AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La noche tiene mil ojos {Privado}
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La noche tiene mil ojos {Privado}
El cuerpo inerte de la mujer rubia cae pesadamente al piso haciendo un ruido sordo que nadie escucharía. No hay un nombre, ningún apellido, ningún estatus social, una simple y desdichada humana que ha servido como cena a tan sedienta criatura de la noche. La silueta de un hombre de gran estatura se esconde entre las espesas sombras del callejón desolado, la luz de luna llena es la causante de develar aquel rostro joven y perfecto, blanco como el invierno presente, tan exacto como cualquier obra de arte exhibida en alguna galería. Sus ropas son elegantes como su porte, un traje negro combinado con blanco lo envuelve, lo único que desentona es aquella mancha espesa de rojo color carmín impregnada sobre sus labios gruesos la cual limpia sensualmente con la punta de su lengua, un crimen desperdiciar tan delicioso manjar.
La mujer ante sus pies no logra causarle la minima de las culpas, no siente remordimiento por ninguna de las muertes que ha acarreado a lo largo del año que tiene siendo un vampiro. Se adapto rápido al cambio, aprendió a quererlo, a gozarlo. Alza la vista y se encuentra con el lugar que esta impregnado de recuerdos y sabe que dentro se encuentra su única y verdadera razón por la cual ha regresado. Ebba. El solo pensar su nombre le produce un ansia. Ebba. El imaginar su perfecto rostro lo llena de ganas. No puede evitar preguntarse si seguirá siendo la misma, esa mujer altiva, orgullosa…sensual.
Sus pies sobre el pavimento apenas logran producir un leve sonido, da la impresión de ser una especie de ente sobrenatural que flota sobre la calle empedrada. Sus movimientos con gráciles y sofisticados, su mente no puede apartar la imagen de su hermana. Se queda de pie frente a la imponente mansión, cerrando los ojos, imaginándola tendida sobre su cama, durmiendo, ignorante del mundo exterior. Recrea una escena en su cabeza: el entrando a la habitación, mezclándose entre las penumbras como si de un fantasma de tratase, inclinándose sobre el rostro de Ebba, acariciándolo, respirando su delicioso aroma humano.
Abre los ojos y empieza andar de manera decidida, no tiene caso seguir retardando ese encuentro, sabe que probablemente le esperan reclamos de parte de ella por haber desaparecido tan inesperadamente, sin ninguna nota, sin razón aparente. Al llegar a la entrada principal saca una llave plateada de su bolsillo y logra entrar al interior sin problema alguno. El olor de Ebba esta por toda la sala, la galería, la cocina, los pasillos enteros. Y pronto se encuentra tras la puerta que la refugia, puede escuchar su respiración a la perfección, puede escuchar incluso cada uno de sus latidos, puede percibir el sueño profundo en el que se encuentra.
Gira la perilla de la puerta de roble con extremo cuidado y logra entrar a la habitación de manera anónima, la joven sobre la cama se encuentra exactamente como la imagino anteriormente, su belleza persiste, es incluso más marcada. Thibault no puede resistir el acercarse, alarga su mano dispuesto a acariciar su femenino rostro pero se queda inmóvil apenas escasos milímetros, no pretende interrumpir su sueño con la gelidez de sus manos. Permanece de pie, sin apartar la vista durante casi veinte minutos. Finalmente decide sentarse sobre el lado vacío de la cama, se acomoda sobre las blancas sabanas de manera cautelosa hasta quedar recostado de lado, mientras ella le da la espalda ignorante de su compañía.
La mujer ante sus pies no logra causarle la minima de las culpas, no siente remordimiento por ninguna de las muertes que ha acarreado a lo largo del año que tiene siendo un vampiro. Se adapto rápido al cambio, aprendió a quererlo, a gozarlo. Alza la vista y se encuentra con el lugar que esta impregnado de recuerdos y sabe que dentro se encuentra su única y verdadera razón por la cual ha regresado. Ebba. El solo pensar su nombre le produce un ansia. Ebba. El imaginar su perfecto rostro lo llena de ganas. No puede evitar preguntarse si seguirá siendo la misma, esa mujer altiva, orgullosa…sensual.
Sus pies sobre el pavimento apenas logran producir un leve sonido, da la impresión de ser una especie de ente sobrenatural que flota sobre la calle empedrada. Sus movimientos con gráciles y sofisticados, su mente no puede apartar la imagen de su hermana. Se queda de pie frente a la imponente mansión, cerrando los ojos, imaginándola tendida sobre su cama, durmiendo, ignorante del mundo exterior. Recrea una escena en su cabeza: el entrando a la habitación, mezclándose entre las penumbras como si de un fantasma de tratase, inclinándose sobre el rostro de Ebba, acariciándolo, respirando su delicioso aroma humano.
Abre los ojos y empieza andar de manera decidida, no tiene caso seguir retardando ese encuentro, sabe que probablemente le esperan reclamos de parte de ella por haber desaparecido tan inesperadamente, sin ninguna nota, sin razón aparente. Al llegar a la entrada principal saca una llave plateada de su bolsillo y logra entrar al interior sin problema alguno. El olor de Ebba esta por toda la sala, la galería, la cocina, los pasillos enteros. Y pronto se encuentra tras la puerta que la refugia, puede escuchar su respiración a la perfección, puede escuchar incluso cada uno de sus latidos, puede percibir el sueño profundo en el que se encuentra.
Gira la perilla de la puerta de roble con extremo cuidado y logra entrar a la habitación de manera anónima, la joven sobre la cama se encuentra exactamente como la imagino anteriormente, su belleza persiste, es incluso más marcada. Thibault no puede resistir el acercarse, alarga su mano dispuesto a acariciar su femenino rostro pero se queda inmóvil apenas escasos milímetros, no pretende interrumpir su sueño con la gelidez de sus manos. Permanece de pie, sin apartar la vista durante casi veinte minutos. Finalmente decide sentarse sobre el lado vacío de la cama, se acomoda sobre las blancas sabanas de manera cautelosa hasta quedar recostado de lado, mientras ella le da la espalda ignorante de su compañía.
Thibault Colville- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/06/2010
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Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
El brillo de la Luna le parecía taciturno, una vela más de esas que se encontraban sobre la pequeña mesa, triste y solitaria, indefensa e innecesaria. Las sombras se reflejaban en las paredes de su cuarto, creando gigantes y enanos, figuras flexibles que cambiaban de tamaño. Los matices rojos y amarillentos de esa pequeña flama, se habían transformado - con el tiempo - en colores muertos que sus ojos buscaban. El aliento de Ebba había empañado los cristales de las ventanas. No importaba cuántos años habían transcurrido tras su partida ni cuan fuerte fuese su convicción sobre ignorar ese sentimiento, al final, siempre chocaba con su miserable fracaso. Esta noche no. Repetía, encontrándose ya en su alcoba, mirando el serpenteante camino de la enorme entrada hasta la puerta de la mansión, añorando verlo bajo la luz de las estrellas.
Thibault. Ebba frunció el ceño en cuanto se percató del nombre que había escrito sobre el cristal. Su primer reflejo fue borrarlo drásticamente, arañándolo con sus dedos; pero en el segundo en que éstos se movieron, un golpe sobre el vidrio fue todo lo que resonó en su habitación. Le dio la espalda a la ventana y cerró sus ojos. Estaba molesta por ser tan débil, pero esa molestia era eclipsada por el odio que emanaba hacia su hermano. Una vez más, se preguntó por qué no podía solo olvidarlo. Thibault había aplastado ese orgullo que sentía de saberse su hermana. Mientras ella buscaba cómo demostrarle su amor, él había apuñalado su espalda abandonándola, sin siquiera decirle adiós a la cara.
Uno de los sirvientes tocó la puerta. Ebba no se molestó en responder, no cuando se encontraba con un conflicto de sentimientos dentro de su ser. El sonido le perturbó de nuevo. – Solo déjame descansar. Estoy... bien. Moderó su voz cuando todo lo que quería era gritarle al sirviente por su intromisión. Sus ojos se abrieron con fuerza y caminó hasta su cama, tomando el libro que se encontraba bajo su almohada. Lo abrió, leyendo con rapidez, buscando dar con el párrafo en el que se había quedado. Pero cada palabra era borrosa y sinsentido cuando la imagen de su hermano entraba en escena. Intentó pensar en el último joven con el que se había perdido en medio de una fiesta, pero ni siquiera ese beso furtivo tenía efecto alguno en ella. ¿No era absurdo? Los besos de Thibault jamás habían sido sobre sus labios y, aún así, Ebba solo pensaba en su boca cuando iba al encuentro de otra.
- Esto no está funcionando. Crispada, cerró con fuerza el libro, tirándolo a un lado. Sus pensamientos fueron a la deriva y, una hora después, se quedó dormida. Pero incluso en esa dimensión, Thibault resultaba ser una invasión. Ebba soñaba con él, como si ese fuese solo un escape de la realidad que le envolvía. Allí no había lugar más que para sus deseos y su hermano era el protagonista de cada uno de ellos. Gimió, revolviéndose sobre la cama, acalorada. El olor de su hermano parecía intensificarse, como si su fragancia masculina penetrara cada pared. Un calor sofocante recorría su cuerpo, producto de las fantasías que coloreaban sus sueños. - Te extrañé. Susurró al vacío, perdiéndose en los brazos del hombre que invadía sus sueños. Ella despertaría y sentiría de nuevo su pérdida, pero por el momento, simplemente disfrutaría...
