AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un momento de descanso [libre]
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Un momento de descanso [libre]
Algo que aprendían con mucha rapidez los niños de la calle era a ganar dinero de manera fácil. Los mendigos y pordioseros se encontraban regados por casi todas las zonas de París, siempre dispuestos a estirar la mano al primer pasante que se cruzara en su camino y dejar escapar algunas palabras lastimosas para llamarles la atención. Cosette también lo había hecho un par de veces, pero no podía decirse que se ganara demasiado mendigando. Por eso prefería utilizar las dos manos y los dos pies que tenía para hacer otro tipo de cosas, que aunque quizás significaran un gasto mayor de energía, al menos le traían mejores ganancias.
No podía negar que existía aún gente de buen corazón en París, algunos además de regalarte algunas monedas se compadecían del frío o del hambre y te entregaban una bufanda o un trozo de pan. Pero eran los menos. La mayoría de la gente trataba de mantenerse alejada de los mendigos, y a veces, dependiendo de dónde estuvieran ubicados, era necesario llamar a los guardias para sacarlos del camino, ya que supuestamente interrumpían la vía pública o bien daban una mala impresión en aquellas zonas que aparentaban belleza y alcurnia.
Su hermano Julien siempre había sido el más inquieto de los cinco, y aunque Cosette le pedía siempre que se quedara en casa para cuidar a sus hermanos y a su madre mientras ella trabajaba, rara vez le hacía caso. Se la pasaba correteando por las calles con sus amiguitos, seguramente no asimilaba de verdad la situación por la que estaban pasando o bien lo hacía pero no le importaba demasiado.
En el último tiempo Julien había adquirido la costumbre de seguir a los carruajes pidiendo limosna. Ella misma lo había visto ya un par de veces y le había pedido que dejara de hacerlo. Había escuchado de casos en que supuestos ricachones atraían a los niños con monedas relucientes y los pequeños, como moscas hacia la luz, no dudaban en acercárseles incapaces de ver la maldad que ocultaban. Eran esos niños los que al final del día no volvían a sus casas y jamás eran vistos otra vez. Quién sabe qué clase de cosas harían esas personas con ellos.
Consciente de esta situación, Cosette no pudo evitar angustiarse cuando se percató de que habían pasado ya varias horas desde que había visto a su hermano por última vez. Fue por esto que no dudó en salir a buscarlo, primero en las zonas cercanas pero luego alejándose cada vez más del centro.
Ya habían pasado un par de horas cuando Cosette llegó a una zona aparentemente abandonada y bastante oscura. Dudaba que su hermano se encontrara ahí, pero aprovechó ese momento para apoyar la espalda contra un muro y descansar un rato. Le dolían los pies y tenía mucha sed, y lo peor es que quizás su búsqueda había sido en vano porque tal vez para entonces su hermano ya había regresado a casa.
No podía negar que existía aún gente de buen corazón en París, algunos además de regalarte algunas monedas se compadecían del frío o del hambre y te entregaban una bufanda o un trozo de pan. Pero eran los menos. La mayoría de la gente trataba de mantenerse alejada de los mendigos, y a veces, dependiendo de dónde estuvieran ubicados, era necesario llamar a los guardias para sacarlos del camino, ya que supuestamente interrumpían la vía pública o bien daban una mala impresión en aquellas zonas que aparentaban belleza y alcurnia.
Su hermano Julien siempre había sido el más inquieto de los cinco, y aunque Cosette le pedía siempre que se quedara en casa para cuidar a sus hermanos y a su madre mientras ella trabajaba, rara vez le hacía caso. Se la pasaba correteando por las calles con sus amiguitos, seguramente no asimilaba de verdad la situación por la que estaban pasando o bien lo hacía pero no le importaba demasiado.
En el último tiempo Julien había adquirido la costumbre de seguir a los carruajes pidiendo limosna. Ella misma lo había visto ya un par de veces y le había pedido que dejara de hacerlo. Había escuchado de casos en que supuestos ricachones atraían a los niños con monedas relucientes y los pequeños, como moscas hacia la luz, no dudaban en acercárseles incapaces de ver la maldad que ocultaban. Eran esos niños los que al final del día no volvían a sus casas y jamás eran vistos otra vez. Quién sabe qué clase de cosas harían esas personas con ellos.
Consciente de esta situación, Cosette no pudo evitar angustiarse cuando se percató de que habían pasado ya varias horas desde que había visto a su hermano por última vez. Fue por esto que no dudó en salir a buscarlo, primero en las zonas cercanas pero luego alejándose cada vez más del centro.
Ya habían pasado un par de horas cuando Cosette llegó a una zona aparentemente abandonada y bastante oscura. Dudaba que su hermano se encontrara ahí, pero aprovechó ese momento para apoyar la espalda contra un muro y descansar un rato. Le dolían los pies y tenía mucha sed, y lo peor es que quizás su búsqueda había sido en vano porque tal vez para entonces su hermano ya había regresado a casa.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
Había un vacío latente en el corazón de cada pobre; ya sea por la falta de comida o de techo, era muy difícil de ignorar. Algo extraño ocurría cuando se llenaba un espacio que había estado intacto hacía tiempo; de alguna forma llegaba a dar fatiga y no se podía disfrutar el tener una preocupación menos de esa magnitud.
Tulipe, quien hacía poco había conseguido trabajo con el duque, estaba notando que esa sensación se apoderaba de sus venas y de su sangre, expandiéndose por todo su cuerpo para alojarla en su mente y sentir el efecto de una espina endemoniada. Intentaba pensar en su mayor consuelo, Dios, quien cuyo recuerdo la mantenía en el buen camino, pero ella también debía poner de su parte para erigir el monumento de la calma en su cabeza. Necesitaba decirse a sí misma con certeza: Niñas, estás a salvo.
—Me gustaría saber qué se supone que debo hacer ahora —pensaba la joven mientras un brillo en su cuello le recordaba que no estaba sola— Mi señor Jesús, me pregunto si alguna vez te sentiste en la incertidumbre de cómo asimilar todo lo que viviste.
La joven criada se dirigía a un lugar apartado al que normalmente no caminaría, pero era una situación que requería medidas muy específicas. Tenía que llegar a un lugar importante para ella, aunque no para el mundo en el que vivía. Si se encontraba con alguna bestia o no, eso no la detendría esta vez. Se había dado permiso para correr este riesgo y después seguir tan prudente como siempre había aspirado.
—He pasado hambre y frío desde que tengo memoria —se repetía dentro de su cabeza mientras pasaba una mano por su frente— Ahora que poseo un techo y comida estable… ¿es posible que alguien como yo pueda esperar más?
Ella podía seguir soñando despierta como era su costumbre o enfrentarse a la cruda realidad; que lo más que podía hacer era tener un trabajo estable y que incluso eso sería mucho pedir para algunos. De todas formas, necesitaba balancear sus ánimos si quería mantenerse y no decrecer, pero no lo haría sin antes visitar… ese lugar.
Si hubiese seguido de largo, Tulipe hubiera llegado a su destino tras recorrer un kilómetro o dos, pero en lugar de eso se topó con la silueta de una jnojvencita de ropas bastante humildes apoyada en una pared. Su respiración se había agitado; se podía decir fácilmente por los movimientos rápidos que hacía su pecho y tenía la mirada preocupada.
