Visita al Paraíso | Privado +18

Las últimas noticias que me estaban llegando sobre cierta información que resultaba crucial en mi vida no me estaban siendo agradables ni beneficiosas, más bien todo lo contrario, me estaban creando frustración, ira y un mal humor de perros. ¿Cuándo llegarían las buenas noticias? Las necesitaba como un día de sol en pleno mes de Abril, necesitaba ver ese arcoiris cuanto antes o me iba a volver loco y me encerrarían en un centro de sanación psiquiátrica.

Aquella mañana, no recibí ningún cuervo, ni ninguna otra especie de ave, mi informante esta mañana había decidido no trabajar, por lo que yo disponía de todo un día entero para hacer algo con mi vida, para relajarme y tomarme una copa o para quedarme en casa siendo un gandul, algo que no era ni mucho menos. Comencé el día con una ducha caliente en cierta medida, pues no había calentado bien el agua y para cuando la regaba por mi cuerpo ya estaba tibia tirando más a fría, pero así despertaba mi cuerpo y mi mente del embotamiento de los sueños. A continuación, tras secarme con una toalla y vestirme con un traje de color negro y camisa blanca -Hoy quería estar guapo.- entré en la cocina y me preparé algo de desayunar, no tenía mucha hambre, pero tenía que hacer el esfuerzo. Tras el desayuno, salí de la casa y fui en busca de mi buen amigo Thomas, el único amigo que tenía.

Tras un día de charla agradable con Thomas, salí de la taberna donde habíamos pasado todo el día y en vez de ir en dirección a mi casa, me desvié por un camino en el que no había ido nunca... Dirección burdel. Thomas se había pegado horas y horas hablando de ese sitio, un lugar no muy barato, donde había cortesanas magníficas con las que desestresarte y pasar un buen rato follando. Hice una mueca ante la última palabra que había salido de su boca, me parecía muy tabú, muy basta y un largo etcétera. A las mujeres, fuesen cortesanas o no, había que tratarlas con cariño, no como un preservativo en el que vaciar tu hombría.

Me lo pensé un par de veces antes de entrar, quedándome como un gilipollas a las puertas, pero vi que otro hombre venía a lo lejos, por lo que entré a toda prisa, no quería ser visto. El lugar era magnífico, con una decoración digna del palacio de un noble o un burgués, se notaba que el dinero aquí se movía. Me acerqué a la Madamme, la que regentaba este burdel y poniendo mi mejor sonrisa, comencé a pedirle lo que quería, seguro que ella podía ayudarme a encontrar lo que estaba buscando. -¡Hola, Madamme! Verá, soy nuevo en este sitio y vengo a hacerle una petición. Me han hablado de una cortesana que trabaja aquí, la señorita Zahir... Me... Me gustaría disponer de sus servicios.- Conforme las palabras salían de mi boca más avergonzado me sentía. ¿Pagar por desestresarme? Era de locos, pero aquí estaba, haciendo caso a mi estúpido amigo.

Tras un repaso de arriba a bajo por parte de la Madamme, me llevó a una habitación grande, con las paredes y la moqueta del color de la lujuría y de la pasión, el rojo. En el centro de dicha habitación, había una cama grande con dosel. Me quedé mirándola ensimismado, aún no había pagado así que si la cortesana no me gustaba quizás pudiera irme... ¿No? Pasé mis manos por el pelo, acicalándome levemente. Me quité la americana y la dejé en la butaca que había a mi izquierda, mientras esperaba a que entrase la cortesana solicitada, estaba nervioso por verla, por ver si era tan buena como decía Thomas, o era todo una mentira y me había mandado a pedir la peor.

Abrí los ojos lentamente al mismo tiempo que lanzaba un suspiro. La luz de la farolas que alumbraban las calles se colaba por el ventanal de la habitación, haciendo que se mezclase con la luz de las velas que había repartidas por toda esta. Era ya casi de noche y todo comenzaría en unas horas; los clientes entrando, las chicas otorgando placer, los gemidos, los gritos, los golpes… y luego, la sonrisa de los clientes satisfechos dejando el burdel. Sí, la noche de nuevo comenzaba… y con ella toda su actividad.

A pesar de que nosotras jamás descansábamos días enteros, si que era cierto que teníamos ciertas horas en que la Madam cerraba el burdel, ya que también necesitábamos descanso… y asearnos. Era una de las primeras normas que había impuesto, una norma que veía bastante razonable y obvia. En mi caso siempre tomaba un baño después de haber estado con un cliente, norma o no, era algo que hacía tanto por mí como por el siguiente cliente. El baño era también una forma de relajarme y un tiempo para estar a solas.

Por el momento la Madam no me había comunicado que requería mi presencia y, haciendo memoria, tampoco había quedado con ninguno de mis clientes. Podría disfrutar un poco más de aquel baño. Lo había preparado con unas sales que la Madam compraba haciendo que el cuerpo quedara impregnado de aquel dulzón olor, uno que siempre me había gustado y que, si había, solía utilizar para el baño. Jugueteé distraída con un poco de espuma que había quedado y fue entonces cuando oí unos golpes en la puerta.


-Adelante –dije mientras me incorporaba un poco en la bañera, normalmente no solía mojar mi pelo por la noche, sino que lo lavaba por la mañana, y lo llevaba recogido en una especie de moño. Tener que arreglarme el pelo conllevaría mucho tiempo, y el tiempo en este negocio era oro. Al otro lado de la puerta la cabeza de Alessa asomó por la puerta y no pude evitar sonreír- Alessia, pasa –dije mirándola viendo como la joven entraba por la puerta y la cerraba tras su paso. Hacía poco más de una semana que la joven, al final, se había estrenado en el lugar. Los días previos a su estreno los había pasado preguntándome todo tipo de cosas, cosas que me hacían reír por lo inocente que sonaba.

Le tenía mucho aprecio a la joven, su pelo rojo le caía en cascada por los hombros y por la espalda, contrastando con su pálida tez y sus ojos verdes esmeralda. Era joven y bella, y aunque todavía no se hacía muy bien con este mundillo… era a una de las que más quería. En cierta forma me recordaba a mí cuando apenas comencé con la Madam, me había metido en un mundo del cual apenas sabía nada y del que me hubiera gustado tener una guía.

