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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Deiran Chassier Vie Nov 21, 2014 8:08 pm

’’Dos conocidos jugando a ser extraños’’


La dicotomía entre el cielo y el infierno, el bien y el mal, lo vano y lo excelso, la vida y la muerte: Él. El tiempo había avanzado más rápido de lo normal. En otra época hubiese querido que sucediera pero no ahora ya casi tres meses de haber confesado una de las verdades que quería que fuese mentira, ahora todo se tornaba ‘’normal’’ y precisamente era eso lo que me inquietaba. Cerré los ojos meditando unos segundos en las palabras que había usado esa noche en este mismo piso donde estaba y negué con algo de molestia sabía que tenía que superarlo al parecer Josseph no había sido tan pedante como me lo imaginaba claro, no perdía su buen sentido del humor. Lo frío de la copa de vino se hizo sentir en la yema de mis dedos como para no perder la costumbre. Bebía una cada vez que me iba a reunir con ese demonio en forma de oso hambriento pues ayudaba a disipar mis dudas y actuar con naturalidad aun así me encontraba sorprendido hasta ahora no había intentado nada. Nos encontrábamos siempre en lugares públicos evitando eso que se llama deseo y así perfectamente todo fluía como debía ser.

Terminando con mi mandato salí de la habitación usando un traje negro como la noche. En el verano por el sol de la tarde las noches eran más oscuras como si todo lo negro estuviese condenado a consumir lo vivo, me pregunté quién de los dos alimentaría a quién y negué saliendo de la mansión directo al carruaje, cosa que detestaba. Una vez dentro escuché el típico azote a los caballos y lo siguiente era el paisaje solitario de camino hacia un bar en uno de los hoteles más reconocidos de París. Ese lugar había sido seleccionado por Pernd para pasar el rato cosa que no era tan gratificante siempre desconfiaba de él y sus planes aunque podría darle un voto de confianza pues hasta el momento estaba extrañamente deslumbrado con su educación, parecía otro. Sinceramente no creía posible todo esto y hasta el momento no entendía qué era él y qué era yo y qué era todo esto. Demasiadas preguntas en una sola oración y todas sin responder. Qué dolor de cabeza y qué molesta es la incertidumbre de no saber pero tenía el tiempo que quisiese para descubrir lo que estaba sucediendo entre ambos.

Llegando al lugar finamente previsto despedí al criado no viendo necesario regresar a casa en el carruaje ya que detestaba usarlo. Saludando al portero quien rápidamente abrió la puerta me quedé viendo el lugar con detenimiento observando cada uno de sus detalles. Las paredes de colores cálidos, el piso alfombrado fino así como la decoración. Quizás era demasiado detallista pero necesitaba explorar el sitio antes de entrar para encontrar posibles rutas de escape, siempre se debía estar preparado para lo que sea y no me descuidaría ahora, no cuando seguía nuestra especie siendo cazada como gatos sueltos en el monte, no cuando me había jurado que la inquisición no se llevaría nada de lo que considerara importante para mí y con el deber de proteger. Era una especie de paranoia no infundada pero ambos nos cuidábamos las espaldas. Miré la puerta donde la luz se escondía pretendiendo enamorar a cualquiera, entregándolo a perdición y una música suave clásica más olor a alcohol se dejó sentir y supe que esa era la puerta de mi infierno. 

Saludando a unos cuantos clientes de la vinería crucé el umbral de lo que sería mi próxima tumba. Mis ojos comenzaron a buscarle pero no estaba, esta noche me había adelantado para tomar antes las precauciones que siempre tenía cuando era él quien invitaba. Relajando un poco los hombros comencé a rodear las mesas adentrándome más a esa cárcel directo a la barra sin descuidar de quienes estaban a nuestro alrededor era una especie de acecho no consumado. Lo que fue más creíble cuando sentándome ordené un whisky cosa que no era para nada agradable y sólo lo hacía cuando necesitaba estar pendiente de todo para no divagarme. Tomando ese vaso oliendo a alcohol barato  bebí un trago que quemó toda mi garganta y fruncí el ceño  esperando recordando la última vez que lo vi. Hasta ahora había sido inconcebible creer que iba a poder sostener conversaciones interesantes con ese vampiro milenario. Después de todo en su piel estaban marcadas tantas historias y lecciones que por la época sería imposible replicar. La humanidad nos arrastra a su triste decadencia. Sintiendo algo clavarse en mi espalda giré un poco para notar de dónde provenían esos choques que seguro estarían sonriendo pero no encontré nada. No iba a jugar su juego del gato y el ratón así que decidí esperar cuando finalmente un aliento sabor a menta quebró la piel de mi nuca de reojo miré los colmillos del oso y ocultando la impaciencia que todo aquello me había causado  volví a tomar el vaso que casi solo era hielo. — Me he  adelantado, espero no te haya importado— con aspereza repliqué odiando mi pasividad y mis fuerzas muertas en su contra.

Hay cicatrices que la piel no puede borrar…’’


Última edición por Deiran Chassier el Dom Mar 08, 2015 1:19 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Aaya Maciej Lun Dic 01, 2014 10:46 pm

“Podrás mirarme como un extraño, pero tu cuerpo siempre recordará el roce con mi piel”


Que locura tan hermosa, con toda certeza podía asegurar que en todos esos miles de años, jamás había disfrutado quebrar el orgullo de alguien de esa manera. Despedazarlo poco a poco y quedarme con todos los retazos, adorándolos por partes, lamiendo cada uno de sus trozos como quien está enamorado de lo imposible. Podía recordar su piel a la perfección, su textura inmortal entre mis dedos, la dureza de mi entrepierna al verlo replicar y forcejear como un gato siendo acorralado. La fiereza de sus palabras y al mismo tiempo la fragilidad con la que podía romperlo. Siempre al límite, con él todo era así y eso me gustaba. Porque me recordaba a esos días en los que el sol tostaba mi piel, desde la mañana hasta la madrugada, las peleas que eran tan infinitas como la propia existencia que ahora llevaba. La sangre en mi cuerpo y los gritos que llevaba en mis manos, la desesperación por ganar tierras y sentir que llevaba a mi nación y a mi rey cada vez más adelante. Ahora sucedía lo mismo, pero era yo el rey extraño y era nuestra relación enfermiza la que hacía avanzar con más y más evocación. Él siendo el territorio a conquistar y yo clavaría mi bandera con profundidad en la cima. Podía escuchar sus gritos aún ahora, pero me lo estaba tomando con calma, estaba saboreando cada momento, cada expresión que me daba, su sorpresa al sentir mis roces en su rostro, su curiosidad y sorpresa al recibir los toques que podía darle con la suficiente confianza, pero con la marcada sinfonía para no hacer que el dragón escupa el fuego.

Lo mantenía manso, lo haría caer como quien domestica a un animal. Sin tocarlo demasiado, pero llamando la atención. Quedándome a su alrededor para que se acostumbre, para que extrañe el dolor que podía darle y el placer en su cuerpo y en su muerta alma. Me relamía los labios de solo pensar en su interior, en la profundidad de su cuerpo estrecho, que aclamaba por ser violado de tantas maneras, que solo me controlaba al hecho de “encontrar el momento justo”. Había armado mi propio escenario, uno que no era tan irreal, pero estaba hecho apropósito en ese tiempo. Yo en realidad, hubiese deseado tenerlo en la cama atado por meses o años, hacérselo muchas veces hasta saciarme. Y luego, con el deseo tranquilo podría controlarme todo el tiempo, amarlo con la intensidad que a mi me gustaba, esa mezcla de deseo eterno y gustosas ganas de hablarle y escucharle. Nadie me conocía de esa manera, solo una y estaba muerta, porque no me interesaba hablar con nadie tan pasivamente, solo con antiguos vampiros que conocía desde hacía tiempos memorables. Pero aquellos solo aparecían cada cientos de años y hacía poco menos de dos semanas había aparecido uno de ellos. Una vampiresa que me había hecho recordar la calma que podía tener en mi cuerpo, me había hecho volver un poco a esa humanidad que había perdido y ahora faltarían muchos cientos de años para volver a encontrar a alguien de ese tipo. Me relamí entonces los labios, acercándome a la pequeña estatuilla que había comprado, un dragón largo y prepotente, con la mirada filosa y descarada. Me reí, mostrando esos dientes blancos y afilados que tenía. Aún estaba sin ropas puestas, con una toalla que cubría mis piernas y otra en las manos, sacudiéndome los cabellos. En menos de una hora tenía que estar frente a Deiran.

