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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Lun Dic 01, 2014 12:39 pm

La debilidad de carácter es el único defecto que no se puede enmendar.
François de La Rochefoucauld

Calma, estos días todo había estado tan sereno, pacifico y es que como popularmente se pregona entre los humanos “antes de la tormenta viene la calma”, lectura y licor, la taciturna noche estaba deseosa de lectura fantástica, esta noche por alguna extraña razón o capricho del destino no había salido a calmar ya fuera placeres carnales o mera distracción con diamantes, esmeraldas, perlas y oro, la luz de la luna entraba como un dulce ladrón por la ventana de la sala de estar haciendo brillar la superficie lisa de las pequeñas mesas que adornaban el salón, realmente no prestaba atención a las letras que componían las líneas con oro negro que estaban plasmadas en el terciopelo blanco que llenaban el libro tomado sin permiso de la habitación de Brönte, hermanito menor del que no sabía hasta hace muy poco, tan callado y ordenado compartíamos nuestro gusto porque todo se mirara impecable pero aún así éramos tan diferentes, toda aquella calma para mí era locura y sabía que pronto estallaría, sería espectador de lujo y primera fila ante ese espectáculo, después de todo me estaba esmerando por lograrlo, de cierta forma el molestarlo ya fuera tomando sus pertenencias sin permiso o provocando celos fraternos era de mi total gozo, algo que no había tenido con Denisse pero es que lo que había sentido por mi otra hermanita que compartía sangre  nunca fue en su principio algo que yo considerara “asunto de hermanos” no lo aceptaba y no formaría nunca parte de mi visión, pero con ese pequeño poco hablador era todo lo contrario, se trataba de lucha de egos, de desestabilizar el carácter del otro, algo más de hombres y hermanos competitivos, la ley del más fuerte y yo era el mayor lo que me daba una clara y muy poco alcanzable ventaja.

Sonreí y negué, ya me ocuparía del asunto en cuestión con más dedicación, mis ojos seguían las letras plasmándose en mi cielo infernal pero en mi cerebro la historia era otra, mis pensamientos se desviaban a toda clase de problemas  y mi perverso ser estaba ansioso por desquitar el sadismo, por disfrutar de nuevo con la tortura, por extasiar a mi sed con los gritos agónicos de todo aquel que fuera obstáculo en mi camino, con mis propósitos o con lo que compartía apellido y sangre, gruñí por lo bajo recordando el asunto en cuestión, los de la familia enemiga, esas pequeñas ratas que habían cometido sus fechorías y a los cuales pronto les caería la tormenta encima sin que pudieran prevenirlo ni notarlo, después de todo, las cosas resultan el doble de satisfactorias cuando no se viene venir la ola del karma contra ti, fruncí el ceño y crucé la pierna esta vez tenía en mente poner mi atención en lo que mis manos sostenían con recelo pero la energía se coló en el aire, la energía sanguínea, ese lazo de sangre compartida, de hermandad maldita, uno de mis queridos hermanos y el olor me daba un preludio que era el dueño de lo que había robado por estos breves momentos, sonreí con algo de diversión sin alzar la vista, fijando mis ojos en una frase sin importancia –Hermanito ¿Vienes por tu querido libro fachoso y lleno de polvo? - susurré con burla y alcé la ceja –Me gusta cuando ambos estamos en casa ¿sabes? - abracé el respaldar del sofá tirando mi cabeza hacia atrás –Me recuerda lo unidos que somos ambos- escupí con sarcasmo y le volví a ver extendiendo el libro en su dirección provocándolo –No te preocupes, solo es un préstamo Brönte, pero si tanto lo deseas ven y tómalo- con malicia doblé el pequeño libro en mi mano, tal vez se miraba algo infantil pero era eso o seguir soportando esa paciencia que solamente me causaba malestar, algo que me quemaba la boca del estomago, tragué un poco y sonreí de lado esperando el terremoto de furia venir, una que estaría dispuesto a disfrutar como un bastardo.


Última edición por Sébastine d'Auxerre el Jue Dic 11, 2014 11:53 am, editado 1 vez


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Mensaje por Brönte d'Auxerre Sáb Dic 06, 2014 7:13 pm

“ Entregado me acerco a la inmensa ira que provocas en mí “


Estaba loco. Él lo sabía, sus hermanos también, incluso era probable que aquellas personas a las que sus hermanos insistían en llamar enemigos, también lo supieran. Pero lo cierto era que no había nada en él que indicase tal cosa. Quizás fuera la persistencia con la que intentaba anclarse a la realidad, caminando siempre por el borde de un filo que jamás tenía fin. Estaba a punto de quebrarse, de dejar que la carne de sus pies se abriese en una herida que podría no dejarle volver a la realidad. Necesitaba calma, orden y limpieza.


Sus pasos resonaban por el pasillo de la gran entrada a la Mansión D’Auxerre, caminando con unos zapatos que había lustrado él mismo para asegurarse que no hubiera ni una mota de suciedad en ellos. Un escalofrío sacudía su cuerpo con la mera idea de que alguien tocara sus posesiones con sucias manos humanas – aunque las sobrenaturales también se añadían a la lista-, no quería pensar en ello. No podía permitirse el hacerlo o volvería sobre sus pasos para encerrarse en su cuarto y comenzar a frotar su piel con una dura esponja de hierro. Estaba acostumbrado a sus dolorosos baños, siempre maltrataba su piel a duras sesiones de limpieza en la que borraba todo aroma, olor o pestilencia que pudiera haberlo rozado.

Pero había algo que lo tenía de los nervios. La imagen del hueco que había en su estantería personal, volvió a su cabeza. Su imaginación era una tortura constante acerca de las numerosas posibilidades de su ausencia. Odiaba que tocaran lo suyo, que lo tocaran a él. ¡ Maldita sea, él odiaba incluso el que respiraran sobre él si no era dentro de la cama!.


Su fobia a la suciedad desaparecía cuando los brazos de alguien lo envolvían, pues sólo había algo que se superponía a la necesidad de estar limpio; el hambre, esa ansiosa e imperiosa avidez por ser amado lo convertía en un ser débil. Era ella la que lo convertía en un ser capaz de hacer cualquier cosa por sus hermanos, se había autodenominado como “ el perro de los D’Auxerre” por ello. Sus órdenes lo incitaban, afianzaban sus pies a la realidad porque ellos le hacían sentir valioso, necesario. Para alguien que había sido siempre mantenido atado en un manicomio por aquellos humanos que le habían dado la vida, saberse ahora poderoso, capaz de ser necesitado por alguien que compartía con él un lazo mucho más intenso que los genes, le provocaba una felicidad enferma y extrema. Él caminaría con orgullo atado por cadenas, siempre y cuando fueran sus hermanos quienes llevaran las riendas de su encierro. Era suyo. Completamente de los D’Auxerre; sangre, dolor y lágrimas entregadas para aquellos que quisieran aceptarlas.


Pero cuando abrió la puerta de la biblioteca central de la Mansión, aquella en la que dejaban los libros comunes de consulta, supo que podría prescindir temporalmente de uno de sus hermanos.


- Sébastiane… - Susurró mirando fijamente el libro que su hermano poseía entre sus manos. Un temblor lo sacudió de pies a cabeza, obligándose a no ceder al impulso de saltar sobre él con toda la furia que tenía contenida desde su último encuentro.

Por alguna razón su hermano insistía en convertirse en su peor pesadilla, no sabía qué quería conseguir a cambio, pero estaba haciendo un perfecto trabajo como bastardo acosador. No había bastado con perseguirlo por París, ni siquiera con molestarlo en su momento de lectura fuera de la Mansión. No, Sébastiane había conseguido ser el primero de sus hermanos en querer quebrar su máscara formal solo para ver si el demonio que esperaba dentro era más grande que el suyo. Aquel hombre era lo suficiente narcisista como para llegar a mancillar su limpio libro con sus manos, no osaba si quiera imaginar lo que habría hecho con ellas antes de entrar a su dormitorio y dejar su pestilente – atrayente y ansiada- esencia dentro para tocar lo suyo y llevárselo. Y él podría haberlo dejado pasar si no fuera porque su hermano había intentado quitarle varias cosas desde que llegó; su orgullo, su cordura, su hermana y su maldito libro.

