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El perfume de la obsesión (Alyssia Donovan) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Anton Vasile Vie Ene 16, 2015 12:16 pm

La esperanza de una felicidad eterna e incomprensible en otro mundo, es cosa que también lleva consigo el placer constante.

John Locke

Que desolado, la mansión se encontraba en silencio, ese silencio aplastante que Anton amaba con fervor, durante ese breve momento sus monstruos interiores le susurraban lo que podía hacer con sus víctimas de esa noche, una ligera ventisca bastante fría se colaba por la ventana, meciendo con sutileza la cortina de seda blanca que la cubría, Anton se encontraba sentado frente a esta con solo una parte de su rostro iluminada por la reina nocturna, el vampiro se encontraba listo para emigrar en busca de la visión de la princesa intocable que deseaba poseer, una cambiante de la casa vecina que era la criatura más hermosa que jamás había visto, claro, todo después de la belleza inigualable de su creadora, esa vampiresa que por sus descuidos y coqueteos cínicos con otros había terminado encontrándose con la muerte verdadera, su mano se encontraba llena por una copa de sangre, el olor de la misma era abrumador en la habitación oscura y taciturna en la cual Anton podía vestirse como el caballero educado que aparentaba ser, sin embargo había otro ocupante que lo acompañaba, era una mujer, una chica de 15 años a la cual Anton había encontrado en su regreso a la mansión, la chica parecía perdida esa noche, cosa que Anton decidió borrar, usando la persuasión la llevó hasta su mansión y la alimentó, la mantuvo cautiva durante dos noches mientras la contemplaba a la distancia estando ella encerrada en los calabozos de la mansión, podían llamarlo demente pero ¿Quién no lo está? El vampiro recordó los lloriqueos de la joven mientras sus ojos se cerraban solo para oler como la linfa inundaba todo a su alrededor con su olor metálico, pero la muerte había llegado pronto a la vida resplandeciente de la joven mujer y hacía no más de media hora Anton había decidido que era hora que esa preciosa rosa blanca fuera cortada del rosal, se había alimentando de la chica no sin antes darle a probar un poco de su misma sangre, sabía que los humanos gustaban de la sangre de vampiro, era una exquisitez que se derretía por las papilas gustativas del afortunado, les mostraba sus fantasías, mejor que cualquier droga, bebiendo de ella la dejó moribunda y luego cortó su muñeca para derramar lo que quedaba en una copa tan transparente como el agua, que enfermo hombre, que agonizante alma, que desolado demonio, no encuentra consuelo en su fiel compañera, solo le queda esperar a que la orquídea que había llegado a obsesionarlo lo cubriera con sus pétalos, así que se levantó dejando caer la copa con rojo carmesí.

Su cuerpo se acercó a la ventana, el aire le impacto en el rostro y Anton cerró los ojos imaginando saltar por la ventana y volar por Rumania para buscar a las mujeres más hermosas y encarcelarlas enamorándose de cada una de ellas, destruir es amar, no hay mayor prueba de amor que el querer arrebatarle el calor a ese ser que debe ser la chispa de tus tinieblas, estaba alucinando de nueva cuenta, recostándose de hombro contra el marco de la ventana deslizó sus ojos por el patio de la mansión contigua ¿Dónde estaba? ¿El ángel acaso había decidido extender sus sublimes alas y volar lejos de su fiel sirviente? Solo de pensarlo aquello lo sumergía en la paranoia, no la quería lejos de él, la deseaba solo para él, frunció el ceño un poco subiendo su mirada a los ventanales de la mansión, no se podían mirar las luces de los quinqués, suspiró y apoyó la espalda contra el marco de la ventana imaginándola en brazos de otro que no supiera adorarla como la diosa Nefertiti que representaba para el vampiro –Alenna- dejo salir un susurró para que las paredes desoladas de aquel salón despertaran -¿Dónde estás amor mío?- musitó suavemente, la demencia lo estaba tomando como suyo –Te necesito conmigo bella criatura- tragó pesado y abrió un ojo viendo el delgado cuerpo de la chica que descansaba cómodamente en un pequeño mueble traído desde Italia –Este pobre demonio no puede vivir lejos de las llamas sofocantes de tu infierno- alucinaba, Anton hablaba como si la otra mujer estuviese frente a él, sin embargo todo era un teatro que su mente construía con maldad -¿Qué haces Anton?- se dijo él mismo –Esa mujer se ha ensuciado con otros, tú lo sabes, no puedes desear algo que ha sido profanado por un miserable humano- Anton una noche había salido de las cuatro paredes que detenían al demonio porque la cambiante había estado en el jardín, la había hipnotizado y visto en sus recuerdos, tenía un amor humano el cual era una patética bolsa de sangre y enfermedades, nada que pudiera competir con Anton, una risa salió de sus labios, curvándose su boca en una mueca bastante diabólica, la risa empezó a subir los decibeles y el eco impactó la soledad dando muestras de la locura de uno de sus ocupantes, Anton estaba riendo solo, bastante audible y de manera descontrolada –Lo borraré- musitó entre risas sosteniéndose la cabeza cual desquiciado listo para atar –No te merece mi pequeña flor- negó sin poder detener ese repugnante sonido que salía de su boca –Vas a ser mía y te conservaré como mi preciada reliquia de oro- elevando la cabeza miró al techo riéndose diabólicamente.

