Estrellitas y luceros, pintados con mucho amor, ¡Quiero subir a la Luna y llenarla de color! [Neliel ID]

► PODERES INNATOS:  

→ Hechicería: Habilidad para hacer que cosas sucedan, ya sean a favor o en contra de alguna persona, por medio de conjuros, hierbas y pociones. Esto incluye altos conocimientos de herbolaria que les permiten hacer también curaciones.

→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiaformas cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.

► EN DESARROLLO:

→ Creación de Ilusiones: Habilidad que le permite crear ilusiones a su alrededor; imitará texturas, sonidos, olores, etc., desconcertando así a su oponente y brindándole una excelente arma defensiva. El poseedor de este don será capaz de entrar a la mente de su adversario con sus ilusiones.

→ Alteración de la apariencia: La habilidad de cambiar la forma física. Los cambios son sólo temporales, duran solamente unas horas (máximo), no son permanentes.

→ Nigromancia: Habilidad que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres. Permite controlar temporalmente a alimañas y criaturas muertas para sus propósitos. (No controla a Vampiros).

Definir la personalidad de Neliel no es nada complicado y menos por ser tan pequeña, lo que podría llegar a ser un tanto predecible para la gran mayoría de las personas que han lidiado con niños alguna vez en su vida. La pequeña oveja es una niña muy dulce y con un carisma desbordante siendo capaz de contagiar a quienes les rodea con un buen ánimo y sacarles sinceras sonrisas. A pesar de tener tan sólo cuatro años tiene una excelente memoria, haciéndola una pequeña astuta e inteligente para su corta edad, lo que va de la mano con su innata curiosidad que la lleva a meterse en líos que para ella no son más que grandes aventuras por el mundo. A pesar de haber perdido a su madre físicamente, Neliel ha demostrado tener una gran fortaleza, especialmente cuando está junto a su querido y fiel amigo de peluche El Señor Nieve. Sus poderes apenas van despertando en ella, animados quizás, por su inocencia y pureza. Pareciera que no le tuviera miedo a nada, pero lo cierto es que la oscuridad y la soledad son las cosas que podrían borrar su sonrisa.

La pequeña bruja se caracteriza también por su casi inagotable hiperactividad y su apasionado gusto por las galletas con chispas de chocolate, que tanto le preparaba su madre en vida. Está aprendiendo a leer, lo hace para así poderle leer cuentos a Kirian, a quien le ha llamado “papá” desde el primer día que lo vio en el hospital, confundiéndolo con su verdadero padre. Neliel se siente verdaderamente segura a su lado, confía plenamente en él y sabe que no la abandonará nunca. Aparte, la infanta ha desarrollado una vista muy buena a pesar de su edad, pudiendo reconocer criaturas ajenas al entorno físico sin necesidad de preguntar mucho, aunque aún le ha costado saber cuáles son las personas vivas y cuáles son las muertas. De éstas últimas siempre termina huyendo casi que por instinto. También le pasa con las auras, sabe que cuando los tintes que rodean a alguna persona son brillantes y cálidos, esa persona es buena. Esa fue una de las razones por la cual siguió a Kirian en el hospital y se encariñó con la enfermera Gretchen.

Neliel aún conserva las buenas costumbres de su hogar, siendo una niña respetuosa y virtuosa. A quienes dicen mentiras los acusa con su peluche y les dice que se les pondrá la nariz grande y llena de verrugas como las de los trolls. Esto claramente demuestra que la infanta tiende a asociar muchas situaciones de su vivir diario con las leyendas que le contaba Iduna, su madre. Cuando se siente amenazada, Neliel se refugia en la forma de un pequeño cordero, que es lo primero que se le viene a la mente, recordando sus vivencias junto con el rebaño del viejo pastor que era amigo de la familia. Ella por supuesto desconoce cómo puede hacer eso, incluso, ha intentado tomar la forma de oveja algunas veces pero es inútil y sólo termina triste sentada en alguna esquina, pues piensa que eso le podría impedir seguir viendo a sus amigas “las hadas”. Ella es muy valiente y risueña y a la que es difícil engañarle, pues al tener al espíritu de su madre al lado, Neliel está bastante segura y no confía en alguien si su madre o Kirian se lo permiten.

Neliel nace una fría mañana de otoño en una ciudad de la región de Alsacia, ciudad ubicada en el territorio francés, muy cercana a Alemania. Su madre era una hermosa mujer de cabellos dorados y ojos claros, que más allá de ser físicamente una dama encantadora, tenía un espíritu noble y un gran corazón. Iduna ese era su nombre. Sid, su padre, al contrario, tenía fuertes rasgos que había heredado de sus antepasados escandinavos y se dedicaba al oficio de cazador, mientras que su esposa era una brillante hechicera. Ambos pertenecían a una pequeña hermandad que colaboraba con otro Orden mucho más grande. Se encargaban de recolectar información relacionada con la Inquisición dentro de su ciudad y de vez en cuando, viajaban a otras ciudades francesas y alemanas para cumplir con determinadas misiones. Al quedar Iduna encinta, Sid le pidió que lo mejor fuera que se quedara en casa, prefiriendo que ella pasara los nueve meses de gestación en una pequeña propiedad que pertenecía a su familia.

