AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La perla [Rol grupal]
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La perla [Rol grupal]
Puerto de París | 2:35 pm | Embarcadero No. 3
Cualquiera que la conociera habría podido leer su expresión a kilómetros. Su mueca de disgusto se había vuelto característica con el correr de los años, especialmente después de haber colaborado con los primeros "trabajos" de Quimera, a bordo de La perla. Y es que ese era su mayor dolor de cabeza, su personificada piedra en la bota que le molestaba día y noche. La perla, navío de proporciones discretas y colores suaves que hacían honor a su nombre, no era otro barco más que el que acunaba a comerciantes de dudosa procedencia, como a Emma le gustaba llamar a sus buenos amigos. Entonces, ¿no sería lógico pensar que un barco como La perla habría de hallarse en un embarcadero más clandestino?
¡Esa era la puñetera cuestión! Que Dios se apiadara del responsable de aquella ineptitud, pues Emma no era una mujer que tuviera pelos en la lengua al momento de lanzar un sermón de tres horas. Y no es que el sol no tuviera nada que ver con respecto al profundo ceño fruncido que marcaba su expresión, pero el enfado podía eclipsar al enorme astro cuando se trataba de aquella dama.
— ¡Por todas las patatas asadas de París! —Maldijo Emma en nombre de su aperitivo favorito, acercándose a pasos agigantados al navío aperlado. Las velas del mismo se hallaban arriadas y el ancla echada al agua, viéndose tan en calma como el patito de hule de un niño en su bañera. Casi le daba gracia a la malhumorada "costurera", pero el modo en como pulverizaba cada tabla del malecón distaba mucho de pronosticar risas y alegrías. Abordó La perla y buscó inmediatamente una figura humana a la cual interrogar.— ¿Kramm? —Apostó en voz alta, con los puños cerrados en las caderas.— ¿Géraldine? —Al no oír respuesta, una sonrisa socarrona le llegó a los labios. No era muy probable que la joven enfermera le respondiera, siendo tan reservada. Avanzó por la cubierta del barco, haciendo eco por las botas de cuero que llevaba bajo la falda.— ¿Cerise? —Probó con más dulzura, pues no solía ser tan estricta con ésta última bruja. No creía que Maximilian se hallara a bordo, así que ni siquiera se molestó en llamarlo.
En ese momento se dio cuenta que una sola persona no podría llevar el barco, así que debía haber más de un pillo jugando a las escondidas con ella. Y sabía quien era el único que solía retar su paciencia desde hacía casi diez años. El lobo que no envejecía por más que las arrugas ya fueran acosando a Emma, quien ahora entornaba los ojos y descansaba la espalda en el mástil principal, cruzada de brazos.
— ¡Fierce! —Le llamó sin dudar. Era curioso como a pesar de los años, seguía sin llamarle por su nombre de pila.
"Ninguna libertad es gratis. Sudor, sangre y lágrimas hemos de pagar para tenerla."
Cualquiera que la conociera habría podido leer su expresión a kilómetros. Su mueca de disgusto se había vuelto característica con el correr de los años, especialmente después de haber colaborado con los primeros "trabajos" de Quimera, a bordo de La perla. Y es que ese era su mayor dolor de cabeza, su personificada piedra en la bota que le molestaba día y noche. La perla, navío de proporciones discretas y colores suaves que hacían honor a su nombre, no era otro barco más que el que acunaba a comerciantes de dudosa procedencia, como a Emma le gustaba llamar a sus buenos amigos. Entonces, ¿no sería lógico pensar que un barco como La perla habría de hallarse en un embarcadero más clandestino?
¡Esa era la puñetera cuestión! Que Dios se apiadara del responsable de aquella ineptitud, pues Emma no era una mujer que tuviera pelos en la lengua al momento de lanzar un sermón de tres horas. Y no es que el sol no tuviera nada que ver con respecto al profundo ceño fruncido que marcaba su expresión, pero el enfado podía eclipsar al enorme astro cuando se trataba de aquella dama.
— ¡Por todas las patatas asadas de París! —Maldijo Emma en nombre de su aperitivo favorito, acercándose a pasos agigantados al navío aperlado. Las velas del mismo se hallaban arriadas y el ancla echada al agua, viéndose tan en calma como el patito de hule de un niño en su bañera. Casi le daba gracia a la malhumorada "costurera", pero el modo en como pulverizaba cada tabla del malecón distaba mucho de pronosticar risas y alegrías. Abordó La perla y buscó inmediatamente una figura humana a la cual interrogar.— ¿Kramm? —Apostó en voz alta, con los puños cerrados en las caderas.— ¿Géraldine? —Al no oír respuesta, una sonrisa socarrona le llegó a los labios. No era muy probable que la joven enfermera le respondiera, siendo tan reservada. Avanzó por la cubierta del barco, haciendo eco por las botas de cuero que llevaba bajo la falda.— ¿Cerise? —Probó con más dulzura, pues no solía ser tan estricta con ésta última bruja. No creía que Maximilian se hallara a bordo, así que ni siquiera se molestó en llamarlo.
En ese momento se dio cuenta que una sola persona no podría llevar el barco, así que debía haber más de un pillo jugando a las escondidas con ella. Y sabía quien era el único que solía retar su paciencia desde hacía casi diez años. El lobo que no envejecía por más que las arrugas ya fueran acosando a Emma, quien ahora entornaba los ojos y descansaba la espalda en el mástil principal, cruzada de brazos.
— ¡Fierce! —Le llamó sin dudar. Era curioso como a pesar de los años, seguía sin llamarle por su nombre de pila.
- Aclaraciones:
- El rol es grupal, de modo que pueden entrar todos los que pertenezcan a Quimera. La situación la he puesto como idea base, pero pueden ir añadiendo cosas a su gusto, no necesitan limitarse siempre y cuando guarde congruencia con los demás.
PD: El tema no llevará ningún orden, pero se les pide que tengan consideración con los demás.
Emma Minder- Humano Clase Media
- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: La perla [Rol grupal]
“El destino mezcla las cartas y nosotros somos los que jugamos”
William Shakespeare.
William Shakespeare.
De ensoñación en ensoñación vivía la bruja desde que tenía memoria. Siempre la imaginación había reinado en su cabeza, inventándole cuentos e historias fantásticas teñidas de rosa y cubiertas en flores. Una niña muy risueña, que en los días de sol para encontrarla hacía falta paciencia; ella debía volver a su tiempo, sino era imposible encontrarla. Conocía los bosques alrededor de su hogar como la palma de su mano y donde los demás se perdían, ella siempre encontraba un camino. Aunque volviera embarrada de pies a cabeza lo hacía con una sonrisa en el rostro que la salvaba del escarmiento de su comprensiva madre. La noche terrible acabó con todo eso. Cada rincón de sus fantasías antes bañado en luz ahora estaba lleno de oscuridad. Pero la soledad en la que había vivido los años siguientes sólo aumentó sus estadías en los mundos perfectos.
El mar se encontraba tan inquieto como frío, ni el agobiante Sol veraniego podía domarlo. Los pies desnudos de la bruja colgaban del barandal hacia afuera. Estaba alto, pero podía fácilmente imaginar que sus piernas eran tan largas y el barco tan pequeño como para hundir sus dedos en el agua. Lo que no podía era refrescarse de forma imaginaria. –Ugh, qué calor…- murmuró, alzando la vista al cielo. Ya había cumplido algunas de sus tareas, había hecho y deshecho sus peinados una veintena de veces y paseado por la borda otro par. Tenía que volver a trabajar, pero la temperatura era muy alta como para dejarle algo de energías. O esa era su excusa. –Y qué… extraña calma–. Esta vez sus cejas se fruncieron. No había gritos, no había risas… no había pasos ni órdenes a diestra y siniestra. Extraño.
