Sabrás que dejo todo si tú me dices ven → Privado || +18

por **Raisa V. Románova** Sáb Nov 15, 2014 2:49 pm

Recuerdo del primer mensaje :

"De ti depende y de mi
que entre los dos
siga siendo ayer noche
hoy por la mañana"

— ¿Sabes lo afortunada que eres, mi flor? — Susurró una voz delicada femenina mientras arreglaba los pliegues blancos con incrustaciones de piedras preciosas que adornaba el vestido de la joven. No sólo eso. Se posó detrás de la chica ajustando los amarres de ese asfixiante corsé. Acomodó un mechón de cabello del peinado pomposo que tenía la jovencita, le limpió una lagrima cristalina que corría por la mejilla a su hija, y después acomodó correctamente el velo con transparencias que cubría su bello rostro. La ricachona mujer no cabía de la felicidad, se sentía orgullosa, afortunada, la madre más bendecida. El trato que había realizado con su marido le daría alianzas más grandes, les engordaría los bolsillos, y su apellido resonaría en libros de historias de futuras generaciones — Te escogió el mismo, dicen que te miraba de lejos, que te vigilaba, que tú belleza lo deslumbró — La mujer hablaba como si su hija se tratara de una muñeca expuesta en el mejor aparador para ser contemplada, negociada y obtenida.

— Es atractivo, joven, el hombre más importante de nuestras tierras, ahora eres la zarina, y tus hijos serán poderosos. — Terminó de acomodar los desperfectos y la miró directamente a los ojos — Debes obedecer y aceptar todo lo que te dice, debes complacerlo como esposa, pero sobretodo como mujer, sino lo mantienes contento puede cambiarte, tiene el poder para hacerlo — Palabras que para nada deseaba escuchar. Al poco tiempo se despidieron.

Raisa se encontraba en su nuevo hogar, en el lugar que dormiría, se despertaría, comería, y podría ver a sus hijos andar. Debía aprender a amarlo, a apreciarlo, y a disfrutarlo, sin embargo se sentía extraña, fuera de lugar. No estaba triste, más bien se encontraba nerviosa, desde siempre estuvo consciente de su papel, de la búsqueda ideal para un marido adecuado. Sentía que todo había sucedido demasiado rápido, se sentía pequeña, una niña, y lejos de poder llegar a ser una verdadera mujer. ¿Qué pasaría si su madre tenía razón y no era lo que el Zar esperaba? Tragó saliva con fuerza. Se sostuvo de la tela de su vestido y dio un respiro profundo. Avanzó con cierta torpeza hasta asomarse por un gran ventanal que se encontraba cubierto por grandes y gruesas cortinas negras. Jaló un poco la delicada tela y se asomó. Se notaban aún demasiados candelabros, y en los jardines las risas, la música y las charlas le dejaban en claro que la fiesta seguiría por mucho rato. Se sintió profundamente agradecida porque su ahora esposo le había otorgado el permiso de su retiro, y según un par de sus doncellas el hombre no tardaría en llegar. ¿La dejaría dormir y debían consumar su unión como se debía?

Una de las buenas noticias para ella, era que el pueblo Ruso se encontraba feliz por aquella unión. Pocos fueron los críticos y muchos los que sentían una gran bendición. La familia de la joven no sólo era adinerada, sino también caritativa y generosa con su gente. El pueblo sentía que su país tendría un mejor futuro.

La ahora mujer del Zar sintió de nueva cuenta el miedo, el vacío y la incertidumbre. ¿Qué sabía de su ahora esposo? Nada, a lo mucho que le gustaba en demasía la carne (eso lo había notado en el banquete), tomaba vino a cantidades prudentes, por lo que alcohólico no era, tampoco notaba que fuera un bailarín con deseos de romper la pista, sólo habían compartido un par de bailes relacionados con el protocolo, era inteligente, y le respetaban, pero no sólo eso, también notó que sus allegados (políticos, claro), mostraban admiración por su Zar. Aquella información era nula. No tenía idea de nada más adentro de él. ¿Podría saberlo? Volvió a suspirar y dejó caer la pesada cortina. Cuando giró se sobresaltó. La figura masculina de su marido se encontraba acomodada frente a un amplio sillón. Se notaba sombrío y misterioso dada la falta de iluminación. Al llegar sólo había pedido le encendieran una lampara.

En automatico lo reverenció.

— Mi señor, disculpe mi torpeza, no escuché que había entrado a la sala, por lo regular siempre tocan a la puerta — Y era verdad. Desde la mañana que había arribado a ese lugar, en cada salón que ella había estado (no demasiados en realidad, le faltaba conocer mucho del lugar), tocaban a la puerta para no importunarla, de todas formas era de esperarse, a él le pertenecía el lugar, no tenía porque tocar lo que le correspondía sólo por derecho.

