AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La joven de la perla. {Priv. Sirius}
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La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Las cosas en Rumanía siempre andaban algo tensas, se habían adaptado a aquel frío país y vivían a caballo entre la baronía de Oltenia, en la baja Valaquia al lado del río Olt, y la capital del reino, donde Damon reinaba con mano firme. A veces viajaban a Francia de donde eran originarias ella y su madre y visitaban a la familia y conocidos. Elaine formaba parte de la manada Landvik como miembro de pleno derecho desde que fue transformada por el propio Damon, del cual además, recibió instrucción así como de Ariyne, y estaba preparada para cualquier evento que pudiera acontecer. Pero Brianna insistió en que debería pasar un año en París, en casa de una prima, y estudiar en el College de France. Su intención es que estudiase algo de negocios o política, pero eso estaba vetado a las mujeres por poderosas o ricas que fueran, y Elaine destacaba en las artes plásticas, carrera que sí podía tomar.
Llegó a la capital parisina en el mes de junio para adaptarse a la ciudad, a la sociedad y a todo lo que tendría que hacer, porque no sólo estudiaría pintura y escultura, historia del arte y literatura, sino que debería hacer frente a las obligaciones que como miembro de la manada y de la realeza rumana le tocaban. Recibía correspondencia de su madre y de Damon todas las semanas, debía visitar a las familias con las que tenían relaciones comerciales o sociales en representación de los Landvik, asistir a sus eventos, cumpleaños, fiestas y bodas en calidad de invitada y embajadora de esa nobleza rumana. Como en aquella fiesta de puesta de largo. Ella hizo la suya dos años antes en el castillo de Damon y lo cierto es que esos eventos le daban un poco igual, no es que se divirtiera demasiado, pero aceptaba su papel y colaboraba con su manada a lo que fuera necesario. La habían educado para ser fuerte y valiente, cualidades que ya tenía desde pequeña cuando batalló con la penosa enfermedad día tras día, mirando a la muerte contínuamente hasta los nueve años.
Los Saint-Peasant hacían la puesta de largo de sus mellizas, que estaban radiantes con sus vestidos blancos, rodeadas de toda la gente joven de la alta sociedad y las familias más influyentes. La fiesta era como todas, música, baile, comida, corrillos y cuchicheos, un desfile de toda la ropa a la última moda movíendose por los salones, sonrisas y saludos de cortesía, puñaladas y cotilleos por detrás. Era la enésima fiesta ala que se veía obligada a asistir, era temporada alta antes de empezar el curso. Las jóvenes casaderas trataban de pescar maridos en esas fiestas ahora que el buen tiempo acompañaba y podían dejar al aire más trozo de piel.
Salió del salón de baile rumbo a una de las terrazas exteriores sobre los jardines, allí no había apenas nadie, algunas parejas paseando tratando de perderse entre los setos para poder tener un poco de intimidad. La música sonaba algo más lejana y el atardecer estaba dando paso a la noche lentamente, ocultando el sol por las montañas. Se apoyó sobre una baranda, escuchando el rumor de una fuente algo lejana. Su vestido anaranjado realzaba sus profundos ojos verdes, y su cabello largo hasta la cintura caía por la espalda tan sólo sujetos en las sienes con unos trenzados intercalados de minúsculas perlas. Su madre insistía en que fuera siempre perfecta y llevaba guantes de encaje hasta la muñeca, y un medallón con una perla en forma de luna llena que le regaló Damon colgado al cuello.
Se tomaría un descanso antes de volver adentro y seguir con las charlas banales. Los jardines eran bonitos, podrían pintarse en un lienzo y colgarlo en alguna de las salas.
Llegó a la capital parisina en el mes de junio para adaptarse a la ciudad, a la sociedad y a todo lo que tendría que hacer, porque no sólo estudiaría pintura y escultura, historia del arte y literatura, sino que debería hacer frente a las obligaciones que como miembro de la manada y de la realeza rumana le tocaban. Recibía correspondencia de su madre y de Damon todas las semanas, debía visitar a las familias con las que tenían relaciones comerciales o sociales en representación de los Landvik, asistir a sus eventos, cumpleaños, fiestas y bodas en calidad de invitada y embajadora de esa nobleza rumana. Como en aquella fiesta de puesta de largo. Ella hizo la suya dos años antes en el castillo de Damon y lo cierto es que esos eventos le daban un poco igual, no es que se divirtiera demasiado, pero aceptaba su papel y colaboraba con su manada a lo que fuera necesario. La habían educado para ser fuerte y valiente, cualidades que ya tenía desde pequeña cuando batalló con la penosa enfermedad día tras día, mirando a la muerte contínuamente hasta los nueve años.
Los Saint-Peasant hacían la puesta de largo de sus mellizas, que estaban radiantes con sus vestidos blancos, rodeadas de toda la gente joven de la alta sociedad y las familias más influyentes. La fiesta era como todas, música, baile, comida, corrillos y cuchicheos, un desfile de toda la ropa a la última moda movíendose por los salones, sonrisas y saludos de cortesía, puñaladas y cotilleos por detrás. Era la enésima fiesta ala que se veía obligada a asistir, era temporada alta antes de empezar el curso. Las jóvenes casaderas trataban de pescar maridos en esas fiestas ahora que el buen tiempo acompañaba y podían dejar al aire más trozo de piel.
Salió del salón de baile rumbo a una de las terrazas exteriores sobre los jardines, allí no había apenas nadie, algunas parejas paseando tratando de perderse entre los setos para poder tener un poco de intimidad. La música sonaba algo más lejana y el atardecer estaba dando paso a la noche lentamente, ocultando el sol por las montañas. Se apoyó sobre una baranda, escuchando el rumor de una fuente algo lejana. Su vestido anaranjado realzaba sus profundos ojos verdes, y su cabello largo hasta la cintura caía por la espalda tan sólo sujetos en las sienes con unos trenzados intercalados de minúsculas perlas. Su madre insistía en que fuera siempre perfecta y llevaba guantes de encaje hasta la muñeca, y un medallón con una perla en forma de luna llena que le regaló Damon colgado al cuello.
Se tomaría un descanso antes de volver adentro y seguir con las charlas banales. Los jardines eran bonitos, podrían pintarse en un lienzo y colgarlo en alguna de las salas.
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/05/2017
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Cuando me enteré de que padre me mandaba a París a una maldita fiesta de puesta de largo “ni siquiera sabia que cojones era eso” los truenos y las centellas coparon el cielo, francamente tuve que hacer un esfuerzo sobrenatural por calmarme.
Conté hasta 100, respiré, medite, gruñí ,bufé y finalmente con la bastarda a mi espalda acorté la distancia que me llevaba de mi cámara al despacho de padre que junto a Erlend hablaban de guerra, para variar.
-Padre, me han notificado que he de acudir a una fiesta en París, no puedes mandar a Niels, sabes que es mucho mejor con las palabras...
Erlend me interrumpió con una sonrisa ladeada apostillando lo que yo mismo pensaba.
-Y con las mujeres.
Padre negó con la cabeza sin apartar la cabeza del mapa de la fortaleza enemiga. No se como no se lo conocía ya de memoria o si es que el ingenuo esperaba que por arte de magia se abriera un portal tridimensional por donde meter su ejercito y dar por culo al rey del norte.
-Pero padre.. -protesté volviéndome a callar cuando este alzó la cabeza y clavó sus pardos en mis azules.
Fruncí el ceño, algo me decía que venia el elocuente discurso del vikingo, elocuente por decirlo de alguna manera, su palabra era la ley y si me mandaba a saltar, yo solo podía hacer una cosa, preguntarle a que altura.
-Hijo -enarqué una ceja, cada vez que ponía la palabra de “hijo” significaba que no me iba a gustar -encerrarte en el norte, tras las puertas de esta fortaleza no es la solución a tus problemas...
“Como hubiera solución a mis problemas” -Vas a ir a esa fiesta, vas a socializar con la alta aristocracia francesa, demostraras que eres digno hijo de tu padre y volverás al norte pasada una semana -alzó un dedo en clara señal de amenaza -y sin sobresaltos Sirius, por favor te lo pido.
Tengo tus pasajes para el barco, partes mañana, allí te hospedaras en el hotel “les Arenes”, está todo preparado.
Bufé, mascullé entre dientes y maldije mientras padre y Erlend se reían de mi. El inmortal me revolvió el pelo dándome un cachete básicamente invitándome a salir del despacho, a fin de cuentas cuando padre tomaba una decisión era inamovible.
No sabia lo que me pedía, no salia a la taberna porque cada vez que iba acababa en catástrofe y ahora quería que ¿socializara en una fiesta?
Regresé a la habitación sacando del baúl de madera envejecida que había a los pies de mi cama un traje parisino que no había usado nunca, pero que Valeria insistió en comprarme.
De igual modo metí algo de ropa cómoda, la típica que usaba en el norte, que fuera a París no implicaba que tuviera que convertirme en uno de esos medio hombres.
No saldría del hotel mas que para dejarme ver en la fiesta y en cuanto pudiera volvería a mi habitación a recluirme hasta el día que tuviera que regresar al norte.
Entregué la invitación en las concurridas puertas del Palacio Royal. Los Saint-Peasant recibían con una sonrisa a todos los invitados, el hombre estrechó mi mano, alfo débil en mi opinión, la mujer con la cara tan pintada como un cuadro me ofreció su mano para ser besada y del modo en el que el protocolo mandaba lo hice dando así por zanjado el primer acto sin sobresaltos.
Por mi lado varios camareros ocn champan en sus bandejas, mala idea probar el alcohol, así que me limité a alzar la mano y negar con un “no gracias” mientras seguía saludando a todos esos que hablaban de que yo era el hijo de Höor Cannif y me mandaban recuerdos para darle, asi como me hablaban de negocios y de las noticias mas destacadas de Paris, que a decir verdad me importaban una verdadera mierda y por las cuales me limitaba a sonreir.
Aunque el punto fuerte vino cuando las dos hermanas mirándome reían tímidas como si esperaran algo de mi.
Fue entonces cuando el padre de ellas me dio un empujón diciéndome que sacara a bailar a alguna, que eramos jóvenes, ricos...”y yo un caos andante”
De nuevo una sonrisa mientras me escondía entre la gente alegando en mi defensa tener sed e ir a por una copa. En cuanto me libré de ellos, salí a los enormes jardines, allí había mucha menos gente, algo que me hizo respirar aliviado.
El sonido de una fuente bastó para saber hacia donde debía dirigirme, con suerte, podría pasar allí el tiempo necesario para irme de la fiesta sin hacer ruido ni parecer un mal educado.
Nada mas llegar percibí el aura de una licantropo, ni de coña me quedaba allí, así que reculé con la mala suerte de quebrar una rama y la doncella que estaba entretenida mirando los peces de la fuente se giró para pillarme infraganti.
-Buenas noches señorita-apunté -ya me iba.
Conté hasta 100, respiré, medite, gruñí ,bufé y finalmente con la bastarda a mi espalda acorté la distancia que me llevaba de mi cámara al despacho de padre que junto a Erlend hablaban de guerra, para variar.
-Padre, me han notificado que he de acudir a una fiesta en París, no puedes mandar a Niels, sabes que es mucho mejor con las palabras...
Erlend me interrumpió con una sonrisa ladeada apostillando lo que yo mismo pensaba.
-Y con las mujeres.
Padre negó con la cabeza sin apartar la cabeza del mapa de la fortaleza enemiga. No se como no se lo conocía ya de memoria o si es que el ingenuo esperaba que por arte de magia se abriera un portal tridimensional por donde meter su ejercito y dar por culo al rey del norte.
-Pero padre.. -protesté volviéndome a callar cuando este alzó la cabeza y clavó sus pardos en mis azules.
Fruncí el ceño, algo me decía que venia el elocuente discurso del vikingo, elocuente por decirlo de alguna manera, su palabra era la ley y si me mandaba a saltar, yo solo podía hacer una cosa, preguntarle a que altura.
-Hijo -enarqué una ceja, cada vez que ponía la palabra de “hijo” significaba que no me iba a gustar -encerrarte en el norte, tras las puertas de esta fortaleza no es la solución a tus problemas...
“Como hubiera solución a mis problemas” -Vas a ir a esa fiesta, vas a socializar con la alta aristocracia francesa, demostraras que eres digno hijo de tu padre y volverás al norte pasada una semana -alzó un dedo en clara señal de amenaza -y sin sobresaltos Sirius, por favor te lo pido.
Tengo tus pasajes para el barco, partes mañana, allí te hospedaras en el hotel “les Arenes”, está todo preparado.
Bufé, mascullé entre dientes y maldije mientras padre y Erlend se reían de mi. El inmortal me revolvió el pelo dándome un cachete básicamente invitándome a salir del despacho, a fin de cuentas cuando padre tomaba una decisión era inamovible.
No sabia lo que me pedía, no salia a la taberna porque cada vez que iba acababa en catástrofe y ahora quería que ¿socializara en una fiesta?
Regresé a la habitación sacando del baúl de madera envejecida que había a los pies de mi cama un traje parisino que no había usado nunca, pero que Valeria insistió en comprarme.
De igual modo metí algo de ropa cómoda, la típica que usaba en el norte, que fuera a París no implicaba que tuviera que convertirme en uno de esos medio hombres.
No saldría del hotel mas que para dejarme ver en la fiesta y en cuanto pudiera volvería a mi habitación a recluirme hasta el día que tuviera que regresar al norte.
Entregué la invitación en las concurridas puertas del Palacio Royal. Los Saint-Peasant recibían con una sonrisa a todos los invitados, el hombre estrechó mi mano, alfo débil en mi opinión, la mujer con la cara tan pintada como un cuadro me ofreció su mano para ser besada y del modo en el que el protocolo mandaba lo hice dando así por zanjado el primer acto sin sobresaltos.
Por mi lado varios camareros ocn champan en sus bandejas, mala idea probar el alcohol, así que me limité a alzar la mano y negar con un “no gracias” mientras seguía saludando a todos esos que hablaban de que yo era el hijo de Höor Cannif y me mandaban recuerdos para darle, asi como me hablaban de negocios y de las noticias mas destacadas de Paris, que a decir verdad me importaban una verdadera mierda y por las cuales me limitaba a sonreir.
Aunque el punto fuerte vino cuando las dos hermanas mirándome reían tímidas como si esperaran algo de mi.
Fue entonces cuando el padre de ellas me dio un empujón diciéndome que sacara a bailar a alguna, que eramos jóvenes, ricos...”y yo un caos andante”
De nuevo una sonrisa mientras me escondía entre la gente alegando en mi defensa tener sed e ir a por una copa. En cuanto me libré de ellos, salí a los enormes jardines, allí había mucha menos gente, algo que me hizo respirar aliviado.
El sonido de una fuente bastó para saber hacia donde debía dirigirme, con suerte, podría pasar allí el tiempo necesario para irme de la fiesta sin hacer ruido ni parecer un mal educado.
Nada mas llegar percibí el aura de una licantropo, ni de coña me quedaba allí, así que reculé con la mala suerte de quebrar una rama y la doncella que estaba entretenida mirando los peces de la fuente se giró para pillarme infraganti.
-Buenas noches señorita-apunté -ya me iba.
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 140
Fecha de inscripción : 03/08/2017
Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Lo había olido un poco antes de que su presencia lo delatara a la vista, olía a esa extraña mezcla de humano y magia que siempre le parecía intrigante. En concreto...olía a muerte. No todos los hechiceros olían a eso, pero en algunos era bastante potente. De pronto restalló un relámpago en el cielo.
