AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Primero {Privado} Flashback
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El Primero {Privado} Flashback
Cuando Psyche era niña, dentro del conjunto de historias que se creó, no imaginó que se convertiría en prostituta. Desde luego que tampoco contaba con que Mauvais, la pescadora que la encontró, incluso desde antes de que cumpliera cinco años, ya planeaba su venta al mercadillo del placer. Después de todo, ella sí tenía conciencia de las ganancias que dejaba entregar carne fresca a aquel negocio amparado por la codicia sexual. Era una posibilidad tan cercana, libre de coacciones, y se daba de forma tan natural que apenas pudo, se la arrancó de las manos para llenar sus palmas de francos.
La muda comenzó a formar parte de ese submundo, no como partícipe, pero sí como observadora. Era lo que hacía, contemplar a sus compañeras mayores, sus gestos, su vestimenta, y hasta los diferentes roles que adoptaban según el hombre que su cama llenaba. A muy temprana edad se dio cuenta de que lo cierto era que, puta o no, permanentemente se estaban mezclando las carnes. El sexo se hallaba latente y demandante en la mente de todos. La única diferencia yacía en que, si no te vendías, nadie te arrancaba de tu casa, así como no te pagaban por hacerlo y además podías besar en la boca sin que te regañasen las mujerzuelas más experimentadas.
Pero un buen día, casi terminando los doces años para comenzar los trece, despertó sintiendo viscoso entre las piernas e hinchado el bajo vientre. Cuando revisaron sus manchadas sábanas y le anunciaron que ya era una mujer, supo que tendría que dejar su cómodo sitio como observadora para convertirse en protagonista de su propia experiencia. La idea provocó retorcijones en su estómago; no era como si no supiera lo que le aguardaba, pero hasta ese entonces no había pensado en lo que significaba; ¿realmente alguien más tocaría su cuerpo? ¿sería capaz de gesticular lasciva ante las intromisiones de un hombre? Si apenas hacía unos días había descubierto lo que había detrás de la humedad oculta entre sus muslos. Sentía curiosidad, pero también una ansiedad tremenda. Se dio cuenta de que le habían enseñado exhaustivamente a cómo tener hasta el más indómito macho de rodillas, pero nada acerca de su propio cuerpo. No lo conocía. Incertidumbre.
Llegó el día en que sería subastada su virginidad; días antes sus compañeras habían empezado a mirarla de manera diferente, sumamente a la defensiva, rogando que resultara repulsiva a los clientes. Ojalá llegara un religioso que la jurase endemoniaba por su mutismo. Así, quien la tocase, se convertiría en hereje. Aquel clima no ayudaba a tranquilizar a la novata, quien esperaba el resultado de las cifras junto con las demás. De un momento a otro llegó la mayor de las prostitutas a dar la noticia.
—Todas a trabajar. No hay puja aquí que comentar. Se canceló la subasta —anunció.
Entre incredulidad y gusto, varias soltaron carcajadas. Sería ofrecida con descuento a los ebrios y nauseabundos. La de la garganta muerta se quedó mirando el piso, preguntándose qué sería de ella ahora. ¿Eros vendría por ella luego de tamaña humillación?
—Ven, Psyche. Tenemos que prepararte. Él llega a medianoche. Debes estar lista en el cuarto para entonces —prosiguió la encargada del burdel, ante las miradas confundidas de las mujeres. La muda se apuntó a sí misma con mirada interrogante— ¿Qué? No dije no tendrías que tu debut. —ante las ruidosas dudas, tuvo que ser más específica— Está bien, cierren la boca. No hubo necesidad de subasta; el jefe prefirió encargarse él mismo de negociar su venta. Una generosa suma por cancelar las demás ofertas.
Ante el desconcierto de las féminas, incluida la misma Psyche, inició la preparación. Jamás había tenido la muchacha cubriendo su carne más que vestidos holgados, camisones, y corsés prácticamente rudimentarios. Ahora ajustaban más que nunca las cuerdas en torno a su cintura y le colgaban encajes de los muslos. Por primera vez sintió la textura de unas medias en sus piernas. Muchas experiencias nuevas acudían a ella en una sola noche. Y todavía quedaban las más fuertes.
Fue guiada por un pasillo hasta una habitación especial del burdel, en donde eran atendidos consejeros reales y ricos hacendados. En este caso, el dueño mismo había dispuesto de la estancia para tal encuentro. No había duda de por qué no se había puesto de color breva al cancelar la venta; era un Østergård, y si quería podía quemar dinero con la misma ligereza con que un niño rostizaba hormigas a la luz del sol.
No obstante, mientras más lo pensaba Psyche, menos aire que le quedaba en los pulmones.
—Ah, ah. Ni una lágrima, que nadie quiere acostarse con un pez globo —regañó la encargada apenas la vio con el rostro compungido. De inmediato sintió el agarre de las manos de la niña en su brazo; estaba asustada y era normal, por lo que como mujer experimentada tendría que darle algún aliento— Tuviste mucha suerte. Pudo haberte tocado un viejo roñoso y obeso que nadie soportaría mirar. En lugar de eso, tu primera vez será con un hombre joven y bien parecido. Y a juzgar por las miradas de odio que te ganaste, apuesto a que también es buen amante. Además no es un miserable, por no decir que es rico. Piénsalo; si lo dejas contento, más de algún favor te ganarás. —pero la morena no entendía qué provecho se podía sacar si no involucraba a su deidad. ¿Qué era eso de sacar ventaja de algo que era incapaz de hacerla suspirar?
Así sin más, la encargada del prostíbulo se retiró de la lujosa habitación y dejó a la niña dentro esperando que la hicieran mujer. Psyche quería estornudar estrepitosamente; el perfume le picaba la nariz, pero ya se le había dicho que pagaría caro si se rascaba. A puertas de sentirse sobrepasada, la jovencita tuvo la osadía de estirarse de estómago sobre las sábanas, maravillada con su suavidad; ¿cuántos hilos tendría? ¡y qué rojo más vivo! Ahora veía por qué no habían hecho que lo esperara en su cuarto; era un agujero en una mazmorra comparado con aquel lecho. Fue aún más lejos y se coló por debajo de la fina tela por completo, relajándose con el aroma de las especias. Olía al mismo cielo. Y pensar que la fragancia de su deidad no tendría comparación. Eso la hacía ansiar aún más ese momento, ser deshecha en sus manos como en la boca un caramelo.
Estaba tan ensimismada en su sueño despierta, que no se percató de que ya no estaba sola en la habitación.
La muda comenzó a formar parte de ese submundo, no como partícipe, pero sí como observadora. Era lo que hacía, contemplar a sus compañeras mayores, sus gestos, su vestimenta, y hasta los diferentes roles que adoptaban según el hombre que su cama llenaba. A muy temprana edad se dio cuenta de que lo cierto era que, puta o no, permanentemente se estaban mezclando las carnes. El sexo se hallaba latente y demandante en la mente de todos. La única diferencia yacía en que, si no te vendías, nadie te arrancaba de tu casa, así como no te pagaban por hacerlo y además podías besar en la boca sin que te regañasen las mujerzuelas más experimentadas.
