AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Yeux qui brillent [Amadeo]
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Yeux qui brillent [Amadeo]
El frío de Paris era tan escarchante como así lo habían predicho en el diario de la mañana que llegaba a mis manos cada vez que el sol salía. Era una tradición que aún en otro país no podía quitarme. El viaje no había sido demasiado largo y la profunda neblina, junto con el clima nublado, le daba tranquilidad a la piel inmortal que llevaba sobre mí. El Sol estaba a segundos de salir, pero ni los rayos del amanecer se notaban en el horizonte. Por el momento no tendría que correr y me dejé llegar a la casa del tal llamado “ángel” con una calma sin igual, quizá, mucho más profunda que la habitual. ¿Era acaso por el simple hecho de que Amadeo estaba esperándome? ¿De que él estaba bien como me había prometido? No estaba seguro, mas mi sonrisa deseaba aparecer sobre mi rostro y yo a duras penas estaba escondiendo la expresión.
No tardé entonces en ingresar a una residencia completamente despampanante, se notaba la clase alta. Para mí era algo nuevo, pues vivir en un instituto, por más lúcido y complejo que fuese, no se arrimaba a las comodidades de una mansión como ella. Y me vi pronto a saludar a una señora, el ama de llaves, el toque de su mano me abrió su mente. Curiosamente una humana que sabía a qué se enfrentaba y que no temía, sino que trataba con una calidez casi tan pura que pensé que no había conocido algo así jamás. Pronto el delicioso calor de la estancia se hizo presente, no era algo que realmente apreciara pues por lo contrario, mi cuerpo estaba frío y muerto, siempre. No obstante, podía sentirlo en la ropa y los cabellos que pronto tomaban un color dorado. A pesar de sus vastas dimensiones, entre el altísimo techo iluminado y los suelos de oscuro roble que se extendía al infinito con cierta melancolía, se podía sentir la tibieza del ambiente. En un extremo había un oscuro tramo con viejos sillones y sillas, la chimenea profunda y tenebrosa se hacía observar encendida desde la distancia. El aroma del hollín era casi acogedor. — ¿Dónde se encuentra Amadeo, señora? No quiero hacerlo esperar, ¿acaso sigue durmiendo? — Aquello no me sorprendía en lo absoluto, aparentemente la anciana no podía hablar, pero con calma fue que me indicó a dónde tenía que dirigirme. El mobiliario era inmenso, aunque grato, con fundas raídas y asientos de piel color caramelo. Había esculturas de bronce descomunales, supuestas figuras mitológicas y varios paisajes pintados en oscuros, con marcos dorados colgados en las paredes. En medio de la caminata comencé a sacarme el largo abrigo sobre mis hombros. Las maletas habían sido dejadas en la entrada principal, pues tendría que esperar las indicaciones del joven ángel para saber dónde ubicarlas. Un halo de tristeza me recorría, en principio porque estaba en los aposentos del que había lastimado de cierta manera al querubín, que era Amadeo. Pero su mayoría de edad estaba cerca y su cuerpo había cambiado, ahora se trataba de un adolescente en el límite para pasar a la adultez, el solo pensamiento dejaba algo de emoción en los recónditos lugares de mi interior.
Sentí entonces su aroma humano, detrás de una puerta de robusta madera se escondía aquel muchacho por el que había viajado a Francia. El único capaz de movilizarme por sus solas palabras. Tenía la carta en el bolsillo interior del saco, cada una de ellas había sido importante, por supuesto, sin embargo, era la primera vez que estaba contento de que se rindiera. ¿Celos? No, nada de eso existía en mi interior o al menos eso quería creer. Era sino el triste pesar de verlo enceguecido por algo que nunca iba a conseguir. — ¿Amadeo, estás despierto? — Consulté y no tardé demasiado en dejarme entrar, en principio para corroborar que las ventanas estuvieran cerradas con las profundas cortinas que solía haber en las casas de sobrenaturales. Me tranquilicé al notar la insondable oscuridad y busqué su aura viva recostada en la cama. Su cabellera rojiza se había oscurecido a lo largo del tiempo y sus facciones aniñadas habían empezado a marcarse hermosamente sobre sus rasgos. Suspiré, acercándome al borde del catre, indagando por arriba de su esencia, acariciando con cuidado su piel, apenas el borde de su frente, pues jamás me atrevía a acariciar más de lo que debía. Aunque tales sentimientos se habían tatuado más a lo largo de los años, nunca había podido aceptar el carácter físico del que Amadeo tanto gustaba. Y dejé salir una sonrisa suave, calmado pues él no podía verla. — Ya estoy aquí, Amadeo. — El susurro fue cerca de su oreja, sin tocar nada de sus mejillas ni cabellos. Esperando con una suerte de ansias que la respuesta a mí llegada trajera un poco de extraña luz al joven estudiante de arte.
No tardé entonces en ingresar a una residencia completamente despampanante, se notaba la clase alta. Para mí era algo nuevo, pues vivir en un instituto, por más lúcido y complejo que fuese, no se arrimaba a las comodidades de una mansión como ella. Y me vi pronto a saludar a una señora, el ama de llaves, el toque de su mano me abrió su mente. Curiosamente una humana que sabía a qué se enfrentaba y que no temía, sino que trataba con una calidez casi tan pura que pensé que no había conocido algo así jamás. Pronto el delicioso calor de la estancia se hizo presente, no era algo que realmente apreciara pues por lo contrario, mi cuerpo estaba frío y muerto, siempre. No obstante, podía sentirlo en la ropa y los cabellos que pronto tomaban un color dorado. A pesar de sus vastas dimensiones, entre el altísimo techo iluminado y los suelos de oscuro roble que se extendía al infinito con cierta melancolía, se podía sentir la tibieza del ambiente. En un extremo había un oscuro tramo con viejos sillones y sillas, la chimenea profunda y tenebrosa se hacía observar encendida desde la distancia. El aroma del hollín era casi acogedor. — ¿Dónde se encuentra Amadeo, señora? No quiero hacerlo esperar, ¿acaso sigue durmiendo? — Aquello no me sorprendía en lo absoluto, aparentemente la anciana no podía hablar, pero con calma fue que me indicó a dónde tenía que dirigirme. El mobiliario era inmenso, aunque grato, con fundas raídas y asientos de piel color caramelo. Había esculturas de bronce descomunales, supuestas figuras mitológicas y varios paisajes pintados en oscuros, con marcos dorados colgados en las paredes. En medio de la caminata comencé a sacarme el largo abrigo sobre mis hombros. Las maletas habían sido dejadas en la entrada principal, pues tendría que esperar las indicaciones del joven ángel para saber dónde ubicarlas. Un halo de tristeza me recorría, en principio porque estaba en los aposentos del que había lastimado de cierta manera al querubín, que era Amadeo. Pero su mayoría de edad estaba cerca y su cuerpo había cambiado, ahora se trataba de un adolescente en el límite para pasar a la adultez, el solo pensamiento dejaba algo de emoción en los recónditos lugares de mi interior.
