AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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|| Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
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|| Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
La caminata nocturna ya se me había hecho una costumbre y es que a diferencia del día, las sombras siempre me han ofrecido un calor muy singular, uno que no se puede ignorar y sobre todo que me gusta. París es mi hogar, los pecados de la gente mi patio de juego y esta velada no será la excepción a esto.
Mi sendero es por una de las calles principales y mis costados se ven invadidos por personas que van y vienen; ignorantes a todo lo que les rodea, perdidos en la cobija de la monotonía que les prohíbe el paso a la excitación de probar algo nuevo, de escarbar en lo más profundo de sus mentes y llegar a esos rincones tan oscuros que pueden revelarles la magnificencia de lo que es el significado verdadero del placer.
Mostrarles todo esto, si… Ese es mi trabajo.
-Será aquí- susurré cuando observé con mis ojos negros como la noche el establecimiento singular que presta servicios alimenticios. Un restaurante de categoría, con un buen gusto en la decoración y la correcta ubicación. Mi rostro serio proyecta la elegancia y soberbia que siempre me ha gustado dejar por donde quiera que pise.
Mi indumentaria es clásica; un traje de matiz azabache con una camisa blanca abierta del cuello, esta vez la corbata sobró para mí.
De mis manos tomé el cigarro que hasta entonces pendía de mis labios, absorbiendo lo que queda de este para entonces tirarlo sin remordimiento al suelo, exhalando entonces el humo para después adentrarme al lugar donde evidentemente la servidumbre me recibió –Mesa para dos, whisky con hielo para empezar…- dije antes que nada para entonces seguir al hombre calvo quien me dirigió hacia mi lugar, tomando asiento y otorgandome mi orden en solo segundos.
-Que empiece la noche-
Susurré y entonces bebí un poco del alcohol, sintiendo su ardor recorrer mi esófago con un masoquismo exquisito. Mi ceja se alzó, mi mirada se clavó en la entrada esperando a cualquiera que despertara mi curiosidad y mi deseo por arrastrarlo o arrastrarla a las sombras, después de todo… Ese es mi trabajo.
“Señor Mefistófeles, bienvenido..”
Me dice el mesero, dejando la carta y en efecto… Ese es el Demonio, ese es el nombre.
Ese soy yo.
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Hoy los sirvientes se han ido de casa, es su día libre, no han dejado nada preparado para que yo pudiese comer, fueron parte de mis instrucciones precisas. El silencio que reina en aquella enorme mansión me come el alma de a poco, a grandes bocanadas, absorbiendo la energía que me queda, me siento cansada y prefiero estar en la estancia que en el cuarto, ese es el lugar más lúgubre de todo aquél palacio. Miro hacia arriba en donde parece que suena un corazón, se escucha el tic tac del reloj como su única compañía y el libro que estoy leyendo termina por resbalar de mis manos, el golpe sordo y las hojas doblarse hacen que mi respiración se corte en ese momento y me pongo de pie. Será mejor salir, sí, será lo mejor. No quiero permanecer ni un minuto más ahí.
Levanto el libro y lo dejo sobre el sofá, no importa en que hoja se quedó, justo ahora parece que la muerte está anunciándose en la entrada y yo saldré por la puerta trasera, siempre jugando al escondite, solamente espero no me encuentre, no en éste día, no hoy.
Pongo un abrigo sobre mis hombros y tomo los delicados y finos guantes mientras dejó detrás de mí toda aquella sensación de debilidad, pero sólo es algo momentáneo, cada que regreso a casa es lo misma situación, tal vez el masoquismo es parte de mí. No lo sé con certeza. No sé muchas cosas de nada. Mi mente está en blanco, cubierta bajo una espesa capa de humo.
Mis manos se ven cubiertas rápidamente, el viento está helado y mi nariz lo resiente casi de momento, coloreándose de un ligero tono rosado al igual que mis mejillas. Mis pasos se esconden, se pierden entre los demás, quizás así no pueda seguirme aquella amiga que vela mis sueños, a la que tengo tanto miedo de visitar, quizás pueda escaparme ésta noche, quizás...
El cielo nocturno apenas si brinda la luz necesaria para llegar a un destino seguro donde poder pasar largas horas sin nada ni nadie siguiendo mis pasos. Es un restaurante en donde las personas adineradas sin nada mejor que hacer, van a gastar cómodamente su dinero, por un poco de comida de la mejor calidad, pagando más de lo que deberían por algunas cosas sencillas, pero no soy tan tonta como para irme a un lugar de mala muerte, no iré a parar a otro sitio tan terrorífico como del que ya vengo, aunque no creo encontrar algo similar en todo París.
Un hombre de edad avanzada y un traje negro elegante, es quien abre la puerta y paso, dejándole el abrigo en las manos, despojándome de los guantes -Una persona- Son las palabras que digo intentando que mi temperatura corporal se adapte al calor de ahí y deje de sentir los huesos congelados. Camina hacia su lugar y yo quedo observando el sitio con detenimiento, apreciándolo bastante acogedor y ningún rostro conocido hasta el momento, eso es bueno, un tiempo para mí, a "solas" sin fantasmas róndandome.
Levanto el libro y lo dejo sobre el sofá, no importa en que hoja se quedó, justo ahora parece que la muerte está anunciándose en la entrada y yo saldré por la puerta trasera, siempre jugando al escondite, solamente espero no me encuentre, no en éste día, no hoy.
Pongo un abrigo sobre mis hombros y tomo los delicados y finos guantes mientras dejó detrás de mí toda aquella sensación de debilidad, pero sólo es algo momentáneo, cada que regreso a casa es lo misma situación, tal vez el masoquismo es parte de mí. No lo sé con certeza. No sé muchas cosas de nada. Mi mente está en blanco, cubierta bajo una espesa capa de humo.
Mis manos se ven cubiertas rápidamente, el viento está helado y mi nariz lo resiente casi de momento, coloreándose de un ligero tono rosado al igual que mis mejillas. Mis pasos se esconden, se pierden entre los demás, quizás así no pueda seguirme aquella amiga que vela mis sueños, a la que tengo tanto miedo de visitar, quizás pueda escaparme ésta noche, quizás...
El cielo nocturno apenas si brinda la luz necesaria para llegar a un destino seguro donde poder pasar largas horas sin nada ni nadie siguiendo mis pasos. Es un restaurante en donde las personas adineradas sin nada mejor que hacer, van a gastar cómodamente su dinero, por un poco de comida de la mejor calidad, pagando más de lo que deberían por algunas cosas sencillas, pero no soy tan tonta como para irme a un lugar de mala muerte, no iré a parar a otro sitio tan terrorífico como del que ya vengo, aunque no creo encontrar algo similar en todo París.
Un hombre de edad avanzada y un traje negro elegante, es quien abre la puerta y paso, dejándole el abrigo en las manos, despojándome de los guantes -Una persona- Son las palabras que digo intentando que mi temperatura corporal se adapte al calor de ahí y deje de sentir los huesos congelados. Camina hacia su lugar y yo quedo observando el sitio con detenimiento, apreciándolo bastante acogedor y ningún rostro conocido hasta el momento, eso es bueno, un tiempo para mí, a "solas" sin fantasmas róndandome.
Aylin de Boer- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 24/08/2014
Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Entonces pasa. Veo con mis ojos a una mujer que entra por la puerta principal, siendo atendida con prontitud como bien son las normas del negocio y es que su esencia llama mi atención, tanto que interrumpo mi bebida al regresar mi vaso hacia la mesa, haciendo una señal con la mano diestra sin siquiera preocuparme si es vista o no, puesto que ya se la respuesta.
“Diga, Señor Mefistofeles”
Se apresura a decir uno de los sirvientes –Dile a Clément que le den una buena mesa- para cuando acabo mis palabras el emisario de mi orden ya está en marcha con el calvo, quien evidentemente acata al pie de la letra y le brinda el asiento correcto a la señorita que obedientemente le seguía hace apenas unos segundos.
