AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
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La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
Días, semanas, meses tal vez años, había perdido completamente la noción del tiempo de mi vida, de mi ser, me había desviado del camino que alguna vez había comenzado a seguir, ahora, simplemente me importaba arrancar el dolor que tenía en el interior, ¿Qué duele? No sabía porque me dolía tanto el alma ¿Podía doler el alma? Ni siquiera recordaba aquella razón que hacía que mis propios monstruo dolieran, el pasado era lejano pero latente, me torturaba pensar y no recordar nada, mas algo dentro en mi sabia todo lo que sufría, por el contrario yo, yo no sabía nada. No necesitaba de la gente para poder vivir, solo tenía a mis sirvientes que me trataban como bicho raro, ante mis ojos todos estábamos en el mismo rango quizás yo un escalón mas bajo, ellos tenían metas, familias, logros, los conocía a todos no eran muchos pero si los suficientes para mantener la casa intacta, limpia y ellos me servían para aparentar una vida normal, pero lejos estaba de aquella normalidad. Mis días eran infinitos y mis noches eran la eternidad, con los años que llevaba a cuestas y aunque no eran muchos había aprendido a controlar mis transformaciones, a llevarlas a un nivel más salvaje, indomables, dentro de la conciencia y a la vez de la misma inconsciencia que latía en mi interior.
A mi recamara entro una de las jóvenes que me serbia, tan radiante y con su típico tono de preocupación por el desgaste que estaba sufriendo día a día – Joshua está preparado para… - si, a ella como a todos les costaba decir aquello –Para el entrenamiento – me apresure a decir, ella simplemente asintió y mientras yo intentaba levantarme se calló la bata que cubría mi cuerpo, quede semi desnuda, pude sentir la mirada penetrar en mis cuerpo, el rostro de la sirvienta pareció deformarse y sin que yo le dijera nada ella se acerco, recogió la bata y cubrió mi piel – Su… su cuerpo esta maltratado Lady Sophia – tuvo el valor de hablar, sonreí de lado – Soy Fuerte, puedo soportar… el dolor – era mi castigo, o penitencia, no sabía cómo tomarlo o mejor dicho era mi placer, al cabo de varios meses ya sentía placer con cada golpe, un placer diferente una oleada de adrenalina que movía mis músculos, que activaba mi cabeza, todo se convertía al placer de olvidar quien era y me transformaba en algo lejano a la joven saludable, alegre y luchadora que en algún tiempo había sido, de ella solo quedaba… Nada. Con su ayuda termine de vestirme, algo ligero para poder moverme, para hoy tenía preparado algo especial, ya lo había hablado con Joshua, el conocía mi dolor, con los meses se había transformado en lo más cercano a una relación la que tenia con él, un amigo tal vez, al cual diariamente exponía física y mentalmente, descansaba por días mientras que para mí no había descanso. - ¿Cuándo descansara usted? – La mire frunciendo el ceño – cuando el dolor pase- fue lo último que dije y salí de mi habitación, recorrí la mansión hasta llegar a los jardines.
Los faroles ya alumbraban aquel patio de juegos, sentía las miradas de los sirvientes desde sus habitaciones, teníamos un pacto, uno de silencio… Joshua se veía repuesto, sonreí al verlo y me apronte a explicarle que hoy, lo dejaría libre que ya no quería seguir, su reacción me desconcertó y entendí, que el dolor a él también lo mantenía con vida, y me pregunto con su voz ronca - ¿Cuáles son sus límites? – aquella pregunta estremeció no solo mi cuerpo sino que también mi alma, logre sentir el escalofríos recorrer mi cuerpo – Hoy lo sabré, pero no contigo – le guiñe un ojo – No me sigas y es una orden… - añadí con seriedad, lo mire una última vez y comencé a correr.
Detrás de la mansión se encontraba un sendero que daba al bosque, pronto como comencé a correr me quite los zapatos y corrí simplemente era la última noche de luna llena y lo que andaba buscando se encontraba ahí en medio de la noche. Mis pies tocaron la tierra fría y húmeda y mi corazón exploto como nunca, la sangre bombeaba con fuerzas por cada vena de mi ser, venia aquello que tanto adoraba… mis pies se transformaron en garras ya no andaba en dos patas si no en cuatro mi ropa se destrozo y el pelaje típico de guepardo cubrió mi cuerpo, era el animal el cual se apoderaba de todo mi ser, mi instinto cambiaba y la velocidad fue en aumento, los aromas llegaron a mí como una avalancha de olores uno más distintivo que otro hasta que aquel al de un lobo llegaba, mi rumbo se cambiaba y me encontré con la laguna a lo lejos el monstruo rugía y mi garganta carraspeo con un gruñido… encontrándome frente a frente con el Lycan el miedo desaparecí… todo pensamiento racional se fue de mi cabeza, de mi mente, de mi cuerpo… instinto, nada mas quedo. Con la fuerza de mis patas traseras salte contra la bestia que me ganaba en porte, peso y fuerza. Sentí la primera arremetida su pata golpeaba mis costillas ¿dolor? Uno extraño y desconocido, caí, rodé y jadeando mientras me volvía a colocar de pie y mis garras se introducían en la piel áspera y de pelaje tieso de mi oponente, sus dientes acariciaban de mala forma mi cráneo, sentía el desgarro de la piel, sentía sus patas golpear mi cuerpo felino, pero no me rendiría, hoy no, había provocado a un monstruo y estaba lista para las consecuencias, mis músculos se desgarraban con cada acto de fiereza que hacía, todo estaba en mi contra y ni eso me importaba. Con su fuerza sobrenatural mi cuerpo voló por los aires y caí sobre unas rocas que causaron daño en una de mis patas, uno o dos, tres huesos tal vez, todo en mi interior había crujido y cuando intente ponerme en pie su pata delantera aplastaba mi cráneo. Con fuerza que salía de no sabía donde mis garras delanteras se incrustaban en su piel rasgando su tendón librándome de aquel peso… todo pareció extraño… brillo… luz… y de pronto oscuridad… sentí su aliento en mi cabeza… sería el fin… mi limite… ese era…
A mi recamara entro una de las jóvenes que me serbia, tan radiante y con su típico tono de preocupación por el desgaste que estaba sufriendo día a día – Joshua está preparado para… - si, a ella como a todos les costaba decir aquello –Para el entrenamiento – me apresure a decir, ella simplemente asintió y mientras yo intentaba levantarme se calló la bata que cubría mi cuerpo, quede semi desnuda, pude sentir la mirada penetrar en mis cuerpo, el rostro de la sirvienta pareció deformarse y sin que yo le dijera nada ella se acerco, recogió la bata y cubrió mi piel – Su… su cuerpo esta maltratado Lady Sophia – tuvo el valor de hablar, sonreí de lado – Soy Fuerte, puedo soportar… el dolor – era mi castigo, o penitencia, no sabía cómo tomarlo o mejor dicho era mi placer, al cabo de varios meses ya sentía placer con cada golpe, un placer diferente una oleada de adrenalina que movía mis músculos, que activaba mi cabeza, todo se convertía al placer de olvidar quien era y me transformaba en algo lejano a la joven saludable, alegre y luchadora que en algún tiempo había sido, de ella solo quedaba… Nada. Con su ayuda termine de vestirme, algo ligero para poder moverme, para hoy tenía preparado algo especial, ya lo había hablado con Joshua, el conocía mi dolor, con los meses se había transformado en lo más cercano a una relación la que tenia con él, un amigo tal vez, al cual diariamente exponía física y mentalmente, descansaba por días mientras que para mí no había descanso. - ¿Cuándo descansara usted? – La mire frunciendo el ceño – cuando el dolor pase- fue lo último que dije y salí de mi habitación, recorrí la mansión hasta llegar a los jardines.