La misión había dado frutos y él había aceptado ir a aquel bar del hotel, de allí lo tomaría para meterlo en una habitación y rompería cada uno de sus huesos para poder saborearlos con pasión y frescor, incluso sentía el sabor de su sangre en mi boca. La herida de mi pecho había sanado, pero podía sentir el pinchazo en mi corazón cuando me movía bruscamente, como si estuviese más fino, la herida que había sido quemada con agua bendita había sensibilizado parte de mi interior. Me preguntaba si la sangre antigua de Chassier podría hundirse en aquel dolor. Me saboreé y terminé por cambiarme. Con uno de los trajes que no era tan de época, en realidad estaba hecho a medida, de un calce un poco más antiguo y básico. Aquellos sacos despampanantes no me agradaban, eran demasiado femeninos y tenían muchos volados y cosas sin sentido. Más cómodas eran las vestimentas de la antigüedad, pero no podía ir de ese modo, así que tenía que conformarme con lo más común y neutro posible. Traje oscuro chocolate, casi negro, con camisa blanca semi ajustada y una chalina con galera cómoda y chaleco debajo del saco. Había optado por el carruaje, no estaba preocupado por llegar, sabía que fuese el tiempo que fuese, él estaría allí esperándome, siempre se las arreglaba para estar antes, para escapar de ser necesario, pero esa noche no había posibilidad, absolutamente todo estaba armado, incluso el alimento que estaba preparado en botellas, incluso las copas que estaban acomodadas estratégicamente para el gusto de ambos. E incluso la mezcla perfecta que había hecho, inodora e incolora, un líquido transparente que incluso yo era incapaz de reconocer. Solo una pizca en la copa de aquel inmortal y el calor del fuego recorrería su cuerpo. ¿Trampa? Eso era mi primer nombre, era por lo que me conocían y no me sentía avergonzado, siempre que fuese por ganar, podía hacer cualquier cosa.

— No me importa, pero no nos quedaremos aquí, este lugar es demasiado vistoso he reservado un lugar en la entrada al hotel. “Espero no te importe”, vamos. — Respondí quedo y sonriente ante su impertinencia y apunté el lugar indicado, un espacio cerrado, como siempre, pero de paredes finas y semi traslucidas, solo para que no nos vean beber la sangre y acomodado para poder entrar al pasillo de las habitaciones sin que nos vieran. Por lo que desde nuestra perspectiva no se podía notar que daba a aquel lugar, era una trampa para él ahora y para los humanos luego. ¿Por qué? Porque deseaba a aquel pequeño gato con demasiada angustia, hacía meses no tocaba siquiera los costados de su entrepierna, me había aguantado lo suficiente para tomar su confianza en mis manos y devorarlo de una manera que no tuviese fin. Lo guie entonces, con pasividad, con la mirada indiscutible, apenas había tomado su cintura para levantarlo, llevándolo conmigo, adentrándome a aquel lugar para sentarme en la silla. La mesa estaba adornada, perfectamente alistada para la ocasión con vinos de la propia cosecha y whisky de lo mismo. Con dos botellas que emanaban calor y fluidez, sangre recién exprimida de humanas que solo servían para aquello, y no habían muerto en el proceso, por lo cual estaba deliciosa y latente. Mi lengua estaba ansiosa por probar. — ¿Te gusta el lugar? No puedes decir que no soy un hombre que te dé lujos. Bromeé, con la sonrisa que parecía salirse de mi rostro.

“No podrás siquiera pensar en que me odias, porque tu cuerpo gritará que me ama” 


Última edición por Josseph Pernd el Dom Mar 15, 2015 11:24 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Deiran Chassier Dom Dic 14, 2014 6:26 pm

’’Extraño sabor que inunda mi alma. Tan dulce y mortal. Tu maldito sabor…’’

Lucían tan impecable que quien no lo conociera pagaría por estar con él, comprarlo, llevarlo hasta su casa de habitación y estar a su merced, en cambio a mí me constaba todavía darle ese ‘’voto de confianza’’ pero tenía que admitirlo si su papel era de ser un santo lo estaba logrando aunque después sus ropas fueran solo parte de su obra infernal. Girando el cuerpo para verlo completamente un escozor se hizo sentir en la punta de mi garganta bajando hasta mi estómago, quise creer y atribuir aquello a la decisión de haber pedido whisky aunque últimamente era común sentir esa especie de tortura cada vez que su voz salía con esa dulzura amarrada  con entusiasmo. Guardé para mi esos comentarios que serían debido a un estúpido deseo que de vez en cuando me encargaba de reprimir aunque con el de frente era una tarea difícil solo pedía no verme tan patético como me sentía, era suficiente con haberme rendido a su ausente alma.

— La discreción me parece bien. Detesto ser comidilla de medio París aunque supongo que a ti no te importa, gozas siempre ser el centro de atención — fruncí el ceño respondiendo a sus palabras que no parecían salir del todo convencidas pero admitía que ahora era más cauteloso. ‘’De sabios es corregir y aprender de los errores’’ . Esta escena ya la había vivido antes con él, era una especie de deja vù y las cosas no habían terminado nada bien. Sin dejar de darle una última vista a todo el bar y las mesas que estaban llenas me cercioraba de que no hubieran sorpresas. La paranoia se estaba volviendo cada vez aun mayor pero era ese mismo sentimiento de tener algo valioso e importante en manos el cual no quieres que sea visto, tocado o destruido. Una especie de protección sobrenatural a pesar de no ser capaz de cumplirla. Comenzando a caminar tranquilo guardando la angustia para esas noches solas que acostumbraba recordé que estaba él conmigo y la sumisión que mis pasos mostraban era desalentador. — Últimamente estas de muy buen humor. ¿Eso es bueno?— pregunté solo para no quedarme callado y así hacer caso omiso a mis pensamientos y esas ideas extrañas sobre su existencia y la mía.

Mirando el espacio finamente decorado pareciendo otro lugar detallé cada cosa. Siempre se esforzaba porque todo le saliera a la perfección hasta cierto punto nos parecíamos en eso pero ¿qué había detrás de esas ganas de parecer un inocente? — El lugar es lo de menos. Aunque quiero decir que este parece un poco más… ¿íntimo? Que los anteriores— murmuré restándole importancia a sus bromas. Hasta el momento solo estaba seguro de dos cosas con Josseph; que era un oso psicópata y que no se podía bajar la guardia con él quitando el hecho de que había confesado que me hacía caer en un abismo profundo sin querer razonar las consecuencias de mis actos al insistir verle.  Notando su dentadura perfectamente blanca y sus facciones de niño al sonreí no pude evitar sonreír con menos prominencia que la suya y mis ojos se deslizaron a sus labios como acto reflejo. Había pasado mucho sin que la rudeza de su ser se abría paso con fiereza en medio de mi carne. Esperaba que no hubiera notado los segundos en los que deseé ser un poco más expresivo y no tan ruin. Sentándome en una de las butacas que estaban frente a una enorme mesa de vidrio observé las botellas de vino, whisky y otras de sangre.

Mi paladar volvió a llenarse de fuego y tragué pensativo. No entendía porque él insistía en mi compañía. No era alguien demasiado hablador o gracioso, la mayor parte del tiempo parecía un amargado sacado de un juego de póker que no le gusta perder y peor aún, un inexpresivo que costaba dar su brazo a torcer. En resumidas cuentas ¿qué esperaba exactamente él de mí? Fruncí el ceño y repasé su andar con la mirada hasta que finalmente tomó asiento y negué —¿Cómo han estado las cosas con tus negocios? — solía iniciar así las conversaciones con él — He estado un poco intranquilo. A veces siento una especie de preocupación — dije de manera rápida tomándome por sorpresa eso —Me inquieta todo. París, la gente, los inquisidores… — confesé ya por último — Veo que ha dejado de sangrar— dirigí la vista hasta su hombro justo donde había estado clavado la estaca purificada de la inquisición y luego volteé a verle a los ojos hundiéndome en su azul pálido que brillaba de una manera diferente.

 —Espero estés siendo cuidadoso. Sé que gusta atraer siempre las miradas pero sabes que esto no es un juego. — regañé al oso como si de un padre se tratase pero me di cuenta a tiempo y me callé. ¿Qué me pasaba? No solía hablar de más. —Me siento realmente molesto con esto. He tenido que dejar pasar cosas importantes en Camelia Vin por ellos — solté como último quejo. Era como si estuviera haciendo catarsis con él y cerré los ojos tirando un poco la cabeza hacia atrás sintiendo como el nudo de la corbata me incomodaba y llevé ambas manos para desatarlo y aflojar un poco gruñendo pues era solo percepción equivocada. Olisqueando su perfume tragué un poco. La sangre de las botellas seguro sabrían bien pero era él quien había manchado mis recuerdos con su sabor y tragué — Huele bien— levanté la cabeza para verle de nuevo quemándome por la intensidad de sus ojos centrarse todo en el hueco de mi estómago — Creo que podríamos pasar directo al postre— advertí algo fuera de mi mismo sin saber por qué lo decía y corregí —El vino. Claro — oculté en una sombra mi mirada y el doble sentido que no había querido que se escuchara de esa manera y un pequeño jadeo se calmó justo al sentir la sangre de mi lengua al ser castigada por mis impertinencias.