Pero un buen día, casi terminando los doces años para comenzar los trece, despertó sintiendo viscoso entre las piernas e hinchado el bajo vientre. Cuando revisaron sus manchadas sábanas y le anunciaron que ya era una mujer, supo que tendría que dejar su cómodo sitio como observadora para convertirse en protagonista de su propia experiencia. La idea provocó retorcijones en su estómago; no era como si no supiera lo que le aguardaba, pero hasta ese entonces no había pensado en lo que significaba; ¿realmente alguien más tocaría su cuerpo? ¿sería capaz de gesticular lasciva ante las intromisiones de un hombre? Si apenas hacía unos días había descubierto lo que había detrás de la humedad oculta entre sus muslos. Sentía curiosidad, pero también una ansiedad tremenda. Se dio cuenta de que le habían enseñado exhaustivamente a cómo tener hasta el más indómito macho de rodillas, pero nada acerca de su propio cuerpo. No lo conocía. Incertidumbre.
Llegó el día en que sería subastada su virginidad; días antes sus compañeras habían empezado a mirarla de manera diferente, sumamente a la defensiva, rogando que resultara repulsiva a los clientes. Ojalá llegara un religioso que la jurase endemoniaba por su mutismo. Así, quien la tocase, se convertiría en hereje. Aquel clima no ayudaba a tranquilizar a la novata, quien esperaba el resultado de las cifras junto con las demás. De un momento a otro llegó la mayor de las prostitutas a dar la noticia.
—Todas a trabajar. No hay puja aquí que comentar. Se canceló la subasta —anunció.
Entre incredulidad y gusto, varias soltaron carcajadas. Sería ofrecida con descuento a los ebrios y nauseabundos. La de la garganta muerta se quedó mirando el piso, preguntándose qué sería de ella ahora. ¿Eros vendría por ella luego de tamaña humillación?
—Ven, Psyche. Tenemos que prepararte. Él llega a medianoche. Debes estar lista en el cuarto para entonces —prosiguió la encargada del burdel, ante las miradas confundidas de las mujeres. La muda se apuntó a sí misma con mirada interrogante— ¿Qué? No dije no tendrías que tu debut. —ante las ruidosas dudas, tuvo que ser más específica— Está bien, cierren la boca. No hubo necesidad de subasta; el jefe prefirió encargarse él mismo de negociar su venta. Una generosa suma por cancelar las demás ofertas.
Ante el desconcierto de las féminas, incluida la misma Psyche, inició la preparación. Jamás había tenido la muchacha cubriendo su carne más que vestidos holgados, camisones, y corsés prácticamente rudimentarios. Ahora ajustaban más que nunca las cuerdas en torno a su cintura y le colgaban encajes de los muslos. Por primera vez sintió la textura de unas medias en sus piernas. Muchas experiencias nuevas acudían a ella en una sola noche. Y todavía quedaban las más fuertes.
Fue guiada por un pasillo hasta una habitación especial del burdel, en donde eran atendidos consejeros reales y ricos hacendados. En este caso, el dueño mismo había dispuesto de la estancia para tal encuentro. No había duda de por qué no se había puesto de color breva al cancelar la venta; era un Østergård, y si quería podía quemar dinero con la misma ligereza con que un niño rostizaba hormigas a la luz del sol.
No obstante, mientras más lo pensaba Psyche, menos aire que le quedaba en los pulmones.
—Ah, ah. Ni una lágrima, que nadie quiere acostarse con un pez globo —regañó la encargada apenas la vio con el rostro compungido. De inmediato sintió el agarre de las manos de la niña en su brazo; estaba asustada y era normal, por lo que como mujer experimentada tendría que darle algún aliento— Tuviste mucha suerte. Pudo haberte tocado un viejo roñoso y obeso que nadie soportaría mirar. En lugar de eso, tu primera vez será con un hombre joven y bien parecido. Y a juzgar por las miradas de odio que te ganaste, apuesto a que también es buen amante. Además no es un miserable, por no decir que es rico. Piénsalo; si lo dejas contento, más de algún favor te ganarás. —pero la morena no entendía qué provecho se podía sacar si no involucraba a su deidad. ¿Qué era eso de sacar ventaja de algo que era incapaz de hacerla suspirar?
Así sin más, la encargada del prostíbulo se retiró de la lujosa habitación y dejó a la niña dentro esperando que la hicieran mujer. Psyche quería estornudar estrepitosamente; el perfume le picaba la nariz, pero ya se le había dicho que pagaría caro si se rascaba. A puertas de sentirse sobrepasada, la jovencita tuvo la osadía de estirarse de estómago sobre las sábanas, maravillada con su suavidad; ¿cuántos hilos tendría? ¡y qué rojo más vivo! Ahora veía por qué no habían hecho que lo esperara en su cuarto; era un agujero en una mazmorra comparado con aquel lecho. Fue aún más lejos y se coló por debajo de la fina tela por completo, relajándose con el aroma de las especias. Olía al mismo cielo. Y pensar que la fragancia de su deidad no tendría comparación. Eso la hacía ansiar aún más ese momento, ser deshecha en sus manos como en la boca un caramelo.
Estaba tan ensimismada en su sueño despierta, que no se percató de que ya no estaba sola en la habitación.
Psyche- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 30/05/2013
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Re: El Primero {Privado} Flashback
Joyas de una noche erótica bajo el firmamento celestial…
¡Se ha ido su amada! ¡Ha fallecido su Pandora!... Hace noches que no percibe la esencia del carmín, se dejó seducir por la soledad, abrazado por el deseo de recordarla, ¡Hubiese sido demasiado tarde! ¡Hubiese muerto a no ser por la promesa! Ya muy pronto se tiñe de luto, se enaltece una natural tumba de infinidades de decadencia, fue que, ¡El deseo de aniquilar se eleva, pero el templo pide, ruega, implora porque lo alimenten! Siendo un deseo formal; su templo extraña la fricción de una seda piel, el fulgor de la lujuria entre sus manos, ¡Era inútil! ¡Era inútil intentar encadenarse de la propia soledad! Se tiene que aguantar toda la vida. Aunque a veces, sólo a veces, el vacío debe suplantarse, porque pertenece a la razón, jamás la obediencia a ella es sin límites, lo que más ansiaba era lo que su naturaleza aclama, le domina la sed, su conducta no cambia más su interior explota, buscando el poder de lo desconocido en Paris, la carne inocente era el banquete de esa ciudad, ya que todo se disfrazaba con brillantes y el ser de una apariencia en la humanidad, ¿Habrá alguien que le entregue esa esencia que le calme el hambre?
