AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Octavien Chevigné
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Octavien Chevigné
Octavien Chevigné
Greg Nawrat
► Nombre: Octavien Pancrace Chevigné
► Edad: 24 años
► Nacionalidad: Francés
► Orientación sexual: Heterosexual
► Especie: Humano
► Clase: Alta
► Ocupación: Cazador/Escritor a escondidas
► Edad: 24 años
► Nacionalidad: Francés
► Orientación sexual: Heterosexual
► Especie: Humano
► Clase: Alta
► Ocupación: Cazador/Escritor a escondidas
Descripción psicológica
No es el cazador ideal que se espera de él. Tiene demasiada moral interfiriendo, lo cual, según Zaccharie, es su mayor debilidad. Como que piensa demasiado en un ambiente en el cual aquello puede costar la vida. No es la vida de intelectual lo propio de los Chevigné, así que tampoco se lo facilitan. Es que no puede voltear, pensar en quién perderá con lo que hagan. Sucede que si los Chevigné no ganan, todos pierden. Eso se le enseñó, pero no lo cree así.
Siente temor de su hermano mayor, en cuyas manos está su futuro ahora. Se ha liberado al tigre de su jaula y tanto él como su hermana están a merced de ello. Lo que más le preocupa es protegerla dentro de lo posible. Tal vez idear una escapatoria. Quiere mucho a Thylane y es delicado con ella como ni su hermano ni su padre lo fueron ni serán jamás. Le recuerda a su madre por la suavidad de su voz y la dulzura de su alma. Es por ella que a veces desearía ser el mayor, para darle un futuro digno de ella. Es por eso que siente un gran coraje cada vez que Zaccharie no la trata con respeto.
Por fuera se muestra casi indiferente y seco, pero muestra esa careta no porque le guste, sino porque no tiene opción. No debe olvidar el peso de su apellido sobre sus hombros. El honor de la familia depende de todos sus integrantes, no solamente del primogénito. Por dentro podría pasar por otra persona. Es emocional, un romántico enamorado de la vida y de la belleza que emana simplemente por ser como es. No le cambiaría nada. Está conectado con sus emociones y los recuerdos del pasado, tanto gratos como no gratos.
Para él, ser cazador no es su estilo de vida, sino su ocupación. Un trabajo, como lo llamarían los de clase media. Él lo siente así, porque entrega un servicio a cambio de una retribución. La recompensa es no provocar la ira de la familia. Su única vía de escape consiste en la escritura. Esconde bajo llave sus líneas.
► Gustos: La literatura, la escritura, proteger a su hermana.
► Disgustos: La tozudez, que Zaccharie menosprecie a Thylane, que lo interrumpan cuando intenta escribir, que intenten leer lo que no ha terminado.
► Manías: Toser cuando se siente incómodo, no mirar a los ojos a quien le desagrada.
► Debilidades: Su hermana pequeña. Sus escrituras.
Siente temor de su hermano mayor, en cuyas manos está su futuro ahora. Se ha liberado al tigre de su jaula y tanto él como su hermana están a merced de ello. Lo que más le preocupa es protegerla dentro de lo posible. Tal vez idear una escapatoria. Quiere mucho a Thylane y es delicado con ella como ni su hermano ni su padre lo fueron ni serán jamás. Le recuerda a su madre por la suavidad de su voz y la dulzura de su alma. Es por ella que a veces desearía ser el mayor, para darle un futuro digno de ella. Es por eso que siente un gran coraje cada vez que Zaccharie no la trata con respeto.
Por fuera se muestra casi indiferente y seco, pero muestra esa careta no porque le guste, sino porque no tiene opción. No debe olvidar el peso de su apellido sobre sus hombros. El honor de la familia depende de todos sus integrantes, no solamente del primogénito. Por dentro podría pasar por otra persona. Es emocional, un romántico enamorado de la vida y de la belleza que emana simplemente por ser como es. No le cambiaría nada. Está conectado con sus emociones y los recuerdos del pasado, tanto gratos como no gratos.
Para él, ser cazador no es su estilo de vida, sino su ocupación. Un trabajo, como lo llamarían los de clase media. Él lo siente así, porque entrega un servicio a cambio de una retribución. La recompensa es no provocar la ira de la familia. Su única vía de escape consiste en la escritura. Esconde bajo llave sus líneas.