’’Estoy comenzando a respirar sin necesitar agallas’’


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Mensaje por Aaya Maciej Vie Dic 26, 2014 12:26 pm

“Braman los pecados de tu inferno”


Su rostro ovalado daba la apariencia de estar cargado de rencor e insatisfacción, parecía un ovillo buscando aterrarme, sin duda podía encontrar al flameante dragón en su interior, pero estaba intentando esconderse de mí. Patético, pensé con la sonrisa volcándose en mi rostro tan completamente que se me saldría de la cara. Era como estar frente a una pintura al óleo, sin saber dónde empieza y donde termina. No hice alusión a ello, tampoco a quienes nos miraban. Tan solo cerré mis ojos, esperando que el vinero se levantara y siguiera mis indicaciones. Tenerlo en mis manos como el dueño de ese títere era un juego que disfrutaría hasta arrancarle todas las entrañas. — Sí, el centro de tú atención Chassier… Lo gozo, luego te contaré que tanto. — Mi voz estaba cercana a él, pasando por su oreja como fuego, la punta relamía su piel y deseaba morderle aquella oreja blanca y pequeña que escondía entre sus cabellos. Mis ojos se encendieron, escuchándole, sintiendo el aroma del lugar que no acababa de descifrar, era un aura entre tensionada y libertina. Me preguntaba qué pasaba por la cabeza del vampiro en ese instante, parecía perdido. En principio, supuse que era la lucha que tenía contra mí, pero había algo más, algo que quizá no sería bueno preguntar. Asentí entonces, haciendo caso omiso a mis pensares. — Siempre estoy de muy buen humor. ¿Qué te parece tan extraño? No quieras ponerme de malas como la última vez. Porque no terminarás ileso. —

Carraspeé en tanto nos terminábamos de adentrar a la habitación y mi mano recorrió su espalda y palmeó su piel con tal suavidad y excentricidad que valía la pena temer. Estaba al ras de la cordura y la inocencia. Quería destrozarle las ropas y la piel y por otro lado deseaba besar cada centímetro de su esencia como si de ello pendiera mi eternidad. Sin embargo estaba allí para desmembrar sus paredes, esa noche me convertiría en un derrumbador y haría con él lo que quisiera, por siempre. Llamaba a mi calma en todo momento, cuando terminaba de pasear mi mano por su nuca, separándome para dirigirme a mi asiento mientras jugaba con la blanca servilleta frente a mí. La textura de su piel parecía azulejo al verlo de lejos, me preguntaba si siempre había tenido esa necesidad de besarlo infinitamente. Observé su mirada, como se paseaba por la mía y bajaba a todo mi rostro. A lo cual solo sonreí discretamente, no deseaba perturbarlo, siendo que estaba hablando tan fluidamente. Yo le prestaba atención, mi cerebro podía dividirse en dos partes, una espeluznantemente lujuriosa y otra balanceada entre las bromas y la seriedad. En ese momento en mi exterior estaba la última y mi interior rebalsaba a cántaros en la primera. Mis falanges se acurrucaron en mi copa, delineando el cristal en lo que subía la mirada a la ajena. Un deje de preocupación se acentuaba y me aburría, ya había tenido suficiente dolor en mi cuerpo gracias a los inquisidores. — ¿Estás muy preocupado por mí o quizá por…? Mis negocios siempre van bien, tengo milenios de oro guardados, aunque no trabajara en diez siglos, no tendría que preocuparme. Así que tú tampoco tienes que alarmarte, deja tu trabajo. Ven conmigo y olvida Camelia Vin por ahora. —

Bramé altivamente con el ceño fruncido, apretando los dedos de mi otra mano mientras observaba su casi inmutable rostro. Lo quería para mí, deseaba encerrarlo en un caja de cristal y hacerme con su vida como si se tratara de la propia. Pero estaba al tanto que era un gato, un gato que escupía fuego. Y esos felinos gozaban de libertad, no eran capaces de tener un amo para siempre, se escapaban, huían para encontrar su propia felicidad. Eso hacía que mi cólera se levantara. Yo soñaba con invernar en un féretro junto a él durante cien años y gozar de su piel y su interior por aún más tiempo. — Estoy siendo cuidadoso. Aquella vez me aferré a mi orgullo, no volverá a pasar. Sin embargo, no estoy bromeando cuando te digo que dejes todo. Puedes volver a formar la empresa tan o más grande que ahora en unos cien años. Quédate conmigo mientras tanto. — Chasqueé los dientes al final, escuchando su alabada intención que estaba entre la provocación y la discordia. El suave palpitar en mi entrepierna avisó que ya no deseaba ser un galán romántico y mi cuerpo se levantó tal como se sentó antes. Con retorcida lentitud, apreté un poco la silla y miré a un costado donde una despampanante decoración estaba ubicada. En principio nada se mostraba en mi rostro, pero pronto le dirigí una mirada casi cruel y me acerqué sin un apiste de cuidado. Fueron mis garras las que tomaron su nuca y lo arrastraron hacía mí. Parecía que hubiésemos tenido una gran discusión debido a que estaba bastante tosco, casi dañándole. Mi otra mano fue a su cadera y antes que diera momento a responder levanté ese cuerpo contra mi hombro.

Estaba enojado, pero ¿por qué? Molesto al grado que no pude soportar la idea de que sus respuestas fuesen a ser una negativa. Me dirigí a la salida oculta que había al pasillo del hotel y me engullí en la primer entrada que encontré, allí donde una cama nos esperaba. Ni el vino, ni la sangre, ni una charla cómoda. — Te daré tu postre. Y lo comerás entero. — Tiré su cuerpo como un costal de verduras, haciendo que ruede y revote en la cama y me dirigí a su cuerpo como quien está a punto de acorralar a una presa. Un cazador hambriento, eso es lo que era. Mis ojos estaban plagados de sangre e insistía la idea de penetrarle de una estocada. Pero no lo haría, porque estaba endemoniadamente encaprichado. Lo deseaba y amaba de forma odiosa, incluso yo mismo no podía soportarme. Y me negaba a lastimarlo al grado de que me tema y salga huyendo como una rata. 

“No podrás escapar de las garras del depredador” 


Última edición por Josseph Pernd el Dom Mar 15, 2015 11:24 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Deiran Chassier Mar Dic 30, 2014 6:37 pm

’El infierno que se había apagado y ahora renace con tu ser’’


En mi cabeza había una cosa, que si comenzaba a competir con el vampiro los resultados no serían nada favorables y me negaba a pensar en el perdedor, eso me hacía más miserable. Cerré los ojos tratando de ordenarme, podía recuperar la calma sin parecer un ave muriéndose en el suelo por el dolor de sus alas al estar rotas, no quería verme desesperado y menos ante él. Sabiendo que su fachada de dulce y fiel oso se caería pronto con sus palabras no me quedó más que confirmado. Iría directo a la muerte anunciada. Sus palabras con facilidad se colaron en mis oídos y una leve molestia se dejó sentir. Frunciendo el ceño  tratando de recordarme por qué había dicho que sí a esta reunión, diciendo reunión para no pensar en una cita u otra cosa peor como un encuentro fortuito. Mis entrañas se revolvieron y ahí estaba, débil ante el pensamiento. Esperaba que no durara mucho tiempo, a pesar de que me sentía cómodo con su compañía el no saber cómo controlar los impulsos que se venían como olas me hacía sentir demasiado inmaduro. — Deja de hacerte conmigo el importante— espeté casi de inmediato —No es una noche para jugar Pernd. ¿Cuándo vas a crecer? — gruñí por lo bajo sin voltearle a ver.

