Los recuerdos queman el alma.

por **Cindy Oehler** Mar Nov 25, 2014 7:32 pm

Llevaba ya dos días en aquel orfanato, y por una vez en mucho tiempo se sentía segura y alegre. Días atrás, una fría mañana una anciana la había encontrado por los alrededores del bosque y tras hablar con ella, perdida por la inocencia y bondad que reflejaban los ojos de la pelirroja, la invitó al orfanato donde trabajaba y de donde estaba completamente segura de que seria bien recibida. Al principio dudó. No obstante al ver la cantidad de huérfanos que esperaban por una familia, por alguien que los amara, como si misma… no pudo resistirse y aceptó feliz. Por el momento aún sin la aprobación del director de la institución, los trabajadores la habían aceptado como una más. Hasta que le dijeran que podía trabajar allí, se encontraba ayudando a las cuidadoras de los pequeños huérfanos. Dando de comer a los más pequeños, ayudando con las tareas al grupo de chicas de más edad. Jóvenes que nunca sobrepasaban de los 14 años y era con ellas con las que pasaba mas tiempo, ya que justo su habitación, la cama donde dormía se encontraba entre las de ellas. Y allí se encontraba, jugando con las niñas a los escondites por los jardines de los alrededores. El sol iba cayendo lentamente por las montañas, dando fin al recreo, a aquel momento de felicidad en que las niñas – hasta las más calladas y silenciosas- se oían reír y jugar como si jamás les hubiera pasado nada. Como si no tuvieran un pasado oscuro, tal como ella misma tenía y cargaba en su alma. — Vamos, vamos para adentro a cenar. —Las llamó deteniendo los juegos, esperando que todas entraran al comedor donde ya les esperaba la cena. Una vez todas a resguardo, en la seguridad del lugar, cenó con ellas. Como una más y de igual forma subió a los dormitorios.

Los días pasaban rápidos entre aquellas paredes, apenas la pelirroja se daba cuenta de cómo aquellos dos días que llevaba en la institución se sucedían. Y aún sentía que faltaba lo más importante. Debía de hablar con el director del centro. Contar con su aprobación. Presentarse a él y esperar que la aceptara. ¿Habría llegado ya? Se preguntó dando las buenas noches a Elisa, una de las dos niñas de doce años. Llevaba los anteriores días sin aparecerse por el lugar y nadie conocía cuando volvería. —Cindy, donde vas? ¿No dormirás hoy con nosotras? —Preguntó la pequeña al verla dirigirse hacia la puerta. Cindy se giró y le sonrío. —Debo hablar con los mayores, y solicitar que me dejen estar aquí con vosotras. — Explicó soplando la vela que alumbraba a las niñas, y por las que seguían despiertas. — Buenas noches a todas. Soñad con los ángeles que desde el cielo velan por vosotras. —Susurró antes de cerrarles la puerta y en silencio para no molestar a las que ya se encontraban dormitando en la seguridad de sus camas, se dirigió hacia donde se suponía debía estar – en el caso de haber llegado- el director del Orfanato.Tras recorrer media institución, al fin llegó al despacho del director. Acercándose a la puerta, sintiéndose extrañamente nerviosa, respiró profundamente calmándose.No sucedía nada. Solo era el director del centro. Sin embargo una sensación de alarma se extendía por su cabeza, instándola a irse. ¿Qué me ocurre? Esta es mi oportunidad. Se recordó y justo tomando valor, adelantó los pasos que la separaban de la puerta y firmemente picó la puerta, solicitando paso, esperando que la voz masculina le diera una respuesta y entrar con una dulce sonrisa en sus labios, sin saber que dentro le esperaba alguien, mucho peor que el diablo. Y allí empezó su calvario, o quizas solo fue el final de todo cúanto recordaba.