Los faroles ya alumbraban aquel patio de juegos, sentía las miradas de los sirvientes desde sus habitaciones, teníamos un pacto, uno de silencio… Joshua se veía repuesto, sonreí al verlo y me apronte a explicarle que hoy, lo dejaría libre que ya no quería seguir, su reacción me desconcertó y entendí, que el dolor a él también lo mantenía con vida, y me pregunto con su voz ronca - ¿Cuáles son sus límites? – aquella pregunta estremeció no solo mi cuerpo sino que también mi alma, logre sentir el escalofríos recorrer mi cuerpo – Hoy lo sabré, pero no contigo – le guiñe un ojo – No me sigas y es una orden… - añadí con seriedad, lo mire una última vez y comencé a correr.
Detrás de la mansión se encontraba un sendero que daba al bosque, pronto como comencé a correr me quite los zapatos y corrí simplemente era la última noche de luna llena y lo que andaba buscando se encontraba ahí en medio de la noche. Mis pies tocaron la tierra fría y húmeda y mi corazón exploto como nunca, la sangre bombeaba con fuerzas por cada vena de mi ser, venia aquello que tanto adoraba… mis pies se transformaron en garras ya no andaba en dos patas si no en cuatro mi ropa se destrozo y el pelaje típico de guepardo cubrió mi cuerpo, era el animal el cual se apoderaba de todo mi ser, mi instinto cambiaba y la velocidad fue en aumento, los aromas llegaron a mí como una avalancha de olores uno más distintivo que otro hasta que aquel al de un lobo llegaba, mi rumbo se cambiaba y me encontré con la laguna a lo lejos el monstruo rugía y mi garganta carraspeo con un gruñido… encontrándome frente a frente con el Lycan el miedo desaparecí… todo pensamiento racional se fue de mi cabeza, de mi mente, de mi cuerpo… instinto, nada mas quedo. Con la fuerza de mis patas traseras salte contra la bestia que me ganaba en porte, peso y fuerza. Sentí la primera arremetida su pata golpeaba mis costillas ¿dolor? Uno extraño y desconocido, caí, rodé y jadeando mientras me volvía a colocar de pie y mis garras se introducían en la piel áspera y de pelaje tieso de mi oponente, sus dientes acariciaban de mala forma mi cráneo, sentía el desgarro de la piel, sentía sus patas golpear mi cuerpo felino, pero no me rendiría, hoy no, había provocado a un monstruo y estaba lista para las consecuencias, mis músculos se desgarraban con cada acto de fiereza que hacía, todo estaba en mi contra y ni eso me importaba. Con su fuerza sobrenatural mi cuerpo voló por los aires y caí sobre unas rocas que causaron daño en una de mis patas, uno o dos, tres huesos tal vez, todo en mi interior había crujido y cuando intente ponerme en pie su pata delantera aplastaba mi cráneo. Con fuerza que salía de no sabía donde mis garras delanteras se incrustaban en su piel rasgando su tendón librándome de aquel peso… todo pareció extraño… brillo… luz… y de pronto oscuridad… sentí su aliento en mi cabeza… sería el fin… mi limite… ese era…
Sophia D'Luca- Cambiante/Realeza
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Fecha de inscripción : 18/08/2010
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Re: La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
Había pasado horas frente a la página en blanco. Uno podría creer que las estacas o la luz solar podrían representar un mayor miedo para un ser como él. O tal vez, la imagen de su maestro, el llamado Jesús de Nazaret, crucificado, apostadas en cada templo religioso de aquella ciudad que parecía negar cualquier otra fe. Pero no, para un tipo que había vivido tanto, padecido tanto, todo cobraba un sentido diferente. Había adoptado, sin querer tal vez, la capacidad de dotar de nuevos significados ciertas cosas, circunstancias o incluso personas. Y su mayor miedo era ese, la página en blanco, como escritor que era. Peor aún, escritor en una bache creativo. Después de todo, para eso había viajado a la capital francesa, creyendo que el ambiente sería más propicio que su rural condado. No descuidaba ninguna de sus obligaciones, eso nunca. Debía quedar claro.
Cerró los ojos y el aroma de la tinta en el frasco (de cristal, incluso eso lo percibía) y la pluma, del papel y la madera del escritorio llenaron sus sentidos. Llenó sus pulmones de aquellos perfumes desapercibidos para la mayoría de la gente, pero que para él llegaba con rotunda nitidez. Se aferró al filo de la mesa y apretó tanto que parecía que cedería ante su fuerza, pero se detuvo a tiempo. Abrió los ojos de golpe, como dos estrellas que explotan en el firmamento y soltó el aire que había estado reteniendo.
Sin mediar palabras con nadie, se arrebujó en una gabardina negra de lana y salió de su casa. Caminó por la ciudad en silencio, como llamado por voces invisible o fantasmas que quieren que vaya a lo más alto de Notre Dame y desde ahí se arroje, aun sabiendo que nada podía pasarle. La luz de la luna, llena y sabía lo que eso significaba, delineaba su solitaria figura, como alma en pena por París. Pero aunque sus pasos parecían azarosos, en realidad iba con un destino muy en claro. Con algo diáfano en la cabeza. El peligro que representaba el plenilunio no era contemplado como tal, al contrario: un aliciente.
Al fin llegó a las afueras; se adentró en el bosque y sólo ahí se sintió más libre.
«Quizá no puedo plasmar nada porque he negado lo que soy. Aquí estoy, ahora. Dispuesto a enfrentar la verdad».
Sonidos a la lejanía llegaron a él como el ruido que hace una guerra lejana, y muchas ya había presenciado él como para no reconocer esa sinfonía de caos. Garras contra garras y fauces contra fauces. Una resonancia tan salvaje y natural lo mismo que terrorífica. Sorteando ramas de árboles y raíces salidas, llegó hasta el sitio.
La escena frente a sus ojos fue clara y tácita. No era una visión —¡y cómo parecía una visión!—, ninguno de esos animales era un animal. Ninguno, tampoco era humano. Y él sabía bien de todo aquello que no es humano. Aguardó un instante, exacerbado por la escena. Incapaz de mover un músculo, pero cuando el lobo pareció tener sometido al felino, se deshizo de la gabardina en un sólo movimiento y avanzó rápido hasta ellos. Dio un salto. No era esperado y usó esa ventaja para someter al licántropo, pasando su brazo por la garganta ajena, quitándolo de encima del oponente derrotado.
