Noches en el circo gitano / Privado

por **Nanna Donald** Vie Dic 19, 2014 5:11 pm

Hacía tiempo que aquel lugar, el campamento Gitano, llamaba su atención. En realidad desde que su padre adoptivo le contó la manera en la que sus padres se habían conocido. En ese relato, descubrió que su madre había pertenecido a una comunidad romaní. La sorpresa dio paso a la curiosidad, y a poder entender el origen de algunos “dones” que ella poseía.

Desde entonces, en su cabeza se había repetido una y otra vez, la misma pregunta ¿Cómo un hombre de una familia tan destacada y tradicional, como su padre, se había terminado enamorando de una gitana? Aunque también, rondaba en su mente la duda de saber si por aquel amor, la familia de su madre la había desterrado. ¿Alguien recordaría el Nombre de su madre? ¿O sería uno de esos secretos que no se descubrían? Y si fuera así, ¿ella podría hacer amistad con alguien de la comunidad, al descubrir que era mitad gitana?, ¿sería bien recibida, o le exigirían que se marchara y nunca más regresara?

Caminando de un lugar a otro del Circo Gitano, observó con detenimiento cada uno de los carromatos, las carpas y las hogueras que desde antes de que el sol diera paso a la luna, se encontraban ya ardiendo, marcando como faros la cercanía de costas peligrosas. En todo ese caos, que a simple vista parecía reinar en el lugar, descubrió que existía una armonía, un balance que permitía, establecer una táctica de protección para toda la comunidad. Los hombres se mantenían atentos a que ningún intruso, hombre o mujer, traspasaran los límites de las zonas accesibles al público en general. Más allá, las mujeres y los niños romaníes, vivían y se desenvolvían sin peligro de ser sorprendidos por extraños, o atacados por éstos.

Nerine, que recorría el lugar, vestida con una falda de color negro con detalles de cintas de colores en el ruedo; una blusa blanca de cuello y puños con puntilla, y botas acordonadas, se mantenía absorta en sus cavilaciones. Sus cabellos negros y su piel pálida cual la luna que comenzaba a dejarse contemplar en el cielo, llamaban la atención de todos lo que la contemplaban. Tal vez no poseía muchos rasgos romaníes, pero sus ojos verdes de mirada profunda, enmarcados por largas pestañas, le otorgaban una magia que mantenía el interés de más de un gitano.

Seguramente, no había sido muy inteligente y bastante arriesgado, entrometerse en aquel lugar, sola, sin la compañía de un caballero que impusiera un límite y la protegiera, de la misma forma como los gitanos protegían la paz de su pequeña comunidad. Pero la curiosidad por saber algo más de la infancia de su madre, de aquella vida, antes de pisar suelo escoces, la hizo adentrarse cada vez más en el campamento gitano, recorriendo el sendero delimitado por carromatos que permanecían en la semi oscuridad.

por **Stephan Bibrowski** Mar Dic 30, 2014 11:40 am

Si había algo de lo que los gitanos podía presumir era de la armonía con la que contemplaban, experimentaban y entendían la vida. Con ellos, era todo mucho más sencillo que la aparatosa civilización moderna que empezaba a despuntar en aquellos albores del siglo XIX.

La comunidad gitana era una isla aparte. Atados a sus viejas tradiciones, cánticos y rezos. Todo era íntimamente más sencillo, elemental y, por qué no decirlo, sincero. Y por ese conocimiento fácil que tenían del mundo era por lo que Stephan Bibrowski podría encajar allí, entre ellos. Nadie le hacía preguntas. El "¿qué eres?" tenía una respuesta asimilada ya por toda esa comunidad. "Soy lo que soy".

Y no había más.

Pero bueno. Más allá de visiones románticas y cuestiones filosóficas, hoy, Stephan Bibrowski era el Hombre León. Encerrado entre los barrotes, durante unas horas, el monstruo de feria se convertía, con todo el privilegio del mundo, en la atracción más solicitada. Los niños se acercaban con miedo y fascinación. Y, si pagaban los cinco peniques que pedía Veri, rugía a la luna para horror y fascinación de los pequeños y no tan pequeños.

Si os preguntáis si le gustaba aquello... Bueno, al menos tenía un hogar.

