AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Never too late {Privado}
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Never too late {Privado}
"Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida."
Las horas dentro del carruaje sólo conseguían impacientarla más, el golpeteo conciso de sus dedos contra la tallada madera de la ventanilla a su costado resonaban de manera muy evidente conforme se acercaban a un camino que — a pesar de los años — aún recordaba a la perfección, lo cual se reflejaba claramente en el brillo de emoción que sus orbes adquirieron.
— ¿Cómo estará todo?.. Espero que bien.— comentó con una pizca de nerviosismo, desviando sus ojos hasta su más cercana empleada, la cual buscando calmar a la joven le dedicó la sonrisa más amplia que pudo.
— Todo ha de estar perfecto, señorita, no debe preocuparse.— adjuntó a sus palabras unas cálidas caricias sobre las manos de la condesa, mismo que ella recibió con gusto.
Su mirada nuevamente se hallaba perdida hacía la nada, más allá del sol que lentamente comenzaba a ocultarse, rompiendo finalmente el atardecer, acompañado de los llamativos tonos rojizos sobre las pocas nubes que cubría el alto cielo.
— Llegaremos en breve, será mejor que se alisten.— anunció el cochero con voz ronca, pero hasta en ese tono era palpable sus ansias de arribar, ya que su familia también aguardaba por su regreso en tierras Rusas.
Fue la risa emocionada de Astrid la que delató que se encontraban en casa. Sus ojos observaban el castillo que había sido su hogar, mientras sus palmas se golpeaban entre si llenas de júbilo. Seis años fuera, alejada de su gente. Seis años en los que había aprendido todas las responsabilidades que su titulo conllevaba. Seis años que la serían devueltos esta misma noche.
El coche se detuvo frente al largo pasillo que terminaba en la amplia puerta principal del castillo.
Cómo es debido bajaron los empleados primero y salieron los trabajadores de la residencia; Todos listos para recibir a la joven, quien sosteniéndose de la mano del mayordomo de la familia, descendió del carruaje dando una mirada a su alrededor, detallando cada rostro que le observaba impaciente.
— Sea bienvenida, Condesa, estábamos esperándola hace horas.— saludó la ama de llaves con una cortés reverencia.
— Lamentablemente tuvimos un inconveniente y nos retrasó. Pero me alegra enormemente haber llegado al fin.— respondió Astrid con voz casi cantarina. realizando un gesto para que todos regresaran adentro.
Por su parte se detuvo en medio del camino y volteó a observar el bosque a sus espaldas, recordando lo que habían sido sus años más valiosos en aquel lugar.
El viento soplaba con apacible quietud, apenas levantando la capa que cubría el cuerpo de la joven, quien se mostraba tan a gusto al aire libre, con sus ojos prendidos de la luna nueva que se alzaba imponente y hermosa sobre ella.
Todo seguía igual, el lugar era perfecta, acogedor, sabía que era donde debía estar... Aunque había algo que comenzaba a faltarle, y en medio de un escalofrío que recorrió su espalda baja buscó entre la obscuridad, sin saber realmente qué, aunque sabía muy dentro de ella a quien deseaba ver.
Última edición por Astrid L. Bogdánova el Sáb Nov 22, 2014 8:58 pm, editado 1 vez
Astrid L. Bogdánova- Realeza Rusa
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Never too late {Privado}
Había tenido que regresar a Rusia nada más ni nada menos que por asuntos reales, de título. Así habían sido sus últimos meses, de Rusia a Francia, y de Francia a Rusia. Estos tiempos se convertirían en unos muy ajetreados y, sin embargo, buscaba no perder el escaso tiempo libre que le restaba. Innumerables veces habría escapado de su residencia para adentrarse en la lejanía misma de su territorio, y los motivos usualmente se movían dentro de un fin desinteresado o, en ocasiones, necesario, pues era vital para este alimentarse de alguna forma u otra.
Lo que sí a veces podría resultarle ridículo eran sus atuendos llegando la hora de cazar. Vestido por los mejores sastres de Rusia, portando siempre trajes elaborados con las telas más finas, inmensamente costosos, para que luego estos mismos terminaran con alguna rotura luego de su “expedición” por los bosques. Esa noche no haría diferencia con las anteriores o con las que vendría después. Dimitry no era de aquellas criaturas que consideraban lógico el denigrar o exterminar por completo a sus víctimas, sino que se bastaba mínimamente de dos personas para saciarse, sin acabar con sus vidas por completo. Debía ir en busca de suministros, beber aquel carmesí de algún desafortunado, mantener toda discreción al conseguirlo, y una vez hecho, quizás caminar por entre la arboleda, en compañía del manto nocturno, de la agraciada soledad que su condición tan bien le obsequiaba.
