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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Eloise Duchêne Miér Ene 07, 2015 2:52 am

Si Eloise se sentía o no a gusto moviéndose entre aquellos burgueses con demasiados aires de grandeza era una incertidumbre para cualquiera que quisiera dilucidar aquella cuestión. La modesta profesora, cubierta con un vestido color verde musgo con algunos ribetes en color oro envejecido y escarpines de piel, sonreía, bromeaba y conversaba con la perfecta actitud de quien sabe exactamente cuál es su lugar. Si se encontraba entre los muros de aquel palacete decorado con tanto lujo que llegaba a la exageración era porque se le había concedido el favor de usarlo como base para la recaudación de donativos con los que esperaba poder financiar la construcción de una escuela para los hijos de los obreros que trabajaban en las fábricas. Eloise sabía que a pesar de las sonrisas cordiales que le dedicaban algunos de aquellos banqueros, empresarios e inversores, en realidad era mirada por encima del hombro como una pueblerina empeñada en alfabetizar a aquellos que no necesitaban saber leer ni escribir para trabajar en las fábricas o en las minas de las afueras.

-Monsieur Bellefont, mi compañera de la Asociación de Mujeres me acaba de informar de que ha hecho un donativo de diez libras para la escuela, le doy mi más sincero agradecimiento - decía Eloise en aquel instante a un tipo de prominente barriga y pretencioso monóculo que sonreía muy satisfecho de sí mismo. La maestra entrelazaba los dedos de sus manos sobre la falda de su vestido como forma de reprimir los pensamientos que acudían a su mente, pues bien sabía que sobre aquel hombre corrían rumores algo desagradables acerca del trato que daba a su servicio y seguramente con aquel donativo quisiera limpiar su reputación y quizá también su conciencia. - Es un placer colaborar con causas así, mademoiselle Dûchene - respondió el caballero mientras jugaba con un enorme y aromático puro entre sus dedos, como si no fuera a fumarlo sino simplemente a exhibirlo, pues su dorada etiqueta decía que llegaba desde América. Eloise, con su parte ya cumplida, respondió con una inclinación de cabeza y decidió seguir paseando entre la gente, discreta como una brisa que apenas nadie percibía.

Eloise se esforzaba en memorizar rostros y nombres para saber a qué puertas llamar en un futuro y mientras se encontraba tratando de recordar el título de una mujer entrada en años bastante sensibilizada con el tema de los niños trabajadores, se cruzó en su campo de visión alguien a quien no había podido olvidar ni aunque lo hubiera querido. Se trataba de Miguel Clairvaux y Eloise no pudo esconder una sonrisa al recordar aquel peculiar viaje en carruaje desde la pequeña iglesia en cuyas sombras ambos se habían encontrado. No dudo ni un segundo en dejar a un lado su habitual discreción para aproximarse a él y llamar su atención posando los dedos en la manga de su chaqueta. - Buenos días, monsieur Clairvaux - saludó cuando él se giró para mirarla - No le hubiera imaginado en un evento modesto como éste - añadió con sinceridad, pues la familia de Miguel pertenecía a un ámbito de más alcurnia que el organizado por una asociación de mujeres en el hogar de un banquero con aspiraciones políticas en París.

-He de decir que me alegra verle de una pieza - añadió bajando un poco el tono de voz, mirando a Miguel directamente a los ojos sin esconder la complicidad que arrastraban sus palabras, refiriéndose éstas al ataque sufrido en el carruaje aquella lluviosa noche - Por mi parte decirle que me ha costado sentirme segura durante unos días y me ha sido complicado conciliar el sueño - reconoció, aunque no especificó que no sólo se debía a los bandoleros que habían tratado de asaltarles sino a su propia imagen apuntando y disparando a uno de ellos. Aquella actitud apasionada e incluso violenta le había traído recuerdos que Eloise trataba de dejar atrás, allá en el lugar del que procedía y donde latía su pecado más profundo y secreto.
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Mensaje por Miguel Clairvaux Miér Ene 07, 2015 11:45 pm


Había visto una invitación hace unos días pero la había ignorado completamente, sus padres siempre decían que una familia como la de ellos no podía mezclarse con aquellos nuevos ricos arribistas que creían estaban a la altura de las familias más ricas y antiguas de Francia... por lo mismo había obviado la invitación, si lo recordaba haría que alguien enviara una nota disculpándose por la no asistencia y esa clase de cosas que son más bien una mera cortesía... a final de cuentas las fiestas de recaudación son sólo una escusa para demostrar al mundo cuan ricos y poderosas son las familias, pero en este caso la gente de la que se trataba no era precisamente el tipo de gente a la que tenía algo que demostrarle. En días posteriores seguiría escuchando de aquella fiesta, esta vez lo hizo en una de las maestranzas mientras se paseaba entre los obreros para ver su trabajo... se le escuchaba alegra y eso era extraño, un simple obrero contento por una fiesta de la burguesía tampoco era común, pero sin duda su alegría venía de esta fiesta que buscaba reunir fondos para alfabetizar a sus hijos he incluso a ellos mismos... enseñar a leer y a escribir... eso fue suficiente para captar la atención de de Miguel quien al regresar a su despacho lo primero que hizo fue buscar aquella invitación, por suerte no la había tirado aún así que pudo buscar el nombre de quien le invitaba, para decisión del español en el remitente no estaba el nombre de la mujer que había conocido en la iglesia, pero esperanzado en llegar a encontrarla decidió asistir a aquella reunión... además de seguro iba a ser algo divertido para él ver la cara de esos nuevos ricos al verle llegar.

Para aquel día escogió sus mejores ropas, uno de los sastres más destacados de la ciudad había preparado para él un elegante traje, para movilisarse había decidido usar uno de los carruajes más ostentosos de la familia, seis hermosos caballos negros tiraban de aquella carrosa... Todo había sido preparado para impresionar, pero incluso así lo que más disfrutaba era que la principal atracción de todo eso, era el mismo. La presencia de Miguel Clairvaux causo revuelo de inmediato, de alguna forma que él estuviera ahí presente hacía todo más llamativo para aquellos clase comerciante que de pronto sentía podía codearse con lo más destacado de la alta sociedad parisina... por su parte Miguel se vio prontamente complacido al divisar a Eloise, lamentablemente no pudo hablarle de inmediato pues ella parecía ocupada atendiendo a las personas que hacían sus donaciones y el por su parte estaba ocupado atendiendo a los comerciantes que de pronto parecían arremolinarse alrededor de él... algunos sólo para saludarles, otros para contarle de sus ingeniosos negocios y proyectos que estaban en búsqueda de un mecenas que financiera semejantes emprendimiento e incluso los más atrevidos se acercaban con la intención de que Miguel conociera a su familia o especialmente hijas. El español no podía decir que eso le desagradara, al contrario cuando había decidido asistir a esa fiesta sabía muy bien que eso iba a pasar e incluso de alguna forma lo disfrutaba.

Por suerte ya se había librado de gran parte de sus "admiradores" cuando Eloise se acercó para llamar su atención, quizás ella no le había visto antes pero para él no fue una sorpresa que se acercara, de hecho la recibió con una gran sonrisa en los labios y posó una de sus manos sobre la de ella a modo de saludo -Por favor Eloise, después de nuestra aventura pensé que al menos me llamarías Miguel- disimuladamente cerró un ojo a la mujer y luego quitó su mano de la de ella pues ya se comenzaban a escuchar ligeros murmullos alrededor de ambos, de todos modos Miguel no se alejo ni mucho menos, si quitó la mano era precisamente por el bien de ella pues sabía muy bien el tipo de rumores que se podían generar en torno a un encuentro tan "familiar". -Pues me alegra mucho saber que le agrade verme en una pieza, al menos ahora sé que no me guarda rencor por haberla expuesto a eso... además cuando recibí la invitación debo decir que decidí asistir con la esperanza de encontrarla- Era cierto que había decidido asistir sólo por ella, no era tan cierto que había decidido asistir desde el primer momento... pero aquello no eran más que pequeños detalles que ella no necesitaba saber del todo, además de alguna forma le agradaba la idea de verla contenta de verlo, era una sonrisa más natural que la del resto de los presentes, parecía autentica alegría. -Podéis dormir tranquila, la ciudad es segura y yo me siento responsable de haberla expuesto a semejante situación, incluso si vos lo vierais necesario enviaría a alguno de los guardias de la familia a custodiar la calle por algunas noches... pero os aseguro que no os pasara nada, esos bandidos se pensaran dos veces el fastidiar a alguien con vuestra puntería- le volvió a contar mientras le indicaba el camino para que caminara junto a él.

