AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
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Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Recuerdo del primer mensaje :
Vaya que sería una noche interesante. Las cosas no se limitaron a una sesión de intimidad con un completo extraño sino que, además, ahora le acompañaba con rumbo a su humilde casa. Vale, que de humilde tenía poco, pero era porque el mobiliario ya estaba cuando él decidió rentar la propiedad, añadiendo unas pocas cosas que en sus viajes había recolectado, desde cabezas de animales salvajes hasta jarrones de la porcelana más fina. Y, claro, cosas que demostraran el orgullo que sentía de ser escocés.
Tras guiar al joven italiano a su coche, que les esperaba justo donde lo había dejado horas atrás, el silencio que los embriagó no era más cómodo sólo porque era interrumpido por las órdenes del impaciente cochero a los nobles caballos. El traqueteo y los breves comentarios acerca del clima o las calles casi resultaban demasiado acogedores. Además, debido a la hora, escasos coches pasaban por las calles que ellos transitaban, complaciendo al escocés que ya quería estar en la plácida comodidad de un buen sofá con un vaso de whisky en la mano. Los minutos pasaron y, con una orden firme y cándida a los caballos, el cochero detuvo el paso de éstos delante de una casa de notable tamaño, sin llegar a ser una de las ridículamente grandes mansiones que la sociedad parisina parecía adorar.
Antes de que el criado pudiera abrirle la puerta, él ya lo había hecho por cuenta propia y ya se hallaba afuera, respirando el fresco y agradable aroma de la noche. No creyó necesario ofrecer la mano al joven, sería humillarlo más de lo que cualquiera de sus acciones hubiese logrado sin intención. Una amable señora abrió la pesada puerta de madera y le dio la bienvenida al bien iluminado y cálido hogar, y el escocés la saludó de muy buena gana pidiendo, con mucho tacto, bocadillos en el salón.
-Ven, no seas tímido -riendo le invitó, aunque quedaba claro que timidez el italiano tenía poca. El salón estaba decorado con varios objetos de diversas culturas alrededor del mundo, algo que le hiciera recordar y, ¿por qué no?, presumir ante sus invitados su buena fortuna y la cantidad de aventuras que podría haber experimentado -. Entonces, nada de whisky para mi invitado, ¿oporto está bien? ¿O prefieres algo más suave? -abrió una pequeña alacena de madera donde guardaba una reserva limitada de bebidas de todo tipo, una muestra de lo que sus almacenes privados podían proveer para el disfrute de un paladar conocedor.
Sus criados, dispuestos a trabajar inclusive a altas horas de la noche, no demoraron en entrar con bandejas de panecillos dulces, embutidos, ensaladas y quesos, todo presentado al estilo francés: en diminutas porciones. Como si espolvorearse las pelucas, maquillarse los rostros y teñir sus pezones de rojo no fuera suficientemente ridículo.
Tras guiar al joven italiano a su coche, que les esperaba justo donde lo había dejado horas atrás, el silencio que los embriagó no era más cómodo sólo porque era interrumpido por las órdenes del impaciente cochero a los nobles caballos. El traqueteo y los breves comentarios acerca del clima o las calles casi resultaban demasiado acogedores. Además, debido a la hora, escasos coches pasaban por las calles que ellos transitaban, complaciendo al escocés que ya quería estar en la plácida comodidad de un buen sofá con un vaso de whisky en la mano. Los minutos pasaron y, con una orden firme y cándida a los caballos, el cochero detuvo el paso de éstos delante de una casa de notable tamaño, sin llegar a ser una de las ridículamente grandes mansiones que la sociedad parisina parecía adorar.
Antes de que el criado pudiera abrirle la puerta, él ya lo había hecho por cuenta propia y ya se hallaba afuera, respirando el fresco y agradable aroma de la noche. No creyó necesario ofrecer la mano al joven, sería humillarlo más de lo que cualquiera de sus acciones hubiese logrado sin intención. Una amable señora abrió la pesada puerta de madera y le dio la bienvenida al bien iluminado y cálido hogar, y el escocés la saludó de muy buena gana pidiendo, con mucho tacto, bocadillos en el salón.
-Ven, no seas tímido -riendo le invitó, aunque quedaba claro que timidez el italiano tenía poca. El salón estaba decorado con varios objetos de diversas culturas alrededor del mundo, algo que le hiciera recordar y, ¿por qué no?, presumir ante sus invitados su buena fortuna y la cantidad de aventuras que podría haber experimentado -. Entonces, nada de whisky para mi invitado, ¿oporto está bien? ¿O prefieres algo más suave? -abrió una pequeña alacena de madera donde guardaba una reserva limitada de bebidas de todo tipo, una muestra de lo que sus almacenes privados podían proveer para el disfrute de un paladar conocedor.
Sus criados, dispuestos a trabajar inclusive a altas horas de la noche, no demoraron en entrar con bandejas de panecillos dulces, embutidos, ensaladas y quesos, todo presentado al estilo francés: en diminutas porciones. Como si espolvorearse las pelucas, maquillarse los rostros y teñir sus pezones de rojo no fuera suficientemente ridículo.
Última edición por Nolan MacLeod el Jue Oct 23, 2014 3:42 pm, editado 1 vez
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Por un breve instante su respiración se volvió ligeramente más lenta, pesada a causa del deseo que nació con tan sólo ver el torso desnudo del italiano. Prestó atención a la descripción; si deseaba hallar a un hermano suyo al menos esperaba que se parecieran bastante. De cualquier forma los italianos siempre son difíciles de ignorar, tan explosivos e interesantes.
-Dime, ¿qué aspecto crees que tienes tú? -si juzgaba a su hermano como alguien reservado e inteligente, ¿dónde ponía eso a Guido? Si su primera impresión no hubiese sido la de un chico masturbándose sin pudor en un lugar público habría pensado exactamente lo mismo que él sobre su hermano. Y, de hecho, demostraba serlo a su manera. Imitó, mientras tanto, su acción y se despojó de la camisa que tiró al piso sin miramientos. Por su posición cabría esperar que fuese un hombre cuidadoso pero si había algo en la vida que no le importara eran las posesiones materiales. Todo lo que pertenecía al escocés guardaba un valor más sentimental que monetario.
Se apartó un poco, para darle más espacio al chico y que no se sintiera invadido, y tumbado de costado contempló las maravillas que la escasa luz hacía a la piel morena de su acompañante. Lucía tan masculino, la viva imagen de un dios griego. Cerró los ojos, como si fuese a dormir, pero seguía plenamente consciente del chico. Quizá, empero, convendría que durmieran al menos un rato.
-En el armario hay algo de ropa que los criados traen para los visitantes. Si no quieres dormir desnudo te recomiendo que uses algo de eso, pero te advierto que es a gusto del dueño de la casa, yo no tuve nada qué ver -sonrió mostrando los dientes. Jamás podría tomar en serio la ropa de noche que yacía guardada; con sus encajes y bordados parecían más prendas para una muñeca que la opción de un caballero a la hora de dormir.
-Dime, ¿qué aspecto crees que tienes tú? -si juzgaba a su hermano como alguien reservado e inteligente, ¿dónde ponía eso a Guido? Si su primera impresión no hubiese sido la de un chico masturbándose sin pudor en un lugar público habría pensado exactamente lo mismo que él sobre su hermano. Y, de hecho, demostraba serlo a su manera. Imitó, mientras tanto, su acción y se despojó de la camisa que tiró al piso sin miramientos. Por su posición cabría esperar que fuese un hombre cuidadoso pero si había algo en la vida que no le importara eran las posesiones materiales. Todo lo que pertenecía al escocés guardaba un valor más sentimental que monetario.
Se apartó un poco, para darle más espacio al chico y que no se sintiera invadido, y tumbado de costado contempló las maravillas que la escasa luz hacía a la piel morena de su acompañante. Lucía tan masculino, la viva imagen de un dios griego. Cerró los ojos, como si fuese a dormir, pero seguía plenamente consciente del chico. Quizá, empero, convendría que durmieran al menos un rato.
-En el armario hay algo de ropa que los criados traen para los visitantes. Si no quieres dormir desnudo te recomiendo que uses algo de eso, pero te advierto que es a gusto del dueño de la casa, yo no tuve nada qué ver -sonrió mostrando los dientes. Jamás podría tomar en serio la ropa de noche que yacía guardada; con sus encajes y bordados parecían más prendas para una muñeca que la opción de un caballero a la hora de dormir.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
-Yo soy más extrovertido y directo, no me avergüenzo de mis elecciones y creo que se me nota en la actitud. Es cierto que no hablo mucho, pero sí me río sin miramientos y no me importa ser el centro de atención, mientras que mi hermano la rehuye. Yo soy más simple de pensamiento y me dejo llevar por los impulsos sin darle muchas vueltas a las cosas.
Encogió los hombros, tumbado boca arriba y miró de nuevo al escocés que se quitaba la camisa para quedar semi-desnudo al igual que él. Sus ojos se pasearon por el cuerpo ajeno que dibujaba sombras en los recovecos de su musculatura por la tenue iluminación de las velas y la luna, que seguía atravesando con su fulgor el cristal de las dos ventanas. Cuando sus pupilas oscilaron nuevamente en sentido ascendente, vio los párpados cerrados del contrario y por un instante creyó que se había dormido. Hasta que le escuchó hablar de nuevo. Se giró lo justo para ver el armario, pero la aclaración final, le hizo rechazar definitivamente la oferta.
-No, gracias... preferiría dormir completamente desnudo. Pero la temperatura es bastante baja aquí y podría enfermar de quitármelo todo.
Dejaba bien claro que no era por pudor. No lo tenía en cuanto a su cuerpo, y menos después de lo que habían experimentado juntos. Sería una completa estupidez a parte de una hipocresía. ¿A quién le aparecía la vergüenza al repetir un acto que tan gustosamente había disfrutado? A nadie en su sano juicio, ni insano tampoco.
Se incorporó de pronto y se acercó a los ventanales para correr las cortinas. La luna lucía hermosa aquella noche y no resultaba molesta aunque quisieran conciliar el sueño, sin embargo, cuando saliera el sol, no sería un despertar agradable si les daba de pleno en la cara tras haber descansado tan pocas horas. Regresó luego a la cama y trepó de rodillas al colchón, gateando un par de cortas veces hasta yacer nuevamente junto al escocés.
