AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En la trampa del demonio, el diablo necesita que muerdas el anzuelo para caer. —Privado
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En la trampa del demonio, el diablo necesita que muerdas el anzuelo para caer. —Privado
En cada uno de nosotros mora un demonio,
que dormido, espera ser encontrado.
Anónimo.
que dormido, espera ser encontrado.
Anónimo.
Cada vez estaba más cerca.
Lo olía. Lo sentía.
En lo más hondo de su ser lo presentía y sus sentidos revoloteaban dichosos, finalmente habían encontrado un leve rastro de su hermano. El olor de sus ropas, de su piel... lo olía en un joven de aura intensa, al que se encontraba siguiendo, rastreando y cada vez más cerca. Tanto que ya podía saborear la sangre de aquel bastardo y maldito cazador, porqué solo alguien como ellos podía tener una esencia como aquella.
La joven solía matar rápido, sin embargo esta vez su loba deseaba encarnizarse contra alguien y ¿quién mejor, que alguien culpable de la desaparición de su amado hermano? Ya habían sido demasiados meses sin saber de él, ni un leve rastro, ni una pequeña señal que pudiera darle esperanzas.
— Madre, con suerte pronto llevaré a tu hijo mayor, nuestro hermano de regreso a casa. — Se prometió a si misma entre las oscuras calles Parisienses de aquella noche sin dejar de rastrear por un segundo el efluvio del aire que le guiaba, llevándole hacia las calles más concurridas.
Ataviada en su vestido azul de gala, nadie parecía fijarse en ella, más que la de ciertas damas que voltearon al verla, intentando identificarla. A esas tardías horas era sencillamente inmoral que los de clases inferiores pasearan por los más emblemáticos lugares como aquel en presencia de la alta clase de París. Por suerte todo y que nadie pareció identificarla como la violinista de tierras lejanas que en unos días tocaría en la misma ciudad, la dejaron de observar enseguida quizás atraídas por alguna joven más interesante y criticable que ella.
Alyssia lo agradeció, prefería ir de incognito lo más posible y aún más ahora que se encontraba siguiendo a su futura presa, quien curiosamente la llevó hasta detenerse frente al Theatre Des Vampires. Por unos segundos la cambiante sonrió ¿De verdad un cazador había entrado a ese lugar? La situación sencillamente la habría hecho reír si no fuera porque al entrar se le pidió invitación para aquella función y al no tenerla, un horripilante y de mal ver vampiro la echó del lugar. ¿Dónde habían quedado las buenas formas y aquellos seductores vampiros que tomaban a las débiles humanas como alimento? Sin duda aquel vampiro lo debían de tener allí simplemente para asustar a los indecisos. Alguien que pudiera dudar de la falsedad de sus funciones, podría ponerles en serios aprietos de ser tomados en cuenta.
Tras que su tranquila entrada al teatro fuera vetada, no se le ocurrió nada más que acceder por uno de los ventanales, de escondidas, como una vil ladrona, todo y que lo único que deseaba llevarse de allí era la cabeza de un humano y la información que él pudiera ofrecerle. No le fue complicado entrar, y por suerte entró en lo que parecía un pasillo desierto, el mismo que daba a los palcos superiores.
— ¿Dónde estarás, ratoncito? — Se preguntó acomodándose el vestido aparentando normalidad.
Olisqueó nuevamente el aire y entre tantos otros aromas, el efluvio del cazador pareció confundirse, camuflarse, aligerarse entre toda la muchedumbre allí reunida. Tras no poder rastrearle con rapidez, gruñó molesta y empezó a andar sin rumbo solo siguiendo a su instinto que no solía fallarle, cuando avistando y reconociendo a lo lejos tres auras vampíricas moviéndose hacia donde se encontraba ella -en aquel mismo pasillo- sin pensarlo demasiado y sin que la vieran, entró en el primer palco que vio. Pecando de incauta, al no asegurarse al entrar si este se encontraba reservado con anterioridad y si aquel era el caso, no descubrir antes de que fuera demasiado tarde para echarse atrás, el origen del dueño de aquel privilegiado lugar, al que entró sin más invitación que la de sus pies.
