AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Placer del Silencio [Privado]
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El Placer del Silencio [Privado]
El silencio de la noche roto en mil pedazos por los agudos impactos de la suela de los zapatos en la piedra fría de la gran ciudad, esa era la estampa que ofrecía ese mayordomo descolocado de su posición natural. Camina enfadado, irritado por los comentarios que oye, que ignora y que su vez le persiguen. Ya no sonríe, esta noche no, esta noche callará bocas para no deshonrar a su amo y señor y evitar dejar pista y huella alguna de su razón de ser y existir, de su inmortalidad. Coge rutas poco transitadas, camuflado en la sombras, adueñándose poco a poco de la oscuridad que caracteriza la velada no bañada por la luna plateada, escondido tras un velo de anonimato y el cuello de un chaleco bien estirado. Media cara tapa tiene cuando llega a la puerta de su destino, donde entrando por unos pocos francos mete definitivamente las manos a los bolsillos, observando con detenimiento la estructura que le rodea así como a las profesionales que se encuentra. Altas, bellas, risueñas, coquetas... muchas le ofrecen placer, pocas osan mirarle a los ojos, menos consiguen que les tome atención. Las ignora a todas. No, no ve la luz en sus ojos. No ve el autentico dolor de la traición en su alma y corazón. Todas saben lo que se hacen pero ninguna el por qué, puesto que sabe que ellas ignoran lo que pueden llegar a ser en realidad a parte de un triste pedazo de carne relleno de lujuria y esclavitud. Se detiene en mitad de un extraño pasillo tintado de rosa, pensando sobre la esclavitud que antes nombró en su mente. (¿Son esclavas de sus vidas? Yo he sido esclavo de mis impulsos, de mis deseos, y ahora de otro ser igual que yo. ¿Qué diferencia hay entonces entre ellas y yo? ¿El hecho de que venden su cuerpo? No, seguro que eso no es, yo vendí mi alma y todavía la estoy pagando...). Es en ese momento cuando algo llama su atención. Una sombra dorada pasa por su delante, cruzando el pasillo que se dividía a su frente, haciéndole perder por un instante la cordura y por un segundo hundiéndolo en la más profunda curiosidad. Parece ser que el fugaz momento que la vio fue suficiente para ver en ella todo lo que estaba buscando y que no encontraba en ninguna otra del montón. (¿Será...?)
Caminó raudo y veloz hacia la dirección donde supuestamente la encontraría, pero solo vio una gran puerta de madera gruesa que no tardó ni un segundo en abrir, encontrándose detrás de ésta una mera ilusión de amor que se reflejaba en la piel blanco de dos cuerpos lujuriosos encima de una cama de seda. -Perdonen-, dijo haciendo una leve reverencia y preguntándose a la vez dónde se había metido aquella que antes vio tan clara como la lluvia de la estación. No, por si preguntaban no era la que estaba en la cama pues ésta era morena. (¿Habrá sido una ilusión?), se preguntó a la vez que volvía sobre sus pasos muy calmado. Pero de pronto volvió la imagen, esta vez desde su espalda reflectándose hasta el final del pasillo que ahora contempla más tranquilo. -Disculpe, señorita...-, dijo estirando el brazo y agarrando el suyo con mucha educación y suavidad. -La estaba buscando-, añadió cuando ésta ya estaba completamente girada. Arqueó felizmente sus labios formando una media luna perfecta en su rostro, a la vez que la observaba y analizaba con sumo detenimiento. Su pelo caído a los hombros del mismo color que el oro, sus ojos cristalinos como las aguas de un naciente Nilo al alba, sus finas y delicadas facciones conjuntadas con unos labios de caramelo y mermelada; todo unido al mismo cuerpo de la Venus, precioso y proporcionado, tapado con una piel tan lisa como su camisa, y del color blancorosado más puro y delicado que jamás había visto en ningún ser humano. Sencillamente es hermosa.