Pasadas las primeras horas desde la madrugada, dio comienzo a su regreso, pues había dado por finalizada la poca libertad que el vampirismo le permitía, siendo que él era una de las personas más custodiadas simplemente por pertenecer a la nobleza, y por ello mismo no dudaba en utilizar su persuasión con sus sirvientes y custodios. Era su única salida viable.
No tardaría más de unos segundos para encontrarse casi de frente con la mansión, y al parecer con un carruaje en la entrada. Frunció el ceño al ver quien descendía de este, y entonces pronunció su nombre en un susurro. Le sorprendía verla nuevamente en su hogar, de modo que aunque ella no lo supiera, no le habría perdido el rastro del todo, sino que mensualmente consultaba por ella a través de cartas. Era quien más guardaba su aprecio, una con las que más gustaba relacionarse. Ambos poseían sus respectivos cambios. Ella había embellecido tanto, y él en semejante monstruo se había convertido.
Desde las sombras de la entrada del bosque observaba. ¿Debía realmente acercarse?
Última edición por Dimitry E. Bogdánov el Jue Dic 18, 2014 12:03 am, editado 3 veces
Dimitry E. Bogdánov- Vampiro/Realeza
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Localización : París, Francia
Re: Never too late {Privado}
"Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo."
El sentimiento de paz que fue producido en su interior al momento de arribar, había sido inimaginable, pero se había desvanecido tan rápido como apareció.
Sus ojos aún yacían perdidos en el cielo, y su cuerpo simulaba estar clavado al suelo, se encontraba ensimismada en sus pensamientos, recuerdos antiguos que llegaban sin avisar, sólo por el echo de encontrarse de vuelta en su hogar.
No supo si eran sus ganas de verlo, que en cuanto su consciencia regresó a ella, y le hizo desviar su vista hasta un obscuro lugar, oculto entre los árboles había divisado a su primo.
Sólo consiguió avanzar dos pasos hacía el lugar, cuando una voz femenina hizo que -debido a su distracción - se sobresaltara evidentemente.
— ¿Se encuentra bien, señorita? — consultó el ama de llaves, tomando lugar junto a ella, intentando saber que era lo que retrasaba su entrada al palacio.
— Sí... Sí, todo está muy bien.— contestó titubeante, aún observando al frente, y no a ella.
— Me gustaría ver a Dimitry, ¿se encuentra en la residencia o sigue de viaje? — buscó saber, llevando finalmente sus ojos a la mujer que ahora le dedicaba una sonrisa leve.
— El señor se encuentra en Rusia, alojando aquí en la mansión. Pero lamento informarle que desconocemos su actual paradero, ya que acostumbra a salir por las noches, y pide estrictamente no ser resguardado por nadie.— comentó la mujer con tono algo preocupado, aunque el rostro de Astrid se iluminó al saber que se encontraba tan cerca de él.
— Comprendo... Bien, ¿te parece que entres y te encargues de organizar mi habitación? Yo iré en unos minutos.— le aseguró con el tono más suave que pudo, aunque en el se albergó una mentira. No estaba dispuesta a encerrarse ahí tan pronto.
En cuanto la mujer asintió retirándose a paso acelerado adentro, fue el momento que la joven aprovechó para "escapar" al bosque. Aunque cuando sus ojos regresaron al lugar de antes, la silueta masculina se había esfumado, y fue entonces en que supo que su mente le estaba jugando un truco, o al menos eso parecía.
Sus pasos al fin la adentraron en el frondoso bosque, haciendo que se olvidara en cierta parte de su etiqueta, mientras dejaba su capa y zapatos colgando de una de las ramas cercanas, avanzando así descalza sobre el césped, y con su cabello libre a danzar con la brisa.
Sólo unos minutos bastaron para que su visión se viera afectada producto de la diminuta luminosidad, aunque eso no presentaba un problema para ella, se sentía tan a gusto en ese sitio que sólo se detuvo, observando hacia las copas de los árboles hasta que un casi inaudible ruido le hizo voltear.
— ¿Elijah? — susurró con duda y entusiasmo a la vez, bajo aquel nombre que sólo ella acostumbraba a usar con él. Eran tan evidentes sus deseos por verlo, que ahora cualquier cosa le hacía pensarlo cerca.
Su mirada bajó al suelo mientras sonría para si misma, asumiendo que tendría que esperar hasta el amanecer para reencontrarse con él, por lo que aún con desgano, se dispuso a retomar el camino de vuelta. Al parecer no tenía nada más que hacer ahí por esa noche.
