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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Asagi Dunkelheit Miér Oct 23, 2013 12:40 am

Tan vacío y envuelto por sombras.
Entre mis brazos, dormido con las alas rotas.

Invierno… -Murmuró cuando al entrar a Paris vio todo en completa oscuridad. La noche caía cruel sobre los edificios de piedra, sobre las fachadas lujosas, la luna estaba oculta entre humo gris que las chimeneas no paraban de lanzar. Le traía entre sus brazos, no estaba dormido, estaba muerto y aun muerto lucía hermoso, sus facciones parecían las de una muñeca de porcelana bien elaborada, como si el artista hubiese puesto su alma en él, pero claro no poseía tal cosa y tampoco era de ese material aunque si más frágil que eso. Pasó el dorso de su mano sobre sus mejillas frías, iban tan lento que hizo que todo se detuviese, bajó de ahí con él entre sus brazos, se quedó solo en medio de la nada, en medio de la oscuridad, camino con lentitud por esa calle, deteniéndose frente al edificio y los escalones. ‘Tu aquí yo en el otro extremo, bajo la farola que ahora luce tan tímida por la poca nieve que comienza a caer’, escribió eso en sus pensamientos viendo la luz más que el edificio, deseaba que aquel ser abriera sus parpados y observará de nuevo aquel escenario, ¿era todo diferente?, ¿dónde estaba su presencia en este momento?, no importaba. Caminó hasta la farola se quedó ahí y volteó de nuevo hacía el edificio, una media sonrisa se asomo en sus labios la cual se borro casi enseguida, le recordó, le añoró por un momento y luego siguió caminando, traía el mismo abrigo blanco de aquella vez, no se lo había vuelto a poner hasta esa noche, cargaba el pequeño cuerpo como si a enterrarlo se dirigiera.

Sin presencia humana, no era tan noche, no era tan de día o su cuerpo se convertiría en cenizas, todos huían del frío cuando ellos eran como la nieve. Sus cabellos se meneaban con las ventiscas aun debía llevarlo a aquel lugar, escucho un carruaje pasar, escucho unos pasos aproximarse pero sus pupilas azul claro miraban hacía enfrente, como la nieve caía y cada vez los faroles se hacían mas tenues dejando las calles en oscuridad, sus pasos le parecían pesados pero él cada vez era mas hermoso, incluso podría construirle un ataúd de hielo para conservarlo siempre así, ¿dónde se había escondido la celosa Luna?, ¿dónde estaba su luz cuando ahora mas que nunca la necesitaba?, se quedó varado al entrar al jardín, no había nada salvo los esqueletos de los arboles cubiertos de ese blanco, el lago congelado, el césped muerto, las flores en tierra escondidas en formas de semillas, las aves emigraron y todo se convirtió en una sabana del color de le pureza, tal como la piel de ese ser que amaba y llevaba en brazos. ¿Dónde estaba el lugar donde por primera vez se besaron?, ¿por qué no despertaba ahora que se sentía solo y vacío?, sus facciones no reflejaban el dolor pero sus pensamientos escribían palabras en todo su cuerpo, la sangre se le congelaba tan solo de recitarlas en silencio. Volvió a caminar paseándose con él muerto, buscando un lugar pero todo le parecía igual. Su pecho cargaba una especie de dolor, ese sentimiento no se había borrado se había intensificado, se sentó en una banca y abrazo el cuerpo como si eso fuese a darle calor y hacer que el otro despertara.

Se quedó ahí, no quería hablarle, tan solo quería ver todo, lo sostuvo tan fuerte, no había nadie, la poca nieve comenzaba a detenerse, sus cabellos se estaban quedando quietos, sus pensamientos y sentimientos estaban comenzando a entrar en un sopor, su vista estaba fija en la nada, como si lo hubiera perdido todo, la seriedad de su rostro se enmarcaba en un cuadro patético y triste. De pronto algo había llamado su atención, a lo lejos, casi en la entrada, ¿qué era?, ¿una rosa blanca?, ¿por qué él seguía sin despertar?, una mujer, después de todo había vida ahí, aun había humanos en Paris, ¿podría alimentarse?, cuando quiso levantarse todo le pareció una ilusión, no había nada salvo un farol que apuntaba a un trozo de madera que formaba la silueta, se quedó ahí esperando, no estaban tan lejos de la mansión, podría llevarlo quería despertarlo, pero él no era una princesa y el papel de príncipe azul jamás sería suyo, porque el dolor había ido a tal extremo, porque la traición podía volver loco a un corazón, porque París podía convertirse en su hogar, pero él… él era su todo y ahora tampoco podía mantenerse en paz, era como tenerlo y sentir que lo había perdido. Quería un beso de esos labios para entrar en calor, quería sentir aquello que jamás volvería a sentir sin su presencia. -¿Dónde te encuentras estaré yo? –Preguntó con esa voz que salía tranquila en momentos como esos abrazando una vez mas su pequeño cuerpo admirando esa belleza dormida.
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Mensaje por Elene Rossato Sáb Oct 26, 2013 1:36 pm

Una marcha, sin sentido, tan ceñido de frío. Qué misterio el que aqueja, taciturno navegante, ahí varado inconstante, cual secreto revelará.
Una de la estaciones del año, la más preciada por mí. Era una amante del frío, de la helada, de esa que cala los huesos y muerde con deseo. Esperé tranquila al cochero, había pasado tanto tiempo. Espeté un suspiro y de mi boca salió humo blanco, como si fumase, noté la palidez distal de mis dedos, que, dolían un poco al encogerlos. Miré en medio de la gran nada y molesta comencé a caminar con un abrigo negro que era una grosería. El tiempo comenzó a apremiarme, se hacía más de noche y la luna llena de nostalgia jamás apareció. París podía ser todo lo que quisiese pero de noche no era más que una cuna de lobos.  Mi paso se hacía un poco ligero. Con seguridad memorizaba cada negocio que con las luces apagadas se encontraba y de repente apareció. El hombre con cara de pato me miraba como si quisiese disculparse, ni dirigí la mirada hasta él y mucho menos la palabra, estaba molesta. Iba directo a casa cuando el panorama me pareció triste, amaba el frío pero ¿por qué la tristeza? Los recuerdos de los últimos días eran chocantes y aún no entendía qué pasaba a mí alrededor con suerte y estaba con vida, no había sido fácil pero no existía ni la mínima gota de arrepentimiento en mi osadía. —Gire aquí, iré de hurtadillas nuevamente- sonreí recordando aquella hazaña, realmente que había sido como una pequeña dudando de si habrían o no problemas. Asumí que aquel hombre me había entendido bien, después de todo tenía tiempo trabajando conmigo y había sido cómplice de uno que otro acto.
Estaba ahí, frente a aquel jardín muerto, uno al que por primera vez fui a escuchar Las flores cantar sin ningún éxito, solo el bello escenario, el hombre extraño sobrenatural que fue muy amable y me salvó de ser pillada por aquel guardia y yo.  Me cuestioné ese mismo instante por qué no le había vuelto a encontrar, no le había agradecido. Los ojos ajenos de aquel estaban tan llenos de algo que no sabía qué era pero seguramente tan profundo e inentendible para mí. Hay cosas que es mejor nunca saber. Mi paso se aligeró, ya ni había algo que se interpusiese en mi camino como aquella vez. Entré confiando en nada y observando todo estaba callado, más de lo normal. ¿Dónde se había ido la voz de las flores? El cántico de la naturaleza estaba ausente. A pesar de que amaba el frío calante me ensordecí por el descubrimiento que, con el tiempo llega la helada y si no estás listo mueres. El ciclo, la vida, el tiempo, todo sigue en una dirección que jamás se detiene y tú, tu sí. Mi cuerpo tembló calentándome a medias, esperaba que desde aquel sitio las estrellas se apreciasen mejor pero no, no había nada solo una gran oscurana que me invadía por dentro, figurando mi sonrisa. Mis mejillas ardían un poco y el sonido de mis zapatos eran un eco ausente, apenas y podía ver.
Continué con una sonrisa fallida y avancé hasta una banqueta coloreaba por un abrigo blanco, unos cabellos negros y la silueta delgada de un hombre que parecía cómodo, adormitado en medio de la nieve. Mis ojos se exaltaron un poco, me acerqué con cuidado. ¿Cómo podía estar ahí tan tranquilo con el frío que hacía? Yo apenas y lograba calentarme con deambular —Buenas Noches- dije aclarándome finamente la garganta, mi voz quebrada por el frío se escuchó —No es que deba importarme Monsieur pero, en tal condición un resfriado podría coger- mencioné con una sonrisa y frotando las manos —Se hace más fuerte la helada- le miré a los ojos notando en él algo que ya se me hacía conocido.
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Mensaje por Kei Koizumi Mar Oct 29, 2013 10:08 pm

Entre el sueño, las imágenes que se suceden no tienden a tener muchas veces e toque de la realidad que fue o que será. Para alguien que ha vivido cientos de años, el tiempo se vuelve algo difuso, sin forma, que no mide su tiempo como lo hacía mucho antes, cuando su tiempo estaba medido  y contado. Yacía dormido entre aquellos brazos, como si nada le preocupase, con un semblante sereno, calmo… y sin embargo, en su interior la lucha entre una alma que no debería tener, entre recuerdos de una vida que había olvidado y lo que se había avecinado después, solo había una lucha que no sabía para quien libraba. Pero había algo que deseaba…

No abrió los ojos de inmediato, pero escuchó aquella voz, había sentido la leve presión de aquellas manos que le sostenían, esa voz femenina, sus pupilas se movieron a través de los párpados cerrados. ¿En dónde estaba? El olor más claro, esa fragancia que estaba tan cerca de él, la voz, todo parecía familiar y al mismo tiempo algo tan distante y desconocido. Como si le costara más que nada en el mundo, abrió los ojos con lentitud, entrecerrados como los tenía, había movido ligeramente el rostro, escuchando el susurro imperceptible de las telas cuando lo hizo, algo en él le decía que alertarían a quien le custodiaba.

Algo en él le hizo también desviar la mirada, entre la imagen borrosa de sus propias pestañas, hacia la humana, la que acababa de llegar y en el tono de su voz escuchaba el tono interrogativo aunque sin captar sus palabras. Aspiró como si necesitase llenar sus pulmones de aire, como anunciando su despertar. ¿A quién? Sin tomar en realidad importancia a lo que pasaba observó el rostro pálido, el color de aquellos ojos que aun en esa posición podía ver con bastante claridad. Un hermoso color que él siempre de alguna u otra forma había anhelado. Y en un momento inoportuno, en un impulso que no pudo detener, alzó una de sus manos tocando aquel rostro con aquella pregunta en su mente para él ‘¿Quién eres?’, a esa persona que parecía tallada en marfil, con ese perfil que le traía la nostalgia y la sensación extraña que le hacía sentir una punzada de desconcierto y un miedo irracional. Dejó de hacerse preguntas e intentó salir de sus brazos para incorporarse.