Así pasaron unos minutos perdido en el paraíso de la fantasía, hasta que a su rostro se volvió tan inexpresivo que daba miedo, sus ojos cafés estaban sumergidos en las sombras, una ligera ventisca lo estremeció y un olor exquisito se coló por sus fosas nasales, era ella, de inmediato sus ojos anhelantes se fijaron el horizonte llevándose la desilusión, no era ella, era su hermana, aquella pequeña salvaje que la acompañaba, Anton la consideraba hermosa incluso era más intrigante que su hermana en un principio pero la obsesión de Anton por Alenna cruzaba los límites de la razón, alzó la ceja siguiendo la delicada figura femenina, parecía una pluma que danzaba sin gravedad –Alyssia- el nombre se deslizó por sus labios con precaución, una idea macabra se dibujó en su mente, debía atraer a Alenna y sabía muy bien que el amor que ella le tenía a su hermana era excelso, así que ese debía ser la excusa para traer a la princesa perdida a su palacio real –Muy bien Anton, esa mujer será la presa y tú su observador cazador- acomodándose la corbata negra que complementaba un traje del mismo color de la noche se encaminó a la salida, tomó de su perchero la gabardina igual de oscura que llegaba hasta las rodillas y cubrió su formado cuerpo con la misma, ni su sombra pudo notarse al salir de la mansión, era un maestro del camuflaje.

Atravesó las flores y hierbas que adornaban su jardín y salió dando un salto por la muralla de la mansión con las manos metidas en los bolsillos del pantalón siguió cabizbajo a la cambiante ¿Dónde se dirigía? Iba a jugar con su mente, la quería descontrolar porque no hay nada mejor que jugar con la mente de alguien que no sabe cuáles son los pasajes oscuros que forman la senda de nuestro destino.
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Mensaje por Alyssia Donovan Vie Ene 23, 2015 7:43 pm

Are you, are you
coming to the tree?
Where they strung up a man
they say who murdered three.
Strange things did happen here,
no stranger would it be
if we met up at midnight
in the hanging tree.
Are you, are you
coming to the tree?
Where the dead men called out
for his love to flee.
Strange things did happen here
no stranger would it be
if we met up at midnight
in the hanging tree.

Katniss E.

Desolación. La joven no habría encontrado otra palabra para describir como en apenas unos meses todo le había sido arrebatado, de una forma cruel y macabra del destino. Ahora la joven sin padre, y con un hermano desaparecido, había abandonado a su ciega y enferma madre y a la dulce de su hermana mayor para adoptar el camino más difícil y peligroso. El de la venganza. Porqué aunque no habría ya solución para la partida de  su padre, en su intento no deseaba perder también a su hermano, a la sangre de su sangre y cabeza de familia desde la muerte de su progenitor. Y aquella misma era la razón por la que aquella fría y oscura noche paseara con todos sus ropajes llenos de las salpicaduras de la sangre ajena y parte de la propia. Aquella noche se había saldado con la muerte de un cazador de la zona Rumanesa y aunque su humanidad se resintiera en ocasiones de aquellos cuerpos que yacían fríos e inertes por su culpa, su loba se vanagloriaba de aquellas victimas como si de trofeos se tratasen. Y como más trofeos tuviera bajo sus pies, más cerca estaba segura de estar de su hermano y sus captores. La Alyssia humana se centraba en la venganza para olvidar sus actos tan indignos como los de aquellos cazadores que mataron a su progenitor, y su loba se revolcaba en la sangre de sus víctimas, alegre, feliz, satisfecha de barrer las calles de aquellas inmundicias de su segundo pueblo natal; Rumania

La niebla de la noche le impedía ver con claridad los detalles de la calle y no le importó, siquiera parpadeó. Conocía a consciencia cada calle y callejuela de la ciudad y sus pueblos circundantes. De pequeña había jugado y aventurado lo suficiente con su hermano para poder grabar en su memoria cada tramo recorrido y guardarlo por siempre en su memoria e instintos. Hasta ciega podría caminar por las cercanías de su hogar, que aunque le esperasen en la niebla un gran grupo de cazadores, ni así parpadearía o mostraría miedo alguno. Su loba era lo bastante inteligente y feroz para salirse con la suya, sin importar los riesgos, siempre había sido así. Alyssia alimentaba el ego de su loba dejándola salir a cazar a diario y a cambió la loba siempre la protegía de todos, hasta de sí misma cuando era necesario y el dolor de su pérdida la dejaba sin aliento, atrapada en un dolor sinfín. Entonces su cuerpo tomaba la forma de su blanca e impoluta loba y todos los sentimientos humanos quedaban extintos bajo la llamada de la naturaleza y de sus sentidos caninos.