Última edición por Astrid L. Bogdánova el Sáb Nov 29, 2014 3:42 pm, editado 1 vez
Astrid L. Bogdánova- Realeza Rusa
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Re: Never too late {Privado}
Dubitativo se mostraba al ver como la joven hacia él observaba. Por un instante se había preguntado acerca de que tan clara se veía su figuro camuflada por los gruesos troncos, desconfiando en que la dominante oscuridad supiera hacer su trabajo, más confirmó su teoría como errónea viendo como regresaba hasta el ama de llaves en busca de una segunda opinión. Acechaba desde la negrura más prominente a las dos damas, observándolas conversar mientras sus miradas, afortunadamente desconcertadas, se dirigían hasta el bosque. Desde su precavida distancia, intentó averiguar más de lo que ahora era su prima. Los cambios se hacían bastante notorios, por supuesto, para cuando entonces se habían visto por última vez. Sus rasgos habían madurado con suficiencia, dejando de ser la niña con quien tenía sus infantes aventuras cuando pequeño. Manteniendo su tono níveo, Astrid seguía siendo -no obstante- aquella muñequita de porcelana de antaño, sosteniendo la dulzura e inocencia en los que se proclamaban sus luceros; más su cuerpo ferviente podría alardear su cambio. Ya entonces las miradas ajenas hacia ella tranquilamente podían cambiar de intención, y de alguna manera Dimitry renegaba con esa idea.
De pronto el ama de llaves haría su retirada, y ella descalzándose comenzaría a acercarse, sin saber que en verdad no era una ilusión lo que había visto. Buscaría cerciorarse de mantener los metros correctos de distancia moviéndose de inmediato hacia una nueva lejanía. ¿Por qué escapaba de su encuentro?¿Qué es lo que diría de su espectral apariencia luego de todo este tiempo? Inevitable era imaginar múltiples reacciones despreciables, acongojadas o temerosas. Fue entonces cuando la escuchó pronunciar su nombre. O al menos el segundo. El ansia cada vez lo envolvía más y más.
Como si se tratara de un juego, volvió a desplazarse grácilmente en dirección contraria a sus pasos, buscando el mayor silencio posible para no delatarse. Sólo una vez teniendo como vista frontal su espalda, comenzaría a acercarse a ella. Algunas actitudes jamás cambiarían, y esta era una prueba.
Le había llamado la atención su inquietud por verlo. ¿Por qué no mostrar la misma con el resto? Quizás aquello mismo lo había impulsado a acercarse de una vez. Después de todo, tampoco podría ocultarse durante toda su estadía, ni tampoco quería hacerlo. ¿Cómo era su vida ahora? ¿Por qué nunca le había escrito desde su partida? Fuera cual fuera su razón, como niño embebido en sus caprichos le reclamaría, pero como el hombre solitario que se había vuelto, inconscientemente le estaría reclamando compañía. Una de las pocas que supo apreciar. Ni los años lograban disuadir la complicidad que ambos compartían.
Aproximándose lo necesario por detrás, pocos centímetros eran ahora los cuales los separaba. En su boca se habría trazado una sonrisa triunfante, y entonces se inclinó para susurrarle al oído.
—Pero miren quién se dignó a regresar.
Dimitry E. Bogdánov- Vampiro/Realeza
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Re: Never too late {Privado}
"La vida es un cúmulo de experiencias que hacen que llegues a lo que finalmente buscabas."
Melancólico fue el suspiro que se hizo espacio para escapar de los rosados labios de Astrid. El echo de venir con tantas expectativas para lo que sería su regreso comenzaban a afectarle, más cuando veía que las cosas — le gustara o no — habían cambiado los años que estuvo fuera. Ya no podría pasar el tiempo con su primo como lo hacía en el pasado, no sin antes tener una previo aviso. Todo eso le parecía totalmente absurdo, y terminaba haciéndola sentir frustrada, y ligeramente arrepentida del puesto que ahora la consagraba, mismo que la había alejado de todo.
Emprendió un lento y resignado regreso al palacio, sin siquiera tomarse el tiempo de buscar sus zapatos, ya podría volver a la mañana siguiente por sus pertenencias. Definitivamente seguía un tanto descuidada con ese tipo de "reglas".
A penas unos pasos alcanzó a dar, antes de que un nuevo escalofrío le recorriera la columna, y por un segundo se sintió observada, lo cual le habría echo sentir un tanto paranoica de no ser por la voz gruesa que escuchó tras de su oído.
— ¡Dios!.. — exclamó llevándose una mano hasta su pecho, sintiendo el salto que dio más claramente su corazón, que su propio cuerpo.
Tomó una gran bocanada de aire buscando calmar el susto, para tranquilamente comenzar a voltearse y recibir atónita a la figura masculina.
— Eres tú...— sonrió inevitablemente, usando una de sus manos para remover los mechones de cabello que obstaculizaban su visión.