► Gustos: La literatura, la escritura, proteger a su hermana.
► Disgustos: La tozudez, que Zaccharie menosprecie a Thylane, que lo interrumpan cuando intenta escribir, que intenten leer lo que no ha terminado.
► Manías: Toser cuando se siente incómodo, no mirar a los ojos a quien le desagrada.
► Debilidades: Su hermana pequeña. Sus escrituras.
Antecedentes Históricos
Cuando Octavien nació, pareció estar dicho su futuro. Era más: nadie pensó aquella tarde en que vio la luz del mundo por primera vez que pasaría las horas de vida. ¿Quién guardaría esperanzas en un bebé pálido y esmirriado? Su padre no, los sirvientes tampoco. Sólo una mujer, su madre, empeñó su alma al cielo para salvarle la vida. Bastaría esa colosal fe de un puñado de una sola persona para que lograra crecer y desarrollarse. Costó que aquel niño asimilara que era parte de una larga dinastía de cazadores. Las primeras memorias de Octavien se trasladan a imágenes un tanto borrosas, pero potentes. Recuerda el calor del pecho de su madre en medio del frío. Sólo oía su palpitar y el choque de espadas. Afuera, en el jardín, se desataba en infierno con su hermano y su padre entrenando. Pero dentro de la casa, con sólo una pared separando, estaba el paraíso. Ahí estaba a salvo; reinaba la paz. Afuera era caos. No le gustaba. Tenía pesadillas con los ruidos violentos. El piano del salón lo acunaba.
Fue un alivio que Philippe-Pierre, su padre, se llevara a Zaccharie durante cuatro años para entrenarlo como cazador. Esos cuatro años estuvo solo con su madre Ursuline, sin las presiones ni la severidad de los grandes y fuertes. Ya tendría que temer las pisadas pesadas de papá ni la brusquedad de quien era su viva imagen. Tuvo su lado grato pasar los días rodeado de afecto, con miradas alegres, sin miedo. Aprendió a leer y a escribir con gran entusiasmo. Apenas sí tocaba la espada que le había dejado su masculino progenitor. Es que abanicar y destruir no tenía gran ciencia. Octavien fue curioso desde niño, y parecía que las respuestas se la daban sus libros. Le volvía loco en un buen sentido que hallar verdades generara más prerrogativas que las de un inicio. Quería saber más, antes de que se le acabara el tiempo.
Pero también su paraíso tuvo un lado amargo. Es que su madre extrañaba con creces a su marido. A veces Octavien notaba a Ursuline con la mirada perdida sentada junto a la ventana, esperando que volvieran sus hombres. Cada año se volvía más pálida. Octavien temía que algún espectro pudiera arrebatársela. Fue cuando dejó de lado la lectura; no podía concentrarse. Tenía tanto dentro que asimilar más frases profundas de quienes no sentían nada por él no tenía ningún sentido. No podía estar quieto. Entonces, en medio del caos en el que se vio inmerso este niño de apenas siete años, se halló una salida. Devolvió los textos a los estantes y sacó pluma y tintero para escribir. Sus primeros versos fueron sobre lo que amaba de su madre, lo que veía en ella que lo hacía sentir que valía la pena estar vivo. Tal vez se estaba muriendo y él no lo sabía. Y si moría, poco a poco se olvidaría de los detalles que la hacían tan especial. Desaparecería para siempre, no podía permitirlo.
Escribió toda la noche hasta que no le quedó papel en la cajonera. Fue ahí cuando dejó sus líneas sobre la almohada del lecho de Ursuline para que ésta las encontrara. Nuevamente derramó lágrimas la mujer. Octavien pensó que había fracasado, que sólo había logrado ponerla más triste, pero ella sonrió, besó su frente, y lo acostó con ella esa noche para dormir los dos abrazados. Nunca durmió más acogido. «Sabía que cuando Dios te puso en mis brazos, no podías ser sino un ángel» la escuchó decir.