No es fácil adaptarse a vivir en un barco con varias personas cuando has pasado tanto tiempo con tu consciencia como única compañía. Ni que hablar si duermes en la misma embarcación que un montón de ladrones y malvivientes. La Perla era ebullición constante en su actividad. Incluso durante la noche alguien debía permanecer en vela. Esa era su vida ahora. Bajar la cabeza y ocultar su rostro. Mas una vez que empezabas a conocer el tono maternal de Emma y su buen corazón, la estadía no se hacía tan dura. Lo difícil era tenerlo presente en los momentos de más trabajo o al atravesar fuertes tormentas.
El llamado de la mujer llegó a sus oídos en el momento en el que se dirigía nuevamente a la enfermería, su lugar favorito en todo el barco y el único donde tenía algo de privacidad. Siguió su voz hasta el pequeño salón y se detuvo justo detrás de ella, con el sigilo usual o más gracias a la falta de sus incómodas zapatillas. –Mm… ¿bu?-murmuró insegura y con una ceja arqueada, dando a conocer su ubicación. O bien la mujer los buscaba para repartirle algunos sermones, o bien no había notado el envolvente silencio que la preocupaba más a cada minuto. “Por favor, que sea la segunda” pensó.
Última edición por Géraldine O. Chavanel el Mar Dic 02, 2014 11:06 am, editado 5 veces
Géraldine O. Chavanel- Hechicero Clase Baja
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Localización : La Perla
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Re: La perla [Rol grupal]
Creo que el clima en si hacia obvia la situación, este sería un trabajo pan comido, aunque, hubiera preferido un poco de neblina para que las cosas tengan un poco de sigilo, en fin, no podía quejarme, amaba los días soleados pues son poco comunes en esta ciudad. Las personas a nuestro alrededor se miraban muy envueltos en sus asuntos, transportando cajas de quien sabe que, llevándolas a los almacenes que se encontraban cercas del puerto ¿Quizás tabaco?, hablando de, no me caería nada mal un puro en estos momentos, siempre llevo conmigo antes de salir a cualquier lugar, por lo que saque uno del bolsillo de mi saco y lo encendí en el instante.
No era mala vida, tenía compañeros a los que podía llamar “cómplices del crimen”, es un poco exagerado pero siempre que lo pensaba me causaba gracia, viajar largas distancias y recorrer los mares no es algo para cualquier persona, se necesita estómago y fuerza de voluntad, ya antes había navegado, desde niño diría yo, por lo que pasar días y días viendo nada más que el mar a mi alrededor no me molestaba. si querías que te tomaran enserio era necesario mostrar de lo que estabas hecho, una que otra vez me metí en problemas por esto, la gente puede llegar a ser algo habladora, y algo que odiaba eran los fanfarrones ebrios, he perdido la cuenta de cuantos humanos me han querido matar a golpes y son ellos los que terminar casi muertos, por supuesto solo me limito a los golpes con mis propias manos, si tuviera un franco por cada diente que he tumbado a estas alturas seria millonario, siempre que terminaba una pelea simplemente me retiraba con un puro en mi boca.
Me encontraba recargado en el muro del estribor, una mano en mi bolsillo y la otra sosteniendo el puro, estaba un tanto distraído, más que nada porque había fijado mi atención a esos hombres llevando con tal apuro aquellas cajas que lucían algo pesadas.–¡Fierce!– escuche como me nombraban mientras sentía una de mis orejas vibrar a tal sonido como si fuera la de un perro que se mueve en dirección al sonido. Mire hacia aquella dirección en donde se encontraba, se trataba de Emma, y a juzgar por su expresión seguramente tendría algo tramado. –¿¡Bien, que ocurre!? – Le respondía con un grito desde mi lugar en lugar de ir hasta donde estaba ella, era divertido hacerle enojar de vez en cuando como broma, aunque claro, no querrías verla enojada de verdad, yo por el contrario, no me enojaba con facilidad, siempre estaba relajado, así que siempre que Emma me pedía que hiciera algo por ella, lo hacia sin conflicto alguno.
No era mala vida, tenía compañeros a los que podía llamar “cómplices del crimen”, es un poco exagerado pero siempre que lo pensaba me causaba gracia, viajar largas distancias y recorrer los mares no es algo para cualquier persona, se necesita estómago y fuerza de voluntad, ya antes había navegado, desde niño diría yo, por lo que pasar días y días viendo nada más que el mar a mi alrededor no me molestaba. si querías que te tomaran enserio era necesario mostrar de lo que estabas hecho, una que otra vez me metí en problemas por esto, la gente puede llegar a ser algo habladora, y algo que odiaba eran los fanfarrones ebrios, he perdido la cuenta de cuantos humanos me han querido matar a golpes y son ellos los que terminar casi muertos, por supuesto solo me limito a los golpes con mis propias manos, si tuviera un franco por cada diente que he tumbado a estas alturas seria millonario, siempre que terminaba una pelea simplemente me retiraba con un puro en mi boca.
Me encontraba recargado en el muro del estribor, una mano en mi bolsillo y la otra sosteniendo el puro, estaba un tanto distraído, más que nada porque había fijado mi atención a esos hombres llevando con tal apuro aquellas cajas que lucían algo pesadas.–¡Fierce!– escuche como me nombraban mientras sentía una de mis orejas vibrar a tal sonido como si fuera la de un perro que se mueve en dirección al sonido. Mire hacia aquella dirección en donde se encontraba, se trataba de Emma, y a juzgar por su expresión seguramente tendría algo tramado. –¿¡Bien, que ocurre!? – Le respondía con un grito desde mi lugar en lugar de ir hasta donde estaba ella, era divertido hacerle enojar de vez en cuando como broma, aunque claro, no querrías verla enojada de verdad, yo por el contrario, no me enojaba con facilidad, siempre estaba relajado, así que siempre que Emma me pedía que hiciera algo por ella, lo hacia sin conflicto alguno.
Ayrton Fierce- Licántropo Clase Media
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Re: La perla [Rol grupal]
El sol le picaba en la espalda y los brazos mientras observaba al hombre de la monstruosa panza contar los francos a toda prisa y tachar algo de la libreta que llevaba en mano. Cerise se acomodó en el nido de vigía, tratando de memorizar la cara del hombre. Estaba claro que era una autoridad portuaria, probablemente a cargo de las finanzas, y siempre era bueno saber por qué manos pasaba los francos cercanos. Robar ese dichoso catalejo había tenido sus complicaciones (no quería ni acordarse de esa noche) pero la estaba sirviendo para ver quien manejaba los hilos del puerto y para distraerse del maldito vaivén de las olas. Hacía mucho tiempo que no veía a La perla pero el mareo era el mismo que cuando puso por primera vez pie en ella. En fin, así eran las cosas, tendría que acostumbrarse al mar a cambio de un poco de acción. Y es que la quimera siempre significaba algo interesante.
