Conocimiento compartido [Privado]

por **Karen Nygard** Vie Oct 10, 2014 10:23 pm

Era poco común encontrar lo que se buscaba en sitios públicos, más cuando se es una criatura considerada sobre natural. La rusa aún no entendía que era lo que la gente llamaba sobre natural si ella era igual en aspecto físico a cualquier otra persona, pero sus dotes mágicos eran superiores a los de una persona normal - si es que una persona normal tiene dotes mágicos - y por eso es que le correspondía vivir oculta, no demostrar jamás sus poderes ante alguien que pudiera lanzarle directo a la inquisición.

Vanya no era precisamente de aquella brujas que lucraban con su condición, por el contrario, se dedicaba en cuerpo y alma a la investigación de sus propios poderes y a la manera de traer corpóreamente al mundo de los vivos a su hermano Yuri, quien le acompañaba día y noche como fantasma. Esa tarde, la bruja había optado por buscar información en un sitio que aunque obvio era la perfecta forma de cubrir asuntos sobre naturales y oscuros. La biblioteca era un lugar poco recurrido por las brujas pero Vanya sabía que no existía de que temer pues uno solo debía alejarse de la gente, llegara a las zonas adecuadas y se tendría parte de lo que otros no llegarían a alcanzar nunca por temor a ser descubiertos en aquellas excursiones.

En la mente de la bruja ya estaba un titulo en mente, uno que vio la ultima vez que había ido hasta allá y que no tuvo tiempo siquiera de hojear pero que prometía bastante. La rusa ingreso en la biblioteca con una sonrisa en el rostro, saludando a los que se topaba de manera amable, de esa forma disminuía en gran medida las dudas que se tuvieran respecto a lo que iba a hacer allá. Apenas se sintió con la seguridad de que nadie se encontraba cerca cuando se dispuso a andar con rumbo a la zona indicada, en donde al llegar busco de manera cuidadosa el libro que esperaba encontrar pero que brillo por su ausencia. En su semblante apareció una mueca molesta, deseaba con todas sus fuerzas dar una hojeada a aquel libro.
– Vamos, busquemos otros libros – la voz del fantasma sonó únicamente en su cabeza y ella asintió, dando a entender de esa manera que estaba de acuerdo en hacer eso, aunque no reducía en nada los deseos de tener en sus manos el libro que antes tuviera en mente.

Con sumo cuidado y detalle, analizaba los estantes de la biblioteca. Descubriendo más y más libros ocultos de brujería pero ninguno que llamara por completo su atención; hasta que lo vio. Tres estantes más lejos de donde se encontraba, pudo reconocer la pasta perfecta del libro que tanto deseaba tener en sus manos pero que estaba en las de un joven que se dedicaba a recorrer las hojas con solemnidad. Guiada por su deseo, se acerco lento hasta donde se encontraba el hombre; confinando de esa manera que sin dejar lugar a dudas, aquel era el libro que ella buscaba. Con una sonrisa en el rostro y tras notar el aura mágica que rodeaba al joven, se acerco hasta él.
– Buenas ¿Tardaras mucho en desocupar ese libro? Lo necesito para buscar algo – era la primera vez que hacía algo como eso, pero el conocimiento que aquel libro podría contener le llevaba a actuar de manera tal vez poco prudentes. Igual, no tenía nada que perder con aquel muchacho pues cerca de la mesa donde él se encontraba no había nadie. Los demás estarían quizás muy lejos de la ubicación de los brujos.

por **Löcke Skarsgård** Lun Oct 13, 2014 3:50 pm

He viajado a través de un país de hombres,
un país de hombres y también de mujeres,
y he oído y visto tan horrendas cosas
como nunca los caminantes de la fría Tierra han conocido.