Se alejaron un poco de la gente, muchos murmullos fueron dejando tras su pasos, pero al menos miguel no perdía la sonrisa menos cuando busco entre sus ropas un papel que incluía el sello de su familia y su firma -Es un documento, mi familia lo usa para grandes donaciones... estoy dispuesto a entregar una de nuestras viviendas en arrendamiento para vos y vuestra causa... por supuesto no habría alquiler mientras sea usted quien lleve dirija la escuela... y todo esto a cambio de que sea usted Mi lady quien me narre un poco más de sus ideas, la noche anterior el viaje se hizo breve y no logró contarme más sobre usted y soy un hombre curioso... y para su mala suerte usted me ha provocado mucha curiosidad- no era ella una mujer poco agraciada ni mucho menos, pero también era cierto que alrededor de miguel las habían incluso más atractivas, sin embargo algo le llamaba la atención de ella y si satisfacer su curiosidad significaba no cobrar un alquiler, con gusto pagaría ese precio. -Partamos por algo simple, si me conocíais, porque no fuiste vos quien me envió la nota, abría confirmado mi presencia con anticipación-
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Mensaje por Eloise Duchêne Vie Ene 09, 2015 2:49 pm

Eloise escuchaba hablar a Miguel con una fascinación similar a la de un niño que habla con su héroe de guerra preferido. A pesar de proceder de una de las familias más adineradas de París, era un hombre flexible, relajado e incluso descarado, muy lejos de la aristocracia parisina que parecía flotar sobre el suelo y vivir en un estado de perpetua inmaculación. Tenía un aire pícaro pero aderezado por la seguridad que le confería su posición social y Eloise simplemente se planteaba qué tal sería vivir así, haciendo lo que a uno le viene en gana, ni más ni menos. Aún así, se percató de que procuraba mantener las distancias con ella mientras paseaban entre los invitados y dedujo agradecida que lo hacía por su bien, por no afectar la reputación intachable pero frágil de la maestra de escuela. - No es necesario que envíe guardias a mi puerta… Miguel - replicó entre risas, ocultando su boca con la mano para no resultar demasiado escandalosa ni llamar la atención y mirándole a los ojos con expresión divertida - Aunque espero no volver a poner a prueba mi puntería - añadió mientras caminaba con él por aquella lujosa sala en la que algunas de sus compañeras de la asociación de mujeres trataban de conseguir donativos para la causa. No hacía falta bajar la voz al hablar de disparos, pues el tiro al plato se había convertido en una afición común entre los burgueses de París.

Ya algo apartados de la gente y junto a un enorme ventanal a través de cuyas cortinas de encaje se veía un jardín salpicado de imitaciones de esculturas clásicas, Eloise miró con curiosidad el papel que Miguel había extraído de sus ropas. Enarcó las cejas conforme le escuchaba explicar de qué se trataba y aunque estaba más que dispuesta a aceptar aquella enorme ayuda para su proyecto, logró mostrarse moderada y contuvo parte de su entusiasmo. - Es mucho más de lo que esperaba conseguir esta tarde, Miguel - dijo en un tono de voz suave aunque sus ojos chispeaban - Y el precio por esta concesión me parece justo; además, ha de saber que seré yo quien regente la escuela ya que todo esto lo he organizado yo - explicó señalando los carteles informativos que había sobre algunas mesas y también las bandejas de canapés y las botellas de vino. Agradecía la presencia de sus compañeras de la asociación pero sabía que si habían acudido era a cambio de que Eloise les ayudase en sus campañas a favor del voto femenino, algo que aprovechaban para promulgar incluso en aquel preciso momento.

Eloise no se atrevió a tomar aquel papel con el sello de la familia Clairveux, manteniendo sus dedos entrelazados mientras se disponía a satisfacer la curiosidad de Miguel. Accedió gustosa a aquella condición pues algo le decía que lo de Miguel no era la típica condescendencia de los ricos hacia la clase media ni una curiosidad burlona por saber “cómo viven” los que tenían menos dinero. Cogió aire y sonrió antes de empezar a hablar. - Si no le escribí fue porque no quise parecer demasiado atrevida ni tampoco ponerle en el compromiso de acudir a un evento que quizá no fuera de su interés, pues poco tiene que ver con la ciencia y la tecnología -. Suspiró con cierta resignación, no estaba acostumbrada al interés sincero por su empeño en alfabetizar a los niños y ni siquiera podía encontrar las palabras adecuadas para expresarse. Por suerte, Miguel parecía paciente; un hombre como él seguramente podía permitírselo. - Ahora me arrepiento de no haberlo hecho - siguió hablando, levantando la mirada hacia él y sonriendo con cierta timidez - No quisiera que piense que no me hacía ilusión un reencuentro en mejores circunstancias -.

Un movimiento tras Miguel llamó su atención; Blanche, una de las mujeres de la asociación, levantaba el dedo pulgar en su dirección con una enorme sonrisa triunfante. Eloise correspondió con más discreción, seguramente alguien había hecho un donativo importante aunque ninguna de ellas imaginaba qué era lo que había logrado la maestra sin tan sólo proponérselo. - Mi idea es tratar de conseguir un futuro mejor para esos niños - dijo recuperando un semblante algo más serio, pues estaba acostumbrada a que la gente adinerada se burlara de aquella idea o que esgrimiera el clásico argumento de las clases sociales inamovibles - No es que crea que todos ellos puedan ser abogados, médicos o arquitectos pero… es necesario saber leer y escribir para desenvolverse en el mundo - replicó comenzando a gesticular con las manos como si estuviera defendiéndose ante un tribunal - Tiene que saber leer el periódico, escribir su nombre, no depender de nadie para acceder a información importante… -. Paró en seco, como si se hubiera percatado de su creciente apasionamiento al hablar de su proyecto, y sonrió a modo de disculpa, bajando los ojos unos segundos. - Y ésas son mis ideas… básicamente… -. Tras unos segundos en silencio, levantó de nuevo la mirada hacia él, recuperando la compostura.
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Mensaje por Miguel Clairvaux Sáb Ene 10, 2015 1:18 am


Según Miguel había un motivo por el cual todas las familias nobles hacían donaciones y ese motivo no era precisamente que la generosidad gobernará en sus corazones, por el contrario, era el simple egoísmo de demostrar a sus pares cuan poderosos eran o cuan ricos eran, las donaciones eran algo así como comprar buena publicidad... Pero en este caso particular Miguel no estaba haciendo el mejor de los negocios, de hecho muchos aristócratas no compartían la idea de alfabetizar a obreros, muchas veces había escuchado en las fiestas de sus padres frases como "No necesitan leer para coger una pala" o "Mientras más conocimiento, más desean cosas que no les corresponde", con esas tipo de cosas como referencia sabía muy bien que su presencia en aquel lugar no sería bien vista por la verdadera alta sociedad... Lo positivo para Eloise es que a Miguel realmente le importaba muy poco lo que dijeran los nobles sobre él. -Pues ya sabe que esperaba algún tipo de invitación firmada por usted Eloise... Debería saber que mi sola presencia puede hacer que estos hombres hagan más y mejores donaciones sólo por aparentar- Pensó en decirle algo más al respecto pero decidió guardar eso para más tarde, por ahora era más divertido mortificarla por no haberlo invitado personalmente -Pues espero que sea verdad y se encuentre realmente arrepentida- Luego de aquellas palabras le sonrió amablemente, en ese preciso momento estaba en la lucha interna de continuar su juego u acercarse un poco a Eloise, pero una vez más gano la parte del que le invitaba a cuidar la imagen de la mujer, a final de cuentas ella parecía muy respetada en el ambiente y no era su intención que se comenzaran a generar rumores en torno a ella por su casa, por algún motivo le preocupaba aun cuando todo lo que le unía a ella era la mera curiosidad.