Sentí entonces su aroma humano, detrás de una puerta de robusta madera se escondía aquel muchacho por el que había viajado a Francia. El único capaz de movilizarme por sus solas palabras. Tenía la carta en el bolsillo interior del saco, cada una de ellas había sido importante, por supuesto, sin embargo, era la primera vez que estaba contento de que se rindiera. ¿Celos? No, nada de eso existía en mi interior o al menos eso quería creer. Era sino el triste pesar de verlo enceguecido por algo que nunca iba a conseguir. — ¿Amadeo, estás despierto? — Consulté y no tardé demasiado en dejarme entrar, en principio para corroborar que las ventanas estuvieran cerradas con las profundas cortinas que solía haber en las casas de sobrenaturales. Me tranquilicé al notar la insondable oscuridad y busqué su aura viva recostada en la cama. Su cabellera rojiza se había oscurecido a lo largo del tiempo y sus facciones aniñadas habían empezado a marcarse hermosamente sobre sus rasgos. Suspiré, acercándome al borde del catre, indagando por arriba de su esencia, acariciando con cuidado su piel, apenas el borde de su frente, pues jamás me atrevía a acariciar más de lo que debía. Aunque tales sentimientos se habían tatuado más a lo largo de los años, nunca había podido aceptar el carácter físico del que Amadeo tanto gustaba. Y dejé salir una sonrisa suave, calmado pues él no podía verla. — Ya estoy aquí, Amadeo. — El susurro fue cerca de su oreja, sin tocar nada de sus mejillas ni cabellos. Esperando con una suerte de ansias que la respuesta a mí llegada trajera un poco de extraña luz al joven estudiante de arte.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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Re: Yeux qui brillent [Amadeo]
“Confiá en la naturaleza, atraviesa el mar que te traerá sano y salvo devuelta a mi y en cualquier momento estaremos uno junto al otro, otra vez. Tal vez, como siempre debió ser”
Acabo en unas actitudes repetitivas luego de enviar su ultima carta a Italia, escuchaba a ratos a las sirvientas comentando que de seguro había caído en una depresión y puede que tuvieran razón. Hero no estaba, su Maestro tampoco, estaba solo en París nuevamente, sin nadie con quien hablar. Le recordaba a su vida pasada solo que ahora al menos estaba bajo techo, sin embargo, ese vació se hacía más grande con el paso de los días y todos lo notaban. El joven no quería salir de su habitación y mucho menos de la mansión, no quería pintar, no quería leer ni escribir, a duras penas salía de la cama para que cambiaran la ropa de esta mientras se daba un baño, el cual duraba hasta que el agua se ponía fría.
Gastaba su tiempo mirando el tejado, observando por la ventana a ver si alguien se acercaba a la mansión o simplemente gastaba horas durmiendo. Le subían su desayuno, almuerzo y cena luego de que se negara a bajar, para luego dejar la bandeja en una mesa que se encontraba fuera de su cuarto para que se la llevaran.
Intento aprender a tocar el piano que se encontraba en su cuarto pero era inútil, ademas esto le traía recuerdos del joven Jaejoong y de inmediato se veía atrapado en una profunda nostalgia que al cabo de unos minutos le hacía regresar a tirarse a la cama. La ultima vez que salio de casa fue para revisar si la misteriosa gitana de cabellos negros y alborotados seguía en el mercado, pero ellos no solían quedarse por mucho tiempo en un lugar, como sospechaba la chica se había marchado.
Había mucha gente que conformaba esa multitud, pero para Amadeo ya nadie tenia realmente un rostro, solo eran pálidas figuras sin expresiones, desconocidos con los que jamas hablaría por alguna razón realmente le costaba confiar en los humanos, porque era su naturaleza lastimar, violentar y olvidar otros, en la suya propia también ¿no?, era humano al fin y al cabo, pero procuraba no molestar ni violentar a nadie, tampoco olvidaba a quienes se iban entonces ¿Porque siempre acababa encontrándose solo?, el juego que Dios puso en su camino ya no le agradaba para nada, por lo que luego de un tiempo de encierro también cancelo una de sus únicas salidas que era a la Iglesia.
Ademas de sus problemas personales con Dios en ese momento, la catedral con sus pinturas hermosas y sus techos decorados le hacían recordar sus días en Italia. Y era extraño, pues amo Italia, tanto como adoraba a Venance y a Hero pero aun así solo quería olvidar ese sentimiento al sentirse rechazado por ambos pues Hero se había marchado sin siquiera despedirse y habían pasado semanas en las que Venance aun no respondía su carta , tal vez como Hero menciono hace muchos años en una carta acabaría casándose con alguna joven, aunque seriamente dudaba que fuera por amor, tal vez solo sería por responsabilidad.
Tomo un baño de agua tibia mientras jugaba con los pétalos de la tina. Y cuando la brisa entro apagando las velas y la luna ya estaba alta en el cielo supo que era hora de ir a la cama, no sería esa noche tampoco. Luego de vestirse regreso a su habitación, ahora ni siquiera estaban los gatos para pasar la noche como lo había hecho años antes y cuando del cielo nocturno comenzaron a desparecer estrellas supo que ya no llegaría nadie, cerro con las pesadas cortinas y se metió a su cama como había hecho todas las noches anteriores. Pero los minutos pasaban y no era una mañana como cualquier otra aunque Amadeo no lo supiera.
Ya no tenia bellos sueños donde se encontrara con sus seres amados, ni con lugares de ensueño, solo oscuridad hasta que el amanecer llegaba y le devolvía a la realidad, pero algo inquieto escucho una voz conocida llamarle por su nombre y quiso alcanzarle antes de que se marchara, de a poco abrió los ojos sintiendo que aun dormía pero sentía su aroma y escuchaba su voz, era real o solo una cruel alucinación. Se levanto un poco buscando el rostro de su visitante para estar seguro – Estas aquí… - murmuro perplejo y mirándole como si estuviera asustado, pero en realidad estaba confundido – Realmente estas aquí – dijo ya más animado mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro pero se sentía al borde del llanto en realidad, pero no dejaría que Venance le viera llorar otra vez por lo que estiro sus brazos para atraparle por el cuello y jalarlo contra su cuerpo, hundiendo su rostro en su cuello. Pues aun no lo creía real y si despertaría pronto al menos quería plasmar a su Maestro en su memoria pero los segundos avanzaban y no despertaba más bien se sentía cada vez más despierto y sus sentidos accionaban con más claridad.
Comenzó a pasar por su mente cada palabra de su carta como si la estuviera leyendo en ese preciso instante, sabía que debía soltar a su Maestro en algún momento pero realmente no quería hacerlo había sido mucho tiempo. Y solo apartándose un poco pego su frente en la del mayor mirándole a los ojos, ya no podía esconder su mirada en ese momento, una de sus manos paso tímida por la mejilla pálida de este, su piel estaba fría y sin dudarlo acabo por tomar el rostro del mayor para darle un beso en cada mejilla deteniéndose a centímetros de besar sus labios y lo hubiera hecho si un escalofrío no hubiera recorrido su espalda al darse cuenta de que estaba siendo muy descarado– Bienvenido a París – de a poco bajo sus manos que temblaban levemente y se apartaba para volver a reposar sobre la cama. No estaba seguro si aun no amanecía o había dormido tanto que se había hecho de noche -¿Como estuvo tu viaje?, no avisaste que vendrías… pensé que ya no sabría nada de ti. Creo que debe ser muy temprano o muy tarde, puedes dormir aquí si gustas y yo iré a otra habitación si es que ya no tienes una habitación desde antes – la verdad era que no pensaba mucho en lo que estaba diciendo, solo sabía que en cosa de minutos la felicidad había regresado a su ser, como un fuerte golpe de energía.
Gastaba su tiempo mirando el tejado, observando por la ventana a ver si alguien se acercaba a la mansión o simplemente gastaba horas durmiendo. Le subían su desayuno, almuerzo y cena luego de que se negara a bajar, para luego dejar la bandeja en una mesa que se encontraba fuera de su cuarto para que se la llevaran.