Otra persona hubiera continuado a su destino sin darle importancia, pero así no era Tulipe, quien tomó su vestido y se acercó prácticamente brincando.
—D-Disculpe Mademoiselle, ¿necesita ayuda? —inclinó su cabeza a la altura de la muchacha. Obviamente algo debía andar mal para que estuviera son ese semblante en un lugar desprotegido— Ay Mon Dieu, no se ve que se sienta bien.
Tulipe Enivrant- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
Mientras su respiración se ralentizaba Cosette seguía pensando en cómo seguir y qué hacer; ¿debería continuar con su búsqueda o sería más sensato volver a casa? Pronto atardecería y sabía que en la oscuridad sería mucho más difícil encontrar a su hermano, eso si es que aún seguía en la calle. Pero si ya había regresado a casa, entonces no tendría sentido seguir buscándolo. ¿Cómo saberlo? Le habría gustado ser adivina o telépata, pero como no era el caso sólo podía guiarse por sus corazonadas.
Con aquella preocupación en mente fue que se percató del ruido de pasos acercándose hacia ella, lo cual le hizo alzar la mirada en busca de quien fuera que se estuviera aproximando. Se trataba de una joven de aspecto amable que le preguntó si necesitaba ayuda.
Cosette la observó cuidadosamente, algo que siempre hacía con cualquier desconocido que se le acercara. La chica debía tener más o menos su edad, y no parecía ser de una clase superior a la suya.
-Agradezco sus intenciones –respondió finalmente mientras una sonrisa cordial se posaba en su boca por un momento.
-Pero creo que en estos momentos sólo una tropa capaz de recorrer todo París o una persona con alas que pudiese sobrevolar la ciudad podría ayudarme –rio por lo bajo intentando borrar aquel semblante preocupado que la había acompañado desde que salió de casa. Luego negó con la cabeza dejándole claro que sólo estaba bromeando.
-Estoy buscando a mi hermano –le explicó al tiempo que en sus labios volvía a dibujarse aquel gesto intranquilo.
-Hace horas que no lo veo y lo he buscado en todos los lugares donde creí que estaría, pero ni rastros de él –se encogió de hombros mirándole a los ojos.
-No creo que le haya visto en su camino, ¿o sí? Tiene diez años y es más o menos de este tamaño –levantó la mano a la altura de su hombro.
-Tiene el cabello corto del mismo color que el mío. Llevaba una gorra azul y un suéter verde.
Realmente dudaba que lo hubiese visto o más bien que hubiese prestado suficiente atención como para reconocer aquellas descripciones. París estaba lleno de niños que correteaban por las calles y que fácilmente hubiesen cumplido con las características que ella acababa de nombrar. Era como buscar una aguja en un pajar.
-Tal vez ya ha vuelto a casa y mi búsqueda ha sido en vano. No es la primera vez que pasa esto…
Suspiró resignada mientras se acomodaba el cabello detrás de las orejas.
Volvió a centrar su atención en la joven que con tan buenas intenciones parecía haber interrumpido su recorrido.
-¿Y usted se ha detenido sólo para ayudarme? ¿A dónde se dirigía? –miró a su alrededor encontrándose sólo con la oscuridad de la zona y los restos de cajas y barriles abandonados. No era un lugar en el que uno pudiese esperar encontrar a dos jovencitas como ellas.
-Si quiere puedo acompañarle el resto del camino, quizás Julien se encuentre por ahí.
Con aquella preocupación en mente fue que se percató del ruido de pasos acercándose hacia ella, lo cual le hizo alzar la mirada en busca de quien fuera que se estuviera aproximando. Se trataba de una joven de aspecto amable que le preguntó si necesitaba ayuda.
Cosette la observó cuidadosamente, algo que siempre hacía con cualquier desconocido que se le acercara. La chica debía tener más o menos su edad, y no parecía ser de una clase superior a la suya.
-Agradezco sus intenciones –respondió finalmente mientras una sonrisa cordial se posaba en su boca por un momento.
-Pero creo que en estos momentos sólo una tropa capaz de recorrer todo París o una persona con alas que pudiese sobrevolar la ciudad podría ayudarme –rio por lo bajo intentando borrar aquel semblante preocupado que la había acompañado desde que salió de casa. Luego negó con la cabeza dejándole claro que sólo estaba bromeando.
-Estoy buscando a mi hermano –le explicó al tiempo que en sus labios volvía a dibujarse aquel gesto intranquilo.
-Hace horas que no lo veo y lo he buscado en todos los lugares donde creí que estaría, pero ni rastros de él –se encogió de hombros mirándole a los ojos.
-No creo que le haya visto en su camino, ¿o sí? Tiene diez años y es más o menos de este tamaño –levantó la mano a la altura de su hombro.
-Tiene el cabello corto del mismo color que el mío. Llevaba una gorra azul y un suéter verde.
Realmente dudaba que lo hubiese visto o más bien que hubiese prestado suficiente atención como para reconocer aquellas descripciones. París estaba lleno de niños que correteaban por las calles y que fácilmente hubiesen cumplido con las características que ella acababa de nombrar. Era como buscar una aguja en un pajar.
-Tal vez ya ha vuelto a casa y mi búsqueda ha sido en vano. No es la primera vez que pasa esto…
Suspiró resignada mientras se acomodaba el cabello detrás de las orejas.
Volvió a centrar su atención en la joven que con tan buenas intenciones parecía haber interrumpido su recorrido.
-¿Y usted se ha detenido sólo para ayudarme? ¿A dónde se dirigía? –miró a su alrededor encontrándose sólo con la oscuridad de la zona y los restos de cajas y barriles abandonados. No era un lugar en el que uno pudiese esperar encontrar a dos jovencitas como ellas.
-Si quiere puedo acompañarle el resto del camino, quizás Julien se encuentre por ahí.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
Los labios de la desconocida de rostro marcado no paraban de moverse con ahínco sin dar luces de frenar. A medida que aquello continuaba, quedaba en claro el por qué; los lazos de sangre y alma eran más fuertes en los pobres, ya que no poseían nada más que el amor de sus seres queridos. Por eso era que Tulipe se estremecía con la forma desesperada de la joven de enumerar cada una de las descripciones de su hermano, con lo que sin lugar a dudas le hubiese gustado encontrárselo para acabar con un final feliz este retrato de angustia cuya huella se encontraba latente entre las cejas de la zagala. Pese a sus intenciones, era como había hecho notar ella en su broma; por desgracia su ayuda era demasiado pequeña para un problema de tal magnitud.
Pensó entonces Tulipe en su madre en Amiens, en lo mucho que quería estrecharla y darle las buenas nuevas de un trabajo estable en la mansión de un respetable miembro de la realeza. El imaginarse perderla sacudía sus cimientos, ya que aunque estuvieran más lejos de lo que podía medir mentalmente, el hilo que las unía era tan fuerte que construía un camino invisible entre las dos regiones. La criada lograba verse a sí misma en el paisaje agobiado de Cosette y se compadeció de ella. Quería apoyar sin mirar el hecho de que en sus manos no estaba el solucionar.
