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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Lorette D. Lefoy Miér Nov 14, 2018 3:11 pm

Montañas y más montañas de papeles adornaban el escritorio de Lorette Lefoy que, agobiada, intentaba poner orden en semejante desastre. Pero se estaba quedando en eso, en el intento. Suspiró de lo más molesta y llamó a una de sus asistentes y le suplicó ayuda, por suerte entre las dos fueron capaces de organizarlo lo suficiente como para que Lorette no tuviera que quedarse hasta las 10 de la noche otra vez. Llevaba toda, absolutamente toda la semana quedándose hasta tan tarde en el College. Hoy vestía un discreto traje azul oscuro que remarcaba con fuerza la palidez de su piel y el rubio de su cabello, el cual iba recogido de forma sencilla, como acostumbraba.

Una vez terminada la montaña de papeles se disponía a salir para comer cuando su asistenta regresó rauda a su despacho y llamó a la puerta. La hizo pasar y la mujer le dijo que había una joven en el recibidor que había preguntado por ella. Durante unos segundos su cara reflejó que no tenía ni idea de quién sería, pero de pronto una pequeña chispa surgió de su mente y sus ojos se iluminaron de un azul aún más intenso.- Muchas gracias Anne, ya voy yo a recibir a la señorita -no le extrañaba que Anne no le hubiera dicho quien era, llevaba en el college solo 3 semanas y la había contratado principalmente para echarle una mano con los temas administrativos. Lorette tenía mucha mente, pero se sentía aún muy novata para lo que suponía una institución tan grande como el College de Francia y Anne estaba resultado ser una persona muy competente.

Sin querer demorar más a su visita se levantó y se dirigió hacia el recibidor del edificio, una sala elegantemente decorada y con enormes butacones de terciopelo, llena por todos lados de libros y con lujosas lámparas, sin duda se notaba que era una sala extremadamente cuidada. Y sentada en una butaca ahí esta una de las únicas amigas que había hecho en París, Smerenda. No pudo contener una enorme sonrisa de alegría, dado que hacía unas semanas que no se habían visto y se acercó a ella, olvidando ciertamente las formalidades y le dio un cálido abrazo.

-Smerenda querida, no sabes qué alegría me da verte, empezaba a pensar que te habías olvidado de mi -dijo con fingida consternación, sabía perfectamente que su grado de complicidad permitía ciertas licencias que jamás se tomaría con otras personas- entiendo por tu visita que has terminado aquel libro sobre anatomía humana que te presté y que vienes a por otro nuevo, ¿es así? -Smerenda tenía todo el derecho del mundo a presentarse en el College cuando quisiera, no solo era su amiga sino además una gran mecenas de la institución, a la cual aportaba sumas cuantiosas de vez en cuando y por supuesto eso le concedía ciertos privilegios y acceso a zonas que no todo el mundo podía frecuentar. Y la muchacha lo aprovechaba muy bien, ya que se llevaba tomos de lo más interesantes frecuentemente, era una de las razones por las que Lorette sintió una conexión instantánea entre ellas, a ambas les gusta cultivar la mente.


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Jue Nov 15, 2018 12:55 pm

Aquella mañana Smerenda se despertó, tarde como siempre. Pero al menos tenía los ánimos y la energía suficiente para mostrar se rostro en público. Sus expediciones nocturnas, el tener a alguien pisándole los talones y sobre todo la última experiencia cercana a la muerte que había tenido le habían pasado la factura. Sus energías se estaban recuperando a una tasa más lenta de lo usual, pero aquello no la sorprendía y pese a todo consideraba que ya era tiempo de poner en marcha nuevamente el engranaje del motor de su vida.

Se decidió a tomar su acostumbrada taza de té negro matutina (que no era tan matutina en realidad) mientras una de sus doncellas cepillaba su cabello y lo ataviaba con un delicado tocado dorado. Una vez peinada y ataviada con un sencillo vestido de terciopelo verde pálido y adornos dorados se decidió a realizar la primera visita del día. Tomó un ancho volumen de anatomía humana que estaba sobre su mesita de noche y salió de casa. Mientras su cochero dirigía hábilmente su carruaje a través de las ajetreadas y un poco mal olientes calles de París trató de rememorar el instante en el que había conocido a la que quizás era la única mujer a la que podía llamar o considerar amiga. Lorette era interesante y Smerenda una mujer curiosa en extremo. Le había impresionado que siendo tan joven Lorette hubiese alcanzado un cargo de tanta importancia. Aquello indicaba que no sólo era lista, si no tenaz y que poco le importaban los prejuicios de la época. También estaba el hecho de que era bruja y que cuando ella la conoció Lorette ni siquiera estaba realmente consiente de eso. En un inicio Smerenda se había acercado a ella para saciar su insana curiosidad y un poco también porque se había propuesto ver hasta qué punto la dulce y tímida Charlotte lograba ser corrompida por ella. Pero con el tiempo eso había quedado atrás.

Mientras había estado convaleciente en cama muchas cosas habían acudido a su memoria, muchos pensamientos, ideas y divagaciones la habían atacado en tropel y se había dado cuenta de un par de cosas; una de ellas era que aunque no lo hubiera pretendido e incluso sin darse cuenta había comenzado a sentir cierto afecto, quizás un tanto fraternal hacía Lorette. Descubrir aquello le había causado cierta incomodidad, en parte porque no estaba acostumbrada a tales sentimientos y no sabía cómo expresarlos y en parte porque sabía que no estaba acostumbrada al rechazo y aunque, ella no lo reconociera aún, tenía cierto temor a que Lorette no se sintiese tan a gusto con ella. También se sentía egoísta: Al hacer que Lorette formara parte de su vida la estaba arriesgando, aunque fuese mínimamente. Suspirando pesadamente se dijo a si misma que no era momento para que ella supiese ese detalle, al parecer, después de todo, su egoísmo no desaparecería de un día a otro.

En cuanto llegaron, el cochero la ayudó a descender del carruaje, se dirigió al recibidor del edificio y solicitó una audiencia con Madeimoselle Lorette. Al parecer la asistente era nueva, pues puso una cara de sorpresa cuando Smerenda se dirigió a la directora por su nombre de pila. Sin esperar que alguien se lo indicase tomó asiento y la chica, aún más sorprendida, salió casi corriendo de la habitación. Ni bien habían pasado un par de minutos Lorette ingresó a la sala con una sonrisa genuina dibujada en su rostro. De manera automática Smerenda sonrió de vuelta, así de contagiosa era la efusividad y alegría de la directora del Collège. Ella se puso de pie y ni bien lo había hecho Lorette la estrechó entre sus brazos, lo cual sorprendió a Smerenda y la dejó sin palabras, de pie, siendo estrechada por su amiga. Aquello era algo incómodo para ella, pero no de una mala manera, era que simplemente ella podía contar con los dedos de la mano las veces que alguien la había abrazado, era algo nuevo a lo que ella poco a poco se estaba acostumbrando.

-Oh Lorette querida, yo jamás, jamás me olvidaría de ti. Yo creo que una vez que alguien te conoce no puede hacerlo jamás- dijo reaccionando después de un rato, palmeándole la espalda sin que la sonrisa cálida desapareciera de su rostro, después de aquello la soltó y se separó un paso de ella –Disculpa si mis visitas fueron menos frecuentes o mejor dicho inexistentes durante los pasados días, es que tuve una gripe terrible y no quería contagiarte a ti, ni a todo el Collège- dijo mintiendo descaradamente, pues no podría decirle los verdaderos motivos de su repentina y corta desaparición –Pero si, tú si me conoces, tuve mucho tiempo libre y terminé el libro. Obviamente ahora tengo ganas de leer algo nuevo, esta vez herbología del nuevo continente, quizás el Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis, o cualquier otra cosa similar que exista en la biblioteca y que tú me recomiendes. Tengo tantas ideas que me gustaría comentarte, tuve mucho tiempo para divagar y me he enterado de varias cosas. Espero que mis ideas y teorías tengan sentido y no fuesen simples delirios febriles- sonrió nuevamente, pues sabía que alguien como Lorette no la juzgaría por los temas tan poco comunes, después de todo, esa una de las razones por las que la podía llamar amiga.
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Jue Nov 15, 2018 1:30 pm

Smerenda era una mujer de lo más bella pero aquel día parecía una visión salida de algún tipo de cuento de hadas, siempre le había gustado mucho la elección de peinado y ropa de su amiga, otra razón más que las unió. Tenía pensado hacerle un par de preguntas sobre sus poderes pero había considerado que sería mejor idea hacerlo en la reunión del martes, a la que asistiría también Chantry Herondale. Tomó las manos de Smerenda entre las suyas, en otro gesto de afecto. Aunque sabía que la joven acostumbraba a ser más recelosa de su espacio no podía evitarlo cuando estaba con ella, sentía un vínculo como el que deben sentir dos personas que se conocen y aprecian de toda la vida, o al menos así le gustaba a ella imaginarlo.

Normalmente intentaba no presionar a Smerenda pues en el tiempo que hacía que eran amigas había llegado a conocerla relativamente bien, obviamente las partes que ella sabía que no era de su incumbencia jamás las mencionaba y sabía que Smerenda agradecía su discreción, pues Lorette jamás se metería en la vida de alguien salvo para preocuparse por su bienestar. Al principio la relación entre ellas había sido más cordial que afectuosa, pero aquello cambió con rapidez para Lorette. Sabía perfectamente que es una persona que se encariña rápido pero la clase de afecto que profesaba por Smerenda, como el afecto hacia la hermana que nunca ha tenido uno, es algo especial.

