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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lucciano Vecchio Miér Jul 23, 2014 7:31 pm

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Reglas básicas:

El sonido de los cascos de los caballos y los carruajes chocaban contra el camino empedrado y rodeado por aquellos abundantes jardines complicados, al estilo francés. La luna creciente se reflejaba sobre el lago que anunciaba la entrada de aquella lustrosa mansión, que no tenía tintes típicos de una villa del Mediterráneo, sino era lo típico de la más moderna arquitectura del lugar. A pesar de ello su dueño ya tenía miras para el futuro, planeando hacer unos “ligeros” cambios en aquel hogar recién adquirido.

Dentro el ambiente contradecía a su exterior lleno de modernidad, ya que daba la sensación al invitado de haber viajado en el tiempo a la época de imperio romano.
Con una atmósfera muy diferente, no había ni una lámpara de gas encendida, lámpara de aceite por todos lados que no dejaba en sombra ningún rincón. La gente paseaba vestidas con ropas acordes a !aquella” época, con al diferencia que sus joyas y telas eran más actuales, tumbonas alrededor de manjares exquisitos, daban toque a la comodidad; los “esclavos de sangre” de Lucciano no se detenía en ningún momento con sus distintos quehaceres, brindando tanto de comida y vino, como de una buena conversación entretenida; o de bailes exóticos acompañados por el sonido de la música típica de la antigüedad.
Los guardianes custodiaban las puertas y recibían con cordialidad a los invitados.
Lucciano apenas unos minutos había terminado su pequeño discurso de presentación y bienvenida, aclarando en todo momento que sus motivos en aquella ciudad era iniciar una nueva vida y con la vista puesta a crear negocios destinados al disfrute lúdico; un club privado “Il Peccato Nostro” estaba ya siendo preparado para su apertura.

Tras aquella presentación él se paseo por el gran salón recibiendo alguna que otra presentación, se comportaba como un humano normal y corriente, tranquilo y divertido, oculto bajo una faceta que difícil hacía desvelar la verdad de su naturaleza. Su olfato y mente vagaba ligeramente detectando cuantos de su raza había decidido presentarse, y a aquellos elegido le reveló la inmortalidad que compartían.

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Última edición por Lucciano Vecchio el Dom Ago 24, 2014 6:47 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Llya Lena Pávlova Jue Jul 24, 2014 4:22 pm

La elegante invitación la hizo sentirse halagada, esperaba que Lucciano no hubiera cambiado tanto a pesar de los años que habían dejado de verse, lo recordaba elegante y refinado, gracioso y siempre profundo en sus pensamientos. El papel escrito en una perfecta caligrafía describía un nuevo comienzo y ella lo deseaba, así decidió asistir expectante de lo que pudiera suceder. El viaje fue corto y la rusa ansiosa controló sus nervios. Tomó con su delicada mano la del mozo que amable la invitó a salir del carruaje, paciente bajo agradeciendo con una sonrisa al joven. Extasiada miró la magnifica estructura de la mansión Vecchio, los jardines de flores exóticas y arbustos de formas extrañas la hicieron devolverse en el tiempo, siglos atrás para recordar su castillo y las veladas nocturnas en su vieja Rusia. La voz del mozo retumbó en sus oídos y Lena asintió siguiéndolo a través del alto portón, sus ojos miraron perpleja el lugar, la Roma Antigua era un tema que siempre le había llamado la atención y nada más divertido que tener una con todo lo que traía en una ciudad como París, los años vagando y viajando la habían llevado en algún momento a aquellas calles en las cuales probó algo más que el liquido vital de sus habitantes. Alisó las faldas del vestido blanco de lino delgado, dejando que uno de los sirvientes retirará el grueso abrigo para mostrar sus hombros descubiertos, así como una ágil y elegante gacela caminó hacía el centro del salón. Le alegró haber escogido el vestido adecuado, dejando su cabello rojo suelto y natural al no ser por el broche plateado de laurel con pequeñas piedrecillas violetas que colgaba a un lado de este, buscó con su mirada quienes habían sido invitados al igual que ella a aquel lugar, pero parecían esfumarse ante sus ojos.

El discurso de Lucciano fue celebre, le alegró verlo allí hablando sobre el futuro y sus deseos, nada mejor que una nueva ciudad para seres como ellos, humanos entregados a la lujuria y al desenfreno. Las bailarinas a su alrededor se movían insinuantes casi desnudas y la música de aquellas tierras la envolvió en un placido éxtasis. Lena observó a uno de los sirvientes que educado atendía a los recién llegados, se veía exquisito a la vista, el medio torso desnudo y sus rizos negros tapando graciosamente parte de su rostro infantil, pero aún más aquellos labios y su piel vibrante llena de vida. Suspiró pesadamente sonriendo para mirar a otro lugar, debía controlar sus ansías y respirar, quizás en otro momento de la noche lo volviera a encontrar y prefería fuera a solas. Lo sintió cerca de ella y volvió sus ojos turquesa al joven tratando de controlar sus deseos y el brillo dorado de estos, tomó una de las copas que descansaban en la bandeja y olió sutilmente su contenido...vino, dulce vino, la pelirroja se inclinó suavemente con una sonrisa coqueta llevando la copa a sus labios sin dejar de mirarlo, se alejó dejando tras de si el objeto de su deseo. Esperaría con paciencia el momento de acercarse al anfitrión, pero por ahora era el momento de saber quienes eran de los suyos y con quienes debía tener precaución y reserva...no deseaba ponerse en riesgo, esa noche no.
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Mensaje por Lissandra Heinstein Vie Jul 25, 2014 9:23 am

Para tratar el asunto con cierta sinceridad, cuando Lissandra recibió aquella invitación tan atenta dirigida a su persona, lo primero que pasó por su mente fue si el recién llegado a la capital francesa sería lo suficientemente rico como para vislumbrarlo como un posible nuevo cliente del Banque du France. Y si bien la concertación de nuevos negocios poco y nada cambiaban la vida de la pelirroja, por lo menos ella se molestaba en tratar de aparentar un mínimo de preocupación por la institución que le hacía parecer algo más humana, justamente lo que ella menos deseaba pero necesitaba.