Dejaron libre al guepardo. Baldric se debatía con el otro, incluso sabiendo que aquel que había salvado, también podía atacarlo si se lo proponía.
—Vamos amigo, ya le ganaste —le susurró al lobo mientras seguía forcejeando—. Te puedo romper el cuello, pero no lo haré. Lárgate —y diciendo eso, lo soltó. Aunque no bajó la guardia.
Los enormes y oscuros ojos del lobo que brillaban como joyas bajo la luz de la luna repleta, se clavaron en él. El conde no dijo nada, le devolvió el gesto con la misma intensidad. Sus propios ojos oscuros brillando, aunque la luz que reflejaba era distinta; era la luz del infierno al que había ido y regresado. No podía decir que ileso, porque estaría mintiendo. Su respiración era agitada pero poco a poco se fue normalizando al tiempo que el animal, su oponente, optó por irse. Inteligente, pensó.
Entonces se giró para ver al enorme felino. Sonrió de manera apocada y se atrevió a acercarse. Contempló aquel cuerpo de bestia por un instante, no siempre se veía un guepardo en pleno París, después de todo.
—Si deseas enfrentarme, te enfrentaré —le dijo levantando el mentón pero con respeto. Baldric no era un vampiro que fuera buscando lucha a donde iba, se había vuelto un hombre sumamente meditabundo como para esas cosas, pero esa era su naturaleza. No iba a negar más quien era. Aunque nunca lo había hecho, a decir verdad.
Cerró los ojos y el aroma de la tinta en el frasco (de cristal, incluso eso lo percibía) y la pluma, del papel y la madera del escritorio llenaron sus sentidos. Llenó sus pulmones de aquellos perfumes desapercibidos para la mayoría de la gente, pero que para él llegaba con rotunda nitidez. Se aferró al filo de la mesa y apretó tanto que parecía que cedería ante su fuerza, pero se detuvo a tiempo. Abrió los ojos de golpe, como dos estrellas que explotan en el firmamento y soltó el aire que había estado reteniendo.
Sin mediar palabras con nadie, se arrebujó en una gabardina negra de lana y salió de su casa. Caminó por la ciudad en silencio, como llamado por voces invisible o fantasmas que quieren que vaya a lo más alto de Notre Dame y desde ahí se arroje, aun sabiendo que nada podía pasarle. La luz de la luna, llena y sabía lo que eso significaba, delineaba su solitaria figura, como alma en pena por París. Pero aunque sus pasos parecían azarosos, en realidad iba con un destino muy en claro. Con algo diáfano en la cabeza. El peligro que representaba el plenilunio no era contemplado como tal, al contrario: un aliciente.
Al fin llegó a las afueras; se adentró en el bosque y sólo ahí se sintió más libre.
«Quizá no puedo plasmar nada porque he negado lo que soy. Aquí estoy, ahora. Dispuesto a enfrentar la verdad».
Sonidos a la lejanía llegaron a él como el ruido que hace una guerra lejana, y muchas ya había presenciado él como para no reconocer esa sinfonía de caos. Garras contra garras y fauces contra fauces. Una resonancia tan salvaje y natural lo mismo que terrorífica. Sorteando ramas de árboles y raíces salidas, llegó hasta el sitio.
La escena frente a sus ojos fue clara y tácita. No era una visión —¡y cómo parecía una visión!—, ninguno de esos animales era un animal. Ninguno, tampoco era humano. Y él sabía bien de todo aquello que no es humano. Aguardó un instante, exacerbado por la escena. Incapaz de mover un músculo, pero cuando el lobo pareció tener sometido al felino, se deshizo de la gabardina en un sólo movimiento y avanzó rápido hasta ellos. Dio un salto. No era esperado y usó esa ventaja para someter al licántropo, pasando su brazo por la garganta ajena, quitándolo de encima del oponente derrotado.
Dejaron libre al guepardo. Baldric se debatía con el otro, incluso sabiendo que aquel que había salvado, también podía atacarlo si se lo proponía.
—Vamos amigo, ya le ganaste —le susurró al lobo mientras seguía forcejeando—. Te puedo romper el cuello, pero no lo haré. Lárgate —y diciendo eso, lo soltó. Aunque no bajó la guardia.
Los enormes y oscuros ojos del lobo que brillaban como joyas bajo la luz de la luna repleta, se clavaron en él. El conde no dijo nada, le devolvió el gesto con la misma intensidad. Sus propios ojos oscuros brillando, aunque la luz que reflejaba era distinta; era la luz del infierno al que había ido y regresado. No podía decir que ileso, porque estaría mintiendo. Su respiración era agitada pero poco a poco se fue normalizando al tiempo que el animal, su oponente, optó por irse. Inteligente, pensó.
Entonces se giró para ver al enorme felino. Sonrió de manera apocada y se atrevió a acercarse. Contempló aquel cuerpo de bestia por un instante, no siempre se veía un guepardo en pleno París, después de todo.
—Si deseas enfrentarme, te enfrentaré —le dijo levantando el mentón pero con respeto. Baldric no era un vampiro que fuera buscando lucha a donde iba, se había vuelto un hombre sumamente meditabundo como para esas cosas, pero esa era su naturaleza. No iba a negar más quien era. Aunque nunca lo había hecho, a decir verdad.
Última edición por Baldric Purcell el Miér Oct 29, 2014 7:20 pm, editado 1 vez
Baldric Purcell- Vampiro/Realeza
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Re: La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
En lo más hondo de la oscuridad un rayo de luz siempre llegaba a iluminar todo, en mi vida aquellos rayos de luz solo eran estrellas fugaces que iban y venían en mi vida que nunca se quedaban, en realidad para mí ya no había esperanza había vivido muchos años pensando o viviendo de aquello, en mi interior sentía como la sangre corría con rapidez, mi corazón bombeaba llevando consigo los últimos respiros, el desgaste era extremo y mi fuerza se había visto opacada, mis músculos desgarrados, y la bestia, ahí estaba a punto de que mi limite no fuera más que el final de mi vida ¿Eso andaba buscando? Quien me viera en estos momentos, se me vinieron a la cabeza personas que una vez fueron estrellas en mi vida… Lorraine, Anuar, Daniil… y Zarek… ¿Qué pensarían ellos? Lo sabía, lo tenía claro pero ya ninguno pertenecía a mi vida porque nadie era para siempre, yo tampoco.
Abrí como pude uno de mis ojos y vi sin distinguir por completo la silueta que discutía con el Lycan, no podía oír con claridad, solo un zumbido estaba latente en mi interior respire con dificultad y sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca, algo andaba mal mire mis patas y aún estaba en mi transformación, algo andaba mal, no dejaba de repetirme aquello hasta que su voz penetro mi cabeza como cual relámpago y solo vi un destello y su voz hizo que todo se desvaneciera y quería gritar pero no me salía la voz, quería llorar pero no tenía lágrimas, quería correr pero no me podía poner en pie. En ese momento quería muchas cosas que no podía hacer, y desee que llegaran las mellizas pelirrojas y con su magia me ayudaran, pero parecía estar sola con la silueta, mi respiración se acortaba y sentí aquello que me dejaría al descubierto pero ya no podía parar, las fuerzas se agotaban y si no lo hacía quedaría por siempre ahí como la fiera.