-Estás tan bella como siempre amiga mía, cualquiera diría que has pasado una enfermedad -soltó una pequeña risita, ya le gustaría a ella ser igual de bonita tras pasar una gripe- pero me alegra ver que estás mejor, no tenía constancia de que estabas enferma, de ser así habría solicitado hacerte una visita -se mordió el labio con cara de preocupación pues no sabía que Smerenda estaba enferma y le hacía sentirse la peor de las amigas no haberse enterado pues habría ido a verla sin ninguna duda, un a riesgo de que pudiera ser contagiada, no le importaba demasiado. Aun así su expresión se relajo un poco al convencerse de que aquello ya no tenía importancia pues estaba bien y delante de ella, ansiosa de llevarse otro interesante manual, como siempre.

Cuando le mencionó el tomo que buscaba su expresión se iluminó y llamó a Anna, a la cual le indicó la sección y la balda en la que estaba dicho tomo y le pidió que lo trajera. Si algo tenía Lorette era una memoria prácticamente fotográfica y eso le venía de perlas a la hora de mantener el órden del material tan valioso que existía en el College, mucho de él donado por personas como Smerenda. Cuando Anna volvió en unos 5 minutos con el tomo Lorette se lo entregó a Smerenda en la mano- Aquí lo tienes, has elegido un libro fascinante, como siempre. A veces pienso que no hay otra mujer igual en el mundo a mi, pero entonces recuerdo que tu devoras los libros igual o más rápido que yo y me siento profundamente reconfortada -con una sonrisa le hizo un gesto con la mano indicándole el camino a mi despacho- pero no quiero entretenerte más de lo necesario aquí, ven, pasemos a mi despacho que tiene butacas muy confortables y podemos hablar en un ambiente más privado.


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Vie Nov 16, 2018 2:58 pm

Smerenda estaba acostumbrada a la adulación a la falsa amabilidad excesiva. Sin embargo algo que siempre le había sorprendido, una de las muchas cosas que la habían sorprendido, era la gran amabilidad y sinceridad que Lorette poseía. Aquello no era malo, desde luego que no, pero a veces parecía que Lorette era tan amable con todos que se olvidaba de ser amable consigo misma. A veces parecía como si Lorette no fuese consciente de su enorme belleza o de los corazones que había conquistado aún sin ser ese su objetivo.

Smerenda sonrió y trató de relajarse cuando Lorette la tomó de las manos. Agradecía que su amiga fuese tan comprensiva, discreta y reservada. Lorette jamás presionaba ni curioseaba demasiado, quizás esa era una de las razones principales por las que Smerenda le había permitido acercarse. A Lorette parecía no importarle demasiado el pasado o las costumbres y actividades privadas de Smerenda, lo cual ella agradecía enormemente. Aunque, algunas veces Smerenda se moría por contarle determinados sucesos a Lorette, otra parte de ella la limitaba, pues algo en ella le decía que de enterarse de esas cosas Lorette decidiría por acabar con la amistad. Y eso era algo que Smerenda no estaba dispuesta a sacrificar.

Ella se quedó meditando mientras la tal Anna, que aún le dirigía miradas recelosas a Smerenda, fue por el tomo que necesitaba. A ella le impresionaba la buena memoria de su amiga, tal parecía que recordaba de manera tan precisa aún detalles que para Smerenda hubieran resultado triviales, ella se encargaba de cerrarle la boca a aquellos que intentaban menospreciarla por ser mujer. Ella era poderosa, en modo completamente diferente a Smerenda y ella respetaba eso.

Con alegría, la siguió hasta su despacho privado. Aquella sala era una digna muestra del buen gusto y sofisticación de Lorette. Se dejó caer pesadamente en una cómoda butaca y miró a su alegre y efusiva amiga -Querida Lorette no sabes cuanta alegría me causa saber que existe en el mundo alguien a quién le preocupe mi bienestar, aunque lamento profundamente haberte causado tal tribulación. Como habrás deducido, antes de contar con tu amistad, no tenía la necesidad de comunicar a nadie sobre mi estado físico o emocional y al parecer, las malas costumbres no terminan de abandonarme- Smerenda tomó con delicadeza la mano de Lorette por un breve instante.

-Creo que nunca he agradecido apropiadamente tu amistad. Podría contar con los dedos de las manos a las personas que he conocido y considerado interesantes pero definitivamente tú ocupas el primer puesto en el conteo- Smerenda sonrió -He de confesarte, si me permites tal atrevimiento, que alguna vez sentí unos celos terribles hacia tu persona. Pero te ruego, que al escuchar esto no te horrorices pues para alguien como yo los celos son sinónimos de la admiración. Y es que yo aún admiro tu enorme amabilidad, tu sabiduría inmensa, tu positivismo, pero sobre todo tu buena voluntad hacia mi persona- ella posó la mirada en su compañera tratando de evaluar su expresión para poder tener un atisbo de sus emociones.

-Te juro por mi libertad, que es lo más sagrado que poseo, que esos sentimientos se esfumaron hace mucho. Mis celos han mutado en admiración, agradecimiento y sobre todo afecto sincero-
Smerenda sonrió - Y agradezco tener la dicha de contar con tu presencia en mi vida y, agradezco que intentes sacar a este pequeño cangrejo ermitaño de su caparazón al invitarme a tus reuniones- dijo haciendo referencia a las charlas que tenían lugar cada martes y en el que gracias a Lorette ella había podido ampliar su casi inexistente círculo social femenino.

-Ahora bien, lo que quería discutir contigo- dijo cambiando de tema -Es precisamente la factibilidad de un proyecto, al estilo de este libro- dijo agitando el volumen que ahora estaba en sus manos -Con la evolución de la medicina moderna y la cirugía, creo que se ha dejado mucho de lado a la herbología, o más bien el estudio y compilación de la misma. Creo que, otras culturas aún tienen en alta estima los remedios que por generaciones los ayudaron a mantenerse con vida, así que me gustaría escuchar tu opinión al respecto- Smerenda observó a su amiga con la emoción reflejada en su rostro.

-Creo que un proyecto así no sólo sería beneficioso para el Collège y el público en general sino que también nos ayudaría en...-
Smerenda guardó silencio un segundo, mientras revisaba con la vista que no hubiese nadie cerca, capaz de escuchar -Sería provechoso ya sabes, para nosotras y otras personas... Con dones... Como nosotras- tuvo cuidado con sus palabras, pues sabía que su amiga asumía que sus dones eran algo enviado por dios, mientras que Smerenda consideraba a los suyos una maldición – Creo que se está cocinando algo grande, muy grande en la ciudad. He escuchado cosas aquí y allá y sería mejor si nosotros estuviésemos… Ya sabes… Preparadas- Smerenda guardó silencio,dándole a Lorette tiempo para analizar todo lo que ella había dicho.
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Vie Nov 16, 2018 4:32 pm

Le agradó saber que aprobaba la decoración de su despacho pues para ella la opinión de Smerenda era probablemente la que más valoraba en su vida al margen de la de su tía. Todavía podía recordar lo sola que se sentía cuando llegó a París tan joven, Lorette nunca fue una muchacha especialmente extrovertida o habladora y el hecho de que le gustara leer y fuera considerablemente inteligente no le granjeaba mucho aprecio entre otras damas. Una punzada de dolor recorrió su semblante al recordar aquel día en la escuela de secundaria para jóvenes, cuando todo el mundo tomó asiento para el curso y nadie quiso sentarse con ella. Pero si algo caracterizaba a la joven es que sabía perdonar y aquello era solo el pasado.

Por suerte ahora tenía a Smerenda, que no solo la quería tal y como era sino que jamás se ha cuestionado el ser su amiga o la ha considerado algún tipo de bicho raro al que despreciar. Sabía que aquello era real y para ella era suficiente con alguien como Smerenda en su vida, tampoco necesitaba amigas de pega que luego la pusieran verde por la espalda. Ellas dos eran como el día y la noche en muchos aspectos pero en otros tantos se comprendían mucho, pues Smerenda también parecía haber tenido una vida complicada y Lorette, respetando su privacidad, jamás preguntaba ni lo haría.

-No te preocupes Smerenda, mi frase ha sido fruto de la preocupación pero ahora que veo que estás perfectamente mi corazón puede descansar en paz.- afirmó con rotundidad. Cuando ella tomó su mano la apretó suavemente de vuelta como gesto amistoso, confirmándole que no pasaba nada y que ella era simplemente feliz por saber que se había recuperado de la enfermedad. Y una risa sincera escapó de su pecho cuando escuchó que ella le agradecía su amistad.- Pero bueno, ¿como vas a agradecerme nada? Y lo que es más, ¿sentir celos de mi? Yo no se que habría hecho si no te hubiera conocido, eres tú a quien debo dar las gracias porque me aprecies tal y como soy. Smerenda eres una buena persona, eres una mujer fuerte, inteligente, decidida, tendría que ser una estúpida para no querer tenerte en mi vida y para no admirarte, si alguien aquí es afortunado, esa soy yo.- y la más sincera de las sonrisas apareció en su cara pues sus palabras no destilaban más que una profunda honestidad y sinceridad, adornadas con una enorme pizca de cariño.- Además has sido en cierto modo mi mentora con todo esto de mis poderes, se que tenemos una concepción diferente sobre ellos pero yo jamás he sentido más que el mayor de los afectos y respeto por ti así que jamás vuelvas a dudar sobre ti misma de esta manera, tú y yo, querida Smerenda, ya nunca dejaremos de ser amigas.