Arribó serenamente en su carruaje personal, distinguido siempre por ser acarreado por corceles negros. Descendió del transporte auxiliada por los jóvenes que recibían a los invitados a la entrada de la ostentosa mansión del señor Vecchio.

A primera vista, la vampiresa jamás lucía como una persona accesible, es más, a muchos su atractivo y seriedad le resultaban intimidantes, por lo que Lissandra estaba más que acostumbrada a ser observada mientras se movía serenamente de un lado a otro sola; casi siempre sola.

Por ciertos instantes, una leve sonrisa afloro de sus delineados labios en reminiscencia de su juventud como mortal. Después de todo ella había recibido el Abrazo de su Sire en la misma Roma que ahora se trataba de recrear frente a sus azulados ojos en la fiesta.
Le arropaba un fino vestido de lino gris, bordado con hilos dorados en las mangas descubiertas y al final de la falda, simulando pequeñas espigas de trigo. Su ondulado cabello se encontraba algo recogido, lo suficiente como para darle un aspecto más natural a la romana.

Cuando sus oídos se hicieron con el discurso del dueño de la casa, Lissandra mantuvo la compostura para no reír desenfrenadamente ante todos ¿Nuevos comienzos, esperanzas, futuro? Todo ese palabrerío sentimental le causaba gracia. Solo esperaba que la mente del señor Vecchio fuese más ambiciosa que emocional, de lo contrario su interés en él poco y nada dudaría.

Mientras su delicada mano derecha sostenía una copa dorada de un líquido que jamás pensaría en beber, comenzó a moverse sutilmente entre los invitados.
Rostros que ya conocía, otros que nunca había visto y unos tantos que ni se percataría en observar de reojo siquiera. Pero allí entre el cardumen, fijo su mirada en Lucciano, a quien con un gesto de su mano, alzando la copa le dedicó un brindis o más bien, una invitación para que no le dejase escapar en ese momento.

Si su Sire estuviese allí… Si juntos reviviesen aquella escena romana, deleitándose meramente con el ambiente que solo ellos dos podrían crear olvidándolo todos y a todos.  Pero lo cierto es que ni un rastro de Vitttorio había podido ser captado por la desorientada Lissandra para ese entonces.
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Mensaje por Michael Sundqvist Vie Jul 25, 2014 10:13 pm


Se había mantenido oculto hasta ese entonces. Las crónicas de su mortalidad seguían ahí, hirientes, al rojo vivo, como una lanza atravesando su pecho. Venid una vez más para llorarles, vengan a mí otra vez. Arcángeles tan suyos, profundo carmesí. Los necesitaba a su lado otra vez, para ser fuerte, para sobrevivir en las penumbras, en este camino tortuoso que había elegido andar en una búsqueda sin fin.

Era imposible olvidarles, no le pueden pedir eso, sus rostros puros y llenos de amor cuando le miraban, esos ojos castos ya no los veía más. Tan solo ahora tinieblas. Tuvo que morir y acariciar el final para poder renacer, significaba una segunda oportunidad la noche que asesinó, la noche que sus manos se tiñeron con su sangre.

Llegó a sus manos a mitad de esas catarsis que solía trabajar cuando el recuerdo de su hermano menor volvía a él. La invitación llegó en un momento clave, cuando no sabía si la locura estaba tomando posesión o el hecho de escribir esas malditas cartas era la grieta perfecta para intentar redimir sus culpas. Sería la primera vez que irrumpiría en ese rito. Charlar únicamente con los espectros del pasado quedaría en segundo plano por esta vez.

De mala gana cubrió su cuerpo, esas cicatrices fueron envueltas con finas telas y un porte seguro. El carruaje le llevó hasta la mansión de su anfitrión quien aguardaba en el interior. Vittorio se internó entre esa multitud de seres superficiales con la intención de olvidar por unos instantes su sufrimiento.

Entre los pasillos de su mente quebrantada se quedaron grabadas las palabras de Lucciano. Una bienvenida digna para aquellos inmortales que compartían la maldición de poseer el don oscuro ¿Simple coincidencia? El de hecho de la similitud en los nombres de aquel hombre que ahora se dirigía hacia la concurrencia y el de su difunto consanguíneo no paraba de dar vueltas en su cabeza. Aprovechó el paso de un sirviente para tomar una copa entre sus manos, ladeando la misma dejo que su olfato se inundara de aquel aroma sutil.

No se comparaba ni en ápice al dulce néctar de la sangre humana. Y es que su condición neófita seguía siendo un obstáculo, hasta la fecha aún no lograba dominar de todo esa sed, misma que esta noche debía ser apaciguada a como diera lugar si quería pasar inadvertido.

El estallido de aplausos y murmullos resonó en la antesala, la pauta de inicio del festín que Lucciano tenía preparado para todos ellos. Miradas que se cruzaban de vez en cuando mostrando un saludo afectuoso, otras tantas de desconcierto. Vittorio apenas recordaba aquellas reuniones de negocios de su padre, la luz mortecina iluminaba escasamente el lugar y a las afueras la oscuridad se cernía sobre la mansión, los sentidos sigilosos del vampiro aún eran volubles.

Tomó un sorbo de su copa y cerró los ojos, los aromas se mezclaban en las ligeras corrientes de aire, así mismo coqueteaban de la mano muchas visiones del dolor de muchos otros invitados con su habilidad de clarividencia que a últimas fechas iba in crescendo. Era algo meramente insoportable.



Última edición por Vittorio Cacciardi el Sáb Jul 26, 2014 8:12 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Lucciano Vecchio Sáb Jul 26, 2014 6:31 pm

ORDEN DE ROL:

Mezclados con la música pagana de tiempos ancestrales, las conversaciones entre los invitados acaparaban el absoluto silencio en el que se había envuelto hacía unas horas aquello que por ahora le costaba llamar hogar.