— ¡Lo sabía!— sin pensarlo dos veces se lanzó a rodear su cuello con ambos brazos, aferrándose a él con una fuerza que sólo dejaba en evidencia la emoción que le producía volver a verlo.
No fue capaz de soltarle tan pronto, y tampoco sentía las ganas de hacerlo, mucho menos cuando la emoción le hizo difusa su vista, haciéndola derramar un par de lagrimas. Nunca se había dado cuenta de la falta que le hizo todos esos años, hasta esta noche.
— No sabes como te extrañé, Dimitry... Y lo lamento enormemente.— susurró con el arrepentimiento a flor de piel, y sus disculpas iban dirigidas a él, por la fría despedida que le dio. Aquella sencilla carta, carente de todo sentimiento.
La cabeza de la joven descansó en el hombro ajeno, sosegándose lentamente con su aroma, y no pudo evitar alzar la mirada de costado a su rostro, percatándose de la diferencias que tenía. Sus facciones mucho más marcadas y definidas, acompañadas por un blanquecino pero perfecto tono de piel. Ya no era ni la mitad del joven que su memoria aún guardaba, y era obvio, los años lo había transformado en todo un hombre.
Finalmente se dignó a liberar su cuello, aunque no disminuyó la distancia con él, como si temiera que su imagen fuera sólo algo producido por su soñadora cabeza.
— ¿Cómo has estado? — buscó saber inmediatamente, esperando buenas noticias por su parte. Estaba ansiosa por saber que había sido de su primo, de su nueva vida.
Se contuvo de hacer más preguntas, y sólo le quedó observando con atención. Aunque en un gesto muy propio de ella, acercó su palma a descansar a la mejilla de él, percatándose recién en ese momento de la frialdad de su piel. Pero por alguna razón, se guardó sus dudas... Ya tendría bastante tiempo para hacer más preguntas, ya que no planeaba dejarlo en paz tan rápidamente.
Astrid L. Bogdánova- Realeza Rusa
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Never too late {Privado}
Desde la última vez que Dimitry disfrutó las caricias que el sol podía emanarle, habría cambiado por completo. Ahora aquel astro no era más que un despiadado con sus rayos, mismos que en la actualidad no eran más que látigos lacerantes sobre su piel. Aunque siempre se esforzaba en mantener esa visión empirista, lo cierto es que más huraño se había vuelto hasta en sus horas nocturnas, mientras que en el día claro permanecía encerrado. ¿De qué otra manera podía disfrutar sus dones si solitario se encontraba? Sabía que tarde o temprano los burdos placeres le aburrirían. Y la caza, la caza no era algo que le divirtiera o llenara más que por necesidad. Era absurdo.
Su prima le era, sin embargo, un recordatorio de lo que aún debía conservar como esencia, y si había alguien con quien podía tratar de mostrarse menos austero, era con ella. Por mucho que le costara, pues sus memorias no se le habían escapado por completo de las manos. Y su reacción... ¡Seguía siendo ella! La dama portadora de pureza jovial y auténtica, tan espontánea en su querer. La única persona que había conocido capaz de descubrir sus emociones sin temor alguno. Aquel abrazo se había sentido tan abrumador. ¿Desde hace cuánto no sentía esa clase de gestos? Muchísimo tiempo. Toda tipo de gesto afectuoso se le había vuelto tan chocante, siendo él ahora más frío que antes, aún con su toque de comicidad en ocasiones perdidas, le era extraño sentirla nuevamente en sus brazos. Abrió los ojos un tanto desconcertado, pasando unos segundos antes de que este correspondiera; como si no recordara como era el abrazar a alguien. Había echado de menos hasta su aroma natural, sin necesidad de perfume alguno, aquel que ahora perfectamente podía percibir con mayor agudeza, ¡y era tan embriagador! Sí, era demasiado embriagador, aún para ser su prima. Y quizás, no fuera buena señal.
—Sí… Soy yo —dijo, como si volviera a aclarar su sorpresa. Oía ahora aquella tesitura de su voz vuelta en lágrimas. El asunto lo hacía sentirse de alguna manera cual bastardo, por no portarse como debiese, y no pudo evitar sentirse incómodo. Automáticamente alzó su diestra, acariciando sus cabellos, mientras la otra sostenía su cintura —. Tranquila, tranquila... Años han pasado, y no he de encontrar ninguna clase de resentimiento en mis palabras si no son en juego, por lo que debes despreocúpate. Pues lo único que siento es regocijo al volver a verte, querida prima.
