AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Art is to console those who are broken by life | Privado
2 participantes
Página 1 de 1.
Art is to console those who are broken by life | Privado
El silencio era correcto. Y al pasar los años en su encierro, Lukas creía que no sólo era correcto, sino su única verdad. Ese momento sin sonido en el que la soledad era eso, un concepto tácito. Que es lo que es. No una metáfora utilizada por los poetas.
De aquella época de esplendor personal, conservaba algunas cosas, aquellas que le facilitaban la vida, principalmente, como un par de sirvientes que conocían bien a su excéntrico amo y respetaban su reclusión voluntaria, que trataban de no interrumpirlo demasiado. A veces parecían meros fantasmas en la casa, presencias traslúcidas de las que no te das cuenta. Lukas lo agradecía, y si bien era bastante fácil que su ansiedad social lo condujera a comportamientos erráticos, se podía decir que era un buen amo.
Uno de esos mozos fue el que se atrevió a tocar su puerta sabiendo lo que eso significaba. Lukas lo dejó pasar. El hombre moreno, portugués decía ser, llevaba un montoncito de cartas en una charola de plata; la correspondencia. Después de agradecerle, Lukas se decidió a revisarlas sin mayor dilación. La mayoría eran lo mismo de siempre, las importantes resultaban ser boletines de arte, las que desechaba sin siquiera abrir eran invitaciones a eventos sociales, esos a los que desde hace mucho había dejado de asistir, pero a los que lo seguían invitando, por lo que su tío había representado.
Pero una misiva destacó. No caía en ninguna de las dos categorías de correspondencia. El remitente era una mujer. La abrió con curiosidad y comenzó a leer. Asintió para sí mismo y de inmediato se puso a escribir una respuesta. Luego llamó al portugués —debía preguntarle su nombre, por Dios— para que la llevara a la oficina de correos.
De aquella carta desconocida, recibió respuesta con prontitud y pidió a la mujer, Eileen Ingram, que asistiera a su casa. No se puso a explicarle las vicisitudes de su situación, pero la mujer pareció muy comprensible.
Y esa noche era la noche. Lukas no podía dejar de sudar, ya había tomado tres duchas, pero es que la ansiedad social era algo que no aguantaba. No era extraño que gente interesada en sus servicios fuera a su casa, eso no significaba que hubiera superado ya sus miedos. Por supuesto que no, sobre todo considerando su negativa a seguir tratándose. Era una maldita causa perdida. Estaba sentado en la estancia, mirando fijo al frente como ido.
—Está aquí —su sirviente, el portugués (¡ah! Se llamaba Heitor, ahora lo sabía) llamó su atención—. La señorita Ingram ha llegado —anunció.
Lukas se puso de pie de un salto, de pronto confundido y luego sonrió a Heitor, agradecido. Caminó seguido del hombre ibérico hasta la puerta, en el recibidor ya estaba ella. Esta despampanante, hermosa como nunca había visto otra, mujer rubia, alta y de ojos azules. ¡Tenía el cielo atrapado en sus ojos! Pensó. Suspiró para darse valor.
—Señorita Ingram —saludó estirando su mano con torpeza para estrechar la ajena—. Al fin nos conocemos. Pase por favor —hizo un ademán para dejarla ir a ella primero, caballeroso como siempre. Porque podía estar sometido por su ansiedad y temor y todo lo que lo abrumaba, que resultaba ser cada cosa en el mundo, pero no dejaba de ser el hombre educado que siempre había sido.
De aquella época de esplendor personal, conservaba algunas cosas, aquellas que le facilitaban la vida, principalmente, como un par de sirvientes que conocían bien a su excéntrico amo y respetaban su reclusión voluntaria, que trataban de no interrumpirlo demasiado. A veces parecían meros fantasmas en la casa, presencias traslúcidas de las que no te das cuenta. Lukas lo agradecía, y si bien era bastante fácil que su ansiedad social lo condujera a comportamientos erráticos, se podía decir que era un buen amo.
Uno de esos mozos fue el que se atrevió a tocar su puerta sabiendo lo que eso significaba. Lukas lo dejó pasar. El hombre moreno, portugués decía ser, llevaba un montoncito de cartas en una charola de plata; la correspondencia. Después de agradecerle, Lukas se decidió a revisarlas sin mayor dilación. La mayoría eran lo mismo de siempre, las importantes resultaban ser boletines de arte, las que desechaba sin siquiera abrir eran invitaciones a eventos sociales, esos a los que desde hace mucho había dejado de asistir, pero a los que lo seguían invitando, por lo que su tío había representado.