-Lamento esta espontáneo interrupción, pero necesitaría hablar con usted en privado, ¿sería posible?-. Dijo con su habitual educación y sinceridad, realizando a la vez una leve reverencia a modo de saludo, y colocando su brazo diestro en el pecho como ya estaba acostumbrado gracias a su profesión de sirviente "diabólico". -Espero no estarla molestando, si es así perdóneme-, volvió a pronunciarse al caer que posiblemente la estuviera entorpeciendo en su labor, sea cual fuera ésta. Posteriormente, y en un brusco cambio de contexto y cuando pudo por fin darse cuenta, ya estaba en una habitación sellada del exterior. Examinó ésta con detenimiento, para saber con suma exactitud que estaban en exclusiva privacidad, y lo estaban. El aposento era uno clásico y sencillo, con una mesa en la cual reposaba un pequeño espejo, una cama mal tendida y con unas sábanas sucias, y cuatro paredes bruscamente pintadas, una de ellas conjuntada por una gruesa puerta de madera pobre y mal tallada. -Iré directo a la cuestión, si me lo permite-, dijo aún estando de pie frente a ella a la vez que se estiraba su camisa poco después de haberse quitado el chaleco al entrar. -Deseo proponerle un trabajo muy bien remunerado a tiempo fijo-. Esa afirmación vino momentos antes de que el mayordomo se situara a apenas un centímetro de ella, sin tocar por mucho menos que un mero centímetro su nariz con la suya propia, y con una respiración relajada y confiada. Notaba la exhalación de la muchacha, que se unía junto a la suya al igual casi que sus olores, los cuales eran muy dispares a sus auras, que igualmente comenzaban a entrelazarse en un perfecto nudo ascendente al bajo techo de la microhabitación. -No se crea que es efecto del alcohol esta preposición, pues se la digo totalmente en serio y con todos mis sentidos puestos en vos-, le dijo a la mujer a la vez que se separaba y se sentaba sobre la cama. -Aunque me figuro que tendrá mil preguntas. Bien, aquí me tiene, pregunte sin miedos-. ¿Qué pensaba realmente el mayordomo? ¿Qué pasaba por su cabeza con esa joven? Bien, nada más lejos que la realidad y las puras evidencias... pero eso sería mejor que lo dedujera la dama que se encontraba a su delante, pues si no tendría un gran problema, y es que matar a un guarda de un burdel nunca trae nada bueno.
Caminó raudo y veloz hacia la dirección donde supuestamente la encontraría, pero solo vio una gran puerta de madera gruesa que no tardó ni un segundo en abrir, encontrándose detrás de ésta una mera ilusión de amor que se reflejaba en la piel blanco de dos cuerpos lujuriosos encima de una cama de seda. -Perdonen-, dijo haciendo una leve reverencia y preguntándose a la vez dónde se había metido aquella que antes vio tan clara como la lluvia de la estación. No, por si preguntaban no era la que estaba en la cama pues ésta era morena. (¿Habrá sido una ilusión?), se preguntó a la vez que volvía sobre sus pasos muy calmado. Pero de pronto volvió la imagen, esta vez desde su espalda reflectándose hasta el final del pasillo que ahora contempla más tranquilo. -Disculpe, señorita...-, dijo estirando el brazo y agarrando el suyo con mucha educación y suavidad. -La estaba buscando-, añadió cuando ésta ya estaba completamente girada. Arqueó felizmente sus labios formando una media luna perfecta en su rostro, a la vez que la observaba y analizaba con sumo detenimiento. Su pelo caído a los hombros del mismo color que el oro, sus ojos cristalinos como las aguas de un naciente Nilo al alba, sus finas y delicadas facciones conjuntadas con unos labios de caramelo y mermelada; todo unido al mismo cuerpo de la Venus, precioso y proporcionado, tapado con una piel tan lisa como su camisa, y del color blancorosado más puro y delicado que jamás había visto en ningún ser humano. Sencillamente es hermosa.