Ten cuidado con tu loba —Le avisó su hermana antes de dejarla partir en su búsqueda solitaria de los asesinos y la fría venganza por la muerte de padre. — Al final terminaras cediendo a tu naturaleza salvaje, y como más recurras a ella, más fuerza tendrá en ti su esencia. Debes aprende a controlarla, a unirte con ella sin perder jamás tu voz ni mandato. —Aquellas palabras bien habían terminado siendo desechadas por Alyssia, la que sin  la fuerza y la disciplina de su loba se encontraba segura de no haber durado ni una noche en la intemperie en el rastreo de los cazadores. Le debía la vida a su loba y aunque ahora débil tras la pérdida de sangre por el camino, su loba seguía intentando mantenerla a recaudo bajo su protección, ocultando la gravedad de su herida y deshaciendo del dolor que le latía en la sien, por la herida de una arma punzante revestida en plata y un extraño veneno que empezaba a circular por su sangre.

Sus pasos la llevaron frente a la mansión que por años su familia y ella ocuparon. Sin embargo, ahora parecía abandonada, solo un lejano recuerdo de lo que alguna vez fue el hogar cálido de una alegre y feliz familia que se reunían cada noche alrededor del fuego en el salón. Dirigiendo solo unos segundos sus ojos a su hogar, volvió a ver enfrente de si encaminándose a paso seguro hacia el bosque que se encontraba metros más delante. El bosque que desde la partida de Alenna y su madre semanas atrás la había acogido como una hija, una criatura más que ofrecer consuelo. Su mirada no titubeó y aun sabiendo del rastro que iba dejando por culpa de sus heridas, siguió su camino adentrándose al bosque en silencio oculta bajo la capa oscura que portaba, sintiendo en lo más hondo de su ser, como unos ojos seguían cada uno de sus pasos y la seguían entre aquel bosque milenario y oscuro.

La cambiante suspiro y tras acelerar su paso en la medida de lo posible, en unos minutos llegó justo a un riachuelo desde donde una pequeña montaña de tierra pendía una inscripción y una cruz de madera, como signo de que un difunto dormía bajo las profundidades de aquellas vírgenes tierras. — Padre como os prometí, aquí estoy. — Dijo al llegar ante la cruz y bajar sus rodillas hasta el suelo, dejándose caer exhausta a su lado. — No hay mal que me impida regresar a vuestro lado y velar por vuestro descanso eterno. — Añadió en unos susurros suaves delineando con los dedos la madera de aquella cruz que por sí misma había tallado tras conseguir la madera necesaria. En la madera escrito yacía el nombre de su padre; Falcon Donovan y ante la sombra de aquella cruz había sido donde Alyssia había jurado vengarse y encontrar a los responsables, haciéndoles pagar con la misma moneda al tenerlos a su alcance. Por unos minutos simplemente la cambiante restó inmóvil, respirando profundamente en un intento por controlar el latido de su corazón y hacer que su sangre dejara de manar tan abundantemente de su frente y heridas y como si se tratase de un ritual muy lentamente se levantó. Deshizo entre sus dedos el nudo que ataba su capa a su cuerpo dejando su piel y su desnudez expuesta sin reparos ni vergüenza al hombre que desde las sombras la observaba, y de la que desde un buen  principio sus sentidos la habían advertido. — ¿Os estáis divirtiendo, vampiro? ¿Os agrada lo que veís?—Preguntó al terminar de quitarse el vestido y dejaba su desnudez completa a los ojos ajenos y al reflejo del rio en el que planeaba limpiarse la sangre ajena de su figura. — Se me hace extraño teniendo un acompañante esta noche ¿A caso ya ni los muertos y sus lugares de descanso pueden permitirse un poco de tranquilidad? Porque si así es, dejadme deciros que a mi padre no le gustará saber que un extraño molestó a su hija mientras está acudía a descansar en el bosque que acoge su cuerpo. —Explicó con un poco de molestia en su voz, aunque apenas imperceptible por la suavidad de su voz y la cadencia costosa de la misma. Sus fuerzas menguaban y en el estado actual, no podía buscar un enfrentamiento con cualquier otro sobrenatural. Ahora hasta un humano podría terminar fácilmente con ella. — Iros de aquí y dejadnos descansar, hoy no estoy de humor para aguantar alguien de vuestra condición tan cerca. — Avisó en un gruñido buscando por encima de su hombro desnudo, la mirada de su visitante nocturno. Esperó unos segundos más y al ver que no parecía alejarse de aquel claro del bosque en qué se encontraban, suspiró y siguiendo con su mirada en su sombra, le acosó con su intensos orbes. — Salid y dejadme veros como sois ya que no pareceís querer retroceder y mientras que yo aún solo avisto vuestra sombra en la oscuridad bajo la que os escondeís, seguro me habéis podido contemplar en todo mi esplendor...Y ya que estáis contestadme a las dudas de quien sois y que habéis venido a buscar. Por aquí no suelen haber humanas a las que hincar el diente. Y si buscaís probar de la mía, demasiada fe teneís en poder siquiera soñarla en vuestro paladar.


