AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Juegos con trampa || Privado
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Juegos con trampa || Privado
El sol hacía de las suyas a las altar horas obligando a todos a dejar sus suntuosos aposentos para dar paso a la ajetreada mañana de cada uno de los seres habituados a aquellos estilos de vida; los muertos vuelven a sus tumbas y los demonios a la infinita oscuridad de los infiernos. Aun siendo tan temprano resulta ser mas difícil para una persona levantarse tan madrugado y por ello aun sigue en cama, su cuerpo y a penas se mueve producto de la pereza o el sueño. Ya avanzada la mañana casi entrando al medio día decide levantarse y probar suerte en su oficio.
Saliendo de aquel hostal de mala muerte con un pedazo de pan en la mano se dirige en un paseo muy habitual hacia las zonas infantiles, donde espera al menos sacar algo para el almuerzo, con sus pequeños trucos y apuestas de "magia", una magia que está más que arreglada con trucos por donde sea que lo mire. Observaba a los niños desde uno de los columpios en los que estaba sentado, jugaban y reían sin preocupaciones, otros marchaban con uniformes de escuelas...
En sus pensamientos absortos observa a unas mujeres jóvenes que acompañan a los niños cual custodios, sonríe y es momento de que comience con su trabajo.
Se va ubicando lentamente junto a uno de los árboles de aquel parque, extiende una manta sobre aquel verde césped dejando unas barajas sobre esta, en tres montones exactos. Se aclara voz y da comienzo al espectáculo
—Niñas y niños de todas las edad, señoritas y señoritos, ladies and gentleman, que tal un poco de magia para armonizar su mañana, siempre es bueno probar la suerte y ver si la fortuna os sonríe en esta preciosa y cálido día— uno a uno los pequeños junto a sus niñeras, o solo jovencitas que han pasado por el lugar se acercan, uno de los pequeños se atreve a competir en un juego de magia con aquel "mago" que con una sonrisa acepta la moneda de las manos temblorosas de su custodia.
Toma una carta sin verla mostrándola al joven y al púlpito que con asombro veía cada uno de sus movimientos, luego la coloca en uno de los montones pidiendo que sea el joven quien los una y baraje el mazo, el cual lo toma completo y lo expande en el césped tomando una de las cartas que enseña al pequeño que con asombro queda boquiabierto al ver su carta, un truco fácil.
—¿Esta es tu carta verdad? Entonces yo gano, alguien más cree que puede derrotarme en un juego, se ganará un beso de mi parte— ríe realizando un guiño a una de las niñeras que no para de observarlo con un sonrojo en el rostro mientras baraja nuevamente el mazo ante los rostros de felicidad de los niños y sus preguntas de curiosidad al querer saber como lo ha realizado.
Un truco tan viejo como marcar las cartas con cierto aroma que a su felino olfato sería tan fácil describir y que los humanos corrientes no podrían sospechar o identificar, o eso él creía.
Saliendo de aquel hostal de mala muerte con un pedazo de pan en la mano se dirige en un paseo muy habitual hacia las zonas infantiles, donde espera al menos sacar algo para el almuerzo, con sus pequeños trucos y apuestas de "magia", una magia que está más que arreglada con trucos por donde sea que lo mire. Observaba a los niños desde uno de los columpios en los que estaba sentado, jugaban y reían sin preocupaciones, otros marchaban con uniformes de escuelas...
Una vida sin preocupaciones.
En sus pensamientos absortos observa a unas mujeres jóvenes que acompañan a los niños cual custodios, sonríe y es momento de que comience con su trabajo.
Se va ubicando lentamente junto a uno de los árboles de aquel parque, extiende una manta sobre aquel verde césped dejando unas barajas sobre esta, en tres montones exactos. Se aclara voz y da comienzo al espectáculo
—Niñas y niños de todas las edad, señoritas y señoritos, ladies and gentleman, que tal un poco de magia para armonizar su mañana, siempre es bueno probar la suerte y ver si la fortuna os sonríe en esta preciosa y cálido día— uno a uno los pequeños junto a sus niñeras, o solo jovencitas que han pasado por el lugar se acercan, uno de los pequeños se atreve a competir en un juego de magia con aquel "mago" que con una sonrisa acepta la moneda de las manos temblorosas de su custodia.
