Wyatt Burgess

Wyatt es como un castillo hecho de naipes. Al menor viento, cae. Responde a la violencia con violencia, al odio con odio, al sarcasmo con uno más filoso y, creo que ya te habrás dado cuenta del patrón que juega. Desde niño estuvo acostumbrado a obtenerlo todo y eso no ha cambiado con el paso de los años. Le gusta salirse con la suya. Siempre encuentra la forma de que así sea. La palabra no, sigue causándole enfado y mucha irritación. Nunca le gustaron las responsabilidades y quizás esa sea la razón principal por la que su negocio es Todo Sobre Yo. De ese modo, sólo tiene que preocuparse por él. Es terco hasta la médula. Si dice que es a la derecha, es a la derecha. Ama el control, por lo que le cuesta ceder en el detalle más nimio. Tampoco sabe reconocer sus errores. Es el Señor Don Perfecto. Para él, los que se equivocan siempre, siempre serán los otros. Peca de arrogancia en toda circunstancia. Se cree el más listo, el más valiente, el más todo; aunque algunas veces, en situaciones poco convencionales o peligrosas, esa es la máscara que utiliza para aparentar que todo va tal cuál lo planeó. Va por la vida como un alma errante, absorbiendo lo malo y bueno de sus experiencias. Es como una esponja, que nunca se cansa de llenarse de agua. Admira a su hermano, aunque se le da fatal demostrarlo. Considera que a Ralston le tocó la peor parte al ser el mayor y no envidia para nada el que le haya tocado, por derecho, quedarse con el negocio familiar y las demás riquezas. Se conforma con su parte, aunque tiene que admitir que su hermano, no lo ha dejado a su causa. Su gemelo es tan protector y él tan poco dado al sentido común. Desde que ellos apenas y han hablado esos últimos tiempos, no ha podido poner al día a Ralston sobre su nueva profesión como cazador. Tampoco éste parece haberse enterado de sus nuevas andadas a través de las planas de los periódicos. Algo extraño, aunque supone que está demasiado ocupado con la producción de algodón que no ha podido darse tiempo para sí mismo. El recuerdo de ver morir a su madre por culpa de la traición de su padre, es una herida abierta en su pecho que lejos de cicatrizar se ha descarnado más. Quizás se deba a que fue el detonante para que los hermanos Burgess se desunieran. Ralston cree que él lo ha olvidado todo porque nunca volvió a tocar el tema, pero cierto es que aún forman parte de sus pensamientos. Es un área oscura que intenta ignorar. Un ciclo que pretende cerrar, pero inconcluso como ésta, es imposible de lograr.


Wyatt siempre apreció ser el menor. Le gustaba pensar que, había nacido unos minutos después, porque cargar con todas las responsabilidades de ser el primogénito no era, definitivamente, lo suyo. Él era lo que todos llamaban, un aventurero. Tenía un don innato para conseguir cualquier cosa con tan sólo pedirla. No era su sonrisa o esos ojos tan vivaces lo que hacían que los demás cedieran a sus demandas, sino sus llantos y gritos. Nadie podía decirle que no al pequeño, pues parecía que odiaba esa maldita palabra y pronto todos aprendieron a no hacerlo. Lo tenía todo. Los mejores juguetes, el cariño de su hermano y padres, y un sí para aprender a realizar cualquier actividad. Sólo había algo que se le negaba y por lo que podía pasar más de una noche haciendo berrinches. Reuben Burgess, su padre, nunca le permitió ir con él a uno de sus viajes. No es que Wyatt quisiera aprender sobre el negocio familiar. Eso, pensaba, iba más con Ralston. Lo suyo era explorar. Un día, estaba seguro, encontraría aquello en lo que era bueno. Sin embargo, no parecía muy preocupado por iniciar aquélla búsqueda. Los gemelos, como era de esperar, terminaron por ser como la noche y el día. Su hermano se apagaba, cada vez más versado en seguir los pasos de su padre mientras que él, parecía absorber para sí el amor por la vida. Ni siquiera cuando Reuben desapareció pudo responsabilizarse. Jamás olvidaría lo devastada que estuvo su madre cuando creyó a su esposo muerto y, más tarde, cuando la verdad los golpearía a todos. El respetable señor Burgess les había abandonado para estar con otra mujer. Había decidido, sin más, borrarlos de su vida para empezar una nueva. Amber, su madre, cayó en una depresión de la que nunca salió. Las disputas entre los hermanos no tardaron en empezar. Wyatt echaba en cara que si nunca hubiesen contratado a un investigador, el terrible desenlace podría haberse evitado. Por supuesto, sus argumentos se veían influenciados por la pérdida y el dolor porque, a partir de entonces; la relación y calidad de vida de los Burgess se vino abajo.