Ya el deseo estaba finalmente en la noche, ¿Dónde es que se hallan los templos esculpidos por ángeles? Porque celosos estaban, que la perfección echa mujer dominara cualquier ende en la tierra. Y así el guardián, la representación de su existencia, entre las calles va en busca de un Burdel, él se convertía en un amante ante la ausencia de su amada. Recorriendo las calles, guiándose por las habladurías de los aristócratas del paraíso terrenal, aquel burdel descubierto hasta por el Rey, no importaban los rumores, no le eran de su interés las experiencias ajenas, solo avanzaba por su único instinto, el interés personal que le engalana el rostro, con el porte de un conservador y tras hallar dicho paraje se adentró a él.
¡Todas lo asechaban! ¡Estaba por encima de todos los deseos en ese lugar! Nadie, absolutamente nadie, le era de su interés, por lo que acudió con "Madame" por exigir sus expectativas, los dotes y sobre todo la pureza intocable de una jovencilla, solo a ella pedía, y quería tenerla lo antes posible. Calculadoramente se sale con la suya, justo en ese momento la que perfeccionaba a sus órdenes iba a ser subastada, desnudo las intenciones que el dinero no era el valor interesante sino lo que adquiriría con ello, cerrando el trato, puso las cartas sobre la mesa y una era que a medianoche cuando la última luz se desvaneciera estaría presente y ella tendría su paga por el buen trato engatusado por la ambición además de que demandaba el área especial. Pero una aclaración le aumento las ansias, aquella era muda, no era obstáculo alguno, el silencio de un gemido es el mas placentero, como el beso de una trágica muerte que es e loto de una seducción infernal.
Siendo así, se fue a preparar, tomo un baño con la esencia de una naturaleza disecada con la mezcla de un aceite suavizante, deleitaba la fragilidad, debía ser un altar para esa inocencia. Vestido de un pantalón negro sujetado de unos tirantes por los hombros, una camisa blanca de manga larga, cubriendo las manos con unos guantes del mismo tono, además de que ese tatuaje en su cuello hasta el brazo en la parte de la muñeca se mantenía oculto, eran las garras de un lobo, tatuaje bien detallado para un templo tentador. Sus zapatos negros relucientes con su brillo, y el sombrero que se posaba sobre los cabellos largos, como rayos de un sol peinados hacia atrás, concluyendo coge su bastón, una ambigüedad de un diseño finado, la cara de un lobo que era presionado por la mano del señor que va hacia la pasión, era un homenaje que hacia cuando se alimentaba.
El objeto de entrega era el erotismo, ¡El mientras este hambriento, la verdad de su deseo se desnuda con su elegancia! Se despliega varonilmente, su barba le resaltaba su frialdad en la rectoría de su mirada, paso tras paso, bastón sujetado que en breve fue informado por su pedido, indiferente a las insinuaciones prometedoras, a los pensamientos morbosos, lujuriosos que ofendían el dialecto del vampiro, entre el pasadizo lentamente y silencioso se movía, estando frente a la puerta asignada que como si fuese un aire se adentró y ahí la pequeña, curiosa se removía entre las sabanas, ¡Era demasiado hermosa! ¡Su linfa ya podía gozar; era dulce, frágil, encantadora! Se mantuvo expectante, posado del bastón con la mirada fija en ella, su templo humano con esa temperatura, su fragancia ya le embriagaban, acercándose, observándola con los ojos desnudos ...—Haz a un lado esa tela, no te detengas, continua con lo que hacías pero ahora déjame ver tu templo de esa manera. —pidió, adorando la juventud, esa energía mortecina que su corazón era la sonata para el ritmo marcado con su finura.
En breve avanza, posando el bastón en la cómoda, sentándose en la orilla de la cama— Ven aquí, mis manos son aun mas tersas que la seda con la que te diviertes. —El mejor juego se presentaba, ella tentaba sin darse cuenta, producía el mal que pudiese poseer un hombre pero la diferencia de él, era que entre mas se alocaba ese instinto mas se altiva la razón de brindar un placer moderno.
Jaecar Babenberg- Vampiro Clase Alta
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Re: El Primero {Privado} Flashback
Una voz aún más aterciopelada que las telas en las que se recogía detuvo por un instante el corazón de la pequeña promesa de mujer. Sorprendentemente, no fue un despertar abrupto; era más, se sentía como si hubiese permanecido dormida por años y recién acabase de despegar sus ojos. Por ende, no sintió pánico alguno cuando elevó el rostro de su escondite y descubrió esa varonil figura observándola de pié, sino todo lo contrario. Le sonrió a su visita traviesa e inocente, como quien saludaba a sus padres con un tibio amanecer. Acto seguido: Estiró sus extremidades relajada y a gusto en el colchón, imitando a una flor saludando al sol. Ahora sus brazos estaban descubiertos.
Dio la bienvenida al recién llegado con un infantil meneo de su mano derecha en el aire. Si hubiera podido soltar una carcajada de su garganta, lo hubiera hecho. Es que… ¡Qué felicidad! Por fin alguien, en vez de reprimir sus rituales, los entendía y la incentivaba a llevarlos a cabo. Jugaría para él, qué hombre más agradable. Tal vez si lo demostraba lo divertido que era pasearse como brisa entre la seda, él se tentaría y jugaría con ella.
—Qué gentil es. Hazlo feliz, Psyche. Hazlo feliz. —Sonreía la cortesana en sus movimientos mientras se marcaba el contorno de su figura.
Siguió así por unos segundos más hasta que por fin se enredó en la tela, sin poder moverse. Sintiéndose derrotada en su propio esparcimiento, suspiró divertida al verse inmóvil y, apoyando sus manos hacia atrás, hizo presión para salir del ovillo que había hecho con su cuerpo. Se sentó sobre sus rodillas al tiempo que estiraba su melena y observó curiosa a aquel caballero. Se llevó una mano cerca de la boca, no disimulando la sorpresa que le propiciaron sus palabras.
—Pero qué cosas dice. Nada puede ser más puro. ¿Me está diciendo que lo que acabo de probar es tan ordinario como el papel? Que el cielo me libre; he vivido en un mundo de asperezas —sorprendida se vio con tal revelación
¿En serio sus manos poseían tal suavidad? Era imposible. Tendría que comprobarlo ella misma. Así fue que inclinó su cabeza y avanzó a gatas al lado de aquel imponente varón. Sus delgadas falanges alcanzaron la palma izquierda de la ilustre figura de mármol y con delicadeza comenzó su recorrido primero con el índice y después con el resto de sus dedos. Los labios como fruta prohibida de la zagala se curvaron hacia arriba. Qué suavidad, qué delicia. ¿Y… qué era eso que olía? Era exquisito. Bajó ligeramente la cara e inhaló el aroma. No sabía qué era. Ciertamente no identificaba olor alguno que proviniera fuera del burdel, pero era tan diferente a lo que conocía que se tomó su tiempo.