Una nueva época, una nueva vida, un negocio en camino, una nueva villa muy distinta a la de antaño, y sobre todo una nueva identidad. ¿Quién había sido en el pasado? ¿Cuál era su nombre de mortal? ¡Qué mas daba! Ahora era para aquellas nuevas caras simplemente Lucciano Vecchio; nuevo inmortal de edad indefinida con ambiciones que no quedaban muy claras para unos, y nuevo rico emprendedor para los inocentes mortales.

Lucciano veía en aquello una oportunidad para poder acercarse a sus enemigos sin ser apenas apreciado, y para borrar sus manchas del pasado con los de su raza; eran cierta costumbres aberrantes las que hacía que muchos de los suyos le hubiesen temido y despreciado en el pasado. Costumbres que no estaba dispuesto a dejar atrás ni renunciar, pero en éste caso tendría más en cuenta la "discreción".

Mientras caminaba con aquellas ropas que reproducían a unas que había amado en el tiempo en el que nació. Pudo reconocer el rostro de aquel triste joven de la catedral.

-Signore, ¿Y esa cara? (Habla en italiano). -Ni un saludo forma ni nada por el estilo, Lucciano sonrió al joven y poso s mano sobre su hombro con toda familiaridad. Acompáñeme. -Es joven entre los nuestros y muchos de aquí le considerarían atractivo, ¿no ve nada que le interese (habla en italiano).

El anciano vampiro le hizo un amago para que le siguiese; sus ojos buscaban como estaba en su plan ciertos personas con las que tenía interés de comenzar la velada, personas que si simpatizaba con ellas podría serles de bastante ayuda para introducirse en aquel mundo, sobre todo en el de los negocios. Y tras moverse entre la gente localizó a aquella mujer con aquel torrente de cabellos rojos recogidos. Había procurado informase mínimamente antes de enviar las invitaciones y, sabía de ella que era la presidente del "Banque de Francia".

-Mi compañero y yo estábamos comentando que parece una bella efigie esculpida en la misma época romana (habla un perfecto francés). -Una leve inclinación galante. -Discúlpeme por el atrevimiento, Lucciano Vecchio y él es Vittorio Cacciardi- De nuevo y siguiendo con su costumbre de tomarse aquella libertades, a pesar de que ambos apenas eran conocidos.

Los ojos del viejo inmortal romano por un instante volaron por la sala cruzándose con otros. El de una muchacha de piel pálida pelirroja. Su mente por un instante detuvo toda actividad, ya que el recuerdo de un lugar lejano, frío, otra lengua bien distinta a esta y... ¿Dolor? ¿Miedo? No conseguía poner en su lugar aquellas sensaciones en su memoria, desde que había despertado aun tenía lagunas de muchas de las historias que había vivido en su pasado y de aquellas personas participes. Ella le era familiar, pero no conseguía o más bien no estaba seguro, de su había formado o no de su pasado.

Enseguida incorporó su atención a sus invitados.

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Mensaje por Lissandra Heinstein Mar Jul 29, 2014 9:26 am

Ni ella sabía el por qué, pero desde que sus parpados se habían retraído esa noche al momento de despertar de su obligatorio letargo matutino, a Lissandra le carcomía una extraña perturbación en su interior ¿Quizás era su Sire tratando de llamarle? ¿Tal vez en aquella reunión reminiscente de sus épocas mortales encontraría respuesta a la desaparición del Tzimisce que la había Abrazado? La pelirroja ya temía de generar expectativas, esas que venía apagando por la realidad, misma que le anunciaba noche tras noche la ausencia de su creador junto a su lado.

A la par que recuerdos tales como sus noches en vela sobre los suelos romanos en son de vislumbrar todos los astros que el cielo le ofrecía en aquellas hermosas noches de verano donde la astronomía era su mayor pasión, la vampiresa denotó que el saludo había surtido efecto. Con una leve sonrisa, como deseando parecer lo estrictamente amable, analizó con su vista el acercamiento del organizador de tan peculiar fiesta. Venía acompañado de un joven, uno que curiosamente despertó cierta curiosidad en ella. Y por sobre todas las cosas, Lissandra era una persona sumamente complicada a la hora de despertar intereses en asuntos que no tornasen a ella.

Los protocolos, las reverencias. Las hermosas parafernalias de los eventos de la alta clase parisina. Pareciese ser que el recién llegado estaba acostumbrado a todos los detalles de ostentosidad desde antes que sus pies se posaran sobre tierra francesa.


Lucciano Vecchio escribió:
-Mi compañero y yo estábamos comentando que parece una bella efigie esculpida en la misma época romana (habla un perfecto francés). -Una leve inclinación galante. -Discúlpeme por el atrevimiento, Lucciano Vecchio y él es Vittorio Cacciardi- De nuevo y siguiendo con su costumbre de tomarse aquella libertades, a pesar de que ambos apenas eran conocidos.



- Vaya placer saber que un caballero que gusta de elogiar a una dama educadamente es el que ha arribado a París - no tardó en tomar con su diestra la fina tela de uno de los lados de su vestido para saludarle correspondientemente, más cuando su cabeza se inclinó una molestia cruzó su mente cual flecha lanzada hacia su cabeza con deseos de matarle.

"Sanguinem Filii”.*

Levantó nuevamente los ojos y mantuvo su azulada mirada fijamente en los ojos del más joven, que despojaba cierta sensación de candidez aún viva en su persona. Tal vez ella captaba eso solamente por ser una inmortal con varios siglos sobre sus delicadas y desprotegidas espaldas.

- Seguramente verá de esta ciudad un preciso lugar donde invertir sabiamente. Mi placer será el asesorarle en esos asuntos, después de todo París es una ciudad que gusta de ver crecer a sus habitantes… Siempre y cuando no arrebatéis nada a los ya afincados – movió sutilmente sus ojos hacia Lucciano, pues hablaba sin mirarle sin siquiera haberse dado cuenta de ello. Aquel ofrecimiento mas que una invitación a entablar negocios, sonaba a la advertencia de que él no tocaría nada que no le correspondiese, por lo menos no sin el aval de aquellos que yacían en la ciudad antes que él. Pero si Lissandra veía potencial en Vecchio, no tardaría en demostrarle como quebrantar todas y cada una de las reglas que los vástagos franceses gustaban de cumplir.