Toma una carta sin verla mostrándola al joven y al púlpito que con asombro veía cada uno de sus movimientos, luego la coloca en uno de los montones pidiendo que sea el joven quien los una y baraje el mazo, el cual lo toma completo y lo expande en el césped tomando una de las cartas que enseña al pequeño que con asombro queda boquiabierto al ver su carta, un truco fácil.
—¿Esta es tu carta verdad? Entonces yo gano, alguien más cree que puede derrotarme en un juego, se ganará un beso de mi parte— ríe realizando un guiño a una de las niñeras que no para de observarlo con un sonrojo en el rostro mientras baraja nuevamente el mazo ante los rostros de felicidad de los niños y sus preguntas de curiosidad al querer saber como lo ha realizado.
Un truco tan viejo como marcar las cartas con cierto aroma que a su felino olfato sería tan fácil describir y que los humanos corrientes no podrían sospechar o identificar, o eso él creía.
Xande Włodek- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/07/2015
Re: Juegos con trampa || Privado
[justify]Iban en una lenta caminata por el centro de la ciudad, con las manos llenas de bolsas y paquetes que acababan de comprar a lo largo de toda la mañana en la que se dieron tiempo para dar un paseo por las tiendas. La sugerencia de tal incursión fue de su doncella, Sophie intentaba animarla todos los días con ideas frescas que en ocasiones no eran de su total agrado, pero accedía de vez en cuando para retribuir el tiempo que la joven de cabellos oscuros le dedicaba. Recorrieron el mercado ambulante, pasando por los puestos con ojos críticos terminando en una tienda de una calle contigua que se especializaba en telas importadas de la India y otros países del Oriente. Allí Sophie tuvo una especie de ataque consumista adorando todas las piezas que iban admirando, el resultado fue la compra de cinco tipos de tela en distintos colores, además de encaje, satén y puntillas finas que la doncella planeaba usar para hacerle nuevos vestidos que pudiese lucir con su esbelta figura. Arya había pegado un buen estirón en los últimos meses aminorando su dotación de vestidos considerablemente, así que no se enfadó demasiado solo condicionando el gasto al imponer a Sophie escoger un par de telas para ella misma. Después de eso, todo fue mejor al comprar nuevos libros que empezó a regatear con el vendedor en una excelente imitación persuasiva de su padre que le ahorró varios francos del dinero que su padre había dado para sus gastos.
Lo prudente hubiese sido apurar el paso hasta el carruaje para librarse de los bultos, solo que la curiosidad de la señorita Rhys fue a presentarse haciendo que se detuviese para presenciar una especie de espectáculo. Su mirada de pupilas gris verdoso se cruzaron con la faz de un joven de aspecto rebelde, con melena castaña y gran entusiasmo que a gran voz daba lugar a un acto, burdo, un truco de magia que impactaba a los niños que salían de sus escuelas. El aspecto de Arya era en esos momentos el de una adolescentes de doce años, teniendo unos años más por su condición. Era una niña en muchos aspectos, como en el de las relaciones interpersonales que le impedían asistir a reuniones con demasiada concurrencia, o el luchar contra los prejuicios de la sociedad siendo una de las pocas señoritas que estudian en una escuela como los varones de su edad. Tenía carencias sin que incluyese entre las mismas la falta de observación y las conclusiones analíticas que le hicieron descubrir la artimaña. - Niño. - llamaba suavemente al osado pequeño que gastaba sus monedas en una apuesta que perdería ante el cambiante de mirada azulina.
Con el paso de los minutos tuvo que pedir a Sophie que esperase. Necesitaba saber hasta donde llegaría ese hombre, como necesitaba entender porque no podía dejar de apreciar los rasgos correctamente cincelados de su faz en conjunto con la brillantez de su pelo, lo suave de su melena o la contundente simpatía que desprendía con el público que estaba divirtiendo para cubrir sus necesidades básicas. Esperaba que fuese ese el motivo y no una villanía pura que no tuviese ninguna justificación. El porqué esperaba aquello tampoco lo tenía claro, como tampoco supo porque alzo la mano cuando el joven pidió un voluntario para cierto acto. Entregó sus paquetes a la pobre Sophie quien hacia peripecias para mantenerlos en su poder caminando con calma y elegancia hacia el joven parándose a su costado con la mirada baja esperando lo que sucediese.[/justify
Lo prudente hubiese sido apurar el paso hasta el carruaje para librarse de los bultos, solo que la curiosidad de la señorita Rhys fue a presentarse haciendo que se detuviese para presenciar una especie de espectáculo. Su mirada de pupilas gris verdoso se cruzaron con la faz de un joven de aspecto rebelde, con melena castaña y gran entusiasmo que a gran voz daba lugar a un acto, burdo, un truco de magia que impactaba a los niños que salían de sus escuelas. El aspecto de Arya era en esos momentos el de una adolescentes de doce años, teniendo unos años más por su condición. Era una niña en muchos aspectos, como en el de las relaciones interpersonales que le impedían asistir a reuniones con demasiada concurrencia, o el luchar contra los prejuicios de la sociedad siendo una de las pocas señoritas que estudian en una escuela como los varones de su edad. Tenía carencias sin que incluyese entre las mismas la falta de observación y las conclusiones analíticas que le hicieron descubrir la artimaña. - Niño. - llamaba suavemente al osado pequeño que gastaba sus monedas en una apuesta que perdería ante el cambiante de mirada azulina.