Poco a poco comenzaba a comprender que era lo que llama a su atención de esa mujer, mientras ella exponía sus sueños era como si no existiera nadie más en ese mundo... Era divertido escuchar todos esos deseos de parte de una mujer, ella quizás nunca lo sabría, pero había pasado mucho tiempo desde la última vez que había escuchado a una mujer con ideas propias, con sueños propios, con palabras que de verdad creía ella misma y no eran un discurso preparado por sus padres para dejar en claro el buen partido que ella podía ser -¿Es usted consciente de que si la idea tiene éxito puede usted comenzar a encontrar detractores? Entre las familias más ricas de Francia hay quienes creen que la educación sólo genera descontento en el pueblo y el descontento suele traer desorden público-[i] Miraba a la mujer con detenimiento, quería ver sus reacciones y por sobre todo quería ver que tan fuertes eran sus convicciones, si sus ojos soñadores no se apagaban luego de ese comentario podría confirmar que ella era la mujer que él creía que era y al menos podría conseguir una lógica en la curiosidad que sentía por ella. [i]-Compartiré un sueño con usted Eloise, creo que el mundo necesita gente más capacitada, creo que un día el hombre podrá dejar el trabajo pesado y lo dejare para maquinas que harán su trabajo... Aunque claro, mi sueño es muy conveniente para alguien que ha hecho fortuna de la tecnología, pero de todos modos creo que sus ideas son pasos de lo que será el futuro, los tiempos dejaran obsoletos a los obreros que sólo poseen fuerza bruta-.

Continuo por largo rato hablando con ella, Era grato ver sus ojos y además sentir el trato normal que le daba, no podía negar que creía ver en sus ojos un dejo de admiración, pero no era zalamera ni desagradable, de hecho toda eso lo compensaba teniendo opinión en cada uno de los temas que le planteaba, pero todo lo bueno tiene un final y el de este estaba cerca -No es bueno para mí acaparar toda la atención de la anfitriona y no es bueno para usted que sientan no atiende a todos sus invitados por igual... Muy a mi pesar tendré que déjala ir- se acercó unos pasos a ella y esta vez con más confianza posó una mano en la cintura de la mujer y se acercó un paso más para hablarle casi en un susurro -Aquel hombre de ahí... le indicó con un sutil gesto a un hombre que vestía lo que parecía ser un traje costoso, un hombre regordete que en esos momentos les miraba con disimulo -Cuando he llegado ha intentado hablar conmigo sobre un supuesto proyecto para el que busca un socio, es probable que se acerque a usted cuando dejemos de hablar puede encontrar una forma de obtener una mejor donación mencionando que busco proyectos con gente con algún tipo de interés social- pensó por unos segundos en indicarle a una familia que caminaba con su joven hija al lado, cuando se le acercaron había sentido que le hablaban demasiado de la chica así que pensaba que si Eloise les mencionaba un futuro encuentro ellos donarían para ser invitados... sin embargo sobre esa familia no menciono nada, no comprendió muy bien pero pensó por unos segundos que quizás ella se molestaría y prefiero contenerlo -No crea de todos modos que se libra de mi ¿que dice si nos volvemos a encontrar al finalizar el evento? tengo una propuesta que hacerle- Había contenido casi todas sus actitudes frecuentes, pero finalmente no pudo contener una pequeña caricia con el pulgar en su cintura, un gesto más bien travieso si se mezclaba con esas palabras. -Seguiré por aquí esperándola- Sin decirle nada más tomo una de sus manos y la beso antes de dar unos pasos atrás y luego girarse hacia donde un grupo de burgueses que le miraban hace un rato.
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Mensaje por Eloise Duchêne Lun Ene 12, 2015 2:46 am

Eloise estaba preparada para cualquier réplica que Miguel pudiera hacer a sus planes de futuro y por eso cuando trató de advertirle de que su empresa no sería fácil de llevar a cabo sin una más que probable contraposición de burgueses y aristócratas, no mostró en su rostro ningún tipo de estupor. Sostuvo la mirada de Miguel, quien entrecerraba los ojos como si de aquella manera pudiera ocultar el brillo astuto de sus pupilas. Tomó aire para ordenar sus ideas y esta vez entrelazó los dedos de sus manos para no excederse en el apasionamiento con el que defendía el proyecto al que llevaba entregada desde que llegó a París huyendo de sus propios demonios. - De hecho, ya cuento con detractores obstaculizando mi camino - afirmó sin perder la sonrisa, sin un ápice de preocupación por aquel puñado de comerciantes que preferían que sus trabajadores siguieran ignorantes para poder engañarles con falsos contratos - Y eso quiere decir que puede tener éxito; de tratarse de una empresa sin sentido, a nadie le preocuparía mi avance - añadió con cierta satisfacción. Eloise no era precisamente una rebelde, de hecho entre la Asociación de Mujeres ella era una de las más moderadas, pero sí era demasiado terca y más si de verdad confiaba en algo o alguien.

Al escuchar la visión de futuro que Miguel tenía acerca del trabajo pesado y la tecnología, Eloise pareció florecer. - Es un futuro maravilloso en el que los hombres podrán dedicarse a la política, a la medicina, a la historia y la filosofía, al progreso a fin de cuentas - dijo con entusiasmo. La conversación entre ambos tomó enseguida un derrotero basado en el futuro, en qué cosas podrían conseguirse y qué supondrían para la humanidad. Los conocimientos de Miguel sobre la tecnología y su potencial se aunaban con los intereses humanísticos y culturales de Eloise, de forma que entre ambos lograron configurar un mundo ideal en que el hombre no tendría jamás que ensuciarse las manos. Sin embargo, todo lo bueno tiene un fin y fue Miguel el primero en regresar al mundo real, haciendo consciente a Eloise de que se hallaba en mitad de un importante evento que ella misma había convocado. - Tiene usted toda la razón - afirmó sonriendo como una niña a la que se reprende con suavidad - Debo atender a otros posibles benefactores de la escuela… -. Las últimas palabras de Eloise parecieron difuminarse en el aire cuando Miguel rompió la prudente distancia que había entre ambos, posando la mano sobre la cintura de la maestra mientras le confiaba el modo de conseguir una nueva donación.

La presión de sus dedos era mínima pero la suficiente como para que Eloise sintiera un cosquilleo más que agradable alargando sus raíces desde su cintura hasta su columna vertebral de tal forma que tuvo que contener un escalofrío. El susurro de Miguel y el roce de su aliento en su piel prácticamente le cortaron la respiración; tuvo que hacer un gran esfuerzo por seguir prestando atención a sus palabras hasta que tras una discreta pero cautivadora caricia con su dedo pulgar, recuperó de nuevo la distancia. En cualquier otra situación Eloise no habría permitido semejante cercanía y se habría apresurado a dar un paso hacia atrás para salvaguardar su honra y las buenas costumbres; no entendía por qué no lo había hecho aunque sí procuró mirar a ambos lados con cierto sonrojo, asegurándose de que nadie se había percatado con demasiado interés de aquella actitud. - Por supuesto, Miguel - afirmó ante su propuesta de volver a encontrarse una vez finalizara aquella recepción - Saldré por la puerta de servicio, el dueño de la casa tiene una cena importante y necesita este salón despejado antes de las seis - le explicó para puntualizar el lugar exacto en el que se encontrarían. Sabía que allí estarían a solas, pues sus compañeras preferirían salir por la puerta principal a pesar de resultar molestas para los dueños de la casa antes que irse por el mismo lugar por el que lo hacían los sirvientes.