—¿De dónde vino? ¿A qué huele? ¿Así es la fragancia del mundo de afuera? No puede ser. Son muchas preguntas…
Manteniendo esa sumisa posición, la aún niña se atrevió a mirar hacia arriba para contemplar el rostro de esas manos que más que seda parecían brisa entre sus dedos. Fue entonces cuando lo miró. Costaba creer que alguien tan sublime estuviera allí, con ella, la más insignificantes entre las siervas del burdel, tan nimia que ni siquiera era vigilada. Qué afortunada se sintió la pequeña. Era como si la hubieran premiado; ¿pero qué había hecho para merecerlo? Apostaba a que ni el mismo rey podía pagar el privilegio que a ella había venido sin cobrarle un solo franco.
—Qué piel tan… hermosa, como leche fresca. ¿Es de verdad? No parece, pero tiene que serlo. ¿No es así? Alguien de este raso tan satinado sería incapaz de decir mentiras. —sus ojos negros brillaron emocionados ante el descubrimiento.
Quería saber, quería conocer, temiendo que la visión ante sus ojos se fuera a desvanecer. Porque nunca nada bueno duraba, y lo perfecto, para qué decir.
Alzó una de sus manitas y la estiró lentamente hacia delante inclinando su espalda. ¿Nadie le había dicho que no se permitía tocar al cliente como se le antojara sin su expresa orden? No; nadie le mencionó esa regla de oro, o probablemente había llegado a sus oídos, pero no la recordaba por no hallarle sentido. Lo único que le mencionaron las prostitutas de experiencia y que se le quedó en la cabeza fue: «Acostarse» y, ante la interrogante de la inexperta muchacha, añadieron un «Pronto lo descubrirás».
Oh, si alguien tan solo le hubiera transmitido la divina experiencia del descubrimiento…
Su tacto se convirtió en un agarre más firme ante la sensación que le provocó juntas su vista con la del hombre encarnación insultaba a los mortales. El cielo había bajado; le pesaba en el alma, en su pecho, y en los labios.
Dio la bienvenida al recién llegado con un infantil meneo de su mano derecha en el aire. Si hubiera podido soltar una carcajada de su garganta, lo hubiera hecho. Es que… ¡Qué felicidad! Por fin alguien, en vez de reprimir sus rituales, los entendía y la incentivaba a llevarlos a cabo. Jugaría para él, qué hombre más agradable. Tal vez si lo demostraba lo divertido que era pasearse como brisa entre la seda, él se tentaría y jugaría con ella.
—Qué gentil es. Hazlo feliz, Psyche. Hazlo feliz. —Sonreía la cortesana en sus movimientos mientras se marcaba el contorno de su figura.
Siguió así por unos segundos más hasta que por fin se enredó en la tela, sin poder moverse. Sintiéndose derrotada en su propio esparcimiento, suspiró divertida al verse inmóvil y, apoyando sus manos hacia atrás, hizo presión para salir del ovillo que había hecho con su cuerpo. Se sentó sobre sus rodillas al tiempo que estiraba su melena y observó curiosa a aquel caballero. Se llevó una mano cerca de la boca, no disimulando la sorpresa que le propiciaron sus palabras.
—Pero qué cosas dice. Nada puede ser más puro. ¿Me está diciendo que lo que acabo de probar es tan ordinario como el papel? Que el cielo me libre; he vivido en un mundo de asperezas —sorprendida se vio con tal revelación
¿En serio sus manos poseían tal suavidad? Era imposible. Tendría que comprobarlo ella misma. Así fue que inclinó su cabeza y avanzó a gatas al lado de aquel imponente varón. Sus delgadas falanges alcanzaron la palma izquierda de la ilustre figura de mármol y con delicadeza comenzó su recorrido primero con el índice y después con el resto de sus dedos. Los labios como fruta prohibida de la zagala se curvaron hacia arriba. Qué suavidad, qué delicia. ¿Y… qué era eso que olía? Era exquisito. Bajó ligeramente la cara e inhaló el aroma. No sabía qué era. Ciertamente no identificaba olor alguno que proviniera fuera del burdel, pero era tan diferente a lo que conocía que se tomó su tiempo.
—¿De dónde vino? ¿A qué huele? ¿Así es la fragancia del mundo de afuera? No puede ser. Son muchas preguntas…
Manteniendo esa sumisa posición, la aún niña se atrevió a mirar hacia arriba para contemplar el rostro de esas manos que más que seda parecían brisa entre sus dedos. Fue entonces cuando lo miró. Costaba creer que alguien tan sublime estuviera allí, con ella, la más insignificantes entre las siervas del burdel, tan nimia que ni siquiera era vigilada. Qué afortunada se sintió la pequeña. Era como si la hubieran premiado; ¿pero qué había hecho para merecerlo? Apostaba a que ni el mismo rey podía pagar el privilegio que a ella había venido sin cobrarle un solo franco.
—Qué piel tan… hermosa, como leche fresca. ¿Es de verdad? No parece, pero tiene que serlo. ¿No es así? Alguien de este raso tan satinado sería incapaz de decir mentiras. —sus ojos negros brillaron emocionados ante el descubrimiento.
Quería saber, quería conocer, temiendo que la visión ante sus ojos se fuera a desvanecer. Porque nunca nada bueno duraba, y lo perfecto, para qué decir.
Alzó una de sus manitas y la estiró lentamente hacia delante inclinando su espalda. ¿Nadie le había dicho que no se permitía tocar al cliente como se le antojara sin su expresa orden? No; nadie le mencionó esa regla de oro, o probablemente había llegado a sus oídos, pero no la recordaba por no hallarle sentido. Lo único que le mencionaron las prostitutas de experiencia y que se le quedó en la cabeza fue: «Acostarse» y, ante la interrogante de la inexperta muchacha, añadieron un «Pronto lo descubrirás».
Oh, si alguien tan solo le hubiera transmitido la divina experiencia del descubrimiento…
Su tacto se convirtió en un agarre más firme ante la sensación que le provocó juntas su vista con la del hombre encarnación insultaba a los mortales. El cielo había bajado; le pesaba en el alma, en su pecho, y en los labios.
Psyche- Prostituta Clase Baja
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Re: El Primero {Privado} Flashback
Aquel que besa la joya cuando esta cruza su camino
Vive en el amanecer de la eternidad.
Vive en el amanecer de la eternidad.
La flor silvestre se atenúa sobre la cama, abarca el infinito en la palma de una mano, y la eternidad en unas cuantas horas se encontrara el esfumar de la vida, Jaecar su hambre le atrajo una crueldad que el corazón humano no conoce y ni siente, el terror reviste en la forma de delicadeza en la que trata a la jovencilla, el secreto era una fragua llameante, el escozor del vino, el manjar que enaltecía sus adentros por la exquisitez de la doncella, ante esas pupilas carmesís, ella era la pureza que tanto deseaba encontrar para hacer fruto de un sentir que solo se hallaba al encamar. ¡Perdón, sea a su difunta esposa! ¡Perdón, por el hambre inmensa! Ya no podía resistir el anhelo de la linfa, calmar el ansia y el deseo flamante. Pero le encanta, está tentado a su dulzura, esa sonrisa como el roció de miel, recibido con un sincero saludo hace gesto de reverencia tras despojar el sombrero de su cabeza y lo echa a volar al arrojarlo con exactitud hacia la cómoda, un movimiento ágil acompañado de suavidad.