Con el paso de los minutos tuvo que pedir a Sophie que esperase. Necesitaba saber hasta donde llegaría ese hombre, como necesitaba entender porque no podía dejar de apreciar los rasgos correctamente cincelados de su faz en conjunto con la brillantez de su pelo, lo suave de su melena o la contundente simpatía que desprendía con el público que estaba divirtiendo para cubrir sus necesidades básicas. Esperaba que fuese ese el motivo y no una villanía pura que no tuviese ninguna justificación. El porqué esperaba aquello tampoco lo tenía claro, como tampoco supo porque alzo la mano cuando el joven pidió un voluntario para cierto acto. Entregó sus paquetes a la pobre Sophie quien hacia peripecias para mantenerlos en su poder caminando con calma y elegancia hacia el joven parándose a su costado con la mirada baja esperando lo que sucediese.[/justify
Arya M. Rhys- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: Juegos con trampa || Privado
Malestar, sonrisas, asombro y preguntas que realizaban los presentes, sobre todo los más pequeños que atónitos ingeniaban varias hipótesis de cómo ha podido adivinar aquel hombre las cartas que cada uno sacaba de aquel paquete de barajas, no podían creer aun que estaban ante un verdadero mago y por ello los comentarios mordaces de su credibilidad empezaron a hacerse parte del espectáculo, al que aquel al que iban dirigido simplemente apartó con una cálida sonrisa y unos ojos que reflejaban la sinceridad más profunda de todos.
Acusaciones severas en tonos altos y en murmullos comienzan a crecer a medida que aquel toma el maso de cartas guardándolo, de entre sus pertenencias toma otro juego de naipes sin abrir dejándolo sobre aquella improvisada mesa, observa a todos pero ahora su mirada se vuelve más intensa con algo de frialdad, pero su sonrisa oculta rápidamente aquellas emociones del momento. El silencio llega al pulpito que curiosos aguardan a ver que es lo que aquel “ladrón” intentaba a hacer, sube las mangas de aquella camisa dejando al descubierto sus brazos, muestra de que no hay trampa alguna.
Sus ojos han analizado a cada uno de sus espectadores que no pasan de simples mortales, sus felinos sentidos se han agudizado captando el aroma de cada uno, lo que hará más que fácil su tarea de ganar una gran cantidad de monedas.
Su rostro cambia a uno sereno, como quien no oculta nada realmente
—Si todos creen que hago algo tan horrible como trampa, entonces pido a un voluntario, uno solo que venga y pruebe ante todos ustedes que no soy un sucio o vil estafador como han mencionado por ahí— antes de siquiera acabar la mano de una jovencita se alza y su apariencia torna como la de una tormenta, se presenta junto a él, al que deja atónito y asombrado porque de ella no había captado nada y más aún, por lo que veía era alguien igual a su especie. Sonríe a la joven asintiendo
—Pequeña, puedes abrir el juego de naipes, por favor y verificar por ti misma si son nuevos o no— Observa a las personas que con ojos abiertos centellantes de ver el truco que emplea no despegan la mirada de la joven. —A los demás, por favor haced vuestras apuestas, ¿Quién creen que ganará, la pequeña o yo?, claro que apostarán a la pequeña, pero si ella pierde el dinero es mío y si ella gana, bueno tendrá el dinero y pedirá la princesa un deseo que este genio cumplirá— los aplausos estallan así como las predicciones junto a las monedas que se cargan sobre aquel pañuelo, una tras otra van sonando en apuesta a la joven, del otro lado solo hay una moneda que ha salido del bolsillo del cambiante, apostando por sí mismo.