Una vez sola de nuevo, Eloise no dudó en acercarse al tipo bonachón que Miguel le había señalado discretamente y en efecto, logró una importante suma que prometió invertir en la librería de un amigo del tipo. Al final todo era una enorme tela de araña que hacía que el dinero se quedara en las mismas manos pero no era algo que preocupara a la maestra siempre que sus alumnos tuvieran aulas y materiales con los que aprender. Apenas había pasado una hora cuando los invitados comenzaron a marcharse y Eloise junto con sus compañeras se encargaron de recoger los panfletos y carteles que habían colocado en aquel salón al tiempo que las criadas se afanaban en limpiarlo todo. La joven maestra se movía con ligereza y reía con despreocupación mientras conversaba con las demás mujeres, expectante ante su próximo encuentro con Miguel. Al fin, se despidió de ellas y atravesó con pasos rápidos las cocinas despidiéndose también del servicio antes de salir a la calle. Casi anochecía y corría un viento frío así que procuró enguantar sus manos y cerrar el cuello de su abrigo mientras miraba a ambos lados. No pudo esconder una sonrisa al ver el siniestro carruaje de Miguel Clairveux con sus flamantes caballos negros y al propio Miguel esperando allí. - Veo que no le preocupa ser visto en la parte trasera de la casa - le dijo con una sonrisa tras acercarse a él. Su corazón latía tan rápido que temió que el hombre pudiera escucharlo. - Estoy impaciente por escuchar su propuesta… -.
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Mensaje por Miguel Clairvaux Mar Ene 13, 2015 10:19 pm


A veces se preguntaba porque tenía que ser tan formal para algunas cosas, con pesar miró como Eloise se alejaba de él, de todos modos no tuvo mucho tiempo para lamentarlo o al menos no para exteriorizar su malestar pues pronto se comenzó a acercar gente para hacerle diversos tipos de comentarios, al comienzo pequeños comerciantes e incluso pequeños diseñadores que comenzaban a ganar fama en Francia, todos parecían haber encontrado un nuevo punto de atención y por eso mismo Miguel intentaba invitarlos a donar por la causa... su momento de promotor de la causa se terminó cuando llenó de dignidad se acercó el dueño de casa, era evidente que dentro de aquel circulo social él estaba uno o dos pasos más arriba que el resto pero también era evidente que los burgueses aún estaban varios pasos atrás de los antiguos nobles y ricos de Francia, aún así miguel sabía cómo mantener las apariencias, era un inquisidor y por sobre todo un Clairvaux así que escucho al hombre por momentos, por otros fingió que lo escuchaba, pero así paso la noche, el dueño de casa lo acaparó y lo atendió personalmente así que miguel pudo al menos evitar tener que escuchar más de una propuesta de negocio durante lo que resto de fiesta. Cuando las mujeres comenzaron a agradecer a todos sus generosas donaciones y anunciaron el fin de la fiesta, el dueño de aquella mansión invitó a Miguel a quedarse pues tenía una recepción más tarde, pero el inquisidor rechazó amablemente la oferta aludiendo compromisos de suma importancia y dejando como promesa el regresar en otro momento e incluso indicándole al hombre para su deleite que podría visitarle una vez más en compañía de su madre, su padre o ambos.

Ya fuera del reciento se comportó como un miembro de la alta sociedad más normal,  se quedo conversando en pequeños círculos como hacían algunos ni nada por el estilo, sin decir nada subió a su carruaje que ya lo estaba esperando y se marcho del lugar con una sonrisa triunfal, de alguna manera le causaba gracia que toda la gente siguiera sorprendiéndose por verle en esos lugares... considerando el tipo de lugares en el que solía estar a causa de la inquisición aquel era un paraíso, pero ellos no tenían porque saberlo.  -Da una vuelta y regresa pronto por la salida de empleados, aún nos quedan algunas cosas que hacer - Le dijo al cochero como si lo que le estaba pidiendo fuera cosa de todos los días, pero a pesar de lo raro de la solicitud el hombre no se inmuto y azoto a los caballos para que avanzaran.  -Recuerdas a la mujer de la iglesia, volvemos por ella ¿no te parece curiosa? - Miguel se movio al asiento que daba a la ventanilla con el cochero y le comentó lo que estaba por hacer y el a pesar de que  bastante serio soltó una liguera carcajada al escuchar lo que Miguel pretendía hacer -A veces es muy extraña su forma de pensar Miguel, no comprendo que pretende con esa dama- Miguel no continuo con ese tema ya que en realidad ni él sabía muy bien que era lo que pretendía con ella, pero por ahora seguiría dejándose llevar.

La conversación en el carruaje fue grata pero también breve, el cochero sabía muy bien cuáles eran los callejones apropiados así que no tardo demasiado en encontrar un camino directo a la puerta de servicio de aquella mansión.  Por suerte no tuvo que esperar demasiado ya que Eloise pronto apareció en el lugar con una enorme sonrisa... eso era un buen comienzo al menos no parecía molesta porque le tocara la cintura y era un buen indicio -En realidad no hay motivos para que me preocupe, más me preocuparía si me vieran arrastrando un cadáver o chupándole la sangre a una atractiva dama que viene de una fiesta de caridad... como esas criaturas de los cuentos- Bromeo con ella y se acercó para ofrecerle su mano y ayudarla a subir al carruaje, no quería contarle de aquella propuesta en la calle donde alguien pudiera llegar si quiera a escuchar algo de lo que estaba por decir [i]-Sino le ofende le pediré al cochero que nos lleve a una de mis casas cercanas, ahí podremos hablar más cómodamente... sino le ofende, claro está- Esta ves prefirió no acercarse a ella y mucho menos tocarla pues no quería tentar a la suerte y que ella rechazara su oferta, en esa misma línea decidió adelantarse un poco  a lo que pensaba proponerle para incentivarla a ir -Hay un tipo de niño que ha sido olvidado por la sociedad y necesito encargárselo a usted, es parte de mi ofrecimiento... Quiero que coja en su escuela a algunos niños huérfanos, niños y niñas, en especial a aquellos que son víctimas de las extrañas desapariciones de los que todo el mundo habla... en los orfanatos tus futuros no son muy prometedores, obreros, prostitutas y el que tenga suerte el consuelo de alguna familia burguesa que no puede tener hijos- no era su caso, sus padres lo amaban y él lo sabía, pero también sabía muy bien que no era la realidad de muchos niños, de hecho la mayoría terminaba escapando de los orfanatos para terminar con diversos abusos que sufrían. -Pero tengo varias consideraciones que hacerle y también cosas que quiero saber de usted... antes de confiarle esto-.
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Mensaje por Eloise Duchêne Miér Ene 14, 2015 10:47 am

Las situaciones alternativas que Miguel propuso hicieron que Eloise se sintiera algo perturbada; últimamente en los periódicos no hacían más que aparecer testimonios de parisinos que habían creído distinguir hombres lobo sobre los tejados, cadáveres desangrados pero sin heridas y restos de lo que parecían ser ritos de brujería. La maestra, racional y serena, siempre desechaba aquellos titulares amarillistas y demasiado enfáticos pero tenía que reconocer que al caer el sol, su mente evocaba aquellos relatos y sentía incluso más inquietud que ante los peligros reales, como los bandidos de hacía unas noches o asesinos perturbados como ese destripador que había actuado en Londres. Miguel le ofreció su mano para ayudarle a subir al carruaje y por Eloise se la cedió con suavidad; aún no se había puesto los guantes y pudo sentir en las yemas de los dedos la calidez de los del caballero a pesar de que éste sí los llevaba cubiertos. Dentro del carruaje se notaba cierta calidez a pesar del frío que hacía en el exterior y Eloise se preguntó si no llevaría inserto aún tipo de sistema de calor, ¿por qué no? Tras haber visto aquel baúl lleno de engranajes…