-Lamento esta espontáneo interrupción, pero necesitaría hablar con usted en privado, ¿sería posible?-. Dijo con su habitual educación y sinceridad, realizando a la vez una leve reverencia a modo de saludo, y colocando su brazo diestro en el pecho como ya estaba acostumbrado gracias a su profesión de sirviente "diabólico". -Espero no estarla molestando, si es así perdóneme-, volvió a pronunciarse al caer que posiblemente la estuviera entorpeciendo en su labor, sea cual fuera ésta. Posteriormente, y en un brusco cambio de contexto y cuando pudo por fin darse cuenta, ya estaba en una habitación sellada del exterior. Examinó ésta con detenimiento, para saber con suma exactitud que estaban en exclusiva privacidad, y lo estaban. El aposento era uno clásico y sencillo, con una mesa en la cual reposaba un pequeño espejo, una cama mal tendida y con unas sábanas sucias, y cuatro paredes bruscamente pintadas, una de ellas conjuntada por una gruesa puerta de madera pobre y mal tallada. -Iré directo a la cuestión, si me lo permite-, dijo aún estando de pie frente a ella a la vez que se estiraba su camisa poco después de haberse quitado el chaleco al entrar. -Deseo proponerle un trabajo muy bien remunerado a tiempo fijo-. Esa afirmación vino momentos antes de que el mayordomo se situara a apenas un centímetro de ella, sin tocar por mucho menos que un mero centímetro su nariz con la suya propia, y con una respiración relajada y confiada. Notaba la exhalación de la muchacha, que se unía junto a la suya al igual casi que sus olores, los cuales eran muy dispares a sus auras, que igualmente comenzaban a entrelazarse en un perfecto nudo ascendente al bajo techo de la microhabitación. -No se crea que es efecto del alcohol esta preposición, pues se la digo totalmente en serio y con todos mis sentidos puestos en vos-, le dijo a la mujer a la vez que se separaba y se sentaba sobre la cama. -Aunque me figuro que tendrá mil preguntas. Bien, aquí me tiene, pregunte sin miedos-. ¿Qué pensaba realmente el mayordomo? ¿Qué pasaba por su cabeza con esa joven? Bien, nada más lejos que la realidad y las puras evidencias... pero eso sería mejor que lo dedujera la dama que se encontraba a su delante, pues si no tendría un gran problema, y es que matar a un guarda de un burdel nunca trae nada bueno.
Lamento la heterogeneidad del post, pero lo hice en tres horas distintas. Espero que disfrute de la entrada a este tema, y que sea el comienzo de algo muy entretenido. Ahora me despido de usted ansioso de ver su respuesta; ah! y antes que se me olvide, cualquier duda sobre éste o cualquier otras respuesta mía al rol no dude en decírmela por Mp, gracias.
Vayne Mercury- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/01/2014
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Re: El Placer del Silencio [Privado]
Gran parte de la población parisina se preparaba para acostarse en sus respectivas camas a despedir el día y descansar, no era el caso de la cortesana. Para ella empezaban las horas de más trabajo y ajetreo. El burdel se iría llenando de gente, hombres y mujeres que aprovechaban la noche para desestresarse y disfrutar de un buen rato. Siempre se preguntó el motivo. ¿Por qué no preferían ir de día? Nunca se atrevería a realizar esa cuestión a un cliente, aunque se moría de ganas por descubrirlo. En todo caso ella tenía dos teorías que podían ser ciertas, o tal vez no. La primera era que muchos trabajaban durante la tarde y no tenían tiempo. La segunda y última era que iban tan tarde para que nadie los viese, estaba mal visto por la sociedad ir a esa clase de lugares y querrían ocultarse. Respetaba todas las opiniones, pero no entendía bien porqué algunas personas se avergonzaban. ¿Qué había de malo? Quien más o quien menos todos acaban teniendo una relación íntima a lo largo de su vida, ¿qué importaba si era en la cama de un burdel o en la de una mansión?
Los clientes no dejaban de llegar. Se paseaba tratando de llamar la atención a alguno de ellos, sin mucha suerte. Hoy parecía que no iba a ser su día. Se dio cuenta de que prácticamente todos estaban bien atendidos y aprovechó para hacer algunas tareas, entre ellas la de ordenar un par de habitaciones que estaban más desordenadas que de costumbre. No era algo que tuviese que realizar porque no las había usado, pero a veces lo hacía para entretenerse. Prefería estar haciendo eso que no estar sentada viendo como pasaba el tiempo, no era una vaga. Caminaba por todos lados hasta que un joven le habló y la agarró del brazo con una educación y una suavidad a la que no estaba para nada acostumbrada. Se giró para ver quién era. Le sorprendió que le dijese que la estaba buscando. Su rostro no le resultaba familiar, no recordaba haberlo visto antes. Pero eso tampoco significaba demasiado, no era la primera vez que se encontraba con alguien que ya había conocido y no se acordaba. Odiaba cuando le pasaba eso, se sentía mala persona.