—Toma una carta y muéstrasela a todas las personas aquí presentes, ponla en el mazo de nuevo y toma otra carta, diferente para que se la des a alguien, pero no me digas y ustedes hagan el mayor ruido posible para evitar que yo oiga— les da la espalda mostrando así que el truco es verdadero, no mira en absoluto, sus ojos están cerrados pero eso solo para dejar a sus otros sentidos que despierten, el olfato y el oído que se agudizan lentamente separando cada una de las cosas a su alrededor, en aquel instante en su mente el ambiente estaba dividido en varios bloques por su sonido y su aroma, ahora solo faltaba que la pequeña no le delatara.
Aquella pequeña le había puesto las cosas más difíciles y por eso sonreía.
Acusaciones severas en tonos altos y en murmullos comienzan a crecer a medida que aquel toma el maso de cartas guardándolo, de entre sus pertenencias toma otro juego de naipes sin abrir dejándolo sobre aquella improvisada mesa, observa a todos pero ahora su mirada se vuelve más intensa con algo de frialdad, pero su sonrisa oculta rápidamente aquellas emociones del momento. El silencio llega al pulpito que curiosos aguardan a ver que es lo que aquel “ladrón” intentaba a hacer, sube las mangas de aquella camisa dejando al descubierto sus brazos, muestra de que no hay trampa alguna.
Esto será más que sencillo.
Sus ojos han analizado a cada uno de sus espectadores que no pasan de simples mortales, sus felinos sentidos se han agudizado captando el aroma de cada uno, lo que hará más que fácil su tarea de ganar una gran cantidad de monedas.
Su rostro cambia a uno sereno, como quien no oculta nada realmente
—Si todos creen que hago algo tan horrible como trampa, entonces pido a un voluntario, uno solo que venga y pruebe ante todos ustedes que no soy un sucio o vil estafador como han mencionado por ahí— antes de siquiera acabar la mano de una jovencita se alza y su apariencia torna como la de una tormenta, se presenta junto a él, al que deja atónito y asombrado porque de ella no había captado nada y más aún, por lo que veía era alguien igual a su especie. Sonríe a la joven asintiendo
—Pequeña, puedes abrir el juego de naipes, por favor y verificar por ti misma si son nuevos o no— Observa a las personas que con ojos abiertos centellantes de ver el truco que emplea no despegan la mirada de la joven. —A los demás, por favor haced vuestras apuestas, ¿Quién creen que ganará, la pequeña o yo?, claro que apostarán a la pequeña, pero si ella pierde el dinero es mío y si ella gana, bueno tendrá el dinero y pedirá la princesa un deseo que este genio cumplirá— los aplausos estallan así como las predicciones junto a las monedas que se cargan sobre aquel pañuelo, una tras otra van sonando en apuesta a la joven, del otro lado solo hay una moneda que ha salido del bolsillo del cambiante, apostando por sí mismo.
—Toma una carta y muéstrasela a todas las personas aquí presentes, ponla en el mazo de nuevo y toma otra carta, diferente para que se la des a alguien, pero no me digas y ustedes hagan el mayor ruido posible para evitar que yo oiga— les da la espalda mostrando así que el truco es verdadero, no mira en absoluto, sus ojos están cerrados pero eso solo para dejar a sus otros sentidos que despierten, el olfato y el oído que se agudizan lentamente separando cada una de las cosas a su alrededor, en aquel instante en su mente el ambiente estaba dividido en varios bloques por su sonido y su aroma, ahora solo faltaba que la pequeña no le delatara.
Aquella pequeña le había puesto las cosas más difíciles y por eso sonreía.