Encogió los hombros, tumbado boca arriba y miró de nuevo al escocés que se quitaba la camisa para quedar semi-desnudo al igual que él. Sus ojos se pasearon por el cuerpo ajeno que dibujaba sombras en los recovecos de su musculatura por la tenue iluminación de las velas y la luna, que seguía atravesando con su fulgor el cristal de las dos ventanas. Cuando sus pupilas oscilaron nuevamente en sentido ascendente, vio los párpados cerrados del contrario y por un instante creyó que se había dormido. Hasta que le escuchó hablar de nuevo. Se giró lo justo para ver el armario, pero la aclaración final, le hizo rechazar definitivamente la oferta.
-No, gracias... preferiría dormir completamente desnudo. Pero la temperatura es bastante baja aquí y podría enfermar de quitármelo todo.
Dejaba bien claro que no era por pudor. No lo tenía en cuanto a su cuerpo, y menos después de lo que habían experimentado juntos. Sería una completa estupidez a parte de una hipocresía. ¿A quién le aparecía la vergüenza al repetir un acto que tan gustosamente había disfrutado? A nadie en su sano juicio, ni insano tampoco.
Se incorporó de pronto y se acercó a los ventanales para correr las cortinas. La luna lucía hermosa aquella noche y no resultaba molesta aunque quisieran conciliar el sueño, sin embargo, cuando saliera el sol, no sería un despertar agradable si les daba de pleno en la cara tras haber descansado tan pocas horas. Regresó luego a la cama y trepó de rodillas al colchón, gateando un par de cortas veces hasta yacer nuevamente junto al escocés.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Siguió sus movimientos sin apenas moverse. Se hallaba en un estado de completo placer que nada tenía que ver con lo sexual. Era comodidad, como estar en casa, en su verdadera casa, y se debía a la franqueza del chiquillo de pie frente a la ventana. Se sentó frotándose un ojo, extendió la mano en dirección suya invitándola a tomarla.
-Es más fácil mantener el calor si te quito la ropa y me ayudas con la mía -lo jaló hacia sí, de pie entre sus piernas. Abrió su pantalón y lo deslizó despacio hacia abajo, dejando besos muy leves en su abdomen duro como una roca. Los músculos bajo su piel erizada, por el frío quizá, se sentían tensos -Oye… no creas que abusaré de ti sólo porque te he dejado permanecer aquí. Que quiera compartir esta cama conmigo o quieras meterte en la mía no significa nada, ¿vale? Siempre puedes decir no.
Lo tomó de las caderas desnudas sintiendo la presión de sus pantalones contra su propia excitación. La verdad es que no estaba seguro del todo si podría soportar su respuesta negativa. Su cuerpo exigía el del otro, necesitaba de nuevo sentir ese calor abrasar toda su piel como hizo en el piso del baño, al grado de olvidar totalmente las frías lozas. Gruñó mordiendo con suavidad el hueso de su cadera. Su piel exhalaba un leve olor a sudor varonil y alguna otra fragancia agradable que despertaba de nuevo su instinto. Sus manos, por instinto, avanzaron hacia atrás y tomaron ese firme trasero clavando los dedos lo suficiente para hacerle daño. Moría por herirlo.
No podía soportarlo más. Al fin teniendo al chico totalmente desnudo lo sentó a horcajadas sobre él, sus labios buscaron su boca y al instante de rozarlos muy apenas, sonrió y se desvió hacia garganta, su perfecta garganta, y lo mordió dejando marcas rojas; en poco tiempo se le borrarían y era la menor de sus preocupaciones si no lo detenía en ese instante. Pudo detenerse una vez, pero dos veces… bueno, si no imposible, sí resultaba bastante complicado.
-Es más fácil mantener el calor si te quito la ropa y me ayudas con la mía -lo jaló hacia sí, de pie entre sus piernas. Abrió su pantalón y lo deslizó despacio hacia abajo, dejando besos muy leves en su abdomen duro como una roca. Los músculos bajo su piel erizada, por el frío quizá, se sentían tensos -Oye… no creas que abusaré de ti sólo porque te he dejado permanecer aquí. Que quiera compartir esta cama conmigo o quieras meterte en la mía no significa nada, ¿vale? Siempre puedes decir no.
Lo tomó de las caderas desnudas sintiendo la presión de sus pantalones contra su propia excitación. La verdad es que no estaba seguro del todo si podría soportar su respuesta negativa. Su cuerpo exigía el del otro, necesitaba de nuevo sentir ese calor abrasar toda su piel como hizo en el piso del baño, al grado de olvidar totalmente las frías lozas. Gruñó mordiendo con suavidad el hueso de su cadera. Su piel exhalaba un leve olor a sudor varonil y alguna otra fragancia agradable que despertaba de nuevo su instinto. Sus manos, por instinto, avanzaron hacia atrás y tomaron ese firme trasero clavando los dedos lo suficiente para hacerle daño. Moría por herirlo.
No podía soportarlo más. Al fin teniendo al chico totalmente desnudo lo sentó a horcajadas sobre él, sus labios buscaron su boca y al instante de rozarlos muy apenas, sonrió y se desvió hacia garganta, su perfecta garganta, y lo mordió dejando marcas rojas; en poco tiempo se le borrarían y era la menor de sus preocupaciones si no lo detenía en ese instante. Pudo detenerse una vez, pero dos veces… bueno, si no imposible, sí resultaba bastante complicado.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Tomó la mano ajena y se levantó nuevamente de la cama, tal y como le indicó sin palabras el escocés. Se colocó entre las rodillas del hombre y dejó que hiciera con él lo que se le antojara. La manera en que se desprendió de su ropa, el cómo las expertas manos del contrario recorrían su piel con maestría, logrando que cada milímetro despertara con un simple roce. Sí, era cierto que era un sátiro y que ansiaba el sexo casi tanto como el respirar, pero eso no significaba que se acostara con cualquiera, le gustaba elegir. Nolan le había encontrado masturbándose en el baño del restaurante, pero él se podría haber negado a que le tocara y no lo hizo. Su mirada hambrienta, sus anchos hombros y aquella media sonrisa y tono autoritario de su voz, le habían hecho estremecer de puro placer, incluso antes de que sus pieles se juntaran por primera vez.
Dejó uno de los brazos caídos y la otra mano la llevó a recorrer la nuca ajena con la yema de los dedos y el filo de sus cortas uñas en dirección hacia su espalda. No respondió con palabras, no eran necesarias. Sus propias acciones eran la única contestación necesaria y lo sabía. Jadeó al entreabrir los labios y notar los dientes del escocés marcar su piel. Le encendía verle de esa manera, actuando más por necesidad que por razonamiento, sintiendo como el deseo se apoderaba de la mente de ambos y les nublaba el juicio. ¿De qué servía pensar en momentos así? Sólo para detenerse, y él no pensaba hacerlo.
Cuando al fin su piel quedó desprovista de toda prenda de ropa, se pasó la lengua por el labio inferior y se colocó sobre el regazo del contrario. Ésta vez fue Nolan el que le buscó la boca y él no se apartó, pero el leve roce le supo a poco, a nada, y dejó escapar un gruñido a penas audible para el oído humano. En cuanto se centró en su cuello, olvidó el enfado, notando como pequeñas descargas le recorrían la espina dorsal de manera placentera. Trago despacio, haciendo que se le marcara más la nuez y al final decidió actuar. Posó una mano en el pecho ajeno y le apartó, mirándole desafiante. Estaba serio y su tono de voz sonó grave, más por llevar un rato callado que por otra cosa.
-No voy a ser el único que se desnude aquí.
Sentenció y bajó ambas manos entre los cuerpos de ambos, directas a la entrepierna del contrario. No fue a por el botón al principio, provocando, tocando la abultada erección que se ocultaba bajo la tela gruesa. Masajeó la zona, sin apartar la mirada de las profundas orbes que le observaban y sonrió de medio, retirando sólo una de las manos para finalmente abrir el pantalón.
Dejó uno de los brazos caídos y la otra mano la llevó a recorrer la nuca ajena con la yema de los dedos y el filo de sus cortas uñas en dirección hacia su espalda. No respondió con palabras, no eran necesarias. Sus propias acciones eran la única contestación necesaria y lo sabía. Jadeó al entreabrir los labios y notar los dientes del escocés marcar su piel. Le encendía verle de esa manera, actuando más por necesidad que por razonamiento, sintiendo como el deseo se apoderaba de la mente de ambos y les nublaba el juicio. ¿De qué servía pensar en momentos así? Sólo para detenerse, y él no pensaba hacerlo.
Cuando al fin su piel quedó desprovista de toda prenda de ropa, se pasó la lengua por el labio inferior y se colocó sobre el regazo del contrario. Ésta vez fue Nolan el que le buscó la boca y él no se apartó, pero el leve roce le supo a poco, a nada, y dejó escapar un gruñido a penas audible para el oído humano. En cuanto se centró en su cuello, olvidó el enfado, notando como pequeñas descargas le recorrían la espina dorsal de manera placentera. Trago despacio, haciendo que se le marcara más la nuez y al final decidió actuar. Posó una mano en el pecho ajeno y le apartó, mirándole desafiante. Estaba serio y su tono de voz sonó grave, más por llevar un rato callado que por otra cosa.
-No voy a ser el único que se desnude aquí.
Sentenció y bajó ambas manos entre los cuerpos de ambos, directas a la entrepierna del contrario. No fue a por el botón al principio, provocando, tocando la abultada erección que se ocultaba bajo la tela gruesa. Masajeó la zona, sin apartar la mirada de las profundas orbes que le observaban y sonrió de medio, retirando sólo una de las manos para finalmente abrir el pantalón.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Dejó escapar una carcajada ahogada, sus acciones no se quedaban en el plano sexual, también le gustaba su juego. Bien, perfecto, si eso quería, juego tendría. Fingió estar bajo su merced, echándose de espaldas con el chico encima. Sus manos recorrieron desde su abdomen hasta sus pectorales y de vuelta abajo rodeando la zona del pubis que evitó a toda costa, para posarse al final en sus muslos. Con los ojos entrecerrados le retó.
-Me gustas, niño -susurró moviendo los brazos extendidos hacia los lados dejando libre acceso al muchacho. Cada sonido que salía de su boca, cada ligero cambio de expresión, el hecho de que siempre lo mirara a los ojos y mantuviera la cabeza erguida en vez de comportarse como alguien inferior que le debiera respeto era algo que valoraba mucho. En resumen, su carácter.