-Parece que esta noche no será del todo aburrida- emito como susurro para entonces sonreír maliciosamente, encarnando esa maldad de mi esencia que se proyecta a simple vista sin importarme las normas o los prejuicios de la sociedad. Las reglas son hechas para romperse y yo soy el amo y señor del placer, hago lo que se me plazca.
Nuevamente alzo mi mano, otro de los meseros viene inmediatamente a atenderme –Sirvanle de beber una copa de vino tinto… De mi cosecha personal- exijo para así mantener mi mirada en la musa, estudiándola detenidamente mientras tomo de nuevo el vaso con whisky y de un jalón bebo hasta el fondo, regresando el cristal a la mesa donde ya un tercer sirviente sirve el segundo trago.
Excelente, así es como los tengo entrenados.
No pasa mucho tiempo antes de que mi orden llegue hacia la mesa de la doncella, vaya, ni siquiera le han permitido ordenar algo… Simplemente el vino y dos copas son colocados en la mesa y eso me hace emitir una sonrisa ladina que se acompaña de un gesto con mi rostro al alzar mi ceja. Mi mano zurda sujeta bien el vaso con el licor, la otra acaricia le mango de la espada que celosamente pende de mi cintura… ¿Yo? Sólo espero los resultados de mis movimientos.
La vida es un ajedrez donde solamente hay dos tipos de personas: Las víctimas y los depredadores. Esos que saben oler a la presa, que estudian cada acto, cada gesto, movimiento e inclusive van tallando una estrategia desde antes de siquiera saber a quién verán.
Es lo que hago ahorita, es lo que hago por diversión.
Es lo que espera la noche para los dos.
“Diga, Señor Mefistofeles”
Se apresura a decir uno de los sirvientes –Dile a Clément que le den una buena mesa- para cuando acabo mis palabras el emisario de mi orden ya está en marcha con el calvo, quien evidentemente acata al pie de la letra y le brinda el asiento correcto a la señorita que obedientemente le seguía hace apenas unos segundos.
-Parece que esta noche no será del todo aburrida- emito como susurro para entonces sonreír maliciosamente, encarnando esa maldad de mi esencia que se proyecta a simple vista sin importarme las normas o los prejuicios de la sociedad. Las reglas son hechas para romperse y yo soy el amo y señor del placer, hago lo que se me plazca.
Nuevamente alzo mi mano, otro de los meseros viene inmediatamente a atenderme –Sirvanle de beber una copa de vino tinto… De mi cosecha personal- exijo para así mantener mi mirada en la musa, estudiándola detenidamente mientras tomo de nuevo el vaso con whisky y de un jalón bebo hasta el fondo, regresando el cristal a la mesa donde ya un tercer sirviente sirve el segundo trago.
Excelente, así es como los tengo entrenados.
No pasa mucho tiempo antes de que mi orden llegue hacia la mesa de la doncella, vaya, ni siquiera le han permitido ordenar algo… Simplemente el vino y dos copas son colocados en la mesa y eso me hace emitir una sonrisa ladina que se acompaña de un gesto con mi rostro al alzar mi ceja. Mi mano zurda sujeta bien el vaso con el licor, la otra acaricia le mango de la espada que celosamente pende de mi cintura… ¿Yo? Sólo espero los resultados de mis movimientos.
La vida es un ajedrez donde solamente hay dos tipos de personas: Las víctimas y los depredadores. Esos que saben oler a la presa, que estudian cada acto, cada gesto, movimiento e inclusive van tallando una estrategia desde antes de siquiera saber a quién verán.
Es lo que hago ahorita, es lo que hago por diversión.
Es lo que espera la noche para los dos.
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Pronto mis brazos pierden aquél toque frío que tenían de haber venido caminando por un rato en las calles, se puede decir que me siento ahora en un lugar que verdaderamente me relaja, respiro profundo y termino por ver uno de los ventanales, ya casi no hay nadie en la calle a esas horas, pero todavía hay uno que otro perdido que camina para ir a algún lugar o a ninguno, nadie sabe a ciencia cierta cual es su destino final, por mucho que se esfuercen en buscarlo, parece que las líneas están escritas y que nadie es capaz de modificarlas en verdad, que todos somos títeres de alguien que está por encima de nuestro entendimiento.
-Por aquí...- Sigo al hombre y termino por tomar asiento en una de las mesas más céntricas del lugar, además de tener una vista preciosa hacia la calle, una de las mejores de París, además la iluminación es preciosa ¿Sabrán acaso que la cuna a la que pertenezco tiene algo que ver con la realeza? En verdad espero que no, no me gusta tener distinciones, se supone intento alejarme de eso por un momento, en lo que me toca quedarme a cargo de todo, de todo aquello de lo que estoy huyendo. Tal vez estoy huyendo de mí misma, pero hasta ahora no le ha importado a nadie, ¿Eso me querrá decir algo? Sí, tal vez, tal vez me puedo morir y nadie llorará, eso sería lo mejor de todo esto, pero sigo siendo muy cobarde.
Un suspiro escapa de mis labios esperando a que alguien llegue con la carta y poder ordenar, sin embargo ahora se acercan con una botella de vino y dos copas -Vengo sola- es la réplica que casi sale de inmediato de mis labios, pero el hombre no responde nada, simplemente sirve y la deja cerca mío "Tal vez sí saben", muerdo mi labio inferior y mis dedos tocan la copa, jugando con los dedos, girando esta de un lado a otro, de nuevo el mesero se acerca -¿Al menos puede decirme si alguien ha enviado esto?- pregunto mirando a los ojos al hombre que coloca la servilleta sobre mis piernas y se retira de nuevo, "Pero que mal educado", mi ceño se frunce apenas y miro el color rojizo del vino, nunca bebo a menos que sea algo que se celebre, pero hoy no estoy para celebrar, sin embargo llevo la copa a mis labios, degustando el líquido carmesí, tiene un sabor excelente, puede que sea de los mejores que he probado, pero muchas interrogantes siguen rondando mi cabeza.
-Por aquí...- Sigo al hombre y termino por tomar asiento en una de las mesas más céntricas del lugar, además de tener una vista preciosa hacia la calle, una de las mejores de París, además la iluminación es preciosa ¿Sabrán acaso que la cuna a la que pertenezco tiene algo que ver con la realeza? En verdad espero que no, no me gusta tener distinciones, se supone intento alejarme de eso por un momento, en lo que me toca quedarme a cargo de todo, de todo aquello de lo que estoy huyendo. Tal vez estoy huyendo de mí misma, pero hasta ahora no le ha importado a nadie, ¿Eso me querrá decir algo? Sí, tal vez, tal vez me puedo morir y nadie llorará, eso sería lo mejor de todo esto, pero sigo siendo muy cobarde.
Un suspiro escapa de mis labios esperando a que alguien llegue con la carta y poder ordenar, sin embargo ahora se acercan con una botella de vino y dos copas -Vengo sola- es la réplica que casi sale de inmediato de mis labios, pero el hombre no responde nada, simplemente sirve y la deja cerca mío "Tal vez sí saben", muerdo mi labio inferior y mis dedos tocan la copa, jugando con los dedos, girando esta de un lado a otro, de nuevo el mesero se acerca -¿Al menos puede decirme si alguien ha enviado esto?- pregunto mirando a los ojos al hombre que coloca la servilleta sobre mis piernas y se retira de nuevo, "Pero que mal educado", mi ceño se frunce apenas y miro el color rojizo del vino, nunca bebo a menos que sea algo que se celebre, pero hoy no estoy para celebrar, sin embargo llevo la copa a mis labios, degustando el líquido carmesí, tiene un sabor excelente, puede que sea de los mejores que he probado, pero muchas interrogantes siguen rondando mi cabeza.
