AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Rosengarten | Privado
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Rosengarten | Privado
Rosengarten
Ella observó a través de las cortinas el brillo crepuscular que la capital adormilada presentaba, seguía con su dedo índice las formas y figuras en las nubes rollizas sobre el cielo. Tonalidades violáceas que se disipaban a lo largo y ancho de la bóveda. Simone sonreía mientras un nuevo amanecer le recibía con los brazos abiertos, la nodriza encargada de su vestimenta tocó dos veces antes de pasar a la habitación, con voz dulce Simone pidió pasara y de inmediato corrió hacia ella para abrazarle, tomó asiento en el taburete y frente enorme espejo sus orbes claros inquirieron una mueca, sabía que el proceso sería tardado y un tanto fatigante, encogió los hombros mientras la peineta se deslizaba magistralmente por los surcos de su cabellera.
De camino hacia el Jardín no mencionó palabra alguna, quizás estaba ligeramente más callada que de costumbre ¿El incendio? O simplemente no había podido dormir del todo bien, había estado ejecutando el violín hasta la madrugada y este escape sería suficiente para sobrevivir un día más a solas. Regaló una sonrisa discreta a la nodriza quien le indicaba afectuosamente que faltaba poco para llegar. Simone observó mientras tanto los transeúntes, las calles adornadas con risas pueriles y los matices vividos que el adoquín mezclaba entre grecas bicolores. El lazo azul le coronaba y las pequeñas manos enguantadas sujetaron el parasol diminuto. El chofer se giró hacia la jovencita y le deseo un día estupendo.
Caminó entre un gentío de personas bien vestidas, ella no se quedaría atrás mostrando su mejor porte, tal y como su madre le había enseñado mucho tiempo atrás. ¿Sería correcto haber dejado a la pequeña Hanna? Aunque tampoco era correcto salir a pasear con ella, parpadeo gesticulando una ligera sonrisa, regresaría temprano a casa para jugar con ella en el patio trasero. El olor de las rosas y demás flores le arrancó un suspiro, nunca se había encontrado en un lugar como este, el jardín en la mansión era bello sin lugar a dudas, pero este en particular presentaba una colección de tulipanes. El suave golpeteo de sus pasos resonaba discretamente y un par de miradas se posaron sobre ella mientras hacía girar el parasol.
Se detuvo un par de pasos antes de penetrar en aquella exposición, respiro profundo pues sabía que la simple fragancia de estos le llenaría la mente de memorias agradables, pero también tortuosas, sus padres, la mansión y de nuevo aquella imagen del caballero que le había rescatado del incendio. Se preguntó entonces como sobreviviría ella sola sin la guía de sus progenitores. Un año había pasado ya desde aquella noche fatídica y ahora se encontraba frente a un recuerdo de lo sucedido, estaba lista para dar el siguiente paso y encarar su destino incierto, sonrió nuevamente mientras sus sentidos eran seducidos por la gama de coloraciones que la flora presumía, que lejos estaba de casa.
De camino hacia el Jardín no mencionó palabra alguna, quizás estaba ligeramente más callada que de costumbre ¿El incendio? O simplemente no había podido dormir del todo bien, había estado ejecutando el violín hasta la madrugada y este escape sería suficiente para sobrevivir un día más a solas. Regaló una sonrisa discreta a la nodriza quien le indicaba afectuosamente que faltaba poco para llegar. Simone observó mientras tanto los transeúntes, las calles adornadas con risas pueriles y los matices vividos que el adoquín mezclaba entre grecas bicolores. El lazo azul le coronaba y las pequeñas manos enguantadas sujetaron el parasol diminuto. El chofer se giró hacia la jovencita y le deseo un día estupendo.
Caminó entre un gentío de personas bien vestidas, ella no se quedaría atrás mostrando su mejor porte, tal y como su madre le había enseñado mucho tiempo atrás. ¿Sería correcto haber dejado a la pequeña Hanna? Aunque tampoco era correcto salir a pasear con ella, parpadeo gesticulando una ligera sonrisa, regresaría temprano a casa para jugar con ella en el patio trasero. El olor de las rosas y demás flores le arrancó un suspiro, nunca se había encontrado en un lugar como este, el jardín en la mansión era bello sin lugar a dudas, pero este en particular presentaba una colección de tulipanes. El suave golpeteo de sus pasos resonaba discretamente y un par de miradas se posaron sobre ella mientras hacía girar el parasol.
Se detuvo un par de pasos antes de penetrar en aquella exposición, respiro profundo pues sabía que la simple fragancia de estos le llenaría la mente de memorias agradables, pero también tortuosas, sus padres, la mansión y de nuevo aquella imagen del caballero que le había rescatado del incendio. Se preguntó entonces como sobreviviría ella sola sin la guía de sus progenitores. Un año había pasado ya desde aquella noche fatídica y ahora se encontraba frente a un recuerdo de lo sucedido, estaba lista para dar el siguiente paso y encarar su destino incierto, sonrió nuevamente mientras sus sentidos eran seducidos por la gama de coloraciones que la flora presumía, que lejos estaba de casa.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Re: Rosengarten | Privado
Era una mañana como cualquiera para las personas habitantes de las hermosas tierras de París. El sol se involucraba imponente sobre el pináculo de los cielos que albergaban en compás y sincronía perfecta a los rayos solares así como el efecto eólico que anunciaba la llegada del otoño. Sobre los caminos de la ciudad del amor se podía apreciar el andar de varios personajes lustres y de posición económica alta, todos y cada uno de ellos dirigidos hacia uno de los puntos más bellos en la región: El jardín botánico.
Una sonrisa enmarcada sobre un rostro moreno y de ojos marrones. Sus cabellos atados en una coleta y un porte tan elegante que no puedo evitar robar la atención de varias doncellas que entre ellas secreteando admiraron el paso lento y lleno de seguridad de un joven extranjero; vistiendo a pantalones negros, camisa blanca con botones abiertos y bien remangada. Un crucifico de oro colgando de su cuello y en su mano diestra celosamente su instrumento bien sujetado. El atuendo parecía de un caballero de clase media, sencillo que solo sabía como portar la buena percha; Nadie imaginó que era el mismo Duque de España quien se internó entre tanta gente con guitarra en mano.
Poco a poco iba admirando los hermosos regalos de la naturaleza; flores que adornaban con sus colores el majestuoso sendero lleno de olores que podían embriagar a cualquier demonio interno para apaciguar la necesidad de desatarse. Pero no aquí, no en un lugar tan sublime y perfecto, toda esa vida y esos matices que engalanaban los caminos de cualquier personaje entonces eran los protagonistas, era a dónde el hijo prodigo de España se dirigía.
Entonces logró llegar al apartado dónde las rosas blancas estaban. En posición empezó a entonar una melodía ciertamente melancólica pero a su vez hermosa; notas musicales que atravesaban los aires con la esencia misma de un amor tan eterno y profundo que se manifestaba como obra de arte traída por los dedos maestros del alto individuo. Sus ojos marrones se fijaron específicamente en los seres de pétalos albinos y con una sonrisa recitó -Madre, Padre... Feliz aniversario- Continuando entonces con la expansión de toda su música a través no solo por el apartado donde las rosas estaban sino por los pasillos del enorme jardín.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
Ensimismada en las visiones de un pasado tortuoso Simone dejó escapar un ligero suspiro de su pecho, como si librase en esa acción, el peso de una lápida que llevaba a cuestas hasta el día de hoy y es que no habría momento o lugar que sus padres no vinieran a su memoria, la brisa otoñal acarreaba la variedad de aromas consigo, una brisa perfumada que le arrancó una sonrisa en sus labios, derrumbando de esta forma la apesadumbrada fachada que había posesionado su mente minutos atrás. Aunado a esto distinguió entre los murmullos de las personas que circulaban por ahí, la sonoridad ronca que solo el rasgueo de cuerdas de guitarra produce, una amalgama de sonidos que teñían de melancolía el lugar.
Curiosa, la pequeña tomó con sus manos enguantadas los pliegues caprichosos de la abultada indumentaria, motivada quizás por el deleite que le causaba dicha melodía avanzó por los pasillos entre un reducido mar de tonalidades esmeraldinas y carmesí. ¿Qué provocaba en ella esos impulsos tan atípicos en una señorita de su clase? Su madre siempre le había reprochado portarse caprichosa o impulsiva, sin embargo cada lienzo que las cuerdas dibujaban parecían contarle una historia. Fábulas que ella misma suele construir bajo el embrujo del sonido estridente de su violín, pues tan solo una persona que ama la música es capaz de sentir y provocar ese tipo de emociones en los demás.