Con calma caminó hasta él, todo elegancia y frialdad, una máscara pulcra y monótona. Casi podría pasar por un muñeco de cera si no fuera por el brillo peligroso que danzaba en sus ojos azules cuando se quedó a dos pasos de él y le ofreció una pequeña sonrisa.

- Tan amable, si sólo deseabas que te prestara algo, podrías haberlo pedido.- Su sonrisa se mantuvo cuando una de sus piernas pateó la mesa que había a su lado, rompiéndola en varios trozos para poder tener varias estacas improvisadas con las que clavar a aquel insecto contra la pared.

Con la rapidez de su estirpe tomó dos trozos de madera y se los clavó profundamente a Sébastiane en su pecho. En el último segundo, su aroma lo desconcentró lo suficiente como para que sólo rozase el área en el que su corazón descansaba, inherte, a su muerte definitiva.

- Te arrancaré esa sucia piel de tus manos para que puedas seguir toqueteando mis cosas, hermano mío – Gruñó con una voz que había perdido todo control, sabiendo que iban a pelearse hasta que uno de los dos cediera a aquel aroma delicioso que se derraba por el pecho pálido de Sébastiane. Y así, con un gruñido salvaje de parte de ambos, comenzaron esa danza exótica y oscura que los hombres llevaban realizando desde que el mundo era mundo; la danza de la muerte.




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Gracias Yuri
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Mensaje por Denisse d'Auxerre Jue Dic 11, 2014 11:33 am

’Cuando una de las bases falta el pilar se derrumba’’



Mis ojos azul profundo se juntaron con la luz inexistente de la habitación. ¿Hace cuánto no pasaba por un momento tan amargo como este? Del solo pensarlo me hacía querer morir, asesinar o violar algo, tomaba como opción las primeras dos porque la última se había vuelto impalpable desde que había comenzado a notar su ausencia. De una manera u otra era estúpido estar pensando de esta forma. Él no podía haber sido raptado o peor aún, asesinado por la familia contraria. La sola idea me hacía sentir un escalofrío horrendo en la espalda dejándome pasmada justo como mi apariencia no quería ni ver el espejo, estaba destrozada sin ganas de querer salir pero necesitaba respuestas y definitivamente aquí no iba a tenerlas.  Me preguntaba si los demás que decía que eran mis hermanos lo había notado también ¿Estarían preocupados? ¿Lo estarían buscando? ¿Sería sólo una de esas noches de faena que solía darse de vez en cuando? Fruncí el ceño jalándome un poco el cabello y obligándome a ponerme de pie dejando todo tal cual estaba, no iba a permitir que la zozobra fuese a consumir más de mi carne.

Vistiéndome sencillo casi como para dormir hice mi cabello en un solo moño y salí de allí descalza buscando a alguno de los bulliciosos. Por alguna extraña razón esta vez no era yo la del escándalo y justo sentí que había alguien en uno de los despachos de la mansión. Sintiendo hambre de curiosidad abrí la puerta pensándolo dos veces. Solo estaba rogando porque no fuera Sébastine o sinceramente esto no iba a terminar bien y no el ‘’bien’’ que ambos nos gustaba. Para mi suerte no era él ni tampoco Brönte que terminaba enloqueciendo con mis quejidos aunque ahora más que nunca necesitaba de sus regaños para hacerme despertar. Estaba de espaldas a mí, Dorian siempre con su porte de maldito elegante y podría jurar que despreocupado. Caminé tranquila sin hacer mucho ruido pero el crujido del piso me delató y cerré los ojos con algo de molestia. —¿Lo has visto? — murmuré queriendo sonar neutra pero me salió tan fallido que daba lastima y me odié por eso así que aclaré la garganta y continué mi paso por ese decorado salón. De repente se me vino a la memoria el día que compartimos a su amante en este  lugar y en ese sofá donde estaba él.

Sus palabras volvieron a retumbar en mi cabeza y mordí mi labio para no sollozar — ¿Dónde estás Adriel? — pregunté en mis adentros quedando detrás de él para no darle la cara. No tenía ánimo de sus juegos ni tampoco iba a andar con ellos. Quería respuestas, necesitaba que él me dijera que lo vio por los pasillos, con su tranquilo andar, con uno de sus criados de una noche o quizás leyendo uno de esos libros con los ojos perdidos en la nada. — Adriel— dije aclarando la pregunta rápidamente por si no me había dado a entender y el desespero se hacía presente ¿Por qué no me respondía? Cerré los ojos agachando la cabeza y llevando ambas manos al respaldar del asiento en donde estaba él para apretarlo con fuerza haciendo sonar un poco la fina madera y solté una bocanada de aire como si con aquello pudiera templarme los nervios y sonreí. —¿Por qué nunca lo mencionaste? — abrí los ojos de golpe al recuerdo. El recuerdo de su hermano, el de Bordeaux —No creo que sea un secreto que se le deba de ocultar a tu familia y mucho menos cuando se trata de esas escorias. Tu gemelo. Son como ver el mismo y no hablo de apariencia— negué con pesadez inclinándome un poco.

Cuando mis labios estuvieron cerca de su oído hable despacio — Qué desgracia — me enderecé rápido —¿Hay algo más que deba saber?  Porque enterarme de esa manera me causa un deseo enorme de golpearte— fruncí el ceño y rodeé el asiento tratando de sonar más consistente que amenazante, lo que realmente quería eran palabras, no sonrisas o silencios. Rodeando el sofá quedé a su par y me senté a su par esperando a que abriera la boca rogando porque respondiera primero lo de Adriel que en ese momento para mí era lo más importante.

—Lleva meses, Dorian — susurré con inconsistencia en el orden de lo que hablaba —Meses desaparecido y quiero creer que está con alguno de esos mozos que le da de comer —negué  y finalmente decidí verle a los ojos sin querer verme lastimera o débil porque por primera vez estaba siendo seria cuando debía sin dejar de olvidarme las razones por las que estaba aquí y llevaba el apellido d’Auxerre.


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Mensaje por Lukian d'Auxerre Sáb Dic 27, 2014 10:49 pm

¿Lucharás a nuestro lado cuando llegue la tormenta?
Neil Gaiman

Para Dorian nunca existía paz suficiente. Aquello que sus hermanos parecían odiar, la supuesta “calma” que envolvía a la mansión únicamente le alteraba. Por más que pareciera que en aquel lugar no había nada, siempre existía algo que lo molestaba hasta puntos infinitos y por eso es que prefería mantenerse fuera de la vista de cualquiera de los suyos, su habitación era el sitio donde planeaba estar casi todo el tiempo, a menos que su presencia fuera absolutamente necesaria y para colmo, Adriel había desaparecido por completo dejando a todos con la incertidumbre de que era lo que había sucedido con él; aún así, nadie decía nada y Dorian permanecía aislado por el bien de los demás y por el suyo mismo.

Parte de la creciente molestia del d’Auxerre se debía a la llegada de otros que pertenecían a los suyos, que olían como ellos pero que apenas y se incorporaban a la familia. Detestaba la idea de tener que lidiar con desconocidos siendo que tenía suficiente con la fastidiosa de Denisse; ¿Por qué no eran todos como Brönte? Él era el único a quien Dorian podía decir que apreciaba verdaderamente. No tenía un motivo exacto por el cual fuera de esa manera, tan solo, lo era. Por unos momentos creyó escuchar lo que parecía ser una discusión y realmente no le importaba lo que fuera, así que por con andar cansado y la molestia de todo lo ocurrido en los últimos tiempos escrita en el rostro, abandono su habitación únicamente para ir a uno de los despachos de la mansión y sentarse en la oscuridad, sobre uno de los sillones en los que alguna vez hablo con Adriel.