-¿A una de sus casas? - repitió Eloise ante la propuesta de Miguel y cuando el carruaje ya estaba en marcha, traqueteando sobre el empedrado de las calles y llenando el silencio de la noche con los cascos de los caballos negros que atravesaban la creciente niebla. La decencia hacía que aquella no fuera una situación recomendable, ¿pero quién censuraría la decisión de Eloise? ¿Quién la conocía y la juzgaría en París? ¿Sus amigas sufragistas, las defensoras de los derechos de la mujer, reprobarían que accediera a la casa de un hogar soltero? No pudo reflexionar mucho más acerca de esa decisión, pues Miguel esperaba una respuesta. - No es ninguna ofensa, por supuesto - respondió al fin, sonriendo e inclinando la cabeza, mirándole a los ojos en la penumbra de aquel carruaje al que tan sólo entraba la luz cuando pasaban bajo alguna de las pocas farolas que permanecían encendidas. Aquel hombre misterioso aunque aparentemente sencillo provocaba tanta inquietud como atracción en la joven maestra, que canalizó su nerviosismo en los rápidos movimientos de sus manos mientras se ajustaba los guantes. Aquel susurro y el breve roce de un par de horas antes parecían quedar en el olvido ante la actitud prudente y respetuosa de Miguel en aquel momento.

-Huérfanos - volvió a repetir, aunque esta vez no se trataba de ninguna pregunta. La mente de Eloise trabajaba a toda velocidad, queriendo adelantarse a la propuesta completa que Miguel tenía para ella y estar así preparada para dar una respuesta. Casualmente, fue el tecnólogo quien sacó a relucir el asunto de las muertes y desapariciones en las que Eloise había estado pensando hacía tan sólo unos instantes y que ahora le hacían percatarse del alcance real de aquellos misterios. - ¿Usted quiere que yo me haga cargo de esos huérfanos? Es más que dar clases de gramática y matemáticas… - respondió, no como una quejosa observación sino más bien con el tono de una reflexión hecha en voz alta. Aquello que Miguel le pedía parecía excederse de los marcos de la labor de la maestra pero sospechaba que de algún modo, él haría que mereciera la pena. - Los orfanatos son terribles, las enfermedades, el hambre y los abusos son ley entre sus muros - dijo Eloise aunque sabía perfectamente que Miguel conocía esa situación por cómo se expresaba - Usted quiere que los niños que pierden a sus padres no acaben en esos lugares - concluyó - Es una intención encomiable sin duda y estaré encantada de aportar cualquier ayuda que esté en mi mano -.

No pasó demasiado tiempo hasta que el carruaje se detuvo frente a una casa de dos pisos y buhardilla, rodeada por un jardín que se protegía gracias a una verja de hierro forjado negro. No se veían luces sino en un ventanuco del primer piso, quizá el cuarto del servicio, y tampoco se escuchaba nada a los alrededores, como si la niebla que comenzaba a deslizarse sinuosa por el suelo se tragara cualquier sonido. - Es un barrio discreto pero muy elegante, sin duda - comentó Eloise mientras tomaba su mano para descender del coche de caballos, elevando la mirada a aquellos muros de piedra gris. Apenas elevaba la voz, temiendo romper el plácido aunque inquietante silencio de aquella tranquila barriada, y hasta caminaba con cuidado para que sus escarpines de charol apenas repiquetearan en el empedrado. Sus deducciones se confirmaron cuando, justo en el momento en que cruzaban la puerta de la verja de hierro, la puerta principal se abrió y una gruesa y sonriente sirvienta apareció para esperarles portando un candil. El interior de la casa esta oscuro pero algunos pasos en el interior auguraban la presencia de más sirvientes apresurándose a encender lámparas y chimeneas, al tiempo que se escuchaban ruidos de platos y vasos. Eloise miró a Miguel con una sonrisa casi traviesa, pues estaba claro que no esperaban que el señor apareciera aquella noche, y pasó al interior.
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Mensaje por Miguel Clairvaux Miér Ene 21, 2015 12:31 am


Una fe ciega, cuanta gente podía jactarse de eso, sin embargo Eloise parecía tener una cuota de eso, le hacía una propuesta que espantaría a cualquier otra mujer y aún así ella parecía dispuesta a aceptar lo que le estaba proponiendo, en otro momento de seguro Miguel habría bromeado con algo como he incluso en algún momento había pensado bromear con ella sobre que esos chicos "podrían ser como sus hijos comunes", sin embargo la formalidad que ella había mostrado al escuchar su oferta le obligó a guardar silencio y afrontar la conversación con la misma formalidad que ella estaba mostrando hasta ese momento. -En realidad es un poco diferente a lo que usted piensa, pero ahora que me ha honrado aceptado mi invitación... le explicare mejor cuando estemos en la casa- Por suerte el viaje no duro mucho más, no porque la compañía no fuera grata, sino que porque no deseaba que todo eso se viera como una jugarreta en la que le estaba escondiendo un secreto o buscaba que ella insistiera en que se lo contara.

Ayudó a que Eloise bajara del carruaje y luego enfilo hacía la casa, no era que le sorprendiera que ahí estuviera Mery Ann, sin lugar a dudas la mujer no parecía muy contenta de que estuviera ahí... y tampoco es que la pudiera culpar por eso pues no eran las mejores horas para un visita y mucho menos cuando ni siquiera había anunciado una. -Mi querida Mery, disculpa por haberte levantado a estas horas- antes de cruzar la puerta cogió las manos de la mujer y las beso con estima para luego continuar avanzado junto a Eloise, correspondió a su sonrisa pues sabía que ella había comprendido que su visita era una sorpresa pero también le agradaba que no comenzara con disculpas tontas por incomodar y esa clase de frases que la gente solía soltar la gente luego de ver que tenía una relación cercana con la mujer. De todos modos Mery los condujo hacía el salón de la casa y de inmediato comenzó a encender los candelabros e iluminó toda la estancia. -Ella es Mery Ann, se la mujer que me cuido cuando mis padres estaban en sus asuntos, se supone que dejó el trabajo hace algunos años, pero ahora se encarga de administrar mis casas en Paris, que siempre estén limpias y bien equipadas- le explicó mientras la invitaba a sentarse y luego hacía lo mismo a su lado... no pudo explicarle mucho más pues Mery se acercó para ofrecer algo a Eloise.

La mujer se marchó una vez más y les volvió a dejar solos. -Esta casa se encuentra protegida completamente y las personas que están en ella son de mi completa confianza, así que aquí podremos hablar con calma y explicarme un poco mejor sobre mi propuesta- se acomodo a su lado ya más relajado, ahora estaba en su hogar y lo que le había dicho a Eloise era completamente cierto, la casa era totalmente segura estaba protegida por cada artilugio que conocía y por cada arma que había logrado desarrollar él o sus familia. -Como le explique antes, mi deseo es que usted eduque a estos niños, lamentablemente sólo puedo da mi protección a 8 de estos niños, y además es importante que nadie sepa que están bajo mi protección... quizás por ahora no pueda comprenderlo, pero lo hago por el bien de los chicos- Era un poco difícil de explicarle eso y en realidad por muy buen mentiroso que fuera no sabía muy bien como podía explicarle a la mujer que si todo el mundo sabía que esos niños estaban bajo su protección podían ser víctimas de esas criaturas en las que nadie creía o incluso podían comenzar a ser investigados por la mismísima iglesia para descubrir cuál era el motivo porque el que Miguel les cuidaba. -Pero no pretendo transformarla en una madre adoptiva, esta casa será para los chicos que usted elija, señorita Eloise y Mery se encargara de cuidarlos y criarles lo mejor posible, pero la educación tiene que correr por su cuenta pues no son el tipo de chicos que sería aceptado en los centros educativos que frecuenta mi familia- hizo una pequeña pausa pues sabía muy bien que le estaba dando mucha información y probablemente mucha de golpe y tenía que dejarla que la digiriera... además Mery siempre tan asertiva le dio el tiempo necesario cuando además se acercó con aquello que ella le había solicitado. -Sé que es mucho lo que le estoy pidiendo, pero le aseguro que recibirá la recompensa justa por este motivo, estoy dispuesto a ser el mecenas de su escuela si usted está dispuesta a aceptar lo que eso podría conllevar o estoy dispuesto a financiarlo de forma más privada- no quería que pareciera que estaba ocultando todo, sólo por eso le dio aquella opción pero sabía muy bien que ser quien financiera aquel proyecto podría traer muy malos rumores para una mujer sola como ella, los rumores podían ser muy crueles en especial con una mujer con la iniciativa que ella mostraba -Espero poder confiar en usted, y en el caso que no acepte... cosa que no le reprocharía... espero confiar con su discreción- algo le decía que ella era una mujer confiable, además por su actitud en la iglesia no era muy difícil notar que era una mujer que le debía algo a la vida y buscaba el perdón de alguien... además aquella frase sonaba mucho mejor que él decirle que tenía los medios para hacerla guardar su secreto hasta la tumba si era necesario.
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Mensaje por Eloise Duchêne Jue Ene 22, 2015 10:06 am