Xande Włodek- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/07/2015
Re: Juegos con trampa || Privado
Ya está, lo había hecho. No comprendía los motivos que impulsaban a inmiscuirse en un asunto que no tenía nada que ver con ella. Si las fechorías de aquel joven eran capaces de opacar toda la gracia de su semblante no tenía por qué afectarla ni moverla a exponer su persona ante la multitud conformada por personas de todo tipo que no le despegaban los ojos de encima. Tal situación, como la mirada de ojos glaucos que se posaba en ella fue a detonar en un rubor intenso en sus mejillas que intentó ocultar bajando lenta y ligeramente la cabeza como quien es sumiso en grandes proporciones. Su timidez estaba buscando el salir a flote, como bien decía su padre, “si despiertas a la bestia, dómala”, así que como ella se metió en toda esta exposición ante desconocidos, ella sola debía salir de todo esto. Se quedó inmóvil con los ojos clavados en una Sophie que sonreía de lado con preocupación marcada en sus ojos, la pobrecilla debía temer que algo saliese mal pudiendo tener un problema. Con empatía le dedicaba una suave sonrisa a la doncella para que no fuese a colapsar con los bultos que cargaba y la responsabilidad que le debía estar atormentando, ya que ella debía cuidarla de todo y todos. Lo máximo que podía suceder, se dijo, sería que el gentío se les viniese encima al descubrir que este hombre estaba realizando trampas para obtener un beneficio que no solo afectaba a adultos sino a pobres niños que gastaban sus ahorros y la dádiva de sus padres para contemplar un acto que creían de un nivel mágico.
La multitud con sus pitos y sus flautas, con sus peros y sus expectativas puestas en el acto comenzaban a apostar, a favor y en contra, según les viniese mejor a la mente. Arya solo mantenía su firmeza con la cabeza levantada, quitándose como un guante de seda, lenta y suavemente, la timidez y el nerviosismo aunque sus mejillas no han perdido el color que las teñía. El joven siguió dando voces para animar a los presentes aumentando el botín por el que iría con sus trucos. Frente a frente se encontraron, sus pestañas rozaron sus mejillas cuando bajo la mirada para no tener una nueva explosión de nerviosismo al ser llamada por el muchacho, le había dicho pequeña con una voz aguda y tersa a la vez, no estaba acostumbrada a hablar con personas que no formasen su entorno, pero en esta ocasión pudo responder, prácticamente se obligó a hacerlo. – Está bien, con su permiso. – soltaba al coger la baraja mostrándola al público con un asentimiento que indicaba que en efecto eran cartas recién estrenadas. Estaba convencida de que la artimaña del muchacho tenía que ver con su condición. Él era un cambiante como ella, le sentía como un similar, le olía como tal, era imposible ignorar ese detalle. Interesante sería el conocer hasta que punto este muchacho puede usar sus habilidades, determinar si además del olfato desarrollado y la visión, existía fuerza sobrehumana y por sobre todo aquello, ¿qué forma adoptaría? ¿Podía hacerlo a voluntad o era como ella que necesitaba sentirse atacada para lograr una transformación como corresponde? Suspirando dio por finalizada la exhibición poniéndose seria, lo cual, para esto implicó que se pusiera en los zapatos de alguien astuto como su padre.
Cuando finalmente todos terminaron de hacer sus apuestas empezaba su tarea, el seguimiento de una orden que implicada tomar una carta mostrándola a todos los presentes. Cogió la carta que fue la reina de corazones mostrándola a todos con lentitud para que no quedasen dudas, para que todos los ojos de los allí presentes tuviesen espacio a ser testigos. Puso la carta en el mazo, tal cual le pidió revolviendo lo más que pudo aquella baraja para que se entremezclase, aunque el olor quedaría allí, en cada una de las cartas y eso determinaría también si el joven solo usaba el olfato para tales astucias. Luego, cogió otra carta y aprovechando que el muchacho no estaba tan atento a ella, cogió otra escondiéndola hábilmente en la manga de su vestido. En una caminata elegante se dirigió hasta su querida doncella entregando en sus manos, en apariencia una carta, cuando le dio dos, la primera un as de trébol y la segunda un as de diamante que le hizo guardar en la manga de su vestido para saltarina volver a donde el protagonista de toda esta historia esperaba. Sophie no era tonta, ella entendería que debía usar la carta extra para derrocar las actitudes del muchacho, no era tan difícil el hacerlo. – Servido, buen señor. – susurró para llamar la atención del hombre que abriendo los ojos sonrió con una especie de éxtasis que le dejó en extremo abrumada por la belleza que irradiaba su rostro ante tal expresión.