Para Lorette las dudas eran inconcebibles pues a sus ojos Smerenda era poco menos que la amiga perfecta, para ella jamás dejaría de serlo y esperaba que sus palabras fueran suficientes para calmar las preocupaciones de la chica. Cuando la muchacha empezó a hablar la escuchó con suma atención pues su amiga tenía la virtud de ser muy habilidosa con las palabras y muy inteligente en sus explicaciones, razón por la cual a menudo se embobaba cuando la escuchaba hablar. Siempre había mucha coherencia y verdad en su discurso y la idea le pareció, como no, brillante.

-Smerenda que puedo decir, es una idea fascinante. Estoy de acuerdo contigo en que no debe perderse ningún tipo de conocimiento y un proyecto como el que propones podría ser una vía de aprendizaje enorme. No puedo prometerte nada porque por desgracia no es una decisión exclusivamente mía pero no temas porque propondré un consejo para este jueves y será el primer punto que plantee, dudo que nadie se oponga a tan brillante idea.- Y Lorette, sin perder ni un instante rebuscó en sus cajones hasta que encontró papel de carta, mojó la pluma que había en su escritorio y redactó un pequeño texto mediante el cual citaba a todos los miembros del consejo estudiantil el jueves para el debate de una prometedora propuesta. Lo firmó, se levantó hasta alcanzar la puerta de su despacho y se lo entregó a Anne para que hiciera copias de la misma y mandar la misiva cuanto antes.

En cuanto su asistente se marchó volvió a cerrar la puerta pues sospechaba que Smerenda quería hablar en privado ciertos asuntos que no estaban tan directamente relacionados con la formación académica.- Te agradezco mucho que hayas pensado en las personas como tú y yo, toda la investigación es necesaria y seguro que así futuros jóvenes no estarán tan perdidos respecto a sí mismos -se detuvo un instante para bajar también la voz, acercándose levemente a su amiga para que la escuchara bien- Por cierto, se que este martes nos veremos y como ya sabes he invitado a madmoiselle Herondale, pero solo te tengo a ti para ciertas preguntas y bueno... -se atropelló un poco puesto que cada vez que hablaba de sus poderes se sentía como una niña indefensa.- Creo que tienes razón en que algo raro ocurre. El otro día tuve otra premonición, últimamente son bastante frecuentes y esta estaba teñida de dolor y sufrimiento, algo malo va a ocurrir en París pero no soy capaz de ver claramente el qué.


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Miér Nov 21, 2018 2:37 pm

Smerenda observó con ojos curiosos como su amiga rebuscaba entre sus oficina, siempre diligente y dispuesta a poner manos a la obra. La verdad es que, siempre se había dicho que la opinión que los demás tenían de ella no le interesaba, pero había una excepción a la regla, Lorette. La verdad es que, aunque a decir verdad eso no pusiese del todo feliz a Smerenda, le daba mucho valor a la opinión que Lorette tenía de ella. La directora del Collège no tenía idea del poder que Smerenda le había otorgado sobre ella, pues estaba segura que con un comentario, si se lo propusiese, podría destruir el enorme ego de Smerenda, afortunadamente para esta última Lorette parecía ser la persona menos mal intencionada del mundo.

-Querida Lorette, harás que me sonroje, la verdad es que creo que a veces me das demasiados méritos. Muchas veces, la vida, se ha encargado de demostrar que mis ideas no son precisamente "brillantes" la mayoría del tiempo - se encogió de hombros, con una sonrisa en el rostro, como para indicar que no le daba especial importancia a aquello -Pero agradezco tu buena voluntad y disposición para darle alas a mis ideas, no sabes cuánto valoro eso. E igual si todos esos intelectuales de corbatín la rechazan, siempre puede volverse nuestro proyecto particular- en cuanto la nueva asistente de Lorette se marchó y se quedaron a solas la plática se reanudó, como si nada la hubiese interrumpido.

-Descuida Lorette, no me molesta para nada que Madam Herondale asista a nuestras reuniones, si te agrada a ti, seguro me agradará a mí, tienes un excelente criterio en cuanto a lo selección de amistades se refiere. Y que conste que no lo digo sólo por mí, aunque si me lo preguntas, creo que soy una persona interesante- Smerenda sonrió con aire de fingida suficiencia. Pero su sonrisa abandonó su rostro cuando escuchó lo que Lorette decía.

Ella comenzó a girar el anillo que llevaba siempre consigo en el dedo índice derecho, el que había sido de su padre y tenía el escudo de su familia, hacia eso siempre que estaba recelosa, o nerviosa, o pensativa. La premonición no era uno de sus dones, afortunadamente.  Tenía el don de la adivinación, pero era una nigromante. Si quería tener acceso a breves vistazos del futuro el ritual era complicado y algo desagradable. Sabía la inquietud que las visiones causaban a Lorette y la verdad es que no quería pasar por lo mismo. Además estaba el hecho de que debido a su actual situación era mejor no conocer su futuro, no quería saber si estaría muerta al día siguiente. Jugar con esas fuerzas era difícil y peligroso y no se imaginaba de que sería capaz  si alguna vez vislumbraba un escenario en el futuro que no le agradase.

Suspiró pesadamente, intentando aclarar su mente. Intentando decidir que debía o no salir de sus labios -¿No viste otra cosa? ¿Algún detalle más preciso? ¿Rostros, lugares, sonidos?- Smerenda volvió a juguetear con su anillo, desviando la vista de Lorette -Muchas cosas pasan al mismo tiempo en esta ciudad. Sus cimientos están bañados con la sangre de los cientos de esclavos que murieron para erigirla  y tal parece que siempre estuviese sedienta de más, exigiendo más sangre tan sólo por seguir en pie. Parece ser que París se ha convertido en “La Meca” de los seres sobrenaturales y tener a tantos caminando juntos no traerá nada bueno- levantó la vista, evaluando la expresión de sus amiga, pocas veces hablaba de cosas tan escabrosas, mucho menos con Lorette, sabía que su amiga era muy sensible y dulce, pero se dijo que la mentira o la omisión de información que podría resultar importante no era algo que Lorette tolerase.

Su amiga era una persona inteligente, de mente abierta y probablemente más valiente de lo que ella misma imaginaba. En honor a la verdad, Smerenda no sabía que ocurría exactamente en París, lo que había oído eran chismorreos nocturnos, suposiciones. Lo que Lorette había sentido o visto  ¿Estaba relacionado con lo que ella sabía o era otra cosa más? Si Lorette lo había sentido ¿significaba que todo tenía relación con ella? ¿Significaba que ella podría estar en peligro? Smerenda se apretó las cienes  con los dedos mayor e índice cuando sintió que una migraña amenazaba con hacerse presente.

Demasiada información, demasiado en que pensar, demasiados escenarios dando vueltas en su cabeza y ella aún se encontraba débil. Smerenda suspiró pesadamente, después posó su vista en el rostro de Lorette -Creo que hay un asesino serial en París y nadie quiere decirlo en voz alta, para que no nos inunde  el pánico- guardó silencio -También creo que quien haya estado matando no es humano, aunque eso son meras suposiciones mías. No preguntes como o porque, pero yo sé que esas muertes no fueron cosa aleatoria- Smerenda cerró la boca, dejó que el silencio invadiera la habitación y esperó a que su amiga lo rompiese. Apretó con fuerza el enorme volumen de herbología contra su regazo y esperó para ver que expresión adquiría el rostro de su amiga. Tenía más información que compartirle, había decidido contarle la verdadera razón del porqué había estado convaleciente, pero no quería agobiar a Lorette. También quería ver como reaccionaba, tantear el terreno, antes de soltar más información. A veces había cosas que era mejor no contarlas y quería saber si lo que le había pasado, lo que había hecho era una de esas cosas.


Última edición por Smerenda W. de Brancovan el Vie Nov 23, 2018 2:07 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Jue Nov 22, 2018 8:56 am

Lorette sonrío a Smerenda de forma tranquilizadora, a ella si que le parecía que sus ideas eran más que brillantes y si bien lo comprendía porque a ella le pasaba lo mismo, no entendía como Smerenda no podía verse como realmente era, una mujer fuerte, bella, inteligente y muchísimo más. Siempre parecía querer tirarse por tierra a sí misma y mientras eso pasara allí estaría Lorie para recordarle que valía mucho, al fin y al cabo ella era su amiga más querida en París y por nada del mundo querría perderla.

-Seré lo más persuasiva que pueda para que acepten la propuesta, pero tienes toda la razón, si se negaran es un proyecto que yo puedo tomar bajo mi tutela a título privado y aunque los fondos serían menores, te aseguro que no habría problema alguno en ello -Lorette rara vez hablaba del dinero pero la realidad es que tenía mucho. Su familia tenía una gran fortuna de la que ella podía disponer siempre que quisiera, sin condiciones de sus padres pero además su cargo en el College estaba más que bien remunerado y viviendo con su tía no gastaba nada.- Por supuesto que tomo en cuenta tus ideas, no solo por el afecto que te guardo, es que creo genuinamente que son buenas ideas y muy interesantes, así que ya sabes que yo siempre soy toda oídos -las mujeres no eran bien tratadas en la época en la que Lorette y Smerenda había nacido, por lo cual era parte de su responsabilidad hacerse un hueco en la sociedad y demostrar que valen igual que los hombres.

