AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Compro un hechizo [Privado]
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Compro un hechizo [Privado]
Give 'em the old hocus pocus
Bead and feather 'em
How can they see with sequins in their eyes?
What if your hinges all are rusting?
What if, in fact, you're just disgusting?
Razzle dazzle 'em
And they;ll never catch wise!
Bead and feather 'em
How can they see with sequins in their eyes?
What if your hinges all are rusting?
What if, in fact, you're just disgusting?
Razzle dazzle 'em
And they;ll never catch wise!
Seguía sin acostumbrarse a ser un señor. Ya le era ajeno eso de ir por su casa completamente vestido, no digamos lo de llevar tres capas de ropa y encima una corbata con lazada al cuello. Se sentía como un perro al que su dueño insiste en poner uno de esos jerseys que parecen tejidos por el demonio y que además pican. No resoplaba todo el rato porque había vuelto a casa por su propio pie, obligado por nadie, y sería absurdo que después de volver su mundo del revés pasados tantos años se portara como un niño impaciente. Quería creer que sus abuelos estaban contentos de tenerle allí y también de tener a Fran y a su hijo. Se habían tomado la noticia de la amnesia como siempre hacían con los asuntos privados y domésticos: competentemente y en la más estricta intimidad. No podía asegurar que se hubieran creído del todo eso de que Franchesco era su nieto, pero todo parecía indicar que sí por el modo en que lo miraban, su abuela abiertamente y su abuelo cuando creía que nadie lo estaba viendo. El anciano matrimonio no había tenido mucha fortuna con su descendencia, eso había que reconocérselo, pero Jules tampoco pretendía compensárselo después de haberles fallado tanto. No podía fingir ser lo que no era. Había trabajado en el establo duramente codo con codo con los mozos de cuadras hasta que el padre de su padre le dio permiso para ocupar el lugar que legítimamente le correspondía como heredero. Sería mentira decir que eso le alegró porque odiaba el papeleo, pero tampoco fue tan terrible. Resultó que después de todo el cambiante tenía cierto instinto para los negocios y para encontrar algo de orden en medio de su caos. No obstante los asuntos de los Lombard no podrían ser más aburridos, y con el paso del tiempo el roedor fue haciendo sus propios planes. Quizá la idea la había tenido siempre, pero no fue hasta darse cuenta de que poseía abundante capital que empezó a formularla sobre algo más que castillos en el aire. Sabía con quién tenía que hablar de ello y no dudó poner rumbo a París en cuanto sus obligaciones lo permitieron, y también en cuanto se pudo asegurar de que en su ausencia iban a cuidar bien de François.
Echaba de menos la capital, con su peculiar olor a vicio y sus aglomeraciones de gente. Su aspecto al bajar del carruaje que lo llevó al centro desde la estación del ferrocarril era muy distinto al que tenía cuando había abandonado París, y así se lo confirmaban las miradas que le dirigían los viandantes. Era un hombre de apariencia todavía joven y sabía que se le consideraba bien parecido, así que uniendo eso al poder de atracción de la ropa cara estaba seguro de que podría proponer matrimonio a cualquier muchacha que se cruzara y la respuesta sería afirmativa con una probabilidad del noventa por cien. No obstante no era ese el menester que le había conducido hasta allí, y únicamente una mujer atraía en aquel instante su atención por motivos muy distintos a los esperados. Acudió al burdel donde había trabajado, donde nadie le reconoció, y preguntó por Génie que en ese momento no estaba allí. Aquello truncaba ligeramente sus planes porque no podía personarse en la mansión de su familia y mandarla llamar, pero ya había contado con esa posibilidad y se planteaba pasar algunos días en la ciudad hasta terminar de resolver todos sus asuntos. Se desplazó toda la mañana arriba y abajo para ver las casas que le interesaba adquirir y sopesar cuidadosamente los pros y contras de cada solar, su emplazamiento y costes de mantenimiento. Entrevistó después a varias hembras de armas tomar a las que podría considerar poner al frente de su negocio, y luego hizo una pausa para comer algo en una fonda.
Había dejado para la tarde su cometido más intrincado y el que no sabía bien cómo abordar. De hecho estaba totalmente perdido cuando a la hora convenida llegó al punto donde se había citado, preguntándose todavía si estaría haciendo lo correcto. Se sentía satisfecho de no haber llevado con él a Fran por dos motivos: el primero que no quería crearle falsas esperanzas, y el segundo que prefería mantenerlo alejado por el momento de gente que pudiera resultar peligrosa. ¡Brujos! De no ser él mismo un ser humano que se convertía en roedor a voluntad se habría reído delante de quien afirmase poseer poderes de hechicería, pero su condición no le permitía ser tan obtuso con sus opiniones. Solo le quedaba aguardar y tener fe en que todo saldría bien.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Las almas eran sus eternas compañeras. Estaba condenada a verlas ir y venir continuamente, a escucharlasy sentirlas, a compartir la muerte casi más que la propia vida. Había entrado en contacto con aquel hombre y, antes de decidir aceptar verse con él, había mandado a algunos de sus parientes del más allá a hacer una pequeña incursión en el terreno. Apenas eran simples hechizos que ligaban las almas a su causa por un breve espacio de tiempo, pero lo suficiente como para lograr lo que quería.
Le hablaron de un muchacho joven, con aspecto inocente, perdido por la falta de sus recuerdos más recientes. También de una criatura, de apenas unos pocos años de edad, que parecía casi ajeno a lo que ocurría a su alrededor. Un hombre más mayor...no, un hombre no, era una criatura, un ser sobrenatural que yacía con el desmemoriado cuando nadie osaba mirarlos. Podría decirse que formaban una extraña familia que se ocultaba en las sombras ante los ojos ajenos. La curiosidad de la bruja era grande, le gustaban las situaciones peculiares, distintas a la rutina parisina a la que estaba tan acostumbrada y que tanto le hastiaba, así que terminó por citarse con él.
Había ido hacia el callejón acordado con su particular aspecto que no pasaba precisamente desapercibido, pero no era algo que le importase. Ropas y cabello oscuro que contrastaban con su pálida piel era lo que más solía atraer las miradas ajenas, que la juzgaban. Vio al hombre, o al casi hombre, cuando ya se estaba acercando. Estaba segura de que notaría su presencia a pesar de ser casi totalmente silenciosa, pues él tendría sentidos mucho más agudizados que un humano cualquiera. Cuando estuvo justo tras él se detuvo y lo observó, esperando que la encarase.
— Jules Lombard. — su voz era suave, fría, casi etérea. Tal vez pasar más tiempo entre los muertos que entre los vivos tenía esos efectos. Sus ojos e clavaban en la figura ajena como si pudiera atravesarle, como si traspasara a través de sus retinas y pudiera ver mucho más allá — ¿Por qué le ha ocultado a su amante nuestro encuentro? — preguntó, sabiendo que aquella información no la había recibido por parte del cambiaformas. Las brujas a veces tenían que hacer notar que no eran unas farsantes que solo buscaban dinero, debían demostrar que sus dones eran reales, y su forma de hacerlo era con la información que poseía gracias a los espíritus que esclavizaba — Aunque debo decir, si le hace sentir mejor, que él también le oculta cosas que podrían ser importantes para usted. Supongo que incluso en las relaciones más extravagantes existen los secretos. Si es que lo que os une es una relación...
Le hizo un gesto con la mano, invitándolo a adentrarse por la calle donde se habían encontrado, para alejarse un poco de la zona más transitada y así poder hablar con más libertad. Su nombre era Moon, o así se hacía llamar ella, así la conocían y era el nombre por el cual Jules la había contactado, es por ello que no se había tomado la molestia de presentarse.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: Compro un hechizo [Privado]
No sabía qué aspecto tendría la hechicera que le habían recomendado, de ella solo conocía un nombre: Moon. Pensó que los brujos no serían tan fáciles de distinguir del resto de la gente, les interesaba pasar desapercibidos y por tanto podría tratarse de cualquier mujer que se cruzase por el camino. Mientras caminaba Jules escrutaba con disimulo a todas las figuras femeninas con las que se tropezaba, pero ninguna hizo amago de presentarse. Al final llegó al punto de encuentro igual de perdido que estaba antes y con más dudas si cabe dentro de su mente. ¿Debería marcharse? No quería enredar más las cosas topando con una echadora de cartas sin más talento que él mismo para ver el futuro o los senderos intrincados del alma humana. Estaba haciendo pesquisas para solucionar algo que no dejaba de estar dentro de François, atado íntimamente a su esencia, y si salía mal las consecuencias podían ser catastróficas. Jules no quería perderlo. Estaba a punto de dar media vuelta cuando oyó un roce de ropas y al volverse encontró a la mujer más extravagante que había visto en mucho tiempo.