Mantuvo una distancia sobria hacia aquel hombre, tenía el cabello recogido y una mirada serena, la maestría con la cual hacía vibrar la guitarra era digna de aplaudir. No estaba segura de lo que ahí ocurría y sin embargo pudo identificarse de cierto modo, la confesión sonora a la que el caballero recurría a modo de catarsis era similar a la que ella estaba acostumbrada vivir cada noche de desvelo en aquel empolvado salón. Permaneció paciente y en silencio disfrutando de dicha comunión, cerró momentáneamente los ojos dejando ir esa pesadumbre. No fue hasta cuando los sonidos cesaron por completo que volvió a la realidad, respiró profundamente antes de encumbrar la previa ejecución.
–Que bella historia caballero.– susurró apenas en un hilo de voz.
Esperó no haber sido demasiado directa, pues no era bien visto que una chiquilla tomara la iniciativa en las charlas y mucho menos con extraños. Se aproximó un par de pasos y con delicadeza aspiro el fresco aroma de las rosas blancas que ahí crecían salvajemente. Sin apartar la vista de ellas retomo su oración anterior para terminar su cumplido.
–Usted sin duda es un músico excepcional.–
Curiosa, la pequeña tomó con sus manos enguantadas los pliegues caprichosos de la abultada indumentaria, motivada quizás por el deleite que le causaba dicha melodía avanzó por los pasillos entre un reducido mar de tonalidades esmeraldinas y carmesí. ¿Qué provocaba en ella esos impulsos tan atípicos en una señorita de su clase? Su madre siempre le había reprochado portarse caprichosa o impulsiva, sin embargo cada lienzo que las cuerdas dibujaban parecían contarle una historia. Fábulas que ella misma suele construir bajo el embrujo del sonido estridente de su violín, pues tan solo una persona que ama la música es capaz de sentir y provocar ese tipo de emociones en los demás.
Mantuvo una distancia sobria hacia aquel hombre, tenía el cabello recogido y una mirada serena, la maestría con la cual hacía vibrar la guitarra era digna de aplaudir. No estaba segura de lo que ahí ocurría y sin embargo pudo identificarse de cierto modo, la confesión sonora a la que el caballero recurría a modo de catarsis era similar a la que ella estaba acostumbrada vivir cada noche de desvelo en aquel empolvado salón. Permaneció paciente y en silencio disfrutando de dicha comunión, cerró momentáneamente los ojos dejando ir esa pesadumbre. No fue hasta cuando los sonidos cesaron por completo que volvió a la realidad, respiró profundamente antes de encumbrar la previa ejecución.
–Que bella historia caballero.– susurró apenas en un hilo de voz.
Esperó no haber sido demasiado directa, pues no era bien visto que una chiquilla tomara la iniciativa en las charlas y mucho menos con extraños. Se aproximó un par de pasos y con delicadeza aspiro el fresco aroma de las rosas blancas que ahí crecían salvajemente. Sin apartar la vista de ellas retomo su oración anterior para terminar su cumplido.
–Usted sin duda es un músico excepcional.–
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Re: Rosengarten | Privado
La calma que la música le brindaba hacía que sus dedos prosiguieran el hechizo musical hasta lograr ir y subir cómo montaña rusa a través de los matices que buscaba impregnar en cada nota echada a los aires como tributo al difunto matrimonio que lleno de amor le regaló la vida varios años atrás. Sus ojos de cierta manera se mantuvieron solamente vidriosos y con una sonrisa que empezó a debilitarse finiquitó la obra, siendo proseguido por las palabras de una tenue e inocente voz. Bastante agradable y educada, para variar.
-Muchas gracias, pequeña- respondió amable y fortaleciendo una gran sonrisa en su rostro, de pronto todo había cambiado de esencia y por ello giró con cierta emoción su cuerpo, acercándose a la pequeña señorita a quien le vio directo a sus ojos -No es así, las rosas son quienes me brindan el amor y la pasión para tocar- señaló al apartado floral, manteniendo esa curva en sus labios para después acercarse un poco más hasta arrodillarse y quedar a la altura de la hermosa niña -Aldebarán, mucho gusto preciosa señorita- tomó su pequeña mano y depositó un beso en el dorso de ésta, dejando de lado las normas de la alta alcurnia.
El aura y esencia de la niña se podían percibir en sus palabras, en la forma que hablaba y esa emoción al momento en el que supo apreciar el arte del hijo de España, quien retomando su altura para no insultarla al tratar de estar al mismo tamaño simplemente se quedó ahí, tratándola con educación y evitando hacerle sentir como si fuese una simple cría.
-Muchas gracias, pequeña- respondió amable y fortaleciendo una gran sonrisa en su rostro, de pronto todo había cambiado de esencia y por ello giró con cierta emoción su cuerpo, acercándose a la pequeña señorita a quien le vio directo a sus ojos -No es así, las rosas son quienes me brindan el amor y la pasión para tocar- señaló al apartado floral, manteniendo esa curva en sus labios para después acercarse un poco más hasta arrodillarse y quedar a la altura de la hermosa niña -Aldebarán, mucho gusto preciosa señorita- tomó su pequeña mano y depositó un beso en el dorso de ésta, dejando de lado las normas de la alta alcurnia.
El aura y esencia de la niña se podían percibir en sus palabras, en la forma que hablaba y esa emoción al momento en el que supo apreciar el arte del hijo de España, quien retomando su altura para no insultarla al tratar de estar al mismo tamaño simplemente se quedó ahí, tratándola con educación y evitando hacerle sentir como si fuese una simple cría.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
El fluir de las notas poco a poco se apaciguaba conforma las pláticas ajenas mantenían su ritmo propio, sostenía en la mano izquierda el mango del pequeño parasol cuando le vio aproximarse. De los labios ajenos, las articulaciones que esbozaba graves a manera de agradecimiento le tomaron por sorpresa, a pesar de no conocerle tenía el porte de un caballero, suspiró con cierta añoranza, quizás su padre, no estaba segura de lo que había provocado en ella tal impulso.
-No tiene nada que agradecer caballero.- dijo educadamente mientras sus claros orbes se mantenían ahora en él.
-Ciertamente este lugar pareciera ser mágico.-
Había tan solo dos momentos cuando ella había sido tratada del tal forma. La primera y la más importante, cuando su padre se ausentaba por temporadas y al volver a casa se arrodillaba ante ella llamándole princesa, sobre el pasillo de las empolvadas memorias de Simone se mantenían viva aquella escena aún, un período impalpable que no había salido a flote por mucho tiempo.
La segunda justo después de uno de sus tantos recitales, uno de entre tantos invitados en la mansión De Vries había elogiado sus dones con el instrumento aunado a una ligera reverencia. Parpadeo ligeramente para aterrizar en su actual realidad, y es que a últimas fechas cada forma, cada sonido le traía consigo eventos pasados. Con la mano libre tomó la orilla de su indumentaria y en una flexión breve reverenció al extraño que se encontraba frente a ella.
-Un gusto señor Aldebaran, mi nombre es Simone De Vries.- soltó de forma segura una vez terminada su acción.
A su alrededor pudo escuchar los susurros naturales de la misma vegetación, sinfonías naturales flotaban en la atmosfera febril que solo la estación en turno brindaba. Reparó en la fisonomía del hombre y sin resultar presuntuosa dedujo que al igual que ella se trataba de un extraño en la capital franca.
-Dígame señor Aldebaran ¿Es usted originario de esta bella ciudad?– Inquirió mientras retomaba los pliegues de su atuendo decidida a dar un paseo con él.
Con pasos tranquilos mantuvo su mirada hacia el frente esperando la respuesta de su semejante.
-No tiene nada que agradecer caballero.- dijo educadamente mientras sus claros orbes se mantenían ahora en él.
-Ciertamente este lugar pareciera ser mágico.-
Había tan solo dos momentos cuando ella había sido tratada del tal forma. La primera y la más importante, cuando su padre se ausentaba por temporadas y al volver a casa se arrodillaba ante ella llamándole princesa, sobre el pasillo de las empolvadas memorias de Simone se mantenían viva aquella escena aún, un período impalpable que no había salido a flote por mucho tiempo.
La segunda justo después de uno de sus tantos recitales, uno de entre tantos invitados en la mansión De Vries había elogiado sus dones con el instrumento aunado a una ligera reverencia. Parpadeo ligeramente para aterrizar en su actual realidad, y es que a últimas fechas cada forma, cada sonido le traía consigo eventos pasados. Con la mano libre tomó la orilla de su indumentaria y en una flexión breve reverenció al extraño que se encontraba frente a ella.
-Un gusto señor Aldebaran, mi nombre es Simone De Vries.- soltó de forma segura una vez terminada su acción.