Lo primero sería volver a centrar a su semejante; las emociones agitadas estaban contribuyendo a perderse más que a hallarse. Todo eso tenía el similor de una trampa de arenas movedizas; mientras más buscabas la respuesta, más te hundías en la oscuridad. Había que poner una piedra de tope, lo que fuera que frenara las despavoridas revoluciones que producía el desconocimiento del paradero de un hermano.
—Mon dieu, su merced está llena de dudas. Os ruego que logre contenerlas un poco; le hará bien —hizo presencia la empatía de Tulipe— Ha pasado por varios sobresaltos, ¿verdad? Podría ser necesario vaciar el lago para ver el fondo.
La doncella tomaba en cuenta que el esfuerzo que estaba haciendo su semejante era más que solo regularizar su respiración, ya que a medida que pasaban las horas de la desaparición, menos probable se hacía el encontrar a salvo a su hermanito. No obstante, las anteriores ocasiones en las que el ratoncito había salido de fiesta, aumentaban las probabilidades de que hubiese burlado la astucia del gato. Dios quisiera que este fuera uno más de esos episodios y lo dejara correr a su refugio en casa; por lo menos había logrado que la joven desconocida hubiera hecho preguntas anexas para que pudiese distraerse un poco.
—Lamento deciros que no me he topado con nadie en mi camino por estos lugares. Con un trayecto tan largo desde la ciudad hacia los terrenos y construcciones abandonadas es de esperar que me tope con más de una persona, pero me temo que esta vez no he avistado ni siquiera a los mendigos. Eso es una buena señal; si no hay nadie, nadie puede dañar a su hermanito y seguramente se encontrará bien —habló con calma la criada antes de contestar la reciente pregunta de Cosette— Oh, qué grosera he sido. Usted aún no sabe quién le habla. Mi nombre es Tulipe; venía visitar un lugar en particular que me trae recuerdos. Qué locura, ¿no? Caminar por sendas desprotegidas para recordar algo que ya ocurrió. Vuestra merced tiene una razón de peso que se ve en sus ojos y no podía seguir como si no la hubiera visto con esas emociones a cuestas.
En medio de su presentación, la hija de Lavande Enivrant hizo uso de su personalidad aprensiva y dio una mirada a sus alrededores, midiendo el peligro que pudiera emerger ante dos mujeres jóvenes y de poca importancia social. El cielo se fundía en oro, pero pronto la luz ya no sería lo suficientemente fuerte como para mantener la sombra de la vegetación ni mucho menos para protegerlas. Había que ser prudentes y tomar una decisión, pues el tiempo se ahogaba en altanería y no esperaba a nadie por muy necesitado que estuviera. Era una pena para la criada no haber alcanzado ir y volver de aquel techo con plena seguridad.
—Mi buena señorita, por favor permítame acompañarla de vuelta hasta la ciudad. La importancia de mi capricho nunca sobrepasará la de la vida —enfatizó Tulipe para intentar llevar las cosas a buen puerto— Puedo salir más temprano un día de estos que termine mis deberes a tiempo… claro, siempre y cuando mi patrón me lo permita.
El crujir de una hoja alertó de sobremanera a Tulipe, quien temerosa como ella misma, chilló no sin dar un brinco hacia un lado y por poco impactando con la caminante. Ridícula se sintió cuando se percató de que se trataba de una inocente ardilla, a la cual se le había caído parte de su alimento y se disponía a trasportarla de vuelta al árbol que había elegido. Suspiró pesadamente, no sin sonrojarse por su exageración y por el susto que se había llevado. No bien se había presentado a la desconocida y ya estaba metiendo la pata torpemente.
—Oh vaya. Ya ve por qué fue tonto de mi parte venir aquí sola por una razón tan… —suspiró sin completar la frase. Había veces en que hasta ella se cansaba de sí misma— Sugeriría que volviéramos, pero si está tan preocupada por su hermano, podría acompañarla hasta que lo encuentre; no me quedan más tareas en el día. Así será algo más exhaustivo y estoy segura de que eso traerá más tranquilidad a su corazón.
Tulipe Enivrant- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
Las palabras de Tulipe de cierta forma lograban tranquilizarla, y es que a veces cuando algo te angustiaba uno tendía a ahogarse en un vaso de agua y no ver las cosas con claridad. Como ella misma decía, lo mejor en una situación como aquella era guardar la calma pues con la desesperanza poco y nada se conseguía. Así que tomó aire y despegó la espalda de la muralla, parándose recta mientras observaba a la joven con detenimiento.
No podía negar que se desilusionó un poco al escuchar que no se había topado con nadie en su camino, aunque debía admitir que había sido bastante ingenuo de su parte esperar que justo la chica con la que se encontraba hubiese visto a su hermano en una ciudad tan grande y concurrida como París. Eso sí habría sido tener demasiada suerte. De todas formas también era cierto que aquello era buena señal, ya que disminuían las probabilidades de que alguien le hubiese hecho algún mal a su hermano.
Sólo cuando la muchacha le dijo su nombre se percató de que hasta ese momento no se habían presentado, así que le sonrió amablemente a modo de saludo y dijo:
-Encantada, yo me llamo Cosette –de inmediato sintió curiosidad por saber cuál era ese lugar al que la joven quería dirigirse, y también le pareció muy considerado de su parte haberse detenido en medio de aquella zona tan poco acogedora y preguntarle qué le ocurría.
Se alegró al oír que le ayudaría a buscar a su hermano, al fin y al cabo cuatro ojos siempre veían más que dos. Sin embargo se sintió un poco mal por interrumpir con su camino e impedirle llegar al lugar que aparentemente buscaba, aunque tampoco es que estuviese haciendo algún intento por detenerla.
-Se lo agradezco enormemente –le dijo con una sonrisa sincera y antes de poder añadir alguna otra cosa, Tulipe se sobresaltó con un ruido cercano, lo cual hizo que ella también diera un respingo.
Pero resultó que para su suerte la responsable de aquel crujido había sido una simple ardilla; Cosette rió por lo bajo, no con el afán de burlarse de la reacción de su nueva acompañante sino más bien para cortar esa tensión momentánea que se había producido.
-Sí, creo que lo mejor será que volvamos juntas a la ciudad –concordó con la joven.
-Yo tampoco me quedaría tranquila dejándola aquí sola, pronto empezará a oscurecer y este sitio no es precisamente seguro –recorrió el lugar con la mirada por un momento y volvió a sonreír.
-Es posible que mi hermano ya haya vuelto a casa dentro de todo este rato que he estado fuera. Han pasado unas cuantas horas desde que salí –le explicó mientras pensaba cuál sería la mejor manera de continuar, ya que aunque apreciaba mucho el gesto de Tulipe, no quería hacerle perder tiempo ni que se sintiera obligada a acompañarla a esas horas. Aunque bueno, igual estarían más seguras si se mantenían juntas.
-Propongo que emprendamos el camino de vuelta a mi casa, no queda demasiado lejos. Tal vez encontremos a Julien durante el recorrido, o con más suerte en mi hogar –le dijo rogando por que la segunda opción terminara siendo la correcta, pues si su hermano no aparecía la búsqueda se haría mucho más complicada por la noche. Quizás ya había llegado a casa hace rato, pero aquello era algo que sólo podía saber si regresaba al lugar.