-Naitiri, la Madam me manda para decirte que tienes a un cliente esperando –alcé una ceja ante eso, puesto que no esperaba a nadie hasta más tarde aquella noche. Rápidamente salí de la bañera cogiendo una toalla y comencé a secarme -¿Quieres que te ayude? –preguntó mientras miraba la habitación, posiblemente buscando algún vestido para ayudarme. La miré con una sonrisa y asentí… era tan buena y dulce que esperaba que jamás cambiara.
-Gracias Alessia, ¿podrías pasarme el vestido que está en aquél arcón? Escoge el que más te guste–le señalé uno que era en negro y dorado mientras me sentaba en un taburete negro con el cojín dorado encima. Vi como la joven iba hacia el arcón y lo abría mirando lo que había dentro. Era bien cierto que la Madam nos proporcionaba unos trajes de lo más exquisitos, y al gusto de cada una. Ella sabía bien mis gustos y casi siempre compraba vestidos provocativos de diferentes colores, y formas. Dejé que sacara los vestidos mientras me terminaba de secar y comenzaba a vestirme.
-Aquí tienes –dijo delante de mí sujetando el vestido. Era un corpiño en azul turquesa con bordados en negro que se ceñía en la cintura, con unas ligas negras. Sonreí ante su elección y sonreí.
-Tienes buen gusto Alessia, dile a la Madam que estaré enseguida lista. –Alessia asintió con una sonrisa y salió por la puerta dejándome sola de nuevo con aquel vestido.

Quince minutos más tarde ya estaba lisa y preparada, había soltado mi pelo dejando que cayera en forma de cascada y cogí una bata en negro y dorado para cubrirme por encima. Busqué a la Madam y me sonrió nada más verme.


-Querida, el cliente te está esperando en la habitación de siempre –no siempre utilizábamos la misma habitación, las hacía ir rotando cada cierto tiempo. Asentí con la cabeza y, antes de irme, me cogió del brazo y abrió la bata para que viera lo que llevaba. Me hizo dar una vuelta y luego me miró sonriendo- Perfecta y hermosa como siempre. Creo que el cliente va a quedar satisfecho, te ha pedido a ti especialmente… seguramente, habrá oído hablar de ti en algún lugar –se rió divertida entre dientes y ladeó un poco la cabeza, como si le hiciera gracia la situación- Ve y complácele, no lo hagas esperar –me hizo un gesto con la mano y me dirigí negando con la cabeza divertida… esa mujer jamás cambiaría. Siempre le gustaba revisarnos antes de que fuéramos con el cliente.

Me dirigí a la habitación que me había dicho y entré cerrando la puerta tras de mí. El joven que no me había oído llegar, ya que estaba de espaldas a la puerta, se giró para mirarme a lo que yo aproveché para sonreírle, a la vez que me acercaba un poco más a él.


-Perdonad el retraso, señor. Estaba eligiendo qué ponerme para vos –volví a sonreírle, ya que no era del todo mentira. En ese momento me di el lujo de observarlo más atentamente y lo recorrí sin ningún tipo de prisa de arriba abajo; observé el traje negro que llevaba y la camisa blanca que llevaba puesta, pude ver que era un poco más alto que yo, en mi escrutinio subí hasta su rostro y lo contemplé durante unos segundos, un rostro que era varonil a la par que bello, de facciones marcadas. Su pelo rubio cual rayo de sol parecía que acababa de ser peinado, sus ojos de un azul turquesa parecía que hacían juego con el corpiño que había elegido, eran de un color precioso, y sus labios… sensuales provocativos, incitaban a morderlos, la barba que llevaba me hacía querer pasar mis uñas por ella y dejar un leve, pero sensual, mordisco en su barbilla. Me mordí el labio ante la visión de aquel hombre. Vi que estaban el par de copas donde siempre y me acerqué hasta ellas -¿Quiere un poco de vino, señor…? –dije para que me dijera su nombre, al tiempo que servía dos copas de vino. Las cogí para acercarme de nuevo a él y le entregué la suya haciendo que, la bata que llevaba, se abriera un poco dejando a entrever lo que llevaba puesto debajo y di un ligero sorbo sin dejar de observarlo- Decidme señor, ¿habéis venido aquí en busca del… paraíso? –sonreí coqueta acercándome hasta él, pasando uno de mis brazos tras su cuello- Porque si es así –dejé un breve beso en sus labios, mordí su labio inferior y me separé para mirarlo a los ojos-, estoy más que dispuesta a llevaros a el.

Sonreí divertida ante su respuesta de que lo bueno se hacía esperar, algo a lo que yo también podría agarrarme… ya que, sin duda, había sido la gran sorpresa de la noche… y del día. No siempre una tenía la suerte de encontrar a un joven tan atractivo como aquel requiriendo de nuestros servicios… hombres por los que en la calle matarías por tenerlo, aunque fuera, una hora en tu lecho. Una hora en la que aprovecharías cada minuto, y del que disfrutarías cada segundo. Por suerte para mí, la que iba a disfrutar plenamente iba a ser yo, iba a disfrutar recorriendo cada trozo de piel de su cuerpo… y, por lo que veía, él también iba a disfrutarlo.

Volví a beber de la copa de vino mientras contemplaba sus ojos de color turquesa recorriéndome sin pudor alguno, y eso hizo que sonriera de antemano y pegara un poco más mí cuerpo al de él, dejando que también bebiera de la copa de vino. No es que disfrutara en demasía con aquel preciado licor… pero si que era cierto que a veces calentaba mi cuerpo para lo que iba a pasar a continuación. Sobre todo con hombres que solo querían descargar su simiente, sin pensar en nada más… en donde caían varias copas antes de hacer nada con el cliente. Con Gael no sería el caso, no precisaba que aquel licor calentara mi cuerpo… con tan sólo tenerlo tan cerca hacía que mi interior hirviera de deseo, porque pese a mi trabajo, no podía evitar que algún que otro hombre que pasaba por allí me excitara.

Y con Gael era lo que pasaba, me excitaba contemplarlo de aquella manera y disfrutaba con su cercanía. Sí, sin duda iba a aprovechar cada uno de los segundos que pasara enredada en su cuerpo, rozando su cuerpo desnudo con el mío y haciendo que acabara en un más que ansiado orgasmo… casi podía saborearlo con tan sólo pensarlo.
Me reí ante su respuesta a lo del paraíso echando un poco la cabeza hacia atrás y luego lo miré mientras me lamía el labio y luego me lo mordía, pensando en todas y cada una de las maneras en las que podía hacer que llegara al orgasmo, y cuál de todas me pediría que hiciera.