Un impulso electrificante recorrió desde la punta de mi cola hasta el último pelo de mi cabeza abrí los ojos y no pude ver nada, un débil gruñido se empezó a transformar en un suave grito, y sentí como el frio de la noche comenzaba a cubrir y descubrir mi cuerpo, los pelos desaparecían lenta y dolorosamente, mi corazón a traspasos latía y mis pulmones quemaban de una manera infernal, mis huesos de manera lenta se acomodaban y pude sentir el ahora cálido suelo que raspaba mi piel, una de mis costillas dolía más de lo normal y sentí como un líquido caliente corría por mi estómago. Mi humanidad quedaba al descubierto y no podía hacer nada por cubrir mi cuerpo, mucho menos mi alma, veía pero no había nada más que oscuridad y frio – Yo no –– susurre débilmente, la ráfaga que provenía de la laguna abrazo mi cuerpo humano, quitándole el poco calor que le quedaba, parecían caricias pero no eran, algo andaba mal, no podía oír ni hablar, solo sentir… era prácticamente una tortura, como cargar mi propia cruz una que pesaba llena de recuerdos, de odio, de soledad, de ira, de temor, de oscuridad, no podía recordar nada bueno en ese momento y tal vez era mejor así.
En ese instante solo era un cuerpo, al que le habían arrebatado esas ganas de vivir, un cuerpo que se alimentaba de dolor y no quería ver la luz, un cuerpo que prefería estar en soledad que estar rodeada de personas que intentaran algo por ella, una mente corrompida por el instinto animal que habitaba en mi interior era nada… y ahí todo desapareció… ya no era necesario nada… ni la silueta, ni el lobo, ni nada… el límite del dolor se conjugaba con aquello la soledad y yo.
Abrí como pude uno de mis ojos y vi sin distinguir por completo la silueta que discutía con el Lycan, no podía oír con claridad, solo un zumbido estaba latente en mi interior respire con dificultad y sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca, algo andaba mal mire mis patas y aún estaba en mi transformación, algo andaba mal, no dejaba de repetirme aquello hasta que su voz penetro mi cabeza como cual relámpago y solo vi un destello y su voz hizo que todo se desvaneciera y quería gritar pero no me salía la voz, quería llorar pero no tenía lágrimas, quería correr pero no me podía poner en pie. En ese momento quería muchas cosas que no podía hacer, y desee que llegaran las mellizas pelirrojas y con su magia me ayudaran, pero parecía estar sola con la silueta, mi respiración se acortaba y sentí aquello que me dejaría al descubierto pero ya no podía parar, las fuerzas se agotaban y si no lo hacía quedaría por siempre ahí como la fiera.
Un impulso electrificante recorrió desde la punta de mi cola hasta el último pelo de mi cabeza abrí los ojos y no pude ver nada, un débil gruñido se empezó a transformar en un suave grito, y sentí como el frio de la noche comenzaba a cubrir y descubrir mi cuerpo, los pelos desaparecían lenta y dolorosamente, mi corazón a traspasos latía y mis pulmones quemaban de una manera infernal, mis huesos de manera lenta se acomodaban y pude sentir el ahora cálido suelo que raspaba mi piel, una de mis costillas dolía más de lo normal y sentí como un líquido caliente corría por mi estómago. Mi humanidad quedaba al descubierto y no podía hacer nada por cubrir mi cuerpo, mucho menos mi alma, veía pero no había nada más que oscuridad y frio – Yo no –– susurre débilmente, la ráfaga que provenía de la laguna abrazo mi cuerpo humano, quitándole el poco calor que le quedaba, parecían caricias pero no eran, algo andaba mal, no podía oír ni hablar, solo sentir… era prácticamente una tortura, como cargar mi propia cruz una que pesaba llena de recuerdos, de odio, de soledad, de ira, de temor, de oscuridad, no podía recordar nada bueno en ese momento y tal vez era mejor así.
En ese instante solo era un cuerpo, al que le habían arrebatado esas ganas de vivir, un cuerpo que se alimentaba de dolor y no quería ver la luz, un cuerpo que prefería estar en soledad que estar rodeada de personas que intentaran algo por ella, una mente corrompida por el instinto animal que habitaba en mi interior era nada… y ahí todo desapareció… ya no era necesario nada… ni la silueta, ni el lobo, ni nada… el límite del dolor se conjugaba con aquello la soledad y yo.
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Re: La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
Se quedó de pie ahí junto al animal que lo observaba con esos orbes de guepardo, verdes como esmeraldas del nuevo mundo. Pronto entendió que debía bajar la guardia, que no lucharía de nuevo esa noche y se sintió aliviado. Pero tampoco se alejó, ni dijo, ni hizo nada. No sabía por qué, intuición tal vez, pero sentía algo parecido al respeto hacia el ser frente a él y a sus pies. No el respeto que se tiene hacia alguien conoces de mucho tiempo o a ese que te ha enseñado un oficio, sino el que se le tiene a alguien que sabes que está pasando por caminos complicados y no debes hacer mofa de ello.
Entonces presenció la transformación. Muy pocas veces había visto a un cambiante mutar de humano a animal y viceversa, no dejaba de ser intrigante y fascinante. ¡Qué hermosa capacidad! La de transformarse en una bestia a voluntad. Además, esos que cambiaban de forma, al contrario de los licántropos y los vampiros, no se regían bajo un estigma impuesto, habían nacido así.
Asintió al escuchar la débil voz, sin más y fue por su abrigo para cubrir la desnudez de lo que ahora era una bella mujer frente a él. Se agachó y la envolvió en la prenda de cálida lana. Le quitó el cabello del rostro aunque deseó haber hecho aquello cuando aún era un animal, para sentir el pelaje de la bestia.
—¿Puedes hablar? —Le preguntó mientras revisaba sus heridas. Si era como otros con esa capacidad cambiante, sanaría pronto, pero no debía desestimarlas—. Si no puedes sólo niega o asiente, ¿te parece? —La voz de Baldric fue suave, aunque no dejaba de sonar preocupada.
Se puso de pie con ella en brazos, lánguida como si se hubiera desmayado. Fina y delgada, incluso frágil como si no se tratara del mismo animal que antes lucho con tanta fiereza contra un licántropo. Y esa era la imagen que uno tenía cuando te hablan del vampiro que va a por su víctima. Algo seductor, algo hermoso como una escultura de mármol, pero se sabía que terrible también. Sin embargo, las intenciones del conde no eran las de dañarla aunque el olor de la sangre asperjada por el lugar obnubilara su mente y sus deseos.