Thibault. Ebba frunció el ceño en cuanto se percató del nombre que había escrito sobre el cristal. Su primer reflejo fue borrarlo drásticamente, arañándolo con sus dedos; pero en el segundo en que éstos se movieron, un golpe sobre el vidrio fue todo lo que resonó en su habitación. Le dio la espalda a la ventana y cerró sus ojos. Estaba molesta por ser tan débil, pero esa molestia era eclipsada por el odio que emanaba hacia su hermano. Una vez más, se preguntó por qué no podía solo olvidarlo. Thibault había aplastado ese orgullo que sentía de saberse su hermana. Mientras ella buscaba cómo demostrarle su amor, él había apuñalado su espalda abandonándola, sin siquiera decirle adiós a la cara.
Uno de los sirvientes tocó la puerta. Ebba no se molestó en responder, no cuando se encontraba con un conflicto de sentimientos dentro de su ser. El sonido le perturbó de nuevo. – Solo déjame descansar. Estoy... bien. Moderó su voz cuando todo lo que quería era gritarle al sirviente por su intromisión. Sus ojos se abrieron con fuerza y caminó hasta su cama, tomando el libro que se encontraba bajo su almohada. Lo abrió, leyendo con rapidez, buscando dar con el párrafo en el que se había quedado. Pero cada palabra era borrosa y sinsentido cuando la imagen de su hermano entraba en escena. Intentó pensar en el último joven con el que se había perdido en medio de una fiesta, pero ni siquiera ese beso furtivo tenía efecto alguno en ella. ¿No era absurdo? Los besos de Thibault jamás habían sido sobre sus labios y, aún así, Ebba solo pensaba en su boca cuando iba al encuentro de otra.
- Esto no está funcionando. Crispada, cerró con fuerza el libro, tirándolo a un lado. Sus pensamientos fueron a la deriva y, una hora después, se quedó dormida. Pero incluso en esa dimensión, Thibault resultaba ser una invasión. Ebba soñaba con él, como si ese fuese solo un escape de la realidad que le envolvía. Allí no había lugar más que para sus deseos y su hermano era el protagonista de cada uno de ellos. Gimió, revolviéndose sobre la cama, acalorada. El olor de su hermano parecía intensificarse, como si su fragancia masculina penetrara cada pared. Un calor sofocante recorría su cuerpo, producto de las fantasías que coloreaban sus sueños. - Te extrañé. Susurró al vacío, perdiéndose en los brazos del hombre que invadía sus sueños. Ella despertaría y sentiría de nuevo su pérdida, pero por el momento, simplemente disfrutaría...
Ebba Colville- Humano Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 20/12/2010
Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
El sueño ya no era parte de su vida desde hace un año, por lo cual no tenia caso siquiera intentar conciliarlo. Incluso de poder hacerlo, habría pasado por alto la idea de dormir, no con ella a su lado, no después de haber permanecido un año lejos de Ebba. ¿Cuál había sido el verdadero motivo que lo había orillado a alejarse de esa manera tan desesperada? ¿Acaso su enferma y casi sádica obsesión por ella se había volcado en el tiempo desvaneciéndose de la noche a la mañana? No, definitivamente no. Seguía viva, más que viva, latía en el pecho muerto, se había intensificado por tres y lograba darse cuenta de ello ahora que la tenia tan cerca, tan próxima a su gélido cuerpo. A la corta distancia a la que se encontraba, podía sentir como el delgado cuerpo de Ebba despedía esa calidez que el había perdido hace poco mas de doce meses, podía ver a la perfección las mejillas rosadas y ver como su pecho se movía con ligereza cuando esta tomaba aire y lo exhalaba de manera tan natural. Tan humana, tan llena de vida, tan distintos ahora.
Sus ojos de vampiro se declararon esclavos una vez más de esa belleza que la fémina poseía, sus manos rogaban por tocar ese rostro que denotaba suavidad a la distancia en la que se encontraba. Era su hermana, pero lo olvidaba por momentos, ella lo hacia perder la cordura, la conciencia, los frenos, todo; estaba dispuesto a perderlo todo, menos a ella una vez mas. Su mano se alzo en el aire con la única de intención de cumplir el deseo que lo estaba consumiendo: tocarla, tocar su rostro, tocarla entera y saciar finalmente ese deseo que parecía hacerlo arder, aun cuando físicamente poseyera la frialdad de un difunto. Una voz apareció en su cabeza cuando su mano estuvo próxima a la piel de la joven, una voz que le decía que era hora de poner un alto y no llegar mas allá, de romper esa barrera que se había impuesto desde tiempo atrás. Su mano desobedeció a la orden de la voz, después de todo ¿cuales serian las consecuencias de hacer caso omiso a su parentesco? ¿De verdad era un pecado amar a tu propia hermana? De verdad había un dios que lo juzgara aparte de las clásicas habladurías de las personas? ¿Y quien era dios para juzgarlo? Y para ser sinceros, Thibault jamás había sentido temor por algún ser superior, mataba diariamente para alimentarse, esto no podía ser peor que amar a Ebba. La rebelde mano paso completamente por alto al cuestionamiento interno que Thibault tenia en su mente y obtuvo como premio sentir nuevamente, luego de tanto tiempo, la piel aterciopelada de la joven. El contraste de la temperatura corporal entre ambos era evidente, no pasaría mucho tiempo sin que ella sintiera como un témpano de hielo se le había colocado sobre la mejilla.
Los dedos del vampiro iniciaron un recorrido desde su mejilla hasta su cuello, para finalmente posarse sobre la clavícula que sobresalía por encima de las femeninas ropas. Su aroma lograba embriagarlo, el deseo, las ganas de sentirla todavía mas próxima. ¿Que pensarían sus padres de esto? Y que importaba, ya estaban muertos.
Su cuerpo se movió por encima de las sabanas, la cama apenas se movía con sus movimientos sumamente calculados, hasta que finalmente eran breves los centímetros que lo separaban de ella. Cerró sus ojos por algunos instantes y se dejo llenar por ese aroma delicioso que desprendía su cuerpo, era demasiado tarde para querer poner fin a lo que ya había iniciado. La ola de sentimientos que se abría paso en su interior eran claramente el eco de humanidad se seguía existiendo en su ser, no podía negar que la deseaba, que…
Fue presa de un arrebato y se coloco su rostro y pecho por encima de ella, pero sin tocarla aun por completo, la respiración se le aceleraba sin remedio, el corazón parecía latirle a mil por hora y finalmente lo hizo. Sus labios se aproximaron a los de ella en un roce sutil, sus alientos se mezclaron y se reconocieron. ¿Seria capaz de tomarla por sorpresa con el beso apasionado que tanto estaba deseando?
Demasiado tarde para llevarlo a cabo. Ebba se movió sobre la cama y pronuncio su nombre, tomándolo por sorpresa, provocándole un sobresalto que lo orillo a alejarse completamente del cuerpo de la joven, tan rápido que fue a estrellarse contra una pequeña lámpara que se encontraba sobre la mesita de noche, la cual cayo al piso, dejando al descubierto su presencia de la manera menos deseada. Demasiado tarde.
Sus ojos de vampiro se declararon esclavos una vez más de esa belleza que la fémina poseía, sus manos rogaban por tocar ese rostro que denotaba suavidad a la distancia en la que se encontraba. Era su hermana, pero lo olvidaba por momentos, ella lo hacia perder la cordura, la conciencia, los frenos, todo; estaba dispuesto a perderlo todo, menos a ella una vez mas. Su mano se alzo en el aire con la única de intención de cumplir el deseo que lo estaba consumiendo: tocarla, tocar su rostro, tocarla entera y saciar finalmente ese deseo que parecía hacerlo arder, aun cuando físicamente poseyera la frialdad de un difunto. Una voz apareció en su cabeza cuando su mano estuvo próxima a la piel de la joven, una voz que le decía que era hora de poner un alto y no llegar mas allá, de romper esa barrera que se había impuesto desde tiempo atrás. Su mano desobedeció a la orden de la voz, después de todo ¿cuales serian las consecuencias de hacer caso omiso a su parentesco? ¿De verdad era un pecado amar a tu propia hermana? De verdad había un dios que lo juzgara aparte de las clásicas habladurías de las personas? ¿Y quien era dios para juzgarlo? Y para ser sinceros, Thibault jamás había sentido temor por algún ser superior, mataba diariamente para alimentarse, esto no podía ser peor que amar a Ebba. La rebelde mano paso completamente por alto al cuestionamiento interno que Thibault tenia en su mente y obtuvo como premio sentir nuevamente, luego de tanto tiempo, la piel aterciopelada de la joven. El contraste de la temperatura corporal entre ambos era evidente, no pasaría mucho tiempo sin que ella sintiera como un témpano de hielo se le había colocado sobre la mejilla.
Los dedos del vampiro iniciaron un recorrido desde su mejilla hasta su cuello, para finalmente posarse sobre la clavícula que sobresalía por encima de las femeninas ropas. Su aroma lograba embriagarlo, el deseo, las ganas de sentirla todavía mas próxima. ¿Que pensarían sus padres de esto? Y que importaba, ya estaban muertos.
Su cuerpo se movió por encima de las sabanas, la cama apenas se movía con sus movimientos sumamente calculados, hasta que finalmente eran breves los centímetros que lo separaban de ella. Cerró sus ojos por algunos instantes y se dejo llenar por ese aroma delicioso que desprendía su cuerpo, era demasiado tarde para querer poner fin a lo que ya había iniciado. La ola de sentimientos que se abría paso en su interior eran claramente el eco de humanidad se seguía existiendo en su ser, no podía negar que la deseaba, que…
Fue presa de un arrebato y se coloco su rostro y pecho por encima de ella, pero sin tocarla aun por completo, la respiración se le aceleraba sin remedio, el corazón parecía latirle a mil por hora y finalmente lo hizo. Sus labios se aproximaron a los de ella en un roce sutil, sus alientos se mezclaron y se reconocieron. ¿Seria capaz de tomarla por sorpresa con el beso apasionado que tanto estaba deseando?