Su mente era como un lienzo en blanco, no había ningún recuerdo que le indicara nada, pero las sensaciones, los aromas, esos no habían perdido el sentido de ninguna forma. Sabía que era un lugar en el que había estado y sabía que esa persona le conocía. Pero no estaban solos y la mujer delgada y con ese sentimiento de vida que no había ni en quien estaba a su lado ni en él mismo. Olvidó los modales, aún cuando lo único que faltaban eran sus memorias. No saludó, ni siquiera hizo el intento de abrir esos labios suyos que parecían sellados tras el largo sueño en el que había estado. La vio, con ese toque de sol, de humanidad. ¿Por qué se sentía tan ajeno al observarla? Como si el no poseyera nada de eso.

Y fue entonces que miró sus propias manos y un silencioso entendimiento le hizo saber que era justamente porque había una diferencia abismal entre ellos. Y sus ojos siguieron buscando las manos de quien estaba ahí con él. Ah, ahí no había tal cosa, sus manos eran tan pálidas como las propias, tan frías como la noche misma. Le gustaba ese frío, siempre le había gustado. Amaba las noches como siempre lo había hecho.

De algún modo, al ver aquel rostro de nueva cuenta, lo supo, y fue la razón por la cual intentó mantenerse en silencio, sin decir nada que pudiese sonar extraño sin querer hacer la pregunta siniestra que se había formado en lo hondo de su mente. Porque de algún modo, aún sin reconocer los rasgos finos de un rostro o no poder descifrar su mirada llena de algo que solo hubiese reconocido de verse a sí mismo, lo sabía.

Esa persona era importante, tal vez más de lo que lo hubiese sido nadie en su vida. Entonces… ¿por qué todo era tan desconocido, tan nuevo, tan deslumbrante? ¿Por qué al ver todo a su alrededor era como ver un mundo diferente o tal vez uno que había olvidado por completo? Hizo una ligera reverencia, a ambos, bien por educación, bien porque no sabía qué más hacer para no ser una interrupción en lo que intentaba averiguar lo que sucedía aunque en él mismo no encontraría probablemente las respuestas.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Miér Oct 30, 2013 12:43 am

El cuerpo se sentía pesado, sumamente extraño parecía que cargaba con una cruz mas pesada que todos los años que llevaba entre oscuridad, ¿por qué no podía simplemente llorar?, ¡llorarle a él a quien había perdido en este invierno!, porque así se lo dictaba ese sentimiento, buscaba la tristeza, la soledad la cual se volvía insoportable si él no estaba y lo amaba, su cuerpo había permanecido sin lagrimas. Buscaba en sus azules pupilas un poco mas de agua, quería ver ríos desbordándose con fuerza, con prisa, ¿qué pasaba?, el celeste de sus ojos ya no existía parecían más bien grises rocas… se había secado. Se habían esfumado, solo sentía dolor y tristeza de una forma tan humana que le lastimaba. La vida, la muerte parecían estar clausulándole algo tan simple como eso. Tuvo ganas de golpear, gritar e inclusive esperar al sol y caminar con él directamente pero no existía algo tan claro en su interior, aun tenía fortaleza, aun estaba en medio de esa cena, quería terminar el banquete, quería despertarlo con un beso de inmortalidad. Que todo le supiera a muerte y a un amor que nada podría borrar y al estarlo abrazando de esa forma quiso destrozarlo, quebrar sus huesos, arrancarle la cabeza, sacar su putrefacto corazón y conservarlo en un ataúd formado con el hielo de ese crudo y efímero invierno.

Y respiro una bocanada de humanidad, no era precisamente la sensación de algo lejano, estaba ahí en frente, ¿por qué no había captado la presencia de aquella florecilla que se atrevía a retoñar en pleno invierno gozando de vida y felicidad inclusive cuando no había sol ni calor?, alzo la mirada, sus claras pupilas celestes observaron esos ojos, grandes, expresivos, ¿por qué le recordaban a él, a él quien estaba en sus brazos?, quiso gruñir con fuerza como lo haría un lobo lleno de rabia, quería tomar el cuello de ella y estrujarlo hasta ver la cabeza de ella rodar por aquella colina formada por la nieve y verle patinar hasta el lago que ahora era un espejo caprichoso que reflejaba lo gris de la noche. Pero ella no tenía la culpa de la desgracia por la que pasaban y entonces cuando sus labios estaban a punto de dejar escapar esa gruesa voz que poseía sintió la mano, bajo la mirada y se encontró con el color miel de esos ojos tan perdidos y preciosos. ¿Fue su imaginación?, ¿Lo escucho?... No, quizás estaba delirando dentro de todo lo que había visto, quizás ese escenario estaba torturándolo. Ese toque, su mano sobre su mejilla, se le hizo tan extraño, tan diferente como si fuera alguien más. –Buenas noches –Dijo como si ella fuera algo tan distante, no podía concentrarse con los movimientos del otro dejándole sensaciones tan vacías en la piel. Quiso tomarlo y sacudirlo, quiso verle a los ojos pero se debía concentrar en ella, de castaños cabellos de figura esbelta. –Madame… Le aseguro que no podría pasarme nada incluso esta helada solo es viento efímero que se empeña en enfriar mas nuestra piel, porque no poseemos algo que esta estúpida nieve pueda congelar. Sin embargo usted… debería buscar refugio antes de que la delgada llama de su corazón se apague por la nevada.–Lo había dicho no con un aire melancólico porque jamás dejaría que sus sentimientos se interpusieran dejándole ver como alguien débil, (lo cual por cierto no era), ante un ‘miserable humano’.

Quería pronunciar su nombre, fue tan descortés que tuvo que deshacer las cuerdas que ataban la cintura del otro, tuvo que tomar su rostro cuando le vio hacer la reverencia, comportarse tan confundido. Le miró a ella una y otra vez. No quiso decir nada de momento. Lo soltó al ver sus ojos. -¿Koizumi?Susurró su apellido dejando que una ventisca se llevara el murmullo que había salido de sus labios. ¡Un estúpido murmullo lleno de esperanza!, ¡Algo que había perdido hacía milenios! Y ahora tan irónicamente se aferraba a ello.–La noche y el frío no se hicieron para los humanos.–Soltó al vampiro que traía en brazos. No le quería ver porque cada vez que lo hacía sentía una punzada en ese hueco sobre su pecho.-¿Alguna vez ha perdido algo tan preciado entre esta manta blanca?–Se tenía que controlar y concentrar en la humana antes de querer hacer algo tan estúpido como tomar a ese ser y besarlo frente a ella o decirle lo mucho que lo amaba, que lo extrañaba y que lo había sentido tan distante. Se levanto para hacer una reverencia ante ella dejando al otro ahí. Camino un poco, quería estar lejos, quería ver lo extraño que lucía él como ella ante su presencia. Dejó que sus facciones serias se descompusieran un poco para formar una media sonrisa. –Asagi Dunkelheit.–Susurró presentándose extrañamente ante los dos esperando a que ellos lo hicieran también.

Veía la nieve caer sobre las dos figures tan diferentes, los copos quedaban sobre sus ropas o cabellos y él solo podía dejar esa sonrisa en sus labios hasta que desapareciera. ¿Qué estaba pasando?, parecía que estaba en una búsqueda, como si añorara el tiempo de hace un año. Todo terminaba en un parpadeo. Pero en ese lapso había podido recordar su sonrisa, sus ojos, sus labios, su voz… Todo lo que añoraba cada vez más y no podía evitar clavar la mirada en la humana porque ese brillo le parecía tan familiar y reconfortante.
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Mensaje por Elene Rossato Dom Nov 03, 2013 11:27 pm

Quise rezar por sus almas pero choqué con la verdad, estaban perdidas.
El panorama era muy prometedor, tal cual lo había dicho, la ventisca estaba empeorando, así la nieve comenzaba a caer y se hacían leves goteos de copos delinearme las ropas, así como las ajenas. Suspiré y el aire frío salió de mi boca, por suerte lo hice levemente sino quien sabe, aquel remolino de humo se hubiese confundido con un cigarrillo. Seguía frotando mis manos y parada justo ante aquel hombre de cabellos largos que bajo su regazo sostenía a alguien me quedaba vislumbrada, casi expectante pero no como lo esperaba en realidad entre ambos, los tres había un gran abismo que nos separaba, pero ¿qué esperaba? La verdad no lo sabía pero mi sonrisa a pesar que mis mejillas ardían y mi nariz estuviese como un tempano de hielo no dejaban de sonreír quizás era porque había algo conocido envuelto entre aquel  manto blanco, más blanco que la nieve, había cierta curiosidad en mí pero jamás la llevaría a imprudencia.  
En los ojos ajenos había cierta nostalgia, que estaba segura que si seguía viéndole así tan detenidamente me haría llorar. Un viento un tanto fuerte me caló los huesos y quedé pausada haciendo una reverencia, pensativa por qué aquellas sensaciones me hacían revolver el estómago y con una sonrisa asentí a su saludo más por cortesía con una reverencia. Mi respiración lenta jugaba con su ausencia. Sin poder evitar observar la mano del tercero acariciar al otro agaché la cabeza y sonreí comprendiendo que era obvio que hacía mal juego, esa banca siempre fue para dos y quizás estaba en medio de algo importante estorbando a lo que negué cuando las palabras del hombre ojos azules salieron como una laguna desbordándose —Pero ¿qué dice?- cuestione de nuevo viéndole a los ojos, esos que hacían un poco constreñirme el pecho —Creo que a cualquiera le caería mal esta ventisca, es un poco malcriada- sonreí tratando de ignorar lo anterior, era obvio no era de mi incumbencia, pero aquella mano, muy masculina y esa fineza me hizo pensarle. —Seguramente debemos de estar locos para estar aquí en plena- viendo alrededor —Nevada- agregué con un tono suave y feliz. —Adoro la nieve- di dos pasos para acercarme a una distancia considerable de ambos. Quizás había obviado la última parte de la frase del caballero pero es que ya con una que otra historia de por medio era un poco extraño lo que me asustase además que se veía muy calmo.
De nuevo aquel agujero en el ambiente, se había tornado incómodo, mis ojos se sobresaltaron un poco, al oír un apellido —¿Koizumi?- me retumbó aquel nombre en los oídos y mis pensamientos quedaron en blanco, no podía ser, realmente estaba ahora más confundida que antes. Era un poco extraño pero desperté de inmediato y murmuré —Yo soy amante del frío Monsieur, quizás es un poco fuera de lugar pero, a veces siento la sensación de pertenencia, aunque lastime - dije sonriendo a medio lado. Pero realmente estaba en lo cierto, hay cosas que por muy frías, distantes y molestas, le amas y adoras ese es el secreto de sentir independientemente de lo extraño por no mencionar otra palabra a la que me negaba murmurar pero seguro podía imaginármela —¿Será que soy extraña?- dije en todo burlesco y un tanto sorprendida por la acción ajena de soltar al hombre al que aun no podía verle el rostro volví a dedicarle la mirada. Pensativa en su  pregunta quedé unos segundos y negué —Creo que no pero hay algo familiar en todo esto…- negándome a la idea, seguro si mencionaba mis relativas sospechas me tomaría por loca. De nuevo haciendo una reverencia y su vista posada en ambos estaba a la expectativa —Es un gusto Monsieur Dunkelheit, Elene Rossato- mencioné en una voz más clara y me dirigí hacia el hombre que se me hacía familiar.
Mis ojos se tornaron de brillo a pesar que todo el panorama le opacaban, mi boca se quedó entreabierta y con delicadeza arrastré mis pies por sobre la nieve delgada que hacía un espejo de espuma en el suelo —¿K-Kei?- dije sorprendida, una tanto feliz yéndome de una vez hasta donde se encontraba el ajeno sentado —Pensé no encontrarle de nuevo, es…- me dirigí hasta sus ojos —¿Está bien?- le miré un tanto pensativa, sonriendo y mirando al otro hombre, sus ojos, ya no eran los mismos, delataban incongruencia como si jamás los hubiese cruzado.
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Mensaje por Kei Koizumi Dom Nov 03, 2013 11:49 pm