Aylin de Boer- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 24/08/2014
Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
La sonrisa en el cazador se formó una vez que atento escuchó y observó como la dama recibía el vino y ambas copas como dio en su orden. Paso seguido, su cuerpo se movió solo para tomar el vaso de whisky y llevárselo a la boca, bebiendo de golpe el líquido que rasposamente pasó por su garganta y como final sencillamente se levantó de su mesa, dejando a sus espaldas dos meseros que se apresuraban a limpiar donde él estuvo hacía solo segundos.
Con porte, presencia y elegancia caminó. Sujetando los botones de su sacó que al instante abrochó, luego su mano diestra se quedó celosamente ajustada al mango de su espalda y con la mano zurda libre se acercó a la doncella, musitando –Evidentemente los meseros de aquí se dedican a servir y no a cuestionar, veo que tiene una copa vacía y por lo que escuché no espera a nadie- sus ojos azabaches se clavaron en la mujer, su sonrisa se mantuvo ladina y con atrevimiento tomó asiento.
Se acomodó con cuidado sin siquiera esperar a que la hermosa mujer dijera alguna clase de vocablo. Sus ojos no se perdieron ni un segundo de la mirada ajena y por ello empezó a estudiarla, adentrándose en su alma, penetrándola tan hondo que a como dé lugar persigue sus deseos, sus miedos, sus placeres y hasta sus secretos cual cazador olfatea el rastro de su presa.
Pronto otros dos meseros colocaron cubiertos y servilletas para ambos. El vino se sirvió en la copa vacía y con elocuencia el de piel blanca tomó la copa, meciéndola con cuidado para dejar ver el exquisito cuerpo que poseía dicha bebida y que así, con un alce en su ceja y una sonrisa descarada dijo –Salud- dando un sorbo al igual que la mujer ya había dado.
-Veo que le ha agradado el vino, se puede ver en sus facciones y cómo reaccionó una vez que éste tocó su paladar. El cuerpo es muy ligero, pero el sabor a su vez es fuerte, una combinación que raramente se puede conseguir- explicó sin ninguna clase de tapujos, bebiendo un poco más del tinto para así colocar su copa en la mesa de mantel albino.
-Me presento. Mi nombre es…- y en eso sus palabras fueron interrumpidas por Clément “Señor Mefistófeles, ¿desea que se dé procedimiento a lo habitual?” y sin embargo, como respuesta los ojos del inglés se fijaron fulminantemente contra el sirviente, dejando ver su descontento al haberle interrumpido y sobre todo haberlo presentado indirectamente.
Dos chasquidos, uno con su lengua y otro con su mano diestra se suscitaron. El primero hizo que el empleado se retirara de inmediato y el segundo fue para que otros dos meseros trajeran las cartas y las pusieran delante de los jóvenes.
-Mis disculpas, como decía… Mi nombre es Mefistófeles, pero eso no es importante… Dígame, ¿cuál es su nombre? Dudo haberla visto antes por aquí-
Con porte, presencia y elegancia caminó. Sujetando los botones de su sacó que al instante abrochó, luego su mano diestra se quedó celosamente ajustada al mango de su espalda y con la mano zurda libre se acercó a la doncella, musitando –Evidentemente los meseros de aquí se dedican a servir y no a cuestionar, veo que tiene una copa vacía y por lo que escuché no espera a nadie- sus ojos azabaches se clavaron en la mujer, su sonrisa se mantuvo ladina y con atrevimiento tomó asiento.
Se acomodó con cuidado sin siquiera esperar a que la hermosa mujer dijera alguna clase de vocablo. Sus ojos no se perdieron ni un segundo de la mirada ajena y por ello empezó a estudiarla, adentrándose en su alma, penetrándola tan hondo que a como dé lugar persigue sus deseos, sus miedos, sus placeres y hasta sus secretos cual cazador olfatea el rastro de su presa.
Pronto otros dos meseros colocaron cubiertos y servilletas para ambos. El vino se sirvió en la copa vacía y con elocuencia el de piel blanca tomó la copa, meciéndola con cuidado para dejar ver el exquisito cuerpo que poseía dicha bebida y que así, con un alce en su ceja y una sonrisa descarada dijo –Salud- dando un sorbo al igual que la mujer ya había dado.
-Veo que le ha agradado el vino, se puede ver en sus facciones y cómo reaccionó una vez que éste tocó su paladar. El cuerpo es muy ligero, pero el sabor a su vez es fuerte, una combinación que raramente se puede conseguir- explicó sin ninguna clase de tapujos, bebiendo un poco más del tinto para así colocar su copa en la mesa de mantel albino.
-Me presento. Mi nombre es…- y en eso sus palabras fueron interrumpidas por Clément “Señor Mefistófeles, ¿desea que se dé procedimiento a lo habitual?” y sin embargo, como respuesta los ojos del inglés se fijaron fulminantemente contra el sirviente, dejando ver su descontento al haberle interrumpido y sobre todo haberlo presentado indirectamente.
Dos chasquidos, uno con su lengua y otro con su mano diestra se suscitaron. El primero hizo que el empleado se retirara de inmediato y el segundo fue para que otros dos meseros trajeran las cartas y las pusieran delante de los jóvenes.
-Mis disculpas, como decía… Mi nombre es Mefistófeles, pero eso no es importante… Dígame, ¿cuál es su nombre? Dudo haberla visto antes por aquí-
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Los cuestionamientos siguen rondando mi cabeza, mientras sigo observando como nadie me hace caso, pero eso es por momento, pues antes de que yo pueda reprochar algo, ya hay un joven apuesto delante de mí, tomando asiento como si yo misma le hubiera invitado a acomodarse, además de eso se apropia de la copa y termina por probar el vino ¿Es que en este restaurante no hay ninguna clase de educación? Parece que no, o tal vez la educación es diferente a la mía y por eso me molesta. A pesar de mis insistentes quejas acerca de ser de la realeza, es verdad que me he acostumbrado a los buenos tratos, no me debería hacer enfadar que alguien no sepa quien soy y que debería incluso reverenciar, pues siempre lo he criticado en demasía. Mis labios se aprietan apenas, esperando que él decida irse o que por el contrario me aclare que es lo que hace invitándose solo a mi mesa.
Quedo callada por breves instantes, mirando sus facciones, tanta seguridad en sí mismo es tan abrumadora que me hace fruncir mi entrecejo. Busco en él un poco más, algo de información, pero sus ojos parecen pozos que son capaces de hacerme caer de bruces antes de lograr investigar algo -¿Salud?- El cuestionamiento apenas si brota en un suave murmullo, haciendo que carraspeé mi garganta. Mis mejillas estaban tiñendo su tez como el mismo vino, pero no sabía si era la impotencia o la vergüenza de lo que estaba haciendo el joven delante mío, así que me quedé callada por un tiempo prolongado.
Medité que iba a decirle, cuando el mesero interrumpió y una sonrisa infantil se perfiló en mis labios, aunque parecía que para él había sido una gran ofensa -Es un placer- Fue la respuesta que le pude dar a él, mas mi mente me interrogaba si en verdad era un placer estar delante de él o si quería pedirle que cambiara de asiento, buscando a alguien más con quien brindar -El vino es delicioso, no puedo negarlo, tienen buen gusto, al contrario de la educación de muchos de aquí, el vino es lo más rescatable- La respuesta que había salido de mis labios había dibujado la molestia que había sentido por la cadena de acontecimientos que se habían ido suscitando en tan poco tiempo hacia mi persona.
Guardé mi nombre un poco más, mientras mi cabeza se movía lentamente para hacer una negación -No, casi no vengo aquí, hoy ha sido un motivo diferente- Podría ser que estuviera diciendo una mentira, pues siempre huía de mi casa cuando los fantasmas me atormentaban de una manera sobrehumana, haciendo que mi pecho se comprimiera hasta el punto de no dejarme respirar. Había sido el miedo, el temor, la angustia y la cobardía la que habían hecho el camino de mis pasos esa noche.