Además, estar en una cama en lugar de un baño de dudosa higiene resultaba infinitamente mejor, más cómodo y con mayores opciones para sus juegos. Una sonrisa torcida atravesó su rostro: tenía una excelente idea. ¿Hasta qué punto estaría dispuesto el hábil amante sobre él a llegar al límite de su fuerza? ¿Y qué había de su cordura? Esa misma noche tendría la respuesta a sus preguntas y sabría, además, si era digno de confianza, y de serlo no temería tocarlo. Esa misma noche daría a conocer su secreto a una persona más en el mundo, la primera en la ciudad. No existía un lazo más allá del físico, podría matarlo en un santiamén si las cosas no salían como esperaba. No era más que un muchacho que huyó de casa en busca de un hermano que bien podría llevar muerto mucho tiempo. La cuestión es que esas eran excusas y nada más. Guido no era un humano desechable, no con esa personalidad y su inteligencia.
-Porque me gustas lo suficiente voy a recompensarte con algo más -dejándose hacer por él le tomó del cuello con su grande mano sin herirlo, como una amenaza nada más -Voy a contarte un secreto, pero debes prometer que primero vas a disfrutar tanto como yo de lo que estoy a punto de hacerte -y vaya que disfrutaría. De solo pensar en las cosas que… no, aún no. Todo a su tiempo, se dijo.
-Me gustas, niño -susurró moviendo los brazos extendidos hacia los lados dejando libre acceso al muchacho. Cada sonido que salía de su boca, cada ligero cambio de expresión, el hecho de que siempre lo mirara a los ojos y mantuviera la cabeza erguida en vez de comportarse como alguien inferior que le debiera respeto era algo que valoraba mucho. En resumen, su carácter.
Además, estar en una cama en lugar de un baño de dudosa higiene resultaba infinitamente mejor, más cómodo y con mayores opciones para sus juegos. Una sonrisa torcida atravesó su rostro: tenía una excelente idea. ¿Hasta qué punto estaría dispuesto el hábil amante sobre él a llegar al límite de su fuerza? ¿Y qué había de su cordura? Esa misma noche tendría la respuesta a sus preguntas y sabría, además, si era digno de confianza, y de serlo no temería tocarlo. Esa misma noche daría a conocer su secreto a una persona más en el mundo, la primera en la ciudad. No existía un lazo más allá del físico, podría matarlo en un santiamén si las cosas no salían como esperaba. No era más que un muchacho que huyó de casa en busca de un hermano que bien podría llevar muerto mucho tiempo. La cuestión es que esas eran excusas y nada más. Guido no era un humano desechable, no con esa personalidad y su inteligencia.
-Porque me gustas lo suficiente voy a recompensarte con algo más -dejándose hacer por él le tomó del cuello con su grande mano sin herirlo, como una amenaza nada más -Voy a contarte un secreto, pero debes prometer que primero vas a disfrutar tanto como yo de lo que estoy a punto de hacerte -y vaya que disfrutaría. De solo pensar en las cosas que… no, aún no. Todo a su tiempo, se dijo.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Observó satisfecho el fornido torso del escocés, sus pectorales y abdominales definidos, el vello que subía desde la entrepierna por el bajo vientre... cómo le gustaba eso en un hombre. Le parecía lo más erótico del mundo y se le iba la vista de vez en cuando. Se mordió el labio inferior, ansioso por desprenderse de los pantalones ajenos para poder ir más allá, para llevar el juego a otro nivel.
Las palabras del contrario no le sonaron a nada que no debiera ser. No era una jovencita enamoradiza que se montara historias extrañas en la cabeza sobre amores imposibles con un me gustas, ni si quiera se tomaba en serio las relaciones de pareja ajenas. Para él todo era una actuación, un papel representado para fingir ser felices. La gente no alcanzaba a entender que la felicidad no residía en que los demás le aceptaran a uno, sino en aceptarse uno mismo y ser fiel a sus vivencias. Sin embargo, el gustar si lo entendía. Cuando algo te sentaba bien, te apetecía, lo disfrutabas... eso te gustaba. Y aunque no tuvo tiempo de decirlo, a él también le gustaba Nolan. Más que muchas de las cosas y personas que había experimentado y conocido a lo largo de su vida. Era un amante espléndido y mientras pudiera aprovechar el contacto carnal con él, lo haría sin dudarlo.
La curiosidad floreció en la boca de su estómago y se extendió por todo su cuerpo cuando le dijo que iba a recompensarle con algo que disfrutaría. Si ya había disfrutado sobremanera de su encuentro en el baño y ahora le hablaba de aquella manera, sujetándole firmemente el cuello, pero sin apretar, como si le desafiara a superar lo que él iba a hacer, creyéndolo imposible. ¿Qué sabía aquel hombre que él no?
-No puedo prometer algo sin saber más. Pero te aseguro que si se puede sentir placer, lo disfrutaré como un condenado.
No se iba a andar con tonterías. No pensaba prometer el oro de un duende, pero sí podía ser sincero. Las cosas claras eran lo mejor y quería saber ese secreto. Maldita sea, ¿por qué se estaba volviendo tan curioso?
Las palabras del contrario no le sonaron a nada que no debiera ser. No era una jovencita enamoradiza que se montara historias extrañas en la cabeza sobre amores imposibles con un me gustas, ni si quiera se tomaba en serio las relaciones de pareja ajenas. Para él todo era una actuación, un papel representado para fingir ser felices. La gente no alcanzaba a entender que la felicidad no residía en que los demás le aceptaran a uno, sino en aceptarse uno mismo y ser fiel a sus vivencias. Sin embargo, el gustar si lo entendía. Cuando algo te sentaba bien, te apetecía, lo disfrutabas... eso te gustaba. Y aunque no tuvo tiempo de decirlo, a él también le gustaba Nolan. Más que muchas de las cosas y personas que había experimentado y conocido a lo largo de su vida. Era un amante espléndido y mientras pudiera aprovechar el contacto carnal con él, lo haría sin dudarlo.
La curiosidad floreció en la boca de su estómago y se extendió por todo su cuerpo cuando le dijo que iba a recompensarle con algo que disfrutaría. Si ya había disfrutado sobremanera de su encuentro en el baño y ahora le hablaba de aquella manera, sujetándole firmemente el cuello, pero sin apretar, como si le desafiara a superar lo que él iba a hacer, creyéndolo imposible. ¿Qué sabía aquel hombre que él no?
-No puedo prometer algo sin saber más. Pero te aseguro que si se puede sentir placer, lo disfrutaré como un condenado.
No se iba a andar con tonterías. No pensaba prometer el oro de un duende, pero sí podía ser sincero. Las cosas claras eran lo mejor y quería saber ese secreto. Maldita sea, ¿por qué se estaba volviendo tan curioso?
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Localización : Mansión McLeod
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Los movimientos se sucedieron rápido: primero tomó al chico de la cadera y cambió las posiciones, azotando su espalda contra el colchón, después tomó la camisa de éste y la usó para aprisionar sus muñecas de tal modo que ni forcejeando pudiese soltarse y, después, como si no pesara nada, lo jaló hasta la cabecera de la cama y atoró la camisa en una de las salientes ornamentales de la madera. Naturalmente, pudo haberlo atado con algo mejor y a uno de los postes, impidiéndole escapar, pero tampoco se trataba de asustar al muchacho.
-Procura no gritar mucho, cachorro. Imagina lo que dirían los criados de ti -mordió su labio inferior tirando de él, un simple juego de niños. Recorrió su mandíbula con la lengua y luego, igual que en su primer encuentro, bajó sin miramientos a entretenerse con su falo. Lo besó, lo acarició, lo mordió, pero jamás lo introdujo a su boca. Sus gestos impacientes eran de los más excitantes que tenía en su repertorio -. Casi lo olvido… Si decides que el secreto no te gusta, no te daré la opción de salir corriendo -sus ojos brillaron con el deseo mezclado con un hambre animal, salvaje y peligrosa.
¿Qué sabor tendría el muchacho? Jamás en su vida mató a un solo humano por placer, y por este motivo nunca probó la carne humana; el código de conducta familiar podía ser extremadamente flexible, pero la única norma inquebrantable era el deber de protección hacia los más débiles. De todas formas cabía la posibilidad, casi total, de que mostrarse tal como era, con sus defectos y cualidades, con esa maldición y bendición de orígenes inciertos, no sólo asustara al chico sino le provocara algo peor, algún trauma de por vida, algo irreversible. Rezó mentalmente porque eso no sucediera.
De rodillas entre las piernas de Guido, su hermoso esclavo temporal, bajó su propio pantalón y mostró lo mucho que le deseaba. Su virilidad sufría leves espasmos al tiempo que se endurecía con el único propósito de brindar placer a ambos. Por segunda vez en la noche probaría la ternura de su calidez, sólo que en esta ocasión el término “hacer el amor” carecía de espacio. Lo que harían a continuación era puro instinto y deseo.
-Procura no gritar mucho, cachorro. Imagina lo que dirían los criados de ti -mordió su labio inferior tirando de él, un simple juego de niños. Recorrió su mandíbula con la lengua y luego, igual que en su primer encuentro, bajó sin miramientos a entretenerse con su falo. Lo besó, lo acarició, lo mordió, pero jamás lo introdujo a su boca. Sus gestos impacientes eran de los más excitantes que tenía en su repertorio -. Casi lo olvido… Si decides que el secreto no te gusta, no te daré la opción de salir corriendo -sus ojos brillaron con el deseo mezclado con un hambre animal, salvaje y peligrosa.
¿Qué sabor tendría el muchacho? Jamás en su vida mató a un solo humano por placer, y por este motivo nunca probó la carne humana; el código de conducta familiar podía ser extremadamente flexible, pero la única norma inquebrantable era el deber de protección hacia los más débiles. De todas formas cabía la posibilidad, casi total, de que mostrarse tal como era, con sus defectos y cualidades, con esa maldición y bendición de orígenes inciertos, no sólo asustara al chico sino le provocara algo peor, algún trauma de por vida, algo irreversible. Rezó mentalmente porque eso no sucediera.
