The sea is full of Mysteries, and I will resolve it! | Libre

por **Sága Iðunn** Dom Oct 12, 2014 9:22 pm

- Niña, dulce niña, ángel de luz, ¿por qué lloras desconsolada en medio de una noche tan oscura? ¿Acaso te has perdido en medio de la nada? ¿Acaso te has soltado de la mano firme de tu padre, y te has alejado de la vista de tu madre, y no sabes encontrar el camino de vuelta? Tranquila, niña, dulce niña, ángel de luz, acompáñame hacia las estrellas, pues éstas podrán guiarnos de vuelta a casa, juntas, a esa habitación que te vio nacer, crecer... -La niña se detuvo en la última estrofa, incapaz de proseguir. No podía recordar cómo seguía, y de repente, un sentimiento de infinita tristeza se apoderó de su pequeño y dolorido corazón. Su madre solía recitarle aquel poema cuando no podía dormir, o cuando las pesadillas le asaltaban en mitad de la noche, haciéndole gritar. ¡No podía creer que lo hubiera olvidado! Ella siempre solía decirle que las estrellas eran las mejores guías en las noches más oscuras... ¡Demonios! ¿Cómo seguía? Chasqueó los dientes con fastidio, entre entristecida y enfadada. - ¡Esto me pasa por no comer nueces! -Su madre siempre le decía que las nueces eran buenas para la memoria, por eso las ardillas siempre recordaban el árbol donde dejaban las suyas, sin que importase cómo de lejos se hubiesen marchado corriendo.

- El señor Fowler me dijo ayer que tengo cara de ardilla. De ardilla traviesa. ¿Tú que piensas, señor sapo? ¿Tengo cara de ardilla? Sé que me faltan algunos dientes y mis paletas son puntiagudas... ¡Pero yo no tengo cola, ni pelo por todas partes! Creo que ese viejo colmillitos se está quedando ciego... Si es que eso es posible... ¿Tú que crees señor...? ¡¡Señor sapo!! ¡¿Pero dónde vas?! -Contrariada, Sága salió corriendo a toda prisa tras Gustaff, su recién capturada mascota, pero no era capaz de alcanzarla. No sabía si era porque ella era más lenta que él, o si él era demasiado rápido, pero saltando y saltando acabó recorriendo las calles de París, buscando probablemente la charca de donde lo había sacado. ¡Y a punto estuvo de alcanzarlo cuando, en una esquina, lo perdió de vista! Hizo puchero y cruzó los brazos sobre el pecho, deliberando si volver a casa o buscar otro sapo antes de que terminara de anochecer y su nuevo "cuidador" volviera a encadenarla -metafóricamente- a la pata de la cama.

No tardó ni dos segundos en decidir qué hacer. Ni en un millón de años iba a marcharse a casa sin investigar más. ¡Había muchas cosas interesantes que descubrir en aquella hermosa ciudad! Y llevaba mucho tiempo encerrada... Vale que el viejo vampiro pensara que era patosa, pero tropezar cincuenta veces con todos los troncos de árbol que hubiera por la calle no significaba que estuviera en peligro. ¡Todos somos torpes a nuestra forma! Y ella no lo era más que cualquier otro. Así que echó a correr dando alegres saltitos por la calle principal, y luego se desvió hacia donde sabía que estaba la playa. ¡Un baño no hacía mal a nadie! Y la sal también era buena para la memoria, ¿no? ¿O era el azúcar? ¡Qué más daba! La brisa del verano la hacía tan feliz que ya no le importaba que el sapo Gustaff no la quisiera como dueña. Encontraría un delfín y lo llamaría Blue, y serían los mejores amigos del mundo. Luego tendría que esconderlo bajo la cama para que el señor Fowler no se lo encontrara, pero eso era pan comido. Llevaba semanas escondiendo latas de atún y aún no se había dado cuenta.