Demasiado tarde para llevarlo a cabo. Ebba se movió sobre la cama y pronuncio su nombre, tomándolo por sorpresa, provocándole un sobresalto que lo orillo a alejarse completamente del cuerpo de la joven, tan rápido que fue a estrellarse contra una pequeña lámpara que se encontraba sobre la mesita de noche, la cual cayo al piso, dejando al descubierto su presencia de la manera menos deseada. Demasiado tarde.
Off: Decidi cambiar la forma de roleo, por el ya tradicional XD
Thibault Colville- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/06/2010
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Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
En sus labios se dibuja esa sonrisa caprichosa que lanza a la suerte unos dados tramposos que conocen a la perfección el número que resultará de aquél movimiento jugado. Los colores pintan sus sueños, el dorado del Sol, el verde majestuoso del campo, el impresionante azul del mar, incluso puede sentir el aire acariciando su rostro, percibir el olor a azufre, observar las gaviotas sobrevolar el cielo. Lo ha visto otras noches, ha estado acostada bajo los rayos dorados que atraviesan su cuerpo, ha rodado sobre el pasto como una pequeña, ha bailado entre un sinfín de rosas rojas y blancas y, como el artista que ya no encuentra inspiración en algo tan cotidiano; busca entre los alrededores su nuevo enfoque… Thibault. La sonrisa que adorna sus labios y ese suspiro que retiene en su elevado pecho, es solo aquél que pone en evidencia el giro que envuelve a su sueño. Es su hermano el que le envuelve entre sus brazos y le sonríe con ese brillo malicioso y lujurioso que deja explícitamente entredicho que el deseo también se extiende e invade su cuerpo. Arquea su espalda, sus puños se aferran a la sábana que tiró a un lado y… Como el genio de los cuentos siendo invocado, su sueño es acortado. Ebba abrió los ojos con rapidez, su primer impulso fue atraer la sabana y cubrir su cuerpo, alguien había burlado a los sirvientes y había llegado hasta sus aposentos, un... ¡¿ladrón?!
Sin duda, cualquier decisión era mejor que esperar a que el desconocido se levantara y encontrara la oportunidad de atacar. Deslizó sus pies sobre el suelo, el frío serpenteó desde sus dedos hasta su espina dorsal, liberándole de la fantasía que había incendiado su cuerpo; Ebba rodeó la cama precipitada, pero no tuvo oportunidad de dirigirse hasta la puerta, la figura imponente de un caballero le hizo detenerse en seco. Pero eso no fue lo que hizo a sus pies retroceder, la luz que se deslizaba por la ventana le dejo al descubierto. ¿Es imposible hacer que se detenga el tiempo? La respuesta a esa pregunta fue contestada de forma automática. El silencio reinó como si se tratara de un sepulcro, sus pulmones dejaron de inhalar el aire, sus labios se abrieron y se cerraron un par de veces. ¿Se había olvidado de lo que tenía que decir? ¡¿Tenía algo que decir?! Cualquier palabra que pasara como estrella cayendo y colisionando en la tierra, carecía de sentido y del contexto que deseaba emplear teniéndole en su habitación, sin contar lo que en sus sueños se había estado reflejando. Había imaginado lo que le diría a su regreso infinidad de veces y nada de eso le había preparado para este día. Una parte de ella quería llegar hasta él y abrazarle, pero la otra parte era controlada por ese odio arraigado que estrujaba su pecho a sabiendas de lo que le había hecho.
– ¿Qué estás haciendo aquí? Estaba terriblemente interesada y lejos de reflejar su entusiasmo, su voz era simplemente la que utilizaba cuando se internaba a comprar vestidos o algún lazo para el cabello. No le daría la satisfacción de saber que le había extrañado. No le daría la razón aceptando que todo este año sin él, había sido terrible. – No. Déjame formular bien la pregunta, ¿qué estás haciendo en mi habitación? Tenía que encender una lámpara, la luz plata de la Luna le daba un aspecto salvaje que hacía reaccionar una parte de su cuerpo que no podía controlar. ¿Realmente importaba eso? Caminó hasta el tocador, imaginando que si se mantenía en movimiento, podría ignorar el calor que se incrementaba en su centro. Palpó entre los objetos, como si hubiese olvidado de la noche a la mañana donde se encontraba el candelabro. Sus labios conjuraron una maldición tan suave que difícilmente se escuchó mientras finalmente daba con su objetivo. – ¿Anunciarme tu regreso? El sarcasmo eran las líneas perfectas para salirse por la tangente. – ¿Darme una sorpresa? Su habitación se llenó de ese olor picante que emanaba de su hermano. – Porque ni eres bienvenido ni esto califica como sorpresa. Cada palabra que exclamaban sus labios eran solo un teatro, cada gesto que mostraba su rostro era solo una mentira que su parte herida le vendía... Giró sobre sus talones tras encender las tres velas que mantenían su flama quieta a falta de aire en el cuarto, solo para apreciar el rostro que tanto había extrañado.
Sin duda, cualquier decisión era mejor que esperar a que el desconocido se levantara y encontrara la oportunidad de atacar. Deslizó sus pies sobre el suelo, el frío serpenteó desde sus dedos hasta su espina dorsal, liberándole de la fantasía que había incendiado su cuerpo; Ebba rodeó la cama precipitada, pero no tuvo oportunidad de dirigirse hasta la puerta, la figura imponente de un caballero le hizo detenerse en seco. Pero eso no fue lo que hizo a sus pies retroceder, la luz que se deslizaba por la ventana le dejo al descubierto. ¿Es imposible hacer que se detenga el tiempo? La respuesta a esa pregunta fue contestada de forma automática. El silencio reinó como si se tratara de un sepulcro, sus pulmones dejaron de inhalar el aire, sus labios se abrieron y se cerraron un par de veces. ¿Se había olvidado de lo que tenía que decir? ¡¿Tenía algo que decir?! Cualquier palabra que pasara como estrella cayendo y colisionando en la tierra, carecía de sentido y del contexto que deseaba emplear teniéndole en su habitación, sin contar lo que en sus sueños se había estado reflejando. Había imaginado lo que le diría a su regreso infinidad de veces y nada de eso le había preparado para este día. Una parte de ella quería llegar hasta él y abrazarle, pero la otra parte era controlada por ese odio arraigado que estrujaba su pecho a sabiendas de lo que le había hecho.
– ¿Qué estás haciendo aquí? Estaba terriblemente interesada y lejos de reflejar su entusiasmo, su voz era simplemente la que utilizaba cuando se internaba a comprar vestidos o algún lazo para el cabello. No le daría la satisfacción de saber que le había extrañado. No le daría la razón aceptando que todo este año sin él, había sido terrible. – No. Déjame formular bien la pregunta, ¿qué estás haciendo en mi habitación? Tenía que encender una lámpara, la luz plata de la Luna le daba un aspecto salvaje que hacía reaccionar una parte de su cuerpo que no podía controlar. ¿Realmente importaba eso? Caminó hasta el tocador, imaginando que si se mantenía en movimiento, podría ignorar el calor que se incrementaba en su centro. Palpó entre los objetos, como si hubiese olvidado de la noche a la mañana donde se encontraba el candelabro. Sus labios conjuraron una maldición tan suave que difícilmente se escuchó mientras finalmente daba con su objetivo. – ¿Anunciarme tu regreso? El sarcasmo eran las líneas perfectas para salirse por la tangente. – ¿Darme una sorpresa? Su habitación se llenó de ese olor picante que emanaba de su hermano. – Porque ni eres bienvenido ni esto califica como sorpresa. Cada palabra que exclamaban sus labios eran solo un teatro, cada gesto que mostraba su rostro era solo una mentira que su parte herida le vendía... Giró sobre sus talones tras encender las tres velas que mantenían su flama quieta a falta de aire en el cuarto, solo para apreciar el rostro que tanto había extrañado.
Ebba Colville- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/12/2010
Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
El mutismo se apodera de el sin remedio alguno. ¿Que caso tiene abrir la boca cuando en la cabeza solo se tiene una maraña, cuando en el corazón se tiene un vacío y en el cuerpo al mismísimo diablo arañándote las entrañas? ¿Que podía decir al respecto que no sonara estupido y que a su vez no dejara al descubierto ese secreto que de ahora en adelante tenia que cuidar como a su propia hermana? ¿Y si simplemente se lo decía? ¿Lo aceptaría? ¿Lo vería como a un monstruo? ¿Seria ella esta vez quien lo expulsara de sus aposentos como si se tratase de una mismísima bestia? Tantas preguntas que eran respondidas con todavía más preguntas. Una saliva fría recorrió el interior de su garganta, producto del nerviosismo repentino y realmente extraño que se daba lugar en aquella habitación. ¿Nerviosismo? Si, pero no por que fuera un ser inseguro, de hecho era todo lo contrario; pero el simple hecho de tener a esa mujer frente a el lograba desprenderlo de sus cabales, lo hacia perder la cordura, todo. Era la misma mujer hermosa que se había atrevido a dejar -mas no abandonar- quizás un poco más altanera que la última vez que le había visto, quizás un poco más despechada esta vez debido al abandono que su propio y único hermano le había hecho.