De rodillas entre las piernas de Guido, su hermoso esclavo temporal, bajó su propio pantalón y mostró lo mucho que le deseaba. Su virilidad sufría leves espasmos al tiempo que se endurecía con el único propósito de brindar placer a ambos. Por segunda vez en la noche probaría la ternura de su calidez, sólo que en esta ocasión el término “hacer el amor” carecía de espacio. Lo que harían a continuación era puro instinto y deseo.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Su mirada se desvió con cada gesto ajeno. Sus pupilas permanecieron dilatadas y bailarinas por la curiosidad. Nunca antes le habían amarrado, pero sabía que se hacía y le parecía algo más que interesante. Subió los brazos, aunque el contrario los manejaba a su antojo sin preguntar ni comentar, ni falta que hacía, a decir verdad. Notó como la tela de la camisa se reafirmaba sobre la piel de sus muñecas y sus manos se apegaron al barrote de madera que formaba parte de la cabecera de la cama.
Volvió a fijar sus orbes en las del escocés en cuanto éste empezó a hablar y enarcó las cejas con curiosidad, tentado a responderle algo como "¿A caso crees que me importa lo que digan de mí?" Pero decidió que parte del juego, residía en tener que contener los gemidos. Seguramente resultaría muy estimulante y la presión entremezclada con el placer, convertirían el encuentro en algo más excitante, como los tabús que tanto le gustaban.
Jadeó por las provocaciones que le dejaban con ganas de más, erizando el vello que cubría distintas zonas de su cuerpo. Notó como se le tensaban los músculos y entrecerró los ojos, negándose a suplicar que le diera más de lo que recibía ahora.
-Nunca me arrepiento de mis decisiones.
Se lo había comentado con anterioridad, o al menos eso le parecía recordar, pero por si a caso, se lo recordaba. La vida no merecía la pena sin riesgos, y lamentarse de lo que uno elegía, era una desperdicio de tiempo y energía. Lo hecho, hecho estaba, y era mucho mejor aceptarlo y aprender de ello, a llorar como un crío por haberse equivocado. De todo se podía sacar algo bueno, sólo había que desear encontrarlo.
En cuanto el hombre se deshizo de los pantalones y vio nuevamente la imponente erección, su propio miembro pulsó con necesidad. Tal vez fueran alucinaciones suyas, pero le parecía más grande que en el baño del restaurante. También se le antojaba más apetecible y gustosa. La quería ya, como fuera, pero ya.
-¿A qué esperas?
Sabía que aquello sonaba a una orden, pero no le importó. Ser el preso, el esclavo, no iba a menguar su carácter ni a evitar que pidiera lo que se le antojara. Al menos no cuando le tentaba de una manera tan desesperante.
Volvió a fijar sus orbes en las del escocés en cuanto éste empezó a hablar y enarcó las cejas con curiosidad, tentado a responderle algo como "¿A caso crees que me importa lo que digan de mí?" Pero decidió que parte del juego, residía en tener que contener los gemidos. Seguramente resultaría muy estimulante y la presión entremezclada con el placer, convertirían el encuentro en algo más excitante, como los tabús que tanto le gustaban.
Jadeó por las provocaciones que le dejaban con ganas de más, erizando el vello que cubría distintas zonas de su cuerpo. Notó como se le tensaban los músculos y entrecerró los ojos, negándose a suplicar que le diera más de lo que recibía ahora.
-Nunca me arrepiento de mis decisiones.
Se lo había comentado con anterioridad, o al menos eso le parecía recordar, pero por si a caso, se lo recordaba. La vida no merecía la pena sin riesgos, y lamentarse de lo que uno elegía, era una desperdicio de tiempo y energía. Lo hecho, hecho estaba, y era mucho mejor aceptarlo y aprender de ello, a llorar como un crío por haberse equivocado. De todo se podía sacar algo bueno, sólo había que desear encontrarlo.
En cuanto el hombre se deshizo de los pantalones y vio nuevamente la imponente erección, su propio miembro pulsó con necesidad. Tal vez fueran alucinaciones suyas, pero le parecía más grande que en el baño del restaurante. También se le antojaba más apetecible y gustosa. La quería ya, como fuera, pero ya.
-¿A qué esperas?
Sabía que aquello sonaba a una orden, pero no le importó. Ser el preso, el esclavo, no iba a menguar su carácter ni a evitar que pidiera lo que se le antojara. Al menos no cuando le tentaba de una manera tan desesperante.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Enarcó una ceja sin poderse creer que le hablara de ese modo. ¿Es que acaso no sabía aún quién era él? Cualquiera temería que le castigaran por tan terrible falta de respeto. Le apretó las mejillas con una mano, frunciendo el entrecejo y con los ojos fijos en los suyos. Sonrió de manera repentina, distrayéndolo de los movimientos de su otra mano con la que se masturbaba, listo para embestir en cualquier momento. Juntó sus bocas, sin soltarlo, y lo besó. Pero no era el tipo de besos que le diera antes, en absoluto. Sus dientes mordían los carnosos labios del contrario, su lengua atacaba como una serpiente. Y, sin aviso alguno, separó sus piernas y presionó con la punta de su verga dura el pequeño y apretado orificio. Sin ningún tipo de lubricación más que los restos de semen de hacía rato hacía la tarea muy dura y se vio forzado a salir y dejar libre su boca. Se agachó y escupió y esta vez lo penetró de una y no se detuvo a esperar que se acostumbrara, comenzó a moverse.
Lo cogió de las caderas, sus dedos hundiéndose en su piel. Necesitaba ver su expresión, escuchar los gemidos, los jadeos, las quejas, sentirlo forcejear. Necesitaba que suplicara a su modo, que no yaciera simplemente como un muñeco inerte, que hiciera su magia con él, que le hiciera perder los estribos de nuevo y lo llevara a su límite con tal de no arrepentirse de la decisión que tomó de mostrarle tan solo una parte de él. Y a todo esto, ¿qué parte debería mostrarle? ¿Una dócil o una asesina? No importaba, en el momento resultaría lo que fuera y a fin de cuentas daba cabida a dos únicas reacciones: aceptación o rechazo, y ambas empapadas de temor.
Los macizos maderos de la cama chirriaban al ritmo de sus movimientos. Comenzaba a jadear envuelto en el vaho de ambos cuerpos calientes, contrastantes con el frío de la habitación. Las velas daban ya lo último de sí, su luz agonizante bailando al compás de las leves corrientes de aire que ambos causaban. Se fueron apagando una a una, pero él podía seguir gozando de las expresiones de su amante, tan perfecto joven insaciable.
Ni una palabra, no habría promesas, no habría cursilerías, ni siquiera habría disculpas. En la mente del escocés cabía únicamente un objetivo, y este yacía debajo suyo sometido como un esclavo.
Lo cogió de las caderas, sus dedos hundiéndose en su piel. Necesitaba ver su expresión, escuchar los gemidos, los jadeos, las quejas, sentirlo forcejear. Necesitaba que suplicara a su modo, que no yaciera simplemente como un muñeco inerte, que hiciera su magia con él, que le hiciera perder los estribos de nuevo y lo llevara a su límite con tal de no arrepentirse de la decisión que tomó de mostrarle tan solo una parte de él. Y a todo esto, ¿qué parte debería mostrarle? ¿Una dócil o una asesina? No importaba, en el momento resultaría lo que fuera y a fin de cuentas daba cabida a dos únicas reacciones: aceptación o rechazo, y ambas empapadas de temor.
Los macizos maderos de la cama chirriaban al ritmo de sus movimientos. Comenzaba a jadear envuelto en el vaho de ambos cuerpos calientes, contrastantes con el frío de la habitación. Las velas daban ya lo último de sí, su luz agonizante bailando al compás de las leves corrientes de aire que ambos causaban. Se fueron apagando una a una, pero él podía seguir gozando de las expresiones de su amante, tan perfecto joven insaciable.
Ni una palabra, no habría promesas, no habría cursilerías, ni siquiera habría disculpas. En la mente del escocés cabía únicamente un objetivo, y este yacía debajo suyo sometido como un esclavo.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Pudo ver como el rostro que antes le había ofrecido un regalo, un secreto, ahora se endurecía. Había logrado enojarle aunque sólo fuera un poco, y aunque no debería ser así, para el italiano, aquello contaba como un triunfo. Retorcido y sin premio aparente, pero alterar el carácter de alguien que se notaba estaba acostumbrado a mantener el control, significaba que él había conseguido algo difícil y tal vez único. No pudo sonreír porque la presión sobre sus mejillas se lo impedía, pero se le notaba en las pupilas que brillaban con un toque vencedor.
El beso que recibió, porque no pudo ni ser recíproco, fue agresivo y voraz. Parecía que intentaba comerle literalmente la boca. El roce de los dientes al morderle los labios y la violencia con que la lengua ajena se abrió paso en el interior de su cavidad oral, como si buscara algo que sabía no iba a encontrar y estuviera furiosa. Notó como intentaba penetrarle de manera brusca, pero sin éxito, y su mirada se desvió hacia la entrepierna ajena cuando al fin se separó de su rostro. Le vio escupir, sin sentir asco alguno, sino intriga.
Todo cambió en un instante. Sus pupilas se dilataron más, pero no por la excitación, sino por una tremenda punzada de dolor que le atravesó el cuerpo entero como una espada oxidada. Curvó la espalda, intentando calmar el ardor que acuciaba su esfínter, su recto y hasta la boca del estómago. ¿Cómo había...? No importaba tampoco, pero era un dolor inhumano, y la fuerza de él... eso también era inhumano. Tiró de las cinchas que le aprisionaban las muñecas, no por querer huir, sino por sujetarse a algo. La pelvis del escocés se movía tan deprisa contra sus nalgas que no tenía tiempo ni de tomar aire para medio llenarse los pulmones. Había resistido el instinto de gritar, a pesar del desgarrador dolor que le había penetrado, pero el coste había sido un labio sangrante y las comisuras de los ojos humedecidas por unas lágrimas que se negaban a caer. Sin embargo, no pudo más. Al infierno con el contenerse, necesitaba dejar escapar el dolor contenido y gritó con fuerza, desgañitándose. Que le oyeran los criados, los vecinos, todo París si era necesario.
El beso que recibió, porque no pudo ni ser recíproco, fue agresivo y voraz. Parecía que intentaba comerle literalmente la boca. El roce de los dientes al morderle los labios y la violencia con que la lengua ajena se abrió paso en el interior de su cavidad oral, como si buscara algo que sabía no iba a encontrar y estuviera furiosa. Notó como intentaba penetrarle de manera brusca, pero sin éxito, y su mirada se desvió hacia la entrepierna ajena cuando al fin se separó de su rostro. Le vio escupir, sin sentir asco alguno, sino intriga.