Alyssia Donovan- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/05/2013
Edad : 32
Re: En la trampa del demonio, el diablo necesita que muerdas el anzuelo para caer. —Privado
Eve le había hablado del Théatre Des Vampires cuando aún estaban preparándolo todo para instalarse en tierras francesas. Vampiros reales representando a vampiros ficticios, según los humanos que asistían a las obras, sonaba jodidamente irónico. ¿Qué llevaba a los suyos a utilizar tal comedia tan ácida y negra? ¿La misma razón que le llevaba a él a manipular a los miembros de La Hermandad? Ciertamente, él se reía de los personajes que le tocaba representar ante ellos. Con cada uno era distinto. Algunos necesitaban más a un amigo que a un líder, pero otros, simplemente; preferían encontrarlo con la máscara de protector y/o justiciero. Haberles dado un lugar al que pertenecer con estúpidas ideas altruistas, le habían hecho merecedor de su confianza, lealtad y respeto. Ellos se habían servido en bandeja de plata, sin siquiera sospechar que su rey sin corona, deseaba gobernar a toda una raza. Y no solo una. No había forma de que se saciara. Había colocado a Pierre como líder de los licántropos para aunar fuerzas y tener su séquito cerca. Sus labios se torcieron en una sonrisa maldita al ver que las cortinas rojas se abrían. Tenía el mejor palco. Eve no había exagerado cuando dijo que podía sentirse como el dueño del teatro. El vampiro que lo había dirigido hasta ese sitio, había mostrado una ligera sorpresa ante su presencia pero, como si le guiaran unas cuerdas, le había pedido que le siguiera. No habían cruzado más palabras que aquéllas. ¿Les había alertado la reina de su presencia? Ya tendría tiempo de cuestionarla. Había ido a ese sitio por dos motivos, para conocer sus instalaciones y la manera en que los actores se comportaban. Los Oscuros se habían formado para proteger el secreto de los vampiros, pero esos humanos ignorantes, asistiendo a tales obras porque se creían que los personajes de la obra pertenecían a simples historias, le llevaban a replanteárselo. Estaba pensando en invitar a algunos de su clan para divertirse un rato cuando la escuchó.
Oh, ¡demonios! ¿Qué ser con un corazón latente era tan estúpido como para creer que podría pasar desapercibido en un sitio lleno de vampiros? El órgano retumbaba con fuerza. István podía saborear la sangre caliente que corría por las venas del cambiante. Un gruñido bajo vibró en su pecho. – ¿Es consciente de que está en el Théatre Des Vampires? - cuestionó con sarcasmo, enarcando una ceja sin apartar la vista del escenario. – Solo hay un puñado de corazones excitados entre los espectadores. Así que difícilmente los vigilantes puedan pasar por alto la animosidad del suyo. Sin embargo, los míos tenemos ciertos privilegios. Se nos está permitido traer un juguete para entretenernos. – Sus orbes azules parecían refulgir entre la oscuridad que los cubría como un manto. – Tiene solo unos segundos hasta que ellos lleguen aquí -, señaló con aire burlón, - para convencerme de que la trate como mi mascota o terminará por ser el sacrificio en esta presentación. He oído que estaban buscando a alguien entre el público para hacerlo más real. - Sonrió con altanería ante sus últimas palabras. Todo lo que sucedía en el escenario en realidad pasaba. Si él, que era un extranjero lo sabía, seguro la cambiante también. ¿No había entrado a escondidas después de todo? Eso significaba que conocía el lugar. Su mano cogió la copa de vino – aunque a rebosar de sangre – que había sido dispuesta unos segundos antes de que la joven llegase. El palco del dueño, le permitía algunos placeres. - ¿Y bien? - Exigió. Apartando por primera vez la vista de la escena que se suscitaba. Por su apariencia, definitivamente, la fémina no tenía intención de acudir a la función. Tal vez, estar rodeado de Eve, le había hecho un ser tan crítico. - ¿Se va a quedar ahí? - Había algo de fastidio en el tono que utilizaba, como si la extraña hubiese interrumpido algo de mucha importancia.