El hogar de la familia bien podía estallar en llamas y Dorian seguiría ahí, sin mover un solo músculo y simplemente esperando a que el fuego lo devorara todo. Quizás hasta el mismo pudiera iniciar un incendio a plena luz del día que terminara con todos los suyos; sonrío ante esa idea, que aún así, no llevaría a cabo. Fue mientras su mente divagaba por zonas más oscuras que el aroma de su hermana llego hasta él. Denisse había llegado a fastidiarle y aunque no fue muy obvio todo, Dorian pudo percibir cierta manera de actuar diferente en ella; diferencia que se acrecentó cuando la pregunta que se había hecho en silencio él mismo salió de los labios femeninos. Sonrió ligeramente, ¿Dónde estaba la Denisse segura en esos momentos? Probablemente en el mismo sitio que Adriel, o allá donde estaba el Dorian de siempre porque quienes estaban ahí eran solo sombras de lo que algún día fueron.

No tenía nada que decirle a su hermana, si hablaba era seguro que no le daría lo que ella quería conocer y eso solo les haría terminar en algo parecido a una pelea. No pareció importarle a Denisse sus intentos de salir al menos en una ocasión sin que pelearan, pues ante la falta de respuesta de Dorian, ella lo ataco con un punto más vulnerable que cualquier otra cosa, Lorian.
No sabía que eso era algo que tenía que mencionarte a ti; lo hable con quienes debía hacerlo en su momento – la voz del d’Auxerre son fría – Tampoco es como sabía si aun existía o no – sonrió para si – Pero gracias hermanita, ya me has respondido a una de las dudas que poseía – Lorian estaba vivo y no sabía si debía sentir alegría o una tremenda furia por eso. Años buscándole sin tener pista segura de él y entonces Denisse aparecía y lo encontraba sin más o al menos eso era lo que deducía de sus palabras y no pensaba preguntarle nada más; no le daría la satisfacción de tenerlo preguntando sobre su gemelo.

Ambos estaban entonces sentados cuales chiquillos regañados y un suspiro innecesario salió de los labios de Dorian.
¿Qué quieres que te diga? Sabes que mi gemelo dejo de ser mi familia, ustedes ocupan ese lugar ahora – eso creía al menos, pero siempre se decía que la sangre llamaba, la verdadera sangre. Observo a los ojos de su hermana y vio la preocupación, noto en aquel par de ojos como toda la familia se estaba viniendo abajo lentamente, cosa que no podían permitirse nunca – Lo sé, también me he preguntado donde es que esta y la verdad es que no podemos seguir esperando que regrese, esto nos esta destruyendo a todos de una manera u otra – le paso la mano por la mejilla, como si de verdad tratara de consolar a su hermana y de cierta manera así era – Debemos manternos fuertes y estables, ahora más que nunca que en cualquier momento podemos ser atacados por los De Bordeaux. No debemos dejarnos ver como un blanco fácil ¿Entiendes Denisse? – y aquello era más una exigencia que nada. Si es que habían perdido a Adriel, era suficiente. Dorian no planeaba ver más de los suyos perdidos, los aceptara o los detestara; al final, eran su familia.



Quien controla el pasado controla el futuro.
Quien controla el presente controla el pasado.


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Mensaje por Invitado Jue Ene 01, 2015 6:02 pm

Oh, aquellos que están heridos, vengan a mí rápidamente, les lameré sus heridas, les abrazare con el pensamiento porque no esperen un tacto cuando es sombra lo que hay.

Sin decir la verdad, la máscara guarda el secreto de protección.


Todo colapsara esta noche, a lo largo del tiempo, el viaje continúa a la ascendencia del linaje maldito, siempre guiado por el mismo fin; la condenación a la aversión y la linfa envinada, ¡Gritando el silencio muerte! La umbría está furiosa, la fanfarria de la abominación por el odio, esa sed inmensa de destruir le envolvía el templo, más solo es su instinto, desde la noche que fue transformado, tenía que esperar por el momento en que aparecería, ese momento justo ya había llegado, con la desaparición de uno de los d’Auxerre debía deslizarse y transformar esa sombra protectora en una piel que ofenda a quienes el linaje  llama; enemigos. Ser ese clavo justo quien emplee una tortura perpetua por las pérdidas que ha habido, y una de ellas era su creador, cumplió con el mandato de no interferir pero esta vez tenía que mantener a los demonios que en su mente creo, aquellos hermanos por pacto, la  familia por deber.

Así que no dejaría que hirieran más al linaje, ¡Nadie es débil! ¡Nadie predijo este filo! No era momento de tener pensamientos colectivos a la rabia y agresión, las palabras desafían la cultura del miedo, Astaroth ya se ha movido, camina entre las calles, siendo su paradero aquella mansión que por años tenía cuidando.


Creyendo hacia la memoria de sus ancestros, aunque siga en el abismo entre la realidad y los ideales, sus pies están encadenados a los grilletes del enjuicio, el dilema que le envolvía a la locura, brindando los pasos con firmeza, decidido al encuentro, les conocía muy bien, demasiado tiempo vigilándoles, podría ser un caos si tan solo uno de ellos reniega de esta presencia. Aun así, si fuese rechazado no sería impedimento alguno,  acepto su verdad, sabe que está destinado a proteger cada uno de ellos, sin importar el crimen, alguna falta, ese labor le fue encomendado, pero, sobre todo alzarse e incendiar cada miembro de los Bordeaux y quien diría que de todos los placeres, su favorito era este; exterminar esa sangre.


¡ffffffffff! El aire tempestuoso le acompaña en ese recorrido, empleando lo sabido a su alrededor,  la noche se viste en calma, paso tras paso, siendo su mente el recorrido de sus deberes, la remembranza de las reglas que le impuso su maestro, tener que ser frente a la situación que se avecinaba, ya era la hora y él está a punto de llegar.


¡Toc, toc, toc! Una vez deleitado el pasillo del camino hacia la mansión, no había marcha atrás, tenía que confrontarse a cada uno, recordándoles quien es el verdadero enemigo, quizás alguien ya sepa de que está a punto de llegar porque no es plena penumbra, su esencia estabilizadora se proclama, la energía desprendida en su interior quemaba como su perfume reseco de algún olor, y la dureza de su porte presente frente a esa puerta tocaba, su movimiento de muñeca fue fuerte pero elegante, sosteniendo la mirada con la frialdad destacada, su apariencia conservadora y estricto le embellecia.


Inclino ligeramente la cabeza al ser recibido, adentrándose al fin a la residencia, el mozo le brindo la entrada en cuanto requiere anunciar a “Astaroth d’Auxerre”  y este le enseñó el cmino, continuo, observando el detallado de la estructura del lugar, la crítica de un buen decorado, guiado hacia la sala principal donde, desde que piso la tierra de los d’Auxerre ya escuchaba las voces que se hallaban en el interior, y más afónico ser anunciado mediante una discusión algo malcriada, dirigiendo la mirada hacia quienes conocía como Sébastine y Brönte, el mozo con severa educación le presentó y de inmediato habló
— Caballeros,  ¿Es un mal momento para requerir una reunión? —interpelo, desprendiendo unos cuantos pasos hacia ellos—  ¿Podrían suspender su discusión y llamar a sus hermanos?, Como les ha informado su mayordomo, un Auxerre está frente a sus ojos y demando que me presten atención ahora que uno de sus hermanos ha desaparecido. —Se giró examinando el salón, era realmente lo que esperaba, más esas voces ajenas le hicieron saber que ya enterados estaban de que un hermano posee un lazo fuerte con uno de los Bordeaux. 