Su cabello oscuro enmarcaba una tez blanca que llamaba demasiado la atención. ¿Eso le serviría para atraer clientes? Sin duda había algo en su aura que parecía poderoso, pero Lombard sabía que era fácil engañar a los incrédulos fingiendo seguridad. No se molestó en confirmar que respondía a ese nombre puesto que era la hora convenida y allí no había nadie más. Estaba preparado para no dejarse manipular, pero lo siguiente que dijo la bruja le hizo arquear las cejas con evidente sorpresa, aunque se abstuvo de preguntarle cómo lo sabía. Habría sido fácil recibir información de gente bien entendida, puesto que Jules no era precisamente alguien que se dedicara a ocultarse, así que igual Moon tenía amigos útiles. ¿Pero hasta tal punto? En el burdel donde ambos habían trabajado prácticamente todos sabían que Fran y el cambiaformas estaban juntos, solo habría necesitado preguntar. - No se lo cuento todo. - Se limitó a responder. Él no rendía cuentas a nadie, y menos a un chico que estaba condenado a olvidar lo que se le contaba. Por eso precisamente estaba allí. - ¿De veras? - Le habría gustado saber qué era eso que en su opinión no le estaba contando el muchacho, pero ella se dio la vuelta y Jules tuvo que echar a andar detrás.
No habría podido contestarle a eso último aunque hubiera querido. ¿Una relación? Bueno, estrictamente lo era puesto que había muchos tipos de relaciones que unían a las personas y ellos estaban bastante unidos. ¿Pero algo serio? ¿Como si fuesen una pareja? Lombard dudaba mucho que alguna vez considerase a alguien como tal. Él vivía libre con quien le apetecía, y ahora le gustaba tener a François cerca y jugar a cuidar de él. Sin embargo no dejaba de repetirse que aquello podía durar solo por un tiempo hasta que uno de los dos se cansara. Se lo repetía mientras lo hacía reír, mientras jugaba con su hijo, mientras lo observaba y mientras lo abrazaba para dormir por las noches. Se lo repetía tantas veces que empezaba a cuestionarse si no era porque tenía que recordárselo continuamente por el riesgo a que se le olvidara y cayera en la comodidad de llegar a... quererlo. ¿Lo sabría Moon?
Su cabello oscuro enmarcaba una tez blanca que llamaba demasiado la atención. ¿Eso le serviría para atraer clientes? Sin duda había algo en su aura que parecía poderoso, pero Lombard sabía que era fácil engañar a los incrédulos fingiendo seguridad. No se molestó en confirmar que respondía a ese nombre puesto que era la hora convenida y allí no había nadie más. Estaba preparado para no dejarse manipular, pero lo siguiente que dijo la bruja le hizo arquear las cejas con evidente sorpresa, aunque se abstuvo de preguntarle cómo lo sabía. Habría sido fácil recibir información de gente bien entendida, puesto que Jules no era precisamente alguien que se dedicara a ocultarse, así que igual Moon tenía amigos útiles. ¿Pero hasta tal punto? En el burdel donde ambos habían trabajado prácticamente todos sabían que Fran y el cambiaformas estaban juntos, solo habría necesitado preguntar. - No se lo cuento todo. - Se limitó a responder. Él no rendía cuentas a nadie, y menos a un chico que estaba condenado a olvidar lo que se le contaba. Por eso precisamente estaba allí. - ¿De veras? - Le habría gustado saber qué era eso que en su opinión no le estaba contando el muchacho, pero ella se dio la vuelta y Jules tuvo que echar a andar detrás.
No habría podido contestarle a eso último aunque hubiera querido. ¿Una relación? Bueno, estrictamente lo era puesto que había muchos tipos de relaciones que unían a las personas y ellos estaban bastante unidos. ¿Pero algo serio? ¿Como si fuesen una pareja? Lombard dudaba mucho que alguna vez considerase a alguien como tal. Él vivía libre con quien le apetecía, y ahora le gustaba tener a François cerca y jugar a cuidar de él. Sin embargo no dejaba de repetirse que aquello podía durar solo por un tiempo hasta que uno de los dos se cansara. Se lo repetía mientras lo hacía reír, mientras jugaba con su hijo, mientras lo observaba y mientras lo abrazaba para dormir por las noches. Se lo repetía tantas veces que empezaba a cuestionarse si no era porque tenía que recordárselo continuamente por el riesgo a que se le olvidara y cayera en la comodidad de llegar a... quererlo. ¿Lo sabría Moon?
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Se adentró con paso suave hacia uno de los callejones cercanos, y de ahí fue hacia una portezuela de madera, tan sucia y pequeña que pasaba totalmente desapercibida en contraste con la pared. Se detuvo y miró al hombre, ni siquiera había respondido a su pregunta, solo le había sonreído de forma misteriosa. Sacó una llave igual de vieja que la puerta y abrió la susodicha, con un chirrido de madera, luego entró y esperó a que la siguiera.
Tras la puerta habían unas escaleras empinadas que descendían, con los estrechos muros a los lados de piedra, oliendo a humedad. La mujer cogió un candelabro que tenía en la entrada y lo encendió, comenzando a descender e iluminando el camino a su paso. Fueron un par de minutos de lento descenso, hasta que finalmente llegaron a una habitación. Era bastante pequeña, habían un par de estanterías, una mesa con un par de sillas y a un lado lo que parecía una especie de altar. También un baúl en otro rincón, grande. A un gesto de la mano de la bruja, las lamparas que había en los rincones se encendieron, dando luz a la habitación, suficiente para poder verse.
— Por favor, tome asiento, señor Lombard. — le invitó, señalando las sillas que rodeaban la mesa redonda de madera. Ella se acomodó en la otra, manteniéndose muy recta y mirándolo — Conozco su problema, y también algunas posibles formas de arreglarlo, así que le ahorraré toda la explicación. — hizo un gesto con la mano, como si apartara la información innecesaria entre ellos. Desvió por un segundo la vista a un lado, como si mirase a alguien que solo ella podía ver, pero luego volvió a concentrar su atención en su invitado — Primero que nada, me gustaría ver el dinero. Ya sabe, hay muchos que se aprovechan de las pobres damas confiadas como yo. — sonrió, de medio lado — No se preocupe, no lo tomaré, ni tan siquiera lo tomaré todo en este momento, pero me gustaría saber que viene preparado y dispuesto a dar lo acordado para que su compañero recupera su capacidad de recordar. Y por supuesto si quiere preguntar cualquier cosa antes de empezar...
Hizo un gesto con la mano, señalando la mesa, invitándolo a que pusiera sobre ella y también dándole pie a exponer cualquier tipo de duda que pudiera tener en ese momento. Podía entender que cualquiera desconfiara cuando hacía tratos con una bruja desconocida, porque bien podría dudar siquiera que tuviera verdaderos dones, pero a ella no le preocupaba, sabía que podía ayudar con su problema y quería recibir su recompensa, era bruja pero tenía que alimentarse y vestirse, como todos.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Se detuvo un instante antes de aventurarse a seguir a Moon por aquellas escaleras. Si se lo hubieran dicho hacía un tiempo se habría reído, pero lo cierto es que se lo pensó dos veces antes de meterse por aquella portezuela vieja y sucia. ¿Qué necesidad había de que los brujos se reunieran siempre con sus clientes en lugares como aquél? Jules habría preferido el reservado acogedor de un café o la habitación de un hotel del centro. Hasta a él le resultó gracioso lo quisquilloso que se había vuelto en apenas unos meses de dedicarse a la buena vida. Antes solía corretear por ahí con escasa o ninguna ropa y ahora temía echar a perder su caro abrigo de paño. Se estaba convirtiendo lentamente en todo lo que siempre había despreciado, y el consabido agobio que le embargaba cuando se planteaba si estaba perdiendo su libertad le atenazó por unos segundos la garganta. Se calmó tomando aire de forma profunda y recordándose que estaba allí por algo que merecía la pena.
No abrió la boca durante el descenso, pero no se pudo quitar de encima la sensación de que estaba llegando a otro mundo que quedaba a kilómetros por debajo del que transitaban los seres humanos. Bueno, eso no le asustaba, después de todo él no era un humano corriente. No pudo evitar ponerse a olisquear de modo inconsciente el ambiente tan pronto como la hechicera le hizo pasar a aquella habitación ligeramente claustrofóbica. Sus sentidos de roedor percibieron la humedad y algo más lejano, un rumor de agua. Y el horno de una panadería. Tomó asiento sin rechistar porque tampoco sería una estrategia muy sensata dejar que la bruja pensara que tenía remilgos. Era un hombre joven, ágil y fuerte que podía transformarse a voluntad en un animal lo bastante pequeño para colarse por cualquier resquicio. Sacó el dinero casi antes de que ella lo mencionara y lo puso sin tapujos sobre la mesa, pero lo bastante cerca de sí como para dar a entender que todavía no se lo estaba ofreciendo. - Que sepas hacer trucos no me garantiza que puedas solucionar mi problema. - Se sinceró. La creía lo bastante inteligente como para no ofenderse al oír un pensamiento franco, lo contrario sería absurdo. - Me gustaría saber qué piensas hacer. Y sobre todo... - Empezó a quitarse los guantes, estirando dedo por dedo, mientras conversaban. - Cuáles son los riesgos. Hasta el más insignificante. - En un caso como aquel no todo compensaba un posible triunfo.