Asintió. Por supuesto que sería posible que hablasen a solas. Cuando quisieron darse cuenta estaban en una habitación aparte, alejados del resto. Estaban en unas de las más simples que había, pero tenían lo suficiente para hablar o realizar lo que quisiese el chico. No tardó en hablar. Quería proponerle un trabajo a la rubia, la cual siguió en silencio, limitándose a escuchar. Estaban cerca, sentía su aliento. ¿Quería un beso? Estuvo a punto de tomar la iniciativa, pero él de pronto volvió a hablar alejándose y sentándose sobre la cama. Aprovechó ese momento para mirarse en un pequeño espejo que había. Su melena rubia estaba un poco despeinada, se la colocó adecuadamente con la mano. Su corsé estaba limpio, pero lo apretó un poco para resaltar más sus atributos. Por último miro sus tacones, sin necesidad del espejo. Estaban un tanto sucios, pero esperaba que él no se diese cuenta. Le gustaba estar perfecta.
-Antes de nada, ¿desea algo de beber, señor?- preguntó con dulzura acercándose a él. -Pida lo que quiera, iré a buscárselo.- agregó. Era su obligación preocuparse y atender sus deseos. A muchos hombres les gustaba tomar una copa y él quizá no fuese una excepción. -Bien señor, soy todo oídos para vos. Cuénteme en que consistiría el trabajo, por favor, estoy deseosa de escucharlo.- pidió con educación. Sentía curiosidad. ¿Un trabajo bien remunerado? No se imaginaba qué podría ser.
Los clientes no dejaban de llegar. Se paseaba tratando de llamar la atención a alguno de ellos, sin mucha suerte. Hoy parecía que no iba a ser su día. Se dio cuenta de que prácticamente todos estaban bien atendidos y aprovechó para hacer algunas tareas, entre ellas la de ordenar un par de habitaciones que estaban más desordenadas que de costumbre. No era algo que tuviese que realizar porque no las había usado, pero a veces lo hacía para entretenerse. Prefería estar haciendo eso que no estar sentada viendo como pasaba el tiempo, no era una vaga. Caminaba por todos lados hasta que un joven le habló y la agarró del brazo con una educación y una suavidad a la que no estaba para nada acostumbrada. Se giró para ver quién era. Le sorprendió que le dijese que la estaba buscando. Su rostro no le resultaba familiar, no recordaba haberlo visto antes. Pero eso tampoco significaba demasiado, no era la primera vez que se encontraba con alguien que ya había conocido y no se acordaba. Odiaba cuando le pasaba eso, se sentía mala persona.
Asintió. Por supuesto que sería posible que hablasen a solas. Cuando quisieron darse cuenta estaban en una habitación aparte, alejados del resto. Estaban en unas de las más simples que había, pero tenían lo suficiente para hablar o realizar lo que quisiese el chico. No tardó en hablar. Quería proponerle un trabajo a la rubia, la cual siguió en silencio, limitándose a escuchar. Estaban cerca, sentía su aliento. ¿Quería un beso? Estuvo a punto de tomar la iniciativa, pero él de pronto volvió a hablar alejándose y sentándose sobre la cama. Aprovechó ese momento para mirarse en un pequeño espejo que había. Su melena rubia estaba un poco despeinada, se la colocó adecuadamente con la mano. Su corsé estaba limpio, pero lo apretó un poco para resaltar más sus atributos. Por último miro sus tacones, sin necesidad del espejo. Estaban un tanto sucios, pero esperaba que él no se diese cuenta. Le gustaba estar perfecta.
-Antes de nada, ¿desea algo de beber, señor?- preguntó con dulzura acercándose a él. -Pida lo que quiera, iré a buscárselo.- agregó. Era su obligación preocuparse y atender sus deseos. A muchos hombres les gustaba tomar una copa y él quizá no fuese una excepción. -Bien señor, soy todo oídos para vos. Cuénteme en que consistiría el trabajo, por favor, estoy deseosa de escucharlo.- pidió con educación. Sentía curiosidad. ¿Un trabajo bien remunerado? No se imaginaba qué podría ser.
