Bitácora de una Institutriz {Yolène's Diary}

por **Yolène Patoux** Mar Dic 16, 2014 5:22 am

Anoche fui licántropo

Y quise matar.

Miro la luna en un lago plateado
En mi mente un pensamiento solo
Que perturba como haber robado
He de volverme un licántropo

Al firmamento pertenece mi alma
debo a él mis instintos oscuros
que quitan tanto la calma,
que ni el corazón los contuvo

Ahora soy un animal cobrizo, de ojos claros
No muy diferente de antes.
Siempre fui más bestia que humano,
el cubrirlo con cultura y educación fue mi arte.

Quiero cazar a una madre o a un muchacho tal vez
con el sigilo que llega el sueño,
siempre elijo a la mujer más joven y al crío más guapo
me guío por el olor de su cuello.

A media noche no estoy sola,
brujos y vampiros son mis amigos o rivales,
ellos me dan abrigo o sofocación,
Si eligen lo primero,
estarán protegidos conmigo;
si no… Dios nos libre.

Al ver al sol nacer
La sed por muerte desaparece,
y a la vez que la luna se deja de ver,
mi cuerpo y alma se desfallecen.
Quedo desnuda
al igual que como deberíamos siempre estar.

Miro al sol en un lago dorado,
En mi alma un sentimiento solo
que se siente al haber matado.
Anoche fui licántropo.

¿Mañana?
Sólo la luna lo sabe.
Que los Storr nunca se enteren
del monstruo que mora entre sus paredes, alecciona a sus hijos, y sus tardes entretetiene.

Institutriz

Yolène

Licántropo

Patoux

Créditos

por **Yolène Patoux** Lun Mar 23, 2015 9:34 pm

Confieso un pecado

Me gustan ambos.

Soy el reflejo ambiguo
de una sombra milenaria
de un amor rechazado.
Condenado al ostracismo.

No poder besar con hambre
desde los labios de ella a los de él,
ni sus cuerpos hasta
saborear su excitación.

Por ser prohibido.
Prohibido por mí, por ti,
por la estética
que no deja expresar nada libremente.

Sólo permite a la rabia.
Al fuego, a la espada, a la estaca
clavarse por tu corazón
mutilado y expulsarlo.

Para seguir andando sin corazón.
Sólo con los pies que corren y corren
para no encontrar a nadie.
A nadie que pueda escucharme.

Y sólo querer gritar soy lo que soy
y poder mostrar cariño o tus deseos más secretos
que a nadie le importan pero que tienes derecho a expresar
con infinito amor a poder existir.

Respirar. Y no supurar por tu garganta
lágrimas de odio, sangre y sulfúricos líquidos.
Mientras tu cuerpo quemado y negro
asusta todas las almas.

Eso es lo que siento.
Una muerte en vida.
Una vida en muerte.
Y una fugaz esperanza.

¿Algún día seremos nosotros mismos?.
¿O tendremos que esperar
a que nuestros cuerpos muertos hablen latín
a Lucifer?

Institutriz

Yolène

Licántropo

Patoux

Créditos

por **Yolène Patoux** Sáb Jun 06, 2015 10:52 pm

¿Qué será de mi fruto?

Debe verse de mi edad.

Hija mía
Ahora debes verte como yo
Sólo que te doblo en la edad
El día cuelga torcido de la pared
y yo sigo buscándote entre las
tres esquinas de este dormitorio
recuerdo tuyo.
Como los restos de un naufragio,
respiro la tos amarga
los hilos rotos de tu marioneta.
Porque cada soplo de mi sien
al palpitar, te ansía, cambiando
los puntos y las comas
de tus uñas, de tus manos.
Porque cada soplo de mi sien
al palpitar, te ansía y desgarra mis venas
estrelladas contra la pared
de tu frente.

Si pudiera asomarme y reconocerte...
la abriría de par en par y gritaría tan fuerte
que el eco de tu voz volvería para recogerme.

Quizás la vida al final era sólo esto
una madre que juega en un hogar de cazadores
que se queda atrás mientras caminamos
entre los árboles.

Un baúl de cartas que nunca envié.
Una palabra escrita sobre otra palabra.
Un nombre rectificado.
Alguien a quien añadir a cada letra del abecedario.

Quizá no estaba equivocada
ni tampoco en lo cierto
quién sabe dónde mueren algunas ideas
y dónde nacen otras nuevas.

Una equivocación que fue un fracaso.
Una ilusión que se volvió un desastre.
Un accidente que me dio lo que nunca
habría podido conseguir intencionadamente.

Dato

Créditos

por **Yolène Patoux** Lun Jul 13, 2015 10:19 pm

Hoy, cuando he salido de mi casa, he visto a un tipo en la calle, y sólo con dos miradas,
decidimos hacer el amor. Una vez en la habitación de un hotel, me coge
en sus brazos y me lleva hasta la cocina donde me deposita encima del mármol de la encimera,
con sumo cuidado, como si fuera una muñequita de porcelana. Al principio, no se atreve a
tocarme. Pero luego, me quita el corsé arremolinado, mojada de sudor, y se la acerca a la
cara. De repente, se ha puesto a respirar muy profundamente y a oler la camiseta poco a poco,
cada centímetro de tejido, cada milímetro de hilo. Inspira intensamente. Yo no he podido evitar
mirarle, divertida al descubrir este principio de fetichismo que no había sospechado. Tiene
gotitas de sudor en la frente que brillan como perlas y se mueren a la entrada de sus cejas. Me
acerco a él, suavemente, y empiezo a pasar delicadamente mi lengua sobre cada una de ellas,
bebiendo de él. Puedo sentir su respiración cerca de mi mejilla; su ritmo no es constante. La
excitación me aprieta el vientre y mis muslos se contraen inevitablemente. Ya no tengo control
sobre mi cuerpo. Me siento de repente perturbada, mi cuerpo pide a gritos que le arranquen la
piel para poder fundirse con este desconocido. Se agacha un poco, y empieza a buscar debajo
de mi falda, hasta encontrar las amarras de mis faldas. Pienso enseguida que su intención es
quitármelas, obviamente. Pero no es así. Levanta la falda y aparta las amarras de un lado. Me
toma así, buscando en cada momento mis ojos, analizando todas las reacciones de mi cara,
todas las expresiones de mi rostro.
Cuando nos separamos en la calle, no le quiero pedir su dirección. Tampoco él
tiene intención de dármela. No suelo comprometer un encuentro como éste con promesas de
volver a ver a un hombre. Repetir con un desconocido no me interesa. Prefiero encontrar a otro
en la calle.

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