A su alrededor pudo escuchar los susurros naturales de la misma vegetación, sinfonías naturales flotaban en la atmosfera febril que solo la estación en turno brindaba. Reparó en la fisonomía del hombre y sin resultar presuntuosa dedujo que al igual que ella se trataba de un extraño en la capital franca.
-Dígame señor Aldebaran ¿Es usted originario de esta bella ciudad?– Inquirió mientras retomaba los pliegues de su atuendo decidida a dar un paseo con él.
Con pasos tranquilos mantuvo su mirada hacia el frente esperando la respuesta de su semejante.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Re: Rosengarten | Privado
-Simone De Vries... ¡Pero que bello nombre!... Para una señorita aun más hermosa- recitó en contestación con una sonrisa tan marcada como los rayos del sol sobre aquel marco escénico floral.
Sus manos pronto cogieron una de las rosas, específicamente una de pétalos blancos y con toda caballerosidad el hidalgo se colocó de rodillas y le otorgó el pequeño detalle a la niña, esto viéndola a los ojos mientras claudicaba -Acepte ésta rosa, por favor... Y que sea como muestra de honor al conocerle- con calma y lleno de seguridad le guiñó el ojo diestro, volviendo a su antigua posición
-En efecto, querida. Provengo de las lejanas pero hermosas tierras de la Madre Patria, España- su acento pudiese haberlo descubierto y sin embargo con una sutil reverencia empezó a enmarcar nuevamente una pieza un poco más detallada y animada, ésta vez con una esencia flamenca que desbordaba por cada acorde que se expandía por el efecto eólico que cruzaba entre ambos protagonistas.
El movimiento de sus dedos pareciese ser maestro y sin embargo quedaban como contraste ante sus pies, que de manera suave empezaron a caminar junto a la pequeña, aun tocando mientras le observaba fijamente -Pero dejemos de hablar de mí, por favor, cuénteme... ¿Cómo es que una señorita ha terminado sola? ¿Qué le ha traído a un lugar tan aburrido como éste?- alza su ceja y sin borrar ni un segundo la curva de sus labios decide girar sobre su propio eje para caminar hacia atrás, permitiendo que fácilmente sus ojos se mantengan atentos a su dulce compañía.
-No está de más decir que me sería un gran placer y honor poder escoltarla en una caminata- haciendo nuevamente una reverencia sin dejar de entonar entonces el arte de la música flamenca.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
El acento ibérico que aquel hombre recitaba con aplomo en cada una de sus oraciones inundaba sus oídos mientras los pliegues de sus labios se desplegaban para sonreír en forma de agradecimiento a los cumplidos. Apenas un par de pasos habían avanzado por aquel túnel cuando él nuevamente se arrodilló. Con delicadeza tomó en su diestra enguantada el obsequio albino que se presentaba frente a sus ojos.
-Muchas gracias señor Aldebarán, que caballeroso de su parte.- respondió sin dejar de mirarle.
El espectro de las notas en las cuerdas entrelazadas en aquellos dedos prodigiosos, tejían una atmosfera serena y nostálgica al mismo tiempo, de algún modo algo se removía en los pasillos empolvados de su apócrifa memoria. Mantuvo esa postura erguida, atenta a las confesiones del músico. España. Pestañeo un par de veces en un intento por comprender la ausencia de su padre en horas de angustia. ¿Dónde se hallaba aquel hombre ahora, donde? Regaló un gesto amable a su acompañante señalando atención a lo que escuchaba.
-¿España? Que hermosa debe ser su tierra.-
Cualquier chiquilla de su edad podría sentirse pasmada por las palabras que escuchaba, no solo porque se trataba de un lugar completamente desconocido para ella, sino por la apabullante seguridad que veía en el hispano. No obstante allí se encontraba, sobria y esplendorosa como siempre, pues así debía de ser, así le habían dictaminado las reglas en tiempos pasados, cuando ensimismada en lecciones de conducta se veía contrariada por aprender cómo comportarse.
Aunque la angustia asfixiante de todo lo vivido sobrepasara su juicio no se permitiría caer, no ahora.
La brisa rozó su pálida tez y fue entonces cuando la neerlandesa pudo despertar del trance. Se mostró un tanto divertida cuando le vio cambiar de postura ‘¿Por qué no iluminarse el corazón un día?
-Mi dama de compañía no pudo estar conmigo hoy y de manera estricta pedí me dejaran sola por unas horas, quería disfrutar de una exposición floral que seguramente muchos encontraran sin sentido.- encogió apenas los hombros.
-El placer es mío, con usted y su música escoltándome caballero no tengo nada que temer.-
Toda esa apariencia de mujer madura aún estaba sujeta a la inocencia característica en jóvenes de su edad, había cierto aire de complicidad entre aquellas dos figuras, la pasión por la música y el encontrarse ausentes de sus raíces le produjeron cierto interés en continuar conociéndole. Dirigiéndose a un punto distinto en el herbario inquirió.
-¿Dígame caballero usted no añora regresar a España algún día?-
-Muchas gracias señor Aldebarán, que caballeroso de su parte.- respondió sin dejar de mirarle.
El espectro de las notas en las cuerdas entrelazadas en aquellos dedos prodigiosos, tejían una atmosfera serena y nostálgica al mismo tiempo, de algún modo algo se removía en los pasillos empolvados de su apócrifa memoria. Mantuvo esa postura erguida, atenta a las confesiones del músico. España. Pestañeo un par de veces en un intento por comprender la ausencia de su padre en horas de angustia. ¿Dónde se hallaba aquel hombre ahora, donde? Regaló un gesto amable a su acompañante señalando atención a lo que escuchaba.
-¿España? Que hermosa debe ser su tierra.-
Cualquier chiquilla de su edad podría sentirse pasmada por las palabras que escuchaba, no solo porque se trataba de un lugar completamente desconocido para ella, sino por la apabullante seguridad que veía en el hispano. No obstante allí se encontraba, sobria y esplendorosa como siempre, pues así debía de ser, así le habían dictaminado las reglas en tiempos pasados, cuando ensimismada en lecciones de conducta se veía contrariada por aprender cómo comportarse.
Aunque la angustia asfixiante de todo lo vivido sobrepasara su juicio no se permitiría caer, no ahora.
La brisa rozó su pálida tez y fue entonces cuando la neerlandesa pudo despertar del trance. Se mostró un tanto divertida cuando le vio cambiar de postura ‘¿Por qué no iluminarse el corazón un día?
-Mi dama de compañía no pudo estar conmigo hoy y de manera estricta pedí me dejaran sola por unas horas, quería disfrutar de una exposición floral que seguramente muchos encontraran sin sentido.- encogió apenas los hombros.
-El placer es mío, con usted y su música escoltándome caballero no tengo nada que temer.-
Toda esa apariencia de mujer madura aún estaba sujeta a la inocencia característica en jóvenes de su edad, había cierto aire de complicidad entre aquellas dos figuras, la pasión por la música y el encontrarse ausentes de sus raíces le produjeron cierto interés en continuar conociéndole. Dirigiéndose a un punto distinto en el herbario inquirió.
-¿Dígame caballero usted no añora regresar a España algún día?-
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Re: Rosengarten | Privado
El camino se iba transformando en un desfile de flores que llenaban todo el marco escénico con sus colores y el perfecto así como hermoso ambiente de vida, de positivismo y de una excelente conexión entre dos jóvenes extranjeros que pese a abismal diferencia de edad, pareciese que se llevaran de una forma singular -Comprendo. Aunque si yo mismo usé la palabra "aburrido" es porque tontamente creí que algo así sería para usted un paseo por aquí. Retiro lo dicho puesto que este es el lugar más hermoso de París- con atención el joven siguió escuchando a la señorita, caminando de espaldas y tocando la música para su única testigo.
Pronto comenzaron a subir las escaleras y con todo cuidado le fue guiando casi perdido sobre el rumbo, simplemente enfocado en aquella singular plática -Pues verá, si me encantaría y de hecho lo hago. Regularmente voy y vuelvo por asuntos, soy un especie de extranjero... Aunque le digo un secreto...- de pronto se agachó y se acercó a la pequeña, susurrándole un secreto -Los nacionalismos... ¡Qué miedo me dan!- soltando una risa de complicidad cuándo entonces llegaron al pináculo de la construcción, siendo una hermosa terraza llena de plantas y flores de todos colores, cubiertos por una manta que impedía las quemaduras por el sol y sin embargo dejaba a la vista el hermoso horizonte de la ciudad del amor.
-Ahora, querida Simone... Cuénteme, por favor, ¿de dónde es usted? Una bella señorita y sin doncella de compañía, además de extranjera debe tener una historia muy interesante que contar- con toda confianza esbozó una sonrisa ladina hasta de un brinco colocarse sobre el borde de una fuente de agua, donde con toda calma prosiguió los matices de su guitarra sonando a todo volumen y con maestría, atrayendo algunas aves así como inclusive mariposas que rondaban entre los aires de la terraza.
Sus ojos marrones quedaron expectantes y la calidez de la curva sonriente en sus labios simplemente hizo contraste con lo que se supone debe mostrar al ser un miembro de la Realeza con tan alto cargo como es ser un Duque, sin embargo, si alguien sabía cómo romper las reglas y sobre todo salirse siempre con la suya... Ese es el hijo prodigio de España, Aldebarán.
Pronto comenzaron a subir las escaleras y con todo cuidado le fue guiando casi perdido sobre el rumbo, simplemente enfocado en aquella singular plática -Pues verá, si me encantaría y de hecho lo hago. Regularmente voy y vuelvo por asuntos, soy un especie de extranjero... Aunque le digo un secreto...- de pronto se agachó y se acercó a la pequeña, susurrándole un secreto -Los nacionalismos... ¡Qué miedo me dan!- soltando una risa de complicidad cuándo entonces llegaron al pináculo de la construcción, siendo una hermosa terraza llena de plantas y flores de todos colores, cubiertos por una manta que impedía las quemaduras por el sol y sin embargo dejaba a la vista el hermoso horizonte de la ciudad del amor.
-Ahora, querida Simone... Cuénteme, por favor, ¿de dónde es usted? Una bella señorita y sin doncella de compañía, además de extranjera debe tener una historia muy interesante que contar- con toda confianza esbozó una sonrisa ladina hasta de un brinco colocarse sobre el borde de una fuente de agua, donde con toda calma prosiguió los matices de su guitarra sonando a todo volumen y con maestría, atrayendo algunas aves así como inclusive mariposas que rondaban entre los aires de la terraza.
Sus ojos marrones quedaron expectantes y la calidez de la curva sonriente en sus labios simplemente hizo contraste con lo que se supone debe mostrar al ser un miembro de la Realeza con tan alto cargo como es ser un Duque, sin embargo, si alguien sabía cómo romper las reglas y sobre todo salirse siempre con la suya... Ese es el hijo prodigio de España, Aldebarán.
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
Durante el recorrido dedicaba de vez en cuando una amable mirada a su acompañante, dejó que la naturalidad del encuentro fortuito fluyera al vaivén de la sonoridad que nacía de las entrañas del instrumento. Cualquier argumento sería inútil, así que disfruto tan solo de su compañía.
-Debe ser fascinante poder regresar a sus raíces cada vez que la añoranza lo asalta caballero.- dijo apenas asombrada.
Ella contaba con los recursos necesarios para volver a Amsterdam, sin embargo el impedimento más grande no sería lo material, sino una pesadumbre que reptaba como mórbida sombra en los engranes de su psiquis. Había algo más que reducía las posibilidades de volver a pisar las alfombradas habitaciones de la mansión De Vries y eso era la desgracia de no tener a quien visitar en su regreso. Se detuvo en seco cuando el caballero le susurró en secreto, las comisuras de sus labios regalaron un sonrisa que poco a poco se tornó en una risilla baja.
Sujetó los bordes del vestido mientras subía las escalinatas, el espectáculo resultó exorbitante, cada partícula, cada forma y figura plasmadas en este lienzo destilaban perfección. El fluir cristalino del agua en la fuente, los matices tornasol flotando en la atmosfera. Simone halló pronto el remanso de calma que tanto necesitaba. Cerró los ojos y aspiró las fragancias que destilaba la flora. El cántico de las aves en sus oídos llenó de regocijo por completo su corazón, ahuyentando momentáneamente la oscuridad.
-Neerlandesa, caballero Aldebarán, provengo de una ilustre familia en Amsterdam, mi padre era comerciante marino.- apartó la mirada de su oyente para centrarla en el paisaje que se erguía frente a sus ojos.
La vista en la terraza le ayudó como distractor para no quebrarse frente a él. No era adecuado mostrarse de esa forma con desconocidos.
-Hace un año que vivo en París y sin embargo no logro adaptarme del todo aún.- encogió los hombros confesando a media voz.
Había algo que no terminaba de comprender del todo, aquel hombre seguramente poseía una fortuna inmensa para poder viajar una y otra vez, no obstante se presentaba de una forma tan natural frente a ella.
-Debe ser fascinante poder regresar a sus raíces cada vez que la añoranza lo asalta caballero.- dijo apenas asombrada.
Ella contaba con los recursos necesarios para volver a Amsterdam, sin embargo el impedimento más grande no sería lo material, sino una pesadumbre que reptaba como mórbida sombra en los engranes de su psiquis. Había algo más que reducía las posibilidades de volver a pisar las alfombradas habitaciones de la mansión De Vries y eso era la desgracia de no tener a quien visitar en su regreso. Se detuvo en seco cuando el caballero le susurró en secreto, las comisuras de sus labios regalaron un sonrisa que poco a poco se tornó en una risilla baja.
Sujetó los bordes del vestido mientras subía las escalinatas, el espectáculo resultó exorbitante, cada partícula, cada forma y figura plasmadas en este lienzo destilaban perfección. El fluir cristalino del agua en la fuente, los matices tornasol flotando en la atmosfera. Simone halló pronto el remanso de calma que tanto necesitaba. Cerró los ojos y aspiró las fragancias que destilaba la flora. El cántico de las aves en sus oídos llenó de regocijo por completo su corazón, ahuyentando momentáneamente la oscuridad.
-Neerlandesa, caballero Aldebarán, provengo de una ilustre familia en Amsterdam, mi padre era comerciante marino.- apartó la mirada de su oyente para centrarla en el paisaje que se erguía frente a sus ojos.
La vista en la terraza le ayudó como distractor para no quebrarse frente a él. No era adecuado mostrarse de esa forma con desconocidos.
-Hace un año que vivo en París y sin embargo no logro adaptarme del todo aún.- encogió los hombros confesando a media voz.
Había algo que no terminaba de comprender del todo, aquel hombre seguramente poseía una fortuna inmensa para poder viajar una y otra vez, no obstante se presentaba de una forma tan natural frente a ella.
Última edición por Simone De Vries el Dom Feb 22, 2015 2:20 pm, editado 1 vez
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Re: Rosengarten | Privado
Con toda calma y suavidad el español se dispuso a sentarse en la fuente, empezando a matizar sus acordes de una manera más pasiva, colocando entonces toda su atención ante las palabras de la pequeña cría, quien pese a una evidente corta edad, podía hablar y expresarse tan correctamente que aparentaba tener una madurez mucho más avanzada. ¿Habrá sido golpeada por algo que solamente la vida misma podría hacer? Curioso.
-Fascinante, el mar corre por sus venas- esbozó una sonrisa cuando de pronto calló su guitarra. Luego sus ojos se postraron en la silueta de la doncella y tras su último diálogo entonces decidió responderle con entera confianza -Venga que adaptarse no es tan difícil o malo... Aunque debe ser algo bastante curioso para alguien de su edad-
Entonces colocó su instrumento a un lado y se puso de pie, caminó un poco más hasta colocarse al lado de Simone, donde él también comenzó a admirar la belleza de aquel paisaje que le atraía de una manera tan singular, algo que lo hacía quedarse en las lejanas tierras de la ciudad de París y no volver hacia aquella Madre Patria.
-Le daré no un consejo, sino un pensamiento mío...- promulgó aun con esa felicidad traspasando su iris, como si supiese que al decir lo que pronto dirá, podría ayudar a la pequeña -Cuándo más oscura es la noche, más pronto será el amanecer- giró su rostro y busco la tierna cara de la cría, manteniendo esa curva en sus labios tratando de transmitir confianza y esperanza -Veo dolor y mucho miedo en sus palabras, es fácil percibir su alma inclusive... Por eso aunque no sé su historia y no sea correcto preguntarla... Le digo esto para que se aferre, para que aguante... Para que sepa que por más difícil que pueda algo ser no quiere decir que sea el final y sobre todo que usted es la arquitecta de su propio destino-
Por último le dio un guiño con su ojo diestro, soltando una carcajada para de un salto regresar metros atrás, tomando su instrumento y con toda pasión y fuerza volvió a retomar sus notas... Un ritmo más alegre, una rumba que transmitía esa pasión así como esa vida de la que estaba hablando... Dando un especie de concierto con total y especial dedicatoria para la pequeña
-¡Suelte esa sombrilla y baile!... ¡OLÉ!- exclamó alegre y lleno de energía.
-Fascinante, el mar corre por sus venas- esbozó una sonrisa cuando de pronto calló su guitarra. Luego sus ojos se postraron en la silueta de la doncella y tras su último diálogo entonces decidió responderle con entera confianza -Venga que adaptarse no es tan difícil o malo... Aunque debe ser algo bastante curioso para alguien de su edad-
Entonces colocó su instrumento a un lado y se puso de pie, caminó un poco más hasta colocarse al lado de Simone, donde él también comenzó a admirar la belleza de aquel paisaje que le atraía de una manera tan singular, algo que lo hacía quedarse en las lejanas tierras de la ciudad de París y no volver hacia aquella Madre Patria.
-Le daré no un consejo, sino un pensamiento mío...- promulgó aun con esa felicidad traspasando su iris, como si supiese que al decir lo que pronto dirá, podría ayudar a la pequeña -Cuándo más oscura es la noche, más pronto será el amanecer- giró su rostro y busco la tierna cara de la cría, manteniendo esa curva en sus labios tratando de transmitir confianza y esperanza -Veo dolor y mucho miedo en sus palabras, es fácil percibir su alma inclusive... Por eso aunque no sé su historia y no sea correcto preguntarla... Le digo esto para que se aferre, para que aguante... Para que sepa que por más difícil que pueda algo ser no quiere decir que sea el final y sobre todo que usted es la arquitecta de su propio destino-
Por último le dio un guiño con su ojo diestro, soltando una carcajada para de un salto regresar metros atrás, tomando su instrumento y con toda pasión y fuerza volvió a retomar sus notas... Un ritmo más alegre, una rumba que transmitía esa pasión así como esa vida de la que estaba hablando... Dando un especie de concierto con total y especial dedicatoria para la pequeña
-¡Suelte esa sombrilla y baile!... ¡OLÉ!- exclamó alegre y lleno de energía.
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
Él estaba en lo cierto. Existía esa unión de carne y sal en sus venas. Los recorridos vespertinos cuando la brisa se mostraba febril y atacaba directo hacia su rostro, cerrando los ojos para disfrutar de esa caricia tenue que el mar le regalaba. Siempre de la mano de papá, asombrada por las inconmensurables historias y fábulas que él le relataba durante el trascurso del recorrido. Eran días gloriosos y llenos de júbilo, todo estaba en su sitio, no debía ordenar cosas de más, para dichos menesteres mamá estaba a cargo. Ni siquiera la nodriza convivía tanto tiempo con ella pues desde que tenía uso de razón había comprendido ciertas tareas que después demandaba realizar por sí misma. Quizás de algún modo, el universo sabía la desgracia que estaba por caer sobre ella y tan solo le preparaba para salir bien librada de esta batalla que difícilmente ganaría.
Simone sonrió con delicadeza al caballero quien extrañamente parecía encontrar las palabras perfectas para tranquilizar ese oleaje salvaje en su mente.
Volvió a admirar el horizonte, mientras se posaba a su lado.
-Más pronto amanecerá….- repitió en voz baja.
Momentáneamente una idea se condenso en su comprensión. Desde aquella noche fatídica su vida se había suspendido, estaba cayendo hacia un abismo profundo sin importar cuantas veces lo negara. Y como bien el caballero le había profesado, la oscuridad aun imperaba en sus sentidos. Cada palabra que él continuaba desgranando parecía encajar a la perfección. Curioso. No había pasado más de una hora y su estado de ánimo había mejorado notablemente a medida que la charla continuaba. Era cierto. Se trataba de una pesadilla y debía encontrar la forma de despertar ya. Tenía que levantarse y levantar el vuelo una vez más con la gracia de aquellos cisnes, frágil en apariencia pero con una determinación arrasadora.
-Gracias caballero Aldebarán, es usted muy amable- respondió mientras depositaba un ligero beso en la mejilla de su semejante.
La gracia de aquellos movimientos le arrancó una mueca agradable en el semblante de la chiquilla, con los ojos posados sobre él, dicho gesto previo se transformó en una ligera risa, una muestra de regocijo que no había mostrado en tanto tiempo. Repentinamente soltó el parasol y ajustando sus enguantadas manos al borde de su vestimenta camino ligeramente de puntillas para dar inicio al baile, una tonada que jamás había escuchado pero que no debía saber de memoria, simplemente se dejó llevar por la algarabía de la misma. Ligeros movimientos circulares y sonido seco debido a un zapateado improvisado acallaron esa nostalgia para dar paso a una fachada más colorida.
-¡Vamos caballero! Baile conmigo– soltó naturalmente.
Simone sonrió con delicadeza al caballero quien extrañamente parecía encontrar las palabras perfectas para tranquilizar ese oleaje salvaje en su mente.
Volvió a admirar el horizonte, mientras se posaba a su lado.
-Más pronto amanecerá….- repitió en voz baja.
Momentáneamente una idea se condenso en su comprensión. Desde aquella noche fatídica su vida se había suspendido, estaba cayendo hacia un abismo profundo sin importar cuantas veces lo negara. Y como bien el caballero le había profesado, la oscuridad aun imperaba en sus sentidos. Cada palabra que él continuaba desgranando parecía encajar a la perfección. Curioso. No había pasado más de una hora y su estado de ánimo había mejorado notablemente a medida que la charla continuaba. Era cierto. Se trataba de una pesadilla y debía encontrar la forma de despertar ya. Tenía que levantarse y levantar el vuelo una vez más con la gracia de aquellos cisnes, frágil en apariencia pero con una determinación arrasadora.
-Gracias caballero Aldebarán, es usted muy amable- respondió mientras depositaba un ligero beso en la mejilla de su semejante.
La gracia de aquellos movimientos le arrancó una mueca agradable en el semblante de la chiquilla, con los ojos posados sobre él, dicho gesto previo se transformó en una ligera risa, una muestra de regocijo que no había mostrado en tanto tiempo. Repentinamente soltó el parasol y ajustando sus enguantadas manos al borde de su vestimenta camino ligeramente de puntillas para dar inicio al baile, una tonada que jamás había escuchado pero que no debía saber de memoria, simplemente se dejó llevar por la algarabía de la misma. Ligeros movimientos circulares y sonido seco debido a un zapateado improvisado acallaron esa nostalgia para dar paso a una fachada más colorida.
-¡Vamos caballero! Baile conmigo– soltó naturalmente.
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Re: Rosengarten | Privado
Entonces el reflejo del sol iluminó los ojos marrones del caballero de piel morena quien con toda felicidad se regocijó con la demanda de la pequeña, haciendo caso casi al instante para empezar a danzar bajo el compás del reloj flamenco que guiaban sus cuerdas -¡VENGA, OLÉ!... ¡BAILELE, HERMOSA!- los jaleos de herencia flamenca no tardaron en aparecer desde la garganta y voz gruesa del Duque. Sus talones iban uno a uno con el ritmo, empezando a rodear a la damisela dejándola bajo el protagonismo al quedar en el epicentro de su recorrido.
-DOCE!.. un, dos... TRES!.. cuatro, cinco... SEIS!.. siete... OCHO!... nueve... DIEZ!... once...- y repetía, enfatizando especialmente en cinco de los doce números dados en voz alta. Ejercía el reloj flamenco en toda la extensión de la palabra y solamente con su voz así como con cada zapateado que daba tal cuál gritaba eufórico, danzando y tocando, carcajeando bajo un impulso que acelera sus venas ante el flujo de sangre que invade toda su humanidad hasta extasiarlo al punto donde mantiene la agilidad maestra en sus dedos, recalcando hábilmente notas agudas que promueven un solo en la guitarra.
-¡OLÉ!... ¡PERO QUÉ GUAPA!... ¡ANDA JALEO...! ¡JALEO!- manteniendo fuertemente la velocidad de sus dedos, sincronizándose con sus pies y terminando por cerrar sus ojos haciendo una mueca llena de presión al utilizar su dedo índice y anular cómo principales herramientas cuándo con increíble picado finiquitó la rumba, dejando salir un fuerte grito desde el fondo de su garganta así como un último brinco que terminó con el zapateado sobre el borde de la fuente, quedando a una gran altura con su pecho subiendo y bajando por la agitación, teniendo así su atención sobre la niña de quien espera que comparta el goce mismo por tan perfecto baile.
-DOCE!.. un, dos... TRES!.. cuatro, cinco... SEIS!.. siete... OCHO!... nueve... DIEZ!... once...- y repetía, enfatizando especialmente en cinco de los doce números dados en voz alta. Ejercía el reloj flamenco en toda la extensión de la palabra y solamente con su voz así como con cada zapateado que daba tal cuál gritaba eufórico, danzando y tocando, carcajeando bajo un impulso que acelera sus venas ante el flujo de sangre que invade toda su humanidad hasta extasiarlo al punto donde mantiene la agilidad maestra en sus dedos, recalcando hábilmente notas agudas que promueven un solo en la guitarra.