Oh, ¡demonios! ¿Qué ser con un corazón latente era tan estúpido como para creer que podría pasar desapercibido en un sitio lleno de vampiros? El órgano retumbaba con fuerza. István podía saborear la sangre caliente que corría por las venas del cambiante. Un gruñido bajo vibró en su pecho. – ¿Es consciente de que está en el Théatre Des Vampires? - cuestionó con sarcasmo, enarcando una ceja sin apartar la vista del escenario. – Solo hay un puñado de corazones excitados entre los espectadores. Así que difícilmente los vigilantes puedan pasar por alto la animosidad del suyo. Sin embargo, los míos tenemos ciertos privilegios. Se nos está permitido traer un juguete para entretenernos. – Sus orbes azules parecían refulgir entre la oscuridad que los cubría como un manto. – Tiene solo unos segundos hasta que ellos lleguen aquí -, señaló con aire burlón, - para convencerme de que la trate como mi mascota o terminará por ser el sacrificio en esta presentación. He oído que estaban buscando a alguien entre el público para hacerlo más real. - Sonrió con altanería ante sus últimas palabras. Todo lo que sucedía en el escenario en realidad pasaba. Si él, que era un extranjero lo sabía, seguro la cambiante también. ¿No había entrado a escondidas después de todo? Eso significaba que conocía el lugar. Su mano cogió la copa de vino – aunque a rebosar de sangre – que había sido dispuesta unos segundos antes de que la joven llegase. El palco del dueño, le permitía algunos placeres. - ¿Y bien? - Exigió. Apartando por primera vez la vista de la escena que se suscitaba. Por su apariencia, definitivamente, la fémina no tenía intención de acudir a la función. Tal vez, estar rodeado de Eve, le había hecho un ser tan crítico. - ¿Se va a quedar ahí? - Había algo de fastidio en el tono que utilizaba, como si la extraña hubiese interrumpido algo de mucha importancia.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 19/06/2010
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Re: En la trampa del demonio, el diablo necesita que muerdas el anzuelo para caer. —Privado
Se puede confiar en las malas personas,
tanto como en el diablo.
No cambian jamás.
William Faulkner.
tanto como en el diablo.
No cambian jamás.
William Faulkner.
— Soy consciente de ello. — ¡Maldita sea! ¿No podía haber entrado en un palco vacío? Se lamentó al darse cuenta unos segundos despues de su entrada, que habia escogido el palco equivocado. Molesta por los retrasos en ese rastreo, dirigió sus pasos dentro de aquel palco para fijar su mirada bajo ellos, entre los asistentes.
Los pasos de los vampiros se acercaban. ¿De verdad... la habrían olido?
Todo se complicaba.
Sus ojos recorrieron a los invitados, los cuales eran demasiados. No solo había un puñado de humanos como había dicho Istvan, si no que más de medio teatro contaba con la presencia de los mortales que aplaudían ciegos a las barbaridades cometidas bajo sus propios ojos. La estupidez humana era grande. Gruñó por lo bajo, ignorando todavía al vampiro que seguía hablándole, hasta que finalmente se vio obligada por las circunstancias y volteándose, por primera vez sus miradas chocaron.
— No soy la única infiltrada esta noche, señor. —Mencionó recorriendo al vampiro con la mirada, asegurándose que no tuviera arma alguna con que pudiera dañarla. Sin contar los colmillos, todo parecía estar bien.
— Hay un cazador entre nosotros y dudo que su misión sea la de divertimiento. Yo tengo un interés personal en atraparle y cualquier vampiro que quisiera seguir ocultando este teatro también lo tendría… ¿No cree? — Una sonrisa irónica curvó sus labios y sonrió suavemente en lo que sus claros orbes se fundían con los ajenos. Aquel inmortal nada tenía que ver con el de la entrada o los que ahora mismo se encontraban haciendo de actores en la tarima del teatro. Todo en él exudaba poderío. Era el perfecto vampiro que con solo una palabra suya, podría conseguir cualquier mortal a sus pies.
— No os conviene tampoco a vos tener una presencia de esa magnitud. La mala publicidad, las bajas… jamás convienen.
La cambiante lo intuía. Aquel inmortal debía ser alguien importante para el teatro. No cualquiera podía acceder a un palco como aquel.