Pero entonces recordó la situación en la que ambos se habían visto envueltos desde la niñez, ese interés de uno hacia al otro, uno que no había sido precisamente inocente, si no todo lo contrario. Esa pasión que había empezado a gestarse en el interior de los dos, esa necesidad de no verse como hermanos, si no como lo que eran, un hombre y una mujer, dos cuerpos que ardían cada vez que estaban cerca. Si, por supuesto que Thibault sabia que Ebba sentía algo similar a lo que el sentía por ella, similar por que el verdaderamente dudaba que ella pudiese desearle como el le deseaba a ella, sinceramente veía casi imposible que cualquier criatura en la tierra se consumiera en un calor tan abrasante como el que el sentía cada que le veía a los ojos, cada vez que olía el perfume que desprendía su dermis, cada bendita vez que pronunciaba su solo nombre con esa sensualidad inoportuna. Pero no era hora de dejarse llevar por un arrebato….¿o lo era?
- Te recuerdo que esta también en mi casa, quizás mas mía que tuya. – Lanzo al aire las palabras con ese mismo condimento con el que ella había mezclado sus palabras. ¿Que mejor manera de atar las pasiones internas que con la altanería?, ella era la maestra en ello y Thibault un simple aprendiz, pero no hay que olvidar que muchas veces el alumno supera al maestro por creces. Desprendió sus pies del lugar donde se había mantenido inmóvil durante toda esa actuación que Ebba acababa de llevar a acabo y emprendió el viaje a través de la habitación, llegando hasta una mesita de noche y abriendo el primer cajón que contenía algunas de las posesiones de su hermana. Una muñeca pequeña brillo ante su mirada, misma que se quedo prendida del objeto que el mismo le había regalado a Ebba años atrás, muchos, muchos años atrás. Una sonrisa se contuvo en el interior del vampiro, no era hora de ahondar en sentimentalismos, menos después de ese recibimiento que acababan de darle. - ¿Sorpresa? No, quizás mi regreso no lo sea, pero quisiera saber si pensaras lo mismo cuando te cuente todo lo que hice en mi ausencia, sin duda un viaje bastante…productivo. – Se dejo caer pesadamente sobre la cama con una sonrisa burlona impregnada en el rostro que parecía estar tallado en mármol. – ¿Y tu hermanita? Espero que tengas tantas cosas por contarme como yo a ti, espero que al menos me hayas extrañado un poco, no hieras mi ego.
Pero entonces recordó la situación en la que ambos se habían visto envueltos desde la niñez, ese interés de uno hacia al otro, uno que no había sido precisamente inocente, si no todo lo contrario. Esa pasión que había empezado a gestarse en el interior de los dos, esa necesidad de no verse como hermanos, si no como lo que eran, un hombre y una mujer, dos cuerpos que ardían cada vez que estaban cerca. Si, por supuesto que Thibault sabia que Ebba sentía algo similar a lo que el sentía por ella, similar por que el verdaderamente dudaba que ella pudiese desearle como el le deseaba a ella, sinceramente veía casi imposible que cualquier criatura en la tierra se consumiera en un calor tan abrasante como el que el sentía cada que le veía a los ojos, cada vez que olía el perfume que desprendía su dermis, cada bendita vez que pronunciaba su solo nombre con esa sensualidad inoportuna. Pero no era hora de dejarse llevar por un arrebato….¿o lo era?
- Te recuerdo que esta también en mi casa, quizás mas mía que tuya. – Lanzo al aire las palabras con ese mismo condimento con el que ella había mezclado sus palabras. ¿Que mejor manera de atar las pasiones internas que con la altanería?, ella era la maestra en ello y Thibault un simple aprendiz, pero no hay que olvidar que muchas veces el alumno supera al maestro por creces. Desprendió sus pies del lugar donde se había mantenido inmóvil durante toda esa actuación que Ebba acababa de llevar a acabo y emprendió el viaje a través de la habitación, llegando hasta una mesita de noche y abriendo el primer cajón que contenía algunas de las posesiones de su hermana. Una muñeca pequeña brillo ante su mirada, misma que se quedo prendida del objeto que el mismo le había regalado a Ebba años atrás, muchos, muchos años atrás. Una sonrisa se contuvo en el interior del vampiro, no era hora de ahondar en sentimentalismos, menos después de ese recibimiento que acababan de darle. - ¿Sorpresa? No, quizás mi regreso no lo sea, pero quisiera saber si pensaras lo mismo cuando te cuente todo lo que hice en mi ausencia, sin duda un viaje bastante…productivo. – Se dejo caer pesadamente sobre la cama con una sonrisa burlona impregnada en el rostro que parecía estar tallado en mármol. – ¿Y tu hermanita? Espero que tengas tantas cosas por contarme como yo a ti, espero que al menos me hayas extrañado un poco, no hieras mi ego.
Thibault Colville- Vampiro Clase Alta
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Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
Un brillo mortífero matizaba su mirada. La furia que destilaba amenazaba con hacer estallar en llamas el cuarto en el que se encontraban. Tanto como disfrutaba de esos juegos, resultaba imposible no odiarlos en ese preciso momento. Se obligó a reprimir esa sonrisa orgullosa que buscaba hacer acto de aparición ante sus formulados ataques. Soberbia, ese era el papel que estaba acostumbrada a representar, ante él y ante los demás. Lenta, muy lentamente, las comisuras de sus labios emprendieron la curva que ya no podía contener; esa maravillosa sonrisa que portaba y le había dado tanto desde... desde siempre… Pero antes de que sus agraciados labios cedieran, el sarcasmo de su hermano ganó la batalla que su mente había estado llevando a cabo. Tal como el viento azotaba con fuerza el cristal de las ventanas, su odio se intensificaba, arremetiendo con fuerza contra su pecho. No quería ir hacia allí, no aún, no así; pero si Thibault quería jugar,… - ¿A qué llamas productivo, Bault? ...eso tendría. Sonrió para sus adentros, consciente de la forma en que su voz se tornaba, dulce y melosa, cada que pronunciaba ese nombre que solo ella utilizaba. Al principio a Thibault no le había agradado, pero pronto se había acostumbrado y Ebba, como siempre, había obtenido lo que deseaba… Un nombre solo suyo… Se acercó hasta él, consciente de su desnudez. El camisón que utilizaba era de una tela muy fina y delgada, tan suave que se adhería a su piel, sobre todo después del calor abrasador que había incendiado a su cuerpo. Él jugaba a provocarle celos, ella… - ¿A irte de juerga mientras tu hermana se hacía cargo de las propiedades que te dejaron nuestros padres? En cuanto estuvo frente a él, cambió de dirección, acercándose hasta el cajón que él había abierto. – Menudo hombre en el que te has convertido.
Dejó sobre el buró la peineta, tomándose solo un segundo para soltar su cabello. Tenía que mantenerse centrada en algo por que aunque le gustaba la intensidad en la mirada de su hermano, ella aún deseaba abrazarlo. – Cualquiera pensaría que tu ego ya ha sido alimentado lo suficiente, hermano. Ladeó su cabeza brevemente para mirarle a los ojos, algo en él estaba diferente, pero su mente lo reprochaba de inmediato, llenando esa extraña idea con que el tiempo sin verlo era el causante de tales pensamientos. - ¿O no es eso lo que has estado haciendo todos estos meses? Tomó de nuevo la peineta para adentrarse en el proceso de desenredar su cabello. El poco aire que quedaba en esa habitación se escabullía por la pequeña abertura bajo la puerta. ¿Podría soportarlo? ¡Tenía que…! – Vamos, Bault. Estoy segura que tienes algo interesante que contar. En cuanto hubo terminado se sentó a su lado, pero lejos de quedarse erguida, dejó caer su espalda sobre la cama, su cabello derramándose sobre la sábana, haciendo un delicioso contraste. Su camisón se había alzado, dejando ver parte de sus piernas. Ver su deseo en sus cristalinos ojos era el pago justo por los celos que ella tendría que ahogar tras oírle hablar. El juego había empezado…
Dejó sobre el buró la peineta, tomándose solo un segundo para soltar su cabello. Tenía que mantenerse centrada en algo por que aunque le gustaba la intensidad en la mirada de su hermano, ella aún deseaba abrazarlo. – Cualquiera pensaría que tu ego ya ha sido alimentado lo suficiente, hermano. Ladeó su cabeza brevemente para mirarle a los ojos, algo en él estaba diferente, pero su mente lo reprochaba de inmediato, llenando esa extraña idea con que el tiempo sin verlo era el causante de tales pensamientos. - ¿O no es eso lo que has estado haciendo todos estos meses? Tomó de nuevo la peineta para adentrarse en el proceso de desenredar su cabello. El poco aire que quedaba en esa habitación se escabullía por la pequeña abertura bajo la puerta. ¿Podría soportarlo? ¡Tenía que…! – Vamos, Bault. Estoy segura que tienes algo interesante que contar. En cuanto hubo terminado se sentó a su lado, pero lejos de quedarse erguida, dejó caer su espalda sobre la cama, su cabello derramándose sobre la sábana, haciendo un delicioso contraste. Su camisón se había alzado, dejando ver parte de sus piernas. Ver su deseo en sus cristalinos ojos era el pago justo por los celos que ella tendría que ahogar tras oírle hablar. El juego había empezado…
FDR: Disculpa la tardanza T___T Ya sabes mi situación, prometo ir mas rápido. Igual si andas ocupado, sabes que no hay prisa de mi parte.
