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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Raisa V. Románova Sáb Nov 15, 2014 2:49 pm

"De ti depende y de mi
que entre los dos
siga siendo ayer noche
hoy por la mañana"

¿Sabes lo afortunada que eres, mi flor? — Susurró una voz delicada femenina mientras arreglaba los pliegues blancos con incrustaciones de piedras preciosas que adornaba el vestido de la joven. No sólo eso. Se posó detrás de la chica ajustando los amarres de ese asfixiante corsé. Acomodó un mechón de cabello del peinado pomposo que tenía la jovencita, le limpió una lagrima cristalina que corría por la mejilla a su hija, y después acomodó correctamente el velo con transparencias que cubría su bello rostro. La ricachona mujer no cabía de la felicidad, se sentía orgullosa, afortunada, la madre más bendecida. El trato que había realizado con su marido le daría alianzas más grandes, les engordaría los bolsillos, y su apellido resonaría en libros de historias de futuras generaciones — Te escogió el mismo, dicen que te miraba de lejos, que te vigilaba, que tú belleza lo deslumbró — La mujer hablaba como si su hija se tratara de una muñeca expuesta en el mejor aparador para ser contemplada, negociada y obtenida.

Es atractivo, joven, el hombre más importante de nuestras tierras, ahora eres la zarina, y tus hijos serán poderosos. — Terminó de acomodar los desperfectos y la miró directamente a los ojos — Debes obedecer y aceptar todo lo que te dice, debes complacerlo como esposa, pero sobretodo como mujer, sino lo mantienes contento puede cambiarte, tiene el poder para hacerlo — Palabras que para nada deseaba escuchar. Al poco tiempo se despidieron.

Raisa se encontraba en su nuevo hogar, en el lugar que dormiría, se despertaría, comería, y podría ver a sus hijos andar. Debía aprender a amarlo, a apreciarlo, y a disfrutarlo, sin embargo se sentía extraña, fuera de lugar. No estaba triste, más bien se encontraba nerviosa, desde siempre estuvo consciente de su papel, de la búsqueda ideal para un marido adecuado. Sentía que todo había sucedido demasiado rápido, se sentía pequeña, una niña, y lejos de poder llegar a ser una verdadera mujer. ¿Qué pasaría si su madre tenía razón y no era lo que el Zar esperaba? Tragó saliva con fuerza. Se sostuvo de la tela de su vestido y dio un respiro profundo. Avanzó con cierta torpeza hasta asomarse por un gran ventanal que se encontraba cubierto por grandes y gruesas cortinas negras. Jaló un poco la delicada tela y se asomó. Se notaban aún demasiados candelabros, y en los jardines las risas, la música y las charlas le dejaban en claro que la fiesta seguiría por mucho rato. Se sintió profundamente agradecida porque su ahora esposo le había otorgado el permiso de su retiro, y según un par de sus doncellas el hombre no tardaría en llegar. ¿La dejaría dormir y debían consumar su unión como se debía?

Una de las buenas noticias para ella, era que el pueblo Ruso se encontraba feliz por aquella unión. Pocos fueron los críticos y muchos los que sentían una gran bendición. La familia de la joven no sólo era adinerada, sino también caritativa y generosa con su gente. El pueblo sentía que su país tendría un mejor futuro.

La ahora mujer del Zar sintió de nueva cuenta el miedo, el vacío y la incertidumbre. ¿Qué sabía de su ahora esposo? Nada, a lo mucho que le gustaba en demasía la carne (eso lo había notado en el banquete), tomaba vino a cantidades prudentes, por lo que alcohólico no era, tampoco notaba que fuera un bailarín con deseos de romper la pista, sólo habían compartido un par de bailes relacionados con el protocolo, era inteligente, y le respetaban, pero no sólo eso, también notó que sus allegados (políticos, claro), mostraban admiración por su Zar. Aquella información era nula. No tenía idea de nada más adentro de él. ¿Podría saberlo? Volvió a suspirar y dejó caer la pesada cortina. Cuando giró se sobresaltó. La figura masculina de su marido se encontraba acomodada frente a un amplio sillón. Se notaba sombrío y misterioso dada la falta de iluminación. Al llegar sólo había pedido le encendieran una lampara.

En automatico lo reverenció.

Mi señor, disculpe mi torpeza, no escuché que había entrado a la sala, por lo regular siempre tocan a la puerta — Y era verdad. Desde la mañana que había arribado a ese lugar, en cada salón que ella había estado (no demasiados en realidad, le faltaba conocer mucho del lugar), tocaban a la puerta para no importunarla, de todas formas era de esperarse, a él le pertenecía el lugar, no tenía porque tocar lo que le correspondía sólo por derecho.

Raisa, no se movió ni un pelo, por el contrario, sus piernas parecían completamente aferradas el suelo, había comenzando a echar raíces. Mismas que le impedían avanzar, o tal vez huir.

¿Disfrutó su boda, mi señor? — Su noto era dulce, tranquilo, delicado, nervioso y esperanzado. Tenía fe, el señor de los cielos no podía haberle mandado a un ingrato desalmado. Al menos eso deseaba creer — ¿Desea que le pida algo de tomar? — ¿Qué otra cosa debía decir? ¿Cómo romper el hielo ante un desconocido al que no sólo debía desnudarle el alma, sino el cuerpo y anhelaba que el corazón. No sólo ese día, hasta el final de los días.


Última edición por Raisa V. Románova el Jue Nov 27, 2014 7:50 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Sacha Románov Dom Nov 16, 2014 7:37 pm



"Sufrí tantas lunas que hoy ya no se si soy o fui"


Ciertamente aún no estaba seguro del porqué, no tenía claro para sí mismo porque había interrumpido su vida en soledad y abandono total, porque luego de tanto tiempo un estúpido deseo nació de pronto, ¿por el futuro del imperio? ¿Por sí mismo? ¿Por el qué dirán, por qué? El banquete, el baile, la celebración en sí se le paso con aquello en la mente, ni si quiera la belleza de su hermosa esposa logró distraerle, bien, no del todo pero algo quizás. Pero no pudo quitarse de la cabeza aquella duda hasta el momento en que el vino y el vodka hicieron efecto por fin, rezagado de lo acontecido tanto fuera como dentro de su mente decidió tomarse un tiempo en silencio para pensar en tranquilidad, la soledad siempre a sido la mejor consejera para él, ¿eso cambiaría alguna vez? El hombre-lobo se hizo paso hasta el salón principal del ala privada del Kremlim, o dicho de otra manera, los aposentos reales, donde solo ingresan los sirvientes autorizados y la familia real, con total lentitud se tumbó de golpe en aquel viejo sofá color carmín vivo, posó su copa de vino sobre la mesita circular del costado, aflojó el cuello de su camisa y tiro de la misma manera la corbata ceremonial que llevaba, a pesar de llevar tantos años bajo el protocolo estricto que implica ser quién es, aún así le fastidiaba llevar demasiado tiempo la ropa formal encima, quizás una mera muestra de su espíritu rebelde apaciguado por él mismo y sus educadores o familiares. Se retiró los zapatos oscuros ajustados sin tener cuidado por no dañarlos al empujar uno contra el otro, parecía estar triste y no feliz, pero resultaba su humor ser una mezcla de tantos diferentes sentires que no podría definirse así mismo como se encontraba, no obstante estaba seguro de una cosa, Raisa sería feliz, no había escogido a una muchacha con futuro para destruírselo o arruinárselo con sus problemas y desdichas emocionales, otra pregunta difícil surgió en el mente del licantropo, ¿cómo hacer feliz a una niña prácticamente? Y una repetida más de mil veces, ¿qué es la felicidad, puede alcanzarse de verdad? Bebió con tranquilidad del vino, relamiéndose los labios mientras su mente explotaba una y otra vez, las respuestas resultaban quizás imprecisas o poco sustentadas para el gusto del Zar, aunque no lo pareciera o no lo dejara parecer, se trataba de un hombre exigente y demandante en diferentes aspectos, aunque esto parecía anularse cada cierto tiempo con diferentes acontecimientos al azar. Los finos tímpanos que posee le permitieron escuchar las pisadas suaves, lo sabía, no por el aroma sino por esa sensación extraña de saber que pronto tendría que enfrentar aquello que le estaba causando tantas incógnitas, las cuales no pasaría por nimiedades. Así fue como la puerta se abrió y escuchó a la muchacha, tan correcta ella, evidentemente nerviosa y perfectamente arreglada aún, el Zar le había obsequiado el anillo de bodas de su madre, previamente pulido y vuelto a la vida, los años lo habían deteriorado un poco.

Y en la tenue luz este resaltaba junto a la presencia de la rubia, simplemente negó en silencio referente a la pregunta de la bebida, ya estaba satisfecho referente a ese aspecto, incluso tenía a mano un poco más si deseaba refugiarse en esa salida cobarde. Suspiró y se animó a hablar - Todos disfrutamos de las celebraciones, a menos que seamos seres antisociales o no estemos conformes por el motivo que se celebra, por lo tanto asumiré que tú también estas feliz por ello - Giró el rostro para observar a su pareja - Desde hoy Rusia te pertenece, no literalmente, pero sé que me entiendes, así que no debes disculparte por ingresar o por estar, no voy a prohibirte casi nada Raisa, aunque ya lo sabes, cuando sean situaciones protocolares o políticas siempre es bueno mantener la compostura sea quien se sea - hizo un silencio que podía parecer incomodo no obstante no buscaba aquello en lo absoluto, simplemente se encontraba pensando en cual sería el mejor mensaje para su futura amante por el resto de los años - No entiendo muy bien los matrimonios de esta época, no me entiendo a mi mismo, no voy a poder hacerte mujer diciendo te amo, porque no soy un mentiroso truhan, ¿y esto me causa fastidio? Sí, estoy muy seguro de que sí, aunque no sé como plasmar ese fastidio en palabras o acciones, ¿tú qué piensas pequeña? - Con tranquilidad hizo señas a la muchacha para que se acercara a él y no solo eso, para que se sentara en su regazo también, el sofá era unitario pero bastante amplio y resistente, además la dama frágil y ligera seguro ni causaba efecto alguno sobre la madera - Me gustaría que seas totalmente honesta Raisa, ¿me odias por haberte escogido? Y me refiero a ti exclusivamente, como deseo personal, no como beneficio familiar, político o social, no por la tierra prometida que tus padres te han estado vendiendo día y noche, ni por las ideas bombardeadas de lujos y detalles que debes de haber experimentado ya, por alguna razón en el fondo de ser, puedo oler que no eres una persona superficial, independientemente del historia familiar que posees, el cual por cierto es respetable y admirable, una Zarina proveniente de una familia tan correcta ha sido sin duda recibida de la mejor manera por todos, lo cuál me resulta sorprende, siempre le pueblo al menos alguna parte de este, resulta estar descontento de alguna manera con las decisiones que tomo. Lo cuál me ha pensar que esta a sido la única buena decisión que eh tomado en estos veinticuatro años, ¿algo deprimente, no crees? - Podía notarse el hablar pausado y cauteloso del Zar, no estaba borracho, difícilmente por su condición podía llegar a esos extremos, pero si adormecido, quizás conmocionado y a la vez consumido por el estrés y por un nerviosismo y una duda interna que difícilmente dejaría salir.



"Me gustaría saber si serás feliz a pesar de todo"


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Mensaje por Raisa V. Románova Dom Nov 16, 2014 8:41 pm

De un momento a otro la perfecta actuación que había interpretado se vino abajo. El nerviosismo la hizo temblar, y la sangre viajó con fuerza por sus venas, las palpitaciones de su corazón incrementaron. Ahí estaba, parada frente a un total desconocido que ahora era su marido, que de un momento a otro había pasado a ser su todo. La ahora Zarina se dio cuenta que sus desvelos, y sus despertares serían por él, que la vida había cambiado de forma drástica para ella, y que a pesar de lo asustada que se encontraba, no tenía miedo del todo. Bastó con toparse con aquella mirada para comprenderlo. No estaba siendo una joven desdichada. ¿Qué mejor fortuna podía tener? Si hablaba de riquezas, con él lo tendría todo, si hablaba de un hombre varonil, imponente y poderosos, también lo poseía. Pero ahí radicaba el problema, ella no lo poseía, no era un objeto, ni un trofeo para tener a su lado, no lo iba a ver así, no podía, porque tampoco deseaba que él la mirara de esa forma. La jovencita deseaba fervientemente dos cosas, mismas que se relacionaban en una sola: que ambos pudieran conocerse con profundidad.

Se desarmó al escucharlo, notó que su esposo no era un desalmado, y que se interesaba en ella. ¡Que fortuna! Que alegría. Bajo el velo blanquecino y transparente se ocultaba un rostro que no pudo contener una sonrisa que no sólo iluminaba sus expresiones, sino que también le había dado un nuevo sentido a sus deberes, y que caló tanto su ser que su corazón había sufrido un vuelco inesperado. Se mordió el labio  inferior para controlar sus reacciones. ¿Cómo hacerlo? Ella tan expresiva.

Sintió un cosquilleo, pero más aún tensión en la parte abdominal con el pedido del Zar, y tras armarse de valor por unos segundos, su torpe andar la llevó hasta encontrarse frente a él. Movió su pomposo vestido hacía un lado, y de costado se sentó sobre las faldas de su caballero. ¿Suyo? Si, ahora era suyo ante las leyes y la fe de la iglesia. No iba a darle la espalda, no sería una maleducada, de esa forma podría captar su mirada, comenzar a conocer las expresiones del caballero al expresarse. Se sentía intrigada, y con hambre de comprender y aprender todo lo que pudiera de él.

Un matrimonio es un acuerdo que beneficia a ambas familias, esas que realizan la unión. — Repitió con suavidad, cómo si estuviera recitando su poema menos preciado. — Yo tampoco los comprendo, mi señor — Aseguró desviando la mirada por un instante — Pero sé que debo obedecerle, atenderlo, y ser la mejor mujer que pueda pisar nuestras tierras para usted — Lo último lo dijo con nerviosismo claro, tartamudeó sin recato y eso la hizo tensarse. Se reprochó, estaba empezando mal. Por un momento la joven se sintió expuesta, y pudo comprender las confusiones que el hombre tenía sobre sus hombros. Había alzado sus manos, mismas que se dirigían hasta sus hombros, dudó por un momento, pero sólo fueron unos segundos, dado que al final, sus manos terminaron de realizar el recorrido y descansaron sobre los hombros del joven. Sus dedos ejercieron presión, y notó la gran tensión que él estaba experimentando — ¿Por qué se fastidia, mi señor? No lo haga, esto es sin duda algo nuevo para ambos, algo distinto, pero… — Se aclaró la garganta intentando guardarse su pena — Me tiene a mi para apoyarle a cada paso que damos… Disfrute del momento conmigo… Conozcamos el interior del otro, eso… eso me haría muy feliz — Y no mentía, si él quería la verdad, si deseaba conocer a la verdadera chica con la que se había casado, entonces cedería ¿No? Aunque igual ella corría el riesgo de no tener aprobación por la parte del caballero. Estaba tanteando un terreno desconocido, y no sentía que fuera peligroso.

¿Odiarlo? — La palabra la hizo alarmarse, incluso dejó de presionar los hombros de la criatura. — ¿Me cree capaz de odiarle, mi señor? — Una prueba viviente que poco se conocían había sido esa pregunta que él le había hecho — Soy afortunada… — Era sincera, si tan sólo el Zar hubiera conocido a un par de los pretendientes anteriores de Raisa, entendería un poco más de sus palabras, aunque no lo decía precisamente por eso, sino porque sentía que había surgido una especie de conexión entre ellos — Me siento segura a su lado… — Susurró cuando pudo — Lo sé, es extraño, no le conozco, y tampoco estoy segura de sus intereses, pero me siento segura — Y se hizo pequeña, y recargó su costado en el pecho de la criatura, una de sus manos descansó sobre donde se encontraba el corazón del licántropo, pudo escuchar y sentir sus palpitaciones, aquello se había vuelto ahora una melodía para ella, la cual la calmó aún más y le dio paz.

Estoy segura que ha tenido otras decisiones más sabias que esta, mi señor. Debe tomar en cuenta que el pueblo en ocasiones suele ser más exigente de lo que debería, e incluso es cruel, nunca los tendrá contentos a todos — Lo decía en serio, la joven había visto a su madre dar pan a los que no tenían que comer, y en algunas ocasiones algunos le llegaron a escupir en la cara — Parece reflexivo esta noche, parece infeliz dígame usted… — Enderezó su postura, se notaba que sus siguientes palabras, y la respuesta que él pudiera darle le causaban mucha intriga, y la ponían nerviosa, temerosa e interesada — ¿Usted está feliz por su decisión? ¿Usted cree que fue la correcta? ¿Usted cree que pueda hacerle feliz, y darle eso que está buscando? — La joven movió sus manos en ese momento para apartar el velo de su rostro, mismo que expuso su belleza por completo, una virtud que ahora le pertenecía a él. Su mirada era profunda, con aires exigentes, con hambre y sed de respuestas.

Raisa se llevó una mano al abdomen sintiendo que la respiración se le estaba yendo, creyó que quizás había sido el nervio y el terror de la respuesta que estaba esperando obtener, lo que la había así, pero lo que le estaba quitando el aliento era su nueva posición y los amarres arduamente colocados de su madre. La estaba asfixiando esa prenda, pero intentaba mantener la compostura.