Escuchó cómo se dirigía a él y quiso contestarle, no sabía la razón, pero al observarle, deseo tomar su mano, deseo no dejarle apartarse, y aunque la se extendió hacia él al verle alejarse, se quedó a medio camino, sintiendo algo extraño casi como si le faltara el aire. Su rostro, impasible se tornó en algo diferente, en una mueca no solo de confusión, había algo más ocultándose en sus ojos en ese momento. Sintió el frío helarle, solo por el hecho de que él se hubiese apartado ¿Por qué? La noche era fría, pero su cercanía le ofrecía aquel sentimiento, reconfortante y al tenerle, aunque fuese apenas a unos pasos de distancia, sentía que algo le hacía falta. De alguna forma tuvo que controlar su impulso de querer ir, abrazarle, sin saber la razón exacta de porqué aquella mirada le producía algo tan profundo que tenía ganas de aferrarse a él como si fuese lo que pudiese salvarle. Salvarle… ¿de qué? Era esa pregunta ‘¿Alguna vez ha perdido algo tan preciado entre esta manta blanca?’ esa… la que le instaba  ponerse de pie, de acercarse, pero sin tocarle, esa mirada que le causaba un vacío enorme cuando le miraba, no sabía cómo descifrarlo, el porqué podía ver en él algo que le hacía temblar y tener ganas de llorar.

Pero él pronunció su nombre a ella, mientras su propia figura se mantenía detrás del más alto de los dos, al primero que vio al despertar. Koizumi, él había dicho ese apellido al verle. El tacto de sus manos momentos antes le había desconcertado, pues parecía buscar en él algo que ni podía imaginar –Kei Koizumi – susurró con la naturalidad de quien realmente conoce las palabras incluso sin darse cuenta, o hizo tras que ella se acercara abruptamente a él, haciéndole pensar en retroceder, pero la forma en que la muchacha le veía, la expresión de reconocimiento en sus facciones le detuvo. Pero en su mirada estaba el desconcierto, y muy profundo, ella le miraba como si lo conociese también. Y fue solo entonces que se sintió completamente perdido. Sus labios se curvaron en una sonrisa, pero parecía como si respirara de forma pesada, anormal. Estaba empezando a sentir un pavor hacia su propia persona. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué él no podía recordar nada? … y ¿por qué sentía que quería refugiarse en aquellos brazos que antes le sostenían?

Irascible era aquel sentimiento. Pero tan fuerte… Aquel que le hizo finalmente, mientras le observaba mirándole sobre el hombro de ella, extender sus manos, moviéndose lo suficiente para alcanzarlo, para dejar que sus dedos rozaran los pálidos y fríos por naturaleza.

Miedo, no era solo miedo el que sentía, era diferente, pero aún pensando en fingir sabía que había cosas que no podían ser de ese modo. Sonrió con amabilidad a la mujer y se inclinó ligeramente en un asentimiento de saludo para con ella –Es una noche demasiado fría –Lo evidente, no podía decir más, el mismo desconoció el lugar, incluso no sabía cuánto habían viajado antes de que abriese su ojos momentos antes –No debería descuidarse. Por mucho que la nieve le agrade, no será su amiga – Podía sentir lo frágil que ella sería, al menos comparándose a sí mismo con ella. Sentía el frío del invierno, pero a él no le hacía daño, no le hacía tiritar o temblar como a ella. Su cuerpo no enfermaría, no sufriría por inclemencias como esa.  

Se sintió culpable. Culpable por no poder evocar de su memoria ninguno de aquellos rostros. Culpable sobre todo porque ambos tenían un mensaje en sus miradas y aunque hubiese querido responder a ellos, no podía salvo guiarse por aquellos impulsos que nacían desde el fondo de su ser, querer tomar las manos de aquella persona, caminar en un rumbo que no sabía a donde se dirigía pero que probablemente le guiaría a un lugar que ya conocía.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Miér Nov 20, 2013 3:26 am

Kei…Koizumi, ¿cómo no recordar ese nombre?, ese maldito rostro o el timbre de su voz, ¿Cómo?, ¡Maldita sea!, solo se torturaba, solo quería ser el gris del cielo, ahora era de un maldito banco cuando antes fue oscuridad, ahora no había nada en sus manos, no había nada en el timbre de su voz y todo se difuminaba entre la nieve y esas dos figuras, quería gritar, quería tomar a la humana, enterrar las garras en su pecho, sentir la calidez de la sangre, olerla, tomar su corazón, ver empapar el suelo blanco con un color escarlata y robarse el ultimo latido para después ver caer un cuerpo inservible. Se mancharía el rostro pulcro y pálido siendo salpicado cuando ese musculo se removiera en su mano, podría decir que ahora su imagen lloraba sangre, eso era ridículo. Se plantaría frente de él y le gritaría que ellos son así, que son animales, bestias, monstros, el mal y la oscuridad, el miedo y la noche, la luna y las estrellas y mucho mas. Pero no se atrevía, ahora sentía una especie de debilidad al verlo así, jamás había llorado por nada o nadie y ahora quería tomar esas dos figuras y comprobar una estúpida teoría y hacerla realidad. Enarcó una ceja, se dirigió a ella sin descongelar facción alguna, solo sus labios se abrieron, como si dejaran escapar la respiración, pero claro ellos no podía proyectar eso.

-Para dos vampiros como nosotros esto no es nada en... –Congelo sus palabras al escuchar lo demás, ¿se conocían?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Qué sucedió?...Sus pensamientos se llenaron de dudas, de espinas por aquí y por allá que solo atravesaban las palabras, incluso aquel al que denominaba como ‘Ángel’, había osado a presentarse y a responder, estaba harto de la situación, del frío, del clima, de los sucesos pero no lo iba a mesclar, no ahora. Camino en dirección de ellos y extendió su mano a la mujer.–El placer es todo mío.–No, no era para que la estrechara, tan solo quería llevarla lejos de ahí quería ver a través de sus pensamientos aunque eso fuera inmoral, pero quería vislumbrar si aquel ‘Ángel’ aun era igual a como le recordaba. Todo eso era tan extraño, el mecanismo de cada recuerdo, ella sonriente, él ahí parado mirándole como si fuera un extraño, ella feliz y atiborrada de vida hasta en los cabellos, disfrutando de un frío que calaba los huesos, sus mejillas se sonrojaban, sus labios palidecían pero el vigor de su alma se desnudaba ante ellos dos, estúpidos seres de la noche llenos de sed de sangre, llenos de misterios y secretos. Quería decirles algo, quería soltar sus pensamientos y preguntas pero algo le detenía como su todo se hubiera aplacado en lo más profundo de su ser.–No señorita Rossato nadie podría considerarse loco por encontrar belleza en algo tan simple como la nieve. Incluso a mi me parece más familiar que a usted, me parece algo tan intimo, algo que ha marcado muchos años dentro de mí. ¿A usted que le parece familiar justo ahora? –Un susurró, solo eso, tomo la mano de la dama, camino quedándose a un lado de aquel ser, de aquel hermoso ser que parecía sacado de un cuento, puso su mano sobre su hombro y soltó apenas una risa, una demasiado irónica.-¿Así que se conocen?... Koizumi, deberíamos llevarla a casa, morirá de frío y no queremos eso ¿verdad?, la preferimos viva, aun tibia… mejor si entra en calor.–Había hablado como si para la humana no hubiese salida o escapatoria, como un asesinato premeditado.

Él avanzo con ella hacía esa dirección sin más, con lentitud como si diera la oportunidad al otro de que los alcanzara o algo, no quiso mirar y fijarse en que no los seguía o algo similar.-¿Cómo fue su encuentro?–Lanzó la pregunta sin dirección a cualquiera de los dos, tan solo quería ser sutil, si tuviese un corazón justo ahora probablemente palpitaría con fuerza. Pero sus pensamientos, ese presentimiento le decía que él estaría más callado. Sentía el calor de la humana, incluso quería y tenía la tentación de arrojarla contra lo que fuera y perforar su piel sin importarle ya nada e inclusive de divertirse con su cuerpo dando un espectáculo al aire libre, gemidos y gritos en medio de la noche en ese lugar donde se vieron miles de veces, en esta época donde volvieron a reencontrarse. ¿Qué haría él si le dejaba esos pensamientos al aire para que los leyera?, ¿Cómo actuaría?
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Mensaje por Elene Rossato Vie Nov 22, 2013 10:33 pm