Raisa, no se movió ni un pelo, por el contrario, sus piernas parecían completamente aferradas el suelo, había comenzando a echar raíces. Mismas que le impedían avanzar, o tal vez huir.

— ¿Disfrutó su boda, mi señor? — Su noto era dulce, tranquilo, delicado, nervioso y esperanzado. Tenía fe, el señor de los cielos no podía haberle mandado a un ingrato desalmado. Al menos eso deseaba creer — ¿Desea que le pida algo de tomar? — ¿Qué otra cosa debía decir? ¿Cómo romper el hielo ante un desconocido al que no sólo debía desnudarle el alma, sino el cuerpo y anhelaba que el corazón. No sólo ese día, hasta el final de los días.

por **Raisa V. Románova** Dom Jul 12, 2015 2:03 pm

La cantidad de sensaciones que Raisa estaba experimentando, sumado a las emociones, le estaba un placer frenético, aunque no podía negar que algunas penetraciones eran tortuosas. El falo de su marido era imponente, aunque jamás había visto uno para poder compararlo, aquello no le resultaba de un tamaño demasiado normal. No es que se quejara, pero sin duda al ser primeriza no ayudaba para poder disfrutar por completo aquel privilegio que su marido tenía. En más de una ocasiono se tuvo que morder los labios, de esa forma ahogaba los quejidos, el dolor no era insostenible, y estaba siendo consciente del sacrificio que realizaba, sin embargo ese mismo le daría mucha fortuna en un futuro. Ella siempre fue así, una joven que podía sacrificar para llegar a un bien mayor conforme pasara el tiempo. Sin duda ese era un momento de esos.

Pocas veces le hablaron de amor, y también pocos fueron los momentos en los que le explicaron del sexo. Aquel tema no estaba bien visto, aunque al ser una jovencita de clase alta, con aspiraciones a un buen marido, siempre le dejaban el claro que debía complacerlo por encima de todo, incluso de su bien personal. Raisa se cuestionaba si verdaderamente lo estaba siendo, si ceder de la manera en que lo hacía estaba bien. Su interior se removía curioso por poder enterarse de los pensamientos ajenos. Quizás más tarde le haría muchas preguntas, aunque no estaba clara de ser merecedora de tales respuestas.

Raisa no tuvo sólo un orgasmo, sino varios. Su cuerpo se arqueaba, su piel se erizaba, y sentía incluso partes de su cuerpo que no creía existían. Era un encuentro intenso, su deseo desbordaba, la conexión en ambos era latente. Agradeció internamente al ver aquel rostro de satisfacción que el hombre mostraba. Se notaba satisfecho, increíblemente complacido. Pudo sin duda deleitarse con los sonidos que provenían de la garganta ajena. Se dijo en su interior que todo aquello, y la voz ajena serían ahora sus sonidos favoritos. No negaría nunca que le gustaba todo aquello que veía en él, incluso la forma en que le hablaba o la trataba. El aire de salvajismo y caballero mostraban un atractivo especial en él. Uno que estaba segura sólo era para ella. Sonrió ampliamente, jamás fue alguien egoísta, y por primera vez quiso serlo. No se veía compartiéndolo con nadie, aunque existía la posibilidad sí él así lo deseaba, porque bien sabía que los hombres en ocasiones se aburrían de una, y terminaban buscando por otros lados; aquel pensamiento la entristeció.

Fue un beso suave, parecía cargado de promesas que sólo ellos dos ponían entender. El contraste de las actividades físicas de hace un momento, y el beso que estaba sellando su compromiso mostraba lo que ella pareció difícil de alcanzar. La joven comprendía un par de cosas, entre ellas que existía la gran posibilidad de poder llegar a ser amada, no sólo respetada. Aquello aminoró su tristeza y preocupación. Aunque sólo parecía una posibilidad, que misma podía no concretarse, ella no perdería la fe, y seguiría de esa manera, complaciéndolo, realizando lo que fuera necesario para que notara estaba entregada en cuerpo y alma a él.

Estaba más que claro que ella tampoco lo amaba, al menos no de la manera en que buscaba ser amada, pero tampoco negaba que llegara a ocurrir tal posibilidad. Lo comprendía porque en su corazón se escuchaban las palpitaciones que iban dirigidas a él. La separación de sus labios le resultó dolorosa. Le gustaba pertenecer a él. Sus piernas estaban temblando aún separadas, y buscó cerrarlas hasta donde le fue permitido. Cuando las mismas chocaron contra la figura masculina.

