Despertar a la realidad [Privado]

por **Robin Ilie** Sáb Nov 29, 2014 12:25 am

La excursión a los pantanos para alejarse de los lugares donde pudiera encontrarse con personas, indeseadas, termino por llevarle a una situación mucho peor y a conocer cosas peores que las que creía ya haber visto antes. Robin necesitaba de la tranquilidad de los bosques, de esa vida que le había sido robada de las manos -eso desde su modo de pensar- por aquel vampiro de nombre Jarko Nygard. ¿Tanto le había afectado la presencia del inmortal aquel? La cuestión era, que nunca en la vida se había sentido insegura en sus territorios, porque eran eso ¡SUYOS! y sin embargo, todo lo que creía de su pertenencia se vio arruinado cuando el vampiro demostró que no era de esa manera, que ella no mandaba en aquellos lugares y que si a él se le metía la idea en la cabeza, todo su hogar sería un mero recuerdo. Por eso escapo, consideraba necesario cuida el patrimonio de sus padres y confiaba en que si el inmortal no detectaba su aroma en la casa, de manera reciente, se iría y nada correría peligro.

Las desventajas de su plan, eran de hecho demasiadas. Alejarse de su lugar de confort no era lo que estaba esperando. Los pantanos habían sido un infierno que no planeaba volver a vivir y por eso es que ahora buscaba lo conocido, aquel lugar donde se sintiera en paz; los bosques. Era consciente de que no podía durar ahí para siempre y por eso es que solo lo usaría como una bocanada de aire fresco, antes de regresar a la cuidad y tratar de encontrar otro lugar donde mantenerse alejada del depredador de piel fría y corazón muerto. En algunos momentos se sentía paranoica ¿Quién aseguraba que él le seguiría? Sus propias inseguridades se lo decían y si bien, en un principio pensó en ser ella quien le diera caza y lo pusiera en su lugar, esas ideas se desmoronaron cuando se percato de que no era tan malo después de todo; existían personas peores y aún sabiendo eso, temía de un nuevo encuentro con el inmortal.

Apenas noto la diferencia en el aire, los árboles que comenzaban cada vez más a rodearle y el ruido de los animales; la cambiante se sintió en casa. Con cada paso que daba en aquel lugar se deleitaba con lo que existía, lo guardaba en su memoria para que cuando necesitara fuerzas para continuar, solo le fuera necesario evocar aquellos recuerdos y entonces se sentiría llena de energía. Sus pasos la llevaron hasta un pequeño claro, donde no dudo en recostarse y dejar que la tierra y el césped le hicieran feliz. Cerro los ojos notando la seguridad del bosque y casi se quedaba tranquilamente dormida cuando detecto un aroma familiar; era el de uno de los suyos, específicamente de un hombre que con los encuentros ocasionales y más casualidad que otra cosa, se había convertido en algo así como un amigo para ella.
– ¿Cuánto hace desde la última vez que nos vimos, Ezequiel? – no se digno a abrir los ojos, confiaba en sus habilidades como para saber que era él. Su aroma se lo decía y cuando respondiera, la voz masculina le garantizara lo obvio.

por **Ezequiel O'Claude** Mar Dic 23, 2014 7:38 am

"Hoy me he tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella de lento espacio."

Errores había cometido por cien y era tiempo que se tomara un respiro, a ver si con eso lograba despejar su mente al centrarse en cosas que debían ser realmente importantes, ¿y podría hacerlo? Todo lo que en su mente rondaba el aroma de aquella fémina que lo traía más o menos demente, cayendo en una locura que sólo sería entendida por quienes hayan enloquecido por desear tanto algo que no les correspondía. Aquellos que había olvidado su lugar. Entre ellos estaba Ezequiel, un simple cochero que no debía más que trabajar y trabajar, para la realeza, para la duquesa de Rumania... Para su hermana.
Y no pudo hacerlo, como siempre había terminado siendo un imprudente y había arruinado un plan de años. Ansiaba tanto una cercanía con ella, que sobrepasó los limites entre su clase y la que ahora resguardaba la mujer con quien compartía lazos sanguíneos. Él no podía reclamarle nada, después de todo no cargaría con la culpa aunque llevara estampado su nombre.

El bosque. Aprovecharía su día libre luego del altercado sólo para ir perderse en las profundidades verdes. Cualquiera que le hubiera divisado no creería que fuera más que un simple y mugroso indigente, cubriéndose únicamente con unos pantalones de tela gastado, mientras su torso y pies se encontraban al descubierto. Y se sentía sorprendido, por segunda vez sus pieles se hallaban ansiosas por dejarse ver, ¿tal vez por la libertad del lugar? ¿el espacio? No. El aire estaba siendo invadido por un aroma diferente, uno que se alzaba por sobre el musgo y el toque floral, éste era diferente y atrayente, era femenino. Aunque fue la familiaridad del mismo el que consiguió por primera vez en el día, crear una ladina sonrisa en su faz.