Ebba Colville- Humano Clase Alta
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Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
¿Cuantas veces era necesario maldecir el llevar la misma sangre? Pero sobre todo, ¿a las cuantas veces ese lazo tan estrecho desaparecería? No, no era que Thibault maldijera el tener una hermana, una humana y tener que cuidar de ella, no solo de los peligros ajenos a esa habitación, si no, irónicamente, también de los que existían dentro de ella y de los cuales era protagonista. No se trataba de eso, si no de que justamente era su hermana por quien tanto ardía y eso era lo que lograba superarlo muchas veces. ¿Un vampiro teme por un castigo divino? No, no era el miedo a un castigo de Dios por el cual se detenía. Era la idea de quebrantar la imagen que sus padres habían tenido de el al dejarla a su cargo. Pero sus padres estaban muertos, ¿que más daba si…?
El perfume que se desprendía del largo cabello de Ebba lo hizo interrumpir sus cuestionamientos internos. ¿Lo hacia a propósito? No, no era posible, ella no tenia idea de la nueva naturaleza de su hermano, no había forma. El mutismo se apodero de el nuevamente, no podía dejar de observarla, desde el ángulo en el que se encontraba sobre la cama, podía contemplar a la perfección la anatomía tan perfecta que la naturaleza le había dado a su hermana menor, a la mujer que tanto había estado deseando durante años y años y mas años. ¿Era tanta su obsesión por esa mujer, que el solo movimiento que realizaba al cepillar su cabello frente al espejo, le resultaba tremendamente sensual? Estaba enfermo quizás, muy enfermo.
Desvío la mirada al sentir la presencia de la de ella posarse sobre el, no podía dar indicios tan obvios de la fascinación que esta le provocaba, eso solo significaría dos cosas: Saldrían a la luz sus mas bajos instintos si ella lograba darse cuenta y el se convertiría en un hombre débil a no poder contenerlos en su interior. ¿Pero que mas daba? ¿No era tiempo de hacerlo ya?
No conforme con eso, Ebba se recostaba a su lado, dejando que su cabello cubriera una de las manos del vampiro y dejando a la vista las piernas prodigiosas que poseía. El juego estaba más que declarado, Ebba contra Thibault. Se retaban mutuamente. ¿Había perdido?
Se puso de pie de un salto, con la destreza que solo un felino podría poseer y se refugio –por llamarlo de un modo- en la esquina de la habitación. Dándole la espalda a Ebba, cambiando la imagen de su cuerpo exquisito, por el de imagen de la luna que a través del cristal parecía reprocharle el que fuese tan cobarde.
- No me gusta la manera en la que actúas cuando estoy presente. – Pronunció con voz ronca, sin darle frente. – Creo que lo mejor es que me mude. Estas lo suficientemente grande como para hacerte cargo de esta casa, dudo que hayas tenido problemas para manejarla en mi ausencia, quizás lograste hacerlo mucho mejor de lo que yo podría, todo parece en orden y tu… - Hizo una pausa. - ..tu sigues siendo la misma.
La luna se carcajeo en el exterior, no daba crédito a lo cobarde que podía llegar a ser una criatura tan poderosa como lo era un vampiro. ¿Tanta debilidad podía mostrar un hombre por una mujer?
El perfume que se desprendía del largo cabello de Ebba lo hizo interrumpir sus cuestionamientos internos. ¿Lo hacia a propósito? No, no era posible, ella no tenia idea de la nueva naturaleza de su hermano, no había forma. El mutismo se apodero de el nuevamente, no podía dejar de observarla, desde el ángulo en el que se encontraba sobre la cama, podía contemplar a la perfección la anatomía tan perfecta que la naturaleza le había dado a su hermana menor, a la mujer que tanto había estado deseando durante años y años y mas años. ¿Era tanta su obsesión por esa mujer, que el solo movimiento que realizaba al cepillar su cabello frente al espejo, le resultaba tremendamente sensual? Estaba enfermo quizás, muy enfermo.
Desvío la mirada al sentir la presencia de la de ella posarse sobre el, no podía dar indicios tan obvios de la fascinación que esta le provocaba, eso solo significaría dos cosas: Saldrían a la luz sus mas bajos instintos si ella lograba darse cuenta y el se convertiría en un hombre débil a no poder contenerlos en su interior. ¿Pero que mas daba? ¿No era tiempo de hacerlo ya?
No conforme con eso, Ebba se recostaba a su lado, dejando que su cabello cubriera una de las manos del vampiro y dejando a la vista las piernas prodigiosas que poseía. El juego estaba más que declarado, Ebba contra Thibault. Se retaban mutuamente. ¿Había perdido?
Se puso de pie de un salto, con la destreza que solo un felino podría poseer y se refugio –por llamarlo de un modo- en la esquina de la habitación. Dándole la espalda a Ebba, cambiando la imagen de su cuerpo exquisito, por el de imagen de la luna que a través del cristal parecía reprocharle el que fuese tan cobarde.
- No me gusta la manera en la que actúas cuando estoy presente. – Pronunció con voz ronca, sin darle frente. – Creo que lo mejor es que me mude. Estas lo suficientemente grande como para hacerte cargo de esta casa, dudo que hayas tenido problemas para manejarla en mi ausencia, quizás lograste hacerlo mucho mejor de lo que yo podría, todo parece en orden y tu… - Hizo una pausa. - ..tu sigues siendo la misma.
La luna se carcajeo en el exterior, no daba crédito a lo cobarde que podía llegar a ser una criatura tan poderosa como lo era un vampiro. ¿Tanta debilidad podía mostrar un hombre por una mujer?
Off: No te preocupes, sabes que puedes tomarte el tiempo que necesites, se que no dispones del tiempo que te gustaria para responder.
Thibault Colville- Vampiro Clase Alta
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Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
Maldijo internamente. ¿Qué otra cosa podía hacer? La educación que le había sido inculcada desde pequeña no podía haberle permitido conjurarlo en voz alta. Además, ¿qué ganaría? El único premio que deseaba solo para sí, ¡se alejaba! y no era la primera vez y por lo visto tampoco la última que aquello sucedería. ¿Por qué no podía solo dejarse llevar? ¿Por qué no podía solo dejarse vencer? No. Thibault siempre tenía que hacer lo que era correcto y Ebba no podía discernir qué era peor, la frustración de ahora tenerlo al alcance y ver que se alejaba, o la frustración que había sentido ante el inminente deseo de verle aparecer cruzando su habitación. Dado que lo segundo ya había sucedido, lo primero era como el calor que le asfixiaba y si no hacía algo para contenerse terminaría abofeteándole por su falta. Absurdo como el único hombre que deseaba parecía sentir lo mismo un instante, para luego transformarse en un ser helado, incapaz de mostrar un ápice de interés. Por un segundo barajeó la posibilidad de cuestionarle cuál era el problema si ella estaba tan dispuesta a dejarle tomar su cuerpo. Ver el rostro de incredulidad de su hermano parecía lo único antojable de esa noche. ¿Saldría por la puerta sin decirle algo? ¿Mordería el anzuelo? ¿O diría que aquello no era aceptable? Esperaba que eso último no entrara en su resolución. No necesitaba que él también le dijera lo que la sociedad no veía correcto, lo que el lazo de sangre conllevaba y...
La marea de pensamientos se detuvo con brusquedad ante las palabras de su hermano. ¡Bravo! Otra muestra de que su mente podía estar navegando sobre cómo llegar hasta él sin negar su severa presencia. Se sentó sin pensarlo o quizás si lo hizo, ¿qué más daba? ¿Eso era todo? ¿Aceptar la pérdida? ¿Dejarle hacer lo que quisiera? Si no hubiese tenido una hermosa vista del fornido cuerpo de su hermano bajo la luz de las estrellas, diría que el hombre en esa habitación era un impostor. – Cobarde. Le fulminó con la mirada. La brecha que Thibault habría lejos de cerrarse, se volvía profunda en su pecho. – No haces más que huir cuando la situación se sale de control. Cada palabra era sentenciada por su voz. – ¿Qué? Apartó con su mano los mechones que se habían congregado en su cuello, simplemente no podía seguir soportando. - ¿Qué está mal? ¿Qué es lo que no te gusta, Thibault? Lo que Ebba hizo a continuación, podría haber sido tachado como demencia, pero lo estaba, por él, por su hermano, por el hombre que quería que cubriera su desnudez, lo estaba. Abrió con destreza el camisón que vestía. La luz de las velas jugó a crear figuras en su pecho. – ¿Que sea yo misma? ¿Qué a diferencia de ti, sea plenamente consciente de lo que quiero? Llevó su mano derecha sobre el pecho descubierto, creando círculos alrededor de la aureola. – Has lo único que sabes hacer. Aunque la palabra escapar no estaba incluida en su frase, estaba absolutamente implícita. – ¿Esto despeja tu dudas? No sigo siendo la misma. Te has equivocado de nuevo. Bajó su mano y esperó a que el golpe de la puerta, fuese la única respuesta.