Observando cómo se remueve ese templo contra la seda, era un pecado morbosear tal sensualidad, el follaje exótico emprendido sin comprenderlo esa juventud soñadora, ese sepulcro de fuego estaba flameando, ella con su piel juguetona y él velando esa intimidad para salvaguardarla en memoria. Mientras posa a un lado de la cama, palpitando ese corazón como tornando el ritmo de sus despliegues, sediento de su candor deleita su travesía…—Te figuras a un ángel jugando con una nube— Y es como si su difunta amada le enviara desde los cielos a este pequeño cordero y calmara la ausencia que padecía por ella.
Fue que se cambio de postura y ayudo a la humana a salir de esa envoltura, pero, fue más un roce, ella ya se hallaba posada sobre sus piernas, sosteniendo la mirada que le estaba asechando sin peligro alguno. Siguiéndole con la mirada, ella se acercaba, lentamente gatea y es que solo estudia ese templo…—¿No crees en mis palabras, cierto? — Enarcando la ceja, su mano ha sido alzada con sus dedos, indagaba, realizaba un determinado estudio del territorio, era parecido a un animal conociendo su habitad. Sorprendente fue que alzo la mano libre a acariciar sus largos cabellos, con diestra mueve la mano y con la yema del dedo contornea la comisura de sus labios…— Y dime, ¿Te gustó la tersura de mis manos? No es lo único, hay mas pero eso lo iras descubriendo poco a poco…—Su habla resonó a una provocación, yendo a ella con tal agarre y camina en esa cama poniéndose encima del templo ajeno sin ser emprendido tal peso más que la apariencia de tal pose.
Y la barba comenzó a rozar en su cuello, compartió el gesto del olfato hacia ella, el perfume de su cuello era embriagador, exquisito para atraer tal excitación en cuanto tomo su curva y detallo con lentitud su finura. Desprendiendo un manantial de besos, recorriendo el pergamino hacia su pecho donde posa un sublime beso. —No pares de retozar, quiero que goces a mi lado—Por un instante alzo la mirada, adentrándose a esas pupilas brillantes, poniéndose de rodillas y en lento toma las manos ajenas y las dirige a los tirantes que van de los hombros a los lados del pantalón. Dando toque en una insinuación a sus piernas al ir caminando con los dedos pícaros sobre su prenda y tras llegar a la meta le toma con el cuidado debido y le alza, posandola en los muslos propios, haciendo que le abrazaran sus piernas— Dame un beso— Se elevo la exaltación, el calor emanado de ella le acobijaba, le encendía a manera que mirándole anhelaba sentir su boca y liberar el primer beso sangriento tranformando en un pecaminoso placer que ella misma otorgara en cuanto atrape su órgano húmedo. Púes es el comienzo de una posición amatoria hacia el coro de un silencio enloquecedor, ya que será el templo candente el que de gritos amenos, porque es la verdadera esencia cuando dos cuerpos se entregan al bailoteo de una locura inolvidable.
Jaecar Babenberg- Vampiro Clase Alta
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Re: El Primero {Privado} Flashback
¿Qué había dicho? ¿Que había más? Se acostó distendida sobre el lecho risueña, como una niña en navidad, esperando dichosa su obsequio. Ahí, esparcida como pétalos sobre las sábanas.
La cortesana en potencia sintió que inhalaban el aire a su alrededor, como si absorbiesen una parte de sí y la acunaran por dentro. Estiró el cuello hacia atrás, cerró los ojos y entreabrió la boca como quien bebía del rocío de una flor. Sí, ya lo estaba descubriendo, la suavidad de una brisa emanada de un cuerpo rebosante de una energía tibia que hacía hervir, pero no quemaba. «Pasión», había oído que se llamaba. Te podía hacer morir, sin frenar el latido del corazón; hasta lo incrementaba a niveles insospechados. De no estarlo viviendo, no lo hubiera creído. Y pensar que podía tomar tantas formas. ¿Cuántas aprendería esa noche? Rió gestualmente ante el entusiasmo, deslizando sus piernas una sobre la otra, como haciéndose cariño.
Entonces descubrió la frescura de unos besos. Con cada ósculo depositado en su piel, volaba sobre ese mismo punto una mariposa, haciéndola suspirar.
—Aquí se enclavó mi cuerpo. —decretó. Aunque vinieran diez encargados, no la sacarían de allí. No hasta descubrir los secretos que atesoraba aquel hombre más ángel que hombre.
Abrió los ojos de golpe, sintiendo la intensidad con la que estaba siendo observada. Volvió a reír, esta vez cómplice. Estaba divirtiéndose. Era un juego nuevo y solamente él conocía las reglas. ¡Oh, sorpresa! Le dio una pista ubicando sus diminutas manos sobre los tirantes. ¿Detrás de esas ropas se encontraba su premio? Qué cerca estaba. Él la hizo sentarse sobre sus muslos y entonces lo sintió; una protuberancia entre los dos. ¿Era el momento del primer beso? Eros bendito, al fin. Por fin sabría lo que se sentía. Sólo lo había visto. A ver si recordaba cómo se hacía para desordenar un poco esa memoria, pues alguien así no merecía ser besado de manera tan tosca. Por ello llevó una de sus manos al rostro frío del vampiro del vampiro y lo llevó desde el pómulo izquierdo hasta esos labios que pendían como cristales. Los separó con ayuda de dos dedos y acercó la propia boca a esa zona hasta hacer contacto. Un beso. Un beso le desbordó de tal manera los pensamientos y sentimientos que de haberse tratado de una persona que manejaba sus emociones, habría colapsado al instante. Pero Psyche era puro sentimiento.
Chocó los labios una, dos, y hasta tres veces. Su boca sabía a... a todo. A todo lo que ella había querido durante años. A la esencia que había perseguido. No era Eros, pero sentía que la acercaba a él. Eso era lo que se había estado perdiendo: el cielo.
—Parece que no se acaba. —cerró los ojos extasiada antes de apartarse— Y si eso me brinda con la piel que tiene a la vista, ¿qué me regalarán sus regiones ocultas?
Hizo una jugada atrevida, como todo lo que hacía. Ay, de esta niña amoral. Se le ocurrió abrazarse más firme a la cintura del hombre y levantar su camisa hasta colarse por debajo de esta, volando al interior de la tela. Al instante, al hacer contacto con su piel, una cálida sensación invadió su vientre, arrasando con su voluntad. Al principio, se puso rígida y luchó contra ello, pero se dio cuenta enseguida de que un deseo así impedía moverse. Entonces se rindió. Se hundió en su torso, besándolo, saboreándolo, poseyéndolo. Su corazón respondía frenético a cada una de las embestidas de su lengua. No sabía por qué, pero quería aplastar ese tronco con el suyo.