Los pasos de los vampiros seguían aún más cerca y sin posibilidades de poder escapar sin que la vieran, quienes estimó que eran vigilantes, atendió con una sonrisa las palabras del joven inmortal. ¿Se iba a quedar allí esperando que la agarraran y la drenaran como parte de un espectáculo? ¡No! Por ello fue que sin pensar, sin contestar a sus preguntas, se acercó a él lentamente. A cada paso que dio, la oscuridad dejó de esconder cada facción que antes a sus ojos había pasado inadvertida. La curva de los labios masculinos, los matices fríos de su rostro, la postura de su cuerpo en aquel asiento y lo más importante; su aura. Su imponente e intensa presencia que como más te acercabas más consciente eras de su naturaleza oscura.
Por unos breves segundos el corazón de la joven vaciló, preguntándose si era realmente consciente de lo que iba a hacer y a lo que se exponía. Había matado vampiros, no obstante ninguno parecido al que se encontraba ahora sí; frente a ella. Tomó aire y bajando su mirada de los ojos azules a la mano blanquecina del vampiro, estiró su propia mano hasta la de él, acariciándole la piel con la calidez propiamente de los cambiantes. Al encontrarse ya cerca le quitó la copa de sangre que iba a probar, la tomó en sus manos y sin mediar palabra, sin titubear, se asentó sobre él, sentándose encima sus piernas.
— Más vale no me mordéis, ya que os devolveré el golpe y no creo que deseéis probar de vuestra propia medicina. Los míos también poseen colmillos. — Le avisó acercando su cuerpo al frio torso masculino. — Protegedme de los guardias y la sangre jugosa del cazador será vuestra. Yo solo deseo información. La mente del cazador es mía. La quiero. —Exigió con una divertida y maliciosa sonrisa.
Con una seguridad inusitada le acercó la copa de sangre a los labios, como si solo fuera una humana a sus servicios. Una mascota… una breve vida que caería pronto en sus manos.
A fin de cuentas, cualquiera podía ser un buen actor.
— Debéis de estar sediento. —Susurró sin apartar sus ojos de los de él, curvando sus labios en una dulce sonrisa.— Bebed, mi señor.
Y la puerta del palco en ese momento se abrió.
Alyssia Donovan- Cambiante Clase Media
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Re: En la trampa del demonio, el diablo necesita que muerdas el anzuelo para caer. —Privado
Por eso, se dijo, es que los vampiros ejercerían su autoridad sobre los demás. No, sonrió déspota, no ellos. Él. Estaba barajeando las cartas y jugando una peligrosa jugada para liderar no solo a un clan. Ese era solo el primer paso que dar para lograr algo más. Las palabras de la cambiante solo podían irritarlo, aunque nada en su inexpresivo rostro parecía demostrarlo. Sin embargo, de lo que si se podía estar seguro, era que la diversión no era una de las emociones que intensificaban el azul en su mirada. Cuando el palco se abrió y los suyos se presentaron, István ya se encontraba saboreando hasta la última gota del líquido carmesí. – Mi mascota ha causado mucho revuelo – anunció con cierto aire de aburrimiento, arrebatándole la copa vacía para dejarla a un lado. – Sabe que me pongo de muy malhumor cuando no me he alimentado. – Añadió con descaro, cogiéndole la muñeca para llevársela a los labios. Sus colmillos se desnudaron. Amenazadores, furiosos, filosos. Su ceja se enarcó invitando a la intrusa a hacer algo en presencia de los vigilantes. Si bien los cambiantes no eran su elección predilecta para alimentarse, tampoco le producían repulsión. Además, su sangre parecía ser más caliente que la de los humanos. Había escuchado que algunos de los suyos sí que preferían incluir a los de su raza en su dieta. Un segundo antes de que sus caninos perforaran la piel ajena, se detuvo sobre el pulso palpitante. Su mirada se clavó en uno de los dos presentes, que lejos de parecer fuera de lugar, se mostraban muy interesados. La ansiedad y la lujuria era un aroma excitante que pesaba en el aire. István obligó a sus pulmones a trabajar una vez más. Tan placentero y exquisito. Una carcajada muy fría y maldita brotó de su garganta, misma que sorprendió a todos. – No quiero verme avaricioso, muñeca. A ti te tengo todas las noches, pero mis empleados en cambio, tienen que esperar a que el lugar quede vacío para salir a las calles a alimentarse. Sus colmillos volvieron a su sitio, mientras que las yemas de sus dedos dejaron un rastro tras de sí cuando los pasó por el contorno de la mandíbula de la cambiante.