—Si me dices o me señalas una dirección, te llevaré ahí —algo en llevarla a su residencia le pareció inapropiado. A pesar de eso, comenzó a caminar de inmediato con pasos firmes, como si supiera desde ya a dónde dirigirse. Sí, llevarla a su casa no le parecía correcto, pero a ese lugar iba directamente. No conocía otro donde él pudiera sentirse más seguro, y quién sabe, con algo de suerte podía trasmitirle algo de seguridad a la desconocida.
—Me llamo Baldric —habló mientras no dejaba de caminar. Le dijo como si ella se tratara de una niña pequeña. Le pareció adecuado decirle su nombre, pero no su apellido o que se trataba de un noble. La frase, de todos modos, era una mentira; ese no era su nombre, era tan solo el nombre que había adoptado para esa vida, pero él había vivido muchas vidas, tampoco es que considerara decirle su verdadero nombre—. Me gustaría conocer tu nombre, pero… eh… no me lo digas, no puedes hablar, no importa, ya habrá tiempo —aseguro, como si no quedara duda de ello.
Entonces presenció la transformación. Muy pocas veces había visto a un cambiante mutar de humano a animal y viceversa, no dejaba de ser intrigante y fascinante. ¡Qué hermosa capacidad! La de transformarse en una bestia a voluntad. Además, esos que cambiaban de forma, al contrario de los licántropos y los vampiros, no se regían bajo un estigma impuesto, habían nacido así.
Asintió al escuchar la débil voz, sin más y fue por su abrigo para cubrir la desnudez de lo que ahora era una bella mujer frente a él. Se agachó y la envolvió en la prenda de cálida lana. Le quitó el cabello del rostro aunque deseó haber hecho aquello cuando aún era un animal, para sentir el pelaje de la bestia.
—¿Puedes hablar? —Le preguntó mientras revisaba sus heridas. Si era como otros con esa capacidad cambiante, sanaría pronto, pero no debía desestimarlas—. Si no puedes sólo niega o asiente, ¿te parece? —La voz de Baldric fue suave, aunque no dejaba de sonar preocupada.
Se puso de pie con ella en brazos, lánguida como si se hubiera desmayado. Fina y delgada, incluso frágil como si no se tratara del mismo animal que antes lucho con tanta fiereza contra un licántropo. Y esa era la imagen que uno tenía cuando te hablan del vampiro que va a por su víctima. Algo seductor, algo hermoso como una escultura de mármol, pero se sabía que terrible también. Sin embargo, las intenciones del conde no eran las de dañarla aunque el olor de la sangre asperjada por el lugar obnubilara su mente y sus deseos.
—Si me dices o me señalas una dirección, te llevaré ahí —algo en llevarla a su residencia le pareció inapropiado. A pesar de eso, comenzó a caminar de inmediato con pasos firmes, como si supiera desde ya a dónde dirigirse. Sí, llevarla a su casa no le parecía correcto, pero a ese lugar iba directamente. No conocía otro donde él pudiera sentirse más seguro, y quién sabe, con algo de suerte podía trasmitirle algo de seguridad a la desconocida.
—Me llamo Baldric —habló mientras no dejaba de caminar. Le dijo como si ella se tratara de una niña pequeña. Le pareció adecuado decirle su nombre, pero no su apellido o que se trataba de un noble. La frase, de todos modos, era una mentira; ese no era su nombre, era tan solo el nombre que había adoptado para esa vida, pero él había vivido muchas vidas, tampoco es que considerara decirle su verdadero nombre—. Me gustaría conocer tu nombre, pero… eh… no me lo digas, no puedes hablar, no importa, ya habrá tiempo —aseguro, como si no quedara duda de ello.
Baldric Purcell- Vampiro/Realeza
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Re: La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
Supervivencia algo que al parecer traía en mi sangre, en mis poros, en mi saliva, en mi vida… Algo muy malo o tal vez muy bueno había hecho en algunas de mis vidas felinas para siempre salir a salvo, ahora tan solo pendía del hilo de la vida que, cada vez que corría peligro o que la tristeza me llevaba al límite se hacía más duro, mas fuerte, como también mi personalidad, atrás quedaba el tiempo donde era la frágil y lastimera gatita caprichosa que no tenia donde caerse muerta, mis secretos guardados estaban, una herencia de nobleza caía en mis hombros y lo único que anhelaba era escapar de aquello que tanto me había renegado a poseer. Es cierto que cuando la vida pende de un hilo tu cabeza piensa más de lo debido ahí estaba yo en la oscuridad de mis pensamientos, buscando una luz que parecía extinguirse, buscando aquello que muchas veces había movido mis pasos, Esperanza.
En la lejanía de la oscuridad, donde mi soledad me abrazaba escuchaba “¿Puedes hablar?, Si no puedes sólo niega o asiente, ¿te parece?” realmente intentaba mover mi cabeza mas no sabía lo que ocurría a mi alrededor, un extraño frio que podría decir que cálido se sentía comenzó a envolverme, podía oírme más solo no podía hablar, uno de mis quejidos me alarmo y no sabía si mis ojos abiertos estaban o cerrados. ¿Aun era de noche? ¿Era humana? Mi cuerpo fue removido “Mi nombre es Baldric” y quise decir el mío pero tenía miedo, ya que mi nombre para quien lo conociera tal vez podía ser una pequeña maldición… no quería volver a Italia… Pensamientos atormentaban mi cuerpo, mi alma, mi completo ser, no había nada lógico en lo que hacía, mi soledad era acompañada… o yo la acompañaba a ella.
Un shock electrificante recorrió mi cuerpo, tal vez era mi propia alma que volvía a mi carne, al envase que Dios me había dado. Y la luz cegó mis ojos ahí me di cuenta que no había luz, que no había nada que era yo… en y el dolor se intensifico por unos momentos mientras mis ojos buscaban el rostro de mi rescatista. La herida latente comenzó a cerrarse y no precisamente de manera suave, todo a su alrededor ardía, mis huesos se regeneraban lentamente y el dolor me cegaba por completo, sanación un don o una maldición, vista de diferentes puntos de vistas… comencé a reaccionar de manera lenta intentando aclarar en mi cabeza lo que pasaba, o mejor dicho lo que había sucedido el frio volvió a calar por mis huesos y las imágenes iban y venían y cuando por fin tuve realmente abiertos los ojos, seguí la silueta del rostro ajeno - ¿Baldric? – pronuncie, no sabía si en realidad aquello lo había dicho el o mi subconsciente lo había conjugado – yo… no – fruncí el ceño e intente sostenerme, al darme cuenta de mi desnudez, abrace el abrigo y oculte mi rostro entre mis brazos – No... No es necesario… - musite, suave y con debilidad, la verdad era que mis músculos comenzaban a relajarse y eso conllevaba algo que me gustaba en cierta medida… dolor. – ¿A dónde me llevas? – pregunte con la misma debilidad que mi cuerpo presentaba, mi instinto latente me alertaba de adentro aquella alerta natural en mi especie, un vampiro, siempre aparecía uno… suspire con dificultad ya que mis costillas dolían aun, ¿miedo? No, no podía temerles… lo único que me causaba miedo en mi vida eran los lobos… los Lycan, tan solo pensar en aquello causo un escalofríos en mi cuerpo, cerré por un momento los ojos, débil… respirar me costaba cada vez menos, pero seguía resentida… - Puedo caminar – añadí, viendo que me estaba siendo incomodo ser transportada por el extraño.