No abrió la boca durante el descenso, pero no se pudo quitar de encima la sensación de que estaba llegando a otro mundo que quedaba a kilómetros por debajo del que transitaban los seres humanos. Bueno, eso no le asustaba, después de todo él no era un humano corriente. No pudo evitar ponerse a olisquear de modo inconsciente el ambiente tan pronto como la hechicera le hizo pasar a aquella habitación ligeramente claustrofóbica. Sus sentidos de roedor percibieron la humedad y algo más lejano, un rumor de agua. Y el horno de una panadería. Tomó asiento sin rechistar porque tampoco sería una estrategia muy sensata dejar que la bruja pensara que tenía remilgos. Era un hombre joven, ágil y fuerte que podía transformarse a voluntad en un animal lo bastante pequeño para colarse por cualquier resquicio. Sacó el dinero casi antes de que ella lo mencionara y lo puso sin tapujos sobre la mesa, pero lo bastante cerca de sí como para dar a entender que todavía no se lo estaba ofreciendo. - Que sepas hacer trucos no me garantiza que puedas solucionar mi problema. - Se sinceró. La creía lo bastante inteligente como para no ofenderse al oír un pensamiento franco, lo contrario sería absurdo. - Me gustaría saber qué piensas hacer. Y sobre todo... - Empezó a quitarse los guantes, estirando dedo por dedo, mientras conversaban. - Cuáles son los riesgos. Hasta el más insignificante. - En un caso como aquel no todo compensaba un posible triunfo.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Compro un hechizo [Privado]
La bruja dejó escapar una risa baja y grave ante las palabras del contrario, visiblemente sin sentirse ofendida en lo absoluto. Tenía edad suficiente como para saber la cantidad de charlatanes de poca monta que se encontraban paseando por las calles de París, sacando dinero a los pobres incautos a cambio de...nada, solo servicios falsos que afectaban a aquellos capaces de poder, realmente, hacer uso de sus dones para ayudar a los demás o simplemente beneficiarse de ellos.
— Mi querido cambiante, no debe preocuparse, puedo solucionar su problema perfectamente. — aseguró, echándose ligeramente hacia atrás en el asiento, aunque manteniendo su pose recta a causa de sus ropas. Escuchó su petición y sonrió de manera relajada aunque siniestra, probablemente de la única manera que podía o sabía hacerlo — Los riesgos son diversos, pero ninguno seguro. — cerró un instante los ojos, abriéndolos al poco para clavarlos de nuevo en él — Mi especialidad es el control de aquellos que ya hace tiempo nos han dejado. Espíritus, almas perdidas que aun vagan por nuestro plano, o que tienen una puerta abierta para poder llamarlos. — hizo un gesto con la mano, como si señalara a su alrededor, como si estuvieran en ese momento rodeados — Son energías que puedo manejar a mi antojo, usarlas para cumplir mis órdenes, atándolas a mi por hechizos que les obligarán a obedecerme.
La bruja cruzó una pierna sobre la otra, ladeando ligeramente la cabeza. Tenía muy clara la táctica que pretendía usar para tratar a aquel muchacho, pero por supuesto tenía sus riesgos. Iba a decírselos todos a su cliente, simplemente para evitarse problemas si las cosas salían mal. Quería creer que estaría dispuesto a asumirlos todos para poder recuperar la memoria del cortesano.
— Pero, aun con todo, las almas tienen su propia personalidad y deseos, añoran la vida que les fue arrebatada, aquella que perdieron. Mi idea es introducir una de esas almas, temporalmente, en el cuerpo de su compañero. Desde allí, ella podrá revisar su interior, descubrir qué ha cerrado ese muchacho que no le permite refrescar su memoria. — la verdad es que no era nada complicado de hacer, y su trabajo básicamente residía en meter el alma en el cuerpo, el resto estaba en manos del espíritu elegido — Los riesgos pueden ser, entre otros, que el alma del chico no desee recuperar sus recuerdos, simplemente porque el hecho de borrarlos sea parte de un trauma, o de un pasado demasiado doloroso, algo que esté haciendo inconscientemente. Puede entrar en un sueño profundo y no despertar. También puede que el...espíritu se vuelva algo reticente a la hora de abandonar el cuerpo mortal, claro que ahí ya puedo yo hacer uso de mis poderes, aun así sería bastante incómodo para el chico, pero no un obstáculo insalvable. — tomó aire profundamente, dejándolo escapar de forma lenta — Lo cierto es que las probabilidades de éxito son más que las de fracaso. Claro que está en su mano decidir si se arriesga o no. Si acepta, puedo hacerlo en este mismo momento, y cuando regrese a su hogar ya todo estará en marcha.
— Mi querido cambiante, no debe preocuparse, puedo solucionar su problema perfectamente. — aseguró, echándose ligeramente hacia atrás en el asiento, aunque manteniendo su pose recta a causa de sus ropas. Escuchó su petición y sonrió de manera relajada aunque siniestra, probablemente de la única manera que podía o sabía hacerlo — Los riesgos son diversos, pero ninguno seguro. — cerró un instante los ojos, abriéndolos al poco para clavarlos de nuevo en él — Mi especialidad es el control de aquellos que ya hace tiempo nos han dejado. Espíritus, almas perdidas que aun vagan por nuestro plano, o que tienen una puerta abierta para poder llamarlos. — hizo un gesto con la mano, como si señalara a su alrededor, como si estuvieran en ese momento rodeados — Son energías que puedo manejar a mi antojo, usarlas para cumplir mis órdenes, atándolas a mi por hechizos que les obligarán a obedecerme.
La bruja cruzó una pierna sobre la otra, ladeando ligeramente la cabeza. Tenía muy clara la táctica que pretendía usar para tratar a aquel muchacho, pero por supuesto tenía sus riesgos. Iba a decírselos todos a su cliente, simplemente para evitarse problemas si las cosas salían mal. Quería creer que estaría dispuesto a asumirlos todos para poder recuperar la memoria del cortesano.
— Pero, aun con todo, las almas tienen su propia personalidad y deseos, añoran la vida que les fue arrebatada, aquella que perdieron. Mi idea es introducir una de esas almas, temporalmente, en el cuerpo de su compañero. Desde allí, ella podrá revisar su interior, descubrir qué ha cerrado ese muchacho que no le permite refrescar su memoria. — la verdad es que no era nada complicado de hacer, y su trabajo básicamente residía en meter el alma en el cuerpo, el resto estaba en manos del espíritu elegido — Los riesgos pueden ser, entre otros, que el alma del chico no desee recuperar sus recuerdos, simplemente porque el hecho de borrarlos sea parte de un trauma, o de un pasado demasiado doloroso, algo que esté haciendo inconscientemente. Puede entrar en un sueño profundo y no despertar. También puede que el...espíritu se vuelva algo reticente a la hora de abandonar el cuerpo mortal, claro que ahí ya puedo yo hacer uso de mis poderes, aun así sería bastante incómodo para el chico, pero no un obstáculo insalvable. — tomó aire profundamente, dejándolo escapar de forma lenta — Lo cierto es que las probabilidades de éxito son más que las de fracaso. Claro que está en su mano decidir si se arriesga o no. Si acepta, puedo hacerlo en este mismo momento, y cuando regrese a su hogar ya todo estará en marcha.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: Compro un hechizo [Privado]
A Jules se le podría engañar con palabras como a cualquier otro, pero el aura de Moon era poderosa. Tal vez no se tratase de la bruja más influyente del mundo de los espíritus, pero sin duda era una hechicera de las que no solo se dedicaban a echar cartas. Sabía muchas cosas de François y de sí mismo como para haberlas averiguado de otro modo que no fuese legítimo, pero el cambiante todavía tenía que asegurarse. Debía pedirle información sobre algo que fuera imposible que ella conociera por su mente, algo que ni el propio Lombard supiera. - Dime cuál es el apellido del chico. - Le pidió. El apellido familiar de Fran era algo que todavía le resultaba ajeno y que por un motivo u otro nunca se había llegado a cuestionar. ¿Qué más daba? El nombre no iba a cambiar en lo más mínimo lo que el muchacho representaba para él.
Se crispó sobre la silla en cuanto ella hizo alusión a posesiones. Su primer reflejo fue negarse rotundamente, esa no era la solución a nada. No quería que otro ente hiciera daño al rubio metiéndose en su cuerpo y manejándolo a voluntad como si fuese una marioneta. Aquello tenía mil formas de salir mal, y probablemente Moon lo sabía. Aunque también debía de saber que Jules no había encontrado muchas más opciones. Se frotó la nuca con una mano algo encallecida mientras clavaba momentáneamente los ojos en la mesa que los separaba. "Puede entrar en un sueño profundo y no despertar." Antes de partir hacia París había dicho a todos en casa que tenía negocios que resolver. Sus abuelos ya no se metían en sus asuntos y habían aprendido a delegar en él casi toda la responsabilidad de la hacienda y del patrimonio, y en cuanto a François... Bueno. El cambiante siempre se despedía de él cuando iba a cualquier parte, pero dudaba mucho que un beso fugaz en los labios y una palmada en el trasero fuera el adiós que quisiera recordar para siempre si entraba en coma y lo perdía. La simple idea de que no se despertara nunca más lo aterraba tanto que se volvió atrás. - No merece la pena si corro el riesgo de perderlo. - Sentenció al fin.