Al ver como ella volvía a alejarse no pudo evitar sentirse algo aliviado. Era contradictorio, puesto que así como incómodo podía sentirse en su cercanía, era la misma la que ahora buscaba tener de ella. ¿Y qué debía de decirle ahora? ¿Qué no era más que un cadáver en vida? Ella era inocente, tan dulce y risueña criatura. De las pocas que aún no se habrían echado a perder. De seguro se espantaría, y corría el riesgo de alejar la poca paz que ella siempre supo darle.
Inconsciente suspiró al sentir su cálida mano sobre su mejilla.
—¿Además de intentar ayudar a intervenir en los tratados internacionales? —respondió, buscando la manera de hacerlo sonar aburrido. Dimitry aún temía que su apariencia pudiera delatarle más. ¿Qué diría de la escala iluminación que había ordenado para la mansión cuando entrara? —. Creo que todo se me ha vuelto un poco monótono, pero espero que tu suerte haya sido distinta en tus viajes. Tienes mucho que contarme. Y debería saber, joven Astrid, que no le dejaré escapar —agregó a lo último con voz más aterciopelada, con una sonrisa ladina implícita.
Su mirada prontamente bajó, observando sus descalzos pies, terminando por marcar más esa sonrisa, llevando sus dedos a sostener su mentón, mirándole como si fuera con curiosidad. Por supuesto, no obstante aprovecharía cualquier momento para molestarla. Y el usar su formalidad a la hora de hablar, era una bastante efectiva.
—No ha cambiado nada. ¿Es que no le dieron clase de etiqueta, Condesa?
Dimitry E. Bogdánov- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 23/09/2014
Edad : 254
Localización : París, Francia
Re: Never too late {Privado}
"Algunas cosas del pasado desaparecieron pero otras abren una brecha al futuro y son las que quiero rescatar."
Cada cenímetro de su rostro le hacía pensar que llevaba más años de los recordaba fuera de sus tierras nativas. Su primo había tenido un cambio abrumador, y difícil de pasar por alto, siendo aún mas complicado cuando la pérdida de aquel ángel que poseía se esfumara de sus ojos. Su mirada era sombría, absolutamente seria. La caricia de sus palabras para con ella, era evidente, mas ni siquiera eso servía para engañar a la joven que ya había comenzado a especular mil ideas, aunque no llegaría a ninguna conclusión sin antes avergiguar como era debido, y tenía claro que cualquier duda debía consultarle a él en primera instancia.
La cortesía era sin dudas algo que jamás perdería, aún con temas realmente aburridos como lo eran los viajes guiados por los cargos que les había impuesto a cada uno. Inclusive en esos casos, Astrid hubiera sido capaz de sentarse a escucharle por horas, y todo gracias al echo de tenerlo de vuelta en su vida. Y así como el mismo Dimitry le había mencionado; Ella tampoco lo dejaría escapar.
Le dedicó la más cálida de sus sonrisas, mientras su diestra se deslizaba desde la piel de su mejilla hasta el centro de su pecho, desconociéndo los misterios que se guardaban ahora en su corazón.
— No tengo pensado irme a ninguna parte, Dimitry, estoy en casa.— citó cada palabra con dulzura, dejando que la sensación de paz le recorriera por completo. Nunca podría sentirse más a gusto que ahí, en su hogar junto a él.
Sus labios terminaron fruncidos cuando intentó contener una particular risa, que paulatinamente consiguió salir sin autorización luego del formal comentario con respecto a su calzado.
— Me dieron más clases de las necesarias, te lo aseguro.. ¿puedes culparme de perseguir un poco de libertad ahora? — consultó juguetonamente. Él era a la única persona que conseguía tutear sin sentirse irrespetuosa, ya que si comenzaba a utilizar el vocabulario "adecuado", sentía que perdería esa chispa de confianza viva entre ambos. Y eso sería lo último que aprobaría.
Observó a su alrededor con sigilo, y se aseguró de atrapar una de las frías manos ajenas entre la suya antes de comenzar a caminar al bosque. El silencio reinó por unos minutos, hasta que escogió un lugar desde el cual ya no fueran divisados por los empleados, y se detuvo para voltearse hasta él. Su semblante se mantenía intachable, ni una pizca de emoción en él, cosa que le hacía preguntarse si realmente su arrivo al lugar le hubiera alegrado tanto como mencionó anteriormente.
— En realidad no hay mucho que deba contarte, me refiero a cosas interesantes ya que después de todo, nuestro desempeño no es diferente. Pero sí conocí lugares hermosos, y culturas realmente impresionantes.— le comentó, agitando sus manos con emoción al recordar los viajes que había realizado.
— Francia... La ciudad de París, es absolutamente preciosa.— murmuró al ubicarse nuevamente frente a él, sostiendo su mirada con profundidad.
— Tenemos que ir.— aquello sonaría casi como una invitación, pero Astrid sólo estaba asegurándose de no conseguir un "no" por respuesta.