La copa de nuevo se posa en mis labios dejando que sienta aquella calidez que había experimentado en un inicio, aunque en esta ocasión estoy un poco más acostumbrada a ella. Dejó esta de nuevo sobre la mesa y después de pasar la servilleta delicadamente sobre mis labios le miro -Por cierto, me llamo Aylin- El nombre escapa finalmente de mis labios y miro hacia otro lado, buscando al mesero, venía a cenar y él no me había traído la carta.
Quedo callada por breves instantes, mirando sus facciones, tanta seguridad en sí mismo es tan abrumadora que me hace fruncir mi entrecejo. Busco en él un poco más, algo de información, pero sus ojos parecen pozos que son capaces de hacerme caer de bruces antes de lograr investigar algo -¿Salud?- El cuestionamiento apenas si brota en un suave murmullo, haciendo que carraspeé mi garganta. Mis mejillas estaban tiñendo su tez como el mismo vino, pero no sabía si era la impotencia o la vergüenza de lo que estaba haciendo el joven delante mío, así que me quedé callada por un tiempo prolongado.
Medité que iba a decirle, cuando el mesero interrumpió y una sonrisa infantil se perfiló en mis labios, aunque parecía que para él había sido una gran ofensa -Es un placer- Fue la respuesta que le pude dar a él, mas mi mente me interrogaba si en verdad era un placer estar delante de él o si quería pedirle que cambiara de asiento, buscando a alguien más con quien brindar -El vino es delicioso, no puedo negarlo, tienen buen gusto, al contrario de la educación de muchos de aquí, el vino es lo más rescatable- La respuesta que había salido de mis labios había dibujado la molestia que había sentido por la cadena de acontecimientos que se habían ido suscitando en tan poco tiempo hacia mi persona.
Guardé mi nombre un poco más, mientras mi cabeza se movía lentamente para hacer una negación -No, casi no vengo aquí, hoy ha sido un motivo diferente- Podría ser que estuviera diciendo una mentira, pues siempre huía de mi casa cuando los fantasmas me atormentaban de una manera sobrehumana, haciendo que mi pecho se comprimiera hasta el punto de no dejarme respirar. Había sido el miedo, el temor, la angustia y la cobardía la que habían hecho el camino de mis pasos esa noche.
La copa de nuevo se posa en mis labios dejando que sienta aquella calidez que había experimentado en un inicio, aunque en esta ocasión estoy un poco más acostumbrada a ella. Dejó esta de nuevo sobre la mesa y después de pasar la servilleta delicadamente sobre mis labios le miro -Por cierto, me llamo Aylin- El nombre escapa finalmente de mis labios y miro hacia otro lado, buscando al mesero, venía a cenar y él no me había traído la carta.
Aylin de Boer- Realeza Neerlandesa
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Los ojos del cazador se mantenían fijos en la dama. Su mirada seria que de una forma tan penetrante que cualquier alma sucumbiría se postra celosa a cada acto que la bella mujer hace; sus comentarios van y vienen, pareciese que el inglés no toma mucha atención a estos y sin embargo una ligera risa sale de su garganta bajo el manto rasposo de su voz –Miente- se limita a decir cuando vuelve a alzar su mano y uno de los empleados se acerca, por lo que dictamina –Trae a todos ahora mismo-
En efecto sus órdenes fueron acatadas por lo que cada mesero e inclusive el viejo calvo de la entrada se colocó frente a la mesa de los jóvenes –Escuchen, ahora mismo todos y cada uno de ustedes le pedirán una disculpa a la señorita Aylin- y al cabo de esto, cada uno de los miembros de aquel restaurante extendió su disculpa a la fémina, por lo que después de esto se terminaron por retirar.
-La educación es subjetiva. Si ellos la han ofendido ya tiene su disculpa- alza su ceja y mantiene esa sonrisa que ejemplifica la soberbia que posee no importa las circunstancias -¿Le molesta que esté aquí sentado a su lado? Perfecto, pídame que me retire y así lo haré- cuando Mefistófeles acaba sus líneas, tres meseros se aproximan con una segunda botella además de varias charolas que evidentemente contienen los exquisitos alimentos que provee el restaurante.
-Ni siquiera hubo necesidad de otorgarle su carta. Estos son los más deliciosos platillos que se sirven aquí- Tan pronto que dice esto, los meseros empezaron a colocar los elementos alimenticios en la mesa pero sin destaparlos -¿Desea hablar con el dueño y extenderle sus pensamientos? Pídalo ahora mismo y así será- finiquitando con una mirada cruda y una sonrisa cínica, de esas con matiz descarado y que proyecta la autoridad que el amo y señor del placer posee.
En efecto sus órdenes fueron acatadas por lo que cada mesero e inclusive el viejo calvo de la entrada se colocó frente a la mesa de los jóvenes –Escuchen, ahora mismo todos y cada uno de ustedes le pedirán una disculpa a la señorita Aylin- y al cabo de esto, cada uno de los miembros de aquel restaurante extendió su disculpa a la fémina, por lo que después de esto se terminaron por retirar.
-La educación es subjetiva. Si ellos la han ofendido ya tiene su disculpa- alza su ceja y mantiene esa sonrisa que ejemplifica la soberbia que posee no importa las circunstancias -¿Le molesta que esté aquí sentado a su lado? Perfecto, pídame que me retire y así lo haré- cuando Mefistófeles acaba sus líneas, tres meseros se aproximan con una segunda botella además de varias charolas que evidentemente contienen los exquisitos alimentos que provee el restaurante.
-Ni siquiera hubo necesidad de otorgarle su carta. Estos son los más deliciosos platillos que se sirven aquí- Tan pronto que dice esto, los meseros empezaron a colocar los elementos alimenticios en la mesa pero sin destaparlos -¿Desea hablar con el dueño y extenderle sus pensamientos? Pídalo ahora mismo y así será- finiquitando con una mirada cruda y una sonrisa cínica, de esas con matiz descarado y que proyecta la autoridad que el amo y señor del placer posee.
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Un sonrojo brota en mis mejillas al tiempo que los meseros llegan a pararse delante de mí y comienzan uno a uno con sus disculpas, no era lo que yo quería en verdad, tampoco pretendía eso, tal vez estaba llevando las cosas a mayores, tal vez estaba exagerando, pero ahora estaba pagando eso, pues estaba completamente abochornada, sentía que los colores subían y bajaban por mis mejillas mientras mordía mis labios por dentro esperando que todo aquél espectáculo terminara.
Poco después, los platillos llegan hasta la mesa, como si se tratara de un truco de magia. Me descoloca un poco , sin embargo sólo atino a intentar sonreír, estoy acostumbrada a tales atenciones, sin embargo cuando provienen de un desconocido la situación cambia. No me siento amedrentada, tampoco nerviosa, pero guardo mis reservas para cualquier eventualidad. El joven delante mío no está siendo descortés ni majadero, por el contrario siento que su intención es ayudarme. Sin embargo aún no entiendo por qué, sus ojos no me dejan ver más allá, encontrar las respuestas que ando buscando.
-No hace falta caballero, no es mi intención llevar ésta situación a mayores. He venido con el único afán de tomar algo caliente, y eh.. tomar una copa de vino - sonrío al referirme claramente a tan noble gesto de obsequiarme una copa de la mejor cosecha- En verdad está deliciosa- el nerviosismo puede ser parte de mí en ocasiones, puede incluso llegar a traicionarme, es que todo sucede tan rápido -¿Usted conoce al dueño?- pregunto por simple curiosidad mientras la servilleta es colocada sobre mis piernas, supongo que seré maleducada si termino por levantarme y dejar todo aquello servido.