-Una vez ahí le invitaré algo caliente para tomar a modo de agradecimiento por la ayuda que me ha ofrecido –continuó sabiendo que con la llegada de la oscuridad también vendría el frío, y que tras un recorrido nocturno siempre venía bien algo caliente para recuperar las fuerzas y el ánimo.
-¿Qué le parece? –le preguntó esperando a ver si ella tenía alguna otra idea.
-Por cierto, ¿puedo preguntarle a donde se dirigía? –la curiosidad ganaba tarde o temprano, así era siempre con ella.
No podía negar que se desilusionó un poco al escuchar que no se había topado con nadie en su camino, aunque debía admitir que había sido bastante ingenuo de su parte esperar que justo la chica con la que se encontraba hubiese visto a su hermano en una ciudad tan grande y concurrida como París. Eso sí habría sido tener demasiada suerte. De todas formas también era cierto que aquello era buena señal, ya que disminuían las probabilidades de que alguien le hubiese hecho algún mal a su hermano.
Sólo cuando la muchacha le dijo su nombre se percató de que hasta ese momento no se habían presentado, así que le sonrió amablemente a modo de saludo y dijo:
-Encantada, yo me llamo Cosette –de inmediato sintió curiosidad por saber cuál era ese lugar al que la joven quería dirigirse, y también le pareció muy considerado de su parte haberse detenido en medio de aquella zona tan poco acogedora y preguntarle qué le ocurría.
Se alegró al oír que le ayudaría a buscar a su hermano, al fin y al cabo cuatro ojos siempre veían más que dos. Sin embargo se sintió un poco mal por interrumpir con su camino e impedirle llegar al lugar que aparentemente buscaba, aunque tampoco es que estuviese haciendo algún intento por detenerla.
-Se lo agradezco enormemente –le dijo con una sonrisa sincera y antes de poder añadir alguna otra cosa, Tulipe se sobresaltó con un ruido cercano, lo cual hizo que ella también diera un respingo.
Pero resultó que para su suerte la responsable de aquel crujido había sido una simple ardilla; Cosette rió por lo bajo, no con el afán de burlarse de la reacción de su nueva acompañante sino más bien para cortar esa tensión momentánea que se había producido.
-Sí, creo que lo mejor será que volvamos juntas a la ciudad –concordó con la joven.
-Yo tampoco me quedaría tranquila dejándola aquí sola, pronto empezará a oscurecer y este sitio no es precisamente seguro –recorrió el lugar con la mirada por un momento y volvió a sonreír.
-Es posible que mi hermano ya haya vuelto a casa dentro de todo este rato que he estado fuera. Han pasado unas cuantas horas desde que salí –le explicó mientras pensaba cuál sería la mejor manera de continuar, ya que aunque apreciaba mucho el gesto de Tulipe, no quería hacerle perder tiempo ni que se sintiera obligada a acompañarla a esas horas. Aunque bueno, igual estarían más seguras si se mantenían juntas.
-Propongo que emprendamos el camino de vuelta a mi casa, no queda demasiado lejos. Tal vez encontremos a Julien durante el recorrido, o con más suerte en mi hogar –le dijo rogando por que la segunda opción terminara siendo la correcta, pues si su hermano no aparecía la búsqueda se haría mucho más complicada por la noche. Quizás ya había llegado a casa hace rato, pero aquello era algo que sólo podía saber si regresaba al lugar.
-Una vez ahí le invitaré algo caliente para tomar a modo de agradecimiento por la ayuda que me ha ofrecido –continuó sabiendo que con la llegada de la oscuridad también vendría el frío, y que tras un recorrido nocturno siempre venía bien algo caliente para recuperar las fuerzas y el ánimo.
-¿Qué le parece? –le preguntó esperando a ver si ella tenía alguna otra idea.
-Por cierto, ¿puedo preguntarle a donde se dirigía? –la curiosidad ganaba tarde o temprano, así era siempre con ella.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
Era una verdadera suerte encontrarse con alguien como Cosette, aunque no fuera por razones felices, pero provocaba que aparecieran momentos gratos. Tulipe asentía con timidez con cada luz verde que daba la muchacha de rostro infantil; no estaba del todo acostumbrada a recibir respuestas positivas a sus sugerencias, pero con cada paso que daba más parecía que podía llevarse con ella sin enfrentamientos, porque lo que más quería evitar era tener enemigos. Era más, con cómo iban las cosas podía decirse que tenía una floreciente amistad en camino y con alguien de su misma situación socioeconómica.
—Es usted tremendamente gentil, señorita Cosette —inclinó su cabeza Tulipe con respeto hacia quien hablaba— Seguramente su hermano se encontrará a salvo en casa. He rezado por la seguridad de Paris por muchas noches y es de esperar que haya tenido una recepción positiva. Caminemos juntas de regreso a la ciudad; contraproducente será sumarnos a la lista de desaparecidos esta noche y su hermano estará agradecido de verla sana y salva.
La vuelta a la ciudad estaba bendita por el cielo; se veía con claridad el suelo y el frente a pesar de que oscurecía. Calculaban las jóvenes que si continuaban, llegarían a tiempo para recorrer las calles parisinas con el amparo de las luces chillonas de los faroles públicos. Caminar juntas les abriría las puertas para conversar de cosas que habían permanecido intactas hasta ese entonces. Al menos Cosette tenía a su hermano para desentrañar los pasajes recónditos de su mente y de sus emociones, pero Tulipe se contentaba con refugiarse en la oración, porque cuando le hablaba a Dios sentía lo que era tener un padre, aunque fuera a lo lejos.
La insistente pregunta de Cosette hizo a Tulipe revivir unos cuantos episodios en su cabeza. Sí, había sido una sola vez que había acudido a aquel lugar, pero sorprendentemente lo que más nos marca en la vida terminan siendo suspiros fugaces y no acontecimientos más prolongados. Si tanto quería saber, se lo diría; en sus ojos infantiles había una curiosidad grande, pero no la malicia propia de quien buscaba usar lo que le dijeras en tu contra. Además, tenía que considerar el hecho de que ella iba a abrirle las puertas de su humilde hogar para compartir lo poco y nada que tenía. Apostaba a que ni piso debía tener su morada, puesto que la verdad para los pobres era que no alcanzaba para el pan.
Tulipe tomó con fuerza el crucifijo que se encontraba tintineando en su pecho como una campana; le costaba abrir antiguos archivos de su vida que significaran una mirada hacia su vulnerable corazón, porque no tenía defensas o porque había pasado tanto tiempo defendiéndolo que no podía hacer otra cosa. No obstante, se había encaminado hacia aquel lugar porque justamente su lado emocional tenía un tope y había que descargarlo antes de que estallase. Ahora bien, su elección de quedarse a ayudar le había costado varios minutos de su tiempo y no era como si hubiese arrepentido, pero no podría volver a intentarlo por varios días. De todos modos, la carga emocional continuaba allí, amenazando con desbordarse estrepitosamente en cualquier momento; liberarlo no era mala idea.