Si sus deseos de recuperar el tiempo perdido eran tan grandes, podrían hacerlo en cualquier sitio. Ya habían transcurrido los años suficientes para que Dimitry descansara de su inagotable energía, ahora debía retomar el ritmo y volver a disfrutar de la compañia.
Astrid L. Bogdánova- Realeza Rusa
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Never too late {Privado}
Tal vez, tal vez era que se sentía inútil frente a ella. Quien tenía ahora delante de seguro se estaría pregunta el porqué de sus toscas reacciones. Un adusto ser en comparación de lo que había sido antes. Años atrás, era la clase de persona que no dejaba de moverse de un lado al otro, metiéndose en problemas, quien gustaba de relatar mil y una historia absurda con tal de contentar al resto. Ahora no era más que otro insulso títere de una rutina abrumadora. Era un encierro diario con el cual aún no lograba -ni lograría- congeniar del todo, era un cierro que lo terminaba por volver más misántropo. Se había echado a perder casi por completo. Pero todavía perduraba el deseo de mantener algún vestigio de calidez vivo. Al menos mantenerlo de su lado a la hora de enfrentarse con sus seres más allegados, quienes por supuesto no debían conocer su condición. Esta vez era el turno con Astrid.
Buscó la mirada de la pelirroja en cuanto su mano se posó en su pecho. Ah, si tan sólo el consultar la mente ajena para decodificar cada una de sus interrogantes fuera una de sus facultades, estaría más calmado. Cada expresión, cada una de sus sonrisas lograba iluminarle por completo; le transmitía la paz que él necesitaba a veces. Pero si se debía comparar ambos lados de la moneda, sabía que aquello sólo le dificultaba las cosas. Era la doncella más positiva y carismática que había conocido, y por lo tanto era prácticamente imposible saber cuando las cosas iban mal. Más cuando se trataba de alguien que buscaría ocultar las cosas por no preocupar al otro.
Le escuchaba atenta, manteniendo casi siempre un mirar inocuo. En ese momento se encontraba tan absorto con sus propios demonios, que se limitó a volverle una sonrisa, un poco forzaba, como si poco entendiera el chiste. Confiaba en sus habilidades para disimular las cosas, casi tanto como su prima a veces lo hacía.
Inconsciente le habría empezado a seguir el paso, y fue entonces cuando se volvió para sí.
—La Ville Lumière… —sacó a relucir su acento francés —Deberías saber, prima, que siempre estuve al tanto de tus andanzas, aunque te habrás dado cuenta que jamás me entrometí en ellas.
Se había estado refiriendo a las cartas que el conde solicitaba cada cierto tiempo con la intención de recibir noticias frescas de la joven. En cuanto a sus travesías en París, por lo que él tenía entendido nunca se dio la posibilidad de un encuentro. Y en todo caso, no era algo que quisiera que hubiese sucedido tampoco. Sin duda alguna, la noche elegida esta vez no le era más que un desafío.
—¿Sorprendida? —continuó—. He visitado muchísimo París. De hecho los destinos de mi viaje se han frecuentado mucho en Francia. Por lo que sí, puedo afirmar la belleza que es su nación. Y sería bueno volver allí contigo si los tiempos se nos permiten.
Jamás había podido dejar pasar por alto aquel mirar inocente, pícaro, jovial. Era como embriagarse en su idílico brío diario. Debería preguntarse cuánto iba a durarle aquella paz antes de que se viera ofuscada por la realidad. Pero nunca conseguía el tiempo para hacerlo. A veces, era como si quisiera considerarse ingenuo.
Miro en derredor de ella y luego buscó su mirada.
—Pequeña… ¿A dónde es que me llevas?
Dimitry E. Bogdánov- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 23/09/2014
Edad : 254
Localización : París, Francia
Re: Never too late {Privado}
"Guarda algunos recuerdos de tu pasado, de lo contrario...
¿Cómo demostrarás alguna vez que no fue todo un sueño?"
¿Cómo demostrarás alguna vez que no fue todo un sueño?"
Sin que se lo propusiera, en su cabeza comenzaron a brotar una pregunta tras otra. Buscaba saber que estaba ocurriendo con su primo, él era su cómplice, siempre lo había sido y ahora, era como si estuviera frente a alguien completamente diferente. Quien incluso la observaba hasta de manera que le hacia sentir realmente incómoda por segundos.
No aprobaba que toda la felicidad de volver a reunirse con él se viera destruida por el semblante ajeno, no pensaba darse por vencida y dejar que aquel sentimiento de tristeza comenzara a embargarla. Era inevitable tratar de pasar por alto lo obvio, Astrid sabía que algo andaba "mal" con Dimitry; Su forma de actuar, de hablar e incluso las reacciones de él, cuando recibía el contacto de la joven, había cambiado. Sus ojos, era apropiado decir que éstos le decían lo amenazada que debía sentirse, aunque paralelamente le invitaban a perderse en ellos. Absolutamente letales.