La multitud con sus pitos y sus flautas, con sus peros y sus expectativas puestas en el acto comenzaban a apostar, a favor y en contra, según les viniese mejor a la mente. Arya solo mantenía su firmeza con la cabeza levantada, quitándose como un guante de seda, lenta y suavemente, la timidez y el nerviosismo aunque sus mejillas no han perdido el color que las teñía. El joven siguió dando voces para animar a los presentes aumentando el botín por el que iría con sus trucos. Frente a frente se encontraron, sus pestañas rozaron sus mejillas cuando bajo la mirada para no tener una nueva explosión de nerviosismo al ser llamada por el muchacho, le había dicho pequeña con una voz aguda y tersa a la vez, no estaba acostumbrada a hablar con personas que no formasen su entorno, pero en esta ocasión pudo responder, prácticamente se obligó a hacerlo. – Está bien, con su permiso. – soltaba al coger la baraja mostrándola al público con un asentimiento que indicaba que en efecto eran cartas recién estrenadas. Estaba convencida de que la artimaña del muchacho tenía que ver con su condición. Él era un cambiante como ella, le sentía como un similar, le olía como tal, era imposible ignorar ese detalle. Interesante sería el conocer hasta que punto este muchacho puede usar sus habilidades, determinar si además del olfato desarrollado y la visión, existía fuerza sobrehumana y por sobre todo aquello, ¿qué forma adoptaría? ¿Podía hacerlo a voluntad o era como ella que necesitaba sentirse atacada para lograr una transformación como corresponde? Suspirando dio por finalizada la exhibición poniéndose seria, lo cual, para esto implicó que se pusiera en los zapatos de alguien astuto como su padre.
Cuando finalmente todos terminaron de hacer sus apuestas empezaba su tarea, el seguimiento de una orden que implicada tomar una carta mostrándola a todos los presentes. Cogió la carta que fue la reina de corazones mostrándola a todos con lentitud para que no quedasen dudas, para que todos los ojos de los allí presentes tuviesen espacio a ser testigos. Puso la carta en el mazo, tal cual le pidió revolviendo lo más que pudo aquella baraja para que se entremezclase, aunque el olor quedaría allí, en cada una de las cartas y eso determinaría también si el joven solo usaba el olfato para tales astucias. Luego, cogió otra carta y aprovechando que el muchacho no estaba tan atento a ella, cogió otra escondiéndola hábilmente en la manga de su vestido. En una caminata elegante se dirigió hasta su querida doncella entregando en sus manos, en apariencia una carta, cuando le dio dos, la primera un as de trébol y la segunda un as de diamante que le hizo guardar en la manga de su vestido para saltarina volver a donde el protagonista de toda esta historia esperaba. Sophie no era tonta, ella entendería que debía usar la carta extra para derrocar las actitudes del muchacho, no era tan difícil el hacerlo. – Servido, buen señor. – susurró para llamar la atención del hombre que abriendo los ojos sonrió con una especie de éxtasis que le dejó en extremo abrumada por la belleza que irradiaba su rostro ante tal expresión.
Arya M. Rhys- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: Juegos con trampa || Privado
Risas, aplausos y los murmullos de la gente que veía a la pequeña ejecutar el truco, oh claro, pero la misma tenía otro truco uno que aquel no se esperaba siquiera, la pregunta al final de ello sería ¿Cómo lo tomaría? ¿Cuál sería su reacción ante aquel hecho?. Esperaba mientras se concentraban en los sonidos dispersos uno a uno los fue clasificando cual juego de ciegos, y lo era; dudas comenzaba a tener con el aroma de que despedían sus adoradas cartas en trampa y por ello sonreía, sonreía como un niño que estaba a punto de perder.
Al oír la pequeña voz tras de él solo pudo girar sobre sus talones, inclinarse hasta la altura de ella quedando rostro a rostro juntos viéndose, aquellos iguales tenían sus propios trucos; sonrió tanto que parecía que sus mirada se iluminaba más, si es que podía aun, y por esa razón la diestra se posa sobre los cabellos castaños de la pequeña acariciando aquellas hebras y dejando un beso en aquel mechón sedoso.
—No sé si ganar o hacerte ganar— susurra poniéndose de nuevo en pie para hacer una reverencia a los presentes que comenzaban a mirarlo mal por su actuación, por su forma burlesca de presentarse ante ellos y por los engaños, algo que ellos no debían saber. Tomó el mazo abriendo en un perfecto abanico las cartas, sus ojos se cerraron en la farsa de emular la clarividencia, pero solo estaba concntrandose en el aroma de la pequeña, sus dedos pasaban por entre cada una de las cartas sintiendo el calor que desprendía, tocaba uno y podía sentir el frio de estas, volviendo a colocarlas hasta que al final toma la reina de corazones, mostrando a todos que quedaban sorprendidos, pero no del todo, porque esperaban que él perdiera. Aunque el muestra no saber lo que ha ocurrido minutos antes, era un bribón y se conocía todo truco.