Escuchó su nombre y la panza del hombre se difuminó hasta dar paso a la cubierta del barco. Emma estaba de vuelta. Dejó el catalejo a un lado y se fijó en sus compañeros desde las alturas de su nido. Plegó el catalejo, se lo guardó y se empezó a bajar hasta la cubierta. Por suerte, aunque fuera una grumete torpe y con la cara verdosa , era buena moviéndose con agilidad entre cabos y velas, era más sencillo que trepar por tuberías y cornisas, al menos con el barco amarrado. Se paró, apoyándose en la parte baja de las jarcias.
- Aquí arriba - Señaló, dando un pequeño golpe en el mástil central para avisar a Emma, apoyada en el mismo. Mientras tanto, buscaba con la mirada a los demás miembros de la tripulación.
Escuchó su nombre y la panza del hombre se difuminó hasta dar paso a la cubierta del barco. Emma estaba de vuelta. Dejó el catalejo a un lado y se fijó en sus compañeros desde las alturas de su nido. Plegó el catalejo, se lo guardó y se empezó a bajar hasta la cubierta. Por suerte, aunque fuera una grumete torpe y con la cara verdosa , era buena moviéndose con agilidad entre cabos y velas, era más sencillo que trepar por tuberías y cornisas, al menos con el barco amarrado. Se paró, apoyándose en la parte baja de las jarcias.
- Aquí arriba - Señaló, dando un pequeño golpe en el mástil central para avisar a Emma, apoyada en el mismo. Mientras tanto, buscaba con la mirada a los demás miembros de la tripulación.
Cerise Moreau- Hechicero Clase Baja
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Re: La perla [Rol grupal]
Dada la tranquilidad que reinaba en La perla como si alguien hubiese ordenado la ley marcial, Emma no creyó realmente que sus compañeros aparecieran con tanta eficacia y velocidad. Dio un brinco automático cuando un sonido imprevisto le sopló por la espalda, pareciendo por poco una madre que ha sido pillada por la mascota sin extremidades de sus niños. Miró a Géraldine con expresión reprobatoria, aunque guardaba para sí misma una sonrisa divertida. ¡Ay de Emma! ¿Qué sería de ella después de otros diez años? No podía luchar contra criaturas tan adorables que se las ingeniaban para sacarle más canas de las que ya iba descubriendo de vez en cuando en la almohada.
— Muy lindo. —Le ironizó a la muchacha con los brazos en jarras. Al final no pudo reprimir más tiempo la sonrisa que tranquilizaba a los más jóvenes con respecto a su mal humor. Sin embargo, éste fue avivado cuando recibió la respuesta de su camarada Fierce. Adoraba al hombre, era la razón principal de que todavía no lo hubiese mandado al fondo del mar, pero éste tenía una calma tan insufrible que la ponía a exhalar humo por las orejas.— ¡París! ¡Eso ocurre! —Le regañó con un dedo acusatorio. Se echó un bucle castaño a la espalda con gesto impaciente.— ¿Quién demonios dio la orden de desembarcar aquí? ¡Hoy es día de feria! Todos los comerciantes están haciendo negocios en este puerto y la seguridad podría duplicarse.
Hizo una pausa para tomar aire en la cual, muy convenientemente para el lobo, descubrió a Cerise. Tuvo que levantar la vista para dar con ella, pero cuando lo hizo, no pudo reprimir una carcajada. Esa chica podía ser su perdición con respecto al modo en que se movía por el barco, como un mono ágil y perfectamente equilibrado. La matrona se protegió los ojos del intenso sol veraniego con una mano, obsequiándole a la joven una sonrisa que mostraba dientes blanquísimos.
— Ya te vi. —Le dijo.— Aunque también veo cuerdas gastadas. Cuidado con que una se rompa y te caiga la vela encima. —Le advirtió. Regañar a los demás era su modo de mostrar afecto, lo que podía ser tan irritante como encantador para una mujer de su edad. Sin embargo, aunque la idea de cortar cabezas ya había sido superada por Emma, en gran parte gracias a la intervención de Cerise, seguía preocupada por el asunto de la guardia en el puerto. Reflexionó apenas unos instantes y luego les hizo un gesto a todos los demás.— Vamos a trabajar, necesito a este barco fuera del puerto tan pronto se pueda. —Miró a Ayrton con repentina eficacia.— Habrá que averiguar si hay algún desembarcadero inhabitado en la ciudad o nos tocará dejarlo cerca de la costa y volver en un bote a tierra. —Resopló y se llevó una mano a la nuca, claramente frustrada.— Si tan sólo París conservara algún desembarque pirata oculto por ahí...
— Muy lindo. —Le ironizó a la muchacha con los brazos en jarras. Al final no pudo reprimir más tiempo la sonrisa que tranquilizaba a los más jóvenes con respecto a su mal humor. Sin embargo, éste fue avivado cuando recibió la respuesta de su camarada Fierce. Adoraba al hombre, era la razón principal de que todavía no lo hubiese mandado al fondo del mar, pero éste tenía una calma tan insufrible que la ponía a exhalar humo por las orejas.— ¡París! ¡Eso ocurre! —Le regañó con un dedo acusatorio. Se echó un bucle castaño a la espalda con gesto impaciente.— ¿Quién demonios dio la orden de desembarcar aquí? ¡Hoy es día de feria! Todos los comerciantes están haciendo negocios en este puerto y la seguridad podría duplicarse.
Hizo una pausa para tomar aire en la cual, muy convenientemente para el lobo, descubrió a Cerise. Tuvo que levantar la vista para dar con ella, pero cuando lo hizo, no pudo reprimir una carcajada. Esa chica podía ser su perdición con respecto al modo en que se movía por el barco, como un mono ágil y perfectamente equilibrado. La matrona se protegió los ojos del intenso sol veraniego con una mano, obsequiándole a la joven una sonrisa que mostraba dientes blanquísimos.
— Ya te vi. —Le dijo.— Aunque también veo cuerdas gastadas. Cuidado con que una se rompa y te caiga la vela encima. —Le advirtió. Regañar a los demás era su modo de mostrar afecto, lo que podía ser tan irritante como encantador para una mujer de su edad. Sin embargo, aunque la idea de cortar cabezas ya había sido superada por Emma, en gran parte gracias a la intervención de Cerise, seguía preocupada por el asunto de la guardia en el puerto. Reflexionó apenas unos instantes y luego les hizo un gesto a todos los demás.— Vamos a trabajar, necesito a este barco fuera del puerto tan pronto se pueda. —Miró a Ayrton con repentina eficacia.— Habrá que averiguar si hay algún desembarcadero inhabitado en la ciudad o nos tocará dejarlo cerca de la costa y volver en un bote a tierra. —Resopló y se llevó una mano a la nuca, claramente frustrada.— Si tan sólo París conservara algún desembarque pirata oculto por ahí...
Emma Minder- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: La perla [Rol grupal]
Ya veo, ya decía yo que era muy extraño ver tanto movimiento a nuestro alrededor, un mal paso y pronto todo parís estaría lleno de carteles de se busca con nuestros rostros. No era algo conveniente tener que salir siempre a escondidas o usando una capa, sabiendo que resaltaría más entre el público, más bien me especializaba en ser uno más, mezclarme con la multitud y ganarme su confianza. –veamos…. – alzaba la mirada hacia el cielo mientras frotaba mi cabello con mi mano, creyendo que así sacaría alguna idea de mi cabeza, deje salir un suspiro como si pensar me diera pereza, no era el caso, pero tampoco quería esforzarme demasiado por ganancias mínimas.