Entre todas las figuras que transitaban el circo aquella noche, una destacaba por encima de las demás. Tal vez porque era joven, hermosa e iba sola. Tal vez porque miraba hacia todos sitios y ninguno, buscando algo que no encontraba.
-Bueno, Bibrowski, ya puedes salir. Esta noche ha estado bien. ¡Casi quince francos hemos ganado! ¡Ya verás la cogorza que me pillo mañana, con un buen vino borgoñés!
A la perorata de Veri, Stephan sólo emitió un gruñido, por toda contestación. Salió del carromato con barras y se secó sus leoninas y únicas fauces. Rugir también podía llegar a ser muy cansado.
-¡Eh! ¿Has visto a ésa? -continuó su compañero, ajeno al mutismo de su compañero- Joder, quién la pillara, macho. Esa no es de aquí, seguro. Si pudiera la cogería y...
-Hazte un favor y cállate, Verni -bramó. La figura de antes parecía querer acercarse. Stephan a punto estaba de girarse e ir tras el carromato, a descansar tras la jornada de trabajo.

por **Nanna Donald** Vie Feb 13, 2015 5:20 pm

Siguió caminando, observando como niños que parecían pertenecer a diferentes clases sociales, se arremolinaban alrededor de un carromato, de un tipo de jaula, en donde supuso que tendrían un animal, un felino, ya que rugía como uno de los leones que había observado siendo aún una pequeña niña, en el zoológico de París, en las tardes en que su padre adoptivo la sacaba a pasear. Pero el rugido le pareció menos imponente, como si en verdad fuera la imitación, bastante convincente, de un hombre, - tal vez un gitano, que intenta parecer un león – se contestó a una pregunta que jamás pronunció.

Sonrió pensando con qué facilidad, los niños solían asombrarse, - los seres humanos, al crecer, pierden la capacidad de asombro, de dejarse extasiar por lo inesperado de la vida… en parte es mejor, así no es tan fácil que los embauquen, pero… hay tanta belleza en esa ingenuidad, que muchas veces me pregunto… en que momento de mi vida voló el asombro y la ingenuidad, como un pájaro cuando emigra – inspiró con nostalgia, cerrando sus ojos y soñando con volver el tiempo atrás, a ese antiguo pasado en que aún creía que la vida le depararía un futuro poblado de aventuras y de buenos momentos.

Pudo sentir las miradas de unos hombres, definitivamente convenía que la joven gitana se escurriera entre las sombras que rodeaba los carromatos y se alejara de allí. Pero la curiosidad, el intentar encontrar la razón del asombro de aquellos pequeños, hizo que no se alejara. Aquel extraño espectáculo, había despertado su instinto aventurero, y a pesar de que su intuición gritaba en su conciencia, que sería mejor huir, aquella necesidad de descubrir el secreto, la llevó hasta la jaula. Caminó intentando pasar lo más desapercibida posible, algo casi imposible, como si una pequeña oveja no llamara la atención a un grupo de lobos al pasar a su lado.

Cuando llegó al carromato o mejor dicho, a la jaula, ésta ya estaba vacía, solo en un extremo del vehículo, se encontraba un cartel, de colores llamativos, en donde una imagen llamó su atención, era un hombre, con cabeza de león y melena dorada. Se acercó como si no pudiera contenerse, hasta dejar que sus dedos acariciaran la faz de ese ser, - dime, sientes la misma tristeza, la soledad… aquella que muestran tus orbes – dijo en voz alta, hablándole a la imagen, cavilando en el enorme desamparo que debería sentir quien al ser tratado de aquella forma, como si en verdad fuera un monstruo.

La mirada de Nerine descendió por las líneas del cartel, perdiéndose más allá de aquella jaula. Entonces lo vio, un hombre, de melena dorada y espalda ancha, discutía con otro que parecía ser su jefe, entonces volvió a sentir aquel gruñido, como el rugido de un león. Los ojos de la joven se abrieron con asombro, volvió la mirada el rostro en el cartel - ¿eres tu? – susurró como si el dibujo pudiera responderle.

Cuando descubrió que el hombre de cabellos dorados se alejaba, dejando al otro gitano atrás, ella volvió a escabullirse entre las sombras, siguiéndolo a corta distancia, pero dispuesta a descubrir un poco más de él, no por una curiosidad malsana, sino porque había descubierto que entre ese ser tan especial y ella, existían muchas más similitudes que diferencias.

por **Stephan Bibrowski** Dom Mar 01, 2015 12:33 pm

Podía olerla. Sí. Olor de mujer. Porque solamente la feminidad podía ser sigilosa. Sigilosa para alguien que no era un Hombre León. O una bestia. O fuera lo que fuese. Sin duda, aquella joven debía haberle confundido con otro. Quizá solo era idiota. Porque solo una idiota querría seguir al villano del cuento, ¿o no?