A pesar del afán de Mery Ann y el resto del servicio que se afanaba en acondicionar aquel salón vacío, aquella estancia no poseía aquel característico ambiente de una casa que permanece cerrada e inhabitada por largos espacios de tiempo. Eloise se preguntaba si acaso Miguel tendría un hogar fijo o si, por el contrario, alternaba su estancia en varias casas de París. De ser así, ¿por qué motivo? El ataque sufrido por los bandidos aquella noche lluviosa acudió a su mente pero pronto la voz de la eficaz ama de llaves la sacó de sus pensamientos. - Un té con leche, por favor - respondió a su solicitud, dedicándole una sonrisa cordial y volviendo después la mirada a Miguel. El resplandor de las jóvenes llamas de la chimenea alumbraba tan sólo un lado de su rostro y le confería de un aire de misterio que lograba inquietar a la joven maestra, quien no sabía aún discernir si aquella sensación era positiva o negativa. Una vez a solas, Miguel retomó su discurso asegurándole que se encontraban en un entorno en el que no había nada que temer. - El servicio parece discreto - comentó Eloise con cierto asombro, pues era usual en muchas casas burguesas que los sirvientes permanecieran tiempo de más en las habitaciones fingiendo trabajar para poder escuchar lo que hablaban los señores; sin embargo, ellos se encontraban totalmente solos en aquel momento.

Miguel se acomodó junto a ella, en un mullido sofá color verde musgo situado justo enfrente de la chimenea. El primer impulso de Eloise fue moverse unos centímetros pero decidió no moverse para no resultar grosera; su cercanía, además, no la incomodaba y siendo que no eran observados con nadie con malos ojos no había motivos para tomar precauciones protocolarias.- Puede confiar en mi discreción, Miguel - afirmó mirándole a los ojos y con semblante casi grave; a pesar de que aquella propuesta tenía lagunas oscuras, de alguna forma el interés de Eloise iba despertándose. Más allá del altruismo en la labor de acoger a esos ocho huérfanos, la maestra tenía una curiosidad subyacente que le hacía querer entrar en aquel misterio que parecía rodear a Miguel como una niebla de otoño. - Aunque quizá no lo crea, la escuela de las fábricas cuenta con benefactores que también quieren mantener el anonimato y sus motivos no son asunto mío - corroboró, aunque de alguna manera sospechaba que Miguel bien pudiera tener razones muy diferentes de la de aquellos burgueses. Más de uno donaba dinero porque alguno de los niños era hijo bastardo suyo y era una manera de tranquilizar su mordiente conciencia.

Eloise enarcó las cejas al saber que ésa sería la casa en la que vivirían aquellos chicos. Le parecía demasiado acomodada, muy distinta de como solían ser los orfanatos, y aunque se alegró por los muchachos, las sospechas volvieron a revolotear por su mente. Estaba a punto de preguntar qué era aquello que hacía diferentes a esos chicos cuando Mery Ann entró con una bandeja de plata, depositándola ante la mesa que había ante ambos y sirviendo en completo silencio el té caliente. Tras una escueta reverencia, volvió a abandonar el salón dejándoles solos de nuevo. - Puede usted contar conmigo y también con mi silencio - afirmó mientras tomaba una jarrita de porcelana para derramar algo de leche en su té; la vajilla era blanca y estaba decorada con unas flores irregulares en color rojizo… La peculiar forma de aquellos ornamentos daban la impresión de ser manchas de sangre y no flores. - No tengo nada que ocultar, Miguel - añadió enderezándose de nuevo, sosteniendo en una mano el platito con la taza y removiendo el té con la otra - Agradezco que quiera salvaguardar mi reputación pero le diré algo… Es complicado para una mujer sola que llega a París de una aldea y cuyo pasado nadie puede rastrear - sonrió tras decir estas palabras, aunque fue consciente de que aquella sonrisa era en cierto modo más débil de lo que pretendía mostrar.

-¿Cuándo está dispuesto a comenzar? - preguntó mientras dejaba la taza sobre la bandeja tras hacer un mohín; había olvidado añadir azúcar y el amargor del té apenas disimulado por la leche se había apropiado de su sentido del gusto - Debo organizar mis clases en la escuela de la fábrica para poder compatibilizar ambas tareas aunque daré prioridad a su iniciativa - le aseguró - Cuento con compañeras de la Asociación de Mujeres que podrán hacerse cargo de los niños de las fábricas si así se lo pido -. Aquella afirmación no era tan sencilla como quería hacer ver a Miguel Clairveux; muchas de aquellas mujeres no se acercarían a la parte industrial de la ciudad ni siquiera con escolta pero Eloise confiaba en poder solucionar aquel asunto. - Si me lo permite, podría confeccionar un listado con aquellos enseres que necesitaría e incluso adquirirlos por mí misma. Tengo buenas relaciones con varias librerías y tiendas del centro de París -. De nuevo aquello era una verdad a medias; algunos comerciantes bufaban al verla por su incansable afán de negociar precios más baratos y la tenacidad y persuasión que mostraba sin perder jamás la buena educación. Eloise se preguntó por qué estaba dispuesta a solventar tantos obstáculos para dedicarse en cuerpo y alma a la iniciativa de Miguel, por muy turbia que pareciera en algunos aspectos.
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Mensaje por Miguel Clairvaux Vie Feb 13, 2015 12:38 am


En un segundo pensó en decirle que en realidad no tenía porque preocuparse por cuidar su honra y muchos menos cuidarse por su seguridad pues si le ayudaba él se podría encargar de que nunca le faltara nada... "si cobijas bajo mi sombra nunca te faltara nada"... era algo que podría haber soltado a cualquier muchachita de la alta sociedad Francesa para impresionarla, pero en ese momento no sentía la necesidad de fanfarronear de esa manera pues incluso sentía que frente a una mujer como ella esas frases lo harían ver ridículo. -No debería tentar de esa manera a alguien como yo Eloise...- a pesar de que había evitado sonar demasiado fanfarrón, no pudo contenerse ante aquel desafío que le planteaba Eloise, ella no lo sabía pero el desafiarlo a averiguar algo era lo peor que se le podía ocurrir. -...Soy una persona curiosa por naturaleza, pero sólo por ser usted quien es, me comprometo a no averiguar nada que usted no desee contarme- Hasta ahora el único desafío que había encontrado en su vida en cuanto a investigar a la gente era la verdadera historia de la muerte de sus padres, pero en este caso sus palabras eran honestas y no tenía pensado investigarla a no ser que ella siguiera tentándole.