Laura Bouvier- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: El Placer del Silencio [Privado]
(¿Qué?), pensó el moreno mientras escuchaba atento las palabras de la muchacha. No comprendía a qué venía todo aquello cuando él ya había abierto una especie de turno de preguntas, pero lo dejo correr sin darle demasiada importancia pues ya estaba acostumbrado a ello gracias a las continuas interrupciones de los empleados de la casa. -No, no deseo nada gracias-, dijo contestando el ofrecimiento de la musa que se posaba frente a él. Luego escuchó la frase que vino proveniente de sus perfectos labios a continuación, con lo cual no pudo evitar esbozar una amplia sonrisa de complicidad, ya que no parecía ser consciente de su situación ni la proposición que se le venía encima, aunque siendo claros, el mayordomo tampoco se lo creía. -Su nuevo trabajo consistiría en ser mi pareja a tiempo completo-. Y de repente el chaparrón cayó sobre la habitación, como un diluvio lleno de sorpresas, como la caja de juguetes que dentro guarda un payaso listo para asustar. -Rumores ponen en entredicho cuestiones mías que comprometen la fiabilidad de la casa a la que sirvo, por ello tener una pareja sería el remedio natural para estos susodichos-. Era raro que el mayordomo inmortal diera explicaciones del por qué de sus acciones a terceros que no fueran los condes, pero es que la situación lo requería desesperadamente, puesto que si todo acabase bien la doncella de los rizos soleados se convertiría de inmediato en su pareja, acarreando lo que esto suponía a todos los niveles posibles. -Pero quisiera que sepa una cosa, señorita-, volvió a pronunciarse misterioso a la vez que se levantaba y retomaba aquella posición tan cercana a la muchacha: -Usted, mi lady, no ha sido elegida al azar por el montón. No, ni de lejos. Mi hermosa amiga, detrás de esos cristalinos ojos posee algo que valoro mucho; tiene el don de ser perfecta, por ello y otras tantas motivaciones más he decidido proponerle este trabajo a usted y no a cualquiera de sus otras compañeras-. Y fue en ese preciso instante, tras acabar su frase, cuando el el vampiro de dudoso pasado se aproximo a la dama del pelo dorado y le propinó un beso que poco o nada se alejaba de uno materializado por amor.
Sus fríos pero hábiles labios acariciaron los de la doncella apasionados, nerviosos por el acto que hace tanto que no cometía, pero seguros de sus intenciones y sentimientos. Mentía, se engañaba, se daba a entender a sí mismo que estaba enamorado... pero no era nada más allá de una realidad inventada que poco y nada tenía que ver con la realidad, su verdad. La besaba sin pensar en qué de mal podía pasar, y eso lo llevó a una situación que hace exactamente siglos no pasaba, pero que nadie se daría cuenta, pues sus recuerdos de ello seguían intactos en su mente, que bien sabía que ella no era Claudia pero que sería lo más próximo a ella que tendría nunca jamás. Segundos o quizás minutos después se alejó cuidadosamente de ella, guardando la calidez por un instante más en sus labios. Mantuvo su sonrisa tan representativa a la par que se separaba de la hermosa muchacha para acabar a dos metros de distancia, límite que le aseguraba dos cosas: una era que no le acabara por dar una poderosa bofetada, y la otra es que tuviera unos segundos más para escapar si ésta llamaba a la tediosa seguridad del burdel. -¿Entonces cuál sería su respuesta, señorita?-, preguntó amablemente a la doncella que estaba parada a su delante mientras entonaba poco a poco su voz hacia la del confort y la proximidad. Pero entonces recordó el motivo que movía los cuerpos de las mujeres que aquí estaban, y aunque consideraba que su "Venus" era distinta no quitaba el hecho de que estuviera aquí trabajando. -Por favor, perdone mi despiste-, dijo de nuevo con el mismo tono de voz anterior para proseguir igual: -Su paga no sería por servicio dado, sino por jornada. La cantidad la pone usted, obviamente-. Sin duda esta muchacha le representaría un gasto importante al mayordomo, pero le daba exactamente lo mismo, ya que no utilizaba nunca su dinero excepto para darselo a aquellas personas que pedían limosna cerca de las tacañas iglesias o para hacer alguna donación sin importancia al orfanato de la ciudad, cosas de las cuales no hay que sorprenderse porque forman parte del credo privado del vampiro. -¿Y bien?-.
