|| Arrastranos al Infierno, Libranos del Bien +18 || Fleur Blanche

Como llevaba sucediendo hacía ya algunos meses, en cuanto el sol empezaba a ocultar sus rayos bajo el espeso manto de la noche, la joven asiática era empujada fuera del cuarto que compartía con otras siete muchachas del burdel. Aunque muchas de ellas estaban allí por disfrute, otras tantas lo estaban por necesidad, aunque la única que no podía huir aún arriesgándose a no tener nada, era Fleur. Era una propiedad del burdel, no una trabajadora, ella no ganaba dinero. Salió arrastrando los pies como si le pesaran más que todo su cuerpo entero. Pudo ver a las demás chicas corriendo a sus lugares, preparándose para mostrar sus armas de mujer, sus exuberantes cuerpos y hermosos rostros maquillados. Ella descendió por las escaleras lo más apegada posible a la pared y una vez abajo, casi corrió al pequeño y oscurecido rincón que solía mantenerla a salvo de manos largas y hombres babosos. Se encogió en el suelo y con el cabello cubrió su rostro, pensando que si deseaba con suficiente fuerza desaparecer, lo haría y nadie la encontraría.

Los clientes pronto empezaron a llegar y el local se llenó de risas estruendosas, olores fuertes y gemidos. Por mucho que ella cubriera sus orejas, el sonido penetraba en su mente como una hipnótica tortura y la obligaba a mantenerse alerta, incapaz de cerrar los ojos. Hacía tiempo le ofrecieron un cuchillo viejo para protegerse y aunque temía usarlo, lo había escondido bajo una tabla suelta del suelo donde siempre se refugiaba, así, llegado un momento de necesidad, sabría donde encontrarlo aunque sólo fuese para asustar. Su mirada solía desviarse a la puerta, no por interés en saber cuantos hombres la cruzaban, sino soñando con una salida. Una de las veces que se abrió, pudo observar como una de las atractivas mujeres corría para recibir al que entrara y a continuación salir corriendo. Le costó un poco ver quien era entre tanto revuelo que se originaba constantemente en la sala principal, pero al hacerlo se levantó y tuvo que cubrirse la boca para no gritar y llamar su atención. El aura que desprendía era distinta a la que ella hubiera visto antes y sintió un pequeño escalofrío, pues una parte de ella quería correr hacia él para pedirle un beso y otra le alertaba que era mejor no moverse por el momento.

Vio como el hombre al que había estado esperando se movía por la sala. Se veía autoritario, poderoso y daba miedo. Le sigió con la mirada todo el tiempo, temiendo que se pelease con ese hombre corpulento y de aspecto sucio que se interpuso en el camino de Achilles. Ella sabía que él tenía ciertos poderes por su condición, pero no sabía hasta qué punto era fuerte, y temió por su seguridad. Dio un paso al frente, pensando en correr para interponerse entre ambos, pero en menos de un segundo y sin que el vampiro moviera un solo dedo, el tipo orondo cayó al suelo con un grito desgarrador. Lo pudo ver retorcerse, pero ya no había más sonidos saliendo de su boca y finalmente se dejó de mover. Ella estaba anonadada, asustada, ¿qué acababa de suceder? Una muerte natural era demasiada casualidad... y aunque todo era posible y había visto gente fallecer de maneras horribles sin que nadie les atacara, algo le indicaba que no era el caso.

Pronto apareció alguien más en escena, era el dueño del burdel. Fleur se estremeció al pensar en lo que estaba a punto de suceder. ¡Realmente había venido a sacarla de allí! Era cierto que aún no era seguro, que no tenía pruebas, pero por una vez, por un segundo, quería soñar con algo mejor a lo que había conocido en la última década. Quería intervenir, ponerse junto a Achilles y defender su propia libertad, ¿pero a caso no molestaría? Era torpe, débil y sin dotes de convicción, seguramente se convertiría sólo en un estorbo si se metiera en medio. Aún así, su cuerpo se movió solo, dando un paso tras otro, acercándose por detrás del que era supuestamente su dueño y la obligaba a prostituirse a cambio de sopa y pan. Quedó parada justo tras el voluminoso cuerpo de ese monstruo de persona y se mordió el labio, tentada a empujarle y luego salir corriendo de ese lugar para nunca volver.