A decir verdad, había escuchado de unos buques que habían llegado de Somalia, los tripulantes eran ingleses, por lo que lo más probable es que tengan consigo toneladas de materia prima, no sé qué tenían ellos y los franceses que parecían odiarse por lo que tenían su propia embarcación alejada de la ciudad, solo eso faltaba, que vinieran a hacerse las damiselas finas, siempre odie a los ingleses, era común que siempre que pensara en ellos me pusiera de mal humor, sobre todo con la monarquía. Mire a Geraldine con una sonrisa pues su mirada siempre me daba la impresión de inocencia, ni hablar de Cerise, que parecía de esas personas que no se metía con nadie pero al final salía con sorpresas. Mire a ambas y después me dirigí hacia Emma –Bueno, yo sé de una embarcación a las afueras de la ciudad, en un área pantanosa– Los arboles de aquel lugar estaban tan juntos uno de otro, a su vez había enredaderas y raíces gruesas cruzadas por todos lados que hacia fácil que un barco como la perla pudiera pasar desapercibido entre los riachuelos del lugar.
–Los tripulantes son ingleses, quizás tengan a unos cuantos guardias, pero nada que no podamos neutralizar, además, tienen una enorme carga de materia prima–. Sacaba el humo de mis pulmones mientras miraba al horizonte, al final era el único plan que cruzaba por mi mente en ese momento, sonaba un poco arriesgado, pero hacer enojar a unos cuantos ingleses me atraía.
Anteriormente ya había recorrido aquel lugar, mientras saltaba de un árbol a otro, conocía bien el terreno y las personas que solían pasear por ese lugar eran escasas, después de todo era un poco tétrico, sin hablar de los cocodrilos que asechaban en el lugar.
A decir verdad, había escuchado de unos buques que habían llegado de Somalia, los tripulantes eran ingleses, por lo que lo más probable es que tengan consigo toneladas de materia prima, no sé qué tenían ellos y los franceses que parecían odiarse por lo que tenían su propia embarcación alejada de la ciudad, solo eso faltaba, que vinieran a hacerse las damiselas finas, siempre odie a los ingleses, era común que siempre que pensara en ellos me pusiera de mal humor, sobre todo con la monarquía. Mire a Geraldine con una sonrisa pues su mirada siempre me daba la impresión de inocencia, ni hablar de Cerise, que parecía de esas personas que no se metía con nadie pero al final salía con sorpresas. Mire a ambas y después me dirigí hacia Emma –Bueno, yo sé de una embarcación a las afueras de la ciudad, en un área pantanosa– Los arboles de aquel lugar estaban tan juntos uno de otro, a su vez había enredaderas y raíces gruesas cruzadas por todos lados que hacia fácil que un barco como la perla pudiera pasar desapercibido entre los riachuelos del lugar.
–Los tripulantes son ingleses, quizás tengan a unos cuantos guardias, pero nada que no podamos neutralizar, además, tienen una enorme carga de materia prima–. Sacaba el humo de mis pulmones mientras miraba al horizonte, al final era el único plan que cruzaba por mi mente en ese momento, sonaba un poco arriesgado, pero hacer enojar a unos cuantos ingleses me atraía.
Anteriormente ya había recorrido aquel lugar, mientras saltaba de un árbol a otro, conocía bien el terreno y las personas que solían pasear por ese lugar eran escasas, después de todo era un poco tétrico, sin hablar de los cocodrilos que asechaban en el lugar.
Ayrton Fierce- Licántropo Clase Media
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Re: La perla [Rol grupal]
Su semblante se mantuvo serio ante el sobresalto de Emma, aparentemente ingenuo, como si no supiera qué había hecho mal. Mas le gustó la sonrisa en el rostro ajeno y cuando ésta se dio la vuelta para ir tras Fierce la sonrisa se duplicó en la bruja con un inevitable tono de picardía. ¿Desde cuándo actuaba de modo tan infantil? Se movía como una sombra por el barco, casi siempre en silencio, pero a veces no podía ocultar su carácter. Caminó hasta donde estaban Cerise y el lobo. Uno pensaría que con la otra bruja en el lugar congeniaría muy bien, pero a veces eran ambas tan reservadas que aún no la había descifrado como le gustaría. En cambio Ayrton era mucho más expresivo y aunque habían muchas cosas que desconocía de él, su forma de ser le causaba tanta gracia como su naturaleza lograba ponerle los pelos de punta.
Enseguida se enfrascaron en una charla sobre los próximos planes que llamó su atención en cuanto se sugirió enfrentarse con ingleses. Salir de París era un completo alivio. Si pasaban mucho más ahí tendría que cambiar mágicamente su apariencia para mantener la calma. Pero los ingleses tenían su fama… No por nada tenían el dominio de los mares. Ir sin un plan era como un suicidio y Géraldine aún no se había acostumbrado a esos enfrentamientos. –Si los ingleses están allí deben conocer el lugar mejor que nosotros-señaló. -Quizás podríamos hacernos pasar por un barco inglés y tomarlos desprevenidos después.
Jugó con sus dedos detrás de su espalda. Ya el calor era más que el que estaba dispuesta a aguantar. Mejor darle una mano al clima. Se concentró un segundo en la suave brisa que agitaba sus cabellos y le bajó la temperatura en toda la cubierta. Ah, mucho mejor. Y luego se preguntaban por qué La Perla siempre llevaba el viento a favor. Tenían sus secretos. La bruja volvió a sonreír levemente y miró de reojo la actividad sobre el muelle. Vámonos...
Géraldine O. Chavanel- Hechicero Clase Baja
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Re: La perla [Rol grupal]
Cerise escuchó atenta el plan de sus compañeros pero no le gustaba, no le gustaba nada. Todo era demasiado precipitado para su gusto, siempre que daba un golpe, estudiaba cuidadosamente al adversario, sus horarios y hábitos, sabía quien era el guardia que hacía la ronda borracho como una cuba, sabía cuando se ausentaban unos cuantos para aprovisionarse, ese tipo de cosas pero sobre todo, le gustaba saber qué era lo que iba a robar. Cuidadosamente, bajó de las jarcias y se acercó a los demás.
- El pantano... supongo que en un sitio tan clandestino ni la bandera inglesa nos protegería.- replicó algo brusca a Géraldine. La bruja le ponía nerviosa, por un lado le apetecía acercarse y pedirle que le explicara todo lo que supiera sobre magia, por otro veía a una niña que siempre andaba en las nubes, a lo largo de su vida, la gente como ella no había durado mucho, esa ambivalencia la desconcertaba.
- Si es cierto que son pocos, tendríamos que deshacernos de ellos primero, antes de acercarnos con el barco o podrían hundirnos a cañonazos.- pausó y miro al lobo, cómo todos los licántropos, le parecía demasiado intrépido, no sopesaba las consecuencias lo suficiente - Pero antes de nada tenemos que saber qué es lo que robamos.
Lo primordial era ganar el lugar de atraque pero si hacían demasiado escándalo podría enterarse todo París, si solo ganaban el amarre y la carga no merecía la pena, era mejor buscar una alternativa. Aunque tenía que contar con las habilidades especiales de la tripulación, no eran como mis compinche habituales, eso podría darles algo de libertad a la hora de la planificación.
- El pantano... supongo que en un sitio tan clandestino ni la bandera inglesa nos protegería.- replicó algo brusca a Géraldine. La bruja le ponía nerviosa, por un lado le apetecía acercarse y pedirle que le explicara todo lo que supiera sobre magia, por otro veía a una niña que siempre andaba en las nubes, a lo largo de su vida, la gente como ella no había durado mucho, esa ambivalencia la desconcertaba.
