Valorar lo que uno tiene ►Privado◄

por **Nora Teagan** Sáb Ago 23, 2014 6:50 pm

Norte de París. Orfanato. 18:30 h

Las horas se hacían interminables en aquella habitación tan oscura. Las paredes parecían estar estrechándose cada vez más, y la escalada hacia la única salida parecía que se había extendido, lo que haría muy difícil llegar hasta ella. Apenas me había dado tiempo a asimilar todo aquello que me había pasado: el por qué de estar ahí, el por qué de los golpes recibidos; no entendía nada. Me miré los brazos y las piernas con la ayuda de un pequeño rayito de luz, descubriendo varias magulladoras y arañazos que habían tornado mis extremidades de un tono rojizo. También, como llevaba notando unas fuertes pulsaciones en mi sien izquierda desde hacía un rato, decidí atreverme a apoyar levemente una de mis manos en ella para averigüar la gravedad del asunto: se trataba de una herida dolorosísima al mínimo tacto, la cual estaba dejando caer un hilo de sangre por parte de mi rostro; no pude evitar pegar un grito que en nada fue absorbido por la misma sala que estaba absorbiendo mi energía.

De repente, una señora regordeta abrió la puerta de golpe y me agarró del brazo derecho, casi arrastrándome por el empredrado suelo en mis intentos de ponerme en pie; enseguida empezaron las reprimendas -¡Te lo tienes merecido! ¿Te crees que ya ha acabado tu castigo? ¡Pues no! Derechita que vas a la cocina...¡quiero que todo quede como los chorros del oro, ¿entendiste?!- me gritó la señora mientras me llevaba al lugar que acababa de mencionar -Debe de ser un malen...- apenas tuve tiempo a decir cuando me hizo callar con otro chillido; realmente su voz le venía de perlas a su apariencia. En contra de mi voluntad no tuve más remedio que seguir sus órdenes, así que cogí el desgastado estropajo y comencé a frotar las losetas del suelo.

¿Que cómo había acabado así?

Pues bien, todo empezó hace unas horas, en las que como siempre yo andaba en busca de algo interesante que poder vender...aunque claro, aquello no iba a salir del bolsillo de mi chaqueta, sino que debía encontrar alguna ventana abierta en la que poder colarme o toparme con algún ricachón. Anduve mucho tiempo por la zona norte de París, animada porque mis esfuerzos por fin estaban dando sus frutos: un reloj de oro, una billetera y un pendiente (aunque éste último apenas tuviera valor). Podía estar tranquila, pues nadie me había visto ni sospechaba de mí; en realidad no frecuentaba mucho aquella zona, por lo que a la gente no le sonaba mi rostro y como recientemente me había podido duchar no resaltaba tanto mi apariencia. Además, había estado aprendiendo, observando cómo actúan las niñas de mi edad de la clase más alta: ingenuas, buena postura (rectas), caminando lentamente, haciéndose las tontas. No es que me fuera a convertir en una de ellas, sino que podía sacar provecho de aquella información...podía aparentar ser una y pasar desapercibida, aunque aún tenía que conseguir un buen vestido.

Estaba radiente de felicidad, con mis bolsillos llenos pensando en que podría comer diariamente al menos dos meses. Sin embargo, poco me duró esa alegría cuando pasando al lado del orfanato, me vi llevada hasta su interior por una mujer (la misma de la que hablé antes) ¿Qué estaba haciendo? ¡Yo no pertenecía a ese lugar! Había sido descuidada, cegada por un futuro que parecía muy cercano pero que al final se desvaneció en unos meros instantes. Sí, no sólo me dio varios azotes en el trasero, sino que me registró los bolsillos y sacó todo lo que acababa de conseguir, arrojándolo al suelo y seguidamente guardándoselo en el escote mal proporcionado -¡Esto ya es el colmo! ¡Primero te escapas y luego robas! ¡Sinvergüenza!- y más reprimendas sin sentido. Miré a mi alrededor, estaba rodeada por al menos quince niños que me observaban con la mirada perdida, como si fueran meros objetos vacíos. No entendía, pero para mi desgracia no tardaría nada en ello.

Esperaba poder soltarme de sus fornidos brazos ágilmente y salir por el mismo lugar por donde había entrado (aunque si llegara a haber complicaciones escaparía por algún otro lugar accesible). Sin embargo no pude llevar a cabo esa tarea y fue cuando acabé en aquella habitación nauseabunda, maltratada físicamente a más no poder y culpada por una cosa que no había hecho. Volví a recordar a los niños; fue en ese momento cuando comprendí: era afortunada. Aquella situación siempre la iba a recordar como un aumento de madurez, una nueva oportunidad para valorar lo que se tiene (a pesar de que aún conviva con infinitas injusticias). Pero tenía una cosa: al menos era libre, y eso nada ni nadie iba a cambiarlo.