Entre el cielo y el infierno está un intermedio, el que no sabe a quién apostarle.
Ojalá el tiempo avanzase más lento para mí, para la nieve y para el viento. Respiré profundamente y se me congelaron todos los pulmones pero por dentro estaba tibia, gozaba de aquel clima y de una forma un poco diferente la presencia de los dos caballeros al frente mío. Con una sonrisa y un como ilusionada les miraba, sobre todo a Kei, me entusiasmaba haberle encontrado, en aquel entonces, en el que todo estaba tan verde que se podía nadar entre el jardín lleno de flores no fui capaz de agradecerle por las atenciones que había tenido conmigo, lo cual me traía cierto remordimiento y me hacía sentir vergüenza al estar frente a él en aquellas condiciones. Mis ojos no podían dejar de verle, parecía un poco confundido, como si no entendiese que pasase, como si no me conociese a mí, al otro caballero que tenía a su par, como si ese lugar fuese un enigmático sitio traído de un sueño y pintado de manera nueva para él. Seguramente es porque todo estaba cubierto de nieve pero aun así tendría que ser capaz de recordarse, no todos se olvidan de un lugar así y menos él y su condición de inmortal.
Mis manos pesaban los copos de nieve que caían con ligereza, ahora mi vista dirigida al hombre que acababa de presentarse captaba aún más mi atención porque sus ojos inundaban un real misterio para mí por lo cual quería ser precavida. Estaba pensativa en el tipo de relaciones que entre aquellos dos existía, por lo poco que podía deducir era muy cercana, entre ambos había un hueco, como si quisiesen huir de todos y de todo, por un momento sentí como si mi presencia causara cierto malestar y me estuviese entrometiendo. La voz grave de Asagi me distrajo, él también era un vampiro y con una cálida sonrisa asentí —Creo que hasta los vampiros pueden ser vulnerables a algo Monsieur Dunkelheit, quizás no sea la nieve…- sonreí devolviéndole la mirada a Kei esperando oírle decir de nuevo algo pero por alguna razón su voz estaba ausente. Seguí con la mirada en él, tan concentrada que era incómodo. —Señor Kei yo tengo que agradecerle- dije llevando un mechón de cabello por detrás de mi oreja —No puedo seguir esta plática sin antes darle las gracias por todo lo de esa noche- quizás no lo había dicho de buena manera y pudiese darse malos entendidos pero pronto todo cobraría sentido y dirigí mi vista a el otro joven que parecía encerrado en alguna idea que era lejos e incomprensible para mí. Se acercaba con peculiaridad y su mano se extendió en torno a la mía, la ofrecí con cortesía y sonreí —El placer es mutuo- le sostuve dos segundos y la retiré sin pensarlo, había algo en él que me causaba cierta cohibición, traté de disimular y dirigí mi vista a Kei nuevamente —¿Qué hace por aquí señor Kei? Reviviendo viejas experiencias- dije casi de manera imprudente y sonreí viendo al otro vampiro —Me parece familiar….- pensé con osadía pero tranquila y con un susurro contesté su interrogante —En realidad…- miré a Kei —Tenía dudas o no de conocer a quien usted cubría con tanto cuidado- murmuré —Y en efecto, sí, conozco al señor Kei- mi voz se hizo un poco más baja y mi cejo se frunció ante lo último —Pues no debería de molestarse señor Dunkelheit, gozo plenamente del clima aunque se está colocando a nevar un poco más intenso por lo que le aseguro que mi sangre ni con esto podrá enfriarse- dije lo último con un tono de chiste y con cierta inocencia, de una u otra manera me sentía segura con el otro vampiro aunque sí me parecía diferente.
Me quedé un rato pasmada, sólo siguiendo el paso del ajeno que con ligereza me llevaba y de lado observaba a Kei quedaba por el lado, quise parar pero no sabía cómo. Todo comenzaba a tornarse un tanto extraño, parecía que no entendía que había algo más que en la simple amabilidad del vampiro, un secreto escondido. —¿Nuestro encuentro….?- le miré frenando un poco el paso ajeno para ir un poco más despacio —Pues querrá decir más un accidente, él me salvó de ser pillada entrando a hurtadillas en este jardín, no soy muy buena con el arte del camuflaje - sonreí —Me habían comentado que en este jardín una vez por año, si con fe en el corazón pedías un deseo se hacía realidad y que las flores cantaban- solté con sutileza el brazo ajeno y me quedé para devolviéndole la vista a Kei —Pensar que bajo esta nieve, esta fría y dura nieve, está creciendo la vida nuevamente me causa emoción- murmuré con una gran sonrisa —Es como si fuese una nueva oportunidad de renacer, de dar lo más hermoso de sí por una segunda vez ¿no cree?- le miré con tranquilidad y cierto distrés entre ambos se hizo presente, esperaba a que Kei al fin hablase después de todo, aquellas palabras no habían sido del todo para el jardín sino que también para él.
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Mensaje por Kei Koizumi Vie Dic 27, 2013 12:47 am

El aire le parecía pesado, incluso si no era una necesidad para él el respirar, pero la sensación no hizo sino empeorar con el paso de los segundos. Se sentía rápidamente cansado y desubicado al estar escuchando. Pero el peso en su mente era justo el de no saber de qué le hablaban aunado con el no poder apartar la mirada de la figura masculina que caminaba delante suyo. Podía sentir algo en sus palabras mientras parecí conversar casualmente. Una alarma que se encendía en su interior y un temor del cual no supo cómo valorar.

Antes la explicación de ella sólo sonrió, de la misma forma distraída como cuando le hablaban de algo que desconocía. No es que no prestase atención, no, era que por mucho que intentaba concentrarse no lograba recordar esa noche. Pero  soltó las palabras sin pensar tras todo aquello -Lo que buscaba esa noche... -hablaba más para él mismo. No había nada en su mente, como cuando dices algo sin estar plenamente consciente, debía ser esa parte suya queriendo mostrarle lo que debería estar ahí -He encontrado lo que buscaba esa noche..-susurró en un murmullo apagado mientras su vista se alzaba hacia la larga cabellera oscura.

Tras eso la vio a ella al mismo tiempo que se movía hacia aquella otra persona, dejando que su mano se deslizara hasta la de él, esperando que le permitiera aquel osado acto en un momento como tal. Sus dedos buscaron entrelazarse mientras veía el rostro femenino a pocos pasos de distancia y una tenue, mínima sonrisa cambiaba sus facciones. Era solo una mueca amable, pero tras escuchar lo que decía se daba cuenta de que sería descortés admitir que no recordaba esa noche, ni esa ni muchas cosas más.

Pero aquel miedo latente en un latido inexistente en su corazón le hizo querer aferrarse a quien le había sostenido antes, pues era como si pensara que desaparecería si no lo hacía de tal forma. Había algo mal, lo sabía, pero no sabía cómo remediarlo. Y estaba seguro de una cosa. No quería que él le odiase. Y no estaba seguro de las miradas que había dirigido, de la expresión en su rostro o la razón por la que guiaba a la muchacha de cabellera rebelde con ellos.

Esperaba ella no preguntara más -No he venido a revivir nada...- De hecho no sabía cómo había llegado ahí y hasta el instante en que ella lo mencionó, se permitió echar una ojeada a su alrededor. El jardín le hizo quedarse hipnotizado por un momento y el leve atisbo del reconocimiento descompuso sus facciones por un momento. Pero lo único que sintió fue una punzada de dolor que le hizo bajar el rostro -Preferiría decir que es por el futuro que me espera...- Dijo como queriendo completar la frase que había dejado a medias, aunque todo parecía querer dejar de tener un sentido para él. Dejó escapar un pesado suspiro -Asagi...- Aunque pensaba en el apellido no lo pronunció y el nombre salió con un volumen bajo, un susurro que llevaba una intimidad con la que no recordaba haberse dirigido a alguien jamás, pero entonces recordó la sensación al verle un poco antes al despertar. Buscó aquellas pupilas claras, como pidiéndole algo. Pero no podía actuar como quisiera o preguntar lo que se arremolinaba en sus labios, tenían compañía y sería extraño que lo hiciera.

-Señorita, también debo decir que no me debe ningún agradecimiento -Quería alejarla de él, pero la sensación era extraña. Como si el latir de su corazón se acelerara por un presentimiento. Pero aún no podía ver lo que lo provocaba, solo esperaba no equivocarse. La vio a ella y pareció preocupado por un instante -Tal vez no deberíamos llevarla a casa- Dijo en lo que pareció un suspiro tras un momento. Había tardado en decirlo. ¿Realmente él quería hacerle algo? Y en caso de que fuese así... ¿Por qué le preocupaba? Ni siquiera estaba realmente aún reaccionando a las posibilidades. Con la mente como la de cualquier humano, el mismo no se daba cuenta de lo que era, pero el instinto le gritaba a sus sentidos. El escuchar tan claramente el latir de aquel corazón, de la sangre fluir por las venas y extenderse por su cuerpo. La calidez que su cuerpo emanaba y la tonalidad de su piel que contrastaba incluso con la de él mismo. Como si él y su acompañante estuviesen más cerca del color blanco de aquella nieve, apenas con un tinte que denotaba la piel, la suya, sin embargo era como un intermedio, no tan pálida como la de él, pero no con esa sombra de calidez como la de ella. Por ese momento, se quedó en silencio, recorriendo con la mirada a la mujer que caminaba tan cerca -No... - Y dejo la frase a medias, sin realmente dejar que sus labios expresaran a lo que pretendía negarse. El dolor tenue  le hizo entrecerrar los ojos. Una sensación algo leve pero que le parecía sumamente rara, como si en mucho tiempo no hubiese sentido nada parecido.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Mar Ene 14, 2014 2:21 am

Azul de media noche, ese fue el color que la noche fue tomando mientras la nieve caía, mientras veía como la distancia se hacía blanca cual sabana de aquel lecho en el que hicieron el amor noche tras noche se apoderaba de todo su ser. Ya no era el vampiro serio y orgulloso que muchos conocieron, ya no era él mismo, al mirar su reflejo se desconocía, sus facciones habían cambiado radicalmente, ¿cuál era la razón?, ¿aquella humana frente a él?, ¿su eterna maldición?, ¿aquel vampiro?, sí, quizás esa era la respuesta pero existía algo más, ese maldito tinte con el cual osaron a usar en un lienzo tan negro y pronto el negro se vio opacado tomando un tinte vino y pronto, pronto había desaparecido convirtiéndole en un cuadro con distintos matices y entonces aquel oscuro color no tuvo el protagonismo del cual había gozado por años pero esto ya se había repetido infinidad de veces. No valía la pena ahora pensar en ello, estaba ahí desapareciendo con la nieve cubriendo su cabello.

Sonrió al escuchar esa palabra, una maldita pero razonable palabra que calo todos sus sentidos de una manera tan retorcida. ¿Vulnerabilidad?, ¿en serio todos e inclusive Dios podían padecerlo?, que estúpido, aquella humana tenía razón aquella estúpida muñeca de porcelana que se paseaba entre la nieve provocando el apetito de las bestias que vigilan en la oscuridad tenía razón. No iba a responder porque sus palabras se fueron hundiendo en sus pensamientos. Con Kei a su lado era más vulnerable más de lo que fue siendo humano. Una cínica línea se curvo en sus labios, era esa sonrisa típica que mostraba casi siempre cuando algo le hacía enfadar –No, no es la nieve –Confirmó tras aquellas palabras para después ver la silueta femenina escapar, huir sutilmente porque con Koizumi se sentía protegida, porque a pesar de todo de los dos aquel era más popular, porque no parecía una bestia salvaje dispuesta a matar. Aquel era agradable, simpático, simple, atractivo y tenía un rostro angelical como unas pupilas tan nobles que cualquiera que hasta un estúpido conejo podría confiar en su persona. Y ¿el rey de reyes?, no, este tenía un apetito voraz, mataba sin importarle nada, violaba, destruía un pueblo completo sin compasión porque sus pupilas claras aunque hermosas se tornaban rojas como las mismas llamaradas del infierno porque la maldad corría por sus venas envolviéndole en oscuridad. Infundía miedo aun siendo amable. Así que la conejita se escabullía para ir a refugiarse a los brazos de un ángel, al fin criaturas de Dios. Un demonio no pintaba nada en ese cuadro tan hermoso y era por eso que el pintor insistía que la nevada fuera la más fuerte hasta que aquella sobra negra desapareciera.

Se quedó viendo, escuchando, se quedó en la nada mirando al horizonte mientras la chica parloteaba como coqueteando con quien le pertenecía, no estaba celoso, no le importaba porque ahora a quien amaba ya no existía, no, aquel era solo un cuerpo vacío sin nada en su interior que le pudiese interesar, era como el cielo en ese momento, gris, monótono, sin ese azul de media noche que solo se podía admirar en otoño cuando todo cambio. Había escuchado el ‘accidental encuentro entre ambos’, estaba ahí pero parecía no estarlo y el timbre de voz del otro solo por ratos no existía. -¿Y qué puedes tu revivir ahora? -Preguntó cuando escuchaba lo que decía, lo dijo tan bajo mas bajo que el viento pasando sigilosamente por alguna rendija para causar frío pero quizás no había sido así, quizás el ángel y también el pequeño conejo lo habían escuchado, estaba tan enojado, acelerado que cualquier gota derramaría todo en él despertando un enojo que le llevaría a la destrucción. Escuchó fuerte y claro su nombre, ese tinte que le hizo voltear tan bruscamente, como si el panorama hubiera cambiando y ahora se encontrara en una profunda oscuridad y finalmente podía verle ahí encerrado, amarrado siendo torturado pero le había encontrado y el rescate era lo de menos, le había encontrado después de tanto, aquel ángel del cual se había enamorado, era el mismo de siempre y en sus ojos se fundió un momento pero el mensaje nunca llegó, ¿qué deseaba?, ¿de qué le hablaba?, ¿qué quería decirle?, tantas preguntas y después nada, desapareció, fue un sueño, la realidad llegó.

Sus palabras esas últimas palabras le hicieron salir de cualquier maldito sueño y abandonar cualquier esperanza. Se acercó camino e ignoro por momentos a la humana, incluso puso su mano sobre el hombro cálido de ella y la apartó con delicadeza aunque deseaba hacerla volar como si fuese una hoja. La distancia se hizo tan estrecha, estaba ahora frente a frente, tan cerca que si existiera aliento entre ambos se podrían juntar y una carcajada salió de sus labios tan fuerte que hizo eco en el lugar, tan malditamente maligna quizás. ¡¿Te estas escuchando Koizumi?! –Volteó por un momento a ver la chica y se retractó para verlos -¿Es que piensa Señorita Rossato, qué deseo su sangre?, ¿Piensas Koizumi que succionaré todo ese líquido escarlata que corre por sus venas? –Tuvo que llevarse la mano sobre los labios para parar de reír. –Kei Koizumi, cualquiera puede ir a casa, porque eres tu un defensor, me controlas, ¡Estúpidamente me controlas! –Le gritó tan fuerte que cualquiera en París hubiera escuchado -Si en un momento dado yo quisiera arrancarle el corazón del pecho a tu querida amiga me detendrías, rogarías por tomar su lugar eres tan malditamente celoso que morirías en su lugar, si la quisiera violar serías tu quien pondría primero las nalgas antes de tomarla a ella.–aquello le había salido con una rabia tan inmensa que el color de sus pupilas desaparecía.–Señorita en serio no habrá de que preocuparse porque Kei es tan malditamente transparente, usted lo prefiere a él porque se siente protegida y estar conmigo es suicidio, tan solo quiero resguardarla del frío, he sido amable… mis palabras no llevan un disfraz para llevarla a lo que será su final.-Se dio la vuelta haciendo que el abrigó blanco se ondeara y comenzó a alejarse, quería llegar a donde era su hogar. –Al fin y al cabo Kei no es un vampiro, es un maldito ángel enviado por Dios.–Su comentario apenas había llegado porque iba alejándose de aquel lugar donde los recuerdos no florecen, se marchitan.


Es mejor no saber la razón, por la cual las cadenas del amor que
nos engancharon han desaparecido.
Si hubiera sabido esto,
¿cambiaría algo?


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Mensaje por Kei Koizumi Miér Ene 15, 2014 12:44 am

Sus palabras le detuvieron, le hicieron pararse en seco y la clara sensación, como cuando el aire no puede llegar a tus pulmones, una aguda e intensa sensación como aquella le envolvió. Se mordió con fuerza el labio. Quería gritarle que estaba equivocado, pero no lo hizo, se quedó tan estático por un momento. Finalmente llevo una mano a sus cabellos echándolos atrás y tuvo que sonreír. -Yo no soy así...- Dijo por lo bajo "Es una ilusión... nunca lo he sido... no para el mundo entero..." ¿No había siempre actuado de la forma correcta incluso si no era eso lo que creía en realidad? ¿No era esa idea errónea en su totalidad? Siempre se había comportado de la mejor forma para evitar problemas siendo joven, después porque era una costumbre. ¿Después? Suspiró, pero no siempre era así, ser egoísta era fácil y la mayoría tiene caprichos. Muchas veces, éstos te llevan a  romper los esquemas. Un camino trazado puede desaparecer en un instante si encuentras el motivo que haga el cambio.

Y él... él había sido así, tal cual... solo con una persona... Una persona... Algo se desconectaba en él por momentos, no lograba discernir acerca de ello, la imagen que quería formarse pertenecía a su pasado, no era una sola silueta pero una de ellas parecía más borrosa e inaccesible. Pero era como verse desde lejos en algún instante, justo como ese en el que una media sonrisa se formó en sus labios "¿Es que acaso te parezco la clase de persona que se sacrificaría por cualquiera?" Su mirada cambió mientras aquellos diálogos internos se sucedían en su mente sin que pudiese evitarlo. Como si con dirigir su mirada hacía él, con ese dejo de emociones controladas en sus pupilas fuesen a hacerle llegar esas palabras que estaba luchando por salir, como si quisiesen hacer enfadar a quien estaban dirigidas, con ese toque de prepotencia que de nada serviría, solo para dirigir un enojo latente que en él nacía "Estás equivocado... Yo no me sacrificaría por nadie..." No a menos que algo en ello cumpliese algo para sí mismo "¿Me he entregado a ti de esa forma?" Se acercó más, no estaba ignorando a la muchacha, de hecho, no podía aunque no se dirigiese a ella. Porque notaba la diferencia, el latido de su corazón, la forma en que el ritmo que tenía se modificaba mientras los escuchaba, podía sentir sus emociones por eso y por otras cosas que no había tomado en cuenta eran parte de algo que no había tenido siendo humano. Era un sonido claro a sus oídos, unos que no había poseído antes. Empezaba a sentir esa fuerza sobrenatural como propia de nuevo "Eres tú, ¿no es cierto? La persona por la que haría algo tan irracional como eso..." Y sus ojos se entrecerraron como intentando entrar en la mente de él, pero desvío la mirada dirigiendo una sonrisa a la mujer que les acompañaba.

Estaba seguro de una cosa, no lo habría hecho por ella, sino por un motivo más egoísta, la traducción de ese enfado que le hacía hablar de esa manera ahora "Si lo eres... si eres tu... salvaría a quien fuese de tus garras... " clavando su mirada por un ínfimo instante en aquella iracunda que no podía evitar reprochar "... para que no pudieses tocar nada más..." Se daba clara cuenta, decía eso en un sentido estrictamente de querer apropiarse de algo por todos los medios posibles. Pero no podía decirlo en voz alta porque no podía recordarlo y eso le enfadaba aún más ahora. Y no quería decir algo frente a un tercero, alguien que no tenía la culpa de lo que estuviese sucediendo.

Casi había tomado al otro por las ropas, pero se había detenido apenas a tiempo. A regañadientes decidió no decir más, aunque ya había hecho suficiente con solo un par de palabras. Aquella especie de enfrentamiento no estaba bien, no ahí.. no si iba a arrastrar a alguien más, pero empezaba a desesperarse, más consigo mismo por no poder evocar nada, pero estaba descontrolándose por lo que aquel sujeto mencionaba y entonces arqueó una ceja, lo que había dicho antes ¿por qué decía que era él quien le controlaba? ¿Por qué cuando él se sentía una marioneta de las circunstancias? Incapaz de tener recuerdos de ninguno de ellos. No podía y eso le hacía sentir frustrado en ese momento en el que empezaba a desconocerse, pero no solo era enojo, el temblor en sus manos no era por furia, era algo más sutil pero más dificil de disipar.

-¿No lo adecuado sería haberla acompañado a casa? -Dijo con el tono más afable que pudiese utilizar -Si el clima sigue así o la temperatura baja más, ella debería estar en su hogar... si llegase la nieve a cubrir las calles... -Miró al cielo, ciertamente no parecía que fuese a ser de ese modo. Suspiró, solo decía aquello por llevarle la contraria a aquel sujeto. De algún modo sintió una aprehensión extraña que no podía lograr esfumar -Disculpa- Sonrió débilmente hacia ella, extendiéndole la mano para avanzar -Será mejor que nos apresuremos- Aunque era incapaz de sentir el frío, podía percibirlo a través de ella, el calor que su cuerpo emanaba y las reacciones a las corrientes frías del entorno. Sería amable con ella, porque aunque no lo supiese, estaba seguro que ella se portaba así porque él lo había sido de alguna forma con ella.

-El caballero tiene razón, estarás segura -Dijo viéndolo a él, con una expresión que denotaba cierto enfado y las palabras algo escondido en ellas -No permitiría un daño hacia tu persona- Ya que lo había dicho, sonrió. Un dejo de culpabilidad tras saber lo que había detrás de sus propias palabras apareció, pero lo prefería así. Incluso si aquello sonaba a reto ahora tendría que cumplir su palabra. No podía simplemente mentirle a alguien con una mirada como la de la muchacha. Tan transparente, como el otro decía que era él mismo. Él no era transparente, no poseía esa ilusión a su alrededor, esa vivacidad y curiosidad que no medía consecuencias como la de ella. No se parecían en nada y se preguntaba si quien le había sostenido apenas poco antes estaba en lo correcto -No dejemos esperando a nuestro amable acompañante- Y en su rostro pálido había en su expresión el filo de quien quiere provocar algo incluso si es algo que nadie más desearía. Tomó aquell mano cálida para hacerle avanzar, con ligereza ayudándole a hacerlo, esquivando a quien parecía tener clavado en él un mar de tempestad.
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Mensaje por Elene Rossato Miér Ene 15, 2014 9:26 pm

Todo estaba tan oscuro a pesar que la nieve blanca era tan clara que parecía estar de día, la representación gráfica mía entre ellos dos era terrorífica no me podía imaginar la tormenta de frío que se venía en frente. Estaba tan lejos de entender sus palabras y a la vez tan cerca, eran un maremoto de emociones, yo definitivamente salía sobrando, por un momento me sentí incómoda hasta de pensarlo, ¿podrían ellos saber qué estaba pensando? Mis labios se juntaron cerrando mi boca mientras miraba como caía la nieve a una velocidad suave y de manera pasiva, me pregunté si así se sentía morir. Cerré mis ojos y yo sólo podía pensar en qué era lo que tenía Kei, sin duda era el mismo que tenía al frente esa noche en la que me escabullí a este hermoso jardín que hoy sólo era un cementerio de flores y espinos. Él me miraba y parecía querer entender lo que me decía, ¿Acaso no me recordaba? El frío comenzó a calarme la piel, me sentí inútil de no poder ayudarlo, su cara me quería hacer ver algo pero yo sentía otra cosa, algo que era tan alejado a mis pensamientos, estaba en un abismo a un paso de caer.
Por el otro lado tenía a Asagi, que con cierta sutileza se movía y hablaba muy claro, me daba la impresión al verlo tan seguro de sí mismo pero a la vez tan frágil, no podía sacar una conclusión que me sirviera, nadie decía nada, su nostalgia me partía el alma pero lejos de eso había un ser sediento de venganzas, iras no consumidas, deseos que no eran ocultos y eso es lo que me hacía retroceder, sonreí de nuevo a ambos pero estaba comenzando a pensar que mi calidez jamás llegaría a ellos, no de esta manera. Yo no quería ser una ‘’damisela en peligro’’ la sola idea me causaba que la visión se borrara era fuerte podía con la carga de sus emociones, no necesitaba que nadie me salvara podía hacerlo con mis medios, sólo que por ahora todo era tan confuso que no sabía cómo. Las palabras de Kei eran tan vacías, hablaba y sentía que me pegaban con fuerza, me daba una razón más para quedarme y cuidarlo del clima.  Asentí sonriendo a sus palabras después de todo observaba el gran esfuerzo que hacía para tratar que todo fuera normal pero todo pintaba de manera ahuecada. —Entonces estamos aquí los tres por una extraña razón-miré a Asagi pero su rostro estaba sumido en recuerdos, remordimientos que solo sus vacíos ojos podían entender.
Kei de una manera u otra había advertido que no era una buena idea dejarme acompañar hasta su aposento, ¿por qué sentía como si sus palabras dolieran dentro de mi pecho?  Siempre había sido así desde que lo conocí. —Kei…- apenas y pude murmurar viendo el cuerpo de Asagi siendo presa de un monstruo invisible. Di un paso hacia atrás y mi corazón palpitó con más fuerza, lo escuché perfectamente hablar y despabilé mis pensamientos —Quisiera poder revivirlas a todas Asagi, a todas esas flores que yacen bajo nuestros pies- sonreí cerrando los ojos y agachando el cuerpo para escarbar bajo la nieve. Después de haber usado mis manos como pala, las ahuequé como nido y le hice una seña al cuerpo del vampiro para que se acercara, no estaba segura que lo haría pero no perdería nada con intentarlo —Ellas surgen por sí solas, nacen por inercia a pesar que el frío las esté matando saben que al final de esta helada vendrá algo a derretir esta capa que no las deja vivir dejándolas ser las flores más hermosas - miré a Kei y después a Asagi. Él pronunció su nombre, sentí un hueco en el estómago porque parecía que todo lo que había pensado tras la falta de conocimiento de Kei ante este mundo había sido una mentira, podía haber calidez en sus palabras y lo mío  había sido una locura pero no, eso solo hizo desvariar al otro vampiro lo que hizo que mis manos cubrieran mi boca y negaran a sus palabras.
Como un balde de agua fría sus palabras desgarraron mi alma y negué la idea de inmediato dando dos pasos hacia atrás cerca de Kei —Yo jamás he pensado eso de usted Asagi ¿Qué hace pensarlo?  Si usted hubiese querido matarme para hacer lo que sea con mi sangre o cuerpo ya lo hubiese hecho…. ¿Qué me haría pensar que usted quiere matarme? No tendría ninguna intención de esperar de ser ese su verdadero fin- me quedé absorta viéndolo a él y escuchando como salía de sus cabales despotricando contra Kei que no me atrevía a verle a los ojos y entonces lo entendí, ellos no eran sólo conocidos, eran tan cercanos, existía en ellos amor. Las palabras eran tan duras, sentía como si me aporreaban a mí misma cuando él lanzaba miradas llenas de odio contra Koizumi, sentí como los ojos comenzaban a hacerse líquido pero mordí mi mejilla por dentro tratando de evitar llorar, no era el momento. —Asagi le ruego me perdone… Yo jamás quise causarle tal ira- rogaba a Dios porque sus ojos asesinos se posaran en mí había y dejaran de instar al otro a atacarle aunque a juzgar por sus acciones no lo haría. Era mi culpa, por haber dudado era una clara ofensa a su persona y si quizás había soñado con que ambos fuesen felices había definitivamente alejado la posibilidad —Yo simplemente…- cerré los ojos al observar cómo se alejaba y desvié la vista a Kei con dolor tan profundo en el pecho ofreciéndole mi mano de inmediato, mi garganta ardía tanto así que se ahogaba en las palabras que saldrían después para él era difícil respirar —Lo siento mucho, no entiendo nada de lo que está sucediendo, lo he estropeado todo…- aferrando mis dedos en su brazo con fuerza viendo la nieve bajo mis pies sonreí temblando por el aire que chocaba directo contra mi cara aunque era menos doloroso que las palabras de Asagi hacia Kei.  Había asentido a sus palabras de protección hacia mí hasta cierto punto se lo agradecí con mi vista pero estaba dispuesta enmendar el enredo que quizás sin saber había cometido.
Mis pies eran pesados parecían no querer avanzar pero al paso de Kei andaban sin problema. Soltándome de su agarre asentí con una sonrisa y avancé más hasta donde estaba Asagi  quedando a su par. —Siento mucho esto Asagi espero no haber pisoteado tanto el suelo y haber matado las flores que posiblemente pudiesen nacer- dije inocentemente más en una metáfora y ofrecí mi mano —Confío en usted tanto como Kei- ¿Y si no la tomaba? ¿Si el orgullo era más grande? Me cuestioné de inmediato pero me negué a la idea sabía que había visto su melancolía y en su alma apagada aún brillada el sol.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Sáb Feb 08, 2014 4:16 am

Grité su nombre más fuerte que nadie, el nombre que me he acostumbrado a llamar. Porque entiendo su dolor y su soledad mejor que nadie; Sus ojos se habían tornado en un color escarlata oscuro al escucharle hablar como si nada, ¿quién era esa persona?, definitivamente no a quien alguna vez amo, no era nadie, eso ya se lo había grabado pero era terco, sumamente terco y necio. Observó como la humana se acercaba con miedo, titubeante, ella probablemente se había dado cuenta y eso por una maldita vez no le importó. Sus ojos se llenaron de rabia, de enojo, ¿qué sabía ella para hablarle así?, ¡tan fácil que era ponerle las manos encima!, golpearla, quitarla de su camino y besar al otro, hacerle el amor ahí mismo y golpear sus recuerdos al ritmo de esas embestidas. Soltó un suspiro que mas bien se convirtió en un gruñido para dirigirle aquella mirada. Contuvo su furia, controlarse, eso jamás le había funcionado y menos en esa situación. Deseaba ver la sangre correr, abrir su caja torácica con las garras y bañar al otro en sangre mientras se besaban, ver que la nieve se tintaba como alguien que quiere revolver los colores para trazar bellas líneas en un lienzo completamente nuevo. Deseaba bañar a aquel Ángel con la sangre de la simple humana que se atrevía a soltarle metáforas.-¿Qué te parece si jugamos Koizumi?–Susurró jalando a la chica cuando esta le ofreció el brazo, ofreció su alma ante la muerte. Sonrió viéndole con furia, con odio y a la vez con mucho dolor, podía sentir lo mismo emanando de ese cuerpo donde una y mil veces vertió sus fantasías, cumplió sus mas locos deseos hasta hacerle estremecer.

El calor humano se sentía tan bien, rodeaba su cuerpo, le envolvía en recuerdos, se parecía a él. Sus cabellos aun olían a lo que alguna vez disfruto. Acercó su rostro al de la mortal, deslizo sus dedos sobre su pecho hasta su abdomen, colocó su barbilla sobre el hombro de ella y la mano libre acarició la sien hasta el cuello dejando que sus uñas tomaran lugar en su cuello.–Solo bebe de ella, muerde su cuello, el aroma te vuelve loco, no te has alimentado desde quien sabe cuándo y yo tampoco si no es de tu garganta haciéndote el amor. Recuerda, lo hacíamos juntos, solo bebe y bésame cuando la mates. Y si no lo haces tú entonces la tomaré, la haré mujer, la mataré y sé que no quieres eso.–Su voz se volvió autoritaria, fría, helada, tan solo una ventisca. Ejerció presión sobre el abdomen de la humana, su lengua se deslizo sobre su mejilla. No es que la estuviera amenazando pero si se movía solo le bastaba con romperle los huesos del cuello. No le quería hacer daño pero le quedaba poca cordura, no es que fuera débil, es que perderle de la noche a la mañana le había dejado devastado y no quería escuchar mas basura como metáforas o escribir mas poesía porque la inspiración le abandono cuando él murió.

Comenzó a reírse de forma suave, casi un murmullo.-¿No eres estúpida verdad?–Susurró sobre su lóbulo después de besarle.–Sí, nos amamos… nos amamos, es enfermo, dos bestias sanguinarias como nosotros. Nos hemos amado por mas de un siglo y lo ignorábamos. Koizumi no es una flor, es mi jardín entero, es poesía, pasión, amor, calidez e irónicamente humanidad. Solo es una melodía suave de la que nunca me voy a cansar pero jamás lo supo descifrar ha caído en la locura, se ha perdido, murió. ¡Y eres una perra afortunada porque le has conocido antes de que se desvaneciera, ni tu ni yo existimos dentro de su mente, esta vacío por dentro y por fuera!–Silencio, cerró sus labios viendo a su compañero, sonrió débilmente apenas visible. No se dirigía a ella en realidad, tan solo necesitaba sacarlo, tan solo necesitaba vaciarse ahora que se había quedado solo.

Las palabras no eran mas que un hueco sonido, nada estaba almacenado en su cuerpo, se había dejado arrastrar con el viento, el cielo nublado en pleno invierto le envolvió en un gris que hizo imposible que los demás colores le tintaras. Alguien solo le dibujo un corazón, alguien trato de hacerlo y ahora no existe. ¿Cada noche será así?, no podía controlar su odio, no podía arrancarse la tristeza. Ella no tenía la culpa, él no tenía que perdonarle nada, solo era una bestia descontrolada por amor, como cualquier humano, como cualquiera en ese mundo.–Estoy seguro que solo quieres que te envuelva en mis brazos, como el calor lo hace con los botones que están bajo esta nieve, quieres que te bese como siempre, que te diga que no hay nada que temer, que estaremos bien y jamás soltaré tu mano, que nadie ni nada volverá a separarnos. Debes hacerlo, recuerda, siempre hacemos lo mismo, cada noche, es una humana mas, van y vienen, su vida no es mas que un estúpido instante… la volverás a encontrar por ahora solo regresa a mí.-Sentir la suavidad de sus labios, la calidez de su cuerpo, su perfume a gardenias y su dulce voz susurrándole, haciéndole reír y sacando aquel lado que siempre creyó muerto.–Es usted quien tendrá que perdonarme señorita Rossato.–Un susurró, jamás le había dicho algo así a sus víctimas.

Quizás ella, nadie, podía entender el lazo que los mantenía unidos. No era amor, eso ya se había quedado atrás. Te amo tanto Koizumi. Mas de lo que pensé, de lo que imagine, alguna vez desee con fuerzas llevarte conmigo, tenerte siempre cerca, ¿qué te hace pensar que te quiero alejar?, cometí un error y estoy dispuesto a enmendarlo, no quiero abandonarte como la última vez, no quiero una trágica historia que se borré en un momento para volver a recordarla en un milenio. Yo deseaba compartir mi eternidad contigo, espere tanto y me enamore tan rápido. Eras solo un humano al cual considere basura pero algo en ti me atrapo, ese aroma tan único. Ese sentimiento fuerte, lo ataste a mí, lo sembraste y no me di cuenta jamás me di cuenta ni en tu irracional forma de amar.
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Mensaje por Kei Koizumi Dom Feb 09, 2014 1:42 am

¿Puedes describir la forma en la que tu vida parece cambiar en tan solo un segundo? A veces no existen las palabras y tampoco el tiempo para procesarlo. Un instante puede hacerse eterno en una mente, solo con que sea el momento indicado para ello. Las palabras llegan a sus oídos y se desvanecen inmediatamente. Aquella propuesta ¿lo era realmente? Algo que no era capaz de entender en ese momento. Esa sensación que se apoderó de su cuerpo, pero que aquellas palabras que confirmaban algo que apenas había llegado a imaginar un momento antes, le hicieron sentir como si se tratara de un golpe directo a su alma.

Se había quedado a punto de hablar en el momento en el que él se acercó a ella. Su cuerpo se había quedado de piedra, ¿por qué sus palabras parecían llegarle de un modo que las de ella no parecían lograr? Pero esas palabras, a pesar de no saberlas con certeza, sabía que eran verdad de alguna manera, pues lo que la mente no recuerda, puede ser rememorado de más de otra forma, por muy siniestra que sea.

Y en ese instante no pudo ayudarse a si mismo. Sus movimientos guiados por una fuerza sobrenatural le hicieron avanzar con rapidez para situarse junto a ellos, deteniendo la muñeca de quien hablaba con ese tono autoritario en su voz, ahí se percató de su propia reacción. Del temblor de sus manos y del asomo de aquellas lágrimas que le nublaron la mirada.

Jadeó pero fue incapaz de hablar. Entendía lo que decía, pero no quería matarla, incluso si no sentiría nada en ese instante. Justo porque la vida humana era tan fugaz, le parecía algo que no debía tomarse a la ligera. Pero lo sabía, que lo había hecho antes, pero la confianza que le habían mostrado aquellos ojos le parecía no era algo falso. Si ella le había conocido y seguía con vida. ¿Qué clase de persona había sido frente a ella?

Pero había algo que le inquietaba aún más y era aquella mirada. No era miedo lo que hacía temblar su cuerpo. Tomó aire. Aquella sensación de ansiedad que había ignorado, pudo percibirla, pudo sentirla, algo tan primario, y sin embargo, su ente le decía que no debía hacerlo.  Quiso interponerse y fue cuando dejó que sus brazos le rodearan, como había querido hacerlo un rato antes cuando se había contenido de hacerlo. Esta vez era diferente sin embargo. El roce con las telas al estrecharle, la forma en que sus manos se cerraron con fuerza era un claro 'Quédate conmigo', como si fuese a escaparse, como si ese instante fuese a desvanecer algo a lo que quería aferrarse.

-No, por favor... no de esta forma...- Su voz era un murmullo apagado. Aquella cercanía, como cuando había despertado, el aroma familiar inundándole, la sensación al volver a tocarle -No la mires a ella... - Sabía bien que si decía algo como 'No le hagas daño' no funcionaría. Pero no quería algo así ahora. No deseaba eso, quería detenerlo y el problema radicaba en que sentía que debía hacerlo. Que debía tomarla como él decía, que eso traería algo de vuelta. Pero no quería matarla. Tal vez si solo bebía de ella... ¿él podría aceptar eso? Sin matarla. -No bebas de ella... haré lo que quieras...-El tono de su voz llevaba convicción, no quería llevar aquello a algo sin salida -Pero no la mataré... beberé de ella... y puedes beber de mi hasta la última gota... pero no le quitaré la vida... -No quería hacerlo. No entendía la razón, ni siquiera sabía por qué era capaz de eso, de tomar la sangre de alguien, pero los sentidos no le engañaban, estaban en lo cierto.

Recargó su frente en él, como si eso le trajese una calma que no conocía de otra manera. Ella podía odiarle si eso provocaba con ello. Podía verle con reproche, pero no quería que él le viese del modo en que había venido haciéndolo, como si quisiera provocar algo de lo cual no habría vuelta atrás.

-No la toques... - Y entre aquellas palabras que eran apenas un sonido que nadie sin un oído sobrenatural podría escuchar, apenas un sonido casi imperceptible, hubo un tinte que parecía más bien un dolor reprimido que se transmitía a través de su voz -No la mires con esos ojos... - Esos ojos, con ese color y esa expresión que le habían provocado un vuelco en el corazón, como si algo en él supiese que no era una buena señal y muy en el fondo quería que esa intensidad en un gesto como aquella mirada fuese dirigido solo a él. Fuese odio, rencor o algún sentimiento que no fuese capaz de vislumbrar por sí mismo.... pero quería que no la mirase de esa forma, como si esa mirada solo debiese pertenecerle a él.

Solo hasta entonces se atrevió a dirigir la mirada a ella. ¿Qué vería en sus ojos? ¿Miedo? ¿Terror? ¿Tristeza como la que sentía? ¿Algo diferente? Sus pupilas buscaron los ojos de la mujer cuyo corazón latía con fuerza, con esos latidos que parecían llamarle y hacerle sentir una debilidad inmensa.
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Mensaje por Elene Rossato Dom Feb 16, 2014 3:55 pm

Cuando la voz de un enemigo acusa, 
el silencio de un amigo condena.
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Su tacto bajo mi piel era tan nocivo, dolía pero no como sus palabras. Miré el panorama y nada prometedor pintaba para mí, quizás lo merecía, del otro lado estaba Kei se sentía tan lejos que hasta era borroso querer encontrarlo. El otro vampiro comenzó a hablar, sosteniendo mi cuerpo con confianza como si éste le perteneciese, como si tenía el derecho sobre mí y mi vida. De una manera me sentí desahuciada quizás sí me había equivocado con él pero había bajado los brazos sin siquiera intentar algo. Era incapaz de poder sonreír, cualquier indicio se había ido realmente esto se tornaba difícil y en el afán, en medio de aquellos dos seres sobrenaturales estaba la posibilidad de la nada.
Era difícil a mitad de ellos dos, definitivamente quizás había sido mala suerte haberme reencontrado con Kei en aquellas situaciones pero el dolor de Asagi era trasmitido bajo sus garras hasta mis pensamientos. El lo había dicho quería ‘’jugar’’ como medio de satisfacción para su ira pero quien era yo para juzgar eso quizás era habitual, como él lo había dicho yo no conocía nada de él y me había formado una perfecta imagen de Kei con anterioridad que ni él ni nadie podía quebrarla. Su contacto era peligro, ponzoñoso tanto que aun sin infringirme dolor lo sentía, era como si me tratara como una muñeca. Estaba endemoniado y quería poseerme, arrastrarme con él a su infierno. Me quedé petrificada como una piedra escuchando deliberar órdenes para Kei como su santa majestad y sin poder negarme estuve oyéndole, ¿Qué más podría hacer?  La línea bajo mis ojos ardía como si hubiesen puesto pimienta en ellos pero no derramaría ninguna lágrima, me lo había jurado. Tardé en parpadear y en un abrir y cerrar de ojos Kei estaba a nuestro par. Confesó lo que sospechaba, se amaban. —Asagi- pronunció desvaneciéndosele el aire al sentir su lengua mojarle la mejilla y su pecho se hundió. Era como si en ese instante el hielo congelara aquel trayecto. —Aunque me parezca diferente al Kei que conocí, sigo viendo en sus ojos aquella misma pureza, una que estoy segura que todavía no abandona- murmuré a su enojo por haber conocido antes de la pérdida clara de recuerdos de Kei. —En cambio de usted, Asagi… no puedo estar segura si fue primero ángel y después demonio o en caso contrario- confesé sabiendo que eso podía descolocarlo más pero había quedado claro que ese encuentro era más de ellos que mío, sólo había sido una mala casualidad haber caído en las garras del lobo.
Sus planes se dejaron verter dentro de mis oídos. Rogaba al cielo porque fuera una pesadilla  pero éste parecía que no quería escuchar y todo pintaba ensayándose conmigo. Después de haber pensado bien las cosas estaba desconcertada sin saber que decir. Mi seguridad se había quebrado no sabía si podía continuar con esto quería correr al regazo de Kei y sentirme segura porque Asagi había perdido la cordura en su afán de querer hacer volver a Kei de su letargo ausente. Cerré mis ojos y la ventisca se hizo más fuerte cuando me decidí a abrirlos la lejana figura de Kei estaba cerca de ambos y comencé a llenarme de esperanzas nuevamente. Después de eso ellos mostraban su inconformidad con los desdenes de la vida abrazados, mis ojos trataron de ignorar la escena pero fue imposible, noté como el afán de sus cuerpos rozarse era pura electricidad y entonces lo supe una vez más Kei estaba entre la espada y la pared, en medio de quien no recuerda pero ama y una humana a la que juró responsabilidad en la que no estaba del todo en cumplir. Sus ojos encerraban un ruego como si me reprochara por haber aparecido entonces me sentí en deuda con él. Mientras él aceptaba beber de lo que parecía ser una bolsa de sangre con cabellos mi alma se hundía más, ¿Es esta la ley de la vida? ¿Así es como siente el pequeño conejillo ser devorado por el demonio? Me sentí compungida aunque confiaba plenamente que ese día no sería e día de mi muerte, si de mí aprobación dependía vivir o morir, aminorar el castigo de Asagi para con el vampiro que rogaba por la vida de una desconocida no sería yo quien pusiera más piedras en el camino.
Mis ojos que yacían más profundos que la nieve bajo mis pies buscaron los de Kei y sonreí con el pecho más enterrado en las costillas que me dificultaba respirar —Está bien- no sé si estaba pidiendo permiso para hacer lo que haría pero necesitaba que él supiera que yo estaba de acuerdo con lo que estaba haciendo forzado pero es que en el tormento de la sombras nada es igual siempre hay una pequeña llama que se extingue.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Lun Mar 03, 2014 4:41 am

Ese abrazo no era nada, no significo nada en ese momento, no le decía nada, ¿por qué ya no podía sentir?, ¿qué pasaba?, Koizumi estaba ahí sin estarlo y no era él, no había nada, le escuchó, escuchaba todo con cuidado y el rumbo de su encuentro estaba en sus manos, el cielo se volvía cada vez mas gris, imaginaba aquellas noches, cuando se sentía un poquito vivo, imaginaba su sonrisa y luego todo en llamas, esas que consumían en un parpadeo el mundo, se veía ahí a los pies de una estatua de mármol, en medio de un valle lleno de cadáveres, sangre, miseria, destrucción y estaba eternamente lejos nadie podría buscarle, solo era un espectador mas, justo ahora se sentía así. –Nunca fui un ángel señorita Rossato, jamás lo he sido y eso puede comprobarlo –Era cierto, el infierno fue su cuna, llevaba milenios ahí hasta que llegó aquel mandado por alguna divinidad, alas blancas, pureza y ternura. Ahora le abrazaba con fuerza pero solo sentía eso, no había nada, aun si lo besaba imaginaba que nada sucedería. Sonrió de forma cínica, le observó y estaba el vacío, si, quizás era uno de sus miedos, no el más grande pero si el más profundo, alguna vez estuvo ahí, sus pupilas azules eran opacas, nada místicas comparadas a las de Koizumi y odiaba ver aquello, era como mirarse en un espejo, era una maldita ironía, del destino o lo que fuera. –Eres un maldito. No puedo dejar de repetir tu nombre, no puedo dejar de maldecirte internamente, no quiero que me toques, ni que me veas con esas pupilas tan vacías, no tienes nada, no eres él, entiéndelo, aléjate. ¡Lárgate! –Era la histeria hablando, su voz no se quebró, resonó en aquel jardín, era la furia, era el enojo, la ira, la frustración, quizás el dolor, no sabía, tantas emociones y él no estaba ahí para explicarle por lo que pasaba. ‘No la toques, no la mires’, no podía sentir la fuerza que necesitaba para alejarse de aquello.