Intento aprender a tocar el piano que se encontraba en su cuarto pero era inútil, ademas esto le traía recuerdos del joven Jaejoong y de inmediato se veía atrapado en una profunda nostalgia que al cabo de unos minutos le hacía regresar a tirarse a la cama. La ultima vez que salio de casa fue para revisar si la misteriosa gitana de cabellos negros y alborotados seguía en el mercado, pero ellos no solían quedarse por mucho tiempo en un lugar, como sospechaba la chica se había marchado.
Había mucha gente que conformaba esa multitud, pero para Amadeo ya nadie tenia realmente un rostro, solo eran pálidas figuras sin expresiones, desconocidos con los que jamas hablaría por alguna razón realmente le costaba confiar en los humanos, porque era su naturaleza lastimar, violentar y olvidar otros, en la suya propia también ¿no?, era humano al fin y al cabo, pero procuraba no molestar ni violentar a nadie, tampoco olvidaba a quienes se iban entonces ¿Porque siempre acababa encontrándose solo?, el juego que Dios puso en su camino ya no le agradaba para nada, por lo que luego de un tiempo de encierro también cancelo una de sus únicas salidas que era a la Iglesia.
Ademas de sus problemas personales con Dios en ese momento, la catedral con sus pinturas hermosas y sus techos decorados le hacían recordar sus días en Italia. Y era extraño, pues amo Italia, tanto como adoraba a Venance y a Hero pero aun así solo quería olvidar ese sentimiento al sentirse rechazado por ambos pues Hero se había marchado sin siquiera despedirse y habían pasado semanas en las que Venance aun no respondía su carta , tal vez como Hero menciono hace muchos años en una carta acabaría casándose con alguna joven, aunque seriamente dudaba que fuera por amor, tal vez solo sería por responsabilidad.
Tomo un baño de agua tibia mientras jugaba con los pétalos de la tina. Y cuando la brisa entro apagando las velas y la luna ya estaba alta en el cielo supo que era hora de ir a la cama, no sería esa noche tampoco. Luego de vestirse regreso a su habitación, ahora ni siquiera estaban los gatos para pasar la noche como lo había hecho años antes y cuando del cielo nocturno comenzaron a desparecer estrellas supo que ya no llegaría nadie, cerro con las pesadas cortinas y se metió a su cama como había hecho todas las noches anteriores. Pero los minutos pasaban y no era una mañana como cualquier otra aunque Amadeo no lo supiera.
Ya no tenia bellos sueños donde se encontrara con sus seres amados, ni con lugares de ensueño, solo oscuridad hasta que el amanecer llegaba y le devolvía a la realidad, pero algo inquieto escucho una voz conocida llamarle por su nombre y quiso alcanzarle antes de que se marchara, de a poco abrió los ojos sintiendo que aun dormía pero sentía su aroma y escuchaba su voz, era real o solo una cruel alucinación. Se levanto un poco buscando el rostro de su visitante para estar seguro – Estas aquí… - murmuro perplejo y mirándole como si estuviera asustado, pero en realidad estaba confundido – Realmente estas aquí – dijo ya más animado mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro pero se sentía al borde del llanto en realidad, pero no dejaría que Venance le viera llorar otra vez por lo que estiro sus brazos para atraparle por el cuello y jalarlo contra su cuerpo, hundiendo su rostro en su cuello. Pues aun no lo creía real y si despertaría pronto al menos quería plasmar a su Maestro en su memoria pero los segundos avanzaban y no despertaba más bien se sentía cada vez más despierto y sus sentidos accionaban con más claridad.
Comenzó a pasar por su mente cada palabra de su carta como si la estuviera leyendo en ese preciso instante, sabía que debía soltar a su Maestro en algún momento pero realmente no quería hacerlo había sido mucho tiempo. Y solo apartándose un poco pego su frente en la del mayor mirándole a los ojos, ya no podía esconder su mirada en ese momento, una de sus manos paso tímida por la mejilla pálida de este, su piel estaba fría y sin dudarlo acabo por tomar el rostro del mayor para darle un beso en cada mejilla deteniéndose a centímetros de besar sus labios y lo hubiera hecho si un escalofrío no hubiera recorrido su espalda al darse cuenta de que estaba siendo muy descarado– Bienvenido a París – de a poco bajo sus manos que temblaban levemente y se apartaba para volver a reposar sobre la cama. No estaba seguro si aun no amanecía o había dormido tanto que se había hecho de noche -¿Como estuvo tu viaje?, no avisaste que vendrías… pensé que ya no sabría nada de ti. Creo que debe ser muy temprano o muy tarde, puedes dormir aquí si gustas y yo iré a otra habitación si es que ya no tienes una habitación desde antes – la verdad era que no pensaba mucho en lo que estaba diciendo, solo sabía que en cosa de minutos la felicidad había regresado a su ser, como un fuerte golpe de energía.
“Tímido y con brillo en su mirar”
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: Yeux qui brillent [Amadeo]
Eran pocos los ojos humanos o sobrenaturales que podían hacerme sentir emociones llegadas a límites. Él era uno, el único en años. Su enorme mirada celeste y llorosa llegaba a mi corazón muerto y le daba un espasmo de vida. Sus manos, tan débiles y quebradizas abrazándome y buscando jalarme para todos lados, no hacían más que darme ternura y una especie de tranquilidad. No era como cualquier otro, después de todo, como un bebé fue que me instigó a la violencia e hizo relucir efectos que había creído muertos. 'Estaba allí, ambos estábamos allí, existiendo' Eso era lo que pensaba al tenerlo frente a mí, ¿cuánto tiempo había pasado? Seguramente no demasiado, al menos no para mí cantidad de lunas y aún con ello estaba seguro de que le había extrañado. No había nada que pudiera hacer al respecto para calmarle y bien sentí el aroma salado en sus orbes que lucharon cual guerreros por siquiera dar un pequeño rastro de existencia. Le sonreí con la misma ternura y amabilidad de siempre, casi nula en una normalidad, pero flameante en mi realidad. Y asentí alzando las cejas, algo sorprendido de su estado. Aparentemente las cosas no iban como el joven querubín hubiese querido. En parte no me asombraba, él siempre había sido de aquellos utópicos y esperanzados por un mundo perfecto. Desesperadamente, vivir entre las sombras de la humanidad y en los bajos suburbios hacía que él, por muy escaso que sea ese subsistir, anhelara la perfección. ¿Podía acaso decir que yo mismo esperé eso en algún momento? Por supuesto, aún lo recordaba como si hubiese sido ese mismo siglo. La esperanza de sentir como mi mundo podía ser moldeado a mi gusto. Claro que eso se desmoronó con las guerras y la muerte. Y la franqueza cayó en mi cabeza como rocas macizas. Y me preguntaba si a él le caerían también en algún momento o si, justamente, eran esos los instantes en donde la realidad le caía a pedazos sobre los hombros.