Sus fríos pero hábiles labios acariciaron los de la doncella apasionados, nerviosos por el acto que hace tanto que no cometía, pero seguros de sus intenciones y sentimientos. Mentía, se engañaba, se daba a entender a sí mismo que estaba enamorado... pero no era nada más allá de una realidad inventada que poco y nada tenía que ver con la realidad, su verdad. La besaba sin pensar en qué de mal podía pasar, y eso lo llevó a una situación que hace exactamente siglos no pasaba, pero que nadie se daría cuenta, pues sus recuerdos de ello seguían intactos en su mente, que bien sabía que ella no era Claudia pero que sería lo más próximo a ella que tendría nunca jamás. Segundos o quizás minutos después se alejó cuidadosamente de ella, guardando la calidez por un instante más en sus labios. Mantuvo su sonrisa tan representativa a la par que se separaba de la hermosa muchacha para acabar a dos metros de distancia, límite que le aseguraba dos cosas: una era que no le acabara por dar una poderosa bofetada, y la otra es que tuviera unos segundos más para escapar si ésta llamaba a la tediosa seguridad del burdel. -¿Entonces cuál sería su respuesta, señorita?-, preguntó amablemente a la doncella que estaba parada a su delante mientras entonaba poco a poco su voz hacia la del confort y la proximidad. Pero entonces recordó el motivo que movía los cuerpos de las mujeres que aquí estaban, y aunque consideraba que su "Venus" era distinta no quitaba el hecho de que estuviera aquí trabajando. -Por favor, perdone mi despiste-, dijo de nuevo con el mismo tono de voz anterior para proseguir igual: -Su paga no sería por servicio dado, sino por jornada. La cantidad la pone usted, obviamente-. Sin duda esta muchacha le representaría un gasto importante al mayordomo, pero le daba exactamente lo mismo, ya que no utilizaba nunca su dinero excepto para darselo a aquellas personas que pedían limosna cerca de las tacañas iglesias o para hacer alguna donación sin importancia al orfanato de la ciudad, cosas de las cuales no hay que sorprenderse porque forman parte del credo privado del vampiro. -¿Y bien?-.
Vayne Mercury- Vampiro Clase Alta
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Re: El Placer del Silencio [Privado]
El señor no deseaba nada de beber. La única misión de Laura era escuchar en qué consistía el trabajo que tenía pensando el desconocido. No tardó en descubrirlo, trataba en ser su pareja a tiempo completo. Se quedó un tanto confundida. Ningún hombre iba a un burdel a ofrecer ese tipo de relaciones. Continuó hablando. Explicó el motivo por el cual necesitaba que la joven de cabello dorado fuese su pareja, era para evitar rumores pocos deseados. Se mantuvo en silencio asimilando toda la información. Imaginaba que él querría una respuesta ahora mismo, no quería hacerle esperar y trataba de darse prisa por decidir. Era un tanto complicado. Necesitaba saber más detalles, por ejemplo... ¿Dónde iba a vivir? Deseaba tener la oportunidad de hacerle preguntas. Sería un cambio brusco en su vida. Pasaría de ser una prostituta que se entrega a todo hombre que la deseé, a entregarse sólo a uno. Salió de sus pensamientos cuando la voz del moreno volvió a sonar en la estancia. Se puso en pie para volver a acercarse. La dama sintió como su corazón latía con más fuerza, nunca dejaría de ponerse un tanto nerviosa cuando los hombres se acercaban.
Sus mejillas se pusieron ligeramente coloradas debido a las amables palabras del señor. El don de ser perfecta... Lo miró con ternura dejando escapar una dulce sonrisa, completamente agradecida por tantos piropos. Era educado y simpático, no era fácil ver personas así. Ocurrió un hecho que, a decir verdad, no esperaba: la besó. Sus labios se unieron en uno. La veinteañera de ojos azules, por supuesto, no se separó. Le correspondió mientras de forma suave y cariñosa acariciaba su mejilla. Se separaron cuando él lo vio adecuado. No supo cuánto estuvieron besándose, el tiempo siempre pasaba más rápido cuando se disfrutaba. Dio un paso para estar más cerca, más o menos a un metro. Él se había alejado demasiado, ¿acaso estaba arrepentido de sus actos? La Bouvier pasó la lengua por sus labios, disfrutando del sabor del hombre que aún permanecían en ellos. -Besa usted muy bien.- confesó con una sonrisa. Ahora llegaba el turno de responder, antes quería aclararle un detalle sobre el sueldo. -No hará falta mucho dinero. Me conformo con que me pague lo suficiente para que yo pueda comer y saciar mi pequeño vicio.- ¿cuál era? el tabaco. Comenzó con su llegada al burdel. Los hombres y algunas prostitutas fumaban, ella un día decidió probarlo y le gustó. Desde ese día siempre dedica parte de sus ganancias para comprarlo.