-Podéis llamarme Naitiri, si gustáis. Sólo dejo que me llamen Naitiri a quién… considero merecedores de tal honor –dije con una sonrisa divertida sintiendo sus manos rodear mi cintura- No sólo llegaréis al paraíso, señor Gael, sino que además os dejaré quedaros en el durante un tiempo –dejé la copa de vino que había en la mesita cerca de la cama y dejé que me sentara sobre sus rodillas, llevando mis manos de nuevo tras su cuello dejándome hacer gustosa.

No pude evitar reírme entre dientes ante aquellas preguntas. Era la primera persona que me preguntaba qué era lo que me gustaba, y lo que podía soportar. Por norma general los hombres que requerían de mis servicios no me preguntaban nada en absoluto. Simplemente se resumía en que; venían, me despojaban de mí ropa, me tiraban en la cama y se hundían en mí interior con rapidez y vehemencia,  bombeando una y otra vez… hasta alcanzar el orgasmo y llenar mí interior. Después cogían sus ropas y se marchaban por la puerta para pagar a la Madam quedando satisfechos, pocos eran los que disfrutaban con aquello y, de paso, me hacían disfrutar a mí.

Así que aquel simple y banal comentario me hizo mirarlo más detenidamente al tiempo que sentía su respiración tras mí oreja, y me hizo entender que de nuevo para mí suerte no sería como la mayoría de los clientes. Podría disfrutar de él plenamente, y es lo que estaba dispuesta a hacer.

-Sois el primero que me hace tales preguntas, señor Gael –dije llevando una de mis manos por aquella barba que me había llamado cuando lo vi por primera vez, hundiendo un poco mis dedos haciendo un ‘raspado’ suave sobre ella, bajando por su mandíbula hasta su pecho- Y debo deciros que, en cierta parte, me halaga que lo pregunte. Y os voy a ser totalmente sincera –jadeé bajito tras recibir el beso en mi oreja y me mordí el labio, deseosa de más, al mismo tiempo que mi mano seguía bajando por su pecho- Podéis hacerme todo aquello que más deseéis, Gael –susurré su nombre mientras mi mano siguió bajando hasta llegar al bulto de su pantalón, una evidencia de que estaba excitado y de que su miembro exigía atención. Sin colar la mano por el pantalón ahuequé su miembro y me pegué por completo a él- Creedme, será de mi agrado cualquier cosa que queráis hacerme. Simplemente dejaos llevar, y yo os seguiré –hice con mi mano libre que me mirara y mordí su barbilla como había deseado hacer, al mismo tiempo que lo miraba y restregaba mi cuerpo contra el suyo en una clara invitación.

Mientras estaba sentada sobre su regazo, con una de mis manos en su miembro, repartiendo mordiscos por toda su mandíbula, y restregándome contra él… me preguntaba cuál era su siguiente movimiento. Miles de cosas se me habían pasado por la cabeza cuando me preguntó qué podía hacerme y cuál era mí limite… al mismo tiempo que me intrigaba saber qué me pediría. Estaba ansiosa porque abriera sus labios y comenzáramos con aquel juego. Porque estaba claro, lo había tenido claro desde el momento en que se giró para mirarme… era del tipo de hombres que disfrutaba, y te hacía disfrutar. Había quedado comprobado en el momento en que me hizo aquellas preguntas.

Su dedo pulgar estaba dejando un rastro por mi brazo, como una sutil caricia, en medio del fuego que yo misma estaba encendiendo. Hacía mucho tiempo que no me sentía así con un hombre, rara vez me encontraba con ese deseo y excitación… mucho menos sin haber echo nada todavía.
Le sonreí ante la mención de mí nombre al mismo tiempo que su mano abandonaba el brazo y pasaba para ocupar uno de mis pechos. Sonriéndole llevé mí mano sobre la suya y apreté un poco unos segundos, al tiempo que me mordía el labio inferior y lo miraba haciéndome aquella pregunta.


-He conocido a muchos hombres en mí vida, y he visto cómo actuaba cada uno de ellos–la mano que estaba en su miembro comencé a subirla y bajarla sobre la tela, sin llegar a colar la mano en una caricia lenta- Me di cuenta de que no erais igual que el resto en el primer momento en que me mirasteis… teníais la misma mirada que un felino cuando está observando a su presa, a punto de devorarla –me incliné para dejar un beso en sus labios y con la mano libre agarré su pelo, aferrándolo con fuerza- Si os he concedido ese honor, será porque os creo merecedor de el. No creo que me defraudéis –luego me reí divertida observándolo, al decirme que tenía altas expectativas -¿Hay un reto velado en vuestras palabras? Deberíais saber, señor Gael… que me encantan los retos. –No lo dije como si me hubiera sonado a un reto, sino más bien lo dije con aire juguetón, divirtiéndome con él mientras me ocupaba de recorrer su cuerpo- Os demostraré que estoy a la altura que exigís.

Su mano pronto abandonó mi pecho para comenzar a recorrer mis piernas, mientras yo seguía acariciando su miembro por encima de la tela, no queriendo empezar todavía a la espera de saber qué iba a pedirme. Dudaba que pudiera hacerme algo que no me gustara, aunque como había dicho él se lo haría saber en el caso de que así fuera.

Me concentré en aquel vaivén de mi mano sobre su miembro, observando cómo tiraba su cabeza hacia atrás y disfrutaba con aquello. Acerqué mi rostro a su cuello y dejé que notara mi respiración, algo acelerada, por todo este hasta subir al lóbulo de su oreja en donde dejé un leve mordisco. No sabía porqué, pero ni quería ni podía estar quieta. Todo en lo que mi mente podía pensar era en disfrutar de aquel hombre, de recorrer su cuerpo y disfrutar hasta el punto de llevarlo al orgasmo. Y no una única vez. En sus ojos, cuando me miraba,  podía notar la promesa velada de una noche de pasión y gemidos.

Me mordí el labio ante aquella petición y cuando se levantó, conmigo todavía encima de él, aferré mis piernas en su cintura y sólo me solté cuando me dejó en el centro de la habitación, mientras él se retiraba a la cama y se sentaba contemplándome. Le observé quitarse los zapatos y me deleité con la visión de su torso al descubierto… deleite que mi mente acabó pensando en recorrerla con mi lengua. Pero debía esperar, había pedido que me desnudara lentamente… y es justo lo que iba a hacer.