—Calma Amadeo, no me iré a ninguna parte. Esta amaneciendo en éste momento, aún tienes todo el día por delante. — Recalculé en lo que un suspiro suave se dejó salir de mis labios y me senté correctamente a un lado de su cama, pasando los largos dedos por la cabellera del muchacho. Estaba más suave y con menos rulos de lo que recordaba, pero siempre con una sensación eléctrica y enfermiza. Se notaba en su altura y en sus rasgos que había crecido y no entendía bien qué sentimiento me daba eso. Bajé los brazos para tomarle sus palmas con cuidado, escondiéndolas entre las mías como una especie de protección ante su temblor. — No avisé porque no sabía cuándo llegaría. Tuve que ir a un lugar antes y desconocía el tiempo a tardar. Pero ya estoy aquí. Y no necesito que te vayas, has puesto las cortinas correctamente, así que podemos estar tranquilos. ¿Quieres dormir o gustas de desayunar? — Una vez más me vi alzando las cejas algo alarmado o quizá sugestionado y pestañeé con curiosidad. Quería saber qué pasaba por la mente del muchacho pero según mi tiempo junto a él era preferible guardar silencio. Nunca se sabía las cosas que podía llegar a pensar, tan irremediablemente demenciales que osaba pasar los límites de mis fronteras. — Te traje un obsequio del viaje. Pensé que quizá lo necesitarías. Fue hecha por un artesano de Coira, en Suiza. ¿Ésta era la piedra que te gustaba, o no? — Busqué en el bolsillo derecho una pequeña caja dorada en donde en su interior se encontraba un collar que colgaba una brújula de plata con encastres de piedras naturales, está no tenía los símbolos cardinales sino que apuntaba a mí y no más que eso. Había pasado por la catedral de aquella vieja ciudad para encontrarme con un antiquísimo inmortal para actualizarme de las necesidades de Paris, que ahora parecía ser devorada por la noche. Y no me había equivocado en pesar que quizá Amadeo podía estar en peligro o sumido en tristeza. Bien conocía que las dificultades de la realeza y las revoluciones llegaban a afectar hasta la última rata de alcantarilla del territorio. — Pensé que te gustaría saber en dónde estoy. Úsala con responsabilidad, ya eres mayor. Ahora será mejor que desayunes Amadeo, me han dicho que te has comportado extraño. Estaré esperando que me cuentes los sucesos. Pues veo que por aquí no se encuentra ningún otro ser sobrenatural, lo que me lleva a pensar que no has encontrado lo que querías. — Enfaticé en lo que apoyaba las manos en sus hombros y lentamente me acomodaba para levantarme y pasar el collar por el cuello ajeno, dejándolo apoyado sobre su blanquecina y mortal piel de porcelana.
—Calma Amadeo, no me iré a ninguna parte. Esta amaneciendo en éste momento, aún tienes todo el día por delante. — Recalculé en lo que un suspiro suave se dejó salir de mis labios y me senté correctamente a un lado de su cama, pasando los largos dedos por la cabellera del muchacho. Estaba más suave y con menos rulos de lo que recordaba, pero siempre con una sensación eléctrica y enfermiza. Se notaba en su altura y en sus rasgos que había crecido y no entendía bien qué sentimiento me daba eso. Bajé los brazos para tomarle sus palmas con cuidado, escondiéndolas entre las mías como una especie de protección ante su temblor. — No avisé porque no sabía cuándo llegaría. Tuve que ir a un lugar antes y desconocía el tiempo a tardar. Pero ya estoy aquí. Y no necesito que te vayas, has puesto las cortinas correctamente, así que podemos estar tranquilos. ¿Quieres dormir o gustas de desayunar? — Una vez más me vi alzando las cejas algo alarmado o quizá sugestionado y pestañeé con curiosidad. Quería saber qué pasaba por la mente del muchacho pero según mi tiempo junto a él era preferible guardar silencio. Nunca se sabía las cosas que podía llegar a pensar, tan irremediablemente demenciales que osaba pasar los límites de mis fronteras. — Te traje un obsequio del viaje. Pensé que quizá lo necesitarías. Fue hecha por un artesano de Coira, en Suiza. ¿Ésta era la piedra que te gustaba, o no? — Busqué en el bolsillo derecho una pequeña caja dorada en donde en su interior se encontraba un collar que colgaba una brújula de plata con encastres de piedras naturales, está no tenía los símbolos cardinales sino que apuntaba a mí y no más que eso. Había pasado por la catedral de aquella vieja ciudad para encontrarme con un antiquísimo inmortal para actualizarme de las necesidades de Paris, que ahora parecía ser devorada por la noche. Y no me había equivocado en pesar que quizá Amadeo podía estar en peligro o sumido en tristeza. Bien conocía que las dificultades de la realeza y las revoluciones llegaban a afectar hasta la última rata de alcantarilla del territorio. — Pensé que te gustaría saber en dónde estoy. Úsala con responsabilidad, ya eres mayor. Ahora será mejor que desayunes Amadeo, me han dicho que te has comportado extraño. Estaré esperando que me cuentes los sucesos. Pues veo que por aquí no se encuentra ningún otro ser sobrenatural, lo que me lleva a pensar que no has encontrado lo que querías. — Enfaticé en lo que apoyaba las manos en sus hombros y lentamente me acomodaba para levantarme y pasar el collar por el cuello ajeno, dejándolo apoyado sobre su blanquecina y mortal piel de porcelana.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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Re: Yeux qui brillent [Amadeo]
“No somos más que dóciles corazones de almas violentas”
No le importaba si era un día, una semana o un año, solo estaba presente en su mente segundo a segundo el que su Maestro estuviera frente a sus ojos, como si se fuera a desvanecer como solía pasar con todos quienes pasaban por su vida en algún momento y simplemente no podía tolerarlo más. De tanto jalar al mayor como si quisiera meterse debajo de su piel sintió como los cabellos de este golpeaban en su cara al quedar atrapados entre sus cuerpos y, obviamente, la cabeza del mayor.
Sintiendo como sus manos estaban en las suyas su corazón sintió un pequeño respiro, le observo ya más tranquilo porque sin importar los años, siquiera el orden normal de aquel mundo y universo, alguna fuerza extraña y alejada de la mano de Dios hizo posible que su Maestro nacido hace miles de años atrás estuviera ahora frente a sus ojos y se preguntaba constantemente si en alguna parte recóndita de su ser sentía que le había esperado todo ese tiempo. Si de alguna manera sentía que a su lado era el lugar correcto.
-Quédate aquí conmigo… pueden traer comida al cuarto, así no tendrás que salir a los pasillos. Así también yo podre quedarme a tu lado durante el día. – sin duda se notaba apresurado en sus respuestas, llegaba a faltarle el aire como un pequeño niño que no quería que le vieran llorar. Librero una de sus manos para acomodar sus propios cabellos y los de su Maestro aún era como aquellas hermosas estatuas, era extraño verse a su lado diferente pero este siendo el mismo pero tenía más que claro que así sería por mucho tiempo, aun sin querer crecer no sabía si el mayor se sintiera listo en algún momento para tomar la determinación de no querer verlo envejecer y morir, pero aun siendo un deseo muy grande y propio no le obligaría a nada, no lo presionaría ni seguiría rogando, ni por eso ni por su cariño luego de comprender que la forma de querer que siempre había tenido Venance era distinta, algo más distante pero siempre atento a lo que le ocurría o sentía.
Acabo por acomodarse a su lado para ver maravillado el obsequio, sin duda se notó el cambio de su expresión al ver aquella caja dorada y apenas se aguantó el bromear a su Maestro con que si le pediría algo así como contraer nupcias, finalmente estaba siendo un lindo reencuentro y no quería arruinarlo para ninguno. Finalmente cuando abrió la caja fue como si sintiera que sus manos romperían el obsequio con solo tocarlo por lo que lo miro con la boca semi abierta por un momento antes de que, de una forma delicada no muy propia de su ser, tomo el obsequio para verlo más de cerca - ¿Esta brújula me guiara a ti... siempre?... - susurro ignorando todo lo demás que Venance había comentado pero como de costumbre tenía muchas cosas buenas para estar alegre pero la mayoría del tiempo eran opacadas por la gran nube de su mala suerte e inseguridades - ¿Y el día que no quieras que yo te encuentre?. Más bien... siempre estarás dos, tres... mil pasos antes que yo. - comento como si solo hablara consigo mismo antes de devolver la brújula a su caja antes de dejarla en la mesa de noche.