El sol se disponía a descansar detrás de las montañas en acontecer cercano cuando las aves cantoras reían de júbilo antes de pernoctar aquel día. Los rosales y narcisos de una maceta que posaba pomposa en el balcón de una casa de dos pisos expelían un exquisito aroma que por un tiempo prolongado cautivó su olfato incluso cuando ya se había alejado de las cercanías de aquella casa. Era una agradable tarde, de aquellas que es un pecado el quedarse en casa privándose de los últimos rayos vitamínicos y esplendorosos del astro más magno y peligroso de todos. De esas tardes de las cuales las parejas hacían sus festín de amoríos y promesas eternas. De aquellas que instigan a respirar el aire puro y nutrir el alma de buenos acometidos. Pero nada de eso tocaba la melodía armónica para cautivar al joven y arrastrarlo hacia aquellas amenas actividades.
El sueco optó por caminar desde su “hogar” hasta la biblioteca. En caminar ya le estaba dando oportunidad al día de no convertirlo en el pecado de despreciarlo. Eso y nada más. Para Löcke resultaba una pérdida de tiempo aferrarse a rutinas mediocres ilustradas de patetismos que no significaban más que eso; una pérdida de tiempo. El joven estaba obsesionado por hacerse de los conocimientos absolutos para convertirse en uno de los optimices brujos dentro del círculo negro de la hechicería. Durante toda la marcha el brujo mantuvo las manos escondidas dentro de los bolsillos de sus traje, una de ellas en especial –la zurda- acariciaba un trozo de papel que para muchos no era más que eso; un trozo de papel.
Al llegar a la biblioteca pasó por alto todo contacto con los presentes allí, no perdía tiempo en cordialidades y, además, seguramente que la mayoría de las personas que estaban en esos momentos en la biblioteca eran franceses. No tenía nada contra los franceses, pero algo en ellos no terminaba de gustarle. Tal vez el hecho de ser imprudentemente invasivos y sofocantes. Por supuesto, eso era. Por otro lado, si bien hablaba francés sin problemas, prefería escudarse en fingir ser un ignorante y hablar en monosílabos. Escucharse así mismo con un acento francés le producía cierto… Dolor estomacal. Fue directo a la sección de libros que le incumbía, esas magistrales y arcaicas estanterías donde yacían los más oscuros y malditos libros tanto de brujería como de demonología. Pasó sus dedos por unos cuantos libros de demonología, aquella materia siempre llamó extraordinariamente su atención y por un momento casi se perdió en la lectura de uno de ellos de no ser que recordó el porqué estaba allí. Metió la mano en su bolsillo y extrajo el papel que ya a esas alturas estaba algo deteriorado. En el papiro expresaba un extraño símbolo. Le tocaba la tarea de comparar el símbolo con todos los símbolos análogos que pudiese haber en toda esa cantidad de vademécums. Tal parecía que tendría que quedarse todo el resto del día y volver a hurtadillas en la noche para lograr su cometido. Eso pronosticó, pero tras sacar unos cuatro libros e inspeccionar sin resultados, una sonrisa triunfante se dibujó en su estoico rostro. Sonrisa que duró poco pero de todos modos el joven mantenía su goce. Repasó las hojas de aquel pesado libro y concluyó que era el que necesitaba. ¿Para qué tanto énfasis en un pedazo de papel arrugado y un extraño libro? Fácil, unas noches atrás en la cantina había mercantilizado con un brujo viejo y viciado unas cuantas recetas por aquel papel. El arruinado anciano que parecía más un indigente que un brujo le había dicho que ése papel ocultaba un símbolo expreso en un libro cuyo mensaje valía de clave para abrir una oculta puerta en los subterráneos de la biblioteca francesa. Los días posteriores Löcke visitó la biblioteca pero no encontró el símbolo por ninguna puerta o pared del edificio. Tal fue su desesperación que armándose de valor entró por las cloacas subterráneas de Paris con la intención de hallar la “Biblioteca oculta” como le había llamado el viejo brujo. Según el anciano, esa biblioteca subterránea guardaba los libros más originales, escasos y tétricos de todo el mundo. Con razón de algún modo todos los brujos llegaban a Paris. Pero su nauseabunda hazaña no dio los resultados que quiso pues tampoco encontró el símbolo en el subterráneo pero sí encontró una especie de división extraña en las cloacas que indicaba que existía una construcción en ese sitio justo debajo de la biblioteca y allí, en una de las paredes, un mensaje para los brujos más osados. Un mensaje que indicaba que algo se ocultaba detrás de esa pared. Ese día no le quedó de otra que volver en sus pasos y pasar el resto del día en una tina rebosante de agua limpia.