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Mensaje por Anton Vasile Lun Ene 26, 2015 2:47 pm

En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón.
Friedrich Nietzsche

Pequeña criatura que la noche le regalaba, contemplando cada uno de sus movimientos como una musa del ballet, Anton sonrió un poco y negó, acaso esa pequeña cría no se daba cuenta que el bosque no era amigo de nadie mucho menos estando bajo la mirada ferviente del demonio dueño de esos paraísos verduscos, Anton sabía muy bien cuál era el carácter de la mitad humana, cosa que lo intrigaba, no de una forma romántica, algo un poco más caprichoso, de esos placeres que movían a su locura susurrándole los pasos que debía seguir para tomar y encantar a quien fuese independientemente si fuese o no de su agrado.

Apenas era visible lo que rodeaba a Anton, sin embargo el vampiro no se mostraba incomodo contaba después de todo con habilidades que cualquier humano o sobrenatural desearía, sus pasos eran calmos, casi imitando los de la pequeña luciérnaga que seguía como fiel depredador, la luz enfermiza de aquella rebelde se apagaría esa noche Anton se encargaría que el cometido se cumpliera al pie de la letra, él sabía muy bien que ella estaba alerta, no era estúpida eso sin contar que poseía sentidos privilegiados, alzó la barbilla sin dejar de ver su espalda deslizando sus ojos por sus caderas y llegando a sus pies ¿Qué hacía ahí? su hermana de rosal hace mucho se había caído del mismo para marchitar su recuerdo en la cabeza de Anton uno que estaría dispuesto a volver a regar para que floreciese, sin embargo aquella cambiante aún seguía prensada a su destino con las espinas en alto para herir a cualquiera que se acercase, esa noche se sabría hasta que distancia había llegado esa delicada arma, cada vez se adentraban más al bosque, Anton deslizó sus ojos por los alrededores grabándose muy bien el olor a húmedo de las ramas, escuchando con atención a los animales que desestabilizaban lo taciturno de aquel paraíso y sobre todo dejándose seducir por el olor agridulce que provenía de la delicada figura de la cambiante, aún había inocencia bajo esa máscara de hierro pero se veía ensuciada en ese momento por la linfa que la cubría, el vampiro inspiró profundo con los ojos cerrados embriagado por la que sería su muñeca de porcelana encarcelada en una torre de donde no saldría brillando, iba a pasar a formar parte de la retorcida colección de musas que Anton admiraba en la soledad de su palacio.

Finalmente el sonido del agua corriendo con calma llegó hasta los oídos de Anton, dándole su espacio a su futura muñeca de colección se recostó de hombro contra un árbol dedicándole su entera atención a Alyssia, con detenimiento admiró con júbilo cada uno de sus movimientos cuando justo llegaba a una cruz de madera, Anton entrecerró los ojos y pudo notar una inscripción en la misma un nombre y una fecha, el vampiro estaba al tanto de lo que le había sucedido a la familia Donovan pero después de todo los días están contados para los demás en La Tierra, no habría por qué seguir sufriendo por un recuerdo que solamente era eso, un insulso y amargo recuerdo, después de todo él había enterrado a todos sus seres amados junto con la muerte de su humanidad, una que jamás podría volver a acariciar con recelo, cosa que no le importaba al vampiro.
Cerró los ojos y suspiró apoyando la espalda contra el tronco, escuchando la aguda y fina voz de la pequeña –Alyssia deja de hablar con el aire- susurró al aire, embelesado por el amor que ella aún conservaba hacia su progenitor –No te pueden escuchar, en el infierno los demonios han sellado las paredes para que no se pueda escuchar ni las oraciones de los santos- murmuró con tranquilidad, casi como si ella estuviera acostada con él en su diván y hablaran como dos viejos amigos –No hay descanso para los muertos- pensó y abrió un ojo mirando a la luna tan grande y excelsa, una reina del cielo nocturno –Solo les queda pagar las deudas que no pudieron saldar en vida- se cruzó de nuevo por la retorcida mente del vampiro y giró la cabeza para verle fue cuando Anton pudo notar como ella se dirigía a su persona, soberbia alma sedienta de venganza ¿Qué no te das cuenta que hace mucho las alas que te protegían fueron cortadas y tiradas de regreso al averno? El demonio no devuelve lo que alguna vez obsequió sobre todo para aquellos que no supieron extenderlas cuando el cielo aún gozaba de tranquilidad, Anton frunció el ceño -¿Divertirme? - negó al ver como su angelical piel quedaba al descubierto bajo la mirada ensombrecida del verdugo -¿Tendría que hacerlo? - musitó con una voz bastante gruesa y dictatorial –Eres tú la que parece divertirse al mostrarte en tu máxima expresión sin tapujos- deslizó sus ojos por cada una de las curvas de la cambiante sin malicia sexual aunque si deseaba mutilarla y luego acostarla en el mismo sillón en el que yacía el cuerpo de la chica de 15 años –¿Es un ritual tuyo el desnudarte frente a la tumba de tu progenitor queriendo incitar a un extraño para que pueda tomarte como su propiedad? - Anton siguió estático en su lugar dejando embrujar por sus voz y sus oraciones vagas –No creo que eso sea muy respetuoso de tu parte- susurró mientras se encogía de hombros para restarle importancia –Tu padre no puede escucharte. Está muerto quien sabe lo que los ángeles de la oscuridad estén haciendo con él, aunque él no pueda escucharte tú si lo puedes hacer, solo cierra los ojos y trata de percibir sus gritos, no hay mejor muestra de amor que disfrutar con el sufrimiento de un ser amado- aquella voz que salía de los labios del vampiro no parecía propia, era la locura apoderándose de la carne de su habitante –Alyssia- susurró ya con una voz más calma -¿Por qué has vuelto a pisar las tierras que han abandonado tus demás familiares? - alzó la ceja –Esa rebeldía tuya hoy te ha ensuciado Alyssia, poco a poco hará que pongas los pies sobre la tierra y no podrás recuperarte de una segunda sublime caída- sonrió de lado –No cuando ya solamente eres un cuerpo vacio que jamás pudo extender sus alas para admirar el horizonte- dio un paso aún cubierto por la oscuridad -¿Por qué habría de irme? - endureció las facciones –Eres tú la intrusa mírate nada más hablando con los muertos creyéndolos preciados, escarba en esa tumba y te aseguro solo encontraras huesos, ahí ya no está tu padre- Anton frunció el ceño –Si deseas verlo debes ver a la muerte con tus propios ojos, salir de esa pinta de mujer de hierro que no te va y abrazar a la dama del nunca jamás y te aseguro podrás estar finalmente junto con tu progenitor- tensó la mandíbula –Ambos sufriendo en un mismo infierno- dejó salir el aire saliendo lentamente de las penumbras para dejar ambas figuras frente a frente solo siendo observadas por el manto estelar que parecía querer caer sobre sus cabezas.