– Esto te enseñará a no amenazarme ni a condicionarme. De otra forma, nunca llegarás a ser una buena mascota. Aún hay modales que tengo que enseñarte. - Sonaba tan casual, como si no fuese un papel que se veía obligado a improvisar. – Después, iremos a cazar juntos. Y si me lo pides amablemente, dejaré que juegues con la mente de este cazador tuyo. – Los vampiros en el palco parecían querer preguntar, pero cuestionarlo sería una falta de respeto. Mientras él estuviese a cargo de ese lugar, si de pronto decidía tirarlo, tenían que acatarlo. – Oh, mon cher ami, ven aquí y sírvete. Esta criatura es inofensiva en su forma humana. Solo que parece olvidarlo con mucha frecuencia. – István estaba preparado para la reacción de la cambiante. Quería demostrarle que su actitud desafiante y descontrolado, simplemente le llevarían a perder la vida. No todos eran como el cazador que seguía. Había seres más perturbadores que humanos cargados de armas con balas de plata. Después de esa experiencia, se lo pensaría dos veces antes de entrar a un sitio a rebosar de vampiros. No hizo ningún movimiento para sacar a la fémina de su regazo, aunque ésta parecía a punto de hacerlo por su cuenta. ¿Qué clase de cambiante era? ¿Ave? ¿Felina? ¿Canina? Descartaba la primera. No sería tan estúpida como para creer que un pajarillo tendría las de ganar contra un cazador. ¿O sí? Aunque ahora que lo pensaba, la joven parecía ser víctima de su propio ego. Por un segundo, desvió la mirada hacia el escenario. En la escena, los vampiros estaban alimentándose de un humano. Cada uno clavaba sus colmillos en la piel, rasgando, devorando. El olor a sangre fresca llenó cada rincón del teatro. Los suyos – él incluido – podía saborear el sacrificio. Alguien se movió entre la multitud. El cazador que la cambiante seguro estaba siguiendo. Era el único de los espectadores que parecía horrorizado por el acto. Si la joven cumplía, él quizás también lo haría. Quizás.
– Esto te enseñará a no amenazarme ni a condicionarme. De otra forma, nunca llegarás a ser una buena mascota. Aún hay modales que tengo que enseñarte. - Sonaba tan casual, como si no fuese un papel que se veía obligado a improvisar. – Después, iremos a cazar juntos. Y si me lo pides amablemente, dejaré que juegues con la mente de este cazador tuyo. – Los vampiros en el palco parecían querer preguntar, pero cuestionarlo sería una falta de respeto. Mientras él estuviese a cargo de ese lugar, si de pronto decidía tirarlo, tenían que acatarlo. – Oh, mon cher ami, ven aquí y sírvete. Esta criatura es inofensiva en su forma humana. Solo que parece olvidarlo con mucha frecuencia. – István estaba preparado para la reacción de la cambiante. Quería demostrarle que su actitud desafiante y descontrolado, simplemente le llevarían a perder la vida. No todos eran como el cazador que seguía. Había seres más perturbadores que humanos cargados de armas con balas de plata. Después de esa experiencia, se lo pensaría dos veces antes de entrar a un sitio a rebosar de vampiros. No hizo ningún movimiento para sacar a la fémina de su regazo, aunque ésta parecía a punto de hacerlo por su cuenta. ¿Qué clase de cambiante era? ¿Ave? ¿Felina? ¿Canina? Descartaba la primera. No sería tan estúpida como para creer que un pajarillo tendría las de ganar contra un cazador. ¿O sí? Aunque ahora que lo pensaba, la joven parecía ser víctima de su propio ego. Por un segundo, desvió la mirada hacia el escenario. En la escena, los vampiros estaban alimentándose de un humano. Cada uno clavaba sus colmillos en la piel, rasgando, devorando. El olor a sangre fresca llenó cada rincón del teatro. Los suyos – él incluido – podía saborear el sacrificio. Alguien se movió entre la multitud. El cazador que la cambiante seguro estaba siguiendo. Era el único de los espectadores que parecía horrorizado por el acto. Si la joven cumplía, él quizás también lo haría. Quizás.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: En la trampa del demonio, el diablo necesita que muerdas el anzuelo para caer. —Privado
Retroceder ante el peligro
da por resultado cierto aumentarlo.