Volvió la mirada al mayor antes de empujarle un poco para que se recostara y proceder a acomodarse cerca de su cuerpo, extrañaba las noches en Italia de esa forma. Las había olvidado de a poco, se aferro al mayor y finalmente, luego de moverse por un largo rato acabo sobre este jugando con los cabellos del mayor - Peso un poco más ahora... - susurro mientras se acercaba de a poco observando los ojos del mayor- Aun cuando estas aquí... siento que vives en un mundo desfasado al tiempo en el que yo estoy, y sería muy normal si no fuera porque sabes vivir en la actualidad. Sabes mantenerte con "vida" y ser parte del mundo como se conoce, no en las sombras, ni dañando indiscriminadamente. Pero cuando se trata de mi, es como si no estuvieras, como si simplemente yo no pudiera pertenecer a aquel mundo de detalles minúsculos que no logro ver y se que tu tampoco me comprendes pero aun así buscamos la compañía del otro. Dime... viniste a mi encuentro - dijo con un hilo de voz mientras pegaba su frente con la del mayor, podría sentir el aliento de este si existiera uno... pero no era así y le miro con una intensidad que amas había logrado sentir antes - Dime... ¿Me amas?. ¿Lo suficiente para sentir que la eternidad no sería la misma si yo falleciera, o simplemente estas acostumbrado a esa perdida y yo sería un simple numero más que sería reemplazado, tal vez... en algunos años o siglos más?
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: Yeux qui brillent [Amadeo]
Amadeo resultaba ser siempre una persona sumamente cargada de energías poderosas y pesadas, que me hacían caer continuamente al abismo entre sus pequeñas y frágiles manos. Éstas buscaban tomarme como escudo y sólo terminaban siendo paredes macizas que lo alejaban del mundo en el que realmente vivía. Sus movimientos me dejaban atónito y me quedaba tan quieto como así me era posible, dejándole hacer de manera que no pudiera lastimarse. Y fue cuando detuvo su danza que pude alzar la vista, mirándole con la misma calma inexplicable de siempre. Aunque con él era diferente, sentía felicidad cuando le veía alegre y tristeza cuando anunciaba sus lágrimas. Era algo que me incomodaba muchísimo, debido a la falta de práctica de esas emociones que no me daban nada a cambio.
— No me iré entonces. Tan solo… quédate quieto un poco o terminarás cayéndote de la cama. — Apenas pude balbucear eso al sentirle tan pegado, aún mis propios cabellos largos habían buscado la manera de meterse sobre mi rostro impidiéndome ver correctamente; hasta que Amadeo se ocupó de retirarlos y alcé las cejas como quien acaba de salir de un terremoto sin poder asimilarlo. Suspiré y apenas una sonrisa a medias fue lo que pude regalarle al verle felizmente abrir su presente, me parecía raro que ninguna frase indecente hubiese salido de su boca, pero me permití ignorar el hecho, apoyándome sobre mi brazo en tanto observaba como la cadena relucía en el color brillante. ¿Por qué él siempre buscaba esa terrible manera de hacerme sentir miserable? Suponía que era imposible para Amadeo saber tal cosa, incluso en ese instante le sonreí, pasando mi mano por la suya. — No creo que suceda. Si quisiera dejarte solo ya lo hubiese hecho, Amadeo. ¿No te ha gustado? — Indagué cuando la caja fue puesta a un lado tan rápidamente.
Nunca podía imaginarme las reacciones del muchacho, probablemente si no le hubiese traído algo también habría sido una queja. Era un querubín difícil de complacer aún cuando no era mi responsabilidad hacerlo. Sin embargo me dejé acomodar en la acolchonada cama, hundiendo mi peso con cuidado, entrecerrando los ojos en lo que mis brazos se ponían de manera rígida contra mi pecho. Aunque pronto me vi abrazando su espalda, escondiéndolo en la frialdad eterna de mi cuerpo, sufriendo por él y su manía de querer estar junto a una estatua de mármol que no generaba ninguna clase de temperatura corporal -más que la ambiental- cuando no tenía sangre nueva en sus venas. — Sí, has crecido muy bien. ¿Te gusta cómo te ves ahora? [...] ¿Eh? —
Esperaba sus comentarios sobre esa ciudad, sobre las aventuras que habría tenido solo, no obstante, sólo fueron terribles cosas las que salieron hasta hacerme hundir un poco más en el acolchado, observando fijamente el techo, como si de repente me hubiese quedado sin una gota de energía para responder. Me mantuve en silencio un tiempo, escuchando meticulosamente y repitiendo eso en mi cabeza, buscando las mejores palabras para responderle a todo. De lo contrario, sería probablemente peor y no tenía intenciones de hacer enojar al pequeño humano en mi recién llegada estadía. — Acaso, ¿tendría que haber venido antes? La única razón por la que no vine contigo fue porque así lo deseaste. ¿Por qué estás así? — Apenas mantuve un tono escuchable para él, moviendo los labios como si fuese algo completamente difícil. Estaba tan terriblemente cerca y lo salado de sus ojos se sentía aunque estuviese por dentro. Entrecerré los ojos de un azul profundo y alcé las palmas, tomando los dedos ajenos que se acomodaban a mi alrededor para mantener esa intimidante posición que resultaba ser bastante contrariada.
— ¿Por qué hablas como si conocieras mis años? ¿Quién dice acaso que he mantenido a personas de este modo? Supongo que has llegado a tu límite… — De manera casi avergonzada fue que le solté sin más, había pensado quitarlo de arriba antes de que pudiera significar algo en mí.
Por el contrario, cerré los párpados un instante, intentando recabar toda la información que necesitaba para aceptar que ese momento sería el que definiría esos deseos tan incomprensibles que él tenía.
— No quiero que te vayas nunca de mi lado. ¿Puedes conformarte con eso por ahora? Has pasado años indagando mis sentimientos y solo puedo decirte algo así. ¿Me perdonarás? ¿Cómo podría quitarte tan preciada existencia solo por un egoísmo como el mío? Jamás entenderás la tristeza de la eternidad, no quiero esto para ti, pero, ¿qué puedo hacer si no? — Siquiera me atreví a mirarlo, me mantuve firme con el ceño fruncido y los orbes caídos hacia abajo. Al final envolví la mano en su muñeca, por la simple seguridad de que no se quisiera ir como tantas veces lo hacía cuando no obtenía lo que quería. — No me has contado nada de lo que pasó aquí. ¿Por qué estás solo? — De manera monótona y algo decaída fue que volví a mantener la compostura rígida de siempre, ajustando ese pequeño y eterno sufrimiento escondido entre las profundas paredes de mi interior. Indestructibles por el momento, pero tan frágiles que si las movían correctamente terminaría por caer a esos pecados que me destruirían, haciendo un efecto en cadena que derivaría en aquel chico de pequeñas ondas en el cabello y sonrisa radiante. Era tan injusto que cuando mi propia mente no podía escucharme, maldecía el don oscuro.