- Si es cierto que son pocos, tendríamos que deshacernos de ellos primero, antes de acercarnos con el barco o podrían hundirnos a cañonazos.- pausó y miro al lobo, cómo todos los licántropos, le parecía demasiado intrépido, no sopesaba las consecuencias lo suficiente - Pero antes de nada tenemos que saber qué es lo que robamos.
Lo primordial era ganar el lugar de atraque pero si hacían demasiado escándalo podría enterarse todo París, si solo ganaban el amarre y la carga no merecía la pena, era mejor buscar una alternativa. Aunque tenía que contar con las habilidades especiales de la tripulación, no eran como mis compinche habituales, eso podría darles algo de libertad a la hora de la planificación.
Cerise Moreau- Hechicero Clase Baja
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Re: La perla [Rol grupal]
El día no podía ser más aburrido para el cambiante que yacía sentado contra el tronco de un anciano árbol en la ladera más pronunciada del bosque. El sol tostaba un poco su piel mientras sus ojos se perdían en la inmensidad de la ciudad a sus pies. Observaba cada uno de los destellos de vida que por allí paseaban e incluso oía las conversaciones de los pueblerinos más cercanos al bosque; en las afueras de París.
Recién huía de uno de los tantos regaños de Gaspard por desaparecerse por las tardes sin decir adonde se dirigía o que era lo que lo motivaba a ausentarse hasta esas altas horas de la noche. Como líder se preocupaba de los demás, incluyendo de él; su segundo al mando, sin embargo a veces se sentía como un niño al que sus mayores le reclamaran y era en esos instantes en que antes de faltarle el respeto o molestarse gravemente con él decidía marchar y alejarse de la manada por unas horas.
El aire sopló con fuerza y sonrío a la nada al llegarle un olor más que esperado por semanas. El olor a mar y a sal, pero también el olor de una embarcación que conocía en cualquier lugar. La perla debía de estar en el puerto y aunque debía de pensar en regresar junto a la manada en unas horas, tomó la decisión de ir a saludarles y aprovechar para ver qué planes tenían. Con ellos jamás se aburría.
Tras exhalar el aire fresco del bosque, se levantó y tomando camino entre los callejones más céntricos de la ciudad puso rumbo al puerto. Para un cambiante como él era fácil seguir el rastro del aroma a mar y océano de la Perla. Tras haber pasado días enteros en ella, ahora la madera del barco había resultado ser el patio para sus juegos, cuando no estaba robando para darles a los pobres una oportunidad de sobrevivir a los nuevos días.
— Oh, sí. — Celebró llegando a la reunión mirando a todos, saludándolos con apenas un asentimiento de cabeza, dedicando a Emma una sonrisa. En apenas unos minutos sus pies le habían llevado hacia el barco y del barco a buscar sus tripulantes, encontrándoles al fin.
— ¿Alguien dijo; Robar? —Preguntó cruzándose de brazos recostándose en una madera, con la palabra diversión tatuada en su jovial e intensa mirada.
Recién huía de uno de los tantos regaños de Gaspard por desaparecerse por las tardes sin decir adonde se dirigía o que era lo que lo motivaba a ausentarse hasta esas altas horas de la noche. Como líder se preocupaba de los demás, incluyendo de él; su segundo al mando, sin embargo a veces se sentía como un niño al que sus mayores le reclamaran y era en esos instantes en que antes de faltarle el respeto o molestarse gravemente con él decidía marchar y alejarse de la manada por unas horas.
El aire sopló con fuerza y sonrío a la nada al llegarle un olor más que esperado por semanas. El olor a mar y a sal, pero también el olor de una embarcación que conocía en cualquier lugar. La perla debía de estar en el puerto y aunque debía de pensar en regresar junto a la manada en unas horas, tomó la decisión de ir a saludarles y aprovechar para ver qué planes tenían. Con ellos jamás se aburría.
Tras exhalar el aire fresco del bosque, se levantó y tomando camino entre los callejones más céntricos de la ciudad puso rumbo al puerto. Para un cambiante como él era fácil seguir el rastro del aroma a mar y océano de la Perla. Tras haber pasado días enteros en ella, ahora la madera del barco había resultado ser el patio para sus juegos, cuando no estaba robando para darles a los pobres una oportunidad de sobrevivir a los nuevos días.
— Oh, sí. — Celebró llegando a la reunión mirando a todos, saludándolos con apenas un asentimiento de cabeza, dedicando a Emma una sonrisa. En apenas unos minutos sus pies le habían llevado hacia el barco y del barco a buscar sus tripulantes, encontrándoles al fin.
— ¿Alguien dijo; Robar? —Preguntó cruzándose de brazos recostándose en una madera, con la palabra diversión tatuada en su jovial e intensa mirada.
Última edición por Vane Kramm el Miér Ene 07, 2015 11:30 am, editado 1 vez
Vane Kramm- Cambiante Clase Media
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Re: La perla [Rol grupal]
Generalmente suelo dejar que la corriente me guie, me estresaba fácilmente cuando tenía que usar la cabeza para pensar, por lo que elaborar planes por mi cuenta y ser el líder de un grupo no me atraía para nada, apenas puedo con mi existencia para ahora tener que lidiar con la de los demás, no me malinterpretes, no quiere decir que no esté dispuesto a ayudar a alguien pero prefería dejarle ese trabajo a Emma, a ella le salía perfectamente bien eso de dirigir a los demás y sermonearlos, yo en cambio, prefiero estar tranquilo la mayor parte del tiempo.
— Tienes razón, una simple bandera y uniformes falsos no nos libra de un ataque — En un caso como este la situación solo indicaba usar el ingenio y un poco de fuerza bruta, por más mínima que sea, siempre es necesaria. — Una de las minas más grandes de plata en el mundo está en Somalia, su barco está repleto de esta, quizás de otras cosas como tela, granos de café, y hierbas de té, cosas que se venden rápidamente en el mercado a un buen precio —
No me agradaba la idea de tener que estereotipar al sexo femenino y usarlas como señuelos para cualquier cosa, pero los hombres somos tan estúpidos que caemos con cualquier cara bonita, lo sé, suena tan trillado, pero esos ingleses no han de haber visto a una sola mujer en todo su viaje, Cerise y Geraldine tenían el rostro perfecto de damisela en peligro, quizás una de ellas podría hacerse la victima mientras los demás atacamos desde las sombras, aunque, una cosa es que se los diga y otra cosa es que estén de acuerdo con tal cosa. Pause por un momento para tratar de idear un plan que se pudiera ejecutar con rapidez y sin contratiempos, o al menos que fueran mínimos.
— En ese caso…. — Antes de que pudiera mencionar detalle alguno a las chicas de mi plan, uno de los tripulantes había abordado al barco tan tranquilo como un ebrio entrando a un burdel, interrumpiéndome a medio discurso, Vane, ese felino que solía meterse en cualquier problema que se encontrase a su alcance por ser tan impulsivo, a veces pienso que lo hace a propósito. No se cómo no lo sentí a la distancia, si el aroma de gato se percibe a kilómetros, supongo que entre tanto marinero mal oliente mi nariz no era la misma de siempre. — Ingleses, a ellos les robaremos —. No me había puesto a pensar bien la situación, pero quizás con la ayuda del felino una emboscada sigilosa ya no sonaba tan difícil.