Bajo un poco la mirada. No quiero parecer demasiado interesante para nadie. He “escapado” de casa y lo que menos quiero y necesito en este momento es llamar la atención. Aparentar algo que no soy, porque creo que de esta manera podré sentirme relativamente feliz aunque sea una felicidad efímera, fugaz. De cualquier modo, debo ser educada, pues así se me ha enseñado - Y ¿viene usted muy a menudo a éste lugar?- pregunto por mera cortesía, me es incómodo no llevar la situación a ninguna parte quedándome callada, si no comienzo una conversación, supondré que mi interlocutor puede pensar que algo oculto, tampoco quiero que indague mucho aunque con aquellos ojos parece incluso desnudarme delante de él sin que yo pueda evitarlo.
Poco después, los platillos llegan hasta la mesa, como si se tratara de un truco de magia. Me descoloca un poco , sin embargo sólo atino a intentar sonreír, estoy acostumbrada a tales atenciones, sin embargo cuando provienen de un desconocido la situación cambia. No me siento amedrentada, tampoco nerviosa, pero guardo mis reservas para cualquier eventualidad. El joven delante mío no está siendo descortés ni majadero, por el contrario siento que su intención es ayudarme. Sin embargo aún no entiendo por qué, sus ojos no me dejan ver más allá, encontrar las respuestas que ando buscando.
-No hace falta caballero, no es mi intención llevar ésta situación a mayores. He venido con el único afán de tomar algo caliente, y eh.. tomar una copa de vino - sonrío al referirme claramente a tan noble gesto de obsequiarme una copa de la mejor cosecha- En verdad está deliciosa- el nerviosismo puede ser parte de mí en ocasiones, puede incluso llegar a traicionarme, es que todo sucede tan rápido -¿Usted conoce al dueño?- pregunto por simple curiosidad mientras la servilleta es colocada sobre mis piernas, supongo que seré maleducada si termino por levantarme y dejar todo aquello servido.
Bajo un poco la mirada. No quiero parecer demasiado interesante para nadie. He “escapado” de casa y lo que menos quiero y necesito en este momento es llamar la atención. Aparentar algo que no soy, porque creo que de esta manera podré sentirme relativamente feliz aunque sea una felicidad efímera, fugaz. De cualquier modo, debo ser educada, pues así se me ha enseñado - Y ¿viene usted muy a menudo a éste lugar?- pregunto por mera cortesía, me es incómodo no llevar la situación a ninguna parte quedándome callada, si no comienzo una conversación, supondré que mi interlocutor puede pensar que algo oculto, tampoco quiero que indague mucho aunque con aquellos ojos parece incluso desnudarme delante de él sin que yo pueda evitarlo.
Aylin de Boer- Realeza Neerlandesa
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Los ojos del cazador no dejaban de observar cada movimiento de la bella mujer con una sonrisa ladina bien dibujada en su rostro. Su mano diestra que colocó el codo en la mesa se empuñó para entonces pasar a recargar su rostro en la misma; con su contraria extremidad siguió acariciando el mango de su espada que celosamente quedaba pendiente de su cintura.
Poco a poco los diálogos de la señorita Aylin iban entrando a sus oídos, pero lastimosamente salían por el otro lado debido a que una risilla interna se proyecta con calma y entonces decide hablar una vez que ella tomó el silencio –Insisto… Miente- rompiendo su postura para volver a beber un poco de vino una vez que se dispuso a colocar la servilleta en sus piernas y dar la orden a que destaparan todo. Mostrando comida típica de Francia y a los meseros que yacen al servicio y órdenes de ambos protagonistas.
-Para contestar su pregunta, debo decir que… Yo soy el dueño- sus ojos negros se clavaron duramente en los zafiros de ella. Escarbando hacia su alma, intentando descifrarla y anhelando saber el porqué de su soledad así como su intención de mentir –Le repito, usted miente pero no tiene por qué hacerlo, digamos que soy como un… amigo con el que puede abrirse, no importa si son cosas malas, le prometo no juzgar- su mirada se torna confiada y sus palabras cínicas se postran en la mesa esperando que la doncella las entienda.
Con un jalón bebé a fondo el vino una vez que tomó la copa y al colocarla de nuevo en la mesa uno de los sirvientes no tardó en volver a llenar de este –Como muestra de que puede confiar en mí le platicaré un poco sobre mi persona… Así que pregunte lo que desee y le doy mi palabra que contestaré con toda sinceridad- terminando por tomar un bocadillo del plato principal, anhelando despertar la curiosidad en Aylin y así guiarle bajo el exquisito sendero del pecado.
Poco a poco los diálogos de la señorita Aylin iban entrando a sus oídos, pero lastimosamente salían por el otro lado debido a que una risilla interna se proyecta con calma y entonces decide hablar una vez que ella tomó el silencio –Insisto… Miente- rompiendo su postura para volver a beber un poco de vino una vez que se dispuso a colocar la servilleta en sus piernas y dar la orden a que destaparan todo. Mostrando comida típica de Francia y a los meseros que yacen al servicio y órdenes de ambos protagonistas.
-Para contestar su pregunta, debo decir que… Yo soy el dueño- sus ojos negros se clavaron duramente en los zafiros de ella. Escarbando hacia su alma, intentando descifrarla y anhelando saber el porqué de su soledad así como su intención de mentir –Le repito, usted miente pero no tiene por qué hacerlo, digamos que soy como un… amigo con el que puede abrirse, no importa si son cosas malas, le prometo no juzgar- su mirada se torna confiada y sus palabras cínicas se postran en la mesa esperando que la doncella las entienda.
Con un jalón bebé a fondo el vino una vez que tomó la copa y al colocarla de nuevo en la mesa uno de los sirvientes no tardó en volver a llenar de este –Como muestra de que puede confiar en mí le platicaré un poco sobre mi persona… Así que pregunte lo que desee y le doy mi palabra que contestaré con toda sinceridad- terminando por tomar un bocadillo del plato principal, anhelando despertar la curiosidad en Aylin y así guiarle bajo el exquisito sendero del pecado.
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Mis manos se muestran sudorosas al tiempo que sus labios pronuncian aquellas dos palabras, ¿Es cierto que sus ojos me están penetrando hasta ver más allá que cualquier otro? Aún no lo sé, pero no tengo la menor intención de averiguarlo en este instante, sin embargo creo que será mejor guardar un poco de silencio, no puedo seguir mintiendo y menos aún cuando se ha dado cuenta. No sé si hay seguridad en contarle lo que me atormenta, tal vez me tome como una loca más, quizá simplemente se ría.
Vengo huyendo de aquél lugar sepulcral en donde parece que la muerte busca que seamos amigas. Observo su sonrisa y veo en ella aquella misma de la que estoy buscando un refugio, tal vez él la conozca. Apenas si alcanzo a ver lo que se esconde en su cintura con tanto recelo. Muerdo ligeramente mi labio inferior, dejando que el mismo quede preso entre mis dientes por breves instantes mientras medio qué decirle, sin que sea mentira, pero tampoco la verdad. Lo que escucho en verdad no es algo que me esperara -¿Us...?- Me quedo callada de nuevo, aguardando un poco para que la voz no se quiebre antes de terminar aquella sencilla palabra -¿Usted es el dueño?- ahora lo que se acumula en mi vientre es sólo la vergüenza que pueden llegar a causarme sus dichos -No quise ofenderlo, no...- No había demasiadas justificaciones al cómo me había comportado, así que no había tampoco mucho por decir al respecto. Algo me decía que era mejor quedarme callada.
-El lugar es hermoso, desde que llegué a París había querido venir a comer aquí, sin embargo la ocasión no se había presentado- No estoy mintiendo en realidad, ese dato es completamente cierto. Mis dedos se cierran celosos a la servilleta cuando pronunció las siguientes palabras -¿Me contará de usted?- ¿Qué se supone que le tenía que estar preguntando? -¿Por qué me atiende de esta forma?- Había una respuesta muy sencilla, tal vez sabía quien era en realidad, por mucho que intentara esconderme, sin embargo dudaba un poco de eso. Intento mantener la mirada ajena, mas aquellos pozos parecen hacer que me hunda cada vez más en un sitio oscuro y frío, donde la salida está escondida y ahora tengo que encontrarla. Miro de un lado a otro, mientras uno de los meseros no se descuida ni siquiera un momento de nosotros.