Sus palabras habian sido claras y el proposito era el poder hablar con todos y defender lo que representan y decirles que no estan solos...—Si me hacen el favor, así sabran todo de mi, si eso es lo que requieren.—Concluyo, esperando la respuesta, siendo su mente un manantial solitario, mudo y recorriendo la mirada de nuevo hacia ellos, dictaminando el que diran.
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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Jue Ene 08, 2015 3:46 pm

No mires nunca de dónde vienes, sino a dónde vas.
Pierre Agustin de Beaumarchais

Pequeño Brönte, no estaba seguro que era lo que más me inquietaba de mi hermano, tal vez el hecho que yo gozaba con hacer rabiar a los demás, aunque por fuera aparentara ser un vampiro serio no había regocijo de seriedad en este cuerpo exánime, en mi demonio narcisista, en la bendita necesidad de ver a quien me propusiese alabándome como el maldito Dios que era, mirándole fijo con una sonrisa satisfactoria curvada en mis labios dejé que la torre mal construida se acercara, era solo cuestión de tiempo –Un poco más Sébastine- me decía en mis adentros, estaba seguro que Denisse y Dorian estaban en la casa y quizás escucharan el pequeño berrinche del más pequeño de la mansión, otro objetivo que tenía en mente mostrarle a mis hermanos que el taciturno Brönte no era más que un demonio que se movía por la sed de sangre, de ese mismo que nos obligaba a concederle cualquier inmundicia que nos susurrase con seducción -¿Pedirlo? - alcé la ceja y sonreí de lado –Uhm pero hermanito sabes que yo no pido nada, si quiero algo lo tomo, sin importar tiene dueño, lo que quiero es mío, el agrado y los buenos modales se dejan para después- mi voz había salido un poco más dura de lo que me propuse, pero es que claramente estaba hablando con la verdad y para la verdad no hay mascaras ni escondites, es o no es.

¡Qué excelsa vista! ¡Maravillosa obra de la molestia humana que aún conservábamos los vampiros! El pequeño Brönte se estaba comportando como un inepto, un salvaje que se encontraría en la jungla, algo para cazar y devorar, mi sonrisa se hizo más amplia viendo el desastre que estaba haciendo, se comportaba más caprichoso que lo haría nuestra hermanita, en el caso de ella es entendible, es mujer, es bella, cual magnolia en verano y sabe que sus palabras son ordenes, dejé el libro a un lado del sillón y me llevé las manos detrás de la cabeza viéndolo con diversión, no me causaba ni el mínimo temor, pero dejaría que el pequeño salvaje hiciese de este momento su acto de gloria.

Sin embargo creo que subestimé la rabieta de Brönte ¡Maldito iracundo! Me quejé cuando sentí los pedazos de madera perforarme el pecho haciendo que mi linfa me manchara el traje ¡Me iba a comprar uno nuevo y de la mejor calidad que se pueda encontrar en Francia!  Con un hilo de sangre desbordándose del borde de mis labios le miré con autosuficiencia  mientras balbuceaba cosas que me tenían sin cuidado, no había tenido el suficiente valor para perforarme el corazón, primer error, en todo caso cobardía de su parte, llevé la manos a las estacas y choqué mi frente con la de él esta vez totalmente inexpresivo –¿Qué se siente? - susurré y borré con la lengua aquel preciado elixir que se estaba saliendo de mi boca –¿No es excitante? - llevé una mano a su nuca acercándolo, por dentro mi demonio ardía y no lo iba a detener –Mmmm ese olor- me estaba refiriendo al lazo sanguíneo que nos estaba bañando a ambos con entusiasmo –Este es el verdadero Brönte – susurré y acerqué más a mi rostro –Este salvaje que se haya escondido por una fachada barata de hombre pulcro- apreté los dientes y tomándole del cuello invertí los papeles, dolía ¡Dolía hasta la coronilla! Sin soltarle de la garganta enterré las garras amenazando con arrancarle tráquea y esófago –Ahora es mi tuno- musité suavemente con una sonrisa ladina y de un tirón saqué una de las estacas que detenían la hemorragia haciendo que mi cuerpo se drenara para hacer el charco de sangre en el que estaba parado más notable –Me haces sentir vivo hermanito- mostré los colmillos en una sonrisa no amistosa y llevé la estaca a su mano clavándola contra la pared, desencajé la otra estaca emitiendo un gemido de dolor bastante audible y terminé de crucificar al “santo Brönte” contra la pared –¡Mírate! Pareces un mártir ahí colgado- le solté del cuello y le tomé del cuello de la camisa –Sabes que odio el desorden y este traje era carísimo vas a comprarme uno nuevo- fijé mis ojos en su yugular y me relamí los labios era hora de que las heridas que él mismo abriesen se curaran con lo mismo que había causado la enfermedad, en un movimiento rápido llevé mis colmillos para que perforasen su carne y gruñí contra ella moviendo la cabeza para hacer de la herida algo que me facilitara la engullida de nuestra sangre, no lo disfruté pero estaba funcionando para que me regenerase más rápido, el momento fue breve y me desenclavé sin consideración viendo como unas gotas salían volando al terminar con mi fechoría, cuando una voz me sacó de la posesión en la que estaba sumergida mi cuerpo, ladeé la cabeza viendo al viejo mayordomo de la mansión tan estirado que me daba nauseas, con una pose como si se tratase de un soldado listo para las ordenes de su general nos anunció la llegado de Astaroth d’Auxerre ¿Qué era esto?

De inmediato fruncí el ceño viendo la figura masculina aparecer junto al viejo humano y sentí el escozor carcomerme las orbes y las encías, claramente era un vampiro, alguien que jamás había visto en mis más de 400 años como inmortal, sin embargo no sentía el mismo magnetismo que me consumía al estar cerca de Brönte o Denisse, debo admitir que me sentí algo aliviado, no soportaría que Gaél anduviera maldiciendo a todos los humanos que encontrase, pasándome el dorso de la mano por la boca me olvidé del crucificado y centré mi atención en el vampiro alzando la barbilla escuché su demanda acerca de llamar a Denisse y Dorian así que miré al humano con autoridad –¿No has escuchado? - alcé la ceja al hombre y de inmediato se fue –Buenas noches- finalmente hablé educadamente tratando de tranquilizarme por el enojo que me había hecho pasar mi hermano menor insulso –Hmmm nos ha encontrado en un momento excelso Astaroth- le miré de reojo con malicia a Brönte –Juegos de hermanos nada para alarmarse- llevé mi mano a una de las estacas que perforaban las palmas de Brönte y la desenclave –No esperábamos visitas y mucho menos de un hermano del que no sabía la existencia- caminando hasta el mini bar me pasé la mano por el cabello y arreglé el saco sobre mi cuerpo –Hablo por mí claro, en esta casa han estado ocurriendo cosas tan extrañas que ya no me sorprende nada- tragué pesado ignorando sus palabras acerca de la desaparición y a la vez recordando que Adriel hace mucho había desaparecido lo que había aumentando mi odio hacia las ratas de los de Bordeaux, sin embargo yo combatía toda aquella zozobra no estando en casa y evitando hablar de alguien con él, la mansión debía admitir se sentía vacía sin él, tomé un vaso y luego una botella de whisky para calmar el ardor con alcohol –Que asco- torcí los labios con disgusto viéndome las ropas manchadas y me llevé el vaso a los labios humectando mi paladar –Ahora bien ¿Podrías darme un adelanto de cuál es el motivo de tu aparición? ¿Quién te ha informado de la desaparición de uno de nuestros hermanos?- alcé la ceja sintiendo el nudo en la garganta –Porque claramente no eres un neófito o un inexperto como ese niño que está colgado ahí- hice referencia a Brönte y le dediqué una sonrisa cínica escuchando los pasos de mis otros dos hermanos acercarse cerré los ojos solo percibiendo el aroma del recién llegado y desconocido d’Auxerre.