— ¿Crees que puedas contra unos cuantos hombres bien armados? — Le preguntaba con un tono burlesco mientras exhalaba el humo de mis pulmones llenos de tabaco. Por supuesto, Emma era la que tenía la palabra final, después de todo, de nada serbia tener todo un plan armado si ni si quiera todos están de acuerdo con este.
— Tienes razón, una simple bandera y uniformes falsos no nos libra de un ataque — En un caso como este la situación solo indicaba usar el ingenio y un poco de fuerza bruta, por más mínima que sea, siempre es necesaria. — Una de las minas más grandes de plata en el mundo está en Somalia, su barco está repleto de esta, quizás de otras cosas como tela, granos de café, y hierbas de té, cosas que se venden rápidamente en el mercado a un buen precio —
No me agradaba la idea de tener que estereotipar al sexo femenino y usarlas como señuelos para cualquier cosa, pero los hombres somos tan estúpidos que caemos con cualquier cara bonita, lo sé, suena tan trillado, pero esos ingleses no han de haber visto a una sola mujer en todo su viaje, Cerise y Geraldine tenían el rostro perfecto de damisela en peligro, quizás una de ellas podría hacerse la victima mientras los demás atacamos desde las sombras, aunque, una cosa es que se los diga y otra cosa es que estén de acuerdo con tal cosa. Pause por un momento para tratar de idear un plan que se pudiera ejecutar con rapidez y sin contratiempos, o al menos que fueran mínimos.
— En ese caso…. — Antes de que pudiera mencionar detalle alguno a las chicas de mi plan, uno de los tripulantes había abordado al barco tan tranquilo como un ebrio entrando a un burdel, interrumpiéndome a medio discurso, Vane, ese felino que solía meterse en cualquier problema que se encontrase a su alcance por ser tan impulsivo, a veces pienso que lo hace a propósito. No se cómo no lo sentí a la distancia, si el aroma de gato se percibe a kilómetros, supongo que entre tanto marinero mal oliente mi nariz no era la misma de siempre. — Ingleses, a ellos les robaremos —. No me había puesto a pensar bien la situación, pero quizás con la ayuda del felino una emboscada sigilosa ya no sonaba tan difícil.
— ¿Crees que puedas contra unos cuantos hombres bien armados? — Le preguntaba con un tono burlesco mientras exhalaba el humo de mis pulmones llenos de tabaco. Por supuesto, Emma era la que tenía la palabra final, después de todo, de nada serbia tener todo un plan armado si ni si quiera todos están de acuerdo con este.
Ayrton Fierce- Licántropo Clase Media
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Re: La perla [Rol grupal]
Robar. Como no le sorprendía en absoluto a la matrona, robar era el apetitoso y siempre bienvenido pan de cada día para sus camaradas. Incluso en los miembros más reservados de la tripulación habían sonrisas cómplices, miradas astutas y comentarios inteligentes. Eso le gustaba a Emma, quien apreciaba bastante la virtud de un superviviente, pero no dejaba de ser un problema el que a veces no pudieran ponerse de acuerdo en algo crucial. Dadas las últimas advertencias que circulaban por París respecto al robo y a otros delitos, no quería poner a nadie en peligro, especialmente si se debía a un descuido. Escuchó atentamente los comentarios de cada quien, asintiendo o frunciendo el ceño según considerara conveniente. Sus perspectivas eran muy diferentes, pero todas tenían sus pros y sus contras.
— Ciertamente no podemos subestimar a los ingleses, especialmente en el mar. —Musitó pensativa, haciendo eco de las palabras de Géraldine. Pese a su cabeza repleta de ideas, la delicada brisa que le movió los cabellos mandó su atención a esta bruja, a la cual le dedicó una sonrisa socarrona. Emma nunca exigía conocer al pie de la letra la vida y naturaleza de sus colegas, pero dado el tiempo que pasaba con ellos, acababa por sospecharlo. Y Géraldine no era siempre discreta en éste ámbito. Cuando fue Cerise quien intercedió, Emma no pudo evitar obviar su sorpresa. Sus palabras eran crudas pero certeras, lo que no la hacía feliz pero tampoco podía ignorar. Se llevó una mano a la cabeza y cerró los ojos, algo adolorida.— No estamos en condiciones de un combate con cañones... —Admitió. Que difícil podía ser encontrar una solución viable a ciertos problemas.
Sopesó los riesgos e inconvenientes que equivalían hacer un arribo a los ingleses del pantano, hilando distintas posibles situaciones y estrategias que pudieran servir. Aunque no era tan impulsiva como Ayrton, sus planes casi siempre solían coincidir con los de éste. Le escuchó mencionar los bienes que podía estar codiciando esa flota inglesa, y de inmediato una sonrisa ambiciosa le surcó las facciones. Sonaba tentador, muy tentador. Y no dudaba que el resto sintiera la misma atracción por este botín. Sin embargo, antes de poder decir nada, la presencia de un quinto integrante le iluminó el rostro.
— ¡Vane! —Exclamó, como si se le hubiese aparecido la mismísima Virgen. En el momento justo que Ayrton le lanzaba la pregunta al cambiaformas, la mayor de todas las mujeres presentes se lanzó a los brazos del recién llegado. No daba la impresión de haber sufrido un repentino flechazo, sino más bien, como si estuviera abrazando a su salvación. Y ya lo había dicho su camarada lobo en una pregunta.— Llegas en un excelente momento, si de robar se trata. —Le dijo con fervor, apartándose. Entonces se volvió hacia Ayrton.— ¡Ya tienes una idea, lo presiento! Y si estoy lo suficientemente emocionada para perder la compostura, como ya se dieron cuenta —Añadió, mirando al resto de sus colegas con una ceja en alto.—, es porque debemos movernos rápido. ¡Ya tendremos tiempo de ir forjando el plan cuando hayamos salido del puerto! —Les explicó a todos, desenfadada.
Pese a su fama como "mamá gallina", también podía ser una mujer sensata. Además, en el fondo seguía valiéndose de sus emociones. Le preocupaba lo que pudiera pasarle a todos los que estaban ahí a bordo con ella si las autoridades los identificaban. Tomó aire y extendió los brazos, comenzando a señalar a todo aquel que iba mencionando. Las indicaciones eran rápidas y concisas, aunque el esfuerzo que requería sacar a La perla del desembarcadero no fue poco. Muchos marineros les brindaron apoyo y, cuando el viento soplaba en favor a la nave, la húngara finalmente pudo suspirar.
— Ahora me gustaría escuchar tu plan, Fierce. —Le comunicó al lobo, con las manos en el timón. Luego silbó fuertemente y le hizo unos gestos notables a Vane para que se acercara.— Sea lo que sea que tengas en mente. —Le dijo a Ayrton en voz baja.— Considera la seguridad de las chicas, por favor. Pero también su orgullo.
— Ciertamente no podemos subestimar a los ingleses, especialmente en el mar. —Musitó pensativa, haciendo eco de las palabras de Géraldine. Pese a su cabeza repleta de ideas, la delicada brisa que le movió los cabellos mandó su atención a esta bruja, a la cual le dedicó una sonrisa socarrona. Emma nunca exigía conocer al pie de la letra la vida y naturaleza de sus colegas, pero dado el tiempo que pasaba con ellos, acababa por sospecharlo. Y Géraldine no era siempre discreta en éste ámbito. Cuando fue Cerise quien intercedió, Emma no pudo evitar obviar su sorpresa. Sus palabras eran crudas pero certeras, lo que no la hacía feliz pero tampoco podía ignorar. Se llevó una mano a la cabeza y cerró los ojos, algo adolorida.— No estamos en condiciones de un combate con cañones... —Admitió. Que difícil podía ser encontrar una solución viable a ciertos problemas.
