Ojos Insidiosos {Mina & Noach Zwaan} Flashback

por **Pascale Osmont d'Amilly** Lun Oct 20, 2014 2:03 pm

¿Recuerdas, Liene? ¿Esos años en que eras la dulce y tierna esposa que ahora ya no eres? Pues haz memoria. Bastien fue el primero en tu ataúd de pasión. Pobre; no sabía lo que le esperaba. Y tampoco lo sabían... ellos.

La plata fina estaba sobre la mesa; los asuntos que los convocaban, no tanto. Bastien había insisto en invitar a unos amigos suyos a la hora del té, aprovechando la tarde. Liene no estaba contenta con la idea, ni con ninguna otra que hiciera que su esposo pasara menos tiempo con ella, pero dentro de la obsesión que tenía para con él, también estaba el constante apremio complacerlo, o de otro modo buscaría que lo complaciera fuera de casa, y ella sabía lo que eso implicaba. Tener al hombre fuera del hogar nunca era señal de buen presagio, sino todo lo contrario. No permitiría que le pasara a ella lo mismo que a su madre. No… Liene mantendría a su hombre aunque tuviera que empeñar el alma en el intento.

Actuó como esposa de porcelana, mueble de lo más eficiente, con su vajilla fina puesta sobre la mesa en la terraza. No estaba sola con su hombre, sí, su hombre. Dos invitados la acompañaban a ella y a Bastien: Mina y Noach Zwann, dos hermanos que compartían la sangre con la misma fuerza y certeza con la que unificaban sus corazones en un lazo fraternal que se notaba a la legua. Liene, entre sobro y sorbo, los observaba atentamente sobre la taza de té. Reían lanzando bromas que solamente ellos entendían; una falta de educación no intencional de su parte, desde luego. La complicidad era algo que no se podía ocultar, porque no se tenía consciencia de ella, sino que fluía instantáneamente. Interesantes fraternas criaturas. Interesantes porque ella no conoció lazo familiar alguno. Sí conoció los besos de un amante forzado: su padre; y lo que se sentía tener a la peor de las enemigas en su propia casa: su madre. ¿El amor? Lo obtuvo de su primo Bastien, su marido.

No era la primera vez que Mina Zwann acudía al hogar de los recién casados; para desgracia de Liene, ella mantenía una estrecha amistad con su esposo, pero sí era la primera vez que traía a su hermano con ella. Que dos consanguíneos se compenetraran así no era lo extraño; lo inusual era ver que dos candidatos a un puesto en la realeza sobrepasaran esas tentadoras ambiciones y prefirieran tratarse como iguales.

Depositó la taza en su lugar con sumo cuidado, sonriendo como si nada a los presentes. Sí, era cierto que le producía curiosidad encontrarse con una escena tan dichosa entre dos, pero también, sin darse cuenta, le estaba dando ideas. Si Mina se la pasaba tan placenteramente con su hermano, ¿por qué tenía que venir ella a quitarle tiempo con su marido?

—Oh, os ruego que me disculpen por verlos indiscretamente. Es que la alegría que emana de ustedes dos alcanzaría para iluminar el jardín completo. Bastien tuvo una maravillosa idea al invitarlos. Esperamos tenerlos aquí más seguido y que no nos olviden —dio un toque a la mesilla del medio sutilmente con sus largos dedos, movimientos aprendidos de sus tutores para desenvolverse en la alta sociedad. Cosas inútiles para causas útiles.

Intervino en la escena por quien Liene no dormía, con ropas elegantes como las de un príncipe, pero de sonrisa amigable como la de un cachorro. Era imposible que con esa combinación no fuera el invitado predilecto de cualquier lugar, infaltable en las mesas de conversación. Y eso era lo que Liene temía.

—Lamento haberlos hecho esperar. Tenía que enviar unas importantes cartas al Rijksmuseum. Quieren seguir el modelo del Louvre para terminar el diseño de su museo. —saludó Bastien besando la mejilla de su mujer antes de tomar asiento a su lado. Observó complacido a los hermanos— Debo deciros que habéis tenido razón; aportar mis conocimientos para un museo nacional ha sido de tus mejores ideas, Mina. Debo felicitarte Noach, por no hacer de tu hermana un cordero sin voz. Si bien es cierto que los pensamientos que emanan de las mujeres son peligrosos y poco factibles, de vez en cuando una lumbrera aparece con algo que decir.

Liene no estaba a gusto; por cierto que no lo estaba, pero sonreía con aterradora naturalidad. Era mejor mantener sus ojos sobre su marido en situaciones incómodas para su persona que no verlo en absoluto. Era cuando no podía fiscalizarlo cuando su imaginación hacía brotar la paranoia en ella. Es que si se marchaba, ellos le quitarían más y más de Bastien. Y él le pertenecía. Su primo era la única persona que tenía. Liene se sentía incapaz de valerse por sí misma. Sin él… no tenía adónde ir.