Sabía que Fran se entristecía por no poder recordar, pero el roedor sería incapaz de enfrentarse todos los días a su propio reflejo sabiendo que había sido el causante de que le ocurriese algo horrible. Lo mejor sería optar por la sinceridad, como siempre. Que el chico estuviera amnésico no quería decir que fuese un pelele sin opinión ni voluntad. - Hablaré con él. Te contactaré si decide arriesgarse. - Se levantó de la silla y empujó el fajo de billetes hacia el centro del tablero de madera, sin separar dos partes. Se lo entregó entero porque tal vez todavía la necesitara, y porque ahora los francos no eran problema para él. Prefería tener a la bruja contenta si en el futuro iba a tener que trabajar con ellos.
Por el momento salió de aquella especie de cueva subterránea con la sensación de provenir de otro mundo, con el alivio que obligadamente siguió a ese sentimiento pero con la incomodidad de saber que todo no había terminado. El viaje que Moon le ofrecía a François podía ser algo que el muchacho decidiera emprender, y si algo se torcía... Jules prefirió no pensarlo. En el ferrocarril de regreso se sumió en un sueño espeso y sin visiones.
Se crispó sobre la silla en cuanto ella hizo alusión a posesiones. Su primer reflejo fue negarse rotundamente, esa no era la solución a nada. No quería que otro ente hiciera daño al rubio metiéndose en su cuerpo y manejándolo a voluntad como si fuese una marioneta. Aquello tenía mil formas de salir mal, y probablemente Moon lo sabía. Aunque también debía de saber que Jules no había encontrado muchas más opciones. Se frotó la nuca con una mano algo encallecida mientras clavaba momentáneamente los ojos en la mesa que los separaba. "Puede entrar en un sueño profundo y no despertar." Antes de partir hacia París había dicho a todos en casa que tenía negocios que resolver. Sus abuelos ya no se metían en sus asuntos y habían aprendido a delegar en él casi toda la responsabilidad de la hacienda y del patrimonio, y en cuanto a François... Bueno. El cambiante siempre se despedía de él cuando iba a cualquier parte, pero dudaba mucho que un beso fugaz en los labios y una palmada en el trasero fuera el adiós que quisiera recordar para siempre si entraba en coma y lo perdía. La simple idea de que no se despertara nunca más lo aterraba tanto que se volvió atrás. - No merece la pena si corro el riesgo de perderlo. - Sentenció al fin.
Sabía que Fran se entristecía por no poder recordar, pero el roedor sería incapaz de enfrentarse todos los días a su propio reflejo sabiendo que había sido el causante de que le ocurriese algo horrible. Lo mejor sería optar por la sinceridad, como siempre. Que el chico estuviera amnésico no quería decir que fuese un pelele sin opinión ni voluntad. - Hablaré con él. Te contactaré si decide arriesgarse. - Se levantó de la silla y empujó el fajo de billetes hacia el centro del tablero de madera, sin separar dos partes. Se lo entregó entero porque tal vez todavía la necesitara, y porque ahora los francos no eran problema para él. Prefería tener a la bruja contenta si en el futuro iba a tener que trabajar con ellos.
Por el momento salió de aquella especie de cueva subterránea con la sensación de provenir de otro mundo, con el alivio que obligadamente siguió a ese sentimiento pero con la incomodidad de saber que todo no había terminado. El viaje que Moon le ofrecía a François podía ser algo que el muchacho decidiera emprender, y si algo se torcía... Jules prefirió no pensarlo. En el ferrocarril de regreso se sumió en un sueño espeso y sin visiones.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Compro un hechizo [Privado]
De nuevo más preguntas, seguía estando inseguro de todo aquello y tampoco le culpaba. Cerró por un momento los ojos. Había buscado toda la información posible sobre ese muchacho, se había empapado de su historia para poder saber qué ofrecerle al cliente, así que el apellido era algo relativamente fácil, es por ello que lo miró con una sonrisa calmada y confiada.
— Allamand, ese es el apellido del muchacho. — aseguró, y a pesar de todo ya supo que, aunque dijera todo lo que necesitara para saber que no mentía, no iban a cerrar el trato. Era algo que podía notar en él, en su actitud, incluso en sus gestos. No dijo nada más, solo estiró la mano para tomar el dinero, el cual guardaría a buen recaudo, pues no se gastaría ni un solo franco hasta que el trato quedara sellado, no fuera a reclamarle — Estaré a la espera. Un placer, señor Lombard.
Se despidió con un gesto de cabeza y lo dejó marchar. Un chico con un problema como aquel podía tener dos formas muy diferentes de reaccionar, bien suplicaría que lo intentaran o aterrorizado por la posibilidad de no despertar nunca se negaría. Ahora estaba todo en manos de las decisiones de un amnésico. Qué curiosa era la vida.
Los días que Jules estaba lejos Fran seguía con una rutina muy específica. Cada mañana leía su diario y recordaba que ahora era un empleado en casa ajena, que debía cuidar de su propio hijo como si fuera el de otro, pero que estaba muy agradecido con ellos por haberle permitido tener allí cobijo. Pasaba las horas cuidando del menor y enseñándole todo lo que sabía y podía recordar. También hacía algunas tareas caseras. Podría decirse que a veces no se sentía lo que vendría siendo un verdadero hombre, y eso le frustraba un poquito.
Ya había acostado al pequeño cuando escuchó traqueteo fuera de la casa, así que tras cubrirlo bien con la manta se asomó para echar un vistazo. Vio acercarse un carro y de él bajar a un hombre atractivo, muy atractivo, que le hizo sentir cosquillas al verlo. Se llevó una mano al vientre y frunció el ceño. Definitivamente debía ser el cambiante. Se giró para salir, cerrando muy despacio la puerta. Era de noche, pero no tan tarde como para que todos durmieran, más bien es que el pequeñajo gastaba mucha energía durante el día y caía redondo al caer la noche.
Los pasos del rubio lo llevaron a la entrada, donde se quedó medio resguardado en la escalera, observando al "desconocido" con ojos curiosos, como los de un niño que conoce a un nuevo amigo. ¿Sería realmente aquel el hombre con el que, según sus diarios, había compartido lecho? Solo de pensarlo se lo comía la vergüenza, pero cuanto más lo miraba más parecía un hecho posible, real.
— Allamand, ese es el apellido del muchacho. — aseguró, y a pesar de todo ya supo que, aunque dijera todo lo que necesitara para saber que no mentía, no iban a cerrar el trato. Era algo que podía notar en él, en su actitud, incluso en sus gestos. No dijo nada más, solo estiró la mano para tomar el dinero, el cual guardaría a buen recaudo, pues no se gastaría ni un solo franco hasta que el trato quedara sellado, no fuera a reclamarle — Estaré a la espera. Un placer, señor Lombard.
Se despidió con un gesto de cabeza y lo dejó marchar. Un chico con un problema como aquel podía tener dos formas muy diferentes de reaccionar, bien suplicaría que lo intentaran o aterrorizado por la posibilidad de no despertar nunca se negaría. Ahora estaba todo en manos de las decisiones de un amnésico. Qué curiosa era la vida.
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Los días que Jules estaba lejos Fran seguía con una rutina muy específica. Cada mañana leía su diario y recordaba que ahora era un empleado en casa ajena, que debía cuidar de su propio hijo como si fuera el de otro, pero que estaba muy agradecido con ellos por haberle permitido tener allí cobijo. Pasaba las horas cuidando del menor y enseñándole todo lo que sabía y podía recordar. También hacía algunas tareas caseras. Podría decirse que a veces no se sentía lo que vendría siendo un verdadero hombre, y eso le frustraba un poquito.
Ya había acostado al pequeño cuando escuchó traqueteo fuera de la casa, así que tras cubrirlo bien con la manta se asomó para echar un vistazo. Vio acercarse un carro y de él bajar a un hombre atractivo, muy atractivo, que le hizo sentir cosquillas al verlo. Se llevó una mano al vientre y frunció el ceño. Definitivamente debía ser el cambiante. Se giró para salir, cerrando muy despacio la puerta. Era de noche, pero no tan tarde como para que todos durmieran, más bien es que el pequeñajo gastaba mucha energía durante el día y caía redondo al caer la noche.
Los pasos del rubio lo llevaron a la entrada, donde se quedó medio resguardado en la escalera, observando al "desconocido" con ojos curiosos, como los de un niño que conoce a un nuevo amigo. ¿Sería realmente aquel el hombre con el que, según sus diarios, había compartido lecho? Solo de pensarlo se lo comía la vergüenza, pero cuanto más lo miraba más parecía un hecho posible, real.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Allamand. No sonaba mal pero tampoco le decía nada, aunque no le sería difícil averiguarlo. En realidad tampoco le habría sido difícil saberlo a Moon, pero Jules solo quería una excusa para confirmar su instinto que le orillaba a fiarse de ella. Aunque una cosa era confiar en sus habilidades como hechicera y otra diferente entregarle sin reservas una de las cosas más preciadas que tenía. No iba a mentirse, tenía mucho cariño a Fran, y aunque sus palabras dijeran lo contrario lo había instalado en su casa con su hijo pequeño. Había dejado un oficio que le encantaba y con el que no tenía responsabilidades por él, por darle algo mejor, y también porque en el fondo no le llenaba de emoción que el joven se ganara la vida del mismo modo. El que Jules hubiera esperado tantos años para acostarse con él, paradójicamente, era un signo de lo mucho que le importaba; como sucedía también con el hecho de que ahora se estuviera reprimiendo tanto para no volver a llamarlo a su cama. No quería presionarlo. Era la única persona por la que se tomaba tantas molestias.