No quité mis ojos de los suyos en ningún momento mientras llevaba mis manos a aquella bata que me había puesto, haciendo que se deslizara por la piel de mis hombros, lentamente, hasta que finalmente la prenda cayó al suelo sin hacer ruido alguno. Me descalcé quitando aquellos zapatos con un poco de tacón y los hice a un lado mientras con mis manos recorría mi pecho y mi cintura, bajando un poco más por mis piernas. Me incliné y comencé a bajar aquellas medias que todas solíamos llevar, quitándome solamente una. Subí enderezándome de nuevo y sonriéndole me di la vuelta, apartando el pelo de mi espalda dándole una vista completa de mi cuerpo… e hice lo mismo con la otra media, dándole una buena vista de mi trasero. Tiré esa media y me giré para mirarle de nuevo, sonriendo mientras llevaba mis manos subiendo desde mi sexo hasta mi pecho, en una caricia lenta y suave que hizo que soltara un leve jadeo sin poder evitarlo.

Tan sólo quedaban dos prendas en mí cuerpo, y lo que hice fue comenzar a moverme de forma sensual y provocativa, como si estuviera escuchando de fondo alguna melodía que me estuviera invitando a bailarla, sin dejar de recorrer mi cuerpo y morderme el labio. Todo eso sin quitar mi mirada de la suya. Quería que sufriera un poco con todo aquello, no un mal sufrimiento… sino un sufrimiento de deseo.


-Me gusta vuestro juego, señor Gael… y estoy dispuesta a hacer que os queméis por el –le sonreí y comencé a desabrochar lentamente los lazos que llevaba el corsé, sin dejar de mover mi cuerpo. Quedé de perfil a él cuando sentí que el corsé estaba casi libre y comencé a quitármelo, pero dejé un brazo sobre mi pecho. Luego lo miré de frente y liberé el brazo que cubría mi pecho. Sin poder evitarlo llevé mis  manos a mis pechos y los apreté con fuerza, mordiéndome el labio por el acto. Podía sentir en la palma los pezones erectos, y no pude evitar frotarlos sin dejar de mirarlo en ningún momento- Habéis pedido que me quedara desnuda –comencé a bajar mis manos por mi torso, bajando por mí cadera, hasta llegar a la última prenda. Colé una mano sonriendo divertida y acaricié mi sexo por debajo de la tela, haciendo que él lo notara… y jadeé mirándolo. Notaba los principios de mi sexo comenzando a mojarse, y sin dilación bajé aquella prenda quedándome completamente desnuda. Me quedé ahí quieta, tal y como me había pedido, y le sonreí, expuesta ante él, deseando que me tocara- Pedidme Gael… estoy deseosa por tocaros.

Al igual que él estaba disfrutando con las vistas de mí cuerpo, yo también lo estaba haciendo el suyo. La imagen de él sentado en aquella cama, con el cuerpo un poco hacia atrás, y su mano acariciando su abultado miembro mientras me miraba de aquella forma… era algo realmente erótico.
Muchos de los hombres no hacían ese juego previo que él estaba haciendo, algo que a mí me encantaba. Solamente se centraban en su placer y en cómo conseguirlo a través de mí cuerpo.
Se centraban en mí, pero no se centraban en mí de esa forma. Él sin siquiera hacer nada ya estaba haciendo que disfrutase desde el principio. Y el juego que se traía entre manos me estaba gustando bastante.

Le sonreí cuando dijo aquella frase y me quedé mirándolo, esperando a ver su siguiente petición. Le observé levantarse y extender ambos brazos para luego soltarme aquella pregunta mirándome de aquella forma, y no pude más que sonreír. Miré a sus pantalones durante unos segundos, y luego le miré a él al mismo tiempo que me acercaba y recorría el poco espacio que nos separaba. No me detuve hasta que sentí en mi pecho su torso desnudo, y me quedé ahí quieta un momento.


-Habéis visto el paraíso… -con una de mis manos aferré su pelo y le di un beso, terminando con un mordisco en su labio inferior, y le sonreí divertida- Pero todavía no lo habéis probado –llevé mis manos a sus hombros y comencé a bajar por su cuerpo, haciendo figuras imaginarias por su torso mientras bajaba hasta que me detuve en su pantalón. Para ese momento yo ya estaba de rodillas y mis manos estaban desabrochando el pantalón hasta conseguir abrirlo- Esto sobra –comenté divertida bajándolo por sus piernas hasta dejarlo en el suelo. Subí por estas acariciándolas con mis manos y dejé mis manos en sus caderas.

Libre de aquel pantalón la erección que se marcaba bajo los calzoncillos se hizo más notoria, y no pude evitar recorrerla por fuera, cuan larga era, con mi dedo índice mientras me mordía el labio. Levanté la mirada y dejé el dedo sobre la punta que ya sobresalía de la prenda, y le sonreí divertida por aquello. Siendo fiel a lo que me había pedido metí solamente el pulgar de cada mano por la cinturilla de la prenda y llevé mi boca al centro de esta. Cogí con cuidado el borde y sentí como mi nariz rozaba su miembro… y comencé a bajarle aquella prenda lentamente, mientras lo observaba. No tenía ninguna prisa por quitarle aquella prenda y quería que disfrutara de aquello.
Mientras bajaba, al mismo tiempo, mi nariz rozaba levemente su miembro conforme se iba liberando de la prisión de aquella prenda, libre de ataduras.

Una vez terminado quité con mis manos la prenda tirándola hacia abajo y lo contemplé finalmente desnudo, con su miembro hinchado alzándose con promesas de placer… promesas que quería conocer de primera mano.
Su petición estaba echa, y yo ya sabía cuál era el siguiente paso. Acerqué mí boca a su miembro y lo lamí cuan largo era sin que él me hubiera dicho nada, dejé un beso en la punta y sin previo aviso abrí mi boca y comencé a metérmelo, lento y despacio, haciéndome a su grosor y largura, sintiendo lentamente como cada centímetro se metía en mí boca. Aferré sus caderas para tener un apoyo y mejor y fui sacándolo lentamente, igual que me lo había metido. Succioné un poco la punta antes de liberarlo del todo y levanté mi mirada sonriéndole, esperando a ver qué era lo siguiente que me pedía. Aunque sabía muy bien la respuesta.