Sopesó los riesgos e inconvenientes que equivalían hacer un arribo a los ingleses del pantano, hilando distintas posibles situaciones y estrategias que pudieran servir. Aunque no era tan impulsiva como Ayrton, sus planes casi siempre solían coincidir con los de éste. Le escuchó mencionar los bienes que podía estar codiciando esa flota inglesa, y de inmediato una sonrisa ambiciosa le surcó las facciones. Sonaba tentador, muy tentador. Y no dudaba que el resto sintiera la misma atracción por este botín. Sin embargo, antes de poder decir nada, la presencia de un quinto integrante le iluminó el rostro.
— ¡Vane! —Exclamó, como si se le hubiese aparecido la mismísima Virgen. En el momento justo que Ayrton le lanzaba la pregunta al cambiaformas, la mayor de todas las mujeres presentes se lanzó a los brazos del recién llegado. No daba la impresión de haber sufrido un repentino flechazo, sino más bien, como si estuviera abrazando a su salvación. Y ya lo había dicho su camarada lobo en una pregunta.— Llegas en un excelente momento, si de robar se trata. —Le dijo con fervor, apartándose. Entonces se volvió hacia Ayrton.— ¡Ya tienes una idea, lo presiento! Y si estoy lo suficientemente emocionada para perder la compostura, como ya se dieron cuenta —Añadió, mirando al resto de sus colegas con una ceja en alto.—, es porque debemos movernos rápido. ¡Ya tendremos tiempo de ir forjando el plan cuando hayamos salido del puerto! —Les explicó a todos, desenfadada.
Pese a su fama como "mamá gallina", también podía ser una mujer sensata. Además, en el fondo seguía valiéndose de sus emociones. Le preocupaba lo que pudiera pasarle a todos los que estaban ahí a bordo con ella si las autoridades los identificaban. Tomó aire y extendió los brazos, comenzando a señalar a todo aquel que iba mencionando. Las indicaciones eran rápidas y concisas, aunque el esfuerzo que requería sacar a La perla del desembarcadero no fue poco. Muchos marineros les brindaron apoyo y, cuando el viento soplaba en favor a la nave, la húngara finalmente pudo suspirar.
— Ahora me gustaría escuchar tu plan, Fierce. —Le comunicó al lobo, con las manos en el timón. Luego silbó fuertemente y le hizo unos gestos notables a Vane para que se acercara.— Sea lo que sea que tengas en mente. —Le dijo a Ayrton en voz baja.— Considera la seguridad de las chicas, por favor. Pero también su orgullo.
Emma Minder- Humano Clase Media
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Re: La perla [Rol grupal]
A la aventura. En cierta manera, Cerise ya se lo esperaba, la llegada de Vane no hizo sino acrecentar la sensación de poder que suele acompañar a los seres sobrenaturales, y ahí estaban, en mar abierto y sin siquiera saber exactamente a qué se enfrentaban. El montón de plata no hizo sino acrecentar sus ansias. Cerise había destrozado a numerosos rivales por su falta de planificación, tiempo atrás en las calles de Lyon... la mayoría de sus fracasos los había causado su propia precipitación. La orden encajaba con Emma pero aun así se sentía un poco decepcionada.
En ese momento, tenía ganas de lanzarse al agua y volver nadando a París, todo para alejarse de la tripulación. Se apartó unos metros del grupo que discutía el plan, sentándose en el suelo y apoyando la espalda en unos barriles cercanos, quería apartarse del grupo pero no era capaz de obviar completamente la conversación. Lo que la mantenía la escucha era curiosidad mezclada con algo de emoción, aunque Cerise se engañaba a sí misma diciéndose que era para frenar cualquier locura que los otros pudieran idear.
No conocía demasiado a los miembros de la Perla, excepto a Emma por supuesto.Por lo que había podido observar, le iba a costar encajar bien con ellos. Sin embargo, hace tiempo había aprendido a confiar en Emma y su criterio, aceptaría cualquier plan, aún si no le gustaba.
En ese momento, tenía ganas de lanzarse al agua y volver nadando a París, todo para alejarse de la tripulación. Se apartó unos metros del grupo que discutía el plan, sentándose en el suelo y apoyando la espalda en unos barriles cercanos, quería apartarse del grupo pero no era capaz de obviar completamente la conversación. Lo que la mantenía la escucha era curiosidad mezclada con algo de emoción, aunque Cerise se engañaba a sí misma diciéndose que era para frenar cualquier locura que los otros pudieran idear.
No conocía demasiado a los miembros de la Perla, excepto a Emma por supuesto.Por lo que había podido observar, le iba a costar encajar bien con ellos. Sin embargo, hace tiempo había aprendido a confiar en Emma y su criterio, aceptaría cualquier plan, aún si no le gustaba.
Cerise Moreau- Hechicero Clase Baja
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Re: La perla [Rol grupal]
La brusquedad de la otra bruja fue suficiente para volver a sumirla en el silencio, sopesando internamente las propuestas. Cerise tenía razón, ¿cómo estar seguros si el cargamento lo llevaban consigo en esos momentos? ¿Cómo saber si era realmente valioso? Algo le decía que nunca iban a estar cien por ciento seguros de aquello. Los piratas querían acción, y acción conseguiría La Perla… siempre y cuando no sonara a suicidio en masa, por supuesto. Y tan sólo la mención del acto atrajo a los ladrones como lobos hambrientos a la suculenta presa. Vane, apareció por arte de magia. Contadas veces lo había visto en su corta estadía en La Perla, por lo que no confiaba demasiado en él, mas no parecía mala gente. Dejando a un lado robos, estafas y la mayor parte de lo que el Señor desaprobaba.
Corrió Géraldine aliviada a intentar soltar amarras para ayudar a zarpar rápidamente. Quedaba en tierra la inquisición y, con ellos, todas sus preocupaciones. Sólo un barco que volvía a casa lograba desprenderse del muelle y navegar fuera del puerto con tanta animosidad y urgencia. Esa era su casa. La casa de los piratas era el mar y ya se iba haciendo la idea de que sería su hogar también.
Se colgó de una red -sentándose de forma bastante masculina, apoyado el codo sobre una de sus rodillas y la barbilla sobre la palma de su mano- y esperó escuchar la idea de Ayrton. En murmullos entendió algo de lo que le decía Emma al lobo: “seguridad”, “chicas” y “orgullo”. La bruja enarcó una ceja y se quedó viéndolos con curiosidad a dos metros del suelo. La otra bruja se había aislado y parecía no prestarles mucha atención. ¿Se había enfadado acaso? No la entendía, para nada. -¿Cuál es el plan entonces, capitán?–preguntó, viendo a Fierce. La última palabra la tenía Emma así que ella era la verdadera capitana, pero el que tuviera una idea era mucho más de lo que los demás podíamos decir ya que había mucho inconformismo pero pocas propuestas.
Corrió Géraldine aliviada a intentar soltar amarras para ayudar a zarpar rápidamente. Quedaba en tierra la inquisición y, con ellos, todas sus preocupaciones. Sólo un barco que volvía a casa lograba desprenderse del muelle y navegar fuera del puerto con tanta animosidad y urgencia. Esa era su casa. La casa de los piratas era el mar y ya se iba haciendo la idea de que sería su hogar también.