Lo mejor habría sido reflexionar sobre todo ello en el tren de vuelta a Marsella, ya que tenía a su disposición varias horas vacías, pero en realidad se durmió como un bendito y llegó a su destino con las mismas preguntas con las que había salido de París. Nada más entrar al recibidor de la mansión de sus abuelos constató dos cosas: que ellos no había salido a recibirle y que François estaba escondido detrás de la escalera. Su olor llegaba hasta la nariz del cambiante con tanta claridad como si el muchacho estuviera a un metro de distancia. Sonrió disimuladamente mientras daba su maleta, su capa de viaje y sus guantes a la gente del servicio y luego los despachaba. - Puedes salir. - Instó entonces al rubio. Sabía que si empezaba la conversación diciendo "te huelo" el otro se asustaría. No era algo que dijese normalmente la gente corriente y después de todo el chico no le conocía, no se habían visto ese día aún.
Fue caminando hacia el hueco tras los peldaños. Tenía que contarle muchas cosas, pero antes quería saludarlo. Era un gusto tener por un momento un rincón en la casa para ellos dos donde nadie estuviera mirando, por allí durante el día siempre había enjambres de criados pasando el plumero por detrás de las esculturas. Estaba cansado de la travesía, así que acarició con la palma de la mano la mejilla de Fran y le dio un beso en la nariz. - Hola. ¿Qué tal todo por aquí?
Lo mejor habría sido reflexionar sobre todo ello en el tren de vuelta a Marsella, ya que tenía a su disposición varias horas vacías, pero en realidad se durmió como un bendito y llegó a su destino con las mismas preguntas con las que había salido de París. Nada más entrar al recibidor de la mansión de sus abuelos constató dos cosas: que ellos no había salido a recibirle y que François estaba escondido detrás de la escalera. Su olor llegaba hasta la nariz del cambiante con tanta claridad como si el muchacho estuviera a un metro de distancia. Sonrió disimuladamente mientras daba su maleta, su capa de viaje y sus guantes a la gente del servicio y luego los despachaba. - Puedes salir. - Instó entonces al rubio. Sabía que si empezaba la conversación diciendo "te huelo" el otro se asustaría. No era algo que dijese normalmente la gente corriente y después de todo el chico no le conocía, no se habían visto ese día aún.
Fue caminando hacia el hueco tras los peldaños. Tenía que contarle muchas cosas, pero antes quería saludarlo. Era un gusto tener por un momento un rincón en la casa para ellos dos donde nadie estuviera mirando, por allí durante el día siempre había enjambres de criados pasando el plumero por detrás de las esculturas. Estaba cansado de la travesía, así que acarició con la palma de la mano la mejilla de Fran y le dio un beso en la nariz. - Hola. ¿Qué tal todo por aquí?
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Pudo sentir cómo el corazón se le paraba y el estómago se le subía a la garganta, o al revés, o no. Casi hasta le temblaron las manos pero se asomó un poquito. Tampoco necesitó salir del todo porque fue Jules quién se acercó a su casi escondite. Apretó los labios, con la mirada baja. Podría decirse que ese día el chico estaba un poco...¿tímido? Pero es que encima luego llegaron esos gestos, tan cariñosos yal mismo tiempo casi infantiles, que se le recordaba a los que él tenía con su hijo.
Alzó la vista, notando las mejillas encendidas y la boca seca. Era más grande de lo que pensaba, era verdaderamente un hombre, no como él, que aun parecía un adolescente como lo pillaras en mal momento. ¿En verdad sería ese el hombre del que decía estar enamorado? Al menos lo que le hacía sentir su caricia parecía corroborarlo.
— Hola...— se mordió los labios, echándose un poquito hacia atrás hasta poder pegar la espalda a la pared, como si así pudiera sentirse más seguro al tener algo de apoyo — Franchesco ha preguntado mucho por ti, parece que te echa de menos cuando no estás. — habló bajito, como si temiera que alguien los escuchara y se asomara a ver qué estaba pasando. Realmente quería tener unos minutos a solas con él, tal vez porque el cuerpo le pedía su cercanía, porque quería poder recordarlo. Aun con toda su timidez alzó despacio una mano y la llevó a su rostro, deslizando los dedos por su mentón, como si tratara de reconocer algún resquicio de su piel, incluso su mueca fue pensativa — Jules...— susurró, terminando por sonreír. Era la primera persona con la que, tras estar apenas un par de minutos, podía sentir que de verdad era alguien importante en su vida. Algo que aun no le pasaba ni con su propio hijo, aunque por cuestión de instinto y el parecido, era bastante fácil saber que así era.
Se pasó la lengua por los labios en un gesto nervioso e inquieto, de forma rápida, mirando la boca contraria, aunque no haría nada más, porque le daba vergüenza y tal vez porque no quería molestarlo. En ningún sitio había visto escrito que fueran pareja, que se hubieran dicho que se amaban o nada de eso, así que realmente lo único que sabía es que en alguna ocasión habían compartido lecho, y que él, para si mismo, tenía muy claros los sentimientos que procesaba hacia el cambiante. Así que lanzarse a buscar un beso suyo o un abrazo, para ver cómo se sentía, estaba fuera de toda lógica.
Off: ¡¡Feliz Navidad, my darling!! Que tengas buena noche, buena comilona, no bebas mucho (o sí xD) y lo pases genial. Muchos besis desde las islas perdías
Alzó la vista, notando las mejillas encendidas y la boca seca. Era más grande de lo que pensaba, era verdaderamente un hombre, no como él, que aun parecía un adolescente como lo pillaras en mal momento. ¿En verdad sería ese el hombre del que decía estar enamorado? Al menos lo que le hacía sentir su caricia parecía corroborarlo.
— Hola...— se mordió los labios, echándose un poquito hacia atrás hasta poder pegar la espalda a la pared, como si así pudiera sentirse más seguro al tener algo de apoyo — Franchesco ha preguntado mucho por ti, parece que te echa de menos cuando no estás. — habló bajito, como si temiera que alguien los escuchara y se asomara a ver qué estaba pasando. Realmente quería tener unos minutos a solas con él, tal vez porque el cuerpo le pedía su cercanía, porque quería poder recordarlo. Aun con toda su timidez alzó despacio una mano y la llevó a su rostro, deslizando los dedos por su mentón, como si tratara de reconocer algún resquicio de su piel, incluso su mueca fue pensativa — Jules...— susurró, terminando por sonreír. Era la primera persona con la que, tras estar apenas un par de minutos, podía sentir que de verdad era alguien importante en su vida. Algo que aun no le pasaba ni con su propio hijo, aunque por cuestión de instinto y el parecido, era bastante fácil saber que así era.
Se pasó la lengua por los labios en un gesto nervioso e inquieto, de forma rápida, mirando la boca contraria, aunque no haría nada más, porque le daba vergüenza y tal vez porque no quería molestarlo. En ningún sitio había visto escrito que fueran pareja, que se hubieran dicho que se amaban o nada de eso, así que realmente lo único que sabía es que en alguna ocasión habían compartido lecho, y que él, para si mismo, tenía muy claros los sentimientos que procesaba hacia el cambiante. Así que lanzarse a buscar un beso suyo o un abrazo, para ver cómo se sentía, estaba fuera de toda lógica.
Off: ¡¡Feliz Navidad, my darling!! Que tengas buena noche, buena comilona, no bebas mucho (o sí xD) y lo pases genial. Muchos besis desde las islas perdías
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Normalmente le divertía hacer sufrir un poco a François poniéndose el plan pervertido y viendo cómo el otro se convertía lentamente en un flan de color bermejo, pero esa noche estaba más serio que de costumbre. Hablar con Moon le había hecho llegar a una encrucijada que sabía que tarde o temprano tendrían que enfrentar, pero le parecía que era demaisado pronto. Se reprochaba en parte no haber dejado las cosas como estaban. ¿Quién le mandaba ir a consultar a una bruja? El destino del muchacho debería ser cosa suya, y Jules ya debería saber de sobra que cada vez que se ponía a ocuparse de algo luego se arrepentía. Él no estaba hecho para tomar decisiones ni para manejar asuntos graves.
Aun así encontró cierto regocijo en el hecho de que el rubio se echara hacia atrás y se apoyara en la pared, como si quisiera fusionarse con ella. Era muy gracioso. - ¿Ah sí? - Le estaba tomando mucho aprecio al chiquillo, incluso se había acordado de traerle un juguete de París. - ¿Y tú? - Sabía ya que no, que era imposible que Fran le echara de menos porque no le recordaba, pero le gustaba preguntar. Aún guardaba la esperanza de que el chico hiciera progresos por su cuenta, de que un buen día empezase a recuperar memorias él solo y que no les hiciera falta recurrir a ninguna hechicera ni a sus espíritus tenebrosos. Su sonrisa le alentó. Había días en los que el menor estaba más reticente a sus acercamientos, y otros momentos como ése en los que Jules lo veía receptivo. Tampoco es que el cambiante necesitara muchas más señales para tomar lo que quería, así que volvió a acercarse al cuerpo del otro y le besó. Era solo un crío. ¿Cómo podía despertarle esas sensaciones? A él, que había estado entre las piernas de media ciudad, se le seguía erizando el vello de todo el cuerpo cuando el otro lo abrazaba.