Afortunadamente ni todo eso bastaba para intimidar a la Condesa. Realizó un pulcro movimiento para quedar frente a él, mientras su cabeza se alzaba para equiparar la diferencia de altura.
— Dimitry, ¿confías en mí, verdad? — inició con una duda, que claramente esperaba que fuera respondida con una afirmación. Aunque muy en el fondo de su corazón temía por la respuesta real.
— Sabes que puedes contarme cualquier lo que sea, y ahora estaría aliviada de saber que te ocurre.— expuso sus palabras con firmeza, cuidando que su voz no fallara y la hiciera titubear.
En poco segundos fue testigo como el semblante ajeno cambió. ¿Sorpresa? ¿molestia? ¿o ambas? Astrid no podía estar segura de que expresión tenía su rostro con exactitud. Quizás había sido imprudente al decir todo eso, tal vez sólo era su imaginación, o era el antiguo recuerdo que aún conservaba, pero, ella también había madurado y eso no la había transformado en alguien fría, ni tan distinta.
Tenía sus razones para pensar de esa modo, y no tardaría en exponer sus puntos de vista.
— Has cambiado, y sé que yo también, pero es algo más externo. Mi forma de ser contigo no ha cambiado en lo absoluto.— la joven estaba segura de seguir tratándole con el mismo afecto de siempre, mientras él sólo buscaba apartarse.
— No quiero escuchar que son sólo ideas mías, no necesito que me niegues lo que está claro, Dimitry. Quiero la verdad, ¿qué ocurre contigo? — le preguntó, para luego permitir que su voz se disolviera, dando paso al sonido del viento que soplaba las ramas sobre ellos.
La espera la angustiaba, el silencio ajeno era una especie de espina que no dejaba de incomodarle, pero por alguna razón no dejaría que él se diera cuenta, y se mantenía firme, sosteniendo aquella indescifrable mirada.
Astrid no sabía que esperar, aunque, fuera cual fuera su respuesta, añoraba que de su boca sólo expulsara sinceridad.
Suspiró con frustración, y tuvo que ponerse en movimiento nuevamente, estrechando el cuerpo ajeno desde su cuello. No le importaba si él correspondía aquel abrazo, era ella quien sentía la necesidad de tenerlo en sus brazos, como si la sensación de verlo desaparecer le fuera insoportable.
Finalmente la calma regresó a ella, fue lo suficiente para que optara por descansar el rostro entre su cuello y esperó escuchar la contraparte.
Astrid L. Bogdánova- Realeza Rusa
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Never too late {Privado}
Entonces él creía confiar en su convicción de fantasía. Nuevamente, iluso, estúpido conde; era a quien se lo podía considerar elocuente en su habla, pero cuando se trataba de alguien cercano, como podía ser ahora ella, su discurso se asemejaba al de un infante. Y todavía así, aún si su falsa coartada hubiese funcionado, se viera por donde se viera, sus venturanzas tenían fecha de vencimiento. Los primos estarían sellados por la amargura. Ese era su destino, y Dimitry tan sólo debía dejarlo pasar, esperar a que se cerrara su ciclo con su familia… Con aquella mujer.
—Lo sé…
¿Qué más podía hacer sino aceptar la veracidad de los hechos? Mintiendo él era un fiasco. Su tono, frío y retraído, bajo pero firme. Sus emociones no estaban muertas sino que estas habían incrementado desde las primeras noches como el condenado vástago. Siempre enfocado, Andrya había triunfado como su sire. Las banalidades ígneas nunca habían tenido un peso importante, y por ello casi siempre se lo veía sereno, quizás más de lo necesario. No interesaba cuan susceptible era por dentro, en el exterior su sentir simplemente no era visible. Por temor a dejarse llevar demasiado, había anclado sus acciones en una estable imperturbabilidad.
Pero sabía que su sosiego era combatible en ese momento ante las inquietudes que ahora oía. También sabía que en él mismo habían preguntas y respuestas que no podía formular, y la incertidumbre comenzaba a gestarse de hacía ya unos años, poco antes de la partida de la pelirroja. Ella había sido su detonante.
Básicamente, era un idiota.
Tieso se mantuvo por unos segundos. Sus labios también lo habían hecho. Finalmente habían correspondido a aquel abrazo con más sinceridad, aunque con alguna que otra confusión.