Gustave Le Bon.
da por resultado cierto aumentarlo.
Gustave Le Bon.
La cambiante había escogido de entre todos los vampiros del teatro al más mortífero de todos. El dominante, el alfa. Y aquello solo significaba problemas si una vez caída en el juego, no seguía sus mismas reglas... y en aquel pequeño espacio, se encontraba –aún sin reconocerlo- completamente a merced de él.
Maldición, realmente se encontraba en un severo aprieto.
El teatro se silenció y solo unos lloros silenciosos parecían destruir aquel instante de calma. Instante, que se le fue arrebatada la copa vacía de sus manos y depositadas en una de las mesillas. En todo momento su mirada fija en la del vampiro, hizo caso omiso a los intrusos, a los guardias, atendiendo solo a los movimientos y palabras de aquellos tentadores labios del diablo, que pronto la tuvieron agonizando. Los filosos colmillos de él la amenazaron y toda su piel se erizó en señal de malestar.
¿Iba a alimentarse de ella?
Tum-tum-tum
Tum- tum- tum – tum
Su corazón bombeaba con fuerza contra su pecho, acelerándose cuanto más cerca se encontraba de su muñeca, de rasgar su piel. Solo la mueca de su rostro y aquellos ojos de pronto vidriosos eran las señales inequívocas del desagrado y odio que de hacerlo, se ganaría por parte de ella, la que se veía a si misma demasiado cercada como para intentar huir y desgraciadamente; él lo sabía.
El frio aliento del vampiro rozó su piel, la acarició y justo cuando temió probar el ardor de sus colmillos penetrando su fina piel, el infame joven carcajeándose se apartó, dejándola aturdida, confundida, con el cuerpo aún en tensión sobre él.
— ¿Qué deseáis decir con ello? — No pudo reprimirse a preguntar ante sus nuevas palabras, sabiéndose igual de desconcertada que los guardias.
Su mente enseguida lo supo, así como adivinó también que la mantenía todavía tomada de la muñeca por algo en especial. ¿Beberían ellos de ella? ¡Jamás! Se dijo buscando una salida a la situación que rápidamente se le había ido de las manos. Ahora ella era la victima de escenario. La inocente joven que había decidido jugar y por jugar, iba a perecer en los juegos del inframundo. Con una única diferencia, que ella no era aquella simple humana y como tal, tenía más cartas a su favor.
¿Quería jugar? Juego le iba a dar, como toda actriz que se preciara en la obra de su vida.
Bajando la cabeza, desviando la mirada, restó en silencio y en calma, controlandose de transformarse esperando que procedieran en lo que volvía su vista al escenario intentando así, no pensar en lo que estaba por suceder. Aparentando realmente el comportamiento de una simple mascota.
Uno de los vampiros jóvenes se acercó tras una ligera vacilación y ante la mirada del mayor bajó hacia la muñeca fémina que seguía encarcelada por su fría mano. La mirada de la cambiante que se estremeció al ver la escena de la joven humana siendo desgarrada y drenada por los actores, también fue consciente de movimientos en las sillas, entreviendo a su presa, lo que la hizo jadear desesperada. No podía escapársele. No debía dejarle escapar. Volviendo la vista a su captor, quien tambien había sido consciente de aquella presencia no deseada en el teatro. Por el rabillo del ojo entrevió los colmillos del joven a punto de alcanzar su destino y al último segundo antes de que llegara a su piel, tras que un gruñido vibrara en su garganta, consiguió mover su mano a tiempo de apartarla. Podría ser aquello causa de un mayor agravio y castigo hacia ella, de lo que compartirla con esos dos vampiros podía representar y sin embargo tenía la esperanza, de que no resultara finalmente así.