—Verá, señorita Cosette. Yo llegué a Paris gracias a un boleto que me dio mi madre para mi cumpleaños; quería que mis oportunidades crecieran y no me limitara a mendigar o… negociar con mi cuerpo —carraspeó su garganta el decir eso último. Ahora que lo pensaba, su religión y su propia inhibición jamás le hubieran permitido llegar a aquello— Pero a pesar de los buenos deseos míos y de mi madre, no encontré patrón que me tomara como su criada en mi primer a pesar de que recorrí casa por casa y mansión por mansión y…
Hizo una pausa para tomarse un mechón de cabello que había interrumpido su vista hacia atrás. Usaba muletillas no verbales para hacer una barrera entre lo que salía de su boca y lo que revivía su corazón. Tenía que componerse, pues no podía ser que con cada desconocido su ser se estrujara. Estaba en Paris y por su cuenta. A hacerse fuerte se había dicho. Tomó aire de donde pudo y completó su relato.
—… adonde me dirigía es el lugar en donde dormí mi primera noche. Es una antigua bodega abandonada con barriles alrededor y varios agujeros en el techo, pero al menos cubría mi cama de paja —suspiró mientras recordaba más detalles— Cierto es que no dormí; me la pasé rezando toda la noche por el miedo que tenía. No sé cómo ni en dónde estaría si el Duque no me hubiera contratado. Tengo mucho que agradecerle a Dios y por eso quería volver a rezar en ese espacio lejano a la ciudad.
Miró a Cosette más aliviada al mismo tiempo que paseaban por entre medio de los bosques. El peso de una carga emocional equivalía a soportar diez fardos de leña en la espalda y la había dejado atrás en el camino.
—Es por eso que creo fervientemente que su hermano está bien, señorita. Gente como nosotros puede tener poco, pero es precisamente eso lo que hace que ganemos más —sonrió hacia el piso esa vez— Que se tengan mutuamente es un premio que dudo que Dios quiera cortar en muchos años. Quiero creer que será así.
Tulipe Enivrant- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
Tulipe parecía ser realmente una persona de bien. Cuando le escuchó decir que había rezado por la seguridad de París se sintió aún más tranquila e incluso protegida de cierta forma, definitivamente estaba agradecida de haberse topado con ella y no con alguna persona de mala fe. Sus palabras también le ayudaban a olvidarse un poco de la angustiante situación por la que estaba pasando; tenía un objetivo fijo que era el de encontrar a su hermano, pero ahora que no estaba sola se sentía un poco más despejada y poder compartir con alguien el resto del camino le vendría más que bien.
Empezaron a caminar y Cosette agradeció que la luz del crepúsculo alcanzara para no dejarlas en penumbras. La zona en la que se encontraban de por sí no era muy segura y en plena oscuridad lo sería mucho menos. Pero sabía que pronto dejarían ese lugar decadente y abandonado atrás y que las calles más abiertas de París las recibirían con mejor iluminación. Quizás hasta se encontrarían con algunas otras personas a quien podrían preguntar por su hermano. Aunque Cosette aún esperaba que la búsqueda terminara en su propia casa y que Julien estuviese ya de vuelta en su hogar.
Mientras avanzaba y esperaba la respuesta de Tulipe a su última pregunta, se percató de cómo la joven se aferraba a algo que llevaba en el cuello; tras mirarle de reojo con discreción se dio cuenta de que era un crucifijo. Le daba la impresión de que la muchacha debía ser muy religiosa, lo cual también le parecía algo bueno aunque ella cada vez dudaba más de ciertas cosas respectivas a eso. No era algo que comentara con la gente, al menos no de manera directa pues se espantaba a sí misma cada vez que escuchaba palabras dudosas de su propia boca. Pero eran pensamientos que le perturbaban cada vez con más frecuencia.
Las palabras de su acompañante llegaron finalmente y ella le escuchó con atención. Aquello de negociar con su cuerpo lo entendía tan bien que no hacía falta decir ni hacer nada; ella misma había considerado esa opción en los momentos más críticos de su vida pero siempre se había aferrado a la idea de que aún quedaban muchas otras opciones para ganar dinero que justamente esa. A esas alturas no era algo que hubiese descartado aún, pero al menos las cosas parecían empezar a mejorar poco a poco y esperaba no tener que recurrir a esa opción jamás, y naturalmente tampoco se lo deseaba a Tulipe.
La pausa que hizo le dejó intrigada, le gustaba escuchar las historias de la gente, enterarse de sus vidas y más aún si se trataba de personas que vivían una situación similar a la suya. Finalmente le contó a dónde era que se dirigía y aquello le hizo compadecerse de la pobre joven que en ese momento seguramente habría pasado un gran susto. Ella tampoco habría podido pegar el ojo de haberse encontrado en su situación. Admiraba que hubiese pasado por todo eso estando sola y en un lugar nuevo, ella nunca había abandonado la comodidad de su ciudad natal y siempre había contado con la compañía de su familia.
-Yo también espero que así sea –le dijo con una sonrisa en respuesta a sus amables palabras, aunque le hubiese gustado más poder expresarse con la misma fe hacia Dios que ella mostraba.
-Ese lugar que ha mencionado debe ser muy especial para usted –agregó mientras volvía a pensar en lo que le había contado.
-Quiero decir, quizás en su momento haya resultado todo menos acogedor, pero ahora puede tomarlo como una muestra de la evolución que ha experimentado, algo así como la marca de partida de su nueva vida en París.
Sonrió tras sus palabras, pues sabía que la vida de la gente como ella no era fácil y probablemente nunca llegaría a serlo, pero siempre resultaba grato percatarse de los pequeños progresos que uno vivía. Pensar que había empezado durmiendo en una bodega abandonada y que ahora quizás tendría una cama caliente en una casa de verdad resultaba alentador.
-Entonces usted no es de esta ciudad, ¿de dónde viene? –le preguntó con curiosidad.
-Y el duque que ha mencionado… ¿quién es? –parecía ser una pieza importante de su historia por como lo había relatado, ella en cambio nunca había conocido a alguien de la nobleza y no tenía mucha idea de esas cosas.
Empezaron a caminar y Cosette agradeció que la luz del crepúsculo alcanzara para no dejarlas en penumbras. La zona en la que se encontraban de por sí no era muy segura y en plena oscuridad lo sería mucho menos. Pero sabía que pronto dejarían ese lugar decadente y abandonado atrás y que las calles más abiertas de París las recibirían con mejor iluminación. Quizás hasta se encontrarían con algunas otras personas a quien podrían preguntar por su hermano. Aunque Cosette aún esperaba que la búsqueda terminara en su propia casa y que Julien estuviese ya de vuelta en su hogar.
Mientras avanzaba y esperaba la respuesta de Tulipe a su última pregunta, se percató de cómo la joven se aferraba a algo que llevaba en el cuello; tras mirarle de reojo con discreción se dio cuenta de que era un crucifijo. Le daba la impresión de que la muchacha debía ser muy religiosa, lo cual también le parecía algo bueno aunque ella cada vez dudaba más de ciertas cosas respectivas a eso. No era algo que comentara con la gente, al menos no de manera directa pues se espantaba a sí misma cada vez que escuchaba palabras dudosas de su propia boca. Pero eran pensamientos que le perturbaban cada vez con más frecuencia.
Las palabras de su acompañante llegaron finalmente y ella le escuchó con atención. Aquello de negociar con su cuerpo lo entendía tan bien que no hacía falta decir ni hacer nada; ella misma había considerado esa opción en los momentos más críticos de su vida pero siempre se había aferrado a la idea de que aún quedaban muchas otras opciones para ganar dinero que justamente esa. A esas alturas no era algo que hubiese descartado aún, pero al menos las cosas parecían empezar a mejorar poco a poco y esperaba no tener que recurrir a esa opción jamás, y naturalmente tampoco se lo deseaba a Tulipe.