Cuando escuchó lo que dijo sobre Chantry casi le da la risa. La mujer era una persona bastante peculiar y fría y aunque Lorie era experta en ver lo bueno de las personas no podía ocultar que en cierta medida le preocupaba la hechicera inglesa. No por nada, sino porque no sabía como se relacionaría con las otras, ella ya le había hecho un hueco en su vida y en su corazón.- Madame Herondale tiene un caracter un tanto... peculiar, pero espero y deseo que la aceptéis con los brazos abiertos como he hecho yo. También madmoiselle Wanda me ha confirmado su unión a nosotras, así que con ello somos cuatro. No puedo ocultar mi excitación porque llegue el día de nuestra primera reunión. Y sobre ti no tengo duda alguna de que les encantarás, Smerenda - Y así era, tenía muchas ganas de perfeccionar sus dones y aprender algunas cosas sobre ellos y por qué no decirlo, de hacer una amistad más estrecha con otras jóvenes hechiceras como ella.

Lorette percibió enseguida el nerviosismo de Smerenda, si bien sus capacidades para detectar el estado de ánimo de los demás no eran muy buenas, conocía bien a su amiga y sabía perfectamente cuando algo le rondaba la cabeza. Y no era para menos, ni siquiera ella podía desterrar ciertos pensamientos de su mente, pero aquellas visiones eran tan vagas, tan imprecisas... se preguntaba a menudo por qué no podía verlas con claridad pero sospechaba que la razón era que el futuro todavía estaba bailando, a la espera de que alguien hiciera un movimiento en falso para acabar de definirse.

-Lo siento... -dijo, realmente disgustada porque sus premoniciones no tuvieran una mayor utilidad.- Te prometo que no soy capaz de discernir bien lo que hay en ellas, creo que el futuro es demasiado inestable ahora mismo y si no es algo claro, no puedo verlo bien -se llevó un par de dedos a la frente, molesta, ni tan siquiera era capaz de controlar aún cuando las tenía cómo iba a ser de alguna ayuda para Smerenda. Cuando escuchó que París era la meca de los seres sobrenaturales no pudo más que asentir, puesto que aunque ella a penas se relacionaba fuera del círculo de humanos, siempre escuchaba a Smerenda, más conocedora del sub-mundo de París y si ella decía que existían dichas criaturas y que ello estaba causando un desequilibrio evidente, se lo creía.

-Intentaré forzar más la próxima premonición, tal vez pueda obtener algún rostro o algún nombre, pero son premoniciones un poco diferentes a las que suelo tener, la verdad es que me agotan mucho y acabo extenuada físicamente y creo que se debe a eso, a que es un futuro tan poco claro que mi poder se esfuerza por encontrar la respuesta y al no poder, desiste. -Cuando escuchó las sospechas de su amiga su mirada se oscureció y sus cejas mostraron clara preocupación. Ella no había escuchado nada relacionado con asesinatos, pero la simple idea era cuanto poco inquietante. En silencio tomó la mano de su amiga y no preguntó en ningún momento como lo sabía, no era necesario ni relevante.- Smerenda es terrible que seas consciente de algo así, no tenía ninguna idea, ¿hay algo en lo que yo, aunque sea una completa hechicera novata, pueda ayudarte? -su preocupación por su amiga era genuina.
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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Vie Nov 23, 2018 2:12 pm

Había muchas cosas  por las que Smerenda se arrepentía en esta vida. Pero una de las que más le había pesado era la omisión de  información relativa a su pasado y las razones por las que se encontraba en París a Lorette. Una vez había confiado esa información a alguien, hace mucho tiempo. Esa experiencia le había dejado en claro que por su seguridad, era mejor que Lorette no supiese nada de momento. Sin embargo desde hace semanas, si no es que meses había comenzado a sentir la necesidad de compartir todo eso con su amiga, quizás la única amiga que tenía. Tenía la firme idea de que al hacerlo se sentiría liberada de una enorme carga, pero no sabía cómo eso afectaría la percepción que Lorette tenía de Smerenda. No la juzgaría si después de escuchar lo que ella tenía que decir su amiga se alejase. Pero aún no quería perderla, así que decidió que comenzaría a soltar la verdad en pequeños comentarios aleatorios.

-No sabes el bien que me hacen tus palabras Lorette- Smerenda tomó las manos de la otra hechicera entre las suyas -Con solo brindarme el apoyo incondicional y desinteresado que me has brindado hasta ahora es ayuda suficiente Lorette- sonrió un poco, como para tratar de tranquilizarla -Y no te llames a ti misma novata, yo creo, que tú tienes habilidades excelentes, aún sin una preparación posterior. Yo sin ayuda, sin alguien que me guiase jamás hubiera a ostentado siquiera la mitad del dominio que ostentas tú. Deberías agradecer el hecho de que creciste lejos de todo el ambiente asociado a personas… Como nosotras. Fue lo más sano y te hizo la mujer tan benevolente y encantadora que eres hoy. Tu valor es inmenso, con habilidades extras o sin ellas, no te menosprecies jamás- apretó una vez más con firmeza las manos de su amiga, tratando de reconfortarla.

-Honestamente, no sé qué hacer. No se cómo proceder. Tengo mis propias teorías respecto a lo que a pasado, pero no sé si estoy en lo correcto. Incluso tengo un par de sospechosos en mente. Pero honestamente no sé si debería involúcrame más y la verdad es que me causa pavor la idea de que tú te involucres, no podría dormir nunca más en mi vida si algo te ocurriese por mi causa- Smerenda se dio cuenta, que al fin había reconocido en voz alta el hecho de que la seguridad de Lorette se había vuelto una prioridad para ella.

-Creo, que esto es algo que deberíamos tratar en nuestra próxima reunión. El propósito de formar un círculo de hechiceras no es solo compartir información, creo que también debe ser nuestro propósito tener hombros en los que apoyarnos, tratar de cuidar las unas de las otras en un mundo tan caótico. Mujeres apoyando mujeres- Smerenda dirigió una mirada de soslayo a su amiga y un tenue rubor iluminó sus mejillas -No te miento, creo que me costará un tiempo adaptarme al hecho de saber que gracias a ti ahora podré tener aliadas. También me da miedo no agradarles demasiado y que por mi culpa personas interesantes y queridas para ti se aparten de tu lado. Reconozco que soy mala socializando y que  soy alguien con un carácter particularmente difícil y no todos tienen la paciencia infinita que tú tienes para mí, pero te prometo que haré mi mejor esfuerzo para que todo esto funcione- Smerenda guardó silencio después de esto y se removió inquieta en su asiento.


-Creo que me gustaría contarte el porque me siento ansiosa, el porque me preocupa que tengas estas visiones- guardó silencio, tratando de encontrar en su mente las palabras correctas para expresar lo que quería -Te pido por favor que no intentes llamarlas, no te agobies en exceso por algo que a la mejor es fruto de mi mente hiperactiva y la paranoia que algunas veces me domina. A veces hay cosas que es mejor no saber, respuestas que es mejor no encontrar- Smerenda volvió a guardar silencio, mirando atentamente el tapiz de la pared detrás de Lorette, para tratar de alejar su vista del expresivo rostro de su amiga -Lorette tú me consideras una persona sensata ¿No es verdad? ¿Qué pensarías de mi si te digo que he hecho algo estúpido, tan irracional que bien pudo costarme la vida?-
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Vie Nov 23, 2018 5:38 pm

Smerenda no comprendía que no había en este mundo nada por lo que Lorette fuera a dejarla de lado o no ser su amiga, su aprecio era real e incondicional y siempre se había considerado una persona leal en la que poder confiar.

-Yo siempre voy a apoyarte Smerenda, se que las palabras solo son eso pero te lo demostraré con mis acciones y entonces verás que no tienes nada de lo que temer conmigo, que siempre voy a estar aquí para cubrirte la espalda si es necesario -Intentaba que su amiga comprendiese que todo aquello era verdad, pero sabía que era una mujer más recelosa que ella y que probablemente no había estado rodeada a menudo de gente que realmente es buena o que te aprecia.- Tal vez fuera bueno para mi, Smerenda, pero fue... confuso. Imagínate crecer creyendo que eres diferente pero con demasiado miedo para decirlo y sin nadie en quién confiar. Se perfectamente que si mis padres supieran lo que soy hace tiempo que me hubieran denunciado a la iglesa o algo peor. Sabes que soy una mujer de fe, que creo que mis dones tienen una razón de ser, pero empiezo a pensar que tal vez no es así y simplemente nadie me ha enseñado qué es esto realmente. Y aquí la única que no se valora eres tú, que no sabes lo importante que eres para mí -Lorette le estaba abriendo su corazón a su amiga, expresando en alto dudas que no podía hablar con nadie más. Solo ella y otros hechiceros sabían lo que era y... su tía, su tía lo sabía y jamás la había tratado de forma diferente claro que el amor que ella le profesaba era incondicional, Lorette dudaba de que otras personas se lo tomaran tan bien.

