El rumor de la brisa ( Privado)

por **Dirk Van Der Broken** Jue Nov 06, 2014 5:34 pm

"Lo malo cuando se finge bueno, es pésimo."

Sir Francis Bacon

El cambio de estación invitaba a usar, por fin, prendas de tonos mucho más claros, así como materiales mucho más finos que permitieran a los hombres vestir con un traje elegante, pero sin tener el temible problema de bañarse en sudor. Él odiaba a todos esos babosos hombres de su clase social que intentaban conservar siempre las buena formas, así estuviesen derramando parte de su sudor sobre la piel de las mujeres a las que intentaban agasajar al besar la superficie de sus manos. ¿ Dónde se consideraba eso algo digno de un seductor?.

Se rió, elevando sus carcajadas mientras seguía alejándose del grupo de personas con las que había asistido a la playa. Las mujeres habían insistido en que los caballeros le ofrecieran su compañía en horas tempranas, según ellas, no había nada mejor como tener a hombres tan varoniles como ellos, contando sus historias mientras ellas se ocultaban de los rayos del sol, mirando el mar. Todo hubiera sido realmente espectacular, sobre todo considerando el amor que él poseía por el mar y las mujeres ( y hombres) hermosos, pero aquellas doncellas eran apenas unas niñas que jugaban a ser mujeres atrevidas, acercándose a todos aquellos hombres que tenían numerosas historias a sus espaldas, momentos de escándalo en la sociedad y él no pensaba ser el bufón de nadie.

Por eso había ofrecido una sonrisa pícara a todo aquel grupo de personas que habían perdido todo interés por su parte, como siempre ocurría a pesar de todos sus intentos por alguna vez conservar sus ansias por conocer a alguien en su totalidad, lanzando una coqueta frase de “creo que necesito tomar un poco de aire, tanta belleza me deja sin respiración”. Algunos le habían creído y otros, los que ya sabían que su interés en alguien o algo duraba, como mucho, varias horas, sólo habían sonreído con cierta resignación. Todos sabían que era difícil atraparlo, ya fuera para una relación o una mera amistad, había llegado a tener instantes en los que apenas recordaba los nombres de las personas con las que había tratado durante años por negocios.

Sus dedos trabajaron en los botones de su chaqueta, quitándosela para remangarse las mangas de su camisa de algodón puro, una espectacular camisa que, a pesar de su costoso material, era lo suficientemente fina como para que el sol permitiera revelar el contorno de su cuerpo bajo aquella prenda. Aunque, al estar hecha a medida, sólo se podía ver el centímetro de más que le había dejado el costurero para permitirle una mejor movilidad. La piel de sus brazos agradeció el brillo del sol sobre ella, así como su cabello, un amasijo de mechones rubios siendo despeinados por la brisa que traía el olor del mar. Aguantando su chaqueta con tan solo dos de sus dedos, la levantó y se la apoyó en uno de sus hombros, usándolo como percha para no perder su prenda. Sus pies se deslizaban sobre la arena húmeda, permitiendo que no se llenase así de arena sus zapatos. Agradecía el haber traído unas botas altas sobre sus pantalones beige, no podría soportar aquellos granos pinchándole entre los dedos.

Se detuvo y miró el mar, quedándose inmóvil, ajeno a las personas que lo miraban por la mera curiosidad de verlo solo en medio de varios grupos, reuniones de otras personas que también habían venido a disfrutar del mar. ¿ Qué podría hacer para divertirse?

por **Patrice Lesauvage** Dom Nov 09, 2014 12:22 pm

Navegó entre el oleaje espeso de sus temores y culpabilidades, nado una y otra vez buscando respuestas aferrándose a los pocos recuerdos que aún conservaba, los que valían la pena evocar cuando la soledad acechaba maldita. No estaba del todo seguro si aquellas siluetas en los pasillos de su memoria seguían con vida aún, ingenuamente Bastian imaginaba que era así, sin embargo la rutina a últimos días le despertaba a bofetadas para que aterrizara en su actual realidad, vivir encerrado en aquellas cuatro paredes. No terminaba de comprender del todo la pomposa artificialidad que París destilaba en cada rincón de las empolvadas aceras, era algo simplemente insoportable aunado al comportamiento simulado de sus muchos transeúntes.

Por esta misma razón la playa se había convertido en su sitio predilecto, nadar por horas era una especie de ritual que le exoneraba de cada acto carnal al que cedía por un par de francos. Dejaba que el agua turquesa limpiara cada caricia y susurro que recibía por parte de aquellos desconocidos para poder continuar en su búsqueda. Nadaba siempre en un área donde casi no transitaba mucha gente, esa tarde había colocado su indumentaria a una distancia donde pudiera vigilarle, la camisa blanca y el pantaloncillo caqui con un par de botas negras era el único disfraz que le permitía moverse ampliamente por la capital cuando escapaba de sus singulares labores. Fuera de eso no tenía nada y tampoco estaba interesado en poseer algo más.

Sentía el fluir del agua, la forma en que rozaba su pálida piel, mantenía los ojos cerrados permitiéndose disfrutar de su libertad por un par de horas. Poco a poco las fuerzas le abandonaban y el braceo ligero se volvió un movimiento desanimado que poco le ayudaba por mantenerse a flote convirtiéndole en un bulto que ahora se hallaba a merced del suave vaivén de las olas. ¿Había ingerido alcohol previamente o tan solo dejaba de prestar pelea a esta situación que nunca había podido superar del todo? La figura del joven alarmó de inmediato a un par de mujeres que gritaron despavoridas para que alguien pudiera socorrerle. Bastían escuchaba apenas en la distancia los gritos, sus ojos débilmente percibían lo que sucedía a su alrededor, el rubio cenizo de sus cabellos era una plasta oscura que coronaba su testa.

En cuestión de segundos su mente le transporto nuevamente a su vieja Alemania, viajo hacia aquellas noches compartiendo sonrisas con André, todo estaba ahí otra vez. Los alaridos y maldiciones por parte de aquel monstruo que se encargó de hacer la niñez de Bastian un infierno. El fuego, la pérdida de su hermano menor y también aquella luz al final del túnel que le había rescatado por unos meses, aquel joven que había definido un rumbo nuevo para el berlinés, en su subconsciente aún existía una lucha imposible de ganar. Poco a poco las imágenes se difuminaban grises en los pasillos de sus memorias, nuevamente, escuchó un par de cuchicheos.

Confundido y adolorido percibió las miradas inquisidoras de aquellos extraños pues se hallaba tendido sobre la arena tratando de comprender lo que había sucedido durante este lapso, minutos atrás casi moría ahogado, trataba de incorporarse pero por más que lo intentaba las fuerzas le había abandonado momentáneamente, ninguno de ellos le parecía familiar, ninguno de esos rostros, algunos amables, otros incrédulos ante lo que observaban. Una sola cosa era cierta dentro de este artificio de amabilidad quizás Bastian no necesitaba ser salvado, quizás había hecho todo esto con la intención de terminar con todo de una vez y sin embargo estaba nuevamente ahí con una oportunidad de intentarlo otra vez.

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