Oír los gemidos que lanzaba mientras tenía su miembro dentro de mí boca era la mejor respuesta que, cualquier mujer que se preciase, debía de escuchar cuando le hacía algo así a un hombre.
Eso y sentir una de sus manos entorno a tu pelo, en parte agradecí que lo recogiera un poco ya que me facilitaba las cosas… o, también, notar como llevaba su mano a tu cabeza al mismo tiempo que la movía haciendo que me introdujera más su miembro, totalmente dentro de mí boca.
Señales inequívocas de que lo que estabas haciendo lo estabas haciendo de maravilla. Nada mejor como fijarse en las señales que el cuerpo mandaba para determinar si lo hacías bien, o por el contrario lo estabas haciendo mal.

Me levanté quedando de nuevo de frente a él cuando dijo que le tocaba a él y sentí cómo me levantaba en brazos sin ningún tipo de esfuerzo, llevándome hasta la cama donde me dejó tumbada en ella. No pasaron ni dos segundos y ya sentía el cuerpo de Gael encima del mío, pegándose completamente. Le seguí el beso cuando comenzó aquel baile de lenguas y luego cerré los ojos dejándome hacer, disfrutando con las caricias que sus labios y su boca me prodigaban.

Jadeé al sentir sus labios sobre mis más que duros pezones, jugando con ellos, mordisqueándolos. Hacia que un escalofrío recorriese mi cuerpo, mordiéndome el labio dejándome hacer más que gustosa. No pude evitar soltar un leve gemido cuando pasó a succionarlos antes de liberarlos de aquel divino castigo. Sus labios estaban haciendo un recorrido descendiente que iba a acabar en mi sexo, algo por lo que no podía esperar a que pasara. Estaba deseando que me tocara en aquel centro caliente de mí cuerpo, donde sentía como mandaba oleadas calientes por todo mi cuerpo haciendo que me encendiera sin poder, ni querer, evitarlo.

Gemí al sentir cómo introducía dos dedos dentro de mí sin ningún tipo de complicaciones. A esas alturas estaba tan húmeda y excitada que no le había costado nada hacer aquello, sus dedos estaban fríos en comparación con lo caliente que estaba en mí interior. Mi cadera se elevó lanzando un gemido más sonoro cuando su lengua me rozó el clítoris haciendo que mi cuerpo vibrase de placer.

El frenesí que llevaba con sus dedos hacía que mis pulsaciones se aceleran, haciendo que cerrara los ojos y gemidos escaparan sin control alguno de mis labios. Estaba disfrutando como hacía tiempo que no lo hacía, y todo gracias a sus hábiles manos… y al juego que su lengua marcaba en mí clítoris. Tuve que llevar una mano a su pelo para aferrarlo con fuerza mientras sentía cómo las oleadas se iban expandiendo por mí cuerpo, cada vez más fuertes, cada vez más intensas…
Cada vez que recorría mi sexo y terminaba en el clítoris una oleada de fuego recorría mi cuerpo, haciendo que elevara mi cadera, gimiera y aferrara con fuerza su pelo. Entre su lengua y sus dedos entrando y saliendo de mí con rapidez estaba llegando a un punto en el que, como siguiera así, iba a ser yo la que llegara al orgasmo antes de que lo hubiera echo él.

Pareció leer mi mente porque metió otro dedo deslizándolo por mí interior, pero esta vez comenzó a parar enseguida. Abrí los ojos y suspiré intentando controlar mi respiración que era rápida y entrecortada, y los latidos de mí corazón que parecía que iba a salirme del pecho. Le miré desde aquella postura y me mordí el labio, aquella vista con su rostro entre mis piernas, a unos centímetros de mí sexo húmedo y expuesto, y aquella mirada… era una imagen erótica. Sentí su respiración contra mí sexo, que palpitaba de deseo, húmedo por todo lo que me había echo, y jadeé moviendo mi cadera de nuevo. Quería más, mucho más. Pero sabía que todavía no era el momento, que todo llegaría a su tiempo.


-Qué pervertido que es, señor Gael –le comenté incorporándome, apoyando los codos en la cama para mirarlo mejor. Me mordí un labio ante sus palabras y jugueteé con la mano que todavía seguía en su pecho, mirándolo divertida- Me gusta que lo seas –le confesé, no tenía porqué mentirle y había quedado demostrado, y claro, que yo lo era a su misma par. –Podéis hacer lo que queráis con el, y lo que más os apetezca. No os voy a negar nada –repasé su labio inferior con mi dedo, y esperé a ver qué era lo que se le ocurría ahora.
En cuanto a lo de negar, no lo haría porque era el cliente y tuviera que ‘cumplir’ con sus deseos… sino porque veía realmente difícil negarle algo. No cuando lo estaba disfrutando tanto.

Sentía como las pequeñas olas de placer que recorrían mi cuerpo poco a poco se iban desvaneciendo, lentamente. Mi pecho subía y bajaba con menos rapidez que hacía escoas minutos y sentía como mi corazón recuperaba su ritmo habitual. El placer se iba desvaneciendo de forma gradual, dejando mi cuerpo ardiendo y con ganas de llegar a esa cima que me había enseñado, pero no me había dejado llegar.
Sonreí por aquello. Sabía que cuanto más atrasara el orgasmo más disfrutaría de el luego. Era algo que había aprendido en todos aquellos años. Era como si lo fueras acumulando, poco a poco, y luego lo soltaras de golpe.

Me reí entre dientes al dejarme claro que iba a probar mi culo y no lo dudaba ni por un solo segundo. No por nada me había preguntado previamente lo que podía hacer con el.
De nuevo era el primero que me preguntaba aquello, los demás no tenían por costumbre preguntarme si podían follarme por detrás… simplemente lo hacían. Directos. Sin vacilar.
Mordisqueé sus labios cuando los dejó sobre los míos, mientras decía que no era pervertido, que era un hombre al que le gustaba el sexo y que lo decía abiertamente.


-Estoy segura de que no he sido la primera, ni la última, que os ha llamado pervertido. Está bien entonces… sois un hombre al que le gusta el sexo, y lo decís sin ningún tipo de tapujos. Os reconozco el mérito –le dije algo más divertida y me mordí el labio. Si él supiera realmente, cuán pervertida era, seguramente me miraría con una ceja alzada, pensando que era parte de mí trabajo. Y no era así realmente. Fuera de aquel lugar, donde no era cortesana… era igual que él. Me gustaba el sexo y disfrutaba de sus variantes, fuera de aquel lugar surgía la verdadera Naitiri. Aunque con algunos clientes, pocos, disfrutase realmente… con el resto era un papel que debía representar.