Tenía que admitir que su sonrisa era algo llamativa por un rato me quedé pensativo justo su mano comenzó a hacer de las suyas, ya decía yo que su pulcritud no iba a durar tanto tiempo. Viéndolo de reojo, sentí su recorrido, sus garras eran tan suaves y filosas, estaba esperando el momento perfecto cuando decidiera cortarme para poder retroceder. Sentía la emoción vibrarle la piel. Así mismo mis sentidos respondían con lo mismo. ¿Por qué no reaccionaban a mis órdenes de dejar de parecer carente ante él? Dejé un minuto que la paciencia me consumiera pero era claro que se estaba tomando demasiado con sus toques malignos y a mí simplemente me hacía mal. Hasta que final se separó y pude tomar asiento un tanto separado de él. - Eso es Josseph Pernd, ayúdame a no caer a tus pies -  pensé para mí y obligué a que una sonrisa saliera un tanto forzada. — Sabes que la situación es preocupante— ¿Acaso su nombre era situación? Claro que no, pero no podía decir ‘’ Claro, es de ti por el que temo. Negué de inmediato —Tampoco  te estoy diciendo esto para darte lástima, simplemente te lo comento. No estoy en quiebra ni necesito de los francos de nadie. Pero me molesta tener que dejar todo en manos del gerente de la tienda. Ahora mis planes de hacer una extensión de la vinería a Londres están totalmente frustrados, necesito tiempo y paradójicamente es lo que menos nos queda. Sencillamente estoy harto — murmuré con voz endurecida cosa que seguramente a él no le importaría, lo sabía por los ojos y esa sonrisa de ‘’soy el mejor’’ que no se la quitaba nadie.

En un momento a otro fue tanto el silencio que desprevenidamente me tomó por sorpresa la forma con la que su mirada devoraba mi carne. Sí, algo me lo estaba advirtiendo desde ya. —¿Qué me quede contigo? ¿Es una propuesta que deba de considerar en base a qué? Porque quiero que dejes en claro algo, sé que esto lo haces por algo y no precisamente por conveniencia. No eres de esos hombres, entonces dime Josseph Pernd. ¿Qué clase de trato es este?— mis facciones se volvieron como una roca en ese instante y deseé mucho que el vampiro no hiciera la contestación en base a algo laboral porque las cosas quizás no habían ido tras ese punto, necesitaba que me dijera de qué se trataba este juego que tenía sobre la mesa más que una simple barajas o francos por apostar. Tragué pesado al destemplar un poco la cuerda y caer en mis propios pensamientos así que le vi colocarse de pie cosa que dejó de importarme, seguro iba a irse.

Con la mirada fija en él seguí el recorrido de sus pasos y no iban a ninguna salida como había supuesto. Iban hacia mí. Quedándome quieto como quien espera por la eutanasia y así descansar en paz que con él no pasaría. Mi cuerpo volvió a palpitar como hacía un momento. Estaba seguro que de esta no tendría escapatoria. – Muévanse ­– le dije a mis pies pero estos se quedaron allí, esperando por el demonio. Su mano me sujetó con fuerzas levantándome en un abrir y cerrar de ojos, la fuerza de sus ojos me hundían en su maldito infinito y cuando me creí realmente muerto su loca idea de suspenderme por el cielo fue lo que más me desconcertó. Me llevaba cual damisela caprichosa en su hombro ¿Qué se creía? — ¿Qué diablos haces? Bájame, no seas idiota!— gruñí apretando las manos en la tela de su espalda, rompiendo la costura vertical desde la nuca hasta la zona lumbar.

Apenas había terminado de decir cuando ya no estábamos en aquella habitación que se encontraba cerca de los demás. No me había dado cuenta cómo pero estábamos en otra, otra que estaba lista para explotar y ser mi sepelio. Sentí la cama una vez que decidió bajarme de la patética forma en la que me había traído. Podía haber preguntado aunque era obvio que la respuesta iba a ser negativa pero así hubiera evitado esa ridícula escena que nadie más vio. — ¿Qué postre?— pregunté cuando ya lo tenía cerca. Mala idea. — ¿Así es como te gusta?— miré sus ojos sin siquiera poder quitarlo de encima porque me tenía como gato enjaulado — Con diplomacia— alcé la ceja y sonreí de lado más por sarcasmo que por otra cosa y pensé en golpearlo, sí. Eso es lo que debía de hacer golpearlo y quitármelo de encima pero nada de eso había sucedió. Mis labios se habían ido directo a los ajenos para devorarlos como si hubiera estado esperando esto por una eternidad y fue justo sin saber mis manos le tomaron del cuello de su preciosa camisa haciéndola partirse en dos como una costumbre y mordí su lengua bebiendo de su sangre porque no podía olvidar que me había traído hasta aquí sin haber tomado vino.

’’No conozco ni la calma ni el tacto porque siempre me devoraste desde el comienzo''


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Mensaje por Aaya Maciej Dom Ene 04, 2015 6:45 pm

“Revuelve tus entrañas, porque es lo único que aún puedes controlar”


Estaba envuelto en una ira irracional. ¿Por qué era tan difícil con él? ¿Por qué me gustaba exactamente que fuese de ese modo? Aún cuando gritaba que me odiaba, eso me excitaba aún más, me daba el placer y el odio que necesitaba para calmar mis heridas. Quizá simplemente mi inconsiente pensaba en que me lo merecía. Por haber hecho tanto daño en el pasado, por haber actuado imprudentemente más de mil veces. Mi eternidad no era mala, había ganado guerras, había perdido muy pocas. Las batallas llevaban nombres que me hacían sentir orgulloso y aún así siempre había sentido soledad. Una pequeña y mísera soledad, pues la contaminaba de sangre, vidas y mucho placer entre mis piernas. Encamado y con las concubinas que siempre deseaba era como había pasado más de dos mil años. Y luego me había aburrido, claro que se podía decir ‘al fin’, pues no era poco el tiempo que había mantenido mis deseos de locura. Pero al final el arrepentimiento venía y ahora solo quería tener a aquel flameante y rojo dragón entre mis manos. Verlo moverse y desfilar para mi, mantenerlo entre mis brazos acunándole sus pesares. Le sonreí, ¿sería capaz de decirle todo lo que yo lo anhelaba? Probablemente no, no de aquella forma tan deprimente al menos. Pero tenía la suerte, de que él tampoco podría leerlo de mi mente. — Soy importante, soy tu dueño después de todo. Tú me perteneces. No quiero crecer. Estoy varado en la eternidad después de todo. ¿Por qué insistes en que nos convirtamos en viejos? —

Resolví sus palabras con total gracia, aún sabiendo que sus frases eran serias, yo no deseaba preocuparme. Por lo contrario, quería escapar muy lejos de allí con él y que nada ni nadie nos pudiese molestar nunca más. Pero era su vástago y sus necesidades humanas lo que nos mantenía aferrados a esa ciudad y a esa realidad. — Evidentemente me estás ocultando algo, porque no entiendo qué es lo que tanto te afecta a ti de toda esa situación. No eres un maldito neófito que tiene que estar preocupándose por ello. Simplemente deja que los maten, limpiarán a los débiles y solo quedaremos los poderosos. Si estás harto quédate conmigo, no volveré a cometer el mismo error y no dejaré que ninguno se te acerque tampoco. — Gruñía mientras hablaba, parecía un oso a medio cazar, mis colmillos estaban levemente al descubiertos. Aquel maldito gato se la pasaba escondiéndose de mi y ahora que lo tenía en mis manos para nunca soltarlo quería lanzarse solo al fuego. Aunque me dijera que iba a luchar, yo no podía permitirme pensar en perderlo. — ¿Un trato? No sé de que hablas. Cada noche parece que enloqueces un poco más por esto. ¿Temes por tu creación? Simplemente tráela con nosotros y los protegeré a ambos. Luego quizá la asesine con mis propias manos, pero nadie la matará más que yo. Tsk… Me haces perder el maldito juicio.

Bramando con un gruñido que pareció salir de lo profundo de mis órganos terminé llevándomelo a aquella habitación en donde ya había imaginado mil posiciones diferentes. Incluso había depositado un traje nuevo pues como evidentemente sucedió el que traía arriba terminó partido al medio en menos de lo que pensaba. No me importó, siquiera chisté como cotidianamente lo hacía. Tan simplemente lo lancé y me alcé frente a él. Besando su hermoso rostro sin dar tiempo a escucharle, pasando mis dedos por su angulosa cintura en donde mis yemas podían escabullirse por su pantalón tan rápido como podía. — Soy un diplómata desde tiempos inmemorables. Deberías dar gracias que puedes estar bajo mi comando Deiran Chassier. Y deberías también dejar de ser tan testarudo cuando te estoy pidiendo las cosas tan gentilmente. ¿O es que te gusta que te obligue? ¿Quieres que termine encerrándote en un maldito calabozo hasta que toda esta mierda termine? — Mis manos se hundieron en su cuello antes de continuar con esos besos dotados de necesidad. Le tironeé hacia la cama, estrellándolo contra la misma en cuanto alzaba mis piernas para poner a la pequeña alimaña entre mi cuerpo, sin escapatoria alguna estaba dispuesto a quebrarle cada hueso de su cuerpo con tal de no dejarlo escapar. — ¿Tienes hambre, quieres de mí? Te daré toda la sangre que quieras, pero no dejaré que pises otro lugar que no sea mi casa, nunca más. ¿Entiendes lo que te digo? No estoy jugando y es mi última palabra. — Bajando la cabeza, susurré en su oreja y la mordí profundamente, haciéndola sangrar en lo que el agarre en su garganta se deslizaba hacía su pecho, apretaba para no dejarlo mover y me frotaba contra su entrepierna de manera que mi extremidad se sentía dolorosamente excitada y necesitada de su interior.

