AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lo que trae la brisa - Privado (Mark Bass)
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Lo que trae la brisa - Privado (Mark Bass)
Aun se sorprendía de su buena suerte, le habían dado sin problema una entrevista con uno de los encargados de contratar empleados para el museo. Aún no lograba salir de su asombro como, ella, que se caracterizaba por su timidez, se había animado a solicitar un cargo. Allí sentada ante el escritorio de ese hombre que la observaba con detenimiento y le realizaba preguntas sobre arte clásico, Eleonore, pedía fuerzas al cielo, pero en especial a sus amados, para que la pudieran contratar. No le resultó difícil responder a todas las preguntas. Porque en su antigua vida, allí en Italia, se había relacionado con grandes hombres de la cultura, ya que su esposo además de su trabajo en la iglesia, había sido un importante coleccionista de obras clásicas.
Recordó, las veladas en que él le explicaba las características que debía tener ciertas piezas para poder identificarlas como clásicas. Le permitía tenerla en sus manos, tocarlas, observarlas con detenimiento y así fue aprendiendo. Romeo deseaba que Eleonore amara el arte tanto como él, claro que la apoyaba en su pasión por la escritura, pero siempre le decía - “cariño… de los escritos no se puede vivir… tal vez… malamente un hombre… pero una mujer… Dios, sabes que amo lo que escribes, pero el ambiente de los libreros es solo para hombres”-, no le gustaba escucharlo decir aquello, pero era cierto. Además, como Romeo aseguraba, ella no debía preocuparse, porque él siempre le daría lo que necesitara. -“aprende sobre esto amor mio, y verás cómo un día te darás cuenta que el arte, más allá del goce espiritual, es un buen mercado, llegará el momento que todos desearan tener una pieza como ésta y entonces podrás vivir de lo que hemos estado coleccionando” - ella asentía con su cabeza, aunque en su mente lo único que tenía sentido para ella, era el tiempo que pasaban juntos.
Sonrió con tristeza recordando que todo aquello había quedado atrás, bajo una fría lapida, ¿Quién le devolvería a su amado? ¿Quién entendería su perdida? Inspiró con disimulo y se secó una lagrima cuando el caballero que la examinaba se levantó, para traer una pieza, que ella debería catalogar.
Media hora más tarde, se encontraba en uno de los jardines del Museo, le habían dicho que le darían la respuesta en unos días. Así que dedicó el resto de la mañana a caminar por entre los delicados jardines, recordando tiempos en que el sol brillaba con más fuerza. Se sentó en uno de los bancos, bajo una glorieta y allí se quedó, dejando que la brisa acariciara su rostro, imaginando que era el aliento de Romeo quien se acercaba a darle un beso, a decirle al oído, que la carta que había recibido del papado era mentira, que él no había muerto. Se mantuvo con la cabeza erguida, los hombros rectos al igual que la espalda, sus manos juntas como en oración, descansando en su regazo, intentando creer su propia fantasía.
Recordó, las veladas en que él le explicaba las características que debía tener ciertas piezas para poder identificarlas como clásicas. Le permitía tenerla en sus manos, tocarlas, observarlas con detenimiento y así fue aprendiendo. Romeo deseaba que Eleonore amara el arte tanto como él, claro que la apoyaba en su pasión por la escritura, pero siempre le decía - “cariño… de los escritos no se puede vivir… tal vez… malamente un hombre… pero una mujer… Dios, sabes que amo lo que escribes, pero el ambiente de los libreros es solo para hombres”-, no le gustaba escucharlo decir aquello, pero era cierto. Además, como Romeo aseguraba, ella no debía preocuparse, porque él siempre le daría lo que necesitara. -“aprende sobre esto amor mio, y verás cómo un día te darás cuenta que el arte, más allá del goce espiritual, es un buen mercado, llegará el momento que todos desearan tener una pieza como ésta y entonces podrás vivir de lo que hemos estado coleccionando” - ella asentía con su cabeza, aunque en su mente lo único que tenía sentido para ella, era el tiempo que pasaban juntos.