Tomo uno de los cubiertos que está encima, llevando un trozo de carne hacia mi boca, miro el piso, aunque en realidad no estoy observando nada en ese momento, sigo sintiendo un gran vacío en el interior, debo disculparme por mentirle, aún no sé como contarle las verdades, creo que en algún momento encontraré las palabras adecuadas.
Vengo huyendo de aquél lugar sepulcral en donde parece que la muerte busca que seamos amigas. Observo su sonrisa y veo en ella aquella misma de la que estoy buscando un refugio, tal vez él la conozca. Apenas si alcanzo a ver lo que se esconde en su cintura con tanto recelo. Muerdo ligeramente mi labio inferior, dejando que el mismo quede preso entre mis dientes por breves instantes mientras medio qué decirle, sin que sea mentira, pero tampoco la verdad. Lo que escucho en verdad no es algo que me esperara -¿Us...?- Me quedo callada de nuevo, aguardando un poco para que la voz no se quiebre antes de terminar aquella sencilla palabra -¿Usted es el dueño?- ahora lo que se acumula en mi vientre es sólo la vergüenza que pueden llegar a causarme sus dichos -No quise ofenderlo, no...- No había demasiadas justificaciones al cómo me había comportado, así que no había tampoco mucho por decir al respecto. Algo me decía que era mejor quedarme callada.
-El lugar es hermoso, desde que llegué a París había querido venir a comer aquí, sin embargo la ocasión no se había presentado- No estoy mintiendo en realidad, ese dato es completamente cierto. Mis dedos se cierran celosos a la servilleta cuando pronunció las siguientes palabras -¿Me contará de usted?- ¿Qué se supone que le tenía que estar preguntando? -¿Por qué me atiende de esta forma?- Había una respuesta muy sencilla, tal vez sabía quien era en realidad, por mucho que intentara esconderme, sin embargo dudaba un poco de eso. Intento mantener la mirada ajena, mas aquellos pozos parecen hacer que me hunda cada vez más en un sitio oscuro y frío, donde la salida está escondida y ahora tengo que encontrarla. Miro de un lado a otro, mientras uno de los meseros no se descuida ni siquiera un momento de nosotros.
Tomo uno de los cubiertos que está encima, llevando un trozo de carne hacia mi boca, miro el piso, aunque en realidad no estoy observando nada en ese momento, sigo sintiendo un gran vacío en el interior, debo disculparme por mentirle, aún no sé como contarle las verdades, creo que en algún momento encontraré las palabras adecuadas.
Aylin de Boer- Realeza Neerlandesa
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Con atención el caballero escuchó cada palabra de la dama hasta que se le preguntó si era él quien dirigía el lugar y poseía. Como simple acto en respuesta, Mark alzó su copa de vino en señal de brindis, levantando su ceja diestra para que con una sonrisa ladina y cínica todo se sellara al beber a fondo de aquel líquido tinto que no tardo en pasarse exquisitamente desde su lengua hasta el fondo de su esófago. Todo quedó en total silencio.
Pronto tomó los cubiertos de la forma correcta para de manera simultánea empezar a comer junto a la dama. Degustando las jugosas carnes mientras que seguía escuchando las preguntas de su acompañante; se tomó su tiempo para beber un poco más de vino y después contestar sin ninguna clase de tapujo –Porque así lo deseo. Porque le observo, le observo bien… Señorita- clavando su mirada azabache en la ajena cuando citó esto, sonriendo de medio lado aún.
Trató de ir más allá de aquella alma, tomarla y despojarla de aquel cuerpo para así arrastrarla hacia lo más oscuro de las tentaciones y esto se empezaba por medio de la curiosidad que sabía bien ya había despertado en ella. Ahora seguía el paso número dos, que consistía en despertarle la tentación -¿Quiere saber más? ¿O al menos entender por qué hablo de esta forma? ¿Por qué la veo así? ¿Por qué no soy de… gustos convencionales?- mantuvo su voz grave y rasposa en un cierto punto relajada, sin embargo, tratando de que cada pedazo de ese diálogo sonara como un hechizo atrapante e hipnotizador.
-No es necesario que le cuente de mí, ¿Qué le parece la idea de que sea usted quien averigüe un poco más?- finalizó, dando un bocado más al exquisito plato frente a él sin despegar ni un solo momento aquellos ojos de la preciosa rubia –Antes de que responda, aclaro que no es porque usted sea de la realeza- dando el toque final de aquel contrato extendido a la señorita De Boer.
Pronto tomó los cubiertos de la forma correcta para de manera simultánea empezar a comer junto a la dama. Degustando las jugosas carnes mientras que seguía escuchando las preguntas de su acompañante; se tomó su tiempo para beber un poco más de vino y después contestar sin ninguna clase de tapujo –Porque así lo deseo. Porque le observo, le observo bien… Señorita- clavando su mirada azabache en la ajena cuando citó esto, sonriendo de medio lado aún.
Trató de ir más allá de aquella alma, tomarla y despojarla de aquel cuerpo para así arrastrarla hacia lo más oscuro de las tentaciones y esto se empezaba por medio de la curiosidad que sabía bien ya había despertado en ella. Ahora seguía el paso número dos, que consistía en despertarle la tentación -¿Quiere saber más? ¿O al menos entender por qué hablo de esta forma? ¿Por qué la veo así? ¿Por qué no soy de… gustos convencionales?- mantuvo su voz grave y rasposa en un cierto punto relajada, sin embargo, tratando de que cada pedazo de ese diálogo sonara como un hechizo atrapante e hipnotizador.
-No es necesario que le cuente de mí, ¿Qué le parece la idea de que sea usted quien averigüe un poco más?- finalizó, dando un bocado más al exquisito plato frente a él sin despegar ni un solo momento aquellos ojos de la preciosa rubia –Antes de que responda, aclaro que no es porque usted sea de la realeza- dando el toque final de aquel contrato extendido a la señorita De Boer.
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Seguía comiendo lo que me habían servido sin haberlo ordenado, por un lado me sentía bastante frustrada por la situación, pero por otro la pena me estaba carcomiendo por dentro, era una mezcla que no podía controlar en mi interior, pero que intentaba que no se reflejara, a pesar de la penetrante mirada, la misma que acongojaba mi pecho hasta oprimirlo para casi dejarme sin el aliento necesario para responder. Sus aseveraciones me ponían cada vez más nerviosa y ya no podía seguir con aquello, pero ¿Por qué tenía que contarle mis problemas? Aún no comprendía porque el caballero se empecinaba tanto en buscar el origen de mi estancia ahí -Puede ser que no esté aquí por simple gusto pero ¿Qué más da? No es nada que quite el sueño, al menos no el suyo- Sabía que había podido sonar grosera, pero necesitaba quitarme esa carga que sentía con su mirar de algún modo y no había encontrado uno más amable, había sido un cúmulo de cosas.
Seguía comiendo, aunque en realidad mis bocados duraban bastante, era como si no quisiera terminarlo, aún en ocasiones dejaba que mis ojos vagaran de un lado a otro en el lugar, buscando libertad, buscando un pequeño respiro a tantas preguntas que ni siquiera habían sido formuladas pero que sentía que me estaban bombardeando la cabeza de una forma insistente, como si quisieran que gritara las respuestas con la desesperación misma de quien huye de una muerte segura. Llevé la servilleta hacia mis labios para limpiarlos una vez más, antes de hablar ante sus preguntas -¿Averiguar? ¿Deberé hacer un listado de preguntas? No sé hasta donde se me permita hacer cuestionamientos, señor, y no quisiera faltar a su privacidad porque alguna de mis preguntas sea inapropiada- No podía negar que había curiosidad del por qué toda aquella obra se había montado casi frente a mis ojos, pero no sabía cómo comenzar, por el contrario, él seguía insistiendo con sus ojos, con sus preguntas, con cada movimiento parecía que él obtenía una parte de mi alma, de aquella información que aunque la guardaba con recelo ante el hombre no ponía resistencia porque las barreras habían sido vencidas poco a poco sin que yo hubiera podido hacer algo para evitarlo.