La marea de pensamientos se detuvo con brusquedad ante las palabras de su hermano. ¡Bravo! Otra muestra de que su mente podía estar navegando sobre cómo llegar hasta él sin negar su severa presencia. Se sentó sin pensarlo o quizás si lo hizo, ¿qué más daba? ¿Eso era todo? ¿Aceptar la pérdida? ¿Dejarle hacer lo que quisiera? Si no hubiese tenido una hermosa vista del fornido cuerpo de su hermano bajo la luz de las estrellas, diría que el hombre en esa habitación era un impostor. – Cobarde. Le fulminó con la mirada. La brecha que Thibault habría lejos de cerrarse, se volvía profunda en su pecho. – No haces más que huir cuando la situación se sale de control. Cada palabra era sentenciada por su voz. – ¿Qué? Apartó con su mano los mechones que se habían congregado en su cuello, simplemente no podía seguir soportando. - ¿Qué está mal? ¿Qué es lo que no te gusta, Thibault? Lo que Ebba hizo a continuación, podría haber sido tachado como demencia, pero lo estaba, por él, por su hermano, por el hombre que quería que cubriera su desnudez, lo estaba. Abrió con destreza el camisón que vestía. La luz de las velas jugó a crear figuras en su pecho. – ¿Que sea yo misma? ¿Qué a diferencia de ti, sea plenamente consciente de lo que quiero? Llevó su mano derecha sobre el pecho descubierto, creando círculos alrededor de la aureola. – Has lo único que sabes hacer. Aunque la palabra escapar no estaba incluida en su frase, estaba absolutamente implícita. – ¿Esto despeja tu dudas? No sigo siendo la misma. Te has equivocado de nuevo. Bajó su mano y esperó a que el golpe de la puerta, fuese la única respuesta.
Ebba Colville- Humano Clase Alta
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Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
¿Se puede amar y odiar al mismo tiempo a una persona? Por que la amaba, no había duda de que lo hacia. No sabia a ciencia cierta si esas desmesuradas ganas que tenia de hacerla su mujer era amor, amor del que profesa un hombre a una mujer, sin tener un lazo de sangre de por medio que se los impida; o si era tan solo deseo sexual, tan solo una lujuria que se había empezado a gestar en su ser desde su adolescencia, incluso poco antes de que esta llegara. ¿Como saberlo? ¿Cómo estar seguro de lo que se siente si no se ha puesto a cabo para llegar a descubrirlo? Se dio media vuelta y la encaro una vez mas, escucho cada una de las palabras, observo cada uno de sus movimientos e interiormente adoro cada uno de ellos. Las palabras prefería ignorarlas, Ebba seria perfecta si no hablara, aunque admitía que de ser así extrañaría escucharle. Hasta la voz en ella era perfecta. ¿Podía ser tan maravillosa? Toda ella lo era, para el lo era, seguramente para muchos también. La sensualidad de Ebba se derramaba en toda la habitación, inundándola, sobre la cama en la que acaba de posarse. Y Thibault callo. No había nada que decir ante todas esas verdades, nada que no sonase como ella lo había llamado: cobarde. El semblante del vampiro cambio en cuestión de segundos, aunque era difícil de describir el que había adoptado. Una mezcla de resentimiento y agonía, mas de la segunda que de la primera. Se había quedado ahí, frente a la ventana de la recamara, sin saber que hacer ante lo que su hermana le decía. Sin poder aceptar esa invitación que le era hecha. Cada movimiento que Ebba hacia solo decía una palabra: Tómame. Y el moría por sucumbir ante tal cosa.
Siguió con la mirada cada movimiento de las manos de Ebba sobre su cuerpo, al destapar su pecho, al acariciarlo. En el fondo deseo que fueran sus manos las que lo hicieran, las que sintieran el tacto de esa piel con la que tantas noches y por tantos años había soñado. Y era probable que mucha de su naturaleza humana hubiera desaparecido desde su conversión en criatura de la noche, pero no podía negar que había ciertas cosas que seguían permaneciendo. Era un vampiro, pero también era un hombre y en esta ocasión la segunda empezaba a dominarlo. El ver parte del cuerpo de Ebba desnudo había logrado alterarlo, la excitación se dejaba entrever en la manera en que la miraba. Le gustaba, le encantaba lo que veía, aunque la odiara por hacerlo.
- Detente... – Le ordeno, pero su voz sonó tan débil que era imposible que ella de verdad contemplara la sola idea de obedecer a lo que pedía. Al contrario, ella siempre actuaba llevándole la contraria y en esto no seria la excepción. Las caricias continuaron y la excitación en Thibault también lo hizo. Pronto se sintió incapaz de poder detenerse como lo había hecho en tantas ocasiones. Hasta que su paciencia llego al límite. – ¡He dicho que te detengas! – Vocifero con rabia, con una ola de frustración impregnada en el habla, abandonando el cobijo de la luz de la luna que se colaba por la ventana y las cortinas entreabiertas, para arremeter en contra de ella. Se acerco con furia hasta la cama donde se encontraba sentada y la tomo por las muñecas, con tanta fuerza que la obligo a ponerse de pie. – ¿Que quieres Ebba?, ¿qué pretendes con todo esto?, ¡¿que demonios es lo que quieres que haga?! – Las preguntas fueron echas con rabia, como si de verdad la culpara por haberse metido en su mente, por ser tan perfecta y tan deseable. La agito con fuerza por las muñecas, zarandeándola, tratándola como el menor cuidado posible, estaba haciéndole daño, pero no le importaba. – ¡Te odio, no sabes cuanto te odio! – Volvió a gritar con todavía más fuerza, acercando su rostro al de ella, exigiéndole algo que ni el mismo sabia que era. – ¡Eres mi hermana!, ¿entiendes?, ¡MI MALDITA HERMANA! – Grito esta vez con todavía más rabia. Pero como si hiciera caso omiso a sus propias palabras, acerco su rostro al de ella, tan rápido que no le dio tiempo de pensar, ni se lo dio el mismo. Las manos que habían estado sujetándola por las muñecas, se posaron esta vez sobre el rostro de Ebba, sujetándolo con fuerza mientras ejercía en sus labios una presión y movimientos bruscos que podían considerarse como un beso. - Maldita seas Ebba, maldita seas...
Siguió con la mirada cada movimiento de las manos de Ebba sobre su cuerpo, al destapar su pecho, al acariciarlo. En el fondo deseo que fueran sus manos las que lo hicieran, las que sintieran el tacto de esa piel con la que tantas noches y por tantos años había soñado. Y era probable que mucha de su naturaleza humana hubiera desaparecido desde su conversión en criatura de la noche, pero no podía negar que había ciertas cosas que seguían permaneciendo. Era un vampiro, pero también era un hombre y en esta ocasión la segunda empezaba a dominarlo. El ver parte del cuerpo de Ebba desnudo había logrado alterarlo, la excitación se dejaba entrever en la manera en que la miraba. Le gustaba, le encantaba lo que veía, aunque la odiara por hacerlo.
- Detente... – Le ordeno, pero su voz sonó tan débil que era imposible que ella de verdad contemplara la sola idea de obedecer a lo que pedía. Al contrario, ella siempre actuaba llevándole la contraria y en esto no seria la excepción. Las caricias continuaron y la excitación en Thibault también lo hizo. Pronto se sintió incapaz de poder detenerse como lo había hecho en tantas ocasiones. Hasta que su paciencia llego al límite. – ¡He dicho que te detengas! – Vocifero con rabia, con una ola de frustración impregnada en el habla, abandonando el cobijo de la luz de la luna que se colaba por la ventana y las cortinas entreabiertas, para arremeter en contra de ella. Se acerco con furia hasta la cama donde se encontraba sentada y la tomo por las muñecas, con tanta fuerza que la obligo a ponerse de pie. – ¿Que quieres Ebba?, ¿qué pretendes con todo esto?, ¡¿que demonios es lo que quieres que haga?! – Las preguntas fueron echas con rabia, como si de verdad la culpara por haberse metido en su mente, por ser tan perfecta y tan deseable. La agito con fuerza por las muñecas, zarandeándola, tratándola como el menor cuidado posible, estaba haciéndole daño, pero no le importaba. – ¡Te odio, no sabes cuanto te odio! – Volvió a gritar con todavía más fuerza, acercando su rostro al de ella, exigiéndole algo que ni el mismo sabia que era. – ¡Eres mi hermana!, ¿entiendes?, ¡MI MALDITA HERMANA! – Grito esta vez con todavía más rabia. Pero como si hiciera caso omiso a sus propias palabras, acerco su rostro al de ella, tan rápido que no le dio tiempo de pensar, ni se lo dio el mismo. Las manos que habían estado sujetándola por las muñecas, se posaron esta vez sobre el rostro de Ebba, sujetándolo con fuerza mientras ejercía en sus labios una presión y movimientos bruscos que podían considerarse como un beso. - Maldita seas Ebba, maldita seas...
Thibault Colville- Vampiro Clase Alta
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Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
El placer que sentía no se debía al roce de sus yemas sobre las arrugas que se formaban en la punta de su seno. Se había acariciado en otras ocasiones. La primera vez que había explorado su cuerpo había sido días antes de que su hermano partiera. Había estado tan enojada con él tras ver cómo sus ojos devoraban aquéllos cuerpos en la fiesta, que todo lo que pudo hacer aquélla noche fue pararse frente al espejo y preguntarse qué vería su hermano cuando posaba los ojos en ella. Las caricias no tardaron en aparecer, invocar a Thibault provocaba cosas extrañas en su interior y antes de que se diera cuenta, estaba ardiendo de deseo, necesitando llegar hacia un sitio, pero sin saber exactamente a dónde, cómo o porqué. No. Esta vez el placer que sentía recorrer su piel e instalarse entre sus piernas, era producto de su presencia. ¿Cuánto más pasaría para que el dolor que bullía fuese calmado por las manos fuertes y poderosas de su hermano? La puerta no había sido lanzada con brusquedad y eso robó una sonrisa a sus labios. ¿Sería ese el momento anhelado? ¿La haría su mujer esta noche? Mojó sus labios ante la hambrienta mirada con que le retaba. No tenía miedo, estaba dispuesta a complacerlo. Arqueó su espalda en una apronta invitación y el olor que éste desprendía le excitó. Desafortunadamente, el tono en la voz de Thibault estaba lejos de transmitir pasión. El odio que destilaba era suficiente como para extinguir la llama, ¡pero ese era el problema! Ebba no era una simple llama, era un fuego que no podía ser controlado solo porque se lo ordenaran.