-Cuenta conmigo, cariño.- dijo de forma cariñosa. Sí, había aceptado sin conocer casi ningún detalle de lo que tendría que hacer. Prefería dar una respuesta afirmativa y luego enterarse bien, de esa forma no dejaba al caballero con la duda de si accedería o no. Se atrevió a darle un beso en los labios. Un beso muy distinto al anterior. Fue pequeño, se separaron apenas sus labios se rozaron porque quería continuar hablando. -Será la primera vez que me entregue exclusivamente a un único hombre.- contó pasando la mano por el pecho de su nuevo ¿jefe?. Cada vez se encontraba más cómoda. -Dígame... ¿tendré que irme a vivir con vos?- primera pregunta de todas las que él permitiría, si es que permitía más.
Sus mejillas se pusieron ligeramente coloradas debido a las amables palabras del señor. El don de ser perfecta... Lo miró con ternura dejando escapar una dulce sonrisa, completamente agradecida por tantos piropos. Era educado y simpático, no era fácil ver personas así. Ocurrió un hecho que, a decir verdad, no esperaba: la besó. Sus labios se unieron en uno. La veinteañera de ojos azules, por supuesto, no se separó. Le correspondió mientras de forma suave y cariñosa acariciaba su mejilla. Se separaron cuando él lo vio adecuado. No supo cuánto estuvieron besándose, el tiempo siempre pasaba más rápido cuando se disfrutaba. Dio un paso para estar más cerca, más o menos a un metro. Él se había alejado demasiado, ¿acaso estaba arrepentido de sus actos? La Bouvier pasó la lengua por sus labios, disfrutando del sabor del hombre que aún permanecían en ellos. -Besa usted muy bien.- confesó con una sonrisa. Ahora llegaba el turno de responder, antes quería aclararle un detalle sobre el sueldo. -No hará falta mucho dinero. Me conformo con que me pague lo suficiente para que yo pueda comer y saciar mi pequeño vicio.- ¿cuál era? el tabaco. Comenzó con su llegada al burdel. Los hombres y algunas prostitutas fumaban, ella un día decidió probarlo y le gustó. Desde ese día siempre dedica parte de sus ganancias para comprarlo.
-Cuenta conmigo, cariño.- dijo de forma cariñosa. Sí, había aceptado sin conocer casi ningún detalle de lo que tendría que hacer. Prefería dar una respuesta afirmativa y luego enterarse bien, de esa forma no dejaba al caballero con la duda de si accedería o no. Se atrevió a darle un beso en los labios. Un beso muy distinto al anterior. Fue pequeño, se separaron apenas sus labios se rozaron porque quería continuar hablando. -Será la primera vez que me entregue exclusivamente a un único hombre.- contó pasando la mano por el pecho de su nuevo ¿jefe?. Cada vez se encontraba más cómoda. -Dígame... ¿tendré que irme a vivir con vos?- primera pregunta de todas las que él permitiría, si es que permitía más.
Laura Bouvier- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: El Placer del Silencio [Privado]
-Gracias por su cumplido, señorita- dijo poco después de ver como la muchacha recortaba la distancia que el mayordomo había antepuesto entre ambos cuerpos, recordándose que debía ser más cercano y sensible con la humana así como cortés. -¿Vicio?-, preguntó algo extrañado a la par que pensaba en qué podría ser. Obviamente no tardó mucho en deducir cuál podía ser el vicio del cual hablaba la dama dorada, puesto que por lugar y momento el tabaco era la más probable opción. Como es lógico, este gusto de la doncella por esas hojas secas no le gustó en absoluto. Servía a vampiros de clase noble, gente que por decirlo de alguna manera eran personas de nariz y gustos muy refinados; sin lugar a dudas el mayordomo debía arrancarle de alguna manera ese asqueroso vicio, aunque no se lo diría hasta más avanzada su supuesta relación ya que no deseaba espantarla. Poco después se hizo oficial, ella había aceptado, aunque no silenciosa ni quieta, pues sus preguntas no se hicieron de esperar, tal y como él ya había predicho momentos antes, al contrario que ese fugaz beso que ésta le propinó a modo de consolidación de contrato, un hecho que nunca hubiera podido calcular pero que le dejó claro que se ella tomaría muy en serio su papel en la vida del inmortal; y todo sea dicho, eso le agradó, tanto el significado del gesto como el acto en sí mismo. (No me esperaba menos de ella, no es una idiota más ni un simple trozo de carne, piensa con lógica, y eso bien moldeado dará una dama respetable... qué interesante) fue lo que pensó el moreno a la vez que la miraba a los ojos con intensidad, casi intentando penetrar en ellos y descubrir cuales eran sus auténticos defectos, pero no lo conseguía, no veía la oscuridad total en su alma ni corazón, y no se decía a saber si eso le alegraba o le preocupaba.