¿Por qué me escogió si lo veo dudar en silencio, mi señor? — Preguntó por fin, intentando que su respiración le diera tregua — ¿Cómo puedo hacerlo feliz? — Preguntó por última vez, porque podía no amarlo, podía no quererlo, pero estaba agradecida, y sentía un profundo aprecio hacía él. Estaba dispuesta a hacerlo feliz, a que jamás nunca si quiera pensara en que su decisión había sido la incorrecta al tomarla de esposa.


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Mensaje por Sacha Románov Mar Nov 25, 2014 10:11 am



Definitivamente Sacha podía estar dando una mala impresión a su pareja, la duda y la ambigüedad estaban reinando sobre aquella charla, el poder del Zar estaba enteramente anulado, ¿y esto estaba bien? Estaba consiente de que de esta manera no podría brindarle seguridad a su joven dama, y tampoco hacer ignorar todo lo que le decían, no porque fueran ideas estúpidas o planes inviables, a pesar de su juventud tenía la razón, esas serías las salidas viables que cualquiera tomaría en una situación parecida, ¿pero él precisamente un ser "normal"? Estaba seguro que ese ese molde literalmente jamás le cabría bien, lo supo siempre, desde antes de ser transformado en lo que es ahora, un mal que ahora debía compartirle a su pareja también, ¿cómo haría esto? Quizás fuera de lo más difícil de toda la noche, pero no esperaba dejar a la humana dormir al costado de una bestia que ella no tolerara o al menos aprobara. Ciertamente escuchaba cada palabra de su compañera como en un limbo literal, incluso el cuerpo del hombre-lobo por inercia reacciona a lo que observaba de su compañera, una mano muy confianzuda se apoyó sobre los glúteos ladinos de la rubia delicada, los dedos estrujaron la carne sin ningún problema y le atrajeron más el cuerpo al centro de su pelvis para poder sentir ese contacto directo - Podrías pensar que te ignoro pero no es así, quizás mis dudas y tu belleza me estén haciendo perderme, es lo que me dijo alguna vez mi padre que me pasaría, recuerdo sus frases literales: "Cuando una mujer bella esté cerca de ti y la comiences a desear estarás perdido pues su juego has de jugar" o también: "Si la figura y el cerebro encuentras con tu razón esta misma se perderá debido al poder de la ajena. Sí, mi manera de hablar puedes presumir que la heredero del difunto y respetado Zar, así como en teoría todos heredamos los valores y creencias de los Románov - Pero probablemente él no lo hiciera al pie de la letra como el resto, por ejemplo en la religión, en está ceremonia que se acaba de realizar, Sacha no cree necesitar lazos matrimoniales para estar unido a una mujer el resto de su vida, pero es lo clásico, lo que debe hacer un Zar, si no se casa la muchacha cuasi perfecta frente a sus ojos sería tratada de amantucha y nada más que eso, y lastimosamente no desea que el mundo vea así a la persona con la que va a compartir su vida, el problema de ser un pez que va contra la marea no ser arrastrado por ella, si eres un pez fuerte claro, el problema está en los estragos que te causan los peces arrastrados por la marea de manera colateral - Me alegra que no me odies por haberte escogido como lo que a todas luces a mi entender podría parecer como escoger una prenda que usar, ¿es mi culpa verdad? ¿Por no acercarme a ti dedicadamente en cada banqueta o festival y tratar de cautivarme con mi nulo carisma y mi notable capacidad para socializar? Simplemente hice lo más fácil, enviar una carta a tu "dueño" legal, ah, ¿no pensaras que un Zar fuera tan patético, verdad? - Ciertamente no creía que estuviera diciendo algo incoherente.

Fuera el lado humano o el animal que le empujara a hacer esto, estaba deseoso de hacerlo, la mano libre pronto fue a parar a la mejilla de la humana - Y ahora tienes razón, tengo mi gran oportunidad para hacer todo aquello que no hice, pero, ¿qué fácil es, no? No puedo recibir un no aunque sea nefasto, aunque lo haga como el peor de los peores, espero no serlo - Susurró finalmente mientras que sus dedos deslizaban las yemas por el mentón y la mejilla de la humana, la tensión sexual de la pareja al menos por el lado masculino parecía estar llegar al tope. Antes de responder las preguntas finales que creía importantes inclino a la humana contra su cuerpo para besarle, antes lo había hecho en la boda, pero, ¿contaba? Era parte de todo aquel espectáculo al cuál se sometió solo por la opinión publica y la costumbre. Para él esté era el primer ósculo, el honesto, el deseado y disfrutado por iniciativa propia. Al dejar espacio para respirar no se separó del todo - Nunca tendré una respuesta cien porciento fiable del porqué te escogí, pero sí se una cosa, si quieres que sea feliz, debes serlo conmigo, no es necesario hacer nada extraordinario, ¿no te parece? Pero quizás sea difícil, esperemos que pueda concretar ese deseo de felicidad, aquella palabra tan ansiada - Probablemente tan ansiada como el cuerpo de la humana por él, el cuál ya estaba tocando con recelo, aquella mano que segundos antes paseaba por el cuello ahora mismo acariciaba el busto de la muchacha, y la otra muy apresurada retiraba tanta prenda pomposa e incomoda, podía notar que la mujer sufría por el corsé, como todas, ¿quién entendía esta moda? - Debo y deseo hacerte mi mujer, y deseo también que seas libre de tus amarras - Dicho esto le alzó en brazos, así medio descubierta y con las prendas flojas, le sacó fuera del salón alumbrado para pasearse por el pasillo con ella en pleno silencio, le miraba solo a ella, estudiaba su rostro, y lo que podía apreciar de su cuerpo, en su mente todo el Kremlim estaba presente, gloriosa facultad bestial que le fue otorgada, podía caminar sin mirar por donde quiera que vaya, en su mente todo estaba presente, como llegar de tal lugar a tal lugar con pasos y giros, al principio fue algo perturbante de manejar, luego todo un gozo. Con esa misma habilidad topó con el cuarto del Zar y ahora también de la Zarina, perfectamente decorado con acabados barrocos dorados que brillaban y resaltaban, la habitación completamente alfombrada de rojo, paredes blancas impecables, una gigantesca araña que colgaba con luces impulsadas por aceite, grandes armarios, un cuarto de baño y lo más importante para ellos en este momento, una cama preciosa de enormes proporciones casi circulares, cubierta por telas translucidas blancas, de una patada muy liviana cerró la puerta, y literalmente se abalanzó sobre la cama perpetrando en esas telas, colocó con suavidad a la muchacha sobre la cama y le fue desnudando de sus ataduras una a una, cuando le tuvo desnuda por completo comenzó a memorizar, para jamás olvidarle, ni esto. Se apoyó sobre ella completamente vestido excepto por los zapatos que se había retirado y le besó intensamente por casi medio minuto - Recuerda que eres mi igual y me puedes despojar tal como acabo de hacer contigo - colocó las manos ajenas sobre su camisa para nuevamente besarle con esa misma intensión.



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Mensaje por Raisa V. Románova Jue Nov 27, 2014 7:49 pm

Su cuerpo le había estado doliendo no sólo por el estrés que generaba la situación, sino también, por aquel amarre asesino de su corsé, sin embargo algo debía reconocer, el hombre le hablara con franqueza, con la verdad, eso le sacaba un peso de encima. La hacía sentir segura, comprendida, escuchada y sobretodo una pieza importante en el tablero Tenía un compañero de vida completamente extraño a lo comúnmente conocido en el ámbito social, y también algo diferente pues la criatura se alejaba de ser un marido convencional. Aquello le albergó una calidez extrema en el pecho, misma que la abrazó y eso ocasionó que su postura se relajara, tanto que al momento de sentir esa caricia, ese apretón, y ese acercamiento a la zona masculina del caballero la hicieron respingar. Inevitablemente se ruborizó, pero se comportó a la altura, cómo era debido.

Mi señor yo… — Repasó por un momento aquello que iba a decirle - No, usted no es patético, simplemente vio la salida más fácil, eso no tiene porqué ser malo, todos sacamos ventajas de las posibilidades que tenemos ¿No lo cree? - Le sonrió, pero no fue una sonrisa vacía o forzada, para nada, más bien se trataba de una mezcla entre comprensión, inocencia y dulzura — No le puedo reclamar nada, estoy frente a usted, me está explicando lo que ha ocurrido, lo que ha pensado y lo que sintió en su momento, le repito, soy afortunada — Colocó una mano sobre el pecho del caballero, misma que se alojaba en lo que se suponía se encontraba el corazón. — Habrá tiempo de sobra hasta que mi respiración deje de efectuarse para conocernos, para entendernos… Cautivada ya estoy — Y no mentía. Tragó saliva intentando mantener a raya el nervio. Estaba tranquila, y extrañamente se encontraba feliz con él. No sólo se encontraba con el zar, sino más bien se encontraba con el hombre, con aquel que estaba detrás de ese cargo, de ese apellido.

Lo carnosos labios de la joven se encontraron con los ajenos. ¿Cómo debía besar? El delicado beso que le había dado a su zar había sido un mero roce protocolar en la festividad. Suspiró inevitablemente contra los labios, mostrando su inexperiencia. De un momento a otro la joven se quedó en blanco, se entregó a sus emociones, al momento y a su deber. Cerró los ojos mientras sus manos tomaban el rostro de su compañero y empezó aquel compás delicioso. La boca del hombre era cálida, experta, y tenía un buen sabor, mismo que la hizo perder la respiración, y le dio las clases necesarias para poder hacer lo correcto. Separarse de aquel gesto le costó trabajo, pero pudo tranquilizarse. Su pecho subía y bajaba y sintió la emoción de lo que debía ser su primer beso. Volvía a darse cuenta que estaba feliz, con él, para él, por él.

Recargó su frente con la ajena, y agradeció que retirara cada una de esas prendas asesinas. Incluso con nerviosismo sonrió. Raisa había estado preparándose mentalmente para ese momento, para esa noche, para ese encuentro, pero se daba cuenta que por más que se repitiera que era su deber, el nervio y la inexperiencia la llenaban de miedo. Las palabras de su madre aparecían en su cabeza, estaba tan asustada. Deseaba servirle cómo se lo merecía. ¿Lo haría? No deseaba defraudarlo. Sintió un nudo en la garganta, quería llorar por su falta de conocimiento, pero se entregaría. Lo haría.

La zarina se abrazó del hombre mientras avanzaban por el lugar. Tenía miedo de ser descubierta de esa manera, casi desnuda, expuesta, pero estaba segura que él no permitiría eso. Se sentía tan protegida que sólo le abrazó del cuello por instinto. Le pareció eterno y al mismo tiempo rápido el transcurso a su nueva habitación. Ni siquiera la apreció cómo debía. De un momento a otro se encontraba en cama, desnuda, y siendo sólo la joven que había llegado a mundo con una misión. Extrañamente no llegaba a sentirse obligada o programada. Estaba cediendo física, emocional y mentalmente.

No negaba que su desnudez la ponía aún más nerviosa y colorada, pero la mirada felina del caballero, y la delicadeza con que buscaba tratarla le daban el valor de actuar. Sin más sus manos comenzaron a desabrochar la camisa de su marido.

Soy torpe, soy inexperta, por favor guíeme para poder cumplir como es debido — Cada botón se iba liberando, sin darse cuenta sus dedos rozaban la piel desnuda de su esposo, hacían un camino. Estaban teniendo el primer contacto de verdad. La joven no había separado la mirada del hombre, pero tuvo que hacerlo, lo hizo cuando no quedaban más botones. Con cuidado deslizó sus manos hasta los hombros del zar y empujó la tela que cedió ante sus acciones. La misma acarició la espalda de la criatura y terminó cayendo al suelo. Sus ojos bajaron ahora al pantalón y retiró el cinturón, con cuidado el botón y deslizó la cremallera. Tuvo que ayudarse de sus codos para impulsarse al frente y ayudar a que el pantalón cayera. Sólo quedaba una prenda, la que cubría aquella zona que no imaginaba pero que podía tener una idea por lo remarcada que se encontraba. La chica echó una mirada al hombre, era cómo el permiso para seguir aquel trabajo.

Cuando sus ojos se encontraron lo supo, él le condecía el permiso para liberar su masculinidad del encierro. Con cuidado deslizó la tela de los costados, y la deslizó hasta donde pudo, después la prenda cayó al igual que el resto. Ambos se encontraban desnudos, ambos se encontraban dispuestos, listos para dejarse llevar por el deseo, por el deber, por la pasión.

Espero ser lo que esperaba — Susurró, aunque lo hizo más para sí misma, cómo si fuera un dialogo propio, se estaba buscando convencer de las cosas. La presión que su familia le ejerció había sido demasiada, su cuerpo estaba tenso, se notaba. Raisa descansó los dedos en el abdomen bien trabajado del licántropo. Estaba maravillada por la anatomía del hombre, no es que fuera una chica que se preocupaba demasiado por ello, pero debía reconocer que su marido era más que atractivo, y que llegaba a provocar estragos en ella en aquel estado. Delineó su abdomen subiendo lentamente, su piel suave se acoplaba a la ajena sorpresivamente, sentía chispas recorrer su piel, cuando llegó a su cuello también lo acarició, era como tocar su preciada arpa, lo estaba estudiando a tacto, se lo estaba grabando en su memoria, en su ser.

Por fin había terminado su recorrido. Se encontraba ahora en sus labios los cual ya conocía. La joven no se había dado cuenta de que su pecho subía y bajaba alterado, mostrando no sólo su nerviosismo, sino también emoción, y estaba descubriendo el arte del deseo, del pacer, del necesitar y querer aquel momento, su contacto y lo que viniera. Lo deseaba todo de él. Todo.

Fueron sus uñas las que jalaron de apoco al zar desde su barbilla hasta que sus rostros se encontraron. La joven rozó su nariz con la ajena en señal de afecto, pero sobretodo de una aceptación que quizás no era necesaria dada a que era su deber, sin embargo ella deseaba decir que lo aceptaba, que lo deseaba y que lo anhelaba. Movió su rostro y sus labios chocaron de nuevo. Lo besó, y no sólo eso, sintió el pecho del hombre sobre su pecho. Sus cuerpos rozando. Sus cuerpos acoplados. ¿Cómo sería la unión? Seguramente mejor de lo imaginado.


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Mensaje por Sacha Románov Miér Dic 17, 2014 1:34 pm



¿Cuál es el momento más importante para una pareja de enamorados? ¿Cuál es el más recordado por ambos? ¿El qué jamás dejará de hacerles suspirar el uno por el otro? ¿El momento en que sus miradas se cruzan talvez? ¿O cuándo sus labios se besan por primera vez? ¿Cuándo finalmente consuman el acto? ¿O cuando finalmente realmente descubren que el amor les invadió a los dos? ¿Cómo poder adivinar cual de todas es la respuesta correcta? Quizás no existe respuesta correcta, quizás todas las respuestas son válidas o tal vez ninguna, los juegos del amor y el romance siempre son complicados y traicioneros, no importa quien sea la pareja. Por suerte el licántropo podía ser más astuto que esta realidad, no tenía que preocuparse realmente por cual de todos los momentos era el indicado, sino amplificar cada uno de ellos para estos resulten en su totalidad ser igual de importantes, ¿esto era lo correcto, verdad? Resultaba tan practico que probablemente parecía otro trampa no obstante caería en esta sin dudarlo por una vez. No tenía razones para no ceder finalmente, dejarse atrapar en esta situación que el mismo comenzó, fue su decisión finalmente contraer matrimonio. ingresar a la joven a su vida, a su Kremlim, a su corazón también debería, no resultaba correcto en lo más mínimo impedir lo último, aunque dependiera de un gusto que personal que hasta el momento pedía a gritos más de la joven rubia, claro siempre la parte mesurada y pensante del Zar le hacía regular sus revoluciones aunque sea un poco, ¿por qué? Porque así es él, a pesar de poder tener una montaña de oro frente a él prefiere pensar sobre tomarla antes de hacerlo, los pros, los contras, cada consecuencia, ¿podía realmente analizar en toda su magnitud lo que la Zarina haría en su vida? Estaba seguro de que no, pues no se trataba de un ser inerte, tampoco de un objeto manejable, sino de un ser un humano y realmente sensible, lo había podido captar de buenas a primera sin problemas, así como sus labios los ajenos en tan delicioso frote de cuerpos - El miedo no merece importancia, Raisa, supera el dolor que pronto emanara de tu cuerpo, no te preocupes por él, desaparecerá así como los rastros de cordura cuando pase el tiempo y estemos completos uno con el otro - Su manera más fina de indicar que le dolería pero no eternamente la penetración, aunque eso dependía tanto de él como de ella, debía relajarse y no tensarse o todo sería peor, la relajación perfecta amiga del placer, no había vuelta que darle en realidad. Las palmas de Sacha se posaron con confianza y tranquilidad absoluta sobre las caderas de la joven que le esperaba seguramente ansiosa por el momento tanto como nerviosa, se podía decir que él ya se encontraba listo para la penetración pero ella no, y evidentemente no sería tan desconsiderado de hacerlo así, lo último que deseaba era generar una mala experiencia para la joven respecto a una actividad humana tan satisfactoria y además importante si se trata de parejas, es bien sabido que si el sexo es malo la relación también, podrá sonar superficial o cruel pero es tan solo una realidad innegable. Solo por un rato se mantuvo estrujando las nalgas ajenas, empujándolas contra su cuerpo, su falo erecto rozaba la cintura de la joven sin remordimiento alguno, la palma derecha del Zar se sumó a esos roces en el cuerpo ajeno, lentamente los dedos se resbalaron por la pelvis de la muchacha, le miró a los ojos un instante separado de sus labios - Raisa - Susurró con tranquilidad para después empezar el roce de sus dedos sobre el botón ajeno, ligera presión ejercían sobre la parte sensible de la muchacha, buscando así encender ese cuerpo perfecto e inocente para él.