El cubierto se resbala de mi mano al escuchar la última palabra, pero antes de que yo siquiera pudiera moverme ya tenía uno limpio de nuevo entre mis dedos -¿Cómo?- Cuestiono mirándolo, dejando todo sobre la mesa, no quería volver a escuchar otro estruendo a causa de mi poca habilidad para sobrellevar las sorpresas -Tal vez sea mejor que marche, la cena ha sido deliciosa y su compañía es...- No pude decir nada y tampoco moverme del asiento, necesitaba aire, mucho aire.
Seguía comiendo, aunque en realidad mis bocados duraban bastante, era como si no quisiera terminarlo, aún en ocasiones dejaba que mis ojos vagaran de un lado a otro en el lugar, buscando libertad, buscando un pequeño respiro a tantas preguntas que ni siquiera habían sido formuladas pero que sentía que me estaban bombardeando la cabeza de una forma insistente, como si quisieran que gritara las respuestas con la desesperación misma de quien huye de una muerte segura. Llevé la servilleta hacia mis labios para limpiarlos una vez más, antes de hablar ante sus preguntas -¿Averiguar? ¿Deberé hacer un listado de preguntas? No sé hasta donde se me permita hacer cuestionamientos, señor, y no quisiera faltar a su privacidad porque alguna de mis preguntas sea inapropiada- No podía negar que había curiosidad del por qué toda aquella obra se había montado casi frente a mis ojos, pero no sabía cómo comenzar, por el contrario, él seguía insistiendo con sus ojos, con sus preguntas, con cada movimiento parecía que él obtenía una parte de mi alma, de aquella información que aunque la guardaba con recelo ante el hombre no ponía resistencia porque las barreras habían sido vencidas poco a poco sin que yo hubiera podido hacer algo para evitarlo.
El cubierto se resbala de mi mano al escuchar la última palabra, pero antes de que yo siquiera pudiera moverme ya tenía uno limpio de nuevo entre mis dedos -¿Cómo?- Cuestiono mirándolo, dejando todo sobre la mesa, no quería volver a escuchar otro estruendo a causa de mi poca habilidad para sobrellevar las sorpresas -Tal vez sea mejor que marche, la cena ha sido deliciosa y su compañía es...- No pude decir nada y tampoco moverme del asiento, necesitaba aire, mucho aire.
Aylin de Boer- Realeza Neerlandesa
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Los ojos del inglés se habían mantenido en la misma posición conforme cada gesto, cada palabra y hasta cada movimiento que la dama realizó. Fijos en ella, calculando y analizándola como si quisiera leerle cual libro abierto… Y en efecto, es lo que hizo –Bueno, dejemos esa palabra al aire- se limitó a decir, ignorando todo lo demás. Sus manos dejaron los cubiertos y dio una indicación con su mano diestra que en instantes atrajo a dos meseros que retiraron sus sobras en solo unos segundos. Él por su parte, simplemente se reacomodó y acercó un poco su rostro al de la mujer, musitando –Podemos dejarnos de rodeos y llevar esto claramente-
Sin ninguna clase de preocupación esbozó una sonrisa ladina, manteniendo su azabache mirada sobre la hermosa rubia para así anexar a sus dichas palabras –Puede retirarse. Puede irse y huir de aquí, volver a su vida monótona y hacerse creer que este lugar no existe, que ni siquiera yo lo hago- un suspiro sale desde su garganta, reincorporándose al tomar su espacio nuevamente, ahora el cinismo recobra la esencia de aquel inglés.
-… O puede seguirme, venir a donde la verdadera diversión yace. Donde me permita mostrarle un mundo que usted ignora y que inclusive es imposible que lo sueñe; puede seguirme a un lugar donde no importa su estatus social porque solo tendrá un destino… una cita… un compañero…-
De manera enigmática se coloca de pie, abrochando un botón de su saco para dejar ver esa elegancia tan soberbia que le reviste –Permítame introducirle a ese cómplice del que hablo, mi mejor amigo… lo llamo… Placer- recalcando la última palabra, dándose media vuelta y emitiendo una sonrisa oculta que proclama una especie de victoria.
Así culmina por dar algunos pasos hacia tras bambalinas, siendo las cortinas retiradas por dos sirvientes para así perderse en la escena, dejando a su paso solamente a uno de los meseros quien con calma y paciencia espera al lado de la dama con el abrigo de la musa en manos, dándole a entender que de tomarlo sería el camino de la retirada y finiquitar todo como una cena o quizás el segundo camino, que es colocarse de pie y seguir los pasos del amo y señor Mefistófeles.
Sin ninguna clase de preocupación esbozó una sonrisa ladina, manteniendo su azabache mirada sobre la hermosa rubia para así anexar a sus dichas palabras –Puede retirarse. Puede irse y huir de aquí, volver a su vida monótona y hacerse creer que este lugar no existe, que ni siquiera yo lo hago- un suspiro sale desde su garganta, reincorporándose al tomar su espacio nuevamente, ahora el cinismo recobra la esencia de aquel inglés.
-… O puede seguirme, venir a donde la verdadera diversión yace. Donde me permita mostrarle un mundo que usted ignora y que inclusive es imposible que lo sueñe; puede seguirme a un lugar donde no importa su estatus social porque solo tendrá un destino… una cita… un compañero…-
De manera enigmática se coloca de pie, abrochando un botón de su saco para dejar ver esa elegancia tan soberbia que le reviste –Permítame introducirle a ese cómplice del que hablo, mi mejor amigo… lo llamo… Placer- recalcando la última palabra, dándose media vuelta y emitiendo una sonrisa oculta que proclama una especie de victoria.
Así culmina por dar algunos pasos hacia tras bambalinas, siendo las cortinas retiradas por dos sirvientes para así perderse en la escena, dejando a su paso solamente a uno de los meseros quien con calma y paciencia espera al lado de la dama con el abrigo de la musa en manos, dándole a entender que de tomarlo sería el camino de la retirada y finiquitar todo como una cena o quizás el segundo camino, que es colocarse de pie y seguir los pasos del amo y señor Mefistófeles.
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
Él habla como si me conociera de toda una vida, yo todavía no estoy tan segura ni siquiera de haber escuchado bien su nombre, es de esas veces en las que mi cabeza se encuentra demasiado nublada, muy lenta, no piensa en otra cosa, de hecho no piensa en nada. Estoy ahí, sentada frente a él, esperando a que termine de hablar pero ¿Después? ¿Hay después? No lo sé y tal vez no lo sepa nunca. Resulta que no he entendido del todo lo que ha dicho, sólo sé que mis mejillas empezaron a colorearse de un tono carmín que hizo que la temperatura de mi rostro fuera en ascenso, ha sido un poco de todo y de nada. Veo al hombre mientras desaparece y tengo mil palabras en la punta de la lengua pero ninguna de ellas sale, se quedan atoradas en mi garganta, ni siquiera un "Detente", nada, sólo hay un silencio sepulcral que reviste aquél sitio, no sé en qué momento me dejé de fijar en las demás personas, ha sido de todo un poco.
Miro al mesero y me pongo de pie para colocarme el abrigo, al tiempo que las cortinas por donde el anfitrión ha desaparecido se abren para mí, pero ¿Qué debo hacer? ¿Seguirlo? ¿Es un perfecto desconocido que me quiere enseñar algo de la vida? ¿Y si ya lo sé? ¿Y si es una trampa? ¿Y si me quieren regresar de donde he venido escapando? Tal vez sea una treta de la muerte en donde se disfraza para envolverme y terminar llevándome con ella, es un juego en donde no sé si vaya a perder, nunca he pensado en ganar, nunca ha sido una opción para mí.