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Mensaje por Brönte d'Auxerre Sáb Ene 31, 2015 11:32 pm

Envejezco, pintura soy del tiempo, reloj de carne soy, monstruo del tiempo, criatura de horas, ráfaga de tiempo.

Eduardo Lizalde



El dulce placer culpable lo embriagaba, éxtasis que se desborda en una copa demasiado llena de una locura que parece no tener otro destino que derramarse, humedeciendo todo su cuerpo bajo una línea de gotas que conformaban esa perversa sonrisa que lucía mientras su hermano Sèbastiane le enterraba las uñas en su cuello. Si él supiera cuánto había esperado por esto, por el maldito momento en que alguien se atreviera a darle esa chispa de vida que lo despertara por dentro, no hubiera hecho algo tan estúpido como herirlo.

El sonido de su carne cediendo ante la fuerza del agarre provocado por el más viejo de los hermanos, provocando que su rostro emitiera una expresión que nada tenía que ver con el dolor, reflejándose, como si de un espejo se tratara, en aquellas esferas azules iridiscentes. Él sabía que era incapaz de sentir al igual que los demás, había enterrado cuchillos sobre sus piernas, teniendo que cercenar profundamente la piel para sentir esa conexión con el canal casi destruido de la realidad en la que a veces vivía. No sentía dolor alguno si no era extremo. No podía estar vivo si no era salvajemente atacado. ¿ No era eso realmente extraño?. Estaba realmente….

ENFERMO


Todo su cuerpo reverberó con la fuerza de aquella palabra, sabiendo que tenía razón. Solo alguien como él podría sentir placer en el dolor, en la necesidad absurda de bañarse en su propia sangre si a cambio sentía algo. Porque la cruel verdad era que él había dejado de sentir, había sido arrastrado por su locura hasta el punto en que; o sentía todo con demasiada intensidad, o simplemente miraba fijamente a sus víctimas sintiendo cómo el alma partía dejando atrás una cáscara vacía. Algo como él, un mero eco de aquello que había dejado de ser, para formar parte de algo totalmente nuevo.

El dolor de la madera penetrando su piel para mantenerlo fijado contra la pared, le arrancó un gemido sorprendido al ver que eso realmente le había dolido. Miró la estaca con una expresión fascinada, el tenue hormigueo que creaba su sangre derramándose sobre la madera. Rodeándola, humedeciéndola con el aroma que le enloquecía, para después caer sobre su piel de nuevo, hasta llegar al borde de su muñeca. Balanceándose lentamente en una danza erótica hasta engordar y formar una circunferencia perfecta, caía en el abismo del silencio. Cuando la sangre golpeó el suelo, estrellándose en miles de círculos más pequeños de color ambarino, que revoloteaban como estrellas fugaces huyendo por la madera del parquet, hasta explotar contra el suelo, un nombre llenó su mente.

Sus ojos se desprendieron del suelo sólo para mirar al desconocido con una mirada hambrienta de dolor, soledad y locura. Por un instante creyó que la copa agridulce de su locura se desbordaría la sangre que golpeaba el suelo, haciendo que estallara en miles de pedazos para obligarle a hacer lo mismo que una vez tuvo que hacer para reunir las piezas que quedaban de sí mismo, formando con trozos de su antiguo yo una máscara que lucía siempre. Fría, insensible, ajena a todo lo obsceno y cruel del mundo. Pues él era tan inocente como un hermoso espejo roto, reconstruido con fragmentos de cristales que iba recogiendo por el camino de su extensa no vida. Por eso él se sentía terriblemente….

VACÍO


Supo que debía recomponerse, su mente le decía que debía ignorar la segunda palabra que lo había sacudido hasta tal punto que había arrojado una lágrima. Una solitaria y sangrienta esfera que trazaba un camino lleno de nombres de personas ausentes, de los fantasmas presentes y de todas aquellas víctimas futuras. Monstruo en las sombras, enfermo de las máscaras, ser incompleto. Sólo él, sólo Brönte.

Rio y movió uno de sus brazos con tal fuerza que la madera se rompió, no sin antes desgarrar la suficiente carne y músculo como para crear un torrente de sangre y un grito tenue de dolor. Cerró sus ojos con fuerza y, sin saber de dónde, las palabras se acumularon en su boca hasta que se derramaron sin tener ningún sentido.

- No se puede interrumpir aquello que jamás ha comenzado. – Cuando los abrió, era un muñeco impasible, con una mirada fría que nada decía de todo lo que en su interior se agitaba. – Bienvenido a casa, hermano Astaroth. – Inclinó suavemente su cabeza y como si fuera lo más natural en esas situaciones, se quitó la otra estaca que unía su mano a la pared.

Se separó de ambos hombres y sacó un pañuelo de su bolsillo, con el que tomó el libro que le había robado Sébastiane, impidiendo así que su piel tocara aquella pertenencia ahora llena de dios sabía qué. Así que sin más, lo llevó hasta la chimenea y lo quemó sabiendo que no podría volver a tocarlo con las manos desnudas. El ruido de pasos acercándose solo hizo que se refugiara en la esquina más alejada de la habitación para poder encerrarse en su mutismo, ahora que sabía cuán cerca había estado de estallar en aquel lugar. Todos sus confusos sentimientos lo hacían sentir, terriblemente…

SUCIO.


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Gracias Yuri
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Mensaje por Denisse d'Auxerre Vie Feb 06, 2015 5:52 pm

Todo lo que tenía que ver con el hermano gemelo de Dorian pasaba a segundo plano cuando de Adriel se trataba. Había venido en búsqueda de algo que no había encontrado porque las palabras de Dorian habían salido carentes de sentido e importancia. Sí. Estábamos débiles sin la pieza central que controlaba ésta enferma familia pero ¿no se supone que deberíamos hacer algo para repararla? No aceptaría ver a mi sangre sometida en la desgracia de los bastardos contrarios, quizás todo este tiempo me había dedicado a ser la rubia hueca y sexual de la casa pero por ahora quizás, sólo si fuesen lo suficientemente acuciosos observarían en mí una personalidad que sólo un d’Auxerre había conocido y por desgracia ése mismo era el que había desaparecido dejando en mí una franca confusión que de una manera u otra haría pagar a algún inocente o mejor todavía, a un de Bordeaux. En mi cabeza era eso lo único que se venía, hacer sentir este mismo vacío a los opuestos y desboronar entre desgracias su existencia porque por religión eran los míos y yo sería su esclava para siempre.

Miré como la mano de Dorian se pasaba por mi mejilla. Esa especie de enfermo consuelo me hizo retirar la cara de inmediato, no me iba a quedar de manos cruzadas aunque tampoco iba a irme a meter como una ilusa en la boca del lobo. Ganas no me faltaban. Poniéndome de pie cerré los ojos y caminé unos instantes para alejarme del vampiro. Necesitaba ordenarme antes de hablar y con naturalidad salió de mis labios lo que mejor sabía hacer; decir mentiras. —Por ahora la prioridad es esconder la desgracia de esta familia. Como dices, no podemos estar con los brazos caídos por la ausencia de Adri. Estoy segura que volverá y si no lo hace iré a arrebatar desde el mismísimo infierno su alma- solté un poco risueña, solo para darle un aspecto más ‘dulce’ al plan que tenía en mente pero claro, sola no podría ejecutar porque sería un suicidio —No te niego que es un duro golpe para mí, me siento como esas niñitas lloronas sin su madre- miré los dedos de mis pies unos segundos y dirigí mi vista hacia el hall de la casa. Había alguien más entre nosotros, alguien de aura parecía a la de…

Adriel- salió de mis labios apenas. Sin ver si quiera a Dorian que pensaría en sus adentros que estaba loca pero aun así no me importó. Jamás me importaban los demás, no cuando tenía en mi cabeza la desaparición de mi cuasi creador no sanguíneo. Salté con rapidez una de las mesitas de la habitación y salí como alma encendida en busca de consuelo. Ya le haría semejante drama por haberme hecho preocupar. Eso haría. Le golpearía antes de abrazarlo.