En la lejanía de la oscuridad, donde mi soledad me abrazaba escuchaba “¿Puedes hablar?, Si no puedes sólo niega o asiente, ¿te parece?” realmente intentaba mover mi cabeza mas no sabía lo que ocurría a mi alrededor, un extraño frio que podría decir que cálido se sentía comenzó a envolverme, podía oírme más solo no podía hablar, uno de mis quejidos me alarmo y no sabía si mis ojos abiertos estaban o cerrados. ¿Aun era de noche? ¿Era humana? Mi cuerpo fue removido “Mi nombre es Baldric” y quise decir el mío pero tenía miedo, ya que mi nombre para quien lo conociera tal vez podía ser una pequeña maldición… no quería volver a Italia… Pensamientos atormentaban mi cuerpo, mi alma, mi completo ser, no había nada lógico en lo que hacía, mi soledad era acompañada… o yo la acompañaba a ella.
Un shock electrificante recorrió mi cuerpo, tal vez era mi propia alma que volvía a mi carne, al envase que Dios me había dado. Y la luz cegó mis ojos ahí me di cuenta que no había luz, que no había nada que era yo… en y el dolor se intensifico por unos momentos mientras mis ojos buscaban el rostro de mi rescatista. La herida latente comenzó a cerrarse y no precisamente de manera suave, todo a su alrededor ardía, mis huesos se regeneraban lentamente y el dolor me cegaba por completo, sanación un don o una maldición, vista de diferentes puntos de vistas… comencé a reaccionar de manera lenta intentando aclarar en mi cabeza lo que pasaba, o mejor dicho lo que había sucedido el frio volvió a calar por mis huesos y las imágenes iban y venían y cuando por fin tuve realmente abiertos los ojos, seguí la silueta del rostro ajeno - ¿Baldric? – pronuncie, no sabía si en realidad aquello lo había dicho el o mi subconsciente lo había conjugado – yo… no – fruncí el ceño e intente sostenerme, al darme cuenta de mi desnudez, abrace el abrigo y oculte mi rostro entre mis brazos – No... No es necesario… - musite, suave y con debilidad, la verdad era que mis músculos comenzaban a relajarse y eso conllevaba algo que me gustaba en cierta medida… dolor. – ¿A dónde me llevas? – pregunte con la misma debilidad que mi cuerpo presentaba, mi instinto latente me alertaba de adentro aquella alerta natural en mi especie, un vampiro, siempre aparecía uno… suspire con dificultad ya que mis costillas dolían aun, ¿miedo? No, no podía temerles… lo único que me causaba miedo en mi vida eran los lobos… los Lycan, tan solo pensar en aquello causo un escalofríos en mi cuerpo, cerré por un momento los ojos, débil… respirar me costaba cada vez menos, pero seguía resentida… - Puedo caminar – añadí, viendo que me estaba siendo incomodo ser transportada por el extraño.
Sophia D'Luca- Cambiante/Realeza
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Re: La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
Como un cortejo fúnebre; con ese mismo silente respeto Baldric avanzó sin dudar con la desconocida en brazos. La miró un par de veces, pero al parecer no podía hablar y no iba a cometer la imprudencia de seguir preguntando. Después mantuvo la vista al frente, en el horizonte que se perdía en la noche color tinta. Su sentido de la orientación era bueno, así que supo con sólo el soplar del viento, a dónde debía dirigirse si quería llegar a su residencia de manera expedita.
El césped que crece salvaje y las rocas planas a orillas del litoral del lago crujían bajo su peso y el de la mujer, envuelta en su propia prenda y aquel sonido, como el crepitar de una fogata lejana, por un instante, fue lo único que se escuchó. Pero pudo sentir, porque la tenía muy cerca de su pecho, como su respiración se normalizaba y con ello, apretó el paso.
Entonces escuchó su voz. Se sintió aturdido como si una estrepitosa campana hubiera sonado cerca de su oído que de por sí percibe los sonidos con mayor claridad. No supo por qué fue, pero se había imaginado que sonaba distinto. Menos clara, menos empírea. Y sólo Dios sabía porque le estaba atribuyendo tanto a alguien que había conocido en circunstancias tan penosas. Le sonrió y asintió; ese era su nombre, al menos el que quería que ella usara para dirigirse a él. Luego la bajó con suavidad, iba descalza pero no quería demostrarle que la consideraba débil, porque no lo hacía y acataría la decisión de la joven mujer. Sólo se aseguró que el abrigo negro no se deslizara por sus hombros, la tomó de los mismos y la miró a los ojos.
—Te llevaba a casa —respondió—. A mi casa, quiero decir. Pero ahora que estás un poco mejor, tal vez puedas darme indicaciones de a dónde llevarte, y tu nombre —la soltó y dio un paso para atrás, como dándole su espacio. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón. No fue un acto sin premeditación; de ese modo, con las manos fuera de vista, representaba ser menos peligroso.
—Me pregunto qué hacías luchando con ese hombre lobo, pero sobre todo, ¿por qué? —Alzó el mentón, tan solo para estudiarla un poco mejor—. Esa es mi duda, pero no tienes obligación de responder —aclaró luego con el más limpio de los respetos y agachó la mirada, dirigió los ojos a sus pies sin zapatos. No supo cómo abordar ese tema, así que supuso que lo mejor sería ir directo al grano—. ¿Segura que puedes caminar? Mi casa no queda demasiado lejos, pero no creas que soy un loco que busca bellas mujeres a orillas de la laguna para luego llevarlas a su morada. Sé lo que eres y estoy seguro que sabes lo que yo soy —declaró con aplomo, sin titubear en sus palabras.
Luego aguardó. No sabía qué opinión podía tener ella de alguien como él; era obvio que viceversa, lo que él sentía era una rotunda fascinación por su habilidad, y más allá de eso, por los motivos de la mujer desconocida de estar en ese lugar, a esa hora, transformada, batida a duelo con un enemigo que ambos compartían. Baldric no era un ser que buscara confrontación, creía que después de su complicada existencia —su vida mortal, su inmortalidad— podía pasar de eso; eso no quería decir que no supiera defenderse, o no hiciera consciente su condición. Había tenido tiempo de sobra para hacerlo. Y en ese sentido, incluso le agradecía por haberlo hecho de nuevo ser el monstruo que era sin ataduras, al enfrentar él mismo al descomunal lobo.
Sonrió de lado al pensar en aquello, guardando silencio. El mismo silencio solemne que había mantenido mientras la cargaba rumbo a su propia casa.
El césped que crece salvaje y las rocas planas a orillas del litoral del lago crujían bajo su peso y el de la mujer, envuelta en su propia prenda y aquel sonido, como el crepitar de una fogata lejana, por un instante, fue lo único que se escuchó. Pero pudo sentir, porque la tenía muy cerca de su pecho, como su respiración se normalizaba y con ello, apretó el paso.