— ¿Cree que serán buenas? parece que va a llover...— apenas había pronunciado aquellas palabras cuando un par de gruesas gotas de lluvia le cayeron sobre la cara. No solía maquillarse,apenas algo de colorete porque su madre le decía que seguía teniendo ciertos rasgos heredados de tantos años de enfermedad: unos leves halos violáceos bajo los párpados, la piel pálida y casi transparente y escaso rubor de mejillas. Siempre fue una niña enfermiza hasta que se convirtió en licántropo y los años en los que convivió con la muerte y el dolor al respirar, habían dejado en su anatomía ese reflejo delicado.— Vaya... parece que nos vamos a mojar.— observó al hechicero, que claramente estaba reculando al verla y apretó los labios con resignación, ya estaba acostumbrada a que la rechazaran, primero por estar enferma y tener aspecto moribundo, y después aquellos que podían ver su aura y la consideraban poco menos que un chucho rabioso.— no se preocupe, si quería estar solo lo entiendo. Yo también necesitaba un respiro. Que tenga buena noche..— le dedicó una sonrisa contenida y se dio la vuelta.
Se recogió los bajos del vestido y se apresuró a llegar hasta una pérgola de piedra que se alzaba cercana, en el linde con un pequeño lago artificial donde había estatuas de piedra y patos. Ahora que tenía un techo sobre la cabeza, se retiró los mechones mojados de la cara y se frotó los brazos eliminando las gotas que la habían empapado. Una vez tuvo un templete similar, cuando era pequeña Reydek arregló el jardín secreto colindante con la propiedad de Aletheia y se lo regaló. Estamparon sus huellas en el cemento y escribieron sus nombres. Ya no volvió a saber de él, y el que fue su primer amigo, se evaporó como una tormenta estival.
Apoyó las manos sobre la barandilla de piedra dirigiendo sus ojos a las ondas que describían las gotas de lluvia al caer sobre la superficie del lago. Cómo odiaba el verano y las interminables fiestas y eventos sociales, todos iguales y aburridos, celebrados para exhibir la pompa y el boato. Quería que llegase ya el fin de esa estación y empezar a estudiar Arte en el College de France. Quizás porque se había pasado media vida pintando y dibujando, sin poder salir de la cama y menos de su destartalada casa donde vivían cuando su madre apenas podía llevar comida a la mesa, que había desarrollado buenas habilidades con el dibujo y una capacidad de observación y reflexión bastante acusadas. Por otro lado le gustaba salir a correr por el bosque, mojarse en días de lluvia, siempre que no fuera vestida de gala, y hacer todo aquello que le había sido negado por cuestiones de salud. Pero eso no ayudaba a su manada, y ella debería asumir su papel. No era una guerrera, se defendía bien y estaba entrenada pero sus cualidades físicas no se caracterizaban por ser las más adecuadas para ese tipo de tarea, a ella le encomendarían otra clase de labores con las que contribuir a la estabilidad de su manada, y pasaban por ser una señorita educada, culta y decente. Quizás tuviera que escoger un marido medio concertado. Brianna no la obligaría jamás y seguramente Damon tanmpoco, pues ellos ya habían pasado su propio infierno personal por algo así, pero seguramente tratarían de presentarle buenos candidatos, que no sólo pudieran gustarle a ella sino también beneficiasen el interés de los Landvik.
— ¿Cree que serán buenas? parece que va a llover...— apenas había pronunciado aquellas palabras cuando un par de gruesas gotas de lluvia le cayeron sobre la cara. No solía maquillarse,apenas algo de colorete porque su madre le decía que seguía teniendo ciertos rasgos heredados de tantos años de enfermedad: unos leves halos violáceos bajo los párpados, la piel pálida y casi transparente y escaso rubor de mejillas. Siempre fue una niña enfermiza hasta que se convirtió en licántropo y los años en los que convivió con la muerte y el dolor al respirar, habían dejado en su anatomía ese reflejo delicado.— Vaya... parece que nos vamos a mojar.— observó al hechicero, que claramente estaba reculando al verla y apretó los labios con resignación, ya estaba acostumbrada a que la rechazaran, primero por estar enferma y tener aspecto moribundo, y después aquellos que podían ver su aura y la consideraban poco menos que un chucho rabioso.— no se preocupe, si quería estar solo lo entiendo. Yo también necesitaba un respiro. Que tenga buena noche..— le dedicó una sonrisa contenida y se dio la vuelta.
Se recogió los bajos del vestido y se apresuró a llegar hasta una pérgola de piedra que se alzaba cercana, en el linde con un pequeño lago artificial donde había estatuas de piedra y patos. Ahora que tenía un techo sobre la cabeza, se retiró los mechones mojados de la cara y se frotó los brazos eliminando las gotas que la habían empapado. Una vez tuvo un templete similar, cuando era pequeña Reydek arregló el jardín secreto colindante con la propiedad de Aletheia y se lo regaló. Estamparon sus huellas en el cemento y escribieron sus nombres. Ya no volvió a saber de él, y el que fue su primer amigo, se evaporó como una tormenta estival.
Apoyó las manos sobre la barandilla de piedra dirigiendo sus ojos a las ondas que describían las gotas de lluvia al caer sobre la superficie del lago. Cómo odiaba el verano y las interminables fiestas y eventos sociales, todos iguales y aburridos, celebrados para exhibir la pompa y el boato. Quería que llegase ya el fin de esa estación y empezar a estudiar Arte en el College de France. Quizás porque se había pasado media vida pintando y dibujando, sin poder salir de la cama y menos de su destartalada casa donde vivían cuando su madre apenas podía llevar comida a la mesa, que había desarrollado buenas habilidades con el dibujo y una capacidad de observación y reflexión bastante acusadas. Por otro lado le gustaba salir a correr por el bosque, mojarse en días de lluvia, siempre que no fuera vestida de gala, y hacer todo aquello que le había sido negado por cuestiones de salud. Pero eso no ayudaba a su manada, y ella debería asumir su papel. No era una guerrera, se defendía bien y estaba entrenada pero sus cualidades físicas no se caracterizaban por ser las más adecuadas para ese tipo de tarea, a ella le encomendarían otra clase de labores con las que contribuir a la estabilidad de su manada, y pasaban por ser una señorita educada, culta y decente. Quizás tuviera que escoger un marido medio concertado. Brianna no la obligaría jamás y seguramente Damon tanmpoco, pues ellos ya habían pasado su propio infierno personal por algo así, pero seguramente tratarían de presentarle buenos candidatos, que no sólo pudieran gustarle a ella sino también beneficiasen el interés de los Landvik.
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Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/05/2017
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
La dama parecía tan decidida a pasar la velada en soledad como yo mismo, es mas, fue ella misma la que abandono corriendo el lugar para no mojarse rumbo a una especie de isleta cubierta por una gran pergola de piedra que daba al enorme lago natural de aquel jardín que aun sin serlo simulaba un bosque bastante bello.
La observé desde la distancia apartarse los mechones de pelo del rostro de forma distraída al tiempo que se orillaba a la barandilla de piedra para ver como fluía el agua.
Me dí la vuelta dispuesto a abandonar el lugar y darle la intimidad deseada cuando una visión de esas que me asolaban tan a menudo me vino. Mis ojos se pusieron blancos, el pelo floto acariciando las finas gotas de lluvia que ahora perdido el control empezaron a arreciar con mucha mas fuerza.
Ella, la loba en el mismo lugar que estaba, dos hombres con una botella ebrios, con traje, oscuridad, gritos, la ropa de la doncella en el suelo, sangre... un cuerpo cayendo al ficticio lago y los hombres subiéndose las braguetas.
Volví en mi con la respiración acelerada, el corazón martilleando mi pecho y los ojos encendidos de rabia.
Me giré de nuevo hacia la muchacha que ajena a todo lo visto no sabia cual seria hoy su fatídico día de no haberse encontrado conmigo.
Atajé la distancia hacia la pergola completamente empapado por el agua mientras contaba hasta 100 para calmarme y que la tormenta arreciara.
-Disculpe mi intromisión, pero hay pocos lugares en esta fiesta para estar tranquilo y se me antoja que no encontraré otro mejor que este -me limité a decir con una ladeada sonrisa mientras apoyaba mis antebrazos en el murete de piedra y contemplaba aquellas cristalinas aguas.
-Disculpar mi falta de modales, mi nombre es Sirius Cannif y he sido enviado a esta fiesta en representación de mi familia.
Por el mismo camino que yo había seguido vi aparecer a esos dos tipos, sus auras eran pálidas como la misma noche, vampiros.
No tardaron en captar nuestra presencia, al parecer la diferencia con mi visión es que para ellos se habían multiplicado las presas. Admito que pensé que al verla acompañada seria motivo suficiente para disuadirlos del macabro plan, me equivoqué.
Me giré hacia esos dos apoyando ahora los codos en la barandilla con un gesto algo chulesco pero que mostraba la mas clara de las indiferencias.
-Buenas señores ¿os habéis perdido? La fiesta esta en el palacio, aquí solo conversaba con la dama.
La risa de los dos se sucedió mirándome, mientras uno de ellos daba otro trago a la botella.
-Que amables, nos habéis traído algo de beber -mis ojos oscurecieron clavandolos consecutivamente en uno y otro -os aconsejo que os vayáis por donde habéis venido, soy peligroso.
Padre dice que quien avisa no es de traidores, así que ...¿podían culparme ahora de la desgracia de esos dos?
Estúpidos, seguían acercándose riéndose de la desgracia de la joven mientras se echaban a suertes quien se la tiraría en primera instancia.
-Como queráis -apunté alzando la cabeza hacia los tormentosos cielos que poco a poco iban tomando voracidad con cada una de mis palabras.
Los relámpagos se sucedían acompañados del estruendos de los truenos. El viento azotó nuestros cuerpos en una tempestad que hizo el pelo de todos los presentes, mientras los inmortales cerraban los ojos por el agua que impactaba en sus rostros arrastrada del mismo lago casi convirtiéndose en un vórtice.
Mis ojos se abrieron de par en par en un tono ambarino, alcé las manos hacia el negro cielo y un rayo se dibujo perfecto en la noche cayendo sobre uno de los vampiros que comenzó a convulsionar al sentir la electricidad combinada con el agua erosionar con violencia su cuerpo.
Ladeé la sonrisa de forma sádica, me había perdido, prueba de ello como corrí hacia el otro inmortal, saque de mi chaleco una daga, dejando la chaqueta que lo cubría abierta empujada por el viente dando bandazos sobre mi cuerpo y sin pensarlo dos veces me lancé contra su cuerpo, los relámpagos a mis espaldas me daban un aspecto inhumano, el estruendo de los truenos me convertía en un dios y mi daga hundiéndose en su yugular una y otra vez sin pausa aparente en un demonio.
Mi rostro se salpicaba de sangre al igual que lo hacia todo a mi alrededor, suelo, hombres incluso el vestido de la doncella a la que había dejado de mirar hacia rato.
Seguía clavando mi daga, serrando la cabeza del inmortal hasta que la arranqué de su cuello y cayó rodando a los pies de la loba.
No acabó ahí mi barbarie, continué clavando el acero en el cuerpo inerte, estaba fuera de mi, los rayos caían a mi alrededor como si fuera un demente, no había calma en ese instante para mi, ni para nadie, una tormenta eléctrica sobre el palacio Royal los gritos se sucedían sin cesar mientras yo solo veía los ríos carmesí correr bajo mis rodillas sin poder parar de apuñalar un cuerpo sin vida.
La observé desde la distancia apartarse los mechones de pelo del rostro de forma distraída al tiempo que se orillaba a la barandilla de piedra para ver como fluía el agua.
Me dí la vuelta dispuesto a abandonar el lugar y darle la intimidad deseada cuando una visión de esas que me asolaban tan a menudo me vino. Mis ojos se pusieron blancos, el pelo floto acariciando las finas gotas de lluvia que ahora perdido el control empezaron a arreciar con mucha mas fuerza.
Ella, la loba en el mismo lugar que estaba, dos hombres con una botella ebrios, con traje, oscuridad, gritos, la ropa de la doncella en el suelo, sangre... un cuerpo cayendo al ficticio lago y los hombres subiéndose las braguetas.
Volví en mi con la respiración acelerada, el corazón martilleando mi pecho y los ojos encendidos de rabia.
Me giré de nuevo hacia la muchacha que ajena a todo lo visto no sabia cual seria hoy su fatídico día de no haberse encontrado conmigo.
Atajé la distancia hacia la pergola completamente empapado por el agua mientras contaba hasta 100 para calmarme y que la tormenta arreciara.
-Disculpe mi intromisión, pero hay pocos lugares en esta fiesta para estar tranquilo y se me antoja que no encontraré otro mejor que este -me limité a decir con una ladeada sonrisa mientras apoyaba mis antebrazos en el murete de piedra y contemplaba aquellas cristalinas aguas.
-Disculpar mi falta de modales, mi nombre es Sirius Cannif y he sido enviado a esta fiesta en representación de mi familia.
Por el mismo camino que yo había seguido vi aparecer a esos dos tipos, sus auras eran pálidas como la misma noche, vampiros.
No tardaron en captar nuestra presencia, al parecer la diferencia con mi visión es que para ellos se habían multiplicado las presas. Admito que pensé que al verla acompañada seria motivo suficiente para disuadirlos del macabro plan, me equivoqué.
Me giré hacia esos dos apoyando ahora los codos en la barandilla con un gesto algo chulesco pero que mostraba la mas clara de las indiferencias.
-Buenas señores ¿os habéis perdido? La fiesta esta en el palacio, aquí solo conversaba con la dama.
La risa de los dos se sucedió mirándome, mientras uno de ellos daba otro trago a la botella.
-Que amables, nos habéis traído algo de beber -mis ojos oscurecieron clavandolos consecutivamente en uno y otro -os aconsejo que os vayáis por donde habéis venido, soy peligroso.
Padre dice que quien avisa no es de traidores, así que ...¿podían culparme ahora de la desgracia de esos dos?
Estúpidos, seguían acercándose riéndose de la desgracia de la joven mientras se echaban a suertes quien se la tiraría en primera instancia.
-Como queráis -apunté alzando la cabeza hacia los tormentosos cielos que poco a poco iban tomando voracidad con cada una de mis palabras.
Los relámpagos se sucedían acompañados del estruendos de los truenos. El viento azotó nuestros cuerpos en una tempestad que hizo el pelo de todos los presentes, mientras los inmortales cerraban los ojos por el agua que impactaba en sus rostros arrastrada del mismo lago casi convirtiéndose en un vórtice.
Mis ojos se abrieron de par en par en un tono ambarino, alcé las manos hacia el negro cielo y un rayo se dibujo perfecto en la noche cayendo sobre uno de los vampiros que comenzó a convulsionar al sentir la electricidad combinada con el agua erosionar con violencia su cuerpo.
Ladeé la sonrisa de forma sádica, me había perdido, prueba de ello como corrí hacia el otro inmortal, saque de mi chaleco una daga, dejando la chaqueta que lo cubría abierta empujada por el viente dando bandazos sobre mi cuerpo y sin pensarlo dos veces me lancé contra su cuerpo, los relámpagos a mis espaldas me daban un aspecto inhumano, el estruendo de los truenos me convertía en un dios y mi daga hundiéndose en su yugular una y otra vez sin pausa aparente en un demonio.
Mi rostro se salpicaba de sangre al igual que lo hacia todo a mi alrededor, suelo, hombres incluso el vestido de la doncella a la que había dejado de mirar hacia rato.
Seguía clavando mi daga, serrando la cabeza del inmortal hasta que la arranqué de su cuello y cayó rodando a los pies de la loba.
No acabó ahí mi barbarie, continué clavando el acero en el cuerpo inerte, estaba fuera de mi, los rayos caían a mi alrededor como si fuera un demente, no había calma en ese instante para mi, ni para nadie, una tormenta eléctrica sobre el palacio Royal los gritos se sucedían sin cesar mientras yo solo veía los ríos carmesí correr bajo mis rodillas sin poder parar de apuñalar un cuerpo sin vida.
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
El joven de aspecto taciturno se refugió de la tormenta también en el templete. A ella no le molestaba la presencia de alguien más allí así que le regaló una escueta sonrisa cuando le dijo que no encontraba otro lugar más adecuado que ese para guarecerse.
