El descanso de los muertos, aullando en alcohol al amanecer -Libre-

-Debían de respetar a los muertos, siempre se decía esa frase para que los vivos no entrasen en el cementerio, sin embargo, lo que anteriormente era efectivo ahora sucedía lo contrario especialmente para las mentes más jóvenes. Ahora, muchos jóvenes ricos se entretenían ensuciando las tumbas, pateándolas, esperando a ver si era cierto que les matarían los espíritus y los fantasmas. Más de una ocasión se había encontrado con una tumba apestando a licor porque les tiraban las botellas, de ese modo eran frecuentes en verano los accidentes e incluso los incendios. Lionel, desgraciadamente debía de trabajar en ese sitio, le habían pagado por ir al cementerio al final de cada semana para ir a limpiar los desastres que hacían aquellos estúpidos.

El gitano era una persona bastante dulce, de caracter simple y pacífico pero él era uno de los pocos que disfrutaban mirando el cementerio, acariciar las tumbas, creer en el descanso eterno. Pensó en Elliot, su padre, había muerto en un sitio sin tumba, no solo él sino varios gitanos. A donde iba, el gitano plantaba un pequeño montículo, como una tumba para visitar, era un asunto lastimoso e incluso extraño hacer aquello, muchos lloraban porque las tumbas de sus parientes estaban lejos, pero...¿y quienes no tenían tumbas de consuelo?, ¿Donde llorarían éstos?. Negó con simplicidad, se sujetó los cabellos con una goma de manera que resaltaba sus rasgos de gitano, por ejemplo, de esos bailaores como así se llamaban, un moño en el cabello, sus labios, su rostro. De nuevo, se encontró con el olor a alcohol, las ráfagas de aire antaño entremezcladas con el aire húmedo del cementerio, ahora eran un soplo de borrachos.

Ese lugar otrora respetado ahora carecía de poder para alejar a quien con tanta presunción tiraban las botellas, golpeaban las paredes de su descanso eterno. A Lionel le daba pena, le entristecía que se tratase así, incluso las tumbas más grandes eran utilizadas para las pruebas de valentía, especialmente los amigos de los ricos, que los encerraban o se reían de las personas. Lejos de seguir mirando con tristeza ese lugar, empezó a hacer su trabajo, lo primero encargarse de los cristales, tenía unos zapatos frágiles así que, rara vez cuando pisaba la tierra no se clavaban algunos cristales a éstos. Por ello, se arrodillo justo donde estaba, buscando con un cepillo los cristales que habían a su alrededor, no los tomaba uno a uno, así, de ese modo arrancaba algunas malas hierbas, era como un rastrillo solo que de una forma mucho menos abrasiva con la tierra, fue metiendo la tierra en un saco, con cuidado, con lentitud, mientras se movía tierra a tierra, de ese modo, tiraba después con su carreta, donde había sacos de tierra, productos para embellecer las tumbas, tales como, pulidores, trapos, recursos para reconstruir los bordes de éstas. Al menos, esos materiales le eran dados por sus benefactores que al mismo tiempo le daban una buena paga- ¡ ah ! -Cerró uno de los ojos, al tomar una botella que creía estaba completa, ésta se fragmentó, sobre todo por haber recibido la luz del sol de manera extenuada.

Se lamió el dedo, de ese modo, supo que tenía un pequeño trozo metido en su índice, utilizó ese método poco usado de chupar y succionar, para hacerlo sacar con cuidado, así que, cuando éste daba señales de salir, pudo sin mucha preocupación quitarse ese cristal, aún así, la sangre era bastante escandalosa, ahora comprendía que el ser humano se asustara apenas veía esos brotes rojizos enroscarse a su dedo como enredaderas metálicas-