Se colgó de una red -sentándose de forma bastante masculina, apoyado el codo sobre una de sus rodillas y la barbilla sobre la palma de su mano- y esperó escuchar la idea de Ayrton. En murmullos entendió algo de lo que le decía Emma al lobo: “seguridad”, “chicas” y “orgullo”. La bruja enarcó una ceja y se quedó viéndolos con curiosidad a dos metros del suelo. La otra bruja se había aislado y parecía no prestarles mucha atención. ¿Se había enfadado acaso? No la entendía, para nada. -¿Cuál es el plan entonces, capitán?–preguntó, viendo a Fierce. La última palabra la tenía Emma así que ella era la verdadera capitana, pero el que tuviera una idea era mucho más de lo que los demás podíamos decir ya que había mucho inconformismo pero pocas propuestas.
Géraldine O. Chavanel- Hechicero Clase Baja
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Re: La perla [Rol grupal]
—Excelente, robar es mi segundo nombre— Dijo divertido, alegre de que el día hubiese dado ese giro de acontecimientos.
Al final del día lo que habia temido fuera un aburrido e insulso día, terminaría de la mejor manera. Enseguida al verlos los saludó a todos con un leve asentimiento de su cabeza y una sonrisa, antes de que los brazos de él se abrieran para acomodar el cuerpo femenino que locamente había terminado contra su pecho.
—¿Crees que puedas seguirme en completo silencio sin despertar a los ingleses, lobo?— Devolvió la burla al licántropo mientras en sus brazos estrechaba el cuerpo femenino de Emma. — Los hombres armados son mis presas favoritas después de las damiselas en apuros, Fierce. —Susurró besando la nuca femenina contra él, ahogando una sonrisa contra su piel antes de dejarla escapar de sus brazos. —Todo saldrá bien. No hay arma que hiera al felino.
La seguridad de sus palabras vino acompañada por una mirada sombría que ocultó a las féminas, sin embargo no al licantropo. Desde en su manada de cambiantes, hasta en sus misiones en la Perla, por encima de cualquier circunstancia se encontraba la protección de su equipo, de los suyos. Y desde que Emma junto con los demás lo aceptaban entre sus filas, él se tomaba muy enserio todo lo que aconteciera y la protección de las mas vulnerables del barco. Que saliera mal una misión, era inaceptable. Él y su pantera no lo permitirían.
Oyendo las últimas palabras de Emma, no pudo abstenerse de reír desapareciendo de allí antes de que pudiera ganarse una regañina y ella se volteara para verlo. Conocía perfectamente el rostro de ella al enfadarse, como también conocía que su felino no iba a amedrentarse ante su ceja alzada, sino todo lo contrario. Para él que lo que necesitaba Emma era un compañero.
Sin hacer falta escuchar las instrucciones de los capitanes, Vane se colocó junto a otros marineros y tomando fuertemente la vela mayor apenas necesito más ayuda que la de sus manos y las de un valiente marinero para tenerla bajo control y ayudar al desembarco atando y tirando de las cuerdas que debía afianzar. — ¡Soltad! —Avisó al marinero para soltar las amarras. La vela mayor fue desplegada y saliendo del embarcadero, el viento ayudó a poner rumbo y velocidad, surcando la tranquila mar de sus pies.
Vane dio un paseo por el barco, aseguró las cuerdas y subiendo a uno de los mástiles contempló el inmenso mar sin fin. Un ronroneo aplacó su garganta y olvidando momentáneamente la culpa de dejar a los suyos sin avisar en los bosques que habitaban, sonrío. Un silbido le reclamaba y sin hacerse de rogar bajó por el mástil dirigiéndose donde Emma llevaba el timón y Firce le hablaba.
— Gracias por preocuparte por mi... pero mi orgullo se encuentra intacto, no creo que sea necesario de considerar. — Dijo al aproximarse con una sonrisa de oreja a oreja tras haber escuchado las últimas palabras de la capitana. Se colocó al lado de Emma, protegiéndola de la brisa marina y sus ojos fueron a los del lobo tras observar unos instantes a la joven bruja más cercana a ellos. —Yo y mi felino estamos preparados para la aventura, capitán.
Al final del día lo que habia temido fuera un aburrido e insulso día, terminaría de la mejor manera. Enseguida al verlos los saludó a todos con un leve asentimiento de su cabeza y una sonrisa, antes de que los brazos de él se abrieran para acomodar el cuerpo femenino que locamente había terminado contra su pecho.
—¿Crees que puedas seguirme en completo silencio sin despertar a los ingleses, lobo?— Devolvió la burla al licántropo mientras en sus brazos estrechaba el cuerpo femenino de Emma. — Los hombres armados son mis presas favoritas después de las damiselas en apuros, Fierce. —Susurró besando la nuca femenina contra él, ahogando una sonrisa contra su piel antes de dejarla escapar de sus brazos. —Todo saldrá bien. No hay arma que hiera al felino.
La seguridad de sus palabras vino acompañada por una mirada sombría que ocultó a las féminas, sin embargo no al licantropo. Desde en su manada de cambiantes, hasta en sus misiones en la Perla, por encima de cualquier circunstancia se encontraba la protección de su equipo, de los suyos. Y desde que Emma junto con los demás lo aceptaban entre sus filas, él se tomaba muy enserio todo lo que aconteciera y la protección de las mas vulnerables del barco. Que saliera mal una misión, era inaceptable. Él y su pantera no lo permitirían.
Oyendo las últimas palabras de Emma, no pudo abstenerse de reír desapareciendo de allí antes de que pudiera ganarse una regañina y ella se volteara para verlo. Conocía perfectamente el rostro de ella al enfadarse, como también conocía que su felino no iba a amedrentarse ante su ceja alzada, sino todo lo contrario. Para él que lo que necesitaba Emma era un compañero.
Sin hacer falta escuchar las instrucciones de los capitanes, Vane se colocó junto a otros marineros y tomando fuertemente la vela mayor apenas necesito más ayuda que la de sus manos y las de un valiente marinero para tenerla bajo control y ayudar al desembarco atando y tirando de las cuerdas que debía afianzar. — ¡Soltad! —Avisó al marinero para soltar las amarras. La vela mayor fue desplegada y saliendo del embarcadero, el viento ayudó a poner rumbo y velocidad, surcando la tranquila mar de sus pies.
Vane dio un paseo por el barco, aseguró las cuerdas y subiendo a uno de los mástiles contempló el inmenso mar sin fin. Un ronroneo aplacó su garganta y olvidando momentáneamente la culpa de dejar a los suyos sin avisar en los bosques que habitaban, sonrío. Un silbido le reclamaba y sin hacerse de rogar bajó por el mástil dirigiéndose donde Emma llevaba el timón y Firce le hablaba.
— Gracias por preocuparte por mi... pero mi orgullo se encuentra intacto, no creo que sea necesario de considerar. — Dijo al aproximarse con una sonrisa de oreja a oreja tras haber escuchado las últimas palabras de la capitana. Se colocó al lado de Emma, protegiéndola de la brisa marina y sus ojos fueron a los del lobo tras observar unos instantes a la joven bruja más cercana a ellos. —Yo y mi felino estamos preparados para la aventura, capitán.
Vane Kramm- Cambiante Clase Media
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