En cuanto sus pies pisaron la arena, tuvo un arrebato de alegría que la hizo arrojar los zapatos por los aires y rodar por el suelo haciendo la croqueta. ¡Los pájaros cantaban, la Luna estaba saliendo, y el oleaje del mar parecía entonar una hermosa canción! El mundo era perfecto y precioso. - ¡Y ahora sólo tengo que capturar a mi delfín! -Dicho y hecho: rodó hasta la orilla y practicó nado en seco durante un momento. La verdad es que esperaba que los delfines estuviesen donde el agua no la cubría entera, porque no había aprendido todavía a nadar muy bien. - ¡Delfíiiiineeees! ¡Veniiiid a miiii!

por **Jane Brecht** Lun Oct 13, 2014 8:37 pm

Las playas y los sitios repletos de agua no eran sus sitios predilectos para pasar una noche, pero ese día eran quizás el mejor lugar para relajarse. No necesitaba meterse a nadar o si quiera hacer como que le interesaba que el agua tocara alguna parte de su ser; Éliane se encontraba ahí simplemente por el hecho de que el sonido de las olas le tranquilizaba en demasía y despejar su mente de todos los problemas a los que se enfrentaba diariamente era una ganancia que no se podía desaprovechar. En parte su decisión de tomarse aquello momentos para si misma radicaba en que ya había adquirido lo que creía su ganancia del día, así que no existía razón alguna para continuar entre las calles, rodeada de molestos hombres y mujeres ruidosas. Con una sonrisa en el rostro, muestra de su victoria interna y la satisfacción que tenía en esos momentos fue que se sentó tranquilamente en la arena, cerca de una roca donde podía recargarse perfectamente y desde ahí se quedo contemplando el reflejo de la luna que comenzaba a asomarse sobre las aguas que se mecían sin prisa.

– Todo mío – susurro orgullosa mientras extraía de entre sus prendas algunos collares. Le era tan sencillo estafar a los hombres y conseguir tanto como quería que algunas veces al recordar a cierto brujo que se topara, le resultaba increíble creer la manera en que él había subestimado sus habilidades como ladrona – En fin, no tiene caso pensar en él ahora – sonrío de nueva cuenta, borrando de sus pensamientos la imagen de aquel brujo molesto que le hiciera hacer un espectáculo en las calles parisienses, todo porque había sido incapaz de contenerse a semejantes encantos masculinos. Su atención pasaba rápidamente de aquellos desagradables recuerdos a las ganancias que ahora mantenía entre sus manos cuando una voz perturbo la paz en la que se hallaba y un zapato salió volando para caer a pocos pasos de donde Éliane se mantenía sentada. Sus ojos se centraron primero en aquel zapato, cuidadosamente regreso los collares a su respectivo escondite y entonces se centro en la chiquilla que andaba hablando sola y haciendo niñerías.

La cambiante contuvo una risa ante el nado en seco de la niña aquella y por la manera en que gritaba a los delfines, como si algún animal pensara acercarse a ella cuando les llamaba de esa manera. Se daba cuenta de que su presencia no era demasiado notoria, pues aquella recién llegada no había recaído en su presencia así que carraspeo lo suficientemente audible como para que se diera cuenta de que no estaba sola en aquella playa.
– Si continuas gritando de esa manera, no va a acercarse ningún delfín para que lo captures, además, haces tanto ruido que perturbas la paz de este sitio – cruzo las piernas bajo su vestido que no era de lo más fino, pero era llamativo para los hombres – Pero ahora que lo pienso ¿No es muy tarde para que una chiquilla como tu ande sola por la playa? Puede pasarte algo malo si andas sin vigilancia y sin cuidado. Mucha gente se ha ahogado en estas aguas, te aseguro que no querrás ser la siguiente – sonrió de manera inocente, aunque esperaba que con sus palabras aquella mocosa tomara sus zapatos, dejara de actuar de una manera tan cómica e imprudente y se largara de una vez de la playa.