Cuando ella escuchó que le preocupaba su bienestar no pudo más que abrazarla con ternura, sabía lo difícil que había sido para ella admitir algo así y quería que supiera que el sentimiento era más que mutuo.- Tú jamás tendrías la culpa de nada, aunque yo me inmiscuyera en lo que sea que está ocurriendo, porque lo haré con gusto y con la esperanza de que tal vez pueda ayudarte y que hombro con hombro la carga que llevas sea menos pesada. Así que de verdad te lo digo, puedes contarme lo que tu quieras, yo no me meteré en nada en lo que tu no desees que me meta, eso ya lo sabes -Se preguntaba, con verdadera preocupación, que inquietaba tanto a su joven amiga y su único deseo de saber más venía motivado por el hecho de que creía que, aunque fuera ínfimamente, en algo podría ayudarla.

Lorette río de forma agradable, pretendiendo quitarle importancia a los temores de Smerenda pero dándole la razón en todo. -Esa es nuestra intención con el aquelarre y eso espero yo también, que constituyamos un grupo de mujeres fuertes que puedan ayudarse las unas a las otras en momentos como este y que nuestros poderes crezcan con nosotras, aprendizaje mutuo. Y en cuanto a lo segundo... Smerenda tu eres mi mejor amiga, si cualquiera de las dos no te acepta la que se marchará del aquelarre es esa persona y no tú, tendrían que estar muy ciegas para que no fueras de su agrado pero si se diera el caso mi relación contigo no se va a ver afectada en nada. -Para ella no había nada más claro en este mundo como lo que acababa de decir y así era, Wanda y Chantry eran muchachas agradables y Lorette confiaba en que algún dia fueran amigas, pero Smerenda era su amiga y hermana y si ella corría peligro o lo pasaba mal priorizaría su bienestar por encima de todo, sin discusión alguna- Todo el mundo tiene su carácter y sus peculiaridades, amiga, pero creo que todas podremos convivir muy bien en post de un bien mayor y tienes que darte a ti misma la oportunidad de demostrarte que si eres sociable, que si puedes hacer amigas, porque yo estoy aquí y no pienso moverme.

Lorie se dio cuenta enseguida de que Smerenda había tornado su tono más grave y profundo, probablemente inquieta por lo que fuera que iba a contarle en ese momento así que esperó pacientemente a que ella hablara pues parte de su carácter era que se le daba bien escuchar a los demás.- Eres más que una persona sensata y si me contaras algo así te diría que probablemente no tuviste más remedio o que fue una decisión de lo más desafortunada cuya envergadura probablemente no comprendiste bien en ese momento. Pero si no fuera así, Smerenda, también te diría que nadie es perfecto y que todos cometemos errores, errores de lo más terribles y que yo jamás osaría juzgarte por ninguno, solo me queda escucharte, apoyarte y comprenderte. -los vívidos ojos esmeralda de Lorette expresaban exactamente lo mismo, una abrumadora sinceridad y una firme creencia en lo que acababa de decir. Ella misma había cometido varios errores en el pasado en los que le costaba pensar, algunos habían supuesto hacerle mucho daño a personas queridas, especialmente a una, así que jamás osaría pensar absolutamente nada malo por los errores que también Smerenda pudiera haber cometido.
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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Dom Dic 02, 2018 1:21 pm

Lorette lograba hacer que ella se sintiera desconcertada. Le impresionaba la facilidad con la que su amiga la apoyaba sin chistar. Tal parecía que siempre tenía palabras de aliento para ella, que sabía cómo hacerla sentirse mejor. Aquello debía ser catalogado como un don mágico, pero la verdad era más simple: Lorette tenía un corazón inmenso.

Aunque Smerenda se consideraba un poquito como los perros de Pávlov, estaba intentando con ahínco romper el círculo vicioso del estímulo-respuesta negativo que había forjado con sus sentimientos desde hace años. Era algo difícil, toda una vida de acondicionamiento no se borraba en un año o dos, pero lo estaba intentando con ahínco. Prueba de aquello es que se había decidido a depositar la confianza suficiente en Lorette y había decidido abrirse un poco a ella.

-Jamás había visto las cosas desde tu punto de vista Lorette- Smerenda extendió sus manos y tomó las de Lorette entre las suyas tratando de consolarlas –Lamento ser a veces tan egocéntrica y poco empática. Jamás me había puesto en tus zapatos, te juro que algunas veces deseé haber crecido como tú lo hiciste, pero nunca había contemplado todo el panorama- Smerenda guardó silencio, meditando un poco en todo lo que Lorette acababa de decir –Algunas veces creo que con solo haberme brindado la oportunidad de contar con el aprecio de alguien como tú, el universo, el destino o como quieras llamarlo me ha resarcido la enorme deuda que tiene conmigo. No merezco tú amistad Lorette, pero vamos soy una egoísta y aunque no te merezca me da gusto tenerte a mi lado- Smerenda sonrió ante su propia broma -Y te diré que jamás dudes que tus dones son algo valioso. Sabes que no me llevo muy bien con la iglesia y honestamente no sabría decirte si estoy en buenos términos con la santísima trinidad, pero yo si estoy segura de que el hecho de que estés aquí es una especie de prueba de la bondad de tu dios. No he conocido persona más buena que tú, sé que serías incapaz de dañar a alguien por simple diversión, avaricia o egoísmo… Pero tienes razón, si los de la iglesia supieran lo que eres no se hubieran puesto la mano en el corazón y habrian terminado con tu vida sin contemplaciones- Smerenda bajó la vista hacia el suelo, ella misma había sido testigo de cómo los inquisidores habían quemado a un par de gitanas por considerarlas brujas, algo totalmente falso. Las habían quemado para calmar la ira del pueblo, las habían usado como chivos expiatorios cuando las verdaderas brujas estaban escondidas en lo alto de la pirámide social.

-Debes saber, que jamás permitiré que algo o alguien te dañe. Así como tú me ofreces tu apoyo, yo hago lo mismo. Pero debes prometer que no te pondrás en riesgo. Te conozco Lorette, eres tan buena que estás dispuesta a sacrificarte por otros, pero sabes que a fuera no solo hay humanos. También están los inquisidores, los cazadores, los cambiantes y los…. Vampiros y muchos matarían por el simple gusto hacerlo ¿Sabes cuánto les gusta a los vampiros la sangre de los hechiceros?- Smerenda guardó silencio nuevamente, dejando que su amiga asimilase lo que acababa de decirle. Sabía que Lorette no estaba particularmente familiarizada con las otras criaturas sobrenaturales que reinaban desde las sombras y no quería que debido a su inocencia y buen corazón Lorette resultase dañada.

-En primer lugar, quiero que me perdones Lorette, te he mentido- Smerenda volvió a juguetear con el anillo en sus dedos, antes de continuar –Cuando he llegado, te dije que había estado resfriada pero no fue así. La verdad es que yacía en mi cama con la garganta destrozada… Por culpa de un vampiro- decidió que debía hablar sin rodeos y sin tapujos con Lorette, decirle la verdad sin adornos –En realidad fue mi culpa, yo lo provoqué. Yo quería… Yo quería matarlo, aún quiero hacerlo. Pero fui estúpida y lo subestimé. Pero ahora estoy bien, ahora todo está bien- dijo apresuradamente, tratando de calmar las aguas, tratando de evitar que Lorette se angustiase –No soy una buena persona Lorette, soy bastante irracional cuando la ira me domina y algunas veces me carcomen el miedo y las ansias de venganza. Pero quiero que sepas, que mi único deseo siempre ha sido la libertad- Smerenda se levantó de su asiento y comenzó a avanzar hacia el escritorio de Lorette, no podía quedarse quieta frente a su amiga, si Lorette le dirigía una mirada de reprobación ella no podría soportarlo, pues le importaba en demasía lo que su amiga pensara de ella.
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Dom Dic 02, 2018 7:00 pm

Lorie seguía observando a Smerenda con suma atención, no quería perderse nada de lo que ella le dijera y además tenía la convicción de que no podía ser algo tan grave. Ella solía visualizar cuando algo iba mal en el futuro. No siempre sus premoniciones eran malas, ella las forzaba a veces y eran buenas pero eso no significaba que siempre pudiera manejarlas a su antojo. En realidad sabía tan poco de sus poderes que hasta que conoció a Smerenda los controlaba como un chiquillo controla los primeros pasos que da en la vida... poco.

Ella odio un brinco cuando Smerenda tomó sus manos pues pensó que ella se había disgustado y nada más lejos de la realidad. Su vida había sido fácil, acomodada y sin excesivos sobresaltos y sabía que su mejor amiga no podía decir lo mismo de la suya así que sintió una punzada de culpabilidad por haberle dicho aquello y haber demostrado una falta de tacto total...- Smerenda tu no eres egocéntrica ni careces de empatía, pocas personas me ven realmente como tú y menos aún me aprecian. He sido yo la que he pecado de desconsiderada al hablar de mi vida, que no ha dejado de ser de lo más insulsa y normal. Mi vida fue sencilla así que no me hagas caso. -le quitó importancia a sus palabras haciendo un gesto con la mano con el que pretendía decir que acababa de soltar una tontería. Ella nuevamente le decía que tenía suerte de ser su amiga y como parecía no comprender que la suerte también era suya decidió hacer algo diferente. Tomó las manos de Smerenda e introdujo una ilusión en su cabeza, el único poder que ambas mujeres, totalmente diferentes, compartían. En la ilusión la permitió ver el día que se conocieron por primera vez y la dejó verlo desde su perspectiva: en la ilusión una Lorie algo más joven conocía a Smerenda y la miraba con timidez y admiración a partes iguales, la visualizaba como una mujer segura, hermosa y sobre todo fuerte. Lorette se mordió el labio en la ilusión y se dijo a sí misma que la quería en su vida y que conseguiría su amistad.