Con las esperanzas en la cima. Choqué con uno de los criados que estaban por entrar a la habitación donde me encontraba con Dorian. Quizás iría a avisar que la ‘’cena’’ estaba servida. Viendo como caía enlentecí el paso casi para detenerme. El olor a sangre chocó en mis fosas nasales y relamí mis labios viéndome. No era yo la que estaba sangrando entonces ¿por qué olía tanto a mi sangre? Ahí lo entendí. Justo cuando iba a abrir la puerta en donde estarían tres vampiros de los cuales dos, conocía bien; Sébastine y Brönte nada fue lo que esperé.

Con una sonrisa en el rostro después de las muecas y el melodrama que le había hecho a Dorian me acomodé un poco el desalineado cabello y abrí de par en par aquella madera. Mirando de frente a Brönte que parecía esconderse y limpiarse la ropa la cual estaba hecha un desastre inmediatamente noté a Sébastine que también estaba hecho un asco. Fruncí el ceño sin entender bien a qué precisamente jugaban esos dos y por qué no me habían invitado si era algo nudista lo que pretendiesen. —¿Qué les pasa a ustedes dos?- pregunté por su aspecto desarreglado aunque el mío no era el mejor.

La espalda del desconocido fue como haber chocado con el concreto ¿Dónde estaba Adriel? Un ahogado chirrido se quedó en mis cuerdas vocales y alcé la ceja con curiosidad y rabia. Caminé con cuidado hasta donde estaría la cara del ‘’nuevo’’. Que sabía que no era apropiado llamar de esa manera porque se notaba en su aura tan tormentosa e inmensa que los años habían corrido en su piel hace mucho aunque por fuera solo tuviera el aspecto como uno de nosotros.

Con desesperación miré a Sébastine esperando que me diera una explicación de lo que estaba sucediendo. Reprendí con mi vista a éste y luego le ofrecí una mirada intranquila a Brönte que parecía perrito herido ocultándose entre la falta de luz. —¿Quién eres? Espero que vengas con buenas nuevas porque en esta casa las desgracias son el pan de cada día, es una maldición.- cuestioné casi sin mostrar ni un atisbo de modales y me quedé de frente al que creía sería Adriel pero por desgracia solo fue un mal juego. Sabía que era uno de los míos. De mi familia más no de mi sangre, lo sabía porque por una extraña razón, su presencia infundía respeto, la misma que transmitía el desaparecido de Adriel solo que el aura del desconocido era todavía más poderosa.

Dando unos pequeños pasos hacia atrás sin quitarle la vista de encima al vampiro choqué con la parte trasera de mi pierna una de las sillas y me dejé caer observando a Dorian que atravesaba el umbral de la puerta. Ésta sí que era una dulce y agraciada familia. Una reunión familiar.


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Mensaje por Lukian d'Auxerre Lun Mar 16, 2015 8:11 pm

Denisse aparto el rostro y Dorian alejo la mano. Bien sabía la manera que ella tenía de rechazarlo y estaba bien si es que su dolor era tan grande que no deseaba que la consolara, seguramente demostrar la preocupación que sentía por ella solo terminaría quebrando parte de la fortaleza que no solo ellos, sino todos en aquella casa estaban demostrando en esos momentos. Era increíble la manera en que la desaparición de uno de los suyos llevaba a que todo se derrumbara. Cada uno de los d’Auxerre eran como piezas de un rompecabezas que no encontraban su lugar y mucho menos su propósito y ¿Cómo encontrarlo? Si aquel que se encargaba de mantener a todos en unidad se encontraba lejos del alcance de todos y cada uno de los inmortales bajo aquel techo tenía más preguntas que respuestas para ofrecer a sus hermanos.
No tendrás que hacer nada de eso Denisse, él regresara, estar de nuestro lado es a donde pertenece. Nuestra sangre le llamara porque no existe otro motivo para todos nosotros estemos juntos más que la sangre que nos une y que nos obliga a desear que la de nuestros enemigos sea derramada – una sonrisa burlona apareció en los labios de Dorian – Tu siempre eres una niñita llorona, aunque trates de verte como la más fuerte de esta casa – dijo tratando de relajar el ambiente, cuando en realidad era más que obvio que todos se encontraban afectados por la desaparición de quien era la cabeza hasta el momento.

Algo más iba a decir Dorian cuando sus ojos se enfocaron en Denisse. Algo estaba sucediendo en el piso inferior; alguien más llegaba a la mansión y no era un simple delirio suyo, pues vio en los ojos de Denisse la misma esperanza que debía verse en los suyos. Sin perder tiempo salir detrás de Denisse, ignorando por completo al mortal que se encontraba en el suelo y que al parecer no se había hecho daño alguno. Conforme se acercaban al salón donde debían encontrarse Brönte y Sébastine el olor a sangre se incrementaba; entró momentos después de la única fémina de la familia y al observar todo pudo intuir que era lo que había sucedido entre aquellos que eran sus hermanos.
La próxima vez que decidan jugar, deberían hacerlo fuera de la casa. Dejaran un desastre y ustedes mismos dan una mala impresión – fue lo primero que dijo, lanzando miradas en dirección a Bronte y Sébastine, para después posar su mirada en Denisse, que ya se encontraba plácidamente establecida en una de las sillas. No era necesario ver directamente al que se encontraba en la sala y que no era nadie que conociera aún, para saber que era parte de su familia y sin embargo, no era aquel a quien ellos esperaban.

Con la cautela de quien no conoce lo que tiene enfrente, Dorian se movió y observo al nuevo visitante más.
Lamentamos que llegues en un momento tan inestable de la familia. Yo soy Dorian y la mal educada sentada en aquella silla es Denisse – busco tener contacto con aquel recién llegado – espero que los demás se presentaran debidamente ante ti, hermano – En aquello tiempos donde perdían a uno, llegaba hasta ellos otro de los suyos. Al menos Dorian esperaba que llevara novedades que les pusieran a todos de mejor animo.



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Mensaje por Invitado Lun Mar 30, 2015 5:53 pm

Sin embargo, es sublime lo que se admira, ¿Qué fue lo que capturaron ese iris repleta de indiferencia y control? Es que fue “Dios”  quien dio de beber veneno a su ascendiente al trono; éste ciertamente no murió, pero degenero convirtiéndose en un vicio. Y así es que el inmortal creo a su imagen y semejanza al templo de Cristo en aquel hermano, ensangrentado por el malcriado y absurdo caos de un berrinche  que quizás fue un simple disgusto o el juego de dos niños creyéndose ser maduros con el dolor punzante, la blasfemia de un castigador limpiando el crimen con la sangre derramada sobre el suelo. Sébastine y Brönte  ¿Qué no hay noche alguna que dejen de consagrar sus encuentros en blasfemias? Exactamente era de su comprensión las personalidades que encarcelaba esa mansión, por la cual no era sorpresa alguna sino algo común que le era, como si hubiese vivido este tiempo con ellos.