¿Si ella se le entregaba, seguiría echandola a los lobos?
—No tenéis gusto, querido… — Le habló esperando contar con su atención —De enviarme a vuestros rufianes a saborearme, seguro no saben apreciarme como deberían. — Añadió a sus palabras. Como un perro fiel a su dueño, su instinto actuó por ella y tras una breve mirada a los dos vampiros jóvenes que indecisos seguían sin saber cómo proceder, - uno demasiado cerca de su muñeca siendo amenazada nuevamente de ser mordida por los colmillos descubiertos- se volvió a encarar los oscuros ojos que esperaban su reacción. Con un semblante suave y hasta sumiso, se le acercó hasta poder besar, arañar con sus dientes la barbilla masculina, pegando su figura a la masculina. reecostandose de nuevo sobre él. Sin alejarse un ápice de su verdugo.
— No soy un simple perro al que podaís abandonar a vuestros secuaces, mi señor. Y ellos jamás os podrán hacer justicia… ¿Cómo podría dejarles tomar lo que os pertenece? Castigadme si ese es vuestro deseo, pero hacedlo vos. Con vuestros labios y colmillos. No dejéis que otros lo hagan en su nombre... o que se sirvan de manos ajenas a las vuestras. Tomadme y perdonad mi comportamiento, mis errores. — Le susurró siguiendo aquel macabro juego, consciente de que solo le quedaba aquella alternativa y que de entregarse, quizás tuviera una oportunidad de venganza y aún más importante; la de vivir para ver un nuevo día. —Mi sangre es vuestra… Solo vuestra. Tomadla. —Agregó acariciando con sus labios el oído del vampiro, manteniendo su cabeza contra su hombro, descubriendo la curva de su cuello en lo que sus dedos acariciaban la fina camisa que cubría el torso frio del vampiro, delineando los músculos que se adivinaban bajo el relieve impoluto de aquella tela.
Se encontraba enseñando su baraja, arriesgando su última carta sin saber que su contrincante era el As de Ases. Quien tendría siempre la última palabra, sobre la vida o la muerte.
El dueño absoluto de todo cuanto sucediera.
¿Qué tanto estaba dispuesta a arriesgar por su hermano?
Alyssia Donovan- Cambiante Clase Media
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Re: En la trampa del demonio, el diablo necesita que muerdas el anzuelo para caer. —Privado
La carcajada que salió de las fauces del vampiro era rica en maldad y algo más. La fémina había empezado una jugada y él iba a cambiarle las cartas. Nada de lo que ella le ofrecía, le resultaba – en demasía – tentador. Nadie era imprescindible. Ni siquiera los miembros de su clan. Los aplastaría hasta hacerlo trizas si con eso se aseguraba su puesto como líder de todos los vampiros, Eve incluida. Aunque eso último, prefería no verse obligado a hacerlo. La mujer había demostrado ser la compañera que necesitaba para llevar a cabo cada una de sus partidas. De modo que lanzar a la desconocida a las garras de los guardias no le importaba. Su carcajada cesó por completo. Las miradas de los espectadores y actores estaban clavadas en su palco. Cuando sus labios sellaron el sonido macabro, el teatro se vio envuelto en un terrible silencio. Solo el eco de su humor negro rebotando por las paredes y, eventualmente, perdiéndose. Un simple gesto con la cabeza y el vampiro a su lado, retrajo sus colmillos. La mano de István fue igual de rápida. Atrapó la barbilla de la joven sin siquiera recurrir a toda su fuerza. La obligó a alzarse hasta que sus miradas se encontraron a la misma altura. Él siempre había disfrutado de las ventajas de su estatura, pues obligaba a los demás a ponerse en una posición incómoda. El odio llameaba en las profundidades azuladas. Inhaló, sus pulmones llenándose del cúmulo de sensaciones que la embargaban. Miedo, lujuria, nerviosismo. – Mis mascotas jamás replican, solo viven para obedecer y complacer. – Gruñó con desprecio. – No son tan idiotas como para pensar que lo que yo demando puede pasarse por alto. No soy un maldito genio que ha aparecido para complacer tus deseos. Pregunta a quien quieras quien es István Szöcs y si ya has aprendido modales, búscame. No habrá segundas oportunidades.-