— ¿Sirius Cannif? me suena mucho su apellido...yo soy Elaine Landvik de Montreil.— normalmente utilizaba el apellido de Damon, porque así era más sencillo todo, todos sabían quien era su "padrastro", el rey de Rumanía, pero hasta que su madre y Damon no pudieran ser un matrimonio legal, ella no cambiaría su apellido sobre los papeles. Hasta entonces, estaba en tierra de nadie. Iba a decirle alguna cosa pero las voces de los extraños cortaron su intención. Dos vampiros. Odiaba a los vampiros. Elaine siempre fue una niña inclinada a la bondad, como Brianna, pero mucho más práctica que ésta. Para ella la situación se resumía en que los vampiros puede ser que sean almas torturadas o que no todos sean malos pero...al final del día beben sangre y matan. Punto. Son el enemigo.
Sintió el hormigueo del peligro en la boca del estómago, no podía cambiar si no había luna llena y aunque había entrenado con Ariyne hasta la extenuación, estaría en clara desventaja a menos que el hechicero supiera uno o dos trucos. Se levantó la falda para coger la daga que siempre llevaba atada a la cinta que sujetaba sus medias y cuando volvió a mirar dos segundos sdespués Sirius estaba mirando al cielo que se tornó un infierno de rayos y vendaval en pocos segundos.
Reculó hacia atrás cuando el primer relámpago quemó al cainita sacudiéndolo como un cascabel, pero su espalda se encontró con el muro del templete, y no podía recular más. El viento giraba y giraba y su largo cabello se le enredaba y se le pegaba a la cara, empapado y golpeando como finos látigos en sus mejillas. Apenas podía vislumbrar algo entre el chaparrón de agua y viento que arrastraba barro y hojarasca, pero pudo ver lo suficiente como para observar aquellos ojos ambarinos, el tronar de fondo y cómo sacaba la daga y seccionaba carne muerta, salpicándose de ella. El espectáculo era dantesco, pero no mucho más que una cacería de licántropos descontrolados, sólo que esta vez no eran garras y colmillos en acción, cambiaba el modus operandi.
Desconcía que la magia pudiera hacer tales cosas, la reina rumana era una bruja, pero no tenía esos dones, el otro hechicero que había conocido, Stein Ackerman, le alivió una crisis pulmonar con ocho años, manipulando el aire a su voluntad. Pero no había visto nunca una fuerza mágica de ese calibre como la de Sirius, brutal y colérica. Seguía acuchillando al vampiro que ya estaba muerto de verdad hacía unos instantes como si fuera un demente, perdido en algún punto de la subrealidad. Lo más sensato hubiera sido marcharse, pero cuando ella había entrado en frenesí, tanto Damon como Mildred la calmaron. Elaine se levantó arrastrando su empapado vestido y posó una mano suavemente en el hombro de Sirius.
— ya está muerto...lo has matado...¿Sirius? ¿me escuchas? puedes dejarlo ya, no se va a levantar.
— ¿Sirius Cannif? me suena mucho su apellido...yo soy Elaine Landvik de Montreil.— normalmente utilizaba el apellido de Damon, porque así era más sencillo todo, todos sabían quien era su "padrastro", el rey de Rumanía, pero hasta que su madre y Damon no pudieran ser un matrimonio legal, ella no cambiaría su apellido sobre los papeles. Hasta entonces, estaba en tierra de nadie. Iba a decirle alguna cosa pero las voces de los extraños cortaron su intención. Dos vampiros. Odiaba a los vampiros. Elaine siempre fue una niña inclinada a la bondad, como Brianna, pero mucho más práctica que ésta. Para ella la situación se resumía en que los vampiros puede ser que sean almas torturadas o que no todos sean malos pero...al final del día beben sangre y matan. Punto. Son el enemigo.
Sintió el hormigueo del peligro en la boca del estómago, no podía cambiar si no había luna llena y aunque había entrenado con Ariyne hasta la extenuación, estaría en clara desventaja a menos que el hechicero supiera uno o dos trucos. Se levantó la falda para coger la daga que siempre llevaba atada a la cinta que sujetaba sus medias y cuando volvió a mirar dos segundos sdespués Sirius estaba mirando al cielo que se tornó un infierno de rayos y vendaval en pocos segundos.
Reculó hacia atrás cuando el primer relámpago quemó al cainita sacudiéndolo como un cascabel, pero su espalda se encontró con el muro del templete, y no podía recular más. El viento giraba y giraba y su largo cabello se le enredaba y se le pegaba a la cara, empapado y golpeando como finos látigos en sus mejillas. Apenas podía vislumbrar algo entre el chaparrón de agua y viento que arrastraba barro y hojarasca, pero pudo ver lo suficiente como para observar aquellos ojos ambarinos, el tronar de fondo y cómo sacaba la daga y seccionaba carne muerta, salpicándose de ella. El espectáculo era dantesco, pero no mucho más que una cacería de licántropos descontrolados, sólo que esta vez no eran garras y colmillos en acción, cambiaba el modus operandi.
Desconcía que la magia pudiera hacer tales cosas, la reina rumana era una bruja, pero no tenía esos dones, el otro hechicero que había conocido, Stein Ackerman, le alivió una crisis pulmonar con ocho años, manipulando el aire a su voluntad. Pero no había visto nunca una fuerza mágica de ese calibre como la de Sirius, brutal y colérica. Seguía acuchillando al vampiro que ya estaba muerto de verdad hacía unos instantes como si fuera un demente, perdido en algún punto de la subrealidad. Lo más sensato hubiera sido marcharse, pero cuando ella había entrado en frenesí, tanto Damon como Mildred la calmaron. Elaine se levantó arrastrando su empapado vestido y posó una mano suavemente en el hombro de Sirius.
— ya está muerto...lo has matado...¿Sirius? ¿me escuchas? puedes dejarlo ya, no se va a levantar.
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Con cada puñalada dada arrastraba trozos de carne putrefactos, la lluvia se torno carmesí escurriendo violenta por mi traje parisino mientras mis ojos ambarinos seguían anclados a ese cuerpo maltrecho del que iba cercionando sus miembros.
Fue la mano de la joven a mi espalda, mi nombre pronunciado por sus labios lo que me llevó a girar en un arrebato cuchillo en alto, con el rostro descompuesto, dispuesto a seguir con los enemigos que acudieran a enfrentarme.
Me detuve frente a ella, con mi mano rodeando su cuello, el cuchillo acariciando su pecho y mi aliento impactando furibundo en su rostro.
Bien podría haberla matado, no conozco el control en estos casos de caos extremo.
A mi alrededor una lluvia de relámpagos, truenos que dejaban claro que la tormenta ya había empezado.
Cerré los ojos ante ella, conté, conté hasta 100 tratando de calmarme, dejando caer mi mano ensangrentada a un lado de mi cuerpo y el acero al suelo con un metálico estruendo.
Iba por 60 cuando el temporal empezó a amainar, disipando las negras nubes para permitir que las estrellas volvieran a resplandecer en una noche carente de ellas.
-Lo siento -susurré antes de abrir los ojos de nuevo para encontrarme con su atenta mirada. Alcé sendas manos en señal de paz, si es que a estas alturas podía convencerla de que yo era capaz de eso en algún instante de mi vida.
Conocía como me miraba la mayoría, en mi veían a un Cannif, pero también a un monstruo peligroso, incapaz de controlar todo el poder que ostenta.
No se equivocaban, no podía considerar una verdad una afrenta, así que me limité a esperar una respuesta de la doncella.
En mi vaticinio su final era catastrófico, su cuerpo inerte, ultrajado, lanzado al lago, al menos en esta ocasión aparte de un vestido mojado y una imagen sádica difícilmente fácil de olvidar no había nada mas que lamentar.
Me agaché para recoger el cuchillo, lo acomodé con disimulo en la cara interna del chaleco apretando bien los correajes a mi pecho y abroché la chaqueta para que nada se viera.
-Se ue ha sido dantesco, mas creamé cuando le digo que sus intenciones distaban mucho de ser puras -aseguré hundiendo mis azules en sus ojos – si me disculpa, creo que para mi la fiesta a terminado.
Abrí los brazos mostrandole mi aspecto plagado de sangre, tenia que volver al hotel o aun me acabarían cogiendo preso.
“Sin sobresaltos hijo” Si padre supiera....
Desvié mi mirada hacia uno de los altos muros que protegen el palacete, por ahí podría escapar sin ser visto por nadie mas.
-¿Puede disculparme ante los anfitriones señorita Landvik? Alegue que he bebido demasiado y me encontraba mal -apunté con una ladeada sonrisa.
No había probado una gota de alcohol, no acostumbraba a beber en absoluto.
Fue la mano de la joven a mi espalda, mi nombre pronunciado por sus labios lo que me llevó a girar en un arrebato cuchillo en alto, con el rostro descompuesto, dispuesto a seguir con los enemigos que acudieran a enfrentarme.
Me detuve frente a ella, con mi mano rodeando su cuello, el cuchillo acariciando su pecho y mi aliento impactando furibundo en su rostro.
Bien podría haberla matado, no conozco el control en estos casos de caos extremo.
A mi alrededor una lluvia de relámpagos, truenos que dejaban claro que la tormenta ya había empezado.
Cerré los ojos ante ella, conté, conté hasta 100 tratando de calmarme, dejando caer mi mano ensangrentada a un lado de mi cuerpo y el acero al suelo con un metálico estruendo.
Iba por 60 cuando el temporal empezó a amainar, disipando las negras nubes para permitir que las estrellas volvieran a resplandecer en una noche carente de ellas.
-Lo siento -susurré antes de abrir los ojos de nuevo para encontrarme con su atenta mirada. Alcé sendas manos en señal de paz, si es que a estas alturas podía convencerla de que yo era capaz de eso en algún instante de mi vida.
Conocía como me miraba la mayoría, en mi veían a un Cannif, pero también a un monstruo peligroso, incapaz de controlar todo el poder que ostenta.
No se equivocaban, no podía considerar una verdad una afrenta, así que me limité a esperar una respuesta de la doncella.
En mi vaticinio su final era catastrófico, su cuerpo inerte, ultrajado, lanzado al lago, al menos en esta ocasión aparte de un vestido mojado y una imagen sádica difícilmente fácil de olvidar no había nada mas que lamentar.
Me agaché para recoger el cuchillo, lo acomodé con disimulo en la cara interna del chaleco apretando bien los correajes a mi pecho y abroché la chaqueta para que nada se viera.
-Se ue ha sido dantesco, mas creamé cuando le digo que sus intenciones distaban mucho de ser puras -aseguré hundiendo mis azules en sus ojos – si me disculpa, creo que para mi la fiesta a terminado.
Abrí los brazos mostrandole mi aspecto plagado de sangre, tenia que volver al hotel o aun me acabarían cogiendo preso.
“Sin sobresaltos hijo” Si padre supiera....
Desvié mi mirada hacia uno de los altos muros que protegen el palacete, por ahí podría escapar sin ser visto por nadie mas.
-¿Puede disculparme ante los anfitriones señorita Landvik? Alegue que he bebido demasiado y me encontraba mal -apunté con una ladeada sonrisa.
No había probado una gota de alcohol, no acostumbraba a beber en absoluto.
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
No le había dado tiempo de atacar a los vampiros porque el joven brujo se había encargado él solito de aniquilarlos, con aquel pandemonium de efectos especiales envueltos en lluvia, viento, rayos y sangre, pero seguía con la daga en la mano.
Cuando Sirius se levantó y la agarró por el cuello poneindo el cuchillo en su gaznate, Elaine respondió colocando su daga entre las costillas superiores, de forma que si la hundía alcanzaría el corazón del brujo. Sus pupilas estaban dilatadas y en ese momento también habían adquirido un tono ambarino, propio de su raza cuando la adrenalina se disparaba. Respiraba pesadamente, el ambiente se había vuelto frío y desapacible, y el vaho que soltaban sus labios era azulado a la luz de la luna, que estaba en cuarto creciente.
Parecía que el hechicero necesitaba calmarse y recuperar la presencia de ánimo, así que le concedió los segundos que necesitaba, le recordaba demasiado a ella misma cuando la luna llena ejercía sus estragos y el descontrol la sumía en un frenesí rojo y caótico. Entonces las soltó y se disculpó. Entendía lo que eran los arranques de ira descontrolada, había visto a demasiados de los suyos sucumbir a ese influjo maligno que desataba a la bestia salvaje.
— no importa... a todos nos pasa alguna vez.— se guardó la daga en su sitio mientras él hacía lo propio con su cuchillo. Sí, ciertamente había sido dantesco, pero no mucho más que algunos episodios que ya había vivido junto a la manada. Dejó a un lado el tratamiento de cortesía porque estaba aún algo impresionada por tal despliegue de magia.
— ¿cómo sabias qué estaban pensando?...bueno, es igual, eran vampiros, no hay nada puro en ellos. Gracias por... lo que sea.
Hizo un gesto expresivo, porque era complicado expresar con palabras lo que había sucedido allí, pero la custión es que lo entendía y agradecía su ayuda aún cuando no tenía toda la información sobre lo acontecido esa noche.
— No voy a entrar de nuevo en la mansión, de todas formas la mayoría se habrán ido a sus casas, has montado un bonito circo.— enarcó las cejas y sonrió contenidamente.— El muro tiene clavos para las palomas, puedo verlo desde aquí, si no quieres pincharte el trasero...— su visión estaba muy agudizada en la oscuridad, cosa que los humanos no podían siquiera soñar.— pero si quieres marcharte conozco otra salida.— señaló el bosquete que había tras el lago, en aquella parte de la propiedad los muros estaban menos cuidados y sabía que uno de ellos tenía el tejadillo derruido, toda aquella zona la había batido unas semanas atrás, yendo de excursión nocturna con otro miembro de la manada que esa noche se encontraba en otros menesteres.
Echó a andar, esperando que Sirius la acompañara, ya que no tenían nada más que hacer allí por el momento y él iba empapado en sangre.
— parece que regreses del matadero y yo que me haya caído a una cloaca.— comentó con una sonrisa mirando al frente.— no es así como esperaba acabar esta noche, pero sin duda ha sido más divertido que esa aburrida fiesta. ¿Cómo lo haces??!! ha sido alucinante!!.— su tono educado y reservado iba dando paso a la jovial pregunta de alguien que ha asistido a algo muy interesante y rebosa curiosidad. Los nueve años que había pasado alejada de la vida normal le habían dado un hambre extrema por explorar y conocer el mundo, y perder el tiempo en aquellas patochadas como esa fiesta le molestaba, pero lo aceptaba porque era su obligación. Ahora que la enfermedad ya no dirigía su vida, se dejaba llevar por la emoción de descubrir cosas nuevas, de maravillarse con todo aquello que podía hacer y descubrir.
Cuando Sirius se levantó y la agarró por el cuello poneindo el cuchillo en su gaznate, Elaine respondió colocando su daga entre las costillas superiores, de forma que si la hundía alcanzaría el corazón del brujo. Sus pupilas estaban dilatadas y en ese momento también habían adquirido un tono ambarino, propio de su raza cuando la adrenalina se disparaba. Respiraba pesadamente, el ambiente se había vuelto frío y desapacible, y el vaho que soltaban sus labios era azulado a la luz de la luna, que estaba en cuarto creciente.
Parecía que el hechicero necesitaba calmarse y recuperar la presencia de ánimo, así que le concedió los segundos que necesitaba, le recordaba demasiado a ella misma cuando la luna llena ejercía sus estragos y el descontrol la sumía en un frenesí rojo y caótico. Entonces las soltó y se disculpó. Entendía lo que eran los arranques de ira descontrolada, había visto a demasiados de los suyos sucumbir a ese influjo maligno que desataba a la bestia salvaje.