Pero una misiva destacó. No caía en ninguna de las dos categorías de correspondencia. El remitente era una mujer. La abrió con curiosidad y comenzó a leer. Asintió para sí mismo y de inmediato se puso a escribir una respuesta. Luego llamó al portugués —debía preguntarle su nombre, por Dios— para que la llevara a la oficina de correos.
—1—
De aquella carta desconocida, recibió respuesta con prontitud y pidió a la mujer, Eileen Ingram, que asistiera a su casa. No se puso a explicarle las vicisitudes de su situación, pero la mujer pareció muy comprensible.
Y esa noche era la noche. Lukas no podía dejar de sudar, ya había tomado tres duchas, pero es que la ansiedad social era algo que no aguantaba. No era extraño que gente interesada en sus servicios fuera a su casa, eso no significaba que hubiera superado ya sus miedos. Por supuesto que no, sobre todo considerando su negativa a seguir tratándose. Era una maldita causa perdida. Estaba sentado en la estancia, mirando fijo al frente como ido.
—Está aquí —su sirviente, el portugués (¡ah! Se llamaba Heitor, ahora lo sabía) llamó su atención—. La señorita Ingram ha llegado —anunció.
Lukas se puso de pie de un salto, de pronto confundido y luego sonrió a Heitor, agradecido. Caminó seguido del hombre ibérico hasta la puerta, en el recibidor ya estaba ella. Esta despampanante, hermosa como nunca había visto otra, mujer rubia, alta y de ojos azules. ¡Tenía el cielo atrapado en sus ojos! Pensó. Suspiró para darse valor.
—Señorita Ingram —saludó estirando su mano con torpeza para estrechar la ajena—. Al fin nos conocemos. Pase por favor —hizo un ademán para dejarla ir a ella primero, caballeroso como siempre. Porque podía estar sometido por su ansiedad y temor y todo lo que lo abrumaba, que resultaba ser cada cosa en el mundo, pero no dejaba de ser el hombre educado que siempre había sido.
Lukas Bernhardt- Humano Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 17/10/2014
Localización : París
Re: Art is to console those who are broken by life | Privado
El sol se iba despidiendo, sus cristalinos ojos se fijaban en el horizonte desde aquella pequeña ventana, sobre sus manos se encontraba un viejo y roto libro, suspiraba mientras pasaba sus finas manos sobre aquellos pedazos de papel, no era un libro valioso, podría comprarse cualquier tomo en cualquier librería, era solo un libro que le traía recuerdos de su infancia, cuentos de hadas.
Siempre había soñado con un cuento de hadas, le había costado trabajo realizarlo pero no era conformista, ese libro era un pedazo de su infancia, un trozo de esperanza de que los sueños podrían hacerse realidad si seguía luchando con fuerza, Eileen soñaba todo el tiempo al grado de ambicionar pero su realidad aunque lejana, poco a poco daba sus frutos. Era por eso que ese libro era tan importante para ella.
Había oído del señor Gabriel Bernhardt por su padre, “siempre que necesites un trabajo bien hecho debes buscar a ese hombre” fue por eso que se decidió a escribirle, su sirvienta Grazia, una mujer mayor de nacionalidad italiana que la acompañaba desde temprana edad le dijo que no se hiciera muchas ilusiones sobre recibir una respuesta del hombre, puesto que su sobrino, ahora quien manejaba el negocio era un joven extraño, nadie sabía realmente el motivo solo que no era un tipo ordinario.
Sin embargo la joven no perdió la esperanza y escribió la carta, mayor fue su sorpresa cuando vio la respuesta llegar, el hombre aceptaba que ella le visitara en su mansión en Paris, la alegría no cabía en Eileen quien sin ningún impedimento aceptó enseguida.
Por fin el día acordado había llegado, después de un largo y tedioso viaje, había arribado en tierras francesas, descanso y se refresco en una vieja posada, pero la emoción de conocer a aquel hombre pudieron más con ella que apenas y pudo pegar un ojo, tomo un carruaje que le llevo directo a la morada del hombre, llego un poco más tarde de la hora acordada, tendría que disculparse con su anfitrión, pero por fin había llegado.
Se arregló de pies a cabeza como solía hacerlo y uso el vestido más sencillo que tenía puesto que odiaba usar ropas pomposas que le estorbaran en su trabajo. El perfume que solían llevar sus cabellos era un olor intenso a gardenias, sus cabellos rubios se rizaban con naturalidad dándole ondas largas.