De alguna forma le agradó notar como ella mostraba todo su compromiso intentando recuperar el tema central de aquel encuentro. -La casa pertenece a Mery Ann desde hace más de un mes, por lo que no existen problemas en comenzar mañana mismo si así lo prefiere... así como también puedo posponer la iniciativa por el tiempo que usted estime conveniente- por mucho que se lo repitiera seguía sin comprender cuál era el motivo que le hacía confiar en ella... podía tratarse del compromiso que mostraba o la disposición a cambiar sus planes con tal de buscar un bien mayo, de verdad se preguntaba si había conocido en el pasado a alguien con ese nivel de pureza en su actuar... pero aunque no supiera bien cuáles eran los motivos que le hacían confiar en ella, estaba dispuesto a esperarla pues ese plan lo tenía en la cabeza desde hace ya mucho tiempo y sólo después de conocerla a ella había logrado ver cuáles eran los próximos pasos a seguir para que todo se cumpliera tal cual lo había planeado. -De verdad le agradecería en lo que respecta a los utensilios académicos, Mery Ann suele decir que tiendo a exagerar las cosas y no quiero comprar más de lo que realmente necesitan... en cuanto a la ropa y todo aquello que necesitan para vivir- la miro por unos segundos y por primera vez noto lo atractivo de la curvatura de sus labios, cada detalle en ella parecía muy bien cuidado y natural, muy diferente al de las mujeres que solía frecuentar quienes parecían comprender que el usar cada nuevo cosmético del mercado las hacía más bellas.

De pronto se salió de sus pensamientos sobre los labios de la mujer y volvió al tema que estaban tratando aunque esperaba que su pequeño lapsus no hubiera sido demasiado notorio para Eloise. -Ahora el otro tema en cuestión es ¿Cuáles serán sus honorarios? los beneficios para su causa los tiene usted asegurados ¿Pero qué es lo que deseáis para vos?- una nueva casa, una nueva escuela, dinero, joyas... podía darle cualquiera de las cosas que solicitara pero aún así secretamente deseaba escuchar algo de ella y por lo mismo aguardo expectante por la respuesta que ella le diera, aunque de todos modos se sintió imprudente, quizás la había ofendido con aquella pregunta o quizás la estaba esperando, pero la verdad su sensación era que debió haber cerrado el resto de los temas que habían tocados antes de hablar de los beneficios que ella podía obtener de aquella relación. -Respecto a las compras, por supuesto que puede usted hacerlas... si es su deseo puede hacer el viaje con Mery Ann que le ayudara y además contar con un cochero que la acompañara puesto que debo pedirle que viaje con dinero, lamentablemente en este caso no puedo permitirme que utilice documentos a mi nombre- No sabía muy bien cómo explicarle que no podía permitirse vincular del todo su nombre a aquella causa, hacerlo era peligroso para los niños y probablemente no sería bien visto por parte de la iglesia y otros miembros de la aristocracia... no quiso insistir en el asunto de las compras así que tomó una de sus manos antes de volver a hablarle -De verdad no se ofenda, pero siéntase usted en libertad de decir claramente cuáles son sus deseos a cambio de mi extraña petición-.
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Mensaje por Eloise Duchêne Vie Feb 13, 2015 12:11 pm

Eloise apenas pudo reprimir una sonrisa cuando Miguel le aseguró la posibilidad de empezar en cuanto saliera el sol. A pesar de la entrega que sentía hacia sus alumnos en las fábricas, niños y adultos, la posibilidad de hacerse cargo de los huérfanos que Clairveux pretendía proteger había despertado una inusitada ilusión en la joven maestra. Su mente corría a toda velocidad, planificando clases y actividades, decidiendo qué métodos usaría, pensando en los primeros exámenes de evaluación para determinar qué nivel tenían… Sin embargo, Miguel seguía hablando y procuró volver a centrar su atención en él, que había quedado en silencio por unos segundos sin dejar de observarla. Eloise se incomodó al principio, convencida de que el inquisidor se había cerciorado de que se había perdido en sus pensamientos por unos instantes, pero después simplemente se limitó a disfrutar de aquel silencio tan sólo roto por el crepitar del fuego y por el murmullo de la lluvia que acariciaba los cristales de aquella casa. La maestra se preguntó por qué parecía crecer aquella enigmática conexión entre ellos, ¿quizá porque se habían conocido en una iglesia, ante los ojos de Dios?

-En verdad me gustaría poder comenzar mañana mismo - reconoció con un leve rubor en las mejillas, bajando la mirada unos segundos a la superficie dorada de su té antes de volver a mirar a Miguel - Pero necesito antes un par de días para preparar ese listado y también para organizar la estancia en la que impartiré clase - añadió con cierta duda en la voz; le parecía increíble tener tanto poder de decisión y temía que en cualquier momento Miguel le parara los pies - Mañana a primera hora procuraré estar aquí para ponerme de acuerdo con Mery Ann en lo referente a esos niños, le prometo que no tardaré mucho en dar luz verde a su proyecto - aseguró mientras asentía con la cabeza con vehemencia, quizá con una pizca de ansiedad, como si esperara que Clairveux se echara atrás en el último momento o simplemente que apareciera el detalle que emborronara aquella fantástica idea. No podía ser todo tan bueno como parecía.

Y el detalle apareció de forma súbita, pero no era malo en absoluto. ¿Honorarios? Eloise ni siquiera había pensado en percibir un sueldo, pues su pensión de viudedad más la herencia de su marido alcanzaban para pagar sus gastos e incluso le permitía poder hacer algunas compras personales una o dos veces al mes. Entonces se atenazó, mentalmente e incluso físicamente, pues los dedos que sostenían la taza de té comenzaron a tornarse blancos al aumentar la presión que hacía sobre la porcelana. Tenía que pedir un sueldo para no tener que dar explicaciones acerca de su manutención habitual, pero no le parecía honorable percibir un dinero que no necesitaba y además por algo que llevaría a cabo con tanto gusto. El silencio volvió a extenderse en aquel saloncito como una manta pero esta vez no tenía nada de acogedor y reconfortante. -Quizá no me crea pero no había pensado en ese asunto - respondió al fin, diciendo la verdad y sonriendo de forma algo forzada. Aún así mantenía sus ojos fijos en los de Miguel, como si temiera que al desviarlos él pudiera saber lo que ocultaba.

El fuego parecía arder con más fuerza y Eloise se sintió como Moisés ante la zarza, como si fuera el propio Dios quien tratara de hablar con ella a través de las llamas. Bajo su elaborado tocado de trenzas y horquillas, sentía que comenzaba a sudar y sus pies estaban encogidos dentro de los escarpines forrados en seda. - Verá, Miguel… - comenzó a decir, pues sentía que al llenar el silencio con su propia voz acallaba los gritos de su conciencia - No necesito demasiado dinero - hablaba despacio, como si se asegurara palabra a palabra de que no había mentiras en ellas - Poseo una casa con costes bajos en su mantenimiento, tengo dos criadas tan sólo - explicó con una sonrisa nerviosa - ¡Ah! Y un jardinero que viene una vez a la semana… Si usted me ofrece su coche para hacer recados una o dos veces a la semana, sería todo lo que necesito -. Al fin sonrió aliviada. Nada de eso era mentira y si Miguel se lo concedía, podría acudir al centro de París sin preocuparse de pagar a un cochero. Dio un sorbo de su té para templarse; la constante tentación de la mentira había vuelto a pasar demasiado cerca. - ¿Dónde están los niños ahora? - preguntó enarcando las cejas, forzando un tono casual para dejar a un lado el tema del dinero.
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Mensaje por Miguel Clairvaux Mar Feb 17, 2015 1:19 am


Volvió a clavar su mirada en ella cuando hizo una referencia a que no necesitaba dinero e incluso aclaro que tenía uno o dos criados, aunque estaba tratando de evitar la tentación de investiga era ella misma la que se volvía poco a poco más tentadora dejando pequeñas migajas que él podría seguir si en algún momento decidía adentrarse un poco más en la historia de aquella mujer en la que iba a dejar uno de sus planes más importantes. -Eloise ¿está usted segura que eso es todo lo que desea? este trabajo puede tomar mucho más tiempo del que se imagina... y conmigo usted podría obtener mucho más de lo que se imagina...- Volvió a hacer una pausa, sabía muy bien que aquello no sonaba bien, pero lo cierto era que ella merecía una mayor retribución por aquel trabajo que absorbería parte de su vida y que además la pondría en un peligro que no podía describirle en esos momentos. -Aquello que usted me solicita es simple, puede contar con ello desde mañana... pero permítame insistirle, si en los próximos días usted siente que requiere algo más como retribución a su trabajo, sólo pídale a Mery Ann que me contacte si no desea buscarme usted misma, claro- Tampoco iba a ser majadero ya que tampoco quería que pareciera que la quería comprar o algo por el estilo.