Todo cambió en un instante. Sus pupilas se dilataron más, pero no por la excitación, sino por una tremenda punzada de dolor que le atravesó el cuerpo entero como una espada oxidada. Curvó la espalda, intentando calmar el ardor que acuciaba su esfínter, su recto y hasta la boca del estómago. ¿Cómo había...? No importaba tampoco, pero era un dolor inhumano, y la fuerza de él... eso también era inhumano. Tiró de las cinchas que le aprisionaban las muñecas, no por querer huir, sino por sujetarse a algo. La pelvis del escocés se movía tan deprisa contra sus nalgas que no tenía tiempo ni de tomar aire para medio llenarse los pulmones. Había resistido el instinto de gritar, a pesar del desgarrador dolor que le había penetrado, pero el coste había sido un labio sangrante y las comisuras de los ojos humedecidas por unas lágrimas que se negaban a caer. Sin embargo, no pudo más. Al infierno con el contenerse, necesitaba dejar escapar el dolor contenido y gritó con fuerza, desgañitándose. Que le oyeran los criados, los vecinos, todo París si era necesario.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
El primer grito le sacó una sonrisa. El segundo un gemido de puro placer. Sus gritos no hacían más que alimentar su fuerza y necesidad de satisfacer el deseo carnal. El movimiento de ambos cuerpos provocaba el acercamiento al éxtasis con tal crudeza que oscilaba entre el dolor y el placer, sí, inclusive para el escocés. Pero, como era de esperar, no sería suficiente.
Soltó la camisa atorada en la cabecera de la cama y giró al chico bocabajo, con la cara sobre los mullidos almohadones rellenos de plumas de ganso. Dejó las piernas de su amante cerradas, separó las nalgas con las manos, apretando fuerte esos firmes músculos, y lo penetró de nuevo tan bruscamente que, de haber sido él quien estuviese en esa situación, aún con su enorme capacidad de soportar dolor, habría sufrido. Con las rodillas apretaba las piernas de Guido impidiendo que se moviera demasiado, y con las manos lo sostenía de los hombros. Que gritara más, que lo llevara al clímax.
-Shh… pronto acabaremos, pequeño -susurró junto a su oído entre jadeos. Mordió el lóbulo de su oreja, clavó las uñas cortas en la piel de sus hombros y las deslizó hacia abajo, hacia sus costados. Las largos surcos rojos le servirían de recordatorio de esa noche. Nolan, usualmente de carácter agradable y lúdico, prefería mantener esas prácticas bien ocultas por el bien de sus amantes, pero la culpa de esa pasión era atribuida al italiano con esa voz, ese cuerpo, esa mirada, su curiosidad y sus secretos.
Unas cuantas embestidas más en esa posición y salió de él muy despacio, saboreando la sensación caliente de su interior. Lo quedó mirando, cómo su cuerpo se movía agitado, el sudor en su espalda, sus músculos tensos. Pasó la lengua por sus labios resecos y lo giró de nuevo, cuidadoso, gentil. Sólo para tomarlo de nuevo del cuello, alzar una de sus piernas y penetrarlo repetidas veces. Ahora la duda era cuánto podría aguantar el pequeño humano.
Soltó la camisa atorada en la cabecera de la cama y giró al chico bocabajo, con la cara sobre los mullidos almohadones rellenos de plumas de ganso. Dejó las piernas de su amante cerradas, separó las nalgas con las manos, apretando fuerte esos firmes músculos, y lo penetró de nuevo tan bruscamente que, de haber sido él quien estuviese en esa situación, aún con su enorme capacidad de soportar dolor, habría sufrido. Con las rodillas apretaba las piernas de Guido impidiendo que se moviera demasiado, y con las manos lo sostenía de los hombros. Que gritara más, que lo llevara al clímax.
-Shh… pronto acabaremos, pequeño -susurró junto a su oído entre jadeos. Mordió el lóbulo de su oreja, clavó las uñas cortas en la piel de sus hombros y las deslizó hacia abajo, hacia sus costados. Las largos surcos rojos le servirían de recordatorio de esa noche. Nolan, usualmente de carácter agradable y lúdico, prefería mantener esas prácticas bien ocultas por el bien de sus amantes, pero la culpa de esa pasión era atribuida al italiano con esa voz, ese cuerpo, esa mirada, su curiosidad y sus secretos.
Unas cuantas embestidas más en esa posición y salió de él muy despacio, saboreando la sensación caliente de su interior. Lo quedó mirando, cómo su cuerpo se movía agitado, el sudor en su espalda, sus músculos tensos. Pasó la lengua por sus labios resecos y lo giró de nuevo, cuidadoso, gentil. Sólo para tomarlo de nuevo del cuello, alzar una de sus piernas y penetrarlo repetidas veces. Ahora la duda era cuánto podría aguantar el pequeño humano.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
El dolor era brutal, incómodo, endemoniadamente insufrible. Cada vez que el enorme falo del escocés le embestía, todo su cuerpo se intentaba contorsionar por la desgarradora tortura que le proporcionaba aquel hombre que parecía haberse transformado en una bestia. ¿De dónde salía toda esa energía, ese vigor sobrehumano? Guido desconocía por completo la existencia de seres sobrenaturales, así que ni se le pasó por la cabeza semejante posibilidad.
Cuando le desanudó la prenda de las muñecas, pensó que tal vez le liberaría y relajaría sus acciones, pero no fue así. Su voz sonaba cada vez más áspera por el desgaste de su garganta y porque le fallaban las fuerzas. Sus ojos se mantuvieron vivaces y luchadores en todo momento, pero en cuanto le puso bocabajo, ya no pudo mostrar sus ganas de lucha. No podía moverse bajo el fornido cuerpo del contrario y volvió a sentir como su verga le ensartaba a voluntad, viéndose él incapaz de exigir nada. Quería quejarse, hablar, pero no había tiempo, los jadeos y quejidos ocupaban todo lo que su boca era capaz de liberar.
No se dejó engañar, sabía bien que no iba a terminar pronto, lo notaba. Cada movimiento era más rudo que el anterior, más violento y ansioso. Algunas lágrimas terminaron por derramarse por sus mejillas, dejando senderos brillantes sobre su bronceada piel. Más nada comparado a los rojos caminos que enardecieron su espalda, haciendo cambiar algo. El dolor hasta ahora se había concentrado en un único punto, y ahora se distribuía. Cualquiera hubiese pensado que aquello era mucho peor, sin embargo, no fue así. Su mente no era capaz de asimilarlo todo, debía elegir y era más reciente el reclamo de la sangre en sus omóplatos que en su recto, dañado y herido por el trato animal que estaba recibiendo. Aún así, aunque no lo fuera a reconocer, cuando el glande del escocés le presionaba bruscamente la próstata desde el interior de su propio cuerpo, una punzada de placer se iluminaba como una vela que en un soplido era apagada.
Su cuerpo no podía resistir más, era todo excesivo e imposible de soportar. Se sentía como un muñeco, manejado y doblegado. Tragó con dificultad en cuanto el contrario le tomó por la garganta, sin haberse creído ni por un momento que con aquel trato momentáneo de "caballerosidad", la lucha había terminado. Le miró nuevamente desafiante y aprovechó que tenía más libertad con las manos para arañar el antebrazo ajeno con fuerza.
Tomó todo el aire que pudo y logró que su boca escupiera algunas palabras de manera entrecortada y algo afónica.
-Jamás creí... que moriría follando.
Y sonrió. Porque sí, porque no era un niño débil que se dejara pisotear, porque aunque estuviera siendo sometido, seguía siendo dueño de su cuerpo maltrecho y de su mente dispersa. Por mucho que le hiciera, seguiría siendo un estúpido sátiro que pediría más.
Cuando le desanudó la prenda de las muñecas, pensó que tal vez le liberaría y relajaría sus acciones, pero no fue así. Su voz sonaba cada vez más áspera por el desgaste de su garganta y porque le fallaban las fuerzas. Sus ojos se mantuvieron vivaces y luchadores en todo momento, pero en cuanto le puso bocabajo, ya no pudo mostrar sus ganas de lucha. No podía moverse bajo el fornido cuerpo del contrario y volvió a sentir como su verga le ensartaba a voluntad, viéndose él incapaz de exigir nada. Quería quejarse, hablar, pero no había tiempo, los jadeos y quejidos ocupaban todo lo que su boca era capaz de liberar.
No se dejó engañar, sabía bien que no iba a terminar pronto, lo notaba. Cada movimiento era más rudo que el anterior, más violento y ansioso. Algunas lágrimas terminaron por derramarse por sus mejillas, dejando senderos brillantes sobre su bronceada piel. Más nada comparado a los rojos caminos que enardecieron su espalda, haciendo cambiar algo. El dolor hasta ahora se había concentrado en un único punto, y ahora se distribuía. Cualquiera hubiese pensado que aquello era mucho peor, sin embargo, no fue así. Su mente no era capaz de asimilarlo todo, debía elegir y era más reciente el reclamo de la sangre en sus omóplatos que en su recto, dañado y herido por el trato animal que estaba recibiendo. Aún así, aunque no lo fuera a reconocer, cuando el glande del escocés le presionaba bruscamente la próstata desde el interior de su propio cuerpo, una punzada de placer se iluminaba como una vela que en un soplido era apagada.
Su cuerpo no podía resistir más, era todo excesivo e imposible de soportar. Se sentía como un muñeco, manejado y doblegado. Tragó con dificultad en cuanto el contrario le tomó por la garganta, sin haberse creído ni por un momento que con aquel trato momentáneo de "caballerosidad", la lucha había terminado. Le miró nuevamente desafiante y aprovechó que tenía más libertad con las manos para arañar el antebrazo ajeno con fuerza.
Tomó todo el aire que pudo y logró que su boca escupiera algunas palabras de manera entrecortada y algo afónica.
-Jamás creí... que moriría follando.