Sonrió, pues gustaba recordar que ella velaba por los de su especie, no por el rebaño de humanos que solo le servía de alimento cada noche.


* "Hijos de la Sangre", en latín.
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Mensaje por Michael Sundqvist Miér Jul 30, 2014 3:36 am



Reconoció de inmediato el porte de aquel caballero, aquel vampiro que le había mostrado su lado amable a su llegada a la capital estaba nuevamente ahí, como si la oscuridad misma se empeñara en cruzarlo en su camino una y otra vez, Vittorio se limitó a sonreír hacia sus adentros al notar que se aproximaba hacia él. Mantuvo su postura firme y esa elegancia que siempre le había caracterizado, si había algún remordimiento enterrado en su corazón ahora mismo nadie lo notaría gracias a su singular atractivo.

-Signore Vecchio.- Se limitó a pronunciar. El roce de ajeno sobre el hombro le tomó por sorpresa y es que desde aquella noche fatídica nadie más había osado semejante saludo, el tacto pareciera lejos de ser molesto, brindarle confianza, como si se tratase de un viejo conocido.

-Todo en orden, disculpe, me encontraba una tanto distraído.-

-Congratulazioni é una bella festa. –
Respondió en un susurro. Durante su encuentro previo en la vieja Catedral descubrió que hablar con aquel vampiro siempre le permitió fluir sin máscaras, con aquel acento propio de su natal Florencia. Seguido de aquellos elogios por parte de su anfitrión, Vittorio se sorprendió al saber que Lucciano era la primera figura masculina en hacerle dicho cumplido.

-La noche es joven aún.- rebatió.

Se sintió por primera vez arropado entre personajes que compartían un mismo dolor de cierto modo, condenados a vagar por las penumbras sin esperanza alguna de vislumbrar nuevamente la luz del sol, bebió un sorbo más de su copa, un par de caballeros brindaron con él en la distancia.
Todo era nuevo y Vittorio intentaba acoplarse a un mundo donde las apariencias eran solo un peón más en este tablero. La mujer de cabellos rojizos estaba frente a ellos, reparó en la singular belleza que aquel porte proyectaba.

-Signorina, Il mio nome è Vittorio Cacciardi.- Inquirió al tiempo que depositaba una ligero beso en el dorso de su mano.

Ella se dirigió hacia su huésped de manera educada respondiendo al halago, los términos de negocios siempre fueron ajenos a Vittorio, esa clase de temas eran especialidad de su hermano ahora perdido, no suyas, nunca de aquel Vittorio soñador que alguna vez había sido. Sonrió nuevamente hacia ambas figuras para adentrarse en aquella conversación, haciendo uso de sus habilidades reparó en el intenso color de aquellas auras, no había duda cualquiera de esos inmortales poseían habilidades que sobrepasaban las propias, se limitó a bloquear sus pensamientos y proseguir.

-Elogiaba al caballero aquí presente por la magnitud de esta celebración, dígame signorina ¿Es de su agrado dicho evento? –


Su mirada se cruzó con la de aquella dama y una vez más con aquel par de ojos singulares de Lucciano, levantando su copa pronunció:

-Brindiamo al nostro successo! Salute!.-

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Mensaje por Lucciano Vecchio Miér Jul 30, 2014 1:17 pm

Lissandra Heinstein escribió:

- Seguramente verá de esta ciudad un preciso lugar donde invertir sabiamente. Mi placer será el asesorarle en esos asuntos, después de todo París es una ciudad que gusta de ver crecer a sus habitantes… Siempre y cuando no arrebatéis nada a los ya afincados – movió sutilmente sus ojos hacia Lucciano, pues hablaba sin mirarle sin siquiera haberse dado cuenta de ello. Aquel ofrecimiento mas que una invitación a entablar negocios, sonaba a la advertencia de que él no tocaría nada que no le correspondiese, por lo menos no sin el aval de aquellos que yacían en la ciudad antes que él. Pero si Lissandra veía potencial en Vecchio, no tardaría en demostrarle como quebrantar todas y cada una de las reglas que los vástagos franceses gustaban de cumplir.

Sonrió, pues gustaba recordar que ella velaba por los de su especie, no por el rebaño de humanos que solo le servía de alimento cada noche.


-Un lugar adecuado para dar comienzo a una nueva vida, signorina, y hacer nuevas amistades o simples... Alianzas. Somos muchos con intereses muy dispares. -No se mordía la lengua para nada. Para él el mundo de los mortales no se asimilaba al de los inmortales, ellos por desgracia y al parecer esto se había acentuado más con los siglos, seguía viviendo en las sombras, ocultos para todos y teniendo que fingir ser lo que eran. Algo que para Lucciano no era de mucho agrado y que le costaba disimular, a pesar de que había aprendido de la mejor a parecer humano, tanto que a veces podía conseguir confundir a los mismos de su especie. Pero el orgullo y confianza en sí mismo, y su pensamiento de que los de su especie no eran menos que los humanos, hacía que olvidase aquel patético teatro, ¿por qué fingir ser otro? -Lo doy por hecho, quien mejor que usted que conoce mejor los asuntos de París. Mis negocios están en marcha y pronto podrá saber de ellos, es más, espero que les sea de agrado y se nutra de ellos. Y no sé preocupe, respetaré el terreno privado de otros y sus limites... Siempre y cuando ellos no pisen los míos. -Aquello último lo dijo con un tono de voz un poco más alto de lo normal, parecía que quería ser oído. No era una amenaza, más bien una advertencia; Lucciano no era un simple anciano, desde antes de morir había sido un hombre de guerra y política, un hombre peligroso y siempre había conseguido sus objetivos tanto de la manera más pacífica y disuasoria como la más agresiva y cruel.