Se dejó llevar un rato dedicándose a lo que más le gustaba en el mundo, pero al final tuvo que separarse. No mucho, lo justo para poder conversar. - Igual deberíamos ir a algún lado donde pueda contarte. - Suspiró, algo fastidiado por tener que interrumpirse con algo como eso. - Han pasado algunas cosas que te incumben. - El pelo de Fran se le había revuelto y le tapaba un ojo, así que el roedor se lo apartó hacia atrás. Tenía los iris más azules del mundo, pero no era su aspecto físico lo que lo atraía, o al menos no solo eso. Tampoco podía decirse mucho de la personalidad de alguien que cada noche al dormirse se reinventaba, pero de alguna forma aun así se las había arreglado para atrapar a Lombard.
Aun así encontró cierto regocijo en el hecho de que el rubio se echara hacia atrás y se apoyara en la pared, como si quisiera fusionarse con ella. Era muy gracioso. - ¿Ah sí? - Le estaba tomando mucho aprecio al chiquillo, incluso se había acordado de traerle un juguete de París. - ¿Y tú? - Sabía ya que no, que era imposible que Fran le echara de menos porque no le recordaba, pero le gustaba preguntar. Aún guardaba la esperanza de que el chico hiciera progresos por su cuenta, de que un buen día empezase a recuperar memorias él solo y que no les hiciera falta recurrir a ninguna hechicera ni a sus espíritus tenebrosos. Su sonrisa le alentó. Había días en los que el menor estaba más reticente a sus acercamientos, y otros momentos como ése en los que Jules lo veía receptivo. Tampoco es que el cambiante necesitara muchas más señales para tomar lo que quería, así que volvió a acercarse al cuerpo del otro y le besó. Era solo un crío. ¿Cómo podía despertarle esas sensaciones? A él, que había estado entre las piernas de media ciudad, se le seguía erizando el vello de todo el cuerpo cuando el otro lo abrazaba.
Se dejó llevar un rato dedicándose a lo que más le gustaba en el mundo, pero al final tuvo que separarse. No mucho, lo justo para poder conversar. - Igual deberíamos ir a algún lado donde pueda contarte. - Suspiró, algo fastidiado por tener que interrumpirse con algo como eso. - Han pasado algunas cosas que te incumben. - El pelo de Fran se le había revuelto y le tapaba un ojo, así que el roedor se lo apartó hacia atrás. Tenía los iris más azules del mundo, pero no era su aspecto físico lo que lo atraía, o al menos no solo eso. Tampoco podía decirse mucho de la personalidad de alguien que cada noche al dormirse se reinventaba, pero de alguna forma aun así se las había arreglado para atrapar a Lombard.
¡Igualmente, feliz Navidad! Espero que allí tengáis mejor clima, aquí hace un frío de la leche xD
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Cosquillas. A grandes rasgos eso era lo que sacaba más en claro de los acercamientos del contrario. Cuando lo tenía cerca, al rozar sus labios, al sentir su respiración, Fran notaba unas intensas cosquillas en su cuerpo, en su vientre, bajo este, e incluso en su pecho. Casi se le dormían los dedos de las manos y los pies, concentrando toda su atención en los labios ajenos. Apoyó las manos en su pecho unos instantes, pero terminó por abrazarlo, prácticamente sin percatarse del propio gesto, haciéndolo por inercia.
No quería que aquello se terminara, se sentía tan fantásticamente bien qeu era como poder beber agua después de mucho tiempo sin hacerlo. Como descansar tras una larga caminata. Sentía que había estado necesitando aquellas atenciones durante toda su ausencia, y era verdaderamente extraño, teniendo en cuenta que apenas le conocía más allá de acabar de verse. De todas formas lo miró en cuanto se separó, pasándose la lengua por los labios, pretendiendo recoger los restos que pudieran quedar allí.
— ¿A mi? — su voz fue prácticamente un susurro, medio ahogado a causa de los besos que acababan de compartir, pero terminó por asentir — Si quieres podemos ir a pasear al jardín. ¿O prefieres ir a algún otro sitio? — después de todo él había estado viajando y tal vez estaba cansado, puede que lo que menos le apeteciera fuera estar dando un paseo. De cualquier forma se despegó de la pared para seguirlo allá donde decidiera ir, curioso pro saber qué era eso que podría incumbirle.
No quería que aquello se terminara, se sentía tan fantásticamente bien qeu era como poder beber agua después de mucho tiempo sin hacerlo. Como descansar tras una larga caminata. Sentía que había estado necesitando aquellas atenciones durante toda su ausencia, y era verdaderamente extraño, teniendo en cuenta que apenas le conocía más allá de acabar de verse. De todas formas lo miró en cuanto se separó, pasándose la lengua por los labios, pretendiendo recoger los restos que pudieran quedar allí.
— ¿A mi? — su voz fue prácticamente un susurro, medio ahogado a causa de los besos que acababan de compartir, pero terminó por asentir — Si quieres podemos ir a pasear al jardín. ¿O prefieres ir a algún otro sitio? — después de todo él había estado viajando y tal vez estaba cansado, puede que lo que menos le apeteciera fuera estar dando un paseo. De cualquier forma se despegó de la pared para seguirlo allá donde decidiera ir, curioso pro saber qué era eso que podría incumbirle.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Se abstuvo de ñoñerías como tomarle de la mano para ir al jardín. No haría nada semejante ni en un millón de años, no casaba con su personalidad, aunque también era cierto que hacía unos meses tampoco imaginaba que llevaría al chico y a su hijo a vivir a su casa. Ni siquiera pensaba que regresaría él. La vida daba muchas vueltas y no todas eran siempre agradables, pero en ese momento pese a todo el cambiante no se podía quejar. Caminó junto a François hasta atravesar la puerta acristalada que conducía al exterior y respiró el aire frío de aquella hora, que se arremolinó en torno a sus labios formando volutas de vaho. Era difícil empezar lo que quería contarle y no sabía cómo hacerlo sin que el otro se ofendiera. A Lombard le ocurría como a tantos hombres, que nunca llegaban a comprender cuál de todas sus palabras o acciones había sido la causante de que a su parienta se la llevaran los demonios. Estaba claro que el muchacho no era su esposa - el simple pensamiento resultaba tan descabellado que sonrió - pero la situación se asemejaba ligeramente. - ¿Tienes frío? - Se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros. Él era mayor y además por su condición tenía una temperatura corporal un poco más elevada que el resto de humanos, así que lo más lógico era que se cubriese el más joven.
No se alejó mucho de la casa, lo suficiente para no ser escuchado. A nadie le incumbía lo que se iba a conversar allí, y no había que olvidar que al igual que Jules sus abuelos eran cambiantes y tenían un oído muy fino. - En París he consultado con una hechicera que me han recomendado. No es que sea ferviente admirador de esa gente, la mayoría solo se pone un pañuelo de cuentas y finge tener poderes mágicos, pero parece que esta es diferente. Se hace llamar Moon. Dice que podría... ayudarte. - Miró a los ojos azules de Fran, evaluando su respuesta inicial antes de proseguir con la explicación. - Pero dice que su estupendo plan consiste en enviar a uno de sus espíritus amaestrados a que se meta dentro de ti y ver si eso te trae los recuerdos de vuelta. - Decirlo en voz alta era aún más estúpido que reflexionarlo. Se frotó el rostro con las dos manos y soltó un resoplido escéptico. - Por supuesto le he dicho que no valía la pena, solo de imaginar los riesgos... Pero he creído que al menos debías saberlo.
La verdad era que no esperaba que la cosa fuese más allá, pero el chico merecía tener la información ya que habían estado debatiendo sobre su futuro y poner en riesgo su pellejo. Al estar de noche en medio de un jardín que empezaba a bañarse de rocío le pareció más desamparado que de costumbre, o tal vez solo se debía a que había hecho todo el viaje imaginando qué pasaría si accedía a ese experimento y lo perdía. Tenía una angustia difícil de describir atenazándole un poco el pecho desde hacía muchas horas. Caminó otro par de metros para meterse detrás de un seto alto y bien recortado que impediría que cualquiera los viese desde la mansión familiar, y allí lo abrazó con una urgencia nacida en parte de la desesperación. - A mí no me importa que seas siempre así. ¿Eres feliz? Dime que lo eres. - Cerró los ojos con fuerza por un instante y cuando volvió a abrirlos había en ellos ya el gesto de siempre, más ligero y algo travieso. No solía mostrar sus sentimientos con tanta facilidad y se sentía desnudo cuando dejaba entrever a alguien más que se preocupaba tanto por ciertas cosas. - Podemos quedarnos así para siempre y vivir aquí, lejos de todo, sin que nadie sospeche nunca que eres otra cosa que mi criado. Podría aguantarme, ¿sabes? No tocarte si eso te hace sentir incómodo. No te he traído aquí para que tengas que trabajar como hacías en el burdel. - La prueba de ello era que el roedor se había frenado todos y cada uno de los días que llevaban bajo el mismo techo para no ir a buscar a François a su cuarto y meterse bajo sus sábanas. A veces lo deseaba tanto que le ardía todo el cuerpo, pero podría buscar el alivio rápido en el calor de otras personas si el chico prefería que le dejase en paz.