Era un lugar hermoso en donde solía verse a los pastores con sus rebaños de ovejas recorriendo los extensos caminos de tierra que surcaban toda la zona. Iduna solía pasar largo rato en compañía de un viejo hombre que llevaba en el oficio de pastoreo bastante tiempo. Ella siendo una amante de la naturaleza y una mujer aventurera, no podía estarse quieta en casa a pesar de llevar en su vientre a un bebé. La mujer era descendiente de irlandeses y alemanes, heredando de sus familiares la pasión por la literatura y las famosas historias míticas que se transmitían de generación en generación. Desde muy joven se había dedicado al estudio de la magia elemental junto con su madre y ahora sería ella quien se lo heredaría a su primogénito. Cada noche, antes de irse a descansar, le leía cuentos a la criatura que crecía en su interior, sintiendo como ésta le respondía con pequeñas pataditas.

Sid pasaba largas temporadas en su oficio, tanto familiar como el de su cacería, pero eso no le impedía estar al lado de su esposa y menos cuando a ésta se le llegó el día del parto. Esa mañana nacería Neliel. Ambos estaban agradecidos por aquel hermoso regalo, su pequeña hija sería el centro de atención desde ese entonces. La infanta había heredado los rasgos de su madre y desde sus primeros meses mostraba una habilidad nata para el aprendizaje. A Sid no le parecía propicio involucrar a Iduna en las siguientes misiones, pues ahora ella debía encargarse de Neliel que aún estaba muy pequeña. La mujer se llevaba a la pequeña a recorrer los verdes pastos, e incluso sus primeros pasos los dio en aquellos lugares, Sid igualmente estuvo presente durante aquel día.

Sus primeros años de vida no transcurrieron con mayores problemas, aunque las ausencias de su padre, parecían volverse mucho más largas a causa del trabajo y también lo hacía para mantener a su familia segura. Pues si algo le pasaba a Iduna y a Neliel, Sid no se lo perdonaría nunca. El día de su cumpleaños número tres, el viejo pastor que les solía hacer compañía durante sus paseos a las colinas, le regaló a Neliel un pequeño peluche de felpa con forma de oveja. La esposa del pastor lo había hecho especialmente para la pequeña quien comparó su color con la nieve y terminó bautizándolo como “Señor Nieve”. Con aquel juguete, la niña crearía un vínculo muy especial, pues gracias al Señor Nieve comenzaría a despertar los primeros indicios de que había heredado la magia de Iduna. Cuando Neliel empezaba a cuestionarle sobre cosas que veía en los rincones de la casa, su progenitora cariñosamente le explicaba de quienes se trataba y así ambas se inventaban grandes historias propias de los cuentos de hadas.

A pesar de la ausencia de su padre, Neliel fue una niña alegre y con un carisma desbordante que contagiaba a cualquiera. Iduna solía escribirle cartas a Sid hablándole de lo mucho que había crecido Neliel en los últimos meses y de que se convertiría en una gran hechicera. Recibir las respuestas de su esposo, esperanzaba a Iduna, pues al menos sabía que él estaba bien y que sus peligrosas misiones habían marchado bien.

Meses antes de que Neliel cumpliera los cuatro años de edad, Iduna recibió una misiva de la hermandad del dragón negro en la que le indicaba que debía trasladarse de inmediato a París. Otros miembros la custodiarían a ella y a su niña hasta la capital de Francia. Iduna temió lo peor y sin rechistar decidió emprender aquel peligroso viaje. Neliel no paraba de preguntar cosas y su madre cariñosamente siempre buscaba la manera de responder adecuadamente para que su niña no temiera por lo sucedido. El viaje fue largo, pero finalmente se llegaría el día en que habían arribado a París. Esa tarde, antes de que el sol cayera completamente y justo antes de establecerse completamente en la ciudad, Iduna y sus compañeros de la hermandad fueron atacados por posibles inquisidores o cazadores enemigos. Mientras los otros miembros le hacían frente a los atacantes, Iduna intentó huir con Neliel en brazos, pero uno de aquellos hombres la alcanzó y ella desesperada, hizo que la pequeña se refugiara en el tronco de un árbol en donde estaría custodiada por seres que la misma Iduna había invocado. Esa vez, por primera vez y causa del miedo que tenía en ese instante, Neliel cambió su apariencia. Tomó la forma de un pequeño cordero, pues su madre una vez le contó que si pronunciaba ciertas palabras mágicas y se imaginara que era algún animal que mucho le gustara, iba a poder tomar su forma. Y así fue, aquel viejo hechizo resultó en una infanta tan pequeña. Así fue como pasó por desapercibida. Iduna había quedado débil y un poco herida por aquel enfrentamiento, sus compañeros habían sobrevivido a duras penas y al ver el estado de la mujer, la llevaron al hospital. No sin antes descubrir a Neliel acurrucada en el interior del árbol, abrazada a su fiel Señor Nieve.