Así como todo empezó rompió la ilusión y volvió a mirarla a los ojos.- Smerenda... espero que el ver lo que sentí el día que te conocí despeje tus dudas del todo. Lo que yo vi es lo que todo el mundo ve cuando te conoce, fortaleza, entereza, belleza, afabilidad pero sobre todo a alguien que vale la pena tener en tu vida. -Lorie rió cuando dijo que ella no usaba sus dones para nada malo, pues aunque era verdad alguna vez había hecho alguna jugarreta a alguien de la que después se había lamentado profundamente.- Me tienes como alguien demasiado bondadosa, he cometido errores como todos, sobre todo... -dudó un poco, pero para su mejor amiga no había secretos- sobre todo cuando el amor ha estado por el medio. Ahí he estado ciega y he cometido más equivocaciones de las que me gustaría admitir, sobre todo en lo que a mi comportamiento se refiere.

No mencionó nada sobre la Iglesia pues era algo que la apesadumbraba terriblemente. Lorette se consideraba así misma alguien espiritual o que al menos creía en las fuerzas bondadosas del cielo y sin embargo a la vez creía que sus dones podían ser un castigo o una bendición según se usaran. Ella intentaba usarlos siempre para fines buenos pero a diario se preguntaba si eso importaría el día que falleciera y entes superiores la sometieran al juicio final... ¿Sería considerada alguien buena o por el contrario sus poderes de nacimiento la habrían condenado definitivamente? No solo eso, procuraba que nadie supiera jamás lo que sabía hacer pues temía que aquello supusiera condenar también a las personas de su alrededor. Interrumpió sus pensamientos cuando Smerenda volvió a preocuparse por ella.- De verdad, no te preocupes. Se que te inquieta lo que pueda pasarme pero tienes mi palabra de que no me pondré en ningún peligro en el que tu no te pondrías, estamos juntas en esto -apretó las manos de su amiga entre las suyas.- Y eso significa que contamos la una con la otra. -Lorette, por supuesto, ignoraba que los vampiros prefirieran su sangre y aunque era un dato aterrador su parte analítica agradeció tener más información sobre aquello, sobre todo ahora que había entablado una relación cordial con una vampiresa. Deseaba contárselo a su amiga pero tal vez lo haría en otro momento.

Ella le dijo que la había mentido y la francesa espero a que le contara sobre qué, aunque nuevamente estaba convencida de que ninguna mentira podía ser tan grande como para no ser perdonada. Todavía no se había encontrado nada en la vida que no pudiera perdonar... si había podido hacerlo con sus padres, quienes no la amaban como deberían, ¿Como no iba a hacerlo con alguien que sí que la quería como ella? Esa vez si se le escapó un grito ahogado cuando su amiga admitió la verdad, no por lo que acababa de decirle, sino por la perspectiva de imaginar a una de las personas más importantes para ella al borde de la muerte.- ¡Smerenda, cielo santo, dime que estás totalmente recuperada! -dijo totalmente angustiada, la ansiedad martilleaba su pecho porque casi pierde a su amiga y ella sin enterarse... Se llevó una mano ahí, intentando controlar su pulso, que se había acelerado terriblemente- Yo... comprendo, comprendo por que lo hiciste y no te juzgo, jamás lo haría... pero Smerenda es muy peligroso, ¿Y si... y si hubieras muerto? Sabes que jamás me hubiera perdonado el no haber podido estar allí, o ayudarte o... no se, cualquier cosa mejor que enterarme de que casi te mata un vampiro... -su voz temblaba ya de forma considerable. La idea de perderla era muy dolorosa, ahora que había encontrado a esa hermana que nunca ha podido tener...

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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Mar Dic 04, 2018 12:48 pm

Ella nunca en su vida hubiese llegado a imaginar que se encontraría en esta situación. Hace mucho había llegado a la conclusión de que alguien como ella no estaba hecha para forjar y conservar amistades, en realidad, siendo totalmente honesta solamente había tenido un par de amistades reales, contando a Lorette. Pero aquí estaba ella, nuevamente arriesgándose y también arriesgando a su amiga de cierta forma. Quizás ella se preocupaba demasiado, quizás ella era demasiado paranoica, pero la verdad era que ser así la habían ayudado a mantenerse con vida en muchas ocasiones. Sin embargo ahora luchaba por deshacerse de esos rasgos, aunque aquello obviamente no era tarea fácil. Se había dado cuenta hacía mucho de que hiciese lo que hiciese por alejarla Lorette permanecía al pie del cañón. Quizás Smerenda la subestimaba demasiado y eso era algo malo, quizás lo único que podía hacer era dejarse llevar, confiar y dejar la paranoia de lado.

Sabía que había asustado a Lorette y eso la hacía sentir como la más terrible de las personas. Por un momento dudó en haber hecho lo correcto, pero en el fondo sabía que la verdad, aunque a veces brutal, siempre era el camino correcto –Lorie- Smerenda dio la media vuelta y avanzó un par pasos hacía su amiga -De verdad no dejas de sorprenderme. Creo que tú tienes mejor opinión de mí que yo misma. Gracias, lo que me mostraste, fue hermoso. Y déjame decirte que ante mis ojos tú te ves de la misma forma. Eres tremendamente inteligente, decidida, capaz y tenaz. Estás llena de bondad, misericordia y empatía, pero eso no te resta fortaleza, sino que solo eleva tus demás virtudes. Además, eres una creadora de ilusiones excelentes- dijo mirando otra vez a su amiga y sonriéndole gentilmente – Cada vez mejoras más y más y lo haces por tu cuenta, eso te hace tremendamente poderosa, créeme- sonrió con calidez y volvió a tomar asiento.

-Te juro que estoy totalmente recuperada, por favor, no te preocupes por mí. Lamento preocuparte, de verdad no sabes cómo lo hago. Si te soy honesta, ahora comprendo que fui una tonta e irracional. No tengo disculpa alguna, lo sé. No pensé en lo que pude haberte hecho pasar, no pensé en ti en ese momento… Pero, como tú dices, el amor, aunque es algo hermoso, nos hace volvernos estúpidos e irracionales. Fue justo por eso por lo que cometí aquella tontería, por amor- Smerenda bajó la vista al suelo –Juro que no volveré a ponerme en peligro de esa manera, al menos lo trataré con ahínco. Trataré de ser más racional y evitar que la ira me domine. Pero no puedo prometerte que no intentaré hacerme con la cabeza de esa sanguijuela, me quitó a alguien muy importante, además es un asesino con delirios de santidad que no hace más que sembrar el caos y la muerte- suspiró pesadamente, no se disculparía ante Lorette por haber dicho lo que sentía, ahora estaba segura de que ella no la juzgaría y decir lo que sentía, todo lo que había guardado para sí misma estaba resultando ser agradable.

-He pensado, está bien la idea de tener un círculo de amigas hechiceras más amplio. Tener con quien intercambiar opiniones, conocimiento e información… Pero, creo que también es necesario ponernos a trabajar por nuestra cuenta- al fin levantó la vista y la posó en la de su amiga, ahora estaba más tranquila, más relajada. Se sentía liberada de una carga pesada –Quiero, si te parece bien, enseñarte Lorie. Sé que nuestros dones” son completamente diferentes, que la manera en que a mí me enseñaron a controlar lo que soy quizás está lejos de ser algo apropiado para ti, pero a final de cuentas creo que habrá algo que yo pueda enseñarte y también muchas cosas que puedo aprender de ti. Sé que eres lista y tienes una mente abierta, que podrás manejar lo que sea, que no tendrás prejuicios ¿Quieres conocer lo que hay más allá? Ya sabes, conocer sobre… Sobre los otros seres, ponerte en contacto más estrecho con tus dones. Se que disto de ser una erudita, que quizás no pueda ser de demasiada ayuda, pero me gustaría ayudarte con eso, retribuir algo de lo mucho que me haz dado y creo que esta es la única forma en que puedo hacerlo- por supuesto que habría cosas, que sería mejor que Lorette no conociera, magia antigua y oscura que Lorette no querría manejar, ella respetaba eso y jamás involucraría a su amiga con cosas que ella no quisiese conocer. Pero a final de cuentas la magia, la hechicería, tanto la oscura como la blanca se regía más o menos por las mismas leyes y también en algún punto se cruzaban pues tenían un origen en común. Además en un lugar como París era mejor tener los ojos bien abiertos ante lo que asechaba entre las sombras.
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Directora, tiene una visita [Privado/Smerenda] Empty Re: Directora, tiene una visita [Privado/Smerenda]

Mensaje por Lorette D. Lefoy Mar Dic 04, 2018 1:54 pm

Lorie seguía sintiendo punzadas en el pecho fruto de la ansiedad que le despertaba que Smerenda le estuviera diciendo todo aquello. No había prejuicio alguno en su mirada ni ningún deseo por hacerla sentirse mal, solo había preocupación en estado puro. Ella jamás había sido atacada por ningún ser sobrenatural y su concepto sobre lo que podían y no hacer era meramente teórico, pero no el de su amiga.- Tengo la opinión que te mereces y sobre mis poderes... nada más lejos de la verdad, sabes que están mejorando porque tú me instruyes. Eres mi maestra y amiga y yo a penas sabía controlarlos antes de conocerte. -lo cual era totalmente cierto. Lorette tenía premoniciones desde bien pequeña, algunas buenas pero la mayoría malas y forzarlas era algo que le costaba y que rara vez conseguía en el pasado. Sin embargo cuando su amistad con Smerenda comenzó, sabiendo que ella era igual a la propia francesa, también comenzaron a practicar y progresar juntas.