Entonces escuchó su voz. Se sintió aturdido como si una estrepitosa campana hubiera sonado cerca de su oído que de por sí percibe los sonidos con mayor claridad. No supo por qué fue, pero se había imaginado que sonaba distinto. Menos clara, menos empírea. Y sólo Dios sabía porque le estaba atribuyendo tanto a alguien que había conocido en circunstancias tan penosas. Le sonrió y asintió; ese era su nombre, al menos el que quería que ella usara para dirigirse a él. Luego la bajó con suavidad, iba descalza pero no quería demostrarle que la consideraba débil, porque no lo hacía y acataría la decisión de la joven mujer. Sólo se aseguró que el abrigo negro no se deslizara por sus hombros, la tomó de los mismos y la miró a los ojos.
—Te llevaba a casa —respondió—. A mi casa, quiero decir. Pero ahora que estás un poco mejor, tal vez puedas darme indicaciones de a dónde llevarte, y tu nombre —la soltó y dio un paso para atrás, como dándole su espacio. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón. No fue un acto sin premeditación; de ese modo, con las manos fuera de vista, representaba ser menos peligroso.
—Me pregunto qué hacías luchando con ese hombre lobo, pero sobre todo, ¿por qué? —Alzó el mentón, tan solo para estudiarla un poco mejor—. Esa es mi duda, pero no tienes obligación de responder —aclaró luego con el más limpio de los respetos y agachó la mirada, dirigió los ojos a sus pies sin zapatos. No supo cómo abordar ese tema, así que supuso que lo mejor sería ir directo al grano—. ¿Segura que puedes caminar? Mi casa no queda demasiado lejos, pero no creas que soy un loco que busca bellas mujeres a orillas de la laguna para luego llevarlas a su morada. Sé lo que eres y estoy seguro que sabes lo que yo soy —declaró con aplomo, sin titubear en sus palabras.
Luego aguardó. No sabía qué opinión podía tener ella de alguien como él; era obvio que viceversa, lo que él sentía era una rotunda fascinación por su habilidad, y más allá de eso, por los motivos de la mujer desconocida de estar en ese lugar, a esa hora, transformada, batida a duelo con un enemigo que ambos compartían. Baldric no era un ser que buscara confrontación, creía que después de su complicada existencia —su vida mortal, su inmortalidad— podía pasar de eso; eso no quería decir que no supiera defenderse, o no hiciera consciente su condición. Había tenido tiempo de sobra para hacerlo. Y en ese sentido, incluso le agradecía por haberlo hecho de nuevo ser el monstruo que era sin ataduras, al enfrentar él mismo al descomunal lobo.
Sonrió de lado al pensar en aquello, guardando silencio. El mismo silencio solemne que había mantenido mientras la cargaba rumbo a su propia casa.
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Re: La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
Mis pies al contacto con el suelo, áspero y frio causo que un escalofríos electrificante recorriera mi cuerpo por completo, moví mis hombros de manera lenta en conjunto con mi cuello con ellos mis huesos sonaron, terminando de acomodarse luego de eso tome aire cosa que me costo en demasía, escuche lo que él me hablaba mientras me acomodaba de manera correcta el abrigo que aun cuando me quedaba bastante grande ya había adquirido mi calor y eso logro reconfortarme un poco, ciertos movimientos me eran difíciles de realizar trate de mentalizar todo lo que había ocurrido en estas últimas horas, aun la oscuridad bañaba aquellas laderas, aun quedaban horas donde podría aparecer alguna bestia, de cierta manera me sentía segura en compañía de un vampiro, mas aun ya se había ganado un punto me había recogido… ¿salvado? Puede ser.
No, preferiría no ir a mi casa – dije soltando el aire que estaba comprimido en mis pulmones – No quiero que… no importa –dije al fin con un suspiro, había algo que siempre me costaba y más que nada era un pequeño capricho que había adquirido con los años, tal vez podría llamarse un rito o como fuera – Mi nombre… llámame felino… gata… como desees – si me costaba decir mi nombre a los desconocidos, mas por temor a que me delataran, aun cuando el parecía ser un simple vampiro uno nunca sabia más de lo que veía – El tiempo te dirá mi nombre – bosqueje una leve sonrisa mientras me ponía en marcha, realmente mi cuerpo estaba adolorido, un baño con agua helada, o con agua caliente cualquiera sería bien recibido pensé mientras con cuidado caminaba – Solo existe una criatura a la que les temo mucho y son aquellas bestias – comencé – hoy solo quería probar que yo podría acabar con aquel – levante mis hombros de manera inocente – antes de que acabara conmigo – aun cuando lo último era lo que más deseaba – pero aquí estoy, sin lo uno ni lo otro – le quede mirando intentando de parecer tranquila mas, la verdad era que me estaba siendo difícil caminar.
Me detuve pensé por unos instantes, el ya había visto mi debilidad que mas quedaba recibir un poco de ayuda si al final ya era vulnerable a sus ojos, baje la mirada – Esta bien vampiro no loco que no busca mujeres a orillas de la laguna – dije de manera divertida – me vendría bien un poco ayuda – dije de manera suave, que sonara como solo un ronroneo como si se tratara de mi pequeña felino interno Lit. La situación era incomoda paso tras paso, pero no me quedaría ahí pensando en todo aquello – Para ti debió de ser fácil espantar al Lycan – agregué, la verdad era que apenas pasaban los minutos me iba sintiendo mejor, claro estaba que habían heridas que demoraban mas en sanar, pero algo era claro de aquí al amanecer ya estaría compuesta - ¿Qué hacías por la laguna? Si se puede saber – en realidad no quería una respuesta tan sincera, como, “Me estaba alimentando” al pensar en aquello sentí como que todo se me daba vueltas y sentí mi cuerpo tambalearse – Lo siento yo – dije apoyándome en el – creo que aun estoy un poco débil – dije apretando los ojos para abrirlos de manera rápida. -
No, preferiría no ir a mi casa – dije soltando el aire que estaba comprimido en mis pulmones – No quiero que… no importa –dije al fin con un suspiro, había algo que siempre me costaba y más que nada era un pequeño capricho que había adquirido con los años, tal vez podría llamarse un rito o como fuera – Mi nombre… llámame felino… gata… como desees – si me costaba decir mi nombre a los desconocidos, mas por temor a que me delataran, aun cuando el parecía ser un simple vampiro uno nunca sabia más de lo que veía – El tiempo te dirá mi nombre – bosqueje una leve sonrisa mientras me ponía en marcha, realmente mi cuerpo estaba adolorido, un baño con agua helada, o con agua caliente cualquiera sería bien recibido pensé mientras con cuidado caminaba – Solo existe una criatura a la que les temo mucho y son aquellas bestias – comencé – hoy solo quería probar que yo podría acabar con aquel – levante mis hombros de manera inocente – antes de que acabara conmigo – aun cuando lo último era lo que más deseaba – pero aquí estoy, sin lo uno ni lo otro – le quede mirando intentando de parecer tranquila mas, la verdad era que me estaba siendo difícil caminar.