-Como es obvio y espero que comprenda, ya no puede pasar más noches aquí; pero eso no implica que vaya a vivir conmigo, pues no sería lo más adecuado, al menos de momento por supuesto. Por unas semanas, o meses, usted vivirá en un departamento que le pagaré yo, al margen de su sueldo jornal-, dijo convencido y con la misma amplia sonrisa de antes que no abandonaba jamás. Comprendía que tener esa relación artificial supondría un gasto tremendo en su bolsillo, pero poco le importaba, ya que siendo sincero consigo mismo ella sería su primer y único gasto en él mismo en siglos. -Ahora, y con su debido permiso, debo pedirle que me acompañe a un lugar alejado del burdel...-, le comento aquello extendiendo su brazo para que ella lo agarrara y pudieran salir de allí sin demorar más tiempo, a la vez que daba paso a la segunda parte de aquella frase: -...puesto que en el día de hoy y desde este mismo instante ya no será más una cortesana del burdel de París, sino que pasará a ser mi pareja, una dama que ya no tendrá que preocuparse más del dinero... se lo prometo-. Y dicho eso el inmortal soltó una leve carcajada muy controlada y suave que apenas se oyó en la habitación, seguida de unos pasos que conducían a la salida de aquel lugar repleto de un aura que difícilmente podría describir. -Y por cierto señorita, no se preocupe por las dudas que pueda tener, se las contestaré todas mañana, cuando vayamos a comprarle ropa y demás cosas nuevas y que necesitará a partir de ahora, pues no dejaré que mi pareja vaya como sea-. Esto, que puede sonar algo prepotente y de mal gusto, no es más que una extensión de su manera de ser, de buscar la perfección en él y los demás, y mucho más si se trata de alguien a la cual se la afiliará directamente con él.
-Como es obvio y espero que comprenda, ya no puede pasar más noches aquí; pero eso no implica que vaya a vivir conmigo, pues no sería lo más adecuado, al menos de momento por supuesto. Por unas semanas, o meses, usted vivirá en un departamento que le pagaré yo, al margen de su sueldo jornal-, dijo convencido y con la misma amplia sonrisa de antes que no abandonaba jamás. Comprendía que tener esa relación artificial supondría un gasto tremendo en su bolsillo, pero poco le importaba, ya que siendo sincero consigo mismo ella sería su primer y único gasto en él mismo en siglos. -Ahora, y con su debido permiso, debo pedirle que me acompañe a un lugar alejado del burdel...-, le comento aquello extendiendo su brazo para que ella lo agarrara y pudieran salir de allí sin demorar más tiempo, a la vez que daba paso a la segunda parte de aquella frase: -...puesto que en el día de hoy y desde este mismo instante ya no será más una cortesana del burdel de París, sino que pasará a ser mi pareja, una dama que ya no tendrá que preocuparse más del dinero... se lo prometo-. Y dicho eso el inmortal soltó una leve carcajada muy controlada y suave que apenas se oyó en la habitación, seguida de unos pasos que conducían a la salida de aquel lugar repleto de un aura que difícilmente podría describir. -Y por cierto señorita, no se preocupe por las dudas que pueda tener, se las contestaré todas mañana, cuando vayamos a comprarle ropa y demás cosas nuevas y que necesitará a partir de ahora, pues no dejaré que mi pareja vaya como sea-. Esto, que puede sonar algo prepotente y de mal gusto, no es más que una extensión de su manera de ser, de buscar la perfección en él y los demás, y mucho más si se trata de alguien a la cual se la afiliará directamente con él.
Espero que me disculpe por mi falta de inspiración, pero esperar a escribir algo mejor iba a suponerme quizás más tiempo, y es algo que no puedo permitirme ya que no deseo hacerla esperar más. Ruego que en su contestación finalice el tema diciendo que salimos a las calles de París, puesto que es un detalle que le dejó a su merced. Gracias por su atención.
Vayne Mercury- Vampiro Clase Alta
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