No se alejó mucho de la casa, lo suficiente para no ser escuchado. A nadie le incumbía lo que se iba a conversar allí, y no había que olvidar que al igual que Jules sus abuelos eran cambiantes y tenían un oído muy fino. - En París he consultado con una hechicera que me han recomendado. No es que sea ferviente admirador de esa gente, la mayoría solo se pone un pañuelo de cuentas y finge tener poderes mágicos, pero parece que esta es diferente. Se hace llamar Moon. Dice que podría... ayudarte. - Miró a los ojos azules de Fran, evaluando su respuesta inicial antes de proseguir con la explicación. - Pero dice que su estupendo plan consiste en enviar a uno de sus espíritus amaestrados a que se meta dentro de ti y ver si eso te trae los recuerdos de vuelta. - Decirlo en voz alta era aún más estúpido que reflexionarlo. Se frotó el rostro con las dos manos y soltó un resoplido escéptico. - Por supuesto le he dicho que no valía la pena, solo de imaginar los riesgos... Pero he creído que al menos debías saberlo.
La verdad era que no esperaba que la cosa fuese más allá, pero el chico merecía tener la información ya que habían estado debatiendo sobre su futuro y poner en riesgo su pellejo. Al estar de noche en medio de un jardín que empezaba a bañarse de rocío le pareció más desamparado que de costumbre, o tal vez solo se debía a que había hecho todo el viaje imaginando qué pasaría si accedía a ese experimento y lo perdía. Tenía una angustia difícil de describir atenazándole un poco el pecho desde hacía muchas horas. Caminó otro par de metros para meterse detrás de un seto alto y bien recortado que impediría que cualquiera los viese desde la mansión familiar, y allí lo abrazó con una urgencia nacida en parte de la desesperación. - A mí no me importa que seas siempre así. ¿Eres feliz? Dime que lo eres. - Cerró los ojos con fuerza por un instante y cuando volvió a abrirlos había en ellos ya el gesto de siempre, más ligero y algo travieso. No solía mostrar sus sentimientos con tanta facilidad y se sentía desnudo cuando dejaba entrever a alguien más que se preocupaba tanto por ciertas cosas. - Podemos quedarnos así para siempre y vivir aquí, lejos de todo, sin que nadie sospeche nunca que eres otra cosa que mi criado. Podría aguantarme, ¿sabes? No tocarte si eso te hace sentir incómodo. No te he traído aquí para que tengas que trabajar como hacías en el burdel. - La prueba de ello era que el roedor se había frenado todos y cada uno de los días que llevaban bajo el mismo techo para no ir a buscar a François a su cuarto y meterse bajo sus sábanas. A veces lo deseaba tanto que le ardía todo el cuerpo, pero podría buscar el alivio rápido en el calor de otras personas si el chico prefería que le dejase en paz.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Compro un hechizo [Privado]
El simple gesto de entregarle la chaqueta le pareció de lo más atento. No había leído que Jules fuera un hombre que regalara mimos, atenciones o cosas parecidas, pero sí que lo cuidaba, a su manera, con pequeños detalles que gustaban al rubio cada día que se despertaba, aunque no recordara la cosa anterior, no importaba tampoco. Se acurrucó un poco bajo la prenda y caminó con él, agradeciéndole el gesto en voz suave, atento a sus palabras, la curiosidad era bastante grande.
Definitivamente lo que le dijo no era nada de lo que pudiera haber esperado. ¿Una bruja? ¿Existían esas cosas? Bueno, si Jules era un cambiaformas y según lo que había leído en sus diarios había conocido otro tipo de criaturas como vampiros, nada ya podía sorprenderle si le decían que algunas personas eran capaces de hacer hechizos y crear pociones. Apretó los labios, aun así, bastante preocupado, tal vez incluso asustado. Le estaba diciendo que una posible solución era entregar su cuerpo a un espíritu, ¿un muerto tal vez? Era escalofriante y le erizó por completo la piel la simple idea.
— Entiendo...— fue todo lo que pudo decir, habló más bien para que supiera que le escuchaba, pero necesitaba ordenar toda esa información en su cabeza para poder darle una respuesta adecuada, porque el otro lo estaría esperando, ¿no? De momento solo podía estar con los ojos abiertos y cara de sorpresa, sorpresa y miedo casi a partes iguales. Una gran inquietud se apoderó de su pecho y siguió al cambiante por pura inercia, casi sin darse cuenta, pues sus pensamientos estaban totalmente centrados en lo que podría pasar. ¿Y si...?
Y de nuevo se encontró entre sus brazos, solo entonces cerró los ojos y apoyó la cabeza contra su pecho, descansando, intentando concentrarse en su respiración, en el sonido de su corazón y de su voz, en esa pregunta que le hizo sentir verdadera angustia. ¿Era feliz? ¿Cómo podía serlo una persona incapaz de recordar a quienes amaba? Un hombre que cada mañana miraba a su propio hijo y no podía sentir nada por él. Alguien que se enamoraba una y otra vez de la misma persona, aun sabiéndose no correspondido. Porque el cambiante lo deseaba, eso lo sabía, lo apreciaba, pero no creía que estuvieran en la misma línea, siempre lo dejaba claro en sus escritos.
— Jules. — susurró, como toda respuesta. ¿Qué podía decirle? No, no era feliz, aunque sonriera, aunque jugara con su pequeño, aunque entre sus brazos se sintiera como en el paraíso, nunca sería feliz si no podía recordar por qué el calor de un hombre le hacía olvidar todos los problemas. Y no creía que fuera justo decírselo, con todo lo que había hecho por él, no era para nada justo. Se apartó un poco para poder mirarlo, terminando por formar una sonrisa suave, como si pretendiera tranquilizarlo. Por primera vez sus ojos eran como los de un adulto. Sacó una mano de debajo de la chaqueta y la llevó a la mejilla ajena, rozándola con los dedos cálidos gracias al abrigo — Mi hijo crecerá, Jules. — le recordó — Y se parece tanto a mi...— bajó los dedos hacia su cuello, despacio, distraído — No solo los demás se harán preguntas, él mismo se las hará. Y le contaremos la verdad, porque es lo justo. ¿Cuánto no debe doler que tu propio padre te mire cada día como a un desconocido? — sonrió de nuevo, apartando la mano. No solo lo hacía por el pequeño, pero era algo muy importante — ¿Y tú? Has hecho tanto por mi, lo sé todo. Puedo hacerme una imagen perfecta de tu personalidad uniendo todas las piezas de mis diarios. No sé por qué, tal vez me ves como a un hermano, o tu amistad es tan fuerte que no puedes dejarme desamparado. Porque no puedes decirme que el deseo es lo único que te ha movido, cuando has estado con tantas personas. Y aun sabiendo que hay una posible solución, esperas que siga así, sin poder darte las gracias de corazón porque todo lo que te estoy diciendo es solo la información extraída de unos diarios que leo como si fueran un cuento en el que el protagonista es otro.
Negó con la cabeza, apartándose un poco más y volviendo a cobijarse bajo la chaqueta, mirando luego hacia el jardín, poniendo en orden sus pensamientos. Su mente había tomado una decisión, él solo debía asumirlo, y habían mil razones para hacerlo, lo sabía. Cerró los ojos un segundo, antes de abrirlo y clavarlos en él con decisión.
— Puedo recitarte mil razones para arriesgarme. Pero egoístamente, aunque esto me convierta en una persona diferente a tus ojos, o haga que desees huir como si no hubiera escapatoria...deseo hacerlo porque quiero sentir lo que de verdad siento, quiero querer a mi hijo como debo hacerlo. Y quiero amarte como creo que te amo. — agachó la mirada, sintiendo su rostro arder. Quién sabe, él decía que había riesgos, tal vez era el momento de hablar — No pretendo nada de tu parte, aunque pueda tener mi cabeza en orden, soy consciente de mi posición. Pero quiero poder ser una persona completa, y no solo un rompecabezas de una pieza diferente cada día.
Probablemente nunca había hablado con tanta cabeza y seriedad como lo había hecho en ese momento. Pero estaban hablando de decisiones importantes en su vida, y hasta ahora solo le había tocado vivirla como un espectador desde que había tenido el accidente. Fran había estado dispuesto a dejarlo todo para escapar con la muchacha de la que estaba enamorado, habría sido un hombre decidido y capaz de darlo todo. En ese momento fue más evidente que nunca. De algún modo, estaba dándole a Jules una respuesta, quería arriesgarse, quería intentarlo.