El plan en primera instancia sería acecharla, deleitar su visión con aquella preciosa cambiarformas, a pesar que su amistad era lo primordial jamás negaría que era hermosa en muchos aspectos. Por lo que recargó su costado derecho contra uno de los troncos cercanos a ella. Segundos bastaron para que la joven se viera alertada de su presencia, ante lo cual no tuvo más remedio que acercarse a ella.
— Robin... — casi deletreó su nombre, a la par que su anatomía se dejaba caer bruscamente a su lado, recostándose.
— Te mentiría si digo que llevo la cuenta. Pero de seguro un par de..¿meses? — sonrió. Encontrarla justamente ahora le parecía un acto digno de agradecer, conocía las habilidades que poseía para distraerle y esperaba que este día no fuera la excepción.

Lentamente y sin que fuera forzado, el cuerpo de Ezequiel comenzó a reposar y por fin esa tensión que le traía los músculos agarrotados cedió. Por una parte se encontraba más sereno, no valía la pena que mantuviera las constantes torturas contra si mismo, eso era sencillamente una idiotez.
— Dime que no te has metido en tantos problemas... Y de ser así, ¿podrías comentarme tus travesías? — le cuestionó, siempre rozando el tono bromista y la seriedad que exteriormente denotaba. Aunque no le importaba el echo de hacerla molestar, y por el contrario cada vez que lo conseguía le provocaba una gracia tremenda.
No buscaba utilizarla, al contrario. Buscaría apaciguar su frustración con ella, después de todo si él se encontraba ahí para liberarse, lo más probable es que ella también.

por **Robin Ilie** Lun Ene 12, 2015 12:58 pm

Los cambiantes eran siempre criaturas más bien salvajes, por más que trataran de estar en un sitio y aparentar la normalidad de una vida humana, la naturaleza tarde o temprano los reclamaba. Ellos eran de las zonas verdes, de los aromas a vida y los colores Por eso era que Robin se sentía viva ahí, viva después de que su corazón se sintiese muerto en un lugar que apestaba a podredumbre y no tuviera lugar alguno para recostarse a descansar como ahora lo hacia. Y no creyó haber echado tanto de menos los bosques hasta que detecto a Ezequiel muy cerca de ella. La cambiante había extrañado aquella cercanía que tenía con otros de su especie, al menos aunque fueran encuentra intermitentes y casuales, justo como el que ocurría ahora.

Su figura permaneció estática en el pasto, la brisa soplaba lentamente y la naturaleza se agito a su alrededor mientras que finalmente la voz masculina le dejaba en claro que si era su amigo el que llegaba hasta ella. Sonrió pese a tener los ojos cerrados y no estar dispuesta por nada del mundo a abrirlos; noto cuando el cambiante se dejo caer a su lado y suspiro.
– Eres un grosero, deberías llevar no solo la cuenta de los meses sino incluso de los segundos que pasas sin verme – abrió entonces un ojo solo para constatar que se encontraba recostado a un lado suyo – Pero si, han sido un par de meses en los que no has tenido con quien divertirte y a quien contar tus aventuras – volvió a cerrar el ojo, dejando que la calma del lugar les envolviera entonces a ambos pues sabía que si se encontraban ahí era porque de manera inconsciente se estaban buscando por paz, por sentirse escuchados y lo mejor antes de que comenzaran a hablar, era descasar sus mentes y espíritus.

Arrugo el ceño y abrió los ojos por completo de manera brusca. No le gustaba ser predecible, al menos no creía serlo pero por algún motivo que aún no lograba comprender, Ezequiel siempre sabía que era lo que le estaba pasando aunque ella no dijera una sola palabra y no era tampoco que lo supiera todo, sino que parecía ser que aquel hombre tuviera unas corazonadas muy certeras que lo llevaran a preguntar justamente lo que la afectaba.
– En realidad no son tantos problemas, solo es un problema y más que eso es una persona, si es que se le puede llamar de esa manera – se reincorporo para poder sentarse y observo con diversión a su compañero de la naturaleza – Así que algo te ha pasado y quieres desviar tu atención con mis relatos – levanto las manos al cielo para estirar su cuerpo y se aclaro la garganta – Mis padres se fueron y yo no puedo regresar a mi casa… – enarco la ceja y se mantuvo en silencio. No deseaba decirle que temía a la presencia de cierto vampiro, porque ella nunca temía a nada y de saberlo Ezequiel seguro que se mofaba de ella – Estoy desamparada cual vagabunda y todo por culpa de ese demonio – golpeo con el la mano cerrada el suelo y volvió entonces la mirada a él – y tu, ¿De qué escapas? Porque se que estas haciendo eso y quiero saber que puede ser tan aterrador o complicado como para que escapes – finalmente animales que huían de aquello que podía dañarles, eso eran ellos.

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