No pretendía ser un abusador pero probablemente lo haría un poco, tenía que estremecerle por completo, hacerla sudar, gemir y repetir su nombre para que se acostumbre, y que su vez lo relacione dentro de su mente con algo placentero que gustara de tener siempre, ¿qué mejor manera de hacer a alguien adicto a ti que esa? Estaba seguro que la astuta muchacha sabría también arreglárselas para hacer que este la desee cada vez más - Lo diré por última vez, eres más de lo que yo podría llegar a merecer, así que debes estar tranquila - Resumió con notable humildad el poderoso mandatario mientras que dejaba el clítoris ajeno para empezar a rozar así el inicio de su falo grueso contra la entrada de la vagina ajena, tanteando el terreno, notando su humedad, aplicando presión, levemente placentera para él, deseaba ya estar dentro de ella, lo haría con mesura, sin locura y sin fiereza, no tenía que romperla, debía ser amable y cariñoso, condescendiente con esa falta de experiencia pero a su vez vil y aprovechado de esta. Finalmente cuando ya estaba convencido de la humedad de la joven decidió por fin entrar, no quería voltearla, ni colocarla encima de si por el momento, pues creía que resultaba importante la unión de sus rostros y el contacto visual en esta primera vez, al menos en el comienzo, para que se generara aquello llamado confianza y consentimiento, además un dicho asqueroso le venía a la mente justo en esta situación "A las esclavas se les folla volteadas" Una vez lo escuchó decir a su padre en una conversación de amigos, algo que para esas épocas no había captado, pero hoy bien sabia que se trataba de infidelidad y abuso, un mal recuerdo no digno para esta ocasión. Colocó la pierna ajena sobre la propia para montarla de costado ligeramente sobre sí, comenzó a empujar sujetando el largo de su propio falo para que este ingrese en la estrecha cavidad vaginal de la rubia joven, no se esperaba tanta resistencia de parte del cuerpo ajeno, literalmente aún para ser virgen resultaba demasiado estrecha, esto obviamente resultaba enormemente placentero para él y a la larga lo seguiría siendo, pero para la casi niña representaba dolor, por eso mismo se fijó muy bien en el rostro ajeno mientras ingresaba, lentamente, en cuanto rompió la virtud ajena el líquido carmín se emanó, las fosas nasales desarrolladas del hombre-lobo captaron enseguida la sangre, y una vez más con ojos pesados con dejo cierto de preocupación se posaron sobre su esposa, sí, esta parte es la que ninguno de los dos gozaría, pero es evidentemente necesaria para llegar a las posteriores que ambos gozarían a cabalidad. No es un hombre demasiado sensible de dentro para afuera, así que no iba a demostrar con tanta facilidad que el dolor ajeno le estaba causando fastidio, pero por dentro procuraba ser lo más ligero posible en su actuar y buscar una manera de que esto no ocurra, sin embargo bien claro tenía el modo y el único de hacerlo, comenzó a sacudir su cadera lentamente de adelante hacia atrás, ya las sábanas estaban teñidas por la rubia, algunas culturas usaban la sábana blanca teñida de sangre para comprobar la virginidad de la dama y lo paseaban como premio, algo desagradable a su entender la verdad, en este caso tan solo serían lavadas. Después de todo la conformidad y la privacidad de su mujer obviamente resultaban ser una prioridad para él desde hoy y hasta que se separen por probablemente culpa de la muerte.


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Mensaje por Raisa V. Románova Vie Dic 19, 2014 11:52 am

Había sido una tarde de invierno cuando una de sus primas cercanas había contraído nupcias. Sin duda la boda había sido de ensueño, y no sólo eso, todos creían que la consumación del matrimonio sería tan fructífero que en cualquier momento anunciarían la llegada de un heredero. Sin embargo al día siguiente en una comida que había organizado el esposo de su pariente, Raisa había escuchado sollozos, palabras que intentaba descifrar si éxito. La situación no había terminado bien. El hombre había sido un animal que no se había simplemente llevado su virtud, sino que la había destrozado con violencia, con el deseo de un animal que no razona, que no valora, que simplemente desea follar una cavidad que ahora le pertenecía. La rubia estaba consciente que había actuado mal a escuchar aquella platica privada, pero buscaba información, lo que fuera para poder ser la esposa perfecta. Los sollozos de su prima, el dolor que la voz ajena dejaba captar al desahogarse habían hecho que la ahora zarina tuviera mucho miedo, y que creyera que ese momento estaría maldito, que sufriría. Toda idea se borró en ese precioso momento. Entre los brazos de su esposo.

Sacha tenía una expresión de piedra, parecía un hombre poco expresivo y cero cariñoso. Se notaba que le costaba trabajo hacer confesiones, lo cual a ella le hacía sentir curiosa e inquieta. ¿Algún día la querría, se enamoraría de ella o la amaría? Pensar que eso no llegaría a suceder le estrujó con violencia el corazón, sin embargo la delicadeza de sus manos en su cuerpo, la forma en que la había colocado en la cama, e incluso cómo le ayudó a terminar desnuda le dijeron lo contrario. ¡Había sido más que afortunada! Estaba bendecida con un hombre que la veía como una igual, y que no la veía sólo como un objeto para follar. Quizás llegaría a amarla, y no perdería la esperanza de escucharlo de sus labios. Notar todas esas cosas, sentir tanta esperanza hicieron que su cuerpo se relajara. Que el miedo sólo dejara caricias en ella. La confianza a él se volvió plena.

Probablemente ese no fuera el momento para ponerse a pensar, a analizar, pero cuando se relacionaban cosas del corazón sentía que debía hacerlo. Le había servida también para que su cuerpo se tranquilizara. Algún día le contaría porque tanta presión, porqué tanto estrés en ese encuentro. ¿Su marido entendería? Rogaba a Dios que sí.

Estaré tranquila, estoy segura con usted, confío en usted — Susurró con tranquilidad, podía ver sus ojos, la mirada salvaje en que la observaba, el deseo que no decía el hombre pero que notablemente experimentaba. Se sentía hermosa, deseada, anhelada. Sentirse así le resultaba único y especial. ¿Qué mujer no gustaba de eso? Todas, pero ella se sentía la más hermosa de todas, porque el zar, su zar, la había escogido y la veía de esa manera. Lo atajó de nuevo para poder besarlo. Sus pechos experimentaron el placer de nuevo, sus pezones estaban tan endurecidos que buscaban calidad. Se asombró descubriendo que imaginaba aquella boca calidad que besaba succionando aquel par de aureolas rosáceas. Gimió con la simple idea, se encontraba sensible sin duda.

La Zarina no pudo proseguir con aquel beso al sentir aquellos dedos jugar con aquel botón cálido y endurecido que cubrían su par de labios vaginales. Sin poder tener control de su cuerpo en esas acciones, tembló un poco, se retorció, y sin poder controlarlo cerró los ojos, sus labios se separaron y gimió. No sólo eso, su cadera subió y bajó en un movimiento atrevido, deseoso. ¡Deseaba más! Si, sí, ella deseaba más. ¡Por los dioses que necesitaba experimentar eso que le prometía sería maravilloso! Ella jamás había sido una mojigata, era buena, penosa, pero consciente de su deber. Ahora que estaba en ese momento notó que no sólo el placer y la complacencia ajena, sino también la suya.

Escucharlo decir su nombre fue maravilloso. Y aquella frase. ¡Le decía claro que ella era digna! ¡Que ella lo merecía! Sintió su pecho inflarse de orgullo y emociones que le conmovían. para ella la perfección hubiera sido tocada si él no le hubiera mencionado que sería la última vez con aquellas palabras. Su animo bajó un poco, pero sólo fue breve, no debía preocuparse por eso. Además que el placer que le estaban brindando era adictivo. La joven no paraba de retorcerse bajo el cuerpo del hombre. Se sentía un poco avergonzada porque no podía controlar su cuerpo en ese momento. Chilló deseosa al sentir aquel falo rozar su intimidad, y se tensó por un momento por el nervio. Sabía que estaba por ocurrir lo inevitable.

Sacha… — Le llamó con su voz dulce y delicada. Su voz parecía alterada, evidentemente se sabia por qué. — Mi zar, míreme, por favor, no deje de verme… — Le pidió, porque aquel par de ojos la abrazaban, la llenaban de confianza y tranquilidad. — No deje de mirarme — Pidió con suavidad al sentir como ingresaba, en un principio la intromisión era incomoda, era obvio que resultaría así tomando en cuenta que resultaba nuevo y desconocido, pero conforme abrió pasó aquel falo la cosa cambió, y el dolor apareció. La jovencita dejó escapar un sollozo cargado de dolor. Apretó los dientes y contuvo la respiración por un momento. Dolía, y poco después sintió el ardor. — Por favor pare — Pidió entre sollozos. Un par de lagrimas salieron de sus ojos. El grosor del hombre era evidente. Le dolía tanto que tuvo que desviar su mirada. Sus manos se habían enterrado en la espalda baja del hombre, y ella buscaba bocanas de aire para poder calmarse. El vaivén que el hombre inició, la hizo sollozar de nuevo pero ella resistió. Debía ser buena esposa, buena mujer, buena amante. Su madre se lo había dicho.

Minutos más tarde el martirio desapareció, y fue el placer quien llegó. No a grandes proporciones, por supuesto, pero pudo sentir cosquilleo en esa zona, y su vientre temblaba al igual que su cadera. Su mirada desviada regresó al par de ojos que ahora podían verle lo que quisieran. En una de las sacudidas que el zar le entregó, la joven arqueó la ceja y el miembro entró un poco más. La joven gimió con fuerza.

No había despegado sus manos de aquella zona baja. Sus dedos se deslizaron hasta las nalgas ajenas, por mero instinto se dejó llevar y lo atajó por esa zona hasta ella. Buscaba que se adentrara más a su ser. Movió un poco su cuerpo y cómo pudo hizo que sus piernas terminaran enredadas en la cintura del hombre. Con las mismas lo atrajo de nuevo, se sintió invadida, pero por fin supo lo que era la unión entre dos amantes. Él sería ahora su amor por un amigo, un compañero, un esposo, un amante, un viajero de toda la vida con ella.

¿Qué desea de mi? — Preguntó ayudándose con los codos para poder acercar sus labios a la oreja ajena. Estando tan cerca le otorgó besos castos, pero repartidos consecutivamente en el camino de su oreja hasta su boca. Gimió contra sus carnosos labios, incluso sin darse cuenta le mordió el mentón presa del placer. Quiso seguir unida a aquella boca, por eso adentró su lengua y le besó con adoración y deseo. Raisa se daba cuenta de como su sexo palpitaba por él. Si había aún algo de niña en ella en ese momento se había todo evaporado. El placer incrementaba tanto cómo las exigencias de su cuerpo por más. Notó una pequeña capa de sudor que adoraba su frente, una gota de lo mismo que se deslizaba por su cuello, entre sus pechos. Ya no olía sólo a ella, también a él. ¡Era el olor de su unión! De la pertenencia al otro. Los sentimientos en ella habían despertado, aquello no era una simple unión carnal, sino promesas en silencio. Una entrega maravillosa y completa de su alma, su cuerpo y su corazón.

Mi zar — Susurró con suavidad tirando del labio inferior del mandatario. Buscaba que la mirara — ¿Le gusta estar en mi? — Su pregunta rayaba en lo inocente, el tono de su voz resultaba erótico. Había despertado algo en ella que sin duda lo utilizaría para el provecho de ambos. El arte de la sensualidad y seducción los tenía impresos en la piel, le salía de forma natural, pero ella iba a buscar sacarle ventaja — ¿Le gusta poseerme? — No deseaba silencio, necesitaba escucharlo. Gimió de nuevo. Se dio cuenta que su corazón ya pertenecía a él y que bombeaba sangre por y para él. Volvió a gemir y sus caderas impusieron un ritmo un poco más fuerte y rápido — Ya no hay dolor… — Hizo una pausa — Sacha, quiero más... — Y con eso le aseguraba que el momento era mejor de lo imaginado, y que el placer la estaba embriagando.


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Mensaje por Sacha Románov Lun Feb 02, 2015 9:25 pm


Las palabras de la humana resonaban constantemente dentro de su cabeza, no había manera de poder ignorar a la jovenzuela, en este preciso momento resultaba imposible, sus palabras contenían variables deseos que no resultaban tan fáciles de complacer, ¿o quizás sí? Sacha no resultaba un experto en la comprensión del género femenino aún así haría su mayor esfuerzo para que en esta cama puedan llegar al clímax más ansiado posible, hacer sentir especial a su esposa, en teoría lo marcado por lo correcto indicaba aquello. No obstante sus deseos se veían envueltos en esta odisea y no de manera conflictiva por suerte para los dos, muy por el contrario, él hombre-lobo al ganar placer lo daba también, no poseía esto una ciencia demasiado complicada a decir verdad, el sexo, ¿estaban haciendo el amor? ¿Se amaban? No, podía sonar muy triste y frío pero para él esto no resultaba hacer el amor, no obstante si un medio para poder enamorarse y finalmente amarse también, esto resultaba ser como el comenzar a conocerse con una persona de una manera demasiado directa y extrema, y no resultaba mal del todo, al menos no para él, ¿por qué razón? Probablemente porque la rubia le agradaba bastante y había demostrado ser una mujer culta y capaz de entablar una buena discusión con él, esperaba tener una mujer que le sirviera de compañía y de apoyo también en el fondo, no por debilidad, pero quizás si por comodidad o confort, ¿tenía algo de malo esto? Realmente no, ¿quién podía juzgar al Zar? O mejor dicho, ¿quién se atrevería a juzgar al Zar? ¿Dios? Bueno, si existe seguramente lo hace pero él que no cree en su existencia simplemente al menos en esta tierra sabe es el ser más poderoso, no solo por su fuerza bruta que el estado animal le brinda, ni por sus habilidades ganadas tras la maldición, si no por el puesto que ostentaba, puesto que a su vez le había entregado la oportunidad de tener a su esposa entre sábanas esta noche de bodas.  Por un segundo mientras que ella gemía él simplemente pensó que sin su trono no podría conseguir nada, un pensamiento natural después de todo, una duda inquietante, ¿qué pasaría si fuera plebeyo por una semana? ¿Qué tan mal se sentiría, qué no tendría? ¿O quizás estaría más feliz que nunca teniendo la nada misma? La realidad pronto chocó con el no tan joven gobernante y este regreso a ella - Lo que sea que puedas entregarme para mi estará bien, mientras sea - Se pausó para acomodarse bien y mantener la unión de sus intimidades en buena posición - Honesto, es lo relevante de todo esto, eso pienso - El masculino pudo notar los movimientos ajenos que a pesar de ser inexpertos parecían tener un buen ritmo entonces este puso de su parte para acoplarse de manera correcta a estos, disfruto del roce de los pechos ajenos contra su propio cuerpo, las manos propias en las nalgas de la joven y los empujones que este daba contra ella.

Agradable fue para él no escuchar más palabras respecto al dolor, al contrario, ya tan solo estaba escuchando a la joven, a la ya no tan niña, muy excitada y deseosa de más, él claramente podía dar más y lo daría, ¿por qué tener reparo alguno con ello? - ¿Más? No resulta ser una palabra muy exacta, ¿más duro, más rápido? Supongo que te cohíbe la exactitud, es natural - Se detuvo paulatinamente no para dejar de hacerlo, simplemente para cambiar la posición, se inclinó para besar su frente y luego sus labios y al final se retiró de ella para de inmediato jalarla por las caderas suavemente entre las finas sábanas y quedar él de píe frente al borde derecho de la cama, adelantó los glúteos de la joven ligeramente fuera de la cama y separó sus piernas dejando así a la muchacha expuesta por completo, los dedos largos del lupino se posaron en su botón solo para presionarlo con suavidad mientras que su falo ingresaba nuevamente dentro de ella - ¿Pre.. - Se interrumpió literalmente, hizo silencio y simplemente tomó los pechos de la rubia con ambas palmas para estrujarlos con fuerza, entonces desde esa posición comenzó a embestir con fuerza a la muchacha notando como el cuerpo se sacudía de golpe y de manera reiterada por sus propias acciones, no estaba siendo suave de manera literal, ni tampoco exagerado, pero podía decirse que iba a un ritmo bastante acelerado a diferencia de como había comenzando, no podía negarse que de esta manera la presión ejercida por la estrecha vagina resultaba mucho más placentera aún. Antes había notado la erección de los pezones ajenos no obstante entre sus dedos parecían estar mucho más duros aún, este como un niño curioso los tironeó levemente - Sería un hipócrita si hacerte todo lo que hago no me gustara y continuara por más de diez minutos, no obstante entiendo perfectamente que te guste oírlo, a todo mujer le gusta aquello - Se mantuvo en silencio unos segundos, su respiración a penas se notaba agitada en realidad, no porque no lo gozara o algo parecido, simplemente por la condición física que su estado sobrenatural le otorgaba - Es muy placentero, tenerte, tu cuerpo, espero que tenerte tu mente también lo sea - Al final el paquete completo resultaba ser lo más importante después de todo, ¿no? Llevaba es cierto poco tiempo con la muchacha, no obstante había podido aprender en el como funcionaba su mente incluso durante el sexo, se notaba claramente que la muchacha resultaba ser afectuosa y buscaba lo mismo en este caso de él, ¿un problema? No podría definirse de manera justa como problema puesto que ciertamente no resultaba ser uno, simplemente iba a ser difícil que él se abriera del todo para poder satisfacer ese lado sentimental que podía notar, no tenía miedo en complacerlo, tal vez se sentía ya ligeramente preocupado por no poder hacerlo de la manera correcta, pero debía sacar eso de su cabeza pues no era momento para ser arruinado por inseguridad o debilidad.


