Blood (Ekaterina J. Dragomir)

“Un valle se encontraba a lo lejos, aquí, la montaña lloraba de dolor desgarrarte. Un gran grupo de personas se encontraba de un lado, otro gran grupo de personas al otro, pero tenían un parecido, puesto a que ambos se alimentaban de sangre.”

Nach se levantaba de su sueño,  hace muchísimo tiempo que soñaba con vampiros. Desde que su madre murió no pudo sacárselos de la cabeza, tan solo no podía hacerlo, no podía dejar de pensar en sus costumbres, en cuantos habrá en el mundo, y en sus debilidades y habilidades. Hace un año no hacia otra cosa que pensar en esos seres malignos que lo único que hacían y lo único que podían hacer para sobrevivir era tomar sangre, aunque Nach no les tenia ni temor ni lastima.
Desde que volvió de América, como una persona diferente, ya rica en todo su esplendor, seguía teniendo mente de pobre, mente de ayudar a los necesitados, mente de ir a beber alcohol con sus amigos solo por ese hecho, por eso no soportaba a los ricos, o “personas de clase alta” de toda la vida, lo único que hacían en su mayoría era hablar de política, o de negocios, era extremadamente aburrido
Lo único que se preguntaba era en donde se encontraba el asesino de su madre. ¿Estará aquí, en París, compartiendo ciudad con el hijo de su esclava? ¿Estará en Rusia? ¿Italia? ¿Mallorca? ¿Córdoba? Podía estar en mil lugares o en ninguno, o tan solo en el puerto donde se encontraba el mismísimo Nach. De la única forma que lo podía saber era buscando, buscando por el mundo. La verdad que Nach tenia mucha suerte al haber encontrado esa millonada  de oro en América.
Al levantarse sintió como un tirón golpeaba su espalda, reconfortante, doloroso, parecía como un aviso de la vida de que “ya dormiste, ahora puedes empezar a sufrir.” En ese momento fue cuando decidió salir de su barco, llegado hace un día al puerto Francés y decidió salir a conocer Francia. Nach se consideraba a si mismo como una persona la cual estaba completamente interesado en la cosa mas mínima de la vida. Aun recordaba cuando era pequeño y su mejor amigo le había enseñado a robar. Cuando lo había hecho por primera vez no lo había hecho porque debía comer, además de eso lo había hecho porque era interesante, estresante, le subía la adrenalina. Tal vez por lo mismo se quería dedicar a asesinar vampiros, era interesante, estresante y le subía la adrenalina. Se dirigió hacia la primera persona con pinta de francés que encontró. Le pregunto los sitios turísticos de París, y este le dijo con tono despectivo “la playa” como creyéndose el rey del mundo. Eso odiaba de los Franceses, que pensaban que eran los dioses del mundo, tan solo por ser de Francia. ¿Aunque como no podían sentirse los reyes del mundo? Si tenían uno de los países mas hermosos del planeta. Y eso lo reafirmo Nach al caminar hasta la Playa y observarla. Parecía la belleza en vida, el agua era completamente azul, su arena era completamente blanca, era impresionante la belleza de ese lugar. Nach Tear se acostó en el medio de la playa, mas alla de los comentarios ácidos de las personas de clase alta que se encontraban en ese lugar, que tenían parasoles y estaban sentadas y sentados en sillas, hablando ¿para que usar parasol? Si el sol era la sensación mas agradable que puede haber en la tierra. Eso era una de las cosas por las que tenia lastima a los vampiros, no podían sentir esa calidez, ese amor que imponía el sol. ¿Cómo era que las personas en un lugar donde pega el sol todo el día están mas felices y mas contentas que las personas que sienten frió y no les da prácticamente el so? Porque el sol es un antidepresivo natural.
Nach se quedo pensando acerca de todos los lugares que iba a visitar cuando termine allí en Francia. Aunque tal vez no terminase mas en toda  su vida, puesto a que quería exterminar a todos los vampiros de Francia. Tal vez le cueste una vida y media. Aunque se podía acostumbrar a esa ciudad, si. ¿Qué estará pensando o haciendo su madre en ese momento? Seguramente o esta durmiendo o aburrida en una mansión. Por el sol. Ahora su madre no podía sentir el sol. Maldición, tal vez ya se había suicidado por la infelicidad.
De pronto, Nach se despertó, si, exactamente, se había quedado dormido en el medio de la playa, y ahora lo que le iluminaba la cara era la gran luna. Ya que, Nach se levanto y vio a su alrededor. No había casi nadie.