Sin llegar a cumplir su deseo de huir de ahí con un sólo empujón, se encuentra con la mirada de Achilles que parece reclamarla a su lado. Obedece sin duda alguna y se coloca junto a él, incluso antes de que la tomd por la muñeca y se encoge un poco en el interior de ese posesivo y oscuro abrazo.

Las palabras del vampiro resuenan en su cabeza con poderío, logrando que todo su cuerpo se estremezca sin poder disimularlo. No comprende que el dueño del burdel se burle con todo lo que impone el contrario y cuando ve el filo de ese cuchillo abre los ojos desmesuradamente y de no llegar a apartarla el mayor, inconscientemente se hubiese interpuesto por intentar detener la pelea.

Cuando le indica que corra, da un paso atrás, asustada por el aura que parece ver alrededor del vampiro. Queda petrificada unos instantes, pero luego se retira más, aunque incapaz de correr o abandonarle. Es testigo de todo lo que pasa, acongojada con la boca abierta y la voz tomada, incapaz de gritar por lo visto. Aunque está horrorizada ante la visión de tal agresividad y tanta sangre, una pequeña parte de su ser se siente aliviada y eso le provoca una gran punzada de culpabilidad. Se gira rápidamente y grita al recuperar la voz.- ¡Huíd! ¡Corred, por favor! -Les gesticula con las manos para incitarles a salvar sus vidas por miserables que algunas sean.

Veía a la gente, que como ella estaban horrorizados ante lo recién ocurrido, por fin empezar a reaccionar. La mayoría de las chicas se echaron a gritar, algunas lloraron y chillaron al mismo tiempo, pero todas salieron corriendo como si el diablo les llevara el alma. Los hombres fueron distintos, ninguno gritó ni lloró, casi todos salieron por patas, pero alguno se quedó unos segundos, alargando la cosa, como si por salir el primero fuera a parecer más cobarde que los demás. Pero a fin de cuentas, cuando alguien quiere agarrarse a la vida, poco importa su valentía, ¿no?

Ella seguía allí, observándoles a todos, incluido Achilles. Lo que más le imponía era la tranquilidad del vampiro, claro que habiendo vivido 3.000 años, conocido todo lo que debía conocer, visto tantas muertes y luchas sin sentido, comprendía que ciertas cosas no le pudieran afectar ya. Cuando la reclamó a su lado, se mordió el labio, parada. Echó un vistazo hacia atrás, a la puerta de salida, y finalmente empezó a andar hasta tomar la mano del mayor. Le mira a los ojos, no por creer estar a su nivel ni nada parecido, sino porque teme mirar al suelo y sentir que le vienen las arcadas. Aprieta la extremidad ajena con la propia, rodeándola también con la que tenía libre hasta entonces.

Una parte de ella, quiere recriminarle que haya matado a una persona, pero otra diminuta pero convincente parte, le dice que en este caso, estaba justificado. Ese hombre las trataba a todas como mercancía, a algunas las golpeaba incluso. No, no estaba bien asesinar aunque fuera merecido... pero él lo había hecho por ella, por sacarla de allí. ¿Cómo le iba a decir algo que no fuera...?- Gracias... -Apoyó la frente contra el hombro de Achilles y dejó escapar unas lágrimas, mezcla de sentimientos. Sentía miedo, lástima, agradecimiento y felicidad. Se sentía mala y cruel. Pero ya nada importaba, había elegido por primera vez su camino y no daría marcha atrás.- Vámonos de aquí. -Susurró y tras limpiarse las mejillas con el dorso de una de las manos, miró de nuevo al mayor, esperando que le concediera esa petición.