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Mensaje por Raisa V. Románova Jue Feb 05, 2015 4:59 pm

Es inevitable para una mujer llegar a la noche de bodas y entregarse a conveniencia y placer de su marido. El miedo incrementa cuando la soledad acompaña a la pareja. Dentro de la cabeza femenina comienza a resurgir miles de preguntas, algunas un poco absurdas, otras más que serias. Todo aquello dependía del desenvolvimiento de la noche. Algo de lo que se estaba seguro, es que la mujer no podía opinar demasiado, ni pedir posponer aquel encuentro hasta que se sintiera plena y segura. Todas estaban conscientes que era un instrumento en primer instancia. La confianza se forjaba con el tiempo, y dependía mucho del acto sexual el tenerlo con rapidez o con lentitud, dado que los tratos masculinos eran la puerta a la imaginación del cómo sería la vida con ellos. Lo primero que cruzó por su mente (antes de conocerlo, claro), es que estaría casada con un hombre soberbio, caprichoso y desalmado. Cualquier que se casara con un gobernante que no te procura antes del día de la boda intuye eso. No es juzgar, es imaginar.

Raisa se había llevado una grata sorpresa al notar la elegancia de su porte, lo cuidadoso de su andar, y lo delicado que había sido al tocarla, o incluso al hablarle. Sintió cómo su corazón expedía calor gracias a su fortuna, de igual forma se sentía cautelosa. Bastó que el transcurso de la noche siguiera indicando el rumbo de lo que sería su vida para confiar en él. Quizá se comportaba como una niña tonta y descuidada al abrir su interior con tanta franqueza al hombre, pero de algo estaba segura, si tardaba en hacerlo, él tardaría incluso más, y la cosa no era ver quien era más hermético, sino ayudarse a conocerse, a complementarse. De lejos se notaba que eran polos opuestos, pero eso ayudaba a darle ese toque perfecto a su complemento. ¿Él comprendería lo que la joven estaba pensando? Quizás algún día se lo diría.

Para la Zarina su ahora esposo era el pilar, la fuerza, la valentía, el combate y la protección. Ella por su parte sería los cuidados, la delicadeza, la preocupación, la dulzura. Lo único que deseaba que hubiera de forma equitativa eran dos cosas: el deseo por el otro, el amor por el otro. Fácil de decir, ¿lo sería igual el tener y profesar?

La cuestión era esa. ¿Qué pasaba si Sacha nunca la llegaba a amar? El miedo la invadió, y aquello fue incluso físico al demostrarse, porque su anatomía pasó de suave a rígida en cuestión de segundos. La idea de no llegar a ser amada la ponía mal, pero debía de aceptarlo si pasaba, porque ella sólo era la esposa escogida, no cortejada. Desde ese momento decidió sacar toda expectativa de su cabeza, y ser lo que él quisiera ser. A fin de cuentas estaba ahí para atenderlo, servirle, y ser una excelente amante. Se empaparía de conocimientos para poder complacer en ese aspecto a su marido. No deseaba terminar siendo la decisión peor tomada por él. Su madre se lo había dicho repetidas veces, más valía que le hiciera caso a todo, y se pusiera a la altura de las circunstancias.

A las primeras palabras dadas, Raisa asintió. Intentaría ser lo más honesta posible todo el tiempo, incluso en los momentos que tuviera miedo. Sí el Zar le había dado ese mandato, entonces debía decirlo. No le costaba a nadie decir la verdad, aunque su vida dependiera de ello. ¿No? ¡Que difícil se estaba volviendo todo! Sintió ganas de llorar, y sus ojos se cristalizaron pero se imposición derramar una gota, cerró con fuerza los párpados y deseo no pensar más, y mucho menos sentir en ese momento. ¡Servir, servir, servir! Se lo repetía con euforia en su mente. Y su cuerpo se relajó, se movió, y buscó tomar de nuevo el camino que el placer le otorgaba. Uno que no tardó en encontrar, porque nunca se había perdido, ahí continuaba en ella.

Movimientos nuevos, movimientos distintos. Ambos cuerpos chocando con necesidad y devoción. Lo que hizo sentir a Raisa extraña fue la liberación de su intimidad. Ese breve momento en que el miembro abandonó su cavidad vaginal. Sintió un vacío tan extraño, incluso su vientre tembló por culpa de la sensación. Le fue imposible ocultar su disgusto por aquella interrupción. Por un momento creyó que todo había terminado, que no había rendido lo suficientemente bien para él, pero al verle mirarla con lujuria sintió esperanza, seguramente él le estaba dando otra oportunidad para hacerlo de forma correcta. El problema era el siguiente ¿qué más sabía hacer? Nada.

A Raisa le gustaba la facilidad con la que Sacha la movía. La forma tan gentil y suave con la que jalaba su cuerpo. Le gustaba que le observara con deseo, e incluso los ojos del zar parecían estar encantados con ella, con su cuerpo. Se sentía bien al darse cuenta que su físico era bello para él. Su vanidad crecía, y su deseo también, la forma en que él tocaba su vagina le resultaba delirante, porque antes de poder contenerse volvió a gemir. ¡Él era un experto! Y ella una simple principiante. La jovencita tuvo que arquear el cuerpo a causa del invasor. Sin duda su marido estaba bien dotado, su intimidad a penas y resistía la forma en que ingresaba dentro de su cuerpo, era doloroso y al mismo tiempo placentero. Una dualidad que nunca antes había experimentado. Con fuerza gimió, y el sonido parecía que se había convertido en eco en aquellas paredes. La joven ya no escuchaba la música de fondo de la fiesta en su honor, sólo la respiración ajena, su voz, los gemidos de ambos, y sus palpitaciones, en ese instante hasta los sonidos ahogados y luego líquidos de sus sexos chocando. Era una verdadera delicia.

Sólo hubo una frase que realmente le desagradó, aquella que relacionaba a más mujeres queriendo saber si complacían como se debía al zar. Una oleada de enojo apareció en ella. ¿Cómo se atrevía a decirle eso? Se evidenciaba con ella, misma jovencita que le entregaba su pureza, su cuerpo, y todo lo que tuviera para él, solo a él, porque nunca hubo alguien antes, y tampoco habría alguien después. Sintió una punzada celosa, pero la ignoró. No valía la pena, era hombre, era evidente que tuvo sus aventuras antes, y ella no tenía que decir al respecto, no tenía derecho.

De lo que si tenía derecho era de intentar impresionar a su pareja como pudiera. Su cuerpo estático dejaba que ambos se volvieran a acostumbrar a la unión, pero no duró aquello mucho tiempo. La zarina enredó sus piernas en las caderas del hombre y con ellas lo atrajo con fuerza, mismo que hizo que el se adentrara más a su cuerpo, se “enterrara” por completo en su ser. ¡Aquello había sido complemente delicioso, y deseaba más, por eso lo soltó ligeramente, y luego volvió a apresar, así de forma consecutiva.

El pecho de la joven subía y bajaba con fuerza gracias a los movimientos y la excitación. Raisa decidió que era momento también de conocer sus partes, y por eso con una mano acarició su abdomen, y con la otra jugueteó con una de las manos ajenas, mismas que acariciaba su seno. La joven trazó un recorrido con la extremidad del zar, mismo que iba de un pecho a otro, subí por su clavícula, acariciaba sus hombros, delineaba su cuello y llegaba hasta sus labios. Con erotismo la joven lamió cada uno de los dedos, al final succionó el indice, terminó por adentrarlo todo a la boca, y no sólo fue ese, después el medio y el anular; los dedos de Sacha eran largos y gruesos, pero existía algo de morbo en aquella acción que la hacía reaccionar de esa forma. Sus ojos claros miraban con profundidad a ese hombre, lo incitaban, lo retaban a incrementar el ritmo, pero también la fuerza. Su intimidad chorreaba, el placer la lubricaba lo suficiente para aguantar las embestidas del rey. Sin previo aviso el placer incrementó con tanta fuerza que el cuerpo de la zarina comenzó a temblar, su respiración acelerada se encontraba, el clímax subía con rapidez y así fue como el orgasmo apareció.

Un orgasmo largo, profundo, placentero y cegador. A pesar de la agitación, su cuerpo deseaba más. ¿Él le daría más? Sus ojos se habían cerrado por inercia, y con vergüenza los volvió a abrir con lentitud. Ella se sentía aturdida, pero al final la mirada llena de suficiencia del zar la tranquilizo.

¿Eso se puede repetir? — Preguntó con esa inocencia imposible de arrancar, su rostro estaba enrojecido, su cuerpo bañado en una fina y erótica capa de sudor. Ella no se había percatado de que sus caderas seguían en movimiento, quizás su cuerpo buscaba que él experimentara lo mismo que ella. No descansaría esa noche hasta conseguirlo; él gozaría al igual que ella, o incluso más.

Raisa estaba decidida a darle el placer que merecía, incluso el nunca experimentado a su zar.


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Mensaje por Sacha Románov Dom Mar 01, 2015 4:18 pm



A este punto de la velada y de manera sorpresiva el licántropo se había quedado ya sin palabras por mencionar, probablemente porque seguramente durante el acto ya no quedaban bien, no había necesidad de comunicar con ciertas palabras inteligentes lo que el cuerpo transmite por sí solo sin necesidad de ecos, la noche terminaría como cualquier noche de bodas, ¿no es verdad? Luego tendría hijos, necesitaba tener un hijo varón, educarlo, dotarlo de razón y conocimientos, como quién dice, prepararlo de la misma forma que le prepararon a él, estaba consiente de qué no le quedaba demasiado tiempo para ser un rostro publico, veinte años más de la misma manera y entonces la gente comenzaría a sospechar, quizás si sus padres no hubieran hecho publico su nacimiento los educados, historiadores y demás personas con un mínimo conocimiento de actualidad desconocieran su edad real, el consejo, sus fieles seguidos, los ya avanzados en edad siempre han trabajado para él, para mantener su condición en secreto del público en general, no obstante aquí se encontraba él, de manera culpable, buscando finalmente preñar a una mujer para que le diera el escape que necesitaba, descendencia, sucesores, así no tendría Rusia que tener un representante de cincuenta años que a penas en apariencia rozara los treinta o algo parecido. ¿Se lo diría? ¿Comentaría a la joven que el interés político, el beneficio del imperio y la calma popular resultaban ser el verdadero motivo por el cuál se caso? Tan solo había comentado su culpabilidad por haberla escogido y no haberla enamorado, ¿también le tendría qué decir que eyacularía dentro por necesidad y no por deseo alguno de reproducirse? ¿De cuidar a los niños? ¿De sonreír mientras ella meciera a su varón ansiado? Sacha tenía una maldición mucho más grande que su licantropía, la maldición de la verdad tras sus hombros, esta había nacido al unirse a esta joven en matrimonio. Por un momento su nebulosa mental mezclada con irremediables embestidas ejercidas contra el cuerpo de la mujer se vio acompasada de los instrumentos que revoloteaban por todo lo alto con su magnificado sonido, una celebración que duraría hasta el amanecer, un derroche de dinero que los pobres juzgarán y que los bien acomodados sabrán aprovechar. Justo entonces, cuando ella preguntó todo se detuvo, y en ese preciso instante solo le escuchó a ella y pensó en su pregunta, en lo que realmente quería la joven, lo que realmente quería él - Se puede, y debe repetirse, aunque tú no lo goces, o yo no lo goce, aunque no lo busques y yo no, aunque me odies, esto se repetirá cada noche, debes darme descendencia, tener en tu vientre a un varón para mi, si en nueve meses contando ahora nace sería lo mejor, y comprendo ahora tu duda - Fue bajando el ritmo solo para tratar aquello - Hoy no, ahora mismo no te explicaré el porqué, hay muchas cosas que no sabes de mi, que casi nadie sabe, mi compromiso es que las sepas, a su tiempo, por ahora, terminemos nuestra velada - Y así sería.

El lupino libero sus manos, no porque no hubiera gozado de aquella muestra de seducción y erotismo de su joven esposa, simplemente deseaba poder ir enserio, para poder descargar su dolencia en ella, llenarle y tentar así a la biología a cumplir con lo necesario, ¿resultaba frío, incorrecto? ¿Cuándo su hijo tenga la edad suficiente le dirá también que lo tuvo para poder huir de la verdad, para esconder su estado de Rusia? Al igual que con Raisa, quizás todas sus intenciones principales fueron guiadas por una necesidad, un requerimiento expreso de sus concejales, pero en el proceso de cumplir con lo que la corona necesitaba podría experimentar el amor a su mujer y a sus hijos, ¿por qué temía? Aquellas dudas se encontraban escondidas en las fuertes embestidas que de un momento a otro comenzaron a sentirse, generando aún más ruido seco y sacudiendo la gran cama matrimonial que resultaba enormemente maciza - Debes ser fuerte, no solo físicamente, es más, tu mente necesita ser la fuerte, tu mundo cambiara, todo en lo que creías deberá ser revisado, te enseñaré unas cuantas verdades ocultas de este mundo, y podrás temerme, temer al mundo, temer por tus hijos, por tu familia, no esperaré que cuando sepas toda la verdad eso sea diferente, simplemente esperaré a que aprendas a confiar si lo haces, pero jamás estaré enojado, jamás reprocharé algo, así que tendrás también esa libertad y como ya dije, no ocultarás tu esencia, tus sentimientos ni tu opinión, soy un ser que debe escuchar todo aquello y saberlo, no importa mi rango o mi condición que aún no conoces - Sí, ¿la estaba asustando? ¿O quizás tan solo la estaba llenando de más dudas? Probablemente, pero tiraría todo sobre ella de una sola vez, sin secretos, sin dar vueltas persiguiendo la cola propia, estaba seguro que Raisa apreciaría esto, y él mismo lo haría, tener una mujer ignorante de una realidad que se pase ante sus ojos no sonaba nada tentador para él, tan solo debía hacerle sufrir e incomodarla al comienzo, luego entonces si el ritmo natural de lo que esperaba se da, entonces ese habría sido un pasaje simple, un mero recuerdo inevitable pues resultó necesario, y si se equivocaba, entonces toda su familia sufriría, todo sería incomodidad, él sería impermeable o trataría de serlo, pero nada cambiaría el resultado final, ella se embarazaría, moriría siendo su esposa y su primogénito le sucedería no necesariamente tras su muerte, si no en el punto en el cuál no pudiera esconder más su juventud aparentemente sobrenatural. Ahí mismo estaba el problema no-problema, sufrir o disfrutar, vivencia por goce puro del amor y el deseo o vivencia por obligación y mandato, no podía ver el futuro, simplemente su mente bien dotada también, había ya estudiado de manera fría cada posibilidad y siempre con el final similar, lo adecuado, lo correcto y lo provechoso para Rusia, sus acciones tenían un bien mayor, ¿por eso las justificaba como buenas o al menos no las cuestionaba si quiera? Podría opinarse largamente del tema.