-¿Quieres que te ayude a reunirte con tu progenitor? - sugirió Anton con una tranquilidad abrumadora –Sé que no eres del todo humana, lo he percibido he visto esa aura rota que te rodea, destella maldad, ira, resentimiento y aunque no lo admitas desea ansías de amor- la boca del vampiro se curvó en una sonrisa victoriosa –Cosa que no puedo darte más si puedo ayudarte a limpiar esa linfa que te cubre a dejar que tu cuerpo sucumba al frío- deslizó sus ojos por su frente apreciando la herida –No importa quién soy yo- ladeó la cabeza curioso –Lo que importa es que tú me vas a servir para recuperar a la única diosa de mis noches- llegó hasta la cima de la montaña que ella engalanaba –Te necesito conmigo- susurró suavemente casi como su último aliento –Así que vas a acompañarme y cumplirás con todo lo que te diga con mucha atención y cuidado- siguió caminando con las manos metidas en los bolsillos del pantalón –Voy a admirarte y encarcelarte en una jaula de oro- terminó de llegar a su frente imponiendo su estatura y complexión –En un lugar donde nadie más pueda verte. En donde solamente seas mía y tu sangre es un regalo adicional que tomaré si así deseo- tomó la barbilla de la cambiante con suavidad levantando su rostro para inspeccionar la herida –Y no vas a decir que no- le soltó y miró la cruz –Olvídate de él, olvídate de todos, ayúdame a cumplir con mi cometido y deja de comportarte como un animal salvaje que necesita que lo domen- las pupilas del vampiro se sumergieron en un carmesí tan intenso que parecía la sangre en vivo –Quiero a tu hermana pero antes de llegar a ella debo desflorar la única rosa que queda en el rosal. No necesito tu permiso- su boca se transformó en una línea horizontal totalmente recia, mientras sus ojos no se despegaban de los piedras preciosas que adornaban una mirada iracunda.
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Mensaje por Alyssia Donovan Sáb Ene 31, 2015 7:36 pm

Hay labios tan finos que en vez de besar cortan.
Paul Charles Bourget

Cada noche de cacería había acudido a su amado bosque. Al lado de su padre, la loba fiel siempre regresaba. Costase lo que costase. Ensuciara las calles con su sangre al pasar o pintara murales con su sangre, ella siempre regresaría. ¿Volver al hogar? Aquello ya solo era un recuerdo feliz. Un recuerdo lejano de aquella familia feliz. En realidad aquella casa era ya solo un sueño vacío, una casa solitaria y oscura, sin vida. Solo había muerte en esas paredes y harta, hastiada de la muerte ya no deseaba regresar a su hogar. Ahora había tomado aquel bosque como suyo y la tumba de su padre, su escondite. Su altar en busca de la redición que anhelaba algún día encontrar tras todas las muertes que infringía su loba voraz. Y de la que parecía jamás cansarse. Cada noche delineaba las mismas letras y pronunciaba las mismas palabras. Había perdido el saber del día de la semana en que se encontraban y olvidado el tiempo que su hermano Alenna y su madre habían partido, dejándola allí. Como su elección había sido. Impregnarse de aquel lugar y de lo último que quedara de su padre para recordarse cada día porque hacia aquello. Porque su loba exigía venganza en sus entrañas.  En lo más alto de los arboles ulularon los búhos y dos de ellos bajaron en busca de alimento, volviendo a retomar el vuelo con un ratón agarrados entre sus patas. Alyssia sonrió sintiendo la paz y la calma de aquel lugar. Sin embargo la paz fue rota a los pocos minutos. La extraña presencia que la había seguido hacia aquel lugar parecía querer estropear la noche y la loba en su interior gruñía molesta y celosa. Aquel lugar era suyo. Su paraíso.