Cerró un instante los párpados, el tiempo justo que duró el leve roce de los labios ajenos sobre la piel de su frente y luego los volvió a abrir para dejarle marchar escaleras arriba. No sabía lo que tenía intención de hacer, podía ser cualquier cosa después de lo visto, pero por extraño que le pudiera parecer a cualquiera, confiaba en ese vampiro.

Ella aprovechó para regresar a su esquina de siempre sorteando el cuerpo sin cabeza ni vida del antiguo dueño del burdel, agachándose una vez llegó al punto en que convergían ambas paredes. Palpó las tablas de madera con cuidado hasta oír el crujir distintivo de una de ellas y con las pequeñas uñas mal cuidadas y bastante débiles que tenía, logró levantarla lo justo para colar sus delgados dedos y sacar del interior un trapo viejo donde se escondía a buen recaudo el cuchillo que semanas atrás le hubieran regalado. Tenía la sensación de que ya no lo iba a volver a necesitar, pero no quería dejarlo atrás, ya que había sido un obsequio entregado con buena intención.

Regresó de nuevo al centro de la sala que por primera vez desde que llegara a aquel lugar, permanecía vacía y silenciosa en el interior, pues el eco de los gritos de la calle se colaba por las rendijas de las ventanas y puertas que franqueaban la gran casa que era el burdel. Seguidamente se alejó más, hasta la puerta principal y allí espero el regreso de Achilles. Le vio aparecer con una lámpara en la mano y escuchó el seco rebotar del metal al caer ésta al suelo.

Tomó la mano del mayor con la suya, cargando el objeto en la otra y salieron del lugar. Estaba aturdida en muchos sentidos y no se le ocurrió pensar en el por qué de aquella lámpara de aceite, no hasta que vio reflejado en las ventanas de otra casas el tono amarillento y rojizo de las llamas. Giró el rostro para ver como el edificio se consumía, devorado por el fuego. No le supo mal, porque ya no quedaba nadie dentro y el lugar estaba rodeado por suficiente terreno desprovisto de vegetación como para que las llamas no se extendieran más allá.

Mira ahora a Achilles y se pregunta cómo será su nueva vida, ya que lleva más de una década sin conocer nada diferente. Tiene miedo a lo desconocido, pero al mismo tiempo, algo distinto asoma en su interior por primera vez, una tenue luz de esperanza.

Se alejaron del lugar a paso tranquilo, seguramente para no llamar la atención de los miembros del cuerpo encargados de sucesos como aquel. Ella estrechó la mano del vampiro, temiendo en parte ser atrapados, y por otra parte, sintiéndose más segura de ese modo.

Escuchó las palabras ajenas  con atención, entendiendo bue  lo que le decía. Era la segunda vez que le daba a elegir, seguramente pensando que la primera de ellas la asiática se dejara llevar o influenciar debido a la vida que estaba llevando. Si bien era cierto que sus decisiones habían sido impulsivas, no se arrepentía de ellas ni pensaba hacerlo ahora.

Cuando el mayor toma asiento en el empedrado de la fuente, ella se coloca frente a él, de pie y le mira con un destello distinto en los ojos. Se inclina un instante a dejar el cuchillo junto a él y posa luego su mano sobre la ajena, devolviéndole las caricias.- Puedo elegir a cada instante, ¿verdad? -Sonríe con ternura y lleva ahora la mano al rostro del vampiro, rozándole suavemente con la yema de los dedos.- Decidir si quiero sentarme a tu lado derecho o al izquierdo... si te acaricio el rostro o el cabello... sin sonrío o -No termina la frase y se vuelve a inclinar, besando la punta de la nariz del hombre- No soy un objeto, pero quiero estar contigo si me dejas... ser  tuya por voluntad propia... ¿Es eso posible? -Desde que aquella noche él se lo pidiera, ofreciendo suyo él también, ella no había podido pensar en otra cosa aún sin llegar a comprender por qué. Nunca antes había querido nada excepto ser libre, pero las cosas habían cambiado y el poder elegir había sido el principio.

