Susurros [Tünder]

por **Imara Rákóczi** Lun Sep 01, 2014 12:00 pm

“Es un destino, que se convierte en una obligación. Y no dejas de sentir presión.”

Allí estaba la luna, en menos de una semana se tornaría completamente blanca y la primera noche del ciclo tomaría revancha contra mi cuerpo y los demás que también estaban malditos. Me estiré, con brutalidad hice tronar mis huesos que tan entumecidos se sentían. Era habitual, cinco días antes de que llegara el día me empezaba a sentir como un papel abollado. Pero no podía demostrarlo, al contrario de eso, me hacía parecer mucho más fuerte y centrada de lo habitual. Mis pasos estaban firmes y marcados en mi camino. Hoy tendría una visita más que esperada en el bar. Aún recordaba como la había conocido, yo tenía que ir a hablar con un hombre, Janos Rákóczi. Me lo habían encomendado a mí, porque era la única licana, sin tener en cuenta a Karin, ya que ella no tomaba partido en la base de reclutamiento. Dentro de todo me resultaba bien tener que hacerlo yo, me daba la posibilidad de conocerlos antes que los demás. Examinar a las personas, poder formarme de información y claro, si me era posible, pasarle mis ideales que se habían formado tan fuertes en mí. Desde que había dejado la inquisición era otra persona, mi personalidad era más llevadera, pero igualmente tosca.
Fui caminando, bajando desde mi cuarto al gran bar que siempre estaba atestado de gente. Los observé, vampiros disfrutando sentados en ronda, humanos que hablaban como si todo fuese normal, interactuaban con sobrenaturales, se dejaban engañar por encantos ficticios. Los lycanes por otro parte estaban lejos del centro, se juntaban en las esquinas, sin mirar a los inmortales.

Y entonces me senté en la silla de la barra, al lado de la caja, pues era yo quien cobraba las cosas y mantenía el orden en el lugar o eso es lo que solía intentar hacer. Me crucé de brazos, estaba vestida de hombre, así como todos los días cotidianos. Una trenza larga al costado, con los cabellos algo rebeldes hacía atrás. Los pantalones altos con bucaneras hasta las rodillas de tacón cuadrado. Una camisa fina de seda con un chaleco y arriba un saco largo y fresco. Mis manos iban cubiertas por guantes negros y lo único que denotaba que era una femenina era mi rostro. Ya que mi cuerpo era plano al punto que no llegaba a tener siquiera una curva. Suspiré entonces, no valía la pena preocuparme por ello, ir con vestidos era algo completamente estúpido, te dejaba muy incómoda para correr y los corsets te quitaban el aire. Allí esperaba sentada a Tündér Rákóczi, la persona que había sido reclutada a cambio de aquel hombre. Una hermosa mujer, de rostro dulce y mirada pasional. Que se escondía en si misma cada vez que podía. Pero habíamos quedado para hablar de temas triviales, qué es lo que haría en Los Oscuros. Cómo quería hacer las cosas. Aún no sabía si ella le había dicho a su marido, aquel tipo que sin duda me resultaba algo repulsivo. O quizá era simple envidia de verlo con una mujer tan fuerte de alma como ella.

“¿Tú quieres reclutarte? Tienes una familia y una vida por delante, no deberías exponerte tanto, podrías terminar muerta cualquier noche, asesinada por rebeldes que solo buscan una libertad que no existe” Estas habían sido mis palabras cuando ella me había buscado para que la tome en cuenta. Luego de haber sido rechazada por el hombre de la casa. Yo la había notado, el aroma de dos lobos era fácil de distinguir, pero no era algo que me incumbiera a mí. Y la verdad nunca había pensado que ella terminaría por querer lo que su marido había negado. Era algo que las mujeres cotidianas no hacían. Llevarle la contra a su señor, era algo que merecía un castigo muy severo en la sociedad actual. Pero ella era diferente, la historia que escondía atrás no era siquiera un susurro de lo que ella se había atrevido a hacer ahora. Y eso me fascinaba. Mis ojos brillaban de solo ver su ímpetu y estaba ansiosa por verla entrar por aquella puerta de madera roma.

“No seré capaz de darte la espalda”

por **Tündér Rákóczi** Dom Sep 07, 2014 1:35 pm

“El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo”
―Simone de Beauvoir

—Aprecio su preocupación, Madeimoselle, pero de mi familia y mi futuro me ocupo yo. Ahora que sabe que mi integridad no es algo que cuente como una prioridad, ¿está dispuesta a aceptarme o debo insistirle como a mis hijos?