Se anunció con el mozo y espero en la sala donde le indicó, miró a su alredor la habitación llena de obras de arte, acaricio un viejo busto de pie frente a ella deslizando los dedos por el fino mármol, hasta que la voz de su acompañante le hizo volver la mirada hacia él, un hombre joven y buen mozo estiraba la mano hacia su dirección y pronunciaba su apellido con perfección, era claro que se trataba de el señor de la casa.
– Señor Bernhardt es todo un honor estar aquí frente a usted – estrecho su mano, sonrió levemente antes de soltarle y caminar hacia el frente. – Para ser honesta no pensé que mi carta fuera contestada, pero me alegro que haya sido así – acomodo la pequeña bolsa que colgaba de su hombro donde traía el motivo de su visita principal.
Siempre había soñado con un cuento de hadas, le había costado trabajo realizarlo pero no era conformista, ese libro era un pedazo de su infancia, un trozo de esperanza de que los sueños podrían hacerse realidad si seguía luchando con fuerza, Eileen soñaba todo el tiempo al grado de ambicionar pero su realidad aunque lejana, poco a poco daba sus frutos. Era por eso que ese libro era tan importante para ella.
Había oído del señor Gabriel Bernhardt por su padre, “siempre que necesites un trabajo bien hecho debes buscar a ese hombre” fue por eso que se decidió a escribirle, su sirvienta Grazia, una mujer mayor de nacionalidad italiana que la acompañaba desde temprana edad le dijo que no se hiciera muchas ilusiones sobre recibir una respuesta del hombre, puesto que su sobrino, ahora quien manejaba el negocio era un joven extraño, nadie sabía realmente el motivo solo que no era un tipo ordinario.
Sin embargo la joven no perdió la esperanza y escribió la carta, mayor fue su sorpresa cuando vio la respuesta llegar, el hombre aceptaba que ella le visitara en su mansión en Paris, la alegría no cabía en Eileen quien sin ningún impedimento aceptó enseguida.
Por fin el día acordado había llegado, después de un largo y tedioso viaje, había arribado en tierras francesas, descanso y se refresco en una vieja posada, pero la emoción de conocer a aquel hombre pudieron más con ella que apenas y pudo pegar un ojo, tomo un carruaje que le llevo directo a la morada del hombre, llego un poco más tarde de la hora acordada, tendría que disculparse con su anfitrión, pero por fin había llegado.
Se arregló de pies a cabeza como solía hacerlo y uso el vestido más sencillo que tenía puesto que odiaba usar ropas pomposas que le estorbaran en su trabajo. El perfume que solían llevar sus cabellos era un olor intenso a gardenias, sus cabellos rubios se rizaban con naturalidad dándole ondas largas.
Se anunció con el mozo y espero en la sala donde le indicó, miró a su alredor la habitación llena de obras de arte, acaricio un viejo busto de pie frente a ella deslizando los dedos por el fino mármol, hasta que la voz de su acompañante le hizo volver la mirada hacia él, un hombre joven y buen mozo estiraba la mano hacia su dirección y pronunciaba su apellido con perfección, era claro que se trataba de el señor de la casa.
– Señor Bernhardt es todo un honor estar aquí frente a usted – estrecho su mano, sonrió levemente antes de soltarle y caminar hacia el frente. – Para ser honesta no pensé que mi carta fuera contestada, pero me alegro que haya sido así – acomodo la pequeña bolsa que colgaba de su hombro donde traía el motivo de su visita principal.
Eileen Ingram- Humano Clase Media
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 06/12/2014
Re: Art is to console those who are broken by life | Privado
Recibir gente en su residencia, era extraño, no es que no sucediera. Lukas pasaba sus días recluido y con apenas contacto con el mundo. Pedía a Heitor y otros de los pocos sirvientes que tenía que lo mantuvieran informado del exterior. Leía con regularidad el diario y también a veces pedía noticias de Viena. Aunque eso último no sabía ni para qué. Melancolía quizá. Necedad, tal vez.
Uno podría creer que había perdido algo de sus habilidades. Siempre fue algo torpe para desenvolverse alrededor de otras personas, pero su tío le había dado una buena educación y ese día, al lado de la señorita Ingram, dejaba en claro que aún conservaba los modales que le fueron inculcados. La condujo hasta una estancia finamente decorada con candiles de cristalería y algunas obras de arte de valor moderado que su mentor tenía desde que él recordaba y que se había negado a vender. Había también un par de sillones tapizados de terciopelo rojo y unas sillas a juego, con marcos de madera pulida. En la chimenea ardía un fuego fatuo que parecía arder por la eternidad. La hubiera llevado a su despacho, pero había algo en ese lugar que le parecía íntimo, demasiado como para mostrarlo a una desconocida. Además, había una especie de desorden que si bien no le molestaba a él, le daba algo de pena para con el mundo. Era una suerte que esa relación hace mucho que hubiera terminado.