-¡OLÉ!... ¡PERO QUÉ GUAPA!... ¡ANDA JALEO...! ¡JALEO!- manteniendo fuertemente la velocidad de sus dedos, sincronizándose con sus pies y terminando por cerrar sus ojos haciendo una mueca llena de presión al utilizar su dedo índice y anular cómo principales herramientas cuándo con increíble picado finiquitó la rumba, dejando salir un fuerte grito desde el fondo de su garganta así como un último brinco que terminó con el zapateado sobre el borde de la fuente, quedando a una gran altura con su pecho subiendo y bajando por la agitación, teniendo así su atención sobre la niña de quien espera que comparta el goce mismo por tan perfecto baile.
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
En cuestión de segundos aquella brecha invisible que seguía causando perjuicios entre la neerlandesa y el mundo exterior, quedó reducida a escombros ante la invitación jovial del caballero. Simone tomó ambos extremos de la fachosa indumentaria para poder dar un poco de libertad a sus pies, mismos que liberaron estrepitosos e imprecisos movimientos de baile en su inicio. La atmosfera sobria del Jardín se engalanaba poco a poco con las notas sublimes y jubilosas que emergían del instrumento, sin restar importancia y maestría hacia aquellos canticos flamencos que explotaban en la garganta del hombre.
La tonada no era nada común en los oídos de la damisela quien estaba habituada a verse rodeada de melodías más apacibles, sin embargo, ese ritmo ferviente inundaba sus venas, exaltándole a entregarse ante aquel ritual artístico. Fue así que de un tajo, soltó el parasol sin importar donde cayera y con la mirada semi dormida inició un pequeño recorrido en forma circular, con las manos sobre sus caderas agitaba sus diminutos hombros, mientras sus talones hacían lo propio para mantener la velocidad que la melodía acarreaba. La cuenta que el caballero realizaba, demandaba un cambio de ritmo en los movimientos, entonces soltó un extremo del vestido cerúleo y levantó el brazo por completo simulando una media curva alrededor de su cabeza.
Zapateo con fervor, utilizando la danza como una catarsis que le permitiera sanar parte de sus heridas. Una vuelta hacia la derecha y otra más hacia la izquierda, ambos brazos se encontraba ahora al aire emitiendo ligeros aplausos que acompasaban la tonada. Aquel júbilo rápidamente llamó la atención de un par de damas y caballeros que cayeron presa de la escena que sus ojos atónitos presenciaban ahora. Tanto la pequeña, como el gentil caballero se mostraban entregados en el baile, sin preocuparse siquiera si alguien más les observaba, ambos disfrutaban de la música, despojándose de la apatía y el dolor que pudiese albergar sus corazones.
Un ligero murmullo por parte de la audiencia previo a la explosión que sus aplausos dejaron caer hacia aquellas dos figuras. La sonoridad en la guitarra enmudecía una vez más y una sonriente y apenas contrariada Simone tomó de la mano a su acompañante, llevó un pie hacia atrás y con la mano opuesta sujetando el borde de su vestido reverenció en primer lugar hacia las personas en un acto de agradecimiento, posteriormente a su compañero de baile. Su respiración aún era agitada y su frente aperlada resplandecía con los rayos del sol matutino. ¿Habría sido correcto romper tal protocolo? Dedicó una sonrisa amplia y sincera hacia el caballero.
–Eso fue increíble, gracias por acompañarme caballero Aldebaran–
Por unos instantes, se permitió ser feliz completamente, pues quizás eso es lo que sus padres hubiesen querido, verle sonriente y segura de sí misma una vez más.
La tonada no era nada común en los oídos de la damisela quien estaba habituada a verse rodeada de melodías más apacibles, sin embargo, ese ritmo ferviente inundaba sus venas, exaltándole a entregarse ante aquel ritual artístico. Fue así que de un tajo, soltó el parasol sin importar donde cayera y con la mirada semi dormida inició un pequeño recorrido en forma circular, con las manos sobre sus caderas agitaba sus diminutos hombros, mientras sus talones hacían lo propio para mantener la velocidad que la melodía acarreaba. La cuenta que el caballero realizaba, demandaba un cambio de ritmo en los movimientos, entonces soltó un extremo del vestido cerúleo y levantó el brazo por completo simulando una media curva alrededor de su cabeza.
Zapateo con fervor, utilizando la danza como una catarsis que le permitiera sanar parte de sus heridas. Una vuelta hacia la derecha y otra más hacia la izquierda, ambos brazos se encontraba ahora al aire emitiendo ligeros aplausos que acompasaban la tonada. Aquel júbilo rápidamente llamó la atención de un par de damas y caballeros que cayeron presa de la escena que sus ojos atónitos presenciaban ahora. Tanto la pequeña, como el gentil caballero se mostraban entregados en el baile, sin preocuparse siquiera si alguien más les observaba, ambos disfrutaban de la música, despojándose de la apatía y el dolor que pudiese albergar sus corazones.
Un ligero murmullo por parte de la audiencia previo a la explosión que sus aplausos dejaron caer hacia aquellas dos figuras. La sonoridad en la guitarra enmudecía una vez más y una sonriente y apenas contrariada Simone tomó de la mano a su acompañante, llevó un pie hacia atrás y con la mano opuesta sujetando el borde de su vestido reverenció en primer lugar hacia las personas en un acto de agradecimiento, posteriormente a su compañero de baile. Su respiración aún era agitada y su frente aperlada resplandecía con los rayos del sol matutino. ¿Habría sido correcto romper tal protocolo? Dedicó una sonrisa amplia y sincera hacia el caballero.
–Eso fue increíble, gracias por acompañarme caballero Aldebaran–
Por unos instantes, se permitió ser feliz completamente, pues quizás eso es lo que sus padres hubiesen querido, verle sonriente y segura de sí misma una vez más.
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Re: Rosengarten | Privado
La adrenalina subía por todo el cuerpo del moreno, su respiración se volvía cada vez más agitada pero su sonrisa prevalecía al observar cómo la pequeña poco a poco se iba soltando. El baile no tardó en hacer efecto y entonces el ritmo pareciese que tomó los hilos e hizo de la señorita un títere entregado a la pasión y la diversión del Flamenco. Su zapateado, aquellos movimientos sublimes con sus brazos, sus gestos, era una niña libre y eso hacía sentir de una manera indescriptible al de origen español -¡VENGA, GUAPA!... ¡OLÉ!- gritó con fuerza, su música y el baile de su compañera atrajo a los testigos que con muecas extrañadas pero felices se mostraban gustosos de ver aquel espectáculo; Aldebarán se arrodilló, luego tomó la mano de Simone y con gusto rindió agradecimiento a su público improvisado, terminando respirando con cierta dificultad y una capa de sudor sobre su frente y cuello.
-Bueno... A eso yo le llamo... Bailar- dice con calma, girando a la pequeña a quien abraza con fuerza, tomándole de la mejilla y clavando sus ojos en los de ella -Quiero que recuerdes este momento, este baile y entiendas algo... Cuándo más oscura es la noche, más pronto será el amanecer- insiste en la ideología que mueve toda su vida y recobrando el aliento añade -No importa lo duro que sean las cosas, lo difícil, lo triste o lo casi imposible que parezcan... Tú eres fuerte, tú sabes sonreír de esta forma y sonreír así en momentos oscuros es una de las fuerzas más grandes que pueda haber.. Eres un ser de luz, un ser maravilloso Simone- depositando entonces un beso sobre su frente para entonces abrazarla con fuerza, separándose al cabo de varios segundos para así aun con la sonrisa en su rostro colocarse de pie.
-Gracias a ti por tan exquisito baile... Ha sido el mejor que he tenido en mi vida-
-Bueno... A eso yo le llamo... Bailar- dice con calma, girando a la pequeña a quien abraza con fuerza, tomándole de la mejilla y clavando sus ojos en los de ella -Quiero que recuerdes este momento, este baile y entiendas algo... Cuándo más oscura es la noche, más pronto será el amanecer- insiste en la ideología que mueve toda su vida y recobrando el aliento añade -No importa lo duro que sean las cosas, lo difícil, lo triste o lo casi imposible que parezcan... Tú eres fuerte, tú sabes sonreír de esta forma y sonreír así en momentos oscuros es una de las fuerzas más grandes que pueda haber.. Eres un ser de luz, un ser maravilloso Simone- depositando entonces un beso sobre su frente para entonces abrazarla con fuerza, separándose al cabo de varios segundos para así aun con la sonrisa en su rostro colocarse de pie.
-Gracias a ti por tan exquisito baile... Ha sido el mejor que he tenido en mi vida-
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
La conexión entre ambos ahora desconocidos continuaba in crecendo. No había sido necesario tener la misma edad, el mismo status social o algún lazo consanguíneo. Les unía simplemente la avidez por disfrutar cada detalle flotando a su alrededor que la vida les brindaba. Reír, gritar plenamente, eran lujos que la pequeña neerlandesa hacía mucho tiempo no se permitía pues el luto causado por la muerte de sus progenitores aún significaba una constante muy a pesar de la madurez mental que ella pudiese mostrar ante los demás.