“Déjame hundirte en mi infierno y terminaré llevándote al cielo” 


Última edición por Josseph Pernd el Dom Mar 15, 2015 11:27 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Deiran Chassier Jue Ene 15, 2015 11:00 am

‘’Temor a caer en tus garras y no recordar quien era antes de conocerte…’’

Hasta hoy no conocía la debilidad de la carne. Había enterrado en mí el deseo de ser consumido por el cuerpo con otros placeres. Era él quien me hacía flaquear. Claramente tenía como meta que el vampiro que me tenía entre sus manos descubriera esa ‘pequeña’ debilidad por él. Era como un estado de seducción que mantenía latente sólo para mí. Que me consumiría sólo cuando yo quisiera, porque necesitaba controlarlo. Normalmente necesitaba controlar todo lo que me rodea y ese detalle era el que se me escapaba de las manos, al parecer mi cuerpo obedecía por completo una voz gruñona que las mismas peticiones de su dueño. Cerré los ojos tratando de volver en sí pero no sucedía. Era preso de los deseos que despertaba el milenario y me negaba a caer  pero lentamente ese enorme muro de fuertes cimientos se iba rompiendo haciéndose una pequeña cerca que él con facilidad pudiera esquivar. Sus palabras comenzaron a traerme de vuelta en ese momentáneo lapsus que me había internado en mi subconsciente. Entonces, ¿le pertenecía? Fruncí el ceño. Eso no podía ser cierto, era solo un simple deseo, eso era todo. —No soy una mascota. No puedo pertenecerte.-

Salieron de mi boca aquellas palabras con dureza y luego sus manos curiosas me hicieron dudar unos instantes. ¿Por qué? Me cuestioné, por qué si no era de su pertenecía ansiaba desde lo más profundo serlo y lo peor, no conformarme sólo con ese ridículo título que un día había salido de sus labios: ‘’puppy’’ no parecía ser suficiente para mí. Tensé la  mandíbula observando como los pequeños corrientazos me hacían vibrar debajo de mi piel. Entreabriendo los labios miré sus dedos recorrerme sin ningún cuidado, era una especie de castigo insidioso de esos que me daba cuando nadie más podía verme, claro, no incluía nada corporal pero muchas veces he pensado que la flagelación y el dolor es la mejor manera de sentirse vivo. Ahora bien, con él era diferente, todo esto trascendía a otro nivel. Reclinando mi cuerpo un poco en el ajeno recosté mi peso en él aunque la gravedad no ayudaba pues él estaba sobre mío. Solo quería hacerlo más real, el dolor y él sacó a colación algo que definitivamente no quería hablar porque la última vez no había terminado bien —No te estoy ocultando nada. Simplemente no soporto tenerme que esconder como si fuera una rata. Sabes bien que lo que están haciendo no merece tener respeto  por ellos ni su facción. Y el resto me importa un bledo, sólo cobra importancia cuando se vuelven una amenaza a mis cercanos. ¿Es lo normal? Pasó contigo y aquella pelea de la que saliste apenas bien librado. Aún me palpita en las cienes el olor a plata con la que te hirieron. ¿Quieres que me quede tranquilo después de todo?-

Miré con algo de exaspero al vampiro y fue cuando la tela de su camisa dejó de ser un obstáculo para sentir su tostada piel. Mis dedos temblaron un poco pero fueron tomando seguridad cuando sentí la mordida en mi oreja. No quería hablar de nadie. En ese momento la última piedra de mi muralla se despedazaron a su contacto. Justo cuando sus roces se volvieron corrosivos en la tela de mi pantalón. Jadeé un poco sufriendo en silencio su hielo derretir por fricción el mío. No respondí a su pregunta si tenía deseos de su sangre. Mis acciones hablarían por sí solas. Ladeando el rostro choqué su mejilla con la mía tratando de apaciguar el ardor de sus colmillos perforarme la piel —¿Qué significa otro lugar que no sea tu casa?- fruncí el ceño negando —Sabes que eso suena a locura- espeté dudoso y tragué acariciando su espalda en una especie de enfermo baile y tiré con fuerza de su cuerpo, me hallaba ansioso. Con las manos en su pecho empujé su cuerpo haciéndolo a un lado e inconscientemente ser  yo quien estaría encima de su cuerpo. —Estoy cansado de  tus juegos.- besé su barbilla sin ningún detenimiento —Cansado de que un día construya una torre y tú la botes sólo con tu aliento - jadeé un poco para meter mi nariz entre su cuello. Ahora sí me importaba poco la cordura, él me quería como esclavo y se lo permitiría siempre y cuando no atacaría mi libertad. —Josseph- gruñí su nombre haciendo vibrar en un ronroneo su pecho y mordí sin perforar en medio de sus dos pectorales —Ya no sé lo que es real o no pero esta maldita ansiedad me consume lentamente- susurré apretando un poco su cuerpo solo para convencerme que era verdad lo que hacía y dejé llenarme de su demonio y toda su maldad.

‘’Ya estoy perdido en el vaivén de tu templo’’


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Mensaje por Aaya Maciej Lun Ene 26, 2015 7:58 pm

“Los recuerdos son solo vestigios del pasado. Mantente en el presente conmigo, para siempre”


La sonrisa se profundizaba en mi rostro cuando lo observaba enfrascado en su propia mente. Revolviéndose como si con ello fuese a encontrar libertad. Imposible. Yo le había arrebatado eso desde el instante en el que me había dado cuenta que era difícil de obtener. Ese momento en el que su mirada me había penetrado y había fruncido el entrecejo como si yo fuese tan solo uno más. Era inevitable buscar conseguir aquello que no me quería y él no sería la excepción. O más bien, sí, era una anormalidad en mi rutina pero, una más personal, la excepción de que no me cansaría de su sangre, piel y pensamientos ni en un millón de años. — Jamás serás una mascota. Pero me perteneces de todos modos. En este universo solo me tienes a mí, puppy. — Bramando con fiereza e inevitables sonrisas, buscaba sus labios para volver a poseerlo tan deliciosamente que el baño de saliva en mi garganta me quemaba a más no poder. Intentaba no escucharlo del todo, pero mi cerebro se jactaba en prestarle demasiada atención. Siempre era igual, con él solo podía actuar haciendo que lo ignoraba; la realidad era que prestaba atención hasta a su más pequeña queja. Me relamí los labios cuando se revolvió para apoyarse contra mi pecho, como si quisiera que lo contenga en silencio. Mis manos lo entrelazaron cuidadosamente mientras la derecha masajeaba por arriba de su pantalón, un vaivén tortuoso, que se volvía doloroso cuando apretaba la parte superior de aquel miembro que nítidamente estaba presente en nuestra conversación. Mis ojos le penetraban y con recelo ajustaba el agarre en cada momento que su habla empezaba a hacerme delirar. Maldito y desquiciado dragón, terminaría incendiando mi mundo entero.