Y cuanto desnudo sus demandas, se cercioro de que todo lo que le ilustraron de ese paraje estuviese tal cual fue predicho.  Y sin error, fue como un espejo bien aprendido, y por un instante se quedó deleitando el arte que le rodeaba, volviendo la mirada hacia quien altivo  hizo hincapié de lo pedido. Emprendiendo un solo reflejo en todo el transcurso de su permanencia, ¿Cuál era ese? La frialdad emanada y ejecutada en sus palabras, recto y decidido sin un deje de duda, la rectitud al dirigirse hacia ellos sin terminar ese acto de martirio, dejando que la sombra de ese rostro no cambiara— Y como siempre ante las tempestades nunca dejaran de comportarse como críos.—Aprecio la nívea piel teñida del carmín, un deseo que abordo en el pensamiento para emplearla en un lienzo y es que se declaraba adorador del dolor…— El único que sabía de mi existencia fue mi mentor, pero como  sabrán que ha sido asesinado no hay nadie más que este enterado de mi presencia…—Y ahí es donde más se hace notar la indiferencia a las acciones ajenas, esperando que acudieran los hermanos faltantes pues no quería repetir las mismas palabras, incógnitas o replicas.   — Sébastine prefiero esperar a los demás y por favor mantén la cordura, no quiero volver a presenciar un juego más entre ustedes…. O al menos, ¿Podrías esperar hasta que termine? — Se atrevió a imponer un poco de respeto hacia sí mismo, ya que  era claro que lo único que faltaba era la seriedad en el asunto, nadie de los que se hallaba en el salón era consciente de lo que estaba pasando y de lo que surgirá si seguían de esa manera.

Pero algo extraño le llamo la atención al deleitar a Brönte su rubí de una lacrima y con la mirada fija en él, le poso la misma crueldad en las pupilas, apreciando su grito el cual anhelo que fuese más intenso y que no fuera de él sino de uno de los De Bordeaux… Y tras la bienvenida, reverencio su gesto, caminando hacia el centro, ¿Por qué tardaban los demás? Si era ya un coro de siameses voces en la mente de esta sombra. —Agradezco la familiaridad de tus palabras…—Interrumpido había sido, estaban ya ahí, los de Auxerre al fin en carne propia, el vació interno hervía, se alteraba y tras ser el rostro femenino el que le hiciera ladear la cabeza, libero las manos del bolsillo del pantalón y vislumbro uno por uno a la maldición.

—Veanlo de manera que les convenga, podré ser una desgracia más o para otros una bendición…—argumento emprendiendo unos cuantos pasos para resaltar ante todos, enmarcando los gestos del rostro a una sequedad profunda. Dirigiendo la mirada al gemelo, su desatacada manera de observar y ante su amabilidad opto por acercarse a Dorian al cual poso la mano en su hombro, refiriéndose ante todos…— No es momento de lamentarse, estoy enterado de lo sucedido, a cada uno de ustedes los conozco como a la palma de mi mano… Compartimos la misma linfa, cada uno de nosotros sabe que somos propiedad de la maldición de nuestros antepasados, aversión es lo que se destaca, ese deseo por aniquilar, por el poder de ensangrentar templos y bañarnos de los asesinatos de nuestros adversarios. Como verán, no solo compartimos la sangre, sino el deseo, el sentimiento y ahora la pena que ha surgido en la desaparición de nuestro hermano Adriel. —Libero el hombro ajeno, enorgullecido de verlos al fin— Justo en este momento, se ha de correr la voz de mi presencia. ¡Hermanos!, estoy aquí porque así fue diseñado este objetivo desde hace años, desde que antes que se les maldijera, debía permanecer en anonimato, mi maestro me transformo en una completa sombra ante todos porque mi deber era y sigue consistiendo en protegerlos, cuidar de cada uno de ustedes, así como debía de haber cuidado de Adriel, pero esto fue algo que no estaba en mis manos. Se me ordeno que solo observara sus movimientos, y Adriel cayó en una trampa en la cual se sacrificó la existencia de mi instructor con el motivo de traer a nuestros oponentes a París, hacer que salieran de sus escondites para exterminarlos.

Hizo una pausa, percatándose de que nadie más estuviese en los alrededores escuchando, no era un hombre, sino un campo de batalla lo que mostraba, resaltando el honor y furia en las palabras para unirse, gritar estas desgracias para atraer las fortunas, que se atrevan a crear a la fiebre de un perfume d’ Auxerre. Que al olfatearlos se atemoricen, se dobleguen y sean respetados.—Deben de entedarse que he vivido más de 900 años, he presenciado el magnicidio de mi creador y que también era el amado de Adriel. Fue difícil contenerme, ver como aquel gemelo le dio el golpe final…—¡Que remembranza, hasta la destrucción se grababa en su mente para castigar con más sulpicio y por ende aclamaba ser él quien termine con el causante de su enfado!, por ello no despego la mirada de Dorian, le transmitía el deseo aniquilador. —Pero no ha quedado así, se obtuvo el paradero de cada uno de ellos, hasta ahorita son 4 y estoy seguro de que Adriel está actuando por su propia cuenta. —Guardo las palabras por un minuto, estaba que incendiaba, desmembrar a todo aquel que se atreva a dañar lo que esta tatuando en sus pupilas.— Estoy aquí, porque no quiero que destrocen a uno más, adiós anonimato, ya no más linaje extirpado, quiero ser la sombra de cada uno, pero que esta vez que no sea humo sino carne lo que les proteja, a eso he venido... y bien, ¿Están conmigo? Quiero franqueza y nada de mentiras, si estaremos unidos que sea solo por defender esta herencia confiada, si quieren atormentarse entre ustedes háganlo pero no fuera de este recinto, ya tuvieron el tiempo suficiente para divertirse como se les plazca, ahora llego el momento en que el entretenimiento sea la cacería porque este es nuestro mayor placer.

Pintada ya el juramento de cumplir las expectativas de su maestro, dejo a cada quien que dieran sus objeciones, necesitaba escucharlos, mirándolos un largo tiempo como abismo, y el mismo abismo también le miraban, dando el primer paso que el siguiente era saber con quién podía contar aunque sea por mero capricho o por la unión que jamás se terminaría entre ellos, aun estando muertos renacía en cenizas la venganza por ellos.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Vie Abr 24, 2015 4:34 pm

“Me habita un cementerio
Me he ido haciendo vieja
Aquí
Al lado de mis muertos.
No necesito amigos
Me da miedo querer porque he querido a muchos
Y a todos los perdí en la guerra.”

La voz de Astaroth se arrastró por su piel, estremeciéndole por aquella indudable fuerza que ejercían cada uno de los movimientos que hacían sus labios para poder transmitirles un mensaje que debió haber llegado antes. Mucho antes. Habían tenido que sufrir muchas bajas dentro de su familia, las largas ausencias mezcladas con el ego de todos aquellos malditos mezclados y hacinados en una Mansión que apenas podía contener sus personalidades explosivas sin que estallase una batalla entre ellos. Eran niños jugando con armas muy peligrosas, jurando muerte al enemigo. Necesitaban dejar de lanzarse piedras los unos a los otros y conseguir juntar sus retorcidas mentes en post de una tortura mucho más satisfactoria.

Apretó el pañuelo sobre su herida, intentando parar todo aquel derroche inoportuno de su sangre, sabía perfectamente que estaba llenando la habitación con el aroma que compartía junto a Sébastiane y Denisse gracias a su maestro. El mismo hombre los había convertido, maldiciéndolos de distintas formas, convirtiendo sus vidas en un juego de teatro en el que cada muñeca seguía el patrón de sus más bajos instintos. A pesar del carácter despiadado de su conversor, todos sus hijos poseían buenas cualidades. Incluso él podía decir que Sébastiane era un hombre astuto y temible. Así como Denisse, su obsesión más insana, era una letal mujer con ínfulas de abeja reina. Eran un trío extraño. Pero no podía ser de otra forma, Gaél había realizado tres criaturas dignas del más oscuro averno, superándose en cada conversión, siendo él, Brönte, el último de sus hijos. El loco y pobre perro de los D’Auxerre.

Cuando el discurso de Astaroth llegó a su final, Sébastiane fue el primero en moverse. Sus pies se dirigieron hacia Denisse, ignorando al resto mientras la agarraba del brazo y tiraba de ella para poder llevársela fuera de aquella habitación. Aquella muda y clara respuesta de su hermano, hizo que sus labios se separaran para emitir un silbido peligroso. Un eco de su pensamiento destructivo hacia aquella vergonzosa retirada. No podía siquiera comprender cómo Sébastiane no deseaba formar parte de tal batalla. Todos ellos habían nacido con un sentimiento de odio hundiéndose en sus vacíos e inertes corazones; el odio hacia los Bordeaux era tan intenso como su sed.