Iduna estaba bastante lastimada y enterarse sobre la muerte de Sid, nada ayudó a que mejorara. De ella se encargaría una mujer de mediana edad que ejercía como enfermera y que de inmediato terminó encariñándose tanto con Neliel como con Iduna. Gretchen, cuidaba de la infanta mientras su madre aún no se encontraba en capacidad de atender a su hija. La mayor buscaba la manera de mantener contenta a la pequeña antes de que fuera a acercarse a Iduna y viera el estado deplorable de su madre y fuera a causarle un trauma. Algunos otros en aquel sitio se encariñaron mucho con la pequeña. Lamentablemente Iduna no soportó más de lo que deseaba y terminó falleciendo, no sin antes jurarse a sí misma en el lecho de su muerte que cuidaría siempre de Neliel y así sería. El Señor Nieve se convertiría en el vínculo que uniría al alma de Iduna a este mundo, sólo para proteger a su inocente hija, se convertiría en el ángel de la guarda de Neliel.

Gretchen, la enfermera, sería quien se quedaría con Neliel, pero al parecer el destino así no lo quiso. La niña caminaba junto con el espíritu de su madre por los pasillos del hospital, escapándose de nuevo para no comer vegetales y cuando el alma de Iduna desapareció, Neliel se sintió perdida y asustada, así que sólo comenzó a buscar la salida, pues, algunas personas, le daban mucho miedo. Parecían muertos y es que estaban muertos. Pero ella en su inocencia, no lo entendía del todo. Mientras se quedaba en una esquina hablándole al Señor Nieve, vio pasar una figura masculina a la que asoció con su padre, al que tenía mucho tiempo que no veía. Neliel se levantó de su lugar y siguió al hombre, quien no se percataba de la presencia de la pequeña a sus espaldas. Él caminaba a paso tranquilo y Neliel sólo le seguía en silencio, pero tanto le incomodaba el silencio que decidió llamarlo como a ella mejor le parecía. “¿Papi?”, fue lo único que se escuchó en el extenso corredor. Él volteó a buscar al autor de aquella palabra, pero al no ver a nadie –ya que parecía más distraído en sus pensamientos–, siguió con su camino. Neliel frunció el ceño y le siguió casi corriendo hasta tropezarse con el hombre.

— ¡Oye! Estoy aquí abajo —fue lo único que alcanzó a decir la pequeña mientras se sobaba la frente. Aquel hombre al voltear y al encontrarse con una figura chica, de rubios cabellos y ojos claros, sólo se quedó boquiabierto. Neliel empezó a insistirle creyendo que aquel era su padre. A pesar de que le intentó a explicar a la niña, terminó presentándose diciéndole que su nombre era Kirian y no Sid. Sin embargo, Neliel sólo le dio palmaditas en la cabeza al momento en que éste se agachó quedando a su altura refutándole que era de mala educación cambiarse los nombres. Neliel le contó que Iduna se había ido al cielo y toda una historia propia de los niños de su edad. Antes de que Kirian pudiera decir algo, Gretchen los encontró y cuando pidió explicaciones de la identidad del hombre, la pequeña Neliel con insistencia decía que era su padre que la vino a buscar y que se iría a casa con él. Gretchen dudó al ver el rostro del hombre, pero cuando decidió explicarle a la niña toda la verdad, la voz de Kirian la interrumpió. Para sorpresa de la enfermera, él terminó aceptando una paternidad que no era suya. No se sabe el porqué de aquella decisión, quizás Neliel había logrado comprarle el corazón con su carisma como lo había hecho con casi todos en el hospital.

Gretchen decidió dejar ir a Neliel con Kirian, haciéndole claras advertencias a éste sobre el cuidado de la pequeña. Kirian sólo asintió con una sonrisa y sin creer que se había metido en aquel lío. La niña le decía a Gretchen que Señor Nieve le contó que todo estaría bien y que vendría a visitarla de vez en cuando para que le diera galletas. El destino tendría preparado algo nuevo para Neliel desde ese momento, pues su vida apenas comenzaba, ahora en compañía de Kirian y por supuesto, el espíritu de su madre y su leal amigo “Señor Nieve”.

—Tiene un peluche en forma de oveja al que ha llamado “Señor Nieve”. Con este juguete es que mantiene una conexión con el espíritu de su madre, quien cuida sus pasos a pesar de no estar físicamente presente.
—Iduna sólo se muestra ante su pequeña hija, por eso es que Neliel es la única capaz de verla.
—Tiene la manía de meterse en los troncos huecos de los árboles a buscar “duendes”.
—Aún no sabe del todo que es capaz de ver espíritus. A su escasa edad es algo aún difícil de comprender.
—Para ella, Kirian siempre será su padre y su ángel de la guarda.
—Adora las galletas con chispas de chocolate.