Definitivamente lo que le dijo no era nada de lo que pudiera haber esperado. ¿Una bruja? ¿Existían esas cosas? Bueno, si Jules era un cambiaformas y según lo que había leído en sus diarios había conocido otro tipo de criaturas como vampiros, nada ya podía sorprenderle si le decían que algunas personas eran capaces de hacer hechizos y crear pociones. Apretó los labios, aun así, bastante preocupado, tal vez incluso asustado. Le estaba diciendo que una posible solución era entregar su cuerpo a un espíritu, ¿un muerto tal vez? Era escalofriante y le erizó por completo la piel la simple idea.
— Entiendo...— fue todo lo que pudo decir, habló más bien para que supiera que le escuchaba, pero necesitaba ordenar toda esa información en su cabeza para poder darle una respuesta adecuada, porque el otro lo estaría esperando, ¿no? De momento solo podía estar con los ojos abiertos y cara de sorpresa, sorpresa y miedo casi a partes iguales. Una gran inquietud se apoderó de su pecho y siguió al cambiante por pura inercia, casi sin darse cuenta, pues sus pensamientos estaban totalmente centrados en lo que podría pasar. ¿Y si...?
Y de nuevo se encontró entre sus brazos, solo entonces cerró los ojos y apoyó la cabeza contra su pecho, descansando, intentando concentrarse en su respiración, en el sonido de su corazón y de su voz, en esa pregunta que le hizo sentir verdadera angustia. ¿Era feliz? ¿Cómo podía serlo una persona incapaz de recordar a quienes amaba? Un hombre que cada mañana miraba a su propio hijo y no podía sentir nada por él. Alguien que se enamoraba una y otra vez de la misma persona, aun sabiéndose no correspondido. Porque el cambiante lo deseaba, eso lo sabía, lo apreciaba, pero no creía que estuvieran en la misma línea, siempre lo dejaba claro en sus escritos.
— Jules. — susurró, como toda respuesta. ¿Qué podía decirle? No, no era feliz, aunque sonriera, aunque jugara con su pequeño, aunque entre sus brazos se sintiera como en el paraíso, nunca sería feliz si no podía recordar por qué el calor de un hombre le hacía olvidar todos los problemas. Y no creía que fuera justo decírselo, con todo lo que había hecho por él, no era para nada justo. Se apartó un poco para poder mirarlo, terminando por formar una sonrisa suave, como si pretendiera tranquilizarlo. Por primera vez sus ojos eran como los de un adulto. Sacó una mano de debajo de la chaqueta y la llevó a la mejilla ajena, rozándola con los dedos cálidos gracias al abrigo — Mi hijo crecerá, Jules. — le recordó — Y se parece tanto a mi...— bajó los dedos hacia su cuello, despacio, distraído — No solo los demás se harán preguntas, él mismo se las hará. Y le contaremos la verdad, porque es lo justo. ¿Cuánto no debe doler que tu propio padre te mire cada día como a un desconocido? — sonrió de nuevo, apartando la mano. No solo lo hacía por el pequeño, pero era algo muy importante — ¿Y tú? Has hecho tanto por mi, lo sé todo. Puedo hacerme una imagen perfecta de tu personalidad uniendo todas las piezas de mis diarios. No sé por qué, tal vez me ves como a un hermano, o tu amistad es tan fuerte que no puedes dejarme desamparado. Porque no puedes decirme que el deseo es lo único que te ha movido, cuando has estado con tantas personas. Y aun sabiendo que hay una posible solución, esperas que siga así, sin poder darte las gracias de corazón porque todo lo que te estoy diciendo es solo la información extraída de unos diarios que leo como si fueran un cuento en el que el protagonista es otro.
Negó con la cabeza, apartándose un poco más y volviendo a cobijarse bajo la chaqueta, mirando luego hacia el jardín, poniendo en orden sus pensamientos. Su mente había tomado una decisión, él solo debía asumirlo, y habían mil razones para hacerlo, lo sabía. Cerró los ojos un segundo, antes de abrirlo y clavarlos en él con decisión.
— Puedo recitarte mil razones para arriesgarme. Pero egoístamente, aunque esto me convierta en una persona diferente a tus ojos, o haga que desees huir como si no hubiera escapatoria...deseo hacerlo porque quiero sentir lo que de verdad siento, quiero querer a mi hijo como debo hacerlo. Y quiero amarte como creo que te amo. — agachó la mirada, sintiendo su rostro arder. Quién sabe, él decía que había riesgos, tal vez era el momento de hablar — No pretendo nada de tu parte, aunque pueda tener mi cabeza en orden, soy consciente de mi posición. Pero quiero poder ser una persona completa, y no solo un rompecabezas de una pieza diferente cada día.
Probablemente nunca había hablado con tanta cabeza y seriedad como lo había hecho en ese momento. Pero estaban hablando de decisiones importantes en su vida, y hasta ahora solo le había tocado vivirla como un espectador desde que había tenido el accidente. Fran había estado dispuesto a dejarlo todo para escapar con la muchacha de la que estaba enamorado, habría sido un hombre decidido y capaz de darlo todo. En ese momento fue más evidente que nunca. De algún modo, estaba dándole a Jules una respuesta, quería arriesgarse, quería intentarlo.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: Compro un hechizo [Privado]
Era una tontería decir que estaba enfadado con François por arriesgarse así porque había sido él mismo quien le había propuesto la empresa. Ahora lamentaba haber hablado pero sabía que tenía que darle la oportunidad al otro de escoger, aunque no aceptase su respuesta. Comenzó a negar lentamente con la cabeza pero se detuvo cuando comprendió que era inútil y que el estar amnésico no restaba al chico capacidad de decidir. Siempre había sido mucho más maduro que él. Iba a decirle que Franchesco lo entendería, pero después recordó su propia infancia con un padre al que siempre le había importado un carajo y cerró la boca. ¿Quién era él para hablar de relaciones familiares? Había fastidiado todo lo que podía fastidiar con sus parientes, así que bastaría uno de sus consejos para que el cortesano hiciera todo lo contrario. Tomó aire hondo y al soltarlo formó un poco de vaho frente a sus labios. ¿Amistad? ¿Hermanos? ¿De qué estaba hablando? Una fuerza interior lo conminó a decirle la verdad y a confesársela a sí mismo en voz alta; estuvo tan cerca de hablar que sintió las palabras formándose en su boca. Sabes que te quiero aunque no sea capaz de decírtelo. Pero no pudo porque todo eso que debería saber dulce era amargo y peligroso. Si Jules nunca había podido confesarle amor a nadie mucho menos lo haría por alguien a quien tal vez estuviese a punto de perder. La mera idea le aterrorizaba, y no estaba acostumbrado a tener miedo de nada.
Lo vio sonrojarse con violencia y pese a que normalmente eso le gustaba en esa ocasión apartó la vista. El otro había tomado su decisión y la opinión del cambiante no le influiría, así que lo que mejor podía hacer el roedor por Fran y por sí mismo era alejarse. No se refería a literalmente, sino a volverse de nuevo impermeable para que no le ocurriera lo que ya le sucedía: que su felicidad dependiera tanto del bienestar de otra persona que la posibilidad de que lo dañaran le repercutiera directamente. De pensar que podría perderlo le dolía el pecho y no pensaba permitirse esa debilidad. - Te daré sus señas. - Para que pudiera escribir a Moon y contarle con sus propias palabras que prefería arriesgarse a morir antes que quedarse como estaba, con el hijo que era sangre de su sangre y el hombre que decía amar. Lombard no era bueno con las palabras, así que en lugar de intentar poner en orden su miríada de pensamientos y decirle que no lo hiciera, que le echaría de menos y quería tenerlo siempre a su lado, optó por la solución fácil. Ante los ojos del muchacho - que probablemente mostraría cierta confusión - el cambiante fue menguando hasta convertirse en una ardilla parda que huyó a ocultarse entre los árboles al amparo de la noche. Detrás de él solo dejó su ropa arrugada y el fantasma de un montón de frases que se deshicieron en el aire.
Lo vio sonrojarse con violencia y pese a que normalmente eso le gustaba en esa ocasión apartó la vista. El otro había tomado su decisión y la opinión del cambiante no le influiría, así que lo que mejor podía hacer el roedor por Fran y por sí mismo era alejarse. No se refería a literalmente, sino a volverse de nuevo impermeable para que no le ocurriera lo que ya le sucedía: que su felicidad dependiera tanto del bienestar de otra persona que la posibilidad de que lo dañaran le repercutiera directamente. De pensar que podría perderlo le dolía el pecho y no pensaba permitirse esa debilidad. - Te daré sus señas. - Para que pudiera escribir a Moon y contarle con sus propias palabras que prefería arriesgarse a morir antes que quedarse como estaba, con el hijo que era sangre de su sangre y el hombre que decía amar. Lombard no era bueno con las palabras, así que en lugar de intentar poner en orden su miríada de pensamientos y decirle que no lo hiciera, que le echaría de menos y quería tenerlo siempre a su lado, optó por la solución fácil. Ante los ojos del muchacho - que probablemente mostraría cierta confusión - el cambiante fue menguando hasta convertirse en una ardilla parda que huyó a ocultarse entre los árboles al amparo de la noche. Detrás de él solo dejó su ropa arrugada y el fantasma de un montón de frases que se deshicieron en el aire.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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