— no importa... a todos nos pasa alguna vez.— se guardó la daga en su sitio mientras él hacía lo propio con su cuchillo. Sí, ciertamente había sido dantesco, pero no mucho más que algunos episodios que ya había vivido junto a la manada. Dejó a un lado el tratamiento de cortesía porque estaba aún algo impresionada por tal despliegue de magia.
— ¿cómo sabias qué estaban pensando?...bueno, es igual, eran vampiros, no hay nada puro en ellos. Gracias por... lo que sea.
Hizo un gesto expresivo, porque era complicado expresar con palabras lo que había sucedido allí, pero la custión es que lo entendía y agradecía su ayuda aún cuando no tenía toda la información sobre lo acontecido esa noche.
— No voy a entrar de nuevo en la mansión, de todas formas la mayoría se habrán ido a sus casas, has montado un bonito circo.— enarcó las cejas y sonrió contenidamente.— El muro tiene clavos para las palomas, puedo verlo desde aquí, si no quieres pincharte el trasero...— su visión estaba muy agudizada en la oscuridad, cosa que los humanos no podían siquiera soñar.— pero si quieres marcharte conozco otra salida.— señaló el bosquete que había tras el lago, en aquella parte de la propiedad los muros estaban menos cuidados y sabía que uno de ellos tenía el tejadillo derruido, toda aquella zona la había batido unas semanas atrás, yendo de excursión nocturna con otro miembro de la manada que esa noche se encontraba en otros menesteres.
Echó a andar, esperando que Sirius la acompañara, ya que no tenían nada más que hacer allí por el momento y él iba empapado en sangre.
— parece que regreses del matadero y yo que me haya caído a una cloaca.— comentó con una sonrisa mirando al frente.— no es así como esperaba acabar esta noche, pero sin duda ha sido más divertido que esa aburrida fiesta. ¿Cómo lo haces??!! ha sido alucinante!!.— su tono educado y reservado iba dando paso a la jovial pregunta de alguien que ha asistido a algo muy interesante y rebosa curiosidad. Los nueve años que había pasado alejada de la vida normal le habían dado un hambre extrema por explorar y conocer el mundo, y perder el tiempo en aquellas patochadas como esa fiesta le molestaba, pero lo aceptaba porque era su obligación. Ahora que la enfermedad ya no dirigía su vida, se dejaba llevar por la emoción de descubrir cosas nuevas, de maravillarse con todo aquello que podía hacer y descubrir.
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
La contemplé unos instantes en silencio, ella aseguraba que había oto modo de salir de allí sin que me clavara los afilados pinchos de la zona alta de la muralla, ciertamente no iba a suceder eso..pero no hice comentario alguno al respecto.
Lo que me fascinaba es que lejos de salir corriendo por mi alarde de poder..uno que ciertamente se había quedado muy corto en comparación con otras ocasiones un tanto mas...descontroladas, la joven parecía interesada, fascinada por la magia hasta tal punto que olvidaba lo peligroso que resultaba para ella misma y el resto.
Me ofreció acompañarla por unos subterráneos o algo así, la verdad es que me sentí tentado a aceptar, pero finalmente me detuve tras ella hundiendo mis azules en sus pardos.
-¿quieres ver algo increíble? -pegunté siguiéndole esa falta de irresponsabilidad de la que la dama hacia gala.
¿Que podía perder? Después separaríamos nuestros caminos sin mas, yo me recluiría en el hotel y pasada una semana regresaría al norte para sumergirme en mis entrenamientos, mis libros …
La doncella se detuvo, me hizo gracia lo del matadero, sin duda era la pinta que tenia, tendría que lavarme antes de ir al hotel y robar algo de ropa de mi talla para dar el pego.
Entendí la mano en una invitación clara, la dama no parecía asustada, prueba de ello que la cogió sin mas y ante mi invitación de que se acercara mas lo hizo quedando su cintura rodeada por mi brazo.
-¿preparada? -pregunté llevando la otra mano al suelo.
Bajo esta pronto empezó a crearse un remolino de aire, voraz empezó a tomar intensidad alzando nuestros pies del suelo.
La cara de fascinación de la joven era digna de admiración ,sus brazos rodearon mi cuello mientras miraba hacia abajo y emprendíamos el vuelo.
Este era uno de los conjuros que dominaba a la perfección, así que estaba tranquilo, nada podría salir mal en este preciso momento en el que ambos nos elevábamos por los aires como hojas arrastradas por le viento en el mes de otoño.
Poco a poco el Palacio se veía mas pequeño, casi a vista de pájaro, ella observaba la panorámica y atrás ya había quedado esa muralla llena de pinchos.
Estuvimos un buen rato sobrevolando París, deleitándonos de aquella ciudad bulliciosa llena de luces y también muchas sombras.
Empezaba a agotarme, solo, aguantaba mas tiempo surfeando el viento, pero cargado era algo mas complicado.
Poco poco fuimos descendiendo, nuestros ojos se encontraban, el vaho inundaba nuestros labios.
-Me hospedó en el hotel les Arenes, quizás podamos... -ni siquiera sabia porque estaba diciendo aquello y creo que eso me hizo guardar silencio aterrizando con gracilidad en el suelo – simplemente...espero que volvamos a vernos.
Lo que me fascinaba es que lejos de salir corriendo por mi alarde de poder..uno que ciertamente se había quedado muy corto en comparación con otras ocasiones un tanto mas...descontroladas, la joven parecía interesada, fascinada por la magia hasta tal punto que olvidaba lo peligroso que resultaba para ella misma y el resto.
Me ofreció acompañarla por unos subterráneos o algo así, la verdad es que me sentí tentado a aceptar, pero finalmente me detuve tras ella hundiendo mis azules en sus pardos.
-¿quieres ver algo increíble? -pegunté siguiéndole esa falta de irresponsabilidad de la que la dama hacia gala.
¿Que podía perder? Después separaríamos nuestros caminos sin mas, yo me recluiría en el hotel y pasada una semana regresaría al norte para sumergirme en mis entrenamientos, mis libros …
La doncella se detuvo, me hizo gracia lo del matadero, sin duda era la pinta que tenia, tendría que lavarme antes de ir al hotel y robar algo de ropa de mi talla para dar el pego.
Entendí la mano en una invitación clara, la dama no parecía asustada, prueba de ello que la cogió sin mas y ante mi invitación de que se acercara mas lo hizo quedando su cintura rodeada por mi brazo.
-¿preparada? -pregunté llevando la otra mano al suelo.
Bajo esta pronto empezó a crearse un remolino de aire, voraz empezó a tomar intensidad alzando nuestros pies del suelo.
La cara de fascinación de la joven era digna de admiración ,sus brazos rodearon mi cuello mientras miraba hacia abajo y emprendíamos el vuelo.
Este era uno de los conjuros que dominaba a la perfección, así que estaba tranquilo, nada podría salir mal en este preciso momento en el que ambos nos elevábamos por los aires como hojas arrastradas por le viento en el mes de otoño.
Poco a poco el Palacio se veía mas pequeño, casi a vista de pájaro, ella observaba la panorámica y atrás ya había quedado esa muralla llena de pinchos.
Estuvimos un buen rato sobrevolando París, deleitándonos de aquella ciudad bulliciosa llena de luces y también muchas sombras.
Empezaba a agotarme, solo, aguantaba mas tiempo surfeando el viento, pero cargado era algo mas complicado.
Poco poco fuimos descendiendo, nuestros ojos se encontraban, el vaho inundaba nuestros labios.
-Me hospedó en el hotel les Arenes, quizás podamos... -ni siquiera sabia porque estaba diciendo aquello y creo que eso me hizo guardar silencio aterrizando con gracilidad en el suelo – simplemente...espero que volvamos a vernos.
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Cuando Sirius le ofreció la mano vio brillar una chispita de luz en sus pupilas. Aquellos ojos parecían cansados, enfadados con el mundo, pero en ese instante habían brillado de la misma forma en la que lo hicieron los de su madre cuando Damon le encargó quedarse a cargo del viñedo, su pasión. Eso tenía que ser algo bueno, cuando ese rastro de emoción se reflejaba en los ojos es que nacía de un lugar profundo, ese que todos tenemos y a donde vamos cuando el mundo no se comporta con nostros.
Tomó su mano sin vacilar, la rodeó y pronto el viento comenzó a elevarlos. ¿¿¿Estaban volando??? estaban volando!!! se elevaban sobre la mansión y el aire jugueteaba con las largas guedejas de su pelo castaño.
— uh...oohh...— se agarró fuerte a Sirius aunque eso implicaba llevarse toda la sangre en el vestido. Cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir, sintiendo el vértigo en la boca del estómago.— ¡¡es increible!! madre mia!!! estoy volando!!! Mira!! aquello es el Louvre...y eso es Notre Dame...es ...es... no tengo palabras...
La sensación era inmensa, planear por los cielos de una ciudad como París, contemplando sus bellezas surcando el aire cual halcón... era indescriptible. Notó que el brujo se agotaba y levitaba hacia el suelo, aterrizando suavemente. Escuchó sus palabras en silencio, la estaba invitando a volverse a ver.
Elaine se había pasado media vida postrada en una cama, enecerrada y condenada al yugo de la terrible enfermedad. La emoción que había sentido ascendió por sus venas hasta llegar a sus ojos, que se humedecieron sin llegar a soltar el agua retenida. Consiguió susurrar.
— durante años miré por el cristal de mi ventana y deseé tener alas para poder volar lejos de aquello que me oprimía... — negó con la cabeza. No le gustaba recordar su enfermedad, solía ser una muchacha muy vital.— No te conozco, Sirius Cannif. Pero hoy has hecho que cumpliera mi sueño de niña. Gracias por hacerme sentir libre.
Besó su mejilla antes de retirar ambas manos de su cuello y tomar aire para no desbordar esa emoción, parpadeando varias veces para disipar las lágrimas y que no llegasen a salir. Miró su vestido también lleno de sangre y sonrió.
— y gracias por lo de antes...aunque ahora no sé cómo podré llegar a casa de la prima de mi madre y presentarme así, menos mal que soy buena trepando y mi cuarto está en un segundo piso. Volveremos a vernos. ¿Mañana? ¿A las cinco? ¿En el banco que hay junto al muro del Sena en Notre Dame? no faltes!!
No le dio opción, porque se dio la vuelta y emprendió el camino de vuelta a la casa de su prima, pero antes de salir del campo visual de Sirius extendió los brazos y se balanceó mientras caminaba, dando un vuelta de campana, como si fuera un pájaro en vuelo y riendo ella sola.
Notre Dame, día siguiente, 17.25 h
Había quedado con Sirius allí, pero cuando el brujo llegó a la explanada de Notre Dame, Elaine no estaba, seguramente se habría retrasado con algo. El tiempo estaba algo más calmado que la noche anterior. La gente rondaba la catedral, había mendigos, artistas callejeros, fieles que iban a rezar, vendedores ambulantes y todo tipo de gente. El hechicero estaba sentado en el banco, esperando, y le dolía en el alma hacerlo esperar así, pero era absolutamente necesario. Transcurridos treinta minutos, se levantó, como era de esperar y caminó hacia el puente de la Île de la cité para marcharse. Elaine salió corriendo de donde se encontraba para interceptarlo.
— Sirius!! Sirius!!!— llegó hasta él resoplando, aunque ya estaba curada, su fondo no era el mejor del mundo.— lo siento...dame un segundo que...— farfulló.— necesito... recuperar el aliento... malditos pulmones....— cuando recuperó el resuello se incorporó y lo miró con una amplia sonrisa.— así pareces una persona normal, poco interesante...sin estar cubierto de sangre, me refiero. Ayer me hiciste un regalo y yo quería hacerte uno también. No será lo mismo, porque no se puede comparar pero...— se encogió de hombros y le tendió lo que guardaba tras la espalda. Un papel de gramaje grueso contenía un retrato de él mismo sentado en ese banco mirando al cielo, con aquella expresión indescifrable y taciturna, seria.
Elaine tenía muy buena mano con el carboncillo, la tinta y las acuarelas, el óleo no tanto, porque su madre no se lo había podido permitir, eran muy caros. El retrato de Sirius estaba hecho con acuarelas, que era la técnica en color más rápida y era bastante fiel a sus rasgos.
— Espero que no invoques la lluvia porque se echará a perder. ¿Te importa?.— le señaló el seto tras el cual se había instalado para observarlo a hurtadillas y dibujarlo, sus acuarelas estaban allí y al salir corriendo las había dejado tiradas. Recogió la bolsa metiéndolo todo dentro.
Tomó su mano sin vacilar, la rodeó y pronto el viento comenzó a elevarlos. ¿¿¿Estaban volando??? estaban volando!!! se elevaban sobre la mansión y el aire jugueteaba con las largas guedejas de su pelo castaño.
— uh...oohh...— se agarró fuerte a Sirius aunque eso implicaba llevarse toda la sangre en el vestido. Cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir, sintiendo el vértigo en la boca del estómago.— ¡¡es increible!! madre mia!!! estoy volando!!! Mira!! aquello es el Louvre...y eso es Notre Dame...es ...es... no tengo palabras...
La sensación era inmensa, planear por los cielos de una ciudad como París, contemplando sus bellezas surcando el aire cual halcón... era indescriptible. Notó que el brujo se agotaba y levitaba hacia el suelo, aterrizando suavemente. Escuchó sus palabras en silencio, la estaba invitando a volverse a ver.
Elaine se había pasado media vida postrada en una cama, enecerrada y condenada al yugo de la terrible enfermedad. La emoción que había sentido ascendió por sus venas hasta llegar a sus ojos, que se humedecieron sin llegar a soltar el agua retenida. Consiguió susurrar.
— durante años miré por el cristal de mi ventana y deseé tener alas para poder volar lejos de aquello que me oprimía... — negó con la cabeza. No le gustaba recordar su enfermedad, solía ser una muchacha muy vital.— No te conozco, Sirius Cannif. Pero hoy has hecho que cumpliera mi sueño de niña. Gracias por hacerme sentir libre.
Besó su mejilla antes de retirar ambas manos de su cuello y tomar aire para no desbordar esa emoción, parpadeando varias veces para disipar las lágrimas y que no llegasen a salir. Miró su vestido también lleno de sangre y sonrió.
— y gracias por lo de antes...aunque ahora no sé cómo podré llegar a casa de la prima de mi madre y presentarme así, menos mal que soy buena trepando y mi cuarto está en un segundo piso. Volveremos a vernos. ¿Mañana? ¿A las cinco? ¿En el banco que hay junto al muro del Sena en Notre Dame? no faltes!!
No le dio opción, porque se dio la vuelta y emprendió el camino de vuelta a la casa de su prima, pero antes de salir del campo visual de Sirius extendió los brazos y se balanceó mientras caminaba, dando un vuelta de campana, como si fuera un pájaro en vuelo y riendo ella sola.
* * * * * * * * * *
Notre Dame, día siguiente, 17.25 h
Había quedado con Sirius allí, pero cuando el brujo llegó a la explanada de Notre Dame, Elaine no estaba, seguramente se habría retrasado con algo. El tiempo estaba algo más calmado que la noche anterior. La gente rondaba la catedral, había mendigos, artistas callejeros, fieles que iban a rezar, vendedores ambulantes y todo tipo de gente. El hechicero estaba sentado en el banco, esperando, y le dolía en el alma hacerlo esperar así, pero era absolutamente necesario. Transcurridos treinta minutos, se levantó, como era de esperar y caminó hacia el puente de la Île de la cité para marcharse. Elaine salió corriendo de donde se encontraba para interceptarlo.
— Sirius!! Sirius!!!— llegó hasta él resoplando, aunque ya estaba curada, su fondo no era el mejor del mundo.— lo siento...dame un segundo que...— farfulló.— necesito... recuperar el aliento... malditos pulmones....— cuando recuperó el resuello se incorporó y lo miró con una amplia sonrisa.— así pareces una persona normal, poco interesante...sin estar cubierto de sangre, me refiero. Ayer me hiciste un regalo y yo quería hacerte uno también. No será lo mismo, porque no se puede comparar pero...— se encogió de hombros y le tendió lo que guardaba tras la espalda. Un papel de gramaje grueso contenía un retrato de él mismo sentado en ese banco mirando al cielo, con aquella expresión indescifrable y taciturna, seria.