Lo miré recostarse en la cama, apoyar su espalda contra el cabecero de la cama y acariciar su miembro que todavía seguía hinchado y duro. Y supe lo que tocaba. Me erguí sentándome en la cama a su lado sonriendo por sus palabras y dejé que me cogiera para que me pusiera encima de él. Sentí cómo su miembro, al fin, entraba en mí interior centímetro a centímetro, haciendo que soltara un gemido al tenerlo dentro de mí y echara mi cabeza hacia atrás. Sentí su boca en uno de mis pechos y su pelvis dar pequeños golpecitos, impaciente porque comenzara a moverme.

Y así lo hice, comencé a moverme de forma lenta subiendo y bajando, enterrando una y otra vez su miembro dentro de mí. Se había acoplado perfectamente en mí interior, debido a lo húmeda y excitada que estaba, y había sido más placentero que otra cosa. No tenía ninguna prisa así que el ritmo con el que comencé fue uno lento, incrementando poco a poco el ritmo.

Mi cabeza estaba echada hacia atrás y sentía mi pelo rozar mi espalda cada vez que me movía, sus manos en mi cadera agarrándome con fuerza y sus dientes apresando mi pezón. Mis manos estaban en sus hombros, apoyándome, ayudando a que comenzara aquella cabalgata con menor esfuerzo. Los jadeos salían de mi boca cada vez que me enterraba su miembro en mi interior, podía notar como me llenaba y eso hacía que jadeara por el placer. Me mordí el labio incrementando más la velocidad con que lo montaba.

Dejé una mano en su pelo y comencé a aumentar cada vez más y más el ritmo, dejándome llevar por el placer. Subía y bajaba con rapidez sobre él sintiendo como el placer volvía de nuevo en pequeñas olas, haciendo que cada vez fuera más rápido. Movía mi cadera en círculos de vez en cuando sintiéndolo plenamente al mismo tiempo que me dejaba llevar.

Hasta que finalmente aferré con fuerza su pelo haciendo que soltara mi pecho, dejando su cabeza echada hacia atrás, donde comencé a morder su cuello y su rostro, gimiendo por el placer que se extendía por mí cuerpo.
Había cogido un ritmo rápido y rudo, donde su polla entraba y salía de dentro de mí con rapidez, haciendo que nuestros cuerpos chocaran produciendo un ruido que me estaba volviendo loca. Le miré y subí a sus labios donde gemí sobre estos, para luego pasar a besarle. Llevé una de sus manos a mí sexo y la dejé ahí, rodeé su cuello y la mano libre arañó su pecho, enardecida por el ritmo que estaba marcando, sintiendo como el orgasmo estaba próximo por llegar.


-Estoy deseando que os corrías, Gael –le miré fijamente, era imposible contener los gemidos que escapaban de mí boca, y hablar era algo costoso- Y ver como, vos mismo, nos lleváis al paraíso –No dudaba que pudiera hacerlo, ni por un segundo, y estaba segura que lo haría sin mayor problema. Mordí su labio y lo miré moviéndome salvajemente sobre él, sintiendo como el orgasmo se iba acercando. Tampoco es que no disfrutara con aquello.. pero cuando fuera él quien diera, lo disfrutaría más

El ritmo que estaba alcanzando era rápido y rudo, sintiendo como su mano en mi cadera me ayudaba a subir y bajar sobre él, aferrándome con fuerza a su pelo a modo de ancla teniendo un punto de apoyo. Correspondí a su beso dejándome llevar sintiendo como, cada vez más, las oleadas de placer se intensificaban a lo largo de mí cuerpo. Su mano en mí sexo ayudó bastante a ese calor, haciendo que gimiera en el beso sin separarme de sus labios.

Le miré a los ojos cuando me habló y me mordí el labio, deseando saber qué iba a hacerme en aquel preciso instante. No se hizo de esperar mucho, cogiéndome de las caderas comenzó a levantarme lentamente haciendo que su miembro saliera del todo, provocándome una sensación de abandono y un gemido frustrado, justo cuando empezaba el camino de no retorno hacia el orgasmo. Me quedé en la cama observándolo con mordiendo mi labio inferior, y me dejé guiar por sus manos.

Dejé que me pusiera de rodillas enfrente de él y le miré de reojo sabiendo que con aquello empezaría el punto y final. Uno que ambos estábamos deseando que pasara, nuestros cuerpos nos pedían a gritos alcanzar el orgasmo y Gael, detrás de mí, iba a hacer que llegáramos. En aquella posición mi sexo queda abierto y expuesto, sintiendo como palpitaba de deseo y quemaba de placer. Estaba tan excitada y tan húmeda que podría jurar a que alguna que otra gota de mi excitación caería sobre la colcha de la almohada. Me reí entre dientes al sentir sus manos en mi cadera, acercándome a él, y jadeé cuando sentí la punta de su sexo rozar la entrada de mi culo e intenté normalizar mi respiración.

Jadeé al sentir como introducía un poco la punta y grité, de gusto, cuando sentí como de un certero y rápido empujón la metía dentro de mí. Podía sentir como las paredes intentaban ajustarse a su anchura, sintiendo completamente su polla dentro de mí. Sentí como una corriente eléctrica cruzaba mi cuerpo hasta acabar en mí sexo, dando una sacudida, que hizo que cerrara los ojos durante unos segundos disfrutando de la sensación.

La cosa mejoró cuando empezó a coger ritmo y mi interior se adaptaba a cada embestida que me daba con su polla dentro de mí. Aferré con fuerza la colcha de la cama y tiré la cabeza hacia atrás cuando lo sentí recostarse en mi espalda, jugando con uno de mis pechos. Mi interior ardía con cada nueva embestida, haciendo que un pulso eléctrico recorriera mi cuerpo acabando en mí sexo, intensificando la sensación.


-¡Oh, Sí! –gemí enterrando una de mis manos en su pelo, moviendo mis caderas para sentir sus penetraciones aún más. Llevé una de sus manos a mi sexo de nuevo, sintiendo que debía de aliviar la quemazón que sentía en el lugar, haciendo que el placer se intensificara por dos. El ritmo que estaba alcanzando me estaba volviendo loca, sentía sus testículos chocando contra la parte baja de mi sexo y esa combinación era deliciosa. Cerré los ojos y me centré en disfrutar de las sensaciones, sintiendo como se avecinaba un poderoso orgasmo en mí interior. Disfrutando como hacía tiempo que no lo hacía.