por **Sága Iðunn** Miér Nov 12, 2014 10:45 pm

Tan entregada estaba a aquel ejercicio de nado en arena, que en poco tiempo logró hacer dos hondos huecos en la misma, lo que dificultaba cada vez más que la niña pudiera "maniobrar" y hacer el movimiento de nado completo. Por más que trataba de acordarse de las clases de natación que había hecho de pequeña, su mente, incapaz de concentrarse en otra cosa que no fueran los delfines -tan limitada su atención, ¡bendita hiperactividad!-, parecía no tener interés alguno en responder adecuadamente. Y probablemente hubiera pasado horas muertas de su vida intentando que los delfines acudieran a su llamada desesperada, si no llega a ser porque la tos de una desconocida a su espalda la sacó de su ensimismamiento. La niña se volteó levemente, quedando en una postura de lo más extraña, con el torso girado hacia un lado y las piernas hacia otro, y dibujó una sonrisa de oreja a oreja a la desconocida, como si la conociera de toda la vida. - ¿Necesitas un caramelo para la tos? El señor Fowler dice que los mejores son los de menta, pero a mi me dan repelús, ¿sabes? Te dejan la boca como si hubieras masticado nieve. -Dijo con semblante serio, como si estuviera compartiendo una sabiduría de lo más importante, aunque en su vida había hecho tal cosa. Podía imaginárselo, ¿no?

Tras rodar para quedarse boca arriba, finalmente se incorporó, cruzándose de piernas y mirando de frente a la mujer. Era muy bonita, mucho más bonita que las otras mujeres a las que había conocido, a excepción de su madre, claro. ¡No había nadie más guapa que su madre! Ni nunca lo habría. Ladeó la cabeza para mirarla mejor, sin dejar de sonreír. - ¿Tú crees? Yo pensé que como sus orejas son más chiquititas que las mías oirán mejor si les grito. Con los sapos no funciona, pero los delfines son más listos que los sapos. -La niña arrugó la nariz, sin entender muy bien por qué había dicho no se qué de perruturbar la paz. ¿Eso era una clase de perrito? Nunca había oído semejante cosa. ¿O quizá quería decir que la estaba molestando? Porque si era así, ¡lo entendía aún menos! ¡Si hasta le había ofrecido un caramelo, jum! - Además, yo no quiero capturar un delfín para hacerle daño, yo sólo quiero que sea mi mascota. Se llamará Blue y juntos podremos ir a navegar. Porque los delfines nadan bien, y yo no. Y yo sé hablar, y ellos no, ¡nos complementamos tan bien! -Mientras más lo pensaba, mejor idea le parecía tener uno. Además, en casa del vampiro cabía de sobras. Tenía tantas habitaciones que dudaba incluso en que pudiera encontrarlo si no apuntaba en algún sitio en cuál estaba. ¡Se dibujaría un mapa! Eso nunca fallaba.

- Nah... Si yo no soy tan pequeña. Soy una intrépida aventurera en busca de compañeros de exploración. Tenía un sapo que se llamaba Gustaff, pero salió corriendo antes. Por eso ahora quiero un delfín. -Sága negó con la cabeza, convencida de que ni había peligro, ni iba a ahogarse. De todas formas, estaba segura de que cuando los últimos rayos de Sol se escondiesen en el horizonte, el señor Fowler ya estaría buscándola por todas partes. Él era así de desconfiado, ¡no le dejaba libertad para ver mundo! Y ella ya era mayor e independiente, no necesitaba un canguro con colmillos. - Tampoco puedo ahogarme porque he estado practicando en la arena. Y si en la arena me ha ido bien, en el agua me tiene que ir mejor. Es más difícil nadar en tierra que en agua, te lo aseguro. -De hecho, tenía bastantes arañazos que daban la razón a su versión. Se fijó más en la mujer, y aunque estaba algo lejos, había algo en ella que le parecía raro. Tenía cara de gato. O sea, no literalmente, pero si tuviera que escoger un animal para ella, sería un gato. Igual que el suyo era una ardilla y el del señor Fowler era un gran dragón. Era morena, alta, y tenía los ojos muy negros, como el gato que tenía su tía y que cazaba los ratones que se colaban desde el jardín. Tan absorta estaba en imaginarse a la mujer con orejas y cola, que no se dio cuenta de que una enorme ola se alzaba tras su espalda, y estaba a punto de caer cerca de ella... Bueno, encima, para ser más exactos. - Me llamo Sá... -No pudo acabar la frase porque cuando se quiso dar cuenta estaba enterrada bajo bastantes litros de agua salada, espuma y arena.