Vittorio Cacciardi escribió:



-Elogiaba al caballero aquí presente por la magnitud de esta celebración, dígame signorina ¿Es de su agrado dicho evento? –


Su mirada se cruzó con la de aquella dama y una vez más con aquel par de ojos singulares de Lucciano, levantando su copa pronunció:

-Brindiamo al nostro successo! Salute!.-


-¡Brindemos¡ -Lucciano sonrió y levanto su copa al igual que hacía hecho el joven Vittorio. Desde aquella noche en la catedral, el vampiro no le había quitado ojo a aquel joven; veía en él la inocencia propio de aquel primigenio en aquel mundo, pero veía cierto potencial en él que no quería que otro lo aprovechase; además estaba aquella familiaridad que solo había sentido en un pasado bien lejano en una persona a la que le recordaba. -Signore Cacciardi, ¿no le interesan los negocios? Porque si no, creo debería interesarle, puede que tenga una propuesta en un cercano futuro para usted.
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Mensaje por Cilla Citroen Miér Jul 30, 2014 3:40 pm

Mudarse no siempre era una tarea agradable, los motivos para hacerlo la mayoría de las veces eran tristes, así lo había sido para Katrynna la última vez, se alejaba de París en busca de un cambio para bien. En esta ocasión era distinto, lo que la había motivado a marcharse había desaparecido, se sentía en paz consigo misma y su entorno, por lo que ya no había impedimentos para su regreso.

El camino hasta París había sido largo y tedioso, al llevarlo a cabo durante el día, gracias a sus sirvientes humanos y un muy bien sellado carruaje, había podido aprovechar el viaje para dormir y poder llegar lo más descansada  posible, dándose así la oportunidad de aprovechar la noche en otras actividades, no le apetecía pasar una hora más encerrada.

Apenas arribó a su mansión se dio un refrescante y merecido baño, relajando su cuerpo y aromatizándolo con los suaves olores de los más delicados frutos silvestres, para luego ser cubierto por un elegante vestido color vinotinto, de strapless en forma de corazón, corsé ajustado a su cintura y falda ancha que iniciaba en sus caderas con una forma extraña, diferente pero hermosa, con pequeños estampados blancos en algunas zonas estratégicas. Recogió su cabello en un sencillo moño, dejando su cuello al descubierto sin joyería robusta que entorpeciera su apariencia, y algunos mechones rojizos cayendo sobre su rostro, dándole una apariencia juvenil.

Salió finalmente de su mansión, dispuesta a tener un poco de diversión donde fuese que la encontrara, por la época las fiestas en las grandes mansiones era comunes, por lo que colarse en alguna no sería difícil, no sería tampoco la primera vez que lo hiciera. Después de largo rato recorriendo la zona residencial de la clase alta parisina, por fin encontró algo de movimiento en una de las quintas. El cochero, siguiendo sus órdenes, se dirigió a la entrada y se detuvo frente al portón que llevaba al interior.

Al bajar del coche, un mozo de la mansión le ofreció la mano para ayudarla, pero había algo extraño en él, su vestimenta no era el típico traje de pingüino, supuso en medio de su admiración a la arquitectura moderna de la mansión, que el propietario sería un hombre excéntrico de gustos. –¿Monsieur Vecchio la espera, Mademoiselle?- preguntó el humano de apariencia joven que le tendiese la mano momentos antes, brindándole cierta información que sería de utilidad una vez dentro. –Por supuesto que sí- como siempre altiva, no dijo una palabra más al joven mozo, e hizo ademán de continuar su camino, siendo detenida. –Si me permite, la guiaré hasta él, el lugar se encuentra colmado, encuentro difícil que de pronto con él en estas circunstancias.-

Kat se percató entonces de que el chico suponía que tenía alguna clase de emergencia que atender con ‘Monsieur Vecchio’, por la manera en que la miraba y su búsqueda de hacerla llegar a él lo más pronto posible, supuso que sería de utilidad saber quién era el anfitrión para intentar evitarlo, después de todo ¿Quién más que él podría descubrirla como una colada? Finalmente asintió al mozo y se dejó guiar.

Cuando sus ojos detallaron la decoración interior y la vestimenta de todos los invitados y sirvientes, la pelirroja comprendió finalmente la situación, y el enorme error que había cometido. Entrar en aquella habitación fue como un viaje en el tiempo a una época antigua, se encontraba en la Roma de Julio César, luciendo un vestido victoriano. Quiso dar marcha atrás, ahora que nadie la había notado aún, mirando sin querer en los ojos de su acompañante, aquello que había evitado desde que tomara su mano para bajar del carruaje, notando el efecto inmediato de su ‘seducción’ en el inocente humano.

-Monsieur Vecchio se encuentra justo allí- mencionó señalando un pequeño grupo de tres vampiros, dos de ellos de presencias muy antiguas, mientras que el otro mucho más joven en comparación a cualquiera de los anteriores, incluso que ella misma. –Muchas gracias, desde aquí puedo seguir por mi cuenta- intentó ser amable para disuadirlo de marcharse y que la dejara hacer lo mismo antes que algún invitado pusiera sus ojos en ella.

Cuando finalmente el joven hizo una reverencia de respeto con intenciones de marcharse, no podía quitarle los ojos de encima, haciéndola sentir incómoda, por lo que le dio la espalda para evitar seguir seduciéndolo. Se lamentaba de no poder controlar ese poder  en específico, cuando el sonido de cristal al quebrarse se dejó escuchar justo a su espalda. El sirviente que le brindara su ayuda había tropezado a otro que llevaba una bandeja de copas vacías en dirección a la cocina mientras se alejaba de ella sin prestar atención a nada a su alrededor. Aquella no era precisamente la mejor manera de no llamar la atención.

Los ojos curiosos de algunos presentes voltearon a ver qué había provocado el alboroto. Katrynna respiró profundo antes de dar un paso al frente, si bien ya la habían visto, ahora tendría que buscar la manera de pasar desapercibida un rato y luego marcharse antes que alguien se le acercara, y habría continuado con un segundo y tercer paso hasta perderse en algún rincón de no ser porque el dulce olor de sangre humana lleno el aire que respiraba. Aquello no podía ser bueno, el salón se hallaba repleto de vampiros disimulando su inmortalidad charlando amenamente de trivialidades con algunos otros mortales de clase alta.

Sacando un pañuelo de un blanco inmaculado de su pequeña cartera a juego con el vestido, se lo ofreció de manera despectiva al humano que se hallaba acuclillado en el piso recogiendo vidrios rotos. -Vete a la cocina y lava bien esa herida, procura parar el sangrado, Monsieur Vecchio no estará nada contento si llegaras a ensuciar sus finos pisos con tu sucia sangre- el desprecio en sus palabras fue palpable, pero éste tenía poco o nada que ver con Vecchio, un hombre al que ni siquiera conocía, o sus resplandecientes pisos, sino que más bien buscaba la seguridad de identidad de los inmortales presentes, ella misma incluida.

Katrynna le dedicó una última mirada enojada por haber arruinado sus planes de salir del lugar sin ser notada, antes de apartar sus ojos de él en busca de alguna forma de salir de allí sin resultar demasiado grosera. Aquella era la crema y nata de la sociedad de París, si ya estaba bastante fuera de lugar con su vestimenta, un desplante tal como salir antes de haber siquiera terminado de entrar no sería olvidado tan fácilmente, mucho menos por aquellos que compartían su maldición eterna, y su intención no era la de ganarse a toda la ciudad de enemigos, por lo que ahora tendría que remediar su incómoda situación.
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Mensaje por Llya Lena Pávlova Jue Jul 31, 2014 6:23 pm

Lucciano Vecchio escribió:
Los ojos del viejo inmortal romano por un instante volaron por la sala cruzándose con otros. El de una muchacha de piel pálida pelirroja. Su mente por un instante detuvo toda actividad, ya que el recuerdo de un lugar lejano, frío, otra lengua bien distinta a esta y... ¿Dolor? ¿Miedo? No conseguía poner en su lugar aquellas sensaciones en su memoria, desde que había despertado aun tenía lagunas de muchas de las historias que había vivido en su pasado y de aquellas personas participes. Ella le era familiar, pero no conseguía o más bien no estaba seguro, de su había formado o no de su pasado.

Enseguida incorporó su atención a sus invitados.



Lena apenas pudo levantar su copa de vino al encontrarse con los ojos de Lucciano, bajó la mirada observando a sus acompañantes, una elegante dama pelirroja y un apuesto joven, los dos sin dudarlo eran igual a ella, olían a sangre de una manera que sólo ellos podían oler, no era un olor desagradable pero si distintivo. Anheló poder hablar con él en algún instante de la noche, darle un fuerte abrazo y refrescar un poco su memoria, la rusa suspiró suavemente antes de volver a poner su atención en las dos mujeres pomposas y engreídas que intentaban saber sobre el futuro de sus hijos en la música, Lena sonrió paciente intentando integrarse en la conversación, pero poco le importaban aquellas charlas triviales sobre dos pequeños aquella noche y dejándose llevar observó de cerca las arrugas que cubrían cada uno de sus rostros, rostros en los cuales debían gastarse cientos de francos cada mes para conservar aquella juventud que hace mucho tiempo se había marchado. Las sonrisas socarronas entre las dos y sus pensamientos de odio e hipocresía de la una a la otra la marearon, aún no se acostumbraba a aquello y pensó en lo agria que debía ser su sangre, agria y anciana. Alisó sus cabellos buscando ansiosa al joven de hace un rato, por lo menos con él podría distraerse, pero no sintió siquiera su presencia. - Debo ausentarme un rato, vuestros hijos están en las mejores manos...recordad que practiquen sus lecciones.- asintió suavemente alejándose para por fin poder respirar y si lo que hizo sintiéndose libre al fin.

Katrynna Báthory escribió: Sacando un pañuelo de un blanco inmaculado de su pequeña cartera a juego con el vestido, se lo ofreció de manera despectiva al humano que se hallaba acuclillado en el piso recogiendo vidrios rotos. -Vete a la cocina y lava bien esa herida, procura parar el sangrado, Monsieur Vecchio no estará nada contento si llegaras a ensuciar sus finos pisos con tu sucia sangre- el desprecio en sus palabras fue palpable, pero éste tenía poco o nada que ver con Vecchio, un hombre al que ni siquiera conocía, o sus resplandecientes pisos, sino que más bien buscaba la seguridad de identidad de los inmortales presentes, ella misma incluida.

Katrynna le dedicó una última mirada enojada por haber arruinado sus planes de salir del lugar sin ser notada, antes de apartar sus ojos de él en busca de alguna forma de salir de allí sin resultar demasiado grosera. Aquella era la crema y nata de la sociedad de París, si ya estaba bastante fuera de lugar con su vestimenta, un desplante tal como salir antes de haber siquiera terminado de entrar no sería olvidado tan fácilmente, mucho menos por aquellos que compartían su maldición eterna, y su intención no era la de ganarse a toda la ciudad de enemigos, por lo que ahora tendría que remediar su incómoda situación.

Apenas iba caminando cuando escuchó el estruendo de aquel cristal roto en el suelo, los murmullos de los invitados incrementaban alrededor de la joven de traje victoriano que graciosa intentaba querer escabullirse de aquella situación, Lena se mantuvo alejada por unos instantes, mientras su mente rompía las pequeñas barreras de los presentes, entre rumores y vergüenzas hacía la chica y uno que otro hombre deseoso de algo más, los siguientes pensamientos se hicieron una autentica sorpresa...la chica ante ella no sólo era un vampiro, también disfrutaba de aquella velada sin siquiera conocer al anfitrión...una chica osada y sin embargo un poco torpe al no haber podido mantener un poco más su bajo perfil incluyendo su vestimenta. El olor de la sangre humana llegó a ella sintiendo como su piel se erizaba poco a poco, respiro profundamente queriendo llenar sus pulmones con el exquisito aroma de aquel elixir y con los instintos normales encontró el origen de ello. El chico intentaba torpemente parar el flujo de sangre en la herida causada por el cristal roto, pero las más pequeñas gotas en el brillante piso de la mansión o en el pañuelo blanco olían a varios metros de distancia, distrayendo a casi todos a su alrededor. Caminó hacia la joven de cabellos pelirrojos como ella respirando profundamente.