—Qué fricción, ¿qué es esto?, me gusta, qué cerca está. —la asaltaba una lluvia de noticias de ambos cuerpos.
Y así, sin quererlo, Psyche iba en picada a su encuentro con las alas de un ángel.
La cortesana en potencia sintió que inhalaban el aire a su alrededor, como si absorbiesen una parte de sí y la acunaran por dentro. Estiró el cuello hacia atrás, cerró los ojos y entreabrió la boca como quien bebía del rocío de una flor. Sí, ya lo estaba descubriendo, la suavidad de una brisa emanada de un cuerpo rebosante de una energía tibia que hacía hervir, pero no quemaba. «Pasión», había oído que se llamaba. Te podía hacer morir, sin frenar el latido del corazón; hasta lo incrementaba a niveles insospechados. De no estarlo viviendo, no lo hubiera creído. Y pensar que podía tomar tantas formas. ¿Cuántas aprendería esa noche? Rió gestualmente ante el entusiasmo, deslizando sus piernas una sobre la otra, como haciéndose cariño.
Entonces descubrió la frescura de unos besos. Con cada ósculo depositado en su piel, volaba sobre ese mismo punto una mariposa, haciéndola suspirar.
—Aquí se enclavó mi cuerpo. —decretó. Aunque vinieran diez encargados, no la sacarían de allí. No hasta descubrir los secretos que atesoraba aquel hombre más ángel que hombre.
Abrió los ojos de golpe, sintiendo la intensidad con la que estaba siendo observada. Volvió a reír, esta vez cómplice. Estaba divirtiéndose. Era un juego nuevo y solamente él conocía las reglas. ¡Oh, sorpresa! Le dio una pista ubicando sus diminutas manos sobre los tirantes. ¿Detrás de esas ropas se encontraba su premio? Qué cerca estaba. Él la hizo sentarse sobre sus muslos y entonces lo sintió; una protuberancia entre los dos. ¿Era el momento del primer beso? Eros bendito, al fin. Por fin sabría lo que se sentía. Sólo lo había visto. A ver si recordaba cómo se hacía para desordenar un poco esa memoria, pues alguien así no merecía ser besado de manera tan tosca. Por ello llevó una de sus manos al rostro frío del vampiro del vampiro y lo llevó desde el pómulo izquierdo hasta esos labios que pendían como cristales. Los separó con ayuda de dos dedos y acercó la propia boca a esa zona hasta hacer contacto. Un beso. Un beso le desbordó de tal manera los pensamientos y sentimientos que de haberse tratado de una persona que manejaba sus emociones, habría colapsado al instante. Pero Psyche era puro sentimiento.
Chocó los labios una, dos, y hasta tres veces. Su boca sabía a... a todo. A todo lo que ella había querido durante años. A la esencia que había perseguido. No era Eros, pero sentía que la acercaba a él. Eso era lo que se había estado perdiendo: el cielo.
—Parece que no se acaba. —cerró los ojos extasiada antes de apartarse— Y si eso me brinda con la piel que tiene a la vista, ¿qué me regalarán sus regiones ocultas?
Hizo una jugada atrevida, como todo lo que hacía. Ay, de esta niña amoral. Se le ocurrió abrazarse más firme a la cintura del hombre y levantar su camisa hasta colarse por debajo de esta, volando al interior de la tela. Al instante, al hacer contacto con su piel, una cálida sensación invadió su vientre, arrasando con su voluntad. Al principio, se puso rígida y luchó contra ello, pero se dio cuenta enseguida de que un deseo así impedía moverse. Entonces se rindió. Se hundió en su torso, besándolo, saboreándolo, poseyéndolo. Su corazón respondía frenético a cada una de las embestidas de su lengua. No sabía por qué, pero quería aplastar ese tronco con el suyo.
—Qué fricción, ¿qué es esto?, me gusta, qué cerca está. —la asaltaba una lluvia de noticias de ambos cuerpos.
Y así, sin quererlo, Psyche iba en picada a su encuentro con las alas de un ángel.
Psyche- Prostituta Clase Baja
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Re: El Primero {Privado} Flashback
El jardín del Edén
La fruta prohibida ha sido probada….
La fruta prohibida ha sido probada….
Jaecar se enaltecía como a un Rey que entre sus manos le obsequian lo más preciado de la vida: una mujer benigna y pura, un obsequio digno de apoderarse de la inocencia, la fragilidad de su templo y la tersura emanada de su carnosidad junto con el anhelo de hacerla suya, recordar el sabor de un manjar guardado solo para los hombres, para reyes brindando con su cáliz en tiempos de gloria; vino, docilidad, sueños, victorias… Todo abarcado en una mirada ávida, hallándose en un goce de perfectas caricias, la doncella enredaba sus ramas en ese paraíso, ¿Quién era el paraíso? Aquella jovencita que ofrece el exquisito fruto, el cual no percibía pecado, más bien néctar y una flor que se ve ocultada tras los templos de pasión, representando la serpiente la excitación emanada del inmortal, deseos ardientes liberados por esas manos, ansioso por el gesto entre los labios, siendo tentado por el dulzor, elevando el ansía, el anhelo por chupar esos dedos, demostrando la inquietud entre sus curvas al presionarle sin exagerar de la fuerza.
Y con éxtasis infinito, desliza lava que sacie ese beso, ya que en ese contacto epicúreo tras presionarle, ejercer movimientos flemáticos de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, mezclándose en un vals donde ambos fusionan para ser solo uno y fue que ascendió la mano que le sostenía hasta delinear la pequeña curva del lado de uno de sus senos, hecho que le hizo desprender el órgano húmedo de la boca y rozar los bordes. Percibiéndola como una miel, tragando el jugo del hambre que le era esa boca ya que al terminar ese beso, su extremidad era alterada por el peso que sostuvo en ese agarre, elevando las manos para desprenderse la camisa, envuelto en una inocencia que Jaecar morboseaba al ir palpando la temperatura del templo ajeno, orillado a sostenerse con una mano sobre la cama y sobresalir el pecho que era inspeccionado por una jugosa lengua, cautivado por el sonar de ese corazón, el bombardeo era la misma replica de como engrandecía su falo. — No te detengas, pero no excluyas tus manos, deja que indaguen sobre mi figura, surca con esa curiosidad mis segmentos, tócame, acaríciame…desnúdame, e íntegramente bésame. — expuso su fantasía, engendrando un manantial de caricias sobre su espalda con la mano liberada, sus dedos interpretando la terneza de seducción, la provocación e incitación a irle contornando los bordes de su vestido para irle despojando de este, pero, lo quería hacer con la boca, sí que no hubo necesidad de posarla sobre la sabana, se acercaba a ella en cuanto tenia oportunidad y besaba la tersa piel de sus brazos, alzándole un poco pues la posición retomo e hincado permaneció, teniéndola a ella como reina sobre el trono (el notorio bulto que ya ansiaba ser poseído). Y se dedicó a idolatrarla en amables besos, mordidas emprendidas con la simple carnosidad de los labios, recorriendo ese maravilloso sendero que abarco desde su cuello hasta el término de la prenda de su hombro, capturándola entre los bordes de la boca y con erotismo la va bajando, descubriendo su piel poco a poco, manteniendo la mirada fija en ese rostro, siendo el mismo acto en el otro lado hasta dejarla sin tirantes, maquillando una media sonrisa porque la travesía cambio de rumbo…
Mientras es juzgado el deseo al comer juntos de la fruta, que los destierre del cielo y los aleje del infierno, no hay pecado alguno más que un amante aclamando consuelo a su hambre y una jovencilla jugando por primera vez a ser mujer…
Jaecar Babenberg- Vampiro Clase Alta
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Re: El Primero {Privado} Flashback
Jaecar cubrió el suave cuerpo con besos desde la cabeza a los pies, y ella consintió sus caricias mientras las manos de él erraban sobre sus encantos, e incluso sus partes más íntimas estaban a su merced. La niña nada le negó, sino que le entregó su cuerpo naciente sin reservas. Su primer cliente prosiguió atrevidamente con sus toqueteos y sus besos, hasta que ella, ardiente por sus abrazos, mostró tanto abandono como el campesino. Después de esas atenciones, la joven prostituta parpadeó lentamente para que se despojara la humedad de sus ojos.
