La noche tiene mil ojos (priv)

por **Stan McQuinn** Lun Mar 04, 2019 12:50 pm

La nieve regresaba cada invierno a París, inexorable como el paso del tiempo, imperturbable como la alternancia entre noche y día. Frío, manto blanco y susurros en la oscuridad. Debería haberse quedado en las tierras norteñas pero unos asuntos familiares lo anclaban a la vieja Francia, el imbécil de Angus se había metido en un lío grande y ahora a él le tocaba sacarlo del entresijo burocrático que lo mantenía en prisión. El contrabando de whisky escocés había llevado al pelirrojo a meterse en un entramado ilegal tan enrevesado que ahora sus huesos se helaban en las celdas de la Bastilla y le tocaba a su primo salvarle el pellejo, como siempre.

No le gustaba la gran urbe, se encontraba mucho más cómodo entre bosques, ríos y rocas, su naturaleza úrsida cada vez era más fuerte, se decía que con los años, los cambiantes oso adquiría más sensatez, la sabiduría de Gaïa, la diosa de la luna y la tierra, la que les confería su rango de protectores de todo lo bueno. McQuinn no era una excepción, a sus años empezaba a entrar en razón, a calmar la fiera ingobernable que tantos desacatos le había llevado a cometer, y a actuar pensando más y midiendo las consecuencias de sus actos. Pero eso sí, ni el ataque más virulento de sensatez haría que renunciase a su falda de tartán marrón y verde, era un escocés de las Highlands, un McQuinn y nada en este mundo le haría borrar eso de su ser y su apariencia. Iba refunfuñando algo sobre el frío que se le colaba por entre los calzones cubiertos por el kilt cuando escuchó un llanto, un quejido lastimero apenas audible para un humano, pero alto y claro para un oso. Giró la cabeza hacia su derecha, donde había un bosquecillo de robles en medio del barrio residencial, estaba cerca del polígono industrial de las afueras y de las grandes villas de gente pudiente.

por **Maya Rivers** Lun Mar 04, 2019 1:27 pm

Sobre el manto blanco se marcaban unas huellas, había al menos dos tipos, unas más grandes y otra diminutas, probablemente se tratara de una mujer y un niño o de un niño más mayor acompañando a otro más pequeño, sin duda no eran huellas de hombre adulto ni fornido. El oso olfateó el aire frío, el rastro le llegaba potente y denso y ahora lo tenía claro: una mujer y una niña.

— ¡Vamos Apple! No te pares ahora, sé que estás cansada!! Sé que no quieres esto pero no he tenido otra opción…

La voz de la mujer hablaba entre susurros, pero lo suficientemente alto como para que el cambiante las escuchase.

— ¡¡Él nos encontrará!! No deberías haberlo hecho, a mi no me importa vivir en la mansión Black!!

— Lo sé, y también sé que consideras a tu padre como el sol de tus días, pero ya sabes la verdad, y sabes que yo te di a luz encadenada y recluida por es monstruo. Ninguna madre puede dejar de luchar por sus hijos aunque eso me cueste la vida y tu odio.— se agachó para pasarle los dedos por aquella carita enfadada de ceño fruncido.— Si me encuentra me matará, tan sólo quiere hacerle daño a Askar, y es mutuo… los Black me mataron una vez, nos separaron, impidieron que durante milenios estuviéramos juntos, y ahora me arrebataron de nuevo el fruto de mi vientre. Apple… no les perteneces, tampoco a mi, no le perteneces a nadie, eres libre, tienes derecho a decidir a quién amar, que nadie te lo imponga… pero necesitaba sacarte de allí y que comprendas toda la verdad sobre tu pasado.

por **Apple Black** Lun Mar 04, 2019 1:31 pm

La niña arrugó su carita pensativa, encogiéndose por el frío. Maya se quitó la chaqueta, quedándose al descubierto, dejando que los huesos se quejaran del azote gélido invernal, y se la colocó a Apple por encima de los hombros.

— Pero cuando sepa la verdad, seré libre de irme, prométeme que me soltarás.— lo dijo muy seria, elevando la barbilla en un gesto muy similar al de Joe. Maya contaba con que sería muy lista, no en vano era la esencia de alguien que ya existió y que al parecer tenía cierta tendencia al caos.

—De acuerdo, cuando lo hayas asimilado si aún así quieres irte, yo misma te subiré a un carro para que te lleve.— Sabía que llevarse a la niña sería su sentencia de muerte si la encontraban alguno de los Black, pero ese instinto había sido mucho más fuerte que cualquier otra cosa. Askar iba a recriminárselo mil veces pero por otro lado sabía que ahora tenían un arma poderosa a su favor, esa niña contaba con el “amor” de un Black y el amor era sinónimo de destrucción, dolor y talón de Aquiles. Todas esas palabras no significaban nada para Maya, esa niña había salido de sus entrañas, ni siquiera era consciente de haberla engendrado pues eso sucedió antes de ocupar ese cuerpo, pero la había amado como si fuera propia a todos los efectos, y se la arrancaron antes de poder criarla. Eso iba en contra de toda ley de la naturaleza, en contra del equilibrio y el karma, y si bien ella sabía que no debía intervenir en las vidas mortales, tendría que hacerlo como pudiera, pues dos almas estaban cautivas en un cuerpo incorrecto.

por **Hania Doe** Lun Mar 04, 2019 2:57 pm

La noche se cernía y despertó como cualquier otra noche, escuchando crujir la madera del inmenso caserón que regentaba como Orfanato. La Dama de Plata, así había llamado a la institución para huérfanos donde administraba un hogar, un lugar seguro y cálido para esos niños que ya no tenían nada. Ella había sido una de esos niños, había estado durante casi dos décadas sintiéndose el bicho raro que nadie quería, que nadie adoptaba, para luego acabar muerta y renacida en vampiro, un destino terrible para un alma sensible como la de Hania.

Odiaba la guerra, odiaba la sangre, el asesinato, la mentira, la traición vil y todo cuanto ello suponía en la vida de la rubia. Odiaba el odio, su alma inclinada a la bondad infinita y al amor no la dejaba odiar y por contra padecía y sufría con todo aquello que causaba daño, dolor o tristeza. Ella creía firmemente en que todo el mundo merecía amor, que no había maldad que no curase con amor y la vida le iba demostrando lo contrario, pero se negaba a aceptar esa realidad.

Salió embutida en una capa, aunque no necesitase el abrigo porque estaba fría igualmente, su objetivo era alcanzar las catacumbas de París, su entrada norte, la que bordeaba con el bosquecillo de robles de la barriada, le habían dicho que allí había algunos niños perdidos que nadie reclamaba y se metían en líos. Quizás si pudiera convencerlos de que fueran con ella, les ofrecería cama y comida caliente, y quizás alguno fuera lo suficientemente sensato para coger su mano y labrarse un futuro mejor. Caminaba despacio cuando escuchó una conversación en voz baja y a alguien aproximándose por las inmediaciones.

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