El tener el libro en sus manos le hizo relegar el mal rato de hace unos días. Ahora sólo quedaba descifrar el mensaje y buscar el nuevo recado descubierto en alguna de las paredes de la biblioteca. Estaba inmerso en sus propios pensamientos cuando una persona parecía hablarle a él. En un comienzo pensó en no prestarle atención pensando que en realidad le hablaba a otra persona pero cayó en cuentas que era el único además de ella y otra representación que estaban en esa zona de la biblioteca. Al principio no le observó, más percibió la esencia mágica que rodeaba a esa persona lo cual indicaba que era una igual a él, incluso en la misma doctrina de mágica. La otra presencia no estaba corpórea presente y más bien parecía ser del otro mundo. Finalmente le miró, encontró a su lado una muchacha acompañada de un espíritu. Lo primero que le atrajo como un efecto magnético fueron los preciosos ojos de esa chica, únicos en su especie, jamás visto en ninguna esfera ocular de cualquier otro ser. Grandes, hermosos y brillantes. Simplemente, cautivantes. Casi se perdió en ese encanto particular pero prestó atención a la solicitud de la chica.

-Lo estoy ocupando.- Fuero sus escuetas palabras antes de cerrar toscamente el libro soltando el polvo que éste mismo guardaba en su interior. Se dio media vuelta y se alejó de ella y aquel espíritu que le acompañaba. Muy bonita era ella con aquellos ojos, su rostro perfecto y el cabello reluciente, pero Löcke tenía otros asuntos. Y el hecho de que ella estuviera buscando el mismo libro que él pudiera significar una amenaza.

Cuando encontró soledad en uno de los rincones más retirados, volvió a abrir el libro el cual escupió el exiguo polvo que le quedaba. Arrugó la nariz no sólo por el serrín sino también al percatarse que el libro había sido escrito en otro idioma. ¡Malditas las manos sabias que habían escrito ese libro! ¡Malditas sean! Frunció el entrecejo, hizo un análisis descartando los idiomas posibles. Inglés no era, tampoco español, croata menos, ningún párrafo estaba escrito en finlandés, islandés ni noruego, suizo y alemán mucho menos. No, las letras eran particulares. Parecía algo… Griego, tal vez. ¿Ucraniano? ¿Ruso? ¿Rumano? ¿De qué le sabía conocer las otras lenguas si justo en la que ese libro estaba escrita la desconocía? ¿Tenía que conseguirse un diccionario de cada posible idioma que pudiese ser? El brujo se acarició con una mano la sien para aliviar la tensión. Tan cerca y tan lejos a la vez. Entonces pensó en la extraña chica de hace un momento atrás, no parecía francesa, quizá reconocía el idioma. ¿Sería prudente preguntarle a ella? Löcke no consideraba que había actuado con falta de modales, los de su país y los países cercanos a este eran de trato corto y más fríos -He allí la intolerancia a los franceses, españoles e italianos- pero quizá la chica se había ofendido por no darle el libro rápidamente. Soltó un suspiro y retornó en sus pasos buscándola con disimulo, felizmente ella todavía estaba allí. Se le acercó con algo de indecisión, casi rindiéndose en el camino pero al final se posó frente a ella y el espíritu que no parecía dejarle sola.

-Eh, hey tú…- Abrió el libro en la página de interés y con su índice apuntó la lectura. -¿Sabes que dice aquí?- Casi sentía como una especie de amarga bola se deslizaba por su garganta cuando tuvo que tragarse su orgullo. Lo mejor fue dejar la vista clavada en el libro y no mirarla a los ojos pues sabía que aquellos felinos ojos terminarían por hipnotizarle. –Si no sabes, no importa.- Alzó los hombros como restándole importancia y tratando de ser amable.

Conocimiento compartido [Privado]

Conocimiento compartido [Privado]

Re: Conocimiento compartido [Privado]