Sonrió de nuevo y aun si él seguía atado a su cuerpo ignoro aquello. Los latidos nerviosos de la humana le hacían ponerse mas ansioso, la humedad en sus ojos, podía oler lo salado de aquellas lágrimas, deslizo su mejilla contra la ajena, le miró fijamente, como diciéndole que le tocaba, que era hora de morir, ese tinte escarlata en sus pupilas era algo que se mostraba pocas veces, no necesitaba la autorización de ella, le había escuchado, no iba a dejar que aquel falso Koizumi la tomará, no, ahora ella le pertenecía.

Aun si los brazos de su amado parecían cuerdas atándole fuerte, estrujándole, jalándole, no se iba a detener, sonrió y beso la mejilla de la humana, ¡ese calor!, esa pequeño instante le hizo desearla con mas fuerza. –No llore, no diga nada, guarde esos sentimientos, recuerde que fue parte de una trágica historia de amor, si esto llega a terminar me gustaría volver a encontrarla, lo siento mucho, no sé qué hacer, ¿qué es todo esto que siento?, no está él para que me explique, me dio la vida y ahora me la quita, me enseño que estando muerto puedo sentir y ahora me deja a esa triste y miserable imitación, no siento nada aun si me abraza, no logro conmoverme, tan solo es como una cuerda molesta en mi cintura. –Susurró con la voz llena de calma, con ese toque sereno con el que normalmente se le conoce, su galantería y porte parecían que habían vuelto a él, pero no estaba para nada calmado, inclino los labios al cuello de la humana, dejo un beso sobre su piel y sus colmillos se fueron abriendo paso penetrando lentamente hasta que la primera gota salió, cálida, llena de vida, sentía su cuerpo tan vivo, se sentía tan humano, sí, estaba bebiendo de ella sin importarle el otro, ignorándolo, ¿qué pasaría?, no quería matarla, no lo haría, eso era lo que él quería, pero deseaba tomar directamente su sangre, estaba desesperado, eso era todo, una estupidez por amor, no le haría nada, ¿podría el otro notarlo?, lo veía y parecía estar alucinando.

Le hubiera gustado conocerla en otra situación, platicar cómodamente, mostrarle una sonrisa aunque no fuera del todo autentica y no mostrar esa locura. Ahora las ventiscas revolvían sus cabellos, sentía a Koizumi temblar, jadear, estaba ahí tan lejos, pero tan lejos que no podría jamás alcanzarlo, sus colmillos se enterraron tan profundo en la piel, solo sentía que la boca se le llenaba de sangre que incluso chorreaba por sus comisuras de forma sucia trataba de succionar de forma lenta pero aquello era imposible parecía no quererse controlar. Una de sus manos se deslizo sin querer sobre la de Koizumi, intento deshacer aquel abrazo solo para entrelazar sus dedos con los ajenos, le necesitaba, quería una explicación, necesitaba tomarlo de esa forma porque de otra la nieve lo sepultaría, lo desaparecería o quizás se lo llevaría aún más lejos. Sus pequeños dedos, fríos porque ahora él se sentía tibio gracias a esa sangre, cerro los parpados, imagino que era al revés, creyó por un instante que era el cuello de él pero el sabor era tan distinto, quería acariciar a la humana como lo haría con él. Estaba obsesionado, ¿qué le sucedía?, ¿ella podría explicarlo?, ¿él podría detenerlo?, solo se dejó llevar y no tenía forma de medir las consecuencias de sus actos porque ya le había arrebatado todo a quien mas amaba.

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Mensaje por Kei Koizumi Lun Mar 31, 2014 12:24 am

La mirada de ella, pudo percibirla, no solo eso, no fue solo eso. Era más de lo que él mismo podía soportar. Aunque aquellos movimientos no eran rápidos o lentos, era como si se sucedieran sin que él pudiese moverse. Aquellas palabras le hicieron soltar un sonido jadeante. Dolía tanto...

¿Era aquella una pesadilla?  Porque se sentía justo como una, incluso si no pudiese describir que era justamente eso que parecía desgarrarle. Y no quiso mirar, no porque lo que estuviese por hacer provocará algo mayor, sino porque tuvo que cerrar los ojos, le escocían, sentía una imperiosa necesidad de meterse en su camino, de evitar que hiciese cualquier cosa. Pero solo pudo aferrarse con toda la fuera que se sintió capaz de usar.

Y entonces todo su ser se estremeció, tembló al captar el suave olor de la sangre esparcirse en el aire. ¡NO! Pero su voz no salió por mucho que las palabras estuviesen ahí, gritando en su interior ¡No la toques! ¡No la mates! Quiso gritar, pero solo sus pensamientos parecían hacerlo, quería que le escuchara, porque lo sentía... a través de aquella piel, el calor que se dio cuenta ya no poseía. Y justo cuando pensó que desistiría, que ya no sentía las fuerzas para siquiera mantenerse, cuando solo pensó en desvanecerse, sintió aquella mano, aquellos dedos entrelazándose con los suyos. Dio un respingo, abriendo los ojos con cierta sorpresa. sus propios dedos se cerraron en torno a los de él con fuerza. ¡Detente! ¡Detente, por favor! No a ella. Por favor. Si necesitas algo te lo daré... te lo daré... pero sólo arrástrame a mi a tu infierno. Solo muéstrame a mi...

No lo entendía, pero era lo que deseaba Sólo muéstrame a mi quién eres en realidad... solo a mi... un deseo egoísta, uno que sabía no debía pronunciar porque no estaba seguro de lo que provocaría. Y sus ojos se cerraron de nuevo, como si eso fuese a acallar sus sentidos que parecían temblar ante la suave mezcla. No la toques... No sabía qué hacer, si él no lo decía con palabras, él no escucharía aquellos pensamientos, no podría llegar a él jamás -Detente... - Y aquello fue más un sonido lastimero, una súplica -Tomaré su lugar... no la mates... -Las palabras empezaron a no tener sentido en su voz, perdieron el volumen, estaba perdiendo la conciencia, se sintió mareado, no comprendió que era culpa de la sangre, no sentía su propia sed, pero todo aquello hacia mella en su sistema. Suspiró aún aferrándose a él, no quería soltarle, incluso si perdía la conciencia, no quería dejarle ir. No podía detenerlo, pero no lo dejaría alejarse de él -No a ella... Yo...- Y la frase quedó a medias, su voz se esfumó, con el susurró que era, se desvaneció.

Se aferraba a una idea, a aquel cuerpo que ahora le parecía tibio, reconfortante. A la idea de que era humano sin darse cuenta. A pesar de sentirlo, a pesar de saberlo con cada fibra de su cuerpo. Sus colmillos, fue entonces cuando lo sintió, no lo había notado, el filo que poseían, justo como los de él, y probablemente perforarían la piel justo como lo habían hecho los de él. Mordió las ropas ajenas, tratando de suprimir esa sensación que estaba sacándole de sí mismo. Proteger, querer, amar, todo se volvió algo incapaz de llevarle a un entendimiento de lo que sucedía... Lo deseaba. ¿Por qué? ¿Por qué deseaba esa sangre? ¿Por qué deseaba que él tuviese sus colmillos sobre él y no sobre la piel tersa de aquella chica. Era hermosa, una belleza que era diferente a la de ellos, una que posee vida. Y por un breve instante que duró lo que un segundo lo comprendió. Que era lo que su naturaleza le dictaba.
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Mensaje por Elene Rossato Lun Abr 14, 2014 8:04 pm

Y sin saber los por qué estaba metida en  la boca de infierno por querer alzar sus alas como mariposa pero se las habían cortado. El hielo de la noche sumado con el fuerte agarre del vampiro que apresaba su cuerpo eran clavos de hierro que se clavaban en su alma, quebrándole algo más que su piel que chorreaba sangre como hilos de plata, esos que cosen la vida para evitar que se escape de las manos. Un leve sollozo salía de sus labios sin poder oponerse ¿Qué más podía hacer? El conejo había caído en la trama del lobo y ahora le estaban devorando. Cerró sus ojos un instante y trató de controlar su agitada respiración enterrando sus dedos en las piernas de los cabellos largos tratando de zafarse de sus fauces pero todo era inútil ni una plegaría llegría a los oídos del dios de los libros, el que el predicador confesaba que existía. Las lágrimas ardían al borde de sus ojos al sentirse impotente por no poder protegerse a sí misma. Una patética y frágil humana a merced del vampiro osado que purgaba sus pecados con su sangre, su luz poco a poco se hacía tenue y casi apagada, su llama quería extinguirse.
Una sonrisa se dibujó en su rostro como esbozo de su vida, una que no le pertenecía una vez más y tensó su mandíbula para agarrar y ver a Kei que gritaba y miraba la escena con horror. ¿Qué esperaba?  No se hacía esperanzas había aprendido con el tiempo que quien se crea esos sentimientos dentro de su corazón terminaba sufriendo por la verdad y jamás podría guardarle rencor a Kei o incluso al vampiro sagaz que estaba masacrándole la yugular, perdonaba sin antes meditar el daño que naciera dentro de su cuerpo. Su mente le decía a ella misma que no podía hacer nada pero su corazón confiaba en el viento que rozaba la cristalina lágrima que resbalaba por su mejilla, no era esperanza era confianza. Su puño tembló y se reclinó levemente en el cuerpo del sin vida apoyando su peso pues no creía poder estar de pie un minuto. —¿Así está bien?¿Está es la única manera de desahogar su dolor?- confrontó al vampiro con aquel aire que denotaba que se le estaba escapando el aliento —Porque Kei parece no entenderlo, ¡hágalo volver!- chilló de manera tajante y cerró los ojos —Asagi, esto no está funcionando- no le importaba el dolor había aceptado el sacrificio con tal de hacerle volver.
Sus ojos pesados cerrados apenas y podían imaginarse las escenas que a su par se recreaban ¿Kei también cedería al deseo? Se negó a idea sin mover la cabeza y suspiró con dificultad sin poder un segundo más soportarlo, quería hablarle, decirle a Kei que recordara ese jardín, el color de las flores, el olor del pasto que yacía bajo sus pies y era invisible, que recordara la nostalgia del recuerdo de alguien quien jamás ella no supo pero ahora estaba claro que se trataba del verdugo tras la mordida en su cuello pero su voz jamás salió. Se dejó caer sin guardar necesidades al suelo o en lo que sea que le estuviese sosteniendo, desmayándose por completo, perdiendo la consciencia de quien era pero con la leve preocupación de no volver a ver aquellas flores cantar nuevamente y que su deseo jamás volverse realidad. ¿Qué iba a suceder con su cuerpo? Su vida que ya pendía de algún destello de piedad de alguno de ellos dos al menos esperaba que su dolor tras la sangre que le bañaba por completo saciara la nostalgia del cabellos negros por haber perdido a su pequeño trozo de cielo.
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