La pausa que hizo le dejó intrigada, le gustaba escuchar las historias de la gente, enterarse de sus vidas y más aún si se trataba de personas que vivían una situación similar a la suya. Finalmente le contó a dónde era que se dirigía y aquello le hizo compadecerse de la pobre joven que en ese momento seguramente habría pasado un gran susto. Ella tampoco habría podido pegar el ojo de haberse encontrado en su situación. Admiraba que hubiese pasado por todo eso estando sola y en un lugar nuevo, ella nunca había abandonado la comodidad de su ciudad natal y siempre había contado con la compañía de su familia.
-Yo también espero que así sea –le dijo con una sonrisa en respuesta a sus amables palabras, aunque le hubiese gustado más poder expresarse con la misma fe hacia Dios que ella mostraba.
-Ese lugar que ha mencionado debe ser muy especial para usted –agregó mientras volvía a pensar en lo que le había contado.
-Quiero decir, quizás en su momento haya resultado todo menos acogedor, pero ahora puede tomarlo como una muestra de la evolución que ha experimentado, algo así como la marca de partida de su nueva vida en París.
Sonrió tras sus palabras, pues sabía que la vida de la gente como ella no era fácil y probablemente nunca llegaría a serlo, pero siempre resultaba grato percatarse de los pequeños progresos que uno vivía. Pensar que había empezado durmiendo en una bodega abandonada y que ahora quizás tendría una cama caliente en una casa de verdad resultaba alentador.
-Entonces usted no es de esta ciudad, ¿de dónde viene? –le preguntó con curiosidad.
-Y el duque que ha mencionado… ¿quién es? –parecía ser una pieza importante de su historia por como lo había relatado, ella en cambio nunca había conocido a alguien de la nobleza y no tenía mucha idea de esas cosas.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
“Nueva vida en Paris” Aquello sonaba tan dulce para Tulipe que instintivamente puso sus manos sobre su vientre, como si estuviese esperando un bebé; simbolizaba la esperanza de hallar una luz entre tanta oscuridad. Deducía por las palabras de la castaña que la acompañaba, que ella no había optado por el camino de la prostitución y eso la calmó por dentro, ya que —además de ser una eterna aprehensiva — sentía un deber mayor de velar por los que eran como ella. Tulipe rogaba que Cosette nunca tuviera que lanzar su cuerpo a un abismo para obtener alimento, porque —a pesar de su ingenuidad— sabía que por mucho dinero que recibieran las flores nocturnas, serían ellas las que tendrían que pagar el precio al final.
—Yo… trato de no acomodarme demasiado —suspiró. Nada era seguro para alguien como ella y menos tomando en cuenta la época. Ni hablar de los contratos y los seguros laborales— Llevo muy poco tiempo trabajando y n-no sé qué cosas se me ordenarán el día de mañana. N-No es mi anhelo ser descortés, pero… oí que a una criada aún menor que yo la hicieron subir un acantilado por una flor que a su dueña le había gustado. La pobre resbaló en el intento y no sobrevivió. —pestañeó lentamente, lamentando el suceso— Llegó a mis oídos de parte de los otras sirvientas, mientras lavábamos la ropa.
Habían comenzado a ver las luces cuando Cosette hizo dos preguntas claves a la sirvienta Tulipe. A la católica le resultó placentero y a la vez nostálgico recordar el nido del que había emprendido vuelo, porque en ese lugar permanecían tantas cosas que echaba de menos que no sabía si sonreír por las memorias o mantener sus ojos intactos como vitrales como forma de congelar todo episodio que la obligara a abrir su corazón frente a otra persona, se tratase de quien se tratase. Por otro lado, el duque de Escocia, si bien se había mostrado un tanto amable con ella, le había producido una sensación extraña desde el momento en que había entrado a su mansión. Era como si estuviera en peligro o estuviera siendo asechada y no tenía idea de cuánta razón tenía para sentirse así.
Tulipe quiso mostrarle a Cosette un lado más amable de las cosas y le sonrió con timidez, dejando de aferrar su rucifijo como si fuera a desvanecerse.
—La señorita es muy lista y me ha atrapado con facilidad. Estas manos llevan la humedad de la tierra de Amiens, en donde yo nací —miró sus dedos como si acabara de pasar por la hierba alta de sus campos— Los campos y sembradíos recorren prácticamente todos los caminos, dejando espacio únicamente para las chozas. Casi todos somos igual de pobres, con excepción con los tres o cuatro señores dueños de los terrenos y… las florecillas, usted sabe —se sonrojó. El pudor la invadía cada vez que hablaba algo relacionado con esos temas prohibidos— Por eso debo esforzarme en conservar al duque de Escocia como patrón. Se trata de Monsieur Boussingaut. Vive al sur de París, cerca de la estación de ferrocarriles y el jardín botánico. Fue un placer caminar hacia su mansión con los senderos rebosantes de flores.
Ya comenzaban a escuchar el bullicio de la ciudad de París, como una señal de alivio para sus jóvenes corazones, cuando las recibió la noche en su totalidad. De esa manera, se encontraban caminando no totalmente a oscuras, sino que a media luz. En unos minutos más llegarían al centro de la ciudad y podrían dejar de hablar en voz baja para que no descubrieran a dos jovencitas solas como blanco fácil. Ambas, Cosette y Tulipe, percibían gracias a esa gran intuición de los desposeídos que Paris siempre sería un lugar solitario para ellas, por mucho que fuera una de las ciudades más pobladas del mundo. ¿De qué servía que hubiera tanta gente deambulando por las calles cuando ningún par de ojos volteaba ante el desamparo ajeno? Por suerte, o gracias Dios —como hubiera dicho la sirvienta— podían compartir sus miedos y preocupaciones con la otra, porque todos los demás usarían esa información para abusar de alguna forma de ellas.
Tulipe Enivrant- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
Cosette escuchaba a su acompañante en silencio y con toda su atención centrada en ella, pues estaba realmente interesada en escuchar la historia de alguien que probablemente tendría más de algún punto en común con su propia vida. Entendió lo que le decía acerca de no acomodarse demasiado, pues era cierto que la situación para personas como ellas podía ser muy inestable. Se sintió extrañamente incómoda cuando Tulipe le contó sobre la criada que había subido al acantilado, eso demostraba que muchas personas no tenían ni el menor interés por lo que ocurriese con sus empleados. Esperaba que ninguna de las dos tuviese que correr una suerte parecida a la de la pobre niña que había caído.
Cuando empezó a hablar del lugar de donde provenía, Cosette giró la cabeza para observarla con curiosidad. Nunca había estado en Amiens, pero la descripción que le daba Tulipe le servía para imaginar cómo sería aquel lugar.
-Suena como un sitio muy diferente a París –dijo con una breve sonrisa.
-A mí siempre me han gustado más los lugares rurales que la gran ciudad. Solíamos vivir en una casa en el campo antes de que… –se interrumpió al darse cuenta de que iba a mencionar a su padre, y de inmediato los recuerdos de su muerte llegaron a su mente nublándola por un momento.