¡Callad! — Gruñó con fiereza. ¿Qué se creía que hacia pisando aquel suelo sagrado? Allí dormía su padre, y como muerto, merecía que su alma descansara en paz. La canina fijó los ojos en la lejanía del bosque y aunque no le veía, podía entrever su sombra, lo que era más que suficiente para poder concentrar toda su molestia hacia el desconocido y el lugar donde se hallaba escondido. Escuchó sus susurros y luego sus preguntas. ¿De verdad que la estaba siguiendo sin más? — Claro que debéis de divertiros, entrando en un lugar sagrado y de descanso como este. —Escupió más bien sus palabras acompañándolas con una ceja alzada, escéptica. Ya una vez se había encontrado con un joven así y no pensaba ceder ante ninguno más. Aún menos cuando por lo que recogía su olfato era un inmortal. Un sin vida. Un pálido sin corazón. — Yo simplemente me muevo por el bosque, por mi hogar como me atañe. Por el contrario, usted lleva minutos siguiendo mi trasero desnudo por un bosque donde no hay más diversión que la de bañarse en el lago a la luz de la luna. No hay presas, ni sangre fresca que os pueda interesar. Así que realmente si me sigues debe ser por divertimiento. Aunque no encuentro que divertido podéis encontrar en buscar las fauces al lobo. ¿Deseáis que os coma? —Comentó cruzándose de brazos, ocultando sus pechos al desconocido en lo que respiraba fuerte e intentaba calmarse. — ¡Callaros! No sabéis nada de mí, y ni por asomo lo sabréis. — Suspiró y negó con la cabeza, conteniendo su loba inquieta en su interior. —No habléis así de mi padre. No es solo huesos, también hay recuerdos… Tiene un alma y los cambiantes pertenecemos más a la naturaleza que otras criaturas de la tierra. — Siempre su padre le había hablado de la relación que existía entre los animales y la naturaleza que de todo les proveía. A los carnívoros, presas de las que alimentarse, a los herbívoros hiera y pasto para que saciaran su hambre y el agua de los ríos y lagos para calmar su sed. Todo estaba entrelazado y hasta los vampiros para molestia de Alyssia, debían de estarlo.

¿No os cansáis? —Preguntó frunciendo el ceño riendo ante sus sugerencias. ¿Volver con su padre? Habría dado su alma y su vida por que aquella noche se la hubieran llevado con ellos. — No es de tu incumbencia si me gustaría reunirme con él. Siento que realmente los vampiros parecéis ser más una molestia con demasiado curiosidad. — Ladeó el rostro y por unos segundos dejó que el vuelo de una lechuza embargara sus sentidos. Nunca nada en la vida habría querido más que el poder volar por el cielo y tener alas para emprender el vuelo. No obstante se había quedado siendo una canina. Y no se arrepentía. Amaba esa parte de ella, pero siempre seria aquel deseo su secreto anhelo pegado a su alma. Por el rabillo del ojo observó los movimientos del vampiro y viéndole acercarse se volvió hacia él, volviendo a la realidad de la noche. Aún no se asomaba suficiente para verle el rostro y ver su aspecto, sin embargo pudo apreciar su sonrisa y le sonrió de vuelta. — ¡Bingo! Habéis acertado y si tanto sabéis de mí y de mi familia, debéis saber que animal soy y en que puedo volverme ¿Verdad? — Preguntó poniéndose alerta ante la proximidad del vampiro que finalmente se atrevió a mostrarse ante los rayos de la luna, haciendo que la cambiante pudiese poner rostro a su aroma y presencia. Los ojos de Alyssia recorrieron su imponente figura sin disimulo alguno. De brazos fuertes y espalda ancha, todo su cuerpo parecía una roca. No por eso sus ojos que en la noche brillaban bajo la luz de la luna con una intensidad mortífera. La cambiante pudo imaginarse cayendo en el hechizo de sus ojos tan rápido como una abeja en la miel. Sin embargo y a pesar de la agradable vista que disfrutaba en silencio, algo en ella seguía molesta y alerta a cada uno de sus pasos. Los que cada vez la acercaban más a ella. Hasta terminar peligrosamente frente a frente.