Elaine tenía muy buena mano con el carboncillo, la tinta y las acuarelas, el óleo no tanto, porque su madre no se lo había podido permitir, eran muy caros. El retrato de Sirius estaba hecho con acuarelas, que era la técnica en color más rápida y era bastante fiel a sus rasgos.
— Espero que no invoques la lluvia porque se echará a perder. ¿Te importa?.— le señaló el seto tras el cual se había instalado para observarlo a hurtadillas y dibujarlo, sus acuarelas estaban allí y al salir corriendo las había dejado tiradas. Recogió la bolsa metiéndolo todo dentro.
- retrato:
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Llegué a la Catedral de Notre Dame a la hora prevista por la dama, no siempre era tan puntual, mas en esta ocasión ante la falta de cosas que hacer en esas cuatro paredes del hotel y que ciertamente tenia interés en volver a ver a la chica, mis pasos se perdieron raudos en dirección a esa plaza.
Cuando llegué no estaba, enarqué una ceja buscando un banco donde sentarme mientras la esperaba, supuse se habría entretenido con algo, así que me limité a observar a unos gitanos que hacían un numero de magia a las puertas de Notre Dame, su único interés ganar unos francos de los transeúntes que les permitiera vivir.
Allí se reunía todo tipo de gentes, en su mayoría fieles dispuestos a venerar a ese dios clavado a una cruz.
También había mucha presencia policial. No acababa de acostumbrarme a París, la gente era muy distinta de la del norte, creo que era el único con una espada larga a su espalda.
Esperé el tiempo que creí necesario, pero estaba claro que no iba a venir, deduje que se lo pensó mejor ¿quien iba a querer volver a alguien como yo? Así que me puse en pie decidido a volver al Hotel y sumergir la cabeza en los libros.
Fue entonces cuando escuché mi nombre, me detuve para ver a la joven correr sin resuello hasta mi posición.
Ladeé la sonrisa al verla mientras esta parecía necesitar recobrar el aire frente a mis ojos.
-Creo que necesitas entrenar mas -apunte con una amplia sonrisa que atrajo la suya al instante.
Había tardado por que había estado preparando mi regalo, mi curiosidad pronto fue cubierta cuando me dio un pequeño papel de gran gramaje con mi rostro pintado a carboncillo en el.
-Gracias -dije algo avergonzado mientras llevaba mi mano a la nuca revolviendo mi pelo. No estaba acostumbrado a que ninguna mujer me obsequiara con nada.
Sinceramente nadie había hecho algo así por mi, alcé la mirada del papel hasta sus ojos sonriendo por sus palabras.
-Siento decirte que eso ni de lejos depende de mi -bromeé con diversión, aunque era cierto, yo podía controlar el tiempo y sus inclemencias a voluntad.. en ocasiones se me escapaba el control y acababa llevando el caos a mi alrededor.
Regresamos tras el seto donde había dejado sus pinturas tiradas y esperé a que las recogiera, para poder emprender camino hacia algún sitio.
-No conozco París mas allá que de oídas, mi madrastra es de aquí y a veces nos cuenta historias de este lugar. -le dije -siempre he estado anclado al norte. Deberías visitar Noruega alguna vez, si volar sobre París te ha parecido emocionante, hacerlo allí te parecerá soberbio.
Caminábamos por la plaza conversando, aun no habíamos decidido el lugar al que ir, París era grande, muchas cosas se podían hacer en esa ciudad pero yo no conocía ninguno de sus entresijos, así que me pensaba dejar guiar por la joven.
-Podemos ir a cenar, o puedes enseñarme París desde abajo -ladeé la sonrisa mientras doblaba el pepe por la mitad sendas veces y lo guardaba a buen recaudo en la cara interna del chaleco.
Mis ropas distaban mucho de la de los demás hombres parisinos, supongo que eso era lo que hacia que los policías me miraran de arriba a bajo, bueno, eso y el acero a mi espalda.
-¿Vamos?
Cuando llegué no estaba, enarqué una ceja buscando un banco donde sentarme mientras la esperaba, supuse se habría entretenido con algo, así que me limité a observar a unos gitanos que hacían un numero de magia a las puertas de Notre Dame, su único interés ganar unos francos de los transeúntes que les permitiera vivir.
Allí se reunía todo tipo de gentes, en su mayoría fieles dispuestos a venerar a ese dios clavado a una cruz.
También había mucha presencia policial. No acababa de acostumbrarme a París, la gente era muy distinta de la del norte, creo que era el único con una espada larga a su espalda.
Esperé el tiempo que creí necesario, pero estaba claro que no iba a venir, deduje que se lo pensó mejor ¿quien iba a querer volver a alguien como yo? Así que me puse en pie decidido a volver al Hotel y sumergir la cabeza en los libros.
Fue entonces cuando escuché mi nombre, me detuve para ver a la joven correr sin resuello hasta mi posición.
Ladeé la sonrisa al verla mientras esta parecía necesitar recobrar el aire frente a mis ojos.
-Creo que necesitas entrenar mas -apunte con una amplia sonrisa que atrajo la suya al instante.
Había tardado por que había estado preparando mi regalo, mi curiosidad pronto fue cubierta cuando me dio un pequeño papel de gran gramaje con mi rostro pintado a carboncillo en el.
-Gracias -dije algo avergonzado mientras llevaba mi mano a la nuca revolviendo mi pelo. No estaba acostumbrado a que ninguna mujer me obsequiara con nada.
Sinceramente nadie había hecho algo así por mi, alcé la mirada del papel hasta sus ojos sonriendo por sus palabras.
-Siento decirte que eso ni de lejos depende de mi -bromeé con diversión, aunque era cierto, yo podía controlar el tiempo y sus inclemencias a voluntad.. en ocasiones se me escapaba el control y acababa llevando el caos a mi alrededor.
Regresamos tras el seto donde había dejado sus pinturas tiradas y esperé a que las recogiera, para poder emprender camino hacia algún sitio.
-No conozco París mas allá que de oídas, mi madrastra es de aquí y a veces nos cuenta historias de este lugar. -le dije -siempre he estado anclado al norte. Deberías visitar Noruega alguna vez, si volar sobre París te ha parecido emocionante, hacerlo allí te parecerá soberbio.
Caminábamos por la plaza conversando, aun no habíamos decidido el lugar al que ir, París era grande, muchas cosas se podían hacer en esa ciudad pero yo no conocía ninguno de sus entresijos, así que me pensaba dejar guiar por la joven.
-Podemos ir a cenar, o puedes enseñarme París desde abajo -ladeé la sonrisa mientras doblaba el pepe por la mitad sendas veces y lo guardaba a buen recaudo en la cara interna del chaleco.
Mis ropas distaban mucho de la de los demás hombres parisinos, supongo que eso era lo que hacia que los policías me miraran de arriba a bajo, bueno, eso y el acero a mi espalda.
-¿Vamos?
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Le gustó ver la reacción de Sirius cuando le entregó su dibujo. No era de lo más buenos, porque apenas había tenido tiempo para bocetarlo y pintarlo, pero estaba hecho con todo el corazón, pues la tarde anterior había conseguido que cumpliera un sueño, el de volar, y sentirse ligera y libre como nunca. Parecía que le había gustado y que de alguna forma le había llegado su intención, que no había pensado que era un cría tonta y cursi.
El retrato reflejaba esa mirada taciturna perdida en las nubes y en la gente, esa mirada que callaba muchas cosas que iban por dentro, pero para quien está acostumbrada a observar durante media vida por la ventana, a analizar el lenguaje del cuerpo y los gestos porque están hablando en voz baja para que ella no escuche las malas noticias y ese tipo de cosas... a Elaine no se le escapaba ni una sóla expresión.
— yo tampoco conozco mucho París, nací aquí pero siempre estaba en casa porque estaba muy enferma, luego nos mudamos a la mansión Landvik y al poco nos marchamos a Rumanía. Mi madre es baronesa de Oltenia y allí es donde pasamos la mayoría del tiempo, también en la corte real y a veces volvemos a París a visitar a mis tíos y a mi abuela, que viven en Beregnac. Pero creo que podré enseñarte algun rincón.
Se se colocó la bolsa en un hombro y con la otra mano se afianzó al brazo de Sirius y echaron a andar. Para cruzar hacia el barrio latino bordearon Notre Dame y los jardines traseros para cruzar por el Pont de L'Archeveche, que estaba lleno de candados anclados a sus barrotes. Se detuvo un instante a observarlos.
— son promesas. La gente ancla aquí sus promesas y buenas intenciones... me parece un gesto muy bonito. ¿Qué promesa pondrías si tuvieras que hacerlo ahora? yo creo que prometería cuidar de aquellos que amo. No quiero prometer que no les fallaré, porque eso puede pasar, aunque intente no hacerlo.
El barrio latino se desplega frente a ellos con sus bulliciosas calles, cafés, restaurantes y burdeles. Era un barrio bajo pero lleno de vida. Le señaló la iglesia de Saint Severin y el jardín medieval del museo de Cluny.
— aquí solía pasear un rato con mi abuela o con mi madre, no podía salir mucho porque no respiraba bien.— torcieron por un callejón y se detuvo frente a la pescadería mirando al ultimo piso de del edificio, una buhardilla con cristales epmlomados. Uno de ellos todavía cpnservaba las flores de papel que ella pegó...increible, habían pasado 9 años de aquello.— ésa era mi ventana.— lo dijo sin nostalgia, porque realmente ahora vivían mucho mejor, sin miseria, ni frío ni hambre, sin largas noches de tos y dolor en el pecho.— no hay que olvidar de dónde venimos, eso dice siempre mi madre, que lo que somos está formado por lo que hemos vivido, por lagente que ha estado en nuestras vidas y por nuestra propia voluntad de escoger el camino a seguir.— sonrió de nuevo cambiando el tono de voz a otro más alegre.— ¡Vamos! conozco un pequeño restaurante por aqui cerca... no es lujoso pero la comida está muy rica y suelen tener de postre crêpes dulces. Eso sí lo echo de menos en Oltenia, allí todo es más frío y desapacible.
El retrato reflejaba esa mirada taciturna perdida en las nubes y en la gente, esa mirada que callaba muchas cosas que iban por dentro, pero para quien está acostumbrada a observar durante media vida por la ventana, a analizar el lenguaje del cuerpo y los gestos porque están hablando en voz baja para que ella no escuche las malas noticias y ese tipo de cosas... a Elaine no se le escapaba ni una sóla expresión.
— yo tampoco conozco mucho París, nací aquí pero siempre estaba en casa porque estaba muy enferma, luego nos mudamos a la mansión Landvik y al poco nos marchamos a Rumanía. Mi madre es baronesa de Oltenia y allí es donde pasamos la mayoría del tiempo, también en la corte real y a veces volvemos a París a visitar a mis tíos y a mi abuela, que viven en Beregnac. Pero creo que podré enseñarte algun rincón.
Se se colocó la bolsa en un hombro y con la otra mano se afianzó al brazo de Sirius y echaron a andar. Para cruzar hacia el barrio latino bordearon Notre Dame y los jardines traseros para cruzar por el Pont de L'Archeveche, que estaba lleno de candados anclados a sus barrotes. Se detuvo un instante a observarlos.
— son promesas. La gente ancla aquí sus promesas y buenas intenciones... me parece un gesto muy bonito. ¿Qué promesa pondrías si tuvieras que hacerlo ahora? yo creo que prometería cuidar de aquellos que amo. No quiero prometer que no les fallaré, porque eso puede pasar, aunque intente no hacerlo.
El barrio latino se desplega frente a ellos con sus bulliciosas calles, cafés, restaurantes y burdeles. Era un barrio bajo pero lleno de vida. Le señaló la iglesia de Saint Severin y el jardín medieval del museo de Cluny.
— aquí solía pasear un rato con mi abuela o con mi madre, no podía salir mucho porque no respiraba bien.— torcieron por un callejón y se detuvo frente a la pescadería mirando al ultimo piso de del edificio, una buhardilla con cristales epmlomados. Uno de ellos todavía cpnservaba las flores de papel que ella pegó...increible, habían pasado 9 años de aquello.— ésa era mi ventana.— lo dijo sin nostalgia, porque realmente ahora vivían mucho mejor, sin miseria, ni frío ni hambre, sin largas noches de tos y dolor en el pecho.— no hay que olvidar de dónde venimos, eso dice siempre mi madre, que lo que somos está formado por lo que hemos vivido, por lagente que ha estado en nuestras vidas y por nuestra propia voluntad de escoger el camino a seguir.— sonrió de nuevo cambiando el tono de voz a otro más alegre.— ¡Vamos! conozco un pequeño restaurante por aqui cerca... no es lujoso pero la comida está muy rica y suelen tener de postre crêpes dulces. Eso sí lo echo de menos en Oltenia, allí todo es más frío y desapacible.
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
La joven echando su bolsa a la espalda tomó mi brazo con una inmensa sonrisa en su cara, me parecía una mujer luchadora, como si su espíritu fuera norteño, de esas que no se rinden que luchan hasta la extenuación y aun caídas se vuelven a poner en pie.
-¿Estas segura de que no corre sangre vikinga por tus venas? -pregunté con una picara sonrisa.
Era un cumplido aunque no todas las mujeres se lo tomarían como tal.
Bordeamos Notre Dame para ir hacia ese sitio que la joven pretendía mostrarme, decía que pese a ser de aquí no había visto demasiado París, gran parte de su infancia la pasó enferma y después viajó a Rumanía.
Enarqué una ceja, ahora entendía donde había escuchado su apellido antes y me paré en seco, inclinándome ligeramente ante ella.
-Sois una princesa -aseguré mas que pregunté, no se donde me he dejado mis modales, creo que allí en el norte junto a los cabeza huecas de mis hermanos.
Alcé la mirada perdiendo mis ojos en sus pardos, miré a su alrededor para asegurarme de que no hubiera peligro alguno.
-Señorita, permitame decirle que no es apropiado que andáis sin escolta, podría pasaros cualquier cosa, sois imprudente, me atrevería a decir que temeraria.
Negué con la cabeza, mirándola fijamente, yo era hijo de un conde, resuelto con la espada y un peligro potencial con la magia, pero ella era hija de un rey ¿como demonios era tan humilde?
Admito que en ese instante quedé fascinado, las princesas que conocía eran altivas, te miraban por encima del hombro y hacina gala de su poder para apropiarse de todo aquello que se les antojaba por capricho, fuera una nueva criada, un vestido o un hombre …
Ella tiró de mi brazo riéndose por mi reacción mientras yo seguía negando ahora con una sonrisa pintada en los labios. Nos detuvimos en un puente, su barandilla estaba plagada de candados, según ella allí se dejaban las promesas de buenas intenciones, me preguntó de tener un candado cual seria la mía.
Sonreí de medio lado separándome un instante hacia una anciana que sentada en el suelo y frente a una pequeña manta vendía candados para los transeúntes.
Le di mas francos de los necesarios y esta agradecida me dio dos candados.
Regresé junto a la princesa con una picara sonrisa.
-Ya tenemos candado, piensa tu deseo o lo que quiera que sea eso que has de prometer. En mi caso, prometo que algún día volveremos a encontrarnos.
Me agaché anclandolo a la barandilla y cerrándolo poco después sellando así mi promesa hecha a la princesa rumana.
Una vez ella hizo lo propio emprendimos camino hacia el barrio latino, estaba plagado de restaurantes, tabernas y burdeles, se me antojaba algo extraño el modo de su mancebía, parecía tener una connotación negativa, como si el sexo en París estuviera prohibido, oculto, intimo, mientras en el norte era el pan nuestro de cada día..bueno, para todos, menos para mi.