Lanzó a la desconocida al suelo, sin siquiera molestarse en delicadezas. Su condición de cambiante le haría sanar cada fractura que se hiciera y sino, era su jodido problema. El vampiro se levantó con la gracia que caracterizaba a los suyos mientras su penetrante mirada se clavaba en la ajena. – El cazador es mío, es la paga por tu comportamiento. – Las palabras de István eran frías, al igual que la sonrisa que se instaló en sus comisuras. – Para ser un actriz te falta mucho, chérie. Nadie que me conozca, podría creer tu actuación. Mis mascotas son solo títeres que se mueven al sonido de mi voz y sabes qué es lo mejor, no hablan. ¿Quieres saber por qué? – Se puso en cuclillas, sus manos sobre sus rodillas – Porque las despojé de ese irritante miembro. Desde entonces, nos entendemos. – Acarició la mejilla de la fémina con suavidad. Era una burla que se encargó de transmitir. Se levantó y miró con molestia a los guardias. – Escóltenla a la salida y asegúrense de que ningún otro entre al teatro si no ha sido para ver la función. La mujer entró por una de las ventanas, siguiendo la pista de un cazador. Pero de él, me encargaré yo. Estoy ansioso por algo de caza y diversión. – Abandonó el palco sin darle otro vistazo a la cambiante. Si bien era cierto que tenía a sus muñecas de sangre, algunas veces – como esa – no podía negarse el placer de conseguir el alimento por sus propios medios. Además, quería obtener toda la información que pudiera de la mente del cazador. La noticia de la llegada de su clan, no solo se habría extendido a esas alturas hasta cada vampiro y licántropo, sino también hasta los cazadores e inquisidores. Cómo aceptaban ese hecho, era otra cuestión. Lo que sí sabía, era que no quería a ninguno de ellos merodeando en esa zona. Las catacumbas era el punto de reunión para la hermandad. No iba a permitir que se comprometieran.
Lanzó a la desconocida al suelo, sin siquiera molestarse en delicadezas. Su condición de cambiante le haría sanar cada fractura que se hiciera y sino, era su jodido problema. El vampiro se levantó con la gracia que caracterizaba a los suyos mientras su penetrante mirada se clavaba en la ajena. – El cazador es mío, es la paga por tu comportamiento. – Las palabras de István eran frías, al igual que la sonrisa que se instaló en sus comisuras. – Para ser un actriz te falta mucho, chérie. Nadie que me conozca, podría creer tu actuación. Mis mascotas son solo títeres que se mueven al sonido de mi voz y sabes qué es lo mejor, no hablan. ¿Quieres saber por qué? – Se puso en cuclillas, sus manos sobre sus rodillas – Porque las despojé de ese irritante miembro. Desde entonces, nos entendemos. – Acarició la mejilla de la fémina con suavidad. Era una burla que se encargó de transmitir. Se levantó y miró con molestia a los guardias. – Escóltenla a la salida y asegúrense de que ningún otro entre al teatro si no ha sido para ver la función. La mujer entró por una de las ventanas, siguiendo la pista de un cazador. Pero de él, me encargaré yo. Estoy ansioso por algo de caza y diversión. – Abandonó el palco sin darle otro vistazo a la cambiante. Si bien era cierto que tenía a sus muñecas de sangre, algunas veces – como esa – no podía negarse el placer de conseguir el alimento por sus propios medios. Además, quería obtener toda la información que pudiera de la mente del cazador. La noticia de la llegada de su clan, no solo se habría extendido a esas alturas hasta cada vampiro y licántropo, sino también hasta los cazadores e inquisidores. Cómo aceptaban ese hecho, era otra cuestión. Lo que sí sabía, era que no quería a ninguno de ellos merodeando en esa zona. Las catacumbas era el punto de reunión para la hermandad. No iba a permitir que se comprometieran.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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