-Antes de que mi padre muriera –bajó la mirada clavándola en sus pies que avanzaban sobre el empedrado de la calle.
Como por acto reflejo trató de alejar aquellos recuerdos de inmediato, volviendo a erguir esa muralla en torno a su corazón que la protegía de aquellos trágicos sucesos. Volvió a concentrarse en las palabras de Tulipe sin poder imaginarse realmente cómo sería trabajar para alguien como un duque. Suponía que llevaría una vida llena de lujos y que quizás debido a eso a Tulipe le llegaría una buena paga, o al menos eso esperaba. Ella no había tratado con mucha gente de alta alcurnia, pero algunas personas de ese linaje siempre le habían parecido demasiado arrogantes, como si creyeran que el mundo les pertenecía y que podían pasar por encima de cualquiera.
-Yo no conozco a nadie de la nobleza –le dijo sencillamente, encogiéndose de hombros.
-Seguro que su mansión debe ser impresionante –añadió con una sonrisa, tampoco había visto jamás una casa así por dentro.
-Y si es el duque de Escocia, ¿por qué ha venido hasta aquí? ¿Se lo ha contado? –le preguntó con curiosidad. No sabía mucho sobre aquellas cosas, pero creía que alguien con un título como ese debería estar en el país al que pertenecía, ¿no?
-Espero que la trate bien –dijo son sinceridad, pues de verdad deseaba que su patrón fuese una persona correcta y justa con ella.
Para ese entonces ya casi habían abandonado por completo aquella zona abandonada en donde se habían encontrado, y podían distinguirse las luces de los faroles con mayor intensidad. Pronto también aumentaría el movimiento en las calles, pues a pesar de que era tarde, la actividad nocturna en el centro de París era bastante considerable. Cosette abrió bien los ojos para asegurarse de que Julien no estuviese por ahí, aunque realmente poco a poco iba perdiendo la esperanza de que fueran a encontrarlo en una zona tan amplia como aquella.
-Y usted, ¿tiene hermanos o hermanas? ¿Toda su familia se ha quedado en Amiens?
Cuando empezó a hablar del lugar de donde provenía, Cosette giró la cabeza para observarla con curiosidad. Nunca había estado en Amiens, pero la descripción que le daba Tulipe le servía para imaginar cómo sería aquel lugar.
-Suena como un sitio muy diferente a París –dijo con una breve sonrisa.
-A mí siempre me han gustado más los lugares rurales que la gran ciudad. Solíamos vivir en una casa en el campo antes de que… –se interrumpió al darse cuenta de que iba a mencionar a su padre, y de inmediato los recuerdos de su muerte llegaron a su mente nublándola por un momento.
-Antes de que mi padre muriera –bajó la mirada clavándola en sus pies que avanzaban sobre el empedrado de la calle.
Como por acto reflejo trató de alejar aquellos recuerdos de inmediato, volviendo a erguir esa muralla en torno a su corazón que la protegía de aquellos trágicos sucesos. Volvió a concentrarse en las palabras de Tulipe sin poder imaginarse realmente cómo sería trabajar para alguien como un duque. Suponía que llevaría una vida llena de lujos y que quizás debido a eso a Tulipe le llegaría una buena paga, o al menos eso esperaba. Ella no había tratado con mucha gente de alta alcurnia, pero algunas personas de ese linaje siempre le habían parecido demasiado arrogantes, como si creyeran que el mundo les pertenecía y que podían pasar por encima de cualquiera.
-Yo no conozco a nadie de la nobleza –le dijo sencillamente, encogiéndose de hombros.
-Seguro que su mansión debe ser impresionante –añadió con una sonrisa, tampoco había visto jamás una casa así por dentro.
-Y si es el duque de Escocia, ¿por qué ha venido hasta aquí? ¿Se lo ha contado? –le preguntó con curiosidad. No sabía mucho sobre aquellas cosas, pero creía que alguien con un título como ese debería estar en el país al que pertenecía, ¿no?
-Espero que la trate bien –dijo son sinceridad, pues de verdad deseaba que su patrón fuese una persona correcta y justa con ella.
Para ese entonces ya casi habían abandonado por completo aquella zona abandonada en donde se habían encontrado, y podían distinguirse las luces de los faroles con mayor intensidad. Pronto también aumentaría el movimiento en las calles, pues a pesar de que era tarde, la actividad nocturna en el centro de París era bastante considerable. Cosette abrió bien los ojos para asegurarse de que Julien no estuviese por ahí, aunque realmente poco a poco iba perdiendo la esperanza de que fueran a encontrarlo en una zona tan amplia como aquella.
-Y usted, ¿tiene hermanos o hermanas? ¿Toda su familia se ha quedado en Amiens?
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Un momento de descanso [libre]
Los delgados labios de Tulipe se tensaron al mismo tiempo que sus cejas se curvearon ligeramente hacia abajo con un punto en particular que había tocado Cosette, y era que no conocía los por qué de su siempre extraño actuar. De partida, él no se parecía a ningún hombre noble que hubiera conocido jamás; se pasaba por la orilla de sus zapatos los protocolos, se esmeraba en que su servidumbre ampliara sus horizontes, y no había abusado de ella en ningún sentido como solía hacerlo el sector más poderoso de la sociedad, el cual con su gran pié aplastaba todo ser desprotegido que se le cruzara en su camino. La joven criada suspiró; no sabía qué decirle a Cosette.
—A-a mí también me gustaría saber la razón de muchas conductas inusuales que en él he notado, mademoiselle, pero no me atrevo a preguntarle. Podría creer que lo estoy interrogando o que estoy cuestionando su manera de hacer las cosas, y no quisiera que una ofensa me llevara a parar a la calle de… de nuevo —aclaró su garganta, apartando esa noche en que tuvo que dormir en esa zonas carentes de toda protección.
Tímidamente Tulipe se quedó observando unos momentos el rostro de Cosette mientras ésta le comentaba algunas anécdotas y le preguntaba otras para lograr obtener una imagen lo más exhaustiva posible acerca del tipo de persona que era. Podía ver la pecosa francesa que se trataba de una muchacha sencilla, dulce y bastante curiosa. Era tan así que prefería acerca de la manceba que acababa de conocer que sobre ella misma. Tulipe se sonrió, navegando entre la sorpresa y el gusto de haber tenido la fortuna de encontrarse con alguien así. Se notaba que no había una pizca de personalidad ególatra en Cosette y que no debía tener ambiciones mal intencionadas, lo cual hizo que también en la moza de pálida piel surgiera el interés de averiguar más, cosa que prácticamente nunca sucedía debido a su temerosa personalidad.
—Usted es muy considerada por interesarse por mis condiciones laborales, pero no debe preocuparse por nada. Tengo mucho que agradecer. Tengo techo, comida y amabilidad más que suficiente para tranquilizar a mi madre de mi vida en París. —hizo una pausa midiendo cuánto habían tratado en su trayecto. Resultaba ser que poco y nada habían hablado de Cosette, y Tulipe quiso encausar la conversación para remediar eso— P-Perdone mi descortesía, sólo hemos hablado de mi persona.