—Ven, que hay trampa alguna que todo se trata de una verdadera magia— sonríe mintiendo a las personas, recoge sus cartas y aquellos regañados comienza a reírse y insultarlo pidiendo que le devuelva el dinero perdido, se acerca a la niña y todos guardan silencio queriendo oír lo que le dirá, si realmente ha descubierto lo que la niña ha hecho. —Gracias, pero, le puedes pedir a tu niñera que me devuelva la carta, no creo que le de suerte a encontrar un esposo, aunque creo que a ti sí, puede que te suerte y te conceda lo que más desees. Quédate con la carta un regalo de agradecimiento— guiña el ojo cómplice con la pequeña mientras todos observan atónito el que haya descubierto la segunda carta, intentan preguntar pero el solamente recoge las cosas silbando
—Dije que era magia y no me creyeron, eso les pasa por ser tan tontos— una palabra que enardeció a la gente y obligó a que corriera por su vida, solo que entre arbustos que cruza va tomando la apariencia de su preferencia, la de un gato persa blanco con una mirada de pocos amigos, pero que por dentro se ríe de la muchedumbre enardecía que lo busca sin cesar maldiciendo por la rapidez con la que escapa. Ahora sí puede escapar como un animal más, cual mascota se acerca a donde había estado antes esperando pacientemente con la sonrisa en su alma ante los acontecimientos ocurridos, ante la visita inesperada de una pequeña semejante.
Al oír la pequeña voz tras de él solo pudo girar sobre sus talones, inclinarse hasta la altura de ella quedando rostro a rostro juntos viéndose, aquellos iguales tenían sus propios trucos; sonrió tanto que parecía que sus mirada se iluminaba más, si es que podía aun, y por esa razón la diestra se posa sobre los cabellos castaños de la pequeña acariciando aquellas hebras y dejando un beso en aquel mechón sedoso.
—No sé si ganar o hacerte ganar— susurra poniéndose de nuevo en pie para hacer una reverencia a los presentes que comenzaban a mirarlo mal por su actuación, por su forma burlesca de presentarse ante ellos y por los engaños, algo que ellos no debían saber. Tomó el mazo abriendo en un perfecto abanico las cartas, sus ojos se cerraron en la farsa de emular la clarividencia, pero solo estaba concntrandose en el aroma de la pequeña, sus dedos pasaban por entre cada una de las cartas sintiendo el calor que desprendía, tocaba uno y podía sentir el frio de estas, volviendo a colocarlas hasta que al final toma la reina de corazones, mostrando a todos que quedaban sorprendidos, pero no del todo, porque esperaban que él perdiera. Aunque el muestra no saber lo que ha ocurrido minutos antes, era un bribón y se conocía todo truco.
—Ven, que hay trampa alguna que todo se trata de una verdadera magia— sonríe mintiendo a las personas, recoge sus cartas y aquellos regañados comienza a reírse y insultarlo pidiendo que le devuelva el dinero perdido, se acerca a la niña y todos guardan silencio queriendo oír lo que le dirá, si realmente ha descubierto lo que la niña ha hecho. —Gracias, pero, le puedes pedir a tu niñera que me devuelva la carta, no creo que le de suerte a encontrar un esposo, aunque creo que a ti sí, puede que te suerte y te conceda lo que más desees. Quédate con la carta un regalo de agradecimiento— guiña el ojo cómplice con la pequeña mientras todos observan atónito el que haya descubierto la segunda carta, intentan preguntar pero el solamente recoge las cosas silbando
—Dije que era magia y no me creyeron, eso les pasa por ser tan tontos— una palabra que enardeció a la gente y obligó a que corriera por su vida, solo que entre arbustos que cruza va tomando la apariencia de su preferencia, la de un gato persa blanco con una mirada de pocos amigos, pero que por dentro se ríe de la muchedumbre enardecía que lo busca sin cesar maldiciendo por la rapidez con la que escapa. Ahora sí puede escapar como un animal más, cual mascota se acerca a donde había estado antes esperando pacientemente con la sonrisa en su alma ante los acontecimientos ocurridos, ante la visita inesperada de una pequeña semejante.
Xande Włodek- Cambiante Clase Baja
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