Encuentro inminente. |Privado|

por **Arleen Deacon** Vie Nov 28, 2014 11:38 pm

Volverán las oscuras golondrinas
de tu balcón sus nidos a colgar.

La verdad es que no podía evitar considerar que todo paso que diera sería un delator expuesto de su camino; Estaba en peligro constantemente, tenía claro que cualquier tipo de paso en falso la llevaría a la peor tortura antes conocida; Y así sería, pues a pesar de no haber pasado demasiados días en los brazos de su opresor, podía esperar de él las cosas más ruines.

En la practica, se diría que llevaba sólo un par de horas caminando. Solía tomar descanso en algunos graneros olvidados y como el camino se hacía inalterablemente desconocido para sus ojos, debía replantar en su cabeza la idea de que todo plano sería un peligro. Poco a poco sus nervios la tomaban de rehén y una vez más se veía presa, sólo que ahora sería presa de sus propios temores. Jamás logró ser una chica de carácter duro, pero las escenas se repetían, sus ojos se nublaban al recordar que ya no vería a su hermana y su corazón en el pecho daba un vuelco de 180 grados hasta hacerla caer en cuenta de que estaba sola. Sola sin tener idea de la vida. De su vida. De lo que quedaba de esta.

Sus ropas ya se podían comparar a la peor bazofia que llevaba un mendigo por las calles apestosas de las cuales ahora ella formaba parte. Aunque pretendía cortar sus caminos por los senderos de buen aspecto, entre césped verde y arboles enormes que disminuían los golpes del sol y a la vez, daban un exquisito calor que la tenía tranquila ¿Pero por cuanto? En cada parpadear recordaba sus pasos corriendo tras los de su hermana, como la fémina corría en ayuda de una pequeña y pronto al abrir sus ojos, una vez más recordaba que sus ropas se hallaban bañadas en sangre, quizás de ella, tal vez de su hermanas y lo más probable, es que fuera de aquella pequeña que había terminado sus días en brazos de un energúmeno. Tomaba aire, su pecho se movía de formas irregulares, empuñaba sus manos a cada lado de sus caderas y pretendía querer olvidar, no sería fácil, puede que jamás lo lograra, pero era ya uno de sus deseos más latentes, olvidar todo aquello.

Había comido hace dos días, y no se encontraba fatigada, estaba a orillas del lago, sintiendo un gran deseo de beber de aquellas aguas, pero recordaba como algunos animales minutos antes se bañaban entre estas, deduciendo así que preferiría morir de sed a intoxicada por alguna enfermedad de la cual nadie la podría tratar. Bufó, se acuclilló, abrazó sus piernas y cargando parte de su mentón contra sus rodillas, sintió como las primeras lagrimas bañaban su sucio rostro cortando camino en sus labios, aquellos rotos, con heridas expuestas y oscuridades que pronto la infectarían por los malos cuidados de su propia anatomía - Podría morir ahora y nadie... nadie lo notaría - Miró una criadilla de conejos muy cerca de dónde se encontraba, pequeños "infantes" saltando al rededor del animal se suponía sería su madre, y sabía que aquellos jamás la podrían en peligro, ahí dedujo que era su mejor decisión no regresar al hogar; Escondió su rostro entre sus antebrazos y un ruido de pasos tras su espalda la hicieron temblar hasta el lugar más recóndito de su ser.

La había encontrado.

por **Amélie Delacour** Sáb Nov 29, 2014 1:22 am

¨La libertad es, en la filosofía, la razón;
en el arte, la inspiración;
en la política, el derecho.¨

Victor Hugo

Se había levantado con el trinar de sus pájaros en la ventana- además del de los gorriones que tenía enjaulados su hermana- Amelie le había dicho a Julianne que los pájaros no eran para estar encerrados, que merecían libertad al igual que todos los demás seres silvestres. Un perro tal vez para estar en casa, pero ni siquiera las gallinas debían de estar entre los corrales, si fuera por ella todos estarían libres corriendo por el patio, disfrutando de los cálidos rayos del sol, del verde de la hierba, del color de las flores, de la fresca brisa. Así como ella lo hacía a diario siempre que el sol aparecía. Después de un baño la rubia se enfundo en un modesto vestido lila, mirándose al espejo una vez más, peinando sus dorados cabellos hasta hacerse dos adorables caminos de trenzas que serían unidos y posteriormente dejar sus rizos sueltos.

-Amélie Baja de una vez por amor a Dios!.
Grito su hermana desde la estancia escaleras abajo, era la décima vez que la llamaba, a lo cual se apuró, si no sería su hermano quien subiera a por ella y el…tendía a ser algo radical. Bajo las escaleras corriendo, dando un traspié al llegar a la primera planta con la alfombra que estaba al inicio de la escalera, cayendo de bruces al suelo, al pide de una de las pocas empleadas que había en casa, Vivian de forma cómoda gracias a unos ahorros que había dejado su madre antes de morir, al trabajo de su hermano, al de su hermana como costurera y a veces…de aquellos a los cuales estaba permitida a tener… Por lo cual podían permitirse tener un poco de ayuda en las labores del hogar.