No os dejaré tocar mi piel ¿Quién os creéis que sois? Y no sois mi dueño y tampoco pienso acompañaros a ningún lugar. —Contestó a cada una de sus palabras con un tono cortante mientras llevaba su mano diestra a la herida de su cabeza, la que tanto robaba la atención del vampiro frente a ella. Se taponó con su mano la herida para que el vampiro dejara de mirarla de aquella forma que la incomodaba, hasta que las nuevas palabras le hicieron carcajearse y así quitar la mano de allí. — ¿En qué momento la eternidad os oscureció el cerebro? ¿Todos los vampiros sois tan arrogantes y mandones que os creéis los reyes del mundo? —Preguntó con la ceja alzada mordiendo su sonrisa. —Estáis loco si os creéis vuestras palabras. No vais a encerrarme en ningún lugar. Yo pertenezco a los bosques, a la libertad. Jamás nadie podrá encarcelarme, y podéis intentarlo. Realmente no seréis el primer en hacerlo… Pobre diablo. —Masculló irónica siguiendo cada uno de los pasos del inmortal hasta que este fue a parar frente a frente. Solo entonces la loba se permitió el lujo de capturar su aroma. Se mordió el labio y olvidándose del latente dolor de su frente mantuvo su sitio frente a él, observándole inquieta al oírle nombrar su hermana. — ¿Porque queréis a mi hermana? ¿De qué nos conocéis? — Frunció el ceño intentando recordarle, pero no se acordaba de habérselo encontrado jamás en su camino o con una amistad con Alenna. El único que siempre había estado detrás de Alenna había sido Isaac, aquel niño que habían dejado atrás al cambiar de residencia. Y el culpable, porque su hermana por años llorase, pidiendo a sus padres regresar a Paris y que lo dejaran con él. Sus ojos cristalinos se hincaron en los profundos y oscuros del vampiro. —Me siento atrapada en la jaula de un vil cazador que nos quiere tender una trampa. Solo que los cazadores no acostumbran a ser fríos y pálidos. ¿Qué os pasó que solo soñáis con mascotas? ¿No os dejaron tener un perro de humano?  Porque es lo único que podría definir este deseo vuestro de poseer a cambiantes caninas bajo vuestro yugo. — Al ser agarrada por sus manos se mantuvo firme. Sin hacer ningún signo, manteniéndose indiferente aunque la molestia en sus ojos rompía por completo aquella mascara de fría indiferencia. Con una mano se separó de él y dando un paso atrás respiró hondo. Se le estaba escapando la vida por la frente y como más luchaba contra aquel ser, peor resultaba para ella. Ante las últimas palabras ajenas la cambiante gruño de nueva cuenta, negando reticente. — Mi hermana no dejará jamás a nuestra madre sola, desprotegida en el hogar para venir a rescatarme. Así que jamás la conseguirás para tu castillo, ni para tu jaula de cristal. — Le explicó dándose cuenta del color borgoña de los ojos profundos del vampiro. ¿Qué querría decir aquello? Se preguntó mientras todos sus músculos se ponían alerta y se apartaban un paso más, aunque luego se lo repensó y fue hacia él. Sin titubear se paró frente a él y le sonrío cínica. Sin vergüenza alguna, mostrándole al inmortal sus ojos con el brillo característico de cuando su esencia animal salía a flote. A protegerla. — Y mi sangre… ¿Deseáis tomarla? — La sonrisa se amplió y con una mano le hizo un gesto de que se acercase y pusiese fin a la separación de un vago paso que los separaba de estar piel contra piel. — Adelante entonces, atrévete y si te despiertas hecho ceniza no me culpéis. A mi loba también gusta ocasionalmente de entrañas de vampiros. — Concluyó ladeando el rostro con aquella sonrisa grabada en sus labios. ¿Una amenaza? Todo aquello estaba por ver.


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Mensaje por Anton Vasile Sáb Feb 21, 2015 2:02 pm

Una rosa para ti y un rosal guardado en mí.

Que necia, totalmente testaruda y sin rienda, algo salvaje que la noche traía como una dulce ventisca de verano, Anton no se equivocaba con sus presas, era selecto con cada una de ellas, siempre buscaba algo que las diferenciase de las demás, lo común era para los miserables que no sabían apreciarse ellos mismos, el vampiro estaba loco sin embargo no era ningún idiota vulgar y sin clase y la criatura que tenía enfrente francamente poseía todas las características anteriores, quiso sonreír cínicamente frente a su rostro pero guardo aquel acto para después, le iba a mostrar que el infierno se puede disfrutar mucho antes de que la muerte se llevase con un dulce beso nuestra alma desgraciada –Shhh Alyssia- susurró y cerró los ojos llevando un dedo a los suaves y dulces labios de la cambiante –Me agradas mucho más cuando no estás parloteando inmundicias- abrió los ojos lento y alzó una ceja -¿Seguir tu trasero desnudo? - sonrió de lado sin que sus pupilas recuperaran en café -¿Me ves pita de ser alguien puramente carnal? - sostuvo con un poco más de fuerza la barbilla de la cambiante y ladeó su rostro –Piensa muy bien tu respuesta- susurró en su oído con suavidad, no lo parecía pero era una clara advertencia, no era de los que aguantaba niñerías, por eso jamás dejaría a un vástago que le sacara de sus casillas.