Despegué mis ojos de la puerta del prostíbulo alzando mis azules hacia el ventanal donde la joven decía haber pasado su infancia.
-Estoy de acuerdo, no hay que olvidar de donde venimos, pero eso tampoco puede cegarnos y prohibirnos ver a donde vamos ¿no crees?
Ahora iba entendiendo de donde nacía su humildad, estaba seguro que su madre tenia que ser una gran mujer con los pies en la tierra.
-¿y si, cogemos la comida y subimos a tu antigua habitación a comerla allí? -pregunté – a fin de cuentas, ambos estamos acostumbrados a los castillos, una dosis de casa pequeña me parece una buena idea, ademas -señalé un ventanal por el que no nos resultaría difícil trepar -desde ahí arriba se verá bien el firmamento ¿que me dices?
-¿Estas segura de que no corre sangre vikinga por tus venas? -pregunté con una picara sonrisa.
Era un cumplido aunque no todas las mujeres se lo tomarían como tal.
Bordeamos Notre Dame para ir hacia ese sitio que la joven pretendía mostrarme, decía que pese a ser de aquí no había visto demasiado París, gran parte de su infancia la pasó enferma y después viajó a Rumanía.
Enarqué una ceja, ahora entendía donde había escuchado su apellido antes y me paré en seco, inclinándome ligeramente ante ella.
-Sois una princesa -aseguré mas que pregunté, no se donde me he dejado mis modales, creo que allí en el norte junto a los cabeza huecas de mis hermanos.
Alcé la mirada perdiendo mis ojos en sus pardos, miré a su alrededor para asegurarme de que no hubiera peligro alguno.
-Señorita, permitame decirle que no es apropiado que andáis sin escolta, podría pasaros cualquier cosa, sois imprudente, me atrevería a decir que temeraria.
Negué con la cabeza, mirándola fijamente, yo era hijo de un conde, resuelto con la espada y un peligro potencial con la magia, pero ella era hija de un rey ¿como demonios era tan humilde?
Admito que en ese instante quedé fascinado, las princesas que conocía eran altivas, te miraban por encima del hombro y hacina gala de su poder para apropiarse de todo aquello que se les antojaba por capricho, fuera una nueva criada, un vestido o un hombre …
Ella tiró de mi brazo riéndose por mi reacción mientras yo seguía negando ahora con una sonrisa pintada en los labios. Nos detuvimos en un puente, su barandilla estaba plagada de candados, según ella allí se dejaban las promesas de buenas intenciones, me preguntó de tener un candado cual seria la mía.
Sonreí de medio lado separándome un instante hacia una anciana que sentada en el suelo y frente a una pequeña manta vendía candados para los transeúntes.
Le di mas francos de los necesarios y esta agradecida me dio dos candados.
Regresé junto a la princesa con una picara sonrisa.
-Ya tenemos candado, piensa tu deseo o lo que quiera que sea eso que has de prometer. En mi caso, prometo que algún día volveremos a encontrarnos.
Me agaché anclandolo a la barandilla y cerrándolo poco después sellando así mi promesa hecha a la princesa rumana.
Una vez ella hizo lo propio emprendimos camino hacia el barrio latino, estaba plagado de restaurantes, tabernas y burdeles, se me antojaba algo extraño el modo de su mancebía, parecía tener una connotación negativa, como si el sexo en París estuviera prohibido, oculto, intimo, mientras en el norte era el pan nuestro de cada día..bueno, para todos, menos para mi.
Despegué mis ojos de la puerta del prostíbulo alzando mis azules hacia el ventanal donde la joven decía haber pasado su infancia.
-Estoy de acuerdo, no hay que olvidar de donde venimos, pero eso tampoco puede cegarnos y prohibirnos ver a donde vamos ¿no crees?
Ahora iba entendiendo de donde nacía su humildad, estaba seguro que su madre tenia que ser una gran mujer con los pies en la tierra.
-¿y si, cogemos la comida y subimos a tu antigua habitación a comerla allí? -pregunté – a fin de cuentas, ambos estamos acostumbrados a los castillos, una dosis de casa pequeña me parece una buena idea, ademas -señalé un ventanal por el que no nos resultaría difícil trepar -desde ahí arriba se verá bien el firmamento ¿que me dices?
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
La joven hizo una mueca de resignación, su situación era compleja y ya que estaban hablando de ello, no iba a andarse con medias tintas.
— no soy una princesa... Damon Landvik es para mi el único padre que he tenido aunque no nos una la sangre, de la misma forma que mi madre lo considera su esposo, pero ante los ojos de la ley no somos nada. Como ya sabrás, la reina de Rumanía es otra, mi madre sólo es considerada como una cortesana...pero su historia es mucho mas compleja de lo que parece. Ellos estaban prometidos cuando llegó la noticia de que Damon debía casarse por obligación y... bueno, se complicó todo.— se encogió de hombros.— como mucho soy la heredera de la baronía de Oltenia, nada más. Así que me ganas en rango, porque eres hijo de un conde, aunque todo el mundo sepa que Cannif debería ser el legítimo rey de Noruega.
Ante el comentario de llevar guardaespaldas le restó importancia con un gesto de la mano.
— poca gente sabe quién soy, y menos aquí, porque cuando vivíamos en París después de que mi familia perdiera los títulos, mi madre era sirvienta, no ibamos a fiestas ni nos conocía nadie. Además...¿quién dice que no me pueda defender? he entrenado con mi manada, sé usar la daga y el cuchillo...vale, no tan bien como un guerrero norteño, pero me apaño.— le guiñó el ojo. Costaba creerlo por la fragilidad de su anatomía, pero ciertamente sabía combatir para defenderse.
Cuando Sirius cerró su candado se quedó algo pensativa. ¿Eso es lo que había pedido él? Era un deseo que la implicaba directamente, ella había pedido algo más trascendental. Pero no por eso iba a negar que también era un deseo que ella sentía.
— ¡Oh! pues menos mal que lo pediste tú...porque yo pedí otra cosa. De todas formas, pensaba que los deseos se plegaban a la voluntad de los brujos, que tenéis la capacidad de hacer que las cosas sucedan...— rió divertida.— debes pensar que soy una ignorante!! pero sólo he conocido otra bruja y la odio...la reina. Es vil, es mala persona, ambiciosa, egoísta, cruel...tú en cambio no eres así. No soy bruja, pero lo sé, llámalo...sentido animal.
Caminaron por los barrios bajos charlando tranquilamente y cuando le propuso subir a su antigua casa enarcó las cejas.
— no sé si vivirá alguien allí, preguntemos al portero.— cuando lo encontraron, éste apenas la reconoció, pero una vez supo quien era se alegró de verla, pero sobre todo se alegró de saber que tenía monedas para pagar. No estaba habitada desde hacía un año, así que estaría sucia, pero qué más daba. Compraron la comida y se la llevaron a la buhardilla.
Cuando entró vio que estaba algo cambiada, era lo normal, habría vivido más gente allí después de que ellas se marcharan, pero seguía siendo la misma. Acarició con los dedos un dibujo que pintó sobre unas maderas y que seguía estando allí, era una casa, un árbol y unos pajaritos. Debía tener 5 o 6 años cuando lo hizo y estaba empezando a perder el color. Pasó un paño por la mesa, que tenía polvo y dejaron allí los víveres. Encontró unas velas y la encendió, empezaba a oscurecer.
— no es el Ritz, pero hay lugares peores, al menos yo tenía un techo bajo el que dormir. ¿Cómo es tu hogar?.— invitó a Sirius a que le contase más sobre su vida en Noruega, sobre su casa, su familia...le apetecía conocerlo, era una de esas pocas personas que era honesto con su condicion, él sabía que era un peligro y la había avisado de ello, sólo por esa sinceridad y esa disposición a ayudarla, quería conocer más de ese hombre.
— no soy una princesa... Damon Landvik es para mi el único padre que he tenido aunque no nos una la sangre, de la misma forma que mi madre lo considera su esposo, pero ante los ojos de la ley no somos nada. Como ya sabrás, la reina de Rumanía es otra, mi madre sólo es considerada como una cortesana...pero su historia es mucho mas compleja de lo que parece. Ellos estaban prometidos cuando llegó la noticia de que Damon debía casarse por obligación y... bueno, se complicó todo.— se encogió de hombros.— como mucho soy la heredera de la baronía de Oltenia, nada más. Así que me ganas en rango, porque eres hijo de un conde, aunque todo el mundo sepa que Cannif debería ser el legítimo rey de Noruega.
Ante el comentario de llevar guardaespaldas le restó importancia con un gesto de la mano.
— poca gente sabe quién soy, y menos aquí, porque cuando vivíamos en París después de que mi familia perdiera los títulos, mi madre era sirvienta, no ibamos a fiestas ni nos conocía nadie. Además...¿quién dice que no me pueda defender? he entrenado con mi manada, sé usar la daga y el cuchillo...vale, no tan bien como un guerrero norteño, pero me apaño.— le guiñó el ojo. Costaba creerlo por la fragilidad de su anatomía, pero ciertamente sabía combatir para defenderse.
Cuando Sirius cerró su candado se quedó algo pensativa. ¿Eso es lo que había pedido él? Era un deseo que la implicaba directamente, ella había pedido algo más trascendental. Pero no por eso iba a negar que también era un deseo que ella sentía.
— ¡Oh! pues menos mal que lo pediste tú...porque yo pedí otra cosa. De todas formas, pensaba que los deseos se plegaban a la voluntad de los brujos, que tenéis la capacidad de hacer que las cosas sucedan...— rió divertida.— debes pensar que soy una ignorante!! pero sólo he conocido otra bruja y la odio...la reina. Es vil, es mala persona, ambiciosa, egoísta, cruel...tú en cambio no eres así. No soy bruja, pero lo sé, llámalo...sentido animal.
Caminaron por los barrios bajos charlando tranquilamente y cuando le propuso subir a su antigua casa enarcó las cejas.
— no sé si vivirá alguien allí, preguntemos al portero.— cuando lo encontraron, éste apenas la reconoció, pero una vez supo quien era se alegró de verla, pero sobre todo se alegró de saber que tenía monedas para pagar. No estaba habitada desde hacía un año, así que estaría sucia, pero qué más daba. Compraron la comida y se la llevaron a la buhardilla.
Cuando entró vio que estaba algo cambiada, era lo normal, habría vivido más gente allí después de que ellas se marcharan, pero seguía siendo la misma. Acarició con los dedos un dibujo que pintó sobre unas maderas y que seguía estando allí, era una casa, un árbol y unos pajaritos. Debía tener 5 o 6 años cuando lo hizo y estaba empezando a perder el color. Pasó un paño por la mesa, que tenía polvo y dejaron allí los víveres. Encontró unas velas y la encendió, empezaba a oscurecer.
— no es el Ritz, pero hay lugares peores, al menos yo tenía un techo bajo el que dormir. ¿Cómo es tu hogar?.— invitó a Sirius a que le contase más sobre su vida en Noruega, sobre su casa, su familia...le apetecía conocerlo, era una de esas pocas personas que era honesto con su condicion, él sabía que era un peligro y la había avisado de ello, sólo por esa sinceridad y esa disposición a ayudarla, quería conocer más de ese hombre.
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Unos cuantos francos bastaron para convencer a ese hombre que nos dejara pasar, sinceramente el plan b no se me antojaba malo tampoco, entraríamos volando por la ventana, pero sin duda así era mas fácil y nos traería menos problemas que hacerlo de forma clandestina.
Compramos algo de cena, una botella de agua y subimos al piso donde había pasado gran parte de su infancia.
La joven limpió la mesa con un trapo mientras yo iba sacando de la bolsa los dos bocadillos que nos habían preparado, carne, queso, lechuga, un poco de banco, mayonesa,la verdad, tenia muy buena pinta.
-En peores sitios he dormido, la guerra es lo que tiene, suele producirse en lugares poco cómodos, allí no nos acompañan los blandos lechos, si no con suerte, unas pieles en el suelo bajo una carpa si es un asedio y ni eso, si es el choque de dos ejércitos donde el cielo raso se convierte en tu único tejado y una fogata en la fuente de calor de los que no han sido llamados a la gran cena en el Valhala.
Ladeé la sonrisa por como me miraba, me encogí de hombros llevando el bocadillo a mis labios.
-Supongo que solo los vikingos nos entendemos -me eché a reír mirándola -la verdad, mi infancia ha sido feliz.
No sabia bien como explicarle para que pudiera comprender...
-A ver, yo soy hijo de Höor, aunque no fui engendrado en este tiempo, si no en una realidad paralela donde Valeria, su mujer no existe. Padre visitó esa realidad y de allí me trajo pues era perseguido por la inquisición y el Höor de allí no podía hacer nada por mantenerme a salvo.
Desconozco quien es mi madre, por mas que le he preguntado a padre ha sido una pregunta sin respuesta, así que un día dejé de preguntar.
Mi padre ha hecho un buen trabajo conmigo, el primer día que llegué a su casa, ahora mi hogar, prendí un fuego en la habitación de su descendencia, mis hermanos, casi los mato a todos...lo fácil hubiera sido librarse de mi, por el contrario Höor no lo hizo, me ha educado, me ha ayudado a buscar un auto control que no tengo y que me cuesta mucho alcanzar en ocasiones en las que la ira, la rabia, la excitación y unas cuantas cosas mas me invade...he mejorado, ahora soy capaz de ir calmándome y detenerme...bueno, soy capaz aveces.
Hice una pausa dando un nuevo bocado al bocadillo.
-Joder que bueno esta -apunté con una ladeada sonrisa cogiendo el vaso de agua que la licantropo me había servido.
-El norte te gustaría, tiene frondosos bosques por los que correr, digamos que allí tu forma animal se sentiría en casa, la fortaleza de mi padre es enorme, allí la gente vive feliz, mis hermanos son unos cabezas huecas con los que te lo pasarías bien, serias carnaza fresca para ellos, pero por lo demás -bromeé entre risas -el norte es un lugar mágico, algún día te lo mostraré. Puedes bañarte en sus ríos, lagos, vernos entrenar y por la noche todos salen y van a beber a la taberna, se divierten, yo suelo hacer vida mas tranquila, me limito a estudiar los libros...aunque alguna vez que otra los acompaño.
Compramos algo de cena, una botella de agua y subimos al piso donde había pasado gran parte de su infancia.
La joven limpió la mesa con un trapo mientras yo iba sacando de la bolsa los dos bocadillos que nos habían preparado, carne, queso, lechuga, un poco de banco, mayonesa,la verdad, tenia muy buena pinta.
-En peores sitios he dormido, la guerra es lo que tiene, suele producirse en lugares poco cómodos, allí no nos acompañan los blandos lechos, si no con suerte, unas pieles en el suelo bajo una carpa si es un asedio y ni eso, si es el choque de dos ejércitos donde el cielo raso se convierte en tu único tejado y una fogata en la fuente de calor de los que no han sido llamados a la gran cena en el Valhala.
Ladeé la sonrisa por como me miraba, me encogí de hombros llevando el bocadillo a mis labios.
-Supongo que solo los vikingos nos entendemos -me eché a reír mirándola -la verdad, mi infancia ha sido feliz.
No sabia bien como explicarle para que pudiera comprender...
-A ver, yo soy hijo de Höor, aunque no fui engendrado en este tiempo, si no en una realidad paralela donde Valeria, su mujer no existe. Padre visitó esa realidad y de allí me trajo pues era perseguido por la inquisición y el Höor de allí no podía hacer nada por mantenerme a salvo.
Desconozco quien es mi madre, por mas que le he preguntado a padre ha sido una pregunta sin respuesta, así que un día dejé de preguntar.
Mi padre ha hecho un buen trabajo conmigo, el primer día que llegué a su casa, ahora mi hogar, prendí un fuego en la habitación de su descendencia, mis hermanos, casi los mato a todos...lo fácil hubiera sido librarse de mi, por el contrario Höor no lo hizo, me ha educado, me ha ayudado a buscar un auto control que no tengo y que me cuesta mucho alcanzar en ocasiones en las que la ira, la rabia, la excitación y unas cuantas cosas mas me invade...he mejorado, ahora soy capaz de ir calmándome y detenerme...bueno, soy capaz aveces.