La trigueña detectó cierta melancolía en Cosette al hablar de su padre, así que enfocó sus próximas palabras en darle una especie de consuelo, o al menos esa era su intención, puesto que solía meter la pata cuando hablaba sin pensar lo que iba a decir varias veces antes. El tema era todavía más delicado considerando que se tocaba a la familia, la cuna de la base de toda persona y un pilar siempre fundamental en el trayecto hacia delante en los caminos que el universo presentara. La familia de Tulipe era pequeña, compuesta por ella, su madre, y —aunque ella lo desconociera aún— alguien más. El núcleo de Cosette, en cambio, era prácticamente lo contrario, pero ambas tenían algo en común.
—S-Señorita… quiero que sepa que a pesar de que no puedo sentir el mismo dolor que usted refleja en sus ojos, sé lo que es no tener un padre cerca que haga a una sentirse segura frente a los pesares mundanos que puedan debilitar el andar, y le doy mis condolencias porque sé que no es fácil no tenerlo, aunque su tristeza me dice que es más haberlo visto partir. Mi pésame es por haber pasado por ello y aun así conservar la dulzura —estaba siendo sincera; ella misma, a pesar de que hallaba el consuelo en brazos de Cristo, no podía sentirse preparada para ver a su madre morir. Era todo lo que tenía. — Como podrá imaginar, somos sólo mi madre y yo componiendo una familia. Si me permite hacer una observación, su carácter tan amistoso y maternal me hacen pensar que usted tiene más a su lado que a un hermano pequeño, ¿estoy equivocada, señorita Cosette?
Antes de seguir platicando, distrajo a la sirvienta el bullicio más intenso y generalizado en sus oídos, además de que el creciente resplandor que había divisado a lo lejos ya no le molestaba, puesto que ni se había dado cuenta de que acababan de ingresar a la ciudad. Un calor algo más reconfortante se coló bajo los vestidos de las muchachas; el efecto entre fresco y gélido del otro disminuía entre tantos transeúntes en las calles cerrando tratos de negocios y locales trabajadores. Habían llegado a una hora no ad hoc, pero todavía segura. Otra historia hubieran contado si hubiesen permanecido en esos lugares plagados de riesgo para cualquiera, y más para dos mujeres de vulnerable situación.
—Mire usted qué buen escenario; ya casi no hay niños en las calles, señorita, y la hora más peligrosa todavía no llega. ¿No le alegra? Lo más seguro es que su hermano esté en casa, esperándola —animó Tulipe, rezando por dentro que Dios no hubiera tomado otra alma de la parentela de Cosette.
Y así, dos jóvenes mujeres alimentaban sus esperanzas mutuamente. Parecía ser que aunque los pobres tuvieran menos recursos para ilusionarse con su futuro, entre ellos lograban hacer que el optimismo que de ellos se desprendía fuera tan colosal como sus ganas de vivir.
—A-a mí también me gustaría saber la razón de muchas conductas inusuales que en él he notado, mademoiselle, pero no me atrevo a preguntarle. Podría creer que lo estoy interrogando o que estoy cuestionando su manera de hacer las cosas, y no quisiera que una ofensa me llevara a parar a la calle de… de nuevo —aclaró su garganta, apartando esa noche en que tuvo que dormir en esa zonas carentes de toda protección.
Tímidamente Tulipe se quedó observando unos momentos el rostro de Cosette mientras ésta le comentaba algunas anécdotas y le preguntaba otras para lograr obtener una imagen lo más exhaustiva posible acerca del tipo de persona que era. Podía ver la pecosa francesa que se trataba de una muchacha sencilla, dulce y bastante curiosa. Era tan así que prefería acerca de la manceba que acababa de conocer que sobre ella misma. Tulipe se sonrió, navegando entre la sorpresa y el gusto de haber tenido la fortuna de encontrarse con alguien así. Se notaba que no había una pizca de personalidad ególatra en Cosette y que no debía tener ambiciones mal intencionadas, lo cual hizo que también en la moza de pálida piel surgiera el interés de averiguar más, cosa que prácticamente nunca sucedía debido a su temerosa personalidad.
—Usted es muy considerada por interesarse por mis condiciones laborales, pero no debe preocuparse por nada. Tengo mucho que agradecer. Tengo techo, comida y amabilidad más que suficiente para tranquilizar a mi madre de mi vida en París. —hizo una pausa midiendo cuánto habían tratado en su trayecto. Resultaba ser que poco y nada habían hablado de Cosette, y Tulipe quiso encausar la conversación para remediar eso— P-Perdone mi descortesía, sólo hemos hablado de mi persona.
La trigueña detectó cierta melancolía en Cosette al hablar de su padre, así que enfocó sus próximas palabras en darle una especie de consuelo, o al menos esa era su intención, puesto que solía meter la pata cuando hablaba sin pensar lo que iba a decir varias veces antes. El tema era todavía más delicado considerando que se tocaba a la familia, la cuna de la base de toda persona y un pilar siempre fundamental en el trayecto hacia delante en los caminos que el universo presentara. La familia de Tulipe era pequeña, compuesta por ella, su madre, y —aunque ella lo desconociera aún— alguien más. El núcleo de Cosette, en cambio, era prácticamente lo contrario, pero ambas tenían algo en común.
—S-Señorita… quiero que sepa que a pesar de que no puedo sentir el mismo dolor que usted refleja en sus ojos, sé lo que es no tener un padre cerca que haga a una sentirse segura frente a los pesares mundanos que puedan debilitar el andar, y le doy mis condolencias porque sé que no es fácil no tenerlo, aunque su tristeza me dice que es más haberlo visto partir. Mi pésame es por haber pasado por ello y aun así conservar la dulzura —estaba siendo sincera; ella misma, a pesar de que hallaba el consuelo en brazos de Cristo, no podía sentirse preparada para ver a su madre morir. Era todo lo que tenía. — Como podrá imaginar, somos sólo mi madre y yo componiendo una familia. Si me permite hacer una observación, su carácter tan amistoso y maternal me hacen pensar que usted tiene más a su lado que a un hermano pequeño, ¿estoy equivocada, señorita Cosette?
Antes de seguir platicando, distrajo a la sirvienta el bullicio más intenso y generalizado en sus oídos, además de que el creciente resplandor que había divisado a lo lejos ya no le molestaba, puesto que ni se había dado cuenta de que acababan de ingresar a la ciudad. Un calor algo más reconfortante se coló bajo los vestidos de las muchachas; el efecto entre fresco y gélido del otro disminuía entre tantos transeúntes en las calles cerrando tratos de negocios y locales trabajadores. Habían llegado a una hora no ad hoc, pero todavía segura. Otra historia hubieran contado si hubiesen permanecido en esos lugares plagados de riesgo para cualquiera, y más para dos mujeres de vulnerable situación.
—Mire usted qué buen escenario; ya casi no hay niños en las calles, señorita, y la hora más peligrosa todavía no llega. ¿No le alegra? Lo más seguro es que su hermano esté en casa, esperándola —animó Tulipe, rezando por dentro que Dios no hubiera tomado otra alma de la parentela de Cosette.
Y así, dos jóvenes mujeres alimentaban sus esperanzas mutuamente. Parecía ser que aunque los pobres tuvieran menos recursos para ilusionarse con su futuro, entre ellos lograban hacer que el optimismo que de ellos se desprendía fuera tan colosal como sus ganas de vivir.
Tulipe Enivrant- Humano Clase Baja
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