De ahí comenzó a escribir sobre todo lo que se le ocurriera. Lo mejor era que no había que investigar, pues bastaba con caminar por la vereda o aspirar el aire para encontrar interrogantes que seducir entre páginas. Fue la plenitud de sus cuentos, pero no duró mucho, debido a que cuando cumplió ocho años, su padre y su hermano volvieron a casa. Apenas pudo reconocer a Zaccharie con esa expresión aún más endurecida. Sintió temor más de él que su padre cuando anunció que ahora le tocaba a él recorrer las regiones que lo volverían “un verdadero Chevigné” según sus propias palabras.
La noche antes de partir fue un verdadero averno. Philippe-Pierre encontró a su hijo menor escribiendo junto a la chimenea, arrebatándole en el acto sus escritos. Increpó inmediatamente a su esposa por el hallazgo, recriminándole estar convirtiendo a su hijo en marica. Eso fue lo que dijo antes de arrojar las hojas al fuego. Algo reventó dentro del hijo menor de los Chevigné que lo hizo gritar y llorar de espanto. “¡Los hombres no lloran, crío afeminado!” Inmediatamente después, el padre sacó su fusta, rasgó la camisa de Octavien, y lo disciplinó allí mismo. Lo siguiente fueron gritos y sangre. Por suerte el niño alcanzó a desmayarse antes de que terminaran los latigazos. Aunque eso no hizo más que aumentar la ira de su progenitor. “Si esto no le hace cosquillas, no es un cazador. Pero a este no le alcanza ni para ser un hombre”
A la mañana siguiente, Ursuline presenció con profunda pena cómo su ángel desaparecía en el horizonte. Fueron cuatro años muy duros para Octavien. No se sentía bien lejos de su hogar. Estaba triste, pero no podía demostrarlo. No tenía páginas para escribir y todo se debía a su padre. Comenzó a utilizar esa pena para transformarla en algo útil. Con la energía del coraje aprendió lo necesario para ser un cazador, aunque nunca con el instinto de placer asesino de sus parientes. A pesar de todo, era disciplinado, y eso se tradujo en las lecciones. Llevaba el rencor a su figura paterna. Recordaba la escena en que sus escritos se volvieron cenizas y emergía la garra para luchar.
Así pasaron los cuatro años del entrenamiento. No faltaron quienes se preguntaron cómo había sobrevivido sin escribir. Eso hasta que Ursuline pudo de nuevo estar a solas con su hijo menor entrando de improviso a su alcoba. Él se mostró sorprendido e incógnito.
—¿Qué haces, Octavien? —el púber le dio la espalda, haciendo de escudo para su actividad— Hijo, no adquieras esa mala costumbre de ocultarme cosas. Tú no eres así.
Eso caló fondo en Octavien. No quería ser como Zaccharie o como papá. Fue cuando abrió las manos que tenía ocultas revelando a su madre un trozo de corteza de árbol. Lo curioso era la tinta escrita sobre ella.
—Papá me quitó el papel, pero no puede quitarme lo que soy —admitió mirando hacia el piso— Lo siento, madre, por desobedecer, pero tampoco me arrepiento.
Ursuline se tapó la boca con ambas manos temblando. Tenía miedo de lo que pudiera generar eso en su marido.
—Dame eso, hijo. Tenemos que deshacernos de ello antes de que tu padre te vea.
Él le entregó lo solicitado con la sumisión que lo caracterizaba. Pero justo cuando Ursuline estaba atravesando la puerta, dejó escapar una lágrima. Y allí vino un apagado llanto que su madre alcanzó a escuchar. No tuvo corazón para despojar a su hijo de eso que lo hacía ser quien era. Lo abrazó y besó por el rostro repetidas veces. Era su manera de decir “lo siento. Estoy contigo”
Y así estuvo, hasta su muerte. No lo dejaron ver a su madre, ni abrazar su cuerpo, ni perfumar sus ropas. Sintió que le robaron ese momento para despedirse. Tampoco le permitieron llorarla. Pero a cambio, recibió un obsequio: su hermana Thylane. Apenas Octavien la vio, quiso tomarla en brazos, pero sabía que no se lo permitirían así sin más, ni siquiera su hablaba con la nodriza para arreglar el asunto. Lo que hizo fue esperar hasta el anochecer, aproximarse a la cuna de la recién nacida, y tomarla en brazos. Miró ese rostro amoroso, esos ojos que no creería volver a encontrar, y como por obra del destino pronunció:«Sabía que cuando Dios te puso en mis brazos, no podías ser sino un ángel» En ese momento juró que sería su protector, guía, y guardián.