— Sí, quiero que te quedes tranquilo después de todo eso o incluso más. Eres un niño vampiro de no más de seiscientos años.  Te matarán. Y si lo hacen me enojaré tanto, que juro que terminaré persiguiéndote al infierno. Y te arrepentirás de hacerme irritar. — Hundiéndome con los colmillos en su carne, me daba el gusto de saborearlo, esperar el momento para hacerlo un poco más mío. Aunque no contaba con que él se movería como una serpiente en su hábitat, ajustándose sobre mí como si fuese a exprimirme. Su mirar era sin duda una enfermedad terminal y su cuerpo que terminaba de estar desnudo cubriéndole solo su ropa interior era tan pecaminoso como lujurioso para mis sentidos. — Aunque construyas un castillo o una muralla lo voy a romper. No puedes ir contra mí… Ésta vez no te dejaré ir hasta el final. La última vez succionaste hasta la última gota. Y aún no te hago bailar. — Apretando sus posaderas le retorcía los músculos, subía y bajaba la vibrante piel, buscando así que sus testículos se flamearan contra su falo. Quería verlo tan estimulado que sus palabras solo pidan mi ser. Y fue cuando sus colmillos se acentuaron en el medio de mi pecho que me levanté un poco. Dejándolo seguir, miraba sus expresiones y con los orbes entrecerrados me dejé deslizar hasta sus caderas. La presión de mi sangre excitaba mi miembro y con destreza llegué a su entrada, cubierta por un retazo de tela comencé a acariciarla. Las yemas de mis dedos se concentraban en hundir y girar su piel. Tan solo unos segundos hasta que mi mano atravesó el umbral y la piel fría se juntó con la ajena. — ¿Estabas hambriento? Te alimentaré. —

La pregunta de doble sentido me hizo sonreír y con un golpe en sus posaderas me dediqué a penetrar aquel lugar con el dedo índice y pulgar, abriendo y jugando con su ser tan lentamente que olvidé el tiempo que estaba pasando de dejarme consumir. Relamí mis labios y sin pensarlo dos veces tomé la nuca de aquella fiera que estaba atravesándome y lo arranqué con mi propia piel entre sus dientes. Mi rostro estaba duro y con una modestia tal que mis dientes se dejaron ver uno a uno. Aquella alimaña estaba en mi poder y su entrepierna lo gritaba acentuando hacía mi ser. — Yo soy real. Solo tienes que estar seguro de ello. Quiero hundirme en tu interior, así que déjame hacerlo. Tendré que darte esto más seguido, así dejarás de pensar en esa ansiedad y la que tendrás será por desearme todos los días en tu interior. — El susurro se desparramaba en su oreja y por su cuello, besándolo vibrantemente mientras lo acercaba con dureza a mis caderas, lo apretaba y de un tirón despojé todo retazo de tela que estuviese cubriéndolo, agarrando con la mano entera su extremidad, la encarcelé usándola así de guía para hundirlo en mí, como si se tratada de una soga en su piel. Empecé a frotar aquel cuerpo entre mis manos, de a dos en dos intercambiaba golpes con sus dídimos, me deleitaba verlo moverse y retorcerse. Tanto así que con fuego en las yemas clavé los dedos en su interior un poco más profundamente que antes. — Déjame gozar de ti. Ronronea para mi placer Deiran. Haré que esos deseos de gato faldero que tienes se destierren de tu cuerpo, hasta que caigas rendido un poco más a la suela de mis zapatos. — Agité entonces lo que había apresado antes y lo solté buscando así sus pezones formados en el pecho, torturándolos mientras amasaba la piel de su interior lo más profundamente que podía. Un poco más y el delirio me consumiría.

“Ya no despiertes a la bestia, se ella todo el tiempo para mí.” 


Última edición por Josseph Pernd el Dom Mar 15, 2015 11:28 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Deiran Chassier Dom Mar 08, 2015 1:22 pm

‘’ ¿Por qué debo ser yo el que tiene deseos de consumirse en tu carne? ¿Por qué? Si me había prometido que jamás volvería a sucederme esto…’’

Era una especie de entrega de la que no estaba seguro. El vampiro había socavado en mí un hueco que sólo él podía llenar con sus métodos más ortodoxos, era hasta penoso pensarlo así que hice a un lado la idea de ser un lastimero gato para por primera vez centrarme en una experiencia diferente, una que me hacía sentir vulnerable porque no podía controlar. Sólo podía dejarme llevar por el instinto, así justamente cuando salía a cazar sólo por el placer de matar. Con él era por el placer de sentir y eso… me asustaba porque le estaba dando las llaves de una puerta que no quería que se abriera a nadie. Iba a ser su mascota, su amante y de sólo mencionarlo o autodarme ese título me resultaba enfermamente extraño. Cerré los ojos un rato tratando de convencerme que sólo era la ‘’fiebre’’ de la noche y que seguro quería descargar mis tormentos en la tostada piel del vampiro y, aunque era yo el que estaba sobre él claramente no sería yo precisamente el que castigaría. Fruncí el ceño y solté un jadeo al sentir sus manos sobre mi zona baja, él sabía jugar sucio y mi cuerpo era su perfecto escenario.

— Solo te tengo a ti…— susurré como si estuviera guardándome esas palabras en la cabeza y confirmando su enunciado. ¿Solo a él? De nuevo volvió a confundir mis teorías y lo que yo creía como mío. Pertenecer sonaba muy serio pero él no lo era. El sólo era uno de esos vikingos de la edad de piedra que sentenciaba a sus presas a ser su juguete pero podría, podría conformarme con eso aunque fuera lejos de mis preceptos. ¿Qué más podía esperar? Y lo peor ¿Por qué estaba justamente ahora pensando en esto? Relamí mis labios dándole una última espiada al rostro del vampiro que parecía estar viviendo uno de los mayores éxtasis. — Tampoco soy un crío. No pienso meterme en la boca del lobo. Solo quiero que nos dejen en paz. Es todo. No puedes pedir a las buenas lo que con malas ganas se te está negando. Ésta precisamente es una situación ejemplar. Mira lo que haces— apenas y soné con fuerza para no deslizar ningún gemido que me hiciera ver débil a su contacto, aunque ya estaba perdido —No me gusta ser débil, debo controlarte — solté un jadeo que dejó en mal aquella advertencia y no me atreví a verle la cara de victoria que tendría —Antes de que descontroles mis demonios, no puedo perder contigo.—

Hundí mis dedos en la piel de su pecho como un acto reflejo al ver cómo sus manos se abrían paso a través de la ropa que cubría el interior que palpitaba su nombre y negué. Estas enfermas ganas de ser y no ser. Callarme o venderme. Pensé que ya estaba claro. — No tengo hambre. Quiero que dejes de jugar, necesito dejes de hacerlo o voy a terminar perdiendo el control ¿Es lo que quieres?— solté con dificultad si se detenía enloquecería y seguramente terminaría por hacer alguna estupidez viéndome todavía más ridículo. Apoyando ambas manos a un lado de su cabeza era incapaz de tocarle mientras su amenazante dedo se colaba por mi parte trasera, sabiendo perfectamente bien hacia donde se dirigía inclinándome a su cuerpo casi recostándome sobre él di más libertad a su mano postrándome a su demoniaco encanto. Ya nada importaba, le pertenecía más a él que a mí. Apretando la boca oí como me sentenciaba a hacerse más corpóreo y real, ofrecerme aquello todos los días. ¿Por qué había sonado tan prometedor?  — Cállate— repliqué en su oído porque solo hacía que me avergonzara cada vez más de la forma tan fácil que obtenía conmigo las cosas. El hecho era que no lo necesitaba ‘’adentro siempre’’ porque de esa manera lo tenía siempre presente.

—Josseph — mi mandíbula se tensó justo como mis piernas y muslos lo hicieron en el acto. Comenzaba a perder el control de lo que creía mío. Porque lo consideraba mío. Su mano jugaba con mi falo endurecido por los deseos de revivir lo que una noche había sucedido en mi mansión y ahora en este cuarto de hotel. No quería pensar en prejuicios como aquella noche — No digas tonterías— sintiendo su entrometida falange jugando abriendo puertas que no debería, haciéndome sentir un cuenco de agua sobre su piel. No tenía el control de ninguna de mis fibras musculares, estaba sumido en el deseo de ser la carne del oso. Dignándose el vampiro a dejar de castigar mi cuerpo con su mano y llevarlas hasta el centro de mi pecho para jugar a enceder todavía más la llama, arrastré como pude mi cabeza hasta la suya y susurré a su oído — No lo hagas, no te detengas— musité con rabia y pena por haber dejado de castigar mi comportamiento así que de manera instintiva iba a imitar sus acciones, para lograr hacerle comprender lo que era estar en mi lugar aunque nunca sería igual. Llevando una de mis manos hasta su pelvis delineé el contorno de la misma introduciendo con desacierto mis dedos debajo de su pantalón haciendo una especie de camino hasta encontrar la fuente de poder del vampiro y con impertinencia tomarla entre manos para hacer un movimiento suspensorio y luego descendiente besando el lóbulo de su oreja y tirando de ella con los dientes miré sus ojos unos instantes para besar sus labios, sin detener los movimientos de mi mano, como si con ello le pidiese a gritos que no se detuviera y que rompiera de una vez mi cordura y que no me dejara despertar. —Te deseo.-

''Eres fuego que deshace mi hielo. No puedo más.’’