Tündér evocó la charla que había mantenido con Pavilion la noche que había decidido presentarse ante ella y demostrarle su interés. El repiqueteo del carruaje familiar por el empedrado de las calles parisinas, la traía a la realidad una y otra vez, a sabiendas de que aquella noche era crucial en su existencia. Habían tenido reuniones previas, pero jamás en el centro de unión de aquel grupo al que había decidido unirse. De hecho, jamás se había encontrado en un sitio nocturno, mucho menos sola y rodeada de seres sobrenaturales. Pero el temor a la vergüenza que le generaría que su familia se enterase de su condición y, por sobre todo, el terror a que su naturaleza significase una estigmatización para su apellido y pusiese en peligro a los que amaba, era lo suficientemente mayor a cualquier incomodidad que la invadiese en aquellos instantes previos al arribo.

Parada frente a la puerta, observó la imponente fachada. Una pareja salió abrazada y por el aroma que desprendió la mujer, Tündér supo que el hombre viviría su última noche feliz. Inspiró profundo y, antes de que la puerta se cerrase por completo, apoyó su mano en ella y la empujó, abriéndose paso entre los que se encontraban obstruyendo el camino en el ingreso. No quería ser reconocida, si bien su esposo sabía que se encontraría con Pavilion, la húngara fue incapaz de contarle a dónde iría. El coche había sido de alquiler, por lo que el chofer de la mansión no tendría información que darle a Janos. Enfundada en un traje sobrio de color azul oscuro, no quitó la capucha de su cabeza en ningún momento, segura de que, si un conocido de su marido la viese, el rumor no tardaría en esparcirse, y era lo último que necesitaba.

A la joven se la reconocía a leguas, además de que Tündér había memorizado su aroma y lo había individualizado en cuanto puso un pie en “La Hermandad”. En el trayecto hacia la barra, reflexionó sobre todo lo que estaba a punto de sellarse. Era un camino de ida, no había retorno, y si bien, en un principio, había estado completamente segura, que algo alterase la paz que había conseguido a lo largo de su aletargada vida familiar, era emocionante, cautivador y, a la vez, atemorizante. Jamás imaginó verse envuelta en algo del tamaño de aquello; de joven, la existencia de los seres sobrenaturales era algo de lo que hablaban los adultos, se había casado con un licántropo, sin saber que lo era, y él había terminado convirtiéndola a ella, ante la inminente necesidad de su compañía. Tündér y su marido no hablaban del tema, solamente, en cada luna llena, partían hacia la residencia que Janos había comprado en las afueras de la ciudad, lejos de sus hijos, de su nieto, donde podrían cazar y dar rienda suelta a su naturaleza sin la inminente necesidad de lastimar a alguien amado. Al caballero le había sorprendido la facilidad con que su esposa había aprendido a dominar sus habilidades, como si, dentro de ella, siempre hubiese existido esa naturaleza salvaje que sólo precisaba de un pequeño empujón para despertar y ser libre.

—Mi niña, estás para cosas más grandes, soy una muchacha simple; te espera un futuro prometedor.
—Yo te quiero a ti. Lo único que quiero es a ti. No me importa la fortuna, no me importa el apellido, sólo quiero estar a tu lado siempre.
—Siempre estaré a tu lado, no importa lo que nos depare el destino.

<<Csilla…>> necesitaba nombrarla, hacía muchos años que no se permitía pensarla por su nombre. Apretó su puño como si de esa manera pudiera sentir que su mano la sostenía. Ella, en un pasado lejano, le había prometido que estarían juntas a pesar de todo. Tündér no la había visto muerta, sólo había escuchado los desgarradores gritos de su madre que, aún después de tanto tiempo, seguían azotándola en sueños y provocándole despertares sudorosos y angustiantes. Janos la abrazaba y la acunaba, preguntándole qué había soñado, pero ella guardaba silencio, apoyada en su pecho y apretándose a él. Se colocó frente a Pavilion, y una sonrisa suave le iluminó el rostro. La licántropa tiene aquel aire de seguridad capaz de contagiar a cualquiera y, si había estado necesitando una última confirmación, era observarla. Tan fuera del protocolo, tan única, tan sin remilgos; la figura de la muchacha le parecía extremadamente rebelde y le provocó un atisbo de admiración. Verla en su ámbito, manejando una caja, era un espectáculo digno de admirarse y le fue inevitable preguntarse cuál era su historia y si era feliz con su presente.