Lo cierto es que no iba a dar marcha atrás, no iba a cambiar, y siempre estaría Rusia antes que todo, incluso que él mismo, o el futuro amor por seres queridos, podría llegar a sacrificar de manera egoísta los deseos de otros, sí. Él tenía suerte, no renunciaría a nada por Rusia, él simplemente estaba obteniendo oportunidades, amor, sexo, fidelidad, acompañamiento, respeto de sus futuros hijos, admiración, se encontraba en esa cómoda posición en la cuál no tenía nada que perder, ¿resultaba injusto? No había manera alguna de dictaminar algo así, después de todo la suerte de cada quién es probabilidad y habilidad, Sacha no se discutiría más esto, solo esta noche, al amanecer sería honesto y continuaría su vida con Raisa al costado y apostando a que su ganancia le venga bien a los dos, Rusia ya estaba segura, así que no debía preocuparse de ello. Por ello la mente de su majestad pronto se fue perdiendo tan solo en el placer, en tomar los labios de su mujer una y otra vez, sacudidas repetidas, el sudor constante que nacía desde su patillas y frente, lento se chorreaba por su rostro contra el ajeno, también por sus axilas velludas, sus brazos de exagerada musculatura marcaban bien sus venas, el bombeo de la sangre en esta acción resultaba inevitable que se marquen más aún y la posición flexionada de los músculos en general generaban en el Zar aquella aura de fuerza masculina bruta y bestial, una que realmente resultaba ser parte de su ser aunque no pudiera notarse por culpa de esa parte razonable, sería, fría y calculadora que también ostenta. La noche de ambos terminó poco después de que el gobernante eyaculara lleno de gozo y deseo generado por aquel cuerpo una vez virgen y lleno de juventud. Se aseguro de que la joven se quedara con él, concluyó su acto besando la sien de la joven y cubriendo su figura se quedó a un costado de la joven, pensando, largas horas, acompañando de la fiesta que los más bohemios continuaban, llegó un punto en el cuál ya nadie aparecía despierto en su radar que no fueran los guardias como es usual, solo entonces cerró los ojos - Probabilidad - Murmuró pesadamente hasta caer en un sueño intenso, no se encontraba agotado físicamente, pero su mente quizás sí se encontraba rendida por completo, había pensando demasiado, había temido, tramado e incluso se había proyectado a años futuros, ¿irracional o sabio? Más preguntas que su sueño placido no respondería, no había tiempo para ello, en la mañana, antes siquiera de tomar el desayuno él debería contar todo. La mañana llegó, se levantó primero, desayuno en el cuarto, todo listo, la mesa para los dos, él ahí, en silencio, muy serio, tan solo esperando el despertar de su mujer para comenzar así aquello inevitable, ¿qué tan malo sería o qué tan bueno? Raisa iba a decidir.


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Mensaje por Raisa V. Románova Miér Mar 04, 2015 9:55 pm

Raisa había experimentado el placer con anterioridad, aunque no de la misma manera, y tampoco del mismo modo. Había tenido placer disfrutando de una buena vista, también de una buena comida, o postre, o incluso en medio de una buena noticia, pero nada se comparaba con eso. Absolutamente nada. Por esa razón la joven se sentía abrumada. Todo aquello era escandalosamente delicioso, cada parte de su ser lo experimentaba, y pedía a gritos que la noche no se detuviera, que se prolongara, quizás estuviera pecando con el pensamiento, e incluso más con la lujuria, pero no importaba, si todo iba de la mano de él, si todo era para complacerle y hacerle ver que en la cama ella era la indicada, entonces iba por buen camino. La inteligencia la desenvolvería con las conversaciones, eventos, y las relaciones con quienes fuera conociendo, y el amor ¿amor? Aquello sin duda sería un lujo de obtenerlo, porque aunque lo añoraba, estaba consciente de su función, y que en ocasiones no se daba.

Conforme pasaba la noche los orgasmos aumentaban, y los sonidos incluso más. No se dio cuenta pero más de una vez le mordió, e incluso lo rasguño. Sacha portaba algo que la hacía volverse salvaje. El recato que portaba y la elegancia, no se escondían, pero ese aire de naturalidad humana, e incluso bestial le sentaba bien, la hacían parecer más exquisita, e incluso más hermosa. ¿Aquello lo apreciaría su marido? Esperaba que sí, aunque quizás el tiempo les daría más oportunidades para desarrollar ese lado. No perdía la esperanza, y tampoco perdió la fe de haberle entregado una buena noche, digna de un zar. Se encontraba nerviosa, e incluso tenía incertidumbre, pero no importaba, porque para ella todo había valido la pena.

Aquella noche no dejaría que sus miedos y nervios le ganaran, para nada. Se comportaría a la última, y dejaría ver que se trataba de una mujer fuerte, capaz, y segura de sí misma, tanto que podía lograr lo que fuera, porque ella ahora era la zarina, y no podía decepcionar a nadie, mucho menos a ella misma.

La recién casada sintió y disfrutó de las ultimas estocadas de su esposo, pero lo que de verdad atesoró fue que terminara en su interior. Las ganas de poder darle un hijo varón incrementaban, rogaba por ser una joven fértil, poder llevar en su vientre al heredero. Si llegaba a darle un pequeño niño se sentiría aún más completa,  y una mujer digna en el sentido de la palabra. Si llegaba a ser niña no es que fuera a odiar a su pequeña o negarla, pero existían tantos mitos sobre el primer hijo, sobre la fortuna, el matrimonio y la fidelidad. Aquella noche había salido todo bien, por lo que no iba a llenarse de porquerías la cabeza, y disfrutaría de los espasmos que aún mantenía en su cuerpo. Sin duda repetiría aquella acción.

Lo cierto es que se encontraba cansada, sin embargo no deseaba dormir. Se sentía animada, positiva, con la esperanza subiendo cada día más y más. Tragó saliva un par de veces, incluso carraspeó intentando dirigirle unas palabras, pero no lo hizo. La jovenzuela simplemente guardó silencio atesorando el momento. A veces las palabras resultaban innecesarias, demasiado, y por eso gozaba de la complicidad y conexión que se había formado entre ambos. Agradeció el beso que le había dado su marido, muestra de afecto, o quizás agradecimiento por la noche. Cualquiera había temido o hecho una mala cara por perder su virtud, por entregarse a un desconocido, sin embargo desde el primer momento se sintió segura. Sabía que no existía problema con él. Sacha la protegería. No dejaría que nada le ocurriera.

Buenas noches — Articuló cuando el sueño comenzó a vencerla. Sus ojos incluso lloriqueaban con fuerza. La timidez le ganó, pero el valor fue quien derrotó, y por eso se acercó aún más, y se acurrucó bajó uno de los brazos del zar. El calor que el hombre manaba la abrigaba, y por eso no quiso despegarse, incluso enredó una de sus piernas en la ajena. Deseaba permanecer alado de él durante esa noche, las demás ya se vería, pero por ese momento su ilusión y la burbuja que habían formado le agradaba, así que no pensaría en el futuro, sino en el ahora.

Minutos más tarde se durmió.

A la mañana siguiente Raisa se sentía perezosa. No deseaba despertarse, y agradecía a quien fuera que no hubiera corrido las ventanas gruesas de la habitación. Movió uno de sus brazos para intentar tocar el cuerpo de su marido, éste no se encontraba. Quiso moverse, pero lo cierto es que el cuerpo lo tenía dolorido. Se quejó por lo bajó, y se mantuvo quieta unos momentos más. Después de un tiempo tomó valor y terminó por sentarse en la cama. La sabana cayó y se dio cuenta que había dormido desnuda. Con rapidez se cubrió el pecho, y se envolvió en la tela fina. Después de ese proceso abrió muy bien los ojos, miró a su alrededor, y le fue imposible no sentir esa mirada tan profunda sobre ella. La observaba con determinación. Sacha no sonreía, aunque tampoco parecía molesto, el aura de misterio que mostraba le puso los pelos de punta. Terminó por tomar dos bocanadas de aire, y al final en automático le sonrió. Sus mejillas se colorearon debido al recuero de la noche anterior.

Lo lamento — Susurró con dulzura — No quise dormir hasta tarde, la actividad de anoche me agotó, me sentía muy cansada — Se disculpó, aunque en ningún momento bajó la mirada. Sacha le había dejado en claro que eran iguales, que iban caminando uno alado de otro, no debía tener, ella no era menos, era su igual.  — Buenos días, mi señor — Articuló por fin al notar que no era reprendida. ¿Entonces por qué tanta serenidad? El hombre parecía pensar, analizar, calcular.

Deslizó su cuerpo adolorido por la cama. Dejó salir sus piernas, y sus pies al poco tiempo tocaron el suelo. Raisa intentaba esconder sus expresiones faciales, no deseaba mostrar dolor. Fue todo una hazaña ponerse de pie, y más aún caminar hacía él. Se inclinó como pudo hasta llegar a su rostro, y depositó un beso en la punta de la nariz del hombre, antes de darle un beso cálido en los labios. Fue breve con su gesto para no incomodarlo. Con cuidado se sentó en la silla frente a él, y observó el desayunó, su estomago crujió, pero se limitó solo a tomar un poco de jugo de naranja. Se notaba estaba recién elaborado.

Espero haya tenido una noche buena, mi señor — Comentó con suavidad — ¿Podemos tomarnos el día? ¿Por eso estamos aquí aún sin arreglarnos? ¿Desea hablar de algo? — La urgencia de su voz iba incrementando. La tranquilidad de su esposo la alarmaba — ¿Lo hice bien? — Tenía nervio de ser ella el problema, la causante de su silencio.

Raissa tomó un par de bocanas de aire para tranquilizarse, incluso tomó un pedazo de fruta que había en la mesita para saborearla, y tranquilizarse. Rememoró la noche anterior, y entonces volvió a recordar las palabras ajenas. Las estudió en sus recuerdos, en medio de gemidos y necesidades. Aclaró su mente turbada y sus sensaciones, y luego recordó.

¿Qué es lo que necesita que hablemos, mi señor? Estoy dispuesta a escuchar todo, a interrogar si me permite, y a dejar lo que se necesite claro entre los dos — Le sonrió más tranquila, muchísimo más segura, y esperanzada en lo que pudiera escuchar.  


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Mensaje por Sacha Románov Lun Mar 30, 2015 8:05 pm



Lo que estaba a punto de ocurrir cambiaría significativamente toda la realidad de aquella muchacha, sus ojos se abrirían ante un mundo completamente diferente, uno que a decir verdad incluso se podía notar más tenebroso, peligroso y desafiante a la vez, un mundo que usualmente queda descartado para los cuentos y los locos supersticiosos, un mundo desconocido y a la vez maravilloso dependiendo de la óptica en el cuál pueda ser observado, la única realidad estable se encontraba en que Raisa aprendería muchas cosas nuevas, por ponerlo en términos simples y mas nada. Sin embargo lo difícil o lo complicado de la situación se encontraba exactamente en las palabras y las formas que usaría Sacha, a pesar de ser un hombre con el suficiente tacto para tratar temas delicados y complejos, explicar algo como esto sin lugar a dudas cambia cualquier regla, jamás habló de su condición con nadie abiertamente, jamás lo comentó de manera honesta y menos lo confesó de buena fe, Raisa sería la única persona en el planeta, en Rusia, que supiera lo que él realmente es por el simple hecho de así desearlo él y no por la necesidad, si bien podía ocultar y dar mil excusas o simplemente tratar de evitar el tema y evitar a Raisa una vez por mes, él había decidido por deseo unitario no hacerlo así, cualquiera podría decir que se trata de una decisión estúpida o poco inteligente, y quizás en términos de comodidad o estrategia personal realmente resultaba serlo, no obstante no estaba evaluando estos aspectos ahora mismo, se valía más por la honestidad que deseaba plantear y el vínculo que intentaba unir, uno que realmente no tenía idea de cómo contener de la manera más adecuada, sobre todo cuando su manera de iniciarlo fue accidentada por decirlo menos, desde su punto de vista, claro – Buenos días, fue declarado como es costumbre día sabático el de hoy, dudamos en general que los seres que habitan Rusia puedan llevar a cabo alguna labor de manera decente hoy tras los festejos del día pasado, acabo de escuchar por ahí que hasta los más pobres degustaron del buen vino, lo cual me alegra y a la vez me preocupa, pero de temas económicos no debo hablarte hoy - Había incrustado en su frase aquella palabra agregada poco común para referirse a seres humanos o plebeyos, “seres” Una manera sutil de ir adelantado su monologo surrealista.

El no tan joven licántropo dio un trago largo a su vaso de leche, sí, leche, la tomó desde niño ese hábito jamás cambió en él – Lo que te diré te asustará más que nada en el mundo, te maravillará más que nada en el mundo y también te hará pensar, dudar y maquinar de manera excesiva, no obstante también te dará un cargo de responsabilidad, el cuál no tengo que decir que debes de respetar, sé que tu propia forma de ser te llevará a hacerlo, por lo tanto puedes comenzar a degustar del variado desayuno mientras yo me encargaré de arruinártelo muy a pesar – Comentó en un tono ronco, su hablar resultaba continuo no obstante sereno y a la vez profundo, el tema no es que debiera ser tratado a la ligera y no debía de tratarlo así. Como buen ser carnívoro incrustó el tenedor que tomaba con su mano derecha, en un gran trozo de carne, carne de pavo para ser exactos, una muy suave y de agradable sabor, cara para el público, sí, pero en este Kremlim los mejores manjares se encontraban, incluso desayunos que podían fácilmente ser la cena de cualquier persona, definitivamente Sacha ya mostraba algo diferente frente a otros, y esto resaltaba sin duda en su fascinación hacia la carne, ya antes gustaba de ella, no obstante tras haber cambiado con esa mordida esto se vio amplificado – Doy por sentado que muchas veces te contaron historias sobre brujas, vampiros, hombres-lobo, seres que se transforman en animales e incluso almas en pena que atormentan a los seres humanos – La miró a los ojos directamente mientras masticaba un nuevo gran trozo de carne – Todo aquello es real, completamente real, todos existen, todos asechan, o tan solo viven o intentan hacerlo, están entre tú y tu familia, les saludas de día o de noche, dependiendo del ser, incluso quizás has entablado alguna relación con alguno alguna vez sin darte cuenta… - Hizo una pausa – Corrección, ya lo hiciste, es más – Relamió sus labios pues degustaba perfectamente de aquel buen sabor – Has contraído nupcias con un ser de esta categoría, un ser que realmente no debería existir pero existe – Esperaba que la joven cubierta por esa tela que cubría todo lo que le pertenecía a él estuviera bien despierta, pues así entendería todo y no pensaría siquiera que aún estaba soñando – Soy un licántropo o vulgarmente conocido, un hombre-lobo. No espero que me creas de buenas a primeras sin una prueba, por ende, tapa tus oídos – El desnudo hombre incrustó sus dientes afilados contra una manzana reluciente de lo roja que se encontraba, literalmente se tragó la mitad incluidas las semillas, al pasar por completo el fruto simplemente aulló, de la manera más suave posible, los tímpanos humanos de la joven sufrirían, pero no causaría daño ni dolor de cabeza posterior, o al menos así lo creía él pues apenas duro dos segundos y fue en una tonalidad soportable para el oído humano, no obstante había sonado cuál lobo aullando a su luna tan amada y a su vez odiada – Ahora que lo sabes, ¿cambió algo? – Tenía esa duda, ¿para qué negarlo? Esperaba que fuera resuelta con premura por la humana. Estaba claro que también se resaltaba un nuevo fallo, un claro error, un incumplimiento de honestidad, no le había comentado que se estaría cansando con un ser como él, pero, ¿es mejor tarde qué nunca?


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Mensaje por Raisa V. Románova Vie Abr 03, 2015 9:53 pm

El nerviosismo de Raisa resultaba evidente. Su cuerpo se había tensado, temblaba, y no precisamente por la actividad de la noche anterior, sino por la incertidumbre, el ambiente tenso que se había desatado. La jovencita se mordió el labio inferior, su carne suave y rosa aún sabía a la fruta que había probado, por lo que aquellas sensaciones en sus papilas gustativas la hicieron olvidar su tensión, enfocarse en una distracción que le llevara a la serenidad. La rubia no era una mujer impaciente, o al menos no la mayoría de las veces, sin embargo poco conocía de aquel hombre, de sus formas, sus expresiones, y la manera en que deseaba él comunicar algo que podía tener un peso trascendente o no. Se dio cuenta entonces que se había casado con un completo desconocido, sintió pesar, pero también sabía que aquello era lo normal, sin embargo algo dentro de ella no lo sentía malo, ni lejano; se sentía afortunada.

En sus labios mostró la tenue sonrisa de una joven que se acostumbraba a una vida completamente distinta a la que imaginó. Raisa siempre fue una joven ambiciosa, pero en los conocimientos, en la destreza, en todo aquello que le pusieran enfrente; siempre quiso ser el mejor. El haber crecido rodeada de dinero, lujos, y detalles que algunos añoraban, la alejaban de la ambición, por eso y muchas cosas más jamás se imagino de zarina, aunque claro, tenía la educación para ser una, todo aquello era evidente. Aunque en su interior existía un gran debate, en el exterior se notaba tranquilidad. El nervio también aparecía, pero a un nivel tan bajo que apenas y se percibía, seguramente el mandamás podría descubrirlo.

Cómo le pidió su ahora esposo, la zarina comenzó a alimentarse, lo hizo con tranquilidad, sin querer sobrepasarse, aunque estaba claro que tenía mucha hambre, su estomago se empeñaba en hacerse escuchar, y la pobre chica sólo descansaba una mano sobre su vientre y barriga. Apenaba por aquella muestra de humanidad se sonrojó, y dio paso a que siguiera llevándose fruta a la boca.

Raisa escuchó cada una de las palabras que el Zar decía. En un principio creyó que todo aquello era una broma inocente, que su marido había investigado de ella, que le habían contado que al entrar a la pubertad ella leía libros relacionados con aquello, y que encima de todo, había llegado a desear ser una criatura sobrenatural. ¡Sueños tontos! Anhelos de una niña que buscaba un mundo con emociones distintas, sin embargo todo aquel pensamiento de broma se colapsó al ver la seriedad del hombre. Sin duda aquel que se encontraba frente a ella no estaba intentando engañarla, por el contrario. En su pecho sintió opresión, y en la garganta un nudo. No supo que decir con prontitud, lo cual incrementó aún más sus nervios.