Escuchó con atención las palabras ajenas, comprendiendo por el tono de voz y el semblante serio e incluso abatido del mayor lo serias que eran. Le siguió mirando aún cuando él cerró los ojos y no retiró en ningún momento las manos de sus mejillas, no hasta que él las tomó entre las suyas y las apretó con cierta fuerza, aunque sin hacerle daño. Achilles ya le había mostrado anteriormente su rechazo hacia el ser humano y también le había contado la verdad sobre los vampiros y su lado oscuro. Ella era consciente de que mataba personas para alimentarse y aunque era cierto que no le parecía justo y que le resultaba cruel, también sabía que con ella no se comportaba de esa manera. La manera en que la miraba, la tocaba y la trataba, distaba mucho de la de un asesino despiadado.

Se le hizo un nudo en el estómago cuando le hizo aquella pregunta, intentando buscar las palabras que expresaran lo que sentía, lo que ansiaba decir. No habían permitido que eligiera nada desde que tuviera doce años y de repente, todo eran decisiones importantes que se acumulaban en su cabeza. Nadie le había enseñado las diferencias entre multitud de cosas y las pocas que conocía, las había aprendido a su manera y a trompicones. Sabía que ella no era tampoco una santa, había deseado la muerte del emperador de su tierra natal, incluso la del dueño del burdel en algunos momentos... eso no lo hubiese pensado una persona inocente y pura. Pero tampoco era una mala chica, y le gustaba ayudar a los demás en las pocas ocasiones en las que podía. Suspiró, cerrando los ojos un instante e intentó aclarar su mente.

Volvió a despegar los párpados y empezó a hablar con la cabeza gacha, para poco a poco ir alzando el mentón.- Tener la posibilidad de elegir dónde pasar el resto de mi vida, es ser libre... ser capaz de sonreír sin fingir, es ser libre... poder volver a tener sueños y esperanza, es ser libre... -Hasta encontrarse con los profundos ojos grisáceos de Achilles.- Así que dime, ¿por qué crees que estoy renunciando a mi libertad cuando eres tú quien me ha permitido hacer todo eso? -La mirada de la joven asiática era sincera, aunque estaba cargada de tristeza, no por ella, sino por él. Podía ver cuánto se castigaba el vampiro por su existencia, por su lado oscuro. ¿Pero a caso no veía el pequeño lado tierno que le mostraba a ella? Si fuera el monstruo que creía, ¿a caso le permitiría negarse a irse con él?- Sé que no soy una chica lista y que soy torpe... que no conozco a penas nada de la vida. Pero la tranquilidad que siento cuando estoy contigo o la calidez que me llena por dentro, eso sé que no quiero perderlo.

Le devolvió la mirada al mayor cuando éste la tomó del rostro con ambas manos. No pensaba esquivarla, no cuando estaban hablando de algo tan serio e importante. Podía tener miedo a todo lo que estaba sucediendo por inexperiencia o porque había momentos en los que las cosas se habían puesto realmente tensas y peligrosas, pero por extraño que pudiera parecerle a cualquiera, ella no lamentaba nada, ni si quiera la decapitación del antiguo dueño del burdel. Se estaba dejando llevar por impulsos, dejando de preocuparse, por una vez, por lo que le ordenarían y obligarían a hacer. Ahora era ella quién tomaba una decisión, una que cambiaría para siempre su vida y la del vampiro. Tal vez él intentaba disuadirla porque no se sentía seguro, comprendía que aquello era nuevo para ambos, pero tal y como dijo Achilles, aprenderían el uno del otro y emprenderían un camino distinto, juntos.