Tras enterarse de la muerte de su padre, Wyatt intentó apoyar a Ralston para levantar el negocio de la producción de algodón. Sus vidas dependían de ello y, si bien su economía había decaído, su optimismo le llevó a creer que lo lograrían. Pero fingir que su padre nunca los había abandonado, resultó una tarea imposible. Casi siempre, tras salir de juerga, regresaba con moratones en el rostro. Los rumores se habían extendido como el fuego y su veta explosiva, lo hacía moler a golpes a quienes señalaban a su familia. Dejó de frecuentar a sus amigos y compañeros de partidas. Se descargaba saliendo de cacería hasta el punto que perfeccionó su puntería. Él mismo se envidiaba por tanta destreza. Pecaba de arrogancia y las damas lo disfrutaban. De modo que no tardó en llamar la atención de un cazador de criaturas sobrenaturales. Norton Tucker había dedicado toda su vida a vengar a su familia. Parecía creer que pagaban justos por pecadores. Al principio, Wyatt creía que estaba tratando con un chiflado. En más de una ocasión le siguió el juego a sus conversaciones sólo para ver hasta donde llegaba la locura de aquél viejo. Se divertía bebiendo y escuchando esas absurdas historias. Hasta que una noche, la realidad tocó a sus puertas. Mientras su gemelo había empezado a emprender viajes de negocios como antaño hacía su padre, él había vuelto a sus andares. Salía de un burdel cuando fue atacado. Una mujer de una despampanante belleza le prometió llevarlo a placeres inimaginables. Excepto que nunca pensó que dicho placer vendría en forma de dos afilados colmillos. Podrían decir pestes de los Burgess, pero Wyatt siempre había sido conocido por sus buenos gustos y; definitivamente, una mujer con colmillos no entraba en su lista de fantasías. La libró por poco, puesto que la mujer lo había cogido con la guardia baja; pero desde entonces aceptó que Norton no era ningún loco. Se entrenó con el viejo, aprendiendo sobre esas criaturas.

Realmente se sorprendió por las habilidades de algunos e hizo berrinches por no haber manera de que él también las tuviera sin condenar su alma. Aceptó que el agua bendita y el ajo eran parte de un estúpido mito y que los espejos no servían para delatar a los vampiros. Por primera vez, se documentó bien leyendo antiguísimos libros. Al parecer, Norton había servido en la Santa Inquisición por un tiempo. El hecho de no tener progenie le había hecho buscar uno para instruir y descargar en él, todos sus conocimientos. Resultó que Wyatt no había sido el primero en su lista, cosa que no le agradó saber, aunque tampoco estaba seguro si el viejo sólo bromeaba. Su ego nunca le permitió preguntárselo. Habían cosas que era mejor no saber, tal como la experiencia le había enseñado años atrás. Su maestro murió por una extraña enfermedad, de ahí que estuviese como loco buscando un alumno. Sintiéndose completamente preparado, el ahora nuevo cazador, decidió emprender su propio negocio. Siguió a su hermano unos meses después de enterarse de su compromiso, aunque cierto era que, tras escuchar las historias de Norton de que en Francia siempre había trabajo para expertos rastreadores; iba con otros sueños en mente. Si iba a poner su vida en peligro cazando ese tipo de alimañas, más valía que ganase el equivalente. El problema estuvo cuando quiso darse a conocer entre los franceses. No podía ir por ahí propagando la noticia de que un nuevo cazador estaba en la zona. Otros podrían desmentirlo. Sabía cómo funcionaba la envidia. Así que tomando un tanto de sus ahorros, compró una plana en el periódico. Se anunció. Cualquiera diría que eso no era lo más inteligente, pero Wyatt había enumerado los pros y contras. Dado que habían ganado los pros, decidió seguir adelante. Puso un pequeño establecimiento en la zona comercial, como si de un sheriff se tratara, a la espera de que las solicitudes llegaran.   


■ Posee vastos conocimientos sobre las criaturas sobrenaturales.
■ Su puntería es perfecta. Nunca falla.
■ Al parecer, lleva sobre sí cientos de armas. Nunca para de sacarse as bajo las mangas.
■ Se hace llamar El Sheriff.
■ Tiene un Jack Russell Terrier que responde al nombre de Pirata.