Sus caderas seguían marcando un ritmo rápido y duro, haciendo que la habitación se llenara y mezclara entre los gemidos de ambos y el ruido que provocaba cuando daba cada embestida. Notaba como cada vez más me estaba llevando al orgasmo, mi cuerpo comenzó a tensarse, mi respiración era entrecortada y solo escapaban gemidos de mis labios, y un fuego interior comenzó a subir por mí cuerpo, centrándose sobre todo en mi sexo y cada parte que tocaba y rozaba dentro de mí.
Sentía como me quemaba por dentro, mi sangre era como lava líquida que recorría mi cuerpo calentándolo a su paso, haciendo que el placer cada vez fuera mayor.

Escuché sus palabras y, entre gemidos y embestidas, me reí entre dientes sin dejar de mover mis caderas hacia atrás, ayudándolo con cada envite de su polla dentro de mí. Era una sensación deliciosa, y de la cual hacía mucho que no sentía. Agradecía a quien le hubiera podido aconsejar que se pasara por el burdel…, porque estaba disfrutando mucho con aquella situación… y mi sexo se lo agradecía mucho, también.
El hecho de que dijera aquellas palabras quería decir que había cumplido con sus expectativas, algo de lo que me alegraba, aunque supiera de antemano que iba a ser así. No dudé ni uno de los segundos cuando me dijo que eran altas en que iba a superarlas, con creces. Y él me lo acababa de confirmar.

Iba a abrir la boca para decirle algo, como pudiera, entre los gemidos que escapaban de mí boca… pero no pude, sentí su mano en mí sexo que yo misma había llevado ahí previamente, y sentí como me rozaba el clítoris, haciendo que mi cuerpo temblara ante la mera caricia, sumando más placer si eso era posible. El remate final fue cuando sentí como en aquella parte de mí cuerpo, que pedía a gritos que la atendieran, introdujo un par de dedos dentro de mí, haciendo que me aferrara con fuerza a su pelo y gritara, aliviando la necesidad y la quemazón que sentía. La cosa mejoró cuando movió los dedos al mismo tiempo que me embestía creando una sensación de doble penetración que me estaba volviendo loca, haciendo que llegara a la cúspide del placer. No tuvo compasión alguna conmigo y me gustó que me tomara de aquella forma, dura, rápida, profunda…


-¡Dios… no pares! –grité presa del placer que me estaba haciendo sentir, dejándome llevar por las suaves olas que recorrían mi cuerpo, sintiendo como estas ganaban cada vez más fuerza e iban más rápido. Mi mano aferró con fuerza la colcha y la otra tiró de su pelo, enredado en él. La cabeza hacía atrás mientras jadeaba, gemía y me dejaba llevar por las sensaciones que sentía. Lo sabía, estaba a punto de correrme. Sus manos, sus dedos, su polla dentro de mí… era más de lo que había podido esperar. Sentí un calor abrasador recorrerme y supe que había llegado al límite, sentí como mi sexo se contraía con fuerza, al igual que mí culo, y sentí más sus dedos y su polla saliendo y entrando. -¡Ah! ¡Sí! ¡SÍ! –grité sintiendo como mi cuerpo estaba tenso, a la espera de la liberación… y fue entonces cuando, con un par de embestidas más fuertes, Gael se corría en mí interior. Y fue el detonante de todo, grité como hasta hacía poco no lo había echo y cerré los ojos sintiendo el orgasmo recorrer todo mi cuerpo, de forma poderosa y abrumadora. Durante un par de segundos no respiré dejándome llevar por el inmenso placer que me recorría sintiendo a Gael pegado a mí espalda. Y me corrí, y lo hice como hacía mucho tiempo que no lo hacía.

Me quedé quieta conforme estaba sintiendo el orgasmo arrasar mi cuerpo disfrutando de el y lo que me provocaba. Mi sexo se contraía entorno a los dedos de Gael, y a su polla en mí culo, haciendo que todo fuera más intenso. Por fin cogí aire y abrí los ojos algo abrumados por el placer, sentía mi corazón acelerado a la par que mi respiración, con el orgasmo recorriendo mi cuerpo de forma menos potente, más suave, y gemí cuando al moverme para estar en una mejor postura sus dedos, y su polla, me rozaron las sensibles zonas que me habían echo acabar en un potente orgasmo.


-Gael… -suspiré ladeando mi cabeza para intentar verlo, ya que no quería moverme mucho, disfrutando de su cuerpo pegado al mío y dentro de mí. La sensación de relajación que sobrevino después del orgasmo fue abrumadora, relajando cada músculo de mi cuerpo que había estado tenso hacía un par de minutos, sintiéndome llena y satisfecha con aquel encuentro. –Bienvenido al paraíso –me reí entre dientes divertida sintiendo su respiración contra mi cuello, y enarqué una ceja cuando vi que tras correrse se había quedado tan quieto y callado -¿Estás bien? –pregunté con una sonrisa, ya que sabía que precisamente estaba mejor que bien.

Me quedé recostada en la cama con los ojos cerrados, mordiéndome el labio inferior mientras mi respiración volvía a la normalidad. Tenía el cuerpo cubierto por una fina capa de sudor que hacía que se me erizase el pelo cuando Gael se quitó de mí lado, sintiendo un lento palpitar en mí sexo, un último resquicio del orgasmo que habíamos tenido y que me hacía recordar lo que acababa de pasar.

Levanté la cabeza apoyándola en mi mano, con el codo en la colcha, para observarlo mejor mientras rebuscaba entre su ropa. Me di el lujo de contemplarlo de espaldas; los músculos de esta se pronunciaban cada vez que movía sus brazos dejando ver que se cuidaba bastante. La espalda era ancha y grande y si te fijabas bien podías ver un leve arañazo en el… seguramente se lo habría echo cuando había estado encima de él. Seguí mi recorrido por su cadera y me detuve en su culo, firme y respingón, y terminé en sus piernas bien torneadas. Gael era igual de atractivo por delante, que por detrás.

Cuando se giró a mirarme me di cuenta de que me había pillado mirándolo de aquella forma, y le sonreí sin ningún tipo de pudor por que me hubiera encontrado así. Al girarse me di cuenta de que estaba tapado, a lo que hice un mohín… me había tapado unas vistas inmejorables.
Me tuve que reír, de verdad, cuando soltó aquello de los cinco minutos… y me lamí los labios reconsiderándolo durante unos instantes. No me dio tiempo a responderle ya que se tumbó en la cama a mí lado, me agarró de la cintura y me tumbó sobre él pegando mi pecho al suyo, sintiéndolo completamente pegado a mí cuerpo.