— ¿Cómo estás, querida Pavilion? Por fin he llegado —saludó. A medida que las palabras salían de su boca, iba despojándose de los últimos rastros de tensión que le quedaban. —Interesante lugar —comentó al tiempo que se acomodaba en una banqueta, con su vestido pomposo y elegante. Lamentó no haber usado algo más cómodo.

por **Imara Rákóczi** Jue Sep 18, 2014 12:29 am

“Pero no enfrentaré con mi espada, aquello que puedo matar con las garras”

Seca, distante y demasiado prepotente para ser parte del círculo común de la sociedad. Unos cabellos marmolados y ojos celestes agua que intuían más de lo que de mi boca podía salir. Eso me sacaba una sonrisa o más bien una risa bastante profunda y alargada. Siempre me había considerado muy ‘especial’, pero ella me hacía notar que no lo era. Simplemente buscaba sobrevivir tal como todos en ese podrido mundo. Escalaba puestos, me mantenía al marguen de las disputas sin sentido. Y atacaba cuando era debido, mi naturaleza me había enseñado a estar siempre alerta y ningún día era la excepción. La muerte siempre está a la vuelta de la esquina. — Me gusta cuando insisten un poco. Pero así está bien, no tengo intenciones de escuchar los reproches de una madre molesta. Y a su vez, necesito reclutar gente de este lado del plano. Deseas mantener tu integridad en secreto, así como la de tu familia. Y eso es lo que hacemos. Seguridad y perfil bajo. La sangre está, corre la de los rebeldes y la nuestra cada noche que pasa. ¿Somos la represión? Sí. Eso, es lo que tienes que saber. Los demás pros y contras, los aprenderás con la experiencia y siempre me puedes preguntar a mí. Soy quien vigila cada rincón de esta ciudad, yo hago el trabajo más sucio. — Mis palabras habían sido fluidas, era un monólogo que había aprendido de cabo a rabo. Qué cosas decir, qué omitir y por sobre todo, como mezclar lo bueno con lo malo para que todo parezca adornado con flores. Esa era mi habilidad, disfrazarme, ponerme esa única máscara, porque luego, en cualquier otro momento, era simplemente Pavilion, la muchacha que había vuelto a nacer a los veinticinco años.

Y así había sido el primer diálogo con aquella mujer. Alevoso, hasta quizá un poco engañoso. Porque allí estaba yo, en la barra de un bar limpiando una de las copas. Claro que la apariencia no era nada, tenía los espías en todos los rincones y callejones oscuros. A la más mínima alarma, un silbido con la frecuencia suficientemente baja hacía que mis alarmas se disparen y en segundos me podía encontrar en el lugar del crimen. Pero eso no pasaba demasiado, todos en aquel reclutamiento estábamos preparados para vencer en promedio a dos vampiros cada uno. Eso era lo mínimo que se pedía si se deseaba o no tener contacto físico con los rebeldes, ninguno podía estar incapacitado para ello. Sería una simple carne de cañón y lo que importaba en ese entonces, era la calidad. No podíamos permitirnos tener pérdidas. — “¿Querida?” Pff, ¿qué te sirvo y qué clase de favor pedirás? — Mascullé en el instante en el que ella abrió la boca, la tenía parada en frente, con una sonrisa sin igual y una expectación algo rara, tanto que provocó que mi mirada se dirigiera a sus ojos directamente. Enarcando la ceja, me recargaba en la mesada con la espalda erguida, observándola con la suficiente curiosidad como para querer quitarle la capa. Pero no iba a ser así de impulsiva, así que solo me conformé con elevar con el dedo índice su capucha, sus orbes celestes destellaron y con cuidado volví a bajar aquel disfraz.

— Es interesante, aunque algunas veces tengo demasiadas ganas de tirarles aceite y que se prendan fuego esos malditos. No hacen más que evadir las reglas… Pero al menos lo hacen con disimulo. — Me quejé mientras me separaba de la caja de cobrar y me acercaba a un vaso ancho y pesado y a una copa fina y refinada. Había camareros, mozas y varias personas de limpieza en el local. Pero podía atender a mi invitada yo misma. No es como si el bar fuese demasiado transitado y las personas se pasaban allí mucho tiempo. El bar estaba abierto casi hasta el amanecer. Así que con un suspiro vertí la cerveza en el vaso y destapé un vino, dejándolo caer en la copa que había puesto frente a ella. No tenía mucha idea de cómo servir esas cosas, ese no era mi trabajo. Pero por haberlo visto varias veces, solo puse un poco del tinto, menos de la mitad y dejé la botella a un costado. — ¿Cómo están yendo las cosas? Parece que cargas con más miedos que antes. Es un poco raro, ese vestido tan caro y cubrirte la cara así. Todos saben que eres una noble, pero aquí los secretos están guardados en féretros, literalmente. — Expliqué mirando a las malas a los inmortales que se divertían en un costado. Los que iban al bar era porque guardaban el secreto de su naturaleza. Teníamos lectores de mente y si alguno entraba con la habilidad para el bloqueo mental, tal como yo tenía. Era inspeccionado y puesto a prueba. Se lo seguía por un tiempo, hasta asegurarse de que no era un traidor. Nuestra ley, nuestros pensamientos, todo lo que nos formaba, se basaba en dudas.

“Es el primer aprendizaje real que uno debe tener.”

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