por **Jane Brecht** Lun Nov 24, 2014 1:21 pm

Corazón infantil que no entendía que aquello que hacía la cambiante era para llamar su atención. Éliane no tenía tos, de hecho, rara la ocasión sufría de alguna enfermedad; todo gracias a la maravillosa habilidad de los sobre naturales a ser más resistentes que los mortales comunes y corrientes, tal como esa niña que seguramente, si entraba a nadar, terminaría enferma.
– No gracias, me encuentro bien. Solo ha sido una ligera tos para aclarar la garganta, nada de que preocuparse – miro a la chiquilla aquella y al enorme hoyo en la arena. Con la mirada fija en ella y sin moverse demasiado en el lugar donde se hallaba, Éliane parecía justamente el gato que era; analizando todo y viendo que era lo que más le convenía. En aquel lugar, sabía exactamente que era lo que necesitaba lograr, quedarse a solas y sin la molestia de los ruidos de una diversión infantil sin sentido alguno.

– Los delfines son más listos si, pero no vendrán sin importar cuanto les grites. Ningún animal quiere ser capturado y los animales del mar no pueden acercarse mucho a la orilla así que – se encogió de hombros – tus esfuerzos para hacer que uno se acerque a ti, son completamente inútiles – estaba por decirle que una perdida de energía, pero era una chiquilla. La juventud llenaba el espíritu de demasiada energía y seguro que por más cansada que estuviese, no se daría por vencida hasta lograr su objetivo. No pudo evitar dedicarle una sonrisa divertida a la niña aquella. Sin duda sus ideas no eran las mejores del mundo, pero si lo suficientemente locas como para sacarle una sonrisa a la cambiante. Eso era algo que en los últimos días había necesitado, algo que le calmara de aquella manera y le provocara la diversión de ver a alguien más hacer cosas que no todos se atrevían. Con su forma de gato había descubierto muchas cosas sobre los humanos comunes; la manera en que algunos cantaban mientras tomaban baños, creyendo que de esa manera cantaban mejor. Como solían llorar las mujeres a escondidas de todos por la infelicidad e incluso como los padres sonreían y cedían fácilmente a los caprichos de sus pequeños aunque aparentaran ser los hombres más crueles del mundo. Existían cosas que no eran sencillas de verse y sin embargo, Éliane había visto muchas pero nada como aquella niña – Ya veo, un delfín mascota. Pues es una buena idea, así que esperemos que exista un delfín que acepte tu propuesta – una pizca de burla se fundía en sus palabras, tampoco podía culpar a la niña aquella por ser tan soñadora. Los sueños llevaban a que se pudiera conseguir cualquier cosa… o bueno, casi cualquier cosa.

– ¿Una pequeña aventurera? Así que ahora que se ha ido el sapo buscas el delfín para que te auxilie en tu exploración – arrugo la nariz y de manera lenta y perezosa se recostó de lado en la arena, apoyando su cabeza en su brazo derecho para seguir observando a la niña – Dime, ¿No te gustaría un gato de compañero de aventuras? Son mucho más aventureros y listos que los delfines y sapos, además de bonitos – ¿Que otra cosa podía decir ella? No lanzarse flores a si misma hubiese sido una grosería.

Rodó los ojos; que locura tan terrible pensar que nadar en arena era lo mismo que en al agua. No dijo nada pese a que consideraba que eso le llevaría a muchos problemas en el futuro, sino que solo permaneció observándola, divirtiéndose con todo lo que decía o hacía.
– Yo que tu, no me acercaría tanto a la orilla – Advirtió a la chiquilla que giraba para darle su nombre cuando una ola lo suficientemente fuerte termino por revolcarle en la arena. En un inició Éliane se tenso buscando con la mirada la figura de la infante así que cuando la vio, no pudo evitar soltar una risotada divertida – Te dije que no te acercaras tanto. En estos momentos el mar es peligroso hasta para aquellos que saben nadar tan bien como tu y ¿Te encuentras bien?– La tranquilidad regresaba al cuerpo de la gata, que se mantuvo expectante a ver que ocurría con la chiquilla aquella, pero de algo estaba segura, aquella ola no la había matado y ni loca pensaba acercarse a la orilla, donde ella también podía correr peligro de ser golpeada por una ola como la que azotara a la pequeña aquella. Finalmente era una gata que buscaba su propio bienestar.

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