Le ofreció un asiento antes de él mismo hacer lo propio frente a ella. Se quedó muy recto, con la espalda tensa, porque aunque conocía los protocolos sociales, hasta ese punto llegaba su desenvolvimiento. De pronto la ansiedad lo estranguló. Miró hacia la puerta, donde Heitor aguardaba instrucciones. Suspiró.
—No es muy común que alguien venga —comenzó puntualizando lo obvio—, pero me interesa ese libro del que me habla. Algo puedo hacer por él —quiso sonreír pero no le salió muy bien y mentalmente ya se estaba castigando. Eso era lo peor de su desazón común, que no bastaba con hacer el ridículo con otros, sino que después se comía las uñas por las noches pensando en la idiotez que había hecho y en los otros escenarios posibles, en donde él no era un idiota y todo salía bien. Trató de sostenerle la mirada, pero no pudo y comenzó a arrepentirse de dejarla ir. Era demasiado hermosa, casi sobrenatural, en verdad tenía el cielo atrapado en sus ojos.
Respiró profundamente y miró a su sirviente. Éste tomó aquel gesto como señal de que pasara y así lo hizo.
—¿Puedo ofrecerle algo de beber? —Logró articular con mucho trabajo, sin mirarla y se dio cuenta que sostenía la tela de su pantalón con mucha fuerza. La soltó de golpe—. Supongo que ha sido un viaje largo, espero que París le parezca lo suficientemente interesante. Dicen que quien se aburre de Londres se ha aburrido de la vida, nunca he estado allá, pero supongo es una ciudad excitante… —se dio cuenta que había hablado mucho y todo sin lograr levantar el rostro. Se calló de inmediato. Frunció el ceño.
—Debe tener muchas cosas que hacer y yo aquí haciéndola perder su tiempo. Ha sido ya lo suficientemente amable como para venir hasta acá —rio con nerviosismo y algo en ese sonido sonó desolador—. Podemos comenzar a hablar de negocios, si le parece. ¿Trae consigo el libro que quiere que revise? —Se escuchaba más calmado, pero más desencajado también. Triste, había algo terriblemente triste en su voz.
Uno podría creer que había perdido algo de sus habilidades. Siempre fue algo torpe para desenvolverse alrededor de otras personas, pero su tío le había dado una buena educación y ese día, al lado de la señorita Ingram, dejaba en claro que aún conservaba los modales que le fueron inculcados. La condujo hasta una estancia finamente decorada con candiles de cristalería y algunas obras de arte de valor moderado que su mentor tenía desde que él recordaba y que se había negado a vender. Había también un par de sillones tapizados de terciopelo rojo y unas sillas a juego, con marcos de madera pulida. En la chimenea ardía un fuego fatuo que parecía arder por la eternidad. La hubiera llevado a su despacho, pero había algo en ese lugar que le parecía íntimo, demasiado como para mostrarlo a una desconocida. Además, había una especie de desorden que si bien no le molestaba a él, le daba algo de pena para con el mundo. Era una suerte que esa relación hace mucho que hubiera terminado.
Le ofreció un asiento antes de él mismo hacer lo propio frente a ella. Se quedó muy recto, con la espalda tensa, porque aunque conocía los protocolos sociales, hasta ese punto llegaba su desenvolvimiento. De pronto la ansiedad lo estranguló. Miró hacia la puerta, donde Heitor aguardaba instrucciones. Suspiró.
—No es muy común que alguien venga —comenzó puntualizando lo obvio—, pero me interesa ese libro del que me habla. Algo puedo hacer por él —quiso sonreír pero no le salió muy bien y mentalmente ya se estaba castigando. Eso era lo peor de su desazón común, que no bastaba con hacer el ridículo con otros, sino que después se comía las uñas por las noches pensando en la idiotez que había hecho y en los otros escenarios posibles, en donde él no era un idiota y todo salía bien. Trató de sostenerle la mirada, pero no pudo y comenzó a arrepentirse de dejarla ir. Era demasiado hermosa, casi sobrenatural, en verdad tenía el cielo atrapado en sus ojos.
Respiró profundamente y miró a su sirviente. Éste tomó aquel gesto como señal de que pasara y así lo hizo.