El silencio se hizo presente, ni siquiera su estomago ya mostraba señales de vida. La joven bajó por un momento la mirada hacía su plato, se dio cuenta que la fruta había volado, quizás comió rápido presa del miedo, o quizás las palabras de su compañero de vida duraron tanto tiempo, que le dio la oportunidad de casi terminar todo aquello. Se mordió el labio inferior, tomó una gran bocana de aire, y volvió a levarla la vista. Ni siquiera se escuchaban los pasos de los sirvientes a lo lejos, o quizás no habían rondando, quizás el Zar los había dejado descansar. Muchas preguntas vinieron a su mente, algunas egoístas, otras sin sentido, otras no eran interrogantes, sino reclamos, aunque al final cerró los ojos, puso la mente en blanco, y en vez de juzgar a un hombre que se notaba sincero, y arrepentido por la omisión del tema, buscaría la forma de poder comprenderlo.

A pesar de la indicación, la jovencita no se tapó los oídos cuando su marido aulló. Su sonrisa se amplió al escucharlo, al poder saber de aquella naturaleza que existía en su interior. Como era normal, la joven se sintió insegura, y sabía que dentro de aquellas historias contadas también existía la ignorancia, por ejemplo, mostraban a los licántropos como criaturas primitivas, salvajes, y sádicas, no sólo en luna llena, sino también durante su estado de humano, su esposo era un claro ejemplo de una criatura civilizada, y encima de todo, un líder nato, alguien que podía ser admirado.

Dicen que para que exista el amor, primero debe existir la admiración. Raisa en ese momento sentía miedo, pero por encima de todo se sentía agradecida; lo admiraba con profundidad.

Sin duda es un tema muy delicado, no puedo procesar tanta información, no al menos en este momento, mi zar — Su voz sonaba dulce y delicada, toda ella se sentía más relajada — Primero que nada debo agradecer su sinceridad, es algo que valoro, y que llena mi corazón — Movió una de sus manos y la descansó en la altura de aquel órgano, La rubia poco conocía a su marido, pero ella si era una joven que creía en el amor, en los vínculos, en los sentimientos, ¡claro! acompañados de superación, crecimiento, aprendizaje, comprensión, y aceptación en las buenas y en las malas. Ellos apenas tenían la primer noche juntos, les faltaba un gran camino por recorrer, sin embargo esa era la primer prueba, y ella deseaba que ambos salieran airosos — Tengo demasiadas preguntas que hacerle, no me interesa por el momento saber más de otras criaturas, sino de usted, los cuentos son vagos, demasiado fantasiosos, lejos de la realidad — La joven misma estaba sorprendida de su serenidad, sin embargo sí el había podido ser sincero, ella lo sería. Siempre lo sería.

Observó el rostro de aquel hombre, ella lo que buscaba era aceptación, que le diera el permiso para poder seguir hablando, aunque él ya le había dejado en claro que ella era su igual, la joven se sentía en aprietos, le costaría trabajo no querer pedirle permiso por todo, esto gracias a su formación, sin embargo haría el esfuerzo. Todo por él, por ambos, porque ahora se sentía en deuda, y no precisamente porque le debiera algo, sino porque su corazón deseaba retribuirle.

¿Cómo ocurrió todo esto? ¿Se nace con ello o es una mordida? — La joven recordó con la mirada al hombre, buscaba una merca, la muestra de que había sido transformado. Raisa intentaba poder comprenderlo a detalle — ¿Qué cambió para usted después de volverse la criatura que es? Me refiero a algo distinto a sus días de luna llena — No es que ella supiera al respecto, más bien hacía memoria de esas historias, bastaría con que él le afirmara o negara algo para procesar la información. — ¿Usted desea comerme? — Se ruborizó — Me refiero a qué, en los cuentos dicen que las criaturas como usted se alimentan de humanos — La piel de la zarina se erizó, algo ocurrió dentro de ella, porque incluso sus rubíes se endurecieron.

A pesar de la aparente tranquilidad que la Zarina mostraba, su cuerpo se había echado para atrás, había pegado su espalda por completo al respaldo de la silla. Era como si  su instinto de supervivencia se hubiera despertado, y ella de alguna manera estaba tomando distancia. Ella no se había percatado de eso, no al menos hasta que quiso romper la lejanía. Aquello parecía cualquier cosa después de haber compartido el hecho, y realizado aquella actividad sexual, sin embargo la verdad la hizo sentirse en peligro, aunque claramente no estaba.

Raisa se armó de valor recordando las caricias delicadas que su marido le dio la noche anterior, también la delicadeza con que la tomó, se imaginó que aquello había sido auto control, porque tenía una idea vaga de la fuerza sobrehumana que ellos tenían. ¿O aquello era sólo un mero cuento? Cómo pudo se inclinó hacía adelante, y su mano se coló entre los trastes que descansaban sobre la fina tela del mantel. Con cuidado y algo de duda le tomó la mano. La angustia en la joven se notó.

Dígame con sinceridad, ¿le duele? ¿Le duele al transformarse? ¿Necesita cuidados especiales? Quisiera saberlo, quisiera saber que hacer… — Ella necesitaba poder informarse de todo, de esa forma comprendería, el miedo terminaría, y aquello lo terminarían por superar. A la joven sin duda el le interesaba.

Para su sorpresa su reacción había sido mejor de lo si quiera imaginado.


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Mensaje por Sacha Románov Sáb Abr 25, 2015 11:20 pm

En la mente del Zar se habían maquinado diferentes escenarios sin lugar a dudas estuvo presente en su mente aquel supuesto en el cuál la reacción de la Zarina sería preguntar llena de intriga respecto a este mundo desconocido entre comillas, no obstante no esperaba que tuviera alguna idea vaga que ciertamente llega a rozar con estar acertada e incluso preguntar respecto a su condición y qué hacer con ella, puede decirse que Sacha sintió invadido un espacio personal que él siempre compartió solo consigo mismo, sus preguntas finales habían conseguido ese efecto, pero él debía de contemplar esta realidad, su actualidad, muchos creen que en el matrimonio la privacidad no existe, que se deja de ser uno para ser del otro, ¿realmente esto sería tan literal? ¿Sacha compartiría todos sus secretos y cada porción de su ser con Raisa? No es que no pudiera o no quisiera, es que simplemente una vez más aquella sensación, “abrumadora” se cernía sobre él, no podía decirse que la costumbre de su soledad le facilitaría hablar al respecto de su maldición y de un tema tan personal y crítico que es el de transformarse. Ahora quién guardaba silencio tan solo para pensar, repensar y animarse a continuar con la charla resultaba ser él, no hubo reacción de su parte respecto a la tomada de mano que esta le había propinado, no obstante durante este silencio largo finalmente la firmeza se hizo sentir de su parte entre ambas extremidades, Sacha finalmente sopesó y con el mismo rostro serio solo que ahora a ojos cerrados asintió para sí mismo, en realidad no para ella, pues en ese mismo momento se encontraba discutiendo dentro de sí los pasos que daría a continuación estaba seguro de que a Raisa no le gustaría quedar fuera de este aspecto de su vida, no obstante guste o no ella lo estaría, le daría el conocimiento y la información al respecto, cada luna llena sin problema, no obstante mantendría muy en claro que su transformación tan solo podía ser lidiada por él y únicamente por él, ¿cuidados y mimos? No es que estuviera acostumbrado a que le acariciaran como a un niño resentido por un golpe después de haberse transformado, quizás ahora mismo lo sentía como una muestra de debilidad que algo así sucediera, la apariencia de hombre fuerte no resultaba ser solo una apariencia para él, realmente se podía decir que era un hombre fuerte, recio y arraigado a su propia dureza, esa que se impone prácticamente desde el primer momento en el que te dicen: “Debes de ser un hombre” No había duda de que Sacha representaba este papel de manera perfecta, casi tanto que podría incluso abrumarse él mismo, Raisa representaba ahora un apoyo que no había tenido antes, alguna parte de su interior daba claras señas de que no debía desechar la oportunidad de realmente dejarle desempeñar su función, no obstante la clara realidad que simbolizaba el peligro latente de tratar con él durante las noches de luna le cegaba por completo y le decantaba en tan solo alejar por completo a la muchacha durante ese periodo. Desde el inicio lo había decidido, pero estando ya frente a la problemática había dudado, sin embargo siendo fiel inconscientemente a su forma de ser, mantuvo su postura de manera silenciosa, no había necesidad de comentar su duda respecto a lo que estaría por decir, después de todo esto tan solo haría que esto se escuche débil e invite a la joven a contradecirle, no es que fuera algo que no toleraría o algo que no pretendiera tolerar, es que simplemente deseaba que no reprochara al respecto, por su bien – Durante as noches de luna llena una distancia grande nos separará – Afirmó rompiendo así ese silencio.

Con la mano libre incrustó el tenedor justo en el centro de un pedazo restante de carne, de inmediato fue a parar a sus fauces, desapareció en cuestión de segundos de su boca, observó a su esposa manteniendo la neutralidad – No puedo resumir todo lo que implica ser lo que soy, la licantropía puede ser considerada una infección maliciosa que trae consigo variados efectos en el cuerpo y en la mente, nadie puede nacer siendo licántropo hasta donde tengo entendido, muchos lo catalogan maldición, otros lo catalogan como costumbre familiar, linajes de humanos que transforman a sus propios hijos para que estos tengan también la maldición, sí, ningún hijo mío tendrá que pasar por lo que yo, puedes tener plena tranquilidad con ello – Seguramente a ninguna madre le resultaría agradable que sus hijos nacieran siendo unas aberraciones de la naturaleza o unos malditos por la misma, después de todo si bien ser un ser lunar traía beneficios, resultaba también un sufrimiento que sin lugar a dudas se encontraba marcado en la piel del Zar – Sé que el tema de mi juventud es muy repetitivo y sombrío, se rumorea en el Kremlim y por todo Rusia, envejezco muy lentamente, esto es así desde la mordida, pase varios años siendo el mismo en términos físicos, pero la realidad es que tengo sesenta años, lamento que al final si terminaras casándote con un anciano verdoso y poderoso que acuna a su lado a una jovencita, no obstante te puedo asegurar que no está en mi ese deseo que tienen la mayoría de hombres por dotarse de una joven que les complazca y que le den valor a esta juventud por el simple hecho de que sean más jóvenes que él – Negó, se estaba desviando del tema relevante – No creo que exista un libro antiguo o contemporáneo capaz de describir el dolor que uno experimenta al momento de la transformación, la carne desagarrándose, los huesos crujiendo lentamente y progresivamente hasta el punto en que incluso con la gran resistencia que otorga nuestra condición terminan astillándose, quebrándose y ensanchando para dar paso a los bestiales y gigantescos de la fiera bestia que se apodera de nosotros durante largas y tortuosas horas – No buscaba tener un toque dramático en su hablar, no obstante el tema en sí resultaba ser dramático, nada parecido a una experiencia agradable, su misión resultaba ser objetivo, solo eso, no pretendía esconder o trataría de no hacerlo en su máxima medida, por el momento no tenía ningún motivo superior para embaucar a su mujer respecto a esto – No todo es sufrimiento no obstante, tengo más fuerza, mayor agilidad, escucho, olfateo y veo mejor que nadie, este estado aplica muy bien la doble partida, trae lo suyo por el buen cause y el mal cause, es hasta quizás un medio a pagar con sudor y sangre por así decirlo. Puedo hacer más cosas que aullar, pero será mejor que las demuestre en algún otro momento, si muestro todas las cartas respecto a mi estado pronto te aburrirás de este y lo consideraras algo común, cuando no lo es, no deseo que sufras de ese mal, de aceptar con resignación lo que no debería ser, tal como yo lo hice, es una cruz personal, debes tenerlo presente – Estaba tratando de ser lo más claro posible sin llegar a ser déspota en la acción de excluir a Raisa de su “problema”. Soltó su palma con la suavidad exacta para que no se tomara como un rechazo, puesto que no lo era, se levantó y caminó hacia el portón del balcón, su cuerpo velludo y su resistencia general le permitían gozar de la buena vista a pesar del viento que corría frente a él, mantuvo las puertas medianamente abiertas para que no tanto aire ingresara, una cortesía para la no tan resistente muchacha – Puede resultar agradable seguir pensando en algo que crees te resultará problemático mientras observas el horizonte, te puede llegar a engañar, a indicar que puede solucionarse si encuentras algo de paz interior – Y no tiene duda de ello, una mente dispersa y alterada jamás resulta capaz de tomar la decisión adecuada.


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Mensaje por Raisa V. Románova Miér Mayo 06, 2015 10:34 pm

Lo cierto es que ella no sabía como reaccionar. Se sentía confundida, mucho en realidad. Una cosa es escuchar historias relacionadas a tales criaturas, soñar con ellas, incluso desear tener ciertas habilidades, pero otra totalmente es saber que existen, que la realidad viene con ellas, y que los seres humanos ignoran por completo sobre el tema. En medio de su confusión ella sabía debía comportarse, tener cordura, racionalidad, y que su inteligencia le debía brindar la sabiduría para llevar al pie de la letra aquel encuentro. Cerró los ojos por un momento, intentó tranquilizar el revoloteo de sus pensamientos, tanto cómo el palpitar acelerado de su corazón. ¿Cómo atacar un tema así? ¿Cómo vivir sabiendo que aquello existía? Miles de preguntas que deseaba callar. Sorpresivamente ella no sentía miedo, más grande era su curiosidad ¡y ni se diga de su preocupación!

¿Cuántos días de soledad después de la luna llena habría pasado su marido? Sin duda demasiadas. ¿Habría sentido el vacío y la falta de compañía o le habría dado igual? Conocer aquel carácter del hombre le indicaba que estar sólo no le afectaba, pero Raisa siempre tan sentimental, luchaba por no sentir tristeza al imaginarlo sin nadie más. Ella deseaba poder compartir con él los momentos buenos, pero más aún los momentos malos. Deseaba que él se diera cuenta que por más secretos extraños o malos que le contara, sería la esposa ideal. ¡Ella deseaba él entendiera había hecho una buena elección al sacarse con ella! ¿Lo lograría? Pensar que no la entristecía un poco, pero intentó no pensar de forma negativa.

Se mordió un par de veces la lengua buscando darle el espacio que parecía el hombre necesitaba. Su corazón seguía galopando ansioso por escuchar sus palabras, pero Raisa se estaba volviendo loca de los nervios. Los segundos que transcurrieron en silencio le parecieron eternos, y aunque no era una joven desesperada, esa situación la estaba volviendo en una persona así.

Los escalofríos se hicieron presentes al escuchar aquel relato de la transformación. Su mano libre descansó sobre su pecho alterado. ¿Cómo era posible que él aguantara eso? Sin duda admiraba que lo resistiera, y que claro, siguiera de pie. Quizás tomando en cuenta esa naturaleza, el dolor no era tan malo, cuando tomando en cuenta el relato, estaba segura que lo era. Tomó un par de bocanas de aire con disimulo, de esa forma tranquilizaría sus nervios tanto como su alma angustiada. Comprendía al pie de la letra lo que él le estaba diciendo, de todos modos quería estar para él, sin importar los riesgos, sin importar las consecuencias.

Está más que claro que en luna llena no saldré a rondar ni siquiera por los terrenos de nuestro hogar — Que distinto era llamar a un lugar donde vivías casa a hogar. — Sin embargo quiero estar en su amanecer, y poder ayudarlo a recuperarse con más rapidez ¿me permitirá que haga eso, mi señor? — En su interior rogaba a que le dijera que sí, lo mínimo que podía hacer era esperarlo en el marco de la puerta con ansias, poder darle de comer, y llevarlo a la cama para alimentarse. Raisa deseaba ser la compañía del caballero, pero también su bastón al caminar, sus ojos al mirar ciertas cosas, su deseo, su pasión, su fuerza, y su apoyo. Muchas cosas que se necesitaba tiempo para poder llegar a obtenerlas pero que sin duda, si los dos lo deseaban, se podía alcanzar.

Lo observó al andar. No podía negar que aquella visión le parecía maravillosa. Aquella espalda ancha bien marcada, la cintura, los costados, sus glúteos bien trabajados. Esas piernas largas. Los brazos. Su marido era un hombre bien dotado, bastante parecido. Muy atractivo, y los años no le parecían afectar, sino favorecer. Aquella visión se había vuelto su favorita, y no importaba los pensamientos que llegara a tener. Era su marido, su zar, y habían consumado su matrimonio la noche anterior. ¿Qué de malo tenía en admirar aquella belleza? Nada

Por primera vez la zarina observó a alguien con deseo; cómo mujer, no sintió vergüenza, mucho menos se reprendió. Ella estaba creciendo, y estaba haciéndolo a pasos agigantados.

¿Los licántropos no siguen el rastro ya conocido?Me refiero a que usted conoce mi olor ¿No lo seguiría de regreso? — Esa era una buena pregunta, y se la hacía por la idea de tener hijos juntos. Raisa sabía que debía dar a luz al próximo heredero, pero también comprendía que ellos, al buscar ser padres tenían que tener otras responsabilidades también, no sólo por la educación, alimentación y educación del pequeño, sino también por que necesitaban protegerlo el doble cada luna llena. — No son tan delicada y débil cómo parece, mi zar — Susurró, aunque ella estaba segura que no la subestimaba. La joven protegería a su familia con uñas y dientes de ser posible. Incluso lo haría con Sacha, sin importar que fuera más fuerte que ella. — Quizás yo también tenga un poco de fierecilla — Claro que no era una broma, mucho menos una burla, lo decía por las garras que sacaría con tal de defender aquello que estaban comenzando a formar.