Le sonreí agradecida por sus palabras y jadeé cuando movió su cadera, haciendo que sintiera de nuevo su sexo justo en mí centro, haciendo que ondeara mi cadera tras su movimiento, aferrando con fuerza su brazo. Me provocaba de una forma encantadora, yo me dejaba hacer.


-Deduzco por tus palabras, entonces, que he cumplido con las expectativas – le sonreí dejando mi otra mano en su pelo, enredada en el. Enarqué una ceja por sus últimas palabras y comprendí, de pronto, que era la primera vez que Gael pisaba un burdel. Y me alegraba que hubiera sido tan satisfactoria para él. -¿Es la primera vez que requieres de una cortesana? –No lo pregunté de ningún modo despectivo, simplemente se me hacía difícil comprender porque un hombre como él necesitaría ir a un burdel, cuando estaba segura que podría conseguir a cualquiera que se proponga- Espero que haya sido gratificante y… placentera -esa vez fui yo quien movió la cadera justo sobre su polla, que ya estaba semirecta, y le mordí su labio inferior.

Le miré durante unos segundos y me pensé qué contestarle a aquello. Por lo normal cuando había terminado esperaba hasta que el cliente se fuera, y una vez que estaba sola salía de aquella habitación. No era muy común, ni normal, que los hombres se quedaran mucho más tiempo. No acudían al burdel para hablar con las mujeres, venían para follárselas y luego marcharse. Hasta ahí todo perfecto. El problema venía en que me sentía cómoda y a gusto con él, y no quería que se marchara de momento.


-Bueno… por normal general una vez terminado el cliente debe de irse, muchas veces deseo que se marchen rápido –recorrí sus labios con mi dedo- Sin embargo,  si te quedas más tiempo no pasa nada… invita la casa –le guiñé un ojo divertida y me moví sobre él- Antes has mencionado que si te daba cinco minutos me follabas otra vez –le miré divertida y juguetona –Eso quiere decir que, ¿si te doy media hora… me follarías seis veces? –pregunté riéndome sobre él divertida por la broma, relajada y cómoda con la situación. Si se ponía así, era fácil hacerme olvidar dónde estaba exactamente, sintiéndome algo más… libre. –Mmm, me pregunto qué me harías si te doy media hora –moví mí cadera provocándole e incitándole.

Estaba completamente relajada tumbada sobre Gael, su dedo recorría mi columna por completo haciendo que un pequeño escalofrío recorriese mi cuerpo, en respuesta a lo que me estaba haciendo. Era uno de mis puntos débiles, y el contraste de su dedo con el calor que desprendía mi cuerpo, era una combinación que me gustaba bastante.
A pesar de que ya sabía la respuesta de la pregunta que le había echo, no pude evitar enarcar una ceja observándolo, preguntándome porqué alguien como él necesitaría de un burdel para suplir sus ganas de sexo. Era algo que encontraba totalmente inexplicable, estaba claro que no era la primera vez que tenía sexo con alguien… Aunque me alegré de haber sido una muy buena primera vez.

Había sido una sesión muy placentera y había disfrutado como hacía tiempo que no lo hacía. Gael era el tipo de hombre que me gustaba llevar a mí cama, uno al que le gustase recibir… pero igualmente dar. No sólo buscaba su placer a través de mí cuerpo, sino que buscaba también darme placer a mí. Y pocos hacían lo mismo que él, o se interesaban en que llegase al orgasmo. Pero sabía que mi intuición no me fallaba, en cuanto lo vi por primera vez y me miró de aquella forma… supe que sería uno de esos hombres, que había pocos, que te hacían disfrutar a su misma par.

Gemí entre dientes al sentir cómo movía de nuevo su cadera, intensificando la presión con la que se movía contra mí, provocando que un leve temblor me recorriera el cuerpo al darme justo en el centro de mí sexo. Me mordí el labio y le miré sonriendo, divertida porque me siguiera el juego. Era tan excitante tentarlo como era igual de divertido.
También era debido a que me encontraba extrañamente cómoda con él, algo que no me había pasado con ninguno de los clientes.

Me reí apoyando la frente en su pecho cuando soltó aquella frase y, por un segundo, me imaginé a la Madam entrando por la puerta al cabo de una semana, seguramente frunciendo el ceño… pero sonriendo porque sabría que la suma sería cuantiosa. Era una escena que jamás llegaría a ver, pero que igualmente me había parecido muy graciosa. A esas alturas no sabría decir si encontraríamos a una Madam contenta… o por el contrario, totalmente fuera de sí. Dado lo recelosa que era, no apostaba por ninguna.

Sentí sus labios en mi cuello y arañé su pecho cuando dejó un mordisco, haciendo que gimiera por ello, algo que siempre me había gustado que me hicieran. Algo que consideraba un punto débil para mí. Me restregué contra él apretándome más contra su polla, que por momento iba notando cómo cada vez se endurecía, clavándose contra mi vientre.
No me dio tiempo a contestarle a su siguiente pregunta… ni tampoco a la otra. Cuando me quise dar cuenta Gael era ahora el que estaba encima. Habría aprisionado mis manos encima de mí cabeza haciendo que fuera imposible mover mis manos y ponerlas sobre su pecho y espalda.

En esa posición su polla se clavaba aún más en mí sexo haciendo una fricción que era deliciosa, y que me estaba tentando mucho más de lo que ya estaba tentada. Moví mi cadera arqueándola hacia su sexo y me rocé de nuevo, mordiéndome el labio por la maravillosa sensación, aunque pequeña, de placer que me recorrió.
Lo miré y le sonreí, esperaba que le contestara a mis preguntas… aunque él suponía, tan bien cómo yo, cuáles iban a ser mis respuestas.


-¿Cuánto voy a gritar? –me reí entre dientes por decir tal osadía de su parte, dejándome claro que había disfrutando también oyéndome en todo momento- Tanto como puedas darme, Gael –me removí bajo él respondiéndole al beso, mordiendo su labio inferior cuando me separé- ¿Te parece esto… -llevé mis piernas a su cintura, ya que mis manos estaban aprisionadas, y empujé su cadera  hasta que se pegó por completo a mí. Tan sólo nos separaba un trozo de tela de estar piel con piel- suficiente de que estoy segura… o quieres otra invitación? –Le reté sonriéndole divertida- Si tuviera las manos libres estarías desnudo, y dentro de mí –me la mí los labios esperando a que diera el siguiente paso.