—¿Puedo ofrecerle algo de beber? —Logró articular con mucho trabajo, sin mirarla y se dio cuenta que sostenía la tela de su pantalón con mucha fuerza. La soltó de golpe—. Supongo que ha sido un viaje largo, espero que París le parezca lo suficientemente interesante. Dicen que quien se aburre de Londres se ha aburrido de la vida, nunca he estado allá, pero supongo es una ciudad excitante… —se dio cuenta que había hablado mucho y todo sin lograr levantar el rostro. Se calló de inmediato. Frunció el ceño.
—Debe tener muchas cosas que hacer y yo aquí haciéndola perder su tiempo. Ha sido ya lo suficientemente amable como para venir hasta acá —rio con nerviosismo y algo en ese sonido sonó desolador—. Podemos comenzar a hablar de negocios, si le parece. ¿Trae consigo el libro que quiere que revise? —Se escuchaba más calmado, pero más desencajado también. Triste, había algo terriblemente triste en su voz.
Lukas Bernhardt- Humano Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 17/10/2014
Localización : París
Re: Art is to console those who are broken by life | Privado
Mientras caminaba hacía el despacho sintió un poco de vergüenza, había viajado desde Londres solo para arreglar un libro que bien no tenía valor monetario sino simple valor sentimental, pudo haber conseguido que alguien en su propia patria pudiera arreglarlo un poco pero no, la curiosidad fue incluso más grande al no entender sobre la condición que mantenía excluido del mundo al joven Lukas, probablemente ese fue el motivo real de su largo viaje a tierras extranjeras.
Sin embargo ahora estaba ahí y no había notado realmente nada extraño en él, era un joven demasiado guapo, con una mirada tan triste como hermosa, cada vez que ambas miradas se encontraban le era difícil no corresponderle con una sonrisa, lo notaba tan nervioso que parecía luchar internamente por no cometer errores, Eileen volvió a sonreírle de nuevo intentando hacerle saber que estaba bien, que intentara relajarse, pero parecía ser que no servía de nada.
– Solo un poco de agua – cruzo levemente sus talones acomodándolos hacia un lado, se quitó un mechón de cabello mientras lo oía hablar y el sirvientes salía de la habitación para traer el agua, dejándolos completamente solos de nuevo, Eileen suspiró, no sabía por qué pero le preocupaba que incluso aquel hombre se sintiera a gusto con su presencia.
– Londres es una ciudad fantástica, París hasta el momento me lo resulta también, la gente es cálida y hospitalaria aunque mi viaje es solamente para encontrarme con usted, espero poder permanecer más en la ciudad – ]concluyó sacando de un pequeño morral de piel que cruzaba su vestido el viejo libro poniéndolo después sobre sus rodillas – como puede ver es un libro que tiene un valor sentimental para mí y no me gustaría que cualquiera pusiera sus manos sobre él, es un trabajo que solo dejaría a su cargo – se mordió el labio apretando el libro contra sus rodillas, había intentado no ponerlo más nervioso pero no podía evitarlo.
– Disculpe mi poca cortesía pero ¿se encuentra bien? No parece sentirse muy cómodo en mi presencia, el joven que escribió las cartas parecía un joven más confiado y realmente me gustaría poder conseguir aquel chico a nuestra conversación – tal vez su comentario era demasiado directo, fuera de los protocolos y muy atrevido para el primer encuentro pero así era Eileen difícilmente podría acatarse a las normas de una sociedad tan cuadrada.
Sin embargo ahora estaba ahí y no había notado realmente nada extraño en él, era un joven demasiado guapo, con una mirada tan triste como hermosa, cada vez que ambas miradas se encontraban le era difícil no corresponderle con una sonrisa, lo notaba tan nervioso que parecía luchar internamente por no cometer errores, Eileen volvió a sonreírle de nuevo intentando hacerle saber que estaba bien, que intentara relajarse, pero parecía ser que no servía de nada.
– Solo un poco de agua – cruzo levemente sus talones acomodándolos hacia un lado, se quitó un mechón de cabello mientras lo oía hablar y el sirvientes salía de la habitación para traer el agua, dejándolos completamente solos de nuevo, Eileen suspiró, no sabía por qué pero le preocupaba que incluso aquel hombre se sintiera a gusto con su presencia.
