Prelude [Privado/Elene]

por **Christopher Von Ziegler** Miér Dic 10, 2014 11:16 pm

La noche apenas había caído en la ciudad parisina y él caminaba ahí como si fuese un ebrio mas sin embargo estaba en éxtasis su cuerpo entero ahora se sentía un poco ‘humano’ sentía el frío viento sobre sus mejillas calientes, su piel estaba viva, esa sensación después de beber de aquel tipo le había dejado estúpido, la sangre era una droga y no podía vivir sin ella como así no podía vivir sin alguien, no alguien especial, solo alguien con quien pasar la noche quizás ese era su mayor temor.

Sonrío al recargarse en la pared y ver pasar a las mujeres a esas horas sonriéndole cándidamente y él solo bajó la mirada dedicando una siniestra risita pero no fue tras ellas pues para él solo eran ‘victimas’ quería a alguien esa noche, si, esa maldita costumbre de acostarse con cualquiera y retenerle todo el día en la cama para no sentirse solo.

Se puso en marcha buscando entre las calles pero nadie llamaba su atención. Se detuvo a mirar un aparador, un negocio nuevo de cualquier tontería pero su verdadero interés radicaba en una pequeña niña mirando los objetos de ese lugar y no es que sintiera atracción por l infante simplemente la curiosidad de ver como aquella criatura se maravillaba con todo le puso en esa vergonzosa situación y sus pupilas solo seguían gestos o movimientos, cualquiera pensaría que era un pervertido o un loco.

Se quedó ahí mirando los objetos para ver si encontraba belleza o interés pero no sucedió, supuso que solo ser niño daba esa ‘magia’ y al ver su reflejo tuvo un momento de nostalgia pero solo sonrío no quería inundarse de aquellos estúpidos sentimientos. Mientras aquello sucedía, le vio, como un tulipán amarillo emergiendo de la monotonía y su mano alcanzó su brazo. –Hola, querida… ¿Qué te parece si damos un paseo? –Esa forma de ‘coquetear’ era extraña pero a veces le funcionaba, observó bien su rostro y supo que era ella con quien pasaría esa noche.

por **Elene Rossato** Jue Dic 25, 2014 7:39 pm

Como siempre buscando excusas para huir de su casa aprovechaba las horas del día para no tener que toparse con nadie del que no pudiera escapar. En las últimas semanas había tenido encuentros con varios seres de la oscuridad y estos mismos habían sido los que se habían encargado de drenar la luz que guardaba con tanto recelo aunque uno en especial; el que iba a ser su esposo. Cerró los ojos dándole una mirada rápida a los nuevos vestidos que habían llegado expresamente para ella pero ninguno parecía agradarle, las encargadas de la tienda ya no sabían que más decirle para devolverle el espíritu de satisfacción a Elene. Terminando con la taza de té se detuvo unos minutos a ver lo lejano de los rayos del sol sintiéndose comprometida a volver a la mansión para estar de regreso antes de que él despertara, no quería hacerlo desvariar.

Saliendo con unas cuantas bolsas en mano y dos criadas detrás soltó un suspiro resignado, no sabía cuándo había perdido el gusto por las compras y todo lo que gustaba hace unos meses atrás. Se había mentalizado a que sería una de esas mujeres felices que presumían el anillo de compromiso, su esposo e hijos pero no, ella no lo haría porque la habían obligado a estar con quien no quería. Cerró los ojos siguiendo el arrullo del viento y los últimos rayos de luz que quedaban cuando notó que ninguna de las dos mujeres que le acompañaban estaban detrás de ella. Frunciendo el ceño levanto la mirada algo perdida tratando de ver encima de las cabezas y hombros de los demás sin tener demasiado éxito.

No quería estar en la calle mientras no hubiera luz natural pero aquella búsqueda se volvió más tortuosa cuando las calles empezaron a oscurecer. Ni siquiera sabía por qué lo hacia. No hablaba con ninguna de las mujeres pero el solo hecho de sentirse sola y desvalida le hacía quedarse unos minutos más tratando de indagar donde se habían metidos sus empleadas. Quizás se habían ido ya a la mansión pero ¿cómo se les había ocurrido dejarle allí? Recordó los ‘’mandamientos’’ que tenían que seguir y se había convencido que debía ser eso porque no tendrían ningún otro motivo y de ser así sería severo el castigo. Intranquila caminó por donde había una buena cantidad de personas, era la única manera de sentirse a gusto sin temor a ser secuestrada como la última vez. Ya había perdido la fe por los demás y la bondad en sus corazones. En su cabeza se había vuelto una mala.

Doblando en una de las esquinas del centro miró a unos niños corretear. Quería volver a esa edad, donde nada le tenía que preocupar ni tampoco tener que actuar como una desconfiada, desde esa inocencia nata el mundo era un lugar mejor. Con la vista distraída sumida en pensamientos sintió que alguien le tomó de brazo tirando un poco fuerte de ella. Se giró para ver quien había hecho semejante cosa. Nadie toca a una dama de esa manera. Sus ojos ascendieron para ver al hechor cuando notó un color negro como su calzada que le miraban divertido. No entendía el motivo de su sonrisa, en otro momento quizás hubiera sonreído pero era la manera en la que su mano seguía reteniéndole que le hizo molestar — Disculpe— aclaró su voz y se evitó la típica cara de mujer sorprendida aunque verdaderamente lo estaba —¿Qué ha dicho usted? — retrocediendo un poco para procesar ese ‘’que le parece si damos un paseo’’ — No, realmente no tengo tiempo— dudó en esa respuesta sin dejar de mirarle le parecía tan extraño que lo único que le tranquilizaba era estar entre más personas.

—No lo tome a mal, Monsieur pero… ¿lo conozco? — soltó con desaire y le miró sin más esperando su respuesta tratando de adivinarla cosa que se le daba mal, siempre terminaba en fauces de lobos y estaba cansada de ser la caperucita roja.

por **Christopher Von Ziegler** Miér Ene 07, 2015 10:01 pm

Vaya, vaya. –Susurró tan bajito que casi había sido un pensamiento y dudaba que el oído humano llegase a escucharle. Pero ¿qué clase de mujer tenía ahí? Una muy interesante, una mujer con filo como una hermosa espada, no cabía duda que las mujeres eran uno de los mas grandes enigmas como una belleza llena de complejidades pero aun así hermosas hasta la eternidad e inspiración de muchos genios a lo largo de toda la humanidad. ¿No se decía que por ellas habíamos sido desterrados del paraíso hacía el infierno? Pues ahora sí que lo comprobaba. Esa bella flor que antes había descrito como un Tulipán ahora era una rosa rodeada de una montaña de espinas pero la mas hermosa y codiciada de eso estaba seguro.

Podía oler el miedo, escuchar el ritmo de sus palpitaciones y su actitud a la defensiva aunque eso era normal por como la había agarrado. Pero realmente quería pasar la noche con alguien, esa soledad no la quería sentir en sus entrañas carcomiéndole además de ese mito de que los vampiros pueden morir de ello, eso sí que le daba escalofrío, debió morir hace años pero se negaba ahora que podía gozar de ciertos placeres y debía cuidarse antes de estar en peligro de extinción. – No me conoce pero lo cierto es que podemos hacerlo, ¿A caso no le gustaría tener algo de compañía? Se ve que la necesita. –Y él quería acceder a sus pensamientos y recuerdos para convencerla pero creía un poco en la ‘sinceridad’ y el tono con el cual había soltado las palabras no era el mas adecuado.

-No debes tener miedo. –Le soltó con mucho cuidado y se puso frente a ella mientras veía a la gente andar sin detenerse, sin darse cuenta que ahí mismo se desarrollaba un tipo de encuentro poco común. –Muestras apatía y pocas ganas de regresar a tu hogar, andas ambulando como si los de tu alrededor fuesen una especie de pesadilla, eso es lo que ha llamado mi atención. ¿No sabes que significa tener a Christopher Winchester a tus pies? –Soltó una risita burlona pero coqueta, sin explicarse porque, no dejaba de analizar a la mujer.

Ahora solo quería ver si ella aceptaba. En realidad él parecía necesitar algo pero hubiese desistido de ver la actitud de la muchacha y en esta ocasión algo lo tenía prendando a la situación. Suspiró y observó el firmamento. –Tienes tiempo, un café, una charla, algo que nos deje agotados a media mañana. –Ese tonó irónico se le había salido de pronto como si sintiese nostalgia. Esa estúpida necesidad suya, ¿es qué acaso ambos estaban igual y era por eso la atracción?

por **Elene Rossato** Lun Ene 12, 2015 7:08 pm

Sus ojos todavía seguían viendo al desconocido. Pudo haber corrido o simplemente dicho algo no muy cortés al hombre sin embargo seguía parada de frente a él con la cabeza hecha una sola revolución. Sus sentidos le advertían que debía irse, que no estaba bien pero algo más allá de la razón le hacían aguardar un poco más, quizás era su alma que se lo exigía pues mirada cierta pena en los ojos del desconocido que no supo discernir con sabiduría si su decisión de quedarse había sido sabia o de nuevo pendería de quien le había tomado del brazo. Cerró los ojos acomodándose un poco el cabello pareciendo estar tranquila pero no podía bajar la guardia con tanta facilidad, cualquier movimiento en falso haría que desempuñara el abre sobres que llevaba en la liga bajo el vestido. Nada sabio por parte de ella.

Abriendo los ojos lentamente para despertarse con el sonido de la voz ajena no hizo más que sembrarle aún más dudas. Realmente él era extraño. Le revisó rápidamente las ropas y era un aristócrata como ella pero si algo le había enseñado París, la noche y los divinos tiempos era que, habían muchos lobos vistiéndose de oveja solo para engañar, robar y asesinar. —Es extraño. ¿No le parece?- dio un paso hacia atrás por si necesitaba correr pero darle la espalda no era un plan tan inteligente —Realmente no ando en busca de compañía Sir- tragó un poco viendo por encima del hombro ajeno que por la altura no tuvo nada de éxito —Necesito encontrar a las sirvientas de mi casa. Creo que se han extraviado o algo así. Temo por ellas- suspiró como si aquellas palabras estuviesen hablando de ella misma —Hace un momento estaban aquí conmigo y… Ellas son nuevas. Podrían perderse.- inventó una excusa que era verdadera pero no le interesaban las mujeres, solo quería un pretexto para poder persuadir al desconocido. —Además no creo ser una buena compañía- susurró jugando con los dedos de las manos y justo se quedó en seco cuando oyó sus palabras.

‘’- No debes tener miedo –‘’ se repitió en sus oídos una vez más ¿Él sabía que le tenía temor? Sus ojos se devolvieron a los ajenos y se mantuvo estática. Tragando con dificultad para sonreí y suavizar sus gestos negó —¿Por qué?¿Por qué lo dice?- frunció el ceño y negó —¿Debería tenerle miedo Monsieur?- contraatacó al oír su nombre y el ridículo ‘’a sus pies’’ definitivamente tenía un ego grande y no pudo evitar la sonrisa. —Elene Rossato- dudó pero finalmente dijo su nombre y extendió su mano para hacer una leve reverencia, todo por el mismo ritual de cortesía y etiqueta.

Justo iba a despedirse viendo como la ocasión lo ameritaba pero fue de nuevo la voz de Christopher que le hizo desistir a la idea. Él parecido tan cargado de nostalgia. ¿Por qué en la cabeza de la humana siempre creía poder salvar a unos cuantos de eso? De sentirse vacíos y sobre todos solos… Analizó la situación y asintió —Bien. No tomes esto como una obligación de tu parte. Tampoco quiero alarmarme. Puedes ayudarme a buscar a ese par de mujeres si quieres, ahora si no las encuentro puede ser que acepte tu invitación a una taza de té de la cafetería de la calle sóltage- suspiró —No debería buscar compañía de esta manera, Christopher. Podría llevarse sorpresas- comenzando a caminar agarró el borde de su vestido para evitar arrastrarlo y de reojo miró al hombre con disimulo para ver si no se había equivocado.

por **Christopher Von Ziegler** Dom Feb 01, 2015 3:42 pm

Ella sin dudas le parecía la indicada, sabía o tenía esa corazonada del por qué pero no se atrevió a decir mucho, notaba ciertos colores en el aura ajena pero por una vez guardo silencio aunque tarde o temprano terminaría soltando todo lo que pasaba por su cabeza ya que él era así, un idiota sin razón y abierto a cualquiera como si no le temiera a nada pero en realidad tenía mas temores que un indefenso humano y la única diferencia entre ellos era la eternidad y un parpadeo, como deseaba regresar y ser humano, vivir y envejecer o morir de viejo pero incluso era lo suficientemente débil para suicidarse incluso era idea le aterraba y era por ello que estaba ahí con esa mascara a medio poner. Sonrío al verla y se preguntó de dónde venía tanta envidia por ser alguien débil, sacudió la cabeza para salir de sus propios pensamientos.

Le observó de pies a cabeza como ella lo había hecho con él pero no encontraba nada llamativo, sus ropas finas y la forma de hablar tan elegante, si, esa era la diferencia entre ellos. Escuchó todo lo que dijo y alzó la ceja como no creyendo nada y es que podía notar el titubeo en sus palabras y sabía que solo quería huir. –Eso es lo que usted cree Madame en el momento que yo he puesto los ojos en usted ha sido por algo. –Susurró soltando una pequeña sonrisa ególatra. –Yo creo que todos necesitamos un poco de compañía a lo largo del día y la noche pero incluso a usted la han abandonado. ¿Qué clase de sirvientas abandonan a su señora? Debería despedirlas –Sugirió pensando que aquello era un tanto ilógico. La gente moría por trabajar y estar al servicio de un noble era mucho para ellos, aquellas mujeres entonces eran estúpidas por dejar pasar una buena oportunidad y ¿no pensaban en el castigo? Si fueran parte de su servicio ya las hubiese asesinado.

Ladeó el rostro separándose un poco de ella viéndole fijamente. –Se nota, tiene miedo de que haga algo que otras criaturas como yo te han hecho. –Si, a eso se refería cuando notaba esos colores extraños en su aura. –No debes temer soy o sigo siendo casi humano, solo he cambiado mi dieta. –Dijo con sarcasmo. Se olvidó de ello cuando se presentó, pronuncio el nombre de la mujer con un volumen bajo. Parecía un nombre agradable y que calzaba bien con ella. Hermoso.

A penas dijo eso, se adelantó y ofreció su brazo para que caminasen juntos. –No me importa. Hagamos lo que desees. –Susurró viéndole con cierto dejo de coquetería. Le escuchó hablar de aquel café pero ni siquiera él lo conocía así que asintió cuando ella lo propuso. –Eso es lo que deseo, llevarme sorpresas, correr riesgos hasta que me llegue la hora. –Respondió a su comentario final. – ¿Todos tenemos una hora, no es así, Madame, Rossato? –Le guiñó como dejándole ver cómo era él, un simple y patético humano encerrado en un ciclo sin fin, porque los vampiros eran criaturas tan susceptibles.

por **Elene Rossato** Lun Mar 30, 2015 12:50 pm

Elene no sabía en qué concentrarse más. Si en su fuerte palpitar o en la compañía que había cogido sin haber pedido. La inseguridad aún no aminoraba pero tenía que guardar la calma para no parecer una malcriada. Sonrió apenas cuando oyó sus palabras aunque ésta no había sido una sonrisa de felicidad sino más bien de precaución. Él estaba al tanto de los pensamientos de la humana y eso la alertaba. Esa conducta tan típica…. La había visto muchas veces con otros seres, seres amantes de la sangre y de la oscuridad. – De nuevo. No puede ser – se dijo en el inconsciente sintiéndose más vulnerable que antes. Eso era lo que sus sentidos le habían alertado pero como siempre no había hecho caso, ahora sólo esperaba que él se aburriera lo suficiente con ella para poder escapar sin tener un recuerdo traumático de esa noche. Suficiente tenía con su prometido.

El tema de las sirvientas parecía cosa poco creíble pero decidió seguir el ‘’juego’’ así que siguió con su conversación solo para no quedarse sin nada qué decir. —Como le dije, ellas son nuevas en esta ciudad. Mi prometido insiste en que la mano de obra de otro sitio que no sea francés es más confiable y eso me ha costado esta penosa búsqueda. Lo siento mucho- la italiana comentó creyéndose hasta ella esa pequeña mentira que no lo era del todo. Las mujeres realmente eran de otro país que no recordaba el nombre pero sabía que no se habían extraviado simplemente le habían dejado olvidada por evitarse el castigo de su prometido que había dictado toque de queda para todos los empleados al amanecer. —Christopher, ¿no le parece extraño querer una compañía de esta manera? Lo veo un tanto pretencioso- frunció el ceño tomando de su brazo para comenzar a caminar. No iba a recorrer medio centro sabiendo que las humanas no estaban más cerca.

Las palabras del hombre le alertaron y fue justamente cuando confirmó del todo su hipótesis sobre la condición de quien llevaba del brazo. Él no era humano y por todas aquellas características que se había dedicado a observar apuntaba a que era vampiro. La sola palabra le hizo que un pequeño escalofrío naciera en su espalda baja ascendiendo hasta su nuca y justo el ‘’boom, boom’’ dentro de su pecho se descompensó —No estoy nerviosa- titubeó al decir eso y negó. Hasta un sordo se hubiera dado cuenta de su miedo con aquella expresión de sorpresa que le había mostrado. —Su dieta- repitió en voz alta y eso pese a ser una mala broma la hizo reír y sólo apretó los dedos en el brazo del vampiro.

—Entonces usted sugiere que debo sentirme tranquila ¿no?- preguntó con precaución usando el tono correcto para no sonar demasiado inquisitiva, todavía no se sentía tan ’’cómoda’’. —Puede que tome su palabra. Como verá no soy una desconocedora del tema de la existencia de su especie- susurró aquello como si fuera un secreto —Tengo varios conocidos. Agradables y otros definitivamente sólo han servido para sembrarme dudas del por qué el origen de su maldad. - suspiró olvidándose de las mujeres, del café, incluso de su entorno. —Yo sé que sus almas merecen una segunda oportunidad. Todos lo merecemos. - se detuvo a pensar lo que decía y negó. —¿Diversión? ¿Anda en busca de emociones?- frunció el ceño continuando el paso. —¿Por qué? ¿No es suficiente con saber que está con vida?- preguntó con sutileza y una sonrisa que se borró a los pocos segundos.

¿La hora? ¿A qué se refería? ¿morir? Se cuestionó la humana una y otra vez en su cabeza pero se despabiló a tiempo o al menos eso creyó —¿A qué se refiere con llegar su tiempo, Monsieur?- soltó la pomposidad de su vestido para llevarse una mano a su cuello —Tiene razón. Es el ciclo de la vida. Nacer, crecer, reproducirse y morir- repitió de manera mecánica lo que le habían enseñado en la escuela cuando era niña y frunció los ojos —Sólo que algunos no corren con la suerte de cumplir ese círculo. Tal vez se quedan al inicio, la mitad o el final.- tragó con pesadez —¿Por qué razón se detuvo el suyo?- preguntó con soltura no queriendo sonar tan perspicaz ni imprudente y sonrió un poco. Solo le daba curiosidad las razones por la que los inmortales ofrecían su vida pero detestaba las historias tristes esperaba que esta no lo fuera.

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