Cuanto tiempo

por Invitado Jue Sep 02, 2010 2:58 pm

Justo a mi llegada a París con Dorian, yo salí a las afueras de la ciudad a tratar unos asuntos con unos viejos amigos que me habían facilitado que por allí se habia visto licántropos últimamente. Ni siquiera me instalé. Después de todo aquello regresé y me fui dispuesta a encontrame con Aimee, la hermana de mi creador.

Me paseaba por la plaza en la que todavía recorria la gente a esa hora. Vi a lo lejos a la chica que estaba buscando y me acerqué por detrás de ella con un vestido elegante azul marino con algunos encajes de color negro, guantes largos del mismo color del vestido y un pequeño sombrero -Buenas noches.- la saludé para que se girara.

por **Aimee Windsor** Jue Sep 02, 2010 3:27 pm

Era una noche bastante alegre en la plaza Tertre, los humanos parecían más alegres de lo normal, y eso me causaba una curiosidad tremenda. Bueno, siempre me causaban curiosidad, con sus alegrías, sus tristezas, todo, la mente humana era muy extraña, y a mí me gustaba desentrañar los motivos que los llevaban a actuar tan impulsivamente por sus sentimientos, ya fueran buenos o malos. Justo en ese mismo momento, estaba viendo a una pareja que por un mínimo detalle, pasó de estar demostrándose lo “hermoso” del amor, a una discusión muy fuera de lugar.

En fin… esa noche pretendía divertirme, había salido en cuanto los mortales rayos del sol se habían ocultado, sin rumbo fijo y simplemente caminando, distraída mirando a los que me rodeaban, pensando en lo diferente que era todo a los tiempos en que yo vivía una vida mortal. Cuando llegué a la plaza, me quedé parada en el centro del lugar, percatándome de lo mucho que mi persona llamaba la atención de los humanos. Algún día me acostumbraría a eso? A que todos los no-inmortales se giraran a verme, solo por la belleza que todo vampiro poseía, y no por lo que yo realmente era? Lo dudaba, pero… en el fondo, aunque no lo reconociera, me gustaba que me prestaran atención, aunque a veces no sabía si me ganaba las miradas de todos por mi belleza sobrenatural, o por mi forma carismática de ser cada vez que estaba en compañía de otros seres como yo y por humanos.

En un momento de distracción, no noté al inmortal que se me acercaba por la espalda, sino hasta que me hablo, y un tanto sobresaltada y enfada por lo poco precavida que era, de no estar atenta y darme cuenta de que no era la única vampireza en el lugar, me giré para ver de quien se trataba, y la calma llego tan rápida como rápido me había llegado el sobresalto.

Era Anna, la muchacha a la que mi hermano, en extrañas circunstancias había transformado, regalándole la inmortalidad. Aún no conocía del todo a esta vampireza, ni tampoco estaba del todo enterada de cuales habrían sido los motivos que llevaron a Dorian a transformarla, mi hermano no era precisamente alguien que salvara vidas, por eso aún se me hacia un poco extraña toda esta situación, a pesar de que ya habían pasado un par de siglos desde aquello. No era que me molestara, para nada, Anna era un ser realmente agradable e interesante, o al menos eso había visto en lo poco que la conocía.

- Anna querida – dije con tono alegre y con ese mismo carisma que me caracterizaba, bese su mejilla en señal de saludo – hacia bastante que no me deleitaba con tu agradable presencia – mostré una sonrisa sincera, demostrando lo agradable que se me hacia encontrarla en tan bonita noche.

por Invitado Jue Sep 02, 2010 3:47 pm

Cuando Aimee se giró le mostraba una sincera sonrisa al encontrarme con ella, aunque hiciera más de 300 años que la conocía no nos calificábamos como grandes amigas pero la consideraba de mi familia, tal vez porque Dorian era su hermano o porque ambas perteneciamos al mismo clan que luchaba contra los licántropos. No sabría decir que motivo exactamente o si eran ambos.

Le devolví los dos besos en las mejillas que me dió ella como saludo -¡Oh cielo! No sabría decir cuanto hace desde la última vez que nos vimos ¿20 años? ¿10?- comenté y pusé cara de duda cuando intenté adivinar cuanto tiempo hacia.

Me subí un poco los guantes -¿Qué más da?- dije quitándole importancia -Acabo de llegar de Orville donde unos viejos amigos me dieron noticias de que había unos perritos algo alborotadores. No podía dejar que hicieran maldades.- expliqué diciendo la última frase fingiendo inocencia y dibujando una sonrisa maliciosa.

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