Al igual que a su hermano Zaccharie antes que él, Octavien fue llevado al burdel por su padre. Estaba asustado; no quería estar allí, en medio de esa muchedumbre turbia rodeada de placeres prohibidos como la carne y el alcohol. De pronto, estaba tumbado en la cama sin retazo alguno de ropa que lo cubriera. Esta vez, su padre pagó a dos prostitutas: una morena y una pelirroja. Lo invadieron por doquier. Él no había dado su consentimiento. Eran tan contrarias a lo que él conocía de las mujeres que se sintió enfermo en el acto. Su cuerpo respondió, pero para su mente fue una tortura. Fue tan así que apenas llegó a casa se encerró a escribir. Nunca escribió versos más oscuros.
Actualmente, con su padre ejecutado por alta traición al haber ayudado a escapar a su amante vampira, el hermano del medio está en el ojo del huracán. Lo que diga su hermano mayor es la ley. Está condicionado a sus órdenes. ¿Ahora quién es Octavien? Un ángel sin dueño; en una mano una espada y en la otra una pluma.
Fue un alivio que Philippe-Pierre, su padre, se llevara a Zaccharie durante cuatro años para entrenarlo como cazador. Esos cuatro años estuvo solo con su madre Ursuline, sin las presiones ni la severidad de los grandes y fuertes. Ya tendría que temer las pisadas pesadas de papá ni la brusquedad de quien era su viva imagen. Tuvo su lado grato pasar los días rodeado de afecto, con miradas alegres, sin miedo. Aprendió a leer y a escribir con gran entusiasmo. Apenas sí tocaba la espada que le había dejado su masculino progenitor. Es que abanicar y destruir no tenía gran ciencia. Octavien fue curioso desde niño, y parecía que las respuestas se la daban sus libros. Le volvía loco en un buen sentido que hallar verdades generara más prerrogativas que las de un inicio. Quería saber más, antes de que se le acabara el tiempo.
Pero también su paraíso tuvo un lado amargo. Es que su madre extrañaba con creces a su marido. A veces Octavien notaba a Ursuline con la mirada perdida sentada junto a la ventana, esperando que volvieran sus hombres. Cada año se volvía más pálida. Octavien temía que algún espectro pudiera arrebatársela. Fue cuando dejó de lado la lectura; no podía concentrarse. Tenía tanto dentro que asimilar más frases profundas de quienes no sentían nada por él no tenía ningún sentido. No podía estar quieto. Entonces, en medio del caos en el que se vio inmerso este niño de apenas siete años, se halló una salida. Devolvió los textos a los estantes y sacó pluma y tintero para escribir. Sus primeros versos fueron sobre lo que amaba de su madre, lo que veía en ella que lo hacía sentir que valía la pena estar vivo. Tal vez se estaba muriendo y él no lo sabía. Y si moría, poco a poco se olvidaría de los detalles que la hacían tan especial. Desaparecería para siempre, no podía permitirlo.
Escribió toda la noche hasta que no le quedó papel en la cajonera. Fue ahí cuando dejó sus líneas sobre la almohada del lecho de Ursuline para que ésta las encontrara. Nuevamente derramó lágrimas la mujer. Octavien pensó que había fracasado, que sólo había logrado ponerla más triste, pero ella sonrió, besó su frente, y lo acostó con ella esa noche para dormir los dos abrazados. Nunca durmió más acogido. «Sabía que cuando Dios te puso en mis brazos, no podías ser sino un ángel» la escuchó decir.
De ahí comenzó a escribir sobre todo lo que se le ocurriera. Lo mejor era que no había que investigar, pues bastaba con caminar por la vereda o aspirar el aire para encontrar interrogantes que seducir entre páginas. Fue la plenitud de sus cuentos, pero no duró mucho, debido a que cuando cumplió ocho años, su padre y su hermano volvieron a casa. Apenas pudo reconocer a Zaccharie con esa expresión aún más endurecida. Sintió temor más de él que su padre cuando anunció que ahora le tocaba a él recorrer las regiones que lo volverían “un verdadero Chevigné” según sus propias palabras.