-¿No has oído eso de que la curiosidad mató al gato? -se detuvo en seco. No se dio la vuelta. Todavía no.- Aunque, la verdad, para ser un gato eres bastante patosa. He podido oír tus pisadas desde que empezaste a seguirme.

Eso no era del todo cierto, pero Stephan Bibrowski era un especialista en ser desagradable y mentiroso. También mentiroso. Se mentía sobre todo a sí mismo.

-¿Qué quieres? -su voz sonó irritada. Parecía simplemente un hombre cabreado porque una jovencita inconsciente lo había seguido. Nunca imaginó que esa jovencita inconsciente ya sabía -o sospechaba- que él no era ningún hombre. En cuanto a lo de cabreado... Bueno, veremos a ver cómo sigue el cuento.

por **Nanna Donald** Mar Mar 10, 2015 5:52 pm

Tendría que haberse sorprendido que aquel hombre la hubiera descubierto, pero en verdad no lo hizo, por la simple razón que no deseaba esconderse, solo lo seguía, porque había algo en él que le recordaba su tierra, - tal vez ese temperamento osco y refunfuñon… o solo es que intento encontrar en ese ser algo que me recuerde a mi familia – caviló, mientras se acercaba lentamente, a donde el hombre se encontraba.

La luz de unos faroles, la iluminaron, su mirada no mostraba ni una pisca de miedo, ella era una escocesa y las mujeres de las tierras altas, tanto como las de la Isla de Skye estaban preparadas para enfrentar cualquier peligro, así en la tarea perdieran la vida, jamás mostrarían temor o falta de orgullo.

-Vaya, lo felicito por su oído… pero no era mi intención esconderme, solo lo seguía… no conozco éste lugar e intentaba encontrar la salida – nunca decía mentiras, aunque la verdad le pudiera causar más problemas que beneficios. Inclinó su cabeza, sin dejar de contemplarle, él le daba la espalda, podía ver con claridad, sus hombros, los brazos, el cabellos algo alborotado y la tensión en su cuerpo seguramente provocada por la inoportuna aparición de Nerinne.

- Mi nombre es Nerinne, lamento haberle importunado, si tanto le desagrada mi presencia, no lo molestaré más – dijo con un tono seco y cargado de reproche en su voz. Si de algo estaba segura la joven escocesa, era que jamás dejaría que la confundieran con una de esas jovencitas de clase alta que esperaban que los hombres corrieran a salvarlas, como príncipes de cuentos. No lo había seguido con la intención de molestarle, solo deseaba conocer algo más sobre la familia de su madre.

por **Stephan Bibrowski** Miér Abr 01, 2015 4:36 am

La contrariedad que escuchó en la voz de la joven fue suficiente para que, interiormente, Stephan se arrepintiera de su brusquedad. El Hombre León tenía malas pulgas, la gente del circo ya se había acostumbrado a ello y cuando respondía con algunas de sus lindezas, los gitanos sencillamente hacían caso omiso. Pero la jovencita morena no era de la familia del circo. Quizá ni siquiera lo estaba siguiendo a él.

"Eres un zopenco, Bibrowski". Se reprochó a sí mismo. Al menos, esta vez no era tarde para rectificar. Se volvió pero todavía sin echarse la capucha hacia atrás. Se situó cerca de la joven. Le sacaba tres cabezas.

-Está bien, Nerinne. Yo le indicaré. -se ofreció, con algo de desgana (fingida, tal vez) en su voz. Iba a rectificar, pero a su manera, claro. Tampoco pidáis peras al olmo.- ¿Ve la última carreta al fondo? Vaya hacia allí, luego tuerza a la derecha y continúe recto. Saldrá del descampado y llegará a Montmatre en quince minutos. Buenas noches le de Dios.

Y se disponía a marcharse, sin dar nombre ni religión. Tampoco quería hablar más con la joven, que luego ocurría lo que ocurría. Saldría corriendo y gritando. Y Stephan Bibrowski estaba hasta el moño de alaridos de terror.[/color]

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