Lorette no podía borrar la preocupación de su rostro, aunque su amiga estaba frente a ella perfectamente alargó una mano para tocar su hombro, como queriendo comprobar que no era una ilusión y que la joven no iba a desvanecerse o desmoronarse en pedazos. Un gesto absurdo pero necesario para ella.- No creo que fueras ninguna tonta, Sme, se que si te acercaste a un vampiro fue por algo y que no tuviste más opción... pero no lo hagas sola por favor, pudo haberte matado. No es que dude de tus habilidades, lo sabes, se que eres una guerrera fiera en todos los sentidos y que sabes luchar por tu vida pero los vampiros son criaturas poderosas y tu misma me has dicho que desean en mayor medida nuestra sangre. -se detuvo para mirarla fijamente, no le pasó desapercibido que ella había bajado la mirada, un gesto muy poco propio de ella. Lorette depositó un dedo en su barbilla y le subió la cabeza.- Todos cometemos tonterías por amor, yo misma he cometido una terrible que tal vez ahora no sea el momento de contarte, pero lo que si te digo es que por favor, si tu determinación de enfrentarte a ese vampiro que tanto daño te ha causado es firme, me lleves contigo. -Dijo sinceramente, esperando que ella tomara en consideración su ofrecimiento y la llevara. Lorie no tenía formación de lucha o militar pero si era necesario usar sus poderes de forma ofensiva lo haría, nadie, absolutamente nadie, tenía derecho a hacer daño a Smerenda.

La francesa asintió cuando le dijo que debían trabajar ellas solas de todas formas al margen del aquelarre. Sabía que ella tenía razón y que probablemente le vendría bien empezar algún tipo de entrenamiento físico y sobre todo mental, tenía que aprender a controlar sus poderes con mayor eficacia para que el día que los necesitara, si se hallaba en peligro, no le fallaran.- Si, yo también había pensado que podríamos empezar a entrenar tu y yo solas, sobre todo nuestros poderes... Se que tu vas a ser nuevamente una gran maestra, ya he progresado un montón bajo tu tutela antes y te prometo ser la alumna más entregada y eficiente que vas a encontrarte en tu vida. -ella ya se podía imaginar como ambas entrenarían, se formarían juntas y progresarían. Por su parte Lorette había pensado recabar cuantos tomos interesantes pudiera sobre control de la mente, paz mental, entrenamiento físico y en definitiva todo lo que pudiera ser de ayuda. Tal vez incluso, si se acercaba a los círculos adecuados, podría conseguir algún tomo de carácter más... sobrenatural- Sabes que sí, yo quiero aprender de todo, aunque sean conocimientos que espere no tener que llegar a usar nunca hay que estar preparado y bien formado y yo no podría haber pedido una maestra mejor. Se que tu podrás guiarme pero también espero de nuestro entrenamiento que tú te beneficies también y no solo yo.

Aunque Lorette sabía que su despacho era privado empezaba a pensar que deberían definir un lugar en el que comenzar sus prácticas así que preguntó a su amiga si tenía alguna idea.- ¿Donde crees que podríamos reunirnos para practicar? Me refiero tu y yo solas, ya he citado a las otras dos damas que van a ser parte del aquelarre en mi casa la semana que viene, tu ya sabes a qué hora y dónde. Sin embargo tu y yo necesitaríamos algún lugar en privado -se le ocurrían un par de sitios pero pensaba que sería mejor si Smerenda tenía alguna ocurrencia, sobre todo porque ella estaba mucho más involucrada en el mundo de lo sobrenatural.- Aun así nos debemos la una a la otra un café para charlar, tal vez una conversación más distendida en la que no pensemos en la hechicería o en la que podamos ser dos amigas que pasan el tiempo y se divierten -dijo con una suave risilla, echaba de menos las charlas banales y los momentos de paz con su amiga. Además tenía muchas cosas que quería contarle y que no era el momento de compartir, esperaba también que ella se animara a compartir novedades sobre su propia vida.

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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Jue Dic 06, 2018 1:11 pm

Hace un tiempo, se había convencido de haber llegado a un punto en el que ya no le importaba demasiado lo que los demás sintiesen u opinasen con respecto a sus acciones. Pero aquello había resultado ser completamente falso, al menos cuando se trataba de lo que Lorette sintiese o pensase. Saber que sus acciones ocasionaban cualquier tipo de pena o preocupación en su amiga la hacía sentir terriblemente culpable y mal consigo misma, dos sensaciones bastante desagradables. Probablemente sonaría como una loca si admitía en voz alta que se sentía de cierto modo aliviada, sentir aquello significaba que el aprecio que sentía por Lorette era real y sincero.

Probablemente su amiga, nunca llegaría a imaginar si quiera la alegría y la paz que había traído a su vida. El saber que había alguien allí para ella era algo que era inestimable y más valioso que cualquier joya de reina –Perdóname Lorie, no imagino cómo te sientes y todo fue por mi causa. Probablemente si tu hubiese hecho lo que yo me sentiría devastada, lamento que por causa te sintiese aunque sea por algún segundo perturbada- sonrió cuando sintió la mano de Lorette levantando su barbilla – Confío en ti plenamente. Sé que eres alguien capaz y fuerte, pero no me hagas prometerte algo así. Jamás permitiría que estuviese en la línea de fuego- ella sabía que Lorie hablaba en serio, sabía que ella sería capaz de arriesgarse por Smerenda, aquello la hacía sentir feliz, pero al mismo tiempo la aterraba – Pero no te preocupes Lorie, soy muy capaz de cuidar de mi misma. Eso no quiere decir que vuelva a lanzarme al ruedo. He aprendido mi lección y sé que hacer de ahora en adelante. Lo que si te puedo jurar es, que no está en mis planes cercanos lanzarme a la batalla. La verdad es que estuve en cama, el tiempo suficiente para pensar en algo mejor que hacer. Algo que me mantenga mi cuello seguro. Acabo de hacer a mi primera amiga de verdad, trataré de cuidarme mejor para aprovechar mí tiempo contigo - ella sonrió, intentando calmar los temores de Lorette. Hablaba en serio, no era algo dicho simplemente al azar, le había hecho una promesa a su amiga y las promesas eran algo que ella cumplía siempre.

-No quiero que al igual que a mí, la paranoia te domine. Esa no es mi intención. Pero considero que el conocimiento nunca sobra. La verdad… Creo que sería bastante divertido aunque sospechoso, si nos pusiésemos a practicar a media noche a la mitad del bosque- Smerenda rio al imaginarlas a ambas a mitad del bosque, una escena digna de cualquier novela sobrenatural, pero un cliché bizarro a final de cuentas – Así que lo más cordial creo que sería practicar en mi casa, si es que te parece bien. Aunque claro, podríamos tomar un té o beber café y pastas mientras charlamos para ver si se nos ocurre un lugar mejor. Todo sea por el conocimiento y el desarrollo pleno de nuestro potencial- Smerenda le guiñó el ojo a Lorette con complicidad.

-Sabes, hay tantos lugares que me gustaría visitar contigo-
Smerenda trató de cambiar sutilmente el rumbo de la conversación hacía algo menos tétrico –Si alguien me hubiese dicho, que algún día la idea de ir a tomar té y pastas sólo para charlar con alguien me llegaría a parecer una idea interesante me habría parecido ridículo y poco probable. El destino es curioso ¿No crees? Le gusta mostrarnos cuanto podemos equivocarnos. Aunque admito que esta es una sorpresa, de esas buenas- Alguna vez, cuando había sido muy, muy joven había visto a algunas chicas jóvenes tomando algo en las confiterías y casa de té parisienses, las había visto charlar animadamente y reír por tonterías. Con el paso de los años se había resignado y había pensado que aquello jamás llegaría a pasar –Sabes, hay una casa de té a la que siempre soñé con ir cuando era niña. No recuerdo exactamente porqué, la cuestión es que nunca se me permitió ir… Pero bueno, ahora no tengo nada que me impida hacer mi voluntad- tomó las manos de Lorette –Vayamos allá. Seamos por un momento solo un par de chicas jóvenes que cotillean, hablan sobre chicos y se ríen por tonterías. Comamos postres hasta el hartazgo- el rostro de Smerenda se iluminó. Por un momento se sintió vivaz, joven y rozagante. Olvidaría por un momento todas las preocupaciones y el pasado. Después de todo ¿Por qué no hacerlo?
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Jue Dic 06, 2018 2:38 pm

Lorette observó a Smerenda, que parecía notablemente más tranquila tras haberle contado todo aquello que claramente le rondaba por la cabeza. Le gustaba pensar que su amiga aunque no se abría a menudo cuando lo hacía se sentía notablemente mejor o al menos eso le parecía a ella. Cuando volvió a disculparse no pudo evitar soltar una risilla, las dos se disculpaban una y otra vez como tontas cuando en realidad sabían que su relación estaba mejor que nunca y que no había nada que sentir. Lorie perdonaba y quería con intensidad y Smerenda no era merecedora de menos. Era su única amiga y cuidaba la relación con mucho mimo, intentando que nunca pasaran demasiado tiempo sin verse o saber la una de la otra.