Hice una pausa dando un nuevo bocado al bocadillo.
-Joder que bueno esta -apunté con una ladeada sonrisa cogiendo el vaso de agua que la licantropo me había servido.
-El norte te gustaría, tiene frondosos bosques por los que correr, digamos que allí tu forma animal se sentiría en casa, la fortaleza de mi padre es enorme, allí la gente vive feliz, mis hermanos son unos cabezas huecas con los que te lo pasarías bien, serias carnaza fresca para ellos, pero por lo demás -bromeé entre risas -el norte es un lugar mágico, algún día te lo mostraré. Puedes bañarte en sus ríos, lagos, vernos entrenar y por la noche todos salen y van a beber a la taberna, se divierten, yo suelo hacer vida mas tranquila, me limito a estudiar los libros...aunque alguna vez que otra los acompaño.
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
— Oh, sí, el asunto ese del Valhalla...tienes razón, estáis todos fatal de la cabeza y sólo vostros los entendéis.— bromeó riendose mientras le daba un bocado al bocadillo.— yo no creo en los dioses, la verdad. Creo que mi madré rezó a todos los que existen y jamás escucharon sus súplicas, tuvo que ser un licántropo el que me salvó de la muerte segura.— se encogió de hombros.— de pequeña me gustaba pensar que había un cielo lleno de ángeles y que si debía ir allí, estaría bien. Pero bueno, luego deje de creerlo.
Escuchó atenta su relato sobre su nacimiento, era absolutamente fascinante, no podía dejar de pensar en mil preguntas que le gustaría hacerle.
— ¿de otro tiempo futuro? ¿y cómo es? lo recuerdas? es muy distinto a este? ah... eras muy pequeño... ¿lo ves? los hechiceros podéis hacer grandes cosas, yo sólo puedo gruñir, aullar y...aniquilar a zarpazos y mordiscos.— aunque por su naturaleza licántropa también era fuerte, leal, fiel hasta la muerte y ningun miembro de la manada se dejaba atrás. Sólo que todas esas cosas aún tenía que descubrirlas y ser consciente de que las tenía.— has tenido un padre ejemplar, tienes mucha suerte. ¿Puedo contarte un secreto? mi madre tampoco me ha dicho nunca quien es mi padre de verdad, pero yo sospecho de alguien. He hilado cabos, y por las fechas, creo que es el Barón D'Entourage, la casa donde servía entonces. La verdad es que nunca he querido saber nada, porque no eligió a mi madre, así que no tiene nada que ver conmigo. Damon ha sido un buen padre para mi. Pero ahora que estoy en París... tengo curiosidad por saber quién es, verlo, aunque sea de lejos. ¿Me acompañarías un día de estos a conocerlo? creo que irá a la Ópera mañana y pasado.
Escuchó cómo le hablaba de sus tierras noruegas y se quedó prendada de su expresión risueña, esa que debía ser muy cara de ver. Se le desmontó el bocadillo y se le escurrió la lechuga por debajo al no estar atenta, la recolocó y volvió a morder.
— Se te iluminan los ojos cuando hablas de tu hogar... me gustaría conocerlo. En Rumanía también hay frondosos bosques y ríos, pero la gente es gris, triste y adusta, como si algo hubiera arrasado su felicidad hace siglos. Es un país triste. Lo cierto es que no siento apego por Oltenia y de París no tengo muy buenos recuerdos, no podría decir que ningun lugar me haya capturado.
Cuando le habló de sus hermanos que eran cabezahuecas y que él solía quedarse estudiando, entendió que se sentía fuera de lugar. Alargó la mano y la puso sobre el dorso de la del brujo.
— Sirius... vienes de otro tiempo, tienes un poder tremendo y es normal que te sientas diferente, fuera de lugar. Pero algun dia lo encontrarás, el equilibrio, me refiero. Y las cosas cambiarán, estoy segura.
Necesitaba pensar eso, porque aunque ella había encontrado en su licantropía un camino, no era el que ella deseaba, no despuntaba por ser la más fuerte, la más fiera, ni la mejor, ni siquiera se controlaba a veces. Pero estaba convencida de que algun dia todo aquello por lo que había pasado tendría un sentido concreto.
Escuchó atenta su relato sobre su nacimiento, era absolutamente fascinante, no podía dejar de pensar en mil preguntas que le gustaría hacerle.
— ¿de otro tiempo futuro? ¿y cómo es? lo recuerdas? es muy distinto a este? ah... eras muy pequeño... ¿lo ves? los hechiceros podéis hacer grandes cosas, yo sólo puedo gruñir, aullar y...aniquilar a zarpazos y mordiscos.— aunque por su naturaleza licántropa también era fuerte, leal, fiel hasta la muerte y ningun miembro de la manada se dejaba atrás. Sólo que todas esas cosas aún tenía que descubrirlas y ser consciente de que las tenía.— has tenido un padre ejemplar, tienes mucha suerte. ¿Puedo contarte un secreto? mi madre tampoco me ha dicho nunca quien es mi padre de verdad, pero yo sospecho de alguien. He hilado cabos, y por las fechas, creo que es el Barón D'Entourage, la casa donde servía entonces. La verdad es que nunca he querido saber nada, porque no eligió a mi madre, así que no tiene nada que ver conmigo. Damon ha sido un buen padre para mi. Pero ahora que estoy en París... tengo curiosidad por saber quién es, verlo, aunque sea de lejos. ¿Me acompañarías un día de estos a conocerlo? creo que irá a la Ópera mañana y pasado.
Escuchó cómo le hablaba de sus tierras noruegas y se quedó prendada de su expresión risueña, esa que debía ser muy cara de ver. Se le desmontó el bocadillo y se le escurrió la lechuga por debajo al no estar atenta, la recolocó y volvió a morder.
— Se te iluminan los ojos cuando hablas de tu hogar... me gustaría conocerlo. En Rumanía también hay frondosos bosques y ríos, pero la gente es gris, triste y adusta, como si algo hubiera arrasado su felicidad hace siglos. Es un país triste. Lo cierto es que no siento apego por Oltenia y de París no tengo muy buenos recuerdos, no podría decir que ningun lugar me haya capturado.
Cuando le habló de sus hermanos que eran cabezahuecas y que él solía quedarse estudiando, entendió que se sentía fuera de lugar. Alargó la mano y la puso sobre el dorso de la del brujo.
— Sirius... vienes de otro tiempo, tienes un poder tremendo y es normal que te sientas diferente, fuera de lugar. Pero algun dia lo encontrarás, el equilibrio, me refiero. Y las cosas cambiarán, estoy segura.
Necesitaba pensar eso, porque aunque ella había encontrado en su licantropía un camino, no era el que ella deseaba, no despuntaba por ser la más fuerte, la más fiera, ni la mejor, ni siquiera se controlaba a veces. Pero estaba convencida de que algun dia todo aquello por lo que había pasado tendría un sentido concreto.
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Elaine no paraba de preguntar, era como si todo le fascinara, a diferencia de la mayoría de las norteñas que lo que les fascinaba realmente era como mi hermano manejaba sus gemelas o Ubbe el general del ejercito blandía la bastarda.
Realmente nunca destaqué, quedaba eclipsado por su carisma, ellos atraían todas las miradas y admito que en parte eso me ayudaba a permanecer en un segundo plano donde me sentía francamente cómodo.
-No recuerdo nada de ese tiempo en el que nací, era un niño de apenas dos años cuando mi padre me trajo a esta realidad, la verdad es que no querría volver aunque padre siempre me preparó para que algún día alguien de esa realidad se hiciera patente en esta.
No los culpo, mi padre me explicó que su decisión fue desesperada, que porque me querían me colocaron en sus brazos y juro por Odin que no los odio, pero para mi, mi padre es Höor, este Höor ¿lo entiendes?
Di un nuevo bocado del bocadillo, la miraba riéndome por lo que había dicho del Valhalla.
-Solo un norteño puede entenderlo -apunté con cierta diversión -Los dioses existen, de echo esta Bröok, es hijo de uno de los generales de mi padre y visita Asagard cada vez que le viene en gana.
Me llevaba bien con Bröok, en ocasiones estudiamos juntos en la biblioteca, pero claro pronto llegaba Orn y Dritt y se lo llevaban a la taberna.
Escuché su relato en silencio, entendía por una parte que tuviera esa necesidad de ver a su padre, a mi también me carcomía la curiosidad de saber quien era la mía y porque guardarme el secreto cuando mi padre siempre había sido sincero en todo conmigo.
-Lo entiendo, te acompañaré, a fin de cunetas no puedo dejar a una licantropo descontrolada en la opera -me eche a reír, la verdad es que yo era el caotico, pero darle humor a la situación y ver su cara mientras fruncía el ceño no tenia precio.
Estaba cómodo con ella, hablábamos, nos habíamos contado cosas que posiblemente jamas hubiéramos confesado a un extraño y admito que ver como casi se le cae el bocadillo de las manos me hizo reír a carcajadas.
-El norte te atraparía, allí todo es diferente, no se bien porque pero acabas amando cada piedra, cada junco, cada palmo de tierra.
Te gustará conocerlo, es mas, haré una excepción e iré esa noche a la taberna contigo -bromeé guiñándole un ojo.
Me quedé quieto cuando posó su mano en la mía, fue un instante, me pillo de improvisto, tiempo suficiente para que pequeñas gotas de lluvia arrecieran sobre el cristal, pero lo controlé con rapidez disimulando.
-No es que mis hermanos me hagan de lado, todo lo contrario, no dejan de insistir en que los acompañe a todos lados.
Me tratan bien, es mas no consienten que nadie rumoreé sobre mi aunque todos los hacen.
El problema no es de ellos, es mio, si no consigo controlarme sobrio ¿como hacerlo ebrio?
Ademas, ya te he dicho que no controlo bien ciertas emociones, rabia, ira... -dejé en putos suspensivos lo evidente.
En la taberna muchas eran las chicas que sentían curiosidad por mi y bueno, hablar era una cosa pero cuando la cosa llegaba a mayores...
Realmente nunca destaqué, quedaba eclipsado por su carisma, ellos atraían todas las miradas y admito que en parte eso me ayudaba a permanecer en un segundo plano donde me sentía francamente cómodo.
-No recuerdo nada de ese tiempo en el que nací, era un niño de apenas dos años cuando mi padre me trajo a esta realidad, la verdad es que no querría volver aunque padre siempre me preparó para que algún día alguien de esa realidad se hiciera patente en esta.
No los culpo, mi padre me explicó que su decisión fue desesperada, que porque me querían me colocaron en sus brazos y juro por Odin que no los odio, pero para mi, mi padre es Höor, este Höor ¿lo entiendes?
Di un nuevo bocado del bocadillo, la miraba riéndome por lo que había dicho del Valhalla.
-Solo un norteño puede entenderlo -apunté con cierta diversión -Los dioses existen, de echo esta Bröok, es hijo de uno de los generales de mi padre y visita Asagard cada vez que le viene en gana.
Me llevaba bien con Bröok, en ocasiones estudiamos juntos en la biblioteca, pero claro pronto llegaba Orn y Dritt y se lo llevaban a la taberna.
Escuché su relato en silencio, entendía por una parte que tuviera esa necesidad de ver a su padre, a mi también me carcomía la curiosidad de saber quien era la mía y porque guardarme el secreto cuando mi padre siempre había sido sincero en todo conmigo.
-Lo entiendo, te acompañaré, a fin de cunetas no puedo dejar a una licantropo descontrolada en la opera -me eche a reír, la verdad es que yo era el caotico, pero darle humor a la situación y ver su cara mientras fruncía el ceño no tenia precio.
Estaba cómodo con ella, hablábamos, nos habíamos contado cosas que posiblemente jamas hubiéramos confesado a un extraño y admito que ver como casi se le cae el bocadillo de las manos me hizo reír a carcajadas.
-El norte te atraparía, allí todo es diferente, no se bien porque pero acabas amando cada piedra, cada junco, cada palmo de tierra.
Te gustará conocerlo, es mas, haré una excepción e iré esa noche a la taberna contigo -bromeé guiñándole un ojo.
Me quedé quieto cuando posó su mano en la mía, fue un instante, me pillo de improvisto, tiempo suficiente para que pequeñas gotas de lluvia arrecieran sobre el cristal, pero lo controlé con rapidez disimulando.
-No es que mis hermanos me hagan de lado, todo lo contrario, no dejan de insistir en que los acompañe a todos lados.
Me tratan bien, es mas no consienten que nadie rumoreé sobre mi aunque todos los hacen.
El problema no es de ellos, es mio, si no consigo controlarme sobrio ¿como hacerlo ebrio?
Ademas, ya te he dicho que no controlo bien ciertas emociones, rabia, ira... -dejé en putos suspensivos lo evidente.
En la taberna muchas eran las chicas que sentían curiosidad por mi y bueno, hablar era una cosa pero cuando la cosa llegaba a mayores...
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Lo entendía, el hogar de uno era donde estaba la gente que amaba, la sangre te hace pariente, pero la lealtad te hace familia.
— Oh, no! no pienso ir a la taberna donde habrán un montón de vikingos borrachos queriendo meterme mano. Seguro que no todos saben hacer reverencias como tú... que por cierto, se te da fatal.— estalló en carcajadas al decirlo. Realmente estaba cómoda hablando con Sirius, le contaba cosas que ella sólo podía imaginar, y su mente creativa, llena de imaginación, ya estaba deseando dibujarlo, o escribirlo, o vete a saber.
— Si, claro, una licántropo descontrolada en la Opera...uhhh que miedo, que llamen al brujo que cuando se enfada hunde barcos chasqueando los dedos!!.— estaba bien reirse un poco, bromear sobre aquellas cosas que de normal no eran cosa de broma.— pues tendrías que verme en luna llena, soy monísima. Doblo mi tamaño, la mandibula se me desencaja para poder dar paso a dos colmillos así...— hizo un gesto con los dedos mostrándole el tamaño que adquirian, que no era nada desdeñable.— los ojos se me ponen amarillos y refulgentes... vamos, perfecta para ir a la Opera, monísima.
— Bueno, es un hecho que conoceré el norte, porque lo has anclado en el candado del puente, y eso debe cumplirse. Haces bien en no beber, yo tampoco bebo, no por nada, es que me han dado tantas medicinas en mi vida que todos los alcoholes me recuerdan a ellas.— notó que al rozarlo la lluvia se estampó contra el cristal. ¿Hasta tal punto se descontrolaba? Pues eso sí que era un problema gordo. Los hombres solían tener necesidades que aliviar, y más en las sociedades liberales como la vikinga, donde no estaba mal visto el libertinaje.
— no sé qué decirte sobre esos rumores... supongo que si no haces lo que los demás, es normal que siempre murmuren. Yo no sé muy bien qué pensar respecto a ese tema, el del sexo sin matrimonio. Tengo un ejemplo atípico en casa. Por un lado...mi madre me tuvo a mi por un error fatal, por entregarse a quien no la merecía. Pagó con sangre, sudor y lágrimas su error, aunque ahora esté bien. Y por otro lado...ella sigue con Damon aunque no sean oficialmente nada, pero se aman...es todo muy complejo ¿no crees? Los hombres no teneis responsabilidad si hay un error, pero en la sociedad europea, si eso sucede, la mujer está manchada para siempre. Creo que no quiero pasar por lo que pasó mi madre.
— Oh, no! no pienso ir a la taberna donde habrán un montón de vikingos borrachos queriendo meterme mano. Seguro que no todos saben hacer reverencias como tú... que por cierto, se te da fatal.— estalló en carcajadas al decirlo. Realmente estaba cómoda hablando con Sirius, le contaba cosas que ella sólo podía imaginar, y su mente creativa, llena de imaginación, ya estaba deseando dibujarlo, o escribirlo, o vete a saber.