Tras unos segundos empleados en aflojar el hormigueo de una piel que se acostumbraba por vez primera a la sensación de un tacto poco discreto, pues la naturaleza ardiente del vampiro carecía de reservas, Psyche enfocó los ojos con valor en Jaecar. A medias expuesta su semidesnudez a la mirada de la jovencita llegaba.
La cortesana, cuya naturaleza curiosa se despertó deprisa en cuanto percibió las musculosas proporciones de los miembros del vampiro, se inflamó de una tibia sensación en su bajo vientre, a pesar del aspecto nuevo de aquél y sus vestiduras de príncipe confeccionadas con telas pulcras. El astuto inmortal había dejado a la vista lo suficiente para que la procaz mozuela ansiara ver más, y mientras ella lo contemplaba con la respiración acelerada y las mejillas ardientes. Él sintió que los encantos de tan selecto y delicioso bocado, inspeccionándolo con tal desfachatez, avivaban su apetito carnal hasta un punto casi irresistible. Así, las facultades mentales transmitieron rápidamente sus impresiones a la carne, provocando que desplegara su virilidad de una manera muy simple e inconfundible.
—Eres un hombre portentoso, señor de blanco. Su enamorada fuera debe estar orgullosa de usted, pero al mismo tiempo eres terrible... Déjame ver, por favor, ese instrumento con el que dice que se juega al amor.
Entonces le quitó de buena gana los restantes obstáculos que impedían que sus ojos oscuros lo vieran por completo, desnudando las partes secretas de su cuerpo y dando así testimonio instantáneo de su disposición y su vigor.
El embriagante inmortal estaba erecto y sonreía con desfachatez. En cuanto a la prostituta, ésta se mostró encantada con la exposición, y dada su ignorancia de las proporciones ocultas bajo el elegante exterior de un plata, fijó su mirada con asombro y deleite en lo que él puso de relieve. Jaecar, que a toda velocidad se estaba volviendo loco de ardor, apenas podía contener el ansia de satisfacer sus deseos.
Por fin ella, dejando de lado cualquier consideración pudorosa y dominada por la curiosidad, se aproximó más, y con gran excitación —mientras sus bellos pechos se movían con la irregularidad de su respiración y sus ojos delataban la pasión que la consumía— rodeó con su pequeña y fina mano el bulto sobre la ropa, haciendo hormiguear la carne de él e hinchando sus partes, que se enardecieron más que nunca ante el excitante contacto de esos dedos.
Con su acostumbrada astucia propinada por la inocencia, algo le dijo que su cliente comprendía el estado en que se hallaba.
Tras unos segundos empleados en aflojar el hormigueo de una piel que se acostumbraba por vez primera a la sensación de un tacto poco discreto, pues la naturaleza ardiente del vampiro carecía de reservas, Psyche enfocó los ojos con valor en Jaecar. A medias expuesta su semidesnudez a la mirada de la jovencita llegaba.
La cortesana, cuya naturaleza curiosa se despertó deprisa en cuanto percibió las musculosas proporciones de los miembros del vampiro, se inflamó de una tibia sensación en su bajo vientre, a pesar del aspecto nuevo de aquél y sus vestiduras de príncipe confeccionadas con telas pulcras. El astuto inmortal había dejado a la vista lo suficiente para que la procaz mozuela ansiara ver más, y mientras ella lo contemplaba con la respiración acelerada y las mejillas ardientes. Él sintió que los encantos de tan selecto y delicioso bocado, inspeccionándolo con tal desfachatez, avivaban su apetito carnal hasta un punto casi irresistible. Así, las facultades mentales transmitieron rápidamente sus impresiones a la carne, provocando que desplegara su virilidad de una manera muy simple e inconfundible.
—Eres un hombre portentoso, señor de blanco. Su enamorada fuera debe estar orgullosa de usted, pero al mismo tiempo eres terrible... Déjame ver, por favor, ese instrumento con el que dice que se juega al amor.
Entonces le quitó de buena gana los restantes obstáculos que impedían que sus ojos oscuros lo vieran por completo, desnudando las partes secretas de su cuerpo y dando así testimonio instantáneo de su disposición y su vigor.
El embriagante inmortal estaba erecto y sonreía con desfachatez. En cuanto a la prostituta, ésta se mostró encantada con la exposición, y dada su ignorancia de las proporciones ocultas bajo el elegante exterior de un plata, fijó su mirada con asombro y deleite en lo que él puso de relieve. Jaecar, que a toda velocidad se estaba volviendo loco de ardor, apenas podía contener el ansia de satisfacer sus deseos.
Por fin ella, dejando de lado cualquier consideración pudorosa y dominada por la curiosidad, se aproximó más, y con gran excitación —mientras sus bellos pechos se movían con la irregularidad de su respiración y sus ojos delataban la pasión que la consumía— rodeó con su pequeña y fina mano el bulto sobre la ropa, haciendo hormiguear la carne de él e hinchando sus partes, que se enardecieron más que nunca ante el excitante contacto de esos dedos.
Con su acostumbrada astucia propinada por la inocencia, algo le dijo que su cliente comprendía el estado en que se hallaba.
Psyche- Prostituta Clase Baja
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Re: El Primero {Privado} Flashback
“La voz secreta, mente perfecta”[1]
Tentación, juego llevado a la seducción de sus caricias, el rostro angelical ejecutaba acciones inocentes que para Jaecar era todo una lascivia, dedicado a idolatrar su escultura, besar de su aparente tersa piel y rozar los labios en el sonar de su sangre, excitante ya se halla, ansiando adorar sus senos en cuanto la pequeña se apodera del arma que le llevará al paraíso; por la forma en la que lo toma, le muestra su dureza, que acaricie con la dulzura que emana ya que solo su tacto logra que le mire de manera lujuriosa.