-No es necesaria ni una disculpa más por parte de ninguna. Tenemos mucho de lo que hablar y aunque me haya asustado se que estás bien y te tengo frente a mí. Pero si te aseguro Smerenda que espero no cruzarme con el vampiro que te hizo daño porque no querrá verme enfadada... -un brillo oscuro tiñó los ojos de Lorie, que solo se ponía así cuando alguien a quién quería corría un riesgo o era dañado. Podía llegar a ser sumamente sobreprotectora y no le temblaba el pulso ante la idea de defenderla. Ese vampiro se había ganado su eterno odio, de eso no cabía duda, al atacar a su amiga y no creía que pudiera ser demasiado paciente si se conocían.- Se que esta experiencia ha sido desagradable y lo lamento mucho Sme, yo siempre estaré para ti si me necesitas pero no pienso permitir que otro vampiro te dañe, ninguno en absoluto. -suspiró, no le gustaba nada enfadarse y era realmente difícil hacerlo pero la perspectiva de toparse con aquel vampiro lo había conseguido.

Suspiró con la intención de serenarse, recogió unos papeles de su mesa de forma nerviosa y se apartó un rizo de la frente.- La información es necesaria, no es paranoia lo que me domina, te lo prometo. Pero cuanto más sepamos más preparadas estaremos para enfrentarnos a lo que sea... juntas -sonrió ante la perspectiva, formarse al lado de Smerenda parecía menos terrible. Ella supo que Smerenda no era muy fan de lo de tomar te y pastas desde que la conoció, la propia Lorie tampoco es que fuera el alma de la fiesta, pero si le gustaba la intimidad que concedía reunirse con una amiga a hablar y contarlo todo, desnudar el alma y los secretos. Ella nunca había tenido amigas así que a veces la asustaba pensar que tal vez se aferraba a Smerenda con demasiada intensidad. Sus ojos reflejaron su duda- Sabes que no tenemos por qué hacerlo si no quieres, probablemente sea una tontería. Cualquier momento para hablar contigo es perfecto, aunque no haya té o pastas... O incluso si quisieras en unas circunstancias diferentes.

Cuando ella habló de visitar un lugar que le apetecía su mirada recobró el brillo, sabía que ahora si que estaban acordando un plan con el que su amiga se sentiría plenamente cómoda.- ¿Seguro? Si te hace ilusión estaré encantada de ir contigo pero como te he dicho no tenemos que ir si no quieres. Aunque yo tampoco he estado nunca en una casa de tés y la perspectiva de poder comer postres sin control... Bueno, me gusta. ¿Quieres ir hoy o algún otro día? -dijo con una risilla. Acto seguido se levantó de la silla del despacho dispuesta a recoger las cosas. Era bastante tarde y ya se había acabado su jornada laboral así que no habría problema en que se marchara.- Los dulces siempre habían sido mi perdición pero recientemente el chocolate es como si fuera una obsesión, quiero comerlo a todas horas -admitió con total tranquilidad. Al fin y al cabo siempre había sido golosa.



Última edición por Lorette D. Lefoy el Vie Dic 07, 2018 1:30 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Vie Dic 07, 2018 1:23 pm

-Bueno, otra cosa más que tenemos en común- Smerenda rio con complicidad al escuchar el gusto que Lorette profesaba por los chocolates - Debo admitir que en Rumanía los chocolates y dulces en general son algo difíciles de conseguir, especialmente si vives en el medio de la nada. Quizás por eso también me gustan demasiado. Solo podía comerlos cuando solía venir a París, cuando era mi turno de estar con la familia de mi madre, comía chocolates hasta no poder más. Recuerdo que en alguna vez en una fiesta comí tantos que amenacé con vomitar y tuvimos que regresar a casa temprano, algo bueno porque como sabrás no me gustan las fiestas. Recuerdo que alguien alguna vez dijo que parecía que me gustaban más los chocolates que los hombres. Esa persona tenía razón- soltó una suave risilla – Recuerdo que escondía chocolates por toda la casa. Una doncella me contó una vez que a veces pasaban meses desde mi partida y aún encontraban los chocolates que yo había olvidado en mis numerosos escondites. Cuando volvía a Rumanía mis vestidos siempre me quedaban más pequeños- por regla general ella evitaba traer a su mente recuerdos de cuando era más joven, pero tal parecía que estando con su amiga, hasta sus recuerdos parecían ser más agradables.

-Creo que estoy divagando demasiado, pero es que me haces recordar cosas que creía haber olvidado por completo. Creo que tu despacho, ha resultado ser el lugar más acogedor del mundo, en realidad lo más probable es que lo sea porque tú estás aquí- antes, jamás se habría imaginado ser capaz de sentirse así de animada – La verdad no tengo ningún inconveniente de ir justo ahora contigo. Pero no sé si tu asistente piense que sea una buena idea, probablemente piense que te estoy haciéndote perder el tiempo y que soy una mala influencia. Probablemente sean verdad ambas cosas, pero no me arrepiento de nada- sonrió, segura de que probablemente eso era lo que estaba pasando por la cabeza de la eficiente cabeza de la nueva asistente de Lorette, probablemente vería a Smerenda como una típica rica, hedonista, sin un empleo y nada mejor que hacer que venir a quitarle el tiempo a su atareada empleadora, lamentablemente Smerenda no se sentía exactamente mal por estar aquí charlando con Lorette.

–La verdad es que mentiría si digo que me siento mal por estar aquí charlando contigo, no me importaría estar todo el día así. En honor a la verdad me gustaría mucho charlar contigo sobre una velada a la que asistí hace bastantes noches. Pero estoy consciente de que a diferencia de mí, tú eres una mujer muy ocupada, con un cargo de importancia y toda una institución que dirigir, no quiero, bajo ningún concepto, entorpecer tus actividades o ser el motivo de algún retraso, así que yo estoy a tu entera disposición, podemos ir justo ahora o cuando tú lo decidas- debía admitir que no le hacía demasiada gracia tener que dejar trabajar a su amiga, quien cargaba con una responsabilidad tremenda. Pero era precisamente el hecho de que ella fuese alguien tan importante lo que hacía que Smerenda se sintiese orgullosa de ella.
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Sáb Dic 08, 2018 12:13 pm

Lorie escuchaba a su amiga con atención, ésta no solía hablar mucho de su país o de sus costumbres y le agradaba que le hablara de como había crecido allí. Le costaba imaginarse un mundo sin chocolate, ella que lo comía desde siempre, desde que los europeos lo habían traído de América. Y no solo eso, ella estaba compartiendo un recuerdo sobre su vida y sobre un atracón de chocolate y se rió por la historia, acompañándola en su relato y encontrándola de lo más divertida, Sme no solía hablar a menudo de su pasado.

-Me alegra mucho que aquí puedas comer todo el chocolate que puedas... ¿Sabes? He oído hablar de que en Suiza tienen los mejores chocolates del mundo y que allí puedes encontrar tiendas enteras en las que lo único que venden es eso y de muchísimas variedades, con menta, con fresa, con frutos secos... De verdad, me moriría si visitara una tienda así, seguro que volvería con más carnes de las que tengo. Tu lo has dicho como si fuera algo malo pero mírame, no quieres estar como yo, créeme. -dijo maravillada y a la vez admirando el cuerpo de su amiga, con las curvas adecuadas. Además, la perspectiva de una tienda entera dedicada al chocolate le parecía lo mejor que se había inventado en mucho tiempo. Su amiga dijo que le gustaba más el chocolate que los hombres y eso la hizo reír- Los hombres y el chocolate no son elementos opuestos, Sme, puedes comer buen chocolate y también encontrar un buen hombre. -suspiró, sintiendo una punzada de dolor en el pecho que le recordaba que ella no estaba ahora mismo en grandes términos con un hombre en concreto.

Agitó la cabeza para quitar pensamientos sombríos de su mente, aquel momento era solo para ella y para su amiga y nada podía enturbiarlo. Lorette miró un enorme reloj de cuco que había en su despacho, grande y ostentoso y que además no le gustaba nada. Marcaba que era por la tarde y ya podía marcharse. El trabajo podía esperar a otro día, así que no lo dudó y se levantó para coger de la percha su abrigo, se lo puso y tomó de la mano a su amiga en un gesto con el que pretendía ayudarla a levantarse.- He trabajado bastante por hoy, llevo todo el mes haciendo muchísimas horas fuera de mi jornada porque son necesarias así que por un día que me marche antes de que sea de noche no creo que pase nada. -dijo con una risilla.

Acto seguido abrió la puerta e informó a su asistenta de que se marchaba. La mujer puso una cara de lo más extraña pero se limitó a asentir con la cabeza y a despedirla hasta el día siguiente. Tomó a Smerenda del brazo, como hacían las hermanas y la guió hasta su abrigo para que se lo pusiera.- Vamos, tienes que contarme todo sobre esa velada porque tengo muchas ganas de saberlo. Ahora mismo pido un coche que nos lleve a la tienda... ¿Preparada para comer mucho chocolate? -dijo mientras un toque risueño adornó su mirada, chocolate, una gran amiga y buenas historias se parecía bastante a su concepto de una tarde estupenda.

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