– Londres es una ciudad fantástica, París hasta el momento me lo resulta también, la gente es cálida y hospitalaria aunque mi viaje es solamente para encontrarme con usted, espero poder permanecer más en la ciudad – ]concluyó sacando de un pequeño morral de piel que cruzaba su vestido el viejo libro poniéndolo después sobre sus rodillas – como puede ver es un libro que tiene un valor sentimental para mí y no me gustaría que cualquiera pusiera sus manos sobre él, es un trabajo que solo dejaría a su cargo – se mordió el labio apretando el libro contra sus rodillas, había intentado no ponerlo más nervioso pero no podía evitarlo.
– Disculpe mi poca cortesía pero ¿se encuentra bien? No parece sentirse muy cómodo en mi presencia, el joven que escribió las cartas parecía un joven más confiado y realmente me gustaría poder conseguir aquel chico a nuestra conversación – tal vez su comentario era demasiado directo, fuera de los protocolos y muy atrevido para el primer encuentro pero así era Eileen difícilmente podría acatarse a las normas de una sociedad tan cuadrada.
Eileen Ingram- Humano Clase Media
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 06/12/2014
Re: Art is to console those who are broken by life | Privado
Por supuesto, ¡Por supuesto! ¡Lukas, eres un pobre tonto! ¿Cómo ibas a creer que saldrías avante de esta situación? ¿Pero en qué estabas pensando cuando aceptaste verte con esta mujer? ¿Acaso que todo saldría bien? Pero si la historia y la experiencia dicen que todo, en tu vida, ha de salir mal. Alzó el rostro, en dirección a Heitor y asintió, para que hiciera lo que su visitante pedía. Suspiró y volvió a agachar la mirada escuchando la respuesta de la rubia.
Alzó el rostro y entornó la mirada cuando habló sobre el objeto que los tenía reunidos ahí. Se sintió halagado, pero la inseguridad trepó por su garganta como una horrible nausea. Se hizo ligeramente hacia atrás en su asiento, pensando qué contestar. Pero estaba todavía en ese proceso que ella continuó y supuso que alguien debía ser ciego para no darse cuenta de su comportamiento. Suspiró abatido al tiempo que sentía sus mejillas arder.
—Estoy… estoy bien —se obligó a contestar—. Me disculpo por mi comportamiento, es solo que… solo que… —giró el rostro hacia una ventana que daba al exterior, a los jardines de su casa. Ese era su sitio favorito para que el sol le devolviera algo de color a su piel. Pero incluso a ese lugar no iba muy a menudo, prefería quedarse dentro de la residencia. Cerró los ojos luego y los puños también. En ese instante regresaba Heitor con dos vasos transparentes de agua. Dejó la charola al centro para volver a retirarse; los negocios de su patrón no eran asunto suyo.
Lukas se puso de pie, raudo como pincelada en el aire.
—Le aseguro que su libro no estará en mejores manos. Haré lo mejor que pueda con él, quedará como nuevo y nada de su valor sentimental se perderá —tenía una sensibilidad especial para esas cosas. Uno podía ser restaurador y hacerlo bien o mal, pero él no sólo era bueno en su trabajo, sino que vertía tanto esfuerzo y corazón en lo que hacía que los libros y mapas que quedaban a su cargo terminaban como obras de arte preciosas, pero sobre todo, cargadas de sentimientos, los de antaño y nuevos—. No recibo gente muy seguido por aquí e interactuar me causa un gran esfuerzo, pero permítame resarcir mi falta. Si tiene la paciencia suficiente, verá que no soy tan malo —aunque empezó su breve discurso con fuerza, ésta se fue quedando en el camino de sus palabras y terminó casi en susurros.
Se acercó a ella, no la miró, pero tomó con cuidado el tomo que descansaba en las piernas ajenas. Lo dejó sobre la mesilla de centro.
—¿Me acompaña? El libro estará aquí a nuestro regreso —la invitó y ofreció su brazo para de ese modo caminar. Ella no sabía y no era su deber, desde luego, pero todo aquello significaba un enorme, casi sobrehumano esfuerzo. Estaba luchando contra las barreras propias. La condujo por un pasillo hasta una de las puertas traseras de la casa. Abrió y frente a ellos se extendieron los terrenos verdes y fértiles de la casa Bernhardt—. Quizá lo único que necesito es un poco de aire fresco —comentó tratando de sonar casual, pero poner un pie en el exterior, sin importar la dirección, era condenadamente difícil. Tardó unos minutos en finalmente hacerlo.
—¿Dónde se está quedando? —Lo mejor era hablar, para no pensar en las locuras que estaba cometiendo—. No crea que es atrevido de mi parte, lo digo de corazón, si gusta puede tomar una de la habitación de esta casa. Hay muchas y vivo solo —ofreció. ¡Pero qué demonios estás haciendo! Si su compañía lo ponía tan ansioso, ¿cómo sería tenerla cerca por más tiempo? Pero lo que había dicho era así de veraz, era así como él mismo lo puso en palabras. Era de corazón.