Su mejilla se juntó con la ajena y la mano que sostenía su barbilla bajo por el cuello de la cambiante para apresar su cuello –Te he dicho que esto no se trata de diversión- abrazó el delgado cuerpo de la cambiante y cerró los ojos meciendo su cuerpo con el ajeno -¿Acaso no has escuchado lo que he dicho? - la sostuvo en brazos más fuerte -¿Comerme? - Anton sonrió contra el lóbulo de la oreja de la cambiante –¿Segura que tú eres el depredador aquí? - hizo más presión en el cuerpo de Alyssia y la levanto un poco del suelo sin dejar de mecerla –No me hagas educarte en caza Alyssia, no olvides con quien estás tratando- los dientes del vampiro atraparon aquella fina piel que hacia un lóbulo y tiraron de ella con suavidad, ese manjar olía tan bien que Anton tuvo que tragar pesado para contener su sed de lujuria –Al único que perteneces es a mí- se separó un poco para buscar la cristalina mirada ajena –Pequeña salvaje- chocó su frente con suavidad a la ajena y cerró los ojos –Alyssia…- tragó de nuevo -¿Quién te dañó pequeña? - sus manos rodearon la pequeña cintura de la chica y apretaron -¿De quién es esa otra sangre de la que estás bañada? - miró la boca de Alyssia y se relamió los labios –Deja de fruncir el ceño- sugirió Anton, no acostumbraba a ser tan romántico con sus presas pero de vez en cuando una espina traspasaba su piel para dejarle una zozobra inestable –Claro que sé en qué animal te conviertes- la soltó empujándola con algo de brusquedad –Un perro salvaje nada de qué preocuparse- se encogió de hombros porque Anton realmente no se atemorizaba con nada, no era ningún héroe pero mucho menos un cobarde asustadizo –En cambio- ladeó la cabeza viendo hacia las ramas de los arboles que se mecían con sutileza –¿Realmente sabes lo que soy yo o solo eres una fanática que cree saberlo todo por lo que pregonan en las calles los sabihondos? - le miró de reojo mostrándole los colmillos en una sonrisa no muy amistosa –Los papeles cambian aquí- caminó rodeando la pequeña figura ajena con las manos metidas en los bolsillos -¿Quieres que te coma? - susurró mientras se detenía detrás de ella con un tono divertido y no se inmuto en moverse, deslizó los ojos por la línea de la espalda de Alyssia hasta llegar a su parte trasera y admirar no de una forma sexual cada curva que formaba aquel par de caderas firmes.

Caminó para estar frente a frente inundados por las sombras y escuchó su pregunta con atención –No te debe interesar para que quiero a tu hermana Alyssia- se pasó la mano por el cabello –Lo único que debes saber es que la quiero no importan los detalles porque como tu dueño no tengo derecho de responderte nada- alzó una ceja -¿Entendido? - musitó cual general aunque internamente se estaba riendo como un desquiciado sabía que haría un berrinche, pero la cambiante era graciosa así que sonrió de una menar divertida -¿Mascota? - suspiró cínico –Es por eso que esa mascota serás tú, mi sueño se hará realidad- la jaló de la muñeca acercándola a su cuerpo, apretando su pecho contra los impolutos seños desnudos de la cambiante –Sigue con eso- demandó Anton, era un maldito masoquista –Sigue escupiéndome ese dulce veneno Alyssia- inclinó el cuerpo de la cambiante hacia atrás y deslizó la nariz por su cuello llegando a sus clavículas y rozó los colmillos en ellas –Pídeme que beba de ti Alyssia- tragó por el aroma dulce de la chica y cerró los ojos –Pídelo y cumpliré cada uno de tus caprichos al pie de la letra- gruñó contra la piel ajena y posó la frente en su pecho aspirando –Solo deja de luchar contra la corriente- levantó su rostro y recargó la frente en la de Alyssia fundiendo su iris con el ajeno, derribando todas las barreras que ella ponía para esconder sus secretos, sus deseos, sus miedos, llegando al fondo de su subconsciente para imponer sus propios deseos y demandas, para hacer de sus mentes una sola, una que se movería por la voz de Anton –Ahora vas a dejar de hablar Alyssia- demandó Anton al saber que ella le pertenecía, no podía poner resistencia –Vas a olvidarte de tu padre- sugirió tranquilo -Y solo vas a asentir a cada una de mis órdenes- la inclinó un poco más sin dejar de tener contacto visual –Vas a seguirme sin siquiera voltear atrás- susurró contra los labios de la cambiante –No habrán preguntas que ronden tu cabeza, estás para cumplir mis caprichos, soy tu amo- tragó y juntó más su pecho contra el de ella –Y deja de fruncir el ceño- él mismo hizo aquel acto que había advertido y la dejó libre mirándola de pies a cabeza en toda su excelsa desnudez.

Sostuvo su mandíbula y la movió de un lado para otro, no podía dejar que ella se fuese sin ninguna prenda encima, no quería ojos fisgones en su pres así que se quitó la gabardina y se la ofreció –Póntela- exigió y le dio la espalda –De prisa- añadió y empezó a caminar con tranquilidad, viendo al frente y totalmente erguido –Ahora sígueme y no vayas a tropezar que no me gusta la carne sucia- alzó una ceja y sonrió de lado era hora de que ella conociera el castillo de su yugo y a la distancia poco a poco aquella estructura grisácea con negro se hacía notar, una fortaleza oscura que ella conocería en su máximo “esplendor”.
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