Entrelazó sus dedos con los ajenos y dejó que el contrario prosiguiera con su reiterada condena. Debía tener muchos pecados por los que lamentarse si tanto se culpaba, pero aunque sólo fuera en una milésima parte, ella quería hacerle olvidar. Cuando habló de asustarse, ella asintió, pues un rato antes, había sentido auténtico terror al ver como la cabeza de aquel hombre se desprendía de su cuerpo de manera tan sangrienta; pero al mismo tiempo, su menté no había podido dejar de repetir una y otra vez en un eco constante "lo hace por ti, quiere salvarte de este lugar, de esta tortura, liberarte de una prisión sin barrotes que no te deja respirar" y ella le había dado la razón a aquella suave voz que era la suya propia y que se amoldaba a los presurosos latidos de su corazón.

Cuando los labios de Achilles rozan los suyos al susurrar esas palabras, algo se enciende en la boca del estómago de Fleur y sube como una corriente hasta extenderse por todo su cuerpo, cambiando la temperatura fría de estar a la intemperie de la noche parisina a una caliente y fulgurosa que la reconforta y hace sentir fuerte. Sólo sus padres habían pronunciado con anterioridad esa frase y la reacción jamás podría haber sido la misma, porque aunque inexperta en la vida real, sabía bien que había muchos tipos de querer y que el amor de unos padres, no es comparable al de dos personas que comparten su existencia y las ganas de fundirse en un sólo ser. Sonrió un instante antes de que se iniciara el beso y se puso de puntillas para facilitar el acto. Soltó las manos del vampiro y deslizó los dedos por sus brazos, acariciando la tela de la chaqueta, hasta pasar por encima de los hombros y rodearle el cuello. Detuvo el beso un instante para recuperar el aliento y rozó su nariz con la ajena, al tiempo que susurraba.- Wǒ ài nǐ... -Dejó escapar una breve risa y lo repitió en francés.- Te quiero...

Cerró los ojos al sentir las manos ajenas sobre sus mejillas y sonrió, asintiendo despacio a las palabras pronunciadas por el mayor. El tener una nueva casa, no, una casa de hecho, era ya algo con lo que se había negado a soñar hacía muchos años. Se había resignado a ser un objeto sin hogar, un utensilio que se enroscaba sobre un colchón maltrecho a la salida del sol y se dormía sin llorar, no porque le faltaran ganas, sino porque ya hacía demasiado tiempo que había drenado ese lago.

Se separó lentamente del contrario y estrechó la mano del vampiro cuando tomó la de ella, rodeándola después con la que le quedaba libre. Emprendía ahora un nuevo camino con un destino conocido a medias, pues había estado ya antes en la lujosa casa de Achilles, pero entonces, las cosas habían sido distintas. Ahora ella iba por decisión propia y sus pasos, aunque algo cansados por todas las experiencias acontecidas aquella noche, eran decididos.

Sus ojos observaban las cosas a su paso con pupilas nerviosas por la emoción. ¿Era normal tener esos sentimientos? Tampoco los entendía del todo, sólo sabía que quería ir allí, quería ir con él, quería ir ahora. Todo su cuerpo se sentía cálido y bien a pesar de llevar su viejo vestido de siempre y estar rodeada de la fresca brisa nocturna de París. Parecía inmune a algunas cosas como la temperatura o la humedad, porque su mente no se paraba a meditar sobre ellas, sólo quería avanzar hacia un futuro nuevo.

Alzó un poco el mentón y miró al mayor, curvando las comisuras de los labios en una bonita sonrisa. Le gustaba estar a su lado como nada antes lo había hecho. Un chisporroteo hacía ya un rato que le crecía en el pecho, como aquellas bengalas que encendiera cuando era sólo una niña en su país natal. Era un sentimiento nuevo y muy vivaz. Ahora entendía por qué no se había rendido cada vez que la hundieran, porque estaba esperando a que llegara este momento, a que la encontrara él. Ahora ya no volvería a estar sola nunca más.