Se puso de pie. La bata de transparencias se sentía bastante bien, acariciaba con dulzura y delicadeza su cuerpo. Ronroneó un poco cuando se acercó a su marido. Quiso abrazarlo por la espalda en un arranque de cariño pero se aguantó, quizás a él no le gustaría que ella fuera tan romántica con él. Mejor evitar abrumarlo. Se puso a un costado mientras observaba el paisaje hermoso de la Rusia que tenían enfrente. Su futuro estaba ahí, necesitaban manejarlo con inteligencia, aunque claro, estaba más que segura que él lo hacía. Lo admiraba, y dicen que para amar se debe admirar también. Suspiró en silencio, no lo observó simplemente siguió contemplando el paisaje.

Está claro que jamás imaginé ser zarina, sin embargo tengo confianza en mi, en lo que sé de la vida, en mis aprendizajes, podré desempañar bien mi cargo, y también compartir mis ideas y creencias de ciertos temas, quiero llegar a ser una excelente esposa, pero también deseo ser justa y ayudar a nuestra gente — Ambos tenían la responsabilidad, aunque ella jamás daría un paso sin consultarlo, porque cómo él lo había dicho, ahora eran iguales, y caminarían a la par.

Raisa se mordisqueó el labio inferior por un momento antes de voltear a verle. Le dedicó una sonrisa sincera. Por extraña razón deseaba sentir el contacto de su marido, no sentirse lejana a él. Tanta información también la tenía un poco vulnerable. Quiso un abrazo y un beso, y escuchar que todo estaría bien entre ellos, pero se conformaba con verlo tranquilo. Aferró sus manos con fuerza al borde de aquel lugar en el que se había recargado. ¿Cómo actuar? Aguantarse tantos impulsos la ponían nerviosa.

¿Confía en mi? ¿Confía en que seré una excelente esposa, y sobre todo una excelente zarina? — Necesitaba saber las respuestas, necesitaba saber que él de verdad ponía su fe en ella.


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Mensaje por Sacha Románov Sáb Mayo 09, 2015 6:12 pm



Podría decirse que luego de haber tenido esa charla con la Zarina la calma volvió al lupino, ¿cómo aquella conversación que tiene los padres con sus hijos referente a la sexualidad? Podría ser algo similar, aunque no en la misma escala pues ciertamente no era su hija y el tema del sexo ya lo había tratado con ella de manera más directa y confrontativa justo el día pasado. Sabía que Raisa iba a querer interponerse entre sus medidas ya acostumbradas por años para mantener en completo control y secretismo su condición, claramente Sacha no permitiría que esto suceda, porque simplemente él así se maneja y no pretende cambiarlo, no obstante respecto a sus deseos no había manera de negarlos y en realidad no le resultaban desagradables o algo similar, sería diferente, poco común, pero agradable, lo visualizaba así, no tenía compañía posterior a su transformación y ahora tendría el cariño y quizás a futuro el amor de su esposa para consolarle, más que las carencias físicas pues el daño aquel se regeneraba pronto, podía más acallar sus líos mentales y sentimentales, es cierto que hace mucho dejo de desvivirse por si en el camino nocturno mataba incluso, pero siempre en su subconsciente quedaba ahí dentro ese bichillo infeliz que podía carcomer la conciencia incluso de un hombre duro como él. El Zar observó a su mujer y noto su inquietud, también notó aquello que se generaba en ella, por su causa, una muchacha joven, llena de vida, inteligente sí, decidida y empeñosa sin duda, pero después de todo una niña, apenas dieciocho años que no servían de mucho para la experiencia, tenía demasiado por vivir y estaba consiente el Zar que su condición de Zarina le limitaría en las tantas posibilidades que tiene el mundo, no obstante tiene claro que cada ser tiene un objetivo, sin objetivo no hay razón de vivir, mientras él sea útil y cumpla un rol se preocupará por mantenerse en píe, pero cuando no sea necesario de su existir, ni de su presencia entonces dejará de preocuparse, vivirá solo para su gusto el tiempo que le quede y esperará sin miedo alguno su final, quizás sea fatalista, pero Sacha así veía la vida, no obstante no buscaba imponer esa manera de ver el mundo o de ver el existir de las personas a Raisa ni a ningún otro ser que pueda estar cerca de sus ideas y pensamientos, su cruzada resultaba una vez más unitaria a pesar de todo, pero no del todo exclusiva para él, pues sin duda tomaría las manos que se le extendieran, en este caso el apoyo incondicional que su mujer profesaba y juraba, no es que no confiara en ella o no le creyera, es que simplemente Sacha es un hombre de acciones si se quiere sustentar la verdad y de palabras si se quiere demostrar la ideología, todo aquello que Raisa dice tan solo el tiempo puede avalarlo a cabalidad, él creía en ella de manera razonable, mas no ciega y esperaba que ella tampoco creyera en él de esa manera, pues no resultaba sano y menos inteligente.

El brazo derecho del Zar rodeo a la muchacha y le atrajo, un abrazo suave abarcó el cuerpo ajeno y posteriormente un beso sobre la frente de la joven apareció, Sacha tembló ligeramente al mostrar tal símbolo de cariño que de raíz disimuló, la palma izquierda desvistió la figura de la Zarina – Tu energía se refleja en tu cuerpo, en tu mente, en tus promesas y en tus deseos – Acarició de inmediato el busto derecho de la joven con su mano derecha – Tengo la suerte de mantenerme joven gracias a la maldición y poder estar a la par en tus deseos y energía corporal, no tan solo sexual, sino también la necesidad de recreación o de salir a pasear por los jardines, o simplemente correr, no obstante no te aseguro que siempre vaya a compartir estas actividades, ya que soy predilecto a la lectura y la tranquilidad rodeada de silencio – Razón por la cual ocupaban la habitación más elevada y alejada de todo el Kremlim, más no la más espaciosa ni lujosa en un primer momento, los aposentos de sus padres resultaban ser los más adecuados para la estancia de este Zar y de su Zarina, sin embargo el decidió que cambiaran de lugar por estos gustos peculiares ya mencionados, había que subir y bajar muchas escaleras para llegar aquí, por ende los guardias reales agradecían encontrarse dos pisos más abajo y solo subir si realmente son necesarios, situación que hasta la fecha aquí jamás sucedió por beneficio y suerte de aquellos – Estoy seguro que si tu honestidad va de la mano con el esfuerzo y las ganas que posees serás una gran mujer, y aquello engloba no solo ser una Zarina, sino también una buena madre, una adecuada doncella y todos los porvenires de la vida que puedan estar relacionados respecto a la femineidad – Estaba claro, Sacha le guardaba su lugar a los asuntos femeninos y masculinos, así le habían criado y así moriría, fiel a esas reglas que le llevaron a estar donde está hoy – En las mañanas después de luna llena suelo trepar e ingresar a la habitación, muy temprano por la mañana, antes de que salga el sol, no será necesario que me esperes despierta, no obstante creo que tu ansiedad no te permitirá dormir ahora que sabes este secreto – Con esto le estaba confirmado su pedido de manera positiva, pero sí de pedidos se trataba, ahora mismo su biología le pedía sentir la ajena, y su erección confirmaba aquello, Raisa fue llevada por el Zar hacia el balcón donde el sol comenzaba a pegar de manera tenue, ahí empezó a besar la parte superior de la anatomía ajena hasta los senos – Es un día sabático, se puede abusar del placer debido a la ausencia del deber – Con estas palabras se daba permiso así mismo de entregarse a la carne por la mañana, estando acostumbrado hasta ayer a entregarse al mando y organización de sus tierras que no son pocas. La templanza del caballero le venció y este de inmediato arrodillado a su mujer frente a su pelvis, le acarició el mentón con suavidad y luego los labios, rosados y suaves, frescos por la bebida recién consumida, los ojos del hombre-lobo mostraban deseo, así como ella, él también sentía y no resultaba ser de roca, sin cortar el contacto visual, separó las fauces ajenas con lentitud e introdujo su miembro dentro de la boca de la Zarina, un asentimiento de cabeza le otorgó a la misma esperando que esto le diera una pista de qué hacer.


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Mensaje por Raisa V. Románova Sáb Mayo 16, 2015 9:44 pm

El rostro de la joven mostraba lo que en su interior había: confusión. Ella había tomado muy bien la noticia, de hecho mejor de lo esperado, sin embargo la realidad no le pegaba de lleno, y aunque estaba segura que su esposo no le mentía, tanta información no podía procesarse a sólo unos minutos de obtenerse. Quizás por eso se sentía tan frágil y vulnerable. No le tenía miedo, en su interior tenía la plena confianza de que él la protegería incluso de sí mismo, y por eso a pesar de la naturaleza ajena, no podía, ni tenía ganas de salir huyendo. ¿Para qué? Cobarde no era, y aunque pareciera frágil, lo cierto es que era una joven fuerte, decidida, y llena de valentía. Estaba consciente que la prueba de fuego sería en la primer luna llena que pasaran como marido y mujer, pero mientras eso llegara a ocurrir, ambos se acercarían más, y podrían complementarse de otras maneras. Los dos llegarían a un nivel elevado, temas como la licantropía de su marido no les causaría problema, porque para ella no lo era.

No podía negar que la cercanía de su Zar le sorprendió. Parecía que había leído sus pensamientos. Se sintió dichosa al notar que él de verdad ponía de su parte, y encima de todo buscaba hacerla sentir dichosa; muy feliz. Sentir la calidez del cuerpo ajeno le traía recuerdos de la noche anterior, e incluso sus oídos podían llegar a escuchar los gemidos de ambos hechos música. Raisa había disfrutado en demasía el compartir su cama con él. La unión que ambos tuvieron la hizo temblar, y nunca antes había gozado de esa manera. ¿Eso era el sexo? Porque debía reconocer que le gustó demasiado, y la practica para poder embarazarse le resultaría deliciosa, nunca le diría que no, aunque él claramente le dejó que sus deseos contaban, pero no se sentía con el valor de negarse. No con su marido.

Para la Zarina, su esposo no era un hombre malo, tampoco egoísta, no al menos de una manera cruel, por eso también se sintió a gusto, feliz y en confianza. Aquel beso la hizo suspirar, y sus brazos lo estrujaron con mucho animo. Estaba feliz ¿para que mentirse? ¿Para que mentirle al mundo? Era una joven afortunada, y que sí usaba su inteligencia como era debido, llegaría a tener más frutos aquello que estaban cosechando desde el momento en que se casaron. Raisa había captado el aburrimiento de su marido en la ceremonia de unión, quizás todo aquel teatro no había representado nada, pero por extraño que pareciera, la joven creía que todo aquello lo hizo para ella; por su bien.

Aquellas grandes manos manejaban con profesionalismo su figura. Parecía que Sacha no hubiera hecho el amor con ella sólo la noche anterior, sino de toda la vida, y eso la hacía sentir bien, deseada, hermosa. ¡Todo lo que una mujer desea que ocurra con su esposo! A cada roce el deseo incrementaba, y a cada lamida la excitación aparecía de forma abismal. Ronroneó un poco, como un gatito que disfruta de los mimos que le hace su dueño. Podía hacer mil y un sonidos demostrando lo bien que se la estaba pasando, y las ganas de devolverle el favor. ¿Cómo lograr que su marido se pierda en ella? ¿Cómo lograr que la desee cada mañana al despertar, a cada momento que la vea pasar, y antes de dormir? Porque ella deseaba lograrlo, porque necesitaba ser el complemento de aquel hombre, y que jamás nunca buscara nada más, porque todo lo tendría con ella. Se empeñaría sin duda en lograrlo, y como todo aquello que deseaba, lo lograba, con él lo haría de incluso una manera más empeñosa.

Las miradas decían más de lo pensado. Sus ojos claros se perdieron en la oscuridad deseosa de esa mirada. Raisa había sacado la lengua para lamer aquellos dedos que la acariciaban, y no lo hizo con torpeza, para nada, mostraba el claro deseo que sentía por él. Lamió con erotismo, y con profesionalidad. Incluso apretó un dedo con sus dientes ejerciendo presión, pero no lo lastimó. La jovencita no imaginaba lo que estaba por venir. Nunca nadie le había comentado al respecto, una vez una de sus doncellas le contó sobre los actos sexuales, pero todo muy convencional, nada del oral.

Su estrechez le había hecho una idea de las dimensiones de su esposo. El dolor de la perdida de la virtud se lo recordaron incluso más, pero tenerlo en la boca se lo confirmaba. Sus mejillas se tornaron de carmín al notar que lo tenía ahí, dentro de ella de una manera distinta y nunca imaginaba. Acostumbró su respiración, se tomó su tiempo para relajarse, estar tensa no le ayudaría, eso lo aprendió la noche anterior. ¿Qué debía hacer? Claro que lamer, deslizar y succionar aquel miembro, pero ella no deseaba hacerlo tan mecanizado, mucho menos tan básico.

Sus rodillas se acomodaron con firmeza en el suelo liso del balcón. De esa forma el equilibrio no sería un problema. El aire frío de la mañana ni siquiera le perturbaba un poquito, su cuerpo se encontraba caliente y deseoso.

Raisa tomó el valor necesario para tomar la base del miembro, pero no se quedó ahí. Una de sus manos investigó todo a su alrededor. La pelvis velluda, el falo venoso, y los testículos que parecían cargados de su esencia. Sin poder evitarlo los estrujó. No lo hizo fuerte, más bien fue delicada en un principio, y conforme pasaba el tiempo incrementó la fuerza, no lo estaba estrangulando, solo tanteando, y a juzgar por las expresiones de su esposo, lo estaba haciendo bien.

La boca de la zarina hizo un sonido extraño. La succión había comenzado, y es que primero jaló de él, tonta ella creyó que lo lastimaría, aunque recordó que su marido era más fuerte de lo normal. Su cabeza empezó a deslizarse, y su lengua jugueteó con todo aquello que podía ir abarcando. Las succiones se iban intercalando al igual que los estrujones que la joven otorgaba. Sin duda estaba dando su mayor esfuerzo, y no parecía una chiquilla inexperta y hasta hace una noche virginal. Su empeño lo estaba otorgando, el máximo de él, además de eso, la jovencita procuraba tener los ojos bien abiertos, la idea de ver a Sacha perdido en el deseo gracias a sus acciones empezó a subir su temperatura corporal. Después de un par de minutos, el movimiento de su cabeza incrementó la velocidad, las succiones eran más fuertes, y salivaba de una manera impresionante. Raisa apretó los labios buscando generarle más estrechez. De vez en cuando gemía. Le fascinaba verlo así.

Raisa se sentía extrañamente poderosa al notar lo que era capaz de proporcionarle a su marido. La primera prueba parecía estar siendo superada, la intelectual, moral, y demás con el transcurso de los días. Si el día había sido nombrado como sabático, entonces se esperaba toda una jornada física. Se quedaría encerrada en ese habitación hasta hacerlo reventar de nuevo en su interior. ¿Tendría algo de malo? Para nada. Era una joven inquieta, energética, y con ganas de experimentar, pero sobretodo de complacerle.

Uhmm — Un susurro suave, un gemido que venía desde su garganta. Su cuerpo temblaba. Raisa soltó la base del miembro para cogerlo de la cadera e impulsarse, poder darse más velocidad al hacerle el sexo oral. De un momento a otro disminuyó el movimiento, y movió su boca de lado, de esa forma buscaba que el miembro le entrara por completo a la boca, o al menos lo más que se pudiera. Lo hizo con lentitud, y luego subió la velocidad al sacarlo. Así repetidas veces, hasta que volvió a coger el ritmo normal. Extrañamente el sabor del zar le había encantado.


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Mensaje por Sacha Románov Lun Mayo 25, 2015 6:54 pm



Sacha no debía luchar contra la culpa más, después de todo estas actividades las realizan los esposos en sus tiempos libres, para satisfacer sus necesidades y estrechar sus vínculos aún más, ante ningún tipo de ojos podría ser mal visto el acto sexual, quizás por la iglesia pues el sexo oral no aportaba nada a la reproducción, pero justamente los ojos de aquella institución poco le importaban y si se había casado por la misma se debía solamente a un tema protocolar, político y claramente porque así le hubiera gustado a sus padres que se casara. Una vez más Sacha se daba cuenta el poco tiempo de su vida dedico a satisfacer sus propios deseos, ¿podía ser tonto? Pero con Raisa empezaba a satisfacer propiamente sus deseos, más allá de que el hecho de tener hijos resultaba una obligación, pero en algún punto de su vida quizás deseo tener descendencia, ese momento entonces fue digno pues se cumpliría, tarde o temprano, Sacha tenía dudas respecto a qué otros deseos más se le cumplirían en la vida, deseos propios, ahora nuevos horizontes se le presentaban, diferentes responsabilidades o mejor dicho, se le sumaban más responsabilidades, y ante esto más y nuevas necesidades, la vida en pareja, quizás no resultaba tan tenebrosa como algunos hombres confieren que es, aunque debe analizar qué tipo de hombres son los que afirman tales cosas después de todo. Por el momento y pasada la etapa de confesiones, podía decirse que Sacha disfrutaba bastante bien de tener una esposa, justo ahora, con la felación que la nombrada le propinaba, parecía que estuviera experimentando con su falo y sus testículos, pero aquello le hacía sentir bien, el rostro del lupino le delataba, y esos labios calientes húmedos que generaban un pequeño ruidito, diferente al de sus gemidos le extasiaban – No te detengas – Mencionó en ese corto momento cuando la muchacha se detuvo, no obstante la tranquilidad o quizás, el confort volvió pronto a él cuando la misma continuó, Sacha comenzó entonces a moverse también, hasta el momento había quedado casi estático, pero deseaba sentir más de aquello, por lo mismo sujetó con firmeza y con ambas manos la nuca de la Zarina y comenzó a sacudir su pelvis de atrás para delante de manera repetitiva, suave sí, nada exagerado y no llegaba a golpear el rostro de la joven entre cada embestida, a penas y tocaba su pelvis de manera superficial con la nariz. Sacha estuvo así un par de minutos hasta que se detuvo para darle dejarle el control o el ritmo, a ella una vez más, no porque él se cansara, resultaba muy placentero hacer aquello, pero de manera continua seguramente le resultaba agobiante a la muchacha aguantar muy profundo su falo dentro de la boca. La cabeza del lupino giró lo más posible por toda la habitación para buscar un lugar, lo reconoció, al cabo de un par de minutos más detuvo a Raisa y no por ingrato, por el contrario, ahora le tocaba agradecer.