- Sébastiane. – Emitió con un tono posesivo que le impelía a detenerse. Sus pies se movieron hacia su hermano al ver que seguía centrado en su huída sin detenerse ante su llamamiento. Sébastiane era el único de todos ellos que realmente tenía la misma sangre entre sus venas, quizás no su sangre mortal, pero sí la de su creador. Y ello, a sus ojos era más intenso que cualquier lazo que pudiera crearse por un vulgar parto.


Así que lo siguió, superando su fobia por la suciedad, un terror nacido principalmente de su ansiosa búsqueda del amor. Su mano le agarró la muñeca, logrando detenerlo antes de que saliese completamente de la habitación. Aquel gesto hizo que Sébastiane le mirase, generando un cruce de miradas azuladas entre ambos. Su silenciosa respuesta, expresada en aquellos brillantes iris, hizo que lo soltase, permitiéndole el retirarse. Su mano simplemente cayó sin fuerza, regresando de nuevo al lado de su costado, balanceándose mientras su dueño seguía mirando la espalda del hombre que se marchaba, probablemente para siempre de su lado, llevándose con él aquello que más quería.

El sonido de la puerta al cerrarse marcó un nuevo final en su vida, pues sabía que nada volvería a ser lo mismo después de lo que había visto en aquellos ojos. Tal miedo, esa espeluznante súplica muda de que necesitaba llevarse a Denisse lejos de todo esto, había sido suficiente para que lo hubiese dejado ir. Había sido la primera vez que había podido ver tal fragilidad en aquel hombre. Casi podía saborear en su paladar el pánico de su hermano, el fuerte arrojo con el que sabía que lo golpearía si se atrevía a cruzarse en su camino.

Por extraño que pareciera, Sébastiane y él no se odiaban. Era evidente que no se llevaban bien, pero era principalmente porque no sabían una mejor forma de demostrarse el amor que sentían el uno por el otro. Por mucho que se hiriesen, ellos compartían un deseo de proteger a Denisse de todo aquello que pudiera hacerle daño. Su hermana había sufrido demasiado en aquella vida inmortal, y aunque aquella arrogante no lo aceptase, quería realmente tener un final feliz junto a Sébastiane. Así que le permitió a aquel hombre hacer lo que siempre había ansiado hacer él, llevársela lejos de la pestilente presencia de la muerte.

Rió con cinismo, pues el permitir que ellos huyeran le dejaba completamente en soledad, llevándose todo lo que conocía hasta entonces con ellos. Pasó su mano por su pelo, entendiendo que debía dejar de mirar la puerta cerrada como un perro abandonado. Hasta ahora él solo había llegado a amar a Denisse, y había dejado que se fuera, con otro hombre. Con su hermano. Con el único hombre que ella había amado y amaría.

- Es indudable que ya nadie volverá a ejercer el papel que creyó poseer cuando fue convertido. – Dijo deslizando sus ojos hacia Astaroth, mostrando cómo sus ojos azules brillaban con el hambre de destrucción. Pues ahora, más que nunca, deseaba enzarzarse en una batalla atroz en la que pudiese librarse de sus enemigos. El precio de dejar que sus hermanos huyesen, era que permaneciese allí luchando por terminar con todos aquellos que pudiesen hacerles daño. Su felicidad exigía el sacrificio de muchas vidas. Así que él daría sus manos, cuerpo y sangre por todos aquellos que; como sus hermanos, merecían un buen final.

- Soy el fiel perro de los D’Auxerre. – Declaró con una sonrisa inocente en su rostro. Colocó una de sus manos en su pecho y se inclinó ante aquel hombre que llenaba la habitación con la energía de su poder.


Dadme una orden y partiré con presura. Mi máxima felicidad es servir a mi familia. – Se enderezó y dejó que su sonrisa intentase borrar el agridulce y doloroso adiós que había sucedido apenas unos segundos antes. Muchos habían sido convertidos y aun así no habían tenido el honor de pelear juntos contra los Bordeaux. Necesitaban poner un final a todas aquellas muertes. Los Bordeaux le habían arrebatado a tres de sus hermanos, no dejaría que hubiese otra despedida. No podía ser un perro sin amo.



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Mensaje por Invitado Miér Mayo 06, 2015 3:13 pm

Horror entre sombras, fuego en el viento sofocante solo emerge más odio sobre luchas.[1]

Encarnizadas escaramuzas se apoderan del semblante de sus iris, carmín ofrendado hacia la guerra venidera, ya olfateaba el combate porque frente a él se hallaba lo que debe proteger, ejecutando sus cartas una por una, los movimientos esperados ya habían sido mostrados, convirtiéndose en un campo de batalla; viendo ya la decisión de cada uno, no eran necesarias las palabras, en cuanto Sébastien dio el primer paso, respeto su elección, fue la más sabia ante todo el torbellino, aclareciendo el honor de haber presenciado ese acto pues fue más altivasu acción que el odio que los domina; Ir tras lo único que quiere salvaguardar, tener el coraje de forjar su única lucha en compañía de su «hermana»...  ese combate amoroso, coronando cada paso emprendido.

Y ante sus retiradas, él con la inclinación de su cabeza les transcribo una dedicatoria: «El viento trae sangre, se despliega la batalla, pero ahí estaré cuando lo necesiten, cuando el peligro les alcance lo haré cenizas para que puedan seguir su camino»[2] Digno de ser un «d’Auxerre» el perfume de sus esencias atrapa, persiguiendo con la mirada su siluetas, no dando la espalda eso lo comprendía a la perfección.

Entre tanto, observó con suma atención a Brönte, seguido de Dorian, creciendo la linfa desposada de un urgente pensamiento belicoso; palpita, cruje, azota, empuja, estalla…sin dejar llevarse por los sentimientos o pasiones causados. Tomando la decisión de invitar a Brönte a ir con ellos, ya que era el más afectado en esta situación pero su propia decisión fue liberada. Respondiendo con otra inclinación, aceptando la sinceridad de sus palabras que la calidad de su conciencia le enalteció. La verdad era que apreciaba la honestidad, esa lealtad emanada de sus palabras al igual que sin un deje de duda, conduciendo un carácter honorable…

―La jugada ya está, capturar a uno de ellos será tu deber Brönte, pero solo requiero del último d’Auxerre antes de iniciar con la acción ya que no puede haber tácticas sin haberse definido nuestras propias estrategias, ya que seré yo quien vaya tras el esclavo de uno de ellos― aclaró, alzando la mano para cederle la palabra a Dorian, realmente estaba interesado en su resolución, puesto que debe comprender que el unirse, requiere presenciar el exterminio a su gemelo. Que no era momento de dudas, su deber era escoger y la recia mirada de Astaroth le esperaban junto con Brönte el cual se hallaba a su lado.

Esto era lo que en verdad significaba una guerra; no solo era externa  sino predomina en lo interno a su vez, ojos de soledad por ofrecer todo en el campo, la carne fría, colmillos afilados; la frivolidad reservada para las circunstancias más trágicas, a que el fuego consuma el desplazamiento de la tiranía, porque no serían espadas chocando unas contra otras, ni cañones, es una guerra subdividida de inmortales, las más horrorosas con una elegancia sepultada en el estilo que cada uno emplee.


"Una escaramuza familiar ejecutada por otras en particular….
Como la sombra protectora, que vengara junto con la venganza propia; Ser él, quien acabe con quien mató a su creador."
[3]


1. ↑Escaramuza entre carne sombría, Astaroth d'Auxerre.
2. ↑La sombra protectora, El escudo
3. ↑La venganza de la sombra, gritos del silencio
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