Alzó el rostro y entornó la mirada cuando habló sobre el objeto que los tenía reunidos ahí. Se sintió halagado, pero la inseguridad trepó por su garganta como una horrible nausea. Se hizo ligeramente hacia atrás en su asiento, pensando qué contestar. Pero estaba todavía en ese proceso que ella continuó y supuso que alguien debía ser ciego para no darse cuenta de su comportamiento. Suspiró abatido al tiempo que sentía sus mejillas arder.
—Estoy… estoy bien —se obligó a contestar—. Me disculpo por mi comportamiento, es solo que… solo que… —giró el rostro hacia una ventana que daba al exterior, a los jardines de su casa. Ese era su sitio favorito para que el sol le devolviera algo de color a su piel. Pero incluso a ese lugar no iba muy a menudo, prefería quedarse dentro de la residencia. Cerró los ojos luego y los puños también. En ese instante regresaba Heitor con dos vasos transparentes de agua. Dejó la charola al centro para volver a retirarse; los negocios de su patrón no eran asunto suyo.
Lukas se puso de pie, raudo como pincelada en el aire.
—Le aseguro que su libro no estará en mejores manos. Haré lo mejor que pueda con él, quedará como nuevo y nada de su valor sentimental se perderá —tenía una sensibilidad especial para esas cosas. Uno podía ser restaurador y hacerlo bien o mal, pero él no sólo era bueno en su trabajo, sino que vertía tanto esfuerzo y corazón en lo que hacía que los libros y mapas que quedaban a su cargo terminaban como obras de arte preciosas, pero sobre todo, cargadas de sentimientos, los de antaño y nuevos—. No recibo gente muy seguido por aquí e interactuar me causa un gran esfuerzo, pero permítame resarcir mi falta. Si tiene la paciencia suficiente, verá que no soy tan malo —aunque empezó su breve discurso con fuerza, ésta se fue quedando en el camino de sus palabras y terminó casi en susurros.
Se acercó a ella, no la miró, pero tomó con cuidado el tomo que descansaba en las piernas ajenas. Lo dejó sobre la mesilla de centro.
—¿Me acompaña? El libro estará aquí a nuestro regreso —la invitó y ofreció su brazo para de ese modo caminar. Ella no sabía y no era su deber, desde luego, pero todo aquello significaba un enorme, casi sobrehumano esfuerzo. Estaba luchando contra las barreras propias. La condujo por un pasillo hasta una de las puertas traseras de la casa. Abrió y frente a ellos se extendieron los terrenos verdes y fértiles de la casa Bernhardt—. Quizá lo único que necesito es un poco de aire fresco —comentó tratando de sonar casual, pero poner un pie en el exterior, sin importar la dirección, era condenadamente difícil. Tardó unos minutos en finalmente hacerlo.
—¿Dónde se está quedando? —Lo mejor era hablar, para no pensar en las locuras que estaba cometiendo—. No crea que es atrevido de mi parte, lo digo de corazón, si gusta puede tomar una de la habitación de esta casa. Hay muchas y vivo solo —ofreció. ¡Pero qué demonios estás haciendo! Si su compañía lo ponía tan ansioso, ¿cómo sería tenerla cerca por más tiempo? Pero lo que había dicho era así de veraz, era así como él mismo lo puso en palabras. Era de corazón.
Lukas Bernhardt- Humano Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 17/10/2014
Localización : París
Re: Art is to console those who are broken by life | Privado
Era extraño, no era lo que todo mundo esperaba, no era un típico caballero que hablaba de sus grandes dotes para conquistar a cualquier mujer que se le pusiera enfrente, tampoco era el típico niño mimado que solamente esperaba que una mujer le diera señales para darle a entender que le atraía, era extraño un ser encerrado en su propio mundo y eso le gustaba a Eileen, aunque el joven no parecía estar tan cómodo con su presencia ella si se sentía a gusto con la suya, algo de su personalidad cautivaba a la joven escultora, tal vez era que despertaba aún más su curiosidad nata, quería develar todos los secretos que ese hombre parecía ocultar.
Además de todo ¿quien era ella para decirle como se estaba comportando? Las personas eran como eran, si, Eileen no juzgaba eso, sino que estaba segura que el joven que escribió las cartas era un joven más lleno de alegría, más seguro de si mismo, cosa que también había conseguido traer a Eileen desde su natal patria hasta este lugar, en esa carta había un mar de sentimientos que la joven inglesa quería volver a sentir.