- Vaya forma de pasar desapercibida. - dijo con una sonrisa mientras se agachaba ante el chico dejando que sus ojos dorados brillarán al ver el escarlata liquido para ayudarlo a levantar. - Tráeme otra copa de vino, pero antes escucha a la dama...cura esa herida, por tu bien y el de éste lugar.- le dejo la copa en las manos al mozo mientras volvía a erguirse, mirando a su alrededor con una mirada sombría, habían más como ellas y aún no sabía el poder de control de cada neófito, claro si es que los habían, el hombre se levantó nervioso y enrojecido asintiendo veloz, perdiéndose en la multitud que parecía volver a sus asuntos y conversaciones vanas. Giró donde la mujer se encontraba. - Siempre imprudentes y torpes...en qué manos estamos?.- se dirigió a ella amablemente, no quería asustarla ni hacer que escapará, deseaba ver en verdad de cerca en que acababa la noche y vaya que había algo que la haría divertir y cierta empatía le causó aquella joven...- Llya Lena Pávlova...Y tú, tan elegante dama eres?- una leve reverencia y su nombre verdadero, esperó tranquila con una leve sonrisa la respuesta de la mujer frente a ella, esperando el juego al que habría que entrar.
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Mensaje por Lucciano Vecchio Jue Ago 07, 2014 6:33 pm

Mientras iniciaba la conversación y sus labios rozaban un copa con la que su olfato se embriagaba, éste detecto que algo no iba bien del todo en la fiesta. Más que algo, alguien pasaba, ya que entre aquellos invitados que parecía haber salido de una verdadera fiesta romana con sus ropas del pasado, destacaba una mujer vestida con una gala contemporánea.

Disimuladamente su mente rozo la superficie de la de ella. No la conocía de nada, no era una invitada.

-Creo que la signorina Heistein, podría unas pocas cosas sobre negocios y sobre como funciona las cosas en la capital entre los "nuestros", al signore Cacciardi, ¿me disculpan? -A pesar de su tono cortes, por un momento Lucciano parecía molesto, pero bien lo disimulaba.

Tras dejar la copa de vino en una de las bandejas de los sirvientes se acerco a las dos mujeres que hablaban tranquilamente, la sangre quedaba latente en el aire, y se había hecho de llamar entre los demás presentes que por un momento observaban la escena, hasta que pasado unos minutos volvieron a sus entretenidas conversaciones.
De nuevo se cruzo con los ojos con aquella que se había echo llamar Lena, ciertamente ella estaban entre sus recuerdos, recuerdos desordenados y sin sentido aun, por alguna razón ella había formado parte de su pasado, ¿pero de cual? No conseguía situarla.

-¿Signorinas se conocen? ¿Esta siendo todo de su agrado? -Aquella sonrisa y voz educada, y que era capaz de acariciar el aire con su agrado pero a la vez cortarlo con frialdad implacable las interrumpió. -Perdóneme si soy mal educado, Lucciano Vecchio. ¿Podrían seguirme a la terraza? -Tomo las manos de cada una de ellas y las beso, al hacerlo alzo sus ojos que había pasado del color dispar de cada uno: azul y verde, al oscuro escarlata. Era extraño que un vampiro se viese excitado por la sangre de un miembro de su misma especie, lo normal era sentir aquello por la sangre humana, el típico alimento. Pero para Lucciano la sangre humana solo era un pequeño complemento de su "peculiar dieta".
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Mensaje por Cilla Citroen Vie Ago 08, 2014 5:54 pm


Tal como había sospechado que sucedería, y contrario a lo que deseaba que ocurriera, al cabo de unos pocos minutos ya se encontraba a su lado otra chica de su raza. Ésta parecía más joven, aunque casi podría asegurar que le llevaba unas cuantas décadas. Al verla llegar decidió que no tenía sentido huir, siendo ella misma se había ganado fama de excéntrica y caprichosa precisamente por apariciones como esta. Si bien había querido dar una imagen diferente, quizás normal, por una vez en su vida, finalmente aceptó que ella no podía ser normal, y dejó de intentar el no llamar la atención.

Llya Lena Pávlova escribió:- Vaya forma de pasar desapercibida. - dijo con una sonrisa mientras se agachaba ante el chico dejando que sus ojos dorados brillarán al ver el escarlata liquido para ayudarlo a levantar. - Tráeme otra copa de vino, pero antes escucha a la dama...cura esa herida, por tu bien y el de éste lugar.- le dejo la copa en las manos al mozo mientras volvía a erguirse, mirando a su alrededor con una mirada sombría, habían más como ellas y aún no sabía el poder de control de cada neófito, claro si es que los habían, el hombre se levantó nervioso y enrojecido asintiendo veloz, perdiéndose en la multitud que parecía volver a sus asuntos y conversaciones vanas. Giró donde la mujer se encontraba. - Siempre imprudentes y torpes...en qué manos estamos?.- se dirigió a ella amablemente, no quería asustarla ni hacer que escapará, deseaba ver en verdad de cerca en que acababa la noche y vaya que había algo que la haría divertir y cierta empatía le causó aquella joven...- Llya Lena Pávlova...Y tú, tan elegante dama eres?- una leve reverencia y su nombre verdadero, esperó tranquila con una leve sonrisa la respuesta de la mujer frente a ella, esperando el juego al que habría que entrar.