La noche antes de partir fue un verdadero averno. Philippe-Pierre encontró a su hijo menor escribiendo junto a la chimenea, arrebatándole en el acto sus escritos. Increpó inmediatamente a su esposa por el hallazgo, recriminándole estar convirtiendo a su hijo en marica. Eso fue lo que dijo antes de arrojar las hojas al fuego. Algo reventó dentro del hijo menor de los Chevigné que lo hizo gritar y llorar de espanto. “¡Los hombres no lloran, crío afeminado!” Inmediatamente después, el padre sacó su fusta, rasgó la camisa de Octavien, y lo disciplinó allí mismo. Lo siguiente fueron gritos y sangre. Por suerte el niño alcanzó a desmayarse antes de que terminaran los latigazos. Aunque eso no hizo más que aumentar la ira de su progenitor. “Si esto no le hace cosquillas, no es un cazador. Pero a este no le alcanza ni para ser un hombre”
A la mañana siguiente, Ursuline presenció con profunda pena cómo su ángel desaparecía en el horizonte. Fueron cuatro años muy duros para Octavien. No se sentía bien lejos de su hogar. Estaba triste, pero no podía demostrarlo. No tenía páginas para escribir y todo se debía a su padre. Comenzó a utilizar esa pena para transformarla en algo útil. Con la energía del coraje aprendió lo necesario para ser un cazador, aunque nunca con el instinto de placer asesino de sus parientes. A pesar de todo, era disciplinado, y eso se tradujo en las lecciones. Llevaba el rencor a su figura paterna. Recordaba la escena en que sus escritos se volvieron cenizas y emergía la garra para luchar.
Así pasaron los cuatro años del entrenamiento. No faltaron quienes se preguntaron cómo había sobrevivido sin escribir. Eso hasta que Ursuline pudo de nuevo estar a solas con su hijo menor entrando de improviso a su alcoba. Él se mostró sorprendido e incógnito.
—¿Qué haces, Octavien? —el púber le dio la espalda, haciendo de escudo para su actividad— Hijo, no adquieras esa mala costumbre de ocultarme cosas. Tú no eres así.
Eso caló fondo en Octavien. No quería ser como Zaccharie o como papá. Fue cuando abrió las manos que tenía ocultas revelando a su madre un trozo de corteza de árbol. Lo curioso era la tinta escrita sobre ella.
—Papá me quitó el papel, pero no puede quitarme lo que soy —admitió mirando hacia el piso— Lo siento, madre, por desobedecer, pero tampoco me arrepiento.
Ursuline se tapó la boca con ambas manos temblando. Tenía miedo de lo que pudiera generar eso en su marido.
—Dame eso, hijo. Tenemos que deshacernos de ello antes de que tu padre te vea.
Él le entregó lo solicitado con la sumisión que lo caracterizaba. Pero justo cuando Ursuline estaba atravesando la puerta, dejó escapar una lágrima. Y allí vino un apagado llanto que su madre alcanzó a escuchar. No tuvo corazón para despojar a su hijo de eso que lo hacía ser quien era. Lo abrazó y besó por el rostro repetidas veces. Era su manera de decir “lo siento. Estoy contigo”
Y así estuvo, hasta su muerte. No lo dejaron ver a su madre, ni abrazar su cuerpo, ni perfumar sus ropas. Sintió que le robaron ese momento para despedirse. Tampoco le permitieron llorarla. Pero a cambio, recibió un obsequio: su hermana Thylane. Apenas Octavien la vio, quiso tomarla en brazos, pero sabía que no se lo permitirían así sin más, ni siquiera su hablaba con la nodriza para arreglar el asunto. Lo que hizo fue esperar hasta el anochecer, aproximarse a la cuna de la recién nacida, y tomarla en brazos. Miró ese rostro amoroso, esos ojos que no creería volver a encontrar, y como por obra del destino pronunció:«Sabía que cuando Dios te puso en mis brazos, no podías ser sino un ángel» En ese momento juró que sería su protector, guía, y guardián.