— No me iré entonces. Tan solo… quédate quieto un poco o terminarás cayéndote de la cama. — Apenas pude balbucear eso al sentirle tan pegado, aún mis propios cabellos largos habían buscado la manera de meterse sobre mi rostro impidiéndome ver correctamente; hasta que Amadeo se ocupó de retirarlos y alcé las cejas como quien acaba de salir de un terremoto sin poder asimilarlo. Suspiré y apenas una sonrisa a medias fue lo que pude regalarle al verle felizmente abrir su presente, me parecía raro que ninguna frase indecente hubiese salido de su boca, pero me permití ignorar el hecho, apoyándome sobre mi brazo en tanto observaba como la cadena relucía en el color brillante. ¿Por qué él siempre buscaba esa terrible manera de hacerme sentir miserable? Suponía que era imposible para Amadeo saber tal cosa, incluso en ese instante le sonreí, pasando mi mano por la suya. — No creo que suceda. Si quisiera dejarte solo ya lo hubiese hecho, Amadeo. ¿No te ha gustado? — Indagué cuando la caja fue puesta a un lado tan rápidamente.
Nunca podía imaginarme las reacciones del muchacho, probablemente si no le hubiese traído algo también habría sido una queja. Era un querubín difícil de complacer aún cuando no era mi responsabilidad hacerlo. Sin embargo me dejé acomodar en la acolchonada cama, hundiendo mi peso con cuidado, entrecerrando los ojos en lo que mis brazos se ponían de manera rígida contra mi pecho. Aunque pronto me vi abrazando su espalda, escondiéndolo en la frialdad eterna de mi cuerpo, sufriendo por él y su manía de querer estar junto a una estatua de mármol que no generaba ninguna clase de temperatura corporal -más que la ambiental- cuando no tenía sangre nueva en sus venas. — Sí, has crecido muy bien. ¿Te gusta cómo te ves ahora? [...] ¿Eh? —
Esperaba sus comentarios sobre esa ciudad, sobre las aventuras que habría tenido solo, no obstante, sólo fueron terribles cosas las que salieron hasta hacerme hundir un poco más en el acolchado, observando fijamente el techo, como si de repente me hubiese quedado sin una gota de energía para responder. Me mantuve en silencio un tiempo, escuchando meticulosamente y repitiendo eso en mi cabeza, buscando las mejores palabras para responderle a todo. De lo contrario, sería probablemente peor y no tenía intenciones de hacer enojar al pequeño humano en mi recién llegada estadía. — Acaso, ¿tendría que haber venido antes? La única razón por la que no vine contigo fue porque así lo deseaste. ¿Por qué estás así? — Apenas mantuve un tono escuchable para él, moviendo los labios como si fuese algo completamente difícil. Estaba tan terriblemente cerca y lo salado de sus ojos se sentía aunque estuviese por dentro. Entrecerré los ojos de un azul profundo y alcé las palmas, tomando los dedos ajenos que se acomodaban a mi alrededor para mantener esa intimidante posición que resultaba ser bastante contrariada.
— ¿Por qué hablas como si conocieras mis años? ¿Quién dice acaso que he mantenido a personas de este modo? Supongo que has llegado a tu límite… — De manera casi avergonzada fue que le solté sin más, había pensado quitarlo de arriba antes de que pudiera significar algo en mí.
Por el contrario, cerré los párpados un instante, intentando recabar toda la información que necesitaba para aceptar que ese momento sería el que definiría esos deseos tan incomprensibles que él tenía.
— No quiero que te vayas nunca de mi lado. ¿Puedes conformarte con eso por ahora? Has pasado años indagando mis sentimientos y solo puedo decirte algo así. ¿Me perdonarás? ¿Cómo podría quitarte tan preciada existencia solo por un egoísmo como el mío? Jamás entenderás la tristeza de la eternidad, no quiero esto para ti, pero, ¿qué puedo hacer si no? — Siquiera me atreví a mirarlo, me mantuve firme con el ceño fruncido y los orbes caídos hacia abajo. Al final envolví la mano en su muñeca, por la simple seguridad de que no se quisiera ir como tantas veces lo hacía cuando no obtenía lo que quería. — No me has contado nada de lo que pasó aquí. ¿Por qué estás solo? — De manera monótona y algo decaída fue que volví a mantener la compostura rígida de siempre, ajustando ese pequeño y eterno sufrimiento escondido entre las profundas paredes de mi interior. Indestructibles por el momento, pero tan frágiles que si las movían correctamente terminaría por caer a esos pecados que me destruirían, haciendo un efecto en cadena que derivaría en aquel chico de pequeñas ondas en el cabello y sonrisa radiante. Era tan injusto que cuando mi propia mente no podía escucharme, maldecía el don oscuro.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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Re: Yeux qui brillent [Amadeo]
Jamás podría entender por completo cómo funcionaba la mente de su Maestro. ¿Cómo pensaba alguien con milenios de vida?. Para Amadeo las cosas no eran mucho más simples aun cuando no era el que tomaba las decisiones gatillantes que podían cambiar su destino, no tenía poder alguno ante los deseos del destino, pero intentaba ser un muchacho maduro y dejar de alterar los nervios de las personas a su alrededor… no quería acabar por alejar a Venance. Tan solo busco su mirada mientras escuchaba aquellas palabras que imaginaba recibiría… bueno, no de forma tan literal pero no esperaba un “Te amo” a secas de su parte, eso sería demasiado sencillo como para ser parte de aquella historia llena de altos y bajos pero nada realmente concreto, siempre en un limbo donde sus sentimientos se tambaleaban peligrosamente sobre el abismo sin saber si caer era la mejor opción que podía tomar, entregarse a la locura y admitir que todo lo que pasaba a su alrededor no era lógico, suponer que su mente invento todo como una manera desesperada de evadir la realidad, sin embargo lo sentía, su piel fría y aquella mirada que intentaba evitarlo.
-Te contradices, sabes la forma de no perderme. Pero tienes razón, tal vez no la entiendo del todo… pero he visto a los seres más radiantes caer en aquella desesperación a la cual parecen sucumbir todos los inmortales y me aterra pensar que será de esa forma para ti o para mí… No te obligare a ello, a vivir con la carga de saber que si acabara lanzándome al fuego tú me convertiste en eso. – le hablaba con calma, estaba cansado de pelear contra todo, solo quería descansar, recibir un abrazo y una tenue caricia que le permitiera relajarse un momento frente a la idea de no estar solo – La eternidad es complicada porque no tiene finales, los humanos podemos vivir sintiendo que si con suerte llegamos a los 30, tenemos hijos y estos nietos… podemos morir en paz y felices si tenemos una vida que nos permita una vida digna… yo jamás tendré hijos ni nietos, pero… ¿tú tampoco los tuviste o sí?. Sé que yo jamás podría afrontar la eternidad como tú y con el tiempo puede que me vuelva una gran molestia a la cual temerías dejar ante los errores que pudiera cometer y tampoco creo fueras capaz de acabar con mi existencia… estoy intentando crecer, pero me da miedo darme cuenta en algún momento de que espere demasiado y tú no te arriesgaras amar a un humano porque somos como pequeños juguetes, demasiado frágiles para existir eternamente… en este punto supongo que yo tampoco puedo decir que te amo… pero esperare hasta que lo escuche, seré paciente - acabo por apartarse un poco solo para acostarse nuevamente, abrazado de su almohada la cual acabo por lanzar lejos al apoyar su rostro y estar algo húmeda, solo tomo otra y volvió a la misma posición.