— Si, claro, una licántropo descontrolada en la Opera...uhhh que miedo, que llamen al brujo que cuando se enfada hunde barcos chasqueando los dedos!!.— estaba bien reirse un poco, bromear sobre aquellas cosas que de normal no eran cosa de broma.— pues tendrías que verme en luna llena, soy monísima. Doblo mi tamaño, la mandibula se me desencaja para poder dar paso a dos colmillos así...— hizo un gesto con los dedos mostrándole el tamaño que adquirian, que no era nada desdeñable.— los ojos se me ponen amarillos y refulgentes... vamos, perfecta para ir a la Opera, monísima.
— Bueno, es un hecho que conoceré el norte, porque lo has anclado en el candado del puente, y eso debe cumplirse. Haces bien en no beber, yo tampoco bebo, no por nada, es que me han dado tantas medicinas en mi vida que todos los alcoholes me recuerdan a ellas.— notó que al rozarlo la lluvia se estampó contra el cristal. ¿Hasta tal punto se descontrolaba? Pues eso sí que era un problema gordo. Los hombres solían tener necesidades que aliviar, y más en las sociedades liberales como la vikinga, donde no estaba mal visto el libertinaje.
— no sé qué decirte sobre esos rumores... supongo que si no haces lo que los demás, es normal que siempre murmuren. Yo no sé muy bien qué pensar respecto a ese tema, el del sexo sin matrimonio. Tengo un ejemplo atípico en casa. Por un lado...mi madre me tuvo a mi por un error fatal, por entregarse a quien no la merecía. Pagó con sangre, sudor y lágrimas su error, aunque ahora esté bien. Y por otro lado...ella sigue con Damon aunque no sean oficialmente nada, pero se aman...es todo muy complejo ¿no crees? Los hombres no teneis responsabilidad si hay un error, pero en la sociedad europea, si eso sucede, la mujer está manchada para siempre. Creo que no quiero pasar por lo que pasó mi madre.
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
No podía parar de reírme por los mordaces comentarios de la loba, cierto era que mis reverencias eran una mierda, pero la verdad, allí en el norte eso no se llevaba.
Nosotros eramos mas rudos, nuestros saludos nada tenían que ver con reverencias, bueno ya lo vería si algún día me visitaba en el norte.
-Beber esta bien, a mi si me gusta el sabor de la hidromiel, la cerveza, no es ese el problema -aseguré.
No me gustaba tener que controlarme siempre, a mi también me gustaría ir con mis hermanos, beber como ellos, emborracharme y sentirme por una noche tan libre como ellos lo hacen, pero yo siempre iba con el freno echado, si un hermano mio se descontrolaba como mucho le partía la cara a alguien, si lo hacia yo, podía partir con un rayo a cualquiera y de paso quemar la taberna con todos dentro...esa era la diferencia, ese era el motivo por el que nunca me divertía, por el que tras una victoria mientras todos lo celebraban con hidromiel en el gran salón, yo me limitaba a ver todo desde la distancia, supongo que grandes poderes conllevan enormes responsabilidades...
-Cierto, estas en la obligación de hacerme una visita, lo dice el candado -bromeé guiñándole un ojo.
Ahora hablaba del tema en cuestión, el sexo, ese gran desconocido tabú para mi.
-En el norte el sexo forma parte de nuestra cultura, sexo esporádico, libre. Para nosotros es parte de nuestro ser, supongo que todo va ligado, matamos, bebemos y follamos -dije entre risas – allí las mujeres toman unas plantas, hongos etc para no quedarse en cinta y dejan de hacerlo cuando su relación con un hombre pasa a ser un compromiso, una boda...
Para nosotros los vikingos el linaje lo es todo, tener descendencia, muchos hijos es una bendición de los dioses, nuestro legado.
Ladeé la sonrisa imaginando lo que me diría mi hermano dándome una colleja “para tener un legado hay que follar”
Como si eso para mi fuera tan fácil, aparté la mirada de ella, ese tema francamente si me jodía, yo tenia mis necesidades como todos los demás, pero hasta para eso me tenia que controlar, estaba hasta los cojones del maldito auto-control.
La loba me miraba fijamente, supongo que notó mi desazón, así que me limité a sonreír quitando importancia a todo aquello.
-En París las mujeres sois distintas, una norteña toma lo que quiere cuando quiere, sin miedo a ser mal mirada, vosotras parecéis de cristal. Mi madrastra me ha contado que quedáis con los hombres vigiladas por vuestras doncellas, claro que -sonreí con picardia -no veo doncellas por aquí y yo soy un hombre.
Me eche a reír por la cara que puso.
Nosotros eramos mas rudos, nuestros saludos nada tenían que ver con reverencias, bueno ya lo vería si algún día me visitaba en el norte.
-Beber esta bien, a mi si me gusta el sabor de la hidromiel, la cerveza, no es ese el problema -aseguré.
No me gustaba tener que controlarme siempre, a mi también me gustaría ir con mis hermanos, beber como ellos, emborracharme y sentirme por una noche tan libre como ellos lo hacen, pero yo siempre iba con el freno echado, si un hermano mio se descontrolaba como mucho le partía la cara a alguien, si lo hacia yo, podía partir con un rayo a cualquiera y de paso quemar la taberna con todos dentro...esa era la diferencia, ese era el motivo por el que nunca me divertía, por el que tras una victoria mientras todos lo celebraban con hidromiel en el gran salón, yo me limitaba a ver todo desde la distancia, supongo que grandes poderes conllevan enormes responsabilidades...
-Cierto, estas en la obligación de hacerme una visita, lo dice el candado -bromeé guiñándole un ojo.
Ahora hablaba del tema en cuestión, el sexo, ese gran desconocido tabú para mi.
-En el norte el sexo forma parte de nuestra cultura, sexo esporádico, libre. Para nosotros es parte de nuestro ser, supongo que todo va ligado, matamos, bebemos y follamos -dije entre risas – allí las mujeres toman unas plantas, hongos etc para no quedarse en cinta y dejan de hacerlo cuando su relación con un hombre pasa a ser un compromiso, una boda...
Para nosotros los vikingos el linaje lo es todo, tener descendencia, muchos hijos es una bendición de los dioses, nuestro legado.
Ladeé la sonrisa imaginando lo que me diría mi hermano dándome una colleja “para tener un legado hay que follar”
Como si eso para mi fuera tan fácil, aparté la mirada de ella, ese tema francamente si me jodía, yo tenia mis necesidades como todos los demás, pero hasta para eso me tenia que controlar, estaba hasta los cojones del maldito auto-control.
La loba me miraba fijamente, supongo que notó mi desazón, así que me limité a sonreír quitando importancia a todo aquello.
-En París las mujeres sois distintas, una norteña toma lo que quiere cuando quiere, sin miedo a ser mal mirada, vosotras parecéis de cristal. Mi madrastra me ha contado que quedáis con los hombres vigiladas por vuestras doncellas, claro que -sonreí con picardia -no veo doncellas por aquí y yo soy un hombre.
Me eche a reír por la cara que puso.
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
— ¿En serio? no me habia dado cuenta...— le contestó sacándole la lengua cuando le dijo que era un hombre.— ah! sé lo que dices, eso de las alcahuetas es una costumbre terrible...¿pero cómo sino se evita que pasen cosas como las que no deben pasar? mis padres no me van a prohibir nunca nada, ni me van a obligar a casarme por conveniencia, es lo único bueno de que ellos lo hayan sufrido en sus carnes. Pero ciertamente, si por culpa de una diversión que se desmadra nace un bebé... bueno, yo ya sé qué es eso, y créeme, no es bonito crecer sabiendo que de no haber nacido, la vida de tu madre hubiera sido más fácil. Supongo que tú también te habrás planteado esto alguna vez aunque por diferentes motivos.
La lluvia seguía mojando las calles, pero no tan fuerte como antes, seguramente ya llovía antes de que Sirius diera el respingo.
— ¿qué hacemos ahora? si decidimos volver cada cual a su cubil, nos mojaremos. Podemos pasar la noche aquí, la prima de mi madre no me espera hasta mañana, ya le dije que no sabía si volvería.
Tenía interés por acudir a la Ópera y saber quien era su padre, pero también había captado su atención los relatos de Sirius. Escribiría a su madre y a Damon para que la dejaran ir a Noruega, de visita oficial quizás, pero que la dajasen ir. Si les contaba la verdad no creía que tuvieran inconvenientes, Elaine había heredado la sensatez de Brianna, pero su juventud y frescura la hacían más osada y aventurera. Podían confiar en que ella no haría ninguna estupidez que echara a perder algo importante, pero también tenía la necesidad de tener una vida, la que le había sido negada año tras año, primero encerrada por la enfermedad y después viviendo bajo el manto protector de la manada y la rigidez de una corona y un título nobiliario. Sabía que ellos la entenderían, que siempre habían respetado sus deseos de libertad, pero esa libertad se la tendría que ganar demostrando ser digna de ella.
La lluvia seguía mojando las calles, pero no tan fuerte como antes, seguramente ya llovía antes de que Sirius diera el respingo.
— ¿qué hacemos ahora? si decidimos volver cada cual a su cubil, nos mojaremos. Podemos pasar la noche aquí, la prima de mi madre no me espera hasta mañana, ya le dije que no sabía si volvería.
Tenía interés por acudir a la Ópera y saber quien era su padre, pero también había captado su atención los relatos de Sirius. Escribiría a su madre y a Damon para que la dejaran ir a Noruega, de visita oficial quizás, pero que la dajasen ir. Si les contaba la verdad no creía que tuvieran inconvenientes, Elaine había heredado la sensatez de Brianna, pero su juventud y frescura la hacían más osada y aventurera. Podían confiar en que ella no haría ninguna estupidez que echara a perder algo importante, pero también tenía la necesidad de tener una vida, la que le había sido negada año tras año, primero encerrada por la enfermedad y después viviendo bajo el manto protector de la manada y la rigidez de una corona y un título nobiliario. Sabía que ellos la entenderían, que siempre habían respetado sus deseos de libertad, pero esa libertad se la tendría que ganar demostrando ser digna de ella.
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La joven de la perla. {Priv. Sirius}
Ladeé la sonrisa ante sus palabras, mis ojos se centraron en sus pardos mientras alzaba sendas cejas.
-Si quieres dormir conmigo mujer no deberías buscar una escusa tan mala, soy un hechicero que controla la climatología ¿crees que no puedo hacer que deje de llover?
Me eche a reír por la cara que ponía, quizás lo mas inteligente era callarme, dejar que su escusa se convirtiera en una realidad para los dos porque tampoco quería largarme, pero supongo que la rudeza del norte también anidaba en mi y esa era mi forma de ser.
-Podemos quedarnos -dije buscando su parda mirada -quizás puedas enseñarme tus habilidades de licantropa, también tengo curiosidad.
Los dos nos echamos a reír mirándonos, era una mujer que haría perder a mas de uno la cabeza, aunque a diferencia de las norteñas mantenía las distancias conmigo.
Me puse en pie empezando a buscar una de las habitaciones, era una casa modesta, así que no había mucho espacio que recorrer, tiré la manta al suelo y un almohadón, ese seria mi lecho en el día de hoy.
-¿quieres que nos acostemos? -pregunté -quiero decir...que si no prefieres antes que subamos a la azotea, con mis tupidas pieles no notaras el frio de la noche -alcé una mano en señal de juramento sin borrar la sonrisa -así podemos planear nuestra noche en la opera, no he ido nunca a decir verdad.
Tiré de su mano en dirección a la ventana que estaba mas cerca de unas escalinatas exteriores que nos llevarían al tejado.
Saqué mi cuerpo por la ventana y miré hacia ella tendiéndole la mano .
-Vamos, no te dejare caer -prometí.
Esta no dudo, supongo que dado que era una loba treparía con bastante destreza, tomó mi mano y salio ayudada por mi hasta el exterior, de un salto se encaramó sin dificultad a la escalera y empezó a trepar por ella mirándome, como si me retara a seguirla.
Sonreí de medio lado e imité su gesto, de un salto me enganche al metal y empecé a escalar cada peldaño hasta que ambos quedamos tumbados en la parte alta del edificio.
Con un movimiento de mano una corriente de aire se situó sobre nosotros empujando las gotas de agua hacia los lados, como si una cúpula nos envolviera, no nos mojábamos pero podíamos ver todo a través de ella.
Me quité las pieles de los hombros cubriendo los ajenos, bajé la mirada para engarzar frente a su pecho el broche con mi emblema familiar.
Al alzar los ojos los suyos me miraban atentos, ladeé la sonrisa centrándome por un instante en sus labios -así no pasaras frio -susurré volviendo a mirarla por unos segundos.
Finalmente me dejé caer colocando los brazos tras mi cabeza centrándome en el techo de estrellas que nos arropaba aquella noche y en Mani.
-Cuando Mani este llena podre ver tu trasformación -dije con picardia - es gracioso porque en mi cultura, Mani es el nombre con el que se le conoce al dios luna y cada noche es perseguida por Hati, un enorme lobo.
-Si quieres dormir conmigo mujer no deberías buscar una escusa tan mala, soy un hechicero que controla la climatología ¿crees que no puedo hacer que deje de llover?
Me eche a reír por la cara que ponía, quizás lo mas inteligente era callarme, dejar que su escusa se convirtiera en una realidad para los dos porque tampoco quería largarme, pero supongo que la rudeza del norte también anidaba en mi y esa era mi forma de ser.
-Podemos quedarnos -dije buscando su parda mirada -quizás puedas enseñarme tus habilidades de licantropa, también tengo curiosidad.
Los dos nos echamos a reír mirándonos, era una mujer que haría perder a mas de uno la cabeza, aunque a diferencia de las norteñas mantenía las distancias conmigo.
Me puse en pie empezando a buscar una de las habitaciones, era una casa modesta, así que no había mucho espacio que recorrer, tiré la manta al suelo y un almohadón, ese seria mi lecho en el día de hoy.
-¿quieres que nos acostemos? -pregunté -quiero decir...que si no prefieres antes que subamos a la azotea, con mis tupidas pieles no notaras el frio de la noche -alcé una mano en señal de juramento sin borrar la sonrisa -así podemos planear nuestra noche en la opera, no he ido nunca a decir verdad.
Tiré de su mano en dirección a la ventana que estaba mas cerca de unas escalinatas exteriores que nos llevarían al tejado.
Saqué mi cuerpo por la ventana y miré hacia ella tendiéndole la mano .
-Vamos, no te dejare caer -prometí.
Esta no dudo, supongo que dado que era una loba treparía con bastante destreza, tomó mi mano y salio ayudada por mi hasta el exterior, de un salto se encaramó sin dificultad a la escalera y empezó a trepar por ella mirándome, como si me retara a seguirla.
Sonreí de medio lado e imité su gesto, de un salto me enganche al metal y empecé a escalar cada peldaño hasta que ambos quedamos tumbados en la parte alta del edificio.
Con un movimiento de mano una corriente de aire se situó sobre nosotros empujando las gotas de agua hacia los lados, como si una cúpula nos envolviera, no nos mojábamos pero podíamos ver todo a través de ella.
Me quité las pieles de los hombros cubriendo los ajenos, bajé la mirada para engarzar frente a su pecho el broche con mi emblema familiar.
Al alzar los ojos los suyos me miraban atentos, ladeé la sonrisa centrándome por un instante en sus labios -así no pasaras frio -susurré volviendo a mirarla por unos segundos.
Finalmente me dejé caer colocando los brazos tras mi cabeza centrándome en el techo de estrellas que nos arropaba aquella noche y en Mani.
-Cuando Mani este llena podre ver tu trasformación -dije con picardia - es gracioso porque en mi cultura, Mani es el nombre con el que se le conoce al dios luna y cada noche es perseguida por Hati, un enorme lobo.
Sirius Cannif- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/08/2017
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