Me detuve pensé por unos instantes, el ya había visto mi debilidad que mas quedaba recibir un poco de ayuda si al final ya era vulnerable a sus ojos, baje la mirada – Esta bien vampiro no loco que no busca mujeres a orillas de la laguna – dije de manera divertida – me vendría bien un poco ayuda – dije de manera suave, que sonara como solo un ronroneo como si se tratara de mi pequeña felino interno Lit. La situación era incomoda paso tras paso, pero no me quedaría ahí pensando en todo aquello – Para ti debió de ser fácil espantar al Lycan – agregué, la verdad era que apenas pasaban los minutos me iba sintiendo mejor, claro estaba que habían heridas que demoraban mas en sanar, pero algo era claro de aquí al amanecer ya estaría compuesta - ¿Qué hacías por la laguna? Si se puede saber – en realidad no quería una respuesta tan sincera, como, “Me estaba alimentando” al pensar en aquello sentí como que todo se me daba vueltas y sentí mi cuerpo tambalearse – Lo siento yo – dije apoyándome en el – creo que aun estoy un poco débil – dije apretando los ojos para abrirlos de manera rápida. -
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Re: La oscuridad solo es falta de luz -Privado-
Arqueó una ceja al recibir las respuestas de la desconocida. Escurridiza como un felino, pensó, pero él más que nadie sabía de la importancia de la identidad y si ella no quería decirle su nombre, no iba a obligarla. Con el tiempo, él esperaba, lo sabría. Sino para siempre sería un felino, un gato… así, sin nombre. Sonrió entonces y asintió, que así fuera.
La observó caminar, como cuidándole los pasos, porque estaba débil, aunque en el fondo estaba consciente de lo verdaderamente fuerte que era esta mujer cuyo nombre seguía pendiendo incógnito entre ambos. Le intrigaba, eso era y que no pudiera asociar un nombre al rostro sin duda sólo avivaba su curiosidad. Pero sabía ser paciente, su existencia entera había sido esperar y esperar, a veces no sabía qué aguardaba. Escuchó con atención y frunció el entrecejo, luego dio largas zancadas para colocarse a su lado.
—Lo siento —dijo con voz taimada—, creo que yo te quité esa oportunidad —evidentemente él no sabía las intenciones de la mujer. Y aunque las hubiera sabido, ¿habría actuado diferente? Probablemente no.
Entonces dejó que se apoyara en él. Echó el brazo ajeno alrededor del cuello propio y la sostuvo con fuerza de la cintura. Todo sería más fácil si lo dejara cargarla, pero no iba a insistir en eso tampoco. Baldric respetaba demasiado el espacio ajeno porque le gustaba recibir el mismo trato. Le sonrió cuando ella bromeó, eso aligeró el ambiente y la ayudó a seguir avanzando.
—No creas, no tan fácil. Hace mucho que no enfrentaba uno —y cuando decía hablaba de ese vago lapso de tiempo, eran décadas, sin exagerar; habló con cierto aire de humildad que no era eso, sino simple y llana sinceridad—. A veces se me olvida que son mis enemigos por naturaleza —bromeó también. Los vampiros y los licántropos estaban enfrentados por centurias, pero, ¿quién había dicho que así debía ser? Claro, la esencia de uno provocaba al otro, pero estaba comprobado, al menos con él, que podía controlarse al enfrentar alguno.
—Sólo necesitaba despejarme y salí a caminar, creo que no fue la decisión más sabia, considerando la fase lunar —miró al cielo estrellado con la luna repleta coronándolo como la aureola de un santo. Volvió a hablar desenfadado, era lo mejor, la situación por sí sola ya era penosa y de algún modo debía hacer que todo se sintiera menos… tenso.
—Ya sé lo que buscabas, enfrentar a aquella bestia. Pero ahora me intriga el origen de tal deseo, que mucho tacharían de suicida, pero creo que es aventurado de mi parte pretender que me lo dirás, ¿no es cierto? —La miró de soslayo —considerando que no me dijiste tu nombre No te preocupes, no te lo estoy recriminando, comprendo que no quieras hacerlo, sólo… me da curiosidad a qué se debe tal deseo de enfrentar a un licántropo aun cuando son las criaturas que más temes —continuó caminando al lado de ella, ayudándola a avanzar—. Entonces… ¿a dónde vamos? —Y rio un poco de su propia pregunta.
La observó caminar, como cuidándole los pasos, porque estaba débil, aunque en el fondo estaba consciente de lo verdaderamente fuerte que era esta mujer cuyo nombre seguía pendiendo incógnito entre ambos. Le intrigaba, eso era y que no pudiera asociar un nombre al rostro sin duda sólo avivaba su curiosidad. Pero sabía ser paciente, su existencia entera había sido esperar y esperar, a veces no sabía qué aguardaba. Escuchó con atención y frunció el entrecejo, luego dio largas zancadas para colocarse a su lado.
—Lo siento —dijo con voz taimada—, creo que yo te quité esa oportunidad —evidentemente él no sabía las intenciones de la mujer. Y aunque las hubiera sabido, ¿habría actuado diferente? Probablemente no.
Entonces dejó que se apoyara en él. Echó el brazo ajeno alrededor del cuello propio y la sostuvo con fuerza de la cintura. Todo sería más fácil si lo dejara cargarla, pero no iba a insistir en eso tampoco. Baldric respetaba demasiado el espacio ajeno porque le gustaba recibir el mismo trato. Le sonrió cuando ella bromeó, eso aligeró el ambiente y la ayudó a seguir avanzando.
—No creas, no tan fácil. Hace mucho que no enfrentaba uno —y cuando decía hablaba de ese vago lapso de tiempo, eran décadas, sin exagerar; habló con cierto aire de humildad que no era eso, sino simple y llana sinceridad—. A veces se me olvida que son mis enemigos por naturaleza —bromeó también. Los vampiros y los licántropos estaban enfrentados por centurias, pero, ¿quién había dicho que así debía ser? Claro, la esencia de uno provocaba al otro, pero estaba comprobado, al menos con él, que podía controlarse al enfrentar alguno.
—Sólo necesitaba despejarme y salí a caminar, creo que no fue la decisión más sabia, considerando la fase lunar —miró al cielo estrellado con la luna repleta coronándolo como la aureola de un santo. Volvió a hablar desenfadado, era lo mejor, la situación por sí sola ya era penosa y de algún modo debía hacer que todo se sintiera menos… tenso.
—Ya sé lo que buscabas, enfrentar a aquella bestia. Pero ahora me intriga el origen de tal deseo, que mucho tacharían de suicida, pero creo que es aventurado de mi parte pretender que me lo dirás, ¿no es cierto? —La miró de soslayo —considerando que no me dijiste tu nombre No te preocupes, no te lo estoy recriminando, comprendo que no quieras hacerlo, sólo… me da curiosidad a qué se debe tal deseo de enfrentar a un licántropo aun cuando son las criaturas que más temes —continuó caminando al lado de ella, ayudándola a avanzar—. Entonces… ¿a dónde vamos? —Y rio un poco de su propia pregunta.
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