Escuchó con detenimiento a cada palabra que el caballero le dedicaba con amabilidad y cariño. Resultaba casi imposible ir en contra de alguna de esas afirmaciones, él estaba en lo cierto, había sido mucho tiempo ya de oscuridad, muchos años en pausa, era momento de retomar las riendas para continuar.
Respondió al abrazo y cerró brevemente los ojos cuando él besó su frente.
–No tengo forma de agradecer el gesto tan noble que ha tenido conmigo y tenga por seguro caballero Aldebarán que nunca olvidaré este momento, nunca– respondió con una sonrisa diáfana plasmada en sus labios.
Con un semblante cansado pero pleno, acomodó los pliegues de su indumentaria para tomar asiento en una pequeña banca. Con la mano indicó al hombre acompañarle, pues aquel baile había sido tan solo la apertura de una venidera amistad.
–Por unos instantes alejé esos momentos nostálgicos, olvidé cada uno de los temores que me impide crecer como persona, podría decir incluso que imaginé a mis padres como espectadores de este acto, seguramente ellos se sentirían muy orgullosos de mí si aún siguieran con vida, o al menos eso me permití creer–
Dicha confesión develaba una de muchas verdades ocultas en la pequeña. Hasta el día de hoy no había sido preciso hacerlo y mucho menos con un hasta ahora extraño. Realmente había cedido a la necesidad de confesarlo en forma de agradecimiento a la compañía de aquel hombre.
Escuchó con detenimiento a cada palabra que el caballero le dedicaba con amabilidad y cariño. Resultaba casi imposible ir en contra de alguna de esas afirmaciones, él estaba en lo cierto, había sido mucho tiempo ya de oscuridad, muchos años en pausa, era momento de retomar las riendas para continuar.
Respondió al abrazo y cerró brevemente los ojos cuando él besó su frente.
–No tengo forma de agradecer el gesto tan noble que ha tenido conmigo y tenga por seguro caballero Aldebarán que nunca olvidaré este momento, nunca– respondió con una sonrisa diáfana plasmada en sus labios.
Con un semblante cansado pero pleno, acomodó los pliegues de su indumentaria para tomar asiento en una pequeña banca. Con la mano indicó al hombre acompañarle, pues aquel baile había sido tan solo la apertura de una venidera amistad.
–Por unos instantes alejé esos momentos nostálgicos, olvidé cada uno de los temores que me impide crecer como persona, podría decir incluso que imaginé a mis padres como espectadores de este acto, seguramente ellos se sentirían muy orgullosos de mí si aún siguieran con vida, o al menos eso me permití creer–
Dicha confesión develaba una de muchas verdades ocultas en la pequeña. Hasta el día de hoy no había sido preciso hacerlo y mucho menos con un hasta ahora extraño. Realmente había cedido a la necesidad de confesarlo en forma de agradecimiento a la compañía de aquel hombre.
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Re: Rosengarten | Privado
Con la respiración volviendo a él poco a poco tomó la mano de la pequeña y entonces la escoltó hasta la banca, donde con una sonrisa escuchó cada palabra que le dedicó y entonces sintió esa pequeña conexión, cómo su soledad, su dolor y a su vez la ilusión de enorgullecer a sus padres, de brillar para que ellos se sintieran felices, de dedicarse a algo bueno... Todo eso él lo llegó a sentir muchas veces y hasta la fecha lo seguía haciendo, esa misma ilusión de engrandecer su apellido, de hacer sentir a sus padres orgullosos donde quiera que esté sería su prioridad número uno, misma que lo llevó a ser quién era por las noches, a defender la justicia y la esperanza ya sea con su influencia Real o con espada en mano cómo el justiciero Rosa Negra.
-Simone, no sabes lo mucho que te comprendo... Ellos están ahora mismo orgullosos donde quiera que estén porque has vuelto a sonreír, porque día a día te vas convirtiendo no solo en una hermosa señorita sino en una muy inteligente, madura y que no ha perdido su esencia- explicó con alegría, le acarició la mejilla y le vio directo a los ojos -¿Sabes? Mis padres también murieron ya... El mío murió en mis brazos y le prometí que me convertiría en un hombre de bien, en alguien justo, alguien de quien él y mi madre se podrían sentir orgullosos- anexó con cierta nostalgia –Mi madre se le unió casi al siguiente momento, más no me dolió cómo creí... Sabía que el amor de ellos dos era lo suficientemente grande para que ni siquiera la muerte los separara-
Miró al cielo, suspiró y con un pañuelo que sacó le otorgó la prenda a la niña, invitándola a que se secara el sudor –Veo en ti luz, veo en ti algo bueno... Esencia pura y blanca, naciste para cosas grandes, Simone... Nunca vayas a dejar ir tu esencia porque es lo que te hace tan hermosa, tan única, es lo que eres... Alguien inteligente, alguien madura pero también alguien que sabe ser feliz, que sabe sonreír... Tú me recordaste ésta mañana lo que significa vivir más allá de los recuerdos y la nostalgia, eso te lo agradezco, cría saltarina- riendo por último al bautizarle con su propio apodo, muy común en él al siempre colocarle motes a las personas que más aprecia.
-Simone, no sabes lo mucho que te comprendo... Ellos están ahora mismo orgullosos donde quiera que estén porque has vuelto a sonreír, porque día a día te vas convirtiendo no solo en una hermosa señorita sino en una muy inteligente, madura y que no ha perdido su esencia- explicó con alegría, le acarició la mejilla y le vio directo a los ojos -¿Sabes? Mis padres también murieron ya... El mío murió en mis brazos y le prometí que me convertiría en un hombre de bien, en alguien justo, alguien de quien él y mi madre se podrían sentir orgullosos- anexó con cierta nostalgia –Mi madre se le unió casi al siguiente momento, más no me dolió cómo creí... Sabía que el amor de ellos dos era lo suficientemente grande para que ni siquiera la muerte los separara-
Miró al cielo, suspiró y con un pañuelo que sacó le otorgó la prenda a la niña, invitándola a que se secara el sudor –Veo en ti luz, veo en ti algo bueno... Esencia pura y blanca, naciste para cosas grandes, Simone... Nunca vayas a dejar ir tu esencia porque es lo que te hace tan hermosa, tan única, es lo que eres... Alguien inteligente, alguien madura pero también alguien que sabe ser feliz, que sabe sonreír... Tú me recordaste ésta mañana lo que significa vivir más allá de los recuerdos y la nostalgia, eso te lo agradezco, cría saltarina- riendo por último al bautizarle con su propio apodo, muy común en él al siempre colocarle motes a las personas que más aprecia.
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
Permitió que las palabras del caballero galante sirvieran de puente, canalizando cada oración hacia los recovecos dolientes en su corazón. Durante su niñez había aprendido a ser agradecida con sus semejantes, aquel hombre quizás no había notado que de muchas formas sus atenciones estaban siendo aceptadas de la mejor forma por la pequeña y que ella desde ese instante se sentía en deuda de cierto modo por ayudarle a liberar sus memorias nostálgicas. Aquel baile previo tan solo demostraba una cosa. Que sin importar las circunstancias Simone aún conservaba ese ímpetu de esperanza, el ahínco por seguir adelante mostrando un espíritu de lucha inquebrantable ante la peor de las circunstancias.
Era extraño quizás como un acto tan sencillo era capaz de unir a dos corazones desdichados. Las miradas sinceras significaban tan solo el reflejo del alma del otro, el dolor era compartido así como las vivencias, en ese momento de alguna forma se prometían no ceder ante las adversidades que el destino les deparará más adelante. La respiración ya menos agitada retornaba a su ritmo habitual, permitiéndoles prolongar la charla. Y a pesar de eso ella no dejó de escuchar con atención cada recuerdo de su oyente, como habían sido arrebatadas ambas figuras casi de la misma forma en que la neerlandesa había perdido las propias. La infelicidad sin duda asaltaba a todos, no distinguía género o clase social a cada uno de aquellos extraños que aún caminaban a los alrededores del lugar seguramente algo les aquejaba de la misma forma. Suspiró. La caricia del caballero de cierto modo le recordó la forma en que su padre se dirigía a ella, repentinamente la imagen del puerto asaltó su memoria. Sonrió nostálgica.
–Sus padres de igual forma deben sentirse muy orgullosos señor Aldebaran, es muy atento de su parte compartir dichos recuerdos con una desconocida– dijo con un dejo de serenidad en cada palabra –Gracias –
Tomó la prenda con su diestra pasándola por su frente. Volvió a reír de forma natural al escuchar la forma tan peculiar en que este le había llamado.