—Lenna. ¿Qué más podría decirte? Los años… Los años me han deteriorado en una monotonía constante, y oxidado me ves. Sé muy bien que éste rostro no es el de antaño. Así como tampoco el tuyo. Solamente que tú te ves más hermosa, madura, y con decoro vivaz. —Sus cambios, por el contrario, no se veían sino deplorables. Intentó dibujar una sonrisa, más sólo consiguió una curvatura de labios desganada —Eso es, pequeña. Devuélveme el color que te has llevado en tus viajes.
Tenía esa maldita debilidad por su prima, una que nunca quiso asumir. A veces ya no se podía distinguir que instinto lo movía cuando hombre se presentaban como pretendientes. Era protección, pero se hallaban también celos, y era inevitable. Y ahora, con cada sentido aumentado, lo reconocía más. El ansia por probar más allá que unas simples caricias fraternales. ¿Cuán animal podía considerarse al aceptar que hasta quería acostarse con ella en sus momentos más bajos?
Se separó entonces nuevamente, tan sólo para volver a ver su rostro. Había llevado su diestra a sostener el mismo, ejecutando un suave masaje en su mejilla. Demasiada diferencia de temperatura. Él iba a contenerse, y no iba a arruinarlo la primera noche. Así, se inclinó a besar con suavidad su frente.
—Lo único que debes saber es que tu llegada es lo que me mantiene alegre, por más que te sea imposible verlo ahora.
»Debes estar cansada por el viaje, ¿por qué no me dejas guiarte adentro para que descanses?
Dimitry E. Bogdánov- Vampiro/Realeza
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Re: Never too late {Privado}
"Aveces, para ver lo realmente importante, debemos cerrar los ojos".
Al fin de cuenta recibió lo que esperaba; Sinceridad. Pero aquella iba dirigida principalmente a los cambios de la pelirroja y a los evidentes de él. Aunque por su parte Astrid tuvo suficiente, tampoco podía empezar a presionarle ahora, mucho menos cuando su arrivo a la hermosa tierra Rusa había sido hace pocos minutos atrás.
Se tomaría su tiempo, así como también debía otorgarle el suyo a su primo, quien con cada pregunta que ella insistía, se le veía más y más incómodo.
Sus ojos volvieron a enfocar el rostro ajeno, sólo para comprobar los esfuerzos que él hacía para corresponder con el más mínimo gesto de amabilidad. Una sonrisa era todo lo que ansiaba reconocer en sus labios.
—Ahora estoy aún más segura de que marcharme no fue algo beneficioso, para ninguno de los dos, ¿realmente llegué a pensar que podrías cuidarte solo?.. Que equivocada estuve.— bromeó sin poder evitarlo, mientras en vano luchaba por mantenerse seria ante su presencia, pero fue inútil, eran cosas que nacían de ella, al compartir esas típicas e inocentes bromas con su primo.
—Todo estará bien, ya lo verás.— concluyó segura de cada palabra que emitía.
Si en sus manos estaba volver a plasmar risas y miradas juguetonas en el rostro de Dimitry, la joven haría hasta lo imposible por conseguirlo.
Haciendo uso de agilidad, aprovechó de ponerse de puntillas para cuando los labios masculinos presionaron en su frente, pudiendo apresurarse a besar la punta de su nariz.
—La alegría es mutua entonces, aunque yo no soy muy buena ocultándolo, Elijah.— se encogió de hombros y asintió a su propuesta de volver a la mansión. Era cierto, se encontraba cansada y todo el agotamiento del viaje ya se dejaba entrever en los bostezos que —sin éxito— buscaba reprimir.
Tomó ubicación junto al joven, sosteniéndose de su brazo, o más bien abrazándose a éste con ambas manos.
Sólo por buscar un poco de diversión, cerró sus ojos aferrándose un poco más a él.
—Tú serás el guía, prometo no espiar.— se comprometió al juego planeado, dejando su cabeza en alto, mientras su sonrisa se hacía más evidente.
—Vamos, no te quedes inmóvil ahora.— tiró suavemente de su brazo, esperando a ponerse en marcha.
Así, con paso lento y claramente retrasado por ella, inició el camino de regreso, sin preocuparse siquiera por sus pertenencias, y sólo observó velozmente el bosque por sobre su hombro, para luego volver al juego. Aún no sabía como, pero buscaría pasar la mayor parte de su tiempo ahí.
—¿Dimitry? — pronunció su nombre con duda, rompiendo finalmente el silencio que reinaba entre ellos.
—Cuando lleguemos.. ¿Puedes acompañarme hasta que me duerma?— le preguntó con una voz que rozaba el capricho y las ganas de estar junto a él. Deseaba volver a sentirse protegida, y sólo Dimitry podía conseguirlo esa noche.
Astrid L. Bogdánova- Realeza Rusa
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 18/09/2014
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