Ante el primer comentario de la mujer a su lado, no tuvo más que decir que un escueto -Hmmm- ¿Qué más podría decir al respecto? Lo había intentado todo para salir de allí sin ser notada y aún así había terminado provocando un escándalo, sólo le quedaba pensar que había un motivo por el que había terminado allí, había personas que debía conocer, quizás. O simplemente debía aceptarse como era y renunciar a su tonta idea de ser como los demás. Ignoró el segundo comentario hecho por la extraña, puesto que no era con ella, el tercero por su parte provocó una media sonrisa en sus labios puesto que era verdad, los humanos servían sólo como alimento, de resto era simples seres inútiles, bolsas de sangre ambulantes.

-Katrynna Báthory- respondió con su nombre al escuchar el de ella. Al principio, con los restos de su inicial vergüenza, deseando que no reconociese de nada su apellido, para luego deshacerse de tales pensamientos. Si no lo reconocía, un punto a su favor ya que no tendría que dar explicaciones, y si lo reconocían, era probable que la confundieran con Elizabeth, y ella defendería la memoria de su sobrina hasta con los dientes de ser necesario.

Una leve presión en su cabeza, bastante incómoda debía admitir, le hizo comprender que había vampiros en la sala deseosos de conocerla, lo que la llevó a alzar el mentón en un acto reflejo, retando a quien fuera que entraba en su mente sin su permiso a darle la cara. Aquello la enojó y la llevó a desear poseer el poder de bloquear su mente, aquello sería como una patada en el trasero para alguien que invadiera su espacio personal. -Disculpe la intromisión, Llya. ¿Podría saber de qué conoce usted a Monsieur Vecchio?- Pronunció en un perfecto francés, sin perder el acento húngaro de su voz, con el único propósito de distraer su instinto asesino sobre quien había osado irrumpir en su mente.

Lucciano Vecchio escribió:-¿Signorinas se conocen? ¿Esta siendo todo de su agrado? -Aquella sonrisa y voz educada, y que era capaz de acariciar el aire con su agrado pero a la vez cortarlo con frialdad implacable las interrumpió.

Al poco rato el mismísimo Lucciano Vecchio se hallaba frente a ellas, con un muy mal disimulado enojo. Katrynna supuso que sería por su causa y todo el escándalo que había provocado, y sin duda deseó armar uno aún más grande al darse cuenta que él era el bastardo que hurgaba en sus pensamientos. -Apenas nos hemos conocido, Monsieur. Todo de un exquisito gusto, debo decir. Es usted un magnífico anfitrión-. Mencionó con el mayor descaro del que fue capaz y una sonrisa burlona. Bien sabía que podía él hacer un escándalo para sacarla a patadas de su fiesta, pero a él tampoco le convenía aquello, porque nadie volvería a poner un pie en una de sus fiestas si supieran que su seguridad había sido violada, y más por una mujer. ¿Con qué facilidad podría hacerlo alguien con malas intensiones?

Lucciano Vecchio escribió:-Perdóneme si soy mal educado, Lucciano Vecchio. ¿Podrían seguirme a la terraza? -Tomo las manos de cada una de ellas y las beso, al hacerlo alzo sus ojos que había pasado del color dispar de cada uno: azul y verde, al oscuro escarlata. Era extraño que un vampiro se viese excitado por la sangre de un miembro de su misma especie, lo normal era sentir aquello por la sangre humana, el típico alimento. Pero para Lucciano la sangre humana solo era un pequeño complemento de su "peculiar dieta".

Al principio se sintió tentada a negarse a asistir a la terraza con él, incluso aunque Llya también fuese, no por temor a él sino más bien por capricho y necedad, pero el notar la tonalidad escarlata de sus ojos provocó una inmensa curiosidad en ella; además, al ser consciente del abierto apetito del hombre se sintió también sedienta de repente, con la garganta seca, por lo que en una habitación llena de humanos sería peligroso que la bestia dentro de alguno de ellos decidiera salirse de control.

En un parpadeo, los originalmente azules ojos de Katrynna se mostraron también escarlata -Le sigo, Monsieur- fue todo lo que dijo para hacerle saber que iría con él donde fuese que la guiase, respondiendo previamente con una ligera reverencia a su presentación y agregando su nombre por si no la había escuchado ya al presentarse con Llya.


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Mensaje por Lucciano Vecchio Mar Ago 19, 2014 1:03 pm

Cierre de Tema:

Katrynna Báthory escribió:



En un parpadeo, los originalmente azules ojos de Katrynna se mostraron también escarlata -Le sigo, Monsieur- fue todo lo que dijo para hacerle saber que iría con él donde fuese que la guiase, respondiendo previamente con una ligera reverencia a su presentación y agregando su nombre por si no la había escuchado ya al presentarse con Llya.



Habían pasado las horas dentro de la fiesta y la música había tomado un tinte más tranquilo contrario al ritmo alegre y movido que al principio daba para bailar. Algunas de las luces se había atenuado, y muchos de los asistentes había decidido dar por terminada su fiesta, ya que la noche estaba bien entrada y quedaban pocas horas para el amanecer.

Todo había sido tranquilo hasta que había perturbado la paz una asistente inesperada de la cual, Lucciano había decidido encargarse personalmente.

Algunos de los asistentes de la fiesta aun tenían posadas sus miradas en ellos. Lucciano con disimulo se apresuro un tanto su paso mientras la vampira le siguió.
Mientras caminaban escalera arriba hacia la enorme terraza con marmórea balaustrada y distintas efigies que decoraban, el anciano vampiro aspiro el aire que la "polizona" iba dejando a su paso, ella debía de ser mucho más joven, su sangre debía ser apetitosa. Pensó mientras paladeaba.

Detenidos en el lugar, las cortesías quedaron atrás y con aquellos ojos de colores dispares: uno azul claro del que era dueño, y otro verde de la misma tonalidad, robado de una de sus victimas  y que con el tiempo debería sustituir; se clavaron en ella sin miramiento.

-¿Quién le invitó a mi fiesta? O más bien, ¿cómo consiguió colarse en ella? -Su voz era peligrosamente aterciopelada y a la vez amenazante en su atractivo timbre.
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