Suspiró sonoramente, incluso se atrevió a estirarse un poco hacía atrás, al final cerró los ojos. Se le notaba muy relajada, incluso tranquila, y su rostro inmaculado mostró un aire angelical distinto al que se le veía, sin embargo sus cabellos alborotados, y sus labios engrosados dejaban clara la actividad que acaba de tener. Raisa sentía que estaba soñando, que Dios estaba siendo muy generoso con ella, y que debía agradecerle con sus actos por todo aquello que le estaba dando. Por eso también se prometió ser la mejor zarina, y dar a su pueblo todo aquello que fuera posible para ella.

— Pronto nos daremos cuenta si su esencia se unirá a la mía para poder portar con una vida, misma que será digna de usted, y de toda Rusia — Susurró con suavidad, ya se le notaba más tranquila, y su respiración se había regularizado. — Dicen que los síntomas se notan con obviedad después de algunas semanas. Lo averiguaremos — La inocencia de Raisa se notaba, y es que ella no sabía con que tanta regularidad se debía realizar la practica sexual para poder concebir. La joven deseaba a su marido, sin embargo ¿Era correcto tentarlo a la actividad todo el tiempo? ¿Qué era correcto o incorrecto dentro del matrimonio? Quizás él sólo desearía hacerle el amor en momentos de duda sobre su concepción.

Raisa movió su cuerpo para poder sentarse con comodidad. Cuando lo hizo enseguida se arrepintió por la altura que había obtenido en esa posición. El miembro semi erecto de su marido le había quedado a la altura de su rostro. Bajó la mirada sonrosada, y después de pensarlo un momento alzó el rostro intentando hacer chocar sus miradas.

— Quisiera saber… — Se mordió el labio inferior — ¿Le gustó? El unir si cuerpo conmigo de nuevo… ¿Cree que podré ser una digna madre para sus hijos? — Inseguridades básicas de cualquier mujer, mismas que necesitaba él se las aclarara, no nadie más. A la joven le interesaba mucho la opinión que el llegara a tener de ella, y es que compartiría su vida con él, no le importaba el resto, mismo que sabía podrían llegar a ser falsos, hipócritas que sólo le darían la razón por su ahora cargo, por el poder que ostentaba. Deseaba infinitamente la crudeza y sinceridad de aquellas palabras. Ahora eran unión ante sus creencias religiosas, ella más que nada era una fiel creyente. Sin pensarlo tomó la mano de su zar y le dio un beso en el dorso de la misma — ¿De verdad no deseará que en algún punto yo me vuelva de su misma condición? — Aunque Sacha ya lo había mencionado, Raisa deseaba dejarle en claro que por él haría cualquier cosa. Era su esposa, y estaba consciente del compromiso que acababa de hacer con él, su madre nunca se cansó de repetírselo: “cualquier cosa que te pida, Raisa, lo que sea”.

Se puso de pie para poder estar en las mismas condiciones, estiró su mano y acarició aquella mejilla tupida de barba y cálida por la temperatura de su cuerpo. Una muestra clara de cariño, aceptación, y disposición. Se puso de puntitas para llegar a su altura, y después le hizo una reverencia correcta para poder tomar su distancia y buscar su bata. No se acostumbraría tan pronto a estar desnuda, aunque fuera su marido. Era más por educación, dado que su cuerpo aún deseaba sentir aquellas manos acariciarlo.

por **Sacha Románov** Lun Jul 27, 2015 10:06 pm

Han sido pocos los momentos propiciados en la vida del Zar dictaminados simplemente por una mera sensación de placer o por el simple hecho de que resultaran ser guiados por un simple gusto personal y completamente egoísta, estaba demasiado claro ahora mismo que si bien Sacha deseaba embarazar a su mujer con ahínco y necesidad, en realidad, le estaba tomando con una honesta búsqueda de satisfacción y deseo personal. El placer carnal no es un vicio del lupino, jamás lo fue y no resultaba serlo incluso ahora, definitivamente se trataba de la unión que ambos mantenían ahora dentro de su matrimonio lo que generaba en Sacha esa tranquilidad, esa satisfacción y ese deseo aparentemente natural de tenerla para sí en lo más íntimo y sagrado que puede unir a un hombre y una mujer. Sacha no tomaría demasiado tiempo en percatarse que realmente tendría en Raisa un apoyo fuerte, dadas las bondades que la muchacha profesaba, no por sus palabras en general, había algo más, un detalle que difícilmente puede ser capturado por ojos inexpertos, pero los sesenta años del anciano le habían otorgado la madurez suficiente y el don de la experiencia para saber que realmente había realizado una elección excelente sin haberlo pensado demasiado, algo que en el fondo podría llegar a ir contra su propia manera de hacer las cosas, no obstante ya había quedado claro antes que tanto el matrimonio como lo que conlleva el mismo resultó ser una medida casi “apresurada” por necesidad, así que finalmente tan solo podría agradecer en silencio ver como esta muchacha con el tiempo se convierte en una gran mujer y madre. Sacha no resultaba ser un hombre que se confiara fácilmente de las apariencias, tampoco de las personas, por ende resultaba bastante significativo que hoy por hoy, tras solo una noche con ella, se sintiera bastante en paz consigo mismo, aquello podía valar lo mismo o incluso más que todo lo que la muchacha había mencionado durante las horas que pasaron juntos, el lupino que observaba a su mujer cohibirse por su hombría tenía claro a pesar de no ser un romántico, que los sentimientos verdaderos tan solo pueden llegar de manera abstracta a uno y sin previo aviso, sin una explicación razonable, sin un porqué tan elaborado como los que él suele buscar, y si bien una vez más por un aparente letargo aparentaba ignorar a su esposa, en realidad no lo estaba haciendo pues tan solo estaba pensando en ella y en el futuro con la misma, sus palabras le agradaban, todo estaba bien en realidad hasta que escuchó la última pregunta, había mantenido una calma total e incluso respondido a los gestos de cariño de manera muy mesurada pues su personalidad no le otorgaba mucho más por dedicar, sin embargo su ceño se frunció claramente cuando la rubia zarina mencionó “la condición”, la que ciertamente no deseaba compartir con nadie pues sabía todo lo que consigo traía la misma, Sacha sin embargo controló su propio carácter.