Y sonrió. Porque sí, porque no era un niño débil que se dejara pisotear, porque aunque estuviera siendo sometido, seguía siendo dueño de su cuerpo maltrecho y de su mente dispersa. Por mucho que le hiciera, seguiría siendo un estúpido sátiro que pediría más.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Consciente del dolor que infligía al muchacho y teniendo bien en cuenta las ruidosas exclamaciones, incluso las mudas, decidió ir más despacio; no hubo ni oportunidad de cambiar el ritmo, sintió dolor, un dolor exquisito en el antebrazo. Dio dos, tres, cuatro estocadas lentas pero bien duras y certeras, y se detuvo conteniendo la risa. Lo besó y tomó sus muñecas alzándolas sobre su cabeza, sus cuerpos completamente unidos. Estaba llegando a la culminación del acto, su propio cuerpo se lo exigía de una vez.
Tras la leve pausa y la muy pequeña muestra de cariño volvió a arremeter con la misma crudeza, jadeando cada vez más fuerte, más ronco. El éxtasis que se aproximaba era más fuerte que el primero que llegó gracias al muchacho. Su cuerpo temblaba, sudaba, tenía voluntad propia. No pasó mucho tiempo antes de que, con el rostro hundido en el cuello de su amante, dejó escapar un gruñido furioso provocado por el clímax poderoso del que fue presa todo su ser. Su esencia llenó la cavidad del muchacho. Clavó los dientes en la curva de su cuello, justo donde se unía con el hombro, en un intento de ahogar la necesidad de más. No más, no por esa noche.
Cansado por fin, se dejó caer sobre el cuerpo del muchacho, pesado como era. Besó su mentón, su garganta, su boca. A decir verdad se compadecía del dolor que tuvo que aguantar por un rato de placer y por lo que estaba a punto de ver. Salió de él, su pene aún erguido y con pequeños restos de semen en el glande. Tomó asiento a los pies del italiano y cogió una de sus pantorrillas, casi adorando la piel caliente que tocaba.
-Es hora -susurró, y antes de que el contrario pudiera quejarse, como parecía ser su costumbre, se colocó bocabajo apoyado en los codos y tomó el pene del chico con su boca. Lo merecía, se lo ganó a pulso y no veía por qué no recompensarlo al menos un poco.
Tras la leve pausa y la muy pequeña muestra de cariño volvió a arremeter con la misma crudeza, jadeando cada vez más fuerte, más ronco. El éxtasis que se aproximaba era más fuerte que el primero que llegó gracias al muchacho. Su cuerpo temblaba, sudaba, tenía voluntad propia. No pasó mucho tiempo antes de que, con el rostro hundido en el cuello de su amante, dejó escapar un gruñido furioso provocado por el clímax poderoso del que fue presa todo su ser. Su esencia llenó la cavidad del muchacho. Clavó los dientes en la curva de su cuello, justo donde se unía con el hombro, en un intento de ahogar la necesidad de más. No más, no por esa noche.
Cansado por fin, se dejó caer sobre el cuerpo del muchacho, pesado como era. Besó su mentón, su garganta, su boca. A decir verdad se compadecía del dolor que tuvo que aguantar por un rato de placer y por lo que estaba a punto de ver. Salió de él, su pene aún erguido y con pequeños restos de semen en el glande. Tomó asiento a los pies del italiano y cogió una de sus pantorrillas, casi adorando la piel caliente que tocaba.
-Es hora -susurró, y antes de que el contrario pudiera quejarse, como parecía ser su costumbre, se colocó bocabajo apoyado en los codos y tomó el pene del chico con su boca. Lo merecía, se lo ganó a pulso y no veía por qué no recompensarlo al menos un poco.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Fue acallado por la boca del escocés que tomó la suya una vez más. Ya no entendía el por qué de todo lo que hacía el contrario, era demasiado confuso. No parecía haber una manera coherente de comportarse, era como si fuera dos personas a la vez, una caballerosa y apacible que luchaba contra otra agresiva y fuerte. Y ambas querían dominar el cuerpo ajeno, cada una a su manera y tomaban posesión de él a ratos inciertos y sin orden alguno. Aún así, agradeció que las penetraciones se ralentizaran aunque fuera por escasos segundos y sin disminuir en vigor.
El descanso fue efímero, a penas lo pudo saborear, que ya volvía a faltarle el aliento y todo su cuerpo se estremecía ansiando la liberación. Su miembro no estaba erecto, pero tampoco flácido, era una mezcla de ambos. El dolor superaba al placer, pero éste último insistía en no desaparecer. Su vientre sufría espasmos, cada músculo de su cuerpo se contraía y expandía con ansia. Se mordió de nuevo el labio, que seguía cortado, aunque había dejado de sangrar, hasta entonces que volvió a abrirse la finísima capa de piel que intentara cerrar el paso del fluido de sabor férrico.
Cuando por fin el hombre alcanzó el orgasmo y se le corrió dentro, sintió alivio. Aunque por un instante, temió que quisiera seguir con otra ronda, y sabía bien que su cuerpo no lo aguantaría, o bien se desmayaría o se caería a pedazos. Jadeó con fuerza, notando que le faltaba el aire, agotado hasta romperse. No podía ni con su alma, dudaba si quiera ser capaz de mover un dedo. Intentó gruñir, pero el sonido se asemejó más al lamento de un gato que al rugido de un león, que era lo que pretendiera.
-¿La... la hora?
Alcanzó a preguntar, sin saber de lo que le estaba hablando. ¿Un rito satánico o algo así? Porque el otro sabía de primera mano que de virgen no tenía ni un pelo, así que esas cosas no funcionarían con él. Arrugó la frente, entornando los ojos y cuando le vio descender, relajó la piel de su entrecejo y abrió los ojos con sorpresa. ¿En serio? Sus músculos seguían tirantes a pesar del dolor que aquello implicaba, incapaz de sentirse tranquilo. Pero su miembro tenía vida propia, él no había sufrido daños y como era de esperar a un adicto al sexo, se endureció con las atenciones del escocés. Quería enfurecerse consigo mismo, pero... ¿qué diablos? Cerró los párpados, agarrando la colcha con ambas manos al posarlas junto a sus caderas y dejó caer la cabeza, queriendo disfrutar un poco, después de tanta brutalidad.
El descanso fue efímero, a penas lo pudo saborear, que ya volvía a faltarle el aliento y todo su cuerpo se estremecía ansiando la liberación. Su miembro no estaba erecto, pero tampoco flácido, era una mezcla de ambos. El dolor superaba al placer, pero éste último insistía en no desaparecer. Su vientre sufría espasmos, cada músculo de su cuerpo se contraía y expandía con ansia. Se mordió de nuevo el labio, que seguía cortado, aunque había dejado de sangrar, hasta entonces que volvió a abrirse la finísima capa de piel que intentara cerrar el paso del fluido de sabor férrico.
Cuando por fin el hombre alcanzó el orgasmo y se le corrió dentro, sintió alivio. Aunque por un instante, temió que quisiera seguir con otra ronda, y sabía bien que su cuerpo no lo aguantaría, o bien se desmayaría o se caería a pedazos. Jadeó con fuerza, notando que le faltaba el aire, agotado hasta romperse. No podía ni con su alma, dudaba si quiera ser capaz de mover un dedo. Intentó gruñir, pero el sonido se asemejó más al lamento de un gato que al rugido de un león, que era lo que pretendiera.
-¿La... la hora?
Alcanzó a preguntar, sin saber de lo que le estaba hablando. ¿Un rito satánico o algo así? Porque el otro sabía de primera mano que de virgen no tenía ni un pelo, así que esas cosas no funcionarían con él. Arrugó la frente, entornando los ojos y cuando le vio descender, relajó la piel de su entrecejo y abrió los ojos con sorpresa. ¿En serio? Sus músculos seguían tirantes a pesar del dolor que aquello implicaba, incapaz de sentirse tranquilo. Pero su miembro tenía vida propia, él no había sufrido daños y como era de esperar a un adicto al sexo, se endureció con las atenciones del escocés. Quería enfurecerse consigo mismo, pero... ¿qué diablos? Cerró los párpados, agarrando la colcha con ambas manos al posarlas junto a sus caderas y dejó caer la cabeza, queriendo disfrutar un poco, después de tanta brutalidad.
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
El sabor, la textura, el miembro viril del otro no le causaba ningún asco; por el contrario, el placer que le daba le provocaba placer encauzado hacia su propia vanidad, al conocimiento de su habilidad para infligir no sólo dolor al cuerpo magullado. Jugó con sus testículos, apretando y soltando, rasguñando incluso, y su boca no paraba en absoluto si bien le costaba algo más de trabajo abarcarlo una vez que la erección alcanzó su punto máximo. Miró hacia arriba, al gesto de placer del italiano. Estaba perfecto.
-¿Te gusta? -habló de forma grave por un instante en que dejó de lado la felación y suplió la boca por la mano. Estaba cansado, en verdad, y si el caso fuese distinto no pensaría dos veces antes de follarlo de nuevo de la misma manera salvaje. Besó su vientre, la zona cubierta de oscuro vello tan masculino y sugerente. Ciertamente era muy distinto a practicarle sexo oral a una mujer, no por ello desagradable, sólo distinto. Abrazó sus caderas y volvió al ataque.
El objetivo en ese momento ya no era el dolor sino un placer puro y sexual que le ayudara a olvidar el dolor, a aliviarlo en lo posible. En realidad no fue tan brutal con él, no lo golpeó, no lo azotó, y su cuerpo presentaba heridas en tres lugares nada más, al menos las que él le ocasionó. Su labio comenzaba a hincharse y seguro dolería después. No tendría buena pinta al amanecer. Y, al respecto, ¿qué reacción tendrían los criados? Porque obviamente se escuchaba en gran parte de la casa la ardua sesión de sexo entre ambos. ¿Habría escándalo? ¿Silencio? ¿Les mirarían con repudio? ¿Harían la vista gorda? Esperaba fuera lo último.
El leve sabor amargo del semen le llegó a la lengua; buena señal, el trabajo que llevaba a cabo merecía una excelente nota. Y, en cuanto lo hiciera alcanzar el orgasmo, no habría vuelta atrás. La decisión estaba tomada. A fin de cuentas no tenía nada que perder si no lo tenía en su poder… Guido pertenecía a alguien más, la cuestión era a quién.
-¿Te gusta? -habló de forma grave por un instante en que dejó de lado la felación y suplió la boca por la mano. Estaba cansado, en verdad, y si el caso fuese distinto no pensaría dos veces antes de follarlo de nuevo de la misma manera salvaje. Besó su vientre, la zona cubierta de oscuro vello tan masculino y sugerente. Ciertamente era muy distinto a practicarle sexo oral a una mujer, no por ello desagradable, sólo distinto. Abrazó sus caderas y volvió al ataque.
El objetivo en ese momento ya no era el dolor sino un placer puro y sexual que le ayudara a olvidar el dolor, a aliviarlo en lo posible. En realidad no fue tan brutal con él, no lo golpeó, no lo azotó, y su cuerpo presentaba heridas en tres lugares nada más, al menos las que él le ocasionó. Su labio comenzaba a hincharse y seguro dolería después. No tendría buena pinta al amanecer. Y, al respecto, ¿qué reacción tendrían los criados? Porque obviamente se escuchaba en gran parte de la casa la ardua sesión de sexo entre ambos. ¿Habría escándalo? ¿Silencio? ¿Les mirarían con repudio? ¿Harían la vista gorda? Esperaba fuera lo último.
El leve sabor amargo del semen le llegó a la lengua; buena señal, el trabajo que llevaba a cabo merecía una excelente nota. Y, en cuanto lo hiciera alcanzar el orgasmo, no habría vuelta atrás. La decisión estaba tomada. A fin de cuentas no tenía nada que perder si no lo tenía en su poder… Guido pertenecía a alguien más, la cuestión era a quién.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Punzadas de dolor le recordaban cada pocos segundos lo que había sucedido hacía a penas unos instantes, pero ahora intentaba concentrarse, o más bien dejarse llevar, por el placer que se concentraba en su falo. La caliente envoltura de los labios carnosos pero bien definidos del escocés sobre su glande, la húmeda saliva lubricando el tronco carnoso, y sus manos que ahora no le arañaban ni le obligaban a mantenerse tumbado y sin poder moverse. Sí, seguía sin hacerlo, pero porque él no quería, porque estaba cansado, agotado, y no quería ni pensar en levantar un dedo.
Escuchó la pregunta, pero no respondió. No tenía fuerzas ni le apetecía hablar. Aún sentía el gusto de la sangre sobre su lengua, seguramente quedaban algunos restos en la punta de ésta y en el filo de sus labios. Su boca entreabierta para facilitarle el respirar, ya que por la nariz le resultaba complicado con tanta agitación, permitía al mismo tiempo que roncos y bajos gemidos escaparan de su desgastada garganta.
Él no estaba para meditar nada, mucho menos lo que opinaría nadie. Jamás le había dado vueltas a semejantes banalidades, pues para él, lo que dijeran los demás, era irrelevante. Siempre había tenido la aprobación de sus padres y les tenía cariño, pero su hermano se había encargado de enseñarle que el apego no tenía salida, que uno estaba solo en el mundo y debía apañárselas sin ayuda. Le había obligado a depender únicamente de él para luego abandonarle, y con la misma facilidad que se había vuelto adicto al cuerpo y aroma de su hermano, había sido desechado como un trapo viejo, quedándose sin nada.
Sus músculos volvieron a tensarse, más esta vez no fue por dolor ni malestar, sino porque estaba a punto de alcanzar el clímax. Contrajo el vientre, tirando de la ropa de cama con las manos y arqueó la espalda al correrse, liberando un gemido más alto, aunque incomparable a los que minutos antes resonaran por toda la enorme casa del escocés.
Escuchó la pregunta, pero no respondió. No tenía fuerzas ni le apetecía hablar. Aún sentía el gusto de la sangre sobre su lengua, seguramente quedaban algunos restos en la punta de ésta y en el filo de sus labios. Su boca entreabierta para facilitarle el respirar, ya que por la nariz le resultaba complicado con tanta agitación, permitía al mismo tiempo que roncos y bajos gemidos escaparan de su desgastada garganta.
Él no estaba para meditar nada, mucho menos lo que opinaría nadie. Jamás le había dado vueltas a semejantes banalidades, pues para él, lo que dijeran los demás, era irrelevante. Siempre había tenido la aprobación de sus padres y les tenía cariño, pero su hermano se había encargado de enseñarle que el apego no tenía salida, que uno estaba solo en el mundo y debía apañárselas sin ayuda. Le había obligado a depender únicamente de él para luego abandonarle, y con la misma facilidad que se había vuelto adicto al cuerpo y aroma de su hermano, había sido desechado como un trapo viejo, quedándose sin nada.
Sus músculos volvieron a tensarse, más esta vez no fue por dolor ni malestar, sino porque estaba a punto de alcanzar el clímax. Contrajo el vientre, tirando de la ropa de cama con las manos y arqueó la espalda al correrse, liberando un gemido más alto, aunque incomparable a los que minutos antes resonaran por toda la enorme casa del escocés.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Hizo su mayor esfuerzo en darle tanto placer como fue posible. Los movimientos espasmódicos de su vientre, sus manos apretando cuanta tela tenía cerca y sus gemidos le dieron la indicación de separarse a tiempo para no recibir la descarga directamente en la boca. Una gota le manchó la nariz y la dejó ahí al tiempo que avanzaba a gatas sobre él y embarraba el líquido en su cuello. Le sonrió, besó su frente y salió de la cama justo del modo en que un padre haría con su hijo cada noche. La habitación totalmente oscura era perfecta para la ocasión, y el aturdimiento y cansancio de Guido sólo ayudaban a mejorar la atmósfera.
-Esto es más difícil de lo que crees y no tengo motivo por mostrarte… esto -aclaró al tiempo que se aseguraba de que no era visible por ninguna de las ventanas, desnudo, sudoroso, despeinado -, pero necesito hacerlo. Si te vas, agradezco que hayas soportado todo esta noche; si te quedas… -se encogió de hombros. ¿Le agradecía también? ¿Se sentiría feliz? ¿Querría más sexo? Daba igual, de ninguna manera lo heriría más de lo que ya había hecho.
Respiró hondo, movió la cabeza relajando el cuello, hizo sonar las articulaciones de sus dedos. No era necesario tanto teatro, pero los nervios le ganaban. En el bosque, cuando más libre se sentía en Skye, esa hermosa isla, o en las Tierras Altas, cuando las visitaba, no hacía falta prepararse, simplemente comenzaba a correr y se desprendía de toda su humanidad temporalmente. Pero esos eran juegos de un chiquillo que debió crecer.
Ahora, inclinado y cubierto por la cama, se concentró en no inspirar miedo; descartada una parte de él. El animal más noble y caritativo hacia el ser humano, el que vio su instinto doblegado por aquellos a quienes protegía, tomó el lugar del escocés. Un gran can de rasgos afilados, atléticos y fuertes, de pelo gris y formas estrechas hecho para correr, para cazar, caminó despacio y cuidadoso hacia uno de los costados de la cama observando con sus inteligentes ojos al chico italiano. En cualquier momento lo vería coger su ropa y salir corriendo despavorido. En cualquier momento desaparecería de su vida. Lo tenía merecido, ¿quién se pensaba que era? Todos temían a lo desconocido.
-Esto es más difícil de lo que crees y no tengo motivo por mostrarte… esto -aclaró al tiempo que se aseguraba de que no era visible por ninguna de las ventanas, desnudo, sudoroso, despeinado -, pero necesito hacerlo. Si te vas, agradezco que hayas soportado todo esta noche; si te quedas… -se encogió de hombros. ¿Le agradecía también? ¿Se sentiría feliz? ¿Querría más sexo? Daba igual, de ninguna manera lo heriría más de lo que ya había hecho.
Respiró hondo, movió la cabeza relajando el cuello, hizo sonar las articulaciones de sus dedos. No era necesario tanto teatro, pero los nervios le ganaban. En el bosque, cuando más libre se sentía en Skye, esa hermosa isla, o en las Tierras Altas, cuando las visitaba, no hacía falta prepararse, simplemente comenzaba a correr y se desprendía de toda su humanidad temporalmente. Pero esos eran juegos de un chiquillo que debió crecer.
Ahora, inclinado y cubierto por la cama, se concentró en no inspirar miedo; descartada una parte de él. El animal más noble y caritativo hacia el ser humano, el que vio su instinto doblegado por aquellos a quienes protegía, tomó el lugar del escocés. Un gran can de rasgos afilados, atléticos y fuertes, de pelo gris y formas estrechas hecho para correr, para cazar, caminó despacio y cuidadoso hacia uno de los costados de la cama observando con sus inteligentes ojos al chico italiano. En cualquier momento lo vería coger su ropa y salir corriendo despavorido. En cualquier momento desaparecería de su vida. Lo tenía merecido, ¿quién se pensaba que era? Todos temían a lo desconocido.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Una vez descargada la poca energía que le quedaba, se dejó caer de nuevo sobre el colchón, permitiendo que toda la largura de su cuerpo se pegara a la ropa de cama. Jadeó, agotado y abrió poco a poco los ojos, notando como la colcha se hundía con cada movimiento ajeno, hasta sentir el roce de su nariz contra la curvatura derecha del cuello y luego la calidez de sus labios en la frente. Aquel sencillo gesto le hizo viajar al pasado, de nuevo a las memorias que tenía de cuando enfermaba y su madre se recostaba con él a contarle historias y cuidarle en sueños. Todo se movió a su alrededor cuando el cuerpo del hombre se apartó de encima y giró un poco el rostro para observarle.
Las cortinas permanecían cerradas y las velas ya se habían apagado hacía a saber cuánto. Había estado demasiado ocupado intentando no perder la conciencia como para fijarse en aquellas cosas. Una pequeña franja de luz de luna se colaba entre las telas viejas y tupidas que cubrían las ventanas, otorgando una visión que, de no ser por lo que acababa de experimentar, le hubiese parecido divina. El fornido cuerpo ajeno, bañado por aquella claridad mágica, desde luego era espectacular. Pero no estaba ya para tonterías. Lo cierto era que le apetecía dormir... o un baño. Relajarse en una cuba de agua caliente sería estupendo, aunque seguramente se quedara dormido dentro. Suspiró pesadamente e intentó volver a la realidad.
El crujir de los huesos a corta distancia despertó de nuevo sus sentidos. No estaba ni de lejos en un buen momento para prestar mucha atención, pero quería saber que era lo que iba a mostrarle, ese secreto que parecía tan importante que Nolan lo guardaba con recelo. Y que, sin embargo, iba a mostrarle a un desconocido. A un simple chico italiano al que acababa de conocer y dejar para el arrastre. ¿A caso pretendía compensarle por lo ocurrido? Porque era una estupidez. Nada podría hacerlo, ni tampoco había nada que compensar desde el punto de vista de Guido. Él había elegido y las consecuencias habían sido estas. No había más.
Cuando vio lo que sucedió, no supo reaccionar. ¿Qué diablos? Parpadeó repetidas veces, incrédulo, pensando incluso que se había quedado dormido y estaba soñando. Hizo acopio de fuerza para medio incorporarse en la cama, clavando los codos en el colchón para mantener el torso elevado y se pellizcó en un costado, sintiendo una corriente de dolor que le aseguró estaba despierto. Pero no sentía miedo, ni temor, era... era sorpresa. Estaba fascinado. ¿De verdad acababa... el escocés era un perro? No tenía ningún sentido, era una completa locura, se había vuelto un chiflado. Tanto sexo había acabado por revolverle el cerebro y dejarlo mal conectado. Abrió más la boca, intentando articular alguna palabra, aunque no pensando en lo que diría en realidad.
-¿Nolan...?
Las cortinas permanecían cerradas y las velas ya se habían apagado hacía a saber cuánto. Había estado demasiado ocupado intentando no perder la conciencia como para fijarse en aquellas cosas. Una pequeña franja de luz de luna se colaba entre las telas viejas y tupidas que cubrían las ventanas, otorgando una visión que, de no ser por lo que acababa de experimentar, le hubiese parecido divina. El fornido cuerpo ajeno, bañado por aquella claridad mágica, desde luego era espectacular. Pero no estaba ya para tonterías. Lo cierto era que le apetecía dormir... o un baño. Relajarse en una cuba de agua caliente sería estupendo, aunque seguramente se quedara dormido dentro. Suspiró pesadamente e intentó volver a la realidad.
El crujir de los huesos a corta distancia despertó de nuevo sus sentidos. No estaba ni de lejos en un buen momento para prestar mucha atención, pero quería saber que era lo que iba a mostrarle, ese secreto que parecía tan importante que Nolan lo guardaba con recelo. Y que, sin embargo, iba a mostrarle a un desconocido. A un simple chico italiano al que acababa de conocer y dejar para el arrastre. ¿A caso pretendía compensarle por lo ocurrido? Porque era una estupidez. Nada podría hacerlo, ni tampoco había nada que compensar desde el punto de vista de Guido. Él había elegido y las consecuencias habían sido estas. No había más.
Cuando vio lo que sucedió, no supo reaccionar. ¿Qué diablos? Parpadeó repetidas veces, incrédulo, pensando incluso que se había quedado dormido y estaba soñando. Hizo acopio de fuerza para medio incorporarse en la cama, clavando los codos en el colchón para mantener el torso elevado y se pellizcó en un costado, sintiendo una corriente de dolor que le aseguró estaba despierto. Pero no sentía miedo, ni temor, era... era sorpresa. Estaba fascinado. ¿De verdad acababa... el escocés era un perro? No tenía ningún sentido, era una completa locura, se había vuelto un chiflado. Tanto sexo había acabado por revolverle el cerebro y dejarlo mal conectado. Abrió más la boca, intentando articular alguna palabra, aunque no pensando en lo que diría en realidad.
-¿Nolan...?
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Localización : Mansión McLeod
Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
Ni de lejos era la reacción esperada. No cabía en su sorpresa y su cuerpo lo mostraba. La larga cola se mecía enérgicamente y las orejas erguidas denotaban la excitación del momento. Él no había huido. Saltó a la cama completamente loco de euforia, lamió la cara del chico, lo empujó con la cabeza jugando; vaya, ¿qué hacía? Recordó la última vez que se mostró a alguien. Lo asustó tanto que tuvo que seguirlo por dos días para que le permitiera hablar. Bonitos recuerdos. Atribuía esa falta de emoción mayor al cansancio, y con justa razón, su trabajo estaba bien hecho. El enorme perro de más de setenta kilogramos se movía incansable por el colchón.
Fue una buena elección. En un momento se calmó y se sentó, mirando fijo a los ojos a Guido. Era la mirada de Nolan, después de todo, escondida en esos ojos oscuros y redondos, vivarachos. Inclinó la cabeza con elegancia, presentándose tal cual era. No, no estaba soñando. Había más como él, no sabía cuántos, no sabía dónde, pero existían y en su mayoría eran de carácter noble. El silencio abrumador le puso incómodo. Volvió al piso de un salto y en ese movimiento volvió a ser él, sonriendo ampliamente, marcando unas pequeñas arrugas alrededor de los ojos. ¿Qué decir al respecto? Las palabras sobraban, pero era mejor hablarle que dejarlo así nada más.
-Esto es lo que soy -extendió los brazos a los lados -. Sé que es difícil de asimilar pero no temas, no soy peligroso… quiero decir, no tanto -rió bajo, muerto de nervios. Si acababa de follarlo como una bestia decir que no era peligroso era una aberración.
Esperó, esperó y esperó. Una reacción, sólo una que le dijera si obró correctamente o cometió un error. Pero estaba feliz, tanto como pocas veces en su vida. Por dios, deseaba abrazarlo y hacerle el amor simplemente por no haberlo mandado al demonio ni lanzar maldiciones a diestra y siniestra. No era un demonio, como erróneamente muchos creían, tampoco era malvado. El hecho de cambiar de forma no era equivalente a un ser infernal, verdad que necesitaba que el italiano comprendiera y aceptara.
Fue una buena elección. En un momento se calmó y se sentó, mirando fijo a los ojos a Guido. Era la mirada de Nolan, después de todo, escondida en esos ojos oscuros y redondos, vivarachos. Inclinó la cabeza con elegancia, presentándose tal cual era. No, no estaba soñando. Había más como él, no sabía cuántos, no sabía dónde, pero existían y en su mayoría eran de carácter noble. El silencio abrumador le puso incómodo. Volvió al piso de un salto y en ese movimiento volvió a ser él, sonriendo ampliamente, marcando unas pequeñas arrugas alrededor de los ojos. ¿Qué decir al respecto? Las palabras sobraban, pero era mejor hablarle que dejarlo así nada más.
-Esto es lo que soy -extendió los brazos a los lados -. Sé que es difícil de asimilar pero no temas, no soy peligroso… quiero decir, no tanto -rió bajo, muerto de nervios. Si acababa de follarlo como una bestia decir que no era peligroso era una aberración.
Esperó, esperó y esperó. Una reacción, sólo una que le dijera si obró correctamente o cometió un error. Pero estaba feliz, tanto como pocas veces en su vida. Por dios, deseaba abrazarlo y hacerle el amor simplemente por no haberlo mandado al demonio ni lanzar maldiciones a diestra y siniestra. No era un demonio, como erróneamente muchos creían, tampoco era malvado. El hecho de cambiar de forma no era equivalente a un ser infernal, verdad que necesitaba que el italiano comprendiera y aceptara.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Bibere humanum est, ergo bibamus [Guido Abbiati +18]
La respuesta no le llegó con palabras, sino con gestos, con actitud. ¿Qué esperaba? Los perros no hablaban... claro que los humanos tampoco se transformaban en cánidos y ahí estaba el escocés. Un grandioso lebrel de pelo largo y salvaje, pero suave. No hacía falta tocarlo para saberlo, se notaba por el movimiento ondulante y sencillo a cada paso o brinco que daba.
Cuando subió a la cama de un salto, el italiano dio un breve respingo, más por temer que pisara su dolorido cuerpo que por cualquier otra cosa. Seguía sin ser capaz de pensar demasiado, de asimilar algo tan complejo como aquello. De haber creído en la magia, hubiese pensado que se trataba de eso, de un truco o de una ilusión. Pero el peso era real, la larga y viscosa lengua rozando su cara también, y aquella mirada profunda... era Nolan. Aún estaba aturdido por la noticia, el descubrimiento, el pellizco. Intentó mover la mano para tocar el pelaje del can, pero éste saltó de nuevo al suelo antes de poder hacerlo, seguramente sin si quiera darse cuenta del leve movimiento de sus dedos.
Aquello era, sí... ¿pero qué era? ¿Un hombre perro? De no dolerle hasta el alma, se hubiese rascado la cabeza pensativo, pero no lo hizo. Sus orbes seguían fijas en el ahora desnudo humano, mientras su abatido cerebro intentaba procesar el exceso de información sobrenatural.
-¿Qué... qué eres? A parte de un perro, quiero decir. ¿Tiene nombre eso que haces?
No tenía ni idea de cómo plantear sus dudas, sus curiosidades. Un millar de ideas aparecieron de pronto en su mente, como una lluvia de estrellas. Todas querían cruzar el cielo de su cerebro, pero era imposible prestar atención a todas y tuvo que elegir sólo a una, a la primera que pilló, la que parecía más brillante y llamativa, la que parecía ser más urgente, importante, necesaria y estúpida.
-¿Por qué confiarme esto?
Cuando subió a la cama de un salto, el italiano dio un breve respingo, más por temer que pisara su dolorido cuerpo que por cualquier otra cosa. Seguía sin ser capaz de pensar demasiado, de asimilar algo tan complejo como aquello. De haber creído en la magia, hubiese pensado que se trataba de eso, de un truco o de una ilusión. Pero el peso era real, la larga y viscosa lengua rozando su cara también, y aquella mirada profunda... era Nolan. Aún estaba aturdido por la noticia, el descubrimiento, el pellizco. Intentó mover la mano para tocar el pelaje del can, pero éste saltó de nuevo al suelo antes de poder hacerlo, seguramente sin si quiera darse cuenta del leve movimiento de sus dedos.
Aquello era, sí... ¿pero qué era? ¿Un hombre perro? De no dolerle hasta el alma, se hubiese rascado la cabeza pensativo, pero no lo hizo. Sus orbes seguían fijas en el ahora desnudo humano, mientras su abatido cerebro intentaba procesar el exceso de información sobrenatural.
-¿Qué... qué eres? A parte de un perro, quiero decir. ¿Tiene nombre eso que haces?
No tenía ni idea de cómo plantear sus dudas, sus curiosidades. Un millar de ideas aparecieron de pronto en su mente, como una lluvia de estrellas. Todas querían cruzar el cielo de su cerebro, pero era imposible prestar atención a todas y tuvo que elegir sólo a una, a la primera que pilló, la que parecía más brillante y llamativa, la que parecía ser más urgente, importante, necesaria y estúpida.
-¿Por qué confiarme esto?
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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