Asomo la cabeza y doy un par de pasos hacia detrás de las cortinas cuando estas se cierran -¿Mark?- murmuro a media voz, caminando un poco más, apenas si para notar un pequeño pasillo -Mark... Me agradó la cena y tu compañía, pero...- ¿Me está escuchando? Parece que a él le gusta ser el centro de atención y yo le estoy dando el juego que tanto quiere, pero el miedo siempre me ha acompañado, desde el mismo instante en el que me casé, no lo había deseado, sólo agradecía que no se hubieran dado los niños.
Miro al mesero y me pongo de pie para colocarme el abrigo, al tiempo que las cortinas por donde el anfitrión ha desaparecido se abren para mí, pero ¿Qué debo hacer? ¿Seguirlo? ¿Es un perfecto desconocido que me quiere enseñar algo de la vida? ¿Y si ya lo sé? ¿Y si es una trampa? ¿Y si me quieren regresar de donde he venido escapando? Tal vez sea una treta de la muerte en donde se disfraza para envolverme y terminar llevándome con ella, es un juego en donde no sé si vaya a perder, nunca he pensado en ganar, nunca ha sido una opción para mí.
Asomo la cabeza y doy un par de pasos hacia detrás de las cortinas cuando estas se cierran -¿Mark?- murmuro a media voz, caminando un poco más, apenas si para notar un pequeño pasillo -Mark... Me agradó la cena y tu compañía, pero...- ¿Me está escuchando? Parece que a él le gusta ser el centro de atención y yo le estoy dando el juego que tanto quiere, pero el miedo siempre me ha acompañado, desde el mismo instante en el que me casé, no lo había deseado, sólo agradecía que no se hubieran dado los niños.
Aylin de Boer- Realeza Neerlandesa
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Re: || Cuando La Inocencia Conoce al Pecado || Aylin de Boer ||
La caminata del cazador le iba brindando cada paso que daba la mejor visión sobre el punto a donde quería llegar desde el comienzo. En el pasillo iluminado por simples velas hechas de fuego y aceite se podía tener como único acompañante el sonido de voces tenues, de respiraciones incandescentes e inclusive uno que otro gemido masculino y femenino por igual... Era como una travesía que transportaba desde el mundo monótono del que todos quieren escapar hasta ese éxtasis real, ese cielo prometido pero con la única regla que constaba de: Pecar.
Su mano diestra lleva un puro a sus labios y con la izquierda lo prende sin importarle estar dentro de un establecimiento. Poco tiempo pasó cuando por fin encontró a dos de sus sirvientes que abrieron una segunda cortina para él y entonces su rostro giró al momento que escuchó las palabras de la musa que venía detrás de él -Perfecto, que la noche comience... Ustedes dos, indiquen donde me encontraré y por ningún motivo se les ocurra apreciarla... O yo mismo sacaré sus ojos y se los daré a los cambiaformas- la dureza de sus palabras recayó en las órdenes que ambos servidores solo dieron por entendidas con un movimiento de su cabeza.
Una vez dentro de la cámara, Mark observó a uno de sus retoños. Esos hijos que son sus propios negocios; cuarto realmente extenso con distintos apartados con cojines, cortinas y musas sirviendo a sus clientes. Música que incita a un ambiente sexual, una barra con todo tipo de alcohol y prohibiciones del mundo exterior... Bebidas que constan de elixires prohibidos y otros cuantos ilegales en sí. Cigarrillos, hierbas y demás herramientas de diversión mal vistas por los hipócritas recatados. En algunos de los pequeños cubículos se pueden apreciar hombres de alta estirpe teniendo relaciones no solo con una sino con dos, tres o hasta cuatro mujeres sin importarle las vistas pues saben bien que lo que pasa dentro de ahí se quedará ahí o si no... El filo de la justicia haría su trabajo.
Miembros políticos, de la realeza e inclusive de la iglesia... Alta sociedad, empresarios, artistas, hombres, mujeres... Todos están ahí, en el inframundo, disfrutando de los placeres y goces que el Señor Mefistófeles puede brindarles y por eso, todos saludan ya sea con una sonrisa, con una mirada o hasta con un movimiento de su mano pues saben que todo eso es posible gracias al inglés que ahora camina tan tranquilo por el lugar, como si fuese su patio de juegos... Su hogar.
Llegó hacia la sala principal, subió un par de escaleras donde entra a una alcoba con una silla asimilando a un trono. Cojines, bebidas, frutas e inclusive hasta mujeres que se acercan a él cuándo toma asiento, por lo que con una señal con su mano hace que se retiren ya que sus ojos se enfocaron en la entrada, sabiente a que la mujer venía en camino y por órdenes que ya había dejado ella ocuparía un lugar a su lado, la llevaría hacia el lado más oscuro de sus anhelos, hacia la novena prisión del infierno, esa de la que no hay records puesto que fue él: Mark Bass quien se ha encargado de crearla y la traído a la Tierra para las almas que necesitan un desahogo de toda la miseria en la que se ven envueltos día con día.
Su mano diestra lleva un puro a sus labios y con la izquierda lo prende sin importarle estar dentro de un establecimiento. Poco tiempo pasó cuando por fin encontró a dos de sus sirvientes que abrieron una segunda cortina para él y entonces su rostro giró al momento que escuchó las palabras de la musa que venía detrás de él -Perfecto, que la noche comience... Ustedes dos, indiquen donde me encontraré y por ningún motivo se les ocurra apreciarla... O yo mismo sacaré sus ojos y se los daré a los cambiaformas- la dureza de sus palabras recayó en las órdenes que ambos servidores solo dieron por entendidas con un movimiento de su cabeza.
Una vez dentro de la cámara, Mark observó a uno de sus retoños. Esos hijos que son sus propios negocios; cuarto realmente extenso con distintos apartados con cojines, cortinas y musas sirviendo a sus clientes. Música que incita a un ambiente sexual, una barra con todo tipo de alcohol y prohibiciones del mundo exterior... Bebidas que constan de elixires prohibidos y otros cuantos ilegales en sí. Cigarrillos, hierbas y demás herramientas de diversión mal vistas por los hipócritas recatados. En algunos de los pequeños cubículos se pueden apreciar hombres de alta estirpe teniendo relaciones no solo con una sino con dos, tres o hasta cuatro mujeres sin importarle las vistas pues saben bien que lo que pasa dentro de ahí se quedará ahí o si no... El filo de la justicia haría su trabajo.
Miembros políticos, de la realeza e inclusive de la iglesia... Alta sociedad, empresarios, artistas, hombres, mujeres... Todos están ahí, en el inframundo, disfrutando de los placeres y goces que el Señor Mefistófeles puede brindarles y por eso, todos saludan ya sea con una sonrisa, con una mirada o hasta con un movimiento de su mano pues saben que todo eso es posible gracias al inglés que ahora camina tan tranquilo por el lugar, como si fuese su patio de juegos... Su hogar.
Llegó hacia la sala principal, subió un par de escaleras donde entra a una alcoba con una silla asimilando a un trono. Cojines, bebidas, frutas e inclusive hasta mujeres que se acercan a él cuándo toma asiento, por lo que con una señal con su mano hace que se retiren ya que sus ojos se enfocaron en la entrada, sabiente a que la mujer venía en camino y por órdenes que ya había dejado ella ocuparía un lugar a su lado, la llevaría hacia el lado más oscuro de sus anhelos, hacia la novena prisión del infierno, esa de la que no hay records puesto que fue él: Mark Bass quien se ha encargado de crearla y la traído a la Tierra para las almas que necesitan un desahogo de toda la miseria en la que se ven envueltos día con día.
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