–Bueno, era inevitable quedarse sentada cuando se es participe de una bella melodía y además, acompañada de un excelso músico, bailarín y ser humano, esos dedos deben ser mágicos sin lugar a dudas–
Eran pocos los momentos que aún le daban solaz a la pequeña. Ese día se volvería inolvidable seguramente.
–¿Sabe? Si en estos días se encuentra aún en la capital, quiero extenderle la invitación a mi hogar, la verdad no quería confesarlo pero, soy músico al igual que usted, seguramente algo increíble podría surgir ¿No le parece?–
Era extraño quizás como un acto tan sencillo era capaz de unir a dos corazones desdichados. Las miradas sinceras significaban tan solo el reflejo del alma del otro, el dolor era compartido así como las vivencias, en ese momento de alguna forma se prometían no ceder ante las adversidades que el destino les deparará más adelante. La respiración ya menos agitada retornaba a su ritmo habitual, permitiéndoles prolongar la charla. Y a pesar de eso ella no dejó de escuchar con atención cada recuerdo de su oyente, como habían sido arrebatadas ambas figuras casi de la misma forma en que la neerlandesa había perdido las propias. La infelicidad sin duda asaltaba a todos, no distinguía género o clase social a cada uno de aquellos extraños que aún caminaban a los alrededores del lugar seguramente algo les aquejaba de la misma forma. Suspiró. La caricia del caballero de cierto modo le recordó la forma en que su padre se dirigía a ella, repentinamente la imagen del puerto asaltó su memoria. Sonrió nostálgica.
–Sus padres de igual forma deben sentirse muy orgullosos señor Aldebaran, es muy atento de su parte compartir dichos recuerdos con una desconocida– dijo con un dejo de serenidad en cada palabra –Gracias –
Tomó la prenda con su diestra pasándola por su frente. Volvió a reír de forma natural al escuchar la forma tan peculiar en que este le había llamado.
–Bueno, era inevitable quedarse sentada cuando se es participe de una bella melodía y además, acompañada de un excelso músico, bailarín y ser humano, esos dedos deben ser mágicos sin lugar a dudas–
Eran pocos los momentos que aún le daban solaz a la pequeña. Ese día se volvería inolvidable seguramente.
–¿Sabe? Si en estos días se encuentra aún en la capital, quiero extenderle la invitación a mi hogar, la verdad no quería confesarlo pero, soy músico al igual que usted, seguramente algo increíble podría surgir ¿No le parece?–
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: Rosengarten | Privado
-Pero por supuesto que me encantaría un día próximo ir a visitarte. Podríamos componer algo juntos y quien sabe, quizás hasta compartir escenario- Soltó una risa fuerte y clara, la alegría le invadía sin duda alguna. Por su parte sacó otro pañuelo y limpió si sudor también, dejando la prenda cerca de su bolsillo y salida, dándole la imagen digna de un heredero del arte Flamenco –Dime, Simone… Cuál es tu flor favorita?- cuestiona con una sonrisa, viéndola directamente a sus bellos ojos.
Aldebarán era mil y un cosas, pero era la primera vez que sentía una amistad bien establecida sin la necesidad de pasar por alguna aventura o desgracia como el manto del Caballero de la Noche lo tiene acostumbrado. En su cuerpo cientos de cicatrices hay pero en días como estos, en momentos así… Cuando tiene la oportunidad de conocer a alguien como la pequeña cría saltarina recuerda lo maravilloso que es vivir, respirar, pasar un día más.
Simone con su inocencia, su madurez, ese rayo de luz que le otorgó al español, provocó en él la sensación inminente de que la vida es bella y una amistad tan sincera así como única como la que la bella niña le ofrecía, era sin duda alguna, lo que mejor le pasaría en mucho tiempo.
Aldebarán era mil y un cosas, pero era la primera vez que sentía una amistad bien establecida sin la necesidad de pasar por alguna aventura o desgracia como el manto del Caballero de la Noche lo tiene acostumbrado. En su cuerpo cientos de cicatrices hay pero en días como estos, en momentos así… Cuando tiene la oportunidad de conocer a alguien como la pequeña cría saltarina recuerda lo maravilloso que es vivir, respirar, pasar un día más.
Simone con su inocencia, su madurez, ese rayo de luz que le otorgó al español, provocó en él la sensación inminente de que la vida es bella y una amistad tan sincera así como única como la que la bella niña le ofrecía, era sin duda alguna, lo que mejor le pasaría en mucho tiempo.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Rosengarten | Privado
Rosengarten
Cada segundo, cada momento de su rutina estaba de algún modo dictaminada por los protocolos que la sociedad parisina establecía para los de su clase. Quien viviera otra realidad podría imaginar que la alta sociedad poseía ciertos privilegios a los que nadie quisiera renunciar, no obstante la neerlandesa no dudaría dos veces en despojarse de ese lastre al menos por un día y repetir la experiencia de bailar al aire libre o bajo la lluvia sin importar la indumentaria o el resto de la fachada de oro. Suspiró ligeramente cansada por el baile previo pero sin mostrarse arrepentida ni un segundo, pues sería un día inolvidable para ella.
–¡Me encantaría! Es una estupenda idea–
No había sido hasta ese entonces, conversando con el caballero de sonrisa franca y modales exquisitos que lo pensó con tanto detenimiento. Naturalmente se deducía entonces que el paso del tiempo el conversar y convivir con personas de esa edad le brindaba de algún modo esa madurez precoz que difícilmente se vería en algún otro niño de su edad. Su carácter se hubiera quebrantado de otra forma. Se mostraría como una mujer demandante y caprichosa de no haber sido por la intervención de aquel a quien consideraría su salvador. El enigmático joven de mirada nostálgica que le visitaba por las noches para aplaudir su arte.
Sonrió al hombre y llevando sus dedos hacia la línea que enmarcaba sus labios se mostró pensativa antes de responder.
–Los tulipanes caballero Aldebaran. Si bien no son las flores más elegantes o perfectas que existan, me atrevo a decir es debido a un trasfondo por el cual simplemente me encantan– pausó apenas antes de continuar –Mi madre poseía un jardín inmenso en la parte trasera de la mansión De Vries en Amsterdam y cada tarde solía tomarme de la mano para mostrarme su belleza– sonrió con la mirada clavada en otro punto ajeno a la mirada de su oyente –En mi actual residencia he pedido un espacio dedicado a su cultivo, creo que es una bella forma de pensar que ella o al menos su esencia continua conmigo–
Y es que las vicisitudes transcurridas en su corta vida hasta hoy en día hubieran reducido a cenizas la voluntad de cualquier otro ser humano. No obstante Simone lejos de alejarse del dolor parecía abrazarlo con tal naturalidad de modo significaba una más de sus fortalezas.
–¿Y usted caballero, hay algún detalle que le permita recordar a sus padres? ¿Cómo mantiene vivo su recuerdo?–
–¡Me encantaría! Es una estupenda idea–
No había sido hasta ese entonces, conversando con el caballero de sonrisa franca y modales exquisitos que lo pensó con tanto detenimiento. Naturalmente se deducía entonces que el paso del tiempo el conversar y convivir con personas de esa edad le brindaba de algún modo esa madurez precoz que difícilmente se vería en algún otro niño de su edad. Su carácter se hubiera quebrantado de otra forma. Se mostraría como una mujer demandante y caprichosa de no haber sido por la intervención de aquel a quien consideraría su salvador. El enigmático joven de mirada nostálgica que le visitaba por las noches para aplaudir su arte.
Sonrió al hombre y llevando sus dedos hacia la línea que enmarcaba sus labios se mostró pensativa antes de responder.
–Los tulipanes caballero Aldebaran. Si bien no son las flores más elegantes o perfectas que existan, me atrevo a decir es debido a un trasfondo por el cual simplemente me encantan– pausó apenas antes de continuar –Mi madre poseía un jardín inmenso en la parte trasera de la mansión De Vries en Amsterdam y cada tarde solía tomarme de la mano para mostrarme su belleza– sonrió con la mirada clavada en otro punto ajeno a la mirada de su oyente –En mi actual residencia he pedido un espacio dedicado a su cultivo, creo que es una bella forma de pensar que ella o al menos su esencia continua conmigo–
Y es que las vicisitudes transcurridas en su corta vida hasta hoy en día hubieran reducido a cenizas la voluntad de cualquier otro ser humano. No obstante Simone lejos de alejarse del dolor parecía abrazarlo con tal naturalidad de modo significaba una más de sus fortalezas.
–¿Y usted caballero, hay algún detalle que le permita recordar a sus padres? ¿Cómo mantiene vivo su recuerdo?–
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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