Como si su hermano adivinara sus pensamientos, siendo consciente de que no lo dejaría ser ahora que había dado el paso, fue levantada de la cama. Luchar estaba en su naturaleza, pero con él no funcionaba. Le gustaba la forma en que le sostenía. La rabia que sentía solo podía significar lo que ella ya sabía. Un jadeo escapó de sus labios. Un jadeo de placer por el tacto, la cercanía y la desnudez que rozaba con la tela que cubría el pecho de su hermano. – Sabes lo que quiero. Habló con serena tranquilidad, una completa y total contradicción si lo comparabas con la forma en que era tratada. – Hazte el ciego si eso te hace sentir mejor. Cruza la puerta y finge que no sabes lo que ocurre en esta habitación. Su mirada le desafiaba a aceptar su cobardía y romper con esos parámetros que le regían. Era cierto que eran hermanos y compartían un lazo de sangre, pero eso no era tan fuerte como la fuerza de atracción que se tenían. – Mientras yo pienso en ti haciéndome mujer. Habría continuado de poder seguir hablando, pero en ese punto, Thibault la zarandeaba. Cuando se detuvo, no se molestó en pedir una disculpa. – DI ALGO QUE NO SEA DE MI CONOCIMIENTO, estalló finalmente. - Hazle entender a mi cuerpo que no puede tenerte. ¡Te deseo suerte! Porque como ves, yo no he tenido la suficiente. Cualquier otra palabra formulada murió cuando los labios de su hermano hicieron contacto. La presión y la brusquedad con que se movía, le orilló a responder de la misma forma, mordiendo para darle fin a su “beso”. Si fuera poco, su corazón revoloteó en un frenético aleteo.
No le dio tiempo a alejarse. ¿Cómo? Si amaba su cercanía y cruda fuerza. Sobrepuso su mano en la que él mantenía sobre su rostro y la llevó hasta su pecho. Sin quitar la suya, la encerró en uno de sus senos. Sus labios se entreabrieron. – Sino eres tú, será cualquier otro. Provocarlo no estaba en sus planes, pero si lo que se necesitaba era canalizar toda esa furia para que la hiciera suya, eso era exactamente lo que haría. – ¿Me odias lo suficiente como para lanzarme a otros brazos? ¿Real-men-te? Sus dedos se abrieron paso entre la abertura de un botón a otro, acariciando su fornido pecho. - ¿Dejarás que sea alguien más el que alivie mi deseo? Frunció el ceño, esperando que su hermano dijera las palabras correctas. – Porque no es posible Thibault. Si alguien tiene derecho a odiar, soy yo por todo lo que me has hecho. Esto, apretó sus manos sobre su pecho... Esto es lo que siempre me has provocado. Le soltó con la misma brusquedad con que él le había tomado. Dándole la espalda dio la vuelta a la cama para acostarse sobre ella, no sin antes cerrar la prenda que cubría la poca piel sin ofrecer pero que le pertenecía a él. – Cierra la puerta cuando salgas. Sentenció, subiéndose al colchón. Esta sería otra de esas noches, una larga... larga jornada.
Ebba Colville- Humano Clase Alta
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Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
Lo conocía tan bien y quizás se debía por que en el fondo eran la misma persona, por que por sus venas corría la misma sangre, una más fría que la otra. Compartían también pensamientos y ahora deseos, por que no había duda de que se deseaban el uno al otro, con la misma intensidad, con los mismos fines, con idénticas intenciones.
Las palabras de Ebba sonaban más a una amenaza que a una advertencia. ¿Otro? ¿Seria capaz de permitir que otro fuese el primero en la vida de su hermana? ¿Podría soportarlo? No, no podía haber otro, no debía haberlo, no lo habría. Pero si algo tenia Ebba era que era ella no hablaba por hablar, la conocía y sabia con exactitud que una vez que se proponía algo, lo ejecutaba, sin pensar en las consecuencias, sin detenerse a pensar un poco en lo que había de por medio o lo bien o mal que estuvieran sus actos. Así era Ebba, una mujer dominada por sus pasiones, por arrebatos y quizás en parte eso era lo que mas le atraía a Thibault de ella. De no ser su hermana estaría encantado con tener como amante a una mujer de su tipo, pues la mezcla de físico con actitud le resultaba simplemente abrumadora. Pero era su hermana, ese era su único y real impedimento, la causa de que estuviera reprimiéndose al extremo de llegar a parecer un ser humano con principios y ya no era un humano. Y si no lo era…¿por que seguir actuando como tal?
Se detuvo en la puerta, con la mano sobre la perilla que aun no había girado. Se quedo ahí de pie, cavilante, reflexivo sobre todo lo ocurrido y con las palabras de su hermana agolpándose en su mente, en su pecho, en todo su ser. Entonces supo que debía hacerlo, si salía de esa habitación podría ser la ultima oportunidad que tendría de tener a su hermana como lo había estado deseando por tanto tiempo. ¿Desperdiciaría algo así?, ¿seria tan idiota? La tenia a su merced, era suya si lo quería, ella clamaba por el, tan solo debía alargar su mano y poseerla.
Su mano abandono la perilla de la puerta y giro su cuerpo para verla nuevamente a la cara, esta vez con un aire mas decidido en el rostro, dejando atrás ese ceño fruncido a causa de su molestia por la insistencia que esta tenia con el y por el disgusto de estar cayendo tan bajo como estaba a punto de hacerlo. Camino hasta la cama, donde ya se encontraba recostada, dándole la espalda, seguramente con algún puchero en el rostro como solía hacer cada que algo le molestaba. El colchón se hundió con el peso de Thibault, cuando este subió en el de manera sigilosa y se coloco a su lado, recostado, mientras su mano jugueteaba con el cabello negro de su hermana, enredándolo y desenredándolo entre sus dedos. - Te equivocas conmigo Ebba, nuevamente lo haces, lo haces si crees que yo quiero ser el primero… - Le susurro al oído con voz suave y melodiosa, cualquier humana se sentiría persuadida si un vampiro le hablaba al oído de ese modo. -…yo quiero ser el único. – Añadió rápidamente, acercando sus labios fríos a la nuca de la muchacha, dejando que su aliento gélido rozara su piel, provocando que la piel se le erizara. Pero no hubo respuesta por parte de ella, parecía estar fingiendo que ya estaba dormida, lo ignoraba en una de sus grandes confesiones y eso si que lograba hacer enojar al vampiro. Se puso de pie de un brinco, indignado por lo que ella acababa de hacer, no iba a permitirle que se burlara así de el, ¿que clase de jueguito era ese de primero seducirlo, exigirle que le hiciera el amor y luego ignorarlo?
Dio la vuelta a la cama y esta vez se coloco de pie frente a ella, quien permanecía con los ojos cerrados, tal y como el había pensado: fingiendo estar dormida. La tomo de uno de los brazos y la jalo con tanta fuerza que logro ponerla de pie de un solo tiron, obligándola a mirarle a los ojos. – No soy tu maldito idiota, Ebba. – El enojo se hacia presente en sus labios, al igual que cuando le había exigido que le dejara en paz. Ebba permaneció en silencio, mirándole solamente, pero sus ojos eran retadores, su mirada solo decía una cosa: tómame si de verdad te atreves, si es cierto que no eres un idiota. Thibault ejerció nuevamente fuerza en sus manos, esta vez para arrancar de un tiron el bluson que ella llevaba puesto, lanzándolo al piso y dejándola al desnudo, al menos en la parte superior, donde sus pechos quedaban ante su vista, expuestos en su totalidad. Luego se deshizo de la camisa, la cual termino a un lado de la prenda femenina de su hermana, la acorralo contra el peinador, contra el espejo de este y fundió en un nuevo beso ambos labios, uno salvaje, desesperado, uno que esta vez no encontraría interrupción.
Las palabras de Ebba sonaban más a una amenaza que a una advertencia. ¿Otro? ¿Seria capaz de permitir que otro fuese el primero en la vida de su hermana? ¿Podría soportarlo? No, no podía haber otro, no debía haberlo, no lo habría. Pero si algo tenia Ebba era que era ella no hablaba por hablar, la conocía y sabia con exactitud que una vez que se proponía algo, lo ejecutaba, sin pensar en las consecuencias, sin detenerse a pensar un poco en lo que había de por medio o lo bien o mal que estuvieran sus actos. Así era Ebba, una mujer dominada por sus pasiones, por arrebatos y quizás en parte eso era lo que mas le atraía a Thibault de ella. De no ser su hermana estaría encantado con tener como amante a una mujer de su tipo, pues la mezcla de físico con actitud le resultaba simplemente abrumadora. Pero era su hermana, ese era su único y real impedimento, la causa de que estuviera reprimiéndose al extremo de llegar a parecer un ser humano con principios y ya no era un humano. Y si no lo era…¿por que seguir actuando como tal?
Se detuvo en la puerta, con la mano sobre la perilla que aun no había girado. Se quedo ahí de pie, cavilante, reflexivo sobre todo lo ocurrido y con las palabras de su hermana agolpándose en su mente, en su pecho, en todo su ser. Entonces supo que debía hacerlo, si salía de esa habitación podría ser la ultima oportunidad que tendría de tener a su hermana como lo había estado deseando por tanto tiempo. ¿Desperdiciaría algo así?, ¿seria tan idiota? La tenia a su merced, era suya si lo quería, ella clamaba por el, tan solo debía alargar su mano y poseerla.