-¿Que ha sido eso? –pregunto su hermana Juliann desde el comedor.
Se levantó del suelo y le sonrió a la empleada, haciéndole un gesto llevando el dedo índice a sus labios de que no dijera nada. Pero estaba segura que el sonido de sus pasos al bajar a la carrera y el estruendo del testazo que se dio contra el piso no había pasado desapercibidos a los oídos de su hermana.

-Aquel estoy jul! Bonjour! –
Le dijo a sus hermanos haciendo una cortes reverencia antes de sentarse a tomar los alimentos con ellos. Luego de hacer una oración precedida por su hermana para dar gracias por los alimentos y ese nuevo día, el desayuno transcurrió con la charla matutina sobre el trabajo de su hermano, como iba el negocio, los preparativos de la boda de Juliann, y sobre su perfeccionamiento en su arte, pronto daría una pequeña audición para una gran escuela de la ciudad y quería estar perfecta, luego de aquello se dispuso a irse al jardín a arreglarlo, pero antes paso por el largo pasillo donde se hallaban todas aquellas hermosas, coloridas y pequeñas aves confinadas en aquel –para ella- cruel confinamiento, una a una las llevo a jardín y luego de aquello las abrió para que pudieran escapar.

-Son libres criaturitas de Dios! Sean libres felices!.
Grito mientras los coloridos pájaros se perdían entre las ramas de los arboles detrás de su casa, un grito se escuchó desde el interior, su hermana de había dado cuenta antes que pudiese completar su fechoría, en busca de escapar de aquello corrió hacia aquellos árboles, internándose más hasta en la flora hasta llegar al pequeño riachuelo donde solían ir a lavar la ropa las doncellas que servían en su casa. Se subió a un frondoso árbol ya conocido, esperaría allí por lo menos hasta que su hermana no las buscara y se le pasara el enojo. En aquello el sonido de pasos le advirtió, se encogió más en su sitio, para no ser vista. Mas su sorpresa se llevó al ver una muchacha acercarse, sus ropas estaban harapientas, y estaba algo sucia, pero más que llamarle la atención aquello, le causo curiosidad su forma de moverse, los gestos compungidos de su cara y ciertas heridas que se le veían, las lágrimas rodar por sus ojos y aquellas dolorosas palabras le golearon. Entonces una inexplicable preocupación se anido en su pecho, y con cuidado de no caer y darse otro golpe bajo del árbol. Enseguida noto como la muchacha se puso rígida y se acercó otro poco de forma cautelosa a ella.

-Bonjour…descuide… no le hace daño. ¿Se encuentra usted bien?.- Dijo anticipándose a que aquella para que supiera no era ningún peligro.

por **Arleen Deacon** Mar Ene 06, 2015 11:34 pm

La había encontrado, y en lo atractivo del paisaje cerró sus ojos para mantener en su retina aquél último bello encuentro, era épico como el silencio sepulcral se había vuelto el sonido más abismante, cómo el olor a libertad la hacían sentir encerrada y una vez más en cautiverio; A través de los segundos que pasaban aquellos pasos sobre el suelo se hacían más cercanos, su piel se erizó y mordió sus labios.

Todo era irreal. los segundos no pasaban nunca y se sorprendía de no haber caído al suelo completamente descompuesta. En ocasiones deseaba abrir los ojos, ver la vista épica que la tenía incrédula, razonando momentos de alegría en su vida ¿Que tal si toda su vida se pasaba por frente a sus ojos y ella se negaba a abrirlos?
Una verdadera y aunque pareciera loca la idea, algo descabellada, una luz la eludió de todo tipo de problema, el perfume femenino la azotó antes de una cálida que se murmuraba en su dirección; No era él, él ya no seguía tras sus pasos. Suspiró aliviada, pero aún así entre sus manos hechas puños dudaba hasta de la mujer más delicada que se acercara a ella.

Por unos segundos soñó con la idea de que fuera su hermana, pero se negó de forma drástica al recordar que se había ido con alguien más, que alguien más se la había llevado quizás de qué forma. Además, su voz era diferente, más fuerte, con mayor precisión. Suspiró, la distancia ya era mínima y sus ojos aún cerrados la hacían creer que era un sueño todavía, que su cabeza la hacía crear momentos de conflictos para estar atenta, para no confrontar la triste realidad que la mantenía sola.

Hasta su forma misma generaba cierto desconcierto, alzó su rostro y luego sus ojos se abrieron de par ¿Era alegría lo que sentía? Entonces sí, una cálida sonrisa se esbozó en sus labios, sus ojos se cristalizaron y como una infante en busca de consuelo se abalanzó a los brazos de una completa desconocida, rodeó su cuello con ambos brazos y escondió lo que era su rostro destruido contra su pecho; Estaba a salvo, o eso creía, eso quería... estaba a salvo.

- Dígame quien es usted... - Murmuró con la voz entrecortada.

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