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Mensaje por Aaya Maciej Dom Mar 15, 2015 11:22 pm

“Incluso con promesas no puedes ganarle al destino”


Estuve a punto de asentir ante sus palabras, sí, yo era el único que él realmente tenía. Su vástago terminaría marchándose de su lado en algún momento. Sus amigos morirían o encontrarían algo más entretenido para hacer. Sin embargo yo deseaba cada pizca de su piel, incluso cuando se haga cenizas seguiría intentando devorarlo. Consumirlo hasta que sus lágrimas griten piedad y sus labios que no me detenga. Sin embargo, su mirada prejuiciosa me hacía dudar en qué es lo que realmente pensaba él de mí. Yo era un maldito, uno que no tenía perdón y tampoco lo buscaba. Pero a su vez siempre me había cerciorado de que estaba intentando encontrar a alguien con quien pasar la existencia. ¿Razón? El aburrimiento eterno no es otra cosa más que una pareja infiel. El no saciarme aún con la sangre más virgen me daba la pauta de que me faltaba algo y aunque había tenido personas para elegir, con él todo era mucho más dulce. Ganar era más difícil, conseguir una sonrisa de su parte era una ansiedad continua en mi garganta. Y tomar sus labios era el llanto desesperado de mis sueños dentro de mi féretro. — Yo no miro lo que hago, lo experimento.  Disfruto cada momento sin importarme la noche siguiente. — Era la primera vez que comentaba mis sentimientos con total transparencia. Siempre había sido fácil expresar mis pensamientos y sentires básicos. No me molestaba mostrar mi verdadero ser. Pero él era como una aurora boreal y yo su humilde espectador. Esperando a que nazca en el polo norte, allí de donde yo venía. Cuando sus colores eran cosa de otro mundo, en aquellos siglos antes de cristo. Y aquel halo duraba segundos, uno se quedaba espetando si había sido real o no. Pues bien, Deiran era exactamente lo mismo. Parecía que me duraría solo unos años en mis manos, que eran segundos para la eternidad que me esperaba. Jamás sabría si era real o no, pero no podía olvidar sus colores.

Quise gruñir del odio ante ese pensamiento tan insulso y sin piedad alguna aprisioné sus dídimos entre mis dedos, bajando con fuerzas, tomando su piel hasta dejar los dedos marcados. Intentaba ignorar mi mente y sus palabras, disfrutar de su cuerpo que era una manjar digno de dioses. —Jamás podrás controlarme, sin embargo, puedo hacer que tus deseos, -los que me gusten- se hagan realidad. Déjate perder, ya no hay nada contra lo que puedas luchar. — Con los labios acercándose a los ajenos acallé un poco de sus palabras, no quería oírlo, era sentenciarme a una batalla constante y éstas no me gustaban. Prefería luchar y luego divertirme, hundirme en placeres carnales y pecados infernales, gula, lujuria, pereza y narcisismo. Eran mis preferidos. — ¿Qué otra cosa esperaría si no es que pierdas el control? No estoy jugando. Difícilmente podré hacerte entender eso.  Pero no es mi prioridad ahora. —Sentencié, pues realmente no podía confirmarle mis deseos por tener su alma y su cuerpo. Ya que en ese mismo instante, solo deseaba lo último. Para que al final terminara entregándome aquella esencia muerta que aún tenía en su interior. Me hundí un poco más en su trasero, de manera circular, me afianzaba y adentraba otro dedo, le movía hacia arriba, abrazando su cintura con mi otra mano, busqué aplastarlo, mirando sus ojos tan claros como el cielo, se fundían con mi mar y la pequeña franja lila parecía hacer presencia. En un jadeo un tanto rasposo me abalancé a él, aprisionando los cuerpos, sacando los dedos de allí dentro de forma fugaz.

Mi mano parecía estar encendida y más lo estaba mi cuerpo que parecía a punto de colapsar. Esos pequeños colmillos se apuntaban en mi oreja y me revolvía en estremecimientos a lo largo de mi falo. Los caninos se mostraban gustosos y en una sonrisa me dediqué a disfrutar, parando súbditamente de tocarlo. Era una tortura jugosa. — ¿Ahora no quieres que me detenga? Casi me habías convencido de que perdería. — Dije dubitativo, untando las yemas de dos dedos a lo largo del miembro erecto ajeno, muy lentamente, pasando el índice hasta la punta que se apretó de manera perpendicular en su uretra. De esa forma fue que comencé a levantarme, sin despegar la mirada de él. — Yo hago mucho más que solo desearte. — Le correspondí en sus labios finos, mostrándole esa sonrisa radiante y egocéntrica. Besándole y con gusto me dediqué a tomar su lengua, a apresarla hasta contaminarla de todo mi sabor. Le fui acomodando sobre mis muslos, apretando hasta tenerlo completamente arriba. Mi miembro se acariciaba con el ajeno, pero no era eso lo que buscaba. Por lo contrario, oprimí sus muslos para elevarlo y penetrarlo de una vez por todas. Sí, quería hacérselo de una jodida vez. Empujarme con todas las ansias que tenía. Y no esperé demasiado en hacerlo. Primero me enterré hasta empujar su próstata y luego seguí derecho por su recto golpeando su interior. Dejando salir un gruñido de dolor y de placer, por lo ajustado que me sentía. La lubricación no había servido completamente, pero al menos podía entrar entero. — Me estrangulas. Y eres sumamente sexy cuando me ruegas. — El balbuceo fue a parar directamente a su rostro, porque me había encaramado en besarlo una y otra vez. Blandiendo la espalda de mis piernas entre su cuerpo con movimientos certeros, apuntando directo y en intervalos concretos. Que empezaban a hacerme delirar y consumir. — ¿Tienes idea qué es lo que espero yo de ti? No eres solo un capricho. — Quise confirmarle con los colmillos que se notaban expandidos en mi boca. Hambriento y desesperado por él. Porque desgraciadamente, había terminado enamorándome una vez más. —No es tanto, dos veces en cuatro mil años. — Más fue un pensamiento para mí mismo que salió de manera susurrante, en lo que mis brazos abrazaban el cuerpo de aquel dragón.


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Mensaje por Deiran Chassier Vie Abr 03, 2015 12:59 pm

’’Declaraciones que llevan más que el peso de las palabras. Un juramento’’

Sus dedos castigaban bien cada centímetro de mi cuerpo. No había podido olvidar esa sensación. Él me había hecho revivirla ahora que estaba sobre mí consumiéndome en el tiempo entre sus labios y sus forzadas palabras que salían de vez en cuando para hacerle frente a las mías. Era una especie de sinceridad confusa, no sabía si estaba contestando con la verdad o simplemente lo hacía para callarme y retenerme unos minutos más. Sinceramente fuese lo que dijese no iba a separarme de su cuerpo, que hacía sentir vivo al mío y eso me hacía entrar a placeres que había decidido enterrar hace muchos siglos atrás ahora como oso carroñero había despedazado lo que más seguro creía que tenía y ya no me molestaba, no me molestaba gemir para él. Ceder a él. Entregarme a él. Mis ojos se cerraron solo para concentrarme de manera perfecta en sus caricias y lo que sus dedos querían decirle a cada terminal nerviosa que me estallaba de placer. ¿Cómo podía ser así? Negué ignorando unos segundos las voces que hacían que apretadamente susurrara su nombre sólo para mí. Él era un buen músico y yo su instrumento uno que ejecutaba con precisión a su son.

Sus palabras se habían hecho ley a mis entrañas. Iba a comenzar a disfrutar el qué sin ver el por qué, porque parecía uno de esos niños dispuestos a entregarse con tal de aprender el placer y el valor de la sed de satisfacer a un amante. Él parecía inquieto y yo parecía su esclavo a merced del amo, cumpliendo sin oponer fuerza a sus peticiones  —Supongo que tendré que anotar esa frescura en piedra para que no se me olvide que después vibrarme cada parte de mi cuerpo, mañana solo seremos dos conocidos- dije con pesadez. Yo no quería eso pero ¿podría obligarlo a que saciara lo que había despertado sin pedírselo? No miré adecuado seguir con aquella conversación. Sus movimientos comenzaban a hacerme enloquecer y en aquella instancia lo que menos quería era detener lo que había empezado —Tranquilo que lo entiendo perfectamente y no me molesta. Ahora guarda silencio y…- arqueé la espalda apreté los dedos fuertemente en su espalda soltando un gemido más que salió con soltura y naturalidad —N-no te detengas- supliqué de nuevo sintiendo como sus dedos partían en dos todo el contorno de mi cavidad y me castigaban por haberme olvidado de que ellos estaban allí.