Sonrió con tristeza recordando que todo aquello había quedado atrás, bajo una fría lapida, ¿Quién le devolvería a su amado? ¿Quién entendería su perdida? Inspiró con disimulo y se secó una lagrima cuando el caballero que la examinaba se levantó, para traer una pieza, que ella debería catalogar.
Media hora más tarde, se encontraba en uno de los jardines del Museo, le habían dicho que le darían la respuesta en unos días. Así que dedicó el resto de la mañana a caminar por entre los delicados jardines, recordando tiempos en que el sol brillaba con más fuerza. Se sentó en uno de los bancos, bajo una glorieta y allí se quedó, dejando que la brisa acariciara su rostro, imaginando que era el aliento de Romeo quien se acercaba a darle un beso, a decirle al oído, que la carta que había recibido del papado era mentira, que él no había muerto. Se mantuvo con la cabeza erguida, los hombros rectos al igual que la espalda, sus manos juntas como en oración, descansando en su regazo, intentando creer su propia fantasía.
Última edición por Eleonore Di Brianza el Jue Ene 29, 2015 7:24 pm, editado 1 vez
Rocio Mounier- Humano Clase Media
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Lo que trae la brisa - Privado (Mark Bass)
Una mañana con un resplandor único sobre las tierras de París, Francia. Llena de inmensas calles que esconden secretos así como historias tan únicas e increíbles que la única manera de conocerlas es ser parte de ellas; Con un lento caminar de pronto aparece la silueta de un ente, abriéndose paso entre la gente, yendo hacia justamente la zona artística de la ciudad y específicamente El Museo, hogar de las exhibiciones más espectaculares no solo de la región sino inclusive del continente, nada se le compara a la sed por artes que tiene la tan aclamada ciudad del amor.
Con una indumentaria negra que consta de un traje de pantalón y saco con susodicha tonalidad; una camisa albina y una corbata azabache. En su cintura yace celosamente una espada que acaricia por el mango como si fuese un especie de mascota. Su rostro es serio, envuelto en el misterio de un ser cuya mirada negra se fija en el recinto donde yacen las más extraordinarias pinturas, escritos y esculturas de la región. Sus cabellos cortos y negros son resguardados por un sombrero que le cubre de los rayos solares, haciendo así que de pronto todo el ambiente parezca desolado y tétrico una vez que las corrientes eólicas empiezan a manifestarse más agresivas.
El ambiente parece maldito una vez que las nubes se interponen entre los halos del Astro Solar. La dirección de este hidalgo de pronto se desvía debido a que logra percibir algo, un algo que le hace sonreír ladino, como si pudiese oler ya sea el miedo, el terror, el sufrimiento o inclusive la curiosidad. No sabe bien a que o a dónde se dirige, simplemente sigue ese llamado por la oscuridad que lo lleva hacia el jardín del Museo, donde cómo sombra se postra entre los arboles y sus arbustos, siendo contrastado por las tinieblas que ahora desaparecen debido a que el Sol repentinamente desaparece de la escena al ser sustituido por gruesas nubes.
Su mirada se enfoca en una bella mujer; cabellos cortos, piel blanquecina... De ropa no vulgar, pero evidentemente no de alta costura. Pareciese perdida, inclusive desolada y con un gran sufrimiento interno. Por la mente de éste joven cruza un montón de pensamientos y sin embargo lo único que hace es dar un paso al frente, quedando a las espaldas de donde yace la musa, callado pero potencialmente vigilante a sus movimientos... Emitiendo una mirada tan profunda que no le sorprendería que llamara la atención de la distraída fémina. Anhela que sienta el llamado de las sombras, el llamado del Amo y Señor de los Inframundos, alguien que quizás puede darle lo que tanto añora, lo que tanto busca y que tan obviamente parece necesitar.
Si así lo desea ella, puede adentrarse al mundo del devorador de pecados, aquel colector de almas que se especializa en los deseos prohibidos y los hace realidad. El temido por Dios y temido por Satanás.
Mark Bass, El Mefistófeles.
Con una indumentaria negra que consta de un traje de pantalón y saco con susodicha tonalidad; una camisa albina y una corbata azabache. En su cintura yace celosamente una espada que acaricia por el mango como si fuese un especie de mascota. Su rostro es serio, envuelto en el misterio de un ser cuya mirada negra se fija en el recinto donde yacen las más extraordinarias pinturas, escritos y esculturas de la región. Sus cabellos cortos y negros son resguardados por un sombrero que le cubre de los rayos solares, haciendo así que de pronto todo el ambiente parezca desolado y tétrico una vez que las corrientes eólicas empiezan a manifestarse más agresivas.