Su mano abandono la perilla de la puerta y giro su cuerpo para verla nuevamente a la cara, esta vez con un aire mas decidido en el rostro, dejando atrás ese ceño fruncido a causa de su molestia por la insistencia que esta tenia con el y por el disgusto de estar cayendo tan bajo como estaba a punto de hacerlo. Camino hasta la cama, donde ya se encontraba recostada, dándole la espalda, seguramente con algún puchero en el rostro como solía hacer cada que algo le molestaba. El colchón se hundió con el peso de Thibault, cuando este subió en el de manera sigilosa y se coloco a su lado, recostado, mientras su mano jugueteaba con el cabello negro de su hermana, enredándolo y desenredándolo entre sus dedos. - Te equivocas conmigo Ebba, nuevamente lo haces, lo haces si crees que yo quiero ser el primero… - Le susurro al oído con voz suave y melodiosa, cualquier humana se sentiría persuadida si un vampiro le hablaba al oído de ese modo. -…yo quiero ser el único. – Añadió rápidamente, acercando sus labios fríos a la nuca de la muchacha, dejando que su aliento gélido rozara su piel, provocando que la piel se le erizara. Pero no hubo respuesta por parte de ella, parecía estar fingiendo que ya estaba dormida, lo ignoraba en una de sus grandes confesiones y eso si que lograba hacer enojar al vampiro. Se puso de pie de un brinco, indignado por lo que ella acababa de hacer, no iba a permitirle que se burlara así de el, ¿que clase de jueguito era ese de primero seducirlo, exigirle que le hiciera el amor y luego ignorarlo?
Dio la vuelta a la cama y esta vez se coloco de pie frente a ella, quien permanecía con los ojos cerrados, tal y como el había pensado: fingiendo estar dormida. La tomo de uno de los brazos y la jalo con tanta fuerza que logro ponerla de pie de un solo tiron, obligándola a mirarle a los ojos. – No soy tu maldito idiota, Ebba. – El enojo se hacia presente en sus labios, al igual que cuando le había exigido que le dejara en paz. Ebba permaneció en silencio, mirándole solamente, pero sus ojos eran retadores, su mirada solo decía una cosa: tómame si de verdad te atreves, si es cierto que no eres un idiota. Thibault ejerció nuevamente fuerza en sus manos, esta vez para arrancar de un tiron el bluson que ella llevaba puesto, lanzándolo al piso y dejándola al desnudo, al menos en la parte superior, donde sus pechos quedaban ante su vista, expuestos en su totalidad. Luego se deshizo de la camisa, la cual termino a un lado de la prenda femenina de su hermana, la acorralo contra el peinador, contra el espejo de este y fundió en un nuevo beso ambos labios, uno salvaje, desesperado, uno que esta vez no encontraría interrupción.
Thibault Colville- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/06/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche tiene mil ojos {Privado}
¿Qué es más fuerte? ¿El deseo acuciante o el odio mortífero? Thibault ha abierto la Caja de Pandora con las palabras que ha susurrado al oído de su hermana. ¿Qué se suponía que esperaba? ¿Una bienvenida en su cama mientras pasaba la hoja y hacía como si el último par de años nunca hubiesen pasado? Herir el orgullo de Ebba no es una hazaña que se pueda alardear mientras ondeas el estandarte de la victoria sin esperar el contraataque. Cada palabra que ha pronunciado no ha sido solo para dejar en evidencia el deseo que flagela su cuerpo. ¿Por qué mostrar debilidad ante el único hombre que no se atreverá a tocarle? Sencillo. Cuando muestras debilidad, tu enemigo baja la guardia arrogantemente y la idea de perder deja de flotar por su mente. Esconder esa sonrisa de satisfacción no le resulta difícil. ¿Cuántas veces recurrió a disfraces? Thibault ha sido su conejillo de indias desde que puede recordarlo. Cada vez que le escuchó alardear de sus conquistas ella le encantaba con una sonrisa. Cada vez que se le acercaba con ese brillo malicioso puliéndose en sus orbes, la inocencia era el regalo que teñía sus facciones. Desear a su hermano no era lo único que había aprendido a ocultar, también estaba ese odio que sentía cuando le resultaba inalcanzable. El gélido beso no podía hacer menos que aumentar su convicción para fingir ser un témpano. Sus labios sobre su cálida piel fue una caricia que bien pudo empezar en sus muslos y terminar en su entrepierna. ¿Qué estaba pasando con ella? Las escapadas al balcón y posteriormente al jardín para conversar con pretendientes, no había propagado fuego, ni decir de un incendio.
¿Quién diría que encontraría tal excitación ante la fuerza que ejercía su hermano? Esa mirada de odio que Thibault le dedicaba rivalizaba con la mirada retadora que Ebba le mostraba. Era una batalla de esgrima donde las miradas eran las espadas. “Si tan solo supieras...” Le dedicó la mejor de sus sonrisas antes de que sus bocas se encontraran, el secreto que no revelaron era una ficha del rompecabezas que no encajaría solo porque los dos cuerpos se amoldaran con perfección. El cuerpo de Ebba estaba en completa sintonía a los movimientos que Thibault desenvolvía. Sus uñas se clavaron sobre los hombros de su hermano en un desesperado intento por atraerlo, podía sentir como éstas se enterraban y la sangre se asomaba. Su boca se movía hambrienta mientras su lengua hacía de escudo para contrarrestar el embiste de Thibault. ¿En verdad iba a detenerlo? ¿El odio que sentía podía barrer con ese deseo? Jadeó sobre su boca, deteniendo las caricias de su lengua para tomar de su aliento el aire que se filtraba lejos una vez que su mano descendió hasta uno de sus pechos. - ¿No lo eres? Preguntó entrecortadamente, atrapando su labio, marcándolo con fuerza. Sus uñas liberaron su hombro derecho para recorrer con la yema de su dedo índice su cuello, descendiendo sobre su pecho, bajando peligrosamente hasta la cinturilla de su pantalón. Antes de que él tuviera la oportunidad de enojarse o reclamarle por el tono burlesco, su mano palpó su miembro. – Calla. Esto responde positivamente.
Desafortunadamente a Ebba le había gustado en demasía la respuesta salvaje que se apoderaba de su hermano cuando dejaba actuar a su lengua y escupir verdades o... – Vamos hermanito, ¿de verdad creíste que me guardaría para ti? ...mentiras. Su mano se frotaba deliberadamente, el deseo de Ebba no podía negarse. – Uhm. Sorprendente. Tu ego no tiene nada que envidiarle a esto. Los dos parecen ser muy grandes. La boca de Ebba no había abandonado la de él. – Espero no sea decepcionante. ¡Falacias! Ebba desconocía lo que tenía entre sus manos. Las pláticas con sus amigas no eran, desde luego, lo que se esperaba de las jóvenes de su edad. Más de una había sobornado a sus criadas con discreción para obtener información. Ebba no buscaba más que demostrar una madurez delante de él. Thibault era un hombre atractivo, pero sus rasgos masculinos eran más fieros cuando el odio y la sed de venganza le encontraban; de ahí que le provocara...
¿Quién diría que encontraría tal excitación ante la fuerza que ejercía su hermano? Esa mirada de odio que Thibault le dedicaba rivalizaba con la mirada retadora que Ebba le mostraba. Era una batalla de esgrima donde las miradas eran las espadas. “Si tan solo supieras...” Le dedicó la mejor de sus sonrisas antes de que sus bocas se encontraran, el secreto que no revelaron era una ficha del rompecabezas que no encajaría solo porque los dos cuerpos se amoldaran con perfección. El cuerpo de Ebba estaba en completa sintonía a los movimientos que Thibault desenvolvía. Sus uñas se clavaron sobre los hombros de su hermano en un desesperado intento por atraerlo, podía sentir como éstas se enterraban y la sangre se asomaba. Su boca se movía hambrienta mientras su lengua hacía de escudo para contrarrestar el embiste de Thibault. ¿En verdad iba a detenerlo? ¿El odio que sentía podía barrer con ese deseo? Jadeó sobre su boca, deteniendo las caricias de su lengua para tomar de su aliento el aire que se filtraba lejos una vez que su mano descendió hasta uno de sus pechos. - ¿No lo eres? Preguntó entrecortadamente, atrapando su labio, marcándolo con fuerza. Sus uñas liberaron su hombro derecho para recorrer con la yema de su dedo índice su cuello, descendiendo sobre su pecho, bajando peligrosamente hasta la cinturilla de su pantalón. Antes de que él tuviera la oportunidad de enojarse o reclamarle por el tono burlesco, su mano palpó su miembro. – Calla. Esto responde positivamente.
Desafortunadamente a Ebba le había gustado en demasía la respuesta salvaje que se apoderaba de su hermano cuando dejaba actuar a su lengua y escupir verdades o... – Vamos hermanito, ¿de verdad creíste que me guardaría para ti? ...mentiras. Su mano se frotaba deliberadamente, el deseo de Ebba no podía negarse. – Uhm. Sorprendente. Tu ego no tiene nada que envidiarle a esto. Los dos parecen ser muy grandes. La boca de Ebba no había abandonado la de él. – Espero no sea decepcionante. ¡Falacias! Ebba desconocía lo que tenía entre sus manos. Las pláticas con sus amigas no eran, desde luego, lo que se esperaba de las jóvenes de su edad. Más de una había sobornado a sus criadas con discreción para obtener información. Ebba no buscaba más que demostrar una madurez delante de él. Thibault era un hombre atractivo, pero sus rasgos masculinos eran más fieros cuando el odio y la sed de venganza le encontraban; de ahí que le provocara...
Ebba Colville- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/12/2010
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