Percibiendo el candor de su templo, la respiración exaltada le anunciaban que era provocada por los hechos del inmortal, acunando su silueta porque sigue la boca sedienta, deslizando la mano propia a la ajena, aquella que hizo que en circular la palma moviera sobre su hombría...—Tocalo, haz que desee tu mano hasta que el llegue a sentir tu calor...—recorrió sus hombros con el mirar, ascendió una de sus manos y mientras esto sucede, él se va alzando sin distanciarse de las caricias engendradas por la pequeña...—No te detengas, si tocar es lo que quieres hazlo, siéntete libre—sublimes palabras libero, empleando la delicadeza al sujetar su espalda e ir buscando el cordón para aflojar su corcel; siendo un esplendoroso vaivén con los dedos, suave, armonioso y dedicado tira por cada unión que presionaban esa cintura, logrando jalar el cordón y sobre la sábana en lento le posa, dirigiendo ambas manos a sus hombros que realiza un roce, siendo el fin de sus orillas que desciende el vestido, retrocediendo un poco al ir detallando sus costados con la desnudez alcanzada. —Posees un sublime templo, deseada por bestias has sido, y ahora, solo eres mía en esta ocasión —musitó, dejándole solo con medias y su intimidad aun cubierta, todo lo demás ya era del gusto de Jaecar, fue que de esa manera, descendió rostro con rostro, evidenciando su lengua al relamerse los labios y recorre su mejilla hasta el cuello, bajando un poco más que era de esperarse su juguetón ronroneo.
Reflejándose a una esclava por el cuidado que el inmortal engendra, ¿Hasta cuando será de esa manera? Le prepara, de él dependen los deberes de ella, la juventud la está poseyendo, en carne y mente, ¡Que fascinación del silencio, la idea recurrente de los múltiples sonidos internos, no se podrá escuchar un externo gemido, pero sí, un orgasmo pensando!
Fue que conducido por el instinto, con uno de sus senos se entretiene, frágil montaña que es lamida con placer y mordida por su pezón, presenciando cómo se agita este—Dime, ¿Quieres que siga o es mas grande la curiosidad por tocarme? Si tu respuesta es que continúe, lleva tu mano a cubrir la base de tu sexo, si es la otra, muestrame tu lengua y ponte de rodillas —alguna de las dos alternativas eran victoriosas, al fin y al cabo terminaría una para ejecutar la otra.
Y mientras esperaba la respuesta, se apoderó de ambos senos, juntandolos una y otra vez, presionando y soltando pausadamente, eran divinos que terminó por mamar como un niño uno, ya que brindaba confianza sobre todo en sus manos, en su boca que abandona uno por ir al otro, dejando que una mano caminara con los dedos en su vientre hasta llegar a su entre pierna y seguir el recorrido.
Teniendo bajo su mando ese templo, justo los 4 dedos de la diestra derecha se posa en la base de su sexo cubierto, ejerciendo un empuje, estando por sobre ella en un placer forjado, esperando ya por la respuesta que anteriormente había maniobrado para que su propia necesidad la indicara la correcta, pues muchas son las formas placenteras del pecado.
1. ↑Nag Hammad, El trueno, la mente perfecta, la prostituta la santa.
Tentación, juego llevado a la seducción de sus caricias, el rostro angelical ejecutaba acciones inocentes que para Jaecar era todo una lascivia, dedicado a idolatrar su escultura, besar de su aparente tersa piel y rozar los labios en el sonar de su sangre, excitante ya se halla, ansiando adorar sus senos en cuanto la pequeña se apodera del arma que le llevará al paraíso; por la forma en la que lo toma, le muestra su dureza, que acaricie con la dulzura que emana ya que solo su tacto logra que le mire de manera lujuriosa.
Percibiendo el candor de su templo, la respiración exaltada le anunciaban que era provocada por los hechos del inmortal, acunando su silueta porque sigue la boca sedienta, deslizando la mano propia a la ajena, aquella que hizo que en circular la palma moviera sobre su hombría...—Tocalo, haz que desee tu mano hasta que el llegue a sentir tu calor...—recorrió sus hombros con el mirar, ascendió una de sus manos y mientras esto sucede, él se va alzando sin distanciarse de las caricias engendradas por la pequeña...—No te detengas, si tocar es lo que quieres hazlo, siéntete libre—sublimes palabras libero, empleando la delicadeza al sujetar su espalda e ir buscando el cordón para aflojar su corcel; siendo un esplendoroso vaivén con los dedos, suave, armonioso y dedicado tira por cada unión que presionaban esa cintura, logrando jalar el cordón y sobre la sábana en lento le posa, dirigiendo ambas manos a sus hombros que realiza un roce, siendo el fin de sus orillas que desciende el vestido, retrocediendo un poco al ir detallando sus costados con la desnudez alcanzada. —Posees un sublime templo, deseada por bestias has sido, y ahora, solo eres mía en esta ocasión —musitó, dejándole solo con medias y su intimidad aun cubierta, todo lo demás ya era del gusto de Jaecar, fue que de esa manera, descendió rostro con rostro, evidenciando su lengua al relamerse los labios y recorre su mejilla hasta el cuello, bajando un poco más que era de esperarse su juguetón ronroneo.
Reflejándose a una esclava por el cuidado que el inmortal engendra, ¿Hasta cuando será de esa manera? Le prepara, de él dependen los deberes de ella, la juventud la está poseyendo, en carne y mente, ¡Que fascinación del silencio, la idea recurrente de los múltiples sonidos internos, no se podrá escuchar un externo gemido, pero sí, un orgasmo pensando!
Fue que conducido por el instinto, con uno de sus senos se entretiene, frágil montaña que es lamida con placer y mordida por su pezón, presenciando cómo se agita este—Dime, ¿Quieres que siga o es mas grande la curiosidad por tocarme? Si tu respuesta es que continúe, lleva tu mano a cubrir la base de tu sexo, si es la otra, muestrame tu lengua y ponte de rodillas —alguna de las dos alternativas eran victoriosas, al fin y al cabo terminaría una para ejecutar la otra.
Y mientras esperaba la respuesta, se apoderó de ambos senos, juntandolos una y otra vez, presionando y soltando pausadamente, eran divinos que terminó por mamar como un niño uno, ya que brindaba confianza sobre todo en sus manos, en su boca que abandona uno por ir al otro, dejando que una mano caminara con los dedos en su vientre hasta llegar a su entre pierna y seguir el recorrido.
Teniendo bajo su mando ese templo, justo los 4 dedos de la diestra derecha se posa en la base de su sexo cubierto, ejerciendo un empuje, estando por sobre ella en un placer forjado, esperando ya por la respuesta que anteriormente había maniobrado para que su propia necesidad la indicara la correcta, pues muchas son las formas placenteras del pecado.
1. ↑Nag Hammad, El trueno, la mente perfecta, la prostituta la santa.
Jaecar Babenberg- Vampiro Clase Alta
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