Abrí los ojos un poco para ver la expresión del vampiro. Su mano apretó con precisión el cuero rosa de mi falo y un jadeo volvió a aparecer casi instantáneo. Me dolía todo su ser y me excitaba en gran manera, quizás a estas alturas él lo sabía después de que se lo había repetido dos veces consecutivas rogando porque no se detuviera y lo único que me quedó fue casi arrancar el lóbulo de su oreja entre gemidos y jadeos por su sutil castigo en mi zona baja. —Josseph- repetí su nombre casi instantáneo —No hables. ¿Cuándo vas a aprender el valor del silencio?- susurré a su oído con voz temblorosa porque sacudía cada célula de mi pelvis haciéndola volver de nuevo sentir —¿Así es como sabe el placer contigo? Doloroso e incansable.- confesé viendo de nuevo su rostro y quedé el silencio unos segundos justo cuando se detuvo sintiendo miedo. No lo quería lejos. Lo deseaba más que a nada. Sus labios castigaron los míos y sentí como su cuerpo se acomodaba con el mío. Una leve sonrisa se dibujó en mis pensamientos, de hecho en mi rostro también, de nuevo iba a dejar que ese vampiro tozudo se metiera entre algo más que mi piel y negué.

Su extensión completa encajó rápidamente en mi cuerpo. Sentí un leve crujido en mi espalda y esa opresión dolorosa por la presión que aumentaba al tenerlo dentro. Ni siquiera había avisado cuando ya me había casi recostado sobre su pecho para aguantar la fuerza que presionaba al entrar y salir. Enterrando los dedos en su cabello una mueca dolorosa seguida de una sonrisa se dejó ver en el acto. Su certero peso era incongruente al mío haciendo aplicar su dominancia sobre cada parte de los músculos. Sin dejar el frote de ambos falos uní cada muslos a sus piernas chocando las rodillas un poco a cada lado de su cintura y fueron sus palabras las que me hicieron por unos segundos dejar de aclamarle por más entre gemidos —No solo un capricho.- relamí mis labios —Qu-Quiero s-ser yo- confesé con dificultad de nuevo —Mira lo que has hecho. Has despertado mi demonio de su sueño servil y profundo. Yo. Yo voy a saciarte todas las noches, quiero ser yo- declaré con pesadez gimiendo con secretismo contra la piel de su hombro y aguardé allí como una promesa subliminal firmándose y sellándose en aquel acto. —Me condenaste a desearte. A quererte.- susurré —Seré tu fiel vampiro.- espeté finalmente mientras arqueaba la espalda para darle mejor cabida sin pensar en que todo lo que quería se lo había dicho, le había confesado que el dragón había dejado de escupirle fuego para quemarle, ahora únicamente lo quería para él aunque lo odiara por su comportamiento. Por su belleza. Por ser él su infame verdugo y su irremediable amor.

’’Propiedad de Josseph Pernd’’


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Mensaje por Aaya Maciej Miér Abr 15, 2015 11:09 am

“Ninguno hará que puedan alejarme de tus labios”


Eso es lo que quería, verle esos ojos dulces y pasionales queriéndome matarme, pero al mismo tiempo engatusarme. ¿Cuántas veces había masturbado mi miembro pensando en aquella mirada caliente que estaba discriminando toda mi alma? Miles, cuando el sol estaba en popa su recuerdo venía y con ello el ansia incontrolable de mis deseos. Podía decir, que en siglos eso era una de las pocas cosas que seguía disfrutando vertiginosamente. Aunque en aquel último periodo me había encontrado en la escasez total, intentarlo en prostitutas no servía para nada. Era solo él el que provocaba que los derrames de esencia caigan desde mi interior. Y ahora lo tenía ahí, todo para mí y casi abriéndose de brazos. Me relamía los labios con aquella lengua viperina y llena de veneno que tenía y jadeaba sobre su piel, lamía donde fuese que cayera y le escuchaba riendo en sinfonías abiertas a diferentes pensamientos. Que dulce y amado dragón, soltando su fuego y su angustia mientras mis dedos estaban escarbando su interior, donde las verdades se escondían. Había pasado demasiado tiempo desde que había podido penetrarlo con soltura. Aunque violar me daba algo de placer cada algunas muchas décadas, no me interesaba demasiado, el placer siempre es más dulce combinado con el antojo de dos.  Y mi miembro que estaba duro y recto contra sus nalgas no hacía más que confirmarlo. Le miré entonces, fijo y perdido en sus orbes que tantas veces había querido devorar con cuchillo y tenedor. — Grabaré en mi memoria cada una de tus dulces expresiones. — Sobre sus labios balbuceaba, lamiendo el contorno en lo que al fin me disponía a entrar entero y a sacudirme en aquellas profundidades marítimas.

Mi entrecejo se fruncía por la fricción dentro y empezaba a moverme aún y con todo lo que ello significaba. Nada iba a impedirme seguir los movimientos. Nada iba a detenerme, porque si él me decía que no lo haga, era una ley que no me atrevería a desobedecer. Esa era mi manera de amar, cumplir los caprichos que me digan siempre que fuesen de mi gusto. Darle todo lo que quisiera por solo verle una expresión de placer. Eso valía incluso una civilización o raza entera. — Si pudiese estar a tu lado de aquí a que termine el mundo, las palabras serían más escasas. Pero tener una conversación por más de una hora contigo es casi un milagro. No… Puede ser incansable y placentero, solo si dejas que así sea.  — Aquel rostro divertido que siempre llevaba estaba más oscuro, más tirado al sexo profundo, al amor doloroso. Le estaba dando golpes hasta llegar a su punto suave dentro, moviéndome en tanto lo buscaba y lo destrozaba con fervor. Mis manos toscas agarraban aquella cintura y me tronaban los huesos por la agilidad con la que estaba desesperándome por hundirme, una y otra vez. Mi pecho y el aire entrando en mi cuerpo estaban completamente enloquecidos. Quería darlo vuelta y encamarlo de todas las formas y maneras posibles. Pero había algo que me frenaba, que me decía que terminaría lastimándolo demasiado si seguía de ese modo. Y su piel y sensaciones eran mías y tenían que fluir en gemidos agonizantes de deseo por mis toques. ¡Así! Tal cual como él estaba empezando a rogar, con su mirada perdida y sus labios temblorosos. Exacto, no eres un capricho, eres algo más. Bastante más. Sí, eso mismo. — Me derretía en lo que mi miembro ya recto se ponía tan duro como si lo acabasen de hacer piedra.

Esas palabritas finas y quebradas estaban causando un terremoto total en mi interior, mis dídimos explotaban en su quietud y un golpe bruto se disparó contra su interior. Mis brazos terminaron cayendo a los lados de su rostro y le miré como quien no sabe qué camino elegir. Temblaban mis toscos brazos solo por apretarlo y hundirlo en mi piel. No podía retenerme, no había nada que me detuviese de abrazarlo con fuerza, estrujándolo a medida que lo levantaba, sentándolo sobre mis caderas, con la extremidad metida en su cuerpo y empujando duramente. Bajé los labios y me acerqué a uno de sus pezones, mordiéndolo despacio, me hacía una guía para pasar por sus clavículas, su cuello, su oreja, su mentón y hasta llegar a sus labios el recorrido parecía haber sido milenario. — Tú te condenaste solo, condenándome primero a mí. No me culpes de algo que buscaste desde el primer momento en el que quisiste provocarme y me miraste con esos ojos. ¿Sabes que hago con los reinos que me quieren pisar? Los destruyo. Pero a ti, a ti te haré parte de mi propio mundo y no te dejaré ir nunca más. — Los dientes se me veían y con ello unos colmillos terriblemente largos, acompañados por unos orbes inyectados en deseos que me obligaban a moverme sin parar cuando mis dídimos se querían meter también adentro. Le apuñalaba entero y apretaba su espalda. Bajando una de mis manos a agarrar toda aquella extremidad ajena y bombearla un momento. Aquel falo dulce… Quería encontrar la manera de lamerlo, besarlo y succionarlo desde esa posición. Pero no había forma de hacerlo y tuve que conformarme con el sube y baja fuerte y sin detenimiento. Apretando a su vez con el índice la punta, su glande quedaba obstruido y con eso mi brazo dejaba ver cada musculo y vena. Aplicaba fuerza, una potencia tal que si fallaba un poco más, quizá terminaría arrancando aquel pedazo dulce de piel que estaba duro y rosado para mi propio festín. — Ahora que te levantaste de ese letargo, muévete como si esta fuese la última vez. Porque así será siempre, no me cansaré de ti, ni de tus labios o habladurías, puppy dragón. Eres mío, ¿te lo había dicho desde un principio, no? — 


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