Al igual que a su hermano Zaccharie antes que él, Octavien fue llevado al burdel por su padre. Estaba asustado; no quería estar allí, en medio de esa muchedumbre turbia rodeada de placeres prohibidos como la carne y el alcohol. De pronto, estaba tumbado en la cama sin retazo alguno de ropa que lo cubriera. Esta vez, su padre pagó a dos prostitutas: una morena y una pelirroja. Lo invadieron por doquier. Él no había dado su consentimiento. Eran tan contrarias a lo que él conocía de las mujeres que se sintió enfermo en el acto. Su cuerpo respondió, pero para su mente fue una tortura. Fue tan así que apenas llegó a casa se encerró a escribir. Nunca escribió versos más oscuros.
Actualmente, con su padre ejecutado por alta traición al haber ayudado a escapar a su amante vampira, el hermano del medio está en el ojo del huracán. Lo que diga su hermano mayor es la ley. Está condicionado a sus órdenes. ¿Ahora quién es Octavien? Un ángel sin dueño; en una mano una espada y en la otra una pluma.
Otros Datos
► Pertenencias: Un escritorio con cajonera con llave para sus escritos. Una ballesta.
► BSO:
► Datos extra: Su sonido favorito es el latir de un corazón en paz. El ruido que menos soporta es el del choque de espadas.
► BSO:
► Datos extra: Su sonido favorito es el latir de un corazón en paz. El ruido que menos soporta es el del choque de espadas.
Creado por Frozen •
Última edición por Octavien Chevigné el Lun Oct 06, 2014 8:01 pm, editado 10 veces
Octavien Chevigné- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 30/06/2014
Re: Octavien Chevigné
FICHA EN PROCESO
POSTEA A CONTINUACIÓN CUANDO TERMINES TU FICHA PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF
PASE A REVISARLA Y TE DE COLOR Y RANGO SI TODO ESTÁ EN ORDEN. GRACIAS.
POSTEA A CONTINUACIÓN CUANDO TERMINES TU FICHA PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF
PASE A REVISARLA Y TE DE COLOR Y RANGO SI TODO ESTÁ EN ORDEN. GRACIAS.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 5232
Fecha de inscripción : 01/03/2011
Edad : 34
Localización : Zona Residencia.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Octavien Chevigné
Ficha terminada
Octavien Chevigné- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 30/06/2014
Re: Octavien Chevigné
OBSERVACIONES:
OCTAVIEN, TU FICHA ESTÁ CORRECTA PERO TENEMOS UN PROBLEMA CON EL CÓDIGO DE LA TABLILLA QUE UTILIZAS YA QUE ESTÁ MODIFICANDO LA PÁGINA DEL FORO. EN CUANTO LA CORRIJAS, VUELVE A POSTEAR AVISANDO PARA PODER DARTE LA APROBACIÓN Y TU COLOR Y RANGO. GRACIAS.
OCTAVIEN, TU FICHA ESTÁ CORRECTA PERO TENEMOS UN PROBLEMA CON EL CÓDIGO DE LA TABLILLA QUE UTILIZAS YA QUE ESTÁ MODIFICANDO LA PÁGINA DEL FORO. EN CUANTO LA CORRIJAS, VUELVE A POSTEAR AVISANDO PARA PODER DARTE LA APROBACIÓN Y TU COLOR Y RANGO. GRACIAS.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
- Mensajes : 10717
Fecha de inscripción : 11/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Octavien Chevigné
Ficha corregida.
Gracias.
Gracias.
Octavien Chevigné- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 30/06/2014
Re: Octavien Chevigné
FICHA APROBADA
BIENVENIDO A VICTORIAN VAMPIRES
TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO DE CÓMO SE MANEJA TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MAL ENTENDIDOS, Y SI TIENES ALGUNA DUDA O ACLARACIÓN SOBRE CUALQUIER COSA, NO DUDES EN PREGUNTARME A MÍ O A OTRO ADMINISTRADOR, ESTAMOS PARA AYUDARTE.
QUE TE DIVIERTAS.
BIENVENIDO A VICTORIAN VAMPIRES
TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO DE CÓMO SE MANEJA TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MAL ENTENDIDOS, Y SI TIENES ALGUNA DUDA O ACLARACIÓN SOBRE CUALQUIER COSA, NO DUDES EN PREGUNTARME A MÍ O A OTRO ADMINISTRADOR, ESTAMOS PARA AYUDARTE.
QUE TE DIVIERTAS.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 7350
Fecha de inscripción : 19/06/2010
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