-Porque nunca nada sale como quisiera, ¿No es obvio?, no debí haber regresado –no le dirigía la mirada, solo estaba mirando el techo mientras sentía un cosquilleo en su cuerpo y la garganta cerrársele, pero no lloraría más… era inútil – Todo lo que en algún momento hice… lo hice solo por aquel ángel, pero ya no existe o puede que jamás haya existido... ¿Puede ser un ángel un ser que ya ha sido despojado de todo lo que alguna vez fue, sumido en desesperación como si ya ninguna parte de su ser perteneciera al cielo? Y sin importar lo que yo haga, jamás volverá es como si aquel cuervo hubiera devorado su alma. Me hubiera gustado ver aquella sonrisa tan sincera y dulce una vez más… pero finalmente la vida es así – alzo un poco los hombros sin apartar su mirada del tejado, se preguntaba de donde sacaba aun energía, era un ser demasiado atormentado y estaba mentalmente muy agotado, frente a la inmortalidad no podía decir que había tenido una vida dura o almeno eso había aprendido – por lo mismo tu temes darme la eternidad, porque podría sentirme de esta forma para siempre, luego de tanto tiempo solo aquí me di cuenta de que logro ser in peligro para mí mismo… tienes razón, la inmortalidad aun no es algo para mí, aun… y puede que nunca lo sea, pero si no lo es tu tampoco serás nunca para mí – suspiro como si lo último que le quedaba de energía se fuera en ellos. En la ausencia de su Maestro y de Hero había cortado sus antes revoltosos cabellos en un arranque de odio a sí mismo, tal como también había arremetido contra su ser de otras formas, pero prefería mantenerlo en secreto, finalmente se sentía en un abismo de silencio que más que bien le hacía mal aquel dulce dolor siempre se había impuesto y no sabía cómo vivir sin aquellos seres en sus días, sus noches y los momentos más angustiosos de su vida. De igual forma su amor por aquellos se mantenía en constante balance.
-Desearía en algún momento gritar los secretos de su eternidad, pero supongo que para mí él siempre será la rosa que deseo no se marchite jamás…. Pero también es quien me ha hecho odiar a las rosas tal como odio lo que siento en este momento – susurro mientras abrazaba su almohada y la colocaba en su cara simplemente para que su Maestro no viera que estaba a punto de romper en llanto nuevamente, que patético debía pensar el mayor que era su alumno… que patético se sentía él mismo- ¿Algún día este dolor se ira lejos?.... ¿Por qué siento que te quiero tanto… pero aun creo necesitar de él? – intento que se le entendiera aun con la almohada en su cara, jamás había entendido lo que era el amor, una vida como la suya pocas veces le dio espacio para lograr preguntárselo siquiera pero ahora esa pregunta lo atormentaba. ¿Qué era realmente el amor?, ¿Era acaso el amor capaz de salvarle de sí mismo?.
-Te contradices, sabes la forma de no perderme. Pero tienes razón, tal vez no la entiendo del todo… pero he visto a los seres más radiantes caer en aquella desesperación a la cual parecen sucumbir todos los inmortales y me aterra pensar que será de esa forma para ti o para mí… No te obligare a ello, a vivir con la carga de saber que si acabara lanzándome al fuego tú me convertiste en eso. – le hablaba con calma, estaba cansado de pelear contra todo, solo quería descansar, recibir un abrazo y una tenue caricia que le permitiera relajarse un momento frente a la idea de no estar solo – La eternidad es complicada porque no tiene finales, los humanos podemos vivir sintiendo que si con suerte llegamos a los 30, tenemos hijos y estos nietos… podemos morir en paz y felices si tenemos una vida que nos permita una vida digna… yo jamás tendré hijos ni nietos, pero… ¿tú tampoco los tuviste o sí?. Sé que yo jamás podría afrontar la eternidad como tú y con el tiempo puede que me vuelva una gran molestia a la cual temerías dejar ante los errores que pudiera cometer y tampoco creo fueras capaz de acabar con mi existencia… estoy intentando crecer, pero me da miedo darme cuenta en algún momento de que espere demasiado y tú no te arriesgaras amar a un humano porque somos como pequeños juguetes, demasiado frágiles para existir eternamente… en este punto supongo que yo tampoco puedo decir que te amo… pero esperare hasta que lo escuche, seré paciente - acabo por apartarse un poco solo para acostarse nuevamente, abrazado de su almohada la cual acabo por lanzar lejos al apoyar su rostro y estar algo húmeda, solo tomo otra y volvió a la misma posición.
-Porque nunca nada sale como quisiera, ¿No es obvio?, no debí haber regresado –no le dirigía la mirada, solo estaba mirando el techo mientras sentía un cosquilleo en su cuerpo y la garganta cerrársele, pero no lloraría más… era inútil – Todo lo que en algún momento hice… lo hice solo por aquel ángel, pero ya no existe o puede que jamás haya existido... ¿Puede ser un ángel un ser que ya ha sido despojado de todo lo que alguna vez fue, sumido en desesperación como si ya ninguna parte de su ser perteneciera al cielo? Y sin importar lo que yo haga, jamás volverá es como si aquel cuervo hubiera devorado su alma. Me hubiera gustado ver aquella sonrisa tan sincera y dulce una vez más… pero finalmente la vida es así – alzo un poco los hombros sin apartar su mirada del tejado, se preguntaba de donde sacaba aun energía, era un ser demasiado atormentado y estaba mentalmente muy agotado, frente a la inmortalidad no podía decir que había tenido una vida dura o almeno eso había aprendido – por lo mismo tu temes darme la eternidad, porque podría sentirme de esta forma para siempre, luego de tanto tiempo solo aquí me di cuenta de que logro ser in peligro para mí mismo… tienes razón, la inmortalidad aun no es algo para mí, aun… y puede que nunca lo sea, pero si no lo es tu tampoco serás nunca para mí – suspiro como si lo último que le quedaba de energía se fuera en ellos. En la ausencia de su Maestro y de Hero había cortado sus antes revoltosos cabellos en un arranque de odio a sí mismo, tal como también había arremetido contra su ser de otras formas, pero prefería mantenerlo en secreto, finalmente se sentía en un abismo de silencio que más que bien le hacía mal aquel dulce dolor siempre se había impuesto y no sabía cómo vivir sin aquellos seres en sus días, sus noches y los momentos más angustiosos de su vida. De igual forma su amor por aquellos se mantenía en constante balance.
-Desearía en algún momento gritar los secretos de su eternidad, pero supongo que para mí él siempre será la rosa que deseo no se marchite jamás…. Pero también es quien me ha hecho odiar a las rosas tal como odio lo que siento en este momento – susurro mientras abrazaba su almohada y la colocaba en su cara simplemente para que su Maestro no viera que estaba a punto de romper en llanto nuevamente, que patético debía pensar el mayor que era su alumno… que patético se sentía él mismo- ¿Algún día este dolor se ira lejos?.... ¿Por qué siento que te quiero tanto… pero aun creo necesitar de él? – intento que se le entendiera aun con la almohada en su cara, jamás había entendido lo que era el amor, una vida como la suya pocas veces le dio espacio para lograr preguntárselo siquiera pero ahora esa pregunta lo atormentaba. ¿Qué era realmente el amor?, ¿Era acaso el amor capaz de salvarle de sí mismo?.