Continuaron hablando un poco más cuando irrumpió en el salón la mujer que tantas veces había salido al ruedo aquella noche... Mery Ann... con el mismo respeto de siempre se acercó a ellos sólo unos pasos para no parecer imprudente y sin mirar directamente a Eloise a los ojos habló -Joven Miguel ¿Desea que preparemos el cuarto de invitados para la señorita? le recuerdo que hoy es noche de luna- en una primera instancia miro sorprendido a la mujer pues era una pregunta bastante atrevida, en ningún momento se había propuesto si quiera el hacer que Eloise se quedara en la casa, no quería ofenderla con ese tipo de propuesta, pero después de escuchar a Mery los motivos de aquella invitación hacían imperiosa la necesidad de que ella se quedara en la casa por esa noche... Para Miguel era muy simple salir y defenderse de cualquier inconveniente que pudiera traer la noche de luna llena, el problema estaba en llevarla a ella a casa y verse involucrado en algún problema que le obligara a mostrarle a Eloise aquella cara que ocultaba a la alta sociedad parisina. -Disculpa a Mery...- hizo una pausa para justificar todo aquello que estaba ocurriendo y no llenar la cabeza de la profesora de más información de la que pudiera procesar en unos pocos minutos -...Es un tanto alarmista respecto a estas noticias sensacionalistas que hablan de hombres que se transforman en bestias con la luz de la luna llena...- ¿Cómo explicarle que no se trataba de ningún plan para pasar la noche bajo el mismo techo? no era simple en especial cuando la respuesta real era que había olvidado por completo el asunto de la luna llena por culpa de la ansiedad que había mostrado por encontrarse con ella y lo precipitadas que habían sido sus decisiones. -¿Hay alguna opción de que acepte quedarse?-.

Mientras esperaba por la respuesta de Eloise se mantuvo cierto aire tenso, normalmente aquella propuesta podría haber sido inaceptable pero en esta ocasión no podía negar que guardaba algún tipo de esperanza de que ella aceptara y que eso le evitara sacarla a afrontar los riesgos de una noche de luna llena... Y para el caso de que ella decidiera rechazar la oferta que se le hacía, comenzaba a pensar que tipo de explicaciones podría darle si frente a ellos aparecía un hombre lobo y tenía que matarlo... matar un hombre lobo era fácil eran sólo bestias con fuerza bruta... lo que realmente le preocupaba de ese tipo de noches eran los vampiros, mucho más inteligentes y muchas veces con más información de la debían tener. -No debe preocuparse Eloise, si usted acepta quedarse yo me marchare, en esta casa sólo están las mujeres del servicio...-.
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Recaudando fondos [Miguel Clairvaux] Empty Re: Recaudando fondos [Miguel Clairvaux]

Mensaje por Eloise Duchêne Miér Feb 18, 2015 2:54 am

Miguel parecía no creer del todo que realmente Eloise no quisiera obtener grandes beneficios de la labor que realizaría con aquellos huérfanos. Insistió una última vez, aún dentro de los limites de la elegancia, y mostraba en sus ojos no el orgullo ni la presunción de quien quiere demostrar su poder económico sino una ávida curiosidad. La maestra se limitó a asentir agradecida cuando el asunto quedó en que ella sería quien acudiría al inquisidor en caso de necesitar algo que compensara su trabajo en la escuela. - Tengo en cuenta y agradezco su ofrecimiento, Miguel - dijo finalmente, asintiendo suavemente con la cabeza y manteniendo una sonrisa sincera y casi divertida, segura de que era la primera mujer que se negaba a recibir honorarios y regalos que le eran ofrecidos de forma tan generosa. - Aunque no lo crea, el poder disponer de un cochero ya es suficiente beneficio para mí - agregó de forma espontánea; aunque le gustaba caminar, tenía que reconocer que la falta de un coche a su disposición condicionaba sus movimientos en la ciudad.

En ese momento, Mery Ann entró de nuevo en la salita de estar, silenciosa y discreta. Eloise dejó sobre la mesita su taza casi vacía, pensando que la sirvienta acudía a retirar los enseres del té, pero pronto se dio cuenta de que no era así. No escondió un gesto de sorpresa ante las palabras de la mujer y no sólo por su abierta referencia a los supuestos hombres lobo de los que se hablaba en la prensa más sensacionalista en las últimas semanas, sino por el sereno gesto que acompañaba a su declaración. Mery Ann no se mostraba asustada ni tampoco expectante, sus ojos no se abrían de forma exagerada por el temor ni tampoco temblaban sus manos ni se desviaba su mirada hacia el ventanal. La sirvienta aparentaba naturalidad, como si aquello de lo que hablaba fuera algo cotidiano y no solamente una leyenda, y fue esa circunstancia la que consiguió alarmar a la racional maestra de escuela por unos instantes. - ¿Noche de luna? - repitió con una sonrisa algo temblorosa, volviéndose hacia Miguel con cierto estupor.

Miguel pareció incómodo ante las palabras de Mery Ann y por unos segundos pareció no saber bién cómo justificar a su sirvienta. Eloise creyó que desecharía la indudable superstición de la criada pero para su sorpresa, él parecía querer seguir su consejo. - ¿Cómo? - preguntó de forma retórica y tras un rápido parpadeo; aquella propuesta se alejaba algunos pasos de las convenciones sociales y aunque Eloise sentía su conciencia tranquila, de repente la posibilidad de pasar la noche bajo el mismo techo de Miguel se le antojó terriblemente tentadora. ¿Por qué? Ni ella misma lo sabía, pero respondió antes de que pudiera elegir sus palabras. - La opción sería que usted se quedara también en esta casa a pernoctar - dijo con voz serena, justo en el momento en que Mery Ann se retiraba, entendiendo que debía preparar una alcoba para la invitada. - No me sentiré bien si usted ha de salir en plena noche para dormir en otro lugar estando entre paredes que son suyas - argumentó con rapidez, recogiendo sus manos sobre la falda de su vestido para adoptar una posición recatada.

Y entonces, un agudo aullido rompió las brumosas sombras de aquella noche invadiendo el discreto silencio que hasta ahora se había apoderado de la barriada. Eloise dio un respingo y se giró rápidamente hacia el ventanal que tenía a sus espaldas y cuyas vistas mostraban un jardín tan salvajemente frondoso que pudiera pensarse que hacía semanas que un jardinero no lo visitaba. Entre las ramas de los árboles se abrió paso la plateada luz de la luna llena, que se alzaba majestuosa en el cielo nocturno. De repente, a la maestra le pareció malévola y maligna en lugar de enigmática y misteriosa. Se volvió de nuevo hacia Miguel, tratando de sonreír despreocupada. - Supongo que eso me da bastantes motivos para permanecer aquí esta noche, aunque seguramente se trate de un perro en celo… - aventuró, luchando en su interior para que su mente analítica no se viera afectada por las historias sobrenaturales que se escuchaban en las calles. Entonces el aullido se repitió desde el otro lado, como si fuera una respuesta al primero que habían escuchado, y Eloise sonrió de nuevo, esta vez algo inquieta y retorciendo sus blancos dedos sobre la falda verde de su vestido. - Sólo me quedaré en esta casa si usted permanece también en ella - dijo finalmente, condicionando su estancia con tanta vehemencia que casi parecía que estaba dando una orden.
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