Tomo su brazo y camino con él hasta aquellos terrenos, Eileen abrió los ojos de par en par, era hermoso, un lugar que debía permanecer así para la eternidad y el único modo que se le ocurría y que sabía era en un lienzo debía pintar ese lugar, Eileen se mordió el labio inferior con fuerza soltando el brazo de su acompañante quien parecía congelado en la puerta, mientras que ella corría hasta el centro de los terrenos para llenar sus pulmones de aire fresco, el lugar era majestuoso.
Giró el rostro con dirección a él cuando volvió a hablar, Eileen estaba a punto de pedirle permiso para pintar su bello jardín cuando la invitó a quedarse en su mansión, volvió a sonreír aquella mujer no cabía en su propia felicidad, aunque para cualquier ser humano normal, uno criado en aquella época aquello era atrevido, no se vería nada bien que una joven soltera y además extranjera llegara y se hospedara en la casa de un hombre que si bien había oído era recientemente viudo, una joven que se respetara y de sociedad no aceptaría la invitación, pero Eileen era tan rara como él.
-¿En verdad señor? – regreso en sus pasos hasta apenas un metro de distancia de él. – sería de verdad un gusto poder permanecer en su humilde hogar – se aclaró la garganta antes de continuar. – Verá no me gustan mucho los hostales, son algo incomodos, aunque la gente viene y va, nunca será como la paz que trae un hogar, incluso cuando no es el propio, tienen una magia natural que te hace sentir tranquilidad –era verdad lo que decía aunque también era el hecho de que ahora se había encaprichado con la idea de dibujar ese jardín, ahora tendría la libertad de hacerlo si se quedaba un tiempo en el lugar, además de que podría conocer más a fondo a aquel hombre que en vez de aburrirla o de hacerla sentir incomoda, le llamaba la atención.
Además de todo ¿quien era ella para decirle como se estaba comportando? Las personas eran como eran, si, Eileen no juzgaba eso, sino que estaba segura que el joven que escribió las cartas era un joven más lleno de alegría, más seguro de si mismo, cosa que también había conseguido traer a Eileen desde su natal patria hasta este lugar, en esa carta había un mar de sentimientos que la joven inglesa quería volver a sentir.
Tomo su brazo y camino con él hasta aquellos terrenos, Eileen abrió los ojos de par en par, era hermoso, un lugar que debía permanecer así para la eternidad y el único modo que se le ocurría y que sabía era en un lienzo debía pintar ese lugar, Eileen se mordió el labio inferior con fuerza soltando el brazo de su acompañante quien parecía congelado en la puerta, mientras que ella corría hasta el centro de los terrenos para llenar sus pulmones de aire fresco, el lugar era majestuoso.
Giró el rostro con dirección a él cuando volvió a hablar, Eileen estaba a punto de pedirle permiso para pintar su bello jardín cuando la invitó a quedarse en su mansión, volvió a sonreír aquella mujer no cabía en su propia felicidad, aunque para cualquier ser humano normal, uno criado en aquella época aquello era atrevido, no se vería nada bien que una joven soltera y además extranjera llegara y se hospedara en la casa de un hombre que si bien había oído era recientemente viudo, una joven que se respetara y de sociedad no aceptaría la invitación, pero Eileen era tan rara como él.
-¿En verdad señor? – regreso en sus pasos hasta apenas un metro de distancia de él. – sería de verdad un gusto poder permanecer en su humilde hogar – se aclaró la garganta antes de continuar. – Verá no me gustan mucho los hostales, son algo incomodos, aunque la gente viene y va, nunca será como la paz que trae un hogar, incluso cuando no es el propio, tienen una magia natural que te hace sentir tranquilidad –era verdad lo que decía aunque también era el hecho de que ahora se había encaprichado con la idea de dibujar ese jardín, ahora tendría la libertad de hacerlo si se quedaba un tiempo en el lugar, además de que podría conocer más a fondo a aquel hombre que en vez de aburrirla o de hacerla sentir incomoda, le llamaba la atención.
Eileen Ingram- Humano Clase Media
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 06/12/2014
Temas similares
» Broken things (Privado)
» Old Broken Memories {Privado}
» Walking on broken glass | Privado
» When everything's made to be broken I just want you to know who I am [Privado]
» Broken Mind || Privado
» Old Broken Memories {Privado}
» Walking on broken glass | Privado
» When everything's made to be broken I just want you to know who I am [Privado]
» Broken Mind || Privado
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour