –El tercero y el ultimo- le di un beso en los labios apretado y la solté –Mira lo que me haces hacer- negué por aquello que era un completo chiste –Este no soy yo- me pasé un dedo por los labios –A pesar que has estado jugando conmigo toda la noche- negué y me pasé la mano por el cabello –Me he dado cuenta que sigo estremeciéndote- solté burlón ¿Quién era? Isaac Renaldi estaba encadenado en lo profundo de mi ser dejando florecer al Isaac cínico y lleno de insensibilidad –Porque no lo puedes negar Alenna- me acerqué a ella y la tomé de la barbilla levantando su rostro –Nadie va a hacerte sentir lo que yo te hago en la vida- sonreí un poco y di un beso en su mejilla –Vamos a hablar- le extendí mi mano para que avanzase –Tenemos que ponernos al día- no esperé que tomara mi mano y la agarré de la muñeca arrastrándola hacia la parte trasera del salón, el rencor ardía en mis dedos.
Con suavidad la apoyé contra la pared y coloqué mi antebrazo derecho encima de su cabeza –Bien Alenna- le recorrí el rostro con la mirada –Empieza a hablar entonces querida- alcé la ceja viendo como parecía un conejito asustado, presa de su lobo –Me encanta ver ese temor en tus ojos ¿sabes? - apoyé mi frente contra la pared –Pero no me temas no pienso hacerte nada- susurré sarcástico –No podría hacerle daño a mi llama azul- musité suave en sus oído tocando su oreja con los labios -¿Hace cuanto estás aquí en París? - miré de reojo hacia la multitud para percatarme que nadie me viese –Quiero saber que ha sido de la pequeña Alenna- mirándole fijo aparté un mechón de cabello de su rostro y acaricié su mejilla con el dorso de mis dedos –Y nada de balbuceos- murmuré dictatorial porque sabía muy bien sus gestos al encontrase atrapada y sobre todo sabía que le huía a las verdades.
Goethe
La hora de la verdad había llegado, los antifaces caerían y los rostros serían descubiertos en una noche que había sido todo un laberinto oscuro lleno de seducción, coqueteo y un beso que perduraría en mi boca como si fuera un tesoro inesperado, esta mujer que tenía enfrente realmente era impredecible, me inquietaba, me seducía, sacaba una posesión en mí que no había visto en mucho tiempo, parecía el fuego que venía a derretir mi invierno congelante eterno y realmente me gustaba, la quería tener bajo mi dominio, bajo mis brazos, la quería solo mía, estaba sorprendido de este instinto salvaje que provocaba en mi taciturno ser, yo no era un hombre lleno de egocentrismo tampoco un papanatas que podían manejar a su antojo pero los asuntos que marchaban con calma eran la piedra angular de mi existencia, sin embargo con ella… ella hacía que el impulso se asomara en mis ojos y cuerpo dejando de lado el raciocinio para solo pensar a través de la atracción, quería ver de quien se trataba de una vez por todas, descubrir quién era la dueña de esos dos jades celestiales, terminar de admirar la hermosura y seducción de mi llama azul, finalmente la mujer que había dado el anuncio del juego puso fin al mismo, sonriendo y aclaro, esta última acción no se me daba nada bien, pero esta era una sonrisa de satisfacción porque la dueña de esos dos pétalos que había probado haría acto de presencia pero realmente fui tonto, un imbécil que cayó en las redes del maldito destino como niño al que le dan un dulce, esta mujer era nada más y nada menos que la niña que había sido uno de esos amores infantiles, la que se había marchado de París sin decir ni tan siquiera adiós y ahora venía a presentarse en mi vida para desestabilizarlo todo de nuevo, realmente estaba molesto, pero más sorprendido porque había sido ingenuo e impulsivo, seguramente en sus adentros se estaba riendo de mi estupidez hacia con ella, quería arrancarme la cabeza de la pesadez que sentía, no le podía bajar la mirada, sus orbes se fundían con las mías, su cuerpo se encontraba a centímetros del mío su calor se convertía en mío ¡Basta! Ella no era mía, no lo iba a ser aunque me consumiera como un vil demonio por dentro, era rencoroso y el aparecerse como un rayo de luz cegador en mi vida no iba a derrumbar la fortaleza que había construido estos últimos años.
Bajando un poco la cabeza miré su pálido y hermoso rostro acercarse al mío y luego sus manos quitando mi antifaz, cerré los ojos y tensé la mandíbula –Alenna- susurré finalmente con un tono bastante decepcionado, sostuve con algo de fuerzas sus pequeñas y suaves manos entre las mías y abrí los ojos con pesadez viéndolas justo iba a empezar a interrogarla pero su dedo en mis labios selló cualquier disparate que se me ocurriera, negué contra su frente con la mandíbula tensa, ella sabía quién era yo y sin embargo no había dado indicios quien era yo, me sentía un maldito imbécil, tomé su muñeca y quité su dedo de mi labio saboreándomelos –Has estado jugando conmigo- murmuré y le miré por debajo de las cejas con dureza -¿Cómo te has atrevido? - fruncí el ceño y la solté –Más aún ¿cómo pudiste no decirme quien eras? - di un paso hacia atrás erguiéndome y viéndole desde mi altura –Seguramente esperas encontrar al inmaduro que te molestaba cuando éramos más jóvenes ¿no? - tragué –Sin embargo está muerto- mis facciones se endurecieron aún más –Murió cuando te fuiste y murió con mis papás- mis manos se apretaron en puño –No puedo creer que había estado en París y no tuviste la delicadeza de avisarme que estaba aquí- negué –Has cambiado Alenna, ya no eres aquella niña a la que me gustaba molestar- sonreí de lado –Felicidades- le aplaudí –Has dejado la inocencia atrás y te has convertido en una mujer hecha y derecha- reí por lo bajo –Debo admitir que me gusta- dije cínico –Me gusta que me hayas hecho caer en tu juego- le tomé de la muñeca y acerqué a mi cuerpo –Has desarmado al bufón para convertirte en la reina del espectáculo- le tomé de la nuca pero sin ser brusco acercándola -¿Te gusto el beso? ¿Te divertiste engañándome? - alcé la ceja acercándome a sus labios –Muy lejano a la primera vez que nos dimos uno ¿no? - le acerqué más a mis labios que casi los rozábamos –El tercero y el ultimo- le di un beso en los labios apretado y la solté –Mira lo que me haces hacer- negué por aquello que era un completo chiste –Este no soy yo- me pasé un dedo por los labios –A pesar que has estado jugando conmigo toda la noche- negué y me pasé la mano por el cabello –Me he dado cuenta que sigo estremeciéndote- solté burlón ¿Quién era? Isaac Renaldi estaba encadenado en lo profundo de mi ser dejando florecer al Isaac cínico y lleno de insensibilidad –Porque no lo puedes negar Alenna- me acerqué a ella y la tomé de la barbilla levantando su rostro –Nadie va a hacerte sentir lo que yo te hago en la vida- sonreí un poco y di un beso en su mejilla –Vamos a hablar- le extendí mi mano para que avanzase –Tenemos que ponernos al día- no esperé que tomara mi mano y la agarré de la muñeca arrastrándola hacia la parte trasera del salón, el rencor ardía en mis dedos.
Con suavidad la apoyé contra la pared y coloqué mi antebrazo derecho encima de su cabeza –Bien Alenna- le recorrí el rostro con la mirada –Empieza a hablar entonces querida- alcé la ceja viendo como parecía un conejito asustado, presa de su lobo –Me encanta ver ese temor en tus ojos ¿sabes? - apoyé mi frente contra la pared –Pero no me temas no pienso hacerte nada- susurré sarcástico –No podría hacerle daño a mi llama azul- musité suave en sus oído tocando su oreja con los labios -¿Hace cuanto estás aquí en París? - miré de reojo hacia la multitud para percatarme que nadie me viese –Quiero saber que ha sido de la pequeña Alenna- mirándole fijo aparté un mechón de cabello de su rostro y acaricié su mejilla con el dorso de mis dedos –Y nada de balbuceos- murmuré dictatorial porque sabía muy bien sus gestos al encontrase atrapada y sobre todo sabía que le huía a las verdades.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Sólo en la agonía de despedirnos somos capaces
de comprender la profundidad de nuestro amor
Anónimo —
de comprender la profundidad de nuestro amor
Anónimo —
Cuando mi nombre fue nombrado por sus labios, la tibieza que esperé sentir se evaporó, instalándose en mí la tristeza y la desolación. Apenas su voz se parecía a la de instantes antes en que había intentado cortejarme y ganarse mi confianza, simplemente ahora lucía malhumorado, desentendido de mi presencia aunque bien por su mandíbula tensa y la dureza de sus facciones sabía que no le era del todo indiferente. Mi corazón en mi pecho tartamudeó y suspirando contra su piel permanecí en silencio rogando por que algún milagro ocurriera y borrará de su memoria mi presencia si aquello le era tan doliente, que apenas podía mirarme. Y aun así, mi loba se rehusaba a que alguien le hiciera borrarle todo pensamiento de mí. Él era suyo desde el simple hecho de olerlo y como así, ella lucharía contra quien fuese para quedarse a su lado. Era nuestro o por lo menos lo sería, si de algún modo lograra perdonarme. Intenté sonreír contra sus labios, dejé que sus manos sostuvieran las mías y surcando su mirada permanecí intacta, pese a que mi cuerpo deseara desaparecer entre sus brazos. — Isaac… —respondí a su susurro y viéndole apartar mi dedo de sus labios, simplemente permanecí a su lado, reprimiendo todo sentimiento. No quería darle más poder del que tenía y me encontraba segura que así como de niño le gustaba explorar mis límites hasta arrancar mi genio e incluso las lágrimas, así seguiría y de verme derrotada, él sabría que conmigo podría hacer lo que quisiera. — No he jugado contigo…Yo no lo sabía hasta el beso. —respondí sintiendo como una daga se ahuecaba en mi pecho, agrietándome el corazón oyendo sus palabras hirientes. Su lengua rasgaba, las palabras se convertían en piedras que sin control echaba sobre mí y sus ojos… sus ojos ardían. Eran puro fuego. El fuego de la indignación y el reproche. Tragué duro, y mientras aceptaba sus palabras, le dejaba desahogarse mis manos en formas de puño a mis costados se desquitaron con la tela de mi vestido. Apreté la tela hasta dolerme y en medio de aquel dolor, encontré el valor necesario para devolver sus palabras, para hacerme escuchar, aunque él siguiese negado a escucharme. Yo debía intentarlo. — Escúchame Isaac. — Intenté acariciarle el rostro, tomarlo y acercarlo de nuevo a mí. — No has muerto... ¿No lo ves? Y no llevo mucho, apenas unos días en los que permanecí encerrada en mi hogar sin salir a la calle. —le miré fijamente a los ojos. — Quería verte, juro que quería… pero no podía. — susurré diciendo una media verdad. Por qué la verdad era que si había ido a verle, más de una vez había estado a su puerta viéndole como recibía visitas o como simplemente salía y yo entonces me escondía bajo un sauce y le veía pasar sin atreverme a presentarme, sin molestarle. Y luego volvía a mi casa, a la habitación de mi madre acurrucándome a sus pies, dándole calor mientras mi cabeza seguía lejos de allí, siguiendo viéndole en sueños. Solo que al verle de lejos, no me había dado cuenta del gran cambio. Su atractivo como canina había pasado inadvertido, pero ahora… hasta dolido, hasta maldito me era imposible resistir, no cuando sabía que dentro de él se escondía aquel Isaac que siempre había sido para mí aquel gran apoyo y el amor más grande de todos cuantos tenia. Mi familia y él.
Sus aplausos me parecieron repulsivos, no soportaba que ahora me viese de aquella irrespetuosa forma, solo como un cuerpo bonito, como si fuera cualquier otra chica de la fiesta y estuviera señalando el deseo carnal de aquellos hombres reunidos en el evento al verme. Bajé la mirada y fruncí los labios con malestar. ¿No veía que me hacía daño?— ¡No quise convertirte en un bufón!— Murmuré negada a dejar que me venciera y me humillara. La gente de los alrededores nos veía y aunque intentara mantener un rostro inexpresivo, mi cuerpo tenso hablaba por ambos. Aquel estaba siendo uno de mis peores momentos junto al día que debí abandonar Paris sin poder ni despedirme de él y el día en que muerto, encontramos a padre y a madre a punto de caer en brazos de la muerte. Intenté deshacerme de su agarre, doblé la muñeca en su mano sin más consecuencia a que me acercara más a él y con cinismo me robara un tercer beso. Uno frío y helado beso que solo consiguió estremecerme y que un escalofrío bajara por mi columna. Intenté devolverle el beso, esperando que al sentir la calidez de mis labios dejara aquella lucha contra mí, sin embargo me apartó y se río de mí de nuevo. — No estoy negando nada Isaac y no me divierto engañándote, no quise engañarte créeme. ¡No lo sabía hasta ahora!— Le respondí con voz entrecortada dolida por su actitud, sintiendo el infierno coserse en mi piel al sentir su beso en la mejilla ni por asomo parecido al peor de nuestros besos que tenía en la memoria. — Tus besos duelen… — Me quejé sintiendo por primera vez en la noche el frío de la noche. Me abracé con los brazos, dándome calor hasta que tomando mi mano, me obligó a cambiar de lugar, llevándome a alejarme del centro de la fiesta para terminar en la parte trasera, donde pocas parejas moraban, más que las que compartiendo besos, se escondían de las malas lenguas y que estos fueran de dominio público.
En el camino de su mano que con miedo le dejé que me llevará y sin saber por qué, esta vez no rehuí de su aura. La observé y lentamente centrándome en ella volviendo mis sentidos a sentir aquel latente peligro que al principio de la noche me había ocurrido con él, caí de lleno en lo que no había querido indagar. Su aura no era la de antes. Su color había cambiado y ahora se había vuelto oscura, misteriosa con un punto de maldad y aquellos colores solo los había sentido una vez; cuando había huido de un cazador en los bosques de Rumanía hacía unos años. Mi mano tembló en su agarre y con el corazón encogido cuando me apoyó contra una pared, le devolví una mirada asustada, aterrorizada. ¿Habría descubierto mi secreto? ¿Sabría que yo era una cambiante? Al oír su voz temblé y negué, tragando duro al oírle en mi oído, estremeciéndose mi piel ante aquel roce de sus labios en mi piel. Aún con miedo conseguía hacer que mi cuerpo respondiera al suyo. Aprovechando su cercanía olfateé su piel, y aquel olor fuerte impregnó mi olfato. No tenía ninguna duda, era mi Isaac, era él, pero también era un cazador. Un enemigo. Aguanté cada una de sus palabras, hasta que viéndome acorralada y a su antojo, algo en mí se rebeló logrando sacar parte de la firmeza de mi loba. Mis ojos brillaron un instante y luego simplemente sonreí contra su mirada, contra sus labios. — ¿Por quien me tomas? ¿Crees que sigo siendo aquella niña que cuando la acorralabas se echaba a temblar por qué la consolaras y dejaras de comportarte como un auténtico monstruo? Quizás, esto te recuerda a aquellos momentos, verdad? — Sonreí sacando fuerzas de donde pude, ignorando que en el fondo de mis palabras, todas ellas eran verdad. Aún seguía siendo aquella niña con él, siempre buscaría su cercanía su consuelo, aunque sus manos pudieran matarme y con su boca beber de mi último aliento. — Yo también he cambiado y esa niña murió cuando… —Me quedé callada unos segundos. — No importa… ¡lo que sea! ya no soy una niña a la que puedas controlar a tu antojo. —Le miré fijamente, casi al punto de gruñir. — Soy una mujer hecha y derecha y no temas que no lloraré, tendrás que ahorrarte tus mofas para otra. Para mí no. —En ese momento me encontraba contra sus labios y mis ojos fijamente en los suyos, ardiendo de rabia y dolor. — Y donde estuviese no te importa, y como dije antes, llevo unos días en Paris, encerrada en la casa… Hoy ha sido el primer día que he salido. —Respiré profundamente contra él, llevándome parte de su aliento junto al mío y sin saber cómo, ni por qué mi mano fue a su pecho, donde se posó y restó contra su corazón. Me humedecí los labios y le miré, ahondando en su alma. ¿Cuándo se había convertido en un cazador? ¿Qué le había ocurrido?— Has cambiado mucho… no te reconozco. Y no me importa que haya pasado, a mí también me han pasado horrores y no importan.—dije sin dejar de verle fijamente a los ojos.— No me preguntas que me pasó, solo deseas saber por qué no vine a verte y ¿sabes? Tenía miedo de venir a verte y que no estuvieras, de que hubieras desaparecido, ¡que estuvieras también muerto! o cambiado tanto que no pudiera reconocerte. — En aquel momento las primeras lágrimas empezaron a formarse en mis ojos, al tiempo que se formaba un nudo en mi garganta. Le estaba diciendo más de lo que deseaba, y me estaba abriendo a él, a mi enemigo con todo lo que aquello implicaba. Quizás fuera que en el fondo de mi alma e incluso mi loba no pensaba en temerle. No creía que fuera capaz de dañarme, de cazarme. O incluso él como todos, sería capaz de matarme? Negué y roce sus labios contra los míos, mojándoselos con mis lágrimas. — Felicidades ¿deseabas mis lágrimas? ¡Aquí las tienes! ¿Deseas saber ahora por qué estoy llorando? — Sonreí tristemente y roce mis labios en su mejilla como en un beso de despedida — Por qué jamás pensé que podrías cambiar tanto hasta el punto de hablarme así. De reírte de mí, de burlarte... No eres así. — Rocé una última vez su mejilla y aprovechando que en aquel momento unos camareros se acercaron a nosotros con aperitivos, me escaqueé sin pensármelo de su agarre y alcance, perdiéndome entre la gente de la fiesta. Aceleré mi paso. Oí mi nombre, oí sus gritos y hasta las quejas de la gente al ser atropelladas por él. Acelere el paso y perdiendo en el camino el chal que me cubría salí al jardín exterior, donde finalmente pude echar a correr, dejando que el viento se llevara mis lágrimas pues aquella noche iba a ser la última que lo vería. Debía ir a avisar a mi madre y a huir de nuevo. No podía arriesgarme a que Isaac nos descubriera, y de nuevo vinieran los asesinos de mi padre a buscarnos. Aspiré una última vez su perfume en mis recuerdos y me interné en el bosque haciendo caso omiso a él y a sus demandas. Adiós Isaac, pensé al borde del llanto, hasta siempre mi único amor.
Alenna Donovan- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: La flamme de mes yeux |Isaac
Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.
Embusteros caminos inciertos de nuestra existencia, insensible al acercarse a mí y estremecer a mi mundo con su presencia, egoísta de su poder sobre mi vida, ella era una mujer que jugaba con mi mente a su antojo, con mis reacciones a su conveniencia, pero no iba a demostrarlo sí algo había aprendido con el pasar de los años es que no debía arriesgar todo lo que poseía porque perdería lo que con esfuerzo había construido, deslizando mis ojos de sus labios a sus orbes mi sonrisa cínica no se borraba ¡Que conveniente situación! -¿Qué te pasa? - alcé la ceja sin dejar de verle -¿Te comió la lengua el ratón, Alenna? - negué y chasqueé la lengua –Vamos cuéntame otra de tus mentiras- tensé la mandíbula siendo tan duro que me dolía incluso a mí, cada una de mis palabras me traspasaba el corazón con insensibilidad, pero realmente estaba molesto porque ella sabía quién era yo y se había atrevido a engañarme –¿Mis besos duelen? - llevé las dos manos a la altura de su cabeza y me incliné cerca de su rostro, provocándola –No mientas Alenna- miré sus labios con una media sonrisa –Mis besos son lo mejor de esta noche- susurré cerca de sus labios –Lastima que ya hayas probado el ultimo- suspiré y posé mi frente en su hombro -¿Tienes frío? - pregunté al notar cómo se abrazaba ella misma –Te puedo abrazar para darte calor y llevarte cargada hasta la cama- aquello era un completo chiste sin embargo yo seguía tan serio que parecía haber dicho la verdad –Ven yo te voy a proteger- susurré burlón extendiéndole los brazos como si fuera una pequeña niña. No me había divertido tanto en mucho tiempo, no me había enardecido de esta forma en varios meses, nadie me había hecho sucumbir con tanta facilidad a la pasión.
Fue cuando la pequeña gritona se me reveló a lo que alcé la ceja dejándola que se defendiera, tenía que ser justo después de todo, algunas de sus palabras terminaron de enterrar la espina que yo mismo me había clavado –No lo creo Alenna- le recorrí el rostro con la mirada –Sigues siendo la misma niña de siempre, mírate como te estás comportando como una caprichosa, esa misma niña que me gritaba cuando no soportaba las bromas y tienes toda la razón…- mi sonrisa se hizo más marcada y la tomé de los hombros apretándola suavemente contra la pared –Me recuerda perfectamente a aquellos momentos- choqué mi frente con la de ella –Vamos sigue desahogándote- jadeé y me relamí los labios –Me estoy dando cuenta- respondí a su confesión de que la pequeña Alenna había muerto –Tienes carácter ahora, algo que debo admitir me gusta aún más porque sabes que odio a los ilusos- me separé de ella llevándome las manos a la pajarita para acomodarla –Sin embargo el camino por el cual te hayas convertido en esta mujer no es de mi menester- cerré los ojos con satisfacción pero dolía –No me interesa saber nada de tu pasado- susurré y abrí un ojo viéndole –No te tiene que importar Alenna- le miré desde mi altura orgulloso –Tampoco es mi intención contártelo, no lo he hecho con personas que son importantes ¿Por qué lo haría contigo? - un nudo hizo que mi garganta se cerrara y me mordí la lengua estaba siendo demasiado duro con ella, aunque en mí el infierno ardía quería abrazarla al ver como sus ojos se cristalizaban, ese par de diamantes precioso se estaba agrietando frente a mis ojos, mi pequeña compañera de baile estaba siendo agujereada por mis palabras ponzoñosas ¡No llores frente a mí maldita sea, que no ves que no lo soporto testaruda! Me estremecí tanto que mis puños se apretaron con fuerza jalando de mi piel –No quiero ver nada de ti- volví a enterrar la espina que nos traspasaba a los dos, mi delicada orquídea estaba sangrando convirtiéndose en una rosa roja -¿No lo he dejado en claro? - alcé ambas cejas –No me interesa si tenías la intención de buscarme, no me interesa que ha pasado contigo estos últimos años, no me interesa verte llorar, no me interesa ir con otra mujer a mofarme porque ninguna mujer puede decir tantas falacias como las que tú me has estado recitando toda la noche Alenna- mi mirada se hizo intensa tanto así que me ardía –La única con la que me comportó como un verdadero monstruo es contigo porque no puedo ofrecerte otra versión de mí, no la mereces- me acerqué a sus labios blasfemando sobre ellos –Así que deja de llorar que no eres una mártir, no vas a convencerme con esas falsas lagrimas- tragué pesado sintiendo un fuego consumirme la boca del estomago debía darme contra la pared porque estaba siendo un insensible de esos que yo mismo odiaba ahora el monstruo era yo y estaba hiriendo a mi piedra preciosa a mi gema dorada a la dueña de mi argente corazón.
Una voz me sacó de trance era un chico que no estaba ofreciendo bocadillo, suspiré y bajé la cabeza apartándome un poco para darle una negativa y fue cuando la pequeña escurridiza se escapo de mi prisión carnal –Oh Alenna vamos a jugar entonces- susurré y le dije que no con la mano al mesero mirándola escabullirse entre los presentes, caminando tranquilo me metí las manos a los bolsillos siguiéndola con una sonrisa divertida -Alenna- entoné su nombre con burla –Llama azul no escapes- sonreí apartando a unos cuantos que se entrometían en mi camino –Amor mío vuelve- me reí como un descarado, estaba siendo un maldito bufón su vestido rojo danzaba como un caprichoso en el aire y la miré salir del salón ¡Oh Donovan vamos realmente a divertirnos! Necesitaba más respuesta no había terminado de decirle todo lo que sentía por ella así que decidí seguirla, saliendo del Palacio Royal los guardias me quedaron viendo extrañados a lo que hice una reverencia con la cabeza –Buenas noches- musité educado recibiendo respuestas de su parte y entrecerré los ojos siguiendo el delgado y delicado cuerpo de Alenna alejarse del lugar ¿A dónde se dirigía? Me acomodé el saco y miré hacia el cielo, solo la oscuridad y el silencio serían los fieles testigos de lo que estaba a punto de hacer, de mis actos rebeldes, de mis palabras desdeñosas, del corte de mi sublime amor desde las raíces de su pasión.
Aristoteles
Embusteros caminos inciertos de nuestra existencia, insensible al acercarse a mí y estremecer a mi mundo con su presencia, egoísta de su poder sobre mi vida, ella era una mujer que jugaba con mi mente a su antojo, con mis reacciones a su conveniencia, pero no iba a demostrarlo sí algo había aprendido con el pasar de los años es que no debía arriesgar todo lo que poseía porque perdería lo que con esfuerzo había construido, deslizando mis ojos de sus labios a sus orbes mi sonrisa cínica no se borraba ¡Que conveniente situación! -¿Qué te pasa? - alcé la ceja sin dejar de verle -¿Te comió la lengua el ratón, Alenna? - negué y chasqueé la lengua –Vamos cuéntame otra de tus mentiras- tensé la mandíbula siendo tan duro que me dolía incluso a mí, cada una de mis palabras me traspasaba el corazón con insensibilidad, pero realmente estaba molesto porque ella sabía quién era yo y se había atrevido a engañarme –¿Mis besos duelen? - llevé las dos manos a la altura de su cabeza y me incliné cerca de su rostro, provocándola –No mientas Alenna- miré sus labios con una media sonrisa –Mis besos son lo mejor de esta noche- susurré cerca de sus labios –Lastima que ya hayas probado el ultimo- suspiré y posé mi frente en su hombro -¿Tienes frío? - pregunté al notar cómo se abrazaba ella misma –Te puedo abrazar para darte calor y llevarte cargada hasta la cama- aquello era un completo chiste sin embargo yo seguía tan serio que parecía haber dicho la verdad –Ven yo te voy a proteger- susurré burlón extendiéndole los brazos como si fuera una pequeña niña. No me había divertido tanto en mucho tiempo, no me había enardecido de esta forma en varios meses, nadie me había hecho sucumbir con tanta facilidad a la pasión.
Fue cuando la pequeña gritona se me reveló a lo que alcé la ceja dejándola que se defendiera, tenía que ser justo después de todo, algunas de sus palabras terminaron de enterrar la espina que yo mismo me había clavado –No lo creo Alenna- le recorrí el rostro con la mirada –Sigues siendo la misma niña de siempre, mírate como te estás comportando como una caprichosa, esa misma niña que me gritaba cuando no soportaba las bromas y tienes toda la razón…- mi sonrisa se hizo más marcada y la tomé de los hombros apretándola suavemente contra la pared –Me recuerda perfectamente a aquellos momentos- choqué mi frente con la de ella –Vamos sigue desahogándote- jadeé y me relamí los labios –Me estoy dando cuenta- respondí a su confesión de que la pequeña Alenna había muerto –Tienes carácter ahora, algo que debo admitir me gusta aún más porque sabes que odio a los ilusos- me separé de ella llevándome las manos a la pajarita para acomodarla –Sin embargo el camino por el cual te hayas convertido en esta mujer no es de mi menester- cerré los ojos con satisfacción pero dolía –No me interesa saber nada de tu pasado- susurré y abrí un ojo viéndole –No te tiene que importar Alenna- le miré desde mi altura orgulloso –Tampoco es mi intención contártelo, no lo he hecho con personas que son importantes ¿Por qué lo haría contigo? - un nudo hizo que mi garganta se cerrara y me mordí la lengua estaba siendo demasiado duro con ella, aunque en mí el infierno ardía quería abrazarla al ver como sus ojos se cristalizaban, ese par de diamantes precioso se estaba agrietando frente a mis ojos, mi pequeña compañera de baile estaba siendo agujereada por mis palabras ponzoñosas ¡No llores frente a mí maldita sea, que no ves que no lo soporto testaruda! Me estremecí tanto que mis puños se apretaron con fuerza jalando de mi piel –No quiero ver nada de ti- volví a enterrar la espina que nos traspasaba a los dos, mi delicada orquídea estaba sangrando convirtiéndose en una rosa roja -¿No lo he dejado en claro? - alcé ambas cejas –No me interesa si tenías la intención de buscarme, no me interesa que ha pasado contigo estos últimos años, no me interesa verte llorar, no me interesa ir con otra mujer a mofarme porque ninguna mujer puede decir tantas falacias como las que tú me has estado recitando toda la noche Alenna- mi mirada se hizo intensa tanto así que me ardía –La única con la que me comportó como un verdadero monstruo es contigo porque no puedo ofrecerte otra versión de mí, no la mereces- me acerqué a sus labios blasfemando sobre ellos –Así que deja de llorar que no eres una mártir, no vas a convencerme con esas falsas lagrimas- tragué pesado sintiendo un fuego consumirme la boca del estomago debía darme contra la pared porque estaba siendo un insensible de esos que yo mismo odiaba ahora el monstruo era yo y estaba hiriendo a mi piedra preciosa a mi gema dorada a la dueña de mi argente corazón.
Una voz me sacó de trance era un chico que no estaba ofreciendo bocadillo, suspiré y bajé la cabeza apartándome un poco para darle una negativa y fue cuando la pequeña escurridiza se escapo de mi prisión carnal –Oh Alenna vamos a jugar entonces- susurré y le dije que no con la mano al mesero mirándola escabullirse entre los presentes, caminando tranquilo me metí las manos a los bolsillos siguiéndola con una sonrisa divertida -Alenna- entoné su nombre con burla –Llama azul no escapes- sonreí apartando a unos cuantos que se entrometían en mi camino –Amor mío vuelve- me reí como un descarado, estaba siendo un maldito bufón su vestido rojo danzaba como un caprichoso en el aire y la miré salir del salón ¡Oh Donovan vamos realmente a divertirnos! Necesitaba más respuesta no había terminado de decirle todo lo que sentía por ella así que decidí seguirla, saliendo del Palacio Royal los guardias me quedaron viendo extrañados a lo que hice una reverencia con la cabeza –Buenas noches- musité educado recibiendo respuestas de su parte y entrecerré los ojos siguiendo el delgado y delicado cuerpo de Alenna alejarse del lugar ¿A dónde se dirigía? Me acomodé el saco y miré hacia el cielo, solo la oscuridad y el silencio serían los fieles testigos de lo que estaba a punto de hacer, de mis actos rebeldes, de mis palabras desdeñosas, del corte de mi sublime amor desde las raíces de su pasión.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
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