No podía enojarse y despotricar sin razón, la ignorancia respecto al tema resultaba la mejor explicación que podía otorgarse a sí mismo – Raisa – Pronunció en su tono ya común mientras se acercaba al cuarto de baño para tomar una simple toalla y cubrirse con aparente tranquilidad – Estoy seguro que tu cuerpo sano dará a luz a innumerables criaturas de buenaventura, no debes preocuparte por ello – Caminó lentamente hacia la mesa de desayuno para continuar comiendo los restos de comida que habían quedado en la mesa, una actitud natural en él comer y comer hasta decir basta pero a pesar de todo no echar a perder su contextura, probablemente su maldición ayudaba bastante con la distribución de grasas y carbohidratos, no lo tenía claro, no resultaba ser un científico después de todo – Eres la mujer que sin saberlo a satisfecho mi mente y mi cuerpo como ninguna otra, y rescato de ti varios valores, incluso me otorgas la confianza suficiente como para estar seguro de nosotros y de lo que hemos planeado a futuro. Pero hay un detalle – Y no se trataba de un aspecto respecto a ella o un ítem que no le satisficiera – Debes pensar bien lo que mencionas, analizar antes de hablar y mirar más allá de lo que podría sonar como una palabra amable, eres joven y por ende cometerás muchos errores, créeme, pensar que deseo que yo desee que te transformes cada luna llena en un ser aterrador que destroza vidas, cuerpos y terrenos tan solo me convertiría el resto de noches en un monstruo mucho peor aún – Estaba seguro que bastaba con ello para que la mujer no volviera jamás a tocar el tema de la licantropía al menos por ese lado y realmente esperaba que así fuera. El silencio reinó una vez más pues con el mismo procedió a vestirse, aunque estuviera en un día de “descanso” no se iba a pasar toda la mañana en la habitación, además había mucho por mostrarle a la Zarina del Kremlim, Sacha apreciaba incluso a la gente, hasta al escalón más bajo, y les daba su relevancia, Raisa sería presentada con todos de manera más pausada, de manera más “familiar” por así decirlo, una ceremonia es tan solo una representación de importancia después de todo – Aún tienes muchas personas por conocer, gente cercana, gente en la que puedas confiar, y gente en la que tendrás que apoyarte, tus doncellas sobre todo, sé que están muy expectantes respecto a la nueva y joven Zarina, es difícil sentir un hogar en un lugar tan grande, puede decirse que incluso yo aún no puedo aceptarlo, o es quizás solo por mi personalidad, pero debes aprovechar los tiempos libres para que te sientas satisfecha con todo lo nuevo que respecta a tu vida y no solo conmigo, no soy tan importante ni el único ser que rondará tu existir, y aunque admito que puedo llegar a tener un cierto nivel de ego, jamás llegaría a tanto como para pensar que lo que menciono es incorrecto – El Zar a pesar de no tener ninguna visita oficial o presentación se colocó el cinturón y la espada envaino – Tomate el tiempo que necesites para salir de la habitación, cuando estés preparada saldremos y daremos una vuelta por el lugar y sus recovecos varios – Esta vez sí abrió los portones de la terraza para salir por completo y observar el hermoso paisaje que adorna siempre a Moscú, o al menos siempre considero el lugar hermoso bajo su óptica. Las puertas se cerraron tras de él para que el frio no se apoderada de la habitación, no porque deseara “privacidad u algo similar”.

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