Norte de París. Afueras del orfanato. 21:00 h

Finalmente, tras estar limpiando sin parar durante al menos una hora y media, conseguí salir por la puerta trasera de aquel lugar que hacía llamarse "orfanato" ("infernato" sería como lo llamaría yo a partir de ese momento), en una de las siestas de la señora embutida. Algunos muchachos fueron testigos de mi huida, pero no me delataron...no sabía por qué, quizás eran conscientes de que ese no era mi lugar, que yo misma era mi propio hogar. Los admiré una última vez, prometiéndome a mí misma que algún día pondría fin a lo que estaba ocurriendo ahí dentro, cuando fuese lo suficientemente mayor como para que me hicieran caso.

Ahora estaba segura, aunque tendría que encontrar pronto un lugar en el que resguardarme aquella noche. De nuevo había perdido todo lo que tenía, por lo que al día siguiente debería retomar la búsqueda, aunque fuera de comida. Me encontraba apoyada en la pared, sentada y dolorida por todos los golpes que me habían proporcionado esa tarde; lo peor era la herida de la sien, que seguía sangrando y yo poco a poco me sentía más mareada. Siempre salía de los líos, sí, pero eso no implicaba que no acabara para el arrastre...aquella vez fue la peor desde hacía tiempo.

por **Mara Kennie D'Argouges** Vie Sep 12, 2014 8:48 pm

NORTE DE PARIS || AFUERAS DEL ORFANATO || 21:00h || Mara & Nora

“Felicidad lograda, caminamos por ti sobre un filo de espada.”
— Eugenio Montale

Aunque no tuviera una nación aclamándola, aun se sentía la princesa a la que debían cumplir cualquier capricho que deseara su corazón, nada se le podía ser negado ¿Cómo llegarían a atreverse a prohibírselo? En ocasiones a Benvolio se le había ocurrido tratar de castigarla, privándola de lo que más llegara a gustarle o negándole algún capricho de media noche, pero terminaba con dos o tres personal de la servidumbre acomodados cuidadosamente en su despacho, en completa forma de protesta. Era una bestia disfrazada de inocencia, rápidamente podía perder su máscara y mostrar lo que verdaderamente era, pocos eran los afortunados que vivían para presenciarlos, pues la mayoría no vivía mucho como para contarlo. El inquisidor era uno de los pocos que había llegado a ver casi todas las facetas de la pequeña inmortal, pues los demás; simple humanos normalmente. Serian atrapados para que ella pudiera obtener la vitalidad que necesitaba para vivir.

Siempre quedaba el recuerdo de su oscura presencia, mezclada con el rostro de la dulzura e inocencia. Era chocante ver sus ojos, su rostro angelical y luego darse cuenta que era lo que tenía al frente de ellos, algunos lo llamarían una aberración, sus semejantes la podrían aborrecer y rechazar fuertemente, pero aun seguía en pie; por suerte. Tenía poco aliados que la protegían, junto con su actual padre que recelosamente la reguardaba como si fuera uno de sus más preciados tesoros.

Sus mejillas estaban rosadas, bellas vivas, pues se había terminado de alimentar utilizando ágilmente sus poderes, la gente al parecer le gustaba ayudar a las niñas que parecían perdidas, pero la verdad era que eran más los que buscaban aprovecharse de la desamparada niña, que ayudarle. Así se alimentaba Mara, en soledad, pues comenzaba a molestarle la presencia y vigilancia de Benvolio, quien como siempre como un halcón vigilaba el bienestar de su protegida. Ella lo rechazaba, le gustaba sentirse independiente, aunque estaba segura que si gritaba, su protector vendría en menos de dos minutos, sabía que vigilaba, aunque ella no pudiera sentirlo.

Cuando lo sintió muy cerca, se amargo, estaba detrás de ella, protegiéndola de todo mal que la oscuridad mantenga escondida, se amargo completamente, refunfuñando hizo que no se percato de él y siguió su camino sin rumbo, duro unos minutos como si nada, hasta que sintió que podía alejarse, corrió y corrió hasta cansarse, noto que estaba muy lejos de su hogar, pero no le importo, Benvolio también parecía haberse alejado de ella, una felicidad la inundo, ahora podría ser alguien “normal”, pero como llego, desapareció, sus manitos recorrieron levemente su cuerpo, tanteando lo que notablemente le faltaba y una tristeza llego a su cuerpo, suspiro levemente, mientras seguía caminando.

Un grito, una fuerte presencia la hizo saltar hacia atrás, al principio pensó que era solamente su padre que volvía a acercarse a ella, pero luego de ver mejor a dirección en donde había venido el quejido, se dio cuenta que era otra persona. Una niña tal vez de su misma edad, parecía ser su próxima víctima, pero no se movió de donde estaba, las dos se quedaron mirando por unos segundos, como si esperaran a ver quien daba el primer pasó, sintió miedo por unos momentos, podría no ser una simple niñita, pero luego se reprendió. ¡Qué paranoica se estaba volviendo!

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