El ambiente parece maldito una vez que las nubes se interponen entre los halos del Astro Solar. La dirección de este hidalgo de pronto se desvía debido a que logra percibir algo, un algo que le hace sonreír ladino, como si pudiese oler ya sea el miedo, el terror, el sufrimiento o inclusive la curiosidad. No sabe bien a que o a dónde se dirige, simplemente sigue ese llamado por la oscuridad que lo lleva hacia el jardín del Museo, donde cómo sombra se postra entre los arboles y sus arbustos, siendo contrastado por las tinieblas que ahora desaparecen debido a que el Sol repentinamente desaparece de la escena al ser sustituido por gruesas nubes.
Su mirada se enfoca en una bella mujer; cabellos cortos, piel blanquecina... De ropa no vulgar, pero evidentemente no de alta costura. Pareciese perdida, inclusive desolada y con un gran sufrimiento interno. Por la mente de éste joven cruza un montón de pensamientos y sin embargo lo único que hace es dar un paso al frente, quedando a las espaldas de donde yace la musa, callado pero potencialmente vigilante a sus movimientos... Emitiendo una mirada tan profunda que no le sorprendería que llamara la atención de la distraída fémina. Anhela que sienta el llamado de las sombras, el llamado del Amo y Señor de los Inframundos, alguien que quizás puede darle lo que tanto añora, lo que tanto busca y que tan obviamente parece necesitar.
Si así lo desea ella, puede adentrarse al mundo del devorador de pecados, aquel colector de almas que se especializa en los deseos prohibidos y los hace realidad. El temido por Dios y temido por Satanás.
Mark Bass, El Mefistófeles.
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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Re: Lo que trae la brisa - Privado (Mark Bass)
¿Que había alertado sus sentidos? No lo sabía, pero la sensación de no encontrarse sola, de ser observada la envolvió, aunque en verdad, no sintió miedo, era extraño, tal vez era su deseo enfermizo de volverlo a ver. Negó con la cabeza, la cual inclinó hacia adelante con abatimiento, - sola, ese es mi castigo… por haberte amado… más que a Dios… Daría mi alma por estar de vuelta contigo… tan solo un dia… - susurró. Las lágrimas surgieron lenta e inexorablemente, mientras su corazón se partía en pedazos.
Volvió a sentir , la caricia del viento, el aroma inconfundible de un perfume masculino, Levanto su cabeza, inspiró profundamente, intentando encontrar una explicación a esa coincidencia, - o es que me estaré volviendo loca – afirmó, sin emitir ni una palabra, pero para ella, aquel perfume era el mismo que Romeo usara. A pesar de estar en un lugar seguro, o al menos así lo creía, el sentimiento de ansiedad, de angustia, se apoderó de ella. Tal vez solo se trataba de la enorme añoranza que sentía hacia su vida pasada, o el cambio de tiempo que se estaba dando en ese momento, ya que las nubes comenzaban a encapotar el cielo. Suspiró con tristeza, parecía que todo se confabulaba para que la terrible sensación de soledad que la invadía, devorara completamente la luz que tanto la había caracterizado.
Unos pasos a su espalda la hicieron temblar, lentamente fue levantándose, para girarse y poder enfrentar lo que fuera que estuviera allí, muy dentro de su alma, rogara que se tratase del espíritu de su amado, que la venía a llevar a la tumba, - para que seguir viviendo, si tu no estas -, caviló con tristeza.
Volvió a sentir , la caricia del viento, el aroma inconfundible de un perfume masculino, Levanto su cabeza, inspiró profundamente, intentando encontrar una explicación a esa coincidencia, - o es que me estaré volviendo loca – afirmó, sin emitir ni una palabra, pero para ella, aquel perfume era el mismo que Romeo usara. A pesar de estar en un lugar seguro, o al menos así lo creía, el sentimiento de ansiedad, de angustia, se apoderó de ella. Tal vez solo se trataba de la enorme añoranza que sentía hacia su vida pasada, o el cambio de tiempo que se estaba dando en ese momento, ya que las nubes comenzaban a encapotar el cielo. Suspiró con tristeza, parecía que todo se confabulaba para que la terrible sensación de soledad que la invadía, devorara completamente la luz que tanto la había caracterizado.