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: Yeux qui brillent [Amadeo]
Lo que veían mis ojos era un humano hermoso, rebalsaba sentimientos como yo nunca había podido hacer, sentía y sufría con tanta amargura como así pasión y ganas. Estaba al tanto de que no le gustaba todo lo que estaba pasando y aun así no podía negar que me encantaba verlo. Mis brazos se estiraron para poder acunarlo cuidadosamente, escuchándolo como lo hace una simple estatua. No había respuesta correcta para sus vacilaciones. Aquel ángel del cual tanto hablaba no era más que un vampiro que cometía tantos errores como cualquiera. Aunque había sido el que se encomendó ayudar al muchacho, no tenía nada de especial ¿Cómo hacerle entender a una mente victimizada que estaba viendo una ilusión creada por su propia mente? ¿Cómo explicarle que en realidad sus pensamientos dañaban a esa persona por crearle expectativas que no podía cumplir? Todas esas eran verdades que Amadeo no estaba preparado para enfrentar. Le había escuchado muchas veces hablar de que ya había crecido, pero yo sabía bien que lo único que estaba haciendo era acallar lo que antes decía a vivas voces. Y estaba más que seguro que solo le haría peor a su alma arruinada. — ¿Tú crees que yo podría sucumbir a algo? No Amadeo. Cuando yo caiga lo haré por mi propia elección, soy libre de hacer lo que quiera, por eso tardo, porque tengo sufragio. — Aceptaba que tarde o temprano, si él no cambiaba, yo estaría a su lado para convertirlo en una estatua viviente, hermosa y perfecta. Mientras tanto estaba esperando, pacientemente, a que él me alejara, a que conociera a alguien mejor y quisiera volar lejos de mí. Estaba dispuesto a perder un poco más de humanidad con tal de darle lo que sin duda era mejor.
Lo que terminó diciendo me dejó anonadado, como si quisiera arrancarme los oídos para no tener que escucharlo más. ¿Por qué me decía lo que estaba esperando que entienda? Tal parecía que Amadeo estaba al tanto de la infelicidad de la inmortalidad. La eternidad era un círculo que nunca acababa. Los humanos esperan morir en algún momento y por eso se preparan para ello. Algo que no se muere no puede hacerlo, está estancado en el tiempo, como una gaviota que pasa rápidamente. El tiempo es lo que nos hace existir. Sin el tiempo es como si nunca hubiésemos estado. — ¿Qué te he dicho sobre inventar cosas de mí? Yo también fui humano, no todos están preparados para vivir eternamente, en eso estamos de acuerdo. Pero tú me tienes a mí, deja de fantasear con una tristeza que no tienes. Sufres porque solo piensas en el futuro, eso es ansiedad. Apártala para vivir el presente, estoy aquí contigo, hice un largo viaje y solo te escucho hablar de cosas que no han sucedido. — Suspiraba abrumado, observándolo como enredado entre las sabanas y almohadas, sonreí para mis adentros y cerrando los ojos me acerqué para tomar la almohada y tironearla cuidadosamente. Era la manera de decirle que la sacara de allí sin tener que usar la fuerza. Al final decidí acomodarme a su lado, quitando mis zapatos para sentarme en la cama. Le escuché mirando al techo por un largo rato, en algún instante que no reconocí me vi acariciando las hebras de cabellos que salían por los lados, se habían amarronado y resultaban ser más suaves que antes. — Quizá nunca fue un ángel. Quizá simplemente es una buena persona que ha tomado malas decisiones y ahora no encuentra una salida. Tal vez solo necesita tiempo para asimilarlo. ¿Por qué piensas que solo siendo un vampiro serás importante para mí? Amadeo, tu crecerás cuando sepas entender los sentimientos ajenos, sin superponer los propios. ¿Alguna vez pensaste en lo que podría sentir al saber que solo buscas a ese ángel? — Consulté con curiosidad, quitando apenas la almohada de su rostro, mirando su pena y entristeciéndome en ella. Negué con paz y con una especie de tenebrosidad que había experimentado pocas veces a lo largo del tiempo. Cerré los ojos y cuidadosamente me acosté, acunándolo. Segundos más tardes cubrí sus ojos con una de mis manos, como si quisiera que dejara de pensar. Tan solo por un rato, que apagara toda ese escarmiento que estaba evolucionando cada vez más. — Duerme Amadeo, mañana será otro día. Dame la satisfacción de saber que he llegado a Paris y estás aquí para darme la bienvenida. — Escondí su cuerpo entre las sabanas y quedé en silencio, dejando que el sueño empezara a llenar los poros ajenos. No me moví un solo milímetro hasta sentir su respiración cambiar y dejarme caer también en el cansancio. Después de todo habían sido muchas horas cerca de los rayos del sol, solo la madera me había alejado de ellos. Y la espera eterna de cazadores o inquisidores notando un féretro de viaje no me había dado buena espina en ningún momento. Después de todo Paris era la ciudad de los sobrenaturales y la muerte inminente de muchos de ellos era una cualidad de cada noche.
Lo que terminó diciendo me dejó anonadado, como si quisiera arrancarme los oídos para no tener que escucharlo más. ¿Por qué me decía lo que estaba esperando que entienda? Tal parecía que Amadeo estaba al tanto de la infelicidad de la inmortalidad. La eternidad era un círculo que nunca acababa. Los humanos esperan morir en algún momento y por eso se preparan para ello. Algo que no se muere no puede hacerlo, está estancado en el tiempo, como una gaviota que pasa rápidamente. El tiempo es lo que nos hace existir. Sin el tiempo es como si nunca hubiésemos estado. — ¿Qué te he dicho sobre inventar cosas de mí? Yo también fui humano, no todos están preparados para vivir eternamente, en eso estamos de acuerdo. Pero tú me tienes a mí, deja de fantasear con una tristeza que no tienes. Sufres porque solo piensas en el futuro, eso es ansiedad. Apártala para vivir el presente, estoy aquí contigo, hice un largo viaje y solo te escucho hablar de cosas que no han sucedido. — Suspiraba abrumado, observándolo como enredado entre las sabanas y almohadas, sonreí para mis adentros y cerrando los ojos me acerqué para tomar la almohada y tironearla cuidadosamente. Era la manera de decirle que la sacara de allí sin tener que usar la fuerza. Al final decidí acomodarme a su lado, quitando mis zapatos para sentarme en la cama. Le escuché mirando al techo por un largo rato, en algún instante que no reconocí me vi acariciando las hebras de cabellos que salían por los lados, se habían amarronado y resultaban ser más suaves que antes. — Quizá nunca fue un ángel. Quizá simplemente es una buena persona que ha tomado malas decisiones y ahora no encuentra una salida. Tal vez solo necesita tiempo para asimilarlo. ¿Por qué piensas que solo siendo un vampiro serás importante para mí? Amadeo, tu crecerás cuando sepas entender los sentimientos ajenos, sin superponer los propios. ¿Alguna vez pensaste en lo que podría sentir al saber que solo buscas a ese ángel? — Consulté con curiosidad, quitando apenas la almohada de su rostro, mirando su pena y entristeciéndome en ella. Negué con paz y con una especie de tenebrosidad que había experimentado pocas veces a lo largo del tiempo. Cerré los ojos y cuidadosamente me acosté, acunándolo. Segundos más tardes cubrí sus ojos con una de mis manos, como si quisiera que dejara de pensar. Tan solo por un rato, que apagara toda ese escarmiento que estaba evolucionando cada vez más. — Duerme Amadeo, mañana será otro día. Dame la satisfacción de saber que he llegado a Paris y estás aquí para darme la bienvenida. — Escondí su cuerpo entre las sabanas y quedé en silencio, dejando que el sueño empezara a llenar los poros ajenos. No me moví un solo milímetro hasta sentir su respiración cambiar y dejarme caer también en el cansancio. Después de todo habían sido muchas horas cerca de los rayos del sol, solo la madera me había alejado de ellos. Y la espera eterna de cazadores o inquisidores notando un féretro de viaje no me había dado buena espina en ningún momento. Después de todo Paris era la ciudad de los sobrenaturales y la muerte inminente de muchos de ellos era una cualidad de cada noche.
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Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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