Devolviendo placer, la elevó de la alfombra con la suavidad misma que le había tratado la noche anterior, con ella en brazos, como quién carga a un bebe, se aproximó al sofá unitario donde habían comenzado su acto sexual anterior, se sentó y dejó a la joven sobre sí, entonces la beso en los labios y comenzó a estimularle con los dedos, notó entonces que se encontraba ya algo humedecida, pero continuó para asegurarse de que estuviera bien lubricada antes de entrar una vez más, causar dolor no resultaba ser idea del acto sexual, al menos no para sus estatutos, el sadomasoquismo no iba con él para nada - ¿Raisa? – Pronunció su nombre como una especie de aviso, al poco tiempo le hizo bajar más la posición de su cintura para que finalmente su miembro encajara a la perfección dentro de ella. Continuó dando otros besos más a los labios de Raisa y al poco tiempo le estrujó los glúteos, comenzó a mover los mismos de arriba para abajo, incitando a que la muchacha se moviera para que empezara el placer, ese que a pesar de haber pasado unas cuantas horas de haberlo experimentado ya se volvía a extrañar, presumía que no solo él lo hacía, pues Raisa mostraba satisfacción también en el rostro, y las facciones de ella hasta el momento no le habían mentido, bien, creía en que sus palabras hasta ahora tampoco lo fueron, pero siempre le da más validez a lo que el cuerpo revela pues resulta ser lo que tu inconsciente no regula y tan solo expulsa porque así lo siente o experimenta, o reacciona también. Quizás podía considerarse inadecuado que Sacha estuviera tan pendiente de este tipo de reacciones de parte de su esposa, pero así conocía a las personas él, de esa manera tan “seria y poco común” Algunos podrían considerarla digna de un paranoico, y quizás tengan razón, Sacha mostraba ciertos signos de desconfianza en términos generales, no obstante confiaba en sus conocidos hasta el cierto punto razonable, ese que al que tanta relevancia le da, pues no es bueno cegarse por nadie y menos frente a nadie, eso tan solo te puede llevar a declinar y para alguien como él, un líder, quedar así de vulnerable de aquella manera tan solo sería la perdición para su liderazgo, y quizás para todo el orden que su dinastía ha venido estableciendo a través de los años y aquello, deseaba y esperaba, que jamás pasara.


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Mensaje por Raisa V. Románova Sáb Jun 27, 2015 2:44 pm

No existía mejor forma para que ellos llegaran a conocerse. La confianza debía cogerse por los cuernos, domarla por completo, y hacerla parte de ellos, y es que no existía ni existiría otra forma. Su matrimonio no inició por un cortejo, más bien por mera imposición, y el amor no se sentía, pero al menos el respeto y el cariño aparecían. Raisa le entregó su cuerpo, un templo que le habían enseñado a cuidar con recelo, a hacerlo respetar, no sólo ese detalle, sino también le dedicó palabras que se volvieron promesas, sentires importantes. Su desnudez, aunque la hacía hacer cohibida, le hizo sentir también seguridad. Sentimientos plenamente contradictorios, pero que describían la marea turbulenta que estaba experimentando. ¡Que complicado era ser mujer! ¡Que complicado era casarse y aceptar su destino! Todo podría ser difícil, y al mismo tiempo sencillo, porque Sacha le estaba dando la confianza, la fe, y la demostraba que le ayudaría a superar esa y cada una de las pruebas.

Lejos estaba de ser desagradable el acto oral, aunque sus principios le inculcaron otras ideologías, la jovencita lo estaba disfrutando. Imaginó que su marido mantenía una buena alimentación, además de buscar estar en forma, quizás por eso su sabor era agradable, la textura provechosa, y el notarlo gozando del momento avivaba las llamas internas que tenía, esas que la impulsaban a seguir, pero más aún, la animaban a realizar un mejor trabajo. De algo el Zar podía estar seguro, su esposa haría todo lo que estuviera en sus manos para complacerlo, no tendría queja de ella, por el contrario, y buscaría que sus deseos carnales se inclinaran exclusivamente a la experimentación, y disfrute con ella.

Para ella, no sólo era delicioso saberse buena amante, sino también, que su marido disfrutara estando en su interior. Ella podía sentir como sus paredes intimas se expandían por aquel gran invasor. Su cuerpo se retorcía en desmedida entre sus brazos. Aquella nueva posición le resultaba un escándalo, y es que sin duda tenerlo bajo ella le resultaba extraño. Según su madre, los hombres no permitían estar por debajo de la mujer, sin importar que se tratara del mero acto sexual, y es que eso les restaba poder, aunque claro, Sacha había demostrado, y sobretodo, dejado en claro, que él no era igual que los demás, y que le daría un lugar igualitario a la zarina, lo cual la aliviaba. Lo más “traúmatico” para ella, fue sentí como aquel falo invadía más de la cuenta su interior. En aquella posición abarcaba más de la cuenta, incluso la profundidad. Sin poder evitarlo gimió con fuerza, se retorció de nueva cuenta, y dejó caer su cuerpo sobre el ajeno. Ronroneó a causa de la sensación.

La mujer deseaba decirle más de una palabra, añoraba poder transmitirle todo lo que pensaba y sentía, pero la actividad física no le ayudaba, y el temblor de su figura menos. Sus ojos se cerraron con fuerza, el calor de su interior escapó de entre sus labios, chocó contra el cuello del hombre. Por instinto mordió aquella piel tostada, tiró de ella, aunque sin buscar lastimarlo más de la cuenta. Lo bueno de la condición de su marido, es que resistía más, por lo que ella no debía de preocuparse, no se comparaban en fuerza, y su delicadeza aminoraba el daño que pudiera ejercer. Más de una vez tiró de aquella piel. Reconociéndola, saboreándola, gozándola.

La ayuda de sus rodillas le evitaban la abrupta penetración, una que en un principio pudiera llegar a lastimarle. Hay que tomar en cuenta que su virginidad había sido robada hace apenas unas horas, y la estrechez de su intimidad, sumada a la sensibilidad que tenía, podrían ser contraproducentes, sin embargo estaba haciendo su mayor esfuerzo, tanto para aguantar y acostumbrarse, como para aumentar el ritmo. Ella le estaba demostrando que podía ser una delicada flor, pero también una fiera en la cama, y todo gracias a él.

Separó su cuerpo del ajeno, aunque no la unión de ambas figuras, aquello para poder contemplarlo. Raisa deseaba poder ver los ojos de su marido, las expresiones de goce que tenía. Él no mentía, no al demostrar que de verdad gozaba estando en su interior. Se sintió dichosa, plena, hermosa, deseada y feliz. Algo que cómo mujer nunca antes había experimentado, y que por supuesto le estaba más que gustando. ¿Qué mujer no sueña con la aprobación, aceptación y encanto de su esposo? Todas lo añoraban, y ella, para su buena suerte, lo estaba experimentando.

Respingo las nalgas un par de veces, eso provocado por las sensaciones cargadas de satisfacción que estaba experimentando. Sabía que estaba por legar al clímax, pero no lo deseaba con tanta prontitud, por eso de un momento a otro se detuvo, no sin mirarlo. Sus pechos estaban firmes, y sus pezones incitándolo a que mamara de ellos. La lengua calidad del licántropo aliviaría el dolor de experimentaba por el endurecimiento. Sólo bastó arquear una ceja para hacerle la invitación a tomar aquella zona de su cuerpo, porque ella deseaba darte todo de su figura, todo cuanto podía.

Necesito respirar un poco… — Susurró muy bajo, con la clara alteración respiratoria, misma que no la estaba dejando parlar de la forma correcta. Inevitablemente se río. Estaban siendo cómplices de lo prohibido ante los ojos de los críticos. Cómplices de una pasión fuera de lo normal, porque el acto sexual buscaba sólo la procreación, pero ellos buscaban más que eso. Algo que seguramente pocos entenderían.

¿Qué más puedo hacer para dejarlo satisfecho? — Su mirada no perdía la ajena. Sus dedos se deslizaron por la curvatura del cuello ajeno, así hasta llegar a la barbilla del hombre, a sus mejillas, a su nariz, y sus labios como punto final. Sus labios húmedos repitieron aquel proceso. Con cuidado, con ternura, tomándose el tiempo que creía el adecuado. Cuando llegó a la boca del hombre no pudo evitar besarlo con tanta pasión, que no le importó por unos instantes quedarse con aire. Aquellos labios cálidos le gustaban, y volvían a encender el deseo que había detenido para prolongar la pasión y el placer. De un momento a otro sus caderas volvieron al ataque. Su cuerpo ya había tomado el pequeño descanso que necesitaba. Gimió contra la boca de su marido, lo abrazó por el cuello, incapaz de soltar su boca, y tampoco capaz de detener el movimiento de su pelvis.

Tómame — Susurró, y no porque le restara a lo que estaban haciendo, más bien le estaba cediendo el control de aquel encuentro. Le otorgaba los movimientos, la fuerza, la posición, y todo aquello que el deseara hacer con ella en ese momento. Ella sabía que no se llegaría a arrepentir, porque independientemente del placer desenfrenado que podrían llegar a experimentar, ambos necesitaban de más, y ella estaba cien por ciento segura de algo: Sacha no le haría daño.


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Mensaje por Sacha Románov Jue Jul 02, 2015 11:09 pm


Se podría decir que no perdió demasiado tiempo, por alguna razón fue directo a los que quedaban expuestos, lentamente reposando su mentón contra el centro del pecho ajeno sin presionar para causar dolor, desplazó su rostro un par de veces hacia ambos costados para verse en la posibilidad de lamer y succionar aquellos endurecidos pezones que resaltaban de la delicada figura de su mujer, la que por alguna razón no podía evitar sentir que mancillaba desde anoche, quizás porque cuando la vio por primera vez se hizo aquel concepto mismo por el cual la escogió, la perfecta virgen de mármol fino e impoluto, aquellos disgustos mentales solo él los generaba y solo se los tragaba por suerte. A pesar de lo mencionado continuó degustando con sus labios húmedos los pezones sonrosados y con sus palmas los glúteos firmes de joven sana y esbelta, todo resultaba en ella un deleite para él, por lo mismo pensaba si para ella resultaba similar la situación, ¿inseguridad? Quizás sería una curiosidad que de alguna manera buscaba inflar su satisfacción personal, ¿algo lógico al final, no? Raro también sea dicho de paso, seguramente no demasiados hombres se preocupaban por si resultaban apetecibles al tacto de sus mujeres o si disfrutaban del sexo con ellos, después de todo resultan ser egoístas, por su parte él se puede decir que es bastante diferente en muchos aspectos a la mayoría de hombres, ¿una maldición o una bendición? No sabría responderlo él. Sacha pensaba también, si realmente estaba abusando de la situación, de su matrimonio, de ella, por un momento al tenerle encima y rogando por un tiempo muerto, lo pensó. Parecía que se estuviera comportando como aquel niño que desgasta el juguetito nuevo, ¿por qué? Solo él podía sacar algo malo o un posible negativo de una situación que realmente no dañaba a nadie y resultaba inofensivamente placentera, este resultaba ser el principal problema del Zar, cuando piensa demasiado, más de lo debido, resulta imposible no poder compararlo con aquel mocoso que no sabe cuándo cerrar la boca y que encima piensa que está siendo genial y el más inteligente del grupo. El pare debía ponérselo solo, sin embargo no lo hizo, fueron las palabras ajenas las que liberaron al lupino de su verborrea mental, aquella pregunta, podía resultar imposible de responder, ¿cómo satisfacer a un hombre perturbado con la perfección muy en el fondo? No debía ir por ese lado, debía alejarse, centrarse en que la muchacha se refería tan solo al acto sexual en el cuál ambos resultaban unidos justo ahí – Estar satisfecha – Respondió a la pálida rubia mientras guiado como abeja a la miel correspondió al beso intenso que esta propinaba con una iniciativa reveladora para ser honestos. Sin embargo aquello y sus palabras finales le incitaban a dejarse llevar y a pensar menos, algo que con urgencia exigía su propio interior, un poco de paz y tranquilidad para poder sencillamente disfrutar como un ser humano normal, ayer tampoco se había acostado con ella sin pensar, ahora lo haría.

Las palmadas pesadas del licántropo fueron subiendo lentamente por las curvadas caderas ajenas hasta llegar a la altura del ombligo, fue entonces cuando observó el rostro ajeno – Espero con ansiedad, debo reconocer, que el tamaño de tus pechos se incremente – Seguro ella pensaría que se refería a que no estaba satisfecha con su tamaño u algo similar, sin embargo él no iba para nada por ese camino, ni el inicio del mismo – Pues será – Ya en ese instante ambos senos estaban capturados entre las palmas masculinas – La prueba fehaciente de que guardas en ti el fruto de nuestra unión y al heredero de nuestra Rusia – Como si la idea le causara un deseo ferviente comenzó a mover sus caderas acoplándose perfectamente al movimiento de pelvis ajena, como si fornicar más duro o más suave variaran la probabilidad de embarazó durante los actos, una necedad, sin embargo resultaba un simple gesto psicológico que realizaba por pura inercia y sin pensar, lo último casi un milagro logrado – Mi cuerpo me invitará a no detenerme, pero si te lastima debes hacérmelo saber – En algo si debía pensar como excepción exclusiva y rotunda, en el bienestar de su esposa. Las palmas se retiraron de la zona blanda lamentando aquello en parte, sujetaron las caderas ajenas y comenzaron así a movilizarla de arriba para debajo de manera rauda pero siempre cuidando de que el miembro ingresara hasta el tope en cada embate, aquello le causaba un mayor placer y presumía que a ella también, aunque seguramente más dolor también, lo tenía presente y por ello no exageraba con el hecho en sí. Al paso de unos minutos no contados se detuvo para dar respiro a la exaltada humana, no reprochaba en lo absoluto que no le siguiera el ritmo o que no lo soportara, después de todo sus diferencias físicas serían siempre remarcadas, incluso cuando ella obtuviera la experiencia y la costumbre física necesaria para el acto mismo. Elevó por última vez a la joven para levantarse y cambiar de lugar con ella, la medio recostó en el sofá lentamente, la besó con suavidad como si aquello hubiera finalizado, sin embargo posó ambas palmas bajo los glúteos ajenos y los jaló hacia fuera levemente para que este desbordara del sofá, la imagen resultaba erótica en todo sentido y muy explícita, una parte de él también lo consideró vulgar, pero no debía pensar, no debía. Separó las piernas de la muchacha colocando quizá con algo de esfuerza la planta de los pies levemente apoyadas sobre las posaderas aterciopeladas del sofá, el miembro marcado por las venas reposaba justo entre los labios ajenos y el recto ajeno que lucía humedecido por los jugos – Falta poco – Susurró, por alguna razón podía pensar que la joven ya satisfecha con el acto buscaba de manera egoísta y completamente respetable que él terminara para descansar finalmente. El movimiento de su cuerpo logró que la punta de su falo rozara levemente el interior del recto ajeno, sin embargo ayudado de su palma lo retiró lentamente y lo acomodó en el lugar adecuado, empujó con fuerza media dado que estaba muy bien lubricada, ambas palmas apoyadas sobre la parte superior del respaldar del sofá, un apoyo no suficiente para él pero lo utilizaría lo mejor posible, comenzó entonces las embestidas, tuvo que usar la fuerza de sus brazos y sus palmas para mantener el mueble en su sitio, sin embargo no podía evitar el golpeteo de las patas del mismo contra la alfombra que si bien resultaba un sonido casi mudo, él resultaba capaz de escucharlo, así estuvo escuchando hasta que se detuvo de golpe y dando paso a la descarga, una vez más, del espeso y generoso líquido blanquecino en el interior de su mujer. Un quejido ahogado de satisfacción fue expresado, segundos después se fue retirando levemente de su interior dejando expuesta su propia esencia de entre los labios ajenos. Una inclinación leve para poder tomar los labios ajenos suavemente cerró aquello.


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