Unos pasos a su espalda la hicieron temblar, lentamente fue levantándose, para girarse y poder enfrentar lo que fuera que estuviera allí, muy dentro de su alma, rogara que se tratase del espíritu de su amado, que la venía a llevar a la tumba, - para que seguir viviendo, si tu no estas -, caviló con tristeza.
Rocio Mounier- Humano Clase Media
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Lo que trae la brisa - Privado (Mark Bass)
Sus ojos se cruzaron con los de ella una vez que la doncella giró su cuerpo y entonces pasó. Su alma se adentró en los más oscuros rincones de aquella femenina que con alta tristeza y murmullos inútiles decidió encontrarse con el amo y señor del Placer. Un paso al frente dio, una sonrisa se dibujó y entonces ambos orbes ya no dejaron ni un segundo de analizar cada movimiento por parte de la damisela entristecida que lo hacía reír.
Lentamente, lleno de elegancia así como de soberbia. La proyección masiva de toda esa dureza, de esa fuerza que lo hacía ser respetado en el mundo bajo de las criaturas sobrenaturales y los actos poco probables para aquellos que cierran su mundo hacia lo desconocido y son cobardes para arrojarse a sus anhelos, a sus tentaciones y deseos, hacia las garras del Cazador Mark Bass.
-Buen día- exclamó cuando de manera hipnotizante intentó atraer a la mujer de cabellos cortos a él. Su voz era rasposa, profunda y con muchos modales. Fuerte, con carácter y sobre todo cuidadoso con cada acto, así es como se desenvuelve el famoso Mefistófeles, quien con singularidad simplemente rompió con todo el hielo y acortó la distancia entre ambos seres, quedando en poco frente a frente, a solo centímetros de ella.
-Usted no me conoce, yo no la conozco a usted... Pero créame, sé muy bien como hacer desaparecer ese dolor, esa tristeza y darle lo que más anhela... Mi nombre es Mark Bass y si así lo desea, será un placer hacer negocios con usted-
Esbozando al final de esto una sonrisa maquiavélica que enfatiza sus ojos dilatados que proclama entonces la aparición de algunas nubes que contrastan los rayos del sol, haciendo que un brote de aires bruscos aparezcan y de la nada todo el clima se tornase oscuro, desolado... Como una advertencia para la mujer que trata de ser tentada por el peor de los Demonios.
Lentamente, lleno de elegancia así como de soberbia. La proyección masiva de toda esa dureza, de esa fuerza que lo hacía ser respetado en el mundo bajo de las criaturas sobrenaturales y los actos poco probables para aquellos que cierran su mundo hacia lo desconocido y son cobardes para arrojarse a sus anhelos, a sus tentaciones y deseos, hacia las garras del Cazador Mark Bass.
-Buen día- exclamó cuando de manera hipnotizante intentó atraer a la mujer de cabellos cortos a él. Su voz era rasposa, profunda y con muchos modales. Fuerte, con carácter y sobre todo cuidadoso con cada acto, así es como se desenvuelve el famoso Mefistófeles, quien con singularidad simplemente rompió con todo el hielo y acortó la distancia entre ambos seres, quedando en poco frente a frente, a solo centímetros de ella.
-Usted no me conoce, yo no la conozco a usted... Pero créame, sé muy bien como hacer desaparecer ese dolor, esa tristeza y darle lo que más anhela... Mi nombre es Mark Bass y si así lo desea, será un placer hacer negocios con usted-
Esbozando al final de esto una sonrisa maquiavélica que enfatiza sus ojos dilatados que proclama entonces la aparición de algunas nubes que contrastan los rayos del sol, haciendo que un brote de aires bruscos aparezcan y de la nada todo el clima se tornase oscuro, desolado... Como una advertencia para